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El Fantasma de mi Novio.

Los nú meros rojos son como las orejas del lobo, no los ves hasta que no los
tienes peligrosamente cerca. Era algo que Elvira llevaba temiendo desde hacía dos
añ os, cuando su novio, Diego, había muerto en un concierto. El muy estú pido se
había subido al escenario y se tiró al pú blico pensando erró neamente que no se
iban a apartar. Sin los ingresos de Diego y con su trabajo precario de tele
operadora, no le llegaba para comer y pagar el alquiler.

Elvira necesitaba un inquilino para compartir gastos y en dos meses habían


pasado por el piso unos nueve inquilinos. Todos huían al notar la presencia de
Diego, que se manifestaba de vez en cuando mediante psicofonías en el
contestador automá tico, encendiendo aparatos, moviendo cosas… lo típico. Y es
que Diego no quería dejar sola a Elvira pero, por el bien de ésta, tenía que dejar de
manifestarse tan abiertamente o se vería obligada a dejar el piso y por lo tanto,
también tendría que despedirse de él ya que su espíritu estaba ligado a ese lugar.

Un día llegó al apartamento una joven de aspecto inocente y calmado llamada


Estefanía que parecía tener unos ingresos notables ya que estaba estudiando en
una universidad privada y como le angustiaba estar sola, quería compartir piso.
Elvira no se podía creer que alguien como Estefanía, tan mona, tan recatada y tan
pija quisiera vivir con una gó tica siniestra como ella pero no se lo cuestionó porque
estaba desesperada.

Diego tenía que moderarse con sus apariciones, no querían asustar a esta chica
así que Elvira le advirtió y durante la primera semana estuvo muy tranquilo hasta
que volvió a las andadas. La primera vez que se manifestó , fue girando trescientos
sesenta grados la cabeza de la Nancy que Estefanía conservaba con cariñ o, regalo
de primera comunió n, con su velito, su vestidito blanco, un cirio, la biblia y el
rosario todo incluido en el pack. Elvira salvó la situació n cogiendo la muñ eca y
haciendo preguntas sobre ella, lo que no gustó demasiado a Estefanía que se
enfureció .

Cada vez que intentaba evitar que Estefanía percibiera las manifestaciones de
Diego, Elvira le hacía enfadar má s y má s. Había notado un brillo extrañ o en los ojos
de aquella joven pero pensó que era producto de su imaginació n. Nadie podía
cambiar su color de ojos hacia el amarillo.

La gota que colmó el vaso fue cuando Estefanía puso la cope en el rezo del
á ngelus. La radio voló por la ventana antes de que el cura pronunciara la primera
palabra y empezó la catá strofe en el saló n de la casa. Resulta que Estefanía estaba
poseída por uno de los demonios má s poderosos del averno: Asmodeo. Diego lo
sabía porque lo había visto en el plano espiritual y había tratado por todos los
medios de alertar a Elvira sobre ello. Si no hubiera tirado la radio por la ventana,
posiblemente la reacció n de Estefanía hubiera sido mucho peor que poner la casa
perdida a escupitajos con aspecto de puré de guisantes, probablemente le hubiera
prendido fuego o algo peor.
Mientras Elvira buscaba por toda la casa una maldita radio para poner el
á ngelus y exortizar de forma algo rudimentaria a Estefanía, Diego intentaba
aplacar al demonio en el plano espiritual aunque le estaba dando una paliza de
muerte. El muchacho nunca fue un culturista en vida y en la muerte se había
quedado como la piltrafilla escuá lida que era al morir.

Para cuando el Elvira encontró la radio, el á ngelus se había acabado, iban a morir
entre ríos de vó mito demoníaco con olor a azufre.

En un arranque de ingenio desesperado, Elvira encendió la tele y cambió a


Telecinco. Entonces, Estefanía se quedó paralizada, se sentó en el silló n con la
mirada fija en la tele y se desmayó al minuto de estar viendo “Mujeres y Hombres y
Viceversa”. Saltaron los plomos y todo se quedó en calma.

Cuando Estefanía despertó , Elvira estaba fregando el saló n y no se acordaba de


nada de lo que había pasado. En el plano espiritual, Asmodeo había huido
pensando que si en la tierra había algo tan infame llamado Telecinco, prefería
quedarse en el infierno y no volver a poseer a nadie nunca jamá s.

Al final resultó que a Estefanía no solo no le importaba que Diego se


manifestara si no que adoraba vivir en una casa encantada ya que era fan
incondicional de “Cuarto Milenio”.

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