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entre otros. Es importante analizar este proceso para ver con mayor claridad que es una
acción de la persona entera, e influyen no sólo las ideas, sino también los hábitos.
Se comprueba entonces que la acción humana requiere la educación o forja de la
voluntad. Ningún hombre sensato piensa que es innecesario educar la inteligencia,
pero a veces parece que la voluntad no requiere educación. El directivo debe tener muy
claro que para actuar correctamente necesita educar la voluntad con la formación de
hábitos o virtudes, sin los que sería imposible actuar bien, de modo eficiente y produc-
tivo, es decir, de modo ético.
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• Usted se encuentra bajo presión continua de un superior para que engañe a un
cliente.
• Uno de los vendedores, que es cuñado de su médico, lo invita a un elegante club
de golf. Sabe que este vendedor está enviando la mercancía defectuosa a su
empresa.
• Usted sabe que varios miembros del departamento de ventas están manipulando
la contabilidad para que parezca que cumplen con sus cuotas de venta.
Una vez más, ¿qué es lo que debe hacer? Si se tratara de una situación continua,
¿podría dejarla pasar?, ¿debe intentar cambiarla? Si no pudiera, ¿debería abandonar la
compañía a causa de ello? ¿Cómo se sintió durante el proceso de decisión? Son pregun-
tas difíciles de contestar. La realidad es que tales dilemas éticos pueden ocurrir en
cualquier parte o en cualquier momento. Puede ser en cualquier área de la organiza-
ción, como operaciones, servicios, comercial, administración, etcétera.
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Al colgar el teléfono repetí mentalmente la conversación y sopesé las posibles con-
secuencias. Más tarde, ese mismo día, el presidente del sindicato, que medraba con
cualquier turbulencia, pidió verme. Pese a que le ofrecí una silla, prefirió permanecer
de pie junto a la puerta que había cerrado y dijo: “Acabo de enterarme de que la hija del
jefe ha solicitado ocupar la vacante. No va usted a considerarla, ¿verdad? Ella trabajó aquí
hace años, y hubo problemas. Va a haber jaleo si se la vuelve a contratar.” Y agregó sonrien-
do: “Sólo quería que lo supiese para ayudarle.” Y se marchó.
¿Qué haría usted en una situación como la descrita? Yo sólo sabía que quería hablar
con alguien, pero ¿con quién? Me dije: “Piensa bien todo lo que has oído de ambas partes
para determinar dónde está la verdad, para definir qué es lo justo.” Intenté separar todas las
alternativas y decidir quién resultaría afectado por lo que yo hiciera. A su juicio, inclu-
so sin conocer la organización a fondo, ¿qué grupos o personas podrían resultar afec-
tados por mi decisión? En la situación que se estaba desarrollando en torno a la solici-
tud de la hija del jefe, hubo que revisar las opciones y tratar desesperadamente de
decidir qué era lo justo y lo correcto. Por supuesto, yo también era parte implicada.
¿Qué precio había que pagar por la decisión final? ¿Debía respetar la fecha del plazo?
Después de todo, ¿era totalmente inamovible? ¿Era ella la mejor candidata? ¿Era mejor
que los demás candidatos? ¿Qué historial tenía en la organización? ¿Había registros?
¿Eran completos e imparciales? ¿Se me estaba presionando? ¿Quién lo hacía? ¿Aparece-
ría yo como un peón del sindicato? ¿Del jefe? ¿Qué nuevos problemas acarrearía mi
decisión? ¿Qué precedentes estaría sentando? Mi mente daba vueltas mientras las pre-
guntas se agolpaban una tras otra.
Me dolía la cabeza y me invadía la preocupación. Dedicaba tiempo y energías a
tratar de decidir qué hacer. El problema era no saber en quién podía confiar para hablar
sobre los pros y los contras, o quién podía ver más consecuencias de largo alcance que
yo. En un momento dado, estaba segura de lo que debía hacer y un minuto después se
me ocurría otra cosa. ¿Estaba sopesando qué era lo mejor para la organización o qué
era lo mejor para mí? ¿Estaba sopesando lo que era mejor para los candidatos? ¿Y si lo
que era mejor para los candidatos era también lo mejor para la organización?
Me llevé el problema a casa; dormí mal y estaba irritable. De vuelta a la oficina, otras
tareas quedaron relegadas, no tenía paciencia con los otros asuntos de la empresa. En
esencia, estaba enfadada y me sentía amenazada; no obstante, sabía que tenía una res-
ponsabilidad ante la organización.
De modo que si ha eludido la pregunta acerca de sus sentimientos durante el pro-
ceso de resolver el dilema que está afrontando, vuelva a ella ahora y recuerde lo que
sintió durante el proceso de decidir. Si se sintió estimulado ante el reto, le felicito, pero
lo más probable es que se haya sentido vacío. Así me sentía yo mientras barajaba las
posibles opciones y consecuencias durante ese lapso de 36 horas.
LA ÉTICA EN LA ADMINISTRACIÓN
Ya se habló de ética y de moral. La primera aparece como un estudio teórico y la segun-
da obviamente como un estudio práctico de códigos particulares vigentes y propios de
La ética en la administración 17
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