Está en la página 1de 482

Traducción Corrección

Rj Mar
Starlight Obsidian Heart
Obsidian Heart Ravena.
Mar
Ravena
Yeina
¡Importante!
El presente documento
ha sido elaborado sin
fines de lucro.
Si el libro llega a tu país o
tienes la posibilidad de
adquirirlo, apoya a
nuestra escritora
comprando su obra y
promocionándola en
redes sociales.
De esa forma contribuyes
a que siga escribiendo
sobre este maravilloso
mundo.
Sinopsis
Ha caído el silencio. Los Psy son libres de sentir emociones. Libres
para amar. Pero el silencio nunca fue una prisión para Ivan Mercant. La
mayor amenaza para su futuro yace latente en su cerebro: un monstruo
psíquico que solo quiere alimentarse. Y ahora, la correa brutal que ha
mantenido en ese monstruo se está resbalando. Se preparó para este día,
para el final de Ivan Mercant... pero eso fue antes de conocer a Lei.

Tan primitiva como humana, esta cambiante salvaje le da color a su


vida y risas a su alma. Entonces el sueño se rompe en una lluvia de sangre,
en cuerpos silenciosos en la nieve. Lei se ha ido. Desapareció sin dejar
rastro... hasta que se encuentra con unos ojos extrañamente familiares en
una concurrida calle de San Francisco.

Soleil Bijoux Garcia es una sanadora que lo ha perdido todo. Ella


existe en un mundo de soledad desolada... hasta el día en que se encuentra
cara a cara con un extraño letal. El animal que es su otra mitad conoce a
este hombre, pero sus recuerdos son fragmentos hechos jirones. El dolor y
la necesidad de venganza son todo lo que la impulsa. ¿Su misión? Matar al
alfa de la manada de leopardos DarkRiver.

Pero el destino tiene otros planes. Pronto, un soldado mortal que se


cree un monstruo y un sanador roto podría ser todo lo que se interponga
entre la vida y la muerte para toda la raza Psy...
L a reina escarabajo
La PsyNet.

U n a red psíquica q u e s e exti ende por t odo el m u n d o .

U n a red sin la cual la raza P s y n o p u ed e sobrevivir.

Cortar el enl ace P s y N e t d e otro es com et er u n asesinato.

N i n g u n a p e r s o n a racional l e harí a eso a s us c o m p a ñ e r o s P sy .

P ero la Arquitecta n o es racional.

L a A r q u i t e c t a s u e ñ a c o n el d o m i n i o t ot al n o s o l o s o b r e la r a z a P s y ,
s ino t a m bi é n s ob r e los h u m a n o s y los c a m bi ant es.

Y la Arquitecta tiene a su alcance la cooperación d e cientos de m ent es


at orm ent adas rebosa nt es d e violento p o d e r psíqui co.

L a arquit ect a y sus escarabaj os.

E s t á n a p u n t o d e c a m b i a r la histori a d e la raza P sy .

N u n c a h a b r á vu el t a at rás.
Capítulo 1
El niño tiene graves problemas de apego. No es el Silencio.
Simplemente está dañado psicológicamente en tal medida que nunca podrá
formar una conexión con otro en ningún nivel. Por lo tanto, no se puede
garantizar su lealtad a la familia. Él es un riesgo.

—Informe privado de PsyMed sobre Ivan Mercant, 8 años (20 de


junio de 2059)

3 de mayo de 2083

En términos de edad, Ivan cayó en el cuadro mayor de los nietos de


Ena. Más joven que Canto, mayor que Silver y Arwen. También siempre
había sido el que le causaba menos problemas a la familia, ningún problema
en realidad. Canto era terco como un toro y Silver tenía una columna
vertebral de acero, y ninguno de los dos se inclinaba por Ena a menos que
así lo desearan.

En cuanto a Arwen, el gentil y empático Arwen podría ser obstinado a


su manera. Como el agua que corre sobre la piedra. Lento y persistente
hasta que los bordes de la roca ya no eran tan afilados y el agua había
tallado un nuevo canal sin que la roca se percatara del cambio.

Ivan, en cambio, solía decir más sí que no. Pregúntele a cualquiera de


los otros tres y nunca usarían las palabras “obstinado” o “terco” en relación
con Ivan. Uno de los miembros adolescentes de la familia había usado el
término “relajado” para describir a Ivan, y cuando Ena buscó lo que
significaba ese término cuando se usaba en ese contexto, tuvo que estar de
acuerdo.
Ivan fluía por la vida, dispuesto a doblegarse, sin oponerse nunca a
Ena... y aun así haciendo exactamente lo que quería y nada más. A Ena le
había costado mucho tiempo darse cuenta de que el menos abiertamente
testarudo de sus nietos era también el más implacable en su tranquila
voluntad. Era Ivan, después de todo, quien nunca había estudiado en el
nivel superior, a pesar del fuerte deseo de Ena de que lo hiciera; y fue Ivan
quien eligió seguir un camino que ella inicialmente le había prohibido seguir.

Ivan hizo lo que quiso... pero tenía una vulnerabilidad.

—¿Ivan? —dijo ahora, mientras lo observaba empacar los artículos


finales para su viaje a San Francisco. Rara vez se entrometía en la suite que
él tenía en el complejo familiar, pero como se iba hoy, ya era hora de tener
esta conversación—. ¿Está todo bien?

—Por supuesto, abuela. —Abrió la cremallera de un bolsillo lateral de


su bolsa y luego sacó una bolsa negra pequeña y plana que podía contener
su cepillo de dientes y jabón, o un arma.

No había forma de saber cuándo se trataba de Ivan.

—¿Estás seguro? —Permaneció en la entrada, porque no entraría a


empujones en el área privada de su dormitorio, aunque sabía que Ivan no
la rechazaría. Ese era el problema, y por el qué le pedía tan poco. Porque
Ivan se lo daría. Seguía su propio camino cuando se trataba de su vida y de
las decisiones que tomaba, pero si Ena alguna vez le pedía que hiciera una
tarea, lo haría sin dudarlo.

Ya sea para poner una bala en la cabeza de alguien o para permitirle


entrar en su espacio.

Esa era la única vulnerabilidad de Ivan.


—Estoy bien —dijo, cerrando la cremallera de ese bolsillo—. ¿Por qué
lo preguntas?

—Has estado diferente desde que regresaste de ese curso de


capacitación en Texas —Hace casi un año y medio. No había estado segura
al principio, e Ivan de alguna manera se había escapado de cualquier
conversación en la que ella tratara de sacar el tema, y luego desaparecía de
su vista para cumplir con varios deberes—. ¿Paso algo?

La más mínima pausa en sus eficientes movimientos. Tan pequeño


que probablemente ni Canto, Arwen o Silver se habrían dado cuenta, y eran
los más cercanos a Ivan aparte de Ena. Pero Ena siempre había mirado a
Ivan con ojos más atentos que a sus primos. Todos la habían necesitado de
una forma u otra, pero Ivan... él era el menos propenso a verbalizar o
mostrar abiertamente esa necesidad.

Había aprendido demasiado joven que pedir ayuda era inútil. Nadie
vendría nunca. Ella había tratado de cambiar esa horrible lección, pero
había estado incrustada durante demasiado tiempo para cuando Ena entró
en su vida. Todo lo que había podido hacer era asegurarse de responder a
sus necesidades tácitas, y esperar que algún día él supiera que ella siempre
respondería si le pedía algo.

Ahora cerró la última lengüeta de su bolsa y se giró para mirarla, esos


ojos de color azul pálido salpicados de fragmentos más oscuros golpeando
contra su cabello negro y el blanco frío de su piel.

—Solo el corte que recibí en mi pantorrilla —dijo —, y eso hace mucho


tiempo que se curó. —Deslizando la correa de la bolsa sobre su hombro,
caminó para reunirse con ella en la puerta.

—¿Estás seguro, Ivan? —Ena no se movió; no había mantenido unida


a esta familia durante el frío reinado del Silencio por ser débil de voluntad,
y no estaba dispuesta a dejar que Ivan ofuscara esto. Porque la cosa era que
Ivan nunca le mintió. De alguna manera se las arregló para darle tanta
información como él quería.

Se sabía que Canto murmuraba que Ivan se parecía más a Ena que
cualquiera de ellos: un Mercant que guardaba su propio consejo y que
compartía información solo cuando decidía que era el momento.

Ena respetaba eso. Pero últimamente había estado cómo… como si la


luz dentro de él se hubiera atenuado… eso la perturbó en un nivel más allá
de la carne y los huesos. Porque la luz de Ivan casi se había apagado una
vez. Tuvo que ahuecar sus manos alrededor de él durante años,
protegiéndolo de los vientos del dolor y las tormentas de cicatrices, hasta
que la luz fue lo suficientemente fuerte como para sobrevivir por sí misma.

Él sostuvo su mirada, tanto poder silencioso en él que zumbaba en el


aire, luego desvió la mirada.

—No puedo hablar contigo sobre esto, abuela —Sus ojos volvieron a
ella—. No es algo de lo que pueda hablar.

Ahí estaba, ese núcleo inviolable que siempre había mantenido


separado de todos, incluso de Ena. Nunca había podido averiguar si era
consciente o el resultado de heridas infligidas mucho antes de que él fuera
este hombre poderoso que podía defenderse del mundo.

No tenía sentido empujarlo. No cuando él le había dado una respuesta


inusualmente directa. Eso solo le dijo que, fuera lo que fuera lo que había
pasado, había tenido un profundo impacto en él.

Dio un paso atrás para que él pudiera salir del dormitorio. Cuando
llegó a su lado en su camino para salir de la suite, dijo:
— S ab es q u e si em pr e estaré aquí si cam b i as d e opini ón.

Al abrir la puerta, s e detuvo y volvió a mirarla a los ojos.

— Lo sé, abuela.

Luego se fue, su nieto alto, fuerte y letal. N o había querido esto último
para él, habí a que ri d o q u e tuviera u n a vi da d e c a l m a y paz.

P e r o Iv a n n o l o aceptaría. N o permi ti rí a q u e ella eligi era p a r a él u n a


vida en la luz... porque creía qu e habí a na ci do para cam i nar e n la oscuridad.
15 Meses Antes
Capítulo 2
El apego del niño a la unidad familiar, y la lealtad asociada, es
absoluta. Su capacidad para formar vínculos con los que están fuera de este
pequeño círculo sigue siendo una incógnita, pero en mi opinión, cuando
forme un vínculo de este tipo, será uno sin límites: no parece tener la
capacidad de limitar su lealtad una vez otorgada.

—Informe privado de PsyMed sobre Ivan Mercant, 14 años (9 de


noviembre de 2065)

Ivan apoyó su mano contra el tronco del árbol, el bosque silencioso a


su alrededor, luego miró el corte en su pantorrilla. Había hecho un
torniquete sobre el corte, pero el sangrado no mostraba signos de detenerse.
Si no lo hubiera sabido mejor, habría dicho que la caída sobre el borde
afilado de la roca había cortado una arteria principal.

Pero él lo sabía mejor: había hecho suficientes cursos de primeros


auxilios, tenía suficiente conocimiento de anatomía y de su propio cuerpo,
para juzgar a esta herida como incapacitante pero no peligrosa. Sin
embargo, ya debería haber dejado de sangrar. Si seguía así, tendría que
pedir ayuda y abandonar el curso de capacitación del día.

Si había algo que Ivan prefería no hacer nunca era pedir ayuda. Su
reticencia era tal que estaba consciente de que podría terminar siendo un
defecto fatal, pero incluso sabiendo eso, tenía que estar al borde de su
resistencia antes de buscar una mano amiga, porque a veces, ser consciente
de un problema no era suficiente para arreglar la razón por la que existía.

En cambio, Ivan había usado esta conciencia para volverse lo más


autosuficiente posible. Por eso había tomado esos cursos de primeros
auxilios cuando era lo más alejado de un sanador que cualquiera podía
imaginar. También fue por eso que se esforzó por aprender ingeniería
informática básica, además de obtener una certificación de vuelo.

Los idiomas nunca habían sido un problema para él, probablemente


debido a la cantidad de idiomas a los que había estado expuesto cuando era
un niño pequeño, pero había hecho un esfuerzo consciente para hablar con
fluidez tres, además del ruso y el inglés, que se usaban indistintamente
dentro de la familia.

Algunos lo llamarían obsesivo. Ivan lo llamaba estar preparado.

Hubiera sido el mercenario perfecto si la abuela no le hubiera pedido


que usara sus habilidades para supervisar la seguridad general de la
familia. El título de especialista en seguridad todavía le pesaba con torpeza,
pero si había una persona en esta Tierra a la que nunca le diría que no, era
Ena Mercant.

Su abuela se había ganado el derecho de pedirle lo que quisiera.

Pero su título no cambiaba lo que era: un asesino nato. Un monstruo


nato. Ni siquiera la abuela, con su voluntad indomable y su despiadada
devoción por la familia, podía cambiar eso. Todo lo que había podido hacer
era redirigirlo a una tarea que se trataba de protección en lugar de violencia.
Y era por eso que estaba en este paisaje verde oscuro.

Decidiendo una vez más que, sangrando o no, el corte no era suficiente
para detener su participación en el curso de rastreo, continuó a través de la
región boscosa en la que aún goteaba los últimos vestigios de la lluvia que
había caído un par de horas antes; las gotas de lluvia acunadas en las hojas
brillaban como joyas bajo la opaca luz del sol invernal que lograba atravesar
la copa de los árboles.
Este no era su entorno natural; era una criatura de la ciudad. Pero
cualquier brecha en su conocimiento podría generar fallas en los sistemas y
procedimientos de seguridad de la familia. Especialmente ahora, con los
cambiantes convirtiéndose en jugadores de gran poder. Ivan no tenía la
intención de ser atrapado desprevenido, necesitaba saber exactamente de
qué podría ser capaz un depredador cambiante.

Así que aquí estaba, en Texas, en un curso dirigido por una pequeña
manada de lobos. RockStorm podría ser pequeña, pero su curso era muy
respetado en los círculos mercenarios. De los cuales Ivan todavía era parte,
incluso si todos sus asesinatos estaban fuera de los libros y hechos por
razones que no tenían nada que ver con el pago monetario.

Para el mundo exterior, Ivan Mercant era un citadino urbano con un


corte de pelo sofisticado y un guardarropa lleno de trajes hechos a la
medida. Incluso la gran mayoría de sus contactos mercenarios solo conocían
su identidad alternativa, pero esos contactos fueron la razón por la que lo
aceptaron en este curso. RockStorm solo aceptaba aprendices Psy que
habían sido investigados y recomendados por otros cambiantes de
confianza: los lobos no estaban para entrenar al enemigo.

Fue un tigre llamado Striker quien lo conectó con RockStorm,


asegurando que Ivan no era violento contra los cambiantes, excepto en
defensa de su familia. Esta última era una cualificación más que aceptable
para la mentalidad cambiante. Ataca a un cambiante y te convertirás en
enemigo de toda su manada.

Tampoco dolió que Ivan una vez hubiera ayudado a una manada
vulnerable de ciervos que había tenido problemas con un conglomerado Psy.
No lo había hecho para ganar puntos brownie, había metido una bala en la
cabeza de cada uno de los miembros de la junta directiva por la sencilla
razón de que su operación era una tapadera para una planta de fabricación
de drogas, e Ivan destruiría a cualquiera que bombeara ese veneno.

Y aquí estaba él, herido y en un entorno extraño.

La tarea de hoy era simple: ir del punto A al B sin más ayuda que los
marcadores de navegación proporcionados por el paisaje, y encontrar agua
y comida por su cuenta.

Ivan habría estado bien, excepto que se había visto atrapado en un


desprendimiento repentino de rocas que lo había empujado hacia un borde
afilado de piedra. Su culpa. Se había confiado demasiado y, como tal, no
había considerado todos los factores, incluida la génesis del nombre de la
manada: RockStorm.

No cometería ese error por segunda vez, recordaría que nada era
predecible en la naturaleza.

Su pierna temblaba.

Examinando la herida, vio una decoloración azulada alrededor del


torniquete. No era bueno. Se detuvo, escaneó su entorno con sus sentidos
telepáticos, y cuando no recibió señales que indicaran otra mente en las
inmediaciones, decidió tomar asiento en el suelo cubierto de hojas para
poder revisar mejor su pierna.

Ya se había cortado un lado de la pernera del pantalón y había


arrancado tela para usarla para el torniquete, por lo que no tuvo problemas
para ver la lesión. No había signos de enrojecimiento e hinchazón que
pudieran indicar el inicio de una infección, pero era obvio que tenía que dar
por terminado el día. Podía ser obstinado cuando se le asignaba una tarea,
pero nadie lo había acusado nunca de estupidez.
Fue entonces cuando escuchó un movimiento en los árboles, las hojas
susurrando en un patrón que no era natural, porque se acercaba. Escaneó
de nuevo, golpeó una mente. Esa era la totalidad de su conocimiento. Sabía
que la mente estaba allí, pero era una pared en blanco para él.

Cambiante.

Unos pocos humanos raros tenían mentes tan opacas, pero era
estándar entre los cambiantes, y él estaba en territorio cambiante.
Probablemente, uno de los lobos había sido asignado para realizar un
seguimiento de cerca de Ivan y había venido a buscarlo cuando no pasó por
un marcador de navegación en particular.

Se movió para poder acceder rápidamente a la pequeña pistola que


tenía en una funda especial diseñada para quedar al ras contra la base de
su columna. Mucha gente simplemente metía sus armas en sus cinturones.
Gran manera de pegarse un tiro o perder las armas. Esta pistola en
particular era un modelo elegante que recientemente estaba en el mercado.

Ivan la había usado para acabar con la vida de un hombre


quejumbroso la noche anterior. ¿Estaba arrepentido? No. No por ese
hombre, o por todos los que habían venido antes que él. A la abuela le
preocupaba que se estuviera convirtiendo en un psicópata, pero los
resultados de PsyMed de Ivan siempre salían limpios. No era un psicópata;
tenía líneas morales muy firmes. Simplemente no siempre coincidían con
los del mundo civilizado.

Pero la persona que emergió de los árboles con una cesta tejida a un
lado no era un enemigo al que había que disparar ni un duro entrenador de
lobos con uniforme de combate. Alta, con curvas exuberantes, tenía el
cabello color medianoche que le caía por la espalda en una nube y una piel
de color marrón medio que brillaba bajo la tenue luz del sol invernal que
penetraba la copa de los árboles.

Una cicatriz, vieja y tensa, seccionaba su ceja derecha, le recorría el


párpado y le bajaba por la mejilla antes de llegar a la oreja. Pero volvió a
rodear su cuello, o tal vez esa era una cicatriz diferente.

Su ropa no podía estar más lejos de la ropa de faena: llevaba un


vestido hasta los tobillos de color aguamarina intenso con una falda con
volados que tenía un volado blanco alrededor de la parte inferior. Su
cárdigan era del mismo blanco, pero los grupos de piedras preciosas que
colgaban de sus orejas tenían todos los tonos del mundo, sin tener en cuenta
su vestido.

Ivan se encontró mirando, parecía tan imposible que ella existiera en


este tiempo y lugar. Le preocupaba estar alucinando. Eso significaría que
tenía una infección.

—¡Sabía que olía a sangre! —Caminando hacia él con largas piernas,


con el ceño fruncido en el rostro, dejó la canasta con un gruñido
malhumorado que era muy real—. Tendré que hablar con los lobos sobre
esto, —dijo mientras comenzaba a deshacer el torniquete—. ¡No pueden
seguir liberando a personas indefensas en la naturaleza!

Ivan prefería mantener a la gente a distancia, pero de alguna manera,


no solo le permitió estar tan cerca sin protestar, sino que luego la dejó
quejarse de él; sin embargo, no podía dejar pasar esto.

—Estoy lejos de ser indefenso.

Ella no se erizó ni se sobresaltó por el hielo en su tono, su atención


estaba en desinfectarse las manos con lo que parecía, curiosamente, una
toallita médica.
—Y sé lo que estoy haciendo, así que cállate y déjame concentrarme.

Nadie le decía a Ivan que se callara.

Pero como sus manos eran seguras y competentes en su pierna


mientras examinaba la herida, él se mantuvo en silencio... y la miró con una
fascinación que no había sentido en mucho, mucho tiempo. No desde que
era un niño tal vez. No podía recordar. Todo lo que sabía era que esta mujer,
que había salido del bosque empapado por la lluvia, lo intrigaba de una
manera que habría creído imposible solo dos minutos antes.

Ella no era un lobo, lo sabía en su interior. No se movía como ninguno


de los lobos que había conocido. Tampoco era un oso. Había visto suficientes
osos en Moscú para estar seguro de eso. Pero definitivamente era cambiante.
Aparte del muro de su mente, se sentía demasiado cómoda en este entorno
para ser humana o Psy.

Le quedaba bien, lo salvaje.

Después de quitarle el torniquete, emitió un sonido molesto por el


sangrado renovado, luego metió la mano en su cesta... para sacar una
pequeña botella de desinfectante. Ivan ya no estaba tan seguro de no haber
alucinado. ¿Qué tipo de mujer usaba maquillaje que hacía que sus párpados
brillaran y sus labios brillaran, y luego caminaba por un bosque con una
canasta de suministros médicos en miniatura?

—Va a doler —dijo, y luego… lo acarició en la otra pierna, como para


consolarlo.

Justo antes de verter el desinfectante sobre la herida.

Mierda. Oh sí, esto era jodidamente real.


Apretando los dientes, montó la quemadura sin hacer ruido. Cuando
el dolor finalmente comenzó a disminuir, levantó la vista para verla sacar
un dispositivo de sutura muy pequeño de su cesta.

—Tienes suerte, de que el corte, no golpeara el hueso —dijo—. Parece


que limpiaste la herida y el desinfectante habrá terminado el trabajo, es algo
fuerte. Así que puedo sellarlo.

Una mirada a él, sus ojos tan oscuros como la rica tierra del bosque
y tan desconocido.

—Sin embargo, no tengo ningún gel anestésico, solo una inyección de


anestésico que te adormecerá.

Todo el ser de Ivan retrocedió.

—No hay necesidad de ello. —Por regla general, a las mentes Psy no
les iba bien con las drogas, pero no era por eso que Ivan se negaba a usar
cualquier droga que pudiera influir en sus procesos de pensamiento—.
Puedo regular mis respuestas al dolor. —La abuela se había asegurado de
que él aprendiera cómo hacerlo—. Estoy listo.

La mujer con las manos del sanador levantó una ceja.

—¿Psy? Lo había imaginado. O podrías haber sido un lobo gruñón,


supongo. Les gusta gruñir mucho.

—Yo. No. Soy. Gruñón.

Un ligero encogimiento de hombros.

—Está bien, bombón. Ahora piensa en cosas felices.


Ivan aún estaba agitado por esa declaración cuando comenzó a coser
y engrapar con manos rápidas y eficientes. Apretó el estómago, apretó los
dientes de nuevo. La regulación del dolor no era una panacea. Solo
significaba que no se desmayaría. Ella también había sellado la mitad de la
herida mientras él todavía estaba tratando de procesar la forma en que se
había dirigido a él.

Inteligente.

Su respiración era áspera cuando ella terminó, su ritmo cardíaco se


aceleró, pero sabía que ella se había cuidado de ser amable en el esquema
de las cosas.

—Gracias —logró decir mientras ella tomaba una pequeña toallita


desinfectante de su canasta y limpiaba la herida.

Inhalando otro aliento irregular, dijo:

—¿Siempre llevas suministros de primeros auxilios?

—Sí. Uno de mis maestros era un paramédico que dijo que lo peor que
sintió fue cuando no pudo ayudar a un amigo herido porque carecía de
algunos suministros básicos. Nos dio una lista limitada de absolutos y nos
dijo que obtuviéramos versiones pequeñas que pudiéramos llevar en los
bolsillos o carteras. —Levantó una bolsa plateada brillante del tamaño de
su palma—. Mi botiquín de todos los días. Todo encaja si se empaca bien.

Abriendo un paquete delgado de tiras de vendas transparentes que


había sacado de la bolsa brillante, las puso todas en su pierna cosida en un
patrón ordenado.
—Allí —dijo ella, sentándose sobre sus talones. —Sobrevivirás incluso
si planeas ser un idiota y terminar cualquier cosa ridícula que los lobos te
hagan hacer.

Cuando ella comenzó a empacar los suministros médicos usados en


un paquete delgado de plástico marcado con un símbolo de riesgo biológico,
él se dio cuenta de que el resto de la Canasta de todas las cosas estaba llena
de artículos comestibles recolectados en el bosque. Hongos, puntas verdes
frescas de plantas que no podía nombrar, lo que le parecían nueces
silvestres.

—¿Eres una herbolaria?

—No —Usó otra toallita para desinfectarse las manos, la metió en la


bolsa de plástico, luego la selló y la puso en la canasta—. Pero conozco los
espacios verdes y lugares salvajes. —Apoyándose en el tronco del árbol antes
de levantarse.

Cuando la siguió, se apoyó contra el árbol con una mano para poder
probar su peso en su pierna. Se mantuvo. Ni siquiera dolió mucho.

—Hiciste un trabajo excelente.

Un resoplido.

—Trata de no romperlo —Girando sobre sus talones, un torbellino de


color y vida, comenzó a alejarse.

Ivan no llamaba a nadie. No pidió nada a nadie. Pero él dijo:

—¡Espera! ¿Cuál es tu nombre?

Una mirada por encima del hombro, sus ojos piscinas líquidas de
misterio.
—Puedes llamarme Lei.

Luego se fue, moviéndose con tanta fluidez en el bosque que él no


tenía posibilidad de seguirla, no en su estado actual. Cambiante,
definitivamente cambiante. Pero después de que Ivan llegó al final del curso,
porque aparentemente era un idiota, el teniente lobo a cargo de él no tenía
idea de quién estaba hablando Ivan cuando mencionó a Lei.

—¿Un paramédico? —Jorge Herrera frunció el ceño—. Ninguno de


nuestros sanadores u otro personal médico capacitado coincide con su
descripción. Y RockStorm es lo suficientemente pequeño como para saber si
tuviéramos una encantadora visitante de ojos oscuros. —Una sonrisa—. Soy
soltero y estoy en mi mejor momento, después de todo.

—Estoy seguro de que ella era cambiante.

Jorge frotó una mandíbula llena de barba oscura contra la piel


morena.

—Sí, podría ser. La parte del bosque en la que estabas en ese momento
es tierra pública fuera de los límites territoriales de nuestra manada. Abierto
para que todos lo usen. Sin embargo, no hay otras manadas muy cerca de
nosotros, así que supongo que probablemente esté visitando a un amigo
humano o a un miembro de la familia.

El teniente lobo se encogió de hombros. Supongo que tendrá que será


un misterio, tu enfermera.

Ivan no dijo nada, pero era un Mercant. Información, datos,


conexiones, eran los cimientos de su familia. Él la encontraría. Tenía que
encontrarla, la compulsión de volver a verla era un latido palpitante en su
sangre.
P or pri m era vez e n su vida, Ivan M erc ant querí a algo... a alguien.
Capítulo 3
Los cambios neurológicos son permanentes. Se desconocen los efectos
a largo plazo.

—Informe privado del Dr. Jamal Raúl sobre Ivan Mercant, 17 años (8
de agosto de 2068)

Ivan sabía que estaba malcriado cuando se trataba de acceder a los


datos. Un efecto secundario de crecer en una familia de espías. La abuela
no aprobaba el uso de ese término por parte de Ivan y sus primos, y prefería
afirmar que su familia estaba en el negocio de la inteligencia.

En otras palabras, una familia de espías.

Sin embargo, dada la información limitada que tenía sobre Lei y las
grandes áreas que los cambiantes podían atravesar a pie, identificar su
identidad estaba resultando difícil. Los cambiantes estaban más fuera de la
red que los humanos o los Psy, por lo que ni siquiera podía mirar las listas
de curanderos cambiantes en un esfuerzo por reducir las posibilidades.

Las manadas simplemente no ponían ese tipo de información en línea,


y como los de la raza de Ivan habían ignorado durante mucho tiempo a los
cambiantes, no había información flotando en la PsyNet para que él la
extrajera.

Aun así, no podía dejar de mirar. Asumió la tarea con la misma


atención obsesiva que lo había dejado con múltiples conjuntos de
habilidades complementarias. Complementarias a su mente, de todos
modos. Ser un certero tirador con cualquier arma de mano en el planeta era
tan crítico para él como saber cómo desarmar un dispositivo informático o
mecánico para diagnosticar un problema.

El mundo era un lugar donde las cosas se resquebrajaban y se


rompían y donde existían personas malas. Aquellos como Ivan nacieron para
eliminar a los demás del tablero, para que pudieran existir las criaturas más
suaves y gentiles. Criaturas como ella.

Bombón.

Gruñón.

Trata de no abrirlo.

Su breve conversación resonó una y otra vez en su mente, hasta que


hizo lo único que podía hacer: perdió un día de entrenamiento, lo cual era
extremadamente fuera de lugar para él, y volvió al lugar donde la había
conocido. Era ridículo suponer que funcionaría cuando el bosque era un
desierto extenso que se extendía por millas, pero tenía que intentarlo.

Puso en práctica sus incipientes habilidades de rastreo forestal y trató


de seguir su camino, pero ella había sido demasiado liviana, no había dejado
una marca real que él pudiera discernir. Deteniéndose en el centro de un
pequeño claro cuando quedó claro que nunca podría rastrearla, miró a su
alrededor... y vio hongos exactamente iguales a los que ella había tenido en
su canasta.

Se agachó y tocó uno con el dedo.

¿Volvería Lei por más?

Como era todo lo que tenía, se dispuso a esperar, con la espalda


apoyada en el tronco de un gran árbol y los ojos fijos en la miríada de verdes
y marrones del bosque. Ivan podía ser paciente. Según su abuela, tenía el
don de la tranquilidad.

Él nunca le había dicho cómo lo había desarrollado, todas las horas


que había pasado en un silencio solitario mientras su madre “descansaba”,
ni siquiera había hablado de eso con el especialista PsyMed que la abuela
había elegido para él, pero pensó que ella lo había adivinado. No era algo
difícil de deducir una vez que conocías su historia.

Supuso que era el único buen regalo que su madre le había dejado.

No lo suficientemente cerca como para equilibrar el regalo mucho más


retorcido dentro de su mente, pero al menos algo.

Las horas pasaron lentamente, y aunque tenía mucho para


mantenerlo ocupado en la PsyNet, ignoró el vasto espacio psíquico a favor
de ver cómo el bosque cambiaba y se agitaba. Esperándola.

Pero ella no volvió ese día.

O el día después.

No tenía por qué volver para un tercer día, sobre todo cuando Jorge le
advirtió que su ausentismo lo ponía en peligro de ser expulsado del campo.
Ivan nunca había dejado de completar lo que había comenzado. Así era él:
tenaz e implacable hasta el punto de la obsesión.

Excepto que ahora tenía un enfoque diferente.

Fue al claro... y allí estaba ella, saliendo del bosque con un vestido
hasta los tobillos del color de las hojas otoñales y las puestas de sol, con el
pelo recogido en una larga trenza y una cesta familiar en el brazo. Pequeñas
hojas de metal colgaban de sus orejas, delicadas como su piel.
— V a y a — Ella s e de t uvo, sus oj os s e abri eron c u a n d o lo vi o s ent ad o
junto a los c ha m pi ño ne s — . ¿ T e lastimaste d e nu e vo ?

S acudió la cabeza.

— Vine a verte.

U n parp ade o, u n t oque d e color en sus mejillas, sus pies m oviéndos e.

— Déj am e revisar tu pierna — dijo finalmente, y se acercó.

É l n o s e resistió c u a n d o ella l ev ant ó l a p e rn er a d e s us p ant al on es d e


c o m b a t e neg ros c o n u n s u a v e t oque. C o n el c e ñ o frun ci do e n la frent e y la
trenza c a y e n d o sobre u n h o m b r o , e x am i n ó c o n cuidado la herida q u e se
estaba curando.

A s í d e cerca, p u d o v er q u e s u cicatriz e r a irregular. L o m á s pr ob abl e


es q u e n o la hiciera u n cuchillo. ¿ U n a garra? ¿ U n p ed a zo d e vidrio rot o? Si
fuera el resul t ado d e la vi ol enci a, si ot ro la hubi e r a l as t i m ad o c o n m ali ci a,
él los acabaría. U n a m uj er q u e a nd ab a at endi endo a ext raños heridos n u n c a
habrí a h e c h o n a d a p a ra m e r e c e r tal violencia.

Iv an est aba c o m p l e t a m e n t e s e g u r o d e ese punto.

— N o duel e — le dijo m i ent ras l uch aba por n o tocar la suavidad d e s u


cabello, el i m p u l s o e r a d es c ono ci do . — E m p e z ó a pi car — . C ua l qu i e r a q u e
h a y a t eni do a l g u n a v e z u n cort e sabí a q u e e s o er a u n a b u e n a señal.

— E x c e l e n t e — D e s p u é s d e baj arl e l a pern e ra d e l os pant al o nes, el l a


inclinó la cabeza d e una m an e r a que le resultaba extrañam ent e familiar pero
q u e él no podía precisar— . ¿R ealm ent e viniste a verm e? — U n a suavidad en
su voz.
—Sí —¿Por qué estaría tan sorprendida con la idea? Era la persona
más fascinante que jamás había conocido, su habilidad era evidente y su
presencia inolvidable.

—Oh —Se pasó las manos por los muslos—. La cosa es que eres
ridículamente bonito. ¿No te molesta esto? —Con la mirada fija en la de él,
se tocó la cicatriz con los dedos.

—Me doy cuenta de que tengo una apariencia estéticamente


agradable. —Era simplemente otra herramienta que usaba cuando era
necesario: agrega una capa de belleza y la gente ignoraría el peligro más
obvio, se negaría a ver al monstruo acechándolos—. Lo único que me
molesta de tu cicatriz es que alguien te la haya hecho. ¿Quién fue?

Ella lo miró fijamente, parpadeó.

—Accidente automovilístico —dijo lentamente, mirándolo como si


fuera un animal salvaje—. Cuando yo era una niña. Nadie a quien necesites
matar.

Él asintió bruscamente.

—En cuanto a lo otro, eres hermosa. Ese es un hecho innegable. Ojos


oscuros, labios exuberantes, piel impecable, cabello grueso y suave.
También tienes las proporciones faciales correctas.

Sus labios se torcieron antes de echar la cabeza hacia atrás y reír, el


sonido lleno y cálido, y sus ojos no del todo humanos cuando lo miró, pero
fue solo un ligero cambio, no completo.

Compelido por el tenue borde dorado con luz, dijo:

—¿Qué tipo de cambiante eres?


Picardía en su sonrisa.

—Averígualo —dijo ella, esta criatura salvaje que había emergido del
bosque y lo cautivó sin previo aviso—. ¿Quieres caminar conmigo después
de que recolecte los hongos?

Cuando él asintió, ella cambió de posición para recoger algunas setas


de las cercanías.

—¿Te gustan estos?

—Nunca he comido nada. —Consumir alimentos por gusto, por


placer, era todavía un concepto nuevo para un Psy que había crecido bajo
el Protocolo del Silencio.

—Las bebidas y barras nutritivas son una fuente de nutrición mucho


más eficiente que ciertos alimentos específicos, aunque algunos de esos
alimentos formaban parte de la dieta aceptada por el Silencio. —Alimentos
que siempre habían sido insípidos, o que se habían hecho de esa manera
para los Psy. Porque cualquier sensación era un riesgo para un protocolo
diseñado para eliminar toda emoción de su raza.

—¡La comida no se trata solo de nutrición! —Suspiró. —La comida se


trata de alegría, de familia, de deleitar las papilas gustativas. —
Incorporándose desde su posición inclinada, dijo—: Te haré una tarta de
champiñones caramelizados. Apuesto a que te gusta. ¿Cuál es tu nombre,
hombre misterioso que cree que tengo las proporciones faciales correctas de
belleza? —Risa en su voz otra vez.

—Ivan.

—Ivan, —dijo con una sonrisa—. Me gusta tu acento. No puedo


ubicarlo. Se siente como si pudiera ser de muchos lugares.
—He trabajado en las asperezas de mi acento a lo largo de los años.
—Era mucho más fácil para un espía pasar desapercibido si no se destacaba
de manera específica y memorable—. Vivo en Moscú en este momento, —se
encontró diciéndole, aunque no era un hombre que compartiera información
personal con nadie.

—Oh, siempre he querido visitarlo, se supone que es hermoso. —Con


eso, Lei se puso de pie—. Vamos. No necesito mucho hoy.

Levantándose, él caminó a su lado. Ella era lo suficientemente alta


como para llegar a su hombro, y él no era un hombre bajo. La altura le
quedaba bien, todo en ella le quedaba bien. Sobre todo, las rápidas
emociones en su rostro, la sonrisa que nunca abandonaba sus labios. Ella
era... radiante.

—¿Visitas el bosque todos los días?

Un movimiento de cabeza.

—Ayer vine a ver a una amiga mía, ella quería hurgar en las ventas de
garaje. Nunca había hecho eso antes.

Ivan ni siquiera estaba seguro de qué era eso, pero quería oírla hablar,
así que le preguntó al respecto y ella le contó historias de graneros
polvorientos y de garajes reales, vendedores peculiares que valoraban todo
a un dólar y otros que querían precios completos “como nuevos” para juegos
de cubiertos que no coincidían o juegos incompletos de DVDs retro.

Se sentía como un vistazo a otro universo.

—Compré tres maceteros pequeños con forma de gatos saltando —


confesó—. Están pintados de colores divertidos y no eran caros, pero me
gustan las cosas bonitas y tontas.
Ivan no tenía el concepto de tonto y bonito, pero no quería que se
quedara callada, no quería que su sonrisa se desvaneciera, así que dijo:

—Uno de los humanos en mi complejo de apartamentos tiene un gato


que suele estar en el espacio verde compartido. Lo observo cuando estoy
afuera: puede pasar horas enteras durmiendo la siesta al sol y luego
moverse como un rayo sin ningún esfuerzo.

Una mirada por debajo de sus pestañas.

—¿Te gustan los gatos?

—Las mascotas no eran un concepto bajo el Silencio.

Una risa ronca que se convirtió en risitas que ella parecía no poder
parar.

Ivan no entendía la alegría. Nunca había sido Silencioso, ese barco


había zarpado la primera vez que la droga entró en el torrente sanguíneo de
su madre mientras él yacía acunado dentro de su matriz, sus vías mentales
se deformaron antes de que pudieran formarse, pero las herramientas del
Silencio le convenían. Prefería mantenerse alejado del mundo y de los lazos
de la emoción.

Tales cosas sólo conducían a la debilidad, la pérdida y el dolor.

El único lugar donde había fallado era con su familia. Se habían


convertido en parte de él a través de su firme negativa a renunciar al chico
que no encajaba, pero ni siquiera la abuela pudo borrar su infancia. Él sería
para siempre el monstruo que la droga había creado, no había forma de
alterar eso. Y el monstruo no comprendía la alegría.

Pero suspiró escuchándola reír.


— ¿Q u e es tan gracioso?

— T e lo cuent o m á s tarde — dijo ella, c o n u n a s o n risa q u e brillaba e n


s us oj os — . Q u i e r o m ost rart e u n a h e r m o s a cascada, e s p o r aquí.

Dejó que ella lo guiara, a pesar de que ya había explorado el área. Pero
nun c a h abí a visto la form aci ón natural a través d e sus ojos. Señal ó c ó m o el
r o c í o c a p t u r ó e l a r c o iris y c ó m o el a g u a e r a t a n cl ar a c o m o el cristal, l a s
pi edras d e b a j o p ul i d as hast a u n s u a v e brillo.

— M e g u st a n a d a r , — le dijo. P e r o n o e n a g u a t a n fría. M e t i e n d o u n
d e d o del p i e d e s p u é s d e quit ars e el za p a t o, s e e s t r e m e c i ó — . H a c e q u e m i
piel se erice.

E n ese m o m e n t o , su mirad a tenía u n desenfreno q u e él casi podía


i denti ficar, p e r o l u e g o d e s a p a r e c i ó y el la s e e s t a b a p o n i e n d o e l z a p a t o d e
n u evo.

— Tengo que encontrarme co n m i amiga. V a m o s al teatro, ella com pró


las e n t r a d a s h a c e d o s m e s e s .

I v a n e r a c o n s i d e r a d o s u a v e y sofi st i cado p o r l a g r a n m a y o r í a d e l as
pers o n a s q u e conocí a, l a m á s c a r a q u e h a b í a pe r fe c ci on ad o d u r a n t e m u c h o
t i e m p o , p e r o d e s c u b r i ó q u e n o p o d í a p o n é r s e l a c o n el l a. E r a c o m o s i n o
existiera, c o m o si sol o pudi e r a interactuar c o n ella e n s u f o r m a m á s cruda.

— ¿Te reunirás conmigo de nuevo? — preguntó sin esfuerzo por ocultar


s u nec esi dad d e verla.

U n a m i r a d a larga, si n sonri sa ahora, sol o u n e n f o q u e i nt enso.

N o respiró hasta que ella dijo:

— Vendré m a ñ a n a p or la noche.
Iv an n o sabí a q u é ofrecerle, c ó m o as egu rarse d e q u e n o c a m b i a r a d e
opinión.

— Encont ré una peq ueña cueva mientras exploraba. Ti ene la huella d e


u n fósil.

— ¿ E n serio? — S e p u s o d e puntillas, se bal an c eó hacia atrás, c o n


expresión encendida— . Oh, p o d e m o s ir a ver eso.

Y eso fue ex a ct am e nt e l o q u e hi ci eron la n o c h e siguiente, de d i c a n d o


u n a h o ra a u n suav e pas eo d e ida y u n a hora d e regreso. Estaba
c o m p l e t a m e n t e o s c u r o , u n a n o c h e s i n lun a, p e r o él t ení a u n a linterna... y
es t a ba b ast a nt e s e g u r o d e q u e L e i p o d í a v e r e n la o s c u r i d a d o d e cer ca. A
p e s a r d e s u n e c e s i d a d c o m p u l s i v a d e co n o c e r l a , n o b u s c ó a g r e s i v a m e n t e
m á s información.

E l l a era... i m p o r t a n t e p a r a él, y el l os e r a n d e m a s i a d o n u e v o s ,
d e m a s i a d o frá gi l es p a r a ar ri es g ar s e a u n a fra ct ura. L e i n q u i e t a b a a d m i t i r
q u e el l a h a b í a p a s a d o p o r e n c i m a d e s u s d e f e n s a s c o m o s i n o e xi st i e r an ,
pe ro n o p o d ía obli garse a l am ent arlo. N o c u a n d o ella existía, est a brillante
y s al vaj e criatura a la q u e par ecí a gust arl e.

S ol o él. sin m ásc ara Sin sofisticación. S in poder Mercant. S ol o Ivan.

— N o pued o venir m a ñ a n a por la noche — le dijo al final de s u t i em po


juntos, c o n los dientes hundi do s en s u labio inferior— . L e prometí a m i
a m i g a q u e pasaría t i em p o c o n ella.

Eso, la im port anci a d e cum pl i r las prom esas, era al go qu e Ivan


ent endí a.
—¿Tienes tiempo en la tarde? —Esta vez fue más fácil preguntar, con
menos riesgo de rechazo—. Solo tengo media sesión mañana. —La mañana
estaba destinada a ser brutal, la tarde destinada al descanso y la reparación.

Esa sonrisa deslumbrante que le hizo cosas que deberían haber sido
imposibles.

—Sí. Solo iba a buscar hierbas silvestres para hacer un aceite


especial. Podría hacerlo otro día.

—Podríamos hacer eso juntos—. Ivan solo quería estar con ella; la
actividad era irrelevante—. Puedes enseñarme qué buscar.

Esa inclinación extrañamente familiar en su cabeza, un brillo en los


ojos que podía ver en el brillo arrojado por la linterna.

—Encuéntrame a las dos y media, entonces... bombón. —Ella se había


ido al siguiente segundo, su risa persistente detrás de ella.

Soñó con ella esa noche, se despertó sudoroso y con el corazón


acelerado al pensar que la había imaginado. Le tomó subirse los pantalones
de chándal para mirar sus puntos y convencerse de que ella no era una
ilusión. Ella existía... y le gustaba. Lo suficiente para pasar tiempo con él.

¿Le seguiría gustando si supiera lo que era? ¿Si le contaba lo que vivía
en su cabeza? ¿Del daño causado a sus vías neuronales que significaba que
nunca sería “normal”?
Capítulo 4
Usuario 231i: Nadie va tras un Mercant y sobrevive. Incluso si el
asesino logra eliminar al sujeto, el resto de la familia cazaría al asesino con
un enfoque implacable, haciendo de su vida una carrera constante por la
supervivencia. Solo un idiota los atacaría.

Usuario 47x: Puedo confirmarlo. ¿Recuerdas al usuario 6nvy? Un


CEO quería a Ena Mercant fuera de escena y 6nvy decidió ignorar nuestro
consejo. Ena sigue viva y coleando. No puedo decir lo mismo del CEO, y
6nvy nunca más ha publicado aquí después de tomar ese trabajo. Supongo
que están a seis pies bajo tierra en algún lugar remoto, para nunca ser
descubiertos.

—Conversación en un tablón de anuncios anónimos, supuestamente


utilizado por mercenarios y asesinos (sin confirmar)

¿Seguiría sonriéndole Lei si le mostraba la verdad sobre si mismo?

Ivan se quedó mirando la pared frente a él, con un nudo en el

estómago mientras dejaba de lado la pregunta. Sabía la respuesta y no


quería enfrentarla. Así que no lo hizo. Hoy no. Pero impulsado por su
creciente pánico ante lo inevitable, porque no decirle la verdad no era una
opción, superó la sesión de esa mañana, que se trataba de un combate
cuerpo a cuerpo con un cambiante altamente entrenado armado con garras
y dientes.

Había observado a los lobos todo el tiempo que había estado con ellos,
aprendió qué tan rápido podían moverse, qué tan flexibles podían ser y
utilizó todo su conocimiento contra su oponente. Cuando ese oponente se
movió sin previo aviso, acercándose a él en forma de lobo completo, él
también manejó eso.

El lobo, Flint, le dio una palmada en la espalda después.

—Maldita sea, Ivan. Si alguna vez quieres unirte a una manada, creo
que nuestro alfa te aceptaría felizmente como teniente. —Se limpió la sangre
de la comisura de la boca e hizo una mueca—. Al menos te puse algunas
garras.

Ivan se tocó las costillas doloridas.

—Más que unos pocas. —Había estado lejos de ser una batalla fácil.

Los dientes de Flint brillaron, el depredador en sus ojos complacido.

—Lo haremos de nuevo en unos días. Estaré más preparado la

próxima vez.

Ivan no tenía ninguna duda al respecto. Por eso estaba haciendo el


entrenamiento. Porque los profesores eran buenos y empujaban tanto a ellos
como a sus alumnos. Pero se alegró de estar fuera a tiempo para ducharse
y luego dirigirse al claro del bosque para encontrarse con Lei.

Deseó haber traído ropa más sofisticada para poder lucir mejor para
ella, pero aparte de una tosca chaqueta de invierno, todo lo que tenía eran
pantalones de combate básicos, camisetas y dos suéteres de lana fina.

No es que Lei pareciera notar nada en su ropa cuando entró en el


claro. Con el ceño fruncido de inmediato, dejó su canasta y corrió hacia él.

—¿Qué te has hecho?


Se había olvidado del ojo morado hasta ese momento. Y el corte en su
pómulo. Ah, y había recibido un golpe de una garra en su garganta ahora
que lo pensaba.

—Combate cuerpo a cuerpo —dijo—. Entrenamiento.

—¿Entrenamiento? —Sonaba como si estuviera apretando los dientes.


—¿Hiciste esto a propósito?

—Necesito aprender a manejarme contra los cambiantes.

Echándose hacia atrás las mangas de su cárdigan azul marino, puso


las manos en las caderas, sobre el rosa intenso de su vestido, y lo miró. —
Dime quién hizo esto. Quiero hablar con ellos sobre sus métodos de
entrenamiento.

Tuvo la extraña sensación de que ella haría exactamente eso, marchar


y regañar a Jorge en su cara. Entonces, fuera cual fuera el animal que fuera,
no era uno que les tuviera miedo a los lobos. O a los dominantes. Pero él no
obtuvo una impresión de dominio de ella, ahora que había estado cerca de
los lobos el tiempo suficiente, había comenzado a intuir las diferencias de
poder. No era tan obvio para él como claramente lo era para los cambiantes,
pero tampoco era opaco.

Por lo tanto, podía decir que Lei no era dominante. Pero tampoco
irradiaba la misma sensación que una sumisa. Solo había conocido a un
sumiso hasta la fecha, ya que los lobos eran increíblemente protectores con
sus compañeros de manada más vulnerables, y este sumiso acababa de
dejar el teléfono de Flint, que había olvidado en casa. Pero ese joven no había
encontrado los ojos de Ivan excepto en breves ráfagas. Sin embargo, había
encontrado la mirada de Flint, la profunda confianza entre ellos era obvia.

Lei, por otro lado, nunca había dudado en mirar a Ivan a los ojos.
—Estoy bien, —le dijo—. Todas son heridas superficiales.

Cruzándose de brazos, golpeó su pie.

—¿Qué hay del corte en tu pierna? ¿Lo abriste?

Estaba muy contento de poder decir:

—No. Lo tengo sellado. Una enfermera de RockStorm se había


presentado y había hecho la reparación, mientras se maravillaba con la
prolija costura de Lei. —La enfermera fue muy elogiosa de tus habilidades.

Ella olisqueó, su nariz un poco hacia arriba en el aire.

—Mmm. — Luego recogió su canasta y se fueron a buscar hierbas,


mientras la escarcha de su temperamento permanecía en el aire.

Como Ivan no tenía idea de lo que estaba haciendo, la mayor parte del
tiempo solo la observaba y escuchaba. Cuando ella le mostró una planta, él
la buscó y tuvo un cien por ciento de éxito con las identificaciones.

—Es increíble —dijo una hora más tarde, la escarcha se había


descongelado hace mucho tiempo. —Tu memoria debe ser increíble.

—Solo entrenada —dijo—. Las habilidades de memoria son útiles en


una familia de espías.

Un estallido de risa sobresaltada.

—¿En realidad? ¿Una familia de espías?

—La inteligencia es nuestro negocio —dijo—. Bien podría ser nuestro


lema familiar.

—¿Tienes uno? ¿Un lema familiar?


No dudó en responder. Este no era un secreto que estaba obligado a
guardar. Simplemente no era muy conocido. Cava lo suficientemente
profundo, lo suficientemente atrás, y lo encontrarás.

—Cor meum familia est. Mi corazón es familia.

Se sentó sobre sus talones, con los ojos brillantes.

—Oh, qué maravilloso. —Con las manos en puños sobre sus muslos,
dijo—: Pero, ¿no va eso en contra de las reglas con Psy? No sé mucho sobre
tu gente, pero he recogido partes y piezas, y ese lema... bueno, es tan
conmovedor.

—Sí, va en contra de las reglas, o lo hacía antes del reciente cambio


en nuestro liderazgo —dijo, la caída del Protocolo del Silencio sin emociones,
pero demasiado nuevo para que el conocimiento se haya asentado dentro de
él—. Demasiada emoción inherente.

—Entonces, ¿Cómo sobrevivió?

—Los antepasados lo quitaron de las fachadas públicas de los edificios


y de los escudos que dan al exterior, y los gobernantes de la época pensaron
que eso significaba que nos deshicimos de él —Encontró un grupo de una
hierba que ella había querido—. Estúpido, de verdad. Debería haber sido
obvio que la familia era tan unida como antes.

Los labios de Lei se curvaron cuando aceptó las hierbas que él había
recogido para ella.

—Ya me gusta tu familia. Mis padres eran así conmigo, todo el tiempo,
¿sabes?
Había captado el tiempo pasado, sondeado con toda la dulzura que
tenía dentro de él, y cuando se trataba de Lei, tenía profundidades
inesperadas.

—¿Murieron?

Ella asintió.

—Hace mucho tiempo. Estábamos atrapados en un huracán. Los


vientos volcaron el auto de mi padre mientras intentaba sacarnos.

Ivan habría fruncido el ceño si no hubiera aprendido hace mucho


tiempo a controlar las indicaciones externas de sus respuestas internas.

El seguimiento del tiempo había avanzado hasta la enésima potencia


desde los estragos del siglo XX y principios del XXI. Ahora, los huracanes y
los ciclones a menudo se predecían con precisión mucho tiempo antes del
evento, y todas las ciudades tenían estructuras construidas para actuar
como refugios para un gran número de personas, ya que las autoridades se
dieron cuenta de que tenía más sentido sobrellevar la situación en el lugar
que intentar evacuar a millones de personas, muchas de las cuales no
tenían adónde ir. Los refugios fueron construidos para soportar incluso las
categorías de tormenta más letales y lo habían hecho varias veces.

Incluso aquellos que optaban por permanecer en sus hogares tenían


mucho tiempo para prepararse.

Las muertes por quedar atrapados en los elementos durante una


tormenta eran extremadamente raras. Pero no preguntó por qué su familia
había estado conduciendo por la carretera cuando todos los demás estaban
en los bunkers. Sabía la respuesta. Había vivido la respuesta. Una minoría
siempre caía en el olvido, ya sea porque la sociedad los olvidaba, o por
circunstancias imprevistas, o porque no eran capaces de una manera que
no podía predecirse ni mejorarse.

La madre de Ivan no habría tenido la capacidad de llevarlo a un refugio


si se hubiera dado la noticia de una tormenta mientras caminaba los pétalos
de la flor cristalina. Se habría quedado donde estaba, un niño sin
conocimiento de los vientos tormentosos que estaban a punto de destrozar
la ciudad.

En cambio, se concentró en el resto de sus palabras.

—¿Tuviste una buena infancia?

—Una feliz —le dijo, la tristeza antigua y desvaída. Como si hubiera


aceptado la pérdida hace mucho tiempo—. Mi papá hablaba español e inglés
con fluidez, mientras que mi mamá solo hablaba inglés con fluidez, pero
conservaba el conocimiento suficiente del francés para que los tres
habláramos en una mezcla de francés, inglés y español. Y de vez en cuando,
agregaba una palabra maorí que había aprendido de su abuela antes de
fallecer.

Una sonrisa rompiendo la tristeza.

—Era como un lenguaje secreto propio. Mi padre le decía a mi madre


'te amo, my belle', y ella fingía desmayarse, luego lo llamaba con una
divertida expresión cariñosa en francés, como “mi pequeña codorniz”. Tengo
una gramática terrible en español porque me empeño en mezclarla.

Por la luz de su mirada, a Ivan le quedó claro que no le importaban


sus imperfectas habilidades lingüísticas.

—Viajamos mucho. Había estado en la mayoría de los rincones de este


continente cuando tenía diez años.
—¿A tu manada no le importó?

Un ligero desvanecimiento de su expresión, su atención de repente


fuertemente concentrada en las hierbas que sostenía.

—Mi mamá y mi papá eran solitarios. Dos solitarios que se


enamoraron y tuvieron un bebé. La vida en manada no era para ellos.

Pero, ¿y su hijo?

Ivan tampoco hizo esa pregunta. Sabía exactamente lo difícil que


habría sido para Lei la pérdida de sus padres, sus únicos cimientos.

—Mi padre nunca estuvo en mi vida, ni siquiera sé su identidad —


dijo, y le contó un hecho que lo incluiría en la lista negra entre la gran
mayoría de las familias Psy en caso de que buscara una coincidencia
genética para un acuerdo de procreación.

No tenía importancia para él, ya que no tenía intención de transmitir


su material genético.

—Fui criado por mi madre cuando era niño. Murió cuando yo tenía
ocho años.

Con los dedos abiertos como si no tuviera control consciente, Lei dejó
caer las hierbas que tenía en la mano.

—Oh —Una suavidad en ella cuando se volvió para mirarlo, dijo—


Entonces sabes.

—Sí —Nunca olvidaría esa sensación de estar sin amarra, sin siquiera
el ancla frágil y rota que había sido su salvavidas—. ¿Cuál fue tu lugar
favorito para viajar que recuerdes?
Frunció el ceño y luego chasqueó los dedos.

—La selva amazónica. Tuvimos que obtener el permiso de las


manadas locales para viajar por allí, pero nunca lo olvidaré. Una clase de
verde tan rico que es indescriptible, los cantos de los pájaros, los sonidos de
los otros animales. Cambiamos y corrimos y corrimos, tantos olores en el
aire.

Mientras él escuchaba, ella le contó más historias de las aventuras de


su familia, de horas y días en la carretera, de noches bajo las estrellas, de
paisajes interminables e impresionantes. No mencionó a nadie más. Ni
siquiera los amigos que se encontraron y se hicieron en el camino. Solo los
padres de Lei y Lei.

—Te dejaron recuerdos extraordinarios —dijo después de que ella


terminara una historia sobre un viaje de invierno en el que su padre había
construido una cueva de nieve para que pasaran la noche.

—Sí. —Una pausa, su voz más baja cuando dijo —Ojalá hubieran
planeado mejor lo que sucedería si no estuvieran allí algún día.

Tanto dolor en esas palabras que hasta su atrofiado núcleo emocional


dolía.

—¿Terminaste en un hogar de acogida?

—Un corto tiempo —Una sonrisa tensa—. Entonces mi abuelo vino


por mí.

Estaba claro por su tono que su experiencia con su abuelo no había


sido la misma que la de Ivan. No quería causarle más dolor, así que no
preguntó por qué. Más bien, la dejó elegir el camino de su conversación, y
lo que ella eligió fue levantarse.
—Quiero un junco que suele crecer cerca de los cursos de agua. Creo
que escucho un arroyo.

Diez minutos más tarde, Ivan estaba buscando con cuidado ese junco
cuando unas gotas de agua le golpearon un lado de la cara. Levantó la vista,
vio que ella estaba concentrada en su propia búsqueda y se dio cuenta de
que debía haberle arrojado el agua por accidente de alguna manera.

Limpiándose las pequeñas gotas, volvió a su búsqueda.

Más agua golpeando un lado de su cara.

Se volvió... para verla mirando inocentemente una piedra que había


recogido del arroyo.

—¿No es esto bonito? —dijo ella, sosteniéndolo a la luz.

Ivan no dijo nada, pero la miró por el rabillo del ojo mientras pretendía
volver a su búsqueda. Dejó la piedra en el suelo, parecía estar buscando la
caña de nuevo... luego miró con una sonrisa y lo golpeó de nuevo.

Él giró la cabeza hacia ella y saltó.

Dando un grito de risa, abandonó su canasta y echó a correr, su


cabello flotando detrás de ella y las faldas de su vestido una deslumbrante
bandera de color a través de los árboles. Estaba altamente entrenado y
extremadamente en forma, y superó los obstáculos en su camino con
facilidad, pero ella era una cambiante, este era su terreno natural.

Terminó siendo un partido parejo, hasta que los dos se pararon en


lados opuestos de un árbol, cada uno moviéndose de izquierda a derecha
mientras intentaban ser más astutos que el otro. Saltó al otro lado. Pero ella
ya había hecho lo contrario y estaban de vuelta en sus mismas posiciones.
Su sonrisa era salvaje y para nada humana o Psy. Era cambiante.
Primitiva y llena de deleite. Y se dio cuenta de que esto era un juego. Ella
estaba jugando con él. Nunca había creído que supiera jugar, aunque podía
fingir, pero esto se sentía tan natural como su piel y su aliento.

Esta vez, cuando él saltó, ella se estaba riendo demasiado fuerte para
evitarlo, y él podría haberla agarrado... pero se detuvo a solo unos
centímetros de ella, una repentina incomodidad entre ellos mientras se
miraban fijamente. Un pulso latía en el hueco de su garganta, una pequeña
mariposa rápida que se hizo eco de su propio latido errático.

El calor hizo que su piel brillara, y él deseaba desesperadamente


tocarla, deseaba desesperadamente tener ese derecho. Pero el momento
congelado se alargó demasiado, hasta que miró hacia abajo y se sacudió la
falda.

—Debería irme a casa.

Las nubes taparon su horizonte privado, pero caminó de regreso con


ella y recogió su canasta.

—¿Vendrás mañana? —preguntó, aunque todo lo que quería hacer


era agarrarla y hacer que se quedara.

Irracional, esto no era racional. Además, la asustaría.

Una mirada por debajo de sus pestañas mientras aceptaba la canasta.

—¿Picnic por la noche? —Era una pregunta ronca—. Estará oscuro,


pero puedo pedir prestada una cadena de luces solares cargadas de mi
amiga. Y puedes probar mi tarta de champiñones.

El asintió. Habría dicho que sí a cualquier cosa que ella sugiriera.


—¿Qué debo traer?

—Solo a ti, lindo. —Esa inclinación de cabeza otra vez, su sonrisa


secreta— Te veré mañana. —En un rápido movimiento que lo tomó por
sorpresa, sus labios rozaron su mandíbula en un beso fugaz antes de
desaparecer en una bocanada del perfume más delicado, una criatura
salvaje que no podía contener.

Sacudido, levantó una mano hacia el lugar que ella había tocado,
colocándola encima. No sabía lo que le estaba pasando, cómo ella había
caminado justo dentro de sus defensas y se había hecho un lugar... pero ya
estaba hecho y no se arrepentía. Lo que tenía que hacer ahora era descubrir
cómo hacer que ella se quedara incluso después de saber todo lo que había
hecho y todo lo que era: un depredador cuya mente se comía las almas de
los demás, dejándolos vacíos, cáscaras muertas.
Capítulo 5
Su perfil neurológico permanece sin cambios con respecto a
exploraciones anteriores. La variación anormal en su patrón parece haberse
asentado en su forma adulta.

—Dr. Jamal Raul a Ivan Mercant (2 de enero 2071).

Arwen estaba esperando afuera de la cabaña de Ivan cuando llegó a


casa temprano esa noche, después de haber llamado a Flint para un par de
horas extras de entrenamiento cuerpo a cuerpo. Esta vez no fue una pelea,
sino una exploración más lenta de las diferencias entre Psy y cambiante en
este contexto. El lobo, a menudo divertido, se había mostrado tan interesado
como Ivan, los dos extrañamente bien adaptados como compañeros de
entrenamiento.

—¡Finalmente! —Arwen se levantó del desvencijado banco del porche,


colocándose chaqueta perfectamente ajustada de un gris frio—. Pensé que
nunca volverías.

Ivan no se sorprendió en lo más mínimo al encontrar a su primo


acechando en su puerta. Ivan había estado fuera de contacto durante más
de una semana. Toda su familia estaba compuesta por individuos
ferozmente independientes, pero eran poderosos porque también eran una
unidad. Como tal, se mantenían en contacto regular o, como lo denominaba
Canto, proporcionaban “pruebas de vida”. Especialmente cuando estaban
solos en un entorno desconocido.

Sin embargo, la mayoría de las personas simplemente lo habrían


llamado o enviado un mensaje.
No la Abuela. Y no Arwen.

—¿Por qué no entraste? —dijo Ivan mientras empujaba la puerta. —


¿Estás bromeando? —Arwen asomó con cautela su perfecta cabeza oscura
por la puerta. Quién sabe qué trampas explosivas has puesto.

—Este es solo un lugar para dormir. Aquí no hay nada que quiera
proteger —Fue a hacer una bebida nutritiva—. ¿Tienes hambre?

—Eso no —murmuró Arwen con un escalofrío—. Ahora como comida


de verdad.

Arwen siempre había sido diferente, más agradable, más amable, más
vulnerable. Porque Arwen era empático y había mejorado a la familia
simplemente por existir. Era difícil ser malvado cuando un empático
intentaba darte sus juguetes cuando pensaba que estabas triste y lloraba
porque te habías raspado o cortado.

Ivan no sabía cómo Arwen podía estar tan abierto al mundo y


sobrevivir; era un punto en el que Canto, Silver y él estaban de acuerdo.
Siempre habían hecho todo lo que estaba a su alcance para proteger a un,
aparentemente suave, Arwen.

La realidad era que el hombre no tenía sentido de auto preservación


cuando se trataba de cuidar a las personas que eran suyas; si Ivan lo
necesitara, Arwen se cortaría el brazo y se lo daría. Era quien era. Bueno.
Simplemente bueno en una forma en que Ivan nunca había sido ni nunca
sería. Pero Lei… sí, tenía el mismo centro radiante que su prima.

Ivan derramaría sangre sin escrúpulos para protegerla.

Porque un mundo que tenía empáticos también tenía monstruos.


Con un nudo en la tripa al pensar en lo que se avecinaba, lo que tenía
que decirle, se giró para recostarse contra el pequeño mostrador y vio a
Arwen haciendo una mueca al cuadro que colgaba de la pared.

—Este es un clásico country tan cliché que bien podría venir con la
música metálica que ponen en esas cursis tarjetas de felicitación, —dijo con
un escalofrío.

Sin embargo, Ivan había visto a este mismo hombre sentarse en


silencio junto a una persona sin hogar, aceptar una taza de té de una mano
sucia. Arwen era una contradicción, pero una cosa nunca cambió: la
amabilidad interior. La moda y la decoración podían ser el objetivo de su
desdén, pero nunca aplicaría ese juicio crítico a una persona.

El primo empático de Ivan no sabía sobre el pequeño pasatiempo


homicida de Ivan, nunca debía saberlo. Algunas manchas eran demasiado
oscuras, solo debían ser llevadas por el afectado. La abuela, por supuesto,
lo había descubierto, pero Ena Mercant estaba hecha de arena, piedra y
voluntad. Ella lo había manejado incluso si seguía en desacuerdo con su
postura sobre el asunto.

Ivan pensaba que había que matar a algunas personas. Así que se
encargó de eso. Punto final.

—¿Dónde encontraste este lugar? —Arwen murmuró mientras


continuaba caminando por el pequeño espacio—. ¿Cabañas de Troncos
Unidas?

—Alquiler privado. El lugar más cercano a la guarida de RockStorm


que pude conseguir —Se bebió la mitad del vaso de nutrientes—. ¿Arwen?

Arwen hurgaba vacilante en el pelaje polvoriento de lo que parecía ser


un hámster de peluche.
—Oh, gracias a Dios. Es falso —Exhaló. —Aunque... supongo que no
querrías estar en territorio cambiante y tener animales de peluche reales
montados en pedestales.

Se dio la vuelta, con las manos en las caderas, la chaqueta echada


hacia atrás.

—Tendré que asegurarme de chequearte más a menudo o lo próximo


que sabré es que estarás usando camisas a cuadros y pantalones
camuflados y cantando ‘Yee-haw Soy un hombre de montaña’.

A veces, Ivan se preguntaba qué medios de comunicación consumía


Arwen para poder llegar a esas declaraciones.

—Necesito un consejo.

Ojos ligeramente abiertos.

Ivan nunca, ni una sola vez, había dicho esas palabras al empático de
la familia. Y Arwen, para su crédito, nunca lo había presionado, aunque Ivan
había sentido, hacía mucho tiempo, que Arwen estaba angustiado a su
alrededor. No la angustia de la repulsión, sino la angustia de saber que algo
andaba mal y no poder hacer nada al respecto.

Pobre Arwen, incapaz de arreglar a un miembro de su amada familia.

—Puedes preguntarme cualquier cosa, Ivan —dijo su primo—. Soy


una bóveda cuando se trata de conversaciones privadas —Su expresión era
solemne, sin rastros del hombre aparentemente superficial que había
despreciado la decoración de la cabaña.

Ivan inclinó la cabeza; sabía que el Arwen que había tratado de


ayudarlo dándole sus juguetes todavía vivía en el hombre sofisticado en el
que se había convertido ese niño.
—Estoy... fascinado por una mujer —Esa fue la única palabra que se
sintió bien—. No puedo dejar de pensar en ella. Sueño con ella.

Los ojos de Arwen se agrandaron progresivamente.

—¿En serio? —Fue un susurro—. ¿Quién?

Ivan ignoró la pregunta, aún no estaba listo para compartir a Lei de


ninguna forma.

—Nunca he tenido una reacción como esta con nadie —Una casi
compulsión de estar con ella, de mirarla, de oír su voz, de... hacerla sonreír—
. Me perdí el entrenamiento por la pequeña posibilidad de verla.

—Está bien, necesito sentarme —Arwen le dio al viejo y andrajoso


sillón una mirada enferma, pero lo tomó y luego suspiró—. Suena como el
comienzo de algo importante —Levantó la vista, con una dulce sonrisa en
los labios—. Tus escudos son altísimos, primo. Apenas dejas entrar a la
familia. Ella debe ser especial para atravesar tus defensas.

Ivan hizo a un lado la voz persistente que le decía que no podía


permitir que nadie atravesara sus defensas. Estaba estable, lo había estado
durante casi dos décadas. Suponiendo que ella lo aceptara una vez que
supiera la verdad sobre él, él estaba en posición de correr este riesgo,
abrazar la risa y la calidez que inesperadamente había entrado en su vida.
Nunca lo había buscado, nunca lo había querido, pero no podía darle la
espalda ahora que lo había encontrado.

Ahora que ella lo había encontrado.

—Ella es especial —dijo simplemente—. No sé cómo estar en ningún


tipo de relación romántica. No soy bueno para vincularme —Las palabras
estaban en su expediente médico, al que había accedido cuando era adulto.
Él estaba de acuerdo con ellos.

Los labios de Arwen se estiraron.

—Ivan, sé que si alguna vez necesitara ayuda, podría llamarte y


aparecerías, listo para sacarme del problema con calma y tranquilidad.

Levantó una mano cuando Ivan trató de hablar.

—No tienes que ser cálido y esponjoso para vincularte con la gente,
solo tienes que estar allí, leal y presente. Ayuda si estás listo para hacer
cosas que les den alegría, pero no tengo que decirte eso. No fue la abuela
quien me consiguió esa introducción al mejor sastre de Moscú.

—La familia es diferente —Había crecido con Arwen, sabía que


apreciaría la presentación del maestro artesano—. No sé nada de ella. No sé
cómo hacerla feliz.

La sonrisa de Arwen se profundizó.

—Ese es el mejor comienzo. El hecho de que quieras hacerla feliz.


Ahora solo escúchala y aprenderás qué la deleita, qué le trae alegría.

Ivan pensó en cómo se había reído y sonrojado un poco cuando le


había dicho que le gustaban las cosas bonitas y tontas, consideró su archivo
mental de sus coloridos aretes y vestidos, la forma en que había tenido
pequeños hilos de brillo en su cabello hoy.

Él asintió lentamente. Tal vez podría hacer esto, podría tener una
oportunidad de normalidad de una manera que nunca antes había creído.
Porque tenía el don de fijarse en las cosas. La mayoría de los Mercant lo
tenían; un efecto secundario de crecer en una familia de espías.
—Gracias, Arwen.

La sonrisa de Arwen no tenía nada de la elegancia presuntuosa que él


podía hacer tan bien; era inocente de una forma en que Ivan nunca lo había
sido. Al menos no que él recordara. Tal vez había sido igual que Arwen
cuando era un bebé muy pequeño, pero era poco probable. Ya había tenido
en su mente la flor cristalina, ya había caminado sus pétalos nocivos.

—Estoy tan feliz por ti —Levantándose, Arwen se acercó, pero se


detuvo antes de hacer contacto físico; sabía que Ivan estaba incluso menos
cómodo con eso que la mayoría de los Psy. —Te mereces la felicidad.

Ivan miró a su primo con el vaso de nutrientes a medio camino de su


boca. Era extraño, cómo Arwen podía decir cosas de la nada que llegaban
directamente al corazón. No fue hasta ese momento que Ivan entendió tan
claramente que siempre había creído que no merecía ningún tipo de buena
vida. No dada la fealdad de lo que vivía en su mente.

Pero había llegado a los treinta y dos años sin lastimar a nadie, y sus
escudos eran herméticos. La araña de cristal facetado estaba contenida. El
silencio había caído. Nunca había sentido la compulsión de tomar la droga
que le había robado a su madre. Y... Lei existía.

No había ninguna razón para marcharse. No todavía. No cuando


quedaba la posibilidad de que ella no lo rechazara una vez que le mostrara
la araña que dormía dentro de él.

***

Ella trajo uno de sus coloridos maceteros para gatos al picnic. La


criatura de rayas azules y rosas, formada como si estuviera a punto de
saltar, cabía fácilmente en la palma de la mano de Ivan. Había una pequeña
astilla en una pata que hablaba de su historia desconocida, y el agujero en
la espalda del gato era tan pequeño que le preguntó a Lei qué planta podría
crecer dentro.

Con risa en su expresión, levantó las manos con las palmas hacia
arriba.

—No sé. Será divertido averiguarlo. Dime lo que decidas.

—¿Qué?

Ella agachó la cabeza un poco, su cabello suelto deslizándose sobre el


hombro del vibrante vestido rojo violeta que había combinado con una
chaqueta de mezclilla.

—Lo traje para ti —Una mirada rápida hacia arriba—. Es una


tontería, ¿no? Lo tomare de vuelta. Lo siento, no debería haber…

Él lo mantuvo fuera de su alcance.

—No. Dijiste que podía tenerlo.

Dejando caer su mano medio levantada, lo miró con ojos grandes y


extrañamente suaves. Vulnerable, se dio cuenta. Tan vulnerable como la de
Arwen. Y él sabía que ella realmente tenía miedo de que él no quisiera el
regalo.

Separando esos labios suaves, dijo:

—¿Te gusta?

Lo volvió a bajar, lo miró de nuevo.

—Sí. —Era algo que nunca pensó tener en su vida, pero ahora
protegería con todo lo que tenía. Porque ella se lo había dado—. Gracias.
Su sonrisa fue como el amanecer que atravesaba el cielo; hizo que su
corazón se retorciera de una manera que no entendía. Él no le devolvió la
sonrisa. Él no sabía cómo sonreír en verdad, solo se lo había puesto como
una máscara y no podía usar una máscara con ella, pero a ella no parecía
importarle.

—Empaqué un montón de cosas para nuestro picnic, no solo la tarta—


. Su alegría era un fuego de bienvenida que parpadeaba contra él,
calentando lugares que habían estado fríos durante una eternidad.

Cuando ella le dio pequeños bocados para probar, lo hizo sin discutir.
Los sabores eran explosiones de sensación en su lengua, una sobrecarga de
información. Él debía de haber traicionado alguna respuesta porque ella se
rió, el tipo de risa que decía que esto era una diversión compartida. Lo sabía
a pesar de que nunca se había reído.

—Prueba esto en su lugar —dijo, ofreciéndole otro bocado.

Lo tomó, pero esperó.

—Tú también —Ivan no sabía acerca de este tipo de relaciones, pero


sabía que quería cuidarla, mantener esa felicidad en su rostro.

Cuando su sonrisa dibujó la redondez de sus mejillas, se dio cuenta


de que esto no era tan difícil después de todo. Arwen tenía razón; podría
averiguarlo si solo escuchaba. Así que hizo exactamente eso, contento, más
que contento, de quedarse callado mientras ella hablaba sobre lo que había
hecho con su amiga, cómo había hecho la tarta y una miríada de otros
temas. Su mente era un lugar vibrante, brillante y entusiasta.

Pero ella no le permitiría solo escuchar. No, ella le hizo preguntas,


quería saber de él tanto como él quería saber de ella. Respondió con
honestidad; él no le mentiría, no la engañaría escondiendo las cicatrices en
su mente y psique.

—Soy parte de una familia Psy inusual —dijo—. Mi primo apareció


ayer para comprobar que no estaba muerto, después de que estuve fuera de
contacto durante una semana. Supongo que podrías llamarnos una
manada.

Risas, pero ocultas dentro del brillo había un hilo mucho más oscuro
y menos alegre.

—Así es exactamente como debe ser una manada: una unidad fuerte,
cohesiva y amorosa.

—¿Tu manada no es así?

—No. Estoy visitando a mi amiga en parte porque necesitaba espacio


para tomar una decisión —Ella tragó—. Estoy pensando en dejar la manada.

La manada era el núcleo de la vida cambiante. Incluso los Psy lo


sabían. Para que Lei estuviera considerando una ruptura permanente,
particularmente dada la falta de estabilidad en su pasado, las cosas tenían
que haber salido terriblemente mal.

—¿Ya te has decidido?

—No —Ella torció los labios—. Amo a mis compañeros de manada,


pero —Una exhalación—. ¿Está bien si no hablamos más de esto? No estoy
siendo desconfiada al no contarte detalles sobre mi manada. Lo haré. Yo
solo… necesito tiempo lejos de ellos, incluso en mi propia cabeza.

—Solo dime una cosa: ¿estás a salvo allí? —Lo que no dijo fue que si
ella no lo estaba, él lo resolvería.
Un parpadeo, sus pupilas expandiéndose.

—Sí —susurró ella, luego levantó la mano como si fuera a tocar su


rostro.

Cuando él no se alejó, ella le rozó la piel con las yemas de los dedos y
el contacto fue un puñetazo táctil que lo sacudió. Apretó su abdomen,
contuvo la respiración, no estaba dispuesto a estremecerse y hacerle creer
que no quería que lo tocara. Él lo quería. Pero su cuerpo no estaba
acostumbrado, no sabía cómo procesar las sensaciones.

Dejando caer su mano, dijo

—Eres un hombre peligroso.

Ivan agarró la muñeca de su mano izquierda con la derecha, apretó.

—Sí.

—¿Has matado? —Una pregunta suave.


Capítulo 6
La infección está en la Red... todos somos vulnerables a respirar el
veneno si nos acercamos demasiado a ella.

—Vasic Zen, Tp-V, Escuadrón Flecha (enero de 2082).

Ivan asintió bruscamente y dijo:

—Muchas veces. No puede haber perdón para algunos delitos, la


ejecución es el único castigo apropiado.

Sin inmutarse. Sin retroceder. Los cambiaformas tienen la misma ley.


Rodeando con sus brazos alrededor de sus rodillas levantadas, dijo:

—Pero infligir la muerte, cambia a una persona —Una mirada a él—.


Cada vida quitada oscurece un pedazo de tu alma.

Debería haber asentido y dejarlo pasar, pero nada era simple con esta
mujer que era como un sueño convertido en carne y hueso.

—No siento remordimiento, Lei —Era una compulsión, mostrarle todo


de sí mismo y ver si corría. Era mucho mejor hacerlo ahora, cuando ella era
casi un espejismo, un sueño que algún día podría olvidar, que esperar hasta
que ella se convirtiera en parte de la estructura de su propio ser.

Aunque... tenía la sensación de que ya era demasiado tarde. Había


sido demasiado tarde el día en que ella salió del bosque, la encarnación de
una promesa que nunca se había atrevido a imaginar para sí mismo.

—Pienso en mis objetivos como alimañas que necesitan ser


eliminadas.
Unos ojos enormes lo miraban con atención, como si estuviera
tratando de ver la verdad o la mentira en sus palabras... pero aun así no
corrió.

—Dime —exigió ella con inesperada severidad—. Cuéntame de la


última persona a la que atacaste y por qué.

Apretando su muñeca aún más fuerte, Ivan asintió brevemente. Él


había comenzado esto y lo terminaría.

—Un Psy que usó su dinero e influencia para ‘limpiar’ las calles
alrededor de su casa. Contrató a un grupo de matones para golpear hasta
la muerte a personas sin hogar y adictos. Luego, sus matones incineraron
sus cuerpos en un horno comercial.

La respiración se hizo más rápida y un anillo dorado alrededor de sus


iris, Lei dijo:

—¿Cómo te enteraste?

—Porque hablo con personas que la mayoría no —Hacía tiempo que


había dejado atrás la calle, nunca había pensado en volver, pero la calle se
te metía en los huesos. Así que decidió usar sus contactos para siempre,
aunque algunos podrían no verlo de esa manera.

—Cuéntame sobre otro objetivo —dijo.

Así lo hizo. Tres veces más. Al final de lo cual, ella estaba sacudiendo
la cabeza y lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Ivan, no. No puedo discutir contigo que eran malvados, que el


mundo es un lugar mejor sin ellos, pero te duele verte así. Como un asesino,
un homicida.
Ivan n egó con la cabeza.

— N o m e hiere. N o siento nada en absoluto, es un trabajo. L o hago. Es


t o d o — N o s e at revió a tocarla, p e r o s e n e g ó a r o m p e r sus m i r a d a s fijas— .
Neces i t o q u e m e di gas si al go d e esto es u n factor deci sivo. Necesi t o sabe r
ahora, antes d e … — Ant es d e darte m á s pedazos d e mí.

C o m o si hubi era esc uchado l a c od a silenciosa, dijo:

— E s d e m a s i a d o t a r de — U n susurro, s u s d e d o s s u b i e n d o p a r a t o c a r
su mejilla otra v ez — . Y a estás dentro d e m í — S u p al m a se ap o y ó en su
m ej i l l a, s u s l a b i o s s u a v e s y e n t r e a b i e r t o s — . D e b e r í a sent i rs e d e m a s i a d o
rápido, p er o n o es así. S e siente ex a ct am ent e t a n rápi do c o m o deberí a ser.

— H a y m á s — cont i nuó, obst i na do e n s u de t e rm i n a ci ó n d e m ost rarl e


l os rin c o n e s m á s o s c u r o s d e s u a l m a — . T e n g o u n a habi l i dad psí qui c a q u e
puede esclavizar a la gente. Vi ve dentro d e una jaula en m i m ente, pero si lo
d e j o salir, a t r a pa r á a ot ras m e n t e s e n s u r e d y l as dej a r á seca s.

— Sin em bargo, n o lo usas, ¿verdad? P orque crees e n el bien y el mal,


y eliges ser bueno.

—No soy…

— D e j a d e i nt ent ar a h u y e n t a r m e — P a l a b r a s q u e e r a n u n su spi ro , el
calor d e ella em p a pa ndo s u piel y atravesando el corazón hel ado d e su alma.
— N o v o y a ninguna parte.

Ivan no sabía sobre el contacto físico íntimo, n o por experiencia. P ero


h a b í a vi st o a ot r os b es a rs e. Y a h o r a e n t e n d í a p o r q u é . Q u e r í a s a b o r e a r s u
aliento, saborear s us labios, conocerla. A s í q u e inclinó la cabeza haci a ella,
es perando, obse r vá n dol a pa r a v er si retrocedía.

No lo hizo.
Ella lo encontró a mitad de camino.

Aliento sobre aliento, labios sobre labios, era demasiada sensación


para procesar, pero no le importaba. Permaneciendo inmóvil, dejó que ella
dirigiera el beso. Él dejó que ella le enseñara. En el momento en que puso
su mano sobre ella, curvándola alrededor del costado de su caja torácica,
su ritmo cardíaco era errático, su visión nublada.

Sin aliento, se echó hacia atrás, y sus ojos no eran humanos de


ninguna manera. Una especie de rojizo pálido con bordes dorados y la pupila
negra ligeramente alargada. Ojos llenos de una luz salvaje. Podría haber
hecho una búsqueda rápida en PsyNet, haber encontrado una lista corta de
animales que tenían esos ojos, pero ella se le estaba mostrando pieza por
pieza, y ahora que sabía que no iba a huir, podría ser paciente, podía esperar
hasta que ella estuviera lista para revelar todo de sí misma.

—Eso fue… —Ella se llevó los dedos temblorosos a los labios—. Nunca
te vi venir, Ivan.

Él fue a inclinarse para darle otro beso, pero ella cambió de posición
sin previo aviso, ocupándose en guardar el picnic. Un rubor recorrió sus
pómulos, un nerviosismo en cada una de sus acciones.

—¿Hice algo mal? —preguntó, sin estar seguro de cómo las cosas
habían salido mal.

Ella se congeló.

—No, Dios, no —Una exhalación estremecedora—. Yo solo... estoy


abrumada. —Una mirada atormentada—. Creo que sé quién estás destinado
a ser para mí, y no estoy lista. No ahora, no cuando ya estoy tan perdida,
confundida y jodida.
Inclinándose, ella rozó sus labios sobre los de él en una descarga de
pura adrenalina.

—Pero abrumada o no, nunca huiré de esto, de nosotros. Volveré


mañana por la noche y te hablaré de mí. Promesa.

Ivan asintió.

—Estaré aquí.

Y él fue. Pero Lei nunca llegó.

Esperó hasta mucho después del anochecer, durante las horas de la


noche, hasta el amanecer, inquebrantable en su creencia de que ella no era
una mujer que rompiera sus promesas. Incluso volvió la noche siguiente.

Le tomó hasta el tercer amanecer aceptar que ella había decidido en


contra de él después de haber tenido tiempo de pensar en lo que le había
dicho, sobre la sangre que manchaba sus manos, las vidas que había
tomado... y el mal que vivía en su cerebro.

Tenía todo el derecho de tomar esa decisión.

Aun así, la buscaba. Y solo entonces se dio cuenta de lo poco que


sabía sobre ella. No sabía su animal ni el nombre de su amiga, ni siquiera
la ciudad en la que tenía su hogar.

Mientras empacaba su equipo en la tarde del tercer día, después de


haber terminado la primera serie del recorrido con una facilidad alimentada
por la pérdida, se encontró mirando al pequeño gato que ella le había dado.

Tonto y bonito y un símbolo físico de la memoria.


Se dijo a sí mismo que lo dejara atrás, que no necesitaba un
recordatorio del rechazo, pero aun así lo envolvió con cuidado en una
camiseta vieja y suave, luego lo envolvió de nuevo en su suéter de repuesto
antes de meterlo cuidadosamente en medio de su ropa

Un recuerdo de sus dedos contra su mejilla, el brillo en sus ojos


cuando dijo, es demasiado tarde. Ya estás dentro de mí.

Se había sentido tan real, tan auténtico, como el beso que había
alterado los cimientos de su vida. Él nunca la olvidaría, nunca dejaría de
buscarla, eso lo sabía. Aunque solo fuera para preguntar por qué no le había
dicho que se marchaba.

—Porque eres un asesino, Ivan —se dijo a sí mismo. —Ella te tiene


miedo—. Y tenía razón en tener miedo, porque él era un asesino. Pero él
nunca la habría lastimado. Nunca. Habría hecho todo lo que estuviera a su
alcance para protegerla.

Al salir de la cabaña, colocó la bolsa en el espacio para los pies del


asiento trasero del pasajero del resistente SUV que había alquilado para este
viaje, luego regresó y cerró la cabaña, después de lo cual dejó caer la llave
en la caja de seguridad asegurada en el exterior. Cuando el metal resonó
contra el metal, sintió el mismo vacío dentro de sí mismo. Tonto, había sido
tonto atreverse a creer que podía sostener a una criatura tan hermosa y
brillante en sus manos empapadas de sangre.

El sonido de su risa, la sensación de sus labios, lo perseguía mientras


conducía a través de la capa de nieve azucarada que había caído en los
últimos días. La nieve era rara en esta región, pero sucedió, y el clima se
había vuelto amargo en los últimos días, como si su estado de ánimo se
hubiera proyectado sobre el mundo.
Cada destello de color era una oleada de dolor, cada mujer que
vislumbraba un torrente de esperanza. Fue estúpido. Era un Mercant. Sabía
exactamente con qué facilidad una persona podía desaparecer si quería
desaparecer. Especialmente cuando tenían toda una vida en la que
desaparecer. Una vida de la que no sabía nada.

Él había hecho una búsqueda sobre sus ojos después de todo, había
encontrado múltiples opciones.

La parte racional de él sabía que no debía seguir ninguno de esos


caminos. Ella había hecho su elección. Necesitaba respetar eso o corría el
riesgo de volverse como algunas de las personas a las que cazaba, aquellas
para quienes la elección era un privilegio que negaban a sus presas.

Sin embargo, su necesidad obsesiva por ella era un rugido en la parte


posterior de su cerebro.

Encuéntrala, decía. Quédatela.

Con los músculos del cuello tensos, apretó los dedos sobre el volante.

—No —dijo en voz alta. —No tomaré lo que no se da gratuitamente—.


No había necesitado que nadie le enseñara esa lección: la había aprendido
de niño en las calles, había sido testigo de cómo rompía a una persona al no
tener más remedio que someterse.

Su madre había sido esclava de la droga. Otros se habían aprovechado


de esa necesidad mientras él miraba, sin poder hacer nada. Demasiado
pequeño para salvarla. Demasiado pequeño para siquiera entender lo que
estaba sucediendo.

Nunca pondría a otra mujer en la misma posición.


Siguió conduciendo, alejándose de una promesa incumplida que
había hecho añicos su corazón helado... y directo a un campo de muerte.
Era última hora de la tarde del día siguiente cuando se encontró con la
carnicería. Podría haber seguido conduciendo, no tenía el deber de estar allí,
pero no se trataba de un deber.

Se detuvo, salió, miró las caras del equipo de limpieza.

Todos y cada uno de los miembros del equipo parecían exhaustos, lo


que no era una sorpresa, dadas las oleadas de locura horrible que habían
golpeado a su raza durante las últimas semanas, los brotes tan aleatorios
que no había forma de prepararse para ellos. Ivan había estado atento a las
noticias todo el tiempo que había estado en el campo, listo para responder
con ayuda en caso de que fuera necesario. Pero había estado demasiado
lejos de este para ayudar durante el evento en sí.

Lo mínimo que podía hacer para ayudar con la limpieza.

Porque la parte de recuperación de esta operación en particular había


terminado hace mucho tiempo. Habían pasado cuarenta y ocho horas desde
que los Psy de este asentamiento se entregaron a la urgencia de cometer
una violencia asesina. Muchos afectados por esta insidiosa enfermedad se
volvían contra sí mismos, pero otros arrojaban su inexplicable rabia hacia
el exterior.

Ivan encontró a la mujer a cargo, ofreció sus servicios. Quizás la ayuda


ofrecida por un Mercant al azar no hubiera sido aceptada en ningún otro
momento, la reputación de su familia de acumular secretos y desenterrar
esqueletos era demasiado fuerte. Pero esto no era ningún secreto. Esto era
simplemente muerte, y él era un hombre fuerte con la capacidad de ayudar
a poner cuerpos en bolsas y transportarlos a los camiones de la morgue.
El hecho de que la limpieza aún estuviera en curso dos días después
de la masacre era un indicador tácito de que los recursos se estiraron hasta
el límite. No se había dado cuenta de que era tan malo, o habría venido
mucho antes. Todo el asentamiento habría sido un pozo pútrido si no
hubieran estado en el corazón del invierno. Una capa de polvo blanco cubría
los cuerpos a su alrededor, creando esculturas silenciosas sin cambios
desde el momento de la muerte.

Un cuerpo pequeño y peludo, destellos de negro y oro debajo del


blanco.

Agachándose, apartó la nieve con una mano enguantada, su aliento


visible como bocanadas en el aire. Era extraordinario cómo los cambiantes
podían tener una masa tan diferente en su forma humana en comparación
con su forma animal. En forma humana, este pequeño felino probablemente
había sido un adulto.

—Todos los cuerpos de ocelote van en ese camión, —le dijo el


encargado de la morgue, señalando un camión estacionado lejos de los
demás—. Los sobrevivientes quieren lidiar con sus propios muertos.

Ivan asintió, sin sorprenderse por la necesidad de la manada de


encargarse del entierro respetuoso de sus compañeros de manada perdidos.

—¿Vecinos atrapados en el fuego cruzado?

—Sí, la principal área residencial de la manada de ocelotes está


pegada con este asentamiento. —El asistente señaló una hilera de árboles
al otro lado de la amplia franja parecida a un parque que albergaba la gran
mayoría de los cuerpos; había funcionado como el área de recreación al aire
libre de este pequeño pueblo. Ahora era su tumba temporal.
Cuando el asistente se arrodilló junto a otro cuerpo de ocelote, Ivan lo
recogió por su cuenta. Era más pesado de lo que parecía, otra cosa que
diferenciaba a los cambiantes de los animales ordinarios. Sus cuerpos no
estaban construidos de la misma manera.

—No hay duda de que los Psy infectados atacaron a sus vecinos y los
gatos intentaron defenderse —agregó el asistente mientras tomaba una nota
en el panel de datos que estaba usando para rastrear a los muertos—.
Número significativo de víctimas de ocelotes.

—¿Por qué los sobrevivientes no han recuperado ya los cuerpos? —


Los cambiantes cuidaban de los suyos; lo había presenciado varias veces
con los osos en Moscú. Ningún oso herido o incapacitado era dejado solo.
La idea de una manada dejando a sus muertos a la intemperie así... no, no
le sentaba bien.

—La mayoría de la manada está muerta —fue la sobria respuesta—.


Los demás están heridos. Les ofrecimos ayuda, pero insisten en que
enterrarán a sus muertos sin ayuda.

Ivan no hizo más preguntas hasta después de haber puesto a los dos
ocelotes muertos en el camión con sus hermanos. No todos los cambiantes
estaban en su forma animal. Algunos tenían forma humana, pero habían
sido identificados como ocelotes por la identificación encontrada en sus
cuerpos, o por signos de un cambio parcial: garras desenvainadas, ojos
congelados en su otra forma por la muerte, parches de pelaje en su piel.

Nunca había oído hablar de esto último, por lo que tuvo que asumir
que era consecuencia de un trauma severo, un mal funcionamiento en la
capacidad cambiante de cambiar. Aquellos encontrados en forma humana
completa sin signos visibles de estado cambiante serían identificados más
tarde, utilizando cualquier recurso disponible. Si tuviera que adivinar y con
los cuerpos tan bien conservados, diría que la manada enviaría a un
superviviente a buscar entre los muertos.

A los cambiantes no les gustaba compartir huellas dactilares o datos


de ADN con los Psy.

Terminada esa tarea, regresó con el asistente que había sido asignado
como su compañero, y continuaron con su sombrío trabajo. El otro hombre
pudo identificar de inmediato a las víctimas Psy utilizando una base de
datos de huellas dactilares o ADN. La familia de Ivan se aseguró de mantener
su información fuera de esas bases de datos, pero la mayoría de los Psy
daban por sentado el seguimiento. Lo mismo con muchos humanos, no
tanto en el ADN, sino en las huellas dactilares.

Cuando otro asistente vino a consultar con el compañero de Ivan, Ivan


continuó. Podía manejar los cuerpos más pequeños por su cuenta, y el
asistente había emparejado su dispositivo con el teléfono de Ivan para que
Ivan pudiera ejecutar las identificaciones.

A pesar de todo, todavía no estaba preparado para ver cuerpos tan


pequeños que pudiera cargar dos o tres a la vez.

Pero, por supuesto, los niños también habían llamado hogar a este
lugar.

—Están igual de muertos —se dijo a sí mismo, manteniendo las cosas


escalofriantemente pragmáticas. Así era como funcionaba con cualquiera
menos con Lei, esa era la razón por la que no estaba loco: un muro de fría
sofisticación que lo separaba del resto del mundo.

Atrajo ese hielo a su alrededor ahora. No servía de nada a los muertos


si no podía hacer lo que había que hacer, si veía en estos pequeños cuerpos
un susurro de lo que podría haber sido para un niño pequeño nacido en una
vida despiadada hace unas tres décadas.

Después de identificar y registrar el cuerpo del primer niño, sacó una


pequeña bolsa para cadáveres de una de las cajas situadas en el área de la
masacre. Era cuestión de dos minutos regresar, poner el cuerpo con cuidado
en la bolsa, escribir la identificación en la etiqueta y llevarlo con cuidado al
camión frigorífico.

—Duerme bien, pequeña —se encontró diciendo, aunque sabía que


era una tontería; los oídos de este niño nunca más escucharían nada.

Todavía trató el cuerpo con sumo cuidado, incluso se subió al camión


para poder colocar el cuerpo en el estante superior.

Donde nada aplastaría esa forma pequeña y fría.

Luego continuó. Cuerpo tras cuerpo.

Fue en la parte más concurrida del área del parque donde la encontró.
Estaba enterrada bajo otros cinco cuerpos, e invisible a su mirada. Había
estado planeando identificar los cuerpos que podía ver y luego llamar a su
compañero para que le ayudara a ponerlos en bolsas para cadáveres, ya que
los fallecidos eran todos hombres adultos. Porque si bien Ivan era mucho
más fuerte de lo que sugería su ágil cuerpo, los muertos tenían un peso
oscuro.

Luego, el escaneo telepático de fondo que ejecutaba en cada momento,


una táctica de seguridad de bajo nivel que era una segunda naturaleza, de
repente se enganchó, golpeando una mente que era una pared. No blindado.
Naturalmente opaco. Solo las mentes cambiantes se sentían así.
El recuerdo se estrelló contra él, de la última vez que golpeó una ment e
q u e s e cerró.

S o f o c a n d o l a ol a d e e m o c i ó n q u e a m e n a z a b a c o n a t r a ve sar el hi elo,
m i r ó haci a el b o sq u e q u e bor de a ba este a sent ami ent o, a s u m i en d o q u e tenía
u n obs ervado r d e ocelotes, p e r o la línea d e árbol es est aba d em a s i a d o lejos,
n o c a p t a d a n i s i q u i e r a e n el b o r d e m á s l e j a n o d e s u e s c a n e o . O b s e r v ó l a
zo na d e nuevo. Q u e él supiera, t odos los d e m á s trabajadores aquí eran P s y,
y los sobrevivi entes civiles habí an si do eva cu a dos du rant e la limpieza. E s o
dej aba sol o u n a posi bilidad: u n a m e n t e c a m b i a n t e vi va entre los m uert os .
Capítulo 7
Una vez fuimos caballeros de un rey, nuestra lealtad inquebrantable.
No servimos a reyes ahora, pero continuamos viviendo con honor. Familia,
fidelidad, integridad. Eso es lo que significa ser un Mercant.

—Ena Mercant a Ivan Mercant (circa 2061).

Imposible, dijo la parte más lógica del cerebro de Ivan, pero como lo
demostró su intento de vincularse con Lei, él era mucho más que
simplemente esa parte. Su mente se había abierto de par en par en la
infancia, los recuerdos que tenía eran un caleidoscopio de dulce locura. Y
fue esa parte de él la que lo puso en movimiento en el instante en que se dio
cuenta de que estaba buscando una mente viva.

Era posible que el sobreviviente se hubiera congelado en un estado


suspendido, como había ocurrido en el pasado con personas que caían en
cuerpos de agua helados... o que los cuerpos encima de ellos lo hubieran
aislado del frío. Sólo el calor suficiente para mantener su corazón latiendo.

Comenzó a deslizar a un lado los cuerpos masculinos en la pila más


cercana uno por uno, sin ser tan gentil como debería haber sido. Si se
equivocaba, que así sea. Si tenía razón…

Entonces allí estaba ella, una forma de piernas largas arrugada dentro
de un vestido largo hasta los tobillos de color rosa rojizo vibrante que se
había retorcido alrededor de ella, su chaqueta de mezclilla hecha pedazos.
Estaba cubierta de sangre que se había secado a un espesor viscoso, su
cabello negro despeinado pegado a un lado de su cara con más sangre seca.
Al menos unos de sus brazos y su pierna izquierda estaban
claramente destrozados. Los moretones y los cortes se hincharon y le
cortaron la cara, y el marrón cálido de su piel ahora era plano y bordeado
de azul donde no estaba magullado de un verde enfermizo.

Nada de eso importaba.

Él la conocía.

—Lei —susurró, su voz como papel de lija y su mano temblando


mientras se obligaba a tomarle el pulso.

Hielo contra las yemas de sus dedos, un susurro frío de que este lugar
pertenecía a los muertos. Excepto…

Bum... Bum... Bum...

Las pausas entre latidos eran peligrosamente largas. Incluso mientras


procesaba el horror de encontrar a su resplandeciente Lei tan rota y herida,
la estaba levantando en sus brazos. Tuvo que tirar para liberarla de la tierra.
Sacudir sus huesos rotos no importaba, no cuando su vida estaba en juego.
Apenas se aferraba al mundo, la sorda velocidad de su pulso era una cuenta
regresiva hacia la muerte.

Una pequeña hacha yacía debajo de ella, su hoja apuntando hacia


arriba... y resbaladiza con sangre fresca. Se había incrustado en su espalda,
se dio cuenta, justo cuando el fluido húmedo comenzó a filtrarse desde su
espalda hacia su brazo.

¡Tengo un sobreviviente! Transmitiendo el mensaje telepático a todo


volumen en una banda ancha mientras ponía el cuerpo de ella contra su
pecho, corrió hacia la pequeña ambulancia estacionada en la parte alta del
sitio. Estaba allí para el equipo de limpieza, los médicos que dispensaban
agua y nutrientes, así como para atender heridas menores. ¡Sangrado
abundante por un corte profundo en la espalda! Múltiples miembros rotos,
moretones severos, ¡posibles huesos faciales fracturados!

La paramédica acababa de abrir la camilla cuando Ivan la alcanzó.


Colocó a Lei sobre la superficie blanca y dio un paso atrás para que la
paramédico pudiera presionar un escáner en su cuello.

Línea plana.

—Le tomé el pulso. Y está sangrando —Ivan no imaginó nada, y no


estaba dispuesto a renunciar a LeiRevisa otra vez!

La paramédico obedeció, obtuvo otra línea plana.

Tuvieron que haber pasado escasos segundos desde el último latido


del corazón de Lei. Recurriendo a la precisión escalofriante de la mitad
pragmática de su cerebro, Ivan se estrelló contra su mente usando su
energía telepática. Los Psy no podía entrar en las mentes cambiantes, pero
podían abrirlas. Pero un verdadero golpe tendía a causar un daño
irreparable a la mente en cuestión, que no era su objetivo en absoluto.

Nunca lastimaría a Lei.

Moduló el golpe para que fuera poderoso, pero no mortal.

Lo suficientemente potente como para impactar y asustar.

Un leve jadeo, sus párpados revoloteando incluso cuando una extraña


sacudida de garras lo atravesó, como si su telepatía se hubiera reflejado,
antes de que Lei se quedara quieta. Pero fue suficiente. La paramédico se
puso a trabajar, junto con un colega que acababa de llegar a ellos, los
acontecimientos avanzaban a gran velocidad.
—¡Esperen! —Ivan gritó después de que cargaron a Lei en la
ambulancia y vio que no había suficiente espacio para que él se uniera al
paramédico en la parte de atrás—. ¡Su nombre es Lei! ¡Ella es cambiante!

El conductor asintió para reconocer las palabras mientras cerraba la


puerta. Luego, el vehículo estaba retrocediendo para girar hacia la carretera,
con las luces parpadeando.

—¿Tienes su identificación? —le preguntó su compañero, con el panel


de datos en la mano y el pecho agitado por su frenética carrera para alcanzar
a Ivan—. Necesito registrarla.

Ivan se quedó mirando el vehículo que se alejaba, la sangre de Lei era


un olor metálico pegado a sus manos enguantadas y su chaqueta.

—No está muerta.

—La agregaré a las listas de sobrevivientes. Las familias están


buscando a sus miembros perdidos.

—Sin identificación —dijo Ivan, pensando en su piel fría, fría, tan


diferente a la luz del fuego de la mujer que lo había besado—. La conozco.
— Pequeños pedazos de ella que nunca olvidaría—. Nombre: Lei. Ella es
cambiante.

—¿Ocelote?

—No lo sé, pero esa es la posibilidad más fuerte. —Dentro de su


mente, un moretón latía. El eco desgarrador del golpe que había asestado,
profundos surcos psíquicos en su mente. Ese retroceso no había sido
normal. Había sido psíquico... pero no del todo.

—Los ocelotes la identificarán si es uno de ellos —dijo su compañero,


luego, con los hombros caídos, se volvió hacia el campo de los muertos—.
Encontrarla ayudará a mantener la moral… pero hay muchos más cuerpos
que cargar.

Ivan se había estado preparando para dirigirse a su vehículo, seguir a


la ambulancia, seguir a Lei, hasta el hospital, pero entonces supo que esa
no era la elección que Lei quisiera que hiciera. Había ayudado a un extraño
herido sin ninguna razón, excepto porque era lo correcto. Y lo correcto en
este momento era dar el respeto que pudiera a los muertos, para asegurarse
de que no pasaran otra noche afuera en el frío.

Lei estaba en buenas manos y, dada la gravedad de sus heridas, sería


llevada directamente al quirófano. Iría a ella después de completar esta
oscura tarea; él se quedaría a su lado para que nadie pudiera lastimarla
mientras ella estaba vulnerable e inconsciente. La cuidaría hasta que ella
abriera los ojos y le dijera que se fuera.

Porque ella lo haría.

Esta masacre había tenido lugar hace aproximadamente dos días,


pero Lei había decidido no reunirse con él un día antes. Había tomado su
decisión, y esa decisión era un futuro sin Ivan Mercant.
Capítulo 8
—Soleil Bijoux Garcia. ¡Ay, Arturo, qué nombre tan largo le has
puesto a tu niñita!

—Eso es para más tarde, cuando sea grande. En este momento, ella
es mi dulce Leilei; ¿no es así, mi princesa? Papá te quiere.

—Conversación entre Arturo Garcia y Yariela Castañeda (7 de


agosto de 2056)

Soleil estaba al límite de un horizonte gris oscuro, la luz se desvanecía


destello tras destello cuando finalmente la golpeó. Un exigente rayo de
energía que sacudió todo su cuerpo y convirtió el horizonte en fuego blanco.

Un jadeo agudo que casi dolía, fragmentos de aire frío en los pulmones
que ya se habían cerrado... y luego su gata saltó. No supo hacia dónde hasta
que se encontró con sus garras enganchadas en un espacio negro y frío,
eléctrico con corrientes de energía plateadas que se curvaban a su alrededor
en una pared protectora.

Conozco el olor de este lugar. Ah, es él. Por supuesto que es él.

Un pensamiento tan extraño, uno que su mente herida no podía


contener.

Su gata quería batir con sus patas las corrientes salvajes de plata,
pero tenía que aferrarse, sabía que dejarlo ir sería el final de todo. Caería en
el horizonte gris. Se... moriría. El conocimiento no provenía de la mitad
primaria de su naturaleza, sino de la mitad que era humana. Entendía la
muerte, había visto demasiado de ella antes de que su cuerpo cayera bajo
un golpe invisible y cruel.

No.

Un repudio a la muerte.

Tenía promesas que cumplir, eso lo sabía, aunque ya no podía ver la


forma completa de esas promesas, su mente estaba embotada y pesada
mientras su cuerpo dirigía toda su energía a mantenerla con vida.

Estoy mal herida.

Una comprensión lenta.

Luchando por no caer en la nada, se aferró al espacio eléctrico,


permitió que la protegiera, y mientras lo hacía, vio destellos de una
habitación sucia con una alfombra de colores apagados, las aguas azul
profundo de un océano rompiendo contra las rocas, el rostro elegante de una
mujer mayor que tenía los ojos de un alfa, un par de manos poderosas con
uñas cuadradas y piel blanca y fría.

Miró esas manos, las vio flexionarse hacia adentro, apretar.

La imagen desapareció, para ser reemplazada por un atisbo de cuerpos


en la nieve. Se apartó de eso, y a otra cara. Esta de un hombre joven con
ojos del tono inquietante de la luz plateada de la mañana, la inclinación en
las esquinas le daba una apariencia casi felina. A su gata le gustó eso.

Él era lindo, pero amable, tan amable que lo sintió en su corazón.

Su cabello negro era lacio y cortado con pulcra precisión. Se adaptaba


a su mandíbula cuadrada y pómulos altos. Su expresión era gentil y familiar,
aunque ella no lo conocía. Estaba segura de eso.
Esas manos una vez más, ahora enfundadas en guantes negros.

Se flexionaron de nuevo, esta vez para tensar un alambre delgado en


el medio.

En este, no era amable. Era peligroso. Un depredador.

Debería haber tenido miedo. Ella no lo tenía.

Ahora, la imagen que tenía frente a ella era la de una pequeña


habitación con paredes de color verde pálido, una planta en la esquina y un
escritorio colocado junto a la ventana. En él yacía un panel de datos que
contenía ecuaciones del libro de texto de un niño.

Todo se derrumbó, autopistas de flores cristalinas estallaron en su


cerebro, sus colores infinitos. Hermoso. Tan hermoso. Su mente comenzó a
desvanecerse en los bordes nuevamente, las flores se desdibujaron, pero esta
vez, sabía que el desvanecimiento no era la muerte. No podría ser porque
cuando el gato soltó sus garras y se abalanzó sobre la mente que era suya,
trajo consigo un reluciente collar de relámpagos cristalinos inundados de
colores más allá de los colores.

Envolviendo ese rayo alrededor de sí misma, su gata se acurrucó


dentro de ella, listo para sanar.

El relámpago crujió con una plata pura mientras creaba un escudo


alrededor de su cerebro. Suspiró mientras caía en la oscuridad. Sabía que él
la protegería. El hombre con la muerte en sus manos. Él la mantendría a
salvo.
Capítulo 9
He conocido a alguien, Farah. Alguien maravilloso.

—Soleil Bijoux Garcia a Farah Khan (5 de febrero de 2082)

El agotamiento golpeó a Ivan con la fuerza de un maremoto diez


minutos después de que abandonara el lugar. Y no fue el agotamiento
corporal del trabajo duro; si no lo supiera mejor, habría dicho que había
llegado al máximo de su poder psíquico, estaba al borde de una peligrosa
línea plana mental. Excepto que eso no tenía sentido, incluso la sacudida
que le había dado a Lei había usado solo el porcentaje más pequeño de sus
reservas psíquicas.

Su estado empeoró tanto que tuvo que salir de la carretera cubierta


de noche e ingerir tres barras de nutrientes antes de que pudiera volver a
funcionar. Incluso entonces, sabía que no era seguro conducir. Era tan
probable que chocara el vehículo y se suicidara como que llegara al hospital.

Ivan Mercant no dormía la siesta.

Tampoco lo hizo hoy. Este sueño fue exigente y demasiado profundo,


lo dejó sintiéndose pesado y drogado cuando finalmente logró salir de él
unas cinco horas más tarde, el mundo aún estaba oscuro. Estaba
hambriento, más hambriento de lo que recordaba haber estado desde que
era un niño.

Comió y bebió tantos nutrientes en los siguientes diez minutos que


limpió todo su stock y tuvo que detenerse en una tienda de conveniencia
automatizada para recoger más. Era como si fuera un pozo sin fondo. La
comida simplemente se esfumó en él y no fue hasta media hora después que
se sintió estable.

Ya había llamado al hospital para ver cómo estaba Lei. No pudieron


localizarla. Llegaban demasiados heridos, le dijeron. Demasiada confusión.
No importa. La encontraría cuando llegara allí.

Llegó veinte minutos después, caminó directamente hacia el área de


pacientes. Era asombroso a los lugares a los que podías entrar si
simplemente actuabas como si pertenecieras. Nadie le preguntó qué estaba
haciendo allí, y pudo revisar cada habitación, poner sus ojos en cada
paciente.

Había dejado su regalo en el vehículo, sabiendo que Lei aún no podía


usarlo.

Era un vestido que había comprado después de ver una tienda de ropa
en el pequeño centro comercial automatizado que albergaba la tienda de
conveniencia. Las automatizaciones en ese sentido nunca habían despegado
como se predijo, incluso en áreas de mayoría Psy, lo cual era interesante en
sí mismo, pero funcionaron en lugares solitarios como este, con los
automovilistas que pasaban contentos de tener un lugar para encontrar lo
esencial sin importar la hora del día o noche

Las existencias de la tienda de ropa eran limitadas, pero se las arregló


para encontrar un vestido hasta los tobillos en un amarillo limón brillante
que parecía hablar con el sentido del color y el estilo de Lei. Ella siempre fue
brillante, Lei. Un rayo de sol en forma humana. También había tratado de
reemplazar su chaqueta de mezclilla, pero la tienda no tenía eso en stock,
ni nada más que pudiera ser suficiente, así que tomó nota para conseguirlo
más tarde.
Cuando fue a pagar, la estación de servicio automática le ofreció una
lista de otras compras sugeridas, y él indicó que sí a todas. Luego le había
presentado una pequeña caja que decía que contenía ropa interior, un
cepillo de dientes y pasta de dientes, una crema genérica para la piel y una
pequeña paleta de maquillaje para tonos de piel “medios”. Se había
imaginado que ella podría usar el polvo para los ojos.

A Lei le gustaba poner brillo en sus párpados.

Algunos podrían ver su regalo como un soborno, una forma de


empujar su camino de regreso a su vida. no lo era. Él haría cualquier cosa
para que ella lo eligiera; llamar su atención a escondidas, aprovecharse de
ella cuando estaba lastimada e indefensa... no, eso lo rompería. Siempre
sabría que todo era falso.

Demasiado pronto. Demasiado rápido. Pero había sucedido. Se había


unido a ella con el mismo enfoque obsesivo que lo había mantenido
funcional y vivo todo este tiempo.

Ahora tenía que aprender a vivir sin ella.

En cuanto al regalo, Ivan simplemente valoró el poder de estar limpio


y tener ropa propia. Esas fueron las primeras cosas que le dio la abuela
después de traerlo a casa; Todavía podía recordar estar de pie frente al
espejo después de un baño, tocando con su mano con cuidado la camisa
nueva que nadie más había usado antes, y que la abuela le había dicho que
nadie podía quitarle.

Suyo, era sólo suyo.

Incluso si a Lei no le gustaba el vestido, le daría ropa no institucional


para cambiarse. Pero, aunque revisó todo el hospital de varios niveles,
habitación por habitación, paciente por paciente, no pudo encontrarla. No
había ni ng un a m u j e r c o n sus largas ext re m i dades y u n pat rón específi co d e
lesiones.

— H e m o s e s t a d o t ra n s f i r i e n d o m u c h o s p a c i e n t e s — l e d i j o u n a
e n f e r m e r a h u m a n a a c o s a d a c u a n d o él la i nt errogó, s u r c o s p r o f u n d o s
m a r ca nd o la piel de ébano d e s u rostro. L a red m édi ca q u e llevaba sobre los
ap r et ad os ri zo s d e s u c a be l l o le di j o q u e d e b í a h a b e r sal i do r e c i e n t e m e n t e
d e u n a ci rugí a — . H a y u n a g r a n c ant i d a d d e h e ri d os d e b i d o a l os reci ent es
eventos.

A u n q u e cl ar am e nt e est aba cansad a, f u e a u n m o n i t o r c o m p ut a r i z a d o


y dijo:

— P u e d o bus car a tu a m i g a por ti.

— La trajeron c o m o Lei, de apellido desconocido, del sitio adyacente a


la m a n a d a d e ocelotes S k y E l m . Identificada c o m o cambiante, m u y
probablem ente c o m o ocelote.

L a enferm era ingresó la información, frunció el ceño.

— T e n g o u n a L e i aquí , p e r o l as n o t a s d i c e n q u e n o f u e i d e n t i fi c ad a
c o m o u n ocelot e. E l pr opi o S k y E l m al fa ent ró p a ra identificar a los
des conoci dos u n a hora d es pu és d e q u e la trajeron y n o la reconoció.

Iv an trató d e darle s enti do a eso; t odolo q u e s e le ocurrió fue q u e Lei


había estado d e paso en su camino a casa con su propia m anada y había
i nt ervenido p a r a ayudar. E r a lo q u e hací a, qui é n er a ella.

— ¿Di ce a dónde fue transferida?

— Debería. — U n minuto después, después d e abrir varias páginas


di ferent es u n a tras otra, s u s p i r ó — . L o si ent o, p a r e c e q u e a l g ui e n m e t i ó l a
p a t a y n o a n o t ó l o s d e t a l l e s d e s u t r a n s fe r e n c i a . E n v i a m o s p a c i e n t e s p o r
todo el país; a veces, con la prisa de llevar a un paciente a un helicóptero a
reacción, el rastreo de los datos se pierde

La enfermera trajo otro documento.

—Ninguna paciente femenina aparece como MUERTO A LA LLEGADA


o ha fallecido en las últimas dieciocho horas, así que no tienes que
preocuparte por eso. Está viva, solo que en otro hospital. Estoy segura de
que se pondrá en contacto contigo tan pronto como pueda.

Ivan asintió.

—Gracias —dijo, y llamó a Canto en el instante en que saló del


hospital y entró en la fría y oscura luz gris del invierno. Si alguien podía
localizar a Lei, era su primo mayor; Canto tenía una red de inteligencia tan
grande que llegaba a todos los rincones del mundo.

Pero incluso Canto no podía seguir un hilo invisible.

—Los registros médicos son un caos, —le dijo a Ivan dos horas
después—. Ataque de malware atribuido a un grupo marginal inspirado en
Psy Puro borró una tonelada de datos.

Ivan era muy consciente de los fanáticos pro-Silencio.

—¿Se puede recuperar?

—Desconocido. Depende de si las organizaciones tienen copias de


seguridad no infectadas, configuraré una alerta automática para buscar a
cualquier paciente que se ajuste a la descripción que me ha dado.

Canto no sabía la verdad de quién era Lei para Ivan; creía que Ivan
simplemente sentía una responsabilidad por la mujer que había rescatado.
Eso no era fuera de lo común para un Mercant. La leyenda decía que una
vez habían sido los caballeros leales a un rey, los Mercant cuidaban de las
personas bajo su cuidado.

El escaneo de Canto, sin embargo, nunca dio ningún fruto. Canto


estaba acostumbrado a encontrar datos, y superó los límites por Ivan,
irrumpiendo en múltiples bases de datos seguras. Todo por nada.

—Lo siento, Ivan. —dijo semanas después—. La infección de malware


fue tan grave que muchos hospitales borraron todos sus sistemas y luego
instalaron firewalls diseñados por SnowDancer/DarkRiver.

Los lobos SnowDancer y los leopardos DarkRiver tenían entre sus filas
a un equipo que construyó los mejores escudos computrónicos del planeta.
Estaban destinados a ser inexpugnables. Y aunque Ivan sabía que su primo
era lo mejor de lo mejor, encontró a otros piratas informáticos para probar
esos cortafuegos. Todos y cada uno no lograron pasar.

Ivan también había activado su red de contactos, pero todos quedaron


vacíos. Había demasiados hospitales, enfermerías y centros de recuperación
en funcionamiento. Y esas nunca habían sido la especialidad de su familia,
simplemente no tenían suficientes conexiones en la esfera médica.

Ivan siguió buscando, y las marcas de garras en su cerebro


continuaron palpitando. Necesitaba asegurarse de que Lei estuviera a salvo
y bien. Sabía lo que era despertar entre los muertos. Si hubiera creído en la
esperanza, habría esperado que ella no tuviera recuerdos de su tiempo
enterrada debajo de esos cinco cuerpos.

Las semanas se convirtieron en meses en un año, y aun así, no pudo


encontrar ningún rastro de ella. Cuando preguntó a los lobos de RockStorm
si alguien les había dejado un mensaje, respondieron negativamente. Lei
podría haberlo encontrado si hubiera querido, porque él tenía que creer que
ella estaba vi va y curada ahora. Q u e n o lo hubiera intentado era u n m ens aj e
en sí m i s m o .

Iv an t uv o q u e dej ar d e buscarl a.

S i n o l o h a c í a , l a c o n v e r t i r í a e n u n a pre sa ... y s e c o n v e r t i r í a e n u n
m o n s t r uo t an g r and e c o m o los q u e él caz aba. E r a ho r a d e dej arl a ir.
E n la actualidad

10 de agosto de 2083

S a n Francisco
Capítulo 1 0
La ley cambiante es clara. La pena es la muerte.

—Lucas Hunter, alfa de DarkRiver (junio de 2082)

Solei se cuidó de mantener su respiración uniforme y sus acciones sin


complicaciones mientras caminaba a través del colorido bullicio del barrio
chino de San Francisco. Era difícil cuando los olores de depredadores mucho
más grandes y fuertes que ella la rodeaban por todos lados. Sabía que San
Francisco era una ciudad de leopardos, pero en realidad no lo había
entendido hasta que puso un pie más allá de sus fronteras.

A su lado, Farah se estremeció.

—Mi pelaje se está erizando.

—Shh. —Soleil le lanzó a su mejor amiga una mirada sofocante, a


pesar de que, de las dos, Farah no era la que tenía más probabilidades de
hacer que los arrestaran—. Hay oídos agudos en todas partes, piensa
pensamientos humanos.

Farah miró fijamente a Soleil.

Soleil casi se echó a reír, pero su corazón latía demasiado rápido, el


miedo era una capa resbaladiza en su piel. Lo peor de todo era que no solo
podía oler a los leopardos a su alrededor. Otro olor, más oscuro, más pesado,
con un mordisco diferente, se entretejía en el aire. Aunque nunca antes
había olido algo parecido, sabía que tenía que pertenecer a los lobos. Había
demasiados hilos para que fuera cualquier otro cambiante depredador, y la
poderosa alianza de los leopardos con los lobos era bien conocida en los
círculos cambiantes.

Cualquier otro cambiante depredador que se atreviera a cruzar la


frontera hacia este territorio sin permiso arriesgaría su vida. Mientras que
se decía que los lobos disparaban primero y hacían preguntas a los
cadáveres, los leopardos tenían una reputación más suave, lo que solo
significaba que podrían darte tiempo para responder una pregunta antes de
destrozarte con sus garras.

La manada de leopardos de DarkRiver se toma los límites territoriales


extremadamente en serio. Los humanos y los Psy que no estaban conectados
a un grupo cambiante no estaban sujetos a las mismas reglas, porque para
el animal que vivía dentro de sus corazones cambiantes, los humanos y los
Psy no eran una amenaza. No al territorio de todos modos.

Soleil tenía las cicatrices para demostrar que las otras razas podían
causar un daño brutal.

La mirada comprensiva de Farah, tan sabia y gentil.

—Está bien, Leilei. Llegamos hasta aquí, ¿no? —Con la garganta


espesa mientras miraba hacia otro lado, Soleil dijo:

—Sí.

Un poderoso hilo de olor apareció, uno tan dominante que levantó


todos los pequeños vellos de su cuerpo. Cubrió su tropiezo fingiendo que era
un cordón suelto y arrodillándose para arreglarlo. Sus dedos temblaron.

—Tiene que ser el olor del alfa. —murmuró Farah, aunque Soleil ya
no podía verla—. Mortal, agresivo, una advertencia para los forasteros.

Lucas Hunter.
Soleil estaría muerta en una fracción de segundo si se encontrara cara
a cara con él. Como los pocos miembros sobrevivientes de su manada
estaban muertos, jóvenes y viejos e incluso los cachorros. ¿Cómo justificó
este alfa sus ejecuciones ante sí mismo? No era como si hubieran sido una
amenaza para él.

La mano de Farah en su hombro, sin peso.

—¿Estás segura, Leilei? —Con turbulenta preocupación—. Esta ira no


es lo que eres.

Con ojos ardientes, Soleil se puso de pie sin responder. No tenía


sentido.

Farah se había ido. Soleil trató de no pensar en eso, trató de no saber


por qué Farah estaba allí a veces, y otras veces se iba. Y por qué siempre
usaba la misma ropa. Soleil no estaba loca. Ella sabía la respuesta. Pero no
tenía que aceptarlo. No todavía.

Fue instinto escanear el área y asegurarse de que ella permaneciera


invisible como una cambiante. Casi ningún otro cambiante depredador
podría haber logrado esto, pero el gato de Soleil se había retirado hace tanto
tiempo que ya no llevaba su olor.

Humano.

Ella olía a humano.

Media persona.

Media alma.

Sus ojos se encontraron con los de un hombre al otro lado de la calle.


Un azul llamativo y fragmentos de palidez mezclados con un vívido cobalto,
sus iris destacaban contra el blanco apenas tocado por el sol de su piel, el
negro de su cabello cuidadosamente peinado el contraste perfecto.

Estructura ósea limpia y afilada, mandíbula cuadrada, una estatura


superior a un metro ochenta, podía llevar un traje tan fácilmente como lo
hizo con los vaqueros azules, la sencilla camiseta blanca y la chaqueta
sintética de cuero negro que llevaba en ese momento.

Y él la miraba directamente.

Su respiración se aceleró... cuando las garras pincharon contra el


interior de su piel, su gato saltó a un despertar repentino y violento. Sin
aviso, sin razón.

Simplemente estaba allí como no lo había estado durante más de un


año, enseñando los dientes debajo de su piel y mirando directamente al
extraño que hacía que su piel hormigueara, que le cortara el aliento.

Sus ojos amenazaron con cambiar a medias.

—No, no, no. —susurró mientras otra parte de ella sollozaba ante esta
señal de que no estaba rota permanentemente.

Un vistazo a su condición de cambiante y todo habría terminado.


Había leopardos en esta calle ahora mismo. Había visto al menos dos. No
parecían ser dominantes, pero eso no importaba. La verían como una
amenaza y alertarían de inmediato al dominante más cercano.

Quién la rastrearía con una dedicación implacable.

Más tarde, le dijo a su gata.

Ignorándola, se tensó en su piel, queriendo abalanzarse sobre el


hombre al otro lado de la calle como si fuera el pastel favorito de Soleil,
vainilla marmolada de fresa con crema fresca. Un hombre que se pareciera
menos a fresa y vainilla que no podía imaginar. Y, sin embargo, quería seguir
mirándolo, beber de la vista con una sed interminable.

Quizás necesitaba cuestionar su cordura después de todo.

Su gata gruñó dentro de ella.

—No —murmuró Soleil de nuevo.

Rompiendo el contacto visual no deseado que amenazaba el único


propósito que le quedaba, se deslizó a la izquierda de un hombre alto que
conversaba con dos mujeres. Ninguno de ellos cambiante y lo suficiente
como grupo para bloquear la vista.

Su corazón latía con fuerza, su piel estaba caliente, su pulso rugía en


sus oídos. Y su gata se enojó mucho con ella, a pesar de que había tomado
la única decisión racional. Era tan insistente en que tenían que volver con
el hombre que tuvo que apretar los dientes y luchar conscientemente, no
solo para mantener sus ojos humanos, sino para no darse la vuelta y
caminar directamente hacia él.

¿Ahora? le dijo a esa parte primitiva de ella. ¿Decides despertar ahora?

Paseando inquieta dentro de ella, la gata se abalanzó sobre su piel,


casi iniciando un cambio.

Soleil no maldijo. Yariela la había educado para ser una dama, pero
ella estaba maldiciendo un rayo azul dentro de su mente, incluso mientras
corría frenéticamente a través de los miembros conocidos de DarkRiver que
no eran leopardos. El hombre de ojos azules no había sido un cambiante,
de eso su gata estaba segura.

Psy o humano, entonces.


Pero no una persona que había sido identificada como parte de
DarkRiver por los medios de comunicación. Eso no significaba mucho.
Mientras que Lucas Hunter era visible en su posición como jefe de la
manada y como representante cambiante en el Acuerdo Trinidad, la mayoría
de los gatos mantuvieron un perfil bajo.

Le picaba la nuca; ella sabía que el hombre de ojos azules que había
despertado a su gato la estaba siguiendo. Él podría haber revuelto sus
neuronas, pero ella tenía que sacudirse para soltarlo, o todo habría
terminado. La única forma en que podía ganar contra DarkRiver era
sigilosamente, sola, no tenía ni de lejos la fuerza necesaria para llegar al alfa
y vengarse.

Había asesinado a sus compañeros de manada, destruido lo poco que


había quedado después del brote de Psy. Tenía que pagar.

—Leilei —murmuró Farah en su oído—. Sabes que no puedes matar.


Eso no es lo que eres. Te llevará a la locura.

No soy nadie, dijo en silencio, incluso cuando las lágrimas


amenazaban. La locura sería mejor que esto. Soleil estaba sola, la única
sobreviviente de una manada que alguna vez se llamó SkyElm.

Pero Farah no la dejó en paz.

—Tú eres mi mejor amiga, tú usas los colores más brillantes del
mundo, ríes hasta que todos sonríen y abrazas con tanta fuerza que es un
regalo. No eres una asesina.

Lanzando una mirada por encima del hombro mientras las palabras
de Farah la atormentaban, vio que el hombre de ojos azules permanecía al
otro lado de la calle, pero la estaba siguiendo.
Su gata se estiró dispuesta a empujar fuera de su piel, forzando el
cambio de una manera que nunca antes había hecho. Quería ir a él con una
desesperación salvaje.

—No. —dijo en voz baja, con las manos en puños hasta la blancura
de los huesos—. No hasta…

Fue entonces cuando el mundo se fue al infierno, los gritos rompieron


el aire mientras la gente caía de rodillas o directamente sobre sus rostros.
Huesos se rompieron, sangre se derramó y reinó el caos.

***

Ivan se estrelló sobre una rodilla en el duro asfalto justo cuando iba
a cruzar la calle, siguiendo a un fantasma. Lo único que lo salvó de una
rótula rota fue el instinto nacido de años de entrenamiento; había golpeado
su mano contra la pared de imitación de adobe del café por el que había
estado pasando y arrojó el peso de su cuerpo de esa manera, absorbiendo
la mayor parte del impacto con su hombro, brazo y parte superior del
cuerpo.

Estaría magullado, pero nada estaba roto.

Todo eso había sucedido en el espacio de una fracción de segundo, su


visión se volvió borrosa en el mismo momento. Entonces su mente comenzó
a deslizarse hacia una nada negra que le heló la sangre.

Sabía lo que era esto, una gran ruptura de PsyNet.

Y su mente quedó atrapada en el borde del precipicio. Si no se anclaba


a sí mismo, resbalaría y caería, su conexión con la PsyNet cortada con una
eficiencia brutal. En ese momento, moriría.

Los Psy no sobrevivían sin una conexión a una red psíquica.


Y la reconexión solo era posible si las vías psíquicas del cerebro
permanecían intactas. Una separación tan violenta los convertiría en nudos
inutilizables, las células cerebrales morirían en una onda de choque masiva.

Con los dientes apretados, disparó garfios telepáticos al tejido de la


PsyNet. Canto le había enseñado eso. Su primo mayor era un ancla, uno de
los elementos fundamentales de PsyNet, y se había propuesto enseñar a
todos sus primos primeros auxilios de emergencia. Una vez que quedó claro
que funcionaba, las anclas habían difundido esa misma información
libremente en la PsyNet.

La primera regla era hacer todo lo posible para aguantar.

Ivan no era tan poderoso psíquicamente como su primo cardinal, pero


alcanzó 8.9 en el Gradiente en su habilidad psíquica particular y
espeluznante. Su habilidad telepática secundaria fue un respetable 6.1.
Cuando usó este último para mirar el plano psíquico, todo lo que vio fue
horror. La PsyNet se deshilachaba a su alrededor, las mentes parpadeaban
a la velocidad de la luz.

Vida tras vida. Desaparecidas. Borradas.

Esto no era una ruptura.

Era demasiado profundo, demasiado negro, demasiado interminable.

No había posibilidad de supervivencia o reconexión.

Agarrando otra mente caída con una mano psíquica en un esfuerzo


por salvarla, canalizó incluso más energía en los ganchos de agarre... y luego
lo sintió. Algo… alguien, había agarrado sus ganchos y los había metido en
una parte tan profunda de la PsyNet que Ivan ni siquiera podía verlo.

Ancla.
No Canto. No Payal. Nadie que él conociera. Solo un ancla que
reconoció lo que estaba tratando de hacer y lo ayudó.

Ivan usó su estabilidad recién descubierta para literalmente lanzar la


mente sin ataduras más profundamente en la PsyNet, donde, dado que la
había atrapado antes de una ruptura total, se volvería a conectar
instintivamente. Los Psy fueron construidos para estar conectados a una
red.

La desconexión era el error.

Frente a él en el mundo físico, una mujer morena que había caído al


suelo jadeó y se sentó con un movimiento irregular. Ignorándola porque
ahora estaba a salvo, tomó otra mente, luego otra, luego otra.

En algún momento, se dio cuenta de que todas esas mentes ahora


estaban unidas a él por finos hilos plateados. No era inesperado con la
continua erosión de sus escudos. Se ocuparía de eso más tarde, los liberaría
de la misma manera que había aprendido a liberar a sus primos cuando sin
darse cuenta los capturó en su red cuando era niño.

Detrás de él, la brecha en la Red crecía y crecía, una brecha tan


grande que sabía que no podría arreglarse. Fue entonces cuando lo vio. Una
mente al otro lado de la línea divisoria a punto de deslizarse hacia el abismo,
a la muerte

Ni siquiera pensó en ello, simplemente arrojó un gancho de agarre


sobre la brecha y hacia esa persona. Se estrelló contra la mente y fue
agarrado con desesperación, mientras Ivan lanzaba otro garfio a la pieza de
la PsyNet más cercana a la otra mente.

La persona que se aferraba a él vio claramente lo que estaba haciendo


y fue lo suficientemente racional como para cambiar líneas telepáticas y
escalar de regreso a un terreno seguro al otro lado de la nada que era esta
fractura insalvable.

Un fino hilo plateado flotaba sobre el cañón, uniéndolos a los dos.

Araña, araña, mi hermosa araña.

Ignorando la inquietante voz cantarina de la memoria, Ivan agarró a


más personas en ambos lados de la brecha creciente. Una parte de él sabía
que no debería haber podido llegar tan lejos, no a través del espacio muerto
desprovisto de energía psíquica.

Al mismo tiempo, era consciente de que no sabía la mitad de su


historia genética, y la mitad que conocía había sido comprometida y
remodelada por una droga que se había filtrado en el útero y en las células
del feto que una vez había sido.

Nadie sabía lo que Ivan llevaba en su mente y en su sangre.

Tampoco había explorado completamente su habilidad secundaria


tóxica. Fue gracias a la abuela que fue clasificado solo como telépata; ella
sabía que cualquier otra clasificación lo marcaría y lo convertiría en un
objetivo para el Consejo. Ese cuerpo político ahora podría haber
desaparecido, pero la habilidad de Ivan permaneció tan despiadada y fría
como siempre. No tenía intención de usarlo como etiqueta, pero tal vez tenía
un beneficio secundario del que nunca antes se había percatado.

Hierro rico. Mojado.

Su nariz comenzaba a sangrar.

Juzgándolo como un signo de una sobrecarga psíquica menor,


continuó agarrando y arrojando tantas mentes como pudo. Incluso con todo
eso, nunca perdió la conciencia de la mujer a la que había estado siguiendo,
la compulsión de acercarse y descubrir si en verdad era ella, era tan fuerte
que había anulado cualquier otra necesidad.

Sus ojos eran oscuros, sus labios tan exuberantes como los que lo
habían besado, su piel era de un marrón medio familiar, y su cabello era
una espesa mata de negro como la tinta, sus rizos tan sueltos que parecían
ondas.

Pero, aunque tenía la altura de Lei, estaba dolorosamente delgada. No


la delgadez genética. La delgadez de comida insuficiente. La evidencia estaba
ahí en la falta de luz en su piel, la forma en que sus rasgos no encajaban
del todo bien.

Había huecos en sus pómulos, las cuchillas afiladas en lugar de


redondeadas, y no tenía ninguna cicatriz en la cara. Su ropa tampoco era
nada que Lei hubiera usado, una sudadera gris holgada y jeans que no le
quedaban bien.

Sin embargo, cada instinto le había dicho que la había encontrado.

Encontró a la mujer que lo había despertado... y luego lo dejó en la


oscuridad.

La suavidad de su cabello brilló bajo el sol de verano cuando ella corrió


hacia su línea de visión para ayudar a una mujer que se había estrellado
contra el suelo y se había abierto un corte en el cráneo.

A pesar de su aparente fragilidad, colocó un hombro bajo el brazo de


la mujer caída y la levantó de un solo golpe, aunque la mujer herida parecía
mucho más pesada que ella.

Cambiante.

Otra pieza del rompecabezas encajando en su lugar.


Su presa llevó a la mujer Psy a un lado de la calle y la depositó
suavemente contra una pared. El dueño de una tienda salió corriendo con
una caja roja estampada con una cruz, y la persona extrañamente familiar
que tenía que ser Lei, a menos que finalmente se hubiera vuelto loco, dijo
algo antes de sacar una gasa de la caja y sostenerla a un lado de la cabeza
de la mujer.

El tendero asintió y se hizo cargo de la presión, mientras que Lei corrió


hacia atrás para ayudar a otros que se habían derrumbado de formas que
causaron lesiones. Incluso con la mayor parte de su mente centrada en la
Red, Ivan estaba demasiado obligado por ella para no notar la forma en que
se movía, tan fluida, rápida y elegante.

De la misma manera que Lei se movía cuando jugaba con él. Esta vez,
sin embargo, tenía una ventaja, había estado en San Francisco el tiempo
suficiente para haber visto a muchos leopardos en movimiento; ella era un
gato, De qué variedad, no lo sabía, pero apostaría ese deslumbrante beso a
que su presa era felina.

Luego vio cinco mentes que saltaban por el borde del precipicio a la
vez a medida que el abismo se ensanchaba, y concentró toda su energía en
sujetarlas al mundo. A la vida.
Capítulo 1 1
El corazón de tu madre, mi niño, es una bestia fiera, indómita en su
voluntad. Los sanadores son así.

—Carlo Hunter a Lucas Hunter (2058)

Soleil ignoró el terror surgiendo en la parte trasera de la garganta,


ardiendo desde el interior mientras las personas continuaban cayendo a su
alrededor, y solo reaccionó. No pensó en el hecho de que estaba volando su
cubierta… ella era una sanadora; ayudar o no, no era una cuestión.

Su gata abandonó su rebelión, estuvo con ella en cada paso del


camino. Siempre eran y serían una en esto. En cuidar, en ayudar, en sanar,
esa era la naturaleza pura del alma de Soleil.

Supo en su interior que si la gata estuviese aún latente cuando el


mundo se fragmentó a su alrededor, hubiese despertado con una sacudida
llena de garras. Su retiro estuvo impulsado por el mayor shock que
cualquier cambiante pudiese sufrir, la perdida completa de su manada, pero
incluso ese shock traumático no pudo matar el impulso que era el corazón
de una sanadora.

Un hombre cayó con un enfermizo golpe a la cabeza que le dijo que


era muy tarde para ayudarle incluso antes de que lo comprobara,
encontrando un cuello roto. Dejándolo con una disculpa susurrada por
llegar muy tarde, corrió hacia las adolescentes que colapsaron como grupo.
Las cinco jadeaban, sus ojos completamente abiertos, las pupilas
expandiéndose para cubrir sus irises.
El corazón de Soleil retumbaba, su cabeza tirando hacia el hombre
que su gata ansiaba. Él se arrodillaba en el otro lado de la calle, su mano
apoyada contra la pared y sus ojos obsidiana.

Sin blanco, sin irises. Solo negro

Había visto ojos Psy hacer eso durante el peor día de su existencia, el
mundo repleto de dolor y muerte. Pero él no estaba fuera de control, no era
violento. La imposible y ridículamente perfecta línea de su mandíbula estaba
apretada, su cuerpo rígido en una concentración tan despiadada que era un
pulso en el aire.

Su gata se insinuaba, deleitada por él de una forma que era muy


familiar entre extraños, pero eso no era importante en este momento. Él
tenía que ser la razón por la que estas chicas estaban vivas. De todos los
Psy en la calle, era el único que estaba funcional… y aquellos ojos negros
contaban una historia.

Después de comprobar a las chicas para asegurase que no habían


sufrido heridas físicas, se movió hacia otra persona, su mente y acciones
dirigidas por años de estudio y práctica. Todo mientras la esencia de la
muerte permanecía en su boca, un eco susurrante de gritos aterrados en el
fondo de su cerebro.

Tanta sangre.

En ese entonces hubo tanta sangre.

Su manada diezmada por los Psy conducidos por la locura de una


infección psíquica. Aquellos que no tuvieron la intención de asesinar se
habían sacado sus propios ojos, aplastado sus propias cabezas contra las
paredes. Y habían estado tan callados, alguno de ellos. Horrífico y
sorprendentemente callados mientras se auto destruían en una fuente de
violencia.

Soleil peleó para ayudar a los que habían tornado la violencia hacia sí
mismos, literalmente ató la mano de una a la estación de bicicletas del
parque para detenerla de hacerse daño. La mujer pareció perdida… y luego
golpeó su cabeza contra el pavimento.

Soleil había escuchado su cráneo romperse como un huevo.

Estos Psy no se están volviendo locos, se recordó a si misma mientras


comprobaba un brazo roto, se están muriendo.

—Estarás bien, —le dijo al hombre con el brazo roto—. Solo quédate
aquí hasta que las ambulancias…

Su piel se tornó hielo sin advertencia, el aire escapando de su garganta


en un último jadeo tembloroso.

La gata siseó dentro de ella, Soleil casi dejó caer su brazo.

Casi.

Estaba lo suficientemente sana, lo suficientemente remendada en el


interior, para reposar gentilmente en el suelo su cuerpo que se enfriaba
rápidamente y pensar no como una mujer rota por la pérdida, sino como
una sanadora. Lo que había pasado no era normal, cuán rápidamente toda
evidencia de vida había sido succionada de él, cuán rápido su rostro perdió
color. Lo que sea que estuviese sucediendo a los Psy, era catastrófico.

Dejando de lado las imágenes de muertos apilados encima de ella, sus


cuerpos yendo de caliente a fríos, rígidos y duros mientras se desangraba
bajo su peso, se movió al siguiente individuo herido. Tuvo que correr
alrededor de un vehículo estrellado para hacerlo, vapor siseando desde su
c a p ó a r r u g a d o . E l c o n d u c t o r e s t a b a m u e r t o , s u c o l u m n a r et or ci da e n u n a
f o r m a p o c o natural.

P e r o n o m u y l ej os s e s e n t a b a u n a m u j e r a p u n t a l a d a c o n t r a u n p o s t e
d e luz, sus ojos verdes mareados. Aquel los ojos estaban fijos en el peligroso
extraño d e Soleil.

L a sang r e cu br í a u n l ad o d e s u rost ro d o n d e t u v o q u e h ab e rs e c aí do,


pero n o reaccio n ó c u an do Soleil s e arrodilló co n s u kit de pri m eros auxilios
p r e s t a d o . N o c o n t e n í a n i d e c e r c a l o s s u m i n i s t r o s e n s u p r o p i o kit, u n kit
q u e h a b í a d e s a p a r e c i d o d e l o q u e u n a v e z f u e s u e s p a c i o , p e r o sufi c i e nt e
para r e c o m p o n e r a las personas, p a r a m an t e n e r los respi rando has t a q u e los
param édi cos llegaran.

— Tienes un tajo grave en la mejilla, — le dijo a la mujer con la


co nf i a n za q u e p r i m e r o s u s pad res, y l u e g o Ya ri el a h a b í a n n ut r i do c o n u n a
calidez q u e Soleil ext rañaba cad a día.

R e b u s c a n d o dent ro del kit, recogi ó u n p e q u e ñ o aparat o.

— T e n g o u n a e n g r a p a d o r a b ási c a d e p u n t o s q u e v o y a usar e n ti, e s o


puede detener el sangrado. L o l am ent o pero no t engo gel adorm ecedor.

L a m uj e r conti nuó obs er v and o al extraño.

— Lo puedo sentir. — Habló con voz ronca— . Dentro de mí.


S os t eni é ndo m e a la vida. E s tan herm oso. F u e g o frío acristalado.

S u s pal ab ra s, s u c o n c e n t r a c i ó n c a si servi l d e b i ó h a b e r e r i z a d o c a d a
parte del cue rpo d e Soleil. E n s u lugar, la gat a l am i ó s u pata, fastidiada con
s u p a c i e n t e p o r q u e el e x t r a ñ o e r a d e S o l ei l . A p e s a r d e s u s p e n s a m i e n t o s
des qui ci ados (su gat a n o est uvo d e acu e rd o v e h e m e n t e m e n t e c o n es e
diagnosis) sanar venía primero. Así que usó la preocupación de la mujer
para comenzar a engrapar el corte.

Le tomó hasta la tercera engrapada para que la mujer se sacudiera y


respingara de dolor.

—Duele. —Sus ojos estuvieron repentinamente húmedos, la


ensoñación eliminada por el dolor.

—Lo sé, pero el corte es muy profundo para permitir que permanezca
abierto. —Lo que no le había dicho a la mujer era que antes de engraparle,
Soleil había sido capaz de ver en el interior de la mujer, un lado entero de
su rostro había estado abierto, agitándose.

Parecía que la rubia se había caído en una pieza afilada de metal


sobresaliendo del auto estrellado. Casi había cercenado la mitad de su
rostro. Pero los puntos minimizarían la cicatrización, y existían
procedimientos cosméticos para después.

Soleil mantuvo su mente en esa dirección. Médico, sanación. El


hermoso extraño.

Su gata ronroneó dentro de ella, más que feliz de concentrarse en él.

No podía permitirse pensar acerca de la muerte, acerca de cómo los


cuerpos se volvieron duros, fríos y comenzaron a oler. No podía pensar en
cómo las personas gritaban por ayuda cuando estaban siendo
despedazadas. Y no podía pensar acerca de cómo se había caído con un
hacha en su espalda y sangre en su boca, su rostro casi enterrado en el
rústico sueldo.

La esencia de tierra húmeda en sus fosas nasales.

El olor de la descomposición.
El peso aplastante de cuerpo tras cuerpo.

Apartando la memoria con una fuerza brutal, terminó de engrapar a


la mujer, sus manos resbalosas por la sangre al terminar. Utilizó el
desinfectante de fuerza médica en el kit para limpiarles rápidamente antes
de que se moviera a la siguiente persona. Porque esto no estaba ni siquiera
cerca de terminar. La gente todavía estaba cayendo, todavía muriendo.

En ese momento fue cuando vio a la mujer embarazada, su cuerpo


convulsionando.

Soleil se dejó caer a su lado, se las arregló para colocarla en una


posición de recuperación, y arriesgó su mano para asegurarse que las vías
respiratorias de la mujer estuviesen libres. La paciente se detuvo por otro
par de segundos antes de encogerse, su respiración irregular.

Sus ojos estaban empañados con un miedo profundo hasta los huesos
cuando se encontraron con los de Soleil, su piel de ébano resbalosa por la
transpiración.

—Mi bebé. Por favor. Ayuda a mi bebé.

Severas contracciones ondularon bajo la palma que Soleil colocó en el


estómago de la mujer.

—Soy una sanadora, —dijo con firme deliberación, su gata atenta. Los
nacimientos eran su parte favorita de la curación, pero no de esta manera,
con la madre cubierta en dolor, en miedo—. Solo haz lo que yo diga y tu
bebé estará bien.

Yariela le había enseñado que las madres en el parto respondían mejor


a la firmeza que a la gentileza.
—Necesitan saber que tú sabes lo que estás haciendo y de que estás
a cargo, chica, —la sanadora experimentada había dicho—. Especialmente
cuando tienes una cara joven tan bonita.

El rostro cicatrizado de Soleil nunca había sido exactamente bonito, y


estaba demacrado en estos días, pero continuó utilizando el consejo de
Yariela.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó, mientras colocaba sus dedos en


la muñeca de la mujer para sentir su pulso—. Soy Soleil. Mis amigos me
llaman Leilei.

La mujer tragó.

—Zoula

—Está bien, Zoula. Necesito que te sientes.

—Es muy pronto. —Zoula sollozó mientras permitía que Soleil la


colocara en una posición sentada contra la pared de una tienda.

—Ocho meses por lo que observo. —Soleil comprobó sus vitales de


nuevo, no le gustó lo que estaba sintiendo, pero mantuvo su tono uniforme
y plano—. Puede sobrevivir incluso fuera de un hospital.

Empujó las piernas de la mujer para que estuviesen dobladas por la


rodilla, luego se quitó su propio suéter para enrollarlo alrededor de las
rodillas de Zoula para darle una semblanza de privacidad.

No era como si a la mujer sollozante y asustada le pareciera importar.

—Voy a remover tu ropa interior, —Soleil dijo, agradecida de que Zoula


estuviese llevando un vestido suelto—. Seré cuidadosa.
—Por favor, sálvala, —Zoula le rogó—. Por favor. La amo. Se me
permite ahora. El Silencio ha caído. Se me permite amar a mi bebe. —
Desesperación en cada palabra.

Soleil utilizó un par de tijeras quirúrgicas desechables para cortar


delicadamente la ropa interior de la mujer, pero dejándolas debajo de ella.
Luego volteó hacia un hombre conmocionado sentando en la esquina
cercana.

—Necesito tu chaqueta.

Pálido y temblando, de todas maneras inmediatamente se la quitó y


la entregó. Doblándola, la remetió alrededor de la parte inferior de la mujer
embarazada. No tenía intención de permitir que el bebé tocara el asfalto,
pero esto también ayudaría a proteger sus guantes y manos de los rasguños.

No podía arriesgar desperdiciar incluso una onza de energía sanadora.

Un borbotón contra sus manos, demasiada sangre saliendo de Zoula.


Mierda.

—Tu, —le dijo al hombre de nuevo, asegurándose de que su voz


estuviese estable—. Llama a los servicios de emergencia ahora, dile que es
una prioridad. Mujer embarazada en peligro. Bebé en camino. —De esa
forma, los paramédicos sabrían lo que estarían enfrentado con este paciente.

El hombre sacó su teléfono con una mano temblorosa.

Confiando en que cumpliría su tarea, Soleil regresó a la suya.

—Puedes hacerlo, —tranquilizó a Zoula, quién se había quedado muy


tranquila. Demasiada pérdida de sangre. Demasiado trauma—. Te tengo, y
tengo a tu pequeño.
Cinco minutos luego, con los ojos de Zoula revoloteando y sufriendo
para permanecer abiertos, Soleil sostenía una diminuta bebé cubierta en
fluidos de parto. Emergió con sorprendente rapidez, como si el cuerpo de su
madre la estuviese expulsando porque tenía mejor oportunidad de sobrevivir
afuera que adentro de un cuerpo que tal vez convulsionara de nuevo.

Su llanto era tenue, de molestia y bienvenido.

Con su gata haciendo un feliz retumbar en su pecho, Soleil colocó al


bebé de inmediato en las manos de Zoula, sabiendo que el contacto sería
bueno para ambas, luego usó otro par de tijeras estériles del kit de
emergencia para cortar el cordón umbilical.

Un gato de los DarkRiver, un macho rubio, quién se había acercado


corriendo con una manta, le dio a Soleil un asentimiento que le decía que la
vio, la conocía, y lidiaría con ella luego. Cubrió a la mamá y al bebé en el
calor de la manta, mientras Soleil se hacía cargo del cuidado postparto. Lo
colocó en una bolsa grande de riesgos biológicos del kit en lugar de cualquier
otro lado, nunca desviando la atención de sus pacientes.

Zoula estaba meciendo a su bebé, una nueva luz en su rostro.

—Está viva. —Un susurró tembloroso—. Gracias. Oh, gracias.

—Tu hiciste todo el trabajo, mamá, —Soleil dijo, exhalando en un


callado alivio cuando una ambulancia chilló en la calle. Se detuvo a su
lado… gracias a los brazos agitándose del hombre que había regalado su
chaqueta.

Soleil esperó solo hasta que Zoula y su bebé estuvieron ambas en la


ambulancia antes de moverse a asistir a otro herido.

Lo que sea que hubiese pasado, aún continuaba.


Y el extraño con ojos de obsidiana continuaba arrodillado allí, sus
músculos tensos pero sus ojos escaneando el área. Jadeos de vida seguían
su atención. Esa mirada negra se encontró con la de Soleil por un instante
pasajero, un choque de poder ardiendo y frio control… y desde su gata, un
posesivo deslice.

Luego se fue, dejando a su gata de mal humor y su lado humano


sorprendentemente consciente de él de una manera de la que nunca fue
consciente de nada desde su despertar. Su aliento atrapado en su garganta,
su gata gruñona por ser incapaz de tocarlo.

Mío, gruñó. Mío.

Mirando fijamente a su gata, quién levanto su cola y su nariz en


altanería desafiante, corrió hacia una pareja de cambiantes que estaban
intentando asistir a un Psy anciano. Todo mientras, sin importar donde se
encontraba en la calle, sin importar si estaba frente a él o de espaldas, podía
señalar con exactitud la locación del extraño.

Como si dentro de ella existiese un faro en sintonía solo y


perfectamente con él.

Con un Psy con ojos tan negros como la noche.


Capítulo 1 2
Con todos los colapsos de los últimos tiempos, todas las fracturas, la
PsyNet se va aromper a pesar de todo. Mejor hacerlo de forma controlada.

—Payal Rao, representante de la coalición de gobernantes Psy y


director general de Rao Conglomerado (16 de junio de 2083)

Kaleb se había acostumbrado a lidiar con las rupturas de la red.

Las roturas aumentaron en frecuencia y destructividad desde el


surgimiento de los Escarabajos, poderosos Psy fuera de control que eran un
subproducto de la caída del Silencio. El protocolo del Silencio había
funcionado para una minoría de la raza Psy, las reglas y el blindaje riguroso
que se derivaban de ello creando un muro alrededor de sus mentes que
ayudaban a contener su poder caótico.

Antes del Silencio, estos mismos Psy habrían implosionado de niños,


quemándose en el infierno de sus habilidades. Pero el Silencio les había
permitido crecer hasta la edad adulta. Y estos Escarabajos adultos eran
viciosamente poderosos, y estaban en el camino de la muerte. La gran
mayoría de las mentes psíquicas no estaban hechas para procesar tanta
energía psíquica, se estrellarían y arderían bajo su peso.

Pero los escarabajos podían causar, y estaban causando, daños


masivos en el camino hacia la autodestrucción.

Ahora esto.

—Esto no es una ruptura, —le dijo a la mente oculta que estaba a su


lado en el negro estrellado de la PsyNet. Aden Kai, líder del Escuadrón
Flecha, había respondido al mismo tiempo que Kaleb, porque esta ruptura
no era nada normal.

—De acuerdo. —La presencia de Aden era un océano de calma en el


caos—. No podemos sellar esto.

—No. —Sería la primera vez que los dos no intentaban arreglar una
brecha—. Salvamos a los que podemos, reducimos la lesión de la Red en lo
posible.

Ya lo había estado haciendo incluso mientras hablaban, al igual que


Aden.

Ahora, con la decisión tomada, se separaron en diferentes direcciones.


Podía ver otras múltiples mentes fuertes en su vecindad, podía distinguir
las no entrenadas de las entrenadas. No importaba. El poder era el poder y
como los no entrenados se dedicaban a ayudar a las mentes a mantenerse
en la Red, no podían hacer ningún daño.

Dirigió su propia energía, la brutal energía de un doble cardinal, a


sellar el borde "deshilachado" de la PsyNet. No sabía cómo funcionaría el
sistema con ese enorme espacio negro más allá. La PsyNet siempre había
sido una única red contigua, una que abarcaba el globo. Hoy, un trozo
entero se había desgajado en una isla.

Y el foso alrededor de la isla crecía.

Un foso.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que la PsyNet seguía siendo


una entidad contigua: ya se estaba redirigiendo para fluir alrededor de la
isla. La PsyNet rodeaba la isla, pero las dos partes ya no estaban conectadas.
La negrura que las separabaestaba llena de nada, y estaba creciendo.
Fue entonces cuando lo vio.

Una mente brillando al otro lado, en el borde de la isla, antes de


desaparecer.Un escarabajo ardiendo en su propio poder.

¿Coincidencia o causa? Lo averiguaría y se encargaría de ello. En este


momento, tenía que detener la hemorragia de la Red, detener el río de la
muerte.

Una vez, habría sacrificado a esos extraños sin pensarlo, pero eso fue
antes de que Sahara le pidiera que los salvara. Y por ella, incluso la retorcida
oscuridad que había dentro de Kaleb buscaría la luz.

Payal, dijo mientras trabajaba. ¿Se ha separado la isla del cuerpo


principal de la PsyNet en todos los niveles?

La mujer que representaba la Designación A, la base de la red, tardó


varios segundosen responder. No está claro, dijo por fin. Oleadas masivas
en el sustrato, desgarros por todas partes. Tendremos que evaluar una vez
que las cosas se calmen. Lo que sí puedo decirte es que hemos perdido varios
anclajes en esa isla.

La parte fría y calculadora de Kaleb, un aspecto permanente de su


psique que Sáhara vio y de alguna manera aceptó, sopesó el potencial de lo
que acababa de suceder. Una isla, completa con anclas.

Era la prueba perfecta para saber si esa separación podía funcionar.

No lo habían hecho cuando se planteó la idea por la escasez de anclas,


y este acontecimiento no haría sino aumentar la escasez, pero si funcionaba,
el plan a largoplazo podría ser aguantar hasta tener suficientes anclas de
nueva generación para poner en marcha el plan en su totalidad.

Actualización. La nítida voz psíquica de Payal. Cuatro anclas perdidas


de la red principal. Daño estructural masivo. Colapso en cascada inminente.

C o n la m a n d í b u l a a pr et ad a e n el p l a n o físico, K a l e b d e d i c ó s u vas t o
poder psíquico a contener el efecto dom i nó. Pero aún vio una m ent e colgada
en el espacio m u ert o entre la P syNet y la isla.

S e det uvo sólo u n a fracción d e se gu nd o y c o m p r o b ó sus sentidos.

S i n e q u i v o c a c i ó n . Al l í h a b í a u n a m e n t e , u n a m e n t e c a m u f l a d a e n el
s i gi l o q u e s e e n c u b r í a e n r á f a g a s d e t e n u e l u z p l a t e a d a m i e n t r a s a p a r e c í a
p a r a a y u d a r a o t r a s m e n t e s . S u p r e s e n c i a d e s a f i a b a t o d a s l as l e y e s
psíquicas existentes. La s m ent es psíquicas sólo podí an existir e n u n espacio
psíquico, y el foso e ra pura nada. Sin hi l os psí qu i c os . Sin
biorretroalimentación. U n a negrura perfecta parecida al vací o del espacio.

P ero habí a al gui en col gado e n m e d i o del abi sm o; y c o m o ese alguien


pa r e cí a s e r u n al i ad o, K a l e b d e j ó d e l a do e s a r ar e z a p a r a o c u p a r s e d e ella
m á s t arde.

Aho r a m i sm o, tenía qu e evitar que la P sy Net cayera.


Capítulo 1 3
Preparada para una fisioterapia suave. El pronóstico es bueno, pero
llevará tiempo, sobre todo la pierna.

—Notas médicas sobre el paciente: Lei, 5:01 p.m., 9 de octubre de


2082

Soleil colapsó contra un árbol en la acera horas después de que


comenzara la pesadilla. Las manos le temblaban, el choque de adrenalina la
golpeaba con fuerza. Hacía al menos una hora que había gastado toda la
energía de su cuerpo. No importaba que no hubiera tenido que utilizar su
capacidad de curación: eso sólo funcionaba con los que estaban en manada,
y Soleil era una cambiante sola, con el corazón roto.

A pesar de todo, la presión sobre sus recursos había sido incesante,


paciente tras paciente crítico. No había cesado ni siquiera después de que
llegara la ayuda en forma de más paramédicos y de cambiantes con
conocimientos médicos.

Lucy, una loba rubia de SnowDancer que se había presentado como


enfermera titulada, se encontraba cerca de Chinatown en el momento del
incidente y había trabajado codo con codo con Soleil tras el suceso. Soleil
había apreciado mucho su tranquila competencia.

Ahora las dos estaban sentados contra ese árbol que había echado
sus raíces por laacera. En cualquier otro momento, la visión la habría hecho
sonreír.

—Eres como este árbol, —dijo Farah desde su otro lado—. Testaruda,
hermosa, que atraviesa todos los muros que la gente intenta levantar. —
U n a risa q u e hirió el corazón d e Soleil— . Y o era u n a p eq u eñ a g ru ñ o n a
cuando era un a cachorra, y aun así te convertiste en la am i ga de m i corazón.

— Bebe. — L a voz de Lucy, la otra mujer, indicando la botella de agua


cargada d e electrolitos q u e u n t endero habí a puesto en la m a n o d e Soleil— .
Casi h e vaciado la m ía.

S ol ei l b a j ó l a m i r a d a h a c i a l a botell a, c o n l a m e n t e al et arga da. Y s u


m e n t e e ra t o d o l o q u e t ení a e n s u b ú s q u e d a d e v e n g a n z a cont r a u n Gol i at .
L a c o m p r e n si ó n , po r m u y borrosa q u e fuera, f ue sufici ente pa r a q u e
levantara el frasco, abriera la tapa y vertiera el líquido en su garganta. C o m o
s a na do r a, e r a s u d e b e r as eg ur a rs e d e q u e est ab a p r e p a r a d a p a r a r e s p o n d e r
a u n a em ergenci a. H a b í a fallado u n a vez, n o había podi do salvar a ni ng uno
d e ellos. N u n c a m ás.

I n c a p a z d e v e r c ó m o m e t í a n a l os m u e r t o s e n l as b ol s a s p a r a
cadáveres, miró encambio a su regazo, su gata estaba demasiado agotada
p a r a di scut i r s u ret irada.

¿ S e h a rí an a ut o psi as a est os m u e r t o s c u a n d o s u c a u s a d e m u e r t e er a
tan clara c o m o el azul sin n u b es del cielo d e la tarde?

T o d o el p l a n e t a s a bí a q u e c u a n d o l os g r u p o s d e P s y c o l a p s a b a n s i n
previo aviso, tenía q ue ver con u n fallo en su red psíquica mundial. Soleil se
p r e g u n t a b a a m e n u d o p o r q u é l a P s y N e t h a b í a s i d o u n sec r e t o t a n g r a n d e
para em pezar: n o era c o m o si los h u m a n o s o los cam bi ant es pudi eran entrar
e n e s e e s p a c i o p s í qu i c o y h a c e r d a ñ o . S ó l o l as m e n t e s p sí q u i c a s t ení an l a
capa ci dad d e ac ced e r a ella.

— Leilei, ¿ q u é h a c e s a q u í ? — P r e g u n t ó L u c y c o n la faci l i dad d e u n a


am i s t ad forj ada en elfuego — . S a be s q u e estás infringiendo n uest ras leyes.

Soleil j u gó c o n la etiqueta d e s u botella, pe qu eñ os t rozos d e confeti a


juego con las ruinas de su plan de venganza inducido por el dolor.

—¿Me ejecutará DarkRiver?

Con las cejas fruncidas por debajo de los mechones de pelo que se le
habían escapado de la coleta para pegarse a su piel húmeda por el sudor, y
los ojos de color castaños con un filo lobuno, Lucy le lanzó una mirada
desconcertada.

—Eres una sanadora, —dijo, como si eso fuera una respuesta.

Soleil no lo entendía, pero de repente tuvo otra prioridad, su cabeza


se levantó y sus ojos se dirigieron directamente al hombre Psy con el que su
gata estaba obsesionada; fue como si hubiera activado un emisor que
encendió la desconcertante baliza de búsqueda en su cerebro felino.

Su gata rondaba en el primer plano de su conciencia.

Frunció el ceño ante sus intentos de tomar el control, pero se alegró


de ver que el desconocido había relajado por fin su postura de atención.
Mientras lo observaba,él se desplazó para sentarse contra la pared, con la
mano apoyada en la rodilla levantada de una pierna y la cabeza apoyada
contra la pared. Se había quitado la chaqueta en algún momento y ahora
sólo llevaba los vaqueros y la camiseta blanca, sus pies calzados con botas
negras de cordones.

Como si hubiera sentido su escrutinio, sus ojos se abrieron sin previo


aviso, fijos en ella. Ya no eran negros, sino una mezcla abrasadora de azules
que le heló la sangre y hacía que su gata se restregara contra su piel,
instándola a acercarse, a olfatearle.

¿Olerlo?

Soleil estaba horrorizada. Yariela no la había educado para ir por ahí


oliendo a hombres al azar. Incluso los padres de Soleil, de espíritu libre, se
habrían sorprendidopor la idea. Pero impulsada por su insana gata, inhaló
profundamente, como si pudiera captar su olor en el aire, averiguar la razón
de su respuesta primitiva.

Lo que sintió fue sangre fresca, y aunque estaban rodeados de


carnicería, supo que era de él.

Su gata gruñó. ¿Cómo se atreve a estar herido?

Se puso en pie con dificultad y le dijo a Lucy:

—Está bien, —cuando la otra mujer empezó a levantarse—. Trabajo


rápido.

Dado que pronto se marchitaría a una prisión de DarkRiver, tal vez


fuera a olfatear al hermoso y peligroso desconocido para satisfacer a su gata.
Un pequeño trozo de salvajismo felino en medio de todo este horror, un
recordatorio de que su gata siempre caminó al ritmo de su propio tambor,
aunque nunca antes se había fijado en un extraño.

En primer lugar, abrió el botiquín de primeros auxilios, mucho mejor


surtido, que le había proporcionado un paramédico. Estaba casi vacío, pero
consiguió encontrar un par de gasas. Las cogió y cruzó la calle con el sonido
de las cremalleras cerrándose sobre las caras de la gente.

Su estómago se revolvió. Su gato se estremeció.

No mires. No pienses. No recuerdes.

Las órdenes se convirtieron en un mantra dentro de su cabeza, y llegó


hasta el desconocido que no le había quitado los ojos de encima. Volvió a
pensar en lo guapo que era, ridículamente guapo. El tipo de guapo que
dejaba en ridículo a las mujeres. Su gato gruñó y volvió a dar un zarpazo.
Mío, gruñó.

Demasiado cansada para luchar contra la bestia salvaje que era la


parte más primitiva de su naturaleza, o para mantener los pies, cayó de
rodillas frente al desconocido en un descenso apenas controlado.

Sacando una mano con un movimiento casi tan rápido como el de un


gato, le agarró el brazo para estabilizarla. Soleil vio estrellas. Estrellas de
verdad. Pinchazos de luz deslumbrante contra una inmensa negrura.
Mientras tanto, su gata se acicalaba. Un poco más y estaría batiendo las
pestañas.

El desconocido la soltó cuando ella hizo un ligero movimiento de


alejamiento. Su gata no estaba contenta. Ella debía olfatearle, no rechazarle.
Unas cuantas cariciasde su mano por su pelaje también serían aceptables.

Loca, se estaba volviendo loca.

Pero ella se quedó. Y levantó la gasa.

—Tu nariz.

Un parpadeo, como si no se hubiera dado cuenta de la hemorragia


que apenas había comenzado, antes de aceptar el ofrecimiento y utilizar la
gasa para aplacar el flujo desangre.

—Gracias. —Sus ojos eran aún más llamativos de cerca, eléctricos en


su atención.

Sus propios ojos amenazaban con semi cambiar bajo la fuerza de la


voluntad de la gata.

—Está medicado, —dijo, con una ligera aspereza en su tono que


provenía de ese mismo gato—. Debería ayudar a curar cualquier
traumatismo menor.

Por lo que había aprendido al vivir junto a los Psy durante gran parte
de su vida,y debido a los canales de información más abiertos de los últimos
tiempos, esas hemorragias nasales en Psy solían augurar un uso excesivo
del poder, pero eso no significaba que la hemorragia en sí misma no fuera
el resultado de la rotura de vasossanguíneos y similares. En el peor de los
casos, podría ser un signo de un traumatismo cerebral importante.

Levantó dos dedos.

—¿Cuántos?

Era consciente de su entorno y no había sufrido lesiones evidentes,


razón por la cual los paramédicos lo habían pasado por alto, peroeso podía
ser una falsa impresión, su cerebro desangrándose por dentro.

—Dos, —dijo, continuando observándola con un enfoque implacable


que, en un cambiante, habría sido un desafío—. No tengo una lesión
cerebral.

La gata de Soleil quería mantener el contacto visual, quería


demostrarle que no era una sumisa, pero la sanadora que había en ella tenía
otra prioridad. Ignorando su autodiagnóstico, continuó con el procedimiento
para comprobar su agudeza mental ysus reflejos.

Cooperó sin ninguna emoción en su rostro. El silencio, el


espeluznante protocolo que había condicionado la emoción de los Psy
cuando eran niños, había caído, al menos según la Coalición Gobernante de
los Psy. Pero comparado con los cien años que duró, no había pasado más
que un latido desde la caída.

Muchos, muchos Psy permanecían fríos y apagados.


Soleil no los culpaba. Los sentimientos eran duros incluso si los
habías sentido toda tu vida. ¿Cuánto más difícil debe ser para las personas
a las que se les ha enseñado a reprimir toda emoción desde la infancia?

Soleil había aprendido a sofocar su tristeza y su miedo cuando era


niña. Sin Yariela, habría crecido hasta convertirse en una criatura frágil
dentro de un caparazón pétreo. Se preguntó si este Psy había tenido una
Yariela en su vida.

—Setecientos cuatro, —contestó con el mismo tono frío que había


utilizado en todomomento, esta vez en respuesta a una complicada pregunta
matemática.

Contuvo un escalofrío, segura de que la voz de él podía suavizarse de


un modo inesperado que le haría doblar los dedos de los pies. Esos labios
firmes también podían ser cálidos y... Cortó la dirección alucinante de sus
pensamientos con un movimiento brusco de la cabeza. Es sólo el impacto de
su rostro, se dijo a sí misma. Lo suficientemente bonito como para hacerla
perder el sentido común.

—Bien, —dijo después de toser, mientras su gata se lamía la pata en


lugar de lamerlo a él—. Si no supiera ya la solución, no habría sido capaz
de responder a esa sin una calculadora.

—Aprecio la preocupación, —dijo él de una manera tan carente de


emoción que habría sido fácil descartarla como algo sin sentido... pero aún
podía sentir sus ojos sobre ella. Como si fueran láseres que se clavaban en
su cara.

—Sólo hago mi trabajo como sanadora, —dijo con una voz áspera, y
luego se desplazó para desplomarse contra la pared junto a él, con los
hombros separados por unos pocos centímetros. Lo suficientemente cerca
como para poder respirar su aroma.Olerlo. Y oh, olía bien.
***

Ella no lo conocía.

Y no se había equivocado. Se trataba de Lei. Ivan nunca confundiría


esos ojos inteligentes, la curva de sus labios, la forma de su cara, pero, sobre
todo, la forma amable que tenía cuando ayudaba a alguien que estaba
herido.

Ivan no necesitaba la confirmación, pero ahora también podía ver su


cicatriz. La había cubierto con maquillaje por razones propias, pero ese
maquillaje se había desgastado bajo el estrés de las horas pasadas,
revelando la familiar línea estriada que marcaba su piel.

No era una pretensión, su falta de memoria. Nadie era tan buen actor.
Esto era trauma. Podía ser físico o mental. Sus heridas habían sido
catastróficas, y no era desconocido que un superviviente de heridas tan
terribles no recordara los acontecimientos ocurridos en las semanas
anteriores a su lesión.

Ivan ni siquiera existía como fantasma para Lei.

El corazón que había creído arrancar y enterrar cuando ella lo dejó se


deformó, se retorció y se rompió. Todo era para bien, se dijo a sí mismo. Ya
no era el hombre que había sido cuando se conocieron, no podía ofrecerle
nada más que un descenso a la oscuridad.

Sin embargo, no pudo evitar trazar la silueta de su perfil, bebiendo de


su presencia con una necesidad voraz que resultaba muy peligrosa. Con los
hombros caídos por el cansancio o no, Lei tenía una presencia innegable y
marcada. Pero sus heridas y sus secuelas habían dejado una marca, y esas
marcas no eran sólo físicas.
La Lei que había conocido había... brillado.

Esta Lei estaba... acurrucada en su interior, con toda su luz oculta al


mundo.

Su mano permanecía sin apretar, plana, pero en su interior, la araña


se flexionaba hacia fuera con una ira fría y oscura. Había tanto que no sabía
de Lei, tanto que ella nunca le había contado antes de que decidiera que no
lo quería después de todo, pero una cosa había aprendido hoy mientras la
observaba moverse.

—Ocelote, —dijo, porque tenía que empezar por algún sitio en el árbol
genealógico delos felinos.

Su cabeza se dirigió hacia él tan rápido que era inhumano, felina, y


sus ojos ya no eran de color marrón intenso. Las pupilas negras, ligeramente
alargadas, frente a unos iris pálidos de color marrón leonado, rodeados de
un anillo de luz dorada, miraban a los suyos, el animal que era su otra mitad
emergiendo a la superficie. Quiso creer que el gato lo conocía, que lo
recordaba, pero eso era un pensamiento mágico, y nadie llamó nunca a Ivan
algo que no fuera duramente práctico.

Los ojos abriéndose de par en par, la respiración entrecortada... y


luego una sonrisa tan deslumbrante que le golpeó en las tripas. Una fuerte
sacudida de cabeza... antes de llevar la mano hacia su rostro.

La araña se congeló.

También lo hizo Ivan.

Permitió que ella le tocara la mejilla con las yemas de los dedos, y que
la sensación le atravesara con la fuerza de una bala disparada a
quemarropa. A pesar del caos interior, permaneció inmóvil, porque
reac ci onar serí a r o m p e r l as c a d e n a s q u e lo m a n t e n í a n a raya.

— T e c o n o z c o . — U n est ru en do felino, s u s ga rras s al i e ndo p a r a


apoyarse e n su piel— . ¡Oh, debería haber escuchado a m i g ata! — L a
realización surgi endo, la apari ción fuga z d e los colores vibrantes d e ella— .
Estrellas e n la oscuri dad. Hi l os d e plat a e n m i m ent e. E r es t ú .

El h e m a t o m a dentro de su cerebro, que nunca se había curado del


todo, volvía a latir, pero n o dolía. Le... ardía. P o r ella. Querí a creer q u e ella
había recordado todo, y que si empre habí a tenido la intención de volver c o n
él, pero n o lo estaría m i r a n d o c o n tanta i nocenci a si lo supi era t odo.

Era m ej or así, se recordó a sí m i sm o . M u c h o mejor.

L a s c o s a s h a b í a n c a m b i a d o a p e o r d e s d e el b e s o q u e le h a b í a
c a m b i a d o p a r a si e m pr e. Y a n o er a el h o m b r e q u e s e h ab í a a t revi do a so ñ ar
e s o s s u e ñ o s . N o , a h o r a er a u n m o n s t r u o a p e n a s a t a d o , s u t i e m p o c o m o el
Iv a n q u e s u f am i l i a c o n o c í a , y el Iv a n q u e L e i h a b í a c o n o c i d o u n a ve z, e n
u n a a g u d a c u e n t a at rás h a c i a el final.

P ero n o vio n a d a m a l o e n decirle a Lei u n a cosa. P odría llevarla a


confi ar e n él. E n t o n c e s p o d r í a ayud a rl a, cui darl a. P o r q u e resul t aba q u e n i
siquiera la m on st ru o sa a raña q u e llevaba dent ro podí a soport ar verl a sufrir.

— Te encontré en la nieve, — dijo, con voz áspera.

L o q u e n o di j o es q u e e n t o n c e s la h abí a perdi do. P e r o est a ba viva, y


eso era lo que importaba. Respiraba, existía. Y ella se limitó a sonreírle co m o
si fuera la cos a m á s m aravi l l osa q u e j a m á s hubi era visto.

E r a u n a h e r m o s a m e n t i r a , f o r m a d a s o b r e la b a s e d e r e c u e r d o s
pe rd i do s, m a n c h a s d e s a n g r e o l v i d a d a s , p e r o I v a n n o i b a a re ch a za rl a . N o
c u a n d o l e q u e d a b a t a n p o c o t i e m p o c o m o Iv a n , c o m o el h o m b r e q u e L e i
había conocido en un bosque a más de mil kilómetros de esta calle. En lo
que a ella respectaba, él tomaría las sobras, las guardaría tan cerca como
un avaro con sus monedas.

—¿Te duele la pierna?, —preguntó—. Estaba muy destrozada.

—En el frío. —Las garras rozando su piel, su aliento suave mientras


se inclinaba hacia él... antes de retroceder con el ceño fruncido—. ¿Quién
eres tú?

Una demanda.

—Ivan. —Un hombre con una pesadilla en la cabeza y que acababa de


darse cuenta de que permitía que le arañara, que le marcara.

Como ya le había marcado aquel frío día entre los muertos, el moratón
no era un moratón, sino las marcas de las garras de un gato.

—¿Cómo te llamas?, —le preguntó, porque llamarla Lei sin


presentación delataría demasiado.

—Cuéntame lo que pasó ese día, —dijo ella en lugar de responder,


apartando sus garraspero continuando mirándole fijamente con unos ojos
que eran inquietantemente bellos—. Necesito saberlo.

Desencajado por la descarnada petición, con el suelo temblando bajo


él, se lo contó todo. Desde el momento en que la encontró, hasta el momento
en que "estrelló" su mente con la suya, haciéndola revivir.

—Mi gata te conoce, —dijo—. Como si estuvieras dentro de mí. —Otro


ceño fruncido, su mano subió a la sien antes de bajar—. ¿Dejaste algo
dentro de mí?

—Los Psy no pueden influenciar a un cambiante de esa manera, y si


dejé algo, habría sido capaz de rastrearlo, de encontrarte. —En lugar de ser
perseguido por los sueños de un ocelote merodeando por su mundo.

Ojos entrecerrados.

—Algo pasó ese día.

—Sí. —Imposible ignorar eso cuando le estaba costando toda su


voluntad no tocarla—. Pero no puedo decirte qué, aunque creo que es al
revés.

Cogiendo una caja de barritas energéticas que le ofrecía un tendero


que las estabarepartiendo a todos los rescatados, la abrió y le puso varias
barritas en el regazo.

Y pensó en su picnic a la luz de las estrellas y en la comida que ella le


había hecho probar, un momento que repasó tantas veces que el recuerdo
estaba congelado en una bola de cristal en su mente.

—¿Al revés?, —murmuró ella cuando él no continuó—. ¿De qué estás


hablando?

—Creo que dejaste algo en mí. —Una cosa de piel y dientes que le
había perseguido cada día desde entonces.
Capítulo 1 4
Los incidentes del síndrome del escarabajo siguen aumentando en la
población general.

—Discurso de la Dra. Maia Ndiaye, PsyMed SF Echo, ante una


asamblea virtual deprofesionales médicos del Cuerpo Médico Unido de las
Islas del Pacífico

El Consorcio no puede funcionar como una unidad cohesionada sin


un liderazgo sólido. ¿Dónde está el arquitecto que nos vendió esta factura?

—Pregunta prioritaria de un miembro del Consorcio (sin respuesta)

La arquitecta que se había convertido en la Reina de los Escarabajos


estaba satisfecha.

—Lo han hecho bien, —dijo a aquellos de sus hijos que había
seleccionado para esta tarea.

No respondieron, no pudieron responder, sus mentes estaban


demasiado ocupadas realizando el trabajo que les había asignado. Ella
también tenía su propia tarea, la más crítica de todas. Volvió a sentarse en
la silla de su oficina en el plano físico y liberó todo el poder de su mente en
el plano psíquico.

Y esta vez, ninguno de los Psy, esa vieja y débil raza, pudo verla.
Capítulo 1 5
P s y , h u m a n o s , c a m b i a n t e s , l as t res r a z a s s e p a s a n l a v i d a b u s c a n d o
y r e s a l t a n d o l a s di fe r e n c i a s , c u a n d o l a v e r d a d e s q u e s o m o s m u c h o m á s
parecidos d e lo q ue n o som os.

— Extracto de "Reflexiones sobre la identidad" de Keelie Schaeffer,


Doctora, Antropología y psicología trimestral (marzo de 2074)

— T o d o s s a b e m o s q u e l os s a n a d o r e s t i e ne n u n a h ab i l i d a d a n á l o g a a
la psíquica.

S ol ei l l e m i r a b a fi j a m en t e , a e s e h e r m o s o d e s c o n o c i d o q u e le h a b í a
permitido tocarled e u n a fo rm a d em a si ad o íntima entre perso na s q u e sólo s e
ha bí an vi sto u n a vez , m i e nt r as u n o d e ell os est aba i nconsci ent e. E n cont ra
d e l o q u e pudi era cr eer s u gata, eso n o c ont ab a c o m o u n a rel ación.

C o n la nariz en el aire, s u gata m o v i ó la cola.

— S on los P sy los que juegan con las mentes, — dijo ella, y se obligó a
apartar l a vista del l lam ati vo azul d e s u m i r ad a — . N o intentes nada.

— S i h u b i e r a p o d i d o , t e h a b r í a e n c o n t r a d o , — di j o d e n u e v o — . T e
busqué, pero te habían trasladado sin registro de envío. Y no figurabas c o m o
ocelote de S kyE l m . ¿Estabas visitando a tu familia allí?

L a e x t r a ñ a al egrí a d e s a b e r p o r q u é l e resul t ab a t a n f am i l i a r s e h i z o
a ñ i c o s c u a n d o l as c o s a s s e a g i t a r o n y s e r e t o r c i e r o n d e n t r o d e S ol ei l . N o
p u d o r es po nd e r, s u gat a t a m b i é n e n m u d e c i ó p o r d ent ro. E r a u n dol o r p ar a
el q u e n i n g u n a p a r t e d e el l a t e n í a p a l a b r a s . U n a c o s a e r a s a b e r q u e n o t e
q u e r í a n e n t u m a n a d a , y ot r a q u e t e r e c h a z a r a n c o n t ant a s a ñ a .
S u alfa la h ab í a r e p u d i a d o m i ent r as est ab a i n de f en s a y rota.

U n revuel o a s u l ado qu e era electricidad e n el aire. —

Necesitas comer.

Los dedos de Soleil apretaron el rojo frío de la barra de energía que n o


abrió c o n los oj os puest os e n el p a n o r a m a q u e tenía del ante. L a derrot a era
u n martillo q u e caía sobre sus hombro s. N o había forma d e q u e pudiera
salir a e s c o n d i d a s d e est a calle, y m u c h o m e n o s ac erc ars e s i gi l o s am ent e a
L u c a s Hunt er.

L o s p a r a m é d i c o s p u l u l a b a n p o r l a z o n a , al i g u a l q u e l o s civiles... y
m uc ho s, m u c h o s m i e m b r o s d e DarkRi ver.

— Oh, Leilei, — m urm uró Farah desde su lado— . Sabes que nunca ibas
a d e r r a m a r s u sang r e. T ú curas. N o ases i nas.

Era mi deber como úni ca superviviente, quería decir, quería


argumentar.

N o qued a nadi e m á s para vengarse, p a r a obtener respuestas. P e r o se


q u e d ó callada: habl ar c o n gent e invisible era al go q u e solía guardar p ara la
tercera cita.

F a r a h s e rió, p o r q u e es e er a s u tipo d e h u m o r .

S o f o c a n d o u n a ri sa e s t r a n g u l a d a , S o l e i l s e t r a g ó l a a n g u s t i a q u e l a
desgarraba y se obligó a abrir el envoltorio de la barrita energética. S e obligó
a n o pensar e n la e n o r m e carcajada d e su m e j o r amiga, ni e n q u e n u n c a
m á s volvería a a s o m arse a s u guarida par a ver a Farah, peq ue ña , inteligente
y rápida, co rri endo pa r a com p art i r u n c h i s m e perverso.

— M i r a r f i j am e n t e n o h a r á q u e la e n e r g í a ent r e e n t u c u e r p o , — di j o
Ivan.

Los hombros de Soleil se endurecieron.

—Tampoco lo será meterlo en un lugar pequeño y sin sol en el tuyo,


pero seguro que me sentiría bien después.

Ivan se volvió para mirarla, con la mirada sin pestañear.

Su gata, por su parte, cacareaba. La parte humana de Soleil estaba a


la vez asombrada y horrorizada. Ella no iba por ahí diciendo ese tipo de
cosas, aunque siempre había tenido un temperamento rápido cuando
alguien la presionaba. Pero... ese temperamento se había congelado el día
que su mundo cayó.

Excepto, al parecer, por este extraño que le había salvado la vida.

Probablemente debería haberse disculpado. Sin ánimo de hacerlo,


aunque sabía que élno había dicho nada que mereciera una respuesta tan
mordaz, dio un gran mordisco a la barrita energética y la masticó.

Ivan volvió a su propia barra, su concentración en terminarla


metódicamente. Intentó no observarlo con el rabillo del ojo, pero era
imposible. Era consciente decada uno de sus movimientos, desde la forma
en que sus ojos seguían su entorno hasta la forma en que los fuertes
músculos de su garganta se movían al tragar.

Parpadeos de estrellas en su mente, serpentinas de plata que hicieron


que su gata seabalanzara.

Lo que sea que haya hecho ese día en el campo, los vinculó de alguna
manera. Era difícil de entender, pero el instinto y el sentido común le decían
que no lo había hecho a propósito. ¿Qué razón tendría un psíquico poderoso
para unirse a una cambiante rota?
No importaba cómo lo mirara, no podía encontrar una respuesta
racional a esapregunta.

Y se dio cuenta de que lo estaba mirando de nuevo, como si fuera su


Estrella del Norte personal. Sus pómulos eran hojas de cuchillo contra el
blanco frío de su piel, sus mejillas huecas. Sus ojos brillaban. Haría falta
algo más que unas cuantas barras de nutrientes para compensar el alto
precio físico que había pagado por hacer lo que fuera que había hecho.

—¿Cómo mantuviste viva a tanta gente?, —preguntó.

—Los agarré y lancé de nuevo a una parte estable de la PsyNet, lejos


de la parte que se estaba colapsando bajo nosotros.

Una explicación sencilla pero precisa. Un Psy en un programa de


noticias había descrito una vez la PsyNet como un interminable mar negro
lleno de estrellas. Hoy, las estrellas habían gritado al caer en un abismo.

Era una imagen espeluznante.

Se volvió para clavarle esa mirada gélida que hacía que su loca gata
quisiera lamerlo.

—Nunca me dijiste tu nombre.

—Soleil Bijoux Garcia, —dijo, porque el tiempo de las tácticas de sigilo


había terminado—. Mis amigos me llaman Leilei. —Le señaló a él—. Puedes
llamarme Soleil.

Sea lo que sea esto, no era amistad.

—Soleil Bijoux, —dijo Ivan, como si estuviera probando el nombre—.


¿Tesoro del sol?
Una puñalada en su interior, la voz acentuada de su madre
cantándole una nana.

—Te llamaré Lei, —dijo.

Se quedó con la boca abierta.

—No lo harás. Nadie me llama Lei. —Pero frunció el ceño e inclinó la


cabeza, casi capaz de oír el débil eco de una voz que la había llamado
exactamente así. Permaneció frustrantemente fuera de su alcance, un
recuerdo fantasma que no pudo capturar, parte de la brecha negra de un
mes en su mente que no había sido capaz de llenar.

Si Melati no le hubiera dicho que Soleil estuvo de visita justo antes de


la masacre, Soleil nunca lo habría sabido. Pero a pesar de que su amiga,
una amiga que había hecho cuando tenía nueve años y que, de alguna
manera, había conseguido cultivar hasta la edad adulta, le había mostrado
fotografías de aquella visita al pueblo texano de Melati, el cerebro de Soleil
se negaba obstinadamente a recordar.

A veces, Soleil podía jurar que su mente no quería recordar, como si


lo que habíasucedido durante ese tiempo le hiciera daño. Sin embargo, eso
no tenía sentido.

Melati había dicho que lo habían pasado bien juntas, aunque no había
podido suplir las horas que habían pasado separadas mientras Melati se
dedicaba a su pequeño negocio.

¿Fue la amiga de la infancia de Soleil quien acortó su apodo?Su gata


gruñó en desacuerdo.

Frustrada, lo dejó por ahora y volvió a mirar a Ivan.

—Soleil, —dijo de nuevo, con los ojos entrecerrados—. Me llamarás


Soleil.

N o se encogió de ho m b ro s en respuesta a su afirmación, p ero bien


podría haber hecho el movimiento, p or la form a en que s u expresión cam bi ó
c o n la m a y o r sut i l ez a p a r a deci rl e q u e n o i b a a ced e r. P e r o l o q u e di j o n o
tenía n a d a q u e v e r c o n s u n o m b r e .

— Parece que el alfa de DarkRiver ha llegado.

— L o sé. — Soleil había percibido a Lucas Hunt er m u c ho antes d e qu e


Ivan lo viera, el animal qu e llevaba dentro respondí a al poder violento d e u n
h o m b r e h e c h o para dirigir u n a m an ad a . C a d a u n o de los pelos d e s u cuerpo
s e eri z ab a , s u s t ri pas e r a n u n a b o l a a p r e t a d a .

E n t o n c e s a hí est aba.

L u c a s Hunt e r , el ase si no d e l os úl t i m os m i e m b r o s supe rvi vi ent es d e


s u m a n a d a , s e a g a c h ó frent e a ella, c o n s u piel d e u n d o r a d o a p a g a d o y s u
c a m i s e t a b l a n c a e st i r a d a s o b r e l o s a n c h o s h o m b r o s . S u s m u s l o s s e
ap r et ab an cont ra el azul d es c ol o ri do d e sus v a q u e r o s y el n e g r o d e s u p el o
le t oc ab a l a n u ca . L o s oj os d e col or v e r d e pant er a l a escudr i ñaron, y la l uz
s e reflejó e n las m a rc a s e n f o r m a d e garra q u e m a r c a b a n el l a do de r e cho d e
s u cara. Es as m a rc a s lo convertí an e n u n cazador, u n h o m b r e diseñado para
abati r i ncl uso a ot ros dep r ed a do r es.

E s e fue el m o m e n t o e n el q u e Soleil acept ó q u e n u n c a podrí a haberl e


derribado, q u e llevada por u n dolor enloquecido, n o había pensado e n la
d u r a real i dad.

Lucas no era M o nr oe , débil, egoísta y bl ando por falta d e


e nt re n am i ent o.

L u c a s era el e p í t o m e d e u n alfa d e s p i a d a d o . L e ha b rí a rot o el cu el l o


antes de que ella le hiciera un rasguño. Porque nunca se trató de un disparo
por la espalda, no, ella quería enfrentarse a él, quería que le dijera por qué
había hecho algo tan vergonzoso ysin sentido.

—¿Qué tan agotada estás, sanadora?, —dijo con una voz profunda
que llegó a lo másprofundo de su corazón de cambiante—. ¿Qué necesitas?

Su gata no pudo resistir la compulsión que era el poder de un alfa. —

Mis reservas están agotadas —dijo ella.

No era su alfa, pero seguía siendo un alfa, su dominio era brutal. Ella
podría haber resistido si hubiera estado ligada a otro alfa, a otra manada.
Pero no lo estaba. Estaba sola. Y una sanadora por su cuenta nunca podría
enfrentarse a un alfa de su fuerza.

Compararlo a él y a Monroe era irrisorio.

Sus ojos se entrecerraron y su mirada se fijó en la de ella. Se preguntó


si él conocía asu animal; ¿era ese el instinto de un alfa? Pero él no le hizo
esa pregunta, sólo dijo:

—No puedo transferirte el poder de la manada sin un vínculo de


sangre.

—Lo sé. —Ese era uno de los regalos de ser un sanador en una
manada: el alfa podía acelerar la recuperación de un sanador compartiendo
con él el poder de la manada, unpoder que fluía por las venas de un alfa.

Yariela le había hablado de la transferencia de energía cuando Soleil


se convirtió en su aprendiz.

—Te pedirán que aceptes un vínculo de sangre cuando cumplas


dieciocho años, —le había dicho, con el rostro marcado por las líneas de una
vida bien vivida—. Puedes negarte, por supuesto, pero ¿por qué lo harías
cuando puede ayudarte a sanar?

Pero Yariela había dejado de mencionar el vínculo cuando Soleil


cumplió los dieciocho años. Para entonces, ambas sabían que Monroe quería
que se fuera. La única razón por la que le había permitido quedarse era
porque le importaba a Yariela. Y la única razón por la que Soleil se había
quedado era porque amaba a Yariela y otros de la manada más de lo que
odiaba a Monroe.

Pero la abuela adoptiva de Soleil, su querida Abuela Yari, estaba


muerta ahora. Lucas Hunter la había asesinado. Era vieja, estaba cansada,
era una sanadora que vivió su vida al servicio de su manada. ¿Qué amenaza
podía suponer para este leopardo, poderoso y mortífero?

Sus manos se retorcían, las lágrimas se calentaban en sus ojos.

Un estruendo en el pecho de Lucas.

—No estás marcada por un alfa. ¿Has venido a pedir santuario?

Le miró fijamente, a ese hombre al que había venido dispuesta a odiar.


Era una salida que le estaba dando, una forma de eludir las leyes que
exigían que fuera castigada por violar los límites territoriales de DarkRiver.
Pero si ella decía que sí y él aceptaba supetición de santuario, entonces ella
sabía que él exigiría un vínculo de sangre. Un símbolo de su compromiso
con la manada y viceversa.

—No, —dijo ella con tristeza, porque pensó que podría haberle gustado
si no hubieracometido un crimen tan atroz. Al encontrar su mirada, buscó
la maldad en el verdepantera.

Los sanadores no eran sumisos, y había oído que los sanadores más
veteranos podían ganarle la partida incluso a su alfa, pero esos eran
vínculos complejos que ella nunca presenció. Ni siquiera Yariela fue capaz
de hacer que Monroe escuchara. No podía imaginar cómo podría ser de otra
manera, especialmente cuando el poder de Monroe no era nada en
comparación con el de Lucas Hunter.

Este hombre era letal más allá de lo que ella podría haber imaginado.

—No pido ningún santuario, —dijo ella, con la garganta espesa—. Sólo
pido respuestas. —Si iba a morir, moriría habiéndole obligado a enfrentarse
a la vergüenza de sus actos.

Con el ceño fruncido, volvió a gruñirle.

Y fue consciente de que Ivan se quedaba muy, muy quieto a su lado.

Los ojos de Lucas se dirigieron a Ivan al mismo tiempo.

—Me ocuparé de ti más tarde, Mercant.

Mercant.

Aspiró una bocanada de aire. Todo el mundo conocía ese inusual


apellido. Era el de la rubia gélida que dirigía la Red de Respuesta de
Emergencia, EmNet, para abreviar. Para la gata de Soleil era totalmente
lógico que su enigmático salvador perteneciera a la misma poderosa familia.

—Si crees que me voy a sentar aquí y permitir que hagas daño a Soleil,
es mejor que recalifiques tus suposiciones. —La voz de Ivan era
extrañamente... relajada. No tenía la frialdad que cabía esperar, pero eso no
eliminaba la amenaza de sus palabras.

Era un depredador de ojos fríos enroscado y preparado.


Soleil se preparó para la furia de un alfa. Por lo que había visto en su
abuelo, y luego en Monroe, a los alfas no les gustaba que los desafiaran. Y
aunque Ivan era sin duda poderoso, estaba agotado y estaban en el corazón
del territorio de los leopardos. Un solo movimiento de cabeza de Lucas era
todo lo que necesitaría para que varios depredadores cayeran sobre Ivan.

—Está bien, —dijo rápidamente—. Puedo cuidarme sola.

Lucas levantó una ceja con... ¿era diversión en su mirada?

Su gata arqueaba el lomo en señal de insulto mortal cuando dijo:

—Claro, pequeña sanadora, —como si ella no midiera 1,65 metros con


los pies descalzos—. Mientras te caes de bruces por estar tan drenada.

—Desde luego que no, —dijo ella, mientras esperaba que él no notara
el temblor de susmanos.

—Testaruda. Es como si todos hubieran nacido así. —Un refunfuño—


. Siéntate. Coman. Haré que les envíen bebidas nutritivas para los dos.

Se pasó una mano por el pelo y sus ojos captaron los de ella.

—Te veo.

Un murmullo bajo y profundo que hizo que su gata se pusiera en


guardia, porque esaspalabras habían sido destinadas al corazón animal de
ella, no a la parte humana.

—En cuanto a ti, —dijo, dirigiendo su atención a Ivan—, tendremos


una discusión largamente esperada. Hasta entonces, cuida de la pequeña
sanadora.

Una llamarada caliente en sus entrañas que arrasó con la razón.


— No soy pequeña.

Lu c as la cl avó c o n s u m irada.

— N o , — dijo l e nt am ent e — . N o lo eres, ¿ v e r d a d ? — U n a m i r a d a a la


barra aga rrad a e n s u m a n o — . H e di cho q u e c o m a s .

O d i a b a q u e s u g r u ñ i d o l a afect ara. L e v a n t a n d o l a b a rr a , m o r d i ó u n
trozo y masticó e n u n furioso silencio mientras L u c a s se levantaba y se
dirigía a hablar co n un a pelirroja alta co n vaqueros y cam i sa negra entallada
q u e p a r e c í a est ar c o n t r o l a n d o a l o s h u m a n o s t r a u m a t i z a d o s y a l os
c am bi a nt es n o depr e dadores d e la calle.

A q u e l l a p el i rroj a t a m b i é n e r a u n a g at a, s u g r a c i a e r a s i n u o s a m e n t e
felina. Y a pesar del el egant e corte d e s u ropa y d e las boni t as bot as negras
q u e llevaba e n los pies, erau n a sol dado. Soleil podí a verl o e n la frialdad d e
s u expr esi ón y e n la ágil m us cul at ur a d e s u cuerpo. T a m b i é n era al gui en d e
m a y o r r an go e n la jerarquía d e la m a n a d a, q u e era evi dent e por la f orm a e n
q u e i nt eract uaba c o n L u c a s .

S e d i o c u e n t a d e q u e l os d o m i n a n t e s s e n i o r d e D a r k R i v e r e r a n m á s
duros de lo que M on r o e había sido nunca. Olvídate d e Lucas Hunter; la
pelirroja por sí sola podría haberl o derri bado.

S k y E l m n u n c a t u v o u n a oport uni dad.

— P u edo sacarte de aquí. — L a v o z de Ivan era u n m u rm ul l o s ubvocal


qu e le est rem ecí al a piel.

Los favores siempre tienen un precio.

U n a d e l as co sa s q u e s u p a d r e h a b í a d i c h o a m e n u d o . A u n q u e p o d í a
s er ci ert o p a r a m u c h o s adul t o s, n u n c a l o e r a p a r a l os n i ñ o s . L o s n i ñ o s n o
llevaban la cuenta. T e d ab an sus tesoros sólo porqu e p en saban q u e esos
t es or os p o d r í a n h a ce r t e feliz, i n c l u s o si e r a u n a gal l et a q u e h a b í a n e s t a d o
es pe r an do p a r a c o m e r .

Soleil era la qu e m á s echaba d e m e nos a los niños.L e dolía el corazón.

— ¿P or q u é lo harías?, — le pregunt ó a este h o m b r e q u e n o s e parecí a


e n n a d a a e s a s a l m a s i noc e nt es.

— Porque te he salvado la vida, — dijo Ivan, la compulsión de estar con


ella no era m enos poderosa que la primera vez que se habían conocido; Soleil
q u e d ó inscrita e n s u vi da, p a r a n o s er bo rr a da j a m á s — . A h o r a e s m í a p a r a
proteger.

U n destello d e t em p e ra m e nt o e n un os oj os q u e eran d e ocelote, n o d e


humano.

— Yo... — Ella se desplomó, y sólo moviéndose con toda la velocidad de


q u e di sponí a l ogr ó at raparl a ant es d e q u e s e estrellara d e cos t ad o cont r a el
s u el o . C o m o est ab a , d e t u v o s u m o v i m i e n t o d e s c e n d e n t e c o n s u c a b e z a a
centím etros del asfalto.
Capítulo 1 6
Alfa

Sanador.

Centinela

Son los cimientos. El suelo firme sobre el que estamos todos.

—De Una historia de DarkRiver por Keelie Schaeffer, Doctorado


(proyecto en curso)

Era increíblemente ligera, demasiado ligera. Los huesos de los


cambiantes eran más pesados que los de los psíquicos o los humanos, y
Soleil era ligera teniendo en cuenta eso. Los huesos de los hombros,
revelados por la camiseta de tirantes, sobresalían de la piel, los brazos
apenas estaban cubiertos de carne y él podía sentir sus costillas contra el
brazo que había utilizado para evitar que se cayera.

—Mierda. —Lucas se agachó frente a ella mientras Ivan la enderezaba


de nuevo, sosteniéndola protectoramente a su lado—. Sabía que se había
drenado, pero esperabaque tuviera más reservas.

Los ojos verdes se posaron en Ivan, el poder del alfa una cosa de garras
y dientes, primitivo en su intensidad.

—Esta no es tu pelea, Mercant.

Ivan no se inmutó. No era así como funcionaba. Más bien, hizo un


análisis mental de sus reservas psíquicas, un recuento de las armas que
tenía en su cuerpo, y decidió que podría alcanzar un solo dispositivo de
choque pequeño antes de que Hunter lo decapitara.

No es suficiente.

Sin embargo, no soltó a Soleil, movido por un impulso de protección


que no tenía nada de razonable. No le importaba. No cuando se sentía
completo por primera vez desde que ella había salido de su vida.

—Ella no puede luchar por sí misma ahora, asíque tendré que ser yo.

Lucas lo miró fijamente durante un largo momento.

—Debería destriparte, pero resulta que no puedo destripar a un


hombre que se juega la vida para proteger a una sanadora.—Cosas ocultas
y no dichas en esa declaración, una referencia a información que Ivan no
poseía—. Te doy mi palabra de que no le pasará nada mientras esté bajo el
cuidado de DarkRiver, —continuó Lucas—. Necesita esos cuidados. Está
mostrando todos los signos de una sanadora que ha ido más allá de sus
límites. Lo que tú llamarías un apagón.

Por supuesto, Hunter sabía cómo referirse a una quemadura psíquica


que amenazaba con colapsar la mente de un Psy durante un día o más; el
alfa estaba, después de todo, emparejado con un Psy cardinal.

Ivan aún estaba sopesando si confiar en las palabras de Lucas cuando


el alfa dijo:

—Mimadre era sanadora. —Su expresión se ensombreció—. Nadie en


mi manada dañará jamás a un sanador.

Ivan sabía que la familia era el núcleo de una manada de cambiantes.


Y Soleil no sóloera una cambiante, sino una cambiante sanadora. Ella tenía
necesidades de las que él no sabía nada. Al aferrarse a ella, podría causarle
un daño irreparable.
Así que, a pesar de que permitirla fuera de su vista hacía hervir en su
interior una rabia negra y fría, la araña estirando sus miembros con una
furia de pesadilla, permitió a Lucas recogerla en sus brazos.

El alfa se puso de pie con Soleil sostenida contra su pecho.

—¿Estás a punto de apagarte?, —preguntó—. ¿Necesitas protección


psíquica?

—¿Por qué me ayudarías? —Ivan era, después de todo, un espía en la


ciudad de Lucas. —Porque hoy has salvado vidas. —Palabras sombrías,
expresión aún más sombría—. La información que sale de la PsyNet es
fragmentada, pero una cosa es cierta: mucha gente murió durante el
incidente. De acuerdo con lo que estamos escuchando, la mayoría de los Psy
en este lugar deberían estar muertos, y el hecho de que no lo estén es gracias
a ti.

Ivan sabía que debía buscar en la red, comprobar la situación, pero


no tenía apenas reservas.

—No me voy a apagar. —Sin embargo, estaba al límite y necesitaba


descansar.De lo contrario, caería, con la mente expuesta y sin escudos.

—Entonces hablaremos más tarde, ya sabemos la ubicación de tu


apartamento. —Lucas se alejó, llevándose consigo a una gata que había
merodeado tan profundamente tras las defensas de Ivan que se había
incrustado dentro de él.

Al ponerse en pie, buscó la pequeña mochila que Soleil había


abandonado cuando fue a asistir a uno de los heridos. Yacía ignorada a la
sombra de una puerta cerrada.

Una vez erguido, empezó a caminar de forma perezosa y sin rumbo


hacia la mochila, sin mirarla directamente. La centinela pelirroja de
DarkRiver, Mercy Smith, lo vio ydijo:

—¿Planeas desmayarte en la calle? Sería más fácil llevarte a tu


apartamento que tener que recogerte después.

—No. Lo lograré.

Con las cejas juntas, fue a decir algo más cuando otro miembro de
DarkRiver se le acercó. Ivan aprovechó esa oportunidad para agarrar la
mochila y escabullirse. Sabíaque la facilidad del cambiante para los olores
—Mercy habría reconocido la bolsa como de Soleil si se hubiera acercado lo
suficiente. I

Ivan no creía que nadie de la manada fuera a robar sus pertenencias.


Pero sí revisarían la bolsa. Era un simple protocolo de seguridad. Su mano
se tensó en la correa que colgaba de su hombro; nadie tenía derecho a tomar
lo que Soleil no estaba dispuesta adar.

Ni siquiera Ivan.

Ella había tomado su decisión sobre él, y él no la manipularía para


que tomara otra decisión ahora que ya no tenía todos los datos... pero no
podía negarse a sí mismo el placer de estar cerca de ella en cualquier
capacidad. La verdad era que, antes de ella,ni siquiera había entendido el
placer.

Para Ivan Mercant, el placer era Soleil Bijoux Garcia.

A pesar de lo que le aseguró a Mercy, apenas pudo atravesar la puerta


de su apartamento. Después de cerrarla, se quedó mirando las escaleras
que llevaban a sudormitorio hasta que reunió unos cuantos fragmentos más
de energía.
E n ese m o m e n t o , s e l evantó literalment e u s a n d o la barandill a .

De j ó la bolsa d e Soleil e n u n rincón, donde estaría a salvo d e m i radas


i ndis cret as, c e r r ó y e c h ó el c e r roj o a la puert a, e st abl e ci ó s u p e r í m e t r o d e
seguri dad y s e d e spl om ó e n la c am a , co n zapatos y todo. E n el m o m e n t o e n
q u e s e e n c o n t r a b a e n t r e l a vi gi li a y el s u e ñ o , u n a i m a g e n l e p a s ó p o r l o s
p á r p a d o s c e r r a d o s : u n a a r a ñ a n e g r a , c o n el c a p a r a z ó n r el uc i ent e, s e n t a d a
e n el c ent ro d e u n a r ed d e a z a b a c h e brillante, c o n ci ent os d e l íneas n e g r a s
tejidas q u e salían d e s u el egant e cue rp o.

S u visión se convirtió en u n pinchazo d e luz... y l uego desapareció.


Capítulo 1 7
El fármaco 7AX ha superado todos los niveles de pruebas y ahora está
aprobado parasu uso. La calibración de la dosis debe ser exacta para lograr
el efecto "súper soldado" deseado.

Cualquier desviación de las pautas de calibración provocará efectos


secundarios graves, que incluyen, entre otros, el deterioro mental, la pérdida
de memoria, el borrado de la personalidad, el infarto de miocardio, la
enfermedad pulmonar y loscambios neurológicos importantes.

—Informe clasificado al Consejo Psy por PsyMed: Desarrollo y


pruebas farmacéuticas. Director de proyectos: Consejera Neiza Adelaja
Defoe (alrededor de 2017)

Soñó esa noche. Según el Protocolo del Silencio, los Psy no debían
soñar,pero Ivan siempre había soñado con colores vivos. Se preguntaba si
sus revueltas nocturnas eran un remanente de su inusual infancia, pero
entonces uno de sus primos había mencionado un sueño, así que parecía
que el Consejo Psy también había mentido sobre los sueños.

O, simplemente, se había criado con gente cuyo Silencio era tan


imperfecto como el suyo. La mayoría de los forasteros verían a la Abuela
como la que tenía el Silencio más perfecto de todos, pero la Abuela también
era la cabeza de una familia que diseccionaría fría y tranquilamente a
cualquier enemigo que se atreviera a venir a por uno de los suyos. Los
Mercants se tomaban a la familia muy en serio, y no veían a la familia solo
en la perfección.

La devoción de Ena Mercant no era una cosa del Silencio.


En cuanto a Ivan, sus sueños llenos de colores habían sido la única
libertad real que tuvo de niño. Las cosas habían cambiado, su vida le
pertenecía; quizás eso explicaba por qué los tonos de sus sueños se habían
desvanecido. Esta noche, sin embargo, el paisaje onírico brillaba, inundado
por la luz de la mujer formada por estrellas que se encontraba frente a él
bajo el dosel de un gigante del bosque.

Levantando la mano, se rio.

—¡Estoy hecha de estrellas! —Deleite en cada sílaba—.¡Mira!

Le cogió la mano, la palpó, aunque no podía explicar la sensación. No


era de carne sobre carne. Era tan delicada como la luz de las estrellas... y a
la vez no. Y aunque no era un hombre que se tomara de la mano con nadie,
permitió que ella envolviera su mano de luz de estrellas alrededor de la suya
y le diera un tirón.

Porque la conocía, aunque estuviera vestida de estrellas.

—¡Vamos!, —dijo ella—. Hay un lago por allí, puedo ver el reflejo de la
luna.

Soltando su mano a mitad de camino, corrió hacia el agua, con


movimientos sinuososy gráciles.

—Gata. —Su susurro no llegó hasta donde ella estaba arrodillada


junto al lago—. ¿Qué ves?, —preguntó él, poniéndose de rodillas junto a ella.

Ella señaló hacia el agua y, cuando él miró, vio sus reflejos. Su pelo
oscuro y su rostro ensombrecido, excepto el lado iluminado por la luz de
ella. Era una estrella en el agua, una criatura de tal belleza que parecía
imposible que existiera.

Extendió un dedo y lo sumergió con picardía en el lago, con un


m o v i m i e n t o q u e r e c o r d a b a al d e u n g a t o p e q u e ñ o j u g a n d o c o n u n c u e n c o
d e ag ua .

— ¿ P o r q u é h a s h e c h o eso ? — p re gu n t ó m i ent r as s u s reflejos s e


ondulaban.

U n encogimient o d e hombros.

— Para divertirme, — dijo con una risa— . ¿Quieres ir a nadar?

— Hace frío, — dijo— . No deberías tener frío ahora.

N e c e s i t a b a c o n s e r v a r s u e n e r g í a . S u s on r i s a s e d e s v a n e c i ó y b a j ó a
u n a posi ción sent ada c o n los pi es e n el a g u a del lago.

— Estoy herida.

Ha ci é nd os e e c o d e ella, sum e rgi ó s us propios pies e n el agua. Ha b rí a


jurado q u e antes llevaba botas, pero ah ora tenía los pies des n u d os y los
vaqueros r em an g ado s.

— No, es sólo agotamiento. U n poco de descanso, combustible y te


recuperarás.

C o n la c abe za baja, a p o y ó s u cuerpo contra el d e él.

— Dentro, — susurró— . Estoy herida por dentro. Puedo sentirlo. — Ella


extendió s u m a n o sobre s u corazón — . T o d o s se ha n ido.

C om prendí a la pérdida, comprendí a la soledad, y por eso hizo lo único


q u e n o h a c í a c o n n a di e , n i si q ui e ra c o n l a a b u e l a . L a r o d e ó c o n s u b r a z o ,
es t r e ch an do a s u l a d o a est a frágil cri at ura d e l uz estelar.

— Intenté salvarlos. — S u v o z t em bl aba, h ú m e d a y rota— . L o intenté


c o n t odas m i s fuerzas.
—Lo sé. —Por eso había estado tumbada bajo todos esos cuerpos, con
un hacha en la espalda—. Nadie podría haberte pedido más.

Sus hombros se sacudieron bajo su brazo, sus lágrimas brillaron en


el aire. No sabía cómo lidiar con las lágrimas, pero sabía lo que era perder
los cimientos de tu mundo,convertirse en un planeta sin sol, un lugar de
hielo y escarcha.

Cambiando de lugar, deslizó un brazo bajo las piernas de ella mientras


mantenía el otro alrededor de su espalda, y la recogió en su regazo.

—No estás sola, le dijo—. Estoy aquí.

No hubo respuesta, pero ella permaneció contra él, con las estrellas
deslumbrando su visión.

Presionando su mano sobre el corazón de él, después de que sus


lágrimas se desvanecieran en un silencio cargado de dolor, ella dijo:

—¿Por qué los latidos de tu corazón son tan extraños?

Miró hacia abajo, vio el resplandor de las arterias y las venas brillando
a través de su camiseta. Tenían un color naranja intenso con un borde
escarlata.

—Ese es el color del Jax cuando se calienta. A algunos les gusta


beberlo.

—¿Jax?

—Una droga. —Tan extraño, que estuviese en su corazón. Ningún


médico le había advertido de los depósitos en esa región de su cuerpo—.
Abre la mente, intensifica el mundo, ofrece una falsa libertad.
Sentándose sin previo aviso, con la columna vertebral rígida, le tomó
la cara entre las manos.

—No pongas veneno dentro de ti. —Una orden, las estrellas de sus
ojos cambiaron a un primitivo oro leonado—. Prométemelo.

—Nunca he tomado Jax por mi propia voluntad, —le dijo, porque esto
era un sueño y no tenía que temer que la verdad le hiciera ver como algo
defectuoso—. Mi madre lo usó mientras estaba en el vientre materno y me
lo dio cuando era un niño.

Una bruma de rojo en su mirada ahora, llamas de ira lamiendo el oro


y el marrón ronco.

—¿Te ha hecho daño?

—Mis vías cerebrales son anormales. —No había forma de maquillar


eso cuando la configuración de su cerebro era tan extraña que los neuro
especialistas que su abuela contrató no supieron qué hacer con él.

Lo que sí se sabía era que de los Psy adultos que habían estado
expuestos a Jax en el útero, el noventa y seis por ciento experimentaba
episodios de "inestabilidad mental grave" entre finales de los veinte y
mediados de los treinta. Ivan se encontraba justo en el centro de esa zona.

—Pensaba que lo tenía controlado, creía que mi cerebro había


encontrado la manera de evitar los depósitos tóxicos. Estaba equivocado.

Ella le pasó los dedos por el cabello, y él pensó que debía estar dejando
un rastro de luz de estrellas.

—Tienes mucho miedo.

—El miedo es inútil. Soy pragmático.


Sabía lo que le esperaba y se había preparado para ello, lo había
planeado. Pero... no se había preparado para ella, nunca previó lo
desesperadamente que querría luchar contra el destino que su madre había
elegido para él.

—Estás muy seguro de que pasará lo peor.

—Noventa y seis por ciento, —dijo, sin estar preparado para decirle
que ya estaba ocurriendo; su breve reloj estaba ahora en su cuenta atrás
final—. El cuatro por ciento restantes presentaba otras anomalías
significativas. Puede que me haya engañado durante un tiempo, pero el
hecho es que nadie escapa del Jax cuando está presente durante el
desarrollo y el crecimiento de las células.

Con las manos empuñando su cabello, ella frunció el ceño. —

No he terminado con esta conversación, pero tengo que irme.

Miró por encima de su hombro, como si la tiraran manos invisibles.

La desesperación era un aullido dentro de su cráneo.

—¿Te acordarás de mí cuando te despiertes?, —le preguntó—. ¿Nos


recordarás?

Como habían estado en el bosque de Texas, una frágil burbuja de


felicidad.

—No lo sé. Estoy tan astillada por dentro que apenas puedo ver la
salida.

Los dedos de la luz de las estrellas rozaron su mejilla... y luego ella se


fue, lasestrellas cayendo hasta que él sostuvo un puñado desbordante que
parpadeó ycomenzó a morir, una por una.
Capítulo 1 8
Gina: Hola, ¿alguien sabe algo de Soleil? No ha posteado desde antes
de lo ocurrido y tampoco veo que Yariela lo haya hecho. Sé que sólo han
pasado tres días, pero me siento mal en la boca del estómago. Sólo quiero
saber que están bien.

Brett: Sí, yo estoy igual. En el mejor de los casos, están recogiendo los
pedazos yresponderán a las comunicaciones más tarde.

Shamita: Eso espero. Odio que nadie de SkyElm se haya puesto en


contacto con el resto de nosotros para pedir ayuda. Ese alfa suyo es un
completo imbécil según mi propio alfa, pero enviaríamos ayuda a pesar de
todo. Pero no podemos entrar sin unainvitación.

Gina: Brett, eres un gato en la misma región general. ¿Has escuchado


algo en la redfelina?

Brett: Nada. SkyElm es insular en el mejor de los casos, y ahora


mismo parecen ignorar todos los intentos de contacto; mi alfa trató de
ponerse en contacto directamente y noconsiguió nada. Lo único que puedo
confirmar es que hubo sobrevivientes; pudimos averiguarlo a través de un
contacto humano sobre el terreno.

—Registro del chat: Foro de Atención Primaria (17 de febrero de


2082)

Soleil despertó sin que ningún movimiento físico delatara su cambio


de estado. Era una habilidad que había cultivado de niña, después de haber
sido colocada en una casa de acogida temporal con el tipo de personas que
nunca deberían haber sido cuidadores. Pero su gata no lo tenía hoy,
demasiado asustada por el otro olor en la habitación. De un gato mucho
más grande.

Sus ojos se abrieron de golpe.

Para ver un rostro de cálida belleza inclinado sobre ella. Los ojos de
la mujer tenían el tono de un rico caramelo contra la piel besada por el sol,
el pelo que caía sobre uno desus hombros era de un marrón intenso, y su
presencia un manto protector.

Soleil la conocía: Tamsyn Ryder, la sanadora mayor de DarkRiver.

Los sanadores cambiantes tenían desde hace tiempo una alianza


informal; compartían los conocimientos curativos independientemente de la
política y otroscaprichos de este tipo. En el año 2080, sin embargo, Tamsyn
había creado un foro para facilitar ese intercambio. Tener el foro también
permitía guardar la información para poder buscarla. Sobre todo, el foro era
un espacio de conversación abierto para los sanadores de todo el mundo.

—La política es para los alfas y los centinelas, —había escrito Tamsyn
en el texto introductorio—. Los sanadores curan.

Antes de la masacre, el foro había sido uno de los lugares favoritos de


Soleil en Internet. Sin embargo, no le preocupaba que Tamsyn la
reconociera. Como Sanadora junior de SkyElm, nunca se había unido a
ninguna de las comunicaciones visuales.

—Ahí estás. —La voz de Tamsyn era tan cálida como su presencia—.
¿Cómo te sientes?

Soleil hizo una comprobación interna.

—Cansada pero bien. —Y con un eco de pérdida en su interior que no


tenía nada que ver con SkyElm.
Estaba teñido de un extraño brillo naranja ribeteado de escarlata... y
de fragmentos de azul, como los ojos del hombre que le había salvado la
vida... y que ahora se creía su dueño.

Hmm. Su gata levantó la nariz, moviendo la cola. Pero no estaba


enfadada. ¿Cómopodría estarlo si estaba convencido de que Ivan era suyo?

Tamsyn la ayudó a levantarse.

—Es comprensible dado lo que hiciste durante el incidente. —Su


presencia era engañosamente gentil, porque, si las habladurías de los
cambiantes eran ciertas, Tamsyn era una de las personas más poderosas de
DarkRiver.Se decía que se había atrevido a retar a Lucas Hunter y que había
salido no sólo viva sino con el respeto de Lucas.

La idea de que una sanadora sea tratada así provocó una punzada en
el pecho de Soleil. Monroe nunca le hizo daño a Yariela, incluso había
seguido su consejo la mayor parte del tiempo, pero hasta ahí llegaba.

—Una bebida energética, —dijo Tamsyn, pasándole un vaso alto.

Como los cambiantes no eran conocidos por envenenarse entre sí,


prefiriendo métodos más directos, Soleil tomó el vaso y se bebió la mitad de
una sola vez. La mirada de aprobación de Tamsyn la hizo sonrojarse, su
gato estaba asombrado por esta mujer que era todo lo que Soleil había
esperado llegar a ser: una fuerte sanadora que era parte integral de una
manada... y una mujer con su propia pequeña "manada": una pareja e hijos
a los que adoraba.

Una familia. Un sentido de pertenencia. Un hogar.

La energía corría por las venas de Soleil. Sobresaltada, miró la bebida.

—¿Qué es esto?
La risa de Tamsyn era ronca y cálida.

—Es bueno, ¿verdad? Es una nueva formula, basada en las bebidas


nutritivas de los Psy. Una de nuestras jóvenes científicas de la alimentación
vio cómo los nutrientes dan a los Psy un impulso casi inmediato cuando
están estresados energéticamente, y se preguntó si podría formular una
mezcla para los cuerpos de los cambiantes. —Señaló con la cabeza el vaso—
. Es sólo la mitad de efectivo que el compuesto Psy, pero tiene un gran
impacto. Yuka está trabajando actualmente en otra iteración, y ya ha
elaborado un plan de negocio en el que DarkRiver se hace con el mercado
de las bebidas energéticas para cambiantes. —Orgullo cariñoso en la voz de
Tamsyn.

El gato de Soleil se acurrucó en su interior, abatido, solitario y con


ganas. Yariela había hecho todo lo posible, al igual que otros miembros
veteranos de la manada, pero SkyElm nunca había funcionado como una
familia enorme y solidaria. Una compañera de manada estudiosa como Yuka
habría sido olfateada y denigrada por Monroe y sus compinches.

Pero no eran esos compinches a los que Lucas Hunter había


ejecutado. Ya estaban todos muertos. Los únicos que quedaban eran
Monroe, Yariela, los dos cachorros, Salvador —un sumiso compañero de
manada que no diría ni pío a un ganso—...y dos soldados jóvenes.

Si el alfa de DarkRiver se hubiera limitado a matar a Monroe y a los


dos últimos, Soleil se habría escandalizado, pero habría entendido su
razonamiento; no habría estado de acuerdo cuando se trataba de los
soldados –Dios, no—, pero habría podido ver por qué había tomado esa
decisión. Lula y Duke habían sido dominantes bebés, pero habían sido
dominantes de todos modos. Como tales, estaban obligados a proteger a
Monroe y podían considerarse demasiado leales a él como para dejarlos
libres.
Los otros... sanador, cachorros, un sumiso. Los dominantes debían
protegerlos. Sin embargo, él había derramado su sangre. No tenía sentido
para ella que el mismo hombre que le había dado una salida también
hubiera elegido un acto tan horrible. Un golpe en la puerta.

Observó cómo Tamsyn se dirigía a ella y aceptaba algo de la persona


que estaba alotro lado antes de volver a cerrarla.

—¿Por qué estoy viva? —soltó Soleil.

Tamsyn no se sobresaltó ante su pregunta. En cambio, le pasó un


pequeño plato que contenía una ración de arroz fresco y lo que parecía ser
pollo en salsa de sésamo, con una guarnición de verduras al vapor rociadas
con lo que la nariz de Soleil le dijo que era miel.

—Debes estar hambrienta, —dijo la otra mujer—. Come primero, luego


hablaremos.Es fresco, la ventaja de estar en el corazón de Chinatown.

El estómago de Soleil retumbó en el momento justo. Sus mejillas se


encendieron.

—Gracias.

La comida había sido durante tanto tiempo sólo un combustible para


ella que no recordaba la última vez que había comido y disfrutado, pero esa
parte de ella aparentemente despertó con su gata... y con Ivan.

—¿Cuánto tiempo he estadoinconsciente?

—Veintidós horas, más o menos. Ayer por la tarde bajaste, y ahora es


media tarde del día siguiente. –La sanadora experimentada tocó la pequeña
pantalla de la mesilla de noche para que aparecieran la hora y la fecha
exactas—. Lo necesitabas. Sobre todo porque Lucas no pudo hacer nada
para ayudar a tu recuperación.
Un ceño fruncido antes de que Tamsyn dijera:

—¿Por qué estás desvinculado de un alfa? Obviamente eres una


sanadora experimentada y nunca he conocido a un solo sanador que haya
elegido la vida de un solitario. La mayoría de nosotros no funcionamos bien
si no estamos rodeados de la manada.

Sangrando por el devastador golpe que su compañera sanadora había


asestado sin intención, Soleil se metió la comida en la boca. Sabía a serrín
y a lágrimas, y su garganta amenazaba con apretarse hasta no poder
respirar.

Filamentos de plata ribeteados de rojo anaranjado en su mente,


estrellas que la envolvían. Ivan. No sabía cómo ni por qué, pero sabía que
era él.

Su Psy personal sobreprotector. Cuidando de ella como si tuviera todo


el derecho a hacerlo. Tiró de los filamentos y de las estrellas a su alrededor
incluso mientras se permitía ese pensamiento malhumorado. Prefería estar
malhumorada con Ivan que triste... hasta los huesos.

Tamsyn no la presionó para que hablara. Volvió a sentarse en el sillón


junto a la cama y miró a Soleil con la mirada preocupada de una cambiante
que ha nacido para consolar y cuidar. Soleil quería desahogarse, contárselo
todo, pero primero tenía que ponerse en pie. Había fracasado en su
búsqueda, pero eso no significaba que no pudiera enfrentarse a Lucas
Hunter y hacerle afrontar el horror de sus actos.

Soleil nunca había sido cobarde, y no iba a empezar a serlo ahora.

Ni siquiera si significara su vida.

***
La sanadora de DarkRiver no volvió a hablar hasta que Soleil hubo
limpiado su plato. Luego, tomándolo y dejándolo a un lado en la mesita de
noche, Tamsyn dijo:

—Llevas mucho dolor dentro, hermanita.

Tal falta de juicio en sus ojos que las lágrimas quemaron los iris de
Soleil.

—Ojalá pudiera llevarte a casa y cuidarte, —continuó Tamsyn—, pero


debemos saber quién eres y por qué estás aquí. Los tiempos son demasiado
inestables para que aceptemos sin más a un desconocido entre nosotros.

Soleil no podía procesar todo eso. La idea de que una manada


aceptara a cualquiera era extraña para ella. Siempre había tenido que
luchar por su lugar siendo tan alegre y simpática que a la gente no podía
desagradarle; incluso eso podría no haber funcionado si no hubiera nacido
como sanadora.

No estuviste alegre con Ivan y todavía le gustas.

Aplastó esa molesta voz del fondo de su cerebro. Ivan Mercant, pensó,
no era el tipo de hombre que iba por ahí "gustando" a la gente. Sentía una
responsabilidad hacia ella, eso era todo, y le parecía alguien que no eludía
sus responsabilidades.

Un rasgo atractivo en un hombre... si ella no fuera el objetivo. Su gato


retumbó su acuerdo.

Pero Ivan no era el problema en este momento.

—¿Estás diciendo que tu alfa me ejecutará si no coopero?

Soleil necesitaba saber exactamente cuánta cuerda tenía antes de


a h o rc a rs e .

L a s cej as d e T a m s y n s e j unt aron e n u n pr of un do c eñ o.

— N o s e d e b e h a c e r d a ñ o a los s a n a d o r es , — dijo, c o m o si e s o f u er a
u n a verdad a b soluta— . Y d e todas las personas q u e n o deb en hacer tal acto,
L u c a s está e n lo m á s alto d e la lista.

Eso fue todo. Soleil levantó las m anos.

— ¿ P o r q u é la gent e si gue di c i e nd o cosas, así c o m o si y o tuviera q u e


saber al go? — L a frustración hi zo desaparecer la c a l m a c o n laq u e pretendía
abordar el asunto— . ¡ N o lo sé! T u alfa es u n extraño para mí.

L o s labios d e T a m s y n s e estiraron e n los bordes.

— Ahí estás, hermanita, — m urm uró,con u n brillo felino e n los ojos— .


S a b í a q u e est a b as a hí .

Mi erda. A h í se fue la intención de Soleil de pasar desapercibida has t a


que qui si era act uar. Pero lo hecho, hecho está. P a r e cí a que su
t e m p e r a m e n t o h a b í a r e a p a r e c i d o c o n s u gat a. C u l p ó a Iv a n . É l e r a el q u e
h a b í a d e s p e r t a d o a s u gat a, ¿ n o ?

E s a gat a m e r o d e a b a dent ro d e s u m ent e , p r e s u m i d a y feliz p o r q u e l o


había encontrado.

M i e n t r a s t anto, s u l a d o h u m a n o ni s i qu i e r a s a b í a q u e h a b í a n e s t a d o
c a z a n d o a u n P s y e n particular.

— Lucas, — dijo Tamsyn, s u sonrisa se desvaneció— , es el hijo de u n a


s a na do r a. — S u a v e s p a l a b r a s — . El l a f u e a s e s i n a d a c u a n d o é l era u n ni ño.
N o i m port a l o que h agas o dej es de hacer, él nun c a te tocará c o n violencia.
Capítulo 1 9
Está bien, mi ángel. Llora si es necesario. Tu abuela Yari te mantendrá
a salvo. Oh, mi pobre y dulce Leilei.

— Yariela Castañeda a Soleil Bijoux Garcia (9 de septiembre de


2067).

Soleil miró fijamente a la otra mujer, una frágil llama de esperanza


revoloteando dentro de ella. Tamsyn era inteligente, muy respetada.
Seguramente, seguramente no podía estar tan equivocada con su alfa. Pero
si tenía razón… ¿Qué significaba eso? ¿Dónde estaba Yariela? ¿Por qué
había desaparecido de la faz de la Tierra?

Soleil no era irracional. Había hecho su investigación. Después de


enterarse de las aparentes acciones de Lucas Hunter, buscó a Yariela y a
los otros sobrevivientes en todos los lugares posibles donde pudieran estar;
incluso usó las contraseñas de Yariela, que Yariela nunca le había ocultado,
para iniciar sesión en el foro de sanadores y poder ver cuándo Yariela había
accedido al sitio por última vez, incluso si no había publicado nada.

Nada. Sin entradas registradas. No desde la masacre.

Eso, más que nada, había hecho creer a Soleil que Yariela debía estar
muerta. El foro había sido el único sitio en línea que usaba su mentora. No
había mantenido ningún perfil en las redes sociales, pero le encantaba pasar
el rato con los sanadores de más edad del foro. Se habían llamado a sí
mismos los “Rodillas Chirriantes”.

La propia bandeja de entrada de Soleil había estado llena de mensajes


de preocupación, pero a pesar de lo mal que se sentía por ignorarlos, no
había respondido. Ella había creído que hacerlo sería exponerse a DarkRiver
y su alfa asesino antes de que pudiera descubrir lo que le había sucedido al
resto de su manada. Porque el hecho de que Yariela y otras seis personas
hubieran sobrevivido a la masacre inicial no era un error: tres personas no
relacionadas habían confirmado esa información para Soleil.

El primero había sido un vecino de SkyElm, el segundo un sacerdote


humano que había llegado al territorio de la manada con un carro lleno de
comida cocinada por sus feligreses y dispuesto a escuchar y ofrecer
consuelo.

—No eran de mi fe ni de mi iglesia —le había dicho a Soleil el hombre


de ojos oscuros, de unos sesenta años, con la piel tostada por el sol—.
SkyElm prefirió durante mucho tiempo ocuparse de sus propios asuntos,
por lo que teníamos poco contacto con ellos. Pero en ese momento, no se
trata de un credo en particular, sino de bondad, de compasión. Simplemente
deseaba que supieran que no estaban solos.

Había reunido con Yariela cara a cara, y ella le había dado las gracias
y le había hablado de los sobrevivientes, pero luego lo había apresurado
diciendo que su alfa no estaba de humor para tener a un extraño tan cerca
de sus vulnerables.

La tercera confirmación procedía del hospital donde Monroe había


repudiado a Soleil como compañera de manada. El anciano que se había
ocupado de él lo había recordado.

—Dijo que su manada ahora solo tenía a siete. —le había dicho el
delgado macho humano a Soleil cuando ella comenzó a buscar la verdad—.
Lo recuerdo porque fue muy triste. Una manada entera diezmada.

Con la garganta espesa, Soleil quería hacerle preguntas en voz alta a


Tamsyn, quería confiar. Su gata se acercó a esta hermosa mujer con su aura
de calidez maternal. Sofocando el impulso porque si se caía, podría
romperse, podría aceptar lo inaceptable, tomó la bebida que había reservado
y se la terminó.

—Todavía estoy muy cansada —dijo después, las palabras


apretadas—. ¿Puedo descansar?

Tamsyn se puso de pie. Inclinándose, pasó su mano por el cabello de


Soleil antes de presionar un beso en su sien. La emoción obstruyó su
garganta, Soleil no pudo hablar hasta que Tamsyn abandonó la habitación.

Incluso entonces, se quedó allí sentada parpadeando durante largos


momentos hasta que pudo ver de nuevo, su mente llena de recuerdos de
una mujer pequeña con huesos delicados y piel de ébano impecable, sus
ojos de un marrón tan oscuro que eran infinitos.

Yariela era la única persona que la había abrazado y cuidado


abiertamente después de que Soleil, tranquila, retraída y aplastada por el
dolor, se convirtiera en parte de SkyElm. Otros habían sido amables con ella
en secreto, pero habían sido demasiado débiles para enfrentarse a los
dominantes en público, y todos los dominantes habían seguido el ejemplo
de su abuelo. Él había sido su alfa, después de todo.

Un Monroe mucho más joven había sido su mano derecha en ese


entonces.

Soleil nunca había culpado a aquellos cuyo cuidado se brindaba solo


en secreto. Su manada se había roto mucho antes del día en que su sangre
manchó la nieve. Pero seguían siendo su manada, seguían siendo su familia,
y no descansaría hasta saber qué les había pasado.

No había oído el clic de una cerradura cuando Tamsyn salió de la


habitación, pero sabía que tenía que haber un guardia ahí fuera. Como
había señalado la sanadora, Soleil era una peligrosa desconocida. Vio la
ventana a la derecha. Sin embargo, antes de explorar esa opción, se levantó
de la cama y miró la otra puerta de la habitación. Como esperaba, iba al
baño: el lavabo estaba a su izquierda, la ducha justo detrás y el inodoro en
un cubículo privado a la derecha.

Una mullida alfombra de baño azul yacía frente al cristal reluciente


de la mampara de la ducha.

Alguien había puesto ropa limpia en el pequeño tocador que sostenía


el fregadero. Tocando el material, vio que estaba rígido, nuevo. Ella
esperaba, y hubiera estado feliz, que hubiera sido usado, de las tiendas que
la manada tenía para los miembros que salían desnudos de un turno. Cada
manada guardaba cierta cantidad de ropa en varios lugares donde los
compañeros de manada podían reunirse.

Tal vez no querían arriesgarse a que su gata se comportara mal. No


había forma de eliminar por completo los hilos de olor de una manada de la
ropa que usaban los compañeros de manada con regularidad. Esos hilos
eran a menudo una forma de consuelo. Pero Soleil no era parte de la
manada. Era una intrusa.

Encima de los jeans, la camiseta y la sudadera había paquetes


sellados de ropa interior.

No había ninguna razón para que ella no se duchara. Cualquier


intento de fuga tendría que ser al resguardo de la oscuridad.

Con eso en mente, se desnudó y se metió bajo el rocío tan fuerte como
pudo manejarlo, de modo que golpeó su piel. Cuando cerró los ojos,
esperaba ver a los muertos, o el caos de ayer. Lo que vio fueron estrellas
contra terciopelo negro. Una expansión infinita, hermosa e inquietante y
superpuesta por una red plateada que emanaba de una sola estrella oscura.
Maravilla susurrando a través de sus venas, se encontró atraída por
la estrella oscura desprovista de luz. Debería haber tenido miedo. Después
de todo ¿Qué se sentaba en el centro de una red sino una araña? Sin
embargo, esta estrella oscura no estaba usando la telaraña para atrapar a
la gente. Estaba haciendo otra cosa a las estrellas enganchadas en la red.
Estaba…

Se cortó el agua.

Parpadeando, miró el panel de control y vio que estaba configurado en


modo ecológico. Podría haberlo reiniciado, pero era una cambiante, entendía
lo que era cuidar la tierra en la que se encontraba. Así que salió, aferrándose
a la hermosa imagen que había florecido en esos momentos en los que solo
esperaba dolor, solo horror.

La sospecha la hizo fruncir el ceño. Era Ivan. Por supuesto que lo era.
La estaba cuidando exactamente como había amenazado.

Gata y mujer, ambas resoplaron... pero no estaba enojada. No cuando


el resultado había sido esa inquietante escena que la había hecho olvidar la
sangre y el dolor por un instante. Se preguntó cómo lo estaba haciendo. Por
otra parte, el hombre literalmente la había traído de vuelta de entre los
muertos. ¿Qué conexión creó eso? ¿Qué vínculo construyó eso?

Su gata merodeaba dentro de ella, extrañándolo.

Mío, pensó de nuevo, y su lado humano se relajó lo suficiente como


para admitir que él era salvajemente hermoso y obstinadamente valiente.
No era el tipo de hombre que alguna vez se sentiría cómodo con la etiqueta,
pero había sido un héroe en esa calle, manteniendo la línea bajo una presión
increíble. Y la intensidad en esos ojos claros...
Un pequeño escalofrío recorrió su piel, su cuerpo se había despertado
de un largo y entumecido sueño. No era que no hubiera conocido a otros
hombres en los últimos meses. Lo hizo. Algunos de ellos incluso habían
coqueteado con ella. No había tenido ninguna reacción a ellos; sin deseo y
sin ira. Sólo un vacío físico y emocional.

Ninguna de las dos había sido una opción con Ivan.

Pero no podía pensar en su fascinación por el mortal Psy que había


encontrado su cuerpo destrozado en la nieve, no tenía tiempo de averiguar
si la reacción de su gata era algún tipo de impronta extraña.

El ocelote dentro de ella gruñó, insultado más allá de toda medida.

La mitad humana de ella frunció el ceño, pero ambas partes estaban


de acuerdo en un punto: tenía que descubrir cómo salir de este lugar sin
ser atrapada. Según Tamsyn, todavía estaba en Chinatown, por lo que
DarkRiver no la había llevado al núcleo boscoso de su territorio.

Bien.

La manada era increíblemente consciente de la seguridad cuando se


trataba del corazón de sus tierras. La sede de Chinatown, en comparación,
estaba relativamente abierta. Contaba con todos los protocolos de seguridad
necesarios, pero también estaba configurado para permitir reuniones con
terceros, por lo que definición no podía ser hermético.

Empezó a vestirse. Quien haya elegido la ropa había hecho un buen


trabajo. Demasiado bueno. Los vaqueros se ajustaban perfectamente a sus
piernas y la camiseta rozaba las líneas de su cuerpo. Si bien la sudadera,
de color gris oscuro, era holgada, estaba a la moda; Soleil se sintió expuesta,
todas sus debilidades a la vista.
—La ropa es el menor de mis problemas —murmuró, volviendo a la
dura realidad.

Después de peinarse con los dedos, fue hacia la habitación justo


cuando alguien llamaba a la puerta. Habiendo captado el olor de Tamsyn,
no dudó en decir:

—Adelante.

La sanadora asomó la cabeza.

—Quería que supieras que estaré aquí por un tiempo, así que grita si
quieres hablar. —Una vacilación—¿Estás segura de que no quieres decirme
por qué estás en la ciudad?

La mirada de Tamsyn fue paciente, cálida cuando agregó:

—¿Estás en problemas? ¿O asustada de alguien? Podemos ayudarte


si lo estás. —La sanadora suspiró cuando Soleil permaneció en silencio—.
No me gusta dejarte encerrada en esta habitación, pero necesitamos
proteger a nuestros vulnerables. Solo... piénsalo, ¿sí?

Un cambio en las corrientes de aire cuando Tamsyn se movió


ligeramente y el mundo entero de Soleil se movió sobre su eje, su corazón
latía con tanta fuerza que se lastimaba. O se estaba volviendo realmente
loca, o acababa de percibir un olor dolorosamente familiar que emanaba de
Tamsyn. Pertenecía a un compañero de manada. Un cachorro de ocelote
SkyElm.

Trató de inhalar más profundo, confirmar. Pero el olor se desvaneció


tan rápido como había aparecido, un hilo débil que desapareció demasiado
pronto.
—Lo siento. —le dijo a la sanadora, su gata demasiado confundida
para pensar con claridad—. No estoy lista para hablar.

Con los ojos oscuros por la preocupación, Tamsyn inclinó la cabeza.

—Estaré aquí hasta las siete y media. Mi compañero llevó a nuestros


cachorros y a dos de sus amigos a cenar a su restaurante favorito de
Chinatown, impecables y con sus mejores galas. —Tanto amor en su voz—.
Estoy en ascuas para ver el estado de sus ropas cuando regresen.

Otro tirón en el corazón cambiante de Soleil, otra mordida de hambre


por unirse, ser parte de un grupo, parte de una manada.

Tamsyn se fue con una sonrisa más de aliento.

Soleil esperó solo hasta que la sanadora hubo cerrado la puerta detrás
de ella antes de caminar hacia la ventana para comprobarla. Era una de
esas que se deslizaban hasta la mitad, lo que le permitía mirar hacia afuera.
Dado su tamaño en forma de gata, deslizarse fuera sería factible.

El problema era que la ventana daba a lo que parecía ser un jardín


lateral que pertenecía a DarkRiver. Si tenía razón, este callejón con jardín
se encontraba entre dos edificios propiedad de la manada.

Si bien no podía ver a nadie mirándola, no tenía dudas de que el jardín


estaba bajo vigilancia o que había guardias apostados en cada extremo del
callejón.

Así que miró hacia arriba.

Los ocelotes no eran arbóreos por naturaleza, pero eso no significaba


que no pudieran trepar con fluidez felina. Desde donde estaba, vio que
estaba en el segundo piso, solo un piso más por arriba de ella. Bastante fácil
de escalar para llegar al techo. Que también estaba sin duda bajo vigilancia.
Porque DarkRiver estaba formado por gatos y nunca olvidarían que las
personas podían escalar. Pero, pensó, ¿qué pasa con el edificio de atrás?
Esa no era una propiedad de DarkRiver.

Según su investigación, esa propiedad era una casa privada. No


retrocedía directamente al cuartel general, por supuesto, una pequeña
franja de tierra en el medio, pero estaba lo suficientemente cerca para un
gato al que no le importaban los saltos. A la gata de Soleil siempre le habían
gustado esos saltos, le gustaba la sensación de volar.

El salto era factible. ¿Pero DarkRiver habría dejado ese flanco


desprotegido? ¿Era esa casa privada, verdaderamente privada? ¿O
simplemente se mantuvo bajo una identidad corporativa que significaba que
no aparecía como propiedad de la manada a primera vista?

Como ya no tenía su teléfono, ni siquiera podía buscarlo. El teléfono


había estado en un bolsillo con cremallera de su mochila. Desaparecido. Y
con él, la última conexión con su vida.

El nido había sido despojado de artículos personales y cerrado cuando


llegó a casa, pero encontró un brazalete roto de Yariela que había caído en
un espacio entre los cajones vacíos, así como dos piedras pintadas que los
cachorros le habían dado y que ella había colocado en su jardín.

Meros fragmentos para recordar toda una vida. Preciosos fragmentos


ahora perdidos.

Su labio inferior tembló.

Un parpadeo en su mente, la delicada telaraña brillando con una vida


inquietante... esta vez en tonos plateados con un llamativo azul pálido.
Mientras miraba, los colores cambiaron a un naranja ardiente bordeado con
un rojo tan oscuro como la ira.
El asombro volvió a atrapar el aliento de Soleil, la belleza de la
construcción no menos hermosa por estar bordeada en un tono tan áspero.
Se aferró a él mientras consideraba sus opciones.

—Sabes que solo hay una opción. —dijo Farah a su lado, con la
barbilla apoyada en las manos mientras apoyaba los codos en el alféizar de
la ventana—. Necesitas averiguar el significado del olor en Tamsyn,
confirmar si era real o… como yo.

Con los ojos ardiendo, Soleil no miró directamente a su amiga; ella


nunca miraba directamente a Farah, no estaba lista para enfrentar la
terrible y eterna verdad.

—Pero ¿cómo voy a llegar a ese otro techo?

Este edificio no se había construido como una prisión, pero había sido
construido pensando en la seguridad. No había ningún enrejado al que
pudiera trepar, ni árboles lo suficientemente cerca para que un gato pudiera
saltar. Cosas que una mente cambiante había considerado durante la
construcción.

Farah se quedó tan silenciosa como una tumba.

La agonía la desgarró, Soleil golpeó sus manos contra el alféizar de la


ventana.

Fue entonces cuando su mirada se posó en algo que había descartado


anteriormente: la fina repisa decorativa que corría justo debajo de la ventana
y parecía rodear todo el edificio. Era una cornisa demasiado delgada para
un leopardo o un humano. Incluso un pequeño adulto humano no sería
capaz de mantener el equilibrio con nada encima de ellos más que aire.
Pero ella no era un leopardo. Su forma cambiante era mucho más
pequeña y ágil que la de ellos, su cola tenía la mitad de la longitud de su
cuerpo y estaba construida para mantener el equilibrio. Podría estar
demasiado delgada en este momento, en cualquier forma, pero no estaba
débil, se había asegurado de eso, sus músculos estaban en buen estado de
funcionamiento.

Volvió a mirar al saliente y entrecerró los ojos.

Sí, sus garras, afiladas y curvas, podrían agarrarlo.

Arrastrarse por el estrecho espacio llevaría tiempo. Pero podía ser


hecho. Especialmente al amparo de la oscuridad, cuando podía convertirse
en una sombra moteada contra la pared, una sombra que se movía tan
lentamente que no llamaba la atención en absoluto.

Visualizó la escalada en su mente y, mientras lo hacía, se preguntó si


sería capaz de cambiar cuando llegara el momento. Su gata no había salido
desde el día en que todos murieron. Se había hecho un ovillo en lo más
profundo de ella y allí se había quedado... hasta que vio a Ivan.

Se estiró exuberantemente dentro de ella al pensar en él, y sintió que


su pelaje rozaba el interior de su piel, sus garras pinchaban el interior de
sus dedos. Oh, sí, estaba lista para salir de nuevo. Y aunque podría estar
obsesionada con Ivan, en una cosa ambas partes de ella estaban de acuerdo:
descubrir la verdad de lo que había sucedido con Yariela y los demás
sobrevivientes.
C apítulo 2 0
De acuerdo, todos ustedes, hemos discutido toda la situación de la
comida de lobo/oso. Si uno de esos dos cambiantes es tu amorcito, o un
posible amorcito, y te ofrece comida, considéralo un anillo de compromiso y
comienza a reservar el lugar para la ceremonia de apareamiento.

O, ya sabes, corre muy, muy lejos lo más rápido posible.

¡Bromeamos, bromeamos! Pero si bien la comida es un poderoso ritual


de cortejo para muchos cambiantes, fuera de ese contexto, también es un
acto de amor y cuidado de la manada. Las recetas de esta edición de tu
revista favorita celebran esos actos de amor y consuelo entre compañeros
de manada.

—Del número de julio de 2083 “Especial culinario” de la revista


Mujer Salvaje: “Privilegios de piel, estilo y sofisticación salvaje.”

No podrían haber pasado más de dos horas desde el momento en que


decidió hacer el intento hasta el punto en que sintió que tenía que
arriesgarse. El sol de verano aún no se había puesto, el mundo bañado en
naranjas y amarillos.

Su preferencia hubiera sido esperar hasta que oscureciera, pero


Tamsyn había mencionado que se quedaría hasta las siete y media y Soleil
no quería arriesgarse a perderse su partida. No tenía idea de dónde vivía la
sanadora, o adónde planeaba ir después de dejar el cuartel general. Y la
única forma de resolver el misterio del hilo de olor fantasma que amenazaba
con romper el corazón de Soleil con esperanza era rastrearla, ver a dónde la
conducía.
Otra cosa que había echado por tierra su escape era que simplemente
no la habían dejado sola en su habitación. Primero, una morena bajita y con
curvas, ojos ligeramente rasgados y sonrisa abierta, había llamado un par
de veces para comprobar que estaba bien y que no necesitaba nada.

Había sido extraño y maravilloso, su gata queriendo hacerse amiga de


la otra mujer a pesar de que sabía que no podía.

No todavía. No antes de desenterrar la verdad.

Monroe siempre había despotricado y delirado que DarkRiver pensaba


que era demasiado bueno para todos los demás. Aunque Soleil sabía que su
antiguo alfa había estado lleno de mierda, esperaba un trato muy diferente
por la sencilla razón de que DarkRiver era una manada enormemente
poderosa, y ella no era nadie ni nada.

Tal como estaban las cosas, un joven varón mayor con una estructura
ósea increíble, su cabello castaño claro debajo de su gorra de béisbol y sus
ojos color avellana con un tinte inusual, ella diría que casi violáceo, acababa
de dejar una bandeja que contenía una taza de chocolate caliente y un
enorme trozo de tarta.

—Tamsyn dijo que necesitas comer más, tu cuerpo está a punto de


descomponer los músculos para poder alimentarse, —le había dicho en un
tono firme que no esperaba de alguien así de joven, especialmente cuando
su voz era tan fuerte, clara y pura que amenazaba con distraer a su gata
con su pura belleza auditiva.

Con una voz tan hipnótica y un rostro tan atractivo, este niño podría
convertirse en una estrella de rock o en el líder de un culto.

—No soy un sanador, hombre —agregó encogiéndose de hombros, con


expresión dudosa— pero eso no me suena bien.
Dado que Soleil respetaba a Tamsyn y tenía debilidad por el pastel,
tomó la bandeja e hizo todo lo posible para pasar el pastel. Había resultado
inesperadamente pesado, y rápidamente se dio cuenta de que estaba hecho
con nueces trituradas. Almendra o pistacho, tal vez. Una buena manera de
dar un golpe significativo de energía.

El estómago de Soleil, sin embargo, no podía contener tanto, y terminó


dejando la mitad de la rebanada sin comer. Le entristeció no poder llevárselo
con ella. Derrochar pastel era un sacrilegio, pero no podía llevar nada en su
forma felina.

Un eructo salió de ella, un pequeño y extraño sonido que hizo que su


gata retrocediera y fingiera que no la conocía. No, no a esta criatura que
hacía sonidos tan poco elegantes.

Casi podía escuchar la risa de Farah mientras se frotaba el estómago.


Permaneció hundido, aunque se sentía como si estuviera llena hasta la
garganta.

Con el estómago pesado o no, esta era la mejor oportunidad que tenía:
DarkRiver generalmente le daba de media hora a cuarenta y cinco minutos
entre los controles. ¡Lo habría descartado como una medida de seguridad,
excepto que seguían dándole cosas!

Pastel, una manta extra, una bebida caliente.

La desconcertaba lo preocupados que parecían por ella. Era, después


de todo, una intrusa.

Lucas es hijo de una sanadora… No importa lo que hagas o dejes de


hacer, nunca te tocará con violencia.
Con el corazón dolorido por el niño que el alfa había sido una vez y
confundida sobre qué pensar del hombre al que había considerado un cierto
asesino solo un día antes, caminó hacia la ventana. A pesar de la persistente
luz del verano, el mundo exterior estaba en silencio, atormentado por todo
lo que había ocurrido tan recientemente. Nadie estaba de humor para estar
fuera de casa.

La única otra cosa que podría funcionar a su favor era el color de su


gata y el patrón de su pelaje de ocelote: tan cerca de la puesta del sol, debería
poder convertirse en una parte más de él contra el bronceado pálido de la
pared externa.

Después de desnudarse con rápida eficiencia, se aseguró de poner sus


prendas de vestir en el cesto de la ropa que estaba en una esquina del baño.
Sus padres podrían haber sido solitarios que abrazaron la libertad por
encima de todo, pero también a menudo hacían las maletas y se marchaban
en cualquier momento.

Como su hija, Soleil había aprendido a ser limpia y ordenada para no


perder sus pertenencias accidentalmente. Y sería de mala educación dejar
un desastre, especialmente cuando todos se habían tomado la molestia de
ser amables con ella.

—¿Lista? —le murmuró a su otra mitad, todavía un poco temerosa de


que la gata se resistiera. Pero se estiró, flexionó sus garras... y el mundo
brilló con luz cuando su cuerpo se rompió en un millón de partículas antes
de rehacerse en su otra piel: una pequeña gata de color dorado y naranja
con patrones negros oscuros en su pelaje.

Sus marcas eran distintivas, los puntos negros estaban tan juntos
que se convertían en líneas en algunos lugares. Dos rayas negras gemelas
bajaban hasta los bordes interiores de unos grandes ojos diseñados para ver
el más mínimo movimiento, con las orejas erguidas y ahuecadas. Era mucho
más pequeña que un leopardo o un jaguar, pero eso solo significaba que
podía deslizarse por huecos que, para ellos, eran infranqueables.

Ella también tenía su cicatriz de esta forma, una línea irregular que
dividía el pelaje de su rostro.

La gata se sacudió para acomodar su pelaje en su lugar, sacudió la


cola rodeada de bandas negras, luego olfateó el aire y recibió una fuerte
oleada de olores de leopardo a cambio. Se hecho hacia atrás pero no
retrocedió.

Su gata nunca había sido una cobarde.

Asustada y triste, pero no cobarde.

Saltando fácilmente sobre el alféizar de la ventana, asomó su pequeña


y elegante cabeza, luego extendió una pata para probar el alféizar. Satisfecha
de que fuera lo suficientemente ancho, la gata se deslizó por esa estrecha
franja. Parte de sus patas se asomó por el costado, pero lo ignoró. Esto era
instinto, su enfoque en salir de aquí y en Ivan.

La parte humana ya no predominante, Soleil puso los ojos en blanco


dentro de su piel peluda. Él no es nuestra prioridad, dijo.

La gata se tomó un momento para bostezar. Pero a pesar de su deseo


de ir a Ivan, eran los cachorros los que estaban al frente de su mente. Dos
pequeños bebés que había protegido y guiado por el bosque más de una vez,
divertida por sus travesuras incluso cuando intentaba ser severa y
enseñarles la forma correcta de hacer las cosas.

Soleil caminó lentamente, oh, muy lentamente, a lo largo del borde. Y


cuando escuchó movimiento abajo, se congeló. Más aromas de leopardo,
pesados y fuertes. ¿La olerían? A su favor estaba que había estado rodeada
de leopardos todo el tiempo desde que la llevaron al cuartel general.

También había dormido durante horas en un espacio lleno de su olor.

Podría tener una sombra de olor lo suficientemente fuerte para que la


gente de abajo se encogiera de hombros de la parte que no pertenecía. De
todos modos, ella no se arriesgó a moverse.

Sus orejas se agudizaron cuando empezaron a surgir voces. No se


atrevió a alterar su equilibrio al intentar mirar hacia abajo, verlos.

—No hay coincidencias en sus huellas dactilares o ADN —decía una


voz masculina—. Lucas dice que es una gata, está seguro más allá de
cualquier duda. Simplemente no puede precisar la especie.

—¿Qué pasa con el reconocimiento facial? —Otra voz desconocida,


esta una mujer.

—Sigo buscando —dijo el primer orador—. Estoy accediendo a todas


las bases de datos que puedo. Incluso logré piratear el DMV.

—Algún día te van a arrestar —Un comentario seco.

—Por favor, soy demasiado bueno para que me atrapen. Pero incluso
si ella está allí, llevará algún tiempo. El reconocimiento facial requiere una
tonelada de potencia de computadora.

—¿Todavía no habla?

Un gruñido.

—Sanadores. Obstinados como el infierno y el doble de mandón.

Una risa.
— S ol o estás g ru ñó n porque T a m m y te pu so e n reposo después d e esa
lesión.

La queja y el afecto sorprendieron a Soleil. Esos dos eran dominantes,


u n a o l a d e p o d e r p r i m i t i v o e n el ai re q u e h i z o q u e l as f o s a s n a s al e s d e s u
gat a s e di l at aran, p e r o p o d r í a j urar q u e c o n s i d e r a b a n a T a m s y n s u i gual o
tal ve z incl uso superior q u e ellos y q u e la a m a b a n .

S u gat a querí a g em i r, n ec esi t aba arañarl a. O d i a b a est ar sola. S o ñ a b a


co n u n a familia c o m o esta.

L a s voces s e desvaneci e r o n c u a n d o la gata l uchó cont ra s u necesidad


d e da r v o z a s u dol or, l os d o s d o m i n a n t e s d e a m b u l a r o n h a c i a el frent e del
edificio.

S ol ei l n o s e p r e o c u p ó p o r la b ú s q u e d a d e s u i dent i dad . N o la
encontrarí an e n la base d e datos del D M V . N u n c a habí a aprendi do a
conduci r, u n a falta p o r la q u e s e h abí a m a l d e c i d o m u c h a s v ec e s d e s d e q u e
c o m e n z ó s u b ú s q u e d a e n l o q u e c i d a p o r el d o l o r , p e r o a ú n n o h a b í a s i d o
c a p a z d e o b l i g a r s e a d a r e s e p a s o . N o l e i m p o r t a b a a n d a r e n ca r ro s, s i n o
manejar, t om a r el control d e u n vehículo… N o, n o podí a hacerlo.

S u c o r a z ó n c o m e n z ó a latir d e m a s i a d o r á p i d o , e c o s e n s u m e n t e d e
u n a v o z ar rui nada q u e le decí a q u e lo sentía.

Cariño, lo... lo siento mucho. Salir. Fuera, mi... Leilei. Fuera… nena… el
combustible…

El olor a carne q u em ad a, el tatuaje d e los neumáti cos derretidos sobre


el asfalto, el estruendo d e la lluvia, volvió con un estruendo, c o m o si hubiera
s ucedi do ayer.
El animal abrió la boca, queriendo aullar de dolor. Debería haber
esperado esto. La parte humana había estado en primer plano durante tanto
tiempo que la gata no tenía salida para todas las capas de su dolor, y ahora
estaba temblando.

Estrellas en su mente, conectadas por esa telaraña de color rojo


plateado tan hermosa y delicada que la gata levantó una pata para golpearla.
Un simple toque de juego, pero fue suficiente para volver a centrar su mitad
más primitiva.

Comenzó a caminar por la cornisa una vez más, usando sus garras y
su cola para mantener el equilibrio. Tuvo que pasar por una ventana en su
camino hacia el borde más alejado. La gata se quedó inmóvil antes de
empujar la cabeza hacia delante para poder echar un vistazo al interior.

No era un dormitorio, sino un espacio de almacenamiento con


ordenadas filas de estanterías... a través de las cuales Tamsyn se movía con
un pequeño panel de datos en la mano. La gata echó la cabeza hacia atrás,
luchando contra su tendencia natural hacia la amistad. Tamsyn era el
cambiante más peligroso ahora: había estado cerca de Soleil, reconocería su
olor si captaba un indicio de él.

La única racha de buena suerte fue que la ventana estaba


completamente cerrada. Y cuando se atrevió a mirar de nuevo, descubrió
que Tamsyn estaba de espaldas a la ventana.

Con el corazón acelerado, su gata logró llegar a salvo al otro lado de


la ventana.

No fue demasiado difícil llegar al borde más alejado, desde donde


calculó la distancia hasta la azotea del otro lado. Y se dio cuenta de que
había calculado mal. Estaba demasiado lejos para que incluso su gata
pudiera saltar. Sin perder tiempo, giró a la derecha y siguió avanzando por
la cornisa que cruzaba la parte trasera del edificio, en busca de un árbol,
algo sobre lo que pudiera saltar para bajar al suelo.

Nada y más nada, hasta el gran tubo de desagüe que canalizaba el


agua desde el techo hacia lo que probablemente era un tanque de agua
subterráneo. Los cambiantes no desperdiciaban agua cuando podían
recolectarla y reciclarla. Ningún leopardo podría haber bajado por ese
desagüe, su peso corporal era demasiado pesado. Se habría derrumbado.
Pero tenía la sensación de que soportaría su peso mucho más ligero.

Ella no tenía nada que perder.

El tubo de desagüe emitió un pequeño gemido cuando ella saltó sobre


él, pero aguantó. Decidiendo no tentar a su suerte, bajó lo más rápido que
pudo, partes de la tubería se le clavaron en el estómago mientras se
deslizaba. La gata aplanó las orejas, pero siguió adelante, dejando profundas
marcas de arañazos en el plástico.

Los leopardos verían eso, por supuesto, pero ella ya se habría ido para
entonces.

De repente, ella estaba golpeando el suelo sobre su trasero. Ugh. Su


gata miró a su alrededor para asegurarse de que nadie había visto ese
descenso horriblemente vergonzoso. Ningún otro ocelote la dejaría vivir.

Pero no había ocelotes aquí. No a menos que ese olor en Tamsyn


hubiera sido cierto.

Impulsada por una sensación de urgencia palpitante, se sacudió el


trasero dolorido y corrió por el costado, y aunque debería haber ido al frente
del edificio y encontrar un escondite desde donde pudiera ver la salida de
Tamsyn, se fue a una puerta en la valla justo enfrente de donde ella había
bajado.
L a puert a es t a b a cer rada p e r o n o bl oqu e ad a.

S i n p r e o c u p a r s e p o r q u i é n p u d i e r a v erl a , c a m b i ó y a b r i ó el cerroj o,
luego cam bi ó de nuevo. U n a mujer desnuda llamaría m u c h o m á s la atención
q u e u n p e q u e ñ o g a t a p e g a d o a l as s o m b r a s . L a m a y o r í a d e l a g e n t e n o l a
vería e n esa forma, y los que sí la verían probabl em ent e la confundirían c o n
u n gat o d o m é s t i c o m o n s t r u o s a m e n t e gr ande. N o es u n error q u e aguant ar a
u n a m i r a d a m á s c e r c a n a , p e r o n o t ení a l a i n t e n c i ó n d e d e j a r q u e n a d i e s e
a c e r c a r a t ant o.

Deslizándose a través de la puerta, miró a la izquierda y luego a la


derecha, vi o q u e la acera est aba vacía. U n a v e z m á s , deberí a ha be r i do a la
derecha y dirigirse al frente del edificio... pero cruzó directamente la acera y
se dirigió a u n aut o m óvi l negro c o n la f orm a t an elegant e c o m o u n a bala.

L a puert a del l ado del pasaj ero s e deslizó haci a atrás.

S u gata n o se sorprendió e n lo m á s m í n i m o al mi rar hacia arriba y ver


a u n P s y c o n oj os d e u n azul p enet r ant e esper ándol a. P o n i é n d o s e e n
cuclillas, s e l anzó al asiento del pasajero.
Capítulo 2 1
Ivan Mercant: Telépata, 6.2, cabello negro, ojos azules asesinos y
sensualidad helada. Aquí está la cuestión, mujeres salvajes. Este excelente
espécimen de masculinidad ha flotado durante mucho tiempo bajo nuestro
radar. Cómo, no lo sabemos. El hombre es tan caliente que ciertas damas
osos estaban dispuestas a arriesgarse a quemarse por congelación para
acercarse a él.

Y es gracias a nuestros encantadores lectores osos en StoneWater que


ahora conocemos al Sr. Ivan Mercant. Nos dicen que asistió a la ceremonia
de apareamiento de su alfa con otro Mercant (¡cubierto en nuestro número
especial de apareamiento!), mató a muchos corazones y se fue sin mirar
atrás.

Oh, ay.

Sabemos que todos se están preguntando acerca de la parte


aterradora de esta descripción. Se dice que es un especialista en seguridad,
y que los osos dominantes confirman que no pelearían con él a menos que
lo dijeran en serio. Porque el hombre no juega si vienes por él o los suyos.

¿Podemos decir me desmaaaaayooooo?

—De la columna “Aterrador pero Sexy” de la edición de marzo de


2083 de la revista Mujer Salvaje: “Privilegios de piel, estilo y sofisticación
salvaje”.

Hasta el momento en que la pequeña gata dorada y negra saltó al


asiento del pasajero de su vehículo, Ivan no sabía que estaba haciendo allí.
No sabía por qué canceló una reunión por comunicador con su abuela y
salió d e su apartamento a escondidas, p o rq u e u n M ercan t siem pre tenía
u n a s al i d a secr et a.

S i m p l e m e n t e s a b í a q u e t e n í a q u e l l e g a r a q u í a t i e m p o , y t en í a q u e
hacerlo sin alertar a los l eopardos. A ho ra m i r a b a fi j am ent e a la gat a
a s o m b r o s a m e n t e h e r m o s a q u e e s t a b a s e n t a d a allí m i r á n d o l o c o n o j o s t a n
grandes y salvajes q u e lo tenían cautivo. Tení a el intenso i m p ul s o d e
acari ci ar s u pel aj e, p e r o f u e l o s u f i c i e n t e m e n t e r a c i o n a l c o m o p a r a s a b e r
q u e era u n a criatura salvaj e q u e n o le ha bí a d a d o p e rm i s o.

D e al guna m a n e r a encont ró s u equilibrio, dijo:

— T u mochi la está e n el asiento trasero — y se alejó d e la acera.

P e r o ella si seó y a r a ñ ó s u b r a z o c u a n d o él i ndi có q u e i ba a girar a la


izquierda. M i r ó haci a a b ajo, c a m b i ó la señal d e giro a la derecha.

— ¿Quieres estar frente al edificio DarkRiver?

U n a se nt i m i e nt o d e la gat a q u e c a m i n a b a e n sus s u eño s.

— N o s encontraré u n espacio donde n o serem os notados d e inmediato.


— dijo— . P ero n o p o dr em os qu edarnos allí por m u cho ti empo. L o s gatos lo
v e n t odo — L o s l eop ardos b i e n podrí an ser part e d e s u propi a famili a, er an
m u y c o n s c i e n t e s d e l os i nt ru sos y d e a q u e l l o s q u e p o d r í a n r ep r es en t a r u n
ri es g o p a r a s u m a n a d a .

Los osos e n M o s c ú también eran conscientes d e la seguridad, p ero


e r a n m á s di re ct os al re sp e ct o . L o s g a t o s t e n í a n el si gi l o c o n v e r t i d o e n u n
arte. O c o m o diría Valentin, sabí an c ó m o ser astutos.

Exact am ent e c o m o los Mercant.


El ocelote que era Soleil se deslizó entre los asientos hasta la parte de
atrás, sacudiendo su cola sobre el pecho de Ivan mientras lo hacía, la
presión era ligera pero consciente. Ivan vio un destello de luz en su visión
periférica, mantuvo esa visión dirigida resueltamente hacia adelante
mientras las cosas crujían en la parte de atrás. No había mirado dentro de
su bolso, cada parte de su entrenamiento decía que debería haberlo hecho,
pero no lo había hecho.

Porque ese era el bolso de Soleil.

Sin embargo, claramente había habido un cambio de ropa allí, porque


cuando Soleil se deslizó por el espacio entre los asientos en su forma
humana, vestía una gran sudadera gris sobre gruesas medias negras.
Incluso tenía zapatos, zapatillas finas, pero mejor que estar descalza si tenía
que andar en las calles de la ciudad.

A Ivan le gustaba la ropa: le permitía presentarse al mundo


exactamente como deseaba. También sabía cómo le gustaba presentarse a
Soleil. Llena de color y brillo, brillo y alegría. Pero eso había sido antes de la
masacre, antes de un hachazo por la espalda y un entierro viviente en la
nieve.

Sus manos se apretaron en el volante.

—Necesito seguir a la sanadora —Su voz era ronca, su cuerpo se


estiraba hacia adelante.

Tamsyn Ryder. Todo parte de su investigación sobre la manada.

—¿Por qué?

Cuando ella no respondió, él la miró, a esta mujer que se había


enganchado dentro de su alma.
— M e necesitas y no trabajo sin información complet a. Así es c o m o la
gente s e m u e r e — Y él n o haría n a d a para hacerl e d a ño .

U n a m i r a d a d e oj os entrecerrados.

— ¿P or qué estás aquí?

P e n s ó e n l a s e n s a c i ó n q u e h a b í a s e n t i d o c o n t r a s u c a r a e n el
ap a rt am ent o, d e pi el y el m á s m í n i m o t oq u e d e garras. S u a v i d a d y dur eza.
Extraño e inexplicable.

— Porque m e llamaste.

O j o s felinos e n u n rostro h u m a n o .

— No soy Psy, no tengo ese poder — dijo, pero había algo en su voz que
decí a q u e n o est aba m u y segura. Y la f o r m a e n q u e ella l o mi raba, c o m o si
viera di rect am ent e a través d e él... no, n o era c ó m o d o .

N o quería qu e ella viera, n o quería q u e ella supiera. P orqu e entonces ,


ella s e iría d e nu ev o y él perdería incluso este frágil m o m e n to en el q u e ella
n o lo veía c o m o u n m onst ruo.

Ladrón.

U n su su rr o b a j o d e s u con c i e n ci a, u n re cordat ori o si l en ci os o d e q u e


e s t a b a u s a n d o s u fal t a d e m e m o r i a e n s u co nt r a, q u e e s t a b a r o b a n d o e s t e
tiempo.

E s solo por u n a got a e n la línea de t i em p o de s u vida, argum e nt ó. M e


ret iraré d e l a si t ua ci ón l o s u f i ci e n t e m e nt e p r o n t o . L a v e r d a d s o l o l a harí a
c aut el os a c u a n d o n o t i ene m o t i v o s p a r a ser caut el osa. M i ú n i c o p ro pós i t o
es m an t e n er l a a salvo.
Apretando las tripas porque sabía que mentir por omisión seguía
siendo mentir, dijo:

—Soy muy bueno en lo que hago. —Su voz se volvió helada mientras
luchaba contra las fuerzas que peleaban en su interior—. Puedo ayudarte,
pero solo si tengo todos los datos.

—Tiene un olor en ella —La voz de Soleil era áspera—. Necesito saber
el origen.

Ivan era un Mercant; le tomó una fracción de segundo hacer la


conexión.

—Estás buscando a alguien —Alguien tan importante para ella que se


había arriesgado a ser ejecutada al entrar, sin ser invitada, al territorio de
otro depredador.

El hecho de que Soleil Bijoux Garcia fuera una mujer que lucharía por
las personas que le importaban encajaba absolutamente con todo lo que
sabía de ella. Y si la mente de la araña se encendió con un toque rojo en los
bordes debido a los celos mordaces, Ivan tenía el control suficiente para
bloquear eso en ese mismo momento.

Era mucho mejor para ella haber decidido que Ivan no era uno de su
gente. ¿Porque la mujer a su lado? Ella no lo dejaría ir una vez que se
comprometiera. Y al hacerlo, se habría hundido con él.

Inaceptable.

Una respuesta de cada parte de su psique.

Soleil no respondió a su suposición, su atención estaba en el SUV


negro que se había detenido frente a la sede de DarkRiver. Un hombre alto
de cabello oscuro con hombros anchos y la constitución de un soldado
cambiante se bajó del asiento del conductor, justo cuando Tamsyn Ryder
salía por la puerta principal del cuartel general a la luz ardiente del
atardecer.

—Nathan Ryder. —murmuró Ivan a Soleil—. Compañero de Tamsyn.

Nathan besó a Tamsyn, fue besado a su vez, la palma de Tamsyn


suavemente contra su mejilla. El más mínimo movimiento, Nathan
inclinándose hacia su toque mientras cerraba los dedos sobre su muñeca,
dos personas en una armonía tan perfecta que ni siquiera Ivan, con su
crecimiento emocional atrofiado, podía perdérselo.

Había visto el comienzo de ese vínculo con sus primos y sus


compañeros, pero esos lazos aún eran nuevos. Este era un lazo madurado
por el tiempo y estación tras estación de vida... de amor.

Entonces lo golpeó, la profundidad de lo que nunca conocería, ni


siquiera tocaría. Todo lo que tenía eran recuerdos de lo que podría haber
sido un comienzo. Era más de lo que había esperado antes de Soleil, pero
una parte enojada de él, que nunca podría permitir se liberara, rugió contra
la injusticia de eso.

Ivan no fue quien eligió inyectarse una droga tóxica.

Sin embargo, fue quien tuvo que pagar el precio.

Cuando los Ryder se separaron, Tamsyn abrió la puerta trasera del


pasajero y parecía estar hablando con alguien en la parte de atrás. Su
compañero le mantuvo abierta la puerta del lado del pasajero delantero
cuando ella cerró la puerta trasera y se giró para entrar en el auto. Luego
entró y Nathan Ryder dio la vuelta para sentarse en el asiento del conductor.
E r a el m á s vi ej o d e l os centi nel as d e D a r k R i v e r , p e r o la exp e ri en ci a
añ ad i d a lo hací a m á s peligroso: l os m ú s c u l o s e n él eran fluidos, s u s
m ovi m i e nt os d e u n c am bi ant e e n la flor d e s u vida.

— T a m s y n di j o q u e s u c o m p a ñ e r o h a bí a l l e v a d o a s u s c a c h or r o s y a
s us a m i g o s a c e na r — dijo Soleil, c o n un a especi e d e ne c es i da d a ng ust i a da
e n s u t ono.

I v a n n o p o d í a sop or t a r s u sol ed ad . P e r o t a m b i é n sabí a q u e él n o er a


lo q u e ella necesitaba, o quería, para aliviarla. Así q ue le dio lo qu e pudo:

— Los Ryder tienen gemelos.

D a r k R i v e r era prot ect or c o n la i nfo rm a c i ón c u a n d o s e trataba d e sus


cachorros, p o r lo q ue Iv an sol o habí a capt ado esto observando. H a b í a visto
a los d o s niños c o n s u m adre, los tres a veces ac om p a ñ ado s p o r otros niños,
incluida u n a ni ña m u c h o m á s p e q u e ñ a c o n ojos verdes d e pantera: Na di y a ,
Naya, Hunter.

Hi j a d e L u c a s H u n t e r y S as ch a D u n c a n .

— P ar a eso est án h e c h o s los sanadores — L a v o z d e Soleil era d e u n a


doloros a desolación. — P ara la familia. P ara la m an a da . Ella volvió a hablar
ant es d e q u e él p udi e ra res p o n d e r — ¿ P u e d e s segui rl os? N e c e s i t o saber. —
A n g u s t i a e n c a d a pa l abra.

— Sí. — I v a n e s p e r ó ha st a q u e el t odot e r r eno e s t u v o casi fue r a d e la


vista ant es d e entrar e n el flujo d e tráfico.

El cuerpo de Soleil casi vibró de emoción.

— T e estás quedando m u y atrás — dijo en un m om en t o, con las m a n o s


a p o y a d a s e n el t a b l e r o e n l a o s c u r i d a d q u e c a í a r á p i d a m e n t e — . L o v a s a
perd er.
Ivan mantuvo su ritmo.

—La forma más fácil de que te atrapen rastreando es ser obvio al


respecto. Nathan también tiene actualmente a su pareja e hijos en el
vehículo. —Los cambiantes depredadores nunca eran una amenaza mayor
que cuando estaban en modo protector. —Si nos acercamos más, nos
detectará.

Las garras de Soleil, pequeñas cuchillas perfectamente formadas,


cortaron el cuero sintético del asiento del pasajero. Sacudiéndose, miró
hacia abajo, retrajo sus garras de inmediato.

—Lo siento mucho —Calientes flores de color en sus mejillas.

—No es nada, una reparación simple.

—Aun así, no debería haberlo hecho —Soleil cruzó los brazos sobre el
pecho para asegurarse de que no volviera a suceder—. Yo solo… —Una
exhalación áspera, luego con una voz tranquila, calma, admitió el miedo que
la perseguía—. Tengo tanto miedo que me lo estoy imaginando, imaginando
lo que quiero que sea verdad.

El hombre en el asiento del conductor, tan frío y controlado, dijo:

—Hoy encontraremos algunas respuestas —Y aunque su voz no


traicionó nada, su gata gruñó y agitó una garra en el aire.

Contenta de tener algo más en lo que concentrarse, lo miró, lo miró


de verdad... y vio la tensión en la línea de su mandíbula, la vena que latía a
un lado de su cuello. Los músculos de sus hombros estaban tensos, las
manos que tenía en el volante se cerraron alrededor del duro plástico.

Sus dedos se flexionaron contra ella mientras luchaba contra el


impulso de extender la mano, acariciarle el pelo hacia atrás, frotar la tensión
de su nuca. Extraño, pero no pensó que este hombre letal rechazaría el
toque.

Su gata se frotó contra su piel, ansiando extender la mano. Odiando


que estuviera sufriendo.

Las cosas dentro de ella se apretaron por el dolor que se sentía


demasiado íntimo entre dos casi extraños.

—¿Puedo tocarte? —Se sentía como si no necesitara preguntar, su


gata segura de que ya le había dado permiso, que agradecería el contacto,
pero los privilegios de la piel no eran algo para tomar. Tenía que estar
segura.

Su columna vertebral se puso aún más rígida, pero asintió


bruscamente.

Ella puso sus dedos en su nuca sin más discusión, su necesidad de


calmarlo una cruda compulsión. El contacto quemó. Apartó la mano de un
tirón y se miró las yemas de los dedos.

Nada.

Cautelosa, lo intentó de nuevo. Su piel estaba más fría que la de ella,


y la quemadura, comprendió por fin, había sido pura sensación primitiva.
Su corazón latió con fuerza, su piel estaba caliente y sus pechos de repente
se sintieron más llenos.

Oh, sí, a su cuerpo le gustaba, quería derretirlo y derretirse por él.

Pero esto no se trataba de ella. Concentrándose en él, usó caricias


suaves y cuidadosas en su nuca y los lados de su cuello para aliviar la
tensión que lo había convertido en casi una roca. Como sanadora, estaba
acostumbrada a tener paciencia, pero esto... no se trataba de paciencia. Le
g u s t a b a h a c e r e s t o. L e g u s t a b a t o c a r l o . L e g u s t ó s a b e r q u e e s t a b a
a y u d a n do.

U n po co c ad a ve z quizás pe ro est aba funci onando.

C o n los d e d o s d e los pi es cu rv ad os, s e i ncli nó u n p o c o m á s haci a él,


distraída p o r el pi ca nt e q u e suby a cí a b a j o la brisa fresca d e s u a r o m a . U n a
advertencia d e que este hom br e mordería. E s o estaba bien, ella era una gata.
Ell a t ení a garras.

El c a m i ó n q u e tení an del ant e s e paró e Ivan s e paró c o n él.

Soleil siseó, rompiendo el contacto con su piel, todos los pensamientos


d e ne bul oso pl acer a nul ad os p or el páni co.

— ¿ Q u é estás ha ci en do? Est án y e n d o derecho.

— S e dirigen a casa. — U n a fría respuesta.

— ¡No puedes saber eso! — Se retorció en su asiento en un vano intento


d e m a n t e n e r la carretera pri ncipal a la vista— . P odrí an estar yendo...

— N at h an R y d e r tiene a su familia c o n él y está e n c a m i n o


directamente al territorio d e DarkRiver. S é dónde viven.

El sudor brotó sobre s u piel, Soleil s e frotó las m a n o s e n las calzas d e


sus piernas.

— ¿ Qu é ? ¿ C ó m o ? — DarkR iver era notoriamente protector con su


gente.

— P o r q u e e s u n a sa n a d o r a . — A l i gual q u e la g a t a est r e sa da y
aterrorizada en el asiento junto a Ivan, la m i s m a gata que acababa d e tocarlo
con una ternura infinita que amenazaba con volverlo loco con pensamientos
de lo que podría haber sido.

Podría vivir durante décadas en la jaula a la que estaba destinado, y


sabía que volvería a reproducir su toque una y otra vez en su mente todos
los días. Tal como lo haría con su tiempo en el bosque.

Fragmentos de otra vida para durarle a través de una eternidad de


locura solitaria.

Necesitó todo lo que tenía para permanecer en el tema. Esto era


importante para ella y él lo terminaría antes de que la araña tomara el
control.

—La casa de los Ryder está en el borde del territorio, y aunque el


acceso no es abierto, es mucho más fácil llegar que a cualquier otra parte
del territorio.

Sin embargo, no tenía ninguna duda de que DarkRiver tenía guardias


por todas partes. Los leopardos eran maestros del sigilo.

Nuevamente, exactamente como los Mercants.

—¿DarkRiver permite que cualquiera busque la ayuda de Tamsyn? —


Incredulidad en cada sílaba.

—Se dice en la calle que, si bien no tiene una práctica abierta, te


coserá o te tratará si apareces en su puerta, no importa si eres Psy, humano
o cambiante.

Ivan se sorprendió tanto como Soleil cuando descubrió ese hecho. Los
cambiantes tenían fama de ser unidades cerradas; eran tan poderosos
porque desconfiaban tanto de los extraños y eran tan protectores de los
suyos. En muchos sentidos, la familia Mercant funcionaba exactamente
igual. Nadie ingresaba a su familia sin una verificación significativa de
antecedentes y una investigación extrema.

Nadie más que las personas de las que los nietos de Ena Mercant
seguían enamorándose.

Ivan se preguntó qué pensaría ella de su gata, e inmediatamente


aplastó el pensamiento posesivo. Soleil no era suya, nunca podría ser suya.
No si él quería que ella tuviera algún tipo de vida. No podía haber cachorros
para Ivan, ni una existencia brillante y colorida en el mundo exterior.

Los monstruos vivían en la oscuridad.

—DarkRiver, —dijo más allá de la desbastadora verdad de ese


pensamiento— es visto como el protector de toda esta ciudad. Cualquier
cuerpo político local tiene mucha menos influencia que la manada, aunque
la manada no parece ejercer ese poder para obtener ganancias políticas. Es
una situación complicada.

—¿Estás seguro de que puedes llevarnos a su casa? —Soleil volvió a


frotarse las calzas con las palmas de las manos, luego levantó las manos
hacia la suave belleza de su cabello y comenzó a trenzarlo—. Puedes dejarme
cerca, y me acercaré sigilosamente en mi forma de ocelote.

Almacenó otro recuerdo, el de sus dedos tan ágiles en su cabello. Era


el tipo de cosa que una mujer podría hacer frente a su pareja. Nunca
ocuparía ese puesto, pero nadie podría reprocharle un robo tan pequeño.
Solo momento.

—Los guardias leopardo te comerán antes de que los veas venir.

Un rugido de la garganta de Soleil, un recordatorio de que estaba lejos


de estar indefensa.
—Me he mantenido con vida por mi cuenta durante mucho tiempo.

Ivan fue a responder, pero fue interrumpido por una repentina ola de
recuerdos en su mente. Pero... no eran sus recuerdos. Un cuerpo alto y
delgado se abrió paso entre una gran multitud, contenido, sola y herida.

Sola. Sola. Sola.

Era un latido interno palpitante junto con el ruido de la multitud, el


roce de brazos y hombros cuando la gente pasaba, los gritos agudos de una
niña que cabalgaba sobre los hombros de su padre.

No sus recuerdos. De ella.


Capítulo 2 2
El acceso a la sección cortada d e P s y N e t hasta ahor a h a resultado
imposible d e obtener. Varias partes del espectro P sy han realizado múltiples
intentos, incluso la Designación A y las Designaciones T k -V y E. Todos han
fallado.

— Mensaje al resto de la Coalición Gobernante de Kal eb Krychek

L a reina d e los Escarabajos t o m ó posesión d e s u domi ni o.

La s barreras q u e habí a di señado resistían, el anillo d e espacio m ue rt o


alrededor d e la isla era u n vací o psíqui co total.

Excelente.

N a d i e q u e ella n o h a y a traído podrí a p on e r u n pi e e n esta isla. A h o r a


era el es pa ci o p e rf e c t o p a r a q u e p usi e r a a p r u e b a s u s pl a ne s a l argo pl azo.
P o r q u e n o tenía la int ención d e reinar s ol o sobre u n a p e q u e ñ a isla.

E s t e fu e sol o el c o m i e n z o d e s u c on qui s t a d e l a r e d P s y y la
consigui ente su by ug a ci ó n d e s u población.

— Paso a paso — m u r m ur ó mientras u n poder infinito ondeaba a través


d e su red, sus pequeños escarabajos, infiernos d e energía— . Pieza por pieza.
T o d o caerá. T od os caerán.
Capítulo 2 3
T u m an ad a es el corazón. L o s alfas que la cagan son los que em pi ezan
a p ens a r q u e s o n el e l e m e n t o m á s i m po r t an t e d e la m a n a d a .

— Lucas Hunter, alfa de DarkRiver, a Remington “R emi ” Denier, alfa


de RainFire

— Te morderé si sigues ignorándome — Una amenaza hecha en un tono


d e v oz ag udo q u e atravesó la repentina visión qu e habí a gol peado a Ivan d e
m o v e r s e a t ravés d e u n a m ul t i t ud e n vu e l t o e n u n m a n t o d e sol ed ad.
S acudi éndose esto fuera, dijo:

— A m e n o s q u e est é s o c u l t a n d o al go , n o t i enes l as ha bi l i da d es p a r a
eludir a los sol dados ent renados d e DarkR i ver. —

H m p h — S e agarró el extremo de su trenza.

Le v ant an do s u m a n o haci a ella, dijo:

— A q u í. E n m i m u ñ e c a — S e h a b í a p u e s t o u n a b a n d a el ásti ca n e g r a
esta m añana... sin m ot i v o alguno. S ol o l o hizo.

U n a gat a m e r o d e a b a e n s u m en t e , c o n u n b o r d e d e suficiencia.

Y los d edo s de Soleil volvi eron a tocarlo mientras deslizaba


s u a v e m e n t e la b a nda sob r e s u m a n o . S u p o e n ese m o m e n t o q u e n u n c a m á s
v o l v e r í a a est ar s i n u n a b a n d a p a r a s u cab el l o. I n c l u s o e n s u j aul a, us a r í a
u n a y soñaría c o n el día e n q u e podrí a ofrecérsel a d e nuevo.

Tont os, est ú pi d os su eños.


No importaba. Eran suyos.

Otra imagen inesperada en su mente, de una pequeña gata


arrastrándose por la hierba hacia él, una gata con marcas similares a las de
Soleil, pero su cuerpo mucho más pequeño. Luego estaba concentrando ese
pequeño cuerpo y lanzándose hacia él.

Se sacudió en su interior, pero solo para poder atrapar al cachorro.


Pero se había ido, la niebla a través de sus manos. Y lo supo en ese
momento. Ella estaba buscando un niño.

—Te haré entrar. Pero tendremos muy poco tiempo para entrar y salir;
sin embargo, si tienes la intención de ejercer violencia, no saldremos con
vida.

Los soldados de DarkRiver eran algunos de los más hábiles que jamás
había visto; no solo tenían la ventaja de las habilidades felinas naturales,
sino que era obvio que habían entrenado esas habilidades hasta el filo de
un cuchillo. Tenían que haber sido despiadadamente fuertes en primer lugar
para mantener su territorio contra los lobos SnowDancer y ahora que las
dos manadas estaban aliadas, era muy probable que leopardos y lobos
entrenaran juntos.

Subestimarlos sería un error grave y probablemente fatal.

Incluso el temerario compañero oso alfa de su prima, Valentin, era


conocido por bajar de golpe una jarra de cerveza y decir:

—Los gatos de Lucas son letales. Nadie los ve venir cuando no quieren
ser vistos. —Una sonrisa que arrugó sus mejillas mientras le lanzaba a su
compañera una mirada privada— .Qué bueno que sé cómo llevarme bien
con los astutos gatos.
La única razón por la que Ivan sabía que podía llevar a Soleil a la casa
de los Ryder esta noche era que, si el horario se ajustaba a lo que había
observado anteriormente, el soldado que patrullaba cerca de su punto de
entrada sería un estudiante de tercer año en entrenamiento. En cuanto a
por qué había observado los protocolos de seguridad, porque toda la
información era poder.

La elección del guardia probablemente se debía a que Nathan Ryder


estaba en casa durante esos días y podía proteger bien a su pareja y a sus
cachorros. Una buena oportunidad para dar entrenamiento en vivo a un
miembro más joven de la manada. Cualquier error no sería terminal.

—Si estás pensando en entrar a su casa, olvídalo —Tenía que


establecer las expectativas correctas o ella se lastimaría a sí misma por falta
de conocimiento—. Nathan es letal, y aunque puedo defenderme de él, me
dejará sin la capacidad de protegerte. Y Tamsyn puede sacarte.

Sintió más que vio que la cabeza de ella giraba hacia él, su ceño
fruncido.

—No soy una debilucha.

Pensó en su cuerpo destrozado en la nieve, y en el coraje que le debe


haber tomado para salir en medio de una carnicería tan brutal.

—Lo sé. Pero DarkRiver entrena a toda su gente, incluso a sumisos y


sanadores. También es una madre con cachorros que proteger. Te arrancará
la cabeza antes de que la veas venir.

Ivan no había necesitado que nadie le dijera que el impulso maternal


de proteger eclipsaría incluso la tendencia curandera hacia la dulzura. No
todas las madres eran protectoras, él lo sabía muy bien y, por lo que había
observado, Tamsyn Ryder permitía a sus hijos mucha libertad. Pero también
siempre se ponía del lado de la calle cuando caminaban por la acera, e
incluso cuando estaba más relajada, estaba claro que sabía dónde estaban
sus hijos, y cualquier otro cachorro a su cuidado, en todo momento.

A Ivan le recordaba mucho a Ena. Sin órdenes duras, sin gritos ni


alaridos, sin reglas tan estrictas que sofocaran el crecimiento. Pero todos los
cachorros escuchaban cuando Tamsyn les decía que hicieran algo. Y la
miraban con la absoluta y pura confianza de los niños que saben que ella
es la adulta; no tenían que preocuparse, porque ella se encargaría de
cualquier cosa que se les presentara.

Ivan nunca había conocido ese tipo de libertad infantil hasta que se
encontró cara a cara con la abuela. Y luego, lo había entendido hasta el
hueso. Como entendió que Soleil algún día crecería para tener esa misma
presencia tranquila, ese mismo acero cálido en ella. Ya había vislumbrado
eso en su determinación de encontrar a la persona que buscaba... y en su
ternura con él, un hombre que no era nada para ella.

Ahora ella se cruzó de brazos.

—Tienes razón —admitió en un tono de mala gana. —Pero no sé si


podré detectar el olor afuera —Fue a pasarse la mano por el cabello, se echó
hacia atrás cuando recordó la trenza. —Pase lo que pase, tendré una
respuesta esta noche —Voluntad feroz e implacable. —Incluso si eso
significa que me acerque a su puerta y llame.

—¿Cuál es tu plan B? —Ivan siempre tenía un plan B, y se le ocurriría


uno si era necesario—. ¿Si no encuentras lo que estás buscando?

—Mi objetivo original era matar a Lucas Hunter.


Soleil no sabía por qué había soltado eso. Seguía cruzando líneas con
Ivan, pero no se sentía como cruzar líneas. Se sentía natural, como si se
hubieran conocido en otra vida.

Una punzada profunda, las faldas agitándose alrededor de sus


piernas mientras corría a través de un bosque mientras reía y miraba a
alguien que la perseguía. Ella no estaba asustada. Estaba eufórica,
juguetona.

La voz de Ivan rompió el hilo difuso, las imágenes se desvanecieron en


gris.

—¿Tu objetivo original? ¿Ha cambiado?

Ella cerró los ojos con fuerza y se frotó el corazón con el puño.

—Fue un objetivo ridículo desde el principio. Un pensamiento loco por


el dolor. Nunca podría matarlo.

—Si pudieras, ¿lo harías?

Soleil negó con la cabeza, aceptando la verdad a la que Farah la había


estado instando desde el primer día.

—Vi quién es él para tanta gente en esa calle ayer. Sentí las conexiones
que lo unen a muchos otros —Un ardor en los ojos—. ¿Cómo podría yo,
como sanadora, terminar con su vida sabiendo que el efecto indirecto sería
catastrófico?

Abriendo los ojos, se secó las lágrimas.

—Esta ciudad es estable. DarkRiver es estable. Si lo lastimo, traiciono


todo lo que significa ser un sanador, pero si no hago nada, no puedo vivir
conmigo misma. Así que lo he decidido.
Miró al frente.

—Si no obtengo la respuesta que quiero esta noche, si todo es un


sueño creado por el dolor, lo confrontaré. Le preguntare por qué.

Podía sentir la atención de Ivan mientras esperaba que ella le contara


el resto, pero Soleil no podía hablar. No había hablado con nadie sobre la
pérdida de su manada, sobre todos los muertos, toda la sangre. Y ahora,
hoy, cuando separó los labios, todo lo que salió fue silencio. Mientras que
dentro de su cabeza jugaban dos cachorros en la hierba. Habían sido tan
traviesos, tan decididos a acercarse sigilosamente a ella y abalanzarse sobre
ella.

Siempre había sabido que estaban allí, por supuesto, sus pequeños
cuerpos hacían crujir la hierba mientras se arrastraban sobre sus
estómagos. Pero fingió estar sorprendida, fingió caer sobre el césped
mientras la “atacaban”. Esos cuerpos pequeños y cálidos se retorcían
encima de ella emocionados por haber realizado una cacería exitosa.

Ella gruñó y los agarró cerca de su pecho, y ellos la acariciaron con


sus hocicos.

Su mano se llevó a la mejilla, el eco de sus pequeños rostros peludos


contra ella una sensación casi táctil. Su garganta se cerró, el nudo de dolor
en su pecho se expandió hasta llenar cada parte de ella.

Apenas podía respirar, cada inhalación fragmentos irregulares en sus


pulmones. Entonces, cuando esa telaraña plateada brilló en su mente, más
fuerte, más gruesa, incluso más deslumbrante, la agarró, la envolvió a su
alrededor como una manta brillante y la usó como un escudo contra el dolor.

Sabía a Ivan. Por supuesto que sí.


Y d e a l g ú n m o d o , e n el e x t r a ñ o c o n s u e l o q u e l e ofre cí a l a h e r m o s a
pi edra hel ada del h o m b r e q u e le habí a sa l vado la vi da y q u e ah or a p e ns ab a
q u e tenía derecho a ella, encont ró s u voz.

— M i m a n a d a está muert a. S k y E l m está m uert o.

— Hubo sobrevivientes.

— Sí, siete sobrevivientes, y yo.

Ivan n o cuestionó la fo rm a en q ue lo expresó, si m pl em ent e escuchó.

— U n veci no h u m a n o m e lo dijo después d e q u e finalm ente r ecordé y


volví a casa — Para entonces, se había enterado del rechazo de Monroe, pero
n o habí a regresado p o r s u ant i guo alfa. — El v e ci no habí a vi vi do j unt o a la
m a n a d a m u c h o ti em po — Tant o q u e hast a M o n r o e lo habí a acept ado.

— Solo siete — murmuró, su corazón rompiéndose de nuevo— . Pero era


más que n ad a . Era sufi ci ent e par a que empezáramos de nuevo.
E n t o n c e s … — E x h a l ó c o n u n e st re m e ci m i e nt o d e c u e r p o c o m p l e t o — .
Ent onces t odos desapareci eron u n a noch e, y c u a n d o el ve ci n o fue a buscar,
encont ró sangr e e n el ni do q u e pertenecí a a m i anti guo alfa.

A u n así, ella h a b í a e sp er a do. S a b i e n d o q u i é n h a b í a si do M o n r o e , n o


le h ab í a so rp r en di d o q u e hubi era t e r m i n a d o e n f o r m a sangrient a.

— D e s p u é s d e v e r la sangre, n u e s t r o v e c i n o s e p u s o e n c ont a ct o c o n
u n c am bi a nt e n o depredador q u e con o cí a por s u trabajo. E s a persona ca pt ó
el olor d e u n leopardo.

S u reacci ón h ab í a si do d e p u r o terror.

— M e t o m ó m u c h o t i e m p o rast rear q u i é n p o d r í a h a b e r s i do el
l eopardo. M u c h o s rum ores, m u c h o s susurros, p e r o al final t o do s e reduj o a
esto: mi alfa, Monroe, hizo algo para provocar la ira de DarkRiver sobre él.
Lucas Hunter lo ejecutó.

—¿Un rumor?

—No, esa última parte no es un rumor. —Imágenes en blanco y negro


en su mente, el texto del mensaje nítido y claro—. Tales ejecuciones se
enumeran en un documento maestro que se estableció como un anexo del
Acuerdo de Paz que puso fin a las Guerras Territoriales. Es para detener los
ataques de venganza cuando la ejecución estaba justificada.

—No soy lo suficientemente mayor para tener acceso al documento,


así que no sé por qué se ejecutó a Monroe. Pero tengo un amigo en otra
manada, un bibliotecario, cuyo alfa ha dicho abiertamente que nadie discute
las acciones de Lucas Hunter.

—Tu alfa rompió una ley cambiante que no podía ser perdonada.

—Es lo único que tiene sentido. Y Monroe… no era una buena


persona. —No sentía lealtad hacia el hombre que la había hecho sentir no
deseada desde la infancia y luego la repudió rotundamente—. Era un matón
y creo que eligió el objetivo equivocado.

—Sin embargo, querías matar a Lucas Hunter.

—Porque hubo siete sobrevivientes —Tiró más fuerte de la red


plateada a su alrededor en un intento de protegerse del frío que era la
incipiente muerte de la esperanza—. Monroe y otros seis: nuestra sanadora
principal, Yariela; un compañero de manada sumiso; dos jóvenes soldados
y dos cachorros.

Todo se ha ido sin dejar rastro. Mi amigo bibliotecario también pudo


confirmar que SkyElm ahora es una manada muerta. Nuestra línea ya no
existe en ninguno de los registros mantenidos entre los cambiantes, y
nuestras tierras territoriales han sido devueltas al fideicomiso que posee los
territorios abiertos.

Ahogó el sollozo que quería escapar; esta noche no se trataba de


lágrimas sino de respuestas. Pero no pudo sofocar el dolor que sangraba en
sus palabras. Necesito que estén vivos, Ivan. Si no lo están…

—¿Hay alguna otra razón por la que tu manada aparezca como


muerta?

—No. Es tradición que el nombre de una manada se ponga en un


patrón de espera incluso cuando no tienen alfa y, por lo tanto, necesitan
unirse a otra manada. Deja espacio para que un niño de la manada original
algún día tome el relevo. Una manada nunca aparece como muerta a menos
que no haya miembros sobrevivientes.

Se había asegurado de entender ese punto.

—Pero mi manada se detiene en el momento de la muerte de Monroe.


No hay continuidad, no hay posibilidad de futuro. Y mi amigo confirmó que
nadie ha tenido contacto con los sobrevivientes.

Ivan podía ver por qué Soleil creía lo que ella creía, pero estaba cien
por ciento seguro de que estaba equivocada. Todo lo que sabía de Lucas
Hunter le decía que el hombre era un protector. Él podría ser agresivo en
defensa de su manada, pero eso no se extendía a dañar a los inocentes
atrapados en el fuego cruzado. Ena también era conocida por sacar a esos
inocentes del camino, incluso cuando buscaba venganza.

Los verdaderos alfas no necesitaban subyugar a los vulnerables para


ser poderosos.
Pero Soleil necesitaba saber la verdad fuera de cuestionamiento, así
que él la ayudaría a descubrirla. Con eso en mente, volvió a ponerlos en
camino hacia el territorio de los leopardos, pero se desvió hacia un camino
de tierra antes de llegar al inicio oficial de la zona de alta seguridad. Después
de conducir durante unos diez minutos, detuvo el automóvil a la sombra de
varios gigantes del bosque.

Esta área estaba lo suficientemente alejada del corazón del territorio


de Yosemite de la manada que no estaba tan fuertemente patrullada. Había
visto una serie de sensores, pero dos personas no deberían activar ninguna
alerta. Fácilmente podrían ser miembros de la manada dando un paseo.
Porque, por lo que sabía, no había cámaras.

Ivan no cuestionó la forma en que lo expresó, simplemente escuchó.

Tenía sentido dadas las precauciones que se activaron más allá de


este punto.

Saliendo a la suave oscuridad de la noche iluminada solo por una


media luna, condujo a Soleil por el camino que ya había trazado en su
cabeza. Caminaron en silencio hasta que él dijo:

—¿Me dirás por qué Monroe se negó a reclamarte? —Si el alfa no


hubiera estado ya muerto, Ivan habría hecho la tarea.

Para eso están hechos los sanadores. Para la familia. Para la manada.

La devastación en su voz no era algo que Ivan perdonara jamás. Y


Monroe la había sentenciado a esa agonizante soledad con pleno
conocimiento de lo que estaba haciendo.

—Falle en proteger a la manada —dijo Soleil rotundamente—. Monroe


me lo dijo cuándo nos encontramos en medio de la masacre, ambos
cubiertos d e sangre y al bo rd e del agot am i ento. M e gritó q u e habí a fallado,
q u e era patética, q u e n o tení a d e r e c h o a l l a m a r m e c o m p a ñ e r a d e m a n a d a .

— L o s sa n ado r es c u r an . E l t rabajo d e u n alfa es asegur arse d e q u e la


m a n a d a est é prot egi da. — L a v o z d e Iv a n e ra u n a pi e dr a afi l ada c o m o u n a
espada asesina— . Conozco a un oso alfa. S e habría comi do vivo a tu alfa por
deci r u n a m e nt i r a t an fea y d es ho nr os a.

Ella tragó saliva.

— La pareja y el hijo de Monroe murieron en la masacre. N o pude hacer


n a d a p a r a a y u d a r l o s . — S u s a n g r e h a b í a fl u i do c o m o a g u a , e m p a p a n d o el
suelo en una oscuridad viscosa— . Creo que debe haberse vuelto u n poco
loco por la pérdida.

— El co r az ón d e u n sa na do r es d e m a s i a d o a m a b l e a veces, Lei . — S e
l l e vó u n d e d o a l os labi os e n la ú l t i m a p a l a b r a y ella s e d i o c u e n t a d e q u e
habían llegado al límite desde d o n d e tendrían q u e m o v ers e e n absoluto
silencio.

— S é astuta c o m o u n gato — m u r m u r ó Ivan.

Ella lo m i r ó fijam ente. E s o n o habí a s o n a d o c o m o al go q u e dijera u n


P s y. P ero le preguntaría sobre eso m á s tarde. P or a h o r a … sería astuta c o m o
u n gato.
Capítulo 2 4
Cariñoso

Extraordinario

Ocelotes (*Nota del profesor: elección interesante, K. Dime por qué


encaja.)

Juguetón

Aleine!

Merodear

DarkRiver

Cauteloso

—Desafío de palabras de la escuela sobre un tema elegido,


terminado por el estudiante Kennan Aleine (edad 7.5)

El ocelote de Soleil subió a la superficie de su mente, apoderándose


de sus movimientos. Sus pies eran ligeros sobre los restos de hojas caídas,
su cuerpo se deslizaba por el bosque con la comodidad de una criatura en
casa. Porque, aunque este no era su territorio, se sentía más suyo que
cualquier ciudad.

A su lado, Ivan era un fantasma. Si no hubiera sabido que él caminaba


justo a su lado, habría dudado de que estuviera allí, la capa de sigilo en la
que se había envuelto a sí mismo era impenetrable.
La molestó. Quería tocarlo para obtener una respuesta, apenas
refrenó el impulso felino.

Ivan levantó una mano, el movimiento brusco.

Curvó los dedos en sus palmas, su corazón apretándose, una imagen


de los cachorros en su mente. Por favor, por favor estén vivos.

Fue entonces cuando captó un leve olor en las corrientes de aire. Los
pelos de su nuca se erizaron, hielo en sus venas. Tocando el brazo de Ivan
para llamar su atención, ella gesticuló leopardo. La media luna iluminaba
la noche lo suficiente como para que él la viera.

Un rápido movimiento de cabeza, después de lo cual chequeó la


dirección del viento, e indicó que los dos debían quedarse exactamente
donde estaban, a la sombra de un árbol con enormes raíces tan enredadas
que era una obra de arte. Lo hizo en silencio, con los oídos atentos a
cualquier indicio de sonido, de una presencia... pero su pulso aún latía como
un caballo ante el brillo del negro sobre oro que pasaba en la distancia.

Mordiéndose el labio inferior con fuerza, trató de controlar los latidos


de su corazón, aunque sabía que ni siquiera el agudo oído del leopardo sería
capaz de discernir eso desde esa distancia. Era mucho más probable que
captara su olor, pero el leopardo siguió adelante, sin darse cuenta de los dos
observadores que estaban congelados en la noche.

Su ocelote permitió que sus músculos se aflojaran.

Ivan se volvió hacia ella en ese momento, una telaraña de estrellas en


sus ojos. Desapareció al segundo siguiente, esa red plateada que tanto la
perseguía como la protegía, y él la estaba empujando a seguir adelante. No
hablaron, pero ella nunca perdió la conciencia de Ivan, el sigilo letal de él
era una canción de amor para su gato.
Un destello de luz a través de los árboles.

Su pulso era el de un caballo de carreras cuando llegaron al borde


final de los árboles, más allá de los cuales había un gran patio. A la izquierda
había un jardín cuidadosamente cuidado que tenía vegetales florecientes
con hojas grandes y frutos redondeados, mientras que a la derecha había
una estructura para trepar de madera llena de escaleras y cuerdas y todo
tipo de otras cosas que los cachorros revoltosos apreciarían a medida que
aprendieran sobre sus cuerpos y Sus habilidades.

Cuando iba a ir por ese camino, Ivan levantó una mano y le sujetó el
antebrazo.

—Tendrán cámaras vigilando la parte trasera de la propiedad. —Ni


una pizca de emoción en su tono, pero su agarre sobre ella contaba una
historia diferente—. Luces activadas por movimiento son una garantía.

—Necesito ver si hay un olor en la estructura de juego —susurró—.


Es el mejor lugar posible —Intentó pensar, pero su mente estaba en caos,
porque esta noche sabría. Bueno o malo o devastador, ella sabría.

—Eres mucho más pequeña en tu forma de ocelote.

La neblina se disipó.

—Sí. Cambiaré —Dios, ella podría besarlo en ese momento—. Es


posible que no active los sensores e incluso si lo hago, todo lo que verán es
una pequeña sombra felina que podrían descartar como un gran gato
doméstico.

—Si suena una alarma, tendrás un período de tiempo muy corto. —


Hizo una pausa—. Es posible que podamos salir si corres hacia mí en el
instante en que se encienden las luces o escuchas una alarma audible.
Nathan Ryder no dejará a su familia y a sus cachorros desprotegidos para
perseguirnos, y puedo manejar al joven soldado de turno.

Soleil vaciló, lo miró.

—¿No le harás daño? —Era solo un niño, uno al que se le había


encomendado un deber y que probablemente estaba increíblemente
orgulloso de ello.

Ivan asintió bruscamente.

—Puedo eliminarlo sin causar ningún daño permanente. Ese no será


el caso con Nathan. Si me enfrento a él, será una batalla a muerte.

Así que asegúrate de que no se reduzca a eso, fue la advertencia tácita.

Con un nudo en su estómago, fue a dejar caer las manos hasta la


parte inferior de la sudadera y quitársela por la cabeza cuando captó un
movimiento en una ventana del piso de arriba, en la parte trasera de la casa.

Ella se detuvo, frunció el ceño.

—¿Ves eso?

Ivan siguió su mirada.

—Mi visión nocturna no es tan aguda como la tuya, pero sí, puedo ver
movimiento.

—Es un niño. —Sus ojos se abrieron—. Dios mío, parece estar tirando
una cuerda de sábanas anudadas por la ventana. —Con la boca abierta, vio
cómo un cuerpo pequeño y ágil bajaba con cuidado por la cuerda antes de
saltar al suelo y saludaba al otro rostro que había aparecido en la ventana.
Ese cuerpo descendió mucho más lentamente y con cuidado, ni
mucho menos tan confiado como el primero. Pero aún no habían terminado.
Le siguió el número tres, este niño aún más vacilante, pero animados por
grandes gestos de los dos de abajo y de quienquiera que quedara arriba.

Cuando el tercer niño finalmente llegó al suelo, fue atrapado por


pequeñas manos que lo ayudaron. El más confiado le dio unas palmaditas
en la espalda al niño, diciéndoles claramente que habían hecho un buen
trabajo.

Su corazón se derritió. Los cachorros traviesos eran un espectáculo


que había echado mucho de menos.

Luego vino otro cuerpecito rápido y esbelto que bajaba por la cuerda.

Observó en silencio cómo los cuatro pequeños cuerpos corrían hacia


el columpio. Y vio que estaban todos en pijama, descalzos y con el pelo
despeinado.

Riendo suavemente, los cuatro comenzaron a trepar la estructura.

Justo cuando un felino mucho más pequeño corrió inesperadamente


desde un costado de la casa para unirse a la diversión. Un gato doméstico,
se dio cuenta, aún más asombrada. Parecía que el gato doméstico era una
mascota, porque fue acariciado y bienvenido. Un gato doméstico mantenido
por leopardos, pensó con un movimiento de cabeza, preguntándose si no
estaría en algún libro de cuentos de la infancia.

—Los sensores de luces deberían haberse encendido, —murmuró


Ivan, con los ojos en los niños—. Los Ryder nunca permitirían que los
gemelos y sus amigos estuvieran tan poco supervisados. —Miró hacia la
ventana trasera de la que salía una luz dorada y dijo:
—Los padres están mirando. —No era una pregunta, sino una
declaración—. Es por eso que las luces externas no se han encendido.

Su corazón se retorció de nuevo ante la idea de dos leopardos


indulgentes dejando que los cachorros creyeran que se estaban saliendo con
la suya con una travesura tan inocente. Los niños simplemente jugando
mucho después de su hora de acostarse. Pero… era más que eso, se dio
cuenta lentamente.

Los dos confiados niños pequeños con cabello oscuro, animaban y


ayudaban a los otros dos, aunque al menos uno de los otros dos parecía ser
un poco mayor. Los niños susurraban que los otros niños podían hacerlo
cuando intentaban algo, y los animaban cuando lo lograban.

La noche estaba tranquila, calma, y estaba tan abrumada por la


traviesa belleza del momento que le tomó mucho tiempo entender lo que
estaba viendo. Habían pasado dieciocho meses. Los niños crecieron
muchísimo en dieciocho meses. Su cabello creció más largo o fue cortado de
diferentes maneras, y sus cuerpos cambiaron de regordetes y suaves como
los de un bebé a más largos y angulares.

Todavía no podía creerlo, la sangre rugía en sus oídos... hasta que el


viento de la noche cambió y múltiples hilos de olor soplaron a través de él.
Leopardos, pequeños y enredados en la misma red de olores que rodeaba a
Tamsyn, pero debajo de eso y no tan dominantes había olores que cantaban
en cada parte de su corazón de ocelote.

Razi y Natal. Los nombres susurraron fuera de ella, tan bajo que no
estaba segura de cómo la escuchó Ivan.

Pero lo hizo, y dijo:

—¿Son tuyos?
Ella asintió en un estallido irregular.

—El niño más alto y la niña. —Felices, sanos y vivos, y jugando con
sus dos traviesos amigos cachorros de leopardo.

Sabía que debería permanecer en su lugar, sabía que debería pensarlo


bien, pero su gato había sido paciente durante demasiado tiempo. Y había
estado sola demasiado tiempo. Empujando hasta la superficie de su piel sin
ningún argumento por parte de su lado humano, tomó el control en una
lluvia de luz. Su ropa se desintegró. En cuestión de momentos, se había
despojado de su piel humana y ahora estaba allí en su forma de ocelote.

Miró hacia arriba, se encontró con la mirada de escarcha y piedra de


Ivan.

Casi esperaba que él intentara detenerla, pero él simplemente se


fundió de nuevo en la oscuridad. Sabía que él la observaría y que, si la
amenazaban, intervendría. Ivan siempre la protegería. Ese conocimiento
estaba en sus huesos.

Por pequeños que fueran, ninguno de los niños había visto el cambio
que estaba ocurriendo en el extremo más alejado del patio, pero las dos
cabezas de los cachorros de leopardo se levantaron en el instante en que
ella salió de las sombras. Ellos gritaron:

—¡Papá! ¡Mamá! —sin dudarlo, renunciando a su juego encubierto


ante el peligro.

Natal y Razi se volvieron hacia ella y, por un momento, pensó que la


habían olvidado. No la habría sorprendido. Eran tan jóvenes. Pero incluso
cuando la puerta trasera se abrió de golpe y las luces inundaron el patio,
ambos niños corrieron hacia ella con aullidos de emoción, sus cuerpos
cambiaron a mitad de la carrera en una lluvia de chispas, de modo que
cuando sus pequeños cuerpos chocaron con el suyo, tenían la forma de
cachorros de ocelote.

***

Tamsyn agarró el brazo de Nathan y, aunque él era un centinela de


DarkRiver, con una protección agresiva incorporada en él, no hizo caso
omiso de ella.

—Niños.

Los mellizos corrieron hacia atrás ante la única orden de su padre,


colocándose al lado de sus padres. Tamsyn sabía que no entrarían corriendo
en la casa, no cuando sus amigos todavía estaban allí. Estaba bastante
segura de que Jules crecería para convertirse en un dominante que se
orientaría al trabajo de soldado, Rome en un sanador, ambos con vetas
protectoras de una milla de ancho.

Mientras tanto, su adorada mascota, Feroz, se encaramó en lo alto de


la estructura para trepar, silbando al intruso.

Al intruso no le importaba, no estaba mirando. Ella estaba… llorando.

Los ojos de Tamsyn ardían; no sabía que un gato grande pudiera llorar
así. Pero este gato lo hizo mientras acariciaba y lamia el pelaje de los dos
niños que se acurrucaban contra ella como si hubieran encontrado a su
madre.

—No creo que tengamos nada de qué preocuparnos —murmuró en voz


baja a su compañero.

Pero Nathan no estaba mirando la conmovedora reunión que tenía


lugar en el brillo abrasador de su patio trasero. Sus ojos estaban dirigidos a
la oscuridad, su color verde leopardo. Esta vez, cuando él se movió, ella lo
dejó ir. B ordeando al ocelote adulto y a los dos cachorros, s e dirigió al borde
del patio.

C o n s c i e n t e d e q u e p o d í a m a n e j a r s e s ol o, T a m s y n s e giró p a r a
as egura rse d e q u e s u s hij os s e est uvi era n c o m p o r t a n d o . M i e n t r a s l o hací a,
v i o q u e l a c u e r d a c r e a d a a part i r d e l as s á b a n a s s e t i raba h a c i a el i nt eri or
d e la casa.

R o m a n , q u e s e habí a q u e d a d o atrás para distraerla, m i ent ras s u soci o


en el c ri m e n iba a ocultar la evi denci a de s u escape, dijo:

— ¿P en s é q u e dijiste q u e s u m a d r e est aba e n el cielo? — Y a u n q u e lo


e s t a b a h a c i e n d o p a r a distraerl a, s e d i o c u e n t a d e q u e l a p r e g u n t a e r a real.
D e s l i z a n d o u n a p e q u e ñ a m a n o e n l a d e ella, m i r ó a s u s a m i g o s m i e n t r a s
t repaban por t odo el ocelot e adulto.

— Sí, sus padres est án e n el ci elo — m u r m u r ó — . P e r o o b v i a m e n t e es


al gui en a qui en a m a n — S u olor era familiar, el d e la del g ada san a do r a q u e
s e habí a n e g a d o a darle s u n o m b r e a Da r kR i ver.

L a puerta trasera s e abrió detrás d e ella, un a voz d e m uj er m ay o r dijo:

— Tamsyn, escu ché … — Las palabras se cortaron en una ráfaga de aire


s o r p r e n d i d a q u e s e c o n v i r t i ó e n u n g r i t o d e a l e g rí a p e n e t r a n t e . M i e n t r a s
T a m s y n s e gi raba para sal udar a la sanad ora d e u n a s o c h o d é c ad as d e e d a d
qu e s e habí a ido a la c a m a al m i s m o t i em po q u e los niños, di ci endo que s us
v i e j o s h u e s o s n e c e s i t a b a n t i e m p o p a r a r el aj ar se , Y a r i e l a c a m b i ó e n u n a
fragm ent a ción de luz.

El c a m b i o t ardó u n t i em po q u e com pl et arse. L a e d a d n o c a m b i a b a l a


veloci dad d e la m i s m a. P e ro el ocelot e qu e salió d e él s e m o v í a m á s lento y
tenía el pelaje blanco. Tal síntoma d e la edad era raro en los felinos, pero los
cambiantes tendían a mostrarlo con m ás frecuencia. Tam s yn había
encontrado un extraño hilo plateado en el pelaje de su compañero cuando
miró de cerca, un eco de los hilos plateados que habían aparecido en la
oscuridad de su cabello. Su Nathan estaba envejeciendo como un buen vino:
el hombre se había vuelto más guapo.

Pero, aunque este ocelote mayor se movía más lentamente, lo hizo con
clara intención, y pronto estuvo cara a cara con la intrusa, mientras los dos
niños saltaban arriba y abajo junto a ellos.

Luego, el ocelote adulto más joven inclinó la cabeza y el mayor frotó el


lado de su propia cabeza contra el de ella, antes de caer al suelo, su cuerpo
era una curva de bienvenida en la que el intruso acurrucaba su propio
cuerpo, y los niños se acurrucaban, sus cuerpos a su vez dentro de su curva.

Tamsyn no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que Roman


levantó la vista y dijo:

—¿Mamá? ¿Qué ocurre? —Sus propios ojos eran grandes y llenos de


emoción, su dulce niño con el corazón de un sanador.

Agachándose justo cuando un torbellino emergió de la casa para


acurrucarse bajo su otro brazo, dijo

—Estoy feliz.

Roman se secó las lágrimas con una pequeña mano.

—Lágrimas de felicidad —dijo, repitiendo como un loro algo que ella


les había dicho a sus hijos más de una vez. La besó en una mejilla, mientras
Julián repetía el movimiento en perfecta sincronía del otro lado.

Oh, cómo amaba a estos dos, y cómo amaba al hombre que había
desaparecido en el bosque envuelto en la noche. El vínculo de apareamiento
latía fuerte y feroz dentro de su pecho, y supo que él estaba bien. Era un
centinela. U n o d e los h o m b r e s m á s mortí feros de la m an ad a , a pesar d e qu e
ah or a t ení a plata e n el pelo. H a b í a m u y p o c a s pe rs on as e n este m u n d o q u e
pudi e r an derrot ar a N a t h a n R y d e r .

P e r o t a m b i é n h a b í a m u y p o c a s p e r s o n a s q u e p u d i e r a n at r av es a r l a s
defensas de DarkR i v er, y n o creía q u e la sanadora ocel ot e lo hubi era hec ho
sola. ¿ A qui én h abí a traído c o n ella? S i f uera u n e n e m i g o , e so com pl i carí a
las cos as consi der ab l em ent e. P o r ahora, abrazó a sus hijos y dijo:

— V a m os, e n t r e m o s y d e m o s a nuest ros a m i g o s a l go d e t i e m p o p a r a


es t a r j u nt o s.

Hi zo com i da, p or qu e la c o m i d a era u n consuelo. Y renunci ó a la idea


d e q u e est os d o s p e q u e ñ o s d el i nc u ent es y s u s a m i g o s v o l v i e r a n a la c a m a
en el corto pl azo. A l g u n a s n o c h e s requerí an m e d i d a s especiales. E n cuant o
a l a e s c u e l a , b u e n o , el l a c o n o c í a a s u m a e s t r a y s e a s e g u r a r í a d e q u e l o s
n i ñ o s e s t ud i a r a n e n c a s a c u a n d o s e d e s pe r t a r a n al dí a si gui ent e.

Est a n o c h e era sobre el a m o r , sobre la familia, sobre la m a n a d a .


Capítulo 2 5
AVISO PRIORITARIO

Atención: Ena Mercant

L e i n fo rm am os q u e act ual m ent e t enem o s detenido a u n ni ño qu e di ce


ser d e la línea Mercant. A m e n o s q u e responda antes, per manecerá b ajo
nuest ra cust odi a durant e las p r ó x i m a s treinta y seis horas ant es d e envi arl o
a los servicios de reasentamiento de niños. Escaneo de A D N del niño adjunto
para fines de comparación de A D N familiar.

— Oficina de Servicios de Notificación de Defunciones y Familias (9


de m a y o de 2059)

Ivan entendía familia. T o d o Merc ant entendía de familia.

Cor m e u m familia est.

M i corazón es familia.

E r a el principi o f u n d a m e n t a l d e s u clan.

P o r lo tanto, ent endi ó q u e Soleil h a b í a enc ont r ad o l a suya. L a f o r m a


e n q u e l o s n i ñ o s h a b í a n s a l t a d o s o b r e e l l a c o n u n a a l e g rí a t a n i n o c e n t e y
sin restricciones ha b í a si do con fi r m a ci ón suficiente, y s u p o q u e debí a salir
de allí.

Pero si hiciera eso, Soleil sentiría la necesidad de ocultar s u identidad.


P u e d e q u e n o r e c o r d a r a al I v a n q u e h a b í a s i d o u n a v e z , a q u e l c o n el q u e
h a b í a j u g a d o e n el bo s q u e , p e r o e r a u n a m u j e r val i ent e y h o n o r a b l e . É l la
había ay ud ad o. Ell a n o lo abandona rí a y, al hacerlo, asestaría u n gol pe a s u
propia necesidad más profunda: ser aceptada en esta manada que albergaba
a los últimos restos de su familia.

La familia era preciosa. Especialmente cuando no tenías ninguna.

Así que no corrió, no se deslizó en la oscuridad. Incluso un leopardo


del calibre de Nathan Ryder nunca habría encontrado a Ivan si hubiera
usado el minuto de ventaja que podría haber tenido. Era muy bueno siendo
un fantasma, había nacido fantasma.

Y aunque su familia lo recordaría, también moriría como un fantasma,


el hombre en el que se había convertido, en las más de dos décadas desde
que la abuela tomó por primera vez su mano, borrado por el hambre voraz
de la araña. Ni rastro del Ivan que hablaba de alta costura con Arwen, o del
que había ido a una fiesta de osos porque era importante para Silver, y ni
siquiera un atisbo del Ivan que a veces caminaba por los acantilados de la
Casa del Mar con la Abuela.

Hoy, sin embargo, todavía era él mismo, todavía podía tomar


decisiones que eran totalmente suyas. Entonces, colocándose en un rayo de
luz de luna, levantó las manos para mostrar que no tenía armas.

Nathan lo encontró infaliblemente en la oscuridad, sus ojos brillaban


con la visión nocturna del leopardo. Un rugido en su pecho, la advertencia
de un depredador que había localizado a un intruso cerca de su casa, cerca
de su pareja y sus cachorros.

Ivan sabía que estaba en una situación peligrosa. Nathan era


considerado una de las cabezas más tranquilas de DarkRiver, pero Ivan
estaba en un lugar en el que no debería estar; había despertado los instintos
protectores más primitivos de Nathan. En este momento, el leopardo estaba
más cerca de la piel del centinela que el lado humano.
Lo que Ivan dijera ahora podría ser la diferencia entre una lucha
sangrienta a muerte y el efecto dominó resultante que tendría en Soleil, o la
paz. Separando los labios, dijo:

—Tenía que ayudarla a encontrar a su familia. La familia lo es todo.

Un ceño fruncido en el rostro del centinela leopardo, el estruendo en


su pecho disminuyó.

—Ivan Mercant. —La voz de Nathan no era del todo humana—. ¿Cómo
conoces al ocelote?

—Soleil —dijo—. Su nombre es Soleil Bijoux Garcia. Yo fui quien


encontró su cuerpo gravemente herido después de la masacre de SkyElm.

—Se suponía que no había otros sobrevivientes.

—La identificaron erróneamente como humana, y cuando estuvo lo


suficientemente consciente como para buscar a su manada, todos se habían
ido. —No dijo nada sobre el rechazo de su alfa, no la haría vulnerable de esa
manera—. Ella creía que habían sido asesinados por tu alfa.

Exhalando, Nathan se pasó los dedos por el pelo y miró hacia donde
un ocelote mayor se había unido a los otros tres.

—Mierda —dijo—. No es de extrañar que se negara a decirles nada a


Tammy y Luc —Él asintió con la cabeza—. Vamos, estás en esto ahora.

Salieron de los árboles justo cuando Tamsyn Ryder conducía a sus


hijos al interior, pero Ivan vio que levantaba la cabeza y su mirada se
encontraba con la de Nathan. Luego, sus ojos se posaron en Ivan y se
demoraron mientras fruncía el ceño. Un segundo después, entró, dejando la
puerta abierta para él y Nathan.
Cuando Nathan le dio un amplio rodeo al grupo de ocelotes, Ivan hizo
lo mismo para asegurarse de no activar sin darse cuenta los apenas
contenidos instintos protectores del centinela. Pero no pudo evitar mirar
hacia atrás. Soleil levantó la cabeza, con los ojos húmedos. Cuando ella
comenzó a levantarse, él negó con la cabeza, tratando de demostrarle que
todo estaba bajo control.

Ella finalmente volvió a acomodarse, pero él sintió esos grandes ojos


salvajes sobre él todo el camino hasta la puerta. Casi podía oírla gruñéndole.
Extraño, que se preocupara por él cuando su utilidad para ella hubiera
terminado. Ella estaba con su familia y él era solo un extraño que no podía
recordar.

Honor, se recordó a sí mismo. Era una mujer de honor.

La cocina de Nathan y Tamsyn era grande y cálida, un lugar


construido para reuniones. Estaba sorprendido de que le permitieran verlo:
podía tomar una foto, dársela a un teletransportador, abriendo su hogar a
una invasión silenciosa. Por otra parte, esta era una manada acostumbrada
a los Psy; sin duda, eran expertos en métodos para alterar rápidamente una
ubicación física para que no pudiera usarse para un bloqueo de
teletransporte.

Dos niños pequeños idénticos de alrededor de seis o siete años


estaban sentados balanceando sus pies en taburetes altos en el mostrador
del desayunador, uno en pijama azul con estrellas y la luna en ellos, el otro
en pijama con una criatura fantástica. Un dragón, pensó Ivan, eso es lo que
era.

Le dieron miradas sospechosas con ojos azul oscuro, idénticos a los


de su padre. Entonces el que vestía pijama de dragón sonrió, el sol saliendo
de detrás de una nube.
— ¡Hola, v a m o s a c o m e r galletas, aunqu e es hora d e dormi r! ¿Quieres
una?

S u gem elo frunció el ceño.

— S e su pon e q u e n o debes habl ar c o n extraños, R o m a .

— Est á c o n pap á. É l n o es u n extraño.

Al otro lado del m ostrador, T a m sy n dijo:

— B i en v eni do a nuestra c as a — L o s o j os d e la sanadora est aban


evaluando— . ¿Amigo o enemigo?

— A m i g o . M i abu el a p o r l o general prefi ere q u e sus ni et os n o h a g a n


e n e m i g o s a m e n o s q u e las p e r s o n a s i nv ol u c r a d a s est é n di spuest as a d a ñ a r
a n u estra familia — E n c u y o caso, t odas las apuest as est án cerradas y ust ed
deberí a desaparec er.

Los labios d e T a m s y n se curvaron.

— El Alfa Nikolaev habla m u y bien de Ena Mercant.

C onexi ones, hilos, p unt os d e contacto.

— V a l e n t i n e s d e l a o p i n i ó n d e q u e e s el c a m b i a n t e f a v o r i t o d e m i
a bu el a.

T a m s y n s e rió, pero Iv an n o lo t o m ó c o m o u n a señal d e q u e n o habí a


sido designado u n a amenaza. T a m b i é n era consciente d e que Nathan se
ha bí a al ejado, t o d av í a l o sufi ci ent em ent e c e r c a c o m o p ar a destripar a Iv an
c o n s u s ga r r a s e n c a s o d e q u e Iv a n hi ci e ra u n m o v i m i e n t o p a r a l ast i m ar a
su pareja o a sus cachorros, pero lo suficientemente lejos c o m o para qu e
Ivan no pudiera escuchar la conversación en voz baja que estaba teniendo
en el teléfono. Sin duda una llamada a su alfa.

Lo que había sucedido aquí hoy, requeriría a Lucas Hunter.

Entonces, cuando Tamsyn invitó a Ivan a tomar asiento, lo hizo en


una mesa redonda en el otro extremo del espacio de sus cachorros. Nathan
le lanzó una mirada de aprobación y se unió a él en la mesa después de
terminar su llamada. Mientras tanto, una parte de Ivan se esforzaba por
salir y averiguar qué estaba pasando con Soleil.

Destellos de calidez, de pelaje dorado y negro salpicado de hilos


plateados, de pequeñas garras que la acariciaban con excitación, de
diminutos dientes que la mordían.

La imagen era tan vívida que se encontró doblando los dedos en la


palma de su mano, como si tuviera sus propias garras. Si alguien hubiera
preguntado, podría haber descrito los diferentes olores de los otros tres
ocelotes, y eso era imposible. Simplemente no tenía esas glándulas olfativas.

Sin embargo, su mente siguió fabricando olores, fabricando


sensaciones, hasta que supo lo que era estar rodeado de una manada, los
pequeños cuerpos de los niños retorciéndose contra ella, mientras el cuerpo
de la anciana la acogía con calidez y bienvenida. El nudo en su pecho, la
pesadez que la había aplastado desde que se reconoció a sí misma una vez
más, comenzó a desmoronarse, hasta que pudo respirar de nuevo, pudo
sentir de nuevo.

Soleil estaba en casa. Al fin. Estaba en casa

—Mmm —Tamsyn lo miraba fijamente—. No es un vínculo de


apareamiento, pero es algo.
Ivan le devolvió la m i rada a la sanadora.

El l a i n c l i n ó l a c a b e z a e n u n á n g u l o q u e l e a t r a v e s ó u n r e c u e r d o , d e
otro gat o e n f o r m a h u m a n a q u e habí a h e c h o ex a ct am ent e l a m i s m a acción.

— L l e v a s s u ol or d e m a s i a d o p r o f u n d o p a r a u n c o n t a c t o cas ual . T a n
pr of un do q u e podrí a confundi rse c o n u n apare am i ent o.

Nat han se m ovió.

— Eso es lo que m e ha estado molestando — m u r m u r ó — . ¿Quieres


explicar, Mercant ?

La idea de tener a Soleil com o pareja, de tener un vínculo com o Nathan


c o n T a m s y n , c o m o S i l v e r c o n s u o s o , q u e r í a eso . M á s d e l o q u e s e h a b í a
permi ti do desear al g o durant e m u c h o ti em po.

— N o sé qué es — dijo— . H e intentado liberarla, pero n o puedo. — N o


i m p o r t a b a c u á n t a s ve c e s h a b í a b u s c a d o , n o ha bí a p o d i d o enc ont r ar el hi l o
d e su red qu e lo conectaba co n ella, y a ella con él. Podría parecer que vení a
d e ella, su gata m ero deando p or s u mente, pero la lógica decía qu e tenía q u e
ser él.

Él era el P sy, u n telépata.

L a red era suya, t an pegaj osa e i m posi bl e d e escapar.

C áli da risa d e T a m s y n , sus ojos brillando.

— Oh, lo que huelo n o es una cosa Psy, Ivan. Ella te ha m arcado, y los
gat os t e n d e m o s a ser posesivos.

Iv an querí a creer e s o hasta q u e fue u n a com pul si ó n.

— Ella no m e conoce.
—¿Está seguro? —Tamsyn revolvió algo en la estufa—. Creo que su
ocelote sabe exactamente quién eres.

Nathan tosió en su mano, su expresión divertida cuando Ivan lo miró.

—Creo que será mejor que descubras cómo enredarte con un gato.

***

Soleil estaba tan llena de emociones que no podía separar una de la


otra. Alegría, pura alegría, confusión, amor, preocupación, mucho más.
Quería abrazar a los cachorros, quería apretarse contra Yariela, quería
frotar sus olores sobre ella y el de ella sobre ellos.

Estaba en casa Por fin en casa.

Pero estaba preocupada por Ivan. Los leopardos lo considerarían una


amenaza. Tenía que asegurarse de que supieran que la única razón por la
que él estaba aquí era porque quería llevarla a casa.

El pánico revoloteó en ella al ver que estaba solo con depredadores


hostiles.

Removiéndose de la pila de abrazos de su manada, se puso de pie. Los


demás se quedaron con ella. Cuando Yariela fue a guiarlos adentro, ella los
siguió con pasos rápidos. Frente a ellos, los dos cachorros corrieron hacia
la puerta y regresaron, demasiado emocionados para quedarse quietos.

Las heridas abiertas dentro de ella comenzaron a formar costras. Los


cachorros estaban vivos. Yariela también. Lo que probablemente significaba
que el gentil y amable Salvador también estaba vivo. Ella no sabría sobre los
soldados hasta que preguntara. Pero esto cambiaba todo.

Lucas Hunter no había asesinado a su manada. Él los había salvado.


La emoción la asfixiaba, pero no lo suficiente como para superar su
preocupación por Ivan, siguió a Yariela a través de la puerta y se encontró
mirando inmediatamente a la derecha. Directo a los ojos de su Psy. Estaba
ileso... y sentado frente a un plato de galletas.

Ella parpadeó, sacudió la cabeza. No, todavía había galletas allí.

Sin embargo, Ivan no se estaba comiendo las galletas, a diferencia de


los chicos que estaban sentados en los taburetes del desayunador a su
izquierda. Uno de ellos dejó caer una galleta a un cachorro de ocelote; fue
atrapado en el aire por pequeños dientes afilados.

—Chicos —dijo Tamsyn en un firme tono maternal que hizo que todas
las partes involucradas intentaran imitar a ángeles con halos brillantes—.
En cuanto a ustedes dos en el suelo. Saben que en esta casa comemos
apropiadamente en platos.

Razi y Natal corrieron alrededor del mostrador para acariciar las


piernas de Tamsyn, sus cuerpos flexibles y sus marcas un eco de las de sus
padres. Sonriendo con cariño, la sanadora se inclinó y los levantó en brazos
para mordisquearles la nariz. Sin arrepentirse, los cachorros fingieron
morderle la oreja mientras solo le lamían los lóbulos. Riendo, los puso en el
mostrador cerca de los gemelos, donde ambos se sentaron cuidadosamente,
listos para las galletas.

De vez en cuando, miraban hacia atrás, como si comprobaran que


Soleil todavía estaba allí.

Las células de Soleil estallan de la más pura felicidad. Los niños


estaban felices, sanos. DarkRiver les había dado no solo un hogar, sino
también amor. Soleil haría todo lo que estuviera a su alcance para devolver
ese regalo. Ahora, sin embargo, necesitaba su voz humana. Pero, aunque
era cambiante y estaba acostumbrada a cambiar de piel, se sentía tímida al
hacerlo frente a extraños.

Incluso cuando iba a darle un codazo a Yariela y hacerle la pregunta


con los ojos, Tamsyn dijo:

—La ropa de repuesto está en un baúl junto a la puerta principal.


Yariela, ¿le muestras el camino?

Por supuesto, la casa de un sanador estaría equipada con ropa para


aquellos que pudieran pasar. La gente siempre pasaba por las casas de los
sanadores. Así era. Incluso Soleil, aunque había sido una joven sanadora,
estaba acostumbrada a las visitas: para conversar, tomar un bocado o que
les revisara en busca de pequeñas heridas.

Tenía una reserva especial de vendajes coloridos que les ponía a los
cachorros cuando venían a ella con raspaduras y rasguños. Los pequeños
los amaban tanto que a menudo no cambiaban por un día o dos, solo para
que los vendajes permanecieran en su piel.

Ahora, siguió la forma más lenta de Yariela hasta el baúl. Dejando a


Soleil allí, la sanadora principal desapareció por otro pasillo, sin duda yendo
a su habitación a buscar su propia ropa. Después de cambiar, Soleil se puso
a un par de pantalones de chándal que eran demasiado grandes en la
cintura, pero tenían la longitud adecuada para su altura. Tenían un lazo de
cuerda en la parte superior, así que lo usó para ceñirlo bien.

Arriba, se puso una camiseta de color rosa suave que en realidad le


sentaba bastante bien, junto con una sudadera con capucha de tonos
multicolores que se abrochaba en la parte delantera y parecía algo que un
joven podría haber ayudado a comprar. A ella le gustó. Era brillante, abierto,
más Soleil que cualquier cosa que hubiera usado desde la masacre.
Se sentía más real, más ella misma.

Había un espejo no muy lejos de la puerta principal y cuando se miró,


vio que lucía bien. Sin embargo, tenía poco que ver con la ropa. Era el brillo
de sus ojos, el brillo de su rostro. Felicidad, se dio cuenta. Estaba
resplandeciente de felicidad.

Y aunque su corazón la llevaba hacia Ivan, este Psy que su gato había
reclamado, siguió la profunda familiaridad del olor de Yariela hasta su
habitación. Necesitaba respuestas a sus preguntas antes de que llegara
Lucas Hunter. Porque el vendría.
Capítulo 2 6
No todos los cambiantes con el dominio para ser alfas tienen el
corazón para ello.

—Lucas Hunter, alfa de DarkRiver, a Remington “Remi” Denier, alfa


de RainFire

—Oh, mi Leilei, ven, ven —dijo Yariela con una sonrisa llorosa cuando
Soleil vaciló en su puerta—. Mi dulce chica —Cerró los brazos alrededor de
Soleil cuando se sentó en la cama junto a ella.

Sus ojos se fijaron en un par de coloridos maceteros para gatos en la


mesita de noche, cada uno con una pequeña suculenta, y tuvo la extraña
sensación de que debería haber tres, pero entonces Yariela la envolvió en
sus brazos y todo su mundo se redujo a cuidar de esta mujer que había
tomado a una niña con el corazón roto y la había prodigado con tal amor
que había sanado, había volado.

La curandera, que era su abuela en todos los sentidos excepto en la


sangre, se sentía muy frágil, lejos de la mujer fuerte que Soleil había
conocido, pero su abrazo fue igual de abarcador, su amor una tormenta.

—Estoy tan feliz de verte, abuela —Soleil manejó el ahogarse,


respirando el olor del ocelote que la había cuidado desde que llegó a
SkyElm—. Pensé que estaban todos muertos —Los sollozos se apoderaron
de ella—. La manada fue borrada en los registros.

Yariela le besó la coronilla, abrazándola con fuerza.


—Después de todo lo que pasó, después de la falta de honor mostrada
por Monroe, como adultos, todos los que sobrevivimos, tomamos la decisión
de no cargar a los cachorros con esa historia.

—Se les informará a nuestros bebés cuando sean mayores de edad,


pero en lo que respecta a los registros, serán de DarkRiver. La terrible
historia de SkyElm no ensombrecerá sus vidas —Unos ojos muy oscuros
sostuvieron los de Soleil—. Lo siento mucho, mi Leilei, no creíamos que
nadie más hubiera sobrevivido. Nunca te hubiera dejado si lo hubiera
sabido.

Soleil secó las lágrimas de la anciana.

—No es tu culpa. Monroe lo sabía. —Tenía que decir eso, tenía que
asegurarse de que Yariela nunca se culpara por ello—. Él eligió rechazarme.

Con los ojos ardiendo, admitió la verdad que ya había compartido con
Ivan.

—Me esforcé mucho por salvar a Em y Robbie, pero no pude —La


pareja del alfa y su preciado cachorro habían muerto en sus brazos—.
Realmente lo intenté, abuela. Di todo lo que tenía. —Su corazón se había
hecho trizas en un millón de pedazos cuando sintió que Robbie se escapaba,
una luz tan pequeña y brillante, una que ella había ayudado a nacer en el
mundo al lado de Yariela.

—Lo sé, mi Leilei. Lo sé. —Su mentora besó el cabello de Soleil


nuevamente, su voz inestable—. Vi sus cuerpos después. Esas heridas... ni
siquiera el sanador más experimentado podría haberlas salvado, incluso si
hubieran sido llevados a la enfermería de inmediato.

Un sollozo se atascó en la garganta de Soleil ante la confirmación de


Yariela de que había sido demasiado tarde antes de llegar a la madre e hijo;
Las palabras de la sanadora mayor nunca podrían borrar la culpa que
perseguía a Soleil, nunca silenciarían a todos los fantasmas de ojos huecos
que la seguían, pero suavizaron los bordes dentados de esa culpa.

—Lamento no haber podido estar contigo en ese momento —dijo


Yariela, su voz tranquila en el dolor—. Nunca deberías haber tenido que
enfrentar algo tan terrible sola.

Era el turno de Soleil de consolarle.

—No, Abuela, te quemaste ayudando a nuestros compañeros de


manada. —Haciéndose eco del horror que había sentido al verlo, este
recuerdo era tan afilado y sangriento como una navaja—. Te vi colapsar, vi
a Duke arrastrarte a un lugar seguro. —Los ojos del joven dominante
estaban impactados, pero no se había doblegado bajo el peso de las muertes
a su alrededor.

El suspiro de Yariela le dijo a Soleil que la anciana sanadora


continuaba peleando con sus propios demonios, con su propia culpa.

—Entonces —dijo, entrelazando sus dedos con los de Soleil—. ¿Es por
eso que Monroe te negó el lugar que te correspondía en SkyElm? ¿Por Em y
Robbie?

Soleil asintió.

—Nunca lo sabré con certeza, pero es la única razón que tiene sentido
—Porque, aunque a Monroe nunca le había gustado, él había aceptado su
utilidad como sanadora.

Los dientes de Yariela rechinaron, sus ojos de repente de un oro pálido


de ocelote.
—Entonces su razonamiento no tenía ninguna razón en absoluto. O
fue la de un egoísta que se negó a afrontar las consecuencias de sus propios
actos. Monroe cometió los errores y te culpó por ellos. Em, Robbie y los
demás quedaron desprotegidos porque él decidió que el flanco era lo
suficientemente seguro como para no necesitar guardias.

La mano de Yariela apretó la de Soleil.

—Puedo sentir un dolor interminable por la pérdida de ese dulce bebé


y su dulce madre, y puedo sufrir por el dolor de Monroe sin perder la
claridad de mi vista. Y lo que veo es que esa decisión fue solo una más en
una línea de malas decisiones.

—Mucho antes de ese día oscuro, Monroe decidió que nuestra manada
solo aceptaría ocelotes en lugar de cualquier cambiante felino fuerte que
quisiera unirse a nosotros. Nos dejó débiles, con demasiados vulnerables y
sin suficientes dominantes, sin suficientes soldados. Nos convertimos en
presa porque él lo permitió.

Bajando la mirada, soltó un suspiro cansado.

—Él fue un buen hombre una vez. —Una sacudida de su cabeza por
el hilo de sus palabras—. Pero ya no lo era, ¿verdad? Siguió el ejemplo de tu
abuelo y nunca te trató bien, aunque eras el corazón de nuestra manada, el
sol alrededor del cual nos calentábamos.

Temblando de emoción por la fuerza de la denuncia de Yariela sobre


Monroe y lo que le había hecho, Soleil dijo:

—¿Qué pasó cuando Lucas Hunter vino a SkyElm? —

Monroe intentó que secuestraran a la hija de Lucas.

Soleil contuvo el aliento. Esto, no lo sabía.


—Lucas lo ejecutó —dijo Yariela—. El resto de nosotros fuimos
bienvenidos a DarkRiver si así lo deseábamos. Solo éramos seis. Siete ahora.
Una sonrisa trémula, Yariela levantando su túnica de algodón suave para
limpiar la cara de Soleil.

Recuerdos de la infancia, de Yariela meciéndola mientras Soleil


lloraba por sus padres. Podrían haber sido solitarios irresponsables que
nunca habían hecho ningún plan para el futuro, pero la habían amado.

—Los leopardos son buena gente —murmuró Yariela—. Hemos sido


bienvenidos y tratados como compañeros de manada. Incluso ese
compañero peligroso de Tammy me trata con el respeto debido a un anciano.

—¿Duke y Lula?

—Sí, sí, están bien. Pero no los verás durante unas semanas, los han
llevado al territorio SnowDancer para hacer un entrenamiento a gran
altura—. Una sonrisa que era la separación de las nubes después de la
tormenta más negra—. ¡Oh, qué sorpresa se llevarán cuando bajen de la
montaña! —Aunque los ojos de Yariela aún estaban en carne viva por las
lágrimas, su risa era tan familiar como el cielo, un bálsamo para el alma de
Soleil.

—Salvador ha florecido aquí —continuó Yariela—. Los cachorros


suelen quedarse con él, lo consideran su papá adoptivo, pero decidimos
darle el fin de semana libre porque se ha ido a cortejar.

Esta vez su sonrisa era la de un gato alegre.

—Una humana que construye barcos. ¿Te imaginas a nuestro Sal en


un barco? Sin embargo, es tan dulce como él, y los cachorros ya la adoran.
Serán una familia tan feliz. Serás la tía indulgente que mima a Razi y Natal,
creo.
Abrumada de la mejor manera, Soleil se llevó las manos a la boca y
las dejó caer con un estrépito de sobresaltada alegría.

—¡Oh sí! Seré quien los lleve a pequeñas aventuras salvajes y les
permita comer comida chatarra.

—Sí, esto es justo como debería ser.

—¿Abuela? —Soleil tomó la mano suave y arrugada de Yariela. —


Desapareciste del foro.

—He estado triste durante mucho tiempo, mi Leilei. —La sanadora


mayor se frotó el esternón—. Enferma del corazón. Ya ves cómo soy. Ella
agitó una mano sobre su cuerpo. —Tan vieja y descolorida, aunque en años
aún me quedaría un tercio de mi vida por vivir, mis años activos y animados
ya pasaron. Pero la enfermedad de mi alma… sangró en mis huesos.

Palmeó la mano de Soleil.

—Nunca tuve cachorros propios, pero mis lazos con la manada me


mantuvieron feliz. Pero incluso esos lazos no me habrían mantenido en el
mundo mucho más tiempo después del fallecimiento de mi pareja. Estaba
fracturada en el alma misma.

—Entonces tu abuelo entró en mi casa con una niña silenciosa a su


lado, y supe por qué debía vivir —Pasando la palma de su mano sobre la
cabeza de Soleil, ella sonrió, aunque sus ojos estaban húmedos
nuevamente—. Te convertiste en un pedazo de mi corazón, mi Leilei. Apenas
pude continuar cuando te creí muerta, incluso tu cuerpo se perdió para
nosotros, por lo que no pude despedirme de mi niña preciosa.

Las lágrimas rodaron por su rostro.


—Ya no tenía interés en muchas cosas. Tuve que usar sabiamente la
poca energía que me quedaba, asegurándome de que los cachorros se
asentaran bien en DarkRiver y aprendiendo a sentir algo parecido a la
felicidad, porque Razi y Natal estarían tristes si no lo hacía.

Soleil abrazó a la mujer que la había amado hasta que dejó de sentir
dolor y maldijo a Monroe por su crueldad en lo que le había hecho. Sabía
que destrozaría el corazón de Yariela cuando repudiara a Soleil, pero lo
había hecho de todos modos. Y ni siquiera había tenido las agallas de
contarle a Yariela sus acciones.

Soleil lo odiaría hasta el final de los tiempos por esa crueldad, y no se


sentiría mal por ello.

Pero a partir de este momento, ella quedó sin tiempo.

Había sentido el leve zumbido de un automóvil acercándose hace


medio minuto, ahora escuchó el motor apagarse.

El alfa de DarkRiver estaba aquí.


Capítulo 2 7
No sé cómo lo hace Lucas Hunter. Por otra parte, él es un gato.
Encuentran divertidas las cosas más extrañas.

—Valentin Nikolaev, alfa de StoneWater, a Silver Mercant, directora


de la EmNet

Ivan había contenido su respiración solo por pura fuerza de voluntad


hasta que Soleil reapareció en la puerta por la que había salido de la cocina.
Sabía que ella estaba a salvo, todavía estaba dentro de la casa, pero la quería
cerca de él cuando hablara con Lucas Hunter.

Entonces allí estaba ella, vestida una vez más con ropa prestada, su
cabello cayendo sobre sus hombros y sus ojos yendo directamente a él. Ojos
de ocelote, su humanidad todavía solo una piel superficial, la gata al frente.

Poniéndose de pie, dijo:

—¿Estás bien? —Era una pregunta tonta e Ivan no hacía ese tipo de
preguntas. Excepto que acababa de hacerlo, su necesidad de cuidarla era
una quemadura en su sangre.

—Estoy perfecta. —Su mirada se dirigió a los cuatro niños en el


mostrador, su rostro suave.

Los gemelos habían permanecido en su forma humana, mientras que


los dos cachorros de ocelote habían permanecido en forma de cachorro. Sin
embargo, todos estaban reunidos, apiñados alrededor de un plato de
galletas y dos vasos de agua, y dos tazones poco profundos de lo mismo.

Rascando la cabeza de un cachorro, Tamsyn había dicho:


—Sus estómagos no tendrán espacio para leche y galletas, ya que sé
que algunas personas pequeñas en esta cocina ya comieron postre esta
noche.

Los gemelos habían sonreído, mientras que los cachorros de ocelote


habían golpeado la mano de Tamsyn en busca de más rasguños y caricias.

Ivan había observado la escena con tranquila fascinación; nunca


había pensado en las pequeñas cosas que serían diferentes en una casa
cambiante. Nunca pensó que cuando un niño estaba en forma de animal,
preferiría beber de un tazón en lugar de un vaso. Por supuesto, un hogar
amoroso tendría adaptaciones para cualquiera de las dos formas.

Para un cambiante, ambos eran partes de un todo. Sólo los Psy


pensaban tan a menudo en términos estrictamente limitados, como si el
mundo pudiera dividirse en cajas ordenadas. Pero ese mundo estructurado
también era aquel en el que Ivan sabía cómo existir, cómo funcionar: las
reglas habían sido un salvavidas necesario para un niño que había sido
medio salvaje cuando llamó la atención de Ena Mercant.

—No sé qué hacer —le había dicho mientras ella lo acompañaba a su


primera lección con un tutor, el corredor a su alrededor estaba brillante y
limpio bajo la luz del sol que entraba por las grandes ventanas a un lado—.
El hombre de mamá dijo que era estúpido.

Los ojos azules plateado de Ena sobre él.

—Sin embargo, él es quien terminó muerto en la morgue por una


sobredosis de drogas —Ella hizo una pausa, sostuvo su mirada—. Eres un
niño muy inteligente, Ivan. Nunca permitas que las palabras de los demás
te roben tu valor, recuerda siempre que son los débiles y los cobardes
quienes intentan devaluar a los demás. Los fuertes se levantan sin miedo,
comparten sus conocimientos para ayudar a otros a crecer.
Ivan pensó entonces en cómo la abuela le había enseñado a usar el
cuchillo y el tenedor, cómo le había dicho que no tenía por qué acumular
comida, que siempre podía sacar más de la cocina y cómo le había enseñado
poner su ropa sucia en el conducto de lavado.

Había sido muy difícil para él dejar ir esas preciadas posesiones. Solo
había creído realmente que volverían a él cuando los encontró planchados y
colocados en su cama para que los guardara. El mismo día, había regresado
por una segunda porción de desayuno y nadie le había ordenado que se
detuviera. El primo Canto, que le había dicho a Ivan que acababa de
“escapar” de la enfermería después de una operación, incluso le guiñó un
ojo y le puso frutas secas adicionales encima, porque sabía que eran las
favoritas de Ivan.

Ivan se había dado cuenta de que podía confiar en que la abuela dijera
la verdad.

—No puedo ser inteligente si no sé qué hacer —había señalado,


tratando de hacerla ver—. Solo sé cómo ser el otro Ivan —El de su vida antes
de la Abuela, antes de una cocina surtida de alimentos, y un dormitorio
lleno de luz solar donde nadie tocaba sus cosas.

Una larga pausa antes de que el rostro de la abuela se endureciera de


una manera que ya había aprendido que no era sobre él.

—Por supuesto —había murmurado ese día—. Muy bien. Te enseñaré


cómo comportarte en situaciones específicas, te daré las herramientas para
manejarlas a medida que surjan, te darán estructura a medida que te
adaptes a tu nueva vida.

Ivan se había adaptado hacía mucho tiempo, pero aún prefería la


estructura. Por eso nunca había encajado del todo en la manada de Silver,
aunque los osos lo habían recibido como pariente de su amada Silver
Mercant. Vio la generosidad y la calidez de corazón de los osos, entendió el
valor incalculable de tales seres, pero preferiría pegarse un tiro en ambos
pies que vivir en medio de ese caos alegre.

Soleil también era una cambiante, su mundo igual de primitivo.

Ivan tampoco habría encajado nunca en su mundo.

Con la mano en el muslo y una película de hielo sobre el pecho,


observó a Soleil con una concentración tranquila mientras acariciaba el
pelaje de los cachorros y robaba una galleta del plato, los niños se reían de
sus intentos de sigilo.

Justo cuando pensaba que ella lo había olvidado, ella lo miró, una
mirada en sus ojos que él no pudo leer... pero luego sintió el golpe de las
garras de un gato en su mente. No doloroso Sólo una... flexión.

Un recordatorio de que estaba marcado.

Ivan la miró fijamente, preguntándose si se había caído por el borde


sin darse cuenta y ahora estaba viviendo en una ilusión. Incluso si lo fuera,
no le importaba. Mientras ella lo viera, viera al fantasma que era Ivan
Mercant.

Todo lo que Ivan había hecho desde que la Abuela lo trajo a casa, todo
en lo que se había convertido, lo había hecho dentro de los límites de su
familia. No porque se lo hubieran pedido, sino porque esos lazos eran lo
único sólido en su vida. Si no era un Mercant, no era nada.

Hasta Soleil, nunca había querido nada para sí mismo.

Sabía que la profundidad visceral de su necesidad era un signo de


volatilidad creciente. Estaba caliente, inestable. Y cuando Soleil caminó
hacia él, se puso más caliente, incluso menos estable.
Peligroso, tan peligroso.

Era consciente de que Nathan se alejaba para hablar con Tamsyn,


todavía podía escuchar la charla de los niños, pero todo era ruido de fondo.
Debería haber retrocedido, creado espacio entre ellos. Sin embargo, cuando
ella levantó una mano, él bajó un poco la cabeza... y ella le apartó el pelo de
la frente.

Ladrón. Ladrón. Ladrón.

Ivan ignoró los susurros de su conciencia. Quería cerrar los ojos,


quería saborear lo que podría ser el último contacto físico que tuviera con
ella... pero no había más tiempo. Moviéndose con la gracia de un asesino
cuando el alfa de DarkRiver entró en la habitación, Ivan trató de poner atrás
a Soleil. Un pequeño gruñido antes de que ella lo pinchara en el costado con
sus garras, luego se movió para pararse a su lado.

—Luc. —Tamsyn Ryder besó a Lucas en la mejilla cuando pasó junto


a él con sus cuatro hijos—. Rápido, mis pequeños. Es tiempo de caricaturas.
—Sus mellizos corrieron adelante con gritos de alegría, un cachorro de
ocelote pisándoles los talones, mientras ella cargaba al cachorro más
pequeño en sus brazos. Sacando a los niños de lo que podría convertirse en
una zona de peligro.

Una mujer mayor siguió a Lucas al interior de la habitación. Su piel


era la oscuridad de la noche y su cuerpo pequeño de huesos finos, su rostro
una sinfonía de líneas que contaba la historia de una vida vivida.

Un tirón profundo dentro de Ivan, una salvaje sensación de saber.


Familia, ella era familia, aunque nunca antes la había visto en toda su vida.
Ella se volvió en el mismo momento, lo vio, y una mirada, brillante y
deslumbrante, iluminó sus ojos, llevándose la mano a la boca.
Luchando contra su compulsión protectora hacia ella porque estaba
claro que estaba a salvo aquí, dirigió su atención al depredador más grande
de la habitación.

Lucas, sin embargo, tenía otro objetivo. Moviéndose hacia Soleil,


agarró su barbilla entre el pulgar y el índice, el contacto fue suave pero
firme.

—Entonces —dijo el alfa, —viniste a buscar los tuyos.

—En realidad —dijo Soleil con un coraje salvaje que hizo que Ivan se
preparara para defenderla—. Vine a matarte. En venganza por haber
destruido a los supervivientes inocentes de mi manada —Ella hizo una
mueca. —Ignorando por completo el hecho de que soy una sanadora y no
mato a la gente. Estúpido.

La sonrisa de Lucas fue inesperada, su gato merodeando en sus ojos.

—Serás una parte bienvenida de mi manada.

La gata de Soleil mostró los dientes con sospecha.

—¿Solo así?

—Oh, revisaremos tus antecedentes, nos aseguraremos de que no


seas una especie de agente en la sombra, pero les di mi palabra a los
supervivientes de SkyElm de que serían bienvenidos en DarkRiver, y no me
retracto de mi palabra—. Cuando sus dedos se apretaron ligeramente en su
mandíbula, tuvo que luchar para no lanzarle una mirada a Ivan.

Casi podía sentir la tensión en su piel, su necesidad de protegerla.


Pero romper el contacto visual con Lucas Hunter en este momento sería una
muy, muy mala idea. El depredador que miraba a través de sus ojos lo vería
como una debilidad o una indicación de que ella estaba mintiendo.
—La elección es tuya —dijo Lucas, un gruñido en su voz que no era
una advertencia sino una simple señal de su naturaleza—. Pero si te quedas,
lo haces bajo mi autoridad, como miembro de mi manada. Si quieres tomar
otro camino, tienes que alejarte de este territorio. Te daré un paso seguro
para salir de él y, si quieres volver a visitar, tendrás que seguir las mismas
reglas que cualquier otro cambiante depredador.

Estaba siendo amable. Puede que no le pareciera así a una persona


que no fuera cambiante, pero Soleil lo era y lo entendió. Lucas no tenía que
darle ninguna opción, con la forma en que ella se había colado en su
territorio, él habría estado en su derecho de simplemente echarla y decirle
que se quedara afuera.

¿Pero poner su vida bajo el control de otro alfa? La hizo congelarse,


estremecerse. Sabía que no todos los alfas estaban cortados por la misma
tijera, pero los únicos alfas que había conocido la habían rechazado en todo
momento. Incluso hasta el punto de dejarla en un hospital sin recordar
quien era, con su cuerpo y mente hechos pedazos.

Sin embargo, cuando se trataba de eso, no había otra opción aquí. La


forma en que los cachorros habían corrido hacia ella, la forma en que la
recordaban... Alguien la quería aquí, la necesitaba aquí. Y aunque ahora
estaba segura de que los leopardos harían todo lo posible para darles a estos
bebés un buen hogar, necesitarían aprender cosas que solo otro ocelote
podría enseñarles. Y había tan pocos ocelotes en el país, menos aún a
quienes los cachorros conocían y en los que confiaban.

—Me quedaré —murmuró, logrando de alguna manera sostener la


mirada de Lucas a través de la voluntad apretada de dientes; ella no era la
sanadora principal, ni siquiera era aún parte de la manada. —Te reconozco
como alfa.
Una repentina sensación de paz dentro de ella. Porque su gato era una
criatura de manada. Podría tener miedo y querer esto al mismo tiempo. De
la misma manera que había odiado pero necesitado a Monroe.

—Eres una sanadora —dijo Lucas—. Tendré que vincularte con la


sangre a la manada.

Ella lo sabía, lo había esperado, pero agradeció la advertencia. Un


segundo después, se dio cuenta de que la explicación no había sido para
ella. Lucas era muy consciente de que Ivan estaba quieto como un
depredador, listo para intervenir.

Con el ceño fruncido, ella le lanzó una mirada que le decía que se
quedara quieto; lo último que necesitaba era que su Psy terminara
destrozado por las garras de Lucas. Su expresión no cambió, esos ojos suyos
inmóviles y prístinos y aparentemente desinteresados. Pero en su mente
brillaba su telaraña, plateada y con un borde anaranjado y rojo.

Renunciando a la comunicación no verbal, frunció el ceño. —Va a


haber sangre. No te asustes.

Ivan la miró fijamente. Tenía la sensación de que nadie le había dicho


que no se asustara antes. Pero su cuerpo se relajó un poco y se recostó
contra la pared, con los brazos cruzados. Ella no lo tomó como una señal de
que él estaba tranquilo. Su telaraña seguía flotando, fría como una
quemadura.

Cuando volvió a mirar a Lucas, estuvo casi segura de que estaba


luchando contra una carcajada. Pero, sin hacer ningún comentario sobre la
interacción, cortó una línea en su palma con una garra, luego cortó una
línea fina en su mejilla.
Habiendo esperado que el corte fuera en su garganta o tal vez en su
brazo, se estremeció. La red se endureció dentro de ella, líneas de acero
afilado. Esta vez, la mirada que le lanzó a Ivan fue claramente de Tengo esto.

El entrecerró los ojos, pero permaneció en su posición.

Lucas colocó su mano contra su mejilla al mismo tiempo. Una


sacudida recorrió todo su cuerpo cuando la sangre de él se mezcló con la de
ella, el impacto absorbió todo el aire de sus pulmones. Inhaló irregularmente
después, mirando al leopardo que ahora era su alfa.

—Espera —murmuró, el poder de él una cosa de dientes y garras, un


poder que era un escudo bajo el cual ella ahora estaba—. Aún no está hecho.

Un trueno de sonido a través de todo su cuerpo, un pulso salvaje


compuesto por cientos de corazones, un rugido por un solo latido de tiempo
impresionante seguido de puro silencio... pero sabía que todos esos
corazones aún cantaban para ella. La manada dando la bienvenida a un
nuevo miembro, dándole la bienvenida.

Porque este era un vínculo de manada, no un vínculo entre dos


personas como tal.

Las lágrimas quemaron sus ojos.

No sabía, no había entendido que la conexión alfa-sanador era un


vínculo verdadero, algo primitivo que ahora vivía debajo de su piel,
conectando a su gato con el leopardo de Lucas. Era este vínculo el que le
permitiría alimentar su energía en caso de que la necesitara, y era este
vínculo el que le permitiría curar a los miembros de la manada, ya fueran
ocelotes o leopardos.
Era algo más allá de la carne y la sangre, una sinergia cambiante
salvaje. Pero no era íntimo, no como su extraño vínculo con Ivan. Podía
sentir la presencia de Lucas a través del vínculo, podía llegar a él en busca
de ayuda, pero eso era todo. Permaneció opaco para ella como persona.

Inclinándose, Lucas presionó sus labios contra los de ella. Una


lágrima rodó por su mejilla. Porque ese suave beso estaba vivo con la energía
de la manada, una energía que se extendió a través de ella como un fuego
que la sanó. El corte en su mejilla comenzó a cerrarse, casi pero no del todo.
La cicatriz, aunque solo duraría unos días, era una declaración pública de
que ahora era DarkRiver.

Uno de los gatos de Lucas Hunter.


Capítulo 2 8
La fidelidad de un Mercant, una vez dada, es de piedra sólida. No se
agrieta o se tuerce excepto por un acto de malicia consciente de la otra parte.
Hay algunos que nos llaman tontos por arriesgar todo por aquellos a los que
somos leales, pero somos incapaces de medias tintas. Es por eso por lo que
damos nuestra lealtad muy rara vez.

—Lord Deryn Mercant (Circa 1510)


Las manos de Ivan se volvieron puños donde tenía sus brazos
cruzados sobre su pecho, un dolor hueco dentro de él. Él no sabía la
mecánica de lo que acababa de suceder, pero sentía el lazo psíquico en su
lugar cuando la sangre se juntó con sangre.

Alfa a sanador. Sanador a alfa.

Su abuela estaría muy interesada en esto… pero él no iba a decirle.


Esto pertenecía a Soleil, un momento privado y personal que se le permitió
observar porque ella confiaba en él.

Tragó duro, acaparando otro tesoro en la caja de recuerdos que


llevaría consigo a la jaula que era su destino. Celos corrieron calientes a
través de sus venas, luchando con el alivio de que ella estaría a salvo ahora,
incluso cuando no pudiera cuidarla. Debería ser más evolucionado, un
mejor hombre, pero una parte de él seguía siendo ese niño que nunca había
tenido nada que fuese suyo.

Sin embargo, incluso ese niño elegiría la seguridad de Soleil sobre su


propia necesidad.
Mientras miraba, Lucas tomo una suave toalla desechable que la
mujer mayor en la habitación había humedecido con agua y lo utilizo para
limpiar la mejilla de Soleil. Ivan notó que mientras que la cicatriz de Soleil
ya había comenzado a sanar, la que estaba en la mano de Lucas se mantenía
fresca.

Después de deshacerse de la toalla biodegradable en el contenedor de


basura destinado para tales artículos, y lavado la sangre de su propia mano,
Lucas se volvió, con las manos en sus caderas, e Ivan recibió toda la
atención de sus ojos. Pero en lugar de hablar con él, el alfa frunció el ceño
y miro a Soleil.

—Lo marcaste. Hay un vínculo ahí.

Soleil se encogió de hombros, una comodidad en ella que hablaba de


una nueva confianza.

—Mi gato quiere mantenerlo —Moviéndose para estar al lado de Ivan,


ella dijo— Es mío y el solo rompió la frontera para ayudarme. No le hagas
daño.

Ivan quería levantar sus manos, la acción que había visto de un oso y
nunca había entendido el propósito hasta hoy.

—Lei.

—¿Qué? —Lo miro, mientras Nathan tosió una vez más en su mano—
. Es la verdad.

—Confía en un sanador para complicar las cosas —Lucas gruño


antes de que Ivan pudiese hacer que su mente entendiera que ella estaba
tratando de protegerlo—. Él no es tu compañero, pero es algo.
Soleil tomo la mano de Ivan, el acto lo congeló. Quería que se
detuviera, decirle que no era la decisión correcta si deseaba ser aceptada en
su nueva manada. Pero cuando trato de romper el agarre entre sus manos,
ella clavo sus garras en él, su expresión una advertencia feroz. Y recordó…
Soleil Bijoux Garcia luchaba por su gente.

Cosas dentro de él se rompieron, un glaciar estrellándose en un


océano helado y causando una enorme ola. Apenas podía respirar, la
codiciosa necesidad en él quería robar esto, robarla. Sería tan fácil. Un alma
tan horriblemente mentirosa y destructora.

—No tengo malas intenciones —Le dijo a Lucas, porque esas palabras
eran de lejos las más simples, no querían decir nada sobre sus emociones—
. Mi familia simplemente quería saber más sobre los DarkRiver.

Lucas asintió bruscamente.

—Dile a la cabeza de tu familia que no apreciamos que anden


husmeando, si ella quiere conocernos puede venir a hablar conmigo cara a
cara.

Ivan no sabía que elemento de lo que acababa de decir abordar


primero. Nadie le ordenaba a su abuela a hacer nada, y en cuanto a lo otro.

— S e g ú n l os osos, nadi e es t an astuto c o m o u n gato. 1

Nathan se dio por vencido y comenzó a reírse de verdad, sus manos


apoyadas en la encimera de la cocina mientras la mujer mayor resoplo con
diversión.

Los ojos de Lucas brillaron.

1 J u e g o d e p al a b r a s q u e n o s e p u e d e trad u cir a l es p a ñ o l .
— Solo pasa el mensaje — dijo el alfa, entonces se volteó hacia Soleil—
. T i e n e q u e i r se e s t a n o c h e m i e n t r a s y o d e c i d o q u e h a c e r c o n t u e x t r a ñ o
vi n cul o d e n o a p a r e a m i e n t o . N o p u e d o t ener a u n d e s c o n o c i d o d o m i n a n t e
c er c a d e nuest r o s c a c h o r r o s … e s p e c i a l m e n t e c u a n d o n o t en g o u n a c u e r d o
d e s e gu ri d a d m u t u o c o n s u alfa.

Est a vez, Iva n h abl o ant es d e q u e Soleil pudi era separar sus l abios.

— M e voy — apretó la m a n o d e Soleil en rechazo silencioso cu an do se


m o v i ó — . Habl aré c o n m i abuela, le diré sobre tu invitación para reunirse.

G a r r a s , q u e e r a n d e S ol ei l, rast rill aron de n t r o d e s u c a b e z a . S u g a t a


e s t a b a m o l e s t a c o n él , p e r o c a m i n ó c o n él a l a p u e r t a d e at r ás, s i n d e c i r
n a d a h a s t a q u e e s t a b a n e n el m e d i o d e l pati o. L o s u f i c i e n t em e n t e l ejos d e
los oí dos d e los cam bi a nt es p a r a habl ar e n pri vado.

A l g u i e n e n el interior f u e l o sufi ci ent em ent e c o n s i d e r a d o c o m o p a r a


a p a g a r las l uces del se nso r t am b i é n.

F u e ent onces c u a n d o Soleil r o m pi ó el agarre d e s u m a n o .

— Así q u e te vas. — C o n las cejas bajas, ella cruzo los brazos a través
de su pecho— ¿Así c om o así?

Ivan decidió q u e n o entendía a los gatos.

— Es la única opción viable.

Ella olfateo y golpeo el pie contra piso.

— N e c e s i t o e s t a r c o n l os c a c h o r r o s y Y a r i e l a e s t a n o c h e , p e r o e s t a
co nv e rs a ci ó n n o h a t erm i nado. T e e ncon t rare m a ñ a n a .
Ivan no era un buen hombre. Sabía eso de sí mismo. Por un lado, no
tenía problemas en poner una bala en la cabeza de los que se aprovechaban
de los débiles, para luego tirar sus cuerpos donde nadie los consiguiera.

Pero nunca había sido un mentiroso.

—Nos conocimos antes de encontrarte en la nieve —dijo fríamente,


sabiendo que tenía que romper el hilo entre ellos mientras todavía podía.

—Viste el monstruo en mí y elegiste alejarte.

En lugar de alejarse por la bomba que había lanzado sin previo aviso,
Soleil ahueco un lado de su cara, inclinando su cabeza de una forma que
era la quinta esencia felina.

—Me di cuenta de eso, hermoso —una lenta sonrisa—. Mi gata no


tiene el hábito de marcar a extraños, y en cuanto a la parte de alejarte, no.

—¿No?

—No necesito que mis recuerdos me digan que nunca me habría


alejado de ti. Eres demasiado importante para mí, Ivan Mercant.

Ivan estaba perdido. Fue entonces cuando Soleil le envolvió con sus
brazos, su mejilla presionada en el pecho. Ivan no sabía qué hacer, donde
poner las manos.

—Sostenme —ordenó ella.

No quedaban más paredes, el encerró su cuerpo en el círculo de sus


brazos. Por un momento largo, silencioso, lleno su olor, de su calor, él podría
casi fingir que era normal, que podía ser como Silver, como Canto, incluso
como Arwen. Que podía amar, y ser amado a su vez, y tener a una persona
que fuese suya.
Entonces chispas cristalinas brillaron contra sus iris, y sabía que sus
pensamientos eran una ilusión. Había sido dañado mucho antes de que
pudiera protegerse a sí mismo. Y el daño, heriría a todos con los que entrara
en contacto. Tarde o temprano, se autodestruiría, pero antes de hacerlo, le
haría robar piezas de cualquiera que sea cercano a él.

Estaba conectado a su cerebro.

Separándose de Soleil, dio un paso atrás.

—No puedo encontrar el hilo psíquico que nos conecta. Cuando lo


haga, lo cortaré.

Soleil cruzo los brazos de nuevo, levantó una ceja.

—¿Sentiste mi vinculo de sangre con Lucas?

Ivan pensó en la sacudida de energía primitiva que había punzado


sobre su piel, levantando los diminutos cabellos de su nuca.

—Sí.

—Eso es algo cambiante, no Psy. No encontraras un enlace que cortar


—inclinándose, puso una mano sobre su hombro, sus labios cerca de su
oreja—. Y mi gata es supremamente posesiva respecto a ti —Una pausa—.
¿Quieres salir de esto?

Él quería mentir, quería decirle que lo liberara.

—No soy normal, Soleil. Ningún tipo de normalidad. Incluso entre los
Psy, no soy normal. Y tú tienes otras prioridades. Enfócate en ellas. —Se
giró antes de que ella pudiese responder, se marchó.

***
Soleil estuvo allí durante mucho tiempo, mirando fijamente al
hermoso y mortal hombre que había desaparecido en la oscuridad, su alma
se estiraba en dos. Su gata quería perseguirlo hasta que le dijera que era lo
que lo atormentaba. Estaba convencida de que la necesitaba, el lado
humano de ella estaba de acuerdo.

Su soledad y dolor eran un nudo en su corazón, una cosa vieja y con


cicatrices.

Sin embargo, también necesitaba tanto estar con Yariela y los


cachorros, su necesidad tan intensa.

—Soleil cariño —la voz de Tamsyn—. Entra. He preparado una


habitación para ti.

Con las caras cautelosamente esperanzadas de los cachorros en su


mente, Soleil se movió, sus pies la llevaron a entrar en la casa, donde Lucas,
ahora descansando en el acogedor sofá de la cocina, estaba bajo el “ataque”
de cuatro cachorros. Dos ocelotes y dos leopardos. Gruñendo, agarro a Natal
por la bufanda de su cuello, solo para dejarlo ir cuando Razi y uno de los
gemelos se abalanzaron para rescatar a su amigo. Era obvio que los cinco
estaban pasando un buen rato.

¿Había jugado Ivan alguna vez de esta manera, tan joven y


despreocupado?

Un susurro de faldas contra sus piernas, si risa flotando en el aire


mientras volvía a mirar al hombre que la persiguió. Fugaces destellos de
una cara en las sombras, de ojos de llamativo y depredador azul.

Oh. Oh. Hemos jugado.


S e aferró a la m em ori a, lucho desesp erad am ent e para desentrañar
t odas las pi ezas d e ella, per o fl ot aba lejos, pe rdi do e n las ni ebl as dent ro d e
s u m e nt e. Just o c u a n d o Yari el a m et í a s u brazo e n el d e Soleil, s u a r o m a u n
s í m b ol o penet rant e d e esperan za.

— E s algo, ¿ n o ? — M u r m u r o s u m e nt o ra — ¿V e r a u n alfa ser así c o n


el m á s pequ eño d e los corazones?

C o n el pecho apretado, Soleil asintió.

— ¿ D ó n d e está N at han?

— R ast reando a tu Iv an fuera del territorio. — le dio palm adi tas e n el


brazo c u a n d o Soleil estaba p or lanzarse h aci a la puert a— . N o te preocupes,
Leilei, s a b e n q u e es tuyo. C r e o q u e lo est án si gui endo m á s para asegurars e
d e q u e e s t á a s a l v o q u e p o r q u e s e p r e o c u p e n e n d e s c o n f i a r d e él. — o j o s
suaves— . La forma en que ese hom bre te mira, m i ángel. S e cortaría el brazo
si s e lo pidieras.

¿Qui én, p e n s ó Soleil, era es a person a par a Iv a n?

Y o , dijo s u gata, y d el i c ad am en t e l a m i o u n a d e sus pat as.

Él es nuestro.

Sí.
Capítulo 2 9
La droga 7AX se ha filtrado a la población general y se vende bajo el
nombre Jax.

Las investigaciones están actualmente en curso para identificar la


fuente de la filtración, pero mientras tanto, los usuarios de la calle están
siendo monitoreados para construir una base de datos de reacciones sobre
el uso no calibrado.

—Informe Clasificado al Consejo Psy por la PsyMed:

Desarrollo y pruebas farmacéuticas. Gerente del proyecto: Consejera


Neiza Adelaja Defoe (alrededor de 2022)

Ivan se fue a casa.

No tomó ningún desvío, ni intentó ningún truco, solo condujo recto a


un estacionamiento cerca del apartamento que había alquilado durante la
duración de su estancia. El apartamento no había venido con
estacionamiento propio, pero no le importaba la fácil caminata de diez
minutos… Había cubierto la misma distancia en menos de la mitad del
tiempo hace pocas horas, impulsado por la compulsión que lo había llevado
hacia Soleil. La caminata generalmente le ayudaba a despejar la mente,
encontrar su equilibrio de nuevo.

El equilibrio lo era todo; el equilibrio lo mantenía cuerdo.

Hoy, sin embargo, seguía tropezando con imágenes de unos enormes


ojos de ocelote, una mano agarrada a la suya, y la fuerza apasionada de los
brazos de Soleil cuando ella lo abrazo. Como si fuese vulnerable.
Nunca me habría alejado de ti, eres demasiado importante para mí,
Ivan Mercant.

Sus hombros se tensaron, su pulso a la carrera… y la araña se


flexiono.

Rechinando los dientes, la retorció e intento reconstruir las paredes


que se habían fragmentado esta noche. Control, la creación de los limites en
torno a su poder psíquico nocivo, que era todo lo que mantenía la fealdad a
raya. Sin ella… Sin ella, habría sido una pesadilla fría y oscura, una enorme
araña que violaba y tragaba a todos a su paso, una cosa monstruosa que
iba mucho más lejos que un psicópata.

—Yo no creo eso de ti, Ivan. —Su abuela le había dicho eso cuando
él le había contado sobre eso como un niño—. Viniste a mí en el instante en
el que te diste cuenta de lo que podrías estar haciendo, y no estabas de
ninguna manera deleitándote de tu capacidad.

—Eso es porque no quería decepcionarte abuela. —Ivan lo había


dicho con profunda honestidad, porque nunca le mintió a la mujer que le
había dado una vida digna de ser vivida—. Si todavía estuviese en las calles,
la habría usado para sobrevivir.

Una larga mirada antes de que su abuela inclinara su cabeza.

—Eres lo suficientemente mayor para conocerte a ti mismo. ¿Crees


que podrías haber vivido con tus acciones?

Una imagen instantánea de su memoria, el cuerpo frio de su madre,


vacío en el lugar en donde debería estar su mente. La idea de eso se
multiplico una y otra vez…
— Tal vez no al principio. — había dicho, su pelo volando dando vueltas
en el viento del m a r — . P ero la calle, tiene un a m an e ra d e c o m e r p edazos d e
ti. H ab rí a c o m i d o la part e b u e n a d e m i u n día.

I v a n re sp et ab a a s u a b u e l a p o r e n c i m a d e cu al q ui er p e r s o n a e n t o d o
el m u n d o entero, per o E n a habí a n aci do s i endo u n a M e r c a n t , habí a creci do
c o m o un a Mercant. Ella nunca había est ado com pl et am ent e sola, c o m o Ivan
lo había estado incluso cuando su mad r e estaba viva. El Jax había
c o n s u m i d o a s u m a d r e , hast a q u e er a a p e n a s c ons ci e nt e del h i jo q u e habí a
profes ado am ar .

— T e a m o , m i n i ñ o . — d i r í a el l a c o n u n a s o n r i s a b r u m o s a , y él s e
preguntaría si ella incluso lo veía.

Iv a n sa bí a l a v e rd ad : q u e el h a m b r e , el frio, la vi ol enci a, el dolor, l a


s ol edad, erosi onaba l o q u e u n a p er son a habrí a si do al g un a vez.

Y creo a u n m onst ru o.

Y a había sido acribillado c o n m anchas de vacío en el m om e n t o en q u e


s e convi rtió e n u n Me r c a n t . E s a s m a n c h a s h a b í a n ci cat ri zado a l o l argo d e
los a ñ o s d e s d e que , los espa ci os e n bl a n co s e h abí a n l l enado c o n la lealt ad
y la fidelidad d e s u familia, pe ro el d a ñ o h e c h o era perm an ent e.

U n a v e z dent ro d e s u apa rt am ent o, s e qui tó la chaquet a, la p u s o a u n


lado, l u e go ent ro e n el área d e la coci na pa r a m e z c l a r u n a b e bi d a nutritiva.
Ta m s y n R yder la había ofrecido comida, pero se había negado, no queriendo
des vi ar s u at en ci ón d e u n a m a n e r a t a n p e q u e ñ a . El l a t od aví a h a b í a p u e s t o
u n plato d e galletas del ant e d e él.

L os cachorros h abí a n sido vocal es e n s u disfrute d e las galletas, pe r o


a Ivan n o le gustaba la com i da. Tal vez podría tener alguna. C o n Soleil.
Empaqué un montón de cosas para nuestro picnic, no solo la tarta.

Para ella, una gata que había salido del bosque y caminado
directamente hacia él, habría probado plato tras plato. Solo porque ella se
lo había pedido. Pero ese tiempo se había acabado, su reloj personal casi en
la media noche. No habría más evolución para Ivan Mercant. Su futuro
camino sólo deparaba una oscura y desmoronada involución.

Sabía que su incapacidad de abrazar la sensación del gusto venia de


que condujo a su primo mayor a la locura. Canto apreciaba la comida, al
igual que Arwen. Silver siempre había sido más como Ivan, pero ella había
cambiado desde su apareamiento. O tal vez era más preciso decir que se
había quitado el peso del Silencio de los hombros para aceptar su verdadera
naturaleza.

La verdadera naturaleza de Ivan era un horror nacido de una droga


que prometía éxtasis, pero que finalmente despojaba a los Psy de sus
habilidades innatas. Se preguntaba a menudo ¿Cuánto tiempo su familia
seguiría viéndolo como uno de ellos cuando era tan claro que no tenía dentro
de si el potencial que todos ellos tenían para dejar todos los vestigios del
Silencio en el pasado y vivir una vida más allá de lo que había sido el
mandato para ellos por el ahora desaparecido Consejo Psy?

Ivan sólo podía ir hasta allí, y no más allá. No porque se preocupara


por el Silencio. Sino porque tenía que mantener la jaula en la que vivía la
araña devoradora de su verdadera capacidad psíquica. Un hombre que tenía
que hacer eso no podía romper sus grilletes.

Jamás.

—La abuela es como yo. —Se recordó, porque Ena Mercant había
estado demasiado tiempo en el Silencio para dejarlo caer. Pero incluso Ena
había aprendido a vivir dentro de una manada de osos… y los cachorros la
seguían por una razón; ella podía ser firme y estricta, pero por debajo se
asentaba un fresco y oscuro pozo de feroz amor.

Había mantenido unido a su clan con ese mismo amor tácito. Como
niño, Ivan había sabido que no importaba que, no importara cuando, si
necesitaba ayuda, la abuela vendría por él. Siempre.

Ivan estaba demasiado marcado para su bien, un hombre hueco que


nunca podría darle a Soleil lo que necesitaba.

Un sonido musical.

El timbre.

Suponiendo que era uno de los gatos comprobando para asegurarse


de que estaba en su apartamento, el abrió el seguro de la puerta desde su
teléfono. Y se sentó de un tirón derecho.

—¿Qué demonios?

Dejo su bebida a medio terminar en la mesita de noche y corrió por


las escaleras… para abrir la puerta a un hombre delgado con los ojos de un
inusual plata/azul contra una piel de oliva, su cabello tan recto como una
regla y cortado con sofisticada precisión, sus pómulos eran una cosa de
pasarelas. Llevaba pantalones vaqueros crujientes de un azul oscuro y un
suéter negro fino que era probablemente cachemira, y tenía una pequeña
bolsa de mano.

Arwen sonrió.

—¡Hola primo!

—¿Qué. Estas. Haciendo. Tú. Aquí?


Un encogimiento de hombros.

—Genara estaba visitando a un asociado en San Francisco y yo me


enganche para un paseo. No te he visto desde hace un tiempo.

—¿Por qué Genara visita a su socio a media noche?

—Es una mujer de intriga y misterio. —dijo Arwen sin ninguna


preocupación en su tono para esos misterios e intrigas.

Ivan debería haber visto venir esto. Genara, una mortal telequinética
con capacidad de teletransporte con un pasado turbio, y Arwen el Empático
que se preocupaba por todos, se hicieron amigos rápidamente. Ivan no podía
imaginar una combinación más peligrosa.

—Entonces, ¿vas a invitarme a entrar?

Ivan se hizo a un lado. Él no estaba de humor para la compañía, y


mucho menos un miembro de la familia que podría ver a través de él.

—Sube. —No tenía sentido llevarlo a la habitación vacía del salón de


abajo; Ivan no había visto razón para conseguir muebles para ella cuando
nunca usó el espacio.

Su primo se desplomo fácilmente sobre su cama, con las palmas


apoyadas detrás de él.

—Bueno. —dijo Arwen después de echar un vistazo—. Es una mejora


desde el último lugar. Horrible papel de pared, yo estaría avergonzado de
afirmar que fuese el diseñador… Pero al menos no hay criaturas de peluche.
—Un estremecimiento, seguido de un sobresalto—. Me gusta la estatua del
gato. Extravagante.
Ivan n o lo corrigió sobre el pequeño gato multicolor q u e se sentaba en
la m e s a d e no c he . —

¿Qui eres nutrientes?

— No. Ya comí. — Luego miró a Ivan.

— ¿ M e he vuelto verde? — A po ya do contra una pared frente a Arwen,


I v a n c r u z o l o s b r a z o s s o b r e s u c a m i s e t a y m i r o h a c i a at rás; e s t a b a
t o t a l m e nt e s e g u r o d e s u c a p a c i d a d p a r a s o p o r t a r l a p e o r d e las t ort uras, y
luego estaba Ar wen.

— N o o o o — A r w e n frunci ó el c e ñ o m i entras ext endí a esa pal abra d e


u n a silaba a un a longitud im probabl e. — A excepci ón d e toda la cos a
estatua— caprichosa. ¿ Y o s u p on g o q u e vi ene c o n el lugar? — M á s m iradas ,
seguidas de un jadeo mientras se sent aba derecho en u n rápido m ovi m i ent o.
— ¿C uál es su nom b r e ? ¿ Es la m i s m a m ujer d e antes? ¿ La m i s m a co n la qu e
has perdi do t odo este t i em po?

Ivan apenas cont uv o u n a sacudida, s u es t ó m ago apretándo s e y los


m ú s c u l o s d e sus br a zo s rígidos.

— ¿Qué?

— L a cam bi an t e est á e n ti c o m o Val ent i n est á e n Silver. — El g u a p o


rostro d e A r w e n arrugado e n u n c eño fruncido, s u m i r ada d e repente m u c h o
m á s i nt ensa. L a m i r a d a d e u n E m p á t i c o . — N o e s l o m i s m o q u e e s o s d os ,
pero p u e do definitivament e sentir u n vínculo.

— E s solo alguien a qui en ayude u n a ve z — Ivan se obligó a decir. —


E s u n ví ncul o t emporal , s e des v an e ce r á c o n la distancia.

C o n una m i rada penetrante y voz suave, A r w e n dijo:


—Los cambiantes son posesivos, Ivan. Y si ella te ha marcado lo
suficientemente profundo para que le hable a un empático, no hay nada
temporal en ello.

La necesidad arañó a Ivan, rasgando y abriendo las cicatrices. —

Arwen. —Una palabra apretada—. Yo no puedo hablar de esto. El

más gentil de sus primos solo asintió.

—Bien. ¿Quieres que visitemos el refugio en su lugar?

Era el turno de Ivan de mirar fijamente.

—¿Cómo sabes eso? —Ese era un secreto, su obsesión.

—Familia de espías, hola. —Arwen fingió encogerse de hombros con


traje invisible de chaqueta—. Tengo algunas habilidades de espía, ya sabes.
Me infecté por osmosis.

—¿Por qué me estas espiando?

—Porque me preocupo por ti. —Sin engaños, palabras sinceras que


puso el corazón de Arwen justo allí abierto e hizo a Ivan preguntarse de
nuevo como Arwen logro existir en este mundo sin ser aplastado en un
millón de piezas.

Lo bueno era que estaba rodeado por una familia de tiburones. Como
la sanadora de Ivan que estaba ahora rodeada por una familia de
despiadados leopardos.

A salvo, la mantendrían a salvo.

—Oh, antes de que se me olvide —dijo Arwen—. Te tengo un regalo.


—Sacudió el bolso—. Chaqueta nueva de tu diseñador favorito.
—Gracias. —Arwen tenía un gusto impecable, así que Ivan sabía que
la pieza sería una que el mismo hubiera elegido; su primo entendió el poder
transmitido por la ropa, entendió la máscara que Ivan prefería presentar al
mundo. En cuanto al regalo inesperado, eso era parte del curso de acción
de Arwen.

Arwen había sido un niño de solo cinco años cuando Ivan de ocho
años se unió a la familia, y pronto había comenzado a traer cosas a Ivan:
una planta que había hecho germinar, una concha de espiral perfecta que
había encontrado en la playa, su tableta de estudio favorita, incluso la vieja
bufanda andrajosa que tenía el hábito de llevar a todas partes, lluvia, o
calor, sol o granizo.

Ivan no había entendido lo que Arwen quería de él hasta que un Canto


adolescente lo había mirado con ojos cardinales llenos de estrellas y dijo:

—Solo quiere que seas feliz. —Palabras tranquilas que tenían un


profundo poder—. Es pequeño, así que piensa que si te da cosas que lo
hacen feliz, serás feliz también.

Si Ena había salvado a Ivan, Arwen le había enseñado lo que era ser
generoso, vivir en un mundo sin un balance mental constante, dar sin más
motivo que el de alegrar a quien lo recibe ¿La capacidad que tenía Ivan para
dar amor, el pequeño dedal lleno de suavidad que había permitido a Soleil
colarse en su corazón? Había nacido de Arwen Mercant.

Ivan nunca haría nada para lastimar a su primo. Y si eso significaba


aceptar la visita de Arwen en un momento en el que el alma de Ivan estaba
cubierta en la medianoche, la araña agitada, que así sea.

—Vamos —dijo, poniéndose su chaqueta—. Vamos de paseo.


Después de salir del apartamento, no hizo ningún intento de esconder
donde estaba. No era ningún secreto, después de todo. Había caminado allí
innumerables noches hasta ahora.

—¿Cómo encontraste el refugio en primer lugar? —preguntó Arwen,


metiendo sus manos en los bolsillos de su jeans.

—Después de que aterricé por primera vez y vi que no había adictos


al Jax supuse que los gatos habían reunido a los adictos y los habían
echado. —DarkRiver no mantenían el poder aquí por ser suaves.

—Aun así, no podía dejarlo pasar, ¿Cómo podría una ciudad tan
grande no tener adictos? no tiene sentido. —No cuando el Jax era una plaga
que había infectado a los Psy desde la primera generación nacida del
Silencio—. Así que cavé. Familia de espías.

Arwen rió, el calor del sonido un eco de otra risa, una que había
cavado su camino en el alma de Ivan.

— Spies R U S 2 … Pasha dice que debemos usarlo com o nuestro nombre


corporativo —dijo haciendo referencia al oso con el que estaba enredado—
¿Crees que la abuela este de acuerdo con ello?

—Tu díselo cuando pueda verlo.

—Hah —Una sonrisa—. Enviare a Pasha como sacrificio.

Después de eso, caminaron en silencio. Arwen podía ser un


compañero agradable. Cuando Ivan había estado en su adolescencia
temprana, Arwen a veces entraba en la habitación de Ivan y se sentaba allí
leyendo su libro mientras Ivan estudiaba. No había sido hasta mucho

2 J u eg o d e p alabr as c o n la c ad e n a T o y s R ´ U s .
después que Ivan se dio cuenta de que siempre se sentía más centrado
después.

Empáticos. Simplemente no podían dejar de cuidar de su gente.

Igual que los sanadores.

Con el pecho apretado con todas las emociones que no tenía derecho
a sentir, giro a la izquierda, llevando a Arwen al refugio. La gran residencia
era un lugar donde usuarios podrían optar para estar limpios sin costos
financieros, pero alguien con una mentalidad más pragmática también
había dispuesto un área abierta significativa al lado de la casa.

Porque a veces, los drogadictos no querían estar dentro, gritaban a las


paredes, pensando que se habían perdido en el mundo fantasmagórico que
existe para algunos usuarios a largo plazo.

La madre de Ivan no había vivido lo suficiente para llegar a esa etapa.

Fue a este descampado “patio trasero” protegido por patrullas


regulares de DarkRiver que llevo a Arwen. Un usuario había encendido un
fuego en el gran barril de metal que había en una esquina, y varias personas
estaban paradas o se sentaban alrededor de ella, sus caras se encogían
pálidas y sus ojos brillantes. Otros se sentaron envueltos en mantas que
parecían relativamente nuevas y se balaceaban hacia adelante y hacia atrás.
Otros dormían bajo las estrellas, indiferentes al frio viento nocturno.

Ninguno de ellos tenía heridas abiertas, ni tenían huesos rotos, ni


mostraba otros signos de malos tratos o una vida ruda, que no sean, es
decir, las marcas dejadas por el abuso de drogas a largo plazo. Alguien
estaba cuidando de estas personas. Sus investigaciones le dijeron que era
el brazo caritativo de DarkRiver junto con el Colectivo Empático. Porque
ninguno de estos drogadictos era cambiantes o humanos. Eran todos Psy,
el Jax una droga diseñada para ellos. Derrumbaba el silencio y abría su
mente, al menos por breves ráfagas de tiempo. Al final, sin embargo, no solo
terminaba con la capacidad de los usuarios para poder hablar y pensar,
también robaba la misma cosa que los hacía Psy, pero para entonces, los
drogadictos estaban demasiado lejos para preocuparse.

La madre de Ivan todavía había sido capaz de usar la telepatía cuando


murió, pero apenas. Su voz había pasado de un sonido firme y claro en su
cabeza a un áspero susurrar que apenas podía oír. Se habría preguntado si
ella lo había llamado a él al final, con pánico e impotencia, pero sabía que
ella no lo había hecho. Había muerto perdida en los pétalos de la flor
cristalina, su hijo lejos de sus pensamientos.

El Jax no era necesario ahora, por supuesto. El Silencio había caído,


la emoción ya no era un crimen. La mayoría de los usuarios aquí habría
comenzado a inyectarse o inhalarlo antes de la caída, tal vez en una
búsqueda desesperada de la libertad, o tal vez solo porque habían querido
huir de sus vidas. Había, sin embargo, un sorprendente número de frescas
caras jóvenes.

Él había hablado con algunos de ellos.

—Demasiado duro, demasiado duro, demasiado duro.

Un estribillo que había oído de más de una boca. Se habían vuelto


hacia el Jax porque tenían miedo de quienes eran fuera del Protocolo.

—No soy nada ni nadie, un valor nulo —Una joven le había


susurrado, como que si estuviera impartiendo una gran verdad—. Solo un
robot. Sin personalidad. Sin un Yo.

Ratones enjaulados que ya no sabían cómo vivir en la naturaleza, ella


y otros como ella solo buscaban adormecer el mundo, olvidar su dolor,
porque allí eran un montón de cicatrices psíquicas bajo las miradas
drogadas, un montón de historias de niños traumatizados y almas
aplastadas.

—La tristeza aquí —dijo Arwen, sus ojos piscinas de oscuridad


plateada—. Cuelga como una nube.

Aunque Ivan nunca había tocado, había hecho una excepción por
Arwen después de darse cuenta de cuanto significaba el contacto físico para
su primo. Arwen era demasiado generoso, demasiado empático, para pedir
algo que incomodaría a otra persona, pero Ivan tenía ojos y un cerebro, lo
había descubierto.

Resulto que no le importaba tocar si se trataba de cuidar de otra


persona. Excepto Soleil. Con ella, para ella, había sido diferente por un
fragmento de momento en el tiempo.

No necesito que mis recuerdos me digan que nunca habría caminado


lejos de ti, eres demasiado importante para mí, Ivan Mercant.

No importaba cuanto quería creer la declaración de Soleil, incluso no


importaba si sus palabras eran la verdad más pura. Él había sido otro Ivan
entonces, había tocado la estrella fugaz que era ella y creyó que tenía una
oportunidad, alguna clase de normalidad.

Se había equivocado.
Capítulo 3 0
Estoy recibiendo informe del hospital empático, no han sido capaces
de tener éxito comunicándose con los Psy aun conscientes, parecen estar
aislados. Todos los intentos, incluso por mi gente de mayor rango, han
fracasado.

Lo más preocupante es que un número se ha deslizado de la


incoherencia a la catatonia, mientras que los que cayeron en coma durante
el incidente permanecen en ese estado, sus ondas cerebrales erráticas.

Mis Es están captando constantes pulsos de pánico y terror, los


equipos médicos están preocupados por los corazones de los pacientes.
Están latiendo a un ritmo que no es sostenible.

—Mensaje de Ivy Jane Zen, presidenta del Colectivo Empático, a


otros miembros de la Coalición Gobernante.

La fría realidad de su futuro un tornillo alrededor de su mente, Ivan


puso su mano en el hombro de Arwen apretando.

Acercándose, Arwen toco los dedos de Ivan en un silencioso


agradecimiento. Luego respiro tranquilamente y fue a sentarse al lado de
una joven con una mirada vacía. Sofisticado corte de pelo, suéter de
cachemira y zapatos hechos a mano por un zapatero italiano… sin embargo
Arwen no dudo un segundo antes de bajar y sentarse en una sucia silla de
jardín.

Porque Arwen primero era un E. El resto era un bonito escaparate.

A Soleil le gustaría. Y a Arwen le gustaría ella.


Quería contarle a Arwen sobre ella, a pesar de que no tenía derecho a
ella. Si lo había marcado como los gatos y Arwen afirmaban, entonces tenía
que convencerla de quitar esa marca. Él no la arrastraría a la jaula con él.

Y aunque la araña era la más fea de sus cicatrices, el resto de él no


era exactamente bonito. Había una razón por la que caminaba a la casa de
acogida casi todas las noches. Como un recordatorio de lo que podría haber
sido, lo que todavía podía volverse.

Incluso ahora, una parte oculta de él entendió por qué estas personas
tomaron la droga. Había experimentado la mentirosa belleza de la misma
demasiado joven, su mente abriéndose como una flor en pleno florecer. La
flor cristalina con mil pétalos, mil posibilidades de vida y existencia.

No sabía lo que estaba pasando, había sido un niño, un niño pequeño


realmente. Ni siquiera debía tener esos recuerdos, pero tal vez era por otro
lado efecto de la droga, la imposibilidad de olvidar. Había vagado por las vías
cristalinas durante horas, tal vez días. Todo lo que sabía era que despertó
en el suelo de su asqueroso motel, sediento y con el tejido áspero de la
alfombra sucia dejándole una huella en la mejilla.

No había llorado. Ya había aprendido a no llorar. Su madre no


escuchaba, y si uno de sus amigos estaba en la habitación y consciente,
podría resultar en una cachetada en la cara y una orden para que se callara.

No todos los amigos de su madre tomaban la “medicina especial” que


le había dado después de pedirle comida. Las medicinas no eran tan malas…
la mayoría se sentaban allí con extrañas sonrisas en sus rostros, sus ojos
agujeros con nada detrás de ellos. No le gustaban los ojos muertos, pero
esos amigos eran mejor que los que estaban bien despiertos y llenos de
maldad.
Ese día, sin embargo, había visto que estaba solo con su madre, pero
todavía no había llorado. En su lugar sin fronteras, a diferencia de su mundo
real, en el que era atrapado dentro de pequeñas habitaciones sucias o
acurrucado bajo una manta en una esquina de la calle, con una mujer que
tenía deslumbrantes ojos azules y el cabello negro.

—Mi bebé —Decía mientras temblaban bajo la manta—. Mañana será


diferente, solo espera. Tengo una línea en un gran trabajo. — Venas rojas
en sus ojos, manos temblorosas—. Vamos a comprarte todo lo que te quieras
comer, te conseguiré una agradable y esponjosa cama. Será como un sueño.

Tragando fuerte, metió sus manos en sus bolsillos y se dijo que


llamara a Arwen, que regresara. Pero no lo hizo. Porque eso era parte de la
prueba. Estar aquí en un lugar donde sabía que podía comprar la droga con
un solo asentimiento o con un momento de contacto visual, y no lo hacía.

El médico que lo había cuidado desde que la abuela lo trajo a casa le


había dicho que dejara de exponerse de esta manera, pero Ivan no tenía
intención de hacer eso. Entendió lo que el Dr. Raul no, el Jax seducía con
falsa belleza, felicidad forzada. Cada vez que se encontraba en un lugar como
este, con gente de ojos huecos despojada de orgullo y sentido de sí mismos,
él entendía la verdad: que el Jax era una correa, igual que el Silencio.

No había libertad ni belleza en la flor cristalina.

Un drogadicto era un drogadicto, independientemente de si su droga


de elección era heroína o Jax. Una vez enganchados, harían cualquier cosa
para alimentar su hambre… incluso vender a su “precioso bebé”. Había
sucedido solo una vez, esa fría y calculadora mirada en la cara de su madre,
y aunque ella nunca lo había hecho, Ivan nunca lo olvidaría.

El Jax le robo todo.


—¿De vuelta otra vez? —Grazno un hombre de unos cinco pies cuya
cara se había marchitado en su interior, su piel pálida ahora descolorida y
moteada por marcas oscuras… los remanentes de viejas costras que había
arrancado hasta que habían sangrado. Abrazo una manta de felpa alrededor
de sus hombros, maltratada y rustica con una mano.

Ivan le había comprado esa manta, después de verlo en la calle un día


mirando a la ventana de una tienda que las vendía. No era que Clarence no
tuviese acceso a una manta, era que quería esa verde en particular.

Una cosa lo suficientemente pequeña, pero le había hecho brillar


desde el interior.

Ivan tenía la sensación de que el otro hombre era mucho más alto que
cinco pies. Pero él había estado caminando encorvado por tanto tiempo que
había olvidado como era estar derecho. Independientemente de su estado
físico, sin embargo, sus pequeños ojos marrones eran agudos, su mente
presente; Clarence había tomado la asistencia de la casa de acogida,
renunciado a caminar por la flor cristalina.

—Será mejor que tengas cuidado —Dijo el viejo Psy—. O los gatos
empezaran a creer que estas aquí con ganas de una dosis. —Se sacudió por
la tos, seguido por un movimiento de su cabeza—. Y trayendo por estos lados
a criaturas suaves como esa. ¿En que estabas pensando? ¿También lanzas
ciervos a los lobos?

—Estará bien. —Arwen podía ser suave de corazón, pero podría ser
paradójicamente difícil cuando se trataba de ayudar a pájaros heridos; la
chica con la mirada previamente en blanco ya le susurraba—. Estás bien.

Otro carraspeo de tos, pero Clarence asintió.


—Mi cuerpo esta jodido por todo el veneno que le metí, pero tengo días
buenos, me da esperanza —Sus ojos brillaron—. Todavía me llama, esa
perra cristalina. Todavía me dice de todo el esplendor que podría
experimentar, todos los caminos por los que podría bailar.

Clarence había sido una vez un estudioso de las matemáticas, pero la


literatura había sido su “único amor verdadero”. Un amor que se le había
prohibido perseguir bajo el Silencio. Demasiada emoción en las historias,
demasiada pasión, demasiada empatía.

En estos días, Clarence leía historia tras historia, novela tras novela.
La casa de acogida le había dado un lector computarizado, pero atesoraba
los libros de bolsillo, atesoraba cualquier cosa que fuera capaz de
intercambiar o comprar.

Esta noche, Clarence miró a Ivan a la cara, un sentimiento de peso


sobre él.

—Nunca lo entenderás, jovencito. No puedes. Nunca has visto la


maravilla abrazadora que existe cuando el Jax enciende tus vías neuronales.
—Ivan no lo corrigió. Las únicas personas que conocían la realidad de su
infancia y lo que significaba para él eran la abuela, el Dr. Raul, Silver y
Canto. Canto porque tenía catorce años cuando Ivan entró en la familia…
Una edad suficiente para saber que algo estaba mal con su primo más
nuevo. Y Silver porque era la sucesora de Ena.

La abuela le había pedido permiso a Ivan antes de informar a Silver.

—No tomare la decisión por ti.

—Díselo —dijo Ivan de inmediato—. Necesita saber todas las posibles


debilidades en el sistema.
—Cuando se trata de pura fuerza de voluntad, Ivan, eres el más fuerte
de mis nietos —dijo Ena—. Es una regla, tengo nietos tercos, pero tú lo
elevas al enésimo grado. Tengo toda la fe en que tú preferirías cortar tu
propia garganta antes de jamás probar el Jax.

Silver había tocado el tema con Ivan solo una vez… después de que
Ena le dijera por primera vez la historia de Ivan.

—Ivan, la abuela dice que te consideras una debilidad en la estructura


Mercant. Eso es lo más ridículo que he escuchado, tú y Canto construyeron
nuestra armadura de seguridad actual.

—¿En cuánto a fuerza mental? Ni siquiera es una pregunta. Te


enfrentaste a la abuela incluso de niño, si eso no es señal de una voluntad
implacable, no tengo idea de lo que sea.

Eso fue todo. El final de la discusión en cuanto a la preocupación en


lo que a su prima le concernía. Incluso cuando alguien había intentado herir
a Silver, nadie había mirado hacia Ivan con ojos críticos. Había sido
investigado y limpiado por la misma lista de verificación que se habría
utilizado contra cualquier otra persona en la misma posición. Tan pronto
como fue absuelto, había sido plenamente informado sobre la investigación
con la correcta suposición de que el querría hacer todo lo que estuviera en
su poder para eliminar la amenaza.

Silver no sabía, sin embargo, sobre el hábito de Ivan de eliminar a los


enemigos de los Mercant que no jugaban según las reglas aceptadas… o su
tendencia a eliminar a los traficantes de Jax. El solo dirigió la maldad
absoluta hacia el mismo primero, estaba de lejos más ampliamente enfocado
cuando se trataba de esto último.

—Negación plausible. —su abuela había dicho, entonces le dio una


mirada penetrante—¿Supongo que no piensas parar con esto pronto?
—Son alimañas —Ivan no sentía culpa alguna por sus acciones—. Me
asegurare de que nunca toquen a Silver.

Una mirada aireada.

—Querido muchacho, Silver nos filetearía a ambos si supiera que nos


atrevimos a ocultarle esto.

—Pero la protegemos —Murmuró Ivan—. Ella, y Arwen e incluso


Canto. Todos tienen una oportunidad en este nuevo mundo. No voy a
llevarlos a la ruina conmigo.

Líneas blancas aparecieron alrededor de la boca de Ena, un raro signo


de tensión.

—Tú eres mi nieto. Yo no te crie para ser una sombra en servicio


sangriento, y ninguno de tus primos querrían eso para ti si lo supieran.

—Lo sé. —Le había dado todas las ventajas, trato de canalizarlo hacia
caminos mucho menos oscuros, pero Ivan nunca había vacilado. Sabía
quién y que era.

Una gata merodeando en su mente, el recuerdo de los dedos contra


su mejilla. ¿Qué pensaría Soleil de su pasatiempo asesino?

—¿Vale la pena? —dijo, haciéndole a Clarence la pregunta que nunca


había sido capaz de preguntarle a su madre—. Toda la destrucción que la
droga le ha hecho a tu cuerpo, y a tus relaciones con los demás.

—¿Qué relaciones? —Clarence resoplo—. Tengo relaciones más


profundas con los leopardos y humanos que dirigen el centro de reinserción
social que con mi propia familia. Fríos como el hielo que son, tomaron el
Silencio muy en serio.
Una repentina pesadez en sus facciones, los pliegues de su rostro
decaídos.

—Si solo hubiese nacido una década más tarde… —Mirando hacia
arriba, el cubrió a Ivan con una mirada demasiado poderosa para un
hombre tan demacrado y cansado—. No pierdas esta oportunidad, joven.
Tienes lo que yo solo podría haber imaginado… la libertad para construir
lazos, para ser más que una estrella solitaria en la oscuridad.

Con eso, el viejo, que no era tan viejo después de todo se arrastró,
hasta sentarse en una tumbona al lado de alguien que era claramente
todavía adicto. Con sus capas de ropa y su atesorado carro perteneciente a
ella a su lado, la mujer se parecía a cualquiera de los sin hogar. Lo que la
delato como Psy era la obsidiana de sus ojos.

La mayoría de los ojos Psy solo hacían eso en la agonía de un enorme


uso de poder, o gran emoción. Pero con los adictos al Jax, podría convertirse
en un estado permanente. No era común, y no parecía afectar en su visión,
pero era una cosa extraña y misteriosa incluso para un hombre que había
visto sus propios ojos hacer eso mientras se miraba en un espejo.

Ninguna luz volvería a llenar los ojos de los adictos, ni siquiera si los
terapeutas lograban apartarlos de las drogas. De lo que había aprendido
desde que había encontrado este lugar, es que era poco probable que
sucediera. Otro residente había dicho que de diez personas en la población
local tenían ojos negros permanentes, solo uno había estado abierto a la
rehabilitación, y aunque había pasado por el programa completo y se
aferraba a su sobriedad, sus ojos permanecieron de obsidiana.

Otro movimiento, este más sigiloso, uno de los drogadictos que se


acercaba a él.
—¿Estás buscando un poco? —Fue un murmullo bajo, los ojos rojos,
se le encendieron en ese momento—. Me sobra un poco. — entonces dijo un
precio que era el doble del precio de la calle. Ivan podría haber acabado con
este hombre en ese momento, pero todo lo que habría hecho era eliminar a
un usuario. Este hombre estaba tratando de hacer dinero rápido para
entonces poder ir a comprar más de su veneno de elección. Los objetivos de
Ivan eran los que producían el veneno y lo esparcían.

—No. —murmuró—. Estoy buscando mucho más que eso. La tarifa


del involucrado.

Los ojos del drogadicto se volvieron brillantes.

—Lo sabía. —siseó—. Sabía que ustedes los nuevos deberían estar
usando. La vida no es nada sin la luz que da. —Un estremecimiento de puro
placer, una cosa horrible, terrible de presenciar—. Solo tienes que tener
dinero para verte mejor. Parece que no estas dentro de la flor.

Ivan dejo que el hombre tuviera sus delirios; era todo lo que esta gente
tenía.

—¿Conoces a alguien que pueda conectarme o debería hablar con


alguien más conectado? —Como era de esperar el drogadicto se ofuscó.

—Oye, te encontré. Este es mi punto. —Se inclinó más cerca en una


ráfaga de olor a cuerpo sin lavar y el miasma de la calle, que amenazo con
enviar a Ivan de vuelta a su infancia—. ¿Cuál es la comisión del buscador?

—Lo que sea que le pague al distribuidor, te pago el diez por ciento.
—Podía ver al hombre tratando de hacer los cálculos, fallar, sus
pensamientos también degradados. Así que le dio un número exorbitante.
Cuando llegara el momento, si es que llagaba el momento, no le daría el
dinero. Porque darle el dinero sería tan malo como alimentar el veneno en
las venas del drogadicto mismo. En su lugar, el transferiría el dinero a las
cuentas de la casa de acogida, como siempre había querido.

Los ojos del drogadicto eran pequeños focos calientes en su cara


encogida.

—Trato —dijo—. Trato. —Se rascó los brazos—. Hablare con quien
pueda proveer. Averiguare cuanto puede conseguirte.

—Recuerda, nunca me viste, —ordenó Ivan—. No sabes quién soy.


Solo uno de los nuevos tratando de obtener una gran parte para sus amigos.

Un destello de una inteligencia salvaje, la de un animal hambriento


de comida.

—¿Cuánto te da esto a ti? —Esta vez, la mirada que Ivan le lanzo era
plana, de muerte, tanto que hubiese preocupado a su abuela. El drogadicto
se encogió—. Bueno, bueno. —El volteó sus manos, las palmas marcadas
de costras donde había cavado en su propia piel—. Solo preguntaba. ¿Dónde
te encuentro?

—No lo haces. —dijo Ivan—. Yo te encontrare.

Luego se alejó y se acercó a las sombras en el otro lado del


campamento, sabiendo que el drogadicto estaría ansioso por localizar al
distribuidor, hacer su dinero. Ivan no se preocupaba particularmente por el
distribuidor, tampoco… oh, el mataría al hombre, lo sacaría de circulación,
y no sentiría culpabilidad al respecto. Pero primero, obtendría de él el
nombre del que estaba arriba en la cadena, y lo haría una y otra vez hasta
que llegara a la persona en el nivel superior.

—Has caminado aquí casi todas las noches desde que llegaste a la
ciudad —dijo una voz masculina profunda y suave a su lado.
Capítulo 3 1
—No le roben a los empáticos. Si alguno de ustedes hace esa mierda,
tendremos una privada y larga conversación en la oscuridad.

—¿Pero qué hacemos si solo nos dan cosas? Mi vecino E en realidad


lanzo un suéter sobre mi ¡porque hacia frio!

—Sí, hombre. El otro día, esta E me paró en la calle y me dijo que me


estaba llevando a comer porque necesitaba un poco de TLC. Ni siquiera
podía decir que no, tenía unos ojos tan suaves. Es como si fuesen brujas.
Solo de las que no son malvadas.

—Conversación entre miembros de pandillas capturada en


aplicación de vigilancia (Nueva York. Abril 2083)

Ivan no se sobresaltó ante el comentario de Vaughn; había sentido al


centinela de DarkRiver merodear hacia él, sabía que algo venia.

—No hay crimen en eso.

Vaughn D´Angelo deslizó sus manos en los bolsillos del pantalón cargo
negro que llevaba hoy, su parte superior vestida con una simple camisa
verde oliva que abrazaba sus bíceps. La mano derecha de Lucas Hunter,
Vaughn tenía el cabello rubio ámbar, el cual ató de nuevo en una cola, y los
ojos tan cerca del oro que Ivan se preguntó si cambiaron cuando Vaughn
cambió de forma; el centinela era un depredador tan letal como el alfa
DarkRiver. Solo que Vaughn no era un leopardo.
Ese hecho en particular no era de conocimiento común, pero tampoco
era un secreto. Así que la familia de Ivan sabía que Vaughn era un jaguar,
uno que había sido criado por DarkRiver.

—¿Cómo es? —se encontró preguntándole a Vaughn—, ¿Ser un jaguar


en una manada de leopardos?

—Preocupado por tu sanadora ¿verdad? —la voz de Vaughn no


mostraba diversión o interés abierto, pero Ivan no cometió el error de asumir
que el hombre no tenía sentimientos fuertes en el punto.

—Las noticias viajan rápido. —dijo.

—Soy un centinela. Y DarkRiver funciona tan bien como lo hace


porque hablamos entre nosotros. —dijo—¿Por qué vienen aquí?

Ivan consideró muchas respuestas, y descarto todas ellas,


conformándose con un soso.

—Me gusta caminar. Esta dentro de mi ruta a pie.

Inesperadamente, Vaughn permitió que su obvia mentira pasara.


Quizás porque no necesitaba saber el estado de Ivan como un consumidor
de drogas o no, con el fin de seguir su rastro. Aunque Ivan estaba seguro de
que Vaughn no era el que había sido asignado para vigilarlo todo este
tiempo. Era demasiado mayor, se encargaría de manejar asuntos mucho
más importantes que llevar el registro de un Mercant solitario que no había
hecho nada amenazante hasta la fecha.

—Crecer como un jaguar en una manada de leopardos —dijo


Vaughn— estuvo bien.
E s o n o le dijo n a d a a Ivan. N o sabí a p o r q u é V a u g h n h a b í a de ci di d o
hablar c o n él, pero n o era para com parti r i nform aci ón personal. Ent onces el
jaguar lo sorprendió.

— L u c dice q u e estas vinculado a nuestra m an ad a. N o del todo u n


ví ncul o de apareamient o. ¿ Q u é tienes que decir al respecto?

Iv an s e det uvo d e ponerse d e pi e p or pu r a fuerza de voluntad.

— Y o le salve la vida u na vez, eso es todo. Pasará.

Podía sentir al jaguar mirándolo. P ero de nuevo, Vaughn lo dejó pasar.


E Ivan recordó q u e los gatos eran cazadores furtivos, podí an esperar m u c h o
t i e m p o e n total qui et ud ant es d e q u e gol p earan.

V a u g h n n o dej a ba p as a r n a da , sol o e s p e r a b a s u m o m e n t o .

E x t r a ñ o , ¿ C u á n t a s si m i l i t ud e s e s t a b a d e s c u b r i e n d o e n t r e e l l os y s u
propia familia? N u n c a habrí a predi cho q u e encontraría tales similitudes c o n
u n cl an d e c a m b i a n t e s .

— Asegúrat e d e no olvidar a ese sanador cu an do te vayas. — El


centinela asintió haci a A r w e n — . Ti enden a dar hasta que no les queda nada,
pero es o ya lo s abes.

— ¿Por qué lo llamas sanador? — la designación de A rw en no era algo


públi co, par a l a m a y o r í a d el m u n d o , él e ra u n Tel épat a q u e trabaj aba e n la
comercialización y com unicaciones para em presas relacionadas a la familia.

— P uedo olerlo. — Fue la respuesta mortal— . O podría ser que él solo


le di o a ese adi cto s u suéter d e m i l dólares.

Ivan volteo, y maldijo en voz baja.


— N o puedo dejarlo solo por un solo minuto.

V a u g h n le di o u n a p a l m a d a e n la espal da.

— Y est as casi a p a r e a d o a ot ro sa n ad or . — U n dest ello d e o r o e n s u s


ojos— . Bienvenido al resto de tu vida.

Mi e nt ra s el centinela s e desvan ecí a e n la oscuridad, Iv a n fue a


rescatar a A r w e n .

— Ella solo lo em p e ña r a p o r dinero para drogas. — le dijo a s u pri m o


c u a n d o l os d o s j untos s e alej aron.

— P or lo m e n o s estará caliente hast a entonces.

S u s p i r a n d o , I v a n c o m e n z ó a e n c o g e r s e d e h o m b r o s p a r a s ac a r s e s u
chaqueta para q u e A r w e n pudiera ponérsela sobre su delgada camiseta.
Pero A r w e n sacudió la cabeza.

— M e dirijo a c a s a t an p r o n t o c o m o l l e g u e m o s a t u cas a. T e n g o u n a
reunión c o n otros Es. — volteó los ojos haci a arriba hacia Ivan

— ¿Qué? — Ivan gruñó.

— Solo quiero decir algo. Por favor, escucha. — N o había ligereza


ahora, n a d a si no el p o d e r d e u n em p át i c o .

Ivan asintió c o n la cabeza.

— N u n c a leo a la gente, no a propósito. L o hice de niño, sin e m bargo,


ant es d e q u e supi era c o m o controlar m i s habi li dades .

— Eso n o es u n problema. — Ivan sabía demasiado bien lo que era


t ener habi lidades psíqui cas q u e n o podí a s cont rol ar o n o ent endí as.
— Por favor Ivan. Escucha. — Arwen se detuvo en la calle.

Copiándole, Ivan se volvió hacia su primo.

— N o sé si es por las lecturas accidentales d e cuando era niño — dijo


A r w e n — . O sol o porq ue h e creci do contigo, p e r o si em p r e h e creí do q u e tú
piensas q u e n o m e r e c es ser feliz.

El cont inúo c u a n d o Iv an n o respondió.

— S é que hay cosas q ue no se sobre ti. — U n a sonrisa irónica— . Todos


s on tan protectores, seria exasperant e si n o te a m a r a tanto. N o soy u n jarrón
d e vidrio, y a sabes, n o m e rom pe r é baj o fuerte presión.

S a c u d i e n d o l a cabez a, apa rt o la q ue j a ex asperad a.

— Pero no importa que es lo que yo piense o no, estoy seguro de lo que


siento de ti ahora… U n a braza de felicidad. — Ojos abiertos, sin reservas que
brillaban de a m o r sin ocultar y ofrecido sin expectativas— . N o desperdicies
eso. — U n a súplica susurrada — . M e r e c e s alegría, Ivan. Aférrat e a ella, a la
chis pa d e alegría dent r o d e tu corazón.

***

Ivan todavía n o había procesado las palabras d e A r w e n en el m om e nt o


e n el q u e e n t r o a s u a p a r t a m e n t o s o l o , G e n a r a h a b í a e s t a d o e s p e r a n d o a
A r w e n c u a n d o l l ega ro n. M e n o s m a l q u e t ení a u n a a m i s t a d c o n A r w e n , la
Tel equi nét i ca er a t a n s o ci abl e c o m o Iva n, n o habí a h e c h o n i n g ú n esfue rzo
po r p ro l on g ar s u est adía.

A r w e n p o r otro lado, si m pl em e nt e h abí a m i r a d o a Ivan, s u es peranz a


u n a c os a silenciosa p e r o potent e.
Extraño, como un ser tan gentil podía tener tanto acero en si cuando
se trataba de la gente que le importaba. Pero entonces, al final era nieto de
Ena Mercant.

Ivan cerró la puerta del apartamento detrás de si con ese


pensamiento. Estaba acostumbrado a la soledad, incluso la buscaba, pero
la declaración de Arwen había abierto inadvertidamente un vacío en su
interior. Al tratar de ayudarlo, su primo le había mostrado exactamente lo
que podría haber tenido si la araña no viviese en su cabeza, nacido de
toxinas tan complejas que ningún médico había sido capaz de explicar el
proceso que lo había creado.

Una mutación.

Fue así como su ADN fue descrito en un informe médico.

Y eso era lo que era, una versión mutada de lo normal, una tan lejos
de la curva, que la curva ya no existía.

Quizás se hubiese arriesgado a una relación con Soleil si el problema


hubiera sido mera genética. Habría explicado por qué no podían procrear
juntos, y le preguntaría si ella estaba bien con la adopción. El ya conocía la
respuesta a su pregunta; ella era una sanadora, ¿no es así? Un gran y
abierto corazón y una incapacidad para hacer otra cosa que abrazar a las
criaturas heridas o perdidas. Ella habría envuelto las pequeñas almas de
esos niños con amor.

Pero el problema no era solo la genética. El problema era lo que la


genética había dado a luz, una cosa hinchada y monstruosa que se tragaba
todo a su paso. Incluyendo a la gata obstinada que se negaba a renunciar a
él.
Unas garras flexionándose en su mente, La caricia de un pelaje
merodeando.

Con el estómago apretado, luchó contra la maravilla de eso, de un


vínculo primitivo y crudo. Lo primero que hizo cuando entró en su
habitación fue desnudarse y caminar hacia la ducha. Siempre se sentía
cubierto de suciedad después de una visita a la casa de acogida. Él sabía
que la reacción era psicosomática, que no había nada que los drogadictos
pudieran hacer que se aferrara a él, pero, aun así, se metió bajo el agua
caliente con los ojos cerrados hasta que por fin se sintió limpio. No lo
suficientemente limpio como para tocar a Soleil, pero lo suficiente para
pasar por fuera de su mundo.

Luego, después de frotar su cabello y cuerpo con una toalla áspera,


se dirigió a la cama. Estaba cansado, necesitaba recargar. Estaba al borde
del sueño cuando se encontró con un gato con ojos de oro dorado. Ella
merodeaba dentro de su mente, su piel deslizándose sobre su piel, y sus
garras corriendo ligeramente sobre su cuerpo.

Ivan no intento expulsar al intruso. Sus escudos abajo, el admitió que


la quería aquí con él. Una confesión mortal, una necesidad mortal.

***

Soleil besó la cabecita peluda de Razi y acarició la mano de Natal


mientras la luna y las estrellas giraban lentamente alrededor de la
habitación desde la lámpara de noche conectada al enchufe de la pared. Era
la favorita de Razi, Yariela le había contado, dada a ella por Lucas cuando
su alfa descubrió que no estaba durmiendo, su mundo lleno de pesadillas.

—Durmió en su forma de pantera junto a ella y Natal durante toda


una semana después de que llegaron aquí. —dijo la mentora de Soleil, sus
ojos empapados de devoción por su nuevo alfa—. No se fue hasta que ella
fue capaz de dormir la noche entera durante dos noches seguidas.

—Me preocupaba que su compañera se enojara con nosotros por


robar tanto de su tiempo, pero oh, Leilei, ella es una sanadora, también.
Una de las Psy Empáticas con estrellas en sus ojos. Su niñita es mucho más
joven que Razi, pero ella es una feroz pequeña pantera, protectora con Razi
de una manera que tendrás que ver para creer. —risas—. Los gemelos
insisten en que la pequeña Naya es su bebé. Y ella insiste en que ella no es
una bebé. —había dicho con mejillas arrugadas—. Me compadecería de los
niños en los años venideros, porque ella no está hecha para aceptar sus
tendencias sobreprotectoras, pero tengo la sensación de que los tres
desataran el infierno juntos, y están enseñando a nuestros cachorros a ser
feroces y traviesos también.

Solo aquellos que habían vivido bajo la sutil asfixia de SkyElm con un
alfa negligente podrían entender el valor de ese regalo. La podredumbre
había comenzado con el abuelo alfa de Soleil, pero Monroe lo había llevado
al siguiente nivel, hasta que enveneno la manada. Pero estos dos bebés
crecerían salvajes y libres, escabulléndose por las ventanas y, a medida que
envejecían, probablemente entrando a escondidas por ellas.

El pensamiento la hizo sonreír mientras acariciaba a cada cachorro


una vez más. Razi y Natal habían insistido en que los pusiera en la cama,
dándole a su corazón otro impulso de pura alegría. Aunque los Ryders
tenían otra habitación libre que los cachorros podrían haber utilizado,
Tamsyn le había dicho que los dos siempre preferían quedarse junto a los
gemelos.

—No estábamos listos para ellos la primera vez que se quedaron en


su cuarto. —la sanadora había dicho—. Y arme un gran futón esponjoso
para ellos en el medio de la cama para niños. Lo siguiente que sabemos, es
que por la mañana los cuatro estaban durmiendo en ese futón.

Felino deleite en sus ojos, la sanadora se había inclinado cerca, con


calor en su interior le dio un beso a Soleil que la rodeó de amor.

—Debería haberlo sabido. El gato en mi todavía quiere saltar en el


futón con ellos, y los chicos están librando una campaña para conseguir
futones para cada uno cuando crezcan.

Esta noche, los gemelos se habían ido a dormir en sus propias


camas… o ella pensó que lo hacían. Hasta que miro a su derecha y vio unos
ojos azul oscuro mirando hacia ella. Sabia el nombre de este cachorro ahora,
aunque solo podía distinguirlo de su hermano por su pijama.

—¿Por qué no estas durmiendo Roman? —susurró.

Una hermosa, dulce sonrisa, y luego extendió sus brazos para un


abrazo. Con su corazón tan derretido que ahora era solo dulzura, se trasladó
a sentarse en su cama para que pudiera abrazarlo también. Su cabello era
suave como la seda y todavía olía a champú del baño de esa noche, sus
brazos calientes e inesperadamente fuetes.

Cuando se soltó, se acurruco de nuevo en la cama, parpadeo


soñoliento por un par de segundos… y estaba dormido un momento más
tarde con rapidez de cachorro, un adorable ronquido se le escapo un
momento más tarde, ella tenía presionada una mano a su corazón. Se
aseguró de que su manta estuviera a su alrededor en los tres cachorros,
luego se obligó a salir de la habitación.

Una luz en el pasillo brillaba suavemente para iluminar su camino,


pero el resto de la casa estaba tranquilo. Tamsyn le había dado la habitación
justo en frente de los niños, asique se estaba metiendo en una camiseta
para dormir que había tomado prestada de Tamsyn. El resto de su rutina
nocturna no duró mucho, y su cuerpo suspiró cuando golpeo la cama. La
ropa de cama era de felpa y suave, y por debajo del olor fresco del jabón en
polvo, que contenía el olor de la familia Ryder. Imposible para ella no
hacerlo, cuando no era su casa se quedó dormida.

Manada. Eran su manada.

Su olor era consuelo.

Al igual que Él.

El sofisticado, hermoso y peligroso Psy que le salvo la vida, y entonces


la trajo a casa. Aunque su olor era fresco y mortal, no la asustaba en lo más
mínimo. ¿Cómo podía, cuando sabia más allá de cualquier duda que nunca
le haría daño? Ella podría no recordar su primer encuentro, pero el
conocimiento de quien era el para ella estaba allí en cada una de sus
interacciones, e incluso en una manera exasperante él seguía tratando de
advertirla.

Soleil frunció el ceño y se volteó sobre su espalda para mirar hacia el


techo.

Su gata merodeaba dentro de su piel, no era feliz al estar tan lejos de


él, incluso descontenta por el hecho de que había caminado solo hacia la
oscuridad.

Podría haber permanecido despierta durante horas si su cuerpo y


mente no hubieran estado destrozados después de los acontecimientos del
día; el diluvio de alegría después del dolor que había soportado durante
tanto tiempo, había destrozado cada uno de sus cimientos.

El sueño se estrelló sobre ella en una ola negra silenciosa.


Acalló el lloriqueo que quería escapar como sus pesados parpados se
cerraban a pesar de sus intentos de mantenerlos abiertos. Con el sueño
vinieron los fantasmas de todos los que no había podido salvar. La miraron
con oscuridad, con ojos acusadores, sus rostros pálidos en la muerte y sus
cuerpos ensangrentados y rotos.

—Lo siento. —un leve susurro antes de que su mente y cuerpos


agotados se apagaran, dejándola profundamente en el abismo.
Capítulo 3 2
Re: Consulta sobre los restos de Norah Mercant.

De acuerdo con el procedimiento operativo estándar para los fallecidos


encontrados en tales circunstancias, ella fue cremada a las dos horas del
descubrimiento de sus restos. Sus cenizas serás destruidas mañana.

Por favor, avise si desea recoger y hacer sus propios arreglos para la
eliminación.

—Oficina de Servicios de Notificación de Fallecimientos y Familiares.


(10 de mayo de 2059, 11:02 a.m.)

Re: Consulta sobre los restos de Norah Mercant.

Si, recogeremos las cenizas. Un Tk con capacidad de


teletransportacion llegara a las 11:15 a.m.

—Ena Mercant (10 de mayo 2059, 11:04 a.m.)

—Ivan, tenemos a tu madre. ¿Te gustaría enterrarla en nuestro


cementerio privado? Las autoridades no serán conscientes de ello y ella no
será molestada allí.

—¿Es cenizas abuela? Me dijo que el guardia de la muerte convierte


a la gente como nosotros en cenizas.

—Sí, me temo que se hizo antes de que me notificaran. No podrás


volver a verla. Lo siento por eso.

—Ya no estaba ahí dentro. Estaba vacía.


—El respeto que le brindamos a los muertos no es a las cascaras
huecas dejadas atrás, sino a la persona que fue en vida. Y ella era tu madre.
Sé que estás enojado con ella, pero también por eso estas ceremonias son
importantes; nos permiten crear una línea entre lo que ha sido y lo que está
por venir.

—Siempre quiso ver el mar. Oyó hablar de él, pero nunca lo vio.
¿Podemos llevarla allí?

—Conversación entre Ena Mercant e Ivan Mercant (10 de mayo de


2059, 12:00 p.m.)

Soleil sabía que estaba durmiendo, pero todavía no podía evitar que
los sueños se desplegaran. Siempre comenzaban de la misma manera, con
garras ensangrentadas arrancando la nada calmante del descanso, para
exponer rostros y cuerpos y un mundo que brillaba gris con niebla.

Había habido niebla esa mañana cuando todo fue tan terriblemente
mal.

Ella había estado frunciendo el ceño mientras caminaba por los


árboles, la fresca niebla contra su piel y su gato alerta dentro de ella. Su
cabeza había estado llena de preocupaciones por el hombre de ojos pálidos
que había tenido que dejar sin advertencia. Él era tan importante para ella,
y él habría pensado que se había ido porque no lo quería. Ella tenía que
enmendar eso, tenía que… Su pecho apretado, su respiración acelerándose.

La niebla se alejaba susurrando, los muertos listos para confrontarla


y acusarla.

—Lo siento, lo siento. —gimió en sus sueños—. Lo siento mucho.


Pero el chico que estaba enfrente de ella no estaba ensangrentado,
roto o gris. Era cálido con vida, sus ojos penetrantes de un tono pálido y su
pelo revuelto por el viento negro.

—¿Por qué lo sientes? —Preguntó—. Tú no la mataste. Ella se suicidó.

Temblando, se puso de rodillas para que estuvieran a la misma


altura… pero ya lo eran, su cuerpo tan pequeño como el suyo, y sus manos
delicadas e infantiles.

—¿Qué está pasando? —frunció el ceño, miro a las manos que ella
había extendido delante de ella, luego levanto sus propias manos

—¿Regresión? —murmuró—. Mecánica de sueños. —No sonaba como


un niño.

Soleil no pudo evitarlo. Lo empujo con un dedo… y jalo su dedo hacia


atrás rápido cuando sintió carne y hueso. Mirando hacia abajo en el lugar
en el hombro donde lo había tocado, frunció el ceño de nuevo, luego lo miro,
tan solemne y serio que la entristecía.

—¿Por qué tienes el pelo verde?

Se sacudió las manos, y toco las hebras.

—Tengo pintura en el hoy. —No, no hoy. Hace mucho tiempo, cuando


todavía tenía una familia propia, incluyendo una madre a la que le
encantaría dejarla jugar salvaje—. Mi madre me dejaba hacer lo que
quisiera.

—Al igual que la mía.

Grietas de plata en su cara, a través del mundo, a través del sueño,


hasta que todo fue un espejo de cristal roto, y ella estaba cayendo,
cayendo… Soleil se despertó jadeando, su corazón tronó y su boca se secó.
Mirando a su alrededor con ojos salvajes, ella medio esperaba que ese muy
realista chico estuviese a su lado ahora. Un hombre muy peligroso que su
gato había reclamado.

—Mío —había murmurado—. Él es mío.

Empujando su trenza sobre su hombro, ella busco el vaso de agua


que había puesto en la mesita de noche. Fue solo después de que lo había
bebido que sus ojos registraron la hora en el reloj vintage de la mesita de
noche. Eran las seis de la mañana. Se había quedado dormida a
medianoche. Seis horas de sueño ininterrumpido. Pero, respecto al sueño…
había sido más inquietante que aterrador. Y había algo… encerrado en esos
ojos, ella retrocedió en el sueño, y allí estaba, el fragmento más importante
de su memoria de la que ella pensaba que había perdido el último mes.

En un latido de su corazón, empujo la manta y se levantó de la cama.


No sabía que era lo que estaba esperando ver cuando se miró en el espejo
del baño adjunto, pero su cabello todavía era negro y todavía era una adulta
de veintisiete años, y todavía tenía una cara que era demasiado delgada.

Solía tener mejillas redondeadas y curvas generosas. En estos días,


era solo huesos unidos por la piel, y no era una buena vista de ella. Su Psy
podría tener pómulos como hojillas de afeitar, pero el cuerpo de Soleil fue
hecho para la suavidad.

Su Psy.

Si.

Decidida a resolver las cosas entre ellos hoy, se desnudó y entro en la


ducha. Después, soltó el cabello de la trenza, cepillándolo hacia afuera,
luego se vistió con los mismos pantalones de la noche anterior. Ella los
combino con un suéter de lana fina de color fucsia brillante.

—Una de las jóvenes lo dejo atrás la última vez que vino y lo lavé. —
Tamsyn se lo había dicho—. Sé que no le importara si lo tomas prestado.

Era el color más brillante que Soleil había utilizado en mucho tiempo
desde la masacre. Haciendo una nota para dar algún tipo de regalo a la
menor en agradecimiento cuando ella tuviese los medios para hacerlo, abrió
la puerta de su habitación; el instinto y la necesidad tenían su interior
revuelto hacia el interior de la habitación de los cachorros. Los cuatro yacían
en el futón apilados. Los gemelos a ambos lados de los cuerpos acurrucados
de Razi y Natal. Ellos estaban todavía en las formas en que se había ido a la
cama, y permanecieron en un profundo sueño, pero Natal se agito un
segundo después de que ella tocara su piel, sus ojos soñolientos
parpadeando abiertos.

—Hola, Nattie. —Acariciándole la cabeza, le beso la nariz,


manteniendo la voz a un susurro bajo—. Voy a salir, pero volveré más tarde.
—No había querido para nada despertar a cualquiera de los cachorros, pero
sabía que no podía simplemente desaparecer, no después de todo lo que
había sucedido antes—¿Se lo dirás a Razi?

Un firme asentimiento antes de que él le golpeara la mano en una


demanda silenciosa. Riendo en voz baja, ella lo rasco y lo acaricio hasta que
cayó de nuevo en el sueño. Era joven, pero ella pensaba que él recordaría…
también tenía la intención de dar a los cachorros una llamada una vez que
ellos despertaran, asegurarles de que nada estaba mal y que ella estaba
bien.

Con el corazón apretado de amor, ella dejo a los cachorros dormidos


y bajo las mullidas escaleras hacia la cocina, donde vio que la cafetera ya
había sido encendida a través de la función de temporizador. Inhalando el
olor, ella preparo tres tazas, pensando en que tenía que ser Nathan o
Tamsyn, o ambos, los que se levantarían pronto. Hecho esto, ella cogió el
bolso de mano de un bonito color rosa que Tamsyn le había dado cuando
ella le pregunto si podía pedir prestado un bolso, y lo abasteció con el
pequeño kit medico de viaje que Tamsyn había recolectado para ella a
petición de ella.

Luego añadió barras de energía, un paquete de nueces mezcladas,


algunas bolsitas de minerales solubles en agua que le aportarían calorías
extra y una botella de agua del armario de la despensa que Tamsyn
guardaba para los compañeros de manada.

—Agarra lo que necesites —le dijo a Soleil—. Se repone a medida que


se va utilizando. Y no dudes en servirte para ti misma cualquier cosa
horneada que haga. Además, la fruta es libre para todos. Para ser honesta,
toda mi cocina lo es. —Una sonrisa—. Excepto mis galletas especiales—. Un
golpe de su hombro contra el de Soleil—. No se lo digas a todos, pero las
compartiré contigo.

Sonriendo al recuerdo, añadió una manzana a su almuerzo


improvisado.

No mucho después, sintió una agitación de poder en el aire, su gato


en alerta incluso antes de que Nathan entrara en la habitación.

—Te levantaste temprano —dijo con el más ligero roce de sus dedos
contra su mejilla, el toque de un miembro mayor de la manada algo
bienvenido para su gato—. ¿No podías dormir?

—Tuve un extraño sueño y me desperté —dijo más allá del nudo en


su pecho, llevando su cabello recién lavado, pantalones vaqueros, y camisa
azul de manga larga que había doblado hasta los codos para revelar sus
musculosos antebrazos—¿Estas de guardia?

Un pequeño asentimiento.

—Tammy insiste en levantarse conmigo, así que estará abajo pronto.


Guarda un poco de espacio para sus panqueques. —La forma en que hablo
de su compañera, el amor tranquilo entrelazado en cada palabra, hizo que
su corazón doliera con los recuerdos conmovedores y viejos; sus padres
también se habían hablado de esa manera.

—¿De qué otra manera podría aprovechar para los privilegios de piel
sin nuestros encantadores pero incorregiblemente curiosos niños metiendo
sus narices? —dijo Tamsyn mientras entraba, sus ojos brillantes. Soleil
estaba segura de que Nathan se sonrojó antes de que se volviera a Tamsyn
y mordiera ligeramente su oreja.

La otra mujer se rio y le dio palmadas en el pecho, antes de besar su


mandíbula. Y Soleil pudo sentir en vínculo entre ellos, fuerte, duradero y
abarcando a cualquiera que se acercara en su cálido radio.

—Buenos días, cariño. —Tamsyn se acercó para darle a Soleil un


dulce abrazo—¿Panqueques de arándanos? —Abrumada por la protección
que sentía de ambos, Soleil solo asintió.

Luego se sentó en la cocina y vio la danza de dos personas que habían


estado en la vida del otro durante tanto tiempo que hablaban sin hablar.
Mientras Tamsyn estaba cocinando, Nathan utilizaba una tableta para
agilizar el trabajo que debía realizar como un centinela de mayor rango. De
vez en cuando, sin embargo, miraban hacia arriba e intercambiaban
palabras extrañas, o simplemente una sonrisa.

En un momento dado. Tamsyn agito la espátula en su mano.


—Desde que viste a Roman y Julián planear la gran escapada de
anoche, estoy segura de que no necesitas la advertencia, pero por si acaso,
intentaran utilizar sus artimañas para hacerte cómplice de sus crímenes.
Tienes que estar en guardia.

Pensando en los dos adorables chicos que habían tomado a Razi y


Natal bajo sus alas, Soleil retorció sus labios a un lado en una postura
reflexiva.

—Solo soy una sanadora junior. —dijo al fin, su gata regodeándose en


ser parte de una manada una vez más—. Se me permite ser una criminal.

Nathan gruño.

—Genial. Justo lo que necesitaban. Otra facilitadora adulta. —Pero


tenía la risa en sus ojos mientras lo decía—. ¿Todas estas canas? —señaló
su cabeza llena de cabello negro con hebras de plata—. Todas y cada una
son debido a nuestros dos demonios. Y ahora tienen dos cómplices más en
entrenamiento.

Soleil escucho el afecto y el amor de un padre que disfrutaba de sus


niños y amigos.

—Natal y Razi, parecen felices.

Reconociéndolo como una pregunta, Tamsyn le contó sobre los


cachorros ocelote, sobre lo triste y retraídos que habían estado al principio,
y la terapia que les había tomado salir de sus caparazones. Ella también
hablo sobre su dulce y amable salvador, con Nathan recogiendo el hilo para
actualizarla a ella sobre Duke y Lula.

—Los dos estaban verdes como la hierba —dijo, el acero en él de


repente obvio—. Nunca deberían haber tenido las responsabilidades que
tenían en SkyElm. Ahora son soldados juniors en entrenamiento y tendrán
de lejos una mejor temporada así… podrán ser jóvenes, ir a fiestas con sus
amigos en sus tiempos libres, averiguar quiénes son con el conocimiento de
que hay personas más fuertes y más maduras con las riendas de la manada.

No importaba cuantas preguntas hiciera Soleil, la pareja no se


cansaba de responderle.

—¿Conoces a nuestros chicos? —Tamsyn dijo con una risa cuando


Soleil mencionó su insaciable necesidad de llenar los vacíos—. En un
momento dado, hubiera jurado que Jules me estaba haciendo una pregunta
cada diez segundos.

El desayuno paso rápido.

Cuando Nathan se levantó para agarrar su chaqueta, ella dijo:

—¿Vas a ir a la ciudad? ¿podrías darme un aventón?

Su necesidad de ver a Ivan no había disminuido en lo absoluto en el


tiempo que había pasado en esta cocina, su alma dividida en dos. Odiaba
que estuviese tan lejos de ella, y del resto de su manada.

El debería estas aquí, debería ser parte de todo esto, no frio y solo.

—Claro, puedes venir conmigo. —el centinela le dio un beso de


despedida a su compañera—. Dile a los chicos que se comporten —le dijo a
Tamsyn—. Y yo los llevare a deslizarse en el barro más tarde.

Tamsyn murmuro algo que hizo sonreír a Nathan y besarla más


profundamente, antes de dar un paso atrás. Pero cuando Soleil lo iba a
seguir al garaje, Tamsyn la detuvo.

—Un momento, cariño. Tengo algo para ti. —


Abriendo un cajón, saco una tarjeta. Cuando Soleil vio que tenía un
chip de crédito incrustado, se sonrojo.

—Yo estaba pensando en tomar un trabajo como camarera, vi ayer un


letrero que decía que necesitaban ayudante. —Así era que pensaba
mantenerse después de salir del hospital.

—No hay necesidad de eso. —Tamsyn toco su hombro—. Eres parte


de DarkRiver ahora, oficialmente una sanadora junior bajo mi mando. Tú
serás recompensada de acuerdo a tu experiencia. Considera esto un
adelanto de tus ingresos.

Soleil no sabía cómo procesar esto.

—En SkyElm… no funcionaba así. —Monroe había controlado todo el


dinero, con todo el mundo teniendo que acudir a él cada vez que alguien
necesitaba algo.

Soleil había establecido un pequeño negocio cuando era adolescente


después de averiguar que había un mercado de hierbas secas culinarias
raras; se sentía tan culpable por falsificar los libros para poder guardar un
pequeño porcentaje de las ganancias, pero odiaba aún más pedirle dinero a
Monroe. Había comprado su ropa en tiendas de segunda mano para hacer
durar sus fondos, había hecho sus joyas con piezas que otros habían tirado,
y descubrió que también tenía habilidad para eso. La gente había amado
sus coloridas joyas, le pagaban para hacer piezas a la medida.

Juntas, esas cosas le habían dado lo básico para tener un ingreso.

Por supuesto, ella todavía tenía que inclinarse y arrastrarse ante


Monroe de vez en cuando para que no sospechara.
—Había comida. —aclaró, sintiéndose horrible y desleal a su vieja
manada por sus pensamientos—. Cualquiera podía tomar una comida en la
cocina de la manada, y Monroe pagaba por todo lo que se utilizaba. —No
había seguido con las reparaciones de las áreas, o mantenido el camino
privado hacia su asentamiento, pero todos tenían lugares para vivir—. No
era tan malo.

La boca de Tamsyn se apretó.

—Esto podría ser algo difícil de escuchar cariño, pero tu vieja manada
estaba fundada en una base muy poco saludable. Cada miembro de una
manada está destinado a contribuir y ganar fuerza de la manada… y como
una sanadora DarkRiver, estarás trabajando muy duro, confía en mí. No
tengo dudas de que trabajarías exactamente igual de duro como en SkyElm.

Sacudiendo la cabeza cuando Soleil la iba a interrumpir, dijo:

—Comida y útiles personales son lo básico; esas cosas por si solas


definitivamente no son iguales al salario de un profesional. Especialmente
cuando SkyElm era una manada extremadamente sana financieramente.
Su alfa tenia los medios para pagarles correctamente y también lo hará
DarkRiver.

La sanadora de mayor rango presiono la tarjeta en la mano de Soleil.

—Úsala o responderás ante mí. Puedo sentir tus fuertes habilidades


curativas, pero ¿también tienes entrenamiento médico?

—Un poco. —Aun sintiéndose incomoda, pero no queriendo insultar


a su nueva manada, Soleil puso la tarjeta en su bolsillo—. Yariela convenció
a Monroe para que me permitiera asistir a un curso de paramédico.
—Piensa si te gustaría estudiar más. —dijo Tamsyn—. Tenemos
compañeros de manada que no son cambiantes y que cuentan con nosotros,
en realidad he comenzado a tener cierto éxito usando mi capacidad curativa
en ellos, pero no es tan suave como con los cambiantes. ¿Supongo que
trabajaste principalmente con ocelotes?

Cuando Soleil asintió, Tamsyn dijo:

—Incluso dentro de los cambiantes, la sanación puede ser


impredecible con aquellos fuera de la propia especie del sanador, pero no he
tenido ningún problema con nuestros compañeros de manada felinos no
leopardos, así que supongo que estarás bien sanando gatos lesionados que
no sean ocelotes. —frotó el hombro de Soleil con un suave aliento—. Es el
lazo de sangre con Lucas, creo. Él nos da lo que necesitamos. Aun así, tener
entrenamiento medico como respaldo significa que no siempre tenemos que
depender solo de nuestra energía curativa. —

—Pero —Una sonrisa—, esa es una conversación para otro momento.


El día de hoy es tuyo… y de ese Psy de ojos fríos que has reclamado. —Una
mirada con intención—. Ve a averiguar por qué tu vínculo de apareamiento
está incompleto… a menos que… ¿Lo quieres? ¿El vínculo?

—Si. Él es mío. —Sin dudarlo, la verdad como una canción dentro de


ella.

—Entonces ve, encuentra la respuesta para que ambos puedan


acomodarse en la manada. —Una pausa—. Aunque tengo la sensación de
que tu Psy haría cualquier cosa por ti incluso sin un vínculo. Ten cuidado
con él, hermanita. Puede parecer duro, pero cuando los hombres fuertes
caen, caen hasta el fondo. Tú eres su debilidad.

Con la garganta gruesa y la necesidad de ir hacia Ivan un pulso dentro


de ella, Soleil asintió antes de unirse a Nathan. Ella esperaba que el viaje
fuese un poco incómodo, ya que incluso en un vehículo de alta velocidad,
era un largo viaje. Pero Nathan tenía una presencia cálida y fácil, y no sentía
la necesidad de llenar el aire de cháchara, por lo que podía mirar por la
ventana y pensar en el hombre que nunca había esperado, pero a quien se
negaba a soltar.

Muy pronto, Nathan estaba estacionado en el aparcamiento de las


oficinas de DarkRiver.

—Cuando estés lista para ir a casa, solo vuelve aquí. —dijo—. Serás
capaz de ir de vuelta con cualquiera que se dirija hacia al territorio después.
—Familiares ojos azul oscuro fijos en ella, este par templados por la edad y
la experiencia—. ¿Conduces? Podemos asignarte un vehículo.

Ella negó con la cabeza, y se obligó a decirlo.

—Mis padres murieron en un accidente. Yo quede atrapada con ellos.

Con expresión gentil, Nathan cepillo una mano sobre su cabello. —

Entonces no te preocupes por eso. Nunca tendrás problemas para

conseguir a un compañero de manada que te lleve a cualquier lado. Ahora,


ve a hacer entrar en razón a tu Psy, y si te molesta, vienes a mí.

Soleil de repente entendió lo que debía sentirse tener un hermano


mayor.

—Gracias Nathan —dijo, ya estaba un poco enamorada de este


hombre que había sido un completo extraño ayer.

Fue solo después de dejar el vehículo que se dio cuenta de que no


tenía la dirección de Ivan. Su gato giro los ojos y la dijo que fuese a la
izquierda.
Farah apareció a su lado mientras caminaba.

—Entonces… —dijo su amiga—. Ya no me necesitas, ¿Verdad?

Los ojos de Soleil ardían.

—Siempre te necesitare. —susurró, sabiendo que el agujero con forma


de Farah en su corazón nunca se llenaría—. Nunca nadie tomará tú lugar.

—Lo sé, soy la mejor. —Enganchando su brazo a través del de Soleil,


puso su cabeza sobre su hombro, sus rizos cosquilleando el lado de la cara
de Soleil—. Pero ya no estás fracturada. Harás nuevos amigos, ya has
comenzado.

Soleil no podía hablar, pero se acercó para tocar esa cara fantasmal.
Una sonrisa desequilibrada cuando su amiga se paró frente a ella, los
grandes ojos marrones de Farah llenos de travesura.

—Te quiero, Leilei. Ve a buscar a ese sexy hombre tuyo. —Ella guiño
un ojo—. Haz todo lo que yo haría.

Se fue un latido de corazón más tarde, su voz se mantuvo como una


joya preciosa en el corazón de Soleil, y la tristeza de perderla se asentó como
una cosa vieja y desgastada dentro de ella. Ya no era una pena aguda y
punzante, e incluso se encontró riéndose suavemente mientras pensaba en
los problemas en los que Farah la había metido a lo largo de los años.

Dios, extrañaba a su mejor amiga.

Fue unos diez minutos más tarde que se encontró caminando por las
escaleras de una casa desconocida entre otras casas estrechas y anticuadas
del mismo periodo. No sabía que época, la arquitectura lejos de su punto
fuerte, pero pensó que podría ser más de doscientos años atrás.
El sistema de seguridad en la puerta, sin embargo, era de primera
categoría y requería una voz y un escaneo de retina para el acceso. Así que
presiono el timbre. Cuando Ivan no contesto el timbre, fue al panel de
seguridad y escaneo su palma. Como era de esperar, fue rechazado, pero
trajo el menú que quería, que enumeraba otras formas de obtener acceso,
en caso de que los escáneres estuvieran desactivados.

Por favor inserte el código de seguridad.

Comenzó a escribir un código debajo de la instrucción roja


intermitente. Ni siquiera estaba pensando en ello… hasta que el panel se
volvió de color verde significando que había pasado esa etapa de la entrada.

Pregunta #1: Nombre del primo mayor.

Sus dedos volaron por la pantalla táctil, escribiendo Canto, un


nombre que nunca antes había escuchado en su vida.

Pregunta #2: La casa de la abuela.

Soleil escribió: La casa del mar.

Pregunta #3: ¿Dónde está enterrada?

Soleil vaciló, una oscura y fuertemente masculina ola de dolor cayó


sobre ella, luego escribió: en ninguna parte.

Acceso concedido.

Un clic, cuando la cerradura de la puerta se destrabo. Todos los pelos


de la cabeza a los pies se le erizaron, entró y luego cerró detrás de ella.
Debería haber tenido miedo de lo que estaba pasando, la profundidad de su
medio vinculo funcionando, pero todo lo que sentía era una certeza de que
esto era donde ella estaba destinada a estar, la urgencia golpeándola.
Había atravesado una pequeña entrada, un estrecho pasillo a su
derecha y un conjunto de escalones empinados directamente delante de ella.

—¡Ivan!

Silencio.

Su corazón tronó, y comenzó a subir.


Capítulo 3 3
Ivan, llama a tu abuela.

—Ena a Ivan (20 de julio de 2083)

Ivan sabía que estaba en problemas. Se despertó temprano, justo


después de un sueño confuso sobre una chica que se parecía mucho a Soleil,
y luego decidió revisar la situación en la red.

Ahí fue donde cometió el error.

Emergió en la red a través de la isla psíquica que se había roto durante


el incidente más importante de la PsyNet. A pesar de que podía “verlo”, la
masa oscura estaba totalmente en blanco a su visión psíquica, como lo era
para todos los demás. Había visto las noticias ayer, se enteró de un número
de personas cuyas mentes habían desaparecido de la PsyNet, pero que
estaban vivos.

Debería haber sido un asunto simple para esas personas decirles a


otros de lo que estaba pasando en ese fragmento de la PsyNet, pero cada
individuo encontrado hasta la fecha era incapaz de comunicarse de una
manera lucida, estaban en coma, o catatónico tanto a nivel psíquico como
físico. Lo que estaba pasando en la isla había estrellado sus cerebros.

La comunicación había resultado imposible, aunque los empáticos del


hospital habían informado de estallidos erráticos de miedo y confusión de
sus pacientes. Ese último dato no era de conocimiento público, pero por
supuesto la abuela lo sabía sin haber puesto a ninguno de sus hijos, nietos
o a sus parejas en una posición comprometedora.
Esto nunca había sido un problema, con toda su familia por debajo
del radar. Pero ahora Silver era la directora de la mayor organización de
respuesta de emergencia en el mundo. Canto estaba unido en matrimonio a
un miembro de la Coalición Gobernante Psy, y Arwen era un miembro oficial
del Colectivo Empático y había tomado juramento del Colectivo de proteger
la privacidad de los que trataba.

—Realmente, Ivan… —Ena había murmurado en una llamada


reciente—. Pronto, seremos demasiado visibles para dirigir una red de
información.

—Tal vez, abuela. —Había respondido Ivan—. Es hora de volver a


nuestras raíces. Cuando los Mercants eran los caballeros de un Rey,
caminando a la intemperie en lugar de ser las sombras detrás de la corona.

En la pantalla, Ena había levantado ambas cejas, el cielo de un gris


turbulento detrás de ella y su parte superior del cuerpo vestido con una
blusa de delicada seda color bronce.

—Una vez más, me sorprendes. Quizá tengas razón. Quizás lleguemos


a un momento de cambio, después de todo, el mundo está en proceso de
cambio.

Sus palabras habían sonado en la mente de Ivan mientras se acercaba


a la isla. Al hacerlo, se dio cuenta de que, tras el incidente, se había olvidado
de cortar los hilos finos que lo conectaban con la gente que había salvado.
Vínculos que se habían formado en el momento en que los agarró y los arrojó
a un lugar seguro. Esos hilos se habían vuelto más fuertes en el ínterin, se
volvieron plateados con el más mínimo toque de llama.

Su abdomen se volvió rígido en el mundo físico, pero no podía sentir


ningún poder fluyendo a su manera. No los había convertido en presa de
una araña. Por ahora, al menos. Porque el hecho de que los hilos hubieran
ganado fuerza era una advertencia de que la araña no solo se estaba
moviendo, estaba completamente despierta y buscando alimentarse.

Un momento de puro pánico antes de que recordara que su vínculo


con Soleil era algo cambiante. Nada que pudiera ver. No hay forma de que
la araña la devore. No es que pudiera confiar en que seguiría siendo así como
la araña ganaba fuerza, la mutación psíquica de Ivan estirando sus
extremidades en avaricia sin fin.

Fue a cortar sus conexiones con los supervivientes de ayer y dudó…


porque algunos de esos hilos llevaban a la isla. Había arrojado gente a la
zona segura más cercana. Para muchos, eso significaba la isla. Lo que
también significaba que probablemente estaban en coma o encerrados en
sus mentes. Al intentar salvarlos, podría haberlos condenado.

Apretó la mandíbula, utilizo los hilos para tratar de tirar de sí mismo


a la isla. Según la alerta de toda la familia que había recibido antes de salir
del apartamento ayer por la noche, nadie había podido acceder a la isla
hasta la fecha. Las mentes Psy literalmente no podían cruzar el espacio
psíquico vacío.

Era similar a pedirle a alguien que caminara hacia el siguiente


vecindario cruzando una extensión del espacio exterior. Era neurológica y
físicamente imposible. Las mentes psíquicas no podían sobrevivir en ese
espacio muerto.

Excepto que… Ivan estaba ahora de pie en la isla, sus manos brillando
con la plata de los hilos que había usado para viajar aquí. Como si hubieran
actuado como un traje espacial, manteniéndolo vivo para el viaje. Lo que
significaba que estaba tomando energía que no era suya para tomar; podría
no sentirse flotando por ella, pero el estar vivo era una respuesta en sí
misma.
Ivan se había convertido en el monstruo con el que había luchado toda
su vida.

Se volvió para mirar hacia atrás por donde había venido, levanto su
cuello, y no vio nada más que un muro de obsidiana. Su mente estaba
anclada en el otro lado, esta parte de él un eco errante, pero ya no podía ver
su mente, mucho menos los lazos plateados que había utilizado para llegar
a este extraño lugar. Tampoco pudo hacer contacto telepático con ninguno
de su familia.

Definitivamente un problema.

Una mente errante no podría sobrevivir separada de la parte principal


de la mente, y viceversa. En un cierto punto en el tiempo, las dos partes
comenzarían a fragmentarse, con la parte itinerante absorbida por la
PsyNet. Dándole, en efecto, una lobotomía psíquica. En ese momento, su
cuerpo físico moriría.

Genial.

Sin embargo, como había aprendido de joven que arremeter contra lo


que no podía ser alterado era una pérdida de tiempo, no trato de lanzarse
contra esa pared infinita de negro. Más bien, se centró en la estructura
psíquica de la barrera. Los que estaban detrás de esta isla habían sido
inteligentes. En lugar de tratar de controlar cada mente individual en la isla,
simplemente aislaron toda la isla.

Eso tuvo que quemar enormes cantidades de energía.

Energía como la generada por los escarabajos antes de que


implosionaran.
Porque los escarabajos eran inherentemente inestables. Ese era el
problema, siempre había sido el problema. El Silencio había sido diseñado
como una solución parcial para hacer frente a este exacto escenario: para
ayudar a los Psy que ardían tan caliente, tan fuera de control que se
volvieron locos o murieron en la infancia, sus cerebros incapaces de hacer
frente a la sobrecarga psíquica.

Esa cantidad de energía requería maquinaria neuronal muy


específica. Maquinaria como la del cerebro de un Cardinal dual. Y los
Cardinales dobles eran los más raros de las raras anomalías genéticas tan
inusuales que no había un modelo estadístico para su ocurrencia en la Psy
Net.

Si los escarabajos no hubieran sido inestables, tanto psíquica como


mentalmente, nadie se hubiera preocupado por ellos. Más bien, ellos habían
sido estudiados por el potencial de poder psíquico sin limitaciones. Porque
si bien no todos los Psy querían ser un poder brutal, era una oportunidad
para potenciar con seguridad sus habilidades psíquicas.

Pero, igual que con la propia habilidad de Ivan, resulto que convertirse
en un escarabajo no era una opción, y no era seguro. Gracias a la posición
de la abuela en la PsyNet, una posición que significaba que había sido
informada por completo sobre toda la situación, Ivan sabía que los
escarabajos habían sido estudiados una vez, una generación dentro del
Silencio.

El Proyecto Escarabajo había sido inicialmente elogiado como un gran


éxito. La eliminación de las reglas psíquicas ordenadas por el Silencio había
eliminado el “el interruptor de atenuación” en las habilidades de afectados
Psy. También los había destruido.
—Todos murieron. —le había dicho su abuela, su tono solemne
mientras miraba las agitadas olas del océano—. Ya sea por su propia mano,
o a manos de los verdugos del Consejo. Eran demasiado inestables,
fracturados en el núcleo mismo, y esa inestabilidad, ese caos psíquico,
amenazaba con desestabilizar la Red. —Sin embargo, la separación de esta
isla de la Red no había sido caótica.

No, había sido muy bien planeado, y había tenido éxito en su objetivo.
Lo que quería decir que el poder del Escarabajo se estaba estabilizando de
alguna manera. Una tarea tan difícil que, según la información
proporcionada por el laberinto bizantino de contactos personales de la
abuela, solo unos pocos empates habían logrado hacerlo, e incluso
entonces, la estabilidad de sus súbditos era precaria en el mejor de los
casos.

Lo añadió a la lista de preguntas para las que necesitaba desenterrar


respuestas. La prioridad era averiguar la razón del coma, la catatonia y los
estados desordenados. Especialmente cuando parecía que, a partir de
ahora, era la única persona fuera de la isla que podía acceder a ella.

Con eso en mente, comenzó a alejarse del borde del segmento roto.
Podría ser que la solución a su problema de estar atrapado aquí,
desconectado de su mente, también podría estar más profundo dentro de la
isla.

Si no fuese así…

La muerte nunca le había preocupado a Ivan. Había estado muy cerca


de ella a una edad muy temprana. Siempre se había dado cuenta de que
cuando era su hora, era su hora. ¿Pero morir porque no había establecido
un mecanismo de seguridad, un estúpido error básico? Tendría que
perseguir a su propio cadáver.
Q u e est a fu es e u n a si t uaci ón d e s c o n o c i d a q u e h a b í a t i rado a t o d o el
m u n d o n o era u n a e xc us a. E r a u n especial ist a e n segu ri d ad, s u t rab aj o er a
co ns i de r a r c o m o l as c o s a s p o d r í a n salir m a l . S i n e m b a r g o , ha b í a a s u m i d o
q u e podí a salir d e esto po rqu e habí a est ado sal i endo d e varias situaciones a
lo largo de toda s u vida.

— T ú , Ivan, l l evas la i n d e p e n d e n c i a d e m asi a do l ej os a veces. — L e


había di cho la abuela u n a v ez— . N o si e m pre tienes q u e dep ender sol o d e ti
m i s m o . Tal i ndependenci a violenta pu ed e convertirse e n u n a debilidad.

T e n í a dieciséi s año s , h ab í a e s c u c h a d o e d u c a d a m e n t e s us pal abras, y


l uego las habí a igno rado. C ant o, Silver, A r w e n , h abí a n desg ast ado al gunos
d e s u s b o r d e s c o n s u a p o y o i m p l a c a b l e , p o r l o q u e, e n est os dí as, a ve c es ,
les pedí a ayu d a.

E n el f o n d o , p o r ot ro l ado, n o h a b í a c a m b i a d o . Y h a b í a d e m o s t r a d o
q u e la abu el a t ení a r azón.

— P u e d e s d e c i r t e l o di j e s i l o g r o sal i r d e a q u í … — m u r m u r ó e n e l
ext raño es p ac i o psí q ui co q u e aho r a habi taba.

C o m o n o podí a liberarse, tení a q u e esperar q u e u n o d e sus familiares


cedi era a sus instintos ent rom et i dos y viniera a buscarlo ant es d e q u e fuera
d e m a s i a d o t arde. In c l u s o e n t o n c e s , e r a p o c o p r o b a b l e q u e f u e r a n c a p a c e s
d e despertarlo y a q u e habí a separado s u m en t e en dos partes. L o q ue podí an
hacer era asegurarse d e qu e su cuerpo siguiera vivo, mientras él luchaba
por encontrar u n a salida antes d e q u e fuese d em asi ad o tarde y su m ent e
s i m pl em e nt e s e detuviera.

P orque Ivan n o habí a t erm i nado con la vida. Todaví a no. N o mientras
él fuera suficiente pa ra cuidar de Soleil, asegurarse d e que su nueva m a n a d a
la trataría bien, y que viviría u n a vi da llena d e felicidad.
Una pequeña gata merodeaba dentro de él, golpeándolo con una pata
molesta por lo que había hecho, el lio en el que se había metido. Loco, tenía
que estar volviéndose loco para creer que su vínculo salvaje lo había seguido
hasta aquí, pero llevó a esa gata molesta con él mientras caminaba en este
espacio psíquico a diferencia de cualquier otro que había explorado.

No era nada parecido a la PsyNet, con mentes cuidadosamente


agrupadas o dispuestas en varios patrones, cada una con una pequeña
sección de la Red para sí misma. Aquí las mentes se mezclaban unas con
las otras, o colgaban retorcidas en corrientes de energía violenta que
crepitaban con rayos aleatorios.

Impulsado por el instinto, había evitado los rayos, pero ahora


deliberadamente recibió un golpe, el necesitaba los datos. Se sentía como
ser absorbido por un vórtice ciclónico que no sabía si estaba girando en el
sentido de las agujas del reloj o en el sentido anti horario, creando brutales
fuerzas opuestas que amenazaban con destrozarlo.

Sacudiéndose con esfuerzo, miro una vez más a todas las mentes que
estaban siendo golpeadas, sintió un escalofrío corriendo por sus venas. Si
el relámpago continuaba… la gente iba a empezar a morir. Pronto. Esos
rayos tenían demasiado poder desenfrenado, suficiente para chocar y
aplastar.

Eso explicaba el coma, la catatonia y el caos mental.

No era un experto en mecánica psíquica, pero era obvio que no había


zonas seguras. El poder era demasiado errático. La única manera de que los
atrapados en esta zona se protejan seria agachándose detrás de escudos tan
pesados que ya no podrían interactuar en el mundo físico, pero esos solo
durarían un tiempo, y cualquiera que no estuviera en el plan de separación
habría sido t o m ad o por sorpresa, sin tiempo para darse cuenta d e lo q u e
es t aba s u c e d i e n d o ant es d e q u e f ue r an g o l p e a d o s por u n rayo.

E s t a s p e r s o n a s e s t a b a n e n u n a c u e n t a a t r ás crí t i ca.

U n tirón e n la parte d e él q u e sost uvo t odos los hilos d e plata.

S e dirigió hacia una m ent e bajo una presión considerable de los rayos.
R e c o n oci ó esa m ent e, a u n q u e eso debería h ab e r si do imposible. E r a d e u n a
pers ona q u e habí a ar roj ado a la isla, lejos del abi sm o . D e la m i s m a m a n e r a
q u e reconoci ó esta m ent e, sabía que estaba al borde de una falla catastrófica
fatal, dem a si ado débil para sobrevi vir m u c h o m ás.

L a gata le dio u n codazo, le dijo qu e recordara.

El recuerdo vi no en una acometida; del sanador con los ojos m arrones


g r a n d e s q u e p o s e í a n a Iv an , y u n c a m b i a n t e al fa c o n l as m a r c a s d e ga rr as
e n u n l a d o d e s u car a. U n v í n c u l o p r i m a r i o s e l l a d o e n sang r e. U n v í n c u l o
q u e permitirí a u n a t ransferenci a d e poder.

I v a n n o e r a u n al f a. E r a u n m o n s t r u o , u n a a r a ñ a q u e s u c c i o n a b a a
los d e m á s . P o dí a ma t a r a esta pe rso na si abría esa parte d e su ment e, la
m i s m a parte q u e había em p u j ad o u n zarcillo fuera d e u n a jaula sólida y
form aba el vínculo entre ellos. P ero si no lo hacía, morirían de todos m odos .

P ensami entos sombrí os , abrió consci ent em ent e la puerta d e la prisión


psíquica por primera v ez en casi dos décadas, liberando a la araña, pero
u s a n d o t o d o s u c o n o c i m i e n t o adul t o e n u n i nt ento d e revertir l a pol ari dad,
su objetivo d e im pul sar la energía d e sí m i s m o por ese hilo plateado. D a r en
lugar d e devorar.

Est ab a fun ci on a ndo .


Sorprendido, se quedó allí por un segundo, mirando fijamente. ¿Por
qué nunca había considerado esto antes? Esa era una buena habilidad.
Recibió su respuesta un latido más tarde. Porque ahora que la araña estaba
libre, se estaba agrupando en disposición de disparar más líneas de su red,
enganchar a otros, empezar a alimentarse.

Ivan la volvió a encerrar en su prisión, sintiendo el retroceso mientras


luchaba contra él. Tendría que ser extremadamente cuidadoso con
cualquier ayuda futura, actuar a gran velocidad. Permitir que la araña se
demorara era exponer a todos los que estaban cerca de la mutación en él
que solo quería alimentarse.

Como si el anhelo de su madre por los pétalos cristalinos se hubiera


quemado en las células de su hijo, creando una criatura monstruosa que
nunca estaba satisfecha, sin importar cuanto poder tuviese a su disposición.
Siempre había visto su habilidad mutada como una araña debido a la
telaraña, las conexiones, pero bien podría llamarla una langosta.

Una que se alimentaba y alimentaba, dejando nada más que un


desierto sin vida a su paso.

Continuando, en busca de otros con los que estaba conectado y podía


ayudar, vio que algunas mentes en la CaosNet eran diferentes. No brillaban
con la tenue luz estelar de las mentes bajo ataque, sino con una
deslumbrante energía caleidoscópica que le recordaba a las flores
cristalinas… Y absorbieron los rayos en lugar de dañarse por ellos.

—Escarabajos. —dijo, dándose cuenta de que los estaba viendo en su


forma más pura.

No era estable, no con la forma en que esas mentes se retorcían y


giraban, las energías que salían de ellas como combustible caótico para los
relámpagos. Llenas de poder enfurecido. También había muchas mentes de
escarabajo. Nada que pudiera explicarse por casualidad. Esto, entendió al
fin, era la isla de los Escarabajos, con las otras mentes atrapadas en el
torbellino, nada más que carne indefensa.

Sin embargo, energía caótica o no, la isla se mantenía estable.

Tenía que haber un controlador detrás de todo, un cerebro… un


arquitecto.

Otro tirón en su mente, otra persona desesperada por sobrevivir.

Ofreció su ayuda, a pesar de que era peligroso. Aun así, lo hizo. Una
y otra vez, hasta que no pudo evitar un rayo.

Borro su mente, redujo el dolor a sus vías psíquicas.

Apenas se aferró a la conciencia, estaba críticamente bajo en energía


psíquica y casi no había ganado contra la araña. Una combinación letal.
Porque el objetivo de la araña era sobrevivir por encima de todo. Liberada,
tomaría y tomaría y tomaría, hasta que no quedara nada en esta isla más
que cascaras vacías
Capítulo 3 4
Poder

C orrom pe

Eso dicen ellos

Yo digo

Poder

Es una herramienta inocente

La corrupción

U n a p od r e d u m b r e interior

— “Poder” de Adina Mercant, poeta. (b. 1832, d. 1901)

U n a v i b r a c i ó n e n s u t el araña, u n c a m b i o i n e s p e r a d o … Y u n a
r e s o n a n c i a ext raña.

C asi u n a sensaci ón de reconoci mi ent o.

El la l o perci bi ó a t ravés d e t odos l os p u nt o s d e cont act o e n s u n u e v a


R ed , los punt os d e poder.

H a c i e n d o u n a p a u s a e n s u act ual estabilización est ructural d e la R e d


d e la isla, i nt ent o identificar l a ra zón d el b a c h e y n o en co nt r ó evi denci a d e
u n a anom al í a. D espués d e u n m o m e n t o , l o descarto. N o era n ada, n o podí a
s er nad a. S a b í a t o d o l o q u e p a s a b a e n la isla.
Era su dominio y solo suyo.

—Pronto, hijos míos. —murmuró ella—. Pronto reinaremos, porque


somos la evolución.

Más fuertes, más rápidos, lo suficientemente potentes como para


romper la propia PsyNet en pedazos.

Esta fue la primera pieza.

Una llena de belleza, con tanto poder que la red se quemó. Y si quemo
algunas mentes débiles, que así sea. Solo los fuertes merecían sobrevivir,
podrían sobrevivir.

La Reina Escarabajo se reclinó hacia atrás en su silla y cerró los ojos,


lo mejor para ver el nuevo mundo que había sembrado a la creación.
Capítulo 3 5
LeiLei, algo ha pasado. Tienes que volver a casa.

—Farah Khan a Soleil Bijoux Garcia, 13 de febrero de 2082.

Soleil no dudó cuando llegó a la parte superior de las escaleras. Se


dirigió directamente a la habitación de la izquierda. Donde Ivan yacía en
silencio y todavía en la cama, vestido con nada más que un par de finos
pantalones negros.

Sus ojos se fueron a la extremadamente superficial elevación y caída


de su pecho, sus respiraciones llegando demasiado lejos aparte para que
sea saludable para un macho Psy de su tamaño y edad. Los finos tatuajes
negros que marcaban su piel eran un shock ya que los Psy no se colocaban
tinta corporal. Excepto por su Psy, parecía.

Lo que capto de las imágenes que se dibujaban sobre su pecho era


hermoso pero inquietante, destellos de fantasmas vistos por el rabillo del ojo
y visiones de mundos desconocidos, pero tenía otras prioridades en ese
momento, su corazón acelerado mientras hacia un balance de su situación
física.

Había aprendido biología básica Psy e indicaciones de salud en el


curso de paramédico, pero mejoro su conocimiento a través del autoestudio
cuando las cosas comenzaron a salir mal con la población Psy junto a
SkyElm. Quería estar lista para prestar primeros auxilios.

Así que reacciono rápidamente para tomar los signos vitales de Ivan.

Su pulso era demasiado lento, su piel enfriándose más por segundos.


—Ivan. —dijo, usando un tono agudo que había encontrado muy
eficaz en los pacientes.

Ninguna reacción.

Puso sus manos sobre sus hombros, tembló.

—¡Ivan!

El más ligero aleteo de sus pestañas.

Su mente hizo la conexión de inmediato: fue el aumento del contacto


físico lo que le había llegado. El contacto táctil era a menudo una parte
fuerte de la curación de los cambiantes, por lo que tenía sentido para ella.
Y los Psy tenían un núcleo primario en su naturaleza; había visto el lado
oscuro de eso en el sangriento campo de la masacre. También se trataba de
una cuestión de vida o muerte, aunque carente de violencia.

Hizo la llamada. No tenía más tiempo. Ya le faltaba el aliento por cada


una que tomaba. Quitándose el suéter para revelar el simple sujetador
blanco que llevaba debajo, se acostó junto a él con la cabeza en el hombro
y le envolvió los brazos, haciendo tanto contacto piel a piel como fuera
posible.

Ella también seguía diciendo su nombre, llamándolo de nuevo a ella


como lo haría con un cambiante traumatizado o herido emocionalmente.
Dentro de ella, su gata lo golpeó con su pata y juró que vio corrientes de luz
estelar rotas.

—¡Ivan! ¡Despierta! —entonces ella lo buscó de una manera que no


podía explicar. Se sentía como si estuviera golpeando su mano directamente
en el centro de su alma, agarrándola fuerte, y luego arrastrándolo fuera de
la succión de una fuerza malévola.
El cuerpo de Ivan se puso rígido antes de que tomara una gran
bocanada de aire, sus dos brazos se separaron para cerrarse alrededor de
ella con tal fuerza que ella debería haber tenido miedo. Pero no lo hacía. No
con él. Nunca con él.

Ella continúo aguantando mientras él tragaba aire, su cuerpo todavía


demasiado frio, pero su latido del corazón ahora era rápido.

—Estas a salvo. —Su gata chocó contra la luz plateada de él en su


mente—. Estoy aquí. —Acarició su mano por su costado, no menos
sorprendida por los músculos de él. Se movió con gracia guerrera, su cuerpo
una maquina fluida.

—¿Lei? —Un sonido áspero, sus brazos aún estaban alrededor de


ella.

Pero cuando ella empujo hacia arriba, él le soltó la mano para que
pudiera sentarse y mirarlo. Sus ojos estaban abiertos, pero estaban
borrosos, brumosos, y a ella no le gusto en lo absoluto. Su gato estaba
furioso porque se había permitido caminar tan cerca del borde, pero este no
era el momento para el temperamento, así que lo estrangulo.

—¿Cansancio psíquico? —Pregunto, una vez más tomando su pulso.

Se las arregló para asentir.

—Necesitas reemplazar esa energía. —Cuando se fue a alejar, sin


embargo, su brazo se apretó una fracción alrededor de su cintura. Ella
podría haber roto su agarre, no tenía ninguna influencia real dada su
posición, pero noto que su respiración también se había acelerado, sus
pupilas se estaban expandiendo.
Soleil ent endí a el m i e d o m e j o r q u e la m a yorí a. T ení a la sensaci ón d e
q u e s u P s y tenía m u y p o c a experi enci a al respecto. L o q u e h abí a p a s a d o lo
ha bí a s a cu di d o.

— Solo tengo qu e t om ar algo de m i bolso. — dijo, y se las arregló para


llegar d e s d e l a c a m a pa r a arrastrarlo cerca.

M o v i é n d ose para q u e tuviera los pies e n el suelo sin ro m pe r el


contacto ent re sus cuerpos, b u s c o dent r o d e la bol sa hast a qu e en cont ró las
bolsitas d e calorías q ue había puest o allí. N o era tan bu e no para él c o m o los
paquet es d e nutri ent es di señados p a ra los P sy, pero energí a era energí a. S u
cu e rp o lo desviaría a d o n d e m á s lo necesi tara.

D e s p u é s d e haber t o m a d o u n v aso d e ag ua d e la m e sa , ella vertió d os


sobres allí y revolvió suavem ent e el v aso para tratar de mezclarlo. S e sentó,
es t aba listo para t o m a r el vas o d e ella c u a n d o ella s e lo paso.

S us músculos de la garganta se movieron con fuerza mientras se lo


tomaba, así c o m o cu ando los juveniles hacían juegos de tragos. Abri endo s u
bot el l a d e a g u a , rel l en o s u v a s o t a n p r o n t o c o m o t e r m i n ó , a ñ a d i e n d o d o s
s o b r e s m á s . T e r m i n ó c o n e s e r á p i d a m e n t e , l u e g o t o m o la b a rr a d e n u e c e s
que ella le dio.

De sp ué s d e terminarla, s e llevó otra q u e ella le dio.

— ¿ C ó m o sabias q u e necesitaba ayuda? — Pregunto después d e com e r


la m i t a d d e la s e g u n d a barra.

Soleil levanto las m anos.

— ¡Por supuesto que lo sabía! — Y ahora que podía ver que él estaba a
s al vo , c e d i ó a l os gri tos, e x c i t a c i ó n r e b o t a n d o e n s u c o r a z ó n y r e c o g i ó l a
pequeña figura de gato que había visto en la mesa cuando había agarrado
el vaso de agua—. Yo te di esto.

Se había congelado cuando ella lo tocó, ahora asintió.

—¿Lo has recordado? —palabras ásperas.

—Piezas. —Piezas que le hacían doler por el hambre de saber más—.


¿Me dirás lo que he olvidado?

Tragando la mordida que había tomado, asintió bruscamente.

—Saliste del bosque después de que me lesioné la pierna, me cosiste,


y dijiste que no fuera idiota y la abriera de nuevo. Incapaz de olvidarte,
regrese al mismo lugar hasta que volviste. Te mostré una cueva. Hicimos un
picnic y jugamos en los árboles.

La boca de Soleil se había abierto en medio de esa recitación militar,


y lo extraño era que, por plana y sin emociones que fueran, hacían que su
gata corriera en círculos excitados, con el corazón suspirando. Porque todo
lo que ella realmente escuchó fue “incapaz de olvidarte”, y eso era todo lo
que necesitaba oír.

—Hiciste una tarta de champiñones. —agregó—. No es mi manera


preferida de ingerir nutrientes.

Una sonrisa en sus propios huesos. Oh, era adorable en como


intentaba no herir sus sentimientos diciéndole que lo odiaba. Y sabia
entonces exactamente por qué se había enamorado de él, ¿Porque el hombre
detrás de la máscara de acero frio? Era más amable de lo que jamás
reconocería o incluso entendería verdaderamente, leal y maravilloso.

Poniendo la figura de gato cuidadosamente sobre la mesa, ella se


abalanzo sobre él.
Dejó caer la barra energética en la cama, sus manos llegando a sus
caderas mientras ella lo montaba a horcajadas.

—Hola. —susurró ella, mirando esos bonitos, bonitos ojos que


fascinaban a su gata—. Yo tampoco puedo olvidarte.

—Te veo en mis sueños. —Su voz era como agua fría, deslizándose en
sus venas—. Una vez, estabas hecha de luz de estrellas.

Un parpadeo en su mente, fantasmas medio olvidados de cosas


pasadas.

—Fuiste un niño anoche en mi sueño. —Ella paso los dedos sobre las
intrincadas líneas y patrones en su pecho—. Este arte es hermoso, pero hace
que me duela el corazón.

—Me temo que algún día olvidare mi vida —dijo, gravilla en su tono—
. Así que gravé los recuerdos en mi piel. —Cerrando sus dedos sobre sus
muñecas, movió su mano a un lugar justo encima de su corazón.

Cuando él la soltó y ella levanto la palma de su mano, se quedó sin


aliento. Porque allí estaba, una mujer sonriente casi escondida en los
arboles mientras corría, su pelo volando detrás de ella y su cara medio
vuelta para mirar hacia atrás, sus largas faldas enredadas alrededor de sus
piernas. Todo este tiempo, la había llevado en su piel. Sobre su corazón.

Con la garganta cerrada, se inclinó para presionar sus labios en ese


punto.

El estremecimiento que lo sacudió fue algo duro, pero él no trato de


detenerla, y cuando se levantó para mirarlo, sus ojos eran infinitamente
negros, un charco de oscuridad infinita. Había tantas cosas que quería
preguntarle, su desesperación por conocerlo una necesidad mordaz.
Pero ella era una sanadora primero y ante todo, así que su primera
pregunta fue:

—¿Qué paso hoy? —El terror arrastro una capa de hielo sobre su
cuerpo—. Estabas tan lejos que casi no podía encontrarte.

Ivan no sabía cómo manejar la preocupación de Soleil y no hizo


esfuerzo por esconderlo, así que dejo atrás los tecnicismos de su inadvertida
estancia en la isla, rompió todas las barreras por ella.

—Necesito pensar en que hacer a continuación, antes de contactar a


alguien más. Ahora mismo…

—Ahora mismo tu estas cerca de un colapso psíquico. —Una


mirada—. No vas a hacer nada. Y si lo entiendo bien, agotarte no ayudara
exactamente a esas mentes atrapadas.

Ivan sabía que ella tenía razón, y también sabía que no quería moverse
de aquí, el peso de ella sobre el suyo un placer que nunca había esperado y
ahora no podía evitar rendirse.

—Después de que desapareciste, pensé que te había imaginado. —


Frotó su puño sobre el tatuaje—. Medio creí que estaba dibujando un
fantasma.

—Nunca desaparecí. Yariela tuvo un ataque al corazón el día que me


fui. Es tan cercana como a una abuela para mí, la única familia que tengo.
Era como una niña, incapaz de concentrarme, incapaz de funcionar. —
Palabras rápidas, chocándose unas con otras—. Mi mente seguía corriendo
en un horrible bucle del día en que mis padres murieron, terminando con
todo mi mundo, y ahora mi abuela Yari estaba enferma.
—Corrí a casa en pánico. —Sus ojos brillaban húmedos—. Quería
enviarte un mensaje en el camino. No tenía tu número de contacto directo,
pero pensé que podría ser capaz de encontrar el número de los lobos en
línea, y fue entonces cuando me di cuenta de que, en mi prisa por irme, de
alguna manera había olvidado mi teléfono en casa de mi amiga.

—Simplemente empeoro todo, porque ni siquiera podía recibir


actualizaciones sobre Yariela. Luego, después de que llegara a casa, toda mi
energía se concentró en vigilarla. —Sus manos ahuecaron su cara mientras
una lágrima rodaba por su mejilla—. La idea de perderla… mi pecho estaba
tan apretado que sentí como que si no pudiera tomar aire.

Su aliento se enganchó al final de las palabras mientras revivía el


recuerdo.

—No lo recuerdo todo, pero recuerdo la mañana de la masacre.


Yariela estaba fuera de peligro, aunque nada saludable. Debería haberse
quedado en la cama, pero, ¿Sabes lo que hizo cuando se desato el infierno?

Ivan no tuvo que hacer una pausa para pensar en la respuesta.

—Se arrastró fuera de la cama y fue a ayudar. —Porque era una


sanadora.

Con ojos húmedos, Soleil asintió.

—Pero esa mañana, antes del horror, fue la primera vez que respiré
hondo. Mi plan era contactar a los lobos y que te pasaran un mensaje. Sabía
que no te enojarías conmigo. No mi Ivan. Lo entenderías. Porque sabias que
era tuya.

Si lo había roto desapareciendo, lo había destrozado en innumerables


pedazos con esas palabras.
—No, Lei. —dijo áspero—. No me reclames. No soy quien crees que
soy.

—Es demasiado tarde. —Le metió las manos en el cabello—. Nunca


he tenido mucha gente que fuese mía, Ivan. No dejo ir a los que lo son. Y tú
eres mío. Lo sabes y yo lo sé. Es una canción salvaje entre nosotros.

Quería discutir con ella, pero mentirle nunca había sido una opción.

—¿Qué le paso a tu gente? —Preguntó, bebiéndola con una sed que


quizás nunca estaría satisfecha—. ¿A tu manada? —Conocía el resultado
final, pero no el camino que había llevado a la devastación.

Dejando caer sus manos en su regazo, Soleil flexiono y luego dio un


puño.

—Mi madre era humana, perdió a sus padres cuando era adulta, no
tenía vínculos con ninguna otra familia viva y a menudo me decía que le
gustaba de esa manera. Dijo que había sido una solitaria incluso antes de
que sus padres fallecieran, que era solo su naturaleza y que nosotros, mi
padre y yo, éramos las únicas excepciones a su necesidad de soledad. Mi
padre también era un solitario, pero también era el hijo del alfa de SkyElm.
Mi abuelo.

Al igual en los primeros momentos en que había mencionado al


hombre, cuando Ivan se había enamorado de ella, no escucho respeto ni
alegría cuando hablo del padre de su padre, solo dolor y una especie de
cansancio que era del corazón. Entendió esto último no con su propia
empatía, sino con la de ella. El suave corazón de su sanadora, tan lleno de
compasión, y sin embargo, ni siquiera tenía suavidad para este hombre.

—Dímelo.
Torció los labios.

— N o es nad a sorprendent e. C ul p ó a m i m a d r e d e robar a m i padre d e


s u legítimo l ugar e n la m a nada, porqu e m i padre s e fue c o n ella d espués d e
q u e s e co no ci er a n. Y a pe sa r d e q u e y o era u n ocel ot e, m i ab u e l o v i o a m i
m adre en m í en lugar de a su hijo, y el solo m e acogió porque de otra manera
habría sido ad opt ad a e n otra m a n a d a d e ocelotes y n o p o d ía soportar la
d e s h o n r a públ i ca.

U n encogimi ento d e hombros.

— L u e g o s e l avó las m a n o s sobre m í , y la m ay or í a d e sus dom i nant es


t o m a r o n e j e m p l o d e él y m e t r a t a r o n c o m o a u n a i n t r u s a . S i n m i a b u e l a
Yari…

A h o r a e n t e n d i ó q u e Y a r i e l a er a p a r a el l a l o q u e E n a er a p a r a él: s us
cimientos.

— Tratare a tu abuela c o n t odo ho no r y respeto.

U n a sonri sa r e pe nt i na y d e s l u m b r a n t e .

— L o sé. — C o n l os d e d o s cepi l l ándose l os labios— . E n cu an t o a los


probl em as de S k y E l m e n conjunto. Fu e u na m al a gestión a largo plazo. U n a
e s p e c i e d e x e n o f o b i a i n t r o sp e c t i v a q u e s e l l e v ó a d e m a s i a d o s a n c i a n o s y
jóvenes, n o lo sufi cient em ent e ent renados dom i nant es.

— S i m p l e m e n t e n o t e n í a m o s la fuerz a pa ra cont ene r a los P sy . — S e


metió u n a m a n o e n el cabello, y en su m e n t e p arp ad eo la i m ag e n d e u n
h o m b r e m a y o r sev e r o c o n u n a b ar b a b l a nc a cont ra piel m ar r ón.

— ¿Qui én es el h o m br e co n barba?
S ol ei l n o par e cí a s o r p r e n d i d a a n t e l a p r e g u n t a q u e n o d e be r í a h a b e r
tenido sentido.

— M i abuelo. — dijo ella— . N o sé si la podredum bre com en zó con él,


pero estaba bi en est ablecida ant es d e q u e y o entrara e n la m a n a d a . E r a solo
u n lugar d a ñ a d o y tóxico.

— U n alfa p u e d e c a m b i a r t oda la estruct ura d e u n a familia.

Soleil sostuvo sus ojos.

— ¿Qui én es el tuyo? —

Mi abuela.

— ¿ M e hablaras d e ella?

— Sí. P ero antes d e hacerlo, necesitas saber quién soy. — L e apretó las
cader as c u a n d o i ba a habl ar — . N ecesi t a s sa b er a q ui én est as r e c l a m a n d o .

Entrecerró los ojos, su mirada felina pero no lo golpeó. E n cambio, ella


s e a p o y ó s o b r e s u s h o m b r o s c o n las del i c ad as gar ras q u e h a b í a n sal i do d e
sus manos.

— Di m e entonces. — ordenó— . Di m e la verdad de Ivan Mercant.


Capítulo 3 6
—Está triste, Canto. Quiero hacerlo feliz.

—En algunas ocasiones debes dejar que las personas estén tristes. Al
menos hasta que estén listos para salir de esa tristeza.

—Su corazón está malherido.

—Lo sé, Arwen. Lo sé.

—Conversación entre Canto Mercant y Arwen Mercant (alrededor de


2060).

Ivan estaba de pie al lado del cadáver de su madre. Sabía que estaba
muerta porque, a pesar de sólo tener 8 años, no era la primera vez que veía
a una persona muerta. Los amigos de su madre tenían la costumbre de
morir. Y ahora ella también lo estaba.

Sabía que debía estar triste, enojado o preocupado, pero aun si podía
apenas fingir su Silencio para que no los atraparan, se dio cuenta que en
ese momento no sentía nada. Era como si su cerebro estuviera en blanco,
un zumbido llenando su cabeza. Se mantuvo mirando a su madre
derrumbada en el suelo de la habitación de motel.

Todo en lo que podía pensar era que ella ni siquiera estaba sobre la
cama. Estaba en la cama cuando se fue a dormir en la noche. Pudo haberse
levantado y tal vez quiso sentarse sobre el sillón marrón que tenía una gran
abolladura en el medio. Como si un gigante se hubiera sentado ahí. Pero
ella nunca llegó.

Atrapado en su mano estaba una jeringa medio vacía.


Él sabía de los dramas familiares humanos que veía mientras ella
dormía, que no debería saber sobre jeringas, pero las había visto toda su
vida. Sabía cómo preparar una vieja para que funcionara y algunas veces lo
hacía por su madre cuando lloraba por su medicina. Una parte de él se
sentía mal dejándola tomar su medicina. No estaba seguro de que fuera
bueno para ella.

—Eres sólo un bebé —ella diría—. Escucha a tu madre. Ella necesita


su medicina. Ahora se un amor y prepara esto por mí. Tus manitas son tan
inteligentes.

Mientras él la miraba se preguntó cuándo vendrían.

Las personas que revisaban a los muertos siempre venían. Sin


embargo, sólo por los muertos, nunca por los vivos como Ivan y su madre.

—Somos los rechazados de la sociedad Psy, mi dulce niño — ella


arrastró las palabras una noche—. Nos ignoran mientras no causemos
muchos problemas en la PsyNet. Mentes silenciosas es todo lo que el jodido
Consejo quiere. No valemos la pena para que se molesten en perseguirnos
por su precioso Protocolo del Silencio.

Ella levantó un dedo a sus labios haciendo un sonido de guardar


silencio.

—Por eso debes permanecer en silencio, silencioso en la Red. Debes


tener un buen escudo. No dejes que las emociones se derramen. Ellos no
saben que te tengo. —Una gran sonrisa. —Te escondí muy bien. No existes.

Ivan no estaba muy seguro de si le gustaba no existir. Pero también


sabía que no debía creer todo lo que su madre le decía. Ella solía decirle
todo el tiempo que conseguiría un buen trabajo para que pudieran tener su
propia casa. Una vez incluso pasaron por un apartamento con flores muy
bonitas en la ventana y dijo que pronto sería su hogar.

Con su mente todavía en blanco, se sentó a su lado y esperó a que las


personas llegaran.

—¿Por qué vienen? —le preguntó una vez.

Fue uno de los amigos de su madre quien respondió, un hombre


delgado de piel oscura y muchas marcas en su rostro.

—No se le permite a nadie simplemente desaparecer de la PsyNet. La


guardia de los muertos viene a asegurarse que nadie nos asesinó. No que al
Consejo le importemos nosotros la chusma, pero es sobre poder, ¿sabes? —
El hombre se tocó la sien—. No pueden permitir que los humanos o
cambiantes piensen que son más fuertes que los Psy.

Ivan no entendió gran parte de eso, pero no importaba. Nada


importaba.

Las horas pasaban y nadie venía. No estaba sorprendido. Se


preguntaba si tenían el nombre de su madre en una lista en algún lugar de
personas que no eran para nada importantes. Incluso cuando morían.

Todavía estaba con los ojos como platos mirando a la puerta cuando
la manija giró. Si era la gente de los muertos el arrendador probablemente
les había dado una llave. Era la primera vez en mucho tiempo que él y su
madre tenían una habitación con una puerta que no estaba rota.

Cuando Mamá se vestía y tocaba su instrumento nadie sabía que era


Psy. Los humanos y los cambiantes pensaban que era humana y le daban
dinero como a los otros humanos. Ivan pensó que sería agradable ser
humano. Les tenían permitido amar la música y bailar.
Dos hombres vestidos de negro entraron a la habitación.

—…un usuario de Jax—, uno de ellos decía mientras iba entrando—.


No debería… —Se detuvo a sí mismo mientras se daba cuenta que el cuerpo
de la mujer no era el único en el suelo.

Girando al hombre que entró detrás de él, le dijo:

—¿Tenía un hijo en su registro?

Su compañero sacó un pequeño panel de datos con la información y


respondió:

—Sí, pero el niño se supone murió en el nacimiento. Su registro es


vago a lo mucho, pero menciona que trabajó una vez en seguridad
computrónica, debió tener las habilidades para ocultarlo. Nadie se dará
cuenta de una mente extra en la Red si ellos no saben que existe.

Hablaban de su madre como si fuera una cosa, no una persona. Pero


Ivan aun así no se sintió enojado ni triste, no sentía nada. Su mente
permanecía en blanco. El simplemente miraba a estos hombres
preguntándose si sería asesinado. Su madre siempre tuvo miedo de que
vinieran por ella.

—Soy una rebelde, amor —explicó—. No sigo las reglas de su estúpido


Silencio.

Tal vez, mucho tiempo atrás, pensó que eso era interesante y
emocionante. Eso fue antes de que viera su primer cadáver, antes de que
comenzara a comprender que lo que ella se hacía a sí misma era lo opuesto
a una rebelión: incluso a sus ocho años él comprendía que su madre se
había dado por vencida. Ella había elegido su medicina sobre luchar. Y
ahora eligió abandonar a Ivan.
— El n ac i m i ent o d el ni ñ o s e registró e n u n a instalaci ón gi ne col ógi c a
a p r o b a d a ¸ — el s e g u n d o h o m b r e di j o — , y s u m u e r t e e n c as a. N o s e h i z o
ni ng un a investigación. D e s p u é s ella des a parec e de l radar.

— A l m e n o s él es l o su fi ci ent em e nt e j o v e n p a r a ser m o l d e a d o e n u n
ci udadano útil. — Dirigiéndose a él, el h o m b r e l o m i ró haci a a baj o desde s u
altura. — ¿C u á l es tu n o m b r e , ni ñ o ?

P en só en qu é decir, y algo d e la bl ancura d e s u m ent e, el vacío, le dio


u n e nf oq ue afil ado. E i ncl uso c u a n d o s u m a d r e sól o habí a di ch o el n o m b r e
d e s u familia u n a o dos veces, lo recordó.

— Ivan Mercant — le respondió.

El hom bre lo m iró fijamente. —

E s u n inusual apellido.

Ivan perm an eci ó e n silencio, i nseguro de lo qu e el h o m b r e querí a q u e


res pond i era.

— ¿Dónd e lo escuchaste? — el hom bre dem andó y luego lo descartó—


. E s ridículo pensar q u e u n ni ño Merc a nt estaría e n u n lugar c o m o este. E s a
familia cuida de los suyos. — S e agachó para escanear el cuerpo de la m adre
de Ivan— . Muert a — anunció— . L o ha estado por algún tiempo.

— El A D N coi ncide c o n el perfil e n el registro, n o h a y enl ace c o n los


M ercant — su com pa ñero dijo. —

E s o responde la pregunta.

— ¿Estás seguro d e descartar lo qu e el niño dijo?

— ¿D e verdad sugieres q u e podría ser u n Mercant ?


—Sólo digo que no quisiera estar en los zapatos de la persona que
encontró a un niño Mercant perdido y no le informó a la familia. Es una
simple acta administrativa enviar un paquete con los detalles del niño y una
muestra de su ADN.

El hombre siguió hablando mientras el otro, mayor, miraba a Ivan con


ojos fríos.

—Como dije, el registro de la fémina es vago a lo mucho y pudiera ser


total ficción, pero no tenemos registros de ADN de la familia Mercant, así
que no podemos compararlo nosotros mismos.

El hombre con ojos fríos dudó y luego dio un corto asentimiento.

Viviendo en las calles Ivan aprendió hacía mucho tiempo a


comprender el poder. El día de hoy entendió que los Mercant tenían poder.
Habían logrado que este hombre hiciera algo, cambiar su decisión, sin estar
en la habitación.

Ivan esperó que su madre no mintiera sobre ser una Mercant. Pero no
tenía miedo. El vacío blanco permaneció. Hasta el momento en que el
hombre le dijo que se pusiera de pie, que el equipo de eliminación estaba en
camino, ahí fue cuando el blanco comenzó a agrietarse, frías flamas azules
quemando su camino hacia el centro.

Ivan sabía que si permitía que quemaran todo podría volverse loco,
enfurecerse. Así que peleó con los bordes desmoronados, pero no peleó
contra la urgencia de tomar la mano de su madre y quitar el anillo que usaba
en su dedo anular derecho.

—¿Qué estás haciendo? —el hombre mayor estalló.

Ivan puso el anillo en su bolsillo.


—Es mío. —Su madre le dijo que era suyo, que era un anillo de familia
que pasaría a él.

Una pieza mía para que cargues contigo, bebé. Así sabrás que siempre
estaré contigo.

—Déjalo, Jin —el otro hombre dijo mientras Ivan escuchaba la


memoria de la voz de su madre—. Sólo es basura barata.

Ignorándolos, Ivan giró, miró a su madre y dijo: —

Adiós, Mamá.

Si ella hubiera estado viva lo habría abrazado cerca presionando besos


sobre su rostro. Eso era lo que había hecho en los buenos momentos entre
sus dosis de medicina. Era cuando veía el brillo en sus ojos y la luz en su
rostro que la hacían ver tan hermosa. De vez en cuando ella estaría de tan
buen humor que le cantaría la canción de la araña.

Araña, araña, mi hermosa araña.

Él le había preguntado por qué la cantaba y ella le respondía que a


veces, cuando tomaba su medicina, veía “impresionantes” telarañas
brillando con fuego. A Ivan no le gustaba la canción de la araña, pero le
gustaba lo feliz que se veía cuando la cantaba. Pero esos momentos se
volvían menos frecuentes hasta que no pudo recordar cuándo fue la última
vez que su madre había sido su madre.

No quería que el último recuerdo de su madre fuera la piel fría contra


sus labios, contra su cuerpo. Así que no le dio un beso de despedida ni
tampoco le dio un abrazo de despedida. Pero no podía dejarla así, sobre el
suelo, sin cuidado. Aun ignorando al hombre que claramente quería que se
fuera, fue a la cama y tomó una almohada y arrastró la fina manta.
Jin intentó tomar a Ivan del hombro, pero el otro hombre lo detuvo
sacudiendo su cabeza. Debió mandar un mensaje telepático. Lo que sea que
dijera hizo que Jin saliera de la habitación y se parara fuera de la puerta. El
que se quedó detrás vigiló a Ivan mientras ponía una almohada bajo la
cabeza de su madre y luego la cubría con la manta.

—¿Qué le harán a mi mamá? —preguntó.

—La Oficina lo decidirá, pero viendo que dices ser un Mercant, ¿quién
era el Mercant, tu madre o tu padre?

—Mi madre. —Ivan no conocía a su padre.

—En ese caso es posible que su cuerpo pudiese ser guardado en un


almacén de frío hasta que la familia Mercant verifique lo que dices o lo
niegue.

No le gustaba pensar sobre su madre en un almacén de frío y hacía


que el fuego azul quemara lo blanco aún más fuerte. Así que antes de que
se quemara todo, antes de que pudiera convertirse en el hombre de la
esquina de la calle que inclinaba su cabeza y gritaba a la nada, miró una
última vez a su madre, a lo pacíficamente que ahora se veía dormida sobre
una almohada, y caminó fuera de la habitación del motel.
C a p í tu lo 3 7
Luc, la conferenci a e n pantalla est á lista y corri endo. C o m p l e t a
encript aci ón y aut ent i caci ón act ivada. E n a M e r c a n t est ará l l a m a n d o e n los
pr óxi m os d o s m i nutos.

— Dori an Christ ensen, centinela, a L uc a s Hunt er, alfa (8: 30 am ).

L á g r i m a s r o d a r o n a t ravés del rostro d e Soleil, l a i m a g e n d e u n n i ñ o


p e q u e ñ o e n f r e n t á n d o s e a d o s h o m b r e s si n c o r a z ó n s o b r e el c u e r p o d e s u
madre quemaba en su memoria.

— L o siento tanto — ella susurró t ocando s u m andí bula c o n sus dedos.

— F u e h a c e m u c h o t i e m p o at rás, — él d i j o y el l a v i o e n s u s o j o s l a
m i s m a di st anci a s e pi a q u e t ení a d e la m u e r t e d e s us p rop i os pad r es .

P e ro d o n d e reconocí a q u e la pérdi da a u n dolía, sabí a q u e él n u n c a lo


h a r í a.

— M e al egro d e q u e encont raras a tu familia. O b v i a m e n t e f ue ro n p o r


ti.

U n a lenta bajada d e pestañas y cua ndo él las levantó d e n ue v o sus


ojos er an obsidi ana, ext raños y preciosos.

— Tení a catorce año s cu a ndo c o m e n c é a cuestionar la improbabilidad


de que m i abuela perdiera a u n o de sus niños, m u c h o m e n o s u n o de sus
nietos. S i la conocieras, Lei , sabrías q u e E n a M e r c a n t n u n c a pierde la pista
de los suyos. La única vez que algo c o m o eso sucedió ella no era responsable
p o r el ni ño y t odavía t uvo a ese ni ño baj o s u cui dado e n cuesti ón d e m eses .
Un ceño fruncido.

—Pero dijiste que tu madre era un especialista en seguridad, buena


con los computrónicos.

—No lo suficiente para escapar el alcance de mi abuela, la red Mercant


estaría escaneando constantemente por su ADN, la hubiera atrapado en una
de las muchas veces que había terminado en prisión por posesión leve.
Siempre toman ADN al procesar personas, lo agregan al sistema principal.

—Espera, espera —Soleil levantó una mano—. ¿Dónde estabas


mientras ella cumplía su tiempo en prisión?

—Los términos eran cortos y ella no estaba tan hundida en su


adicción a la flor de cristal para entonces, se las ingenió para hacer arreglos
con algunas personas de la calle que eran de fiar.

Soleil cubrió su boca con su mano, pero no interrumpió. El


comprendía su shock. Ahora que era un adulto difícilmente podía imaginar
el escenario en donde una madre dejaría a un niño vulnerable con otros
adictos. Debió ser un niño no mayor a tres años durante la primera vez.

—Ningún Mercant tomaría esa decisión —le dijo—. Simplemente no


está en su sangre. Sabía eso, así como que nunca me hubieran perdido la
pista. Así que busqué la verdad, aunque no quisiera encontrarla. Quería ser
un Mercant más que nada, parte de una familia que es una manada tanto
como DarkRiver o StoneWater.

Aun podía recordar ese día, cada frío segundo.

—Entré en registros médicos cerrados y confirmé que no tengo ADN


Mercant. Ninguno. Era otra de las mentiras grandilocuentes de mi madre.

Soleil buscó en su rostro.


— ¿Qué pasó?

— Estaba tan enojado. M i Silencio si empre había sido imperfecto


d e b i do al hábit o drogadi ct o d e m i m a d r e y c ó m o m e i m pa ct ó e n el vientre.
T a m b i é n m e di o dosi s p e qu e ñ a s c u a n d o era u n ni ño.

— U n c o r a z ó n l l e n o d e f u e g o — S ol ei l s u s u r r ó , e s t i r a n d o s u s d e d o s
sobre su corazón— . M e lo dijiste en un sueño. L o vi.

El asintió, l o dej ó ahí p o r el m o m e n t o . H a b í a s al v ad o l o p eo r pa r a el


final.

— Confronté a la Abuel a y le pregunté por qué mintió.

— ¿Qu é te respondió?

— Ese día, por pri m era vez, confronté cara a cara n o solo a m i abuela,
si n o a E n a M e r c a n t , la m u j e r q u e asust a a la gent e p o d erosa e n la P s y Ne t .
— S u enf oqu e habí a sido puro, s u vol untad d e hierro.

— M e dijo qu e u n ni ño peq ue ño la m i ró a los ojos y le dijo q ue era u n


Mercant. E s e niño, — m e dijo— , tenía m á s coraje en sus h uesos q u e los
h o m b r e s c r ec i do s q u e le d o b l a b a n el t a m a ñ o q u e l o h a b í a n es co l t ado p a r a
conocerl a y n o p udi e ron encont rars e c o n s u m i rada.

U n r e c u e r d o d e u n a m a n o d e l g a d a t o m a n d o s u n u c a , el a g a r r e n a d a
doloros o pero i rrom pible e n s u intensidad.

— L a sangre, — dijo— , no era la úni ca m an e r a de ser un Mercant.

L u e g o habl ó el resto d e las pal abras q u e ella le h abí a di cho, pal abras
c a v a d a s e n ot ra parte d e s u piel.
— S o m o s qui en es s o m o s p o r q u e at es o ra m os el coraje, a p r e c i a m o s la
fuerz a. M u c h o s d e n u e s t r o s m e j o r e s y m á s bril l antes h a n v e n i d o d e f u e r a
d e la línea d e sangre. T ú eres u n Mercant , Ivan. N u n c a m á s digas q u e n o lo
eres a m e n o s q u e qui eras tratar c o n m i g o .

P odí a escuchar cada palabra c o n s u v o z d e hierro, fría y det erm inada.

— Ent onces m e acercó a u n abrazo qu e n un ca esperé, l a Ab u e l a n o d a


contacto físico. P ero ese día m e sostuvo sobre las olas del m a r estrellándose
debajo y m e dijo: — Eres uno de los míos, Ivan Mercant. Ah or a y siempre.

Los oj os de Soleil ya n o eran h um ano s.

— Ya la amo.

— C reo que el sentimiento será recíproco. — Soleil podía ser u n a


sanadora, pero tenía el m i s m o acero feroz cu an do debí a proteger a su gente.

— ¿Cuándo la podré conocer? — Soleil levantó una ceja— . Y sí, te estoy


pi di endo q u e m e present es a tu familia.

S u vientre s e apret ó c o n la i dea d e u n a c osa q u e n u n c a e speró, n u n c a


creyó merecer.

M e r e c e s a l e g r í a , I v a n . A f é r r a t e a el la, a l a c h i s p a d e a l e g r í a e n t u
corazón.

E l d e s e o d e creerl e a A r w e n , d e d arl e a S ol ei l l o q u e querí a, e r a u n a


vi ol enci a e n s u interior. P e r o t od aví a n o le de cí a t o d a la v e rd ad , g u a r d ó el
p e o r horror par a el final. Y ese horror n o le perm it í a la felicidad. N o ahor a
q u e es t aba despi erto.

A s í q u e p o r s e g u n d a o c a s i ó n le c o n t ó s o b r e la a r a ñ a q u e vi ví a e n s u
mente, formada de los depósitos venenosos del Jax en sus neuronas. S u
respuesta fue la misma que en el bosque, la gata en su interior tan
determinada a quedarse. Pero las cosas habían cambiado.

—Ya no puedo controlarlo. —Su voz era dura, cruda—. El escudo de


la Abuela, el que me ayudó a crear cuando tenía nueve y el poder se activó
por primera vez, se está fragmentando y no puedo volver a unirlo. Se
desmorona siempre que lo intento.

Soleil entrecerró esos ojos de ocelote salvaje.

—¿Qué estás intentando decirme, Ivan Mercant?

—Sin ese escudo succiono a las personas hasta dejarlas secas, tomo
su energía psíquica y luego tomo la energía física que nutre a la mente. Tomo
y tomo hasta que no queda nada, hasta que son cáscaras sin mente ni vida.
—No tenía acceso a las habilidades psíquicas de sus víctimas, su robo de
energía sobrecargaba su propia asquerosa habilidad—. Me convierto en un
monstruo asesino. Y todo mi control desaparece.

Garras se enterraron en su piel.

—¿Así que cuál es la solución? Porque sé que tienes una y estoy muy
segura de que no me gustará.

—La única manera de controlarlo una vez que es liberado, es que cree
una jaula tan poderosa que efectivamente aplastará mi mente. —El hombre
que Soleil conocía como Ivan Mercant desaparecería, enterrado tan
profundamente como si fuera su tumba—. Me pondrá en un coma en el que
informé a mi neurólogo que realizara experimentos y observaciones. No tiene
caso que me borre a mí mismo cuando mi cerebro puede ofrecer un futuro
a otro niño nacido con el mismo defecto neuronal, la misma habilidad
retorcida. Nunca saldré de ese coma y eventualmente me iré.
E n lugar d e llorar o pelearlo, Soleil cru z ó sus brazos sobre su pecho.

— ¿Y tu abuela estuvo d e acuerdo c on ese ridículo plan?

— Ella no lo sabe.

— ¡Ajá! — Soleil lo señaló— . Es porque sabes que te detendría. Bueno,


es igual conmigo.

— Soleil, est o n o es al go q u e p u e d a s arreglar c o n vol unt ad o técni cas


m é d i c a s . T o d o s l os hi j os c o n o c i d o s d e a di ct os al J a x e x p e r i m e n t a n s er i os
pr obl em as n eurol ógi cos q u e n o p u e d e n ser reparados.

— ¿Hi j os con o ci d os ? ¿ D e q u é t a m a ñ o es la m ue st ra d e los est udios a


los q u e te refieres?

— On c e — le contestó. — N o m uch os adictos al Jax pu eden procrear.

— ¿O n c e ? — Ella alzó sus m a n o s — . Tal v ez hay u n m ot i vo por el qu e


es os o n c e f u e r o n el e gi do s p ar a el est udio. ¡Tal v e z l os d e m á s e n c o n t r a r o n
m an e r as d e escapar de s u pas ado y s e en cuent ran vivi end o he rm os a s vidas!
¡Tal vez sus padres los di eron en adopción y nadi e nunc a t uvo m ot i vos para
examinarlos buscan do Jax porque n o mostraron efectos negativos! — S u
pecho pesaba — . ¿Al guna ve z pensaste e n eso?

— N o es realista. — Dem asi ado esperanzador, una cosa m u y grande d e


c r u d a n e ce si d a d.

L o s l abi os d e S ol ei l s e t or c i e ro n y l u e g o ell a s e e s t a b a r i e nd o , p e r o
m ant ení a u n borde peligroso. C o n garras ent errándose e n sus hom b r os, ella
se acercó.

— E n este m o m e n t o tienes a u n a gata residiendo en tu cabeza. M e


c o m e r é vi va a esa araña si d e b o hacerlo. N o m e habl es sobre ser realista.
En ese momento él vio al depredador en ella, el ocelote que podía ser
un depredador cauteloso, primitivo y mortal. En este momento no era
racional, no escucharía razones. Consciente de que tenía muy poco tiempo,
no presionó. Estaría forzada a enfrentar la realidad cuando el momento
viniera y, para ese entonces, encontraría una manera de hacerla prometer
que rompería su vínculo.

Su cuerpo completo se congeló con la idea de ella ligada a él cuando


cayera. Si estuviera con él en la isla entonces el enlace sería lo
suficientemente profundo para empujarla al abismo junto a él. Ella caería
donde estuviera de pie, su mente encerrada en su propia fría oscuridad.

No. No lo permitiría.

—Hablaremos de esto después —le dijo, tragando su terror al pensar


en su luz simplemente apagándose.

Aun mirándolo fijamente, sus brazos aun cruzados amotinadamente,


le respondió:

—Quiero el número de teléfono de tu abuela.

—No.

—¿Asustado de que te arranquemos la cabeza?

Ivan podría no tener conocimiento sobre relaciones, pero sabía cuándo


estaba siendo cazado, conducido a una esquina donde su atacante lanzaría
el golpe.

—Hablaremos sobre esto después —repitió—. Ahora mismo necesito


compartir lo que aprendí de la isla, ver si hay algo más que se pueda hacer
por esas mentes atrapadas.
S ol ei l f r u n c i ó el c e ñ o , l a n u b e n e g r a d e s u c ab el l o r e s b a l a n d o s o b r e
s u h o m b r o m i ent r as i ncl i naba s u c a b e z a pe ns at i va m e nt e.

— Estás en lo correcto, pero t am b i én estás siendo escurridizo. N o


i mport a. P u e d o ser paci ente.

Ivan nu n ca en s u vida habí a sido descrito c o m o “escurridizo”. A r w e n


col aps arí a d e risa si l o e s c u c h a b a . P e r o I v a n l o t o m a r í a p o r el m o m e n t o si
eso distraía la m ent e de Soleil del cam ino peligroso d e contactar a su abuela.
P or qu e él conocí a a Ena, estaría d e a cue r do c o n Soleil, querrí a salvarlo.

— H a b l a c o n q u i e n t e n g a s q u e ha bl ar — S ol ei l di j o e n e s e m o m e n t o
dej a ndo la c a m a y s u posi ci ón a horcaj adas sobre él.

In m e d i a t a m e n t e e x t r a ñ ó s u calidez, sentirla, s u cont act o.

U n a m i r a d a haci a él, ira t odaví a brill ando e n esos oj os salvajes, p e r o


se acercó, a cu nó s u m ej i l l a… y lo besó co n una furiosa posesividad.

— Todavía estoy molesta — dijo después de romper el beso que lo había


derribado m á s efectivamente q u e cualquier gol pe— . T am bi én necesitas m á s
c o m i d a , m á s c o m b u s t i bl e , a m o e s o s p ó m u l o s afil ados, p e r o es t á n a p u n t o
d e cortar tu piel. — M i r ó alrededor d e la habitación— . ¿ H a y m á s com i da e n
la cocineta?

C u a n d o sacudió la cabeza, le dijo:

— Enton ces s u p o n g o q u e iremos a u n restaurante. — L as palabras


e ra n m á s u n a o r d e n q u e u n a sug e r en ci a — . T e d ar é u n o s m i n u t o s p a r a q u e
te vistas, u s a r é e s e t i e m p o p a r a l l a m a r a l os c a c h o r r o s y a la A b u e l a Y a ri .
T e v e r é a b a j o . — U n m o m e n t o d e s p u é s t o m ó s u b o l s o r o s a y s e f u e, e s t a
m uj er cuyo cuerpo destrozado había levantado y cargado e n sus brazos hace
m u c h o tiempo.
Los roles definitivamente s e habían invertido.

L e v a n t á n d o s e , t o m ó u n a d u c h a r á pi d a y a q u e h a b í a s u d a d o d u r a n t e
l a p e s a d i l l a e n l a i sla. T a m b i é n u s ó el t i e m p o p a r a p e n s a r s o b r e a q u i é n
d e b í a c o n t a c t a r s o b r e l a s i t u a c i ó n e n l a isla, e s t e n o e r a u n c a s o d e p a s a r
i nform aci ón a la familia que l uego lo compartiría. C o m o el úni co q u e había
pi s ado la isla debí a m an ej a r est o por sí m i s m o .

T o d a v í a p e n s a b a e n es a si t uaci ón c u a n d o salió y s e c a m b i ó a u n pa r
d e jeans y un a cam i s a neg ra d e bot ones, sobre la que s e p uso u n saco negro
q u e A r w e n le había regalado. Querí a que Soleil viera c ó m o podía ser,
civilizado y sofisticado. N o era solamente el áspero asesino qu e ella siempre
había conocido.

S ó l o c u a n d o b a j a b a l as esca l e r as d e s p u é s d e e n v i a r u n r á p i d o
mensaje se dio cuenta d e que estaba vestido m u y elegantemente. E n su
des eo d e impresionarla l o habí a h e c h o t odo m al .
Capítulo 3 8
Kaleb, tengo información que necesitas saber: en resumen, puedo
entrar a la nueva isla de la PsyNet. ¿Estás al tanto de la situación ahí?

—Mensaje de Ivan Mercant a Kaleb Krychek (9:00 am).

Soleil miró hacia arriba capaz de sentir a Ivan bajando las escaleras
aun cuando era sobrenaturalmente silencioso para ser un Psy. Pensarías
que era un gato si no lo supieras mejor.

Todo el aire salió volando de su pecho a la primera vista de él. Su


cabello estaba mojado y cepillado con los dedos, su cuerpo vestido con unos
jeans y una camisa negra sobre la que había puesto un saco. Usaba las
mismas botas del día anterior. En general lucía como si hubiera salido de
una revista de moda.

Y la manera en que la miraba…

Desvió la mirada y lo volvió a mirar. Furiosa, aunque su gata estaba


con él, también lo adoraba y eso nunca cambiaría. Él estaba en ella, Ivan
Mercant, y no lo cambiaría de ninguna manera.

Y ahora ella también sabía cómo lucía debajo de la ropa. Haría lo que
fuera para tener una oportunidad de besar cada uno de sus tatuajes,
explorar cada pulgada de su cuerpo perfecto.

Sus muslos se apretaron.

Con sus mejillas calientes de nuevo, se dirigió a abrir la puerta. Y


escuchó un ligero susurro a sus espaldas. Cuando volteó vio que se había
quitado el saco y lo colgaba al final de la escalera. Era raro, pero ella casi
podía decir que había una sensación de incomodidad viniendo de él.

—Me gustaba el saco —se encontró a sí misma diciendo.

El dudó, la miró como si estuviera tratando de ver la verdad en su


afirmación. Luego se lo puso de nuevo. Su corazón palpitó, algo pequeño y
suave dentro de ella se hizo más fuerte, más intenso.

Se cuidadosa con él, hermanita. Puede verse duro, pero cuando


hombres poderosos se enamoran, lo hacen completamente. Eres su debilidad.

Una ola de cariño le robó el aliento. Podía ser terco y arrogante en su


creencia de que tenía la respuesta correcta a su problema insuperable, pero
era más vulnerable con ella de lo que sabía hasta ese momento.

—Te compré un vestido —le dijo sin advertencia—. Cuando fui a


buscarte al hospital, porque tu otro vestido había estado muy dañado. Sólo
pude encontrar una estación de autoservicio, así que no es de la mejor
calidad.

Con cualquier otro hombre habría pensado que estaba intentando


insultarla con su actual elección de ropa, pero Ivan, ella ya comprendía, no
pensaba de esa manera. Así que una pizca de decepción la recorrió.

—Oh. —Jugó con las correas de su bolsa—. ¿Qué le pasó?

—Lo tengo arriba.

Esta vez ella lo miró fijamente, y sí, definitivamente tenía una cara de
incomodidad.

—¿Qué?
—Lo he cargado conmigo desde el día que lo compré. —Miró lejos como
si fuera incapaz de sostener su mirada.

Ella ya era suya, pero seguía enamorándose cada vez más. ¿Y creía
que solo iba a dejarle encerrase y botar la llave? Infiernos no.

—¿Puedo verlo?

Un asentimiento, y se dirigió hacia arriba. Ella lo siguió y colocó su


bolsa sobre el suelo de la habitación mientras él se dirigía al armario. Lo
abrió para revelar un conjunto prístino de ropas incluyendo tres trajes. Su
estómago revoloteó al imaginarse cómo Ivan luciría en un traje.

“Ardiente” era la palabra que se le venía a la mente.

Él se agachó para tomar algo mientras ella se abanicaba el rostro con


su mano para enfriarse y dijo:

—Tengo tu mochila. La dejaste en el auto.

Soleil puso de lado su bolsa cuando él se la pasó.

—Sabía que la mantendrías a salvo.

Estirándose para tomar algo del estante superior sin responderle,


tomó una bolsa cerrada como la que había visto salir de la tienda de
autoservicio que alguna vez experimentó.

—Saldré si quieres probártelo —le dijo después de dárselo.

Cuando asintió, salió cerrando la puerta detrás de él.

Sus dedos temblaban un poco mientras abría el paquete sellado para


revelar una tela de un alegre amarillo limón. Ella jadeó y lo levantó por los
hombros. Cayó con un barrido del lino más suave que se podía imaginar.
No tenía mangas, las correas hechas de pequeñas flores tejidas.

Las mismas flores aparecían en un estallido en el dobladillo del vestido


que le llegaría justamente arriba de los tobillos. Ahí blancos brotes se unían
con rosados, púrpuras oscuros, una miríada de otras sombras hasta que
era un campo de flores salvajes.

Dando un pequeño salto de alegría, se quitó las ropas prestadas y se


puso el vestido sin mirar al espejo hasta que lo abrochó. Todo el aire salió
de ella. El color hacía brillar su piel y los detalles de las flores pequeñas
simplemente la hacían feliz.

Inmediatamente se sintió más bonita, más real, más ella misma.

Girando puso sus otras ropas en su mochila y luego mordió su labio


inferior. El vestido no le quedaba muy bien por la pérdida de peso y no quería
demostrarlo, pero tampoco deseaba volverse a poner su suéter negro.

Sus ojos se posaron en la chaqueta de cuero sintético que colgaba en


el armario.

Enrojeciendo, pero determinada, la tomó del armario, se la puso y


enrolló las mangas del cuero sintético gastado por el uso. Era tan suave
como la mantequilla. Demasiado grande para ella en una forma que estaba
a la moda. Se veía como una mujer usando la chaqueta de su novio.

Sus mejillas se calentaron.

Girando un poco y sintiéndose feliz, simplemente feliz, colgó su bonita


bolsa rosa sobre su hombro y abrió la puerta.

Ivan la esperaba en el fondo de la escalera, la miraba con intensidad


inquebrantable mientras bajaba las escaleras.
— T o m é prestada tu chaqueta — ella m u r m ur ó — . L o siento. — Pero n o
l o s ent í a, n o c u a n d o s u e s e n c i a l a r o d e a b a y n o c u a n d o l a m i r a b a d e u n a
m a n e r a q u e decí a q u e era el cent ro total d e s u at enci ón.

N o r e s p o n d i ó v e r b a l m e n t e , s ó l o s o s t u v o l a p u e r t a a b i e r t a p a r a el l a
p a r a q u e p u di e r a salir.

— Le m an dé un m ensaje a Kal eb Krychek — le dijo mientras ca m inaba


por la calle y luego le contó sobre el cont enido d e éste.

Soleil levantó sus cejas.

— ¿Tienes su n ú m ero directo? — El m u n d o entero sabía qu e Kaleb


Krychek era poderoso. La única vez que estuvo cerca de él, lejos del otro lado
d e u n a pl a z a públ i ca , h i z o q u e l os cabel l os d e s u n u c a s e eri zaran, s u gat o
s i nt i endo u n a a m e n a z a m o rt al .

— S ól o m i abuel a y m i pri m a Silver, ella solía ser s u a yudant e


principal, t i enen s u l ínea p e r s o n a l — Iv a n le c o n t ó — . P e r o t e n g o a c c e s o a
otra línea prioritaria. C on ex i on e s familiares.

— Qué familia. — Ella se rio y, cuando Ivan la miró, le dijo— , he ido de


s er u n a oce l ot e sol itari a q u e n o c o n o c í a a nad i e , a ser m i e m b r o d e u n a d e
l as m a n a d a s m á s p o d e r o s a s d e l paí s y m i c o r a z ó n e s par t e d e u n a f a m i l i a
qu e s uen a c o m o la mafi a, p ero est oy bi en c on eso.

Iv an n o sabía c ó m o res ponder a ser l l am ad o s u corazón.

Sonriendo, enl azó s u brazo con el su yo y se acercó a darle u n beso en


s u m a n d í b u l a . L e h a b í a d a d o p r i v i l e g i o s d e p i e l y él n u n c a l o s ret i rarí a,
planeaba t om ar ventaja d e ellos para fortalecer s u vínculo. Ella era una gata,
¿n o era así? S e r sigilosa estaba e n s u A D N .
Su piel era suave y sin rastrojos bajo sus labios. Debió de haberse
rasurado en la ducha.

— Hueles tan delicioso, mi cariño 3 — ella m urm uró dándole un pequeño


mordisco.

—Lei. —Un sonido áspero, pero no significaba que retrocediera.

Miró hacia arriba, su corazón brillando, para ver la tensión en las


líneas de su rostro, el color en sus pómulos. Su duro y peligroso hombre no
sabía cómo tratar con ella. Era adorable.

—Este lugar se ve bien —dijo asintiendo al pequeño restaurante de


comida china a su derecha—. ¿Qué te parece?

—La comida es combustible —fue la fría respuesta que no traicionaba


la tensión en su cuerpo—. El sabor no importa.

—¿Entonces debería encontrarte un lugar con pasteles de


champiñones? —Riéndose con su fría mirada lo empujó hacia el
restaurante, su gata acariciándose contra su piel, juguetona y encantada
con él.

Dentro estaba lleno, pero no tanto.

—¿Demasiada gente?

—No. Crecí en una ciudad.

Su corazón se apretó porque no sólo había crecido en una ciudad, sino


que literalmente había vivido en las calles, un niño sin una identidad real.
Un niño cuya madre lo había borrado para que cupiera en su vida elegida.

3 E n e sp añ o l e n el original
Abrumada por un sentido protector, los dirigió a una mesa en la parte de
atrás donde tendría el mayor espacio personal posible.

Después de que se sentaron, con Ivan habiendo elegido un asiento


que ponía su espalda contra la pared, ella se hizo cargo de ordenar
apegándose a cosas simples con la mayor cantidad de nutrientes. El
miembro del personal que tomó su orden era una mujer agradable y eficiente
quien tampoco podía evitar robarse miradas de Ivan.

Soleil incluso la atrapó mordiéndose el labio inferior.

Su gata sonrió. Sí, él era delicioso. También era suyo. La otra mujer
podía mirar todo lo que quisiera, pero si intentaba tocarlo lidiaría con una
mano hecha pedazos.

—Eso es todo —le dijo después de completar la gran orden, porque a


pesar de que había desayunado bien, también tenía hambre. Lo que le decía
que había usado más energía de la que imaginaba sacándolo de la isla—.
Gracias.

La mesera se fue lanzándole una última mirada a Ivan.

El no devolvió el interés. Cuando sus ojos se fijaron en un punto


detrás de su hombro izquierdo, ella dijo:

—¿Qué pasa? —Su gato siseó al mismo tiempo.

—Krychek —le dijo—. Decidió responder a mi mensaje en persona.


C apítulo 3 9
Se rumorea que Krychek es un cardinal dual. ¿Alguien tiene alguna
información real sobre eso? Definitivamente explicaría el nivel de su poder.
Estoy bastante seguro de que el hombre podría arrasar una ciudad sin
sudar.

—Publicación anónima en un tablón de anuncios en línea

Un viento frío a espaldas de Soleil, la fuerza del poder de Kaleb


Krychek una ola oscura similar a una tormenta. Todo el restaurante quedó
en silencio a su entrada, permaneció así mientras caminaba hacia ellos. Era
como si todos los comensales estuvieran conteniendo la respiración, pero no
era solo el silencio de la presa.

Había cambiantes en este restaurante: leopardos y lobos que


registraron la marca en la mejilla de Soleil en el instante en que entró e
inclinaron la cabeza en una tranquila bienvenida. Todos esos cambiantes lo
miraban con ojos de depredadores. Sabían que era peligroso, y aunque se le
permitiera estar en el territorio, nunca olvidaban la amenaza que
representaba.

—Me disculpo por interrumpir —dijo al llegar a ellos, su voz


medianoche que se hundía en tus huesos y su traje impecablemente
ajustado negro sobre negro—. Pero debo hablar contigo, Ivan.

Frente a ella, Ivan se había convertido en una pared en blanco. Si vio


a Krychek como una amenaza, era invisible para la habitación. No quedaba
ni rastro del hombre que estuvo tan incómodo con la chaqueta, o el que no
supo cómo tratar con ella llamándolo su corazón.
Le dolía saber que él estaba tan acostumbrado a aislarse que podía
hacerlo a voluntad.

—Únete a nosotros —dijo Ivan, su tono plano, sin revelar nada—.


Soleil es una parte importante de esta conversación.

Krychek la miró con esos ojos de luz de las estrellas y obsidiana antes
de tomar asiento, en una silla que de repente estaba allí donde no había
estado antes. Era un telequinético capaz de teletransportarse, eso era de
conocimiento público. Pero nunca había visto una exhibición tan perfecta
de fuerza telequinética.

La revista Mujer Salvaje tenía razón al llamarlo "tan caliente como la


lava”, era uno de los hombres más guapos que había visto en su vida. Pero
como la lava, era mejor verlo desde una distancia segura. Lo que hizo que
se sintiera intrigada por la mujer que era su compañera. Ella se había
enterado de la noticia de su emparejamiento en algún momento, estaba
confundida por eso. ¿Quién querría acostarse con un hombre que era la
encarnación viviente de una muerte fría y helada?

Ejem, Soleil, susurró la parte de Farah que siempre viviría dentro de


ella, tu amorcito actualmente está haciendo una excelente imitación de una
hermosa estatua tallada en hielo negro. Es posible que otras mujeres lo
encuentren intimidante.

El eco de Farah tenía razón.

—Para responder a la pregunta en tu mensaje —dijo Krychek a Ivan—


, nadie sabe lo que está sucediendo en esa isla. Nadie, excepto, al parecer,
tú.

El silencio que cayó esta vez fue entre ellos tres, mientras Soleil e Ivan
procesaban el significado de su declaración.
Ivan habló por fin.

— M e d o y cuenta d e q u e esa es la postura pública d e la Coalición


Gobernant e, pe ro m e resulta difícil d e creer d a d o el al cance d e s u pode r .

— E s la verdad. N i siquiera y o pu e d o salvar u n a cavi d ad psíquica t an


gr an d e. — S i n m ol es t i a, frust ra ci ón o ira e n s u t ono, n a d a e n ab sol ut o q u e
del at ara sus e m o c i on e s .

— Las anclas también se han frustrado — continuó Krychek— . Aunque


la isla p e r m a n e c e un i da a la red d e ancl aj e principal, e s precaria. M e di cen
q u e la co n exi ón a través d e la cual d e b e fluir la energí a del ancla, las venas
y las arterias de l si stem a, s o n vi scosas y casi i m penet rabl es.

L a m a y o r í a d e la g e n t e n o sa bí a m u c h o s o b r e a n c l a s o c ó m o
fun ci onaban. P e r o Ivan habí a creci do c o n C a n t o e n s u vida, y C a n t o era u n
ancl a cardi nal.

— E s e e s u n m a l m o v i m i e n t o p o r part e d e l os q u e e st á n det rás d e l a


i sl a — d i j o — . I n c l u s o m ú l t i p l e s a n c l a s n o p u e d e n m a n t e n e r l a i sl a s i n l a
energía c om p a rt i d a d e los d e m á s.

— N o p a r e c e n es t a r p r e o c u p a d o s p o r e s o p o r el m o m e n t o . —
Kr y ch ek desvió esos despi adados oj os cardinales haci a Soleil— . T ú n o eres
Psy. ¿ C ó m o p u ed es i mpact ar la situación?

Era una pregunta perfectamente racional, pero la araña se movió;


querí a la ate n c i ó n d e K r y c h e k fue ra d e Soleil, el i m p u l s o prot ect or era t an
m ort al c o m o el a r m a e n s u bot a.

— Ella puede sacarm e d e la isla. Todas las dem ás conexiones se cortan


o bl oqu e an e n el instante e n q u e p o n g o u n pi e e n él.
Krychek no le pidió que explicara la naturaleza de su vínculo con
Soleil, solo asintió brevemente. Mientras tanto, Soleil miraba a Krychek con
el rabillo del ojo, y él podría haber pensado que era la mirada de una presa
esperando que un depredador atacara, excepto que sus garras estaban
afuera y eran muy visibles contra la madera de la mesa.

Una advertencia silenciosa de que tenía dientes.

Y usaría esos dientes para proteger a Ivan.

Todavía no había descubierto cómo procesar su protección. Pero


tendría que esperar, porque no podía permitirse distraerse con Krychek a
solo unos centímetros de él.

—Estoy feliz de brindarles información de la isla —dijo—. Todas las


personas en ella morirán si no las sacamos.

—Cuatro ya lo han hecho —dijo Krychek, su tono no cambió. —Los


cuatro eran ancianos. Sucumbieron en la hora inmediatamente posterior a
la separación. Los escarabajos también tomaron un ancla que cae en ese
grupo demográfico: Ager Lii se encuentra actualmente en coma, sus signos
vitales se debilitan y su región de anclaje está siendo estabilizada por otros
a su alrededor.

Ivan no necesitaba que el cardinal se lo explicara. Había escuchado a


Canto decir más de una vez que no había suficientes anclas para todos. No
podían permitirse perder a ninguno de ellos.

—¿Hay alguna posibilidad de que Ager Lii se haya ido con los
escarabajos por elección?

Kaleb negó con la cabeza.


—Según Payal, Ager estaba demasiado contento con su vida para
arriesgarla. Las anclas no tienen suficientes datos sobre los otros cuatro As
en la isla para hacer un anuncio sobre si alguno de ellos lo hizo por elección.

A Ivan no le gustaba pensar en el anciano A encerrado dentro de su


mente y cuerpo cuando Ager acababa de encontrar la libertad. Ivan no
entendía todo lo que ocurrió recientemente con las anclas, pero había
aprendido lo suficiente de Canto para saber que Ager, en el ocaso de su vida,
merecía la oportunidad de disfrutar esos años después de una vida de
servicio desinteresado.

Un golpecito en su pie, un susurro de pelo contra su piel.

Levantando la mirada, se encontró con la de Soleil... pero ella seguía


mirando a Krychek, con los ojos ligeramente entrecerrados. Sin embargo, el
deslizamiento del pelaje contra su piel continuó, una caricia fantasma.
Porque su Lei siempre estaba con él y se estaba volviendo posesivo con ese
regalo. Lo suficientemente posesivo como para tomar una muy mala
decisión si no tenía cuidado.

—¿Cómo puedo ayudarte? — A Ivan le iba bien con objetivos definidos,


porque un objetivo le permitía crear un plan de ataque—. ¿Qué necesitas
saber?

—La única forma de sacar a esa gente es colapsar la isla —dijo


Krychek—. Todos nuestros modelos afirman que sus mentes se volverán a
conectar inmediatamente a la red psíquica más grande disponible.

Ivan podía ver la lógica en eso: las mentes Psy necesitaban


biorretroalimentación para sobrevivir; sus cerebros comenzarían la
búsqueda de una nueva red en el instante en que la actual se cerrara.
—Así que quieres que encuentre una manera de colapsarla yo mismo,
o que te proporcione datos que te permitan colapsarlo.

—En pocas palabras. —Krychek se levantó, abrochándose la chaqueta


del traje mientras lo hacía—. ¿Cuándo puedes entrar a la isla?

—Hoy no, eso es seguro. —La voz de Soleil era más dura de lo que
jamás la había escuchado, y ella no bajó la mirada ni siquiera cuando
Krychek la inmovilizó con la suya—. Casi se fríe la primera vez. Entra ahora
y estará muerto.

Krychek miró fijamente a Soleil durante un largo momento y luego


dijo:

—Sanadora.

Soleil sonrió, y estaba llena de dientes, sus ojos ya no eran humanos.

—Los dejaré a ustedes dos para que resuelvan la logística —dijo


Krychek—, pero hay un límite de tiempo para esto. Ager Lii puede durar dos
días como máximo, los otros en coma cuarenta y ocho horas más, si tenemos
suerte.

Krychek se teletransportó con esa declaración escalofriante.

Soleil, con el pelaje aún erizado, gruñó.

—Es como hablar con un tiburón. No, tacha eso. Una vez conocí a un
tiburón cambiante: era despiadada, pero también apasionada por su clan.
Krychek, por otro lado... —Ella se estremeció.

—Tiene lo que los cambiantes llamarían una compañera —dijo Ivan


después de una pausa para permitir que la camarera les sirviera la comida;
era obvio que nadie había querido acercarse a su mesa mientras Krychek
estaba presente.

—Lo sé. —El ocelote se retiró de su mirada—. También Hawke de los


lobos SnowDancer. A algunas mujeres les debe gustar coquetear con la
muerte mientras están desnudas.

Ivan la miró fijamente.

Ella le devolvió la mirada, parpadeó.

—Vaya. —una sonrisa—. Ups. Sigo olvidando que soy una de ellas. —
Su sonrisa se desvaneció, sus ojos se deslizaron de humano a ocelote
nuevamente cuando dijo—: He estado sola tanto tiempo, Ivan. Tengo tal
deseo interno. Pero solo para ti.

Dentro de Soleil, su gato se acurrucó en una bola apretada. Su dolor


era intenso. La falta de contacto íntimo en su vida... de cualquier contacto
afectivo durante el tiempo transcurrido desde que se había despertado en
su cama de hospital, le había dolido y todavía le dolía.

Los privilegios de piel eran una parte integral de la vida de un


cambiante adulto. Los cambiantes no eran humanos ni Psy, necesitaban el
contacto físico para prosperar. Soleil tuvo la suerte de haber tenido afecto y
amistad en su vida, pero nunca encontró un verdadero amante. Todos los
privilegios íntimos de la piel que había intercambiado fueron con amigos
generosos y amables que habían sentido su hambre de tocar y se ofrecieron
a saciarla.

Una cosa de comodidad en lugar de placer carnal.

Soleil atesoraba su don del tacto, pero siempre se había preguntado


si había algo malo en ella que nunca había experimentado, el calor carnal
del que tantos de su clase hablaban, la tormenta de sangre que hacía que
un gato quisiera arañar, morder y marcar a su amante.

Sus ojos se movieron hacia arriba para encontrarse con los de un azul
hielo abrasador, el calor acumulado en ellos hirviendo. Y sus bragas se
humedecieron, su gato arqueando su espalda dentro de ella. No, no había
absolutamente nada malo en ella. Solo tenía que encontrar al hombre
adecuado.

—Quiero morderte —dijo, las palabras se le salieron de la boca antes


de que se diera cuenta de que las estaba pensando.

Él dijo:

—Nunca he estado desnudo con nadie. —Palabras potentes con


tensión, esa mirada peligrosa que nunca se apartaba de ella—. El sexo
estaba prohibido bajo el Silencio.

El mundo entero se retiró, el silencio un rugido paradójico en sus


oídos. Respirando más rápido, ella solo lo miró fijamente, incapaz de
imaginar que este hermoso y letal hombre nunca había compartido su
cuerpo con un amante. Pero entonces... no compartía mucho de sí mismo,
¿verdad? Escudos y murallas, esas eran las cosas que componían a Ivan.

—¿Qué? —Salió como una especie de palabra estrangulada, su voz


áspera—. ¿Ni siquiera después de la caída? —Su gata gruñó de celos ante
la idea de que alguien más lo tocara, pero también estaba enojada porque
se había negado a sí mismo el consuelo de un contacto físico tan intenso.

Como sanadora, sabía cuánto significaba tocar, no solo para los


cambiantes sino también para los humanos. Los humanos no lo necesitaban
en la misma medida que un cambiante, pero se marchitaban sin él de todos
modos.
Los Psy no podrían ser tan diferente.

Y un hecho era un hecho: el hombre era atractivo y sexy, e incluso si


nunca se hubiera quitado la máscara de hielo helado, a muchas mujeres les
gustaba bailar con peligro. No habría tenido ningún problema en llenar su
cama todas las noches si lo hubiera deseado.

Como convocada por sus pensamientos, la camarera volvió a la mesa.

—¿Todo está bien? —Preguntó brillantemente, inclinando sutilmente


su cuerpo hacia Ivan—. ¿Necesitas algo más? ¿Nada en absoluto?

—Todo está bien, —dijo Ivan, su tono cortés pero vacío de cualquier
pizca de emoción. Era como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de que la
mujer estaba babeando por él—. Gracias por su asistencia.

—Por supuesto. —La camarera sonrió tensa y se alejó.

Soleil casi sintió pena por ella. Ivan Mercant daba un golpe serio.

—Para responder a tu pregunta —dijo Ivan después de que la


camarera ya no pudiera oírlo—. La única mujer que he considerado en ese
contexto está sentada frente a mí. Saliste del bosque y algo dentro de mí
tenía hambre. Por tu sonrisa, por tus palabras y por tu tacto.

Sus mejillas se enrojecieron ante lo que aparentemente era una


recitación fría y cortante, sus pechos pesados y tensos.

—Come —dijo con voz áspera —. Vas a necesitar tu energía. —


Porque su gata había terminado de esperar, y también, al parecer, el hombre
con ojos tan fríos como la escarcha.

No podía apartar la mirada de él cuando comenzó a alimentar su


cuerpo con atención enfocada. Un cuerpo hermoso y afilado como un
cuchillo. Sus manos ansiaban trazar las líneas de sus músculos, aprender
los lugares donde estaba duro y donde era suave, acariciar con su nariz la
curva de su cuello, besar y lamer cada centímetro de tinta en su piel.

Levantando la cabeza sin previo aviso, Ivan se quitó la manga de la


chaqueta para revelar un dispositivo de comunicación tan pequeño como un
reloj. Cuando lo pasó por el lector de la mesa, ella se dio cuenta de que
también debía contener una ficha de crédito. La pantalla se iluminó en azul
para mostrar que habían liquidado su factura, junto con la propina
sugerida.

—Ivan…

Una sola mirada que dejó claro que no estaba de humor para esperar.
Y recordó... estaban unidos. De una manera que enviaba ráfagas erráticas
de información de uno a otro.

Y solo se había estado entregando a fantasías eróticas y salvajes.

Mientras miraba con el corazón en la garganta, él captó la atención de


un ayudante de camarero y le pidió al joven larguirucho, a quien la nariz de
Soleil le dijo que era un leopardo joven, que empaquetara su comida, en su
mayoría sin comer, para llevar.

—Lo más rápido que puedas. —Deslizó una ficha de crédito física
sobre la mesa, la cantidad que representaba igual a la mitad de su factura.

Con los ojos muy abiertos, el joven se movió y le devolvió la comida en


cuestión de minutos. El chico se guardó la propina después de que Ivan le
agradeciera su rápido trabajo, luego sonrió y fue a abrazar a Soleil sin
vacilar. Sonriendo, ella envolvió sus brazos alrededor de él y apretó con
fuerza. Él era uno de los suyos ahora, un cachorro para proteger.
Envolviendo sus brazos alrededor de ella a su vez, apretó su espalda
con la misma fuerza.

—Bienvenida a la manada —dijo, el olor de él agudo, joven y salvaje.

—Gracias bebe. —Simplemente salió, esa palabra suavemente


cariñosa.

Se sonrojó y agachó la cabeza, pero la tomó con una sonrisa en blanco.


Porque ella era una sanadora, y esta era una manada en la que los
sanadores eran apreciados y respetados.

Mientras se dirigía a la puerta, se dio cuenta de que no sabía el


nombre del niño. Pero eso estaba bien. Porque tenía su olor y él ya se sentía
lo suficientemente seguro con ella como para haberla abrazado. Incluso con
su mortal Psy justo a su lado todo el tiempo. Porque el niño había sentido
que Ivan no era una amenaza para él, los niños lo sabían, siempre lo sabían.

—Gracias por complacer al cachorro.

Un breve asentimiento.

—Estaba emocionado de verte.

Fue a responder, pero Ivan le puso la mano en la parte baja de la


espalda mientras salían por la puerta principal y su mente hizo un
cortocircuito, su gata recordaba exactamente dónde habían estado antes de
la pequeña interrupción. Su cuerpo volvió rápidamente a una disposición
tensa y exquisita. Quería arquear la espalda y gemir, el ligero contacto una
provocación que apenas podía soportar.

El sol en la calle era una quemadura en su carne sobrecalentada y


sobre sensibilizada, su ropa repentinamente demasiado pesada, demasiado
áspera contra la piel que solo quería tocar la piel.
— Ivan. — U n a súplica ronca.

Él t o m ó s u m a n o , la bolsa d e c o m i d a e n la otra.

— E s t a m o s y e n d o a casa. — P al ab ras frías y cont rol adas q u e s e


deslizaron sobre s u piel c o m o una caricia de la espada de asesino— . P uedes
c o m e r d espués.

D e s p u és.

Ella casi t uvo u n o r ga s m o e n ese m o m e n t o .


C apítulo 4 0
Amante, amante

Muere por mí

En este dulce beso

Esta carnal ...

—“Obra inacabada 7” de Adina Mercant, poeta (n.832, m.1901)

Ivan hacia su investigación antes de cada operación. Le gustaban los


planes, le gustaba haber elaborado todos los escenarios posibles.

Habría investigado sobre el contacto sexual con la misma


determinación si hubiera creído que Soleil volvería a su vida y querría
interactuar de esa manera con él. Pero no lo había hecho, por lo que no tenía
planes, nada más que un impulso físico urgente que amenazaba con borrar
de su mente todo pensamiento racional.

Luchó lo suficiente como para decir:

—¿Estás segura? Incluso sabiendo…

—Estoy segura. —Su voz estaba sin aliento por la velocidad de su


caminata, sus ojos ya no eran humanos... y las imágenes eróticas que
seguían destellando en su cerebro, sin advertencia, educativas.

Él podría hacer eso. Y eso.

Él dudó. Muchas de las imágenes eran de ella tocándolo,


acariciándolo. Como si ella lo considerara con tal compulsión como él la
encontraba a ella. Su pene amenazó con ponerse completamente erecto; la
única razón por la que no lo había hecho ya era porque, literalmente, había
invertido todos sus años de control en sofocar la reacción hasta que
estuvieron en el apartamento.

Aun así, apenas lo logró.

Cerrando la puerta detrás de ellos con una fuerza que nunca antes
había mostrado, usó la huella de su palma para activar la seguridad total,
luego ejecutó un escaneo telepático mientras Soleil subía corriendo las
escaleras delante de él. La siguió, con el corazón desbocado y la piel tan
caliente que casi esperaba ver salir vapor de ella.

No se detectaron intrusos en su escaneo telepático.

Lo configuró para que se ejecutara automáticamente en segundo


plano cuando entró en el dormitorio detrás de Soleil y cerró la puerta.
Primero, puso cuidadosamente la comida a un lado. Ella no comió, notó eso.
La alimentaría después, su necesidad de cuidarla era una fuerza impulsora.
Pero primero, tenía que tocarla, el hambre dentro de él era algo nuevo que
no tenía el lenguaje para describir.

Mientras se quitaba la americana, ella se quitó la chaqueta.

Solo se había desabrochado tres botones de la camisa cuando ella se


quitó las zapatillas y se rasgó el vestido por la cabeza. Su sostén se unió a
la pila de ropa un instante después. Su cerebro simplemente... se apagó.

Ella era…

Con la boca seca, tragó saliva, incapaz de apartar los ojos de ella
mientras caminaba hacia él, sus pechos rebotando un poco con cada paso.
Se detuvo cuando estaba casi a su lado y levantó las manos para apretar
sus propios senos, con los labios carnosos y las pupilas dilatadas.

—Ivan, necesito tu toque.

Ivan no necesitó más instrucciones.

Saliendo de su estado de congelación, cubrió la distancia que los


separaba de un solo paso y la atrajo hacia sí, con una mano en la nuca y la
otra en la parte inferior de la espalda.

Cuando ella jadeó, luchó por pensar.

—¿Fui demasiado rudo? —Un pequeño gruñido en respuesta, antes


de que su amante cambiante enganchara sus piernas alrededor de su
cintura con un solo salto, sus garras amasando suavemente sus hombros
mientras mordisqueaba su garganta. La erección de Ivan era ahora una cosa
de piedra, rígida casi insoportable, pero sus labios, sus dientes, su boca
mientras exploraba su garganta amenazaban con empujarlo al límite.

—No tengo control —gruñó.

Ojos salvajes sosteniendo los suyos.

—Yo tampoco. —Un sonido de desgarro, su camisa hecha jirones


alrededor de ellos.

Ivan cuidaba su ropa. Eran importantes. Excepto ahora. Ahora, solo


quería estar desnudo. Gimiendo cuando Soleil se pegó a su pecho desnudo
y reclamó sus labios para besarlo, le palmeó las nalgas con una mano y
caminó hacia la cama mientras se besaban.

La parte racional de su mente sabía que probablemente técnicamente


era muy malo en esa habilidad, pero a Soleil no parecía importarle. Ella lo
devoró, y él la devoró a ella a su vez, y todo el tiempo, sus muslos se
aferraron a sus caderas, como si fuera a escalarlo. Montarlo.

Soleil se alejó, sus labios se humedecieron después.

—Dios, sí. Quiero montarte hasta el olvido.

Otra transferencia a través de su vínculo.

Tirando de su cabeza hacia atrás con un puño en la suavidad de su


cabello, la besó fuerte y profundamente, usando todo lo que había aprendido
en la primera ronda. Cuando ella mordió ligeramente su labio y empujó sus
hombros, él la soltó directamente sobre la cama. Sabía lo que ella quería,
podía verlo en su mente. Destellos de su cuerpo, de su piel, de su pene
erecto.

Sus manos temblaban mientras trataba de desabrochar su cinturón.

—Joder. —Ivan rara vez juraba; se trataba de control, de mantener la


disciplina, pero hoy no tenía ninguna.

Cuando Soleil se puso de rodillas y se arrastró por la cama para


arrodillarse frente a él, con la cara a la altura de su abdomen, se olvidó de
respirar.

—Lei. —Sujetando su mano en su cabello otra vez, la dejó tomar el


control, dejó que ella desabrochara su cinturón, bajara su cremallera con
cuidado sobre el contorno acerado de su erección.

Negro, su mente se puso en negro.

Cuando se tambaleó hacia atrás, ella emitió un sonido retumbante en


su garganta que era mucho más que un gruñido. Pero no podía estar cerca
de ella y no romperse. Y él no quería que esto terminara. Quitándose los
zapatos y los calcetines, se arrancó lo que quedaba de su ropa.

Su erección sobresalía, húmeda en la punta.

Soleil estaba fuera de la cama y sobre él antes de que la viera moverse.

Cambiante.

Gata.

Tirándolo al suelo en una caída que él controló para que ella no


golpeara el suelo primero, frotó su cuerpo contra el de él, su erección
capturada entre sus muslos, deslizándose entre sus resbaladizos pliegues.
Y se dio cuenta de que ella debía de haberse arrancado sus propias bragas.

Su espalda se arqueó, sus ojos amenazando con rodar hacia atrás en


su cabeza. Agarrando sus caderas, la movió para que ella estuviera a
horcajadas sobre él. Luego dijo:

—Tómame. —Porque él era suyo, había sido suyo desde el momento


en que salió del bosque.

Ojos primitivos, pero dedos tiernos rozando sus labios, ella no se


apartó. Ninguno de los dos estaba de humor para despacio. Lento dolería
hoy. Moviéndose a su posición, presionó un beso en su garganta... y luego
lo tomó. Con una posesividad salvaje que lo dejó con finas marcas de garras
en el pecho y una ternura apasionada que hizo que su cabello los cubriera
con suavidad mientras lo besaba incluso mientras su cuerpo se movía con
erótico abandono.

Su cerebro no tenía vías para procesar esta experiencia, por lo que


simplemente se rindió y se entregó a ella. A su gata que lo poseía, en cuerpo
y alma. Y cuando su columna vertebral se trabó, todo su cuerpo se convirtió
en piedra antes de romperse en un millón de estrellas astilladas, ella cayó
por el borde con él, su grito alto y su cabeza echada hacia atrás para revelar
la línea de su cuello.

Llevaba la marca de sus labios.

***

Soleil no estaba segura de seguir viva. Podía escuchar el pulso de


alguien. Tal vez era el de ella. O tal vez era la del hombre sobre el que yacía,
su piel tatuada como su almohada y sus manos extendidas sobre él.
Estaban casi pegados con sudor, y su mano estaba cerrada en su cabello,
la otra en su trasero.

Le gustaba hacer ambas cosas, se dio cuenta vagamente. Eso estaba


bien con ella. Le gustaba. Habría dejado en claro si no le gustara. Y a él no
parecía importarle los ligeros rasguños que ella le había dado. Acarició sus
dedos sobre ellos ahora, sonriendo con satisfacción, la gata dentro de ella
engreída.

—Te he marcado.

Un gruñido debajo de ella fue la única respuesta.

Sonrió de nuevo, amasando suavemente su pecho con sus garras


mientras disfrutaba del contacto de todo el cuerpo con el hombre que era
su compañero. Por supuesto que lo era; no había duda sobre ese punto.
También descubrió por qué el vínculo no se había completado, porque su
Psy estaba tratando de protegerla.

Honestamente, estaría irritada con él si no lo adorara. También en


este momento, estaba borracha de placer. Los dedos de sus pies ni siquiera
podían curvarse, estaban tan perezosamente saciada.
Ella besó su pecho de nuevo.

Él flexionó los dedos en su pelo y los volvió a enroscar.

Mientras le acariciaba perezosamente el trasero, su mirada se posó en


un jirón de blanco no muy lejos.

—Maldita sea, —murmuró ella—. Ese fue mi último par de bragas.

—Iremos de compras. —Su voz era ronca y lánguida de una manera


que nunca antes había escuchado de Ivan Mercant.

Curiosa por saber cómo se veía él después de lo que había sido un


combate carnal desvergonzado, se obligó a incorporarse hasta quedar
sentada, con la mitad inferior contra su abdomen. Luego observó a su
amante.

Su cabello perfecto estaba deliciosamente revuelto, el azul hielo de sus


ojos nublados y sus labios delicadamente magullados. Magullados por los
besos. Tocándose los labios con los dedos, sonrió.

—Somos un par. —Y eso fue antes de que notara los rasguños en su


cuello. Oh, su gata era astuta, está bien. Lo había marcado donde nadie
podía pasarlo por alto.

Sus ojos se movieron de su cara a su garganta.

—¿Qué? —dijo ella. —

Yo también te marqué.

Encantada con la idea, quería encontrar un espejo, ver, pero más


quería estar con él, así que se acercó para que estuvieran nariz con nariz,
con el pelo tirado sobre un hombro para juntarse a un lado de su cuerpo.
—Hola.

Pasó una mano por su columna vertebral.

—Hola.

Solo se miraron y, oh, se estaban besando. Lentamente y con un


enfoque intenso, como si nada más existiera en el mundo entero. Y no lo
hacía, no por estos momentos en el tiempo atrapados entre pedazos de caos.
Éste tiempo era de ellos, y Soleil tenía la intención de disfrutarlo al máximo,
muy consciente de que las prioridades de Ivan tendrían que cambiar en el
instante en que recuperara su fuerza psíquica completa.

Ella era una sanadora, no tenía discusión con sus prioridades. Esa
gente lo necesitaba.

Pero ese momento aún no había llegado, así que ella podría
monopolizarlo sin culpa. Besarlo con exuberante erotismo mientras él la
tocaba como si nunca hubiera tocado algo tan hermoso, a pesar de que ella
era demasiado delgada, sus costillas y huesos de la cadera sobresalían,
apenas tenía curvas.

Luego estaban las cicatrices. Tantas cicatrices aparte de las familiares


del accidente de la infancia. Los cambiantes tenían una buena capacidad de
curación, pero ella estuvo gravemente herida y su cuerpo había dirigido su
energía para mantenerla con vida. Las cicatrices desaparecerían con el
tiempo, pero todavía estaban rígidas y evidentes.

Aquella en la que el hacha se le había clavado en la espalda era la más


profunda, pero había muchas otras, todas las cuales Ivan tocó y acarició al
igual que hizo con las partes no marcadas de su cuerpo. Como si la estuviera
aprendiendo pieza por pieza.
¿Y la forma en que la había mirado cuando ella se desnudó por
primera vez para él? Oh, el hombre había estado obsesionado con sus
pechos, no le había importado un comino las cicatrices. Solo había querido
poner sus manos sobre ella. Hizo que sus labios se curvaran mientras
bajaba por su cuerpo.

Porque su Ivan había amado su cuerpo antes, y amaba su cuerpo


ahora. Podía imaginárselo tocándola igual cuando ella fuera una anciana de
ciento veinte años con la piel gastada por la vida y los huesos que ya no
funcionaban igual. Y, oh, cómo esperaba que tuvieran ese momento, y todas
las que vinieran antes.

Besando la imagen de ella que él había escrito en su piel, se encontró


siendo levantada por un suave tirón de su cabello cuando se habría
deslizado más abajo.

Levantando la cabeza, dijo:

—No he terminado.

—Quiero saborearte como lo imaginaste.

Soleil separó los labios para preguntar de qué estaba hablando, pero
luego le apretó las caderas para empujarla hacia arriba y ella entendió. Todo
su cuerpo se calentó. Se sonrojó ante la pura desfachatez de sus
pensamientos, pero fantasear con cosas malas con su hombre no era un
crimen.

—Necesitamos controlar este vínculo —murmuró, con las mejillas


calientes.

Ivan moldeó sus nalgas con sus manos.


—No. Me gustan las instrucciones y sugerencias en esta área. —Luego
la instó a que subiera más.

Y como tenía tanta fuerza de voluntad como un fideo cuando se


trataba de resistirse a él, fue. Arriba y arriba. Hasta que él agarró sus
caderas para mantenerla en posición y saboreándola exactamente como ella
había fantaseado.

La volvió loca.

No se trataba de técnica o sofisticación. No, se trataba del puro


entusiasmo de Ivan Mercant por la tarea. Él la exploró con su lengua y sus
labios como si no pudiera tener suficiente de ella, su atención al detalle en
una demostración deliciosa. Soleil gimió y se corrió.

Él la lamió a través de ello.

Después comenzó todo de nuevo, luego de presionar un tierno beso


en el interior de su muslo.

Dios, el hombre era letal.


Capítulo 4 1
Querida tía Rita,

He estado saliendo con mi vecino Psy durante un mes y las cosas se


están poniendo físicas. Solo que el caso es que es virgen. Estoy bien con eso,
pero creo que se siente un poco perdido, así que detiene las cosas cada vez
que las llamas comienzan a arder.

¿Qué crees que podría hacer para tranquilizarlo? Porque realmente,


realmente quiero saltar sobre sus huesos de bombón (Le pregunté si quería
intercambiar privilegios de piel y obtuve un sí definitivo).

Potra que quiere estar desnuda

Querida Potra que quiere estar desnuda, Lo primero: es posible que


debas reducir la velocidad de este tren expreso a Villa Orgasmo para permitir
que tu amante te alcance. Recuerda, los Psy acaban de comenzar a abrazar
el tacto. En segundo lugar, sugiero dejar el número actual de Mujer Salvaje
tirado por ahí cuando él esté cerca, abierto en la página 27. De nada.

Tía Rita

—Del número de agosto de 2083 de la revista Mujer Salvaje:


“Privilegios de piel, estilo y sofisticación primitiva”

Soleil estaba perdida. Porque si esta era la educación sexual de Ivan


Mercant, definitivamente no se sentía como la maestra.

—No más. —Ella tiró de su cabello después de que un segundo


orgasmo la sacudiera, sus músculos internos se apretaron una y otra vez.
Otro beso en su muslo antes de que él la soltara para que pudiera
deslizarse hasta colapsar sobre su cuerpo. Su polla, dura y lista, quemó una
línea de calor contra su muslo.

—Estoy dispuesta a hacerlo —logró jadear—, pero mis músculos


parecen haberse derretido.

Una gran mano en su cabello, un beso presionado a un lado de su


cara, el aroma de Ivan en cada respiración mientras él se sentaba, llevándola
con él. Luego estuvo de alguna manera sobre sus pies con ella en sus brazos.
Seguía olvidando lo bien entrenado que estaba, sus músculos afilados hasta
el límite.

Colocándola en la cama, él bajó sobre ella, y mmm, a ella también le


gustaba esta posición. Su peso sobre ella se sentía tan bien, y sus ojos
estaban allí para que ella los mirara y viera cuán lejos se había ido. Con los
párpados pesados, las pupilas dilatadas, este no era el Ivan Mercant que
mantenía el mundo a raya.

Este era su Ivan.

Palmeando su pecho, dijo:

—Necesito estar dentro de ti primero. —Y luego estaba usando esa


mano para empujar sus muslos para poder explorarla con sus dedos. Metió
un dedo dentro de ella, contuvo el aliento, antes de sacar el dedo dispuesto
a deslizar su polla dentro de ella.

Se tomó su tiempo, teniendo cuidado con cuánto de su peso recaía


sobre ella. Podría haberlo apurado, pero era demasiado perezosa... y le
gustaba cómo la cuidaba. La hacía sentir querida, deseada y adorada. Ella
acarició y mimo sus hombros, dejando besos donde podía alcanzar porque
quería que él sintiera lo mismo.
La cabeza roma de su polla empujó dentro de ella.

Ella suspiró, su carne complacida temblando a su alrededor. Ella hizo


que su cuerpo perezoso se moviera lo suficiente como para tomarlo más
profundo, con las piernas abiertas, las rodillas levantadas y fue un hermoso
deslizamiento de carne sobre carne, calor sobre calor, sus cuerpos todo
sudor y placer. Una vez dentro de ella hasta el final, la presión
deliciosamente intensa, se estremeció, luego palmeó su pecho de nuevo.

Se sentía como miel dulce y caliente en sus venas esta vez, un viaje
más lento y más profundo, la intimidad aún mayor por lo lento que lo
tomaron. Todos los besos, todas las caricias. Todos los susurros contra los
labios del otro mientras aprendían qué le producía placer al otro.

Después, yacieron enredados, cara a cara, y hablaron.

Cuando ella dijo:

—Háblame de tu familia —él le habló sobre Canto, el ancla que era el


hermano mayor de todos; sobre Arwen, el empático que no podía evitar
cuidar a cada miembro de su tribu personal; de Silver, la negociadora de
ojos fríos que era "Ena en entrenamiento”; sobre los miembros más jóvenes
que la familia mantuvo protegidos del mundo y, por supuesto, sobre su
poderosa abuela.

Y ella pensó: Él los ama, aunque no lo reconozca. La hacía feliz que él


hubiera tenido amor en su vida, ya sea en forma abierta o encubierta. El
amor era amor y alteraba los caminos de la mente y del corazón, enseñaba
a la persona que la vida no era sólo dolor. Incluso su madre, pensó, lo había
amado a su manera rota.

Como si hubiera escuchado sus pensamientos, dijo:


—No era solo oscuridad con mi madre. Uno de mis primeros recuerdos
es el de nosotros dos escabulléndonos en un patio de recreo después del
anochecer, ambos riéndonos mientras nos arrastrábamos bajo el eslabón de
la cadena. Debía haber estado tomando Jax para que su Silencio fuera tan
malo, pero no mostraba ningún efecto externo en ese momento.

—Esa noche, ella me empujó en el columpio y giramos juntos en una


calesita. Más tarde, me miró mientras trepaba de un lado al otro del
gimnasio de la jungla. Y después, recuerdo que ella comió, que nos sentamos
en una mesa de picnic, comimos, bebimos y me fui a dormir a una cama
calentita.

A Soleil le dolía el corazón por esa joven y su hijo.

—¿Sabes cómo cayó en el Jax?

—Fue difícil sacarle información real, y yo era muy joven. Ni siquiera


recuerdo si alguna vez me dijo algún otro apellido que no fuera Mercant, la
única pista que tengo es un anillo que dijo que era un recordatorio de dónde
venía, pero ni siquiera la abuela pudo rastrearlo hasta una familia en la red.

—No tiene un emblema real, solo una especie de línea oscilante que
no coincide con nada en los archivos de la red. Yo también busqué, una vez
que fui mayor. Mi madre siempre lo usó, así que estoy seguro de que no
mintió sobre sus orígenes, pero también creo que lo tomó exactamente por
esa razón, porque no se podía rastrear.

—¿No lo usas?

—Lo guardo conmigo, pero es… —Cuando él vaciló, como si buscara


las palabras adecuadas, ella dijo:
—Lo entiendo. Es complicado. —El anillo era tanto un símbolo de
dolor como un recuerdo.

Ivan la dejó pasar los dedos por su cabello, dejó que lo acariciara.

Varios minutos después dijo:

—Recuerdo que dijo una vez que nació en una familia de víboras. El
Jax era un escape para ella. Lo vio como una rebelión. Yo lo vi como rendirse.
—Sin ira en su tono, nada más que viejos recuerdos.

Trazó la cicatriz de su rostro con un dedo suave, de la misma manera


que ella podría trazar uno de sus tatuajes. Porque era parte de la historia
de su vida.

—¿Cómo fue —preguntó —, tener una madre humana y un padre


cambiante?

—Era lo normal para mí —susurró ella—. Solía abalanzarme sobre


ella en mi forma de ocelote y ella chillaba, luego me frotaba la barriga, me
besaba la cara y me decía que era la gatita más linda del mundo. —El
recuerdo dolía, pero también era hermoso.

—A veces, me atrapaba cuando estaba siendo una cachorrita muy


traviesa y me hacía cosquillas en el estómago hasta que no podía dejar de
reír. Me gustaban las cosquillas, porque nunca lo hacía cuando yo no estaba
de humor y porque ella siempre se reía, las dos histéricas cuando mi padre
nos encontraba. Todavía puedo recordarlo parado allí, mirándonos a los dos
y sacudiendo la cabeza. —Esos habían sido los mejores días, días saturados
de una especie de sol eterno en sus recuerdos.

—Mi padre a veces dormía en forma de ocelote, otras veces en forma


humana. Podía encontrarlo en cualquiera de las dos formas cuando me
despertaba temprano e iba a saltar sobre ellos para despertarlos. —Ella
sonrió ante el recuerdo de sus travesuras infantiles. —Una cosa que
recuerdo es que siempre se tocaban cuando los encontraba dormidos, su
mano en puño sobre su pelaje o sus brazos alrededor de ella.

Ella le habló de sus viajes por carretera y le contó de su último viaje


juntos. El automóvil se salió de la carretera, matando a su padre en el
impacto, dejando a su madre gravemente herida y sangrando mientras el
olor acre del combustible llenaba el aire y los vientos de tormenta aullaban
afuera.

Cómo su madre le había dicho que saliera en caso de una explosión,


y cómo había tratado de ayudar a su madre solo para sentir que el amoroso
y brillante talento de la vida de Hinemoa Bijoux se desvanecían. Cómo un
automovilista que pasaba la había encontrado sentada muda,
ensangrentada y empapada por la lluvia al lado del auto mucho tiempo
después.

Ivan le acarició la espalda, la abrazó y ella pudo soportar pronunciar


las palabras.

Otra pregunta, otra respuesta. Otro vistazo el uno al otro.

Tantas cosas de las que ella e Ivan hablaron mientras yacían juntos,
DarkRiver y Mercant, Psy y cambiante, Lei y su Ivan, y el mundo entero fue
perfecto durante un solo fragmento de tiempo.
Capítulo 4 2
Me dijeron que estaba rota. Me dijeron que era defectuosa.

—Sascha Duncan, cardinal E y desertora (2079).

Soleil podía sentir la tensión en Ivan mientras la acompañaba de


regreso al cuartel general de DarkRiver después de que finalmente hicieran
sus mandados, que incluían algunas compras de ropa, incluida la ropa
interior. La cual, por supuesto, no tenía puesta ahora, ya que no estaba
dispuesta a ponerse ropa íntima sin lavarla primero.

Lo que significaba mucho flujo de aire a través de su vestido, hasta el


lugar sensible entre sus muslos. Tan tierno. No estaba en lo más mínimo
arrepentida. Adoró cada instante de lo que la llevó a esa sensibilidad. Pero
ahora, su tiempo había terminado: Ivan no recuperó por completo su fuerza
psíquica, pero necesitaba volver con los cachorros; era demasiado pronto
después de su regreso para que ella desapareciera por un día entero.

Su gata los extrañaba desesperadamente.

Le había hecho prometer a Ivan que no pondría un pie en la isla sin


darle suficiente tiempo para volver a él, para poder sacarlo mucho antes de
que se volviera peligroso. Nunca más quería verlo tan inmóvil y frío, su
mente y su cuerpo en peligro de una separación permanente.

La aterrorizaba que él fuera a intentarlo de nuevo, pero como


sanadora, entendía el impulso de ayudar. Y entendía que Ivan Mercant era
un héroe, aunque él nunca lo hubiera dicho así; este hombre nunca elegiría
protegerse a costa de la vida de los demás.
Ella lo miró de reojo con una oleada de posesividad protectora. Parecía
fríamente cortés y distante, su Psy, cuando ella sabía que él era todo menos
eso con la gente a la que dejaba entrar. Había combinado la americana que
le gustaba con otra camisa negra de su armario, ya que ella había
destrozado la anterior, llevaba vaqueros y botas, el pelo bien peinado y
anteojos de sol espejados sobre los ojos.

Él enganchó su mochila sobre un hombro.

La mitad de ella quería saltar sobre sus huesos de nuevo, mientras


que la otra mitad estaba tan tensa como un trozo de cuerda de guitarra. No
era que Ivan tuviera problemas con su necesidad de ir a ver a los cachorros,
o incluso con la promesa que le había hecho. No, con lo que tenía un
problema era con el hecho de que no podía llevarla de regreso a su territorio,
su bienvenida allí era dudosa ya que su vínculo de emparejamiento seguía
siendo algo extraño a mitad de camino. Se habría arriesgado, pero Soleil no
estaba dispuesto a hacerlo, significaba demasiado para ella.

Pero cuando, después de otro beso voraz, hizo un movimiento para


entrar al cuartel general, su gata luchó contra ella. Duro. Tan fuerte que ella
gruñó, la rebelión y la necesidad brotaron en cada vena y arteria.

Fríos dedos masculinos se cerraron sobre su muñeca al mismo


tiempo, y cuando ella giró la cabeza hacia atrás para mirarlo, vio que Ivan
se había quitado las gafas de sol para revelar unos ojos completamente
negros. Sus dedos se apretaron, su mandíbula se movió, la tela de su
chaqueta se tensó sobre sus hombros.

—Estoy luchando para liberarte. —Salió tan afilado como una


cuchilla.
Con las garras ya fuera, podría haberlo golpeado, pero no tendría
sentido. Esto no era algo unilateral. Su gata tampoco estaba lista para
soltarlo, la necesidad de abrazarlo era una compulsión violenta.

Una telaraña de plata brillante en su mente, los hilos duros y


cortantes hoy, listos para formar una celda. El futuro que Ivan previó para
sí mismo, su mente encerrada detrás de escudos tan brutales que atacarían
salvajemente a este hombre que arriesgó su vida para salvar a extraños,
cuya lealtad a su familia era absoluta... y que haría cualquier cosa por Soleil.

Ivan Mercant, ella entendía en su interior, no tenía límites cuando


amaba.

Su gata golpeó la horrible imagen de la proto-jaula, rompiéndola en


pedazos mientras ella lo acercaba más, hasta que estuvo lo suficientemente
cerca como para poder soltar su mano.

—Es hora de hablar con Lucas.

Con los ojos aún negros como la tinta, Ivan dijo:

—Esto no es normal —Su mandíbula se trabó—. Mi habilidad... creo


que te ha envuelto en sus hilos.

—El asidero es mutuo —dijo—. Veamos cómo lidiar con eso. Porque
me niego a separarme de los cachorros o de ti.

Entraron en el cuartel general.

El recepcionista era un joven asiático delgado con una gran sonrisa


que se desvaneció después de ver a Ivan.

—Tendré que llamar. —Se había puesto de pie en la entrada, ahora


buscó el comunicador.
Sin embargo, antes de que pudiera activarlo, una figura familiar
apareció por el pasillo. La dominante pelirroja que Soleil había visto en la
calle, esta vez con un niño en brazos, un niño de cabello castaño rojizo con
pantalones cortos de color canela y una camiseta azul marino con cuello de
polo que estaba profundamente dormido sobre su hombro, con la cabeza
vuelta hacia su cuello y uno pequeña mano acurrucada contra su pecho.

Llevaba vaqueros ajustados de un azul lavado, con una camiseta


blanca ceñida a la cintura, sus botines de un toque rojo y su cabello recogido
en una suave cola de caballo. La ágil musculatura de ella fluía sobre curvas
y valles, su condición de depredadora era obvia para cualquiera que tuviera
ojos.

Igualmente obvio fue que era deslumbrante, el tipo de deslumbrante


que era un golpe en la cabeza que dejaba a un hombre viendo estrellas.

—Yo me encargaré, Aaron —dijo con la calidez firme de un dominante


que confiaba en su poder, no necesitaba posturas ni flexiones.

El joven recepcionista se retiró, y solo entonces Soleil se dio cuenta de


que había estado alerta. Puede que fuera delgado, pero era un dominante,
probablemente un soldado completamente entrenado. Por supuesto,
DarkRiver no tendría a alguien que pudiera abrumarse fácilmente en la
recepción.

—Mi nombre es Mercy —dijo la pelirroja—. Centinela. Aaron aquí es


un joven soldado a cargo de un pequeño equipo de seguridad; lo extrañarán
cuando pase a los rangos superiores el próximo año, pero Aaron es
demasiado brillante para ser retenido solo por su edad. Aaron, conoce a Ivan
Mercant. —Diversión en sus ojos—. Soleil es nuestra nueva sanadora,
estudió con Yariela.

Sonrojándose por el elogio de la centinela, Aaron levantó una mano.


—Hola. Soy amigo de Duke. Habla todo el tiempo sobre cómo estuviste
allí en el frente, cómo peleaste y luchaste para ayudar a las personas. Dijo
que nunca supo cuánto coraje podía tener un sanador hasta que te vio
recibir golpe tras golpe y seguir adelante.

Soleil nunca tuvo mucho que ver con el joven soldado, por lo que saber
que Duke la había recordado con tanto honor… importaba. Tragando el
nudo en su garganta, dijo:

—Es un placer conocerte, Aaron. Tendré que abrazar más fuerte a


Duke cuando lo vea.

Aaron sonrió y luego saludó con la cabeza a Ivan.

—Te seguí por toda la ciudad. Se siente raro ahora. Lo siento.

—Era trabajo —dijo Ivan. —No hay ofensa.

Cuando Aaron volvió a tomar asiento, Mercy rozó con los dedos la
mejilla de Soleil en una bienvenida inesperadamente amable.

—¿Estás aquí para ver a Luc?

Cuando Soleil asintió, Mercy comenzó a conducirlos escaleras arriba.


A pesar de la simpatía exterior de Mercy, Ivan mantuvo la guardia,
consciente de que estaba en presencia de uno de los miembros más letales
de DarkRiver. Los dominantes con cachorros para proteger eran letales y,
según su investigación, Mercy Smith ya había sido letal antes de eso para
empezar.

—Te presentaría a mi pequeño gamberro —dijo, palmeando la espalda


del niño—, pero finalmente se quedó dormido después de discutir conmigo
que no necesitaba una siesta. No pensarías que un bebé de poco más de un
año podría discutir, pero Ace claramente obtuvo sus genes demoníacos de
mis hermanos y de mí.

Un beso presionado en la parte superior de la cabeza de su hijo que


contenía una ternura no oculta. La vista hizo que las tripas de Ivan se
apretaran con recuerdos mucho menos bucólicos. Su madre lo había besado
de esa manera a veces, pero al mismo tiempo arrastraba las palabras, su
mente ya caminaba por los pétalos de la flor cristalina.

—Es adorable —susurró Soleil a su lado, su sanadora con el corazón


hecho de dulzura y empatía.

—¿Te ofreces de niñera? —Malvada diversión felina—. Una


advertencia: viene como parte de un paquete de tres. Dos niños y una niña.
Todos con una parte completa de los genes demoníacos antes mencionados.
Su pobre papá no tenía idea de lo que se avecinaba.

—¿Trillizos? —La sola palabra de Soleil fue un jadeo. Luego,


inclinando un poco la cabeza, dijo—: Juro que puedo oler a lobo en los dos.
Es tan profundo... Oh. El pobre papá es un lobo.

Ivan no estaba tan sorprendido por la noticia. Sabía que Mercy Smith
estaba emparejada con uno de los lobos SnowDancer. Era otro hilo que unía
a las dos manadas. El niño en sus brazos era un eslabón más, en lo que
efectivamente era la alianza de manadas más poderosa del país.

No era de extrañar que su abuela estuviera intrigada por ellos.

Cuando Ivan se inclinó hacia adelante para abrir la puerta del área de
arriba, recibió un sonriente

—Gracias —de parte de Mercy. No tomó eso como una indicación de


que había sido aceptado por la manada.
El área inmediata más allá de la puerta era un espacio abierto con
varias estaciones de trabajo. Varios estaban vacíos en ese momento, pero
un hombre con el pelo de un rubio blanquecino impactante trabajaba en
una mesa de dibujo, dos mujeres estaban de pie frente a una pizarra
pensando en lo que parecía ser un plano residencial complejo, mientras que
un par de otros compañeros de manada estaban sentados en las estaciones
de computación.

Ivan reconoció varios de ellos de su investigación.

Todos y cada uno de ellos dirigieron a Soleil un saludo o una sonrisa


de bienvenida.

La felicidad de su gato hizo eco en su vínculo. Porque estaba con su


manada. Con su familia. Esperó una punzada de envidia o celos, que la
araña se flexionara dentro de su monstruoso caparazón, pero no llegó.
Porque sabía lo que era estar solo; ni siquiera la parte más oscura de él
envidiaba a Soleil las ataduras de la manada.

Pero donde Soleil había recibido sonrisas amistosas, Ivan obtenía


miradas entrecerradas. No eran hostiles. Más bien confundidas. Porque los
gatos percibían un vínculo que no debería existir, un vínculo que tenía que
romper si quería mantener a salvo a Soleil… excepto que no creía que
pudiera dejarla ir. Nunca más podría dejarla ir.

Mierda.

—¡Las presentaciones más tarde! —Mercy dijo a la habitación y luego


se volvió hacia Soleil—. Luc tiene que salir para una visita al sitio en media
hora, así que tenemos que atraparlo antes de eso.

Agachando la cabeza por la puerta abierta de la oficina en el otro


extremo de la habitación, Mercy dijo:
—Luc, nuestra nueva sanadora necesita tu atención. Ah, y su señoría
me ha informado que él, Belle y Micah quieren venir a jugar con Naya. ¿Será
factible mañana?

La mano de Soleil apretó la de Ivan. Cuando la miró, vio una especie


de asombro desconcertado en su expresión.

—¿Qué es? —murmuró por lo bajo, mientras Mercy se reía de algo que
Lucas había dicho, su voz inaudible para Ivan excepto como un retumbo
bajo.

—Ni una sola vez en todos mis años —susurró Soleil—, he visto a un
SkyElm dominante hablar tan casualmente con nuestro alfa. Como un
amigo y un igual. —Ojos enormes, una sonrisa temblorosa—. Hay tanto que
tengo que aprender sobre mi nueva manada, Ivan.

Mercy se volvió hacia ellos antes de que pudiera responder.

—Entra. Me dirijo a la guardería para devolver al fugitivo y mirar a los


otros lobardos.

—¿Lobardos? —Soleil se llevó las manos a las mejillas y su sonrisa


temblorosa cambió a una de puro deleite—. ¿Llamas lobardos a los trillizos?
No puedo manejarlo.

Riendo, Mercy acarició la espalda de su hijo dormido.

—Ven en algún momento después de que te hayas instalado. No puedo


prometer paz, pero puedo prometer que los pequeños revoltosos serán
encantadores mientras te atraen hacia sus planes.

Luego ella se fue y estaban en la oficina de Lucas, Ivan cerró la puerta


detrás de ellos para garantizar la privacidad.
La oficina del alfa presentaba un escritorio, una gran ventana que se
podía abrir y estantes que contenían varios artículos, incluidas huellas de
manos enmarcadas hechas con pintura de colores. El tamaño de esas
huellas le dijo que eran de un niño. Su hija, la Naya que Mercy acababa de
mencionar.

El mismo Lucas se movió para pararse frente a su escritorio.


Cruzando los brazos sobre el pecho cubierto por una camiseta, se recostó
contra su escritorio. Míralo con su camiseta negra y sus jeans azules
desteñidos, y nunca sabrás que él era el director ejecutivo de una importante
empresa de construcción.

—Entonces —murmuró, ojos verdes de pantera yendo de uno a otro


—, ustedes dos han completado el apareamiento… O algo así. Todavía está
apagado de una manera que no puedo resolver, pero los lazos de olor están
incrustados tan profundamente ahora que ninguna ducha los eliminará.

El corazón oscuro de Ivan rugió en un triunfo silencioso y salvaje. Ella


era suya Luchando contra ese triunfo, se obligó a exponerlo.

—Tengo una estructura cerebral defectuosa—, dijo, ganándose un


gruñido bajo de Soleil —. Puede estar afectando cómo funcionaría
normalmente ese vínculo.

Los ojos de Lucas no se enfriaron, su expresión era difícil de leer

—Sabes —murmuro—, otros Psy me dijeron una vez que eran


defectuosos, imperfectos. Resultó que estaban equivocados.

—No estoy equivocado—. Ivan podría desear que lo fuera hasta


volverse azul, pero tenía los escáneres cerebrales para demostrarlo —. Daño
por el uso de Jax por parte de mi madre mientras me cargaba.
L a s pupilas d e L u c a s s e encendi eron.

— Entiendo— , dijo antes de cambiar s u atención a Soleil. — Tú eres la


s a na do r a. ¿ Q u é si ent es?

— É l e s m í o . — C o n t u n d e n t e , di scut idor, p a r a n a d a s u m i s o — .
S i m pl em en t e está siendo terco y abn ega do.

— Lei. — Sabiendo que ella nunca se doblegaría en este punto, se volvió


haci a s u alfa — . N o es s eg ur o q u e ella esté vi n c ul ad a a m í . L a liberaría —
las pal abras arrancadas del él— , pero n o p u e d o ver el vínculo.

L u c a s s e frotó la m andí bul a.

— M i c o m p a ñ e r a m e di ce q u e l os sa n a d o r e s c a m b i a n t e s t i ene n
habilidades psíquicas, pero es u n tipo d e habilidad psíquica que n o se pued e
m ed i r en el Gradi ente P sy, y n o es visible par a los sentidos P s y habituales.

E s o encaj aba con t odo lo que Ivan habí a aprendi do durant e su t i em po


con Soleil.

— N u e s t r o v í n c ul o e s real. — S ol ei l s o s t u v o l a m i r a d a d e s u alfa, s u
c o r a j e i n q u e b r a n t a b l e — . N e c e s i t o est ar c o n N a t t i e y R a z i , p e r o t a m b i é n
necesito estar co n Ivan. Qui ero q u e tenga perm iso para entrar en el territorio
d e la m a n a d a .

Lucas se en derezó en toda su altura y descruzó los brazos para colocar


las m a n o s e n l as cad e ra s.

— Los c om pañeros n o se traicionan unos a otros — dijo.

N o era u n a pregunt a, pe ro Iv an respondió d e t odos m o d o s.


—Me cortaría la garganta antes de traicionar a Soleil, y ella es leal a
DarkRiver. Tienes mi palabra de que no haré nada para poner a la manada
en peligro.

—Lo sé. Soleil es una sanadora. Sus compañeros son inevitablemente


protectores.

Soleil se irritó junto a Ivan.

—Ejem.

Su alfa negó con la cabeza.

—No significa que no puedas protegerte, pero no lo harás si te


encuentras en una situación en la que hay personas heridas. Tu primer
instinto será ayudar. La voluntad de Ivan será volarle la cabeza a cualquiera
que intente hacerte daño.

Ivan decidió que le gustaba Lucas Hunter; el hombre lo entendía.

Dentro de su mente, el gato de Soleil se sentó malhumorado porque


sabía muy bien que el alfa no estaba equivocado.

—Te han asignado un nido cercano a Yariela, así como a Salvador y


los dos cachorros —le dijo Lucas a Soleil—, y ellos tienen que ser mi
prioridad. —Una mirada a Ivan —. ¿Eres seguro alrededor de los niños?

Ivan pensó en la araña que estaba agazapada y dispuesta dentro de


su cabeza.

—Actualmente, tengo control total sobre mis acciones y nunca le he


hecho daño a un niño. Pero puedo desestabilizarme sin previo aviso.
—Idioteces —dijo Soleil, tan enojada con él por cómo se veía a sí
mismo que se olvidó de sí misma frente a su alfa.

Lucas no reaccionó excepto para levantar una ceja. Podría ser mucho
más peligroso que Monroe, pero su presencia era mil veces más estable.
Soleil tenía la sensación de que este hombre nunca se había vuelto loco: era
el corazón tranquilo de la manada, el que estabilizaba a todos los demás.

Su olor por sí solo fue suficiente para consolar a su gata, y ella nunca
antes había tenido esa experiencia. Por primera vez en su vida, entendió lo
que significaba cuando los cambiantes decían que tenían un buen alfa. A
pesar de lo que acababa de pensar, se dio cuenta de que no se trataba de
personalidad, de si un alfa era sociable o callado, lleno de risa o más
inclinado a sonreír de vez en cuando. Se trataba de su capacidad de ser el
centro que sostuviera, sin importar qué.

Y se trataba de corazón.

El corazón de Monroe había sido una cosa pequeña y celosa.

El de Lucas era lo suficientemente amplia como para abarcar a todos


y cada uno de los miembros de su manada, y eso incluía a perros callejeros
como ella que habían sido envueltos en la manada. Ahora era una de los
suyos, era un gato de DarkRiver.

—Por la seguridad de los vulnerables —dijo en ese momento—, voy


a hacer que te trasladen a un nido en el borde mismo de nuestro territorio
forestal. Significará una carrera de treinta minutos para visitar a los
cachorros.

Soleil quería abrazarlo. Así que lo hizo.

—Gracias.
Cálidos brazos alrededor de ella, cariño dado libremente por este
hombre que no tenía necesidad de ser cruel para aferrarse al poder.

—Te daré la ubicación ahora —dijo después de que se separaron—.


Ustedes dos puede conducir hasta allí solos. No hay restricciones para ver
a nadie en la manada, pero solo tú, Soleil, puedes ir a lo profundo en el
territorio hasta que Ivan esté seguro de su control. De lo contrario, tienen
que venir a ti.

—Por supuesto. —Soleil no creía que Ivan fuera una amenaza de


ninguna manera, pero no estaba dispuesta a romper la fe de Lucas en ella,
especialmente cuando Ivan estaba decidido a pensar lo peor de sí mismo.
Incluso ahora, sintió las lúgubres sombras amenazando con inundar la
brillante plata besada por las llamas de él—. Gracias por tu confianza.

Una sonrisa lenta.

—Te siento dentro de mí, sanadora de DarkRiver —murmuró—. Sé


quién eres hasta la médula.

Lucas dirigió sus siguientes palabras a Ivan.

—He hablado con tu abuela. Ella también es un alfa y ha formado una


poderosa y orgullosa manada de hijos y nietos. Ena me ha dado su palabra
de que tu familia desea ser un aliado y no un enemigo

—Mi abuela no miente, no cuando dice las cosas con tanta franqueza
—dijo Ivan, y Soleil se sorprendió por sus palabras.

Para sorpresa de Soleil, Lucas se rió entre dientes.

—Soy un gato, Ivan. Entiendo todo sobre deslizarse a través de


pequeñas aberturas y sacar presas sin previo aviso. Pero cara a cara,
depredador a depredador, no hay sofismas. Usamos solo nuestra verdadera
piel. —Se enderezó. —Ya veo por qué tu abuela tiene a un gran admirador
en Valentín.

Su mirada se dirigió una vez más a Soleil, esos ojos verdes la


absorbieron. Y ella pensó que estaba juzgando su estado, su bienestar.
Cuando no dijo nada, sino que se limitó a indicarles la ubicación de la
guarida, supo que decidió que ella podía manejar la situación. La confianza
de su alfa en ella significaba tanto que amenazaba con cerrarle la garganta,
su gata abrumada de la mejor manera.

El Psy que acababa de enfurecerla le apretó la mano en un silencioso


consuelo.
Capítulo 4 3
S i bi en los úl ti m os esc an e os n o m u e s t r a n c a m b i o s e n s u cerebro, m e
p r e o c u p a e l a u m e n t o d e l os ni vel es d e a ct i vi d ad n e u r o n a l c e n t r a d o s e n l a
región afectada.

— Dr. Jam al R aul a Ivan M erc ant (18 de junio d e 2083).

Soleil giró hacia Ivan en el instante e n q ue estuvieron solos en el auto


q u e c o n d u j o des d e el est aci onam i ent o m i en t r as ella hací a u n a visita r ápi da
a la guarderí a.

— ¡T u cerebro n o es defectuoso! — dijo ella— . Diferente n o es igual a


u n defecto.

S e alejó del cuartel general con u n m ovi m i ent o fluido.

— U n a p a rte d e m i c e r e b r o est á l i t er a l m en t e d e f o r m a d a . — U n t o n o
hel ado q ue n o era el m i s m o q u e usaba co n los extraños; este, estaba segura,
e ra u n e s c u d o c o n t r a l a ira al roj o v i v o — . N o h a y f o r m a d e e n d u l z a r es o,
borrarlo o cambi arl o. E s u n a parte indeleble d e qui é n y q u é soy.

— T a m b i é n m i s cicatrices — di j o Soleil, t o c á n d o s e l a q u e t ení a e n la


cara— . ¿E so m e hace defectuosa?

P uso el coche en m o d o de conducci ón m anual y tiró con fuerza de u n o


d e los controles.

— N o es lo m i sm o. — Sin chasquidos, s u voz incluso... y su m andíbul a


t an d u r a c o m o el titanio, m i e n t r a s q u e d ent r o d e s u m e n t e brillaba u n a r e d
d e l l am as plateadas q u e se vol ví an rígidas.
El hombre no estaba de humor para escuchar.

Bueno, ella no era un gato por nada, pensó mientras estacionaba en


una zona de carga cerca de su apartamento y saltaba para agarrar
rápidamente algunas de sus cosas. Como había dicho Lucas, los gatos
sabían todo sobre escabullirse a través de pequeños huecos y encontrar
nuevas formas de entrar en lugares cerrados. También encontraría su
camino a través de esta puerta cerrada.

Dios, era hermoso y exasperante, pensó cuando salió del apartamento


con una bolsa de lona en la mano. No se sorprendió en lo más mínimo
cuando una mujer al otro lado de la calle literalmente dejó de caminar solo
para mirarlo. Por supuesto, él no se dio cuenta de la carnicería que dejó en
su estela helada.

Dejando caer su bolso en la parte trasera con sus cosas, regresó a su


posición en el asiento del conductor. Se apartó de la calzada en silencio. Oh,
este definitivamente no era su control habitual. Esta era una furia
fuertemente contenida.

Con un gruñido retumbando en su pecho, se recostó en su asiento.


Luego empujó el vínculo entre ellos. Ivan siseó, sus manos apretando el
volante mientras salía a la carretera principal.

Mientras salían disparados a alta velocidad, gritó:

—¿Qué estás haciendo?

—Probando nuestro vínculo. Necesito ver dónde está el problema. —


Sabía exactamente dónde estaba el problema; el problema estaba en hacer
que él no solo lo aceptara, sino que aceptara que este vínculo no iba a
ninguna parte y que bien podría rendirse a él.
Hasta entonces, estaba feliz de irritarlo para que no pudiera ignorarla.

Sí, ella era un gato.

Una mirada rápida de Ivan antes de volver a poner los ojos en la


carretera.

—No, necesitas encontrar una manera de cortarlo. —Una orden de


piedra—. Mi mente está hecha para secar las mentes de los demás. ¿Tienes
alguna idea de lo que eso significa? Podría tomar todo lo que eres, todo lo
que tienes el potencial de ser.

Su respiración era ligeramente irregular.

—¿Ese niño que viste hoy? ¿El cachorro de Mercy? Uno de la cohorte
más joven de mis primos, alguien a quien debía proteger, era así de pequeño
cuando tomé el control de su mente sin previo aviso. No se despertó un día,
sin importar lo que alguien intentara. No pudo ¡Porque la araña lo tenía en
sus garras y solo sabe alimentarse!

Ella le gruñó, realmente gruñó, de una manera que nunca antes había
hecho con nadie en toda su vida.

—¡Tú también eras un niño en ese momento! ¡Uno que no tenía idea
de lo que estaba pasando! —Lo señaló con un dedo—. Y por lo que puedo
decir, no eres tú quien está chupando a nadie en esta relación. Soy la que
tomó tu energía para mantenerme con vida.

No respondió durante largos minutos. Cuando lo hizo, fue con una


aceptación a regañadientes en su tono que fue la primera grieta en la pared
de escarcha.
—Nuestro vínculo parece funcionar de una manera inesperada. —
Palabras rígidas. —Eso no significa que la araña no pueda agarrarte, lo hizo
fuera del cuartel general. Hilos de poder, de control. Nunca olvides eso.

—Te estás engañando a ti mismo si crees que me tienes bajo algún


tipo de control —dijo con una risa que solo contenía ira—. Y, cariño, si
tuvieras el control de ti mismo, ¡me comeré mi zapato! —Soleil no estaba de
humor para ser amable con él cuando seguía tratándose a sí mismo de una
manera que exasperaba cada gramo de su naturaleza.

Nunca había conocido a un hombre que necesitara tanta ternura,


afecto, amor. Todas las cosas de las cuales ella tenía una cantidad infinita
para dar. Sin embargo, en lugar de dejar que ella lo amara, él seguía
pidiéndole que rompiera su vínculo y la seguía rechazando a cada momento.
Le dolía tanto como la enfadaba. ¡Ya había tenido suficiente! Su gata levantó
la nariz en el aire, ambas partes de ella mirando rígidamente en la otra
dirección.

Dos minutos de silencio, y luego Ivan dijo:

—Pensé que estaba contento con la soledad, con la tranquilidad, pero


no me gusta tu silencio. —Estirándose, cerró su mano sobre la de ella.

Desenroscando sus dedos, los entrelazó con los de él. Rechazar su


rama de olivo estaba más allá de ella, sin importar lo furiosa que pudiera
estar. No solo porque así era como fue construida para amar con cada célula
de su cuerpo y para siempre, sino porque podía sentir la necesidad dentro
de él.

Ivan amaba a su familia y, por lo que había aprendido de él, ellos


también lo amaban, aunque solo uno de ellos, el empático, probablemente
lo expresaría en esos términos. Pero las personas solo podían amar a una
persona tanto como se permitieran ser amadas.
E Ivan, pensó, solo les había permitido amarlo tanto y nada más.
Bueno, muy mal por él, si estaba con ella, tendría que acostumbrarse a que
lo cuidaran, a que lo adoraran, a ser suyo.

—Mi silencio solo duraría uno o dos minutos, —murmuró, dándole un


arma que podría usar para lastimarla, excepto que estaba segura de que no
lo haría. No su Ivan—. Incluso cuando esté más enojada, si te acercas a mí,
estaré allí. Y si no te acercas a mí cuando tienes dolor y necesitas consuelo,
te morderé.

Una pausa, seguida de:

—Suenas muy segura de eso.

—Lo estoy. Entonces, si alguna vez tenías la intención de dejarme


fuera, deshazte de ese pensamiento ahora mismo.

—Nunca podría ignorarte, Lei —dijo con ese intenso enfoque de Ivan
Mercant—. Cuando estoy cerca de ti, eres todo lo que veo. Eres como una
estrella, brillas tanto. Si fuera por mí, te mantendría para siempre. —Apretó
la mano sobre el volante hasta que quedo blanca—. Ahora lo sabes. Soy un
monstruo que te mantendría atada a mí, aunque no haya nada bueno al
final de ese camino.

Con la piel caliente y la gata en la superficie, Soleil dijo:

—No depende de ti. Depende de mí. En un baile de apareamiento entre


un hombre y una mujer, es la mujer quien toma la decisión.

Una mirada aguda de Ivan. Él no sabía eso, se dio cuenta, no había


entendido cómo funcionaba este baile primitivo.

—La gente —continuó—, ha estado tomando decisiones por mí toda


mi vida. Mis padres decidieron deambular y llevarme con ellos, sin
preguntarme ni una sola vez si quería pasar los veranos o los períodos
escolares en una manada.

Soleil amó a su mamá y a su papá hasta los huesos, pero ella había
nacido para sanar, anheló los brazos de la manada hasta que sintió un pulso
constante de hambre dentro de ella, un roer que no se había dado cuenta
que no era normal. Nunca los habría dejado de forma permanente, pero
incluso breves períodos en una manada la habrían curado de una manera
que no entendió cuando era niña.

Ella y sus padres podrían haberse acercado a una manada amistosa,


haber pedido hospedaje. Habiendo visto cómo funcionaba DarkRiver, sabía
que una gran cantidad de manadas, tal vez incluso la mayoría de ellas,
habrían estado abiertas para albergar a la bebé sanadora, hija de dos
solitarios empedernidos.

—Luego, después de que mis padres se fueron —dijo—, las


autoridades decidieron que debía ser colocada con mi abuelo, este hombre
que era un completo extraño para mí y que odiaba a mi encantadora y
artística madre con cada fibra de su ser. Ese mismo hombre decidió que yo
debería crecer como una paria dentro de SkyElm.

Soleil creía en una vida después de la muerte, y esperaba que su


madre hubiera tenido la oportunidad de acosar a su abuelo en esa otra vida.
Hinemoa Bijoux lo habría destrozado por cómo trató a su adorada niña. Una
joven y afligida Soleil había imaginado a menudo una confrontación de este
tipo y se deleitaba mucho en ella.

—Terminé con todo eso —dijo ahora, sus ojos en el perfil impecable
de este hombre con tanto coraje y corazón si tan solo lo viera—. La única
persona que puede decidir mi futuro soy yo. Y he decidido que voy a ser
tuya.
***

Ivan no podía hablar.

La última vez que había sido reclamado con una intensidad tan
inquebrantable, fue por su abuela, y esa había sido la bienvenida a la
familia. Esta era la primera y única vez en su vida que fue reclamado a nivel
personal. Reclamado con una posesividad tan obstinada que podía sentir
las garras del gato en su mente, aferrándose a él, desafiándolo a tratar de
escapar.

—Lei. —Salió tan agrietado como sus escudos defectuosos, áspero y


lleno de bordes rotos.

—Sin peros. —Un toque de ocelote en su tono, un bajo rumor—.


Quieres romper nuestro vínculo, terminar con nosotros antes de que
comencemos sobre la base de algo que podría suceder.

Su mandíbula se movió.

—Mis escudos están fallando. Eso no es una conjetura sino la verdad.


La araña ya ha capturado múltiples mentes en la CaosNet. Debido a dónde
están, cómo están atrapados, no puedo soltarlos sin enviarlos a la muerte,
pero cuanto más se mantienen las conexiones, más fuerte se vuelve la
araña.

Podía sentir su poder retorcido creciendo, estirándose, preparándose


para atacar.

—No se trata de si, sino de cuándo tomará el control, y me niego a


convertirme en esa criatura, pero más aún, me niego a llevarte conmigo.

—Está bien, olvidémonos acerca de si has pensado en todas las


opciones posibles para lidiar con tu habilidad si estalla, y miremos la
situación a través de una lente diferente —dijo Soleil en un tono de voz
razonable que inmediatamente lo hizo desconfiar—. ¿Qué pasa si hay un
gran terremoto mañana y me caigo en una grieta y me rompo el cuello?
Boom. El final de Soleil Bijoux Garcia.

Habría frenado con un chirrido si no hubiera sido un conductor tan


experimentado, sus movimientos eran casi automáticos.

—¿De qué estás hablando? —se las arregló para decir más allá de su
corazón palpitante.

En lugar de responder a su pregunta, Soleil dijo:

—Mis padres murieron sin previo aviso, después de doce años juntos,
años empapados de amor. —Su voz tembló—. No tenemos la opción de saber
qué nos depara el futuro, pero tenemos la opción de cómo vivimos nuestro
presente. Elijo vivir el mío contigo, sin importar lo que pueda venir. —Sin
vacilación en ella, nada más que una profundidad de compromiso que
cantaba en su vínculo—. No quiero estar a salvo, Ivan. Quiero estar con el
hombre que es mi pareja porque eres el mayor regalo de mi vida, el único
regalo que nunca pensé que encontraría.

Una respiración temblorosa.

—La cuestión es que me acabo de dar cuenta de que no puedo robarte


tu elección. Eso me haría tan mala como las personas que me lo hicieron a
mí. Entonces, si realmente no me quieres, haré lo que pueda para romper
el vínculo; no sé si es posible, pero lo intentaré.

—¿Pero Ivan? —El más mínimo toque de pelaje rozando dentro de él—
. No te atrevas a hacerlo con la idea de que me estás salvando. Porque no lo
harás. Es demasiado tarde para eso. Era demasiado tarde el día que nos
conocimos. —Ningún temblor ahora, nada más que una convicción
apasionada.

—Eres mi compañero. Perderte me destruiría. Prefiero tener un solo


día perfecto contigo que toda una vida sin ti. —La emoción volvió áspera su
voz, pero siguió adelante—. Solo pídeme que rompa el vínculo si no me
quieres.

Él la escuchó tragar antes de decir:

—Elige vivir conmigo, Ivan. Elige amar conmigo sin límites ni escudos,
ya sea por un solo día, un año o décadas.

Por segunda vez, ella le había robado sus palabras. Abrumado por la
enormidad de lo que dijo, la elección que tomó, siguió conduciendo, pero
como ahora la entendía, se aseguró de mantener su mano en la de ella y
apretarla para decirle que él todavía estaba allí, todavía con ella, solo
necesitaba tiempo para procesar.

Levantando sus manos entrelazadas, ella besó sus nudillos y


continuaron conduciendo en un silencio pesado por la elección que pidió
que hiciera. Lo más difícil que alguien le había pedido... porque significaba
que cuando el abismo lo llamara, él caería con ella en sus brazos, llevándola
a la pesadilla con él.
Capítulo 4 4
Nzxt: En la escala del uno al diez, ¿qué especie de cambiante es la
más irritante?

CC2: Oh, estás tratando de iniciar un alboroto, Nzxt. No me estoy


involucrando.

Vixen79: Eso es porque eres un panda, CC. Mucho más zen que el
resto de nosotros. Yo voto por los lobos.

Nzxt: Descalificado. Estás enojada con tu último novio lobo. Yo digo


que son los gatos. ¿Alguna vez has tratado de ignorar a un gato? A ellos (a)
no les importa, o (b) se niegan a ser ignorados. Nunca puedes ganar.

CC2: ¿No estás saliendo con un gato? Tigre, ¿verdad?

Vixen79: ¡Ooooh, ATRAPADA! ¡Descalificada por ser una braga


tramposa! ¡Creo que eso significa que tu especie es la más irritante!

—Foro de la revista Mujer Salvaje

Soleil no presionó a Ivan. Le encantaba su cabeza obstinada y estaba


empezando a aprender que su compañero era un hombre que necesitaba
resolver las cosas en su propia línea de tiempo. Así que ella le daría eso. Y
seguiría amándolo.

Por supuesto, si él intentaba rechazarla, ella no lo dejaría mentirle a


ninguno de los dos. ¿No se daba cuenta de que ella podía sentir su devoción
por ella a través de su vínculo? Era una cosa de acero, hielo y plata besada
por las llamas. Si intentaba decirle que no la amaba, ella lo llamaría
mentiroso en su cara.
¿Mantendría su palabra si él insistía?

Sí.

La dividiría en tantos pedazos que nunca volvería a estar bien, pero


honraría su elección como nadie había honrado la suya. Incluso la idea le
dolía, pero siguió su propio consejo y no buscó más problemas, sino que
eligió vivir en este hermoso hoy donde tenía a su pareja a su lado y
caminaban en un bosque exuberante rumbo a su nuevo hogar.

Sus pies crujieron sobre la hojarasca mientras seguía el rastro en su


teléfono hasta las coordenadas GPS exactas que Lucas les había dado... para
encontrarse bajo la sombra de las ramas extendidas de una enorme
secuoya.

Se quedó sin aliento ante la pura belleza de las ramas del árbol, la
forma en que permitía que el sol se asomara en gloriosos filamentos
mientras proporcionaba un paraguas de sombra y protección al mismo
tiempo. Su tronco era una cosa de la edad y el tiempo, tan ancho que se
necesitarían diez o más personas para rodearlo.

Le tomó un minuto ver el nido. Estaba encaramado mucho más alto


que cualquiera en SkyElm. Los ocelotes eran, por naturaleza, terrestres,
pero los nidos elevados tenían sentido por razones de seguridad. Sin
embargo, SkyElm había mantenido esas alturas a un nivel en el que alguien
en un nido podía hablar fácilmente con un compañero de manada en el
suelo.

Eso no funcionaría aquí. Una persona tendría que gritar y esperar lo


mejor. Dios, era hermoso, sólidamente asentado en una de las ramas más
altas, y claramente diseñado para ser alcanzado por un gato. Aunque tenía
lo que debía ser una escalera de cuerda arreglada apresuradamente que
había sido desplegada de manera que colgaba cerca del nivel del suelo.
Un regalo de su manada para ella, pensó, con el corazón lleno. Porque
ella tenía un compañero que no era un gato.

—¿Te gustan las alturas? —le preguntó al Psy a su lado, un Psy que
miraba a su alrededor con una expresión que decía que no estaba muy
seguro de qué hacer con su nueva situación de vida.

—¿Cómo voy a escalar eso cuando use un traje? —fue la fría pregunta.

Ella se rió, encantada con él.

—No será tan malo —dijo después de inclinarse para besar su


mandíbula—. Las cosas solo salen a comerte por la noche.

Ninguna risa, su atención en el espacio a su alrededor.

—Me gusta—. Palabras tranquilas, su mano deslizándose para


acariciar su espalda baja como si no pudiera estar con ella y no tocarla.

Su gata se puso tímida al querer acurrucarse con él. Cuando cedió al


impulso, él simplemente curvó su brazo alrededor de ella como si fuera
perfectamente natural que lo acariciara bajo el cielo de un bosque.

—Nunca pensé en cómo a los gatos les gusta el espacio también —


murmuró Ivan—. Yo cabría en una manada como esta. No me sentiría como
un extraño.

Soleil quiso dar un pequeño salto ante esta señal de que estaba
pensando en un futuro en el que caminaría a su lado como su pareja.

—Vamos, vamos a mirar dentro.


—Creo que debe ser un antiguo nido de seguridad, de una época
anterior a que DarkRiver ampliara su perímetro de seguridad —señaló Ivan
mientras se acercaban a la escalera de cuerda—. Explica por qué es tan alto.

—Es por eso que eres el genio de la seguridad y yo soy un gato. ¡Una
carrera hacia arriba!

De niña, habría cambiado en ese mismo momento, sin preocuparse


por su ropa, pero le encantaba su vestido, el vestido que Ivan le había
regalado, demasiado como para arruinarlo. Así que se despojó de él, así
como de sus zapatos y sostén. Conveniente no tener que preocuparse por
las bragas, pensó con una sonrisa.

Fue solo cuando Ivan contuvo el aliento que se dio cuenta de que él
estaba parado allí observándola, y sus ojos eran llamas de hielo. Sonriendo,
encantada, caminó hacia él descalza, su piel tocada por el sol y la sombra
mientras su cabello suelto le rozaba la espalda. Apoyándose contra él, le
mordisqueó la garganta y le dio un beso allí.

Sus manos se deslizaron hacia abajo para apretar sus nalgas con el
mismo abierto placer que había mostrado antes. La sorprendió un poco de
nuevo, de la mejor manera. Le encantaba que su Psy aparentemente
sofisticado fuera tan francamente carnal en sus gustos sexuales.

Soleil se estremeció ante el contacto, pero se alejó antes de que se


distrajeran.

—¡Quiero ver el nido! —Se movió en una lluvia de luz, su gata pronto
sacudió su pelaje en su lugar.

Él la había visto antes, por supuesto, pero todavía se pavoneaba ante


él, mostrando el arco de sus orejas, la fuerza de su cola, la forma en que se
veían sus marcas en un rayo de sol.
Su expresión era de asombro cuando se agachó para pasarle la mano
por la espalda. Ella fluyó como un líquido debajo de él, mostrándole
exactamente dónde quería ser acariciada y adorada, y sabía que habría
noches en las que se acurrucaría a su lado en esta forma y dejaría que la
acariciara. Porque ella era cambiante, la gata era tan parte de ella como el
humano.

Sin embargo, cuando sus ojos amenazaron con cerrarse, se apartó y


saltó hacia el árbol. En lo alto, miró hacia atrás y esperó. Recibiendo el
mensaje, el corrió hacia la escalera de cuerda y puso su mano en el escalón
por encima de su cabeza.

Luego la miró y levantó una ceja.

Riendo por dentro, ambas partes de ella tan complacidas con él, saltó
al árbol y corrieron hasta la cima. Aunque los ocelotes preferían el suelo,
podían trepar como los mejores.

Ella lo venció, por supuesto, pero él era muy rápido, este hombre que
tenía su corazón. Se subió a la terraza muy por encima del suelo con una
facilidad líquida, donde esperó para que pudieran explorar su casa como
pareja.

Luego, juntos, la gata y el hombre entraron en el nido.

La parte humana de su mente salió a la superficie, la gata no estaba


tan interesada en las cosas internas. En el suelo había varios cojines
grandes y coloridos, mientras que en las ventanas colgaban bonitas cortinas
de tela blanca festoneada. Cuando asomó la cabeza al pequeño dormitorio,
vio una gran cama estilo futón con una sencilla colcha blanca con diminutas
hojas verdes en los bordes.
Una manta tejida a mano, de color verde menta suave, estaba doblada
en la parte inferior y cuando la olió, gimió. Llevaba el olor de Yariela. Su
mentora había tejido esto, y alguien en DarkRiver había hecho el esfuerzo
de traerlo aquí para que le diera la bienvenida a casa a Soleil.

— ¿Qué pasa? —Ivan se agacho a su lado, su mano en su


espalda.
Usó una pata para acariciar la manta, una imagen de Yariela al frente
de su mente y el amor derramándose en su sangre.

—Ella te ama. —Ivan captó la imagen, se dio cuenta, comprendió la


profundidad de sus emociones.

Él la acarició hasta que encontró sus pies nuevamente, pudo seguir


explorando.

Al notar las paredes en blanco y los estantes vacíos de nada más que
una sola planta en maceta, se dio cuenta de que el nido de pájaros solo
había sido amueblado hasta cierto punto. Había suficiente aquí para que
ella e Ivan se sintieran cómodos, pero no tanto como si alguien más hubiera
decorado el espacio para ellos.

Lo más personal del nido fue el regalo de inauguración de la casa de


Yariela.

Un revuelo en el aire, Ivan moviéndose hacia la estantería. Deslizando


una mano en el bolsillo de su pantalón, sacó algo y lo puso en el estante.
Curiosa, saltó sobre la cama para aterrizar junto a él... y miró hacia arriba
para ver la maceta para gatos que le había dado sentada junto a la maceta.

Oh, él era maravilloso. Y astuto. No lo había tenido encima mientras


conducía, por lo que debe haberlo tomado de su bolsa de lona mientras se
estiraba después de salir del auto.
Casa, él estaba diciendo que estaba en casa.

A Soleil le dolía el corazón felino. Se abalanzaría sobre él, pero un poco


más tarde. Por ahora, frotó su cuerpo contra sus piernas mientras olfateaba
el resto del lugar.

Descubrió un área de cocina que fluía de la sala de estar, instalaciones


sanitarias ubicadas justo en la parte posterior del nido, y cuando saltó a un
escritorio junto a la ventana del dormitorio, vio un plano rápidamente
esbozado que agregaría otra habitación al lugar.

Un segundo boceto estaba junto a él: una pequeña cabaña al pie del
mismo árbol, con una anotación de que estaría totalmente equipada para
comunicaciones y tendría una puerta y un piso activados por contacto que
enviarían una alerta al nido a la menor señal de un visitante.

Inclinando la cabeza hacia un lado, consideró la rareza... luego


entendió en una marea de emoción. Su manada le decía que, si le gustaba
este nido, podía hacerlo suyo. Podría tener un hogar, un verdadero hogar,
donde fuera bienvenida y donde los cachorros y Yariela y todos sus
compañeros de manada pudieran visitarla, pasar la noche si quisieran.

La cabaña sería para los bebés que aún no podían trepar tan alto y
los gatos mayores que no querían subirse a esta rama... y como ella era una
sanadora, su hogar necesitaba ser accesible para todos. Especialmente los
compañeros de manada heridos que podrían no ser capaces de usar los
equipos de comunicación.

Se dio cuenta de que por eso Tamsyn y Nathan no vivían en un nido.


Tal vez Soleil algún día tomaría la misma decisión, pero por ahora, le
encantó la opción que le habían ofrecido: tener el nido arriba y la cabaña
especialmente configurada abajo. Pero, sobre todo, le encantaba tener un
lugar que podía convertir en un refugio para su compañero, un hombre que
quería protegerla tanto que podría romperle el corazón para siempre.

***

Ivan era una criatura de ciudades. Sí, le gustaba su propio espacio,


pero le gustaba estar en medio de las ciudades, con el bullicio constante de
la vida exterior. Nació en una ciudad, se crio en una, y aunque pasó tiempo
en situaciones más aisladas, como cuando se quedó con su abuela en Sea
House, ese no era su entorno natural.

Así que esta casa del árbol en el cielo debería haberlo hecho sentir
incómodo, debería haberlo sentido como una capa áspera en su piel. No lo
hizo. Mientras caminaba por la sala de estar, inclinándose para ver los
grandes cojines destinados a funcionar como asientos, y luego yendo a la
terraza que tenía barandillas en solo tres lados, descubrió que la tensión se
desvanecía.

La forma en que susurraban las hojas de los árboles, la forma en que


el viento soplaba suavemente, la forma en que la luz del sol atravesaba las
nubes, todo era una belleza extraordinaria. Pero sabía que su satisfacción
no tenía nada que ver con eso. Tenía que ver con la elegante gata que
actualmente estaba explorando el área del dormitorio.

Podía escucharla porque no estaba haciendo ningún esfuerzo por


estar callada, y sabía que había cambiado de su forma felina incluso antes
de que apareciera en la puerta, una diosa desnuda de piel con una sonrisa
en sus ojos.

En un abrir y cerrar de ojos, la satisfacción rugió hasta convertirse en


una especie de hambre salvaje. Ya se había quitado la chaqueta dentro, no
tenía ese obstáculo. Desabotonándose parcialmente la camisa mientras se
acercaba a ella, se la quitó por la cabeza y la dejó caer en la terraza, se quitó
los zapatos y luego tomó su rostro entre sus manos.

Besar, la cruda intimidad de ello, era todavía tan nueva y sin embargo
tan vital para su existencia. La envolvió en sus brazos, esta mujer de corazón
y acero, y la besó larga y profundamente, bebiéndola hasta que ella gimió,
pequeñas garras pinchando su espalda.

Él acarició su mano por la amplia línea de su espalda hasta las curvas


de abajo. Todavía estaba demasiado delgada, pero no era frágil en lo más
mínimo, su fuerza era una cuestión de coraje y valor. Así que no se guardó
nada. No podía contener nada. Él la besó con la furia de la tormenta
turbulenta dentro de él.

Manos ágiles en su cintura, sus dedos deslizando la hebilla de su


cinturón, desabrochando sus jeans, bajando la cremallera. Su pecho entero
se apretó cuando cerró sus dedos alrededor de él. Todavía no estaba
acostumbrado a las manos de nadie más en su cuerpo, y mucho menos en
esa parte más íntima de él. Apretó suavemente, luego deslizó su mano hacia
abajo antes de volver a deslizarla hacia arriba.

El control de Ivan se hizo añicos como una pared de vidrio que ha sido
golpeada en la parte inferior, las grietas se extendieron hacia afuera a una
velocidad que nada podría detener. Su mente estaba nublada por la
necesidad, por la codicia, por el hambre, no quería detenerlo. Cerrando una
mano alrededor de su garganta, frotó la yema de su pulgar posesivamente
sobre su labio inferior regordete.

—Dormitorio.

Mientras ella temblaba, él apartó las manos de ella sólo lo suficiente


para quitarse la ropa que le quedaba. Volvió a sus brazos en el instante en
que terminó, pequeñas garras acariciando arriba y abajo de su columna y
u n ronr on e o r e t u m b a n d o e n s u p e c h o c u a n d o él s e inclinó p a r a chu p ar l e la
ga rg ant a.

P o r q u e s u a m a n t e n o era h u m a n a ni P s y , e r a c a m b i a n te.

É l l a e m p u j ó h a c i a at r ás, l l e v á n d o l a a l d o r m i t o r i o m i e n t r a s l a m í a ,
s a b o r e a b a y b e s a b a . N u n c a t e n d r í a su fi ci ent e d e ell a, d e s u s a n a d o r a c o n
c h i s p a s e n s u s o j o s y el c o r a z ó n t a n s u a v e q u e v eí a b o n d a d i n c l u s o e n él.
Qui en lo habí a elegido sobre la vida m isma.

Preferiría tener un solo día perfecto contigo que toda una vida sin ti.

L a s p al a br as r e s o n a r o n u n a y ot ra v e z e n s u m e n t e i n cl u so m i e n t r a s
la levant aba y l uego la col ocaba c o n cuidado e n la c a m a baja. S u s ojos eran
d e ocel ot e, l eon ad os , d o r a d o s y salvaj es. C o n l os l abi os cur v ad os, s e p u s o
e n cuat ro patas, l uego s e arrodilló para acariciar sus m u s l os c o n las p a l m a s
d e las m a n o s .

F u e a em puj a rl a h a c i a atrás p a r a p o d e r uní rsel e e n la c a m a , p e r o e s o


n o era lo que ella tenía en mente. D ej ó salir u na sola p alabra dura, no estaba
listo para q u e s u b o c a s e cerrara s o b r e la c a b e z a d e s u erecci ón, la caliente
h u m e d a d , l a succi ón. F u e di re ct o a s u c e rebro, l as sens a ci o n es e x p l o t a r o n
d e n t r o d e él e n vi ol ent os est al l i dos q u e a m e n a z a r o n c o n derret ir s u t eji do
neural.

Valoraba el control por encim a de todas las cosas, pero esta era Soleil.
Su compañera.

Agarr ando puñados d e s u cabello, m a nt u vo s u cuerpo quieto mientras


ella lo conducía al borde de la cordura, y exigía más, aún más. C uando sintió
q u e l a l i b e r a c i ó n c o m e n z a b a a a c u m u l a r s e e n él, u n n u d o a p r e t a d o e n l a
ba s e d e s u c o l u m n a q u e e m p u j a b a haci a afuer a c o n u n a fuerz a i nexor abl e,
l og ró articular u n a advert enci a s i n pal abras.
S u pareja a m a s ó sus nalgas con sus garras y ch u p ó co n fuerza u n a
última vez.
Capítulo 4 5
Je t’aime… mi corazón. Tuve… tanta suerte… de poder amarte y a
nuestra… petite Leilei. Te veré… en… en…

—Hinemoa Biyoux

Ivan se recostó sobre su espalda, su pecho agitado y los pequeños


pelos de su frente estaban empapados. Estaba seguro que su corazón estaba
latiendo a su máxima velocidad.

Solei yacía sobre su estómago a su lado, moviendo sus piernas


mientras le daba la mirada más satisfecha que había visto. Como si
estuviera encantada consigo misma. Su expresión era la quinta esencia
felina y lo adoraba. No era un hombre que estaba acostumbrado a pensar
en esos términos, pero era lo único que encajaba.

Ella estaba tan engreída y feliz consigo misma. Amaba verla así.

Cuando presionó un beso en su pecho, y se levantó, él agarró su


mano. Mirando sobre su hombro, dijo:

—Voy a buscar un vaso de agua —Una sonrisa perversa—. Tengo algo


salado en la boca.

Un toque de calor en sus mejillas, mientras soltaba su mano. Quería


sonreírle porque lo que sentía, ese profundo calor, era una cosa de sonrisas
y risas. Pero no sabía cómo hacerlo, nunca lo había hecho en su vida.

Su Lei le enseñaría, pensó. Mientras estuvieran juntos, cualquier cosa


era posible. Si le hubieran preguntado solo un mes antes nunca habría
imaginado q u e este día descansaría sexualmente satisfecho e n la cama,
m i e n t r a s q u e u n a h e r m o s a m u j e r d e s n u d a p a s e a b a p o r s u cas a.

Movi é ndo s e a un a posición sentada m i ent ras esperaba q u e regresara,


e n c o n t r ó q u e s u m e n t e r e b o t a n d o d e n u e v o a s u c o n v e r s a c i ó n e n el au t o,
u n a q u e h a b í a s a c a d o s u m u n d o d e s u eje.

Las personas han tomado decisiones por mi durante toda mi vida.

N o te atrevas a hacerlo con la idea de que estas salvándome.

Preferiría tener un solo día perfecto contigo que una vida sin ti.

— U n dí a p er f e ct o — susurró, y p e n s ó q u e n o c a m b i a r í a est e dí a c o n
Soleil po r nada, ni siquiera u n a vida.

Ent on c es ella vol vi ó al cuarto, u n vas o d e a g u a par a él e n s u m a n o .

— ¿Qué sucede?

T o m ó el vaso que le tendía, pero lo dejó a un lado sin beberlo.

— Lo entiendo.

— ¿Qu é , m i vi da? — S ent ada sobre sus rodillas a s u lado, s u pel o u n a


lluvia oscura sob r e sus h o m b r o s, ella entrel azó sus d e d o s c o n los d e él c o n
u n afecto q u e n o con ocí a y q u e ahora l o necesitaba.

— Que, si pon go en una balanza este día contigo y una vida sin ti, este
día ganaría co n u n m a r g en tan grand e q u e n o sería u n a co m p et en ci a en
absoluto — El h om b re qu e era c ua nd o est aba c o n ella, era el m ej or Ivan qu e
podí a ser. Estaría vacío sin ella. Tal c o m o ella lo estaría sin él.

E r a a l g o c at a cl í sm i c o pa r a acept ar, q u e era t an i m p o r t a n t e pa ra ella.


P e r o er a la v e r d a d . L o sent í a e n c a d a t o qu e, c a d a m i r a d a , e n la f o r m a q u e
s u g a t a m e r o d e a b a d e n t r o s u pi el y e n el p u r o del ei t e d e est ar c o n él. E r a
algo t an b rillante c o m o las estrellas, t an lleno d e luz de sol c o m o s u Lei.

P u p i l a s e n o r m e s y o s c u r a s c o n t r a e l m a r r ó n -d o r a d o s a l v a j e d e s u s
irises, Soleil l evant ó sus t emblorosos d e d o s para ponerl os en s u mejilla.

— ¿Si? — susurró.

G i r a n d o s u cabeza, b e s ó la p a l m a d e s u m a n o .

—Sí.

Y todo su mundo… tembló, cosas que estaban sut i l m e nt e


des al ineadas c a y e n d o perfect am ent e al i neadas.

— O h — susurró Soleil, sus ojos h úm e d o s — Oh, ahí estas.

Él la rod e ó c o n sus brazos.

— Para siempre.

P or lo que sea qu e durara ese “para si empre” para ellos. P orque ahora
caerí an juntos, el enl ace d e e m p a r e j a m i e n t o est aba c o m p l e t o e n c a d a
s ent ido.

***

Soleil todavía est aba u n p o c o t em bl orosa p o r el i m pact o d e saber q u e


I v a n a h o r a e r a s u y o si n c o n d i c i o n e s , s i n e s c u d o s d e n i n g ú n tipo, p e r o e r a
u n tipo de tem blor feliz, que estaba po r volverse m á s feliz.

S alvador le llevaba los cachorros. C u a n d o l l am ó a T a m s y n para


preguntar dónde estaban Natal y R azi para poder visitarlos, se enteró de qu e
s e habí an i do a cas a c o n S al v a do r y q u e est aban m u y e m o c i o n a d o s po r ve r
s u n u e v a g u ari d a d e s p u é s d e q u e T a m s y n s e los m e n c i o n a r a .
Así que Soleil invitó a Salvador a traerlos. Después de que ella y Sal
lloraran por teléfono al reencontrarse, le dijo:

—Algún amable compañero de manada ha llenado la despensa de


provisiones, hay muchísimas personas a las que tengo encontrar y
agradecer, así que tengo todo lo que necesito para hacer galletas. Deberían
estar listas para cuando llegues.

Después de que ella e Ivan se dieran una ducha rápida juntos, llena
de caricias tiernas y de asombro por el vínculo que les unía, ella recuperó
su ropa y se puso a hornear, mientras Ivan iba al vehículo por su equipo.

Para proteger la vegetación autóctona, la manada tenía normas sobre


los lugares en los que se permitían los vehículos, así que para él era un viaje
de ida y vuelta de veinte minutos. O debería haberlo sido, al parecer, había
decidido correr parte del camino, porque había vuelto en menos de quince
minutos, llegando a la veranda con las bolsas justo cuando ella ponía las
galletas en el horno ecológico de energía solar instalado en la pared.

—¿Seguro que no eres un gato? —dijo ella con una carcajada cuando
volvió a entrar, con la bolsa de la compra en una mano y el bolso de viaje en
la otra, su mochila colgada fácilmente sobre un hombro.

—Gato o Mercant, no le veo mucha diferencia. Ser furtivo corre por la


sangre.

No había una sonrisa en su cara, pero podía sentirla en el vínculo de


apareamiento y era una pequeña burbuja de felicidad dentro de ella.
Felicidad a la que se aferró, negándose a mirar la sombría nube que se
cernía en el horizonte.
La última vez que preguntó, Ivan le dijo que, al día siguiente, a primera
hora d e la m a ña n a, alcanzaría s u m á x i m a fuerza psíquica. E n ese m o m e n t o ,
volverí a a entrar e n la C h a o s N e t y se verí a obl i gado a utilizar s u habilidad,
e ros i on a ndo a ú n m á s s u cont rol s ob r e ella.

— ¿ I v a n ? — di j o c u a n d o él sal ió d e l do r m i t o ri o d e s p u é s d e dej ar l as
m a l e t as.

Él levantó la vista de su teléfono.

— L o siento, es u n m en s aj e d e C an t o c o n u n a actualización d e u n
p r o b l e m a d e s e g u r i d a d q u e e s t a m o s i nv est i g an do . N o e s u r g e n t e —
deslizando el teléfono, s e acercó a apoyar s u h o m b r o e n la pared al final del
m o s t r a d o r d o n d e el l a e s t a b a p r e p a r a n d o l a s e g u n d a f u e n t e d e g a l l et as — .
¿ Q u é pasa ?

— T u a b u e l a t e a y u d ó a c r e a r tu s e s c u d o s c o n t r a l o q u e l l a m a s “ l a
araña” ¿Verd ad?

— Sí, pero y a n o funcionan, o lo hacen de form a limitada.

S oleil utilizó u n t en edor p a r a apl anar l as bol as d e m a s a d e galletas.

— H a n pasado dos décadas, m á s o m enos . ¿P or qu é habl as co n ella d e


n u e v o ? P u e d e q u e t e nga i deas nuevas.

C u a n d o él perm anec i ó en silencio, levant ó la vista.

— S é q u e n o qui er es ha c e rl o p o r q u e n u n c a v a a ac ept ar t u pl an d e la
j aul a, p e r o e s e b a r c o h a z a r p a d o h a s t a el e s p a c i o ext eri or. T u c o m p a ñ e r a
t am poco va a aceptarlo — agitó el tenedor hacia él— N o tiene sentido ser u n
gallina so br e la furia d e t u abuel a.
Un estrechamiento de sus ojos antes de que se acercara... y le diera
un fuerte pellizco en la oreja, exactamente como el que ella podría hacer a
un cachorro que se portara mal. Chillando, amenazó con pincharle con el
tenedor. Se las arregló para mantenerse fuera de su alcance mientras se
ponía detrás de ella y la envolvía en sus brazos, inmovilizando los suyos
suavemente a sus lados.

—Retira eso —Le murmuró al oído, el sonido hizo que los dedos de
sus pies se enroscaran en la madera del suelo.

—No.

Le hizo cosquillas.

—¡Oye! —No era justo. ¡Se suponía que él no sabía hacer cosquillas!
Pero de alguna manera había aprendido, y ella no podía soportarlo. Riéndose
tan fuerte que dejó caer el tenedor sobre la encimera, dijo:

—¡Me rindo!

—¿Y?

—Y no eres una gallina —Girando la cabeza, le acarició la mandíbula,


su gata estaba tan encantada con él por jugar con ella que le dejaría salirse
con la suya en cualquier momento—. ¿Dónde aprendiste las cosquillas?

—Vislumbré el recuerdo cuando me contaste cómo tu madre te hacía


cosquillas.

Claro que lo recordaba, porque lo recordaba todo de ella. Ahora,


abrazándola por detrás, frotó su cara contra el costado de la suya.

—Tienes razón en una cosa: la situación ha cambiado. Hablaré con la


abuela. Tú también puedes conocerla.
U n a flota d e m a ri posas e n s u est óm ag o.

— Estoy preparada — No, n o lo estaba, p ero fingiría hasta lograrlo.

C i nco m inut os m á s tarde, Ivan le dijo qu e había fijado la reunión para


l as s e i s y m e d i a d e l a t a r d e , j u s t o c u a n d o S a l v a d o r s e i rí a a c a s a c o n l o s
cachorros. S al le habí a di cho d e a n t e m a n o q u e habí an prom et i do cen ar c o n
Yariela, así q u e n o s e quedarí an a com er.

— Yari el a dijo q u e t e habrí a i nvit ado — habí a di cho, c o n u n a sonris a


en el tono — , pero l uego se enteró de qu e será tu primera no c he en tu nuev a
guarida c o n tu c o m p a ñ e r o y m e dijo q u e m e asegurara d e qu e los cachorros
y y o n o nos qu ed á r am os d em asi ado t i em po — El t ono cariñoso de u n
compañero de manada.

Oh, c ó m o habí a ech ado d e m e n o s estas pequeñas interacciones, t odas


e ra n pa rt e d el g r a n t api z d e ser m i e m b r o d e u n a m a n a d a .

— H a b l a n d o d e es cu ch a r c o s a s — ha bí a d i c h o a s u v e z — ¿ Q u é tal t u
cita, h m m ?

El rubor d e S al va do r s e habí a h e c h o pat ent e e n s u voz.

— T e lo contaré todo cuando pase.

E s e m o m e n t o l l egó d e m a s i a d o pront o, y Soleil chilló al darse cu ent a


d e q u e a ú n n o tenía bragas. A b r i e n d o el pa qu et e cor respondi ent e, el i gi ó el
par m á s fino y corrió al baño para lavarlo a m a no. E n algún m om e nt o , Ivan,
que había estado atendiendo un a llamada, se acercó para ver qu é estaba
haci endo.

— ¿Por q u é … — dijo— estás usando un secador de pelo para secarlos?


Ella pasó el largo tubo plano sobre las bragas de encaje que sostenía
en una mano.

—¡Porque no quiero llevar las bragas mojadas!

—Pensé que a los cambiantes no les preocupaba la desnudez.

—No me preocupan Sal y los cachorros, pero nos dirigimos a ver a tu


abuela justo después y ¡No voy a encontrarme con ella sin bragas!

Con los brazos cruzados sobre la informal camisa negra de manga


corta que se había puesto, se apoyó en el marco de la puerta.

—La Abuela es una mujer con muchos talentos, pero no tiene visión
de rayos X.

—No importa —Quería que la estúpida cosa se secara; era un maldito


pedazo de encaje que había comprado en una fuga sensual inducida por
Ivan. —Yo lo sabré.

—Le diré que has tenido un fallo de vestuario.

Su cabeza giró sobre su cuello.

—¡Qué! —Entonces lo sintió, la onda a lo largo del vínculo de


apareamiento que era Ivan Mercant burlándose de ella.

Le apuntó con el secador.

—Te atraparé. Más tarde. Después de secar estas malditas bragas.

Alguien, en algún lugar, se apiadó de ella y el encaje estaba lo


suficientemente seco como para ponérselo cómodamente cuando tuvo que
bajar del árbol para encontrarse con los cachorros. Ivan ya estaba allí,
habiendo bajado las galletas para ella, así como una botella cerrada de leche
fría. Luego había hecho una segunda carrera para agarrar los vasos y una
manta de picnic que ya había extendido para cuando ella, y sus bragas,
bajó.

Sus ojos se dirigieron directamente al lugar entre sus muslos.

El calor ardió en sus pómulos.

—Compórtate.

No sonrió, pero sus ojos se calentaron, y ella lo sintió de nuevo, esa


onda en el vínculo de apareamiento que le decía que Ivan Mercant reiría
algún día. Su compañero tenía maldad en él, sólo que aún no sabía cómo
mostrarla en el exterior.

Todo lo que necesitaban era tiempo.

Tragando con fuerza, miró a la derecha.

—Puedo oírlos —Pequeños crujidos excitados mientras los cachorros


corrían hacia ella, el paso de Salvador más medido y tranquilo.

Entonces allí estaban, dos pequeños ocelotes tan emocionados por


volverla a ver que se abalanzaron a sus brazos. Riendo, besó y acurrucó sus
pequeños y cálidos cuerpos, encontrando la mirada de Salvador por encima
de sus cabezas. Su compañero de manada había llegado en forma humana,
con una bolsa colgada al hombro.

De piel oscura y estatura media, su complexión era fornida, tenía los


ojos marrones más suaves del universo... y en ese momento estaban
húmedos.

—Leilei, realmente eres tú —susurró, dejando caer la bolsa a un lado


para abrazarla, con los cachorros felizmente aplastados entre ellos.
Su gata se agitó dentro de ella, tan feliz de verlo, de olerlo, que se
sintió abrumada. Quería cambiar, pero no quería dejar caer a los cachorros
para hacerlo, y llevaba un bonito vestido nuevo que Ivan había elegido
cuando ella le había pedido su opinión mientras se decidía entre dos
opciones.

Todo aquello era maravillosamente demasiado.

Cuando por fin se separaron, los ojos de Salvador se dirigieron de


inmediato a Ivan, que había permanecido en silencio junto al árbol.

—Lo siento. Ha sido una grosería —Se secó las lágrimas y sus ojos se
apartaron tímidamente de los de Ivan, como los de un sumiso que se
encuentra cara a cara con un dominante desconocido. —Debería haber
saludado.

—Haría lo mismo con un miembro perdido de mi familia —dijo Ivan,


su compañero, que entendía lo mucho que podían significar esos lazos. —
Soy Ivan. Debes ser Salvador.

Y aunque Soleil sabía que Ivan no era de los que tocan, le tendió la
mano para que Salvador pudiera estrecharla, una suave presentación
diseñada para que un cambiante de naturaleza táctil se sintiera a gusto.
Sabía, sin necesidad de preguntar, que él habría moderado la fuerza de su
apretón de manos para que fuera similar al de Sal.

Algunas personas lo verían como una manipulación, pero Soleil


conocía a su compañero. Lo había hecho para que Salvador, un miembro de
su familia, se sintiera cómodo cerca de Ivan. Porque eso era importante para
Soleil... y porque Ivan Mercant era un protector de corazón, un héroe que
nunca se aplicaría esa etiqueta a sí mismo.
El contacto hizo sonreír a Salvador, su cuerpo inmediatamente más
tranquilo.

Los cachorros saltaron de sus brazos en el mismo instante y corrieron


alrededor del árbol antes de intentar escalarlo. Eran demasiado pequeños,
por supuesto, pero sus travesuras les hacían reír a ella y a Salvador.

Sal tenía muchas preguntas para ella, y ella para él. Cuando miró a
Ivan, éste hizo un leve movimiento de cabeza, diciéndole sin palabras que
vigilaría a los cachorros. Enviándole una ola de amor a través del vínculo de
apareamiento, se centró en el amable y valiente miembro de su manada que
había arriesgado su vida para proteger a los cachorros durante la época más
oscura de la historia de SkyElm.

Sal y ella llevaban varios minutos charlando cuando se dio cuenta del
silencio de los cachorros; miró para ver a Ivan agachado, con los dos
cachorros frente a él. Le miraban fijamente y él les devolvía el escrutinio con
el mismo interés. Cuando Razi puso una pata en su rodilla y se levantó sobre
sus patas traseras, él la recogió contra su pecho con una mano.

Nattie, para no quedarse fuera, saltó sobre las rodillas de Ivan, y luego
se subió a su hombro con la fluidez líquida de un cachorro de ocelote. Allí
se acomodó, con su cola agitándose contra el pecho de Ivan. Razi, mientras
tanto, le lamía la mandíbula y jugaba a morderle la garganta. La tiró hacia
atrás con sumo cuidado, luego se encontró con su mirada y sacudió la
cabeza antes de fingir que la mordía en la nariz.

Razi emitió un sonido de alegría y Nattie también, justo antes de que


los dos se abalanzaran sobre él en un esfuerzo por "ganar" la batalla. Ivan
manejó sus cuerpos retorcidos y juguetones con facilidad mientras les daba
libertad para jugar.
—Es un buen hombre —Las palabras de Salvador eran tranquilas
pero potentes. —Cuando me enteré de que tú, entre todos, te habías
apareado con un Psy, no podía imaginarlo. Pero ahora veo... —Se apoyó en
Soleil. —Fueron a por él porque lleva tu olor, pero están jugando con él por
quien es.

El corazón de Soleil, apenas podía soportar la belleza del momento. Lo


recordaría siempre, ese instante en el que su Psy de ojos helados permitió
que dos cachorros de ocelote se le subieran encima sin perder el control de
la situación.

—Será un padre increíble —Era un conocimiento profundo, algo


primario.

Esa certeza no hizo más que crecer durante el alegre tiempo que
siguió. Los cachorros cambiaron a su forma humana cuando se sentaron a
comer las galletas, y Salvador les puso a ambos unos pequeños monos de
color verde oliva que había traído en la bolsa.

—De otra manera —dijo— saldrán corriendo hacia el bosque y


volverán con cortes y mordiscos —Agitó un dedo bajo la nariz de botón de
Razi, cuya piel de color crema y su sedoso pelo oscuro estaba cortado con
un estilo que le llegaba a los hombros y tenía flecos sobre sus ojos marrones.
—Algunos cachorros parecen olvidar que su piel humana no es tan dura
como su pelaje de cachorro.

Razi se rió y lo rodeó con sus brazos, mientras Nattie, con los ojos de
un color verdoso que había heredado de su madre, y el pelo con rizos negros
sobre la piel morena, sonreía alrededor de la galleta que ya se había comido
a medias. Se sentó apoyado en el costado de Ivan, con uno de los brazos de
éste apoyado detrás de él.
C u a n d o s e e n c o n t r ó c o n l os o j os d e s u c o m p a ñ e r o , c a p t ó u n a
expresión dolorosamente vulnerable en esa mirada de hielo impactante,
pero j unt o a ella hab í a u n a violenta prot ecci ón.

I v a n M e r c a n t n o s ó l o serí a u n p a d r e m a r a v i l l o so , s i n o q u e serí a u n
d o m i n a n t e q u e l o s c a c h o r r o s d e l a m a n a d a a d o r a r í a n . P o r q u e t e n í a e n él
t a n t o l a d u l z u r a n e c e s a r i a p a r a n o he ri r s u s p e q u e ñ o s c o r a z o n e s c o m o l a
fuerza para m ant ene r la disciplina, d a n d o a los cachorros l os límites q u e les
h a c í a n senti rse s e g ur o s .

Soleil n o p o día creer qu e fuera suyo.

S u g a t a s e aci c al ó , e n c a n t a d a c o n s i g o m i s m a p o r h a b e r l e a g a r r a d o
antes d e q u e fuera d e m a s i a d o tarde. Y por esta vez, baj o la luz del sol d e la
tarde, Soleil se permitió simplem ente disfrutar d e esa felicidad. L a oscuridad
podí a es perar.
Capítulo 4 6
M i a b u e l a e s m u c h a s cosas. A n t e t odo, es u n a gu er r e r a p a r a nue st ra
familia.

— Canto Mercant a Payal Rao.

E n a est aba a c o s t u m b r a d a a est ar p o r e n c i m a d e las sit uaciones, p e r o


ésta n o la habí a visto venir.

— Es tan Ivan com o siempre — le dijo al elegante gato negro que estaba
s e nt ado a s u l ad o m i r a n d o hac i a el t o r m e n t o s o m a r q u e hab í a m á s allá.

S u m e n s a j e p a r a e l l a h a b í a s i d o senci l l o : A b u e l a , m e g u s t a r í a
presentarte a mi compañera. Tambi én necesito hablarte de mí habilidad.

— S u com pañera — Di o un último sorbo a su té y dejó la delicada taza


a u n lado. — Y n o he oído n ad a d e esto a pesar d e q u e A r w e n y G en a ra
estuvieron en S a n Fr ancisco últ i m am ent e — Mi ent ras el gat o m o v í a la cola,
suspiró. — Sí, A r w e n es u n a b ó v e d a sobre es as cosas, y G e n a r a t ení a otros
asuntos. A s í que, v a m o s a ver a esa m u j e r q u e ha consegui do q u e Ivan baje
sus escudos.

E l e m p a r e j a m i e n t o e r a p a r a t o d a l a v i d a , así q u e n o h a b í a n a d a q u e
E n a p u d i e r a h a c e r si l a p a r e j a d e I v a n e r a a l g u i e n q u e n o e r a d i g n o d e él.
Por otra parte, E n a n o podía hacer m u c h o co n respecto a m u c h a s cosas.
S u s l í nea s m o r a l e s e r a n gri se s e n el m e j o r d e l os c a s o s c u a n d o s e t r at ab a
d e a cci ones p a r a pro t eger a s u famili a. E Ivan... s i e m p r e h a b í a sent ido q u e
neces i t aba prot eg erl o i n cl u so m á s q u e a l os d e m á s . A s í qu e, p o r supuest o,
resultó ser el q u e n o a c ept a ba la prot e cci ón e n absol ut o.
Un movimiento en el aire a su espalda.

Al girarse, vio a una mujer alrededor de 1,55 de altura con curvas de


reloj de arena, curvas que habían sido denigradas bajo el Silencio, pero esta
mujer las había llevado con una voluntad fría y una negativa igualmente
férrea a someterse al bisturí del cirujano. Iba vestida con unos pantalones
entallados y de pierna ancha de color gris en el que había metido una blusa
de color crema que se abotonaba hasta el cuello y en los puños. El cabello
oscuro estaba recogido en un prolijo rodete, su maquillaje era impecable
contra el cálido color marrón de su piel.

—Payal. Gracias por tomarte el tiempo —Payal Rao, ancla, miembro


de la Coalición Gobernante y directora general de un importante imperio
empresarial, era una mujer poderosa y ocupada. Normalmente, Ena habría
reprogramado esta reunión hasta que uno de los otros teletransportadores
de la familia estuviera disponible, pero Ivan preguntaba por ella tan
raramente y ella se había prometido a sí misma que siempre respondería
cuando él lo hiciera.

—No hay problema, Abuela —Los ojos de Payal tenían un brillo que
había aumentado desde su primer encuentro, un brillo que Ena veía
reflejado en su nieto mayor, Canto. Él y Payal se habían unido hasta la
médula.

—Canto me ha dicho que espíe para él —dijo Payal con su forma


cortante que no traicionaba nada—. No tiene ni idea de por qué necesitas
un teletransporte al territorio de DarkRiver y le molesta tanto que ahora
mismo está horneando croissants desde cero.

Ena había llegado a considerar a la prometida de Canto como una


nieta más, le caía muy bien; entendía mejor que la mayoría lo que era
mantener un escudo contra el mundo exterior durante tanto tiempo que se
convertía en algo casi automático. Mirando a Payal ahora mismo, nadie
adivinaría que moriría por Canto, y mataría por él.

—Estamos en el mismo barco —le dijo a Payal—. Parece que Ivan se


ha apareado.

Payal parpadeó una vez.

—¿En el territorio de DarkRiver?

—Exactamente —Ena se puso un ligero abrigo de noche de un suave


tono camel sobre su túnica de color marrón intenso y unos sencillos
pantalones del mismo color, el colgante de rubí heredado que siempre
llevaba un peso familiar contra la parte superior de su abdomen —Se sabe
que la manada de Lucas Hunter tiene miembros Psy y humanos, así que
puede que no sea una cambiante.

Metió las manos en los bolsillos de su abrigo.

—Si lo es... Bueno, yo tampoco esperaba a Valentín —una


subestimación realmente enorme — Y el mes que viene me quedaré en la
guarida de los osos un fin de semana —Ena se preguntaba a menudo si sus
nietos habían conspirado para desestabilizarla en sus últimos años.

—Hablando de cosas inesperadas —dijo —¿Cómo van los planes de


boda? Canto mencionó a los músicos.

La sonrisa de Payal fue un amanecer impresionante.

—Músicos de tabla tradicionales —dijo, haciendo un gesto con las


manos para indicar los tambores planos—. Anunciarán la entrada de Canto
a la boda.
Sí, l os nietos d e E n a est aban h a c i e n d o s u s úl t i m os a ñ o s interesant es,
por decir lo m enos.

— ¿Ust e d y M a g d a l e n e t odaví a est án disponibles p a r a ir a co m pr a r el


lehen g a 4 para la b o d a ? — pr egunt ó Payal , c o n u n t ono uni form e.

P e r o E n a si nt i ó l a n e c e s i d a d d e est a m u j e r q u e h a b í a c r e c i d o e n u n
p o z o d e ví boras. A di ferenci a d e l cl an d e E n a , l a fam i l i a n u n c a h a b í a si do
u n lugar seguro para Payal. Todavía n o había interiorizado lo que significaba
ser abrazada c o m o un a Merc ant honoraria, i ncluida la lealtad q u e se g anab a
por defecto.

— No m e lo perdería — dijo Ena— . ¿Ha compartido Magdalene su


portafolio d e com bi n aci ones d e colores para la decoraci ón de tu boda?

L o s ojos d e P ayal s e abri eron d e par en par.

—No.

— Ah , pu ede qu e m e haya adelantado. Ha zt e la sorprendida cu ando te


p r e s e n t e s u r e g a l o . Y q u e s e p a s q u e t e l o d a s i n e s p e r a r q u e ut i l i ce s s u s
es qu em as . S ó l o d es e a participar.

A u n q u e C a n t o h a c í a t i e m p o q u e h a bí a p e r d o n a d o a s u m a d r e p o r el
papel involuntario q u e había d es em p eñ ad o en su fea infancia, E n a sabía
qu e M a g d a l e n e seguí a ll evando u n n u d o de cul pa e n lo m á s profundo d e s u
ser. E n a esperaba q u e ver a C a n t o tan feliz c o n P ayal abl andara es e terrible
n u d o e n s u hija.

— ¿C rees q u e ella desearía hacerse cargo d e la planificación general ?


— preguntó P ay al c o n u n a dul zura qu e n o m u c h o s v eí an e n la dura C E O — .

4 Leh en g a:El lehenga, leh n g a o lang a (tamb ién con o cido c o m o gh agra o gagra, chaniya,
p av ad ai o lach a) e s u n a f o r m a d e falda h asta lo s tobillos d el su b co n tin en te in d io . P ar a
d eco rar el leh en g a se utilizan diferentes p atro n e s y estilos d e b o rd ad o tradicional.
Canto y yo seguiríamos involucrados, pero nos quitaría la pesada
administración de encima.

—Creo que para ella sería un honor que se lo pidieran —dijo Ena a
esta mujer con una capacidad de empatía tan fuerte que había sobrevivido
a la malvada toxicidad de su infancia.

—Me pondré en contacto con ella —Payal miró su reloj—. Es hora.

Cuando Ena indicó que estaba lista para el teletransporte, Payal le


puso una mano en el hombro. Un momento de desorientación espacial antes
de que Ena se encontrara bajo las extensas ramas de un enorme árbol, el
cielo salpicado de los dorados y naranjas de la primera hora de la tarde en
esta parte del mundo, y el suelo lleno de restos de hojas.

Más árboles las rodeaban por todos lados, aunque había mucho
espacio entre sus viejos troncos, toda la zona era cálida con la luz difusa
que llovía a través de las copas.

Ivan le había dicho que la imagen de teletransporte proporcionada la


llevaría a un punto en el límite del territorio boscoso de DarkRiver; era un
complicado emblema que colgaba de la rama del árbol más cercano que
creaba el punto de teletransporte. Si se quitaba eso, no era más que otro
trozo de bosque indistinguible de otros miles.

Ena no se sintió insultada por no haber sido invitada a entrar en el


santuario interior. Se trataba de un nuevo emparejamiento, la bienvenida
de Ivan en la manada era una incógnita para Ena. Los osos habían "robado"
a Silver con alegre regocijo, y luego habían abierto toda su manada a los
Mercants, llamándolos familia.

Los leopardos no eran osos, sin embargo, Lucas Hunter era un alfa
muy diferente de Valentin Nikolaev. El alfa leopardo le recordaba mucho a
los miembros de su propia familia. Era el brillo en los ojos, la sensación de
cosas que merodean bajo la superficie.

Una agitación entre los árboles, Ivan saliendo de la mano de una


mujer alta con el pelo oscuro retirado de la cara por dos simples hebillas,
su precioso rostro ovalado marcado por una cicatriz en un lado. Llevaba la
cicatriz con comodidad, la calidez de sus ojos y la profundidad de su sonrisa
eran lo más llamativo de ella.

A Ena le sorprendió el desconcertante momento de familiaridad.

—Abuela, gracias por venir —dijo Ivan—. Payal, es bueno volver a


verte.

—Espero tener muchos encuentros de este tipo —dijo Payal, y luego


saludó con la cabeza a la mujer que estaba al lado de Ivan—. Con los dos.
Los dejo ahora para que puedan conversar en privado con la Abuela. Se
teletransportó, habiéndole avisado telepáticamente a Ena que volvería tan
pronto como ésta deseara regresar a casa.

Ivan se encontró con la mirada de Ena con la impenetrable palidez de


la suya antes de volverse hacia su compañera.

—Soleil, esta es mi abuela.

—He estado esperando este momento desde que Ivan me habló por
primera vez de usted —dijo Soleil—. Me alegro mucho de conocerte, Abuela.
—Admiración abierta y calidez en su expresión, ni un solo escudo o instinto
de autoprotección a la vista.

Ena suspiró internamente.

—Yo también estoy encantada de conocerte, Soleil— dijo a la sanadora


con la que Ivan se había apareado.
¿Te das cuenta, habló telepáticamente con su nieto, de que ella y
Arwen se convertirán en firmes amigos y nos acosarán a todos para que nos
cuidemos mejor?

Una tranquila alegría en los ojos de Ivan, un sutil derretimiento en el


alma que esperaba que le aportara la paz que ella nunca había podido
fomentar en él.

—¿Eres una sanadora? —le dijo a Soleil, para confirmar su


suposición.

La risa de Soleil era de sol, envolviendo a Ena de la misma manera


que Arwen la envolvía en sus brazos por detrás cuando creía que podía
salirse con la suya. Su nieto empático había alterado a Ena, los había
alterado a todos, y tenía la idea de que Soleil haría lo mismo. Los sanadores
tenían una forma de amar hasta que se convertía en un hecho de la vida,
una simple aceptación que se instalaba en la piel y en el alma.

—¿Es tan evidente? —dijo Soleil con una mirada hacia Ivan que
contenía la misma posesividad primaria que Ena había visto cuando
Valentín miraba a Silver.

Podía ser una sanadora, pero también era una cambiante


depredadora con su pareja.

Cuando se volvió hacia Ena, sus ojos ya no eran humanos.

—Ivan es más que afortunado por tenerte en su vida, Abuela. Gracias


por amarlo cuanto era un niño para que tuviera el corazón para amarme
como un hombre.
Sólo una sanadora diría algo así a Ena Mercant, una matriarca
despiadada cuyo Silencio debía ser impecable. De verdad. ¿Cómo es que sus
nietos seguían haciéndole esto?

—Ven —dijo ella —Caminemos y conozcámonos.

Ivan permaneció callado mientras las dos hablaban, y cuanto más


aprendía Ena de Soleil, más empezaba a darse cuenta de que esa mujer
tenía una columna vertebral de acero. Por supuesto que la tenía; ninguna
criatura de voluntad débil habría atravesado la negativa de Ivan a admitir
que valía más que una vida en las sombras.

Y fueron esas sombras de las que Ivan le habló cuando empezaron a


hablar de su habilidad. Él ya le había mencionado que sus escudos se
estaban fragmentando, pero ella no se había dado cuenta de que la situación
era tan grave.

—¿Perdón? —dijo ella, con un tono frígido, cuando él le contó sus


planes para la jaula psíquica.

—No se preocupe, Abuela —murmuró Soleil, con los brazos cruzados


y los ojos felinos entrecerrados—. Ya le he dicho que eso no es una opción.

Si Ena no hubiera aprobado ya a Soleil, habría pasado la marca en


ese instante. La delgada mujer que tenía enfrente no estaba jugando cuando
se trataba de la seguridad de Ivan.

—Enséñame los escudos —dijo Ena.

Pasaron los siguientes veinte minutos repasando cada detalle técnico.


El problema era que Ivan parecía haber pensado en todas las opciones
posibles, las probó y confirmó que no funcionaban.
El corazón de Ena retumbó en su boca, su mente se llenó con el
recuerdo de su pequeña y fría mano en la suya mientras lo acompañaba
fuera de la habitación estéril a la que había sido llevado tras la muerte de
su madre. Aquel niño demasiado tranquilo y dañado se había convertido en
un hombre valiente y leal que había encontrado por fin la felicidad.

Ena se negaba a defraudarle ahora.

Pero incluso Ena Mercant, se dio cuenta en lo más oscuro de la noche,


muchas horas después de haber dejado a Ivan y a Soleil en el bosque, no
podía dar una respuesta mágica donde no la había. Nadie en el mundo tenía
un cerebro como el de Ivan, y el problema no estaba en la estructura de sus
escudos ni en su complejidad. Estaba en el hecho de que su habilidad se
estaba transformando a un ritmo que superaba con creces la capacidad de
cualquier escudo para contenerla.

Era como si el poder al que había dado el nombre de araña hubiera


sido diseñado para penetrar los escudos, los de Ivan y los de todos los
demás. Pero tal diseño neural no tenía sentido en el mundo psíquico. Podría
tenerlo si Ivan pudiera controlarlo desde su extremo, un poder oscuro, pero
un poder, al fin y al cabo. Pero Ivan nunca había sido capaz de controlarlo...
así que cuando se liberara, lo enredaría tanto como a cualquiera de sus
objetivos.

El mar se estrelló bajo su casa, golpeando las rocas, mientras Ena se


daba cuenta de que esta vez, podría no ser capaz de resolver el problema,
podría no ser capaz de salvar a un miembro de su familia.
Capítulo 4 7
H a y u n a m í n i m a posi bi l i dad d e q u e el rast reo d e A D N est é fal l ando
po rqu e el A D N i nvol ucrado e s clasificado. Y o pondrí a las posibilidades e n
m en o s de un 0,1%, porque estaríamos hablando de archivos de A D N tan
al t am ent e cl asi fi cados q u e s e m e t e n e n la superest ruct ur a del C on se j o.

E s o s i ndi vi duos m a n t i e n e n u n férreo cont rol d e sus c o n e x i o n e s


familiares. Nadi e desaparece a m en os qu e la familia quiera que desaparezca,
y en es os casos, la desapari ción es definitiva. N o m e rindo, pero ni siquiera
nosot ros t e n e m o s las c o n e xi on es necesari as par a llegar a u n p e q u e ñ o
n ú m e r o d e e s o s a rc hi vo s cl asi fi cados, así q u e e s p e r e m o s q u e e s e 0 , 1 % d e
posibilidades sea tan im probabl e c o m o insignificante.

— Rufus Mercant (2071)

Iv an despert ó c o n los pájaros, m i ent r as el m u n d o exterior a ú n est aba


os curo. Sol eil est aba ac u rr u ca d a cont r a él, c o n la m a n o sobr e s u co ra z ón y
el c u e r p o c a l i e n t e c o n v i d a . P e r o e n s u i n t e r i o r s e e x t e n d í a u n c r e c i e n t e
escalofrío.

U n a part e secret a d e él espera b a q u e s u ab ue l a t uvi era u n a respues t a


q u e él n o h a bí a cons i derado, p e r o h a bí a visto l a v e r d a d e n s u m i r a d a ant es
d e q u e s e fuer a ayer. S a b í a q u e s e habrí a q u e d a d o despi ert a t od a la n o c h e ,
q u e h a brí a re c ur ri do a t o d o s s u s co nt a ct os e n b u s c a d e u n a s o l u c i ó n , p e r o
ni siquiera s u abuel a p o d í a arregl ar l o q u e n o tení a arreglo.

U n m ovi m i ent o a s u lado, Soleil bostezando y frotando s u cara contra


s u pe ch o.
—Es temprano —Era una queja muy felina, la gata que vivía dentro
de su mente malhumorada por esto.

Le masajeó la nuca, el pelo sedoso y espeso bajo sus dedos.

—Es hora, mi Lei —Su reserva psíquica se había cargado al máximo.


—Tengo que volver a la ChaosNet.

Soleil permaneció inmóvil durante un largo momento antes de


levantarse sobre el codo para mirarle.

—Come primero —murmuró, con los ojos oscuros con el conocimiento


lo que él arriesgaba hoy. —Entra lo más fuerte posible.

Él asintió y la atrajo para darle un beso. Se habían vuelto a amar con


sus cuerpos en la noche, y él esperaba que llegara otro amanecer donde
pudiera acostarse con ella en su hogar y besarla, acariciarla y mimarla. Pero
hoy, los dos se levantaron después de ese beso, para prepararlo para la tarea
que se avecinaba.

Desayunaron en la veranda, junto a la luz que salía de su salón.


Porque mientras los pájaros estaban despiertos, el sol estaba lejos de salir.
Después, Soleil apoyó la cabeza en su hombro, con su mano entrelazada
con la de él, y le dijo:

—Recuerda que estaré aquí para sacarte en cualquier momento. Sólo


tienes que llamarme a través del vínculo de apareamiento. Me enteraré
ahora que nuestro vínculo es completo, estoy segura.

Ivan había pensado en entrar en su nido, acostarse en su cama, pero


ahora tomó una decisión diferente. —Entraré desde aquí, rodeado de los
árboles y los pájaros —Se volvió para mirarla —. Te gusta este lugar.

Ella se giró para encontrar su mirada, la suya feroz y salvaje.


—Te amo, Ivan Mercant. Les darás una patada en el culo a esos
Escarabajos —Un beso fuerte —. Te traeré un cojín para la espalda, y si noto
que algo va mal, te sacaré de allí

—Lo sé —Sintió su amor por él, su miedo por él, en cada célula de su
ser. No parecía temer lo más mínimo por ella misma, aunque lo que
ocurriera les afectaría a los dos —. Te amo, ma chérie, hoy y mañana y
siempre.

Ella tragó con fuerza ante el uso que él hizo del lenguaje
cariñosamente mezclado de su infancia.

—Vuelve, Ivan. Pero si no puedes, te acompañaré allá donde vayas.

Llevó sus palabras con él a la ChaosNet. Ella era un tirón dentro suyo
que era invisible, pero que sabía que marcaba el camino a casa. Así que se
adentró en la caótica isla de los rayos con un objetivo en mente: encontrar
alguna forma de colapsarla para que las mentes de su interior se
reintegraran a la PsyNet.

Ya podía ver la diferencia con respecto a la última vez que la había


visitado: varias mentes se habían apagado, y sabía que ésas eran las
personas que estaban decayendo, no sólo en coma sino en un estado crítico
en el que sus cerebros parpadeaban entre la vida y la muerte.

Le resultaba difícil ignorar el dolor frente a él, era pragmático, hacía


tiempo que había aprendido a ver la muerte como algo inevitable, pero estas
personas no habían elegido jugar en este campo, habían sido arrastradas a
él sin permiso. Habían sido convertidos en peones de un juego ajeno, sus
elecciones les habían sido arrancadas como a Soleil le habían arrancado las
suyas.
Sin embargo, independientemente de su respuesta, no podía desviar
su atención para ayudarles; una acción así agotaría sus reservas psíquicas
y le devolvería al punto en el que se encontraba tras su primera visita. Haría
mucho más bien si pudiera completar la misión asignada y derribar la isla.

Se lo había dicho a Krychek antes de entrar, para que el otro hombre


pusiera en alerta a todos los hospitales, ya que sus pacientes podrían sufrir
un paro cardíaco o mostrar otros signos de fallo catastrófico en el momento
de la desconexión. Los médicos necesitaban ser advertidos para que no
intervinieran con las medidas de reanimación a menos que el paciente no se
estabilizara en cinco segundos.

Una mente Psy sana sólo debería necesitar la mitad de ese tiempo
para reconectarse a la enorme extensión de la PsyNet. Cualquier
interferencia en el medio podría causar una interrupción neural que
perturbara críticamente el proceso.

Krychek había confirmado que los hospitales ya estaban a la espera


de tales instrucciones, y que había lanzado una alerta telepática de que iba
a ocurrir hoy. Ahora todo lo que Ivan tenía que hacer era astillar
deliberadamente la ChaosNet.

Habría intentado colapsar los cimientos sacando de alguna manera


los anclajes sin matarlos, pero no había forma de identificar un anclaje en
la PsyNet. Canto se lo había confirmado anoche cuando llamó y habló con
su primo.

Ivan siempre tenía planes para una operación, pero hoy no podía
haber ningún plan. Este lugar era demasiado caótico, demasiado
desconocido. Tendría que actuar en el calor del momento en que encontrara
una vulnerabilidad fatal en el sistema.
Teniendo esto en cuenta, comenzó a moverse rápidamente por el
espacio psíquico, recopilando todos los datos posibles. No pudo evitar todos
los rayos, no cuando el espacio psíquico estaba lleno de ellos, pero no recibió
ningún golpe importante. A su alrededor, el paisaje estaba deformado y
lento, los datos de la red estaban tan fragmentados que no servían de nada.

Por eso tardó en captar el eco que recorría cada centímetro de la


ChaosNet: Escarabajo. Reina. Escarabajo. Reina. Escarabajo. Reina.

Una y otra vez en un bucle sin fin. Obsesivo y compulsivo y no


racional. Aunque se las arreglaran para hacerse pasar por racionales en el
plano físico, sus mentes se perdían en una niebla de compulsión.

Compulsión hacia su Reina.

A pesar de sus sospechas anteriores, Ivan no tenía pruebas de que se


tratara de la Arquitecta. Hasta la fecha, todas las acciones de la Arquitecta
habían sido muy racionales: habían jugado a largo plazo. Y lo habían hecho
tan bien que ni siquiera su familia había conseguido desenmascararlos.

Una mente que había estado disparando rayos, estalló de repente en


una supernova de luz y energía que golpeó la mente de Ivan con una fuerza
brutal. Sólo pudo sobrevivir porque sus escudos eran de titanio. Pero
cuando el polvo se disipó, no quedaba nada del Escarabajo que había
existido antes.

Ese eco de nuevo: Escarabajo. Reina. Escarabajo. Reina. Escarabajo.


Reina.

Eso era lo que hacía, rompía la PsyNet usando los Escarabajos.


Porque el mundo no era un campo de juego parejo. Algunas personas tenían
más poder, más carisma. Si su Abuela, por ejemplo, hubiera querido
convertir a Ivan en un ser malvado, podría haberlo hecho: había sido un
niño muy dañado cuando llegó a la familia, Ena era su salvadora. Podría
haberle convertido en nada más que su sombra obediente con muy poco
esfuerzo.

Estos Escarabajos también habrían sido dañados cuando la Reina los


capturó en su red. Pero no podía ser sólo carisma y oportunidad. Los
escarabajos eran demasiado poderosos cuando sus cerebros rompían la
cadena que el Silencio les había impuesto; hace tiempo que habrían
subyugado a cualquiera menos poderoso.

Ivan exhaló un suspiro en el plano físico: un Escarabajo lo


suficientemente poderoso como para controlar a otros Escarabajos sería una
pesadilla. Este individuo podría ser incluso más poderoso que Kaleb
Krychek, y eso podría conducir al infierno en la Tierra.

En ese momento recibió un golpe importante de un rayo negro, se


estremeció, pero se encogió de hombros. Sin embargo, su medidor interno
de energía volvió a caer. Cuanto más tiempo permaneciera aquí, más golpes
recibiría, y menos energía tendría si llegaba a descubrir cómo colapsar la
isla.

La única gracia era que la araña que llevaba dentro permanecía en


silencio, inmóvil. Habría esperado que el vínculo de apareamiento la hubiera
dejado quieta, pero sabía que no era así. Su poder podía enrollarse y atacar
en cualquier momento. Como la gata de Soleil podía abalanzarse; esa gata
también estaba inmóvil, vigilante.

Siguiendo su instinto, comenzó a avanzar hacia el centro. Esta isla


era una construcción nueva, sin nada parecido al peso psíquico de la
PsyNet. La estabilidad que tuviera tenía que provenir del núcleo, de lo
contrario se plegaría sobre sí misma, el peso en un extremo más que en el
otro.
La PsyNet, en cambio, era tan grande que no tenía un verdadero
centro. Era diferente dependiendo de la ubicación de cada individuo. La isla
era minúscula en comparación. Tenía sentido que tuviera un punto central
desde el que fluyera todo lo demás.

Esperaba encontrar una mente más brillante que las demás, la Reina
a la que rendían homenaje, pero cuando llegó al lugar que estaba seguro
tenía que ser el centro, su brújula interna le decía que ahora estaba
equidistante de la mayor parte de la costa en cualquier lado, no vio nada.

No había nada, literalmente.

Ni una sola mente, sólo una oscuridad infinita. Como Ivan no se


tomaba nada al pie de la letra, se acercó más, aún más. Fue entonces
cuando se dio cuenta de que por esa zona tampoco pasaban rayos, la región
estaba tan inquietantemente quieta como el ojo de un huracán.

¿Un escudo?

Pero no tenía ningún problema para atravesar la zona muerta... y fue


entonces cuando lo sintió: una sutil atracción que intentaba succionarle
hacia abajo. En realidad, no había ni arriba ni abajo en el espacio psíquico,
pero así fue como su cerebro le dio sentido: que algo tiraba de él, tratando
de desviar su energía.

No era un sumidero. No, era algo mucho más sutil. Supo de inmediato
que la zona psíquica muerta que lo rodeaba estaba formada por todas las
mentes a las que ya había chupado la energía.

Una fría comprensión en el centro de su cerebro, una sensación de


familiaridad. Si hubiera sido un gato como su compañera, lo habría
expresado en términos olfativos: era como si hubiera olido algo que conocía,
una presencia psíquica que no era extraña, era más bien tan afín a él que...
se sentía como de la familia.

Se le revolvió el estómago.

Sintiendo que la araña de su interior empezaba a agitarse, pulsó el


espacio psíquico con su propia marca de energía. Era una onda plateada
rozada con llamas, brillante y poderosa para su mirada, pero invisible para
todos los demás.

El gato dentro de su mente manoseó los hilos de plata brillante.

Un recordatorio de su compañera de que este poder no era invisible


para todos.

Iluminó toda la zona antes de ser absorbida por la oscuridad, pero


había tomado una instantánea justo antes del momento en que todo se
volvió negro. Y lo que vio fue una extensa telaraña negra, en cuyo centro se
encontraba un monstruo hinchado.

Un fuerte tirón en el vínculo dentro de él. Un mordisco literal que


sintió a través del espacio psíquico, al igual que una mano negra y fría que
raspaba su mente. Abrió los ojos de golpe para encontrar a Soleil mirándole
con ojos de ocelote.

—¿Me has mordido?

—No te despertabas —dijo ella, con sus dedos en el lateral de su


cuello—. Y tu pulso empezaba a debilitarse. Fue sólo un pellizco, no rompió
la piel.

Levantó los dedos hacia el otro lado de su cuello, aún podía sentir el
eco de ese mordisco, de la ferocidad.
—Tengo que volver.

—Estás débil —argumentó Soleil—. Te tiemblan las manos. Mira —


Ella levantó una de sus manos.

—Tráeme todos los sobres de nutrientes que tengas —dijo Ivan,


agarrando sus muñecas—. Hay otra araña ahí, Lei, y está matando a esa
gente. No creo que les quede mucho tiempo. Tengo que volver.

El miedo era un pulso caliente en sus los ojos, no obstante, se levantó


y corrió hacia el interior para recoger lo que necesitaba. Ivan, mientras
tanto, elaboró un plan de ataque. Sólo tendría una oportunidad. Esa maldita
araña estaba hinchada con una gran cantidad de poder, lo que significaba
que su negra telaraña debía haber capturado un gran número de mentes en
esa isla.

—Se llama a sí misma la Reina Escarabajo —le dijo a Soleil cuando


volvió con un vaso, una jarra de agua y los bolsillos de su vestido llenos de
sobres de nutrientes que sus compañeros de manada habían almacenado
en la despensa.

Reponer la energía con una sobredosis de nutrientes no era nunca


una buena idea. El colapso resultante podría detener su corazón, pero toda
esa gente moriría si Ivan esperaba un día más. No sólo eso, sino que la araña
hinchada tendría entonces aún más poder, el suficiente para capturar otro
trozo de la Red Psíquica y chuparlo.

Y con cada trozo muerto de la Red que dejara a su paso, sería más
capaz de "comer" trozos cada vez más grandes. Si se lo dejaba solo, era
concebible que pudiera aniquilar toda la PsyNet, trozo a trozo.

Echó cinco sobres en un vaso, se lo bebió todo y pidió a Soleil que


mezclara otro.
— Ella es el monstruo en el que m e convertiré si no m e detengo — T uvo
u n a v i s i ó n d e sí m i s m o c o m o u n a a r a ñ a h i n c h a d a c o m o el l a, e n c o r v a d a
s ob r e las m e n t e s i nd e fe ns as d e t od os l os q u e habí a capt u rad o.

T o d o s aquel l os a los q u e est aba asesi nando.

La m a n o d e Soleil en su mejilla.

— Est oy conti go — susurró— . P ase l o q u e pase. S i e m p r e y para


s i em pre, u n a y otra vez.

S e concedió u n m o m e n t o de paz y dirigió sus labios hacia la pal m a d e


la m a n o d e ella.
Capítulo 4 8
Los signos vitales de Ager están em pezando a deteriorarse incluso m ás
r á p i d o d e l o previ st o. L a m e n t o i n f o r m a r q u e e s t á n al b o r d e d e u n a p a g ó n
neural total. D e b e s preparart e p a r a l o peor.

— Dr. Lee Luang a Payal Rao, portadora del poder médico de Ager Lii

L a r e i n a d e l os e s c a r a b a j o s sa l i ó d e s u l e t a r g o y e x t e n d i ó u n a l en t a
m a n o psíqui ca para capt ar el fuerte y h e r m o s o poder q u e había percibido el
s e g u n d o ant eri or. L a m a y o r p a r t e d e l p o d e r q u e l e l l e g a b a e r a d e s l u c i d o ,
i ncl us o sus escarabaj os l e fallaban. H a bí a es c ogi do a los e qu i vo c ado s p a r a
este experim ent o, los m á s débiles.

N o era u n gran probl ema. S i m pl em ent e elegiría m ej or la próxim a vez.


P e r o ha bí a al g ui en e n est a red c u y o p o d e r e r a u n g o l p e i m pr e si on a nt e. N o
s ól o es o, si no q u e re son ab a e n la m i s m a frecuen ci a q u e la suya; sabí a que,
si lo t om ab a, ampli ficaría s u propi o p od e r e n u n or de n d e m a gni t ud.

S u pulso letárgico s e aceleró en el instante en que hizo contacto... pero


luego el p o d er desapareció, bo rrán dos e sin dejar rastro. ¿H ab í a sido u n
escarabajo el que había implosionado? N o vio restos, ni polvo psíquico. Pero
t ení a q u e s er e so , p o r q u e s e h a b í a a s e g u r a d o d e q u e na d i e p u d i e r a
a b a n d o n a r l a isla p o r s u p rop i a vol unt ad .

Suspiró. Q u é lástima perder todo ese p oder puro. U n poder q u e se


sentía t an si mil ar al s u y o q u e s e habrí a f undi do c o n el s u y o sin pr obl em as .

U n m o m e n t o d e claridad e n la b r u m a d e poder.
¿Podría ser que uno de sus hijos se estuviera volviendo como ella?
¿Una creciente amenaza para su reino?

Sin embargo, cuando buscó en sus dominios utilizando los receptores


de su red, no encontró a nadie parecido a ella. Ella seguía siendo única, el
pulso que había sentido nada más que una anomalía.

Satisfecha de que todo estaba bien, empezó a tranquilizarse. Otra


parte de ella le advirtió de que se había vuelto demasiado pesada con el
poder, que ya no podía atacar con la rapidez de una cobra, pero desactivó
la advertencia. No necesitaba ser rápida, no aquí. Este lugar era su campo
de entrenamiento y su depósito psíquico.

Aquí se alimentaría. Se alimentaría hasta que no quedara nada.

Y cuando emergiera, sería un poder diferente a cualquier otro que el


mundo hubiera visto.
Capítulo 4 9
Araña, araña, mi hermosa araña.

Con tu red tan brillante, y tu seda tan fuerte.

Araña, araña, te veo.

—Norah Mercant (nacida en el año 2059, desconocida)

Ivan se aseguró de permanecer al borde del campo de la muerte de la


Reina Escarabajo. Por lo que había experimentado la última vez, tenía que
acercarse para sacarla de su estupor, y necesitaba que permaneciera inerte,
medio dormida.

Era demasiado poderosa para que él la enfrentara uno a uno. Con la


cantidad de energía que había robado a sus víctimas y guardado, rompería
su mente con una sola acción, y luego se lo tragaría entero.

Un golpe.

Eso era todo lo que tenía. Un solo intento para cortar los hilos de su
control. Sabía por su propia experiencia que un corte repentino de un hilo
de su red equivalía a una herida. La abuela se había quedado atónita cuando
le había herido accidentalmente la vez que se había tejido con otros niños:
él había acudido a ella, había dejado caer todos sus escudos para que
pudiera ver la telaraña de pesadilla.

Pero seguía siendo invisible para ella. La experiencia de hoy con la


Reina de los Escarabajos le dijo que sólo otra araña podía ver naturalmente
la tela de otra araña. Con su abuela, había sido necesario un vínculo
visceral, de mente a mente. Entonces le pidió que cortara los hilos. Después
de comprobar las repercusiones y de no encontrar ningún problema
evidente, cortó cuidadosamente uno de ellos.

Esto hizo que Ivan sufriera una convulsión y que su cuerpo se llenara
de dolor.

Cuando volvió a estar consciente y estable, le pidió que hiciera


el resto. Ella se negó.

—No te haré daño. Encontraremos otra manera.

Esa otra manera había sido que Ivan aprendiera a hacerlo él mismo.
Si cortaba el hilo, no le causaba ningún daño. Eso tenía sentido. La araña
no querría estar unida a alguien que considerara peso muerto, su principal
y único objetivo alimentarse. Los muertos no le servían.

Su teoría era que, si cortaba un gran número de hilos de la Reina


Escarabajo, la haría entrar en convulsiones en el plano físico. En el mejor
de los casos, ella saldría de la red y ésta se colapsaría por defecto, ya que
ella parecía ser el centro, el núcleo que la mantenía unida.

En el peor de los casos, estaría herida y dolorida, pero aun así sería
capaz de aferrarse a la ChaosNet. En ese caso, Ivan tendría que encontrar
una forma de matarla. La respuesta más sencilla era también la más
mortífera: la ataría a su red y la dejaría seca. Sin embargo, la cantidad de
poder que tenía sobrecargaría su mente y lo mataría.

Mataría a Soleil.

La rabia ardió en su interior como un fuego frío, pero el gato que


llevaba dentro se mantuvo indemne, el valor de su compañera no tenía fin.
Lo harían, porque no hacer nada sería condenar a muerte a toda la gente de
esta red. Y la araña no se conformaría con eso. Se alimentaría y alimentaría
y alimentaría hasta que hubiera absorbido toda la PsyNet.

Dentro de su mente, la propia araña de Ivan se extendía, avariciosa y


hambrienta. Quería todas esas mentes, quería todo ese poder. Y por primera
vez en su vida adulta, Ivan iba a dejarla libre y esperar que pudiera
contenerla una vez que hubiera terminado.

Una inhalación irregular, una exhalación silenciosa.

Era el momento.

Había pensado en la mejor manera de lograr sus objetivos, había


decidido extender su red sobre y alrededor de la Reina Escarabajo. Siempre
había visualizado su telaraña como algo duro y cortante, así que le costó
muy poco esfuerzo imaginar que cada hilo estaba afilado como una cuchilla.

Aguantando la respiración en el mundo físico, consciente de que la


mano de Soleil se había cerrado con la suya, extendió su telaraña sobre la
zona muerta.

Suavemente, suavemente, Ivan.

Empujó los bordes de la telaraña hacia fuera hasta el punto de


empezar a percibir las mentes, y luego se detuvo, porque su objetivo no era
dañar ninguna de esas mentes, ni siquiera las que pertenecían a los
Escarabajos. Podrían estar fuera de control, pero una vez separados de su
Reina, podrían no ser malvados.

Entonces, con su compañera a su lado, dentro de él, dejó caer su


telaraña afilada directamente sobre la telaraña de la Reina Escarabajo.

Su grito psíquico fue tan penetrante que le hizo sangrar los oídos.
Apretando los dientes en medio de la agonía, hizo una rápida
comprobación para asegurarse de que había cortado todas las líneas
posibles... y vio que había cortado todas. La Reina estaba abandonada en la
zona muerta, desangrándose por innumerables heridas, con todos sus hilos
colgando sin fuerza a su alrededor.

Los hilos empezaron a enroscarse y a morir mientras él los observaba


bajo la luz de su telaraña plateada... y ella desapareció. Se desprendió
completamente de la red para salvarse. Ivan sólo podía esperar que estuviera
muerta, pero no podía seguirla: al huir de la maraña asesina de su telaraña
y la de él, se había desprendido de la isla que había creado, probablemente
ya se había unido a otra parte de la PsyNet.

Al desaparecer el centro, la isla empezó a implosionar.

Eso debería haber sido el final de esto, el plan de Ivan fue un éxito sin
precedentes, Incluso había conseguido mantener su habilidad bajo control-
pero el horror le recorrió al ver cómo las mentes se deslizaban hacia las
fauces de la implosión. Todos deberían haber caído como moscas, los
mecanismos de autoprotección de sus mentes en efecto ahora que la araña
ya no los mantenía cautivos.

Esta isla psíquica destruida existía en el centro de una red psíquica


mucho mayor y comparativamente estable. Ni siquiera debería haber sido
necesario un pensamiento consciente para que salieran del peligro y se
engancharan de nuevo a la red psíquica.

Sin embargo, ninguno lo hacía.

—Demasiado débiles —dijo en el plano físico—. Son demasiado débiles


para liberarse —Él tampoco podía hacerlo por ellos, no cuando no estaba
vinculado a ninguno sino a unos pocos. Incluso a esos, vio, no podía
liberarlos, no sobrevivirían. Sus mentes estaban casi en línea plana, sin
capacidad de reengancharse a una red psíquica si los soltaba de ésta.

Simplemente caerían.

—Sujétalos, Ivan —Un suave murmullo contra su oído, una sensación


en su mente de que los brazos se abrían de par en par para sostener lo roto.

Porque su compañero era un sanador.

Él no lo era. Era una araña.

—Los mataré —Salió retorcido por el dolor.

—Todavía no lo has hecho. Y morirán sin ti.

Sabiendo que estaba enviando a Soleil al abismo con él, soltó la última
correa que tenía la araña. Los hilos de su telaraña salieron disparados en
todas direcciones, una cosa brillante que ahora no era dura y cortante, sino
suave y delicada. Lo mejor para agarrar las mentes en caída libre. Mente
tras mente tras mente... hasta que la ChaosNet brilló con una red plateada
besada por las llamas, e Ivan era la araña en el centro.

La agonía lo desgarró por lo que se había convertido después de todo,


pero aún no había terminado. Las mentes de los escarabajos que aún
estaban en el sistema seguían provocando el caos. Así que lanzó más y más
de su telaraña alrededor de ellas, hasta que su energía caótica fue contenida
en la seda de araña... y las corrientes de deslizamiento de esta red
finalmente se calmaron, en paz.

Sin saber cuánto tiempo tendría el control sobre la araña, liberó su


energía psíquica a través de las líneas de la red, con la esperanza de que
ayudara a fortalecer las mentes atrapadas. La telaraña ardió con fuego
plateado. Y el poder de Ivan se agotó, sus sentidos psíquicos se quedaron en
b l a n c o m i e n t r a s s u c u e r p o y el d e S o l e i l s e d e s p l o m a b a n e l u n o h a c i a e l
otro.
Capítulo 5 0
¡Rojo! ¡Rojo! ¡Rojo!

— Alarma medica prioritaria: paciente Ager Lii

L a R e i n a Esca r ab aj o c a y ó a la tierra c o n u n grito q u e a u n salía d e s u


b o c a física. S u m en t e, u n a cos a d e g r an poder, reconect ada a la P s y N e t sin
es fuerzo, p e r o s u c ue r p o est aba fuera d e s u control.

Al caer de su silla de oficina, se convulsionó violentamente en el suelo,


s us b r a zos y pi e rnas s a c u d i é n d o s e cont r a el l ad o del p e s a d o escritorio y la
silla. U n a d e s u s m u ñ e c a s s e f r a c t u r o p o r l a f u e r z a d e l i m p a c t o . S a n g r e
g o t e a b a d e s u b o c a , s u s orejas, s u nariz.

C u a lquier otro ser hubiese m u ert o para entonces, las señales


el é ct ri ca s e n s u c e r e b r o e n l o q u e c i e r o n . P e r o l a R e i n a E s c a r a b a j o p l a n e ó
c o n t i n g e n c i a s . D u r a n t e t o d o est o, s i e m p r e h a b í a m a n t e n i d o u n a p e q u e ñ a
pa rt e d e s u m e n t e s e p a r a d a y p r o t e gi d a, u n a p a r t e q u e e r a u n m e c a n i s m o
de seguridad. Ahor a el m ecani sm o d e seguridad t om ó el control y se hizo u n
bal anc e.

E l d a ñ o a s u c u e r p o y m e n t e f u e sev ero, el cort e r ep e nt i no d e s u r ed


c a u s ó u n s h o c k m a s i v o e n s u si st em a. N a d i e m á s deberí a h ab e r si do c a p a z
d e v e r s u R e d , m u c h o m e n o s i m pa ct a rl a. P e r o l o hi ci e ro n y ella t ení a q u e
lidiar c o n las consecuenci as.

S u cuerpo se estaba apagando, órgano por órgano, pero su cerebro,


m i ent ras est aba m ag ul l ado , p o d í a salvarse si desvi aba t o d a s u energí a par a
protegerlo m i entras se m a n t u viese v i va solo lo necesario par a la
supervivenci a d e s u cerebro.
—¡Señora! —Una puerta golpeando, pasos corriendo hacia ella.

El hombre que se arrodillaba a su lado era joven, fuerte, guapo. El


género no le importaba, no a ella. Estaba más allá de eso. Y él era uno de
los suyos, un Escarabajo que se había entregado completamente a ella.
Podía tomarlo, poner su conciencia sobre la suya.

No, dijo la parte más estable de ella. Necesitamos esta estructura


cerebral para hacer lo que hacemos. Su cerebro no está diseñado para crear
una Red, y no podemos manifestar esos caminos a la existencia, no podemos
hacerlo más poderoso. Estaremos limitadas por sus límites.

Entendió.

Al hacerlo, sacrificó primero sus extremidades superiores, luego sus


extremidades inferiores, luego su estómago y órganos digestivos, y más,
hasta que todo lo que quedó fue su cerebro, su corazón para bombear sangre
alrededor de su sistema, sus pulmones y sistema autónomo. Podía respirar,
su corazón latía, y su cerebro estaba vivo, pero nunca volvería a caminar.

Los músculos y las células en las partes apagadas de su cuerpo ya se


estaban atrofiando y muriendo bajo la fuerza de la atracción de energía. No
habría vuelta atrás de eso. Pero ni siquiera medidas tan drásticas habrían
funcionado si ella no hubiera acumulado tanto poder.

—Emergencia… Médica… Completa. —jadeó a este hijo suyo.

—He alertado al equipo. —dijo—. Estarán aquí en treinta segundos.


Aguante señora. —La puso de lado para que no se ahogara con su propia
sangre. Una decisión inteligente; ella lo utilizaría a menudo en los tiempos
venideros.
— ¡Vei nt e s e gun do s! ¡S e ño r a! — S u v o z era borrosa, difícil d e oír—
¡Señora!

N o q ue d ab a m á s energí a ext raña. ¿ C o r a z ó n o pu l m o n es ? A p a g ó


parci al m ent e a m b o s , así q u e d a b a sufi ciente o x í g e n o p a r a s u cerebro. S i s u
cerebro estuviera si n oxí geno, causaría d a ñ o s catastróficos.

— ¡Solo diez segundos más, señora! ¡Ya vienen!

S u cor a zó n s e d et uv o, sus p u l m o n e s l e seguían.

S u cerebro c o m e n z ó los procedimi entos finales de apagado.


Capítulo 5 1
Mercy, eres la qu e está m á s cerca. V e.

— Lucas a Mercy

E s t a b a h e c h a d e estrellas d e n u e v o , s u Lei . S u c o m p a ñ e r a . Y est ab a


en el centro de su R e d, esta R e d qu e habí a reunido tantas m entes. N o quería
q u e ella lo viera, la araña hi n c ha d a e n el núcl eo, per o ella t o m o s u m a n o , y
lo llevo al m i s m o núcleo de la pesadilla.

— Ivan, mira. — dijo, y señalo.

N o quería ver, n o querí a mirar. P ero ella s e inclinó pa ra presionar s us


labios cont ra la s u m ejilla y le susurro.

— Por favor, por mí.

N o habí a n ad a qu e n o hiciera por ella. A s í qu e miró.

N o habí a n i n g u n a a r añ a e n c o r v a d a d eb aj o, p e r o el esp aci o n o est aba


vacío. E n el centro d e la red e st ab a…

— E s u n corazón. — U n e n o r m e cor azón d e plata q u e ardía c o n fuego


d e pl at a b e s a d o p o r l as l l a m a s y b o m b e a b a al m i s m o t i e m p o c o n el l ati do
del corazón de Ivan.

A b r i ó los oj os para encont ra r abi ertos los d e Soleil, t am bi é n, s u gat a


m i r á n d o l o a t ravés de p e q u e ñ o s irises d o r a d o s y salvajes. C o n t e n t o d e u n a
m a n e r a q u e n u n c a a nt e s h a b í a est ado. S o l o l a m i r ó, l os d o s c a r a a c a r a e n
su cama.
El especialista en seguridad que era parte de su cerebro activado.

—¿Cómo llegamos a la cama? Estábamos afuera.

Incluso cuando la mirada de Soleil se agito, se retorció para levantarse


de la cama, y gimió, todo su cuerpo sintiéndose como si hubiese sido
golpeado por un caballo. Uno enojado. Fue entonces cuando recordó todos
los nutrientes que había tomado para aumentar artificialmente su fuerza
psíquica.

Debería sentirse peor. Era un milagro que estuviera despierto y


funcional.

No, no era un milagro, se dio cuenta mirando atrás a Soleil. No estaba


en peor forma porque su compañera había tomado parte de la reacción. Ella
se sentó lentamente, líneas de sueño en una mejilla y un dolor de cabeza en
su expresión.

—Ouch. —dijo ella—. Todo duele y tengo que ir a ser poco femenina
en este momento.

Estaba en el área del baño antes de que su cerebro calculara lo que


quería decir. Eso le alerto de que él también necesitaba usar esas
instalaciones. Pero tardó tanto en enderezar su cuerpo que Soleil ya había
salido. Decidiendo que si estaban bajo amenaza, esas amenazas habrían
tenido mucho tiempo para pasear mientras se movía tan rápido como una
tortuga de cien años, fue a hacer lo que tenía que hacer.

Después, se lavó las manos y luego se echó agua fría en la cara. Se


movía un poco mejor y se sentía más despierto para cuando se limpió la
humedad y volvió a salir. Soleil estaba de pie frente al espejo que colgaba en
una pared de su habitación, arreglándose el cabello con manos lentas.
Mientras la observaba, hizo un escaneo telepático.
Que no hubiera hecho eso directamente de buenas a primeras le dijo
exactamente lo mal que les había golpeado a los dos. La primera mente que
toco fue cambiante y opaca para él… excepto que la identifico de inmediato
como perteneciente a Lucas Hunter. Porque Soleil conocía a su alfa, el
conocimiento compartido con él a través de su vínculo.

La siguiente mente era Psy y se “sentía” como Arwen, pero no era


Arwen. Después de eso, encontró a la abuela, la resonancia de ella
permanentemente incrustada en su cerebro. Esa mente fue seguida por…
La de Arwen. Si, definitivamente era su primo. Y ni su primo ni su abuela
estaban lejos. De hecho, pensó que estaban justo debajo del aire.

Dentro del territorio DarkRiver.

Fue entonces cuando se topó con una mente tan opaca que no podía
tener la esperanza de adivinar su identidad, por lo que simplemente salió y
miro por encima de la barandilla.

—Lei. —murmuro, sabiendo que su agudo oído lo captaría—. Kaleb


Krychek está ahí abajo con Lucas, una mujer que reconozco como la
compañera de Lucas, Sacha Duncan, mi abuela y Arwen. Creo que son
todos.

Pasos suaves antes de que ella mirara sobre la barandilla, también.

—¿Adivina qué? —dijo—. Mire mi teléfono. Es mañana. Es decir, es la


mañana después de que colapsamos.

Ivan reviso su declaración en la PsyNet.

—Hemos estado fuera durante treinta y dos horas.

Se miraron el uno al otro antes de que Soleil bostezara.


— C o n r a z ó n e s t o y h a m b r i e n t a . — m e t i e n d o l a m a n o e n u n bol si l l o
m i e n t r a s s e a p o y a b a c o n t r a él, s a c o u n a b a r r a e n e r g é t i c a — . A q u í , a g a r r é
al g un as d e estas d e l a coci na.

U n b r a z o e n g a n c h a n d o a l r e d e d o r d e s u ci nt ura, él c asi s e a t r a g a n t o
c o n u na, en t on c es ot ra c u a n d o ella t e rm i no u n a y dijo:

— Y o percibí a Lucas, Mercy y T a m m y en el aire, así com o dos


incógnit as. A l m e n o s u n o n o olía a l eopardo, p e r o tiene u n ol or q u e tú y tu
abuela llevan. S upon go que tal v e z … ¿ T u primo?

Ivan asintió.

— N o pued o ver a la abuela viniendo aquí.

— Y o no contaría con eso, vida mía. — U n beso en su mejilla, la forma


q u e ella tenía d e solo tocarlo c o n afecto y a al go q u e anhel ab a — . T u abuel a
es u n a fuerza e n cua nt o a la g ent e q u e le i m p ort a con ci ern e.

Ivan n o podí a discutir c o n eso.

— ¿Vamos abajo?

Soleil asintió.

— P e r o p r i m e r o … — A g a r r a n d o s u c a r a e n s u s m a n o s , el l a l o b e s o
hasta q u e s u m u n d o giró— . Est am os vivos.

L a ola de m i edo negro que había estado reprimi endo s e estrelló contra
él.

— N o quiero mirar la ChaosNet. T e ng o que haber asesinado a


innumerables personas para ahora.
Deslizando una mano por su brazo, Soleil unió sus dedos con los
suyos.

—No es una araña, ¿Recuerdas? Es un corazón, el centro que los


sostiene. Al igual que un alfa. No has herido a nadie.

La confianza en su voz era un beso.

—Soy una sanadora. —susurró ella—. Sabría si estuvieras matando


a alguien. Mira, Ivan.

Con el estómago apretado, abrió los ojos en la CaosNet. Excepto que,


ya no había caos. Todas las mentes que había envuelto en seda de araña
permanecían envueltas. Vivas, funcionales, pero incapaz de difundir la
energía caótica. En cuanto a las otras mentes…

Respiro profundamente, miro a los ojos de Soleil.

—Todos están vivos. Más fuertes. No con toda su fuerza, sino más
fuertes. —Ya no estaban en peligro de apagarse—. Estoy igual. No estoy ni
cerca de toda mi fuerza, pero ni agotado ni hinchado de poder.

Presionando su frente contra la suya, Soleil repitió las palabras que le


había dicho antes.

—Tú eres el centro que los sostiene. La energía se alimenta de ti, luego
alimenta de vuelta a la Red según sea necesario. Es un sistema cerrado
perfecto, exactamente como una manada. Una vez que todos sanen, será un
sistema increíblemente saludable. .

—No puedo… —Exhaló, sus frentes aun tocándose y sus


respiraciones mezclándose—. Necesitare tiempo para resolver todo esto. —
Aceptar que no se había convertido en un monstruo devorador, era algo
demasiado grande para que lo comprendiera.
— V a m o s a hablar c o n todos.

Esta vez, bajaron juntos, Ivan baj ando primero, co n Soleil bajando p o r
encim a de él:

— N o mires m i vestido. — le ordenó con una sonrisa antes de comenzar


el descenso.

— N o hago promesas qu e no puedo cumplir. — dijo, pero cuando llego


el m o m e n t o , est ab a m á s p r e o c u p a d o p or s u seguridad. El l a n o m o s t r a b a ni
d e lejos s u habit ual graci a salvaje, s u c u e r p o a u n t em bl oroso .

— Estas en la red — Le dijo en voz baja mientras bajaban— . N o


visiblemente, p e r o s é q u e estás ahí.

— P or supuest o. E s t a m o s em par ej ados. — U n a sonrisa d es l u m br a nt e


q u e s i nti ó a t ravés d e l v í n c ul o d e a p a r e a m i e n t o m i e n t r a s s u s pi es t o c a b a n
el suelo del bosque.

É l a g a r r o s u ci nt ura c u a n d o baj o, s e a s e g u r ó d e q u e e s t uvi era f i r m e


e n s us pi es antes d e q u e s e diera la vuelta, casi si endo arrollado p o r A r w e n
tacleándolo. C erró sus brazos alrededor d e su primo, consciente de que
L u c a s habí a envuel t o a u n a sonri ent e Soleil e n sus propi os brazos.

— H e y . — dijo, p o n i e n d o u n a m a n o e n la e s p a l d a d e s u p r i m o , es t e
hom b r e que siem pre s e había preocupado incluso cuando el cuidado d e Ivan
era u n ejercicio poco gratificante— . Estoy bien. Vi vo y sin daños.

A r w e n est aba t e m b l a n d o c u a n d o retrocedió, s u cabello ge n er al m en t e


perfecto estab a d e s o r d e n a d o y sus oj os rojos c o m o si hubi ese est ado
llorando.

— Desapareciste d e la P syNet, d e nuestra R e d familiar. P e n s é q u e


estabas muerto.
Envolviendo su brazo alrededor del cuello de su primo, Ivan lo acerco
una vez más, lo sujeto fuerte.

—Lo siento. Las cosas no salieron como lo había planeado. —Esta vez
cuando se alejó, Arwen se apartó para que Ena pudiera caminar hacia Ivan.

—No me creyó cuando le dije que estabas vivo. Insistió en poner sus
ojos en ti. Debo admitir que también tenía mis dudas.

Eso era lo más cerca que Ena llegaría a admitir el miedo, pero Ivan no
necesitaba grandes acciones o declaraciones de su abuela. Él sabía
exactamente lo que significaba para ella.

—No estoy seguro de lo que paso —dijo, extendiendo una mano


instintivamente mientras Soleil acudía a él.

Sus dedos tocaron los suyos, su gata en su mente.

—Hice contacto con Lucas en el momento en que desapareciste de la


PsyNet. —Le dijo su abuela—. Ya había sentido un impacto violento a través
de su vínculo de sangre contigo, Soleil, y había desviado a uno de sus
Centinelas a tu casa. Era la persona más cercana a ti en ese momento.

Arwen empujo una mano temblorosa a través de su cabello.

—La Centinela confirmo que ambos estaban vivos y respirando, pero


por lo demás no respondían, se metió dentro con la ayuda de otro compañero
de manada que estaba cerca, y luego Lucas dijo que deberíamos venir. —
Una sonrisa tambaleante—. Hubiese venido de todos modos, incluso si
tuviese que luchar contra los leopardos.

—Empáticos. —Lucas Hunter frunció el ceño—. Son una amenaza


para ustedes mismos. Mis leopardos te hubieran comido vivo.
L a m uj er d e ojos cardinales junto a él, la fam osa pri m era Em pát i ca en
el Silencio e n despertar s u s poderes, s e rió.

— N o es cu ch es ni u n a pal ab ra d e lo q u e dice, A r w e n . L e ro m pe rí a el
cuell o a cual qui era q u e s e at reviera a herir a u n E.

Otra vo z irrumpió en la conversación, u n a v o z tan oscura c o m o el


corazón d e la m ed i a no ch e, u n a cos a poderosa y fría.

— U n n ú m e r o d e p e r s o n a s l l e v a d a s a l a i sl a h a n d e s p e r t a d o d e s u s
c om as .

Iv an m i r ó haci a K a l e b K ry ch ek , q u e s e habí a uni do al ásp er o círculo


que se había formado. A r w e n todavía estaba justo a su lado, su h o m b r o
tocando el de Ivan, u n toque con el que Ivan estaba m á s que có m odo. Nun c a
había querido lastimar a Ar w en , y la repentina perdida d e Iva n de s u R e d lo
habí a dev ast ado.

E n a estaba junto a A rw en , K ry ch ek a su lado, mientras q u e Lucas


Hunter estaba junto a Krychek, s u com pa ñera entre él y Soleil. Ivan no tenía
ni idea de c ó m o o por qué Krychek tenía acceso al territorio DarkRiver, pero
estaba c ó m o d o aquí, eso era obvi o en la form a en la que se mantenía a gusto
baj o el dosel d e árbol es a pesar d e q u e est aba e n u n traje n e gr o form al .

— ¿Alguno d e ellos está hablando? — Pregunto Ivan.

— Si. S e g ú n ellos están e n u n a R e d psí qui ca estable c o n u n bucl e d e


ret roal i m ent aci ón ú n i c a q u e p a r e c e est ar f l u y e n d o d e s d e u n c ent ro q u e n o
pueden ver. — Levant o una ceja— . A s u m o que eres tú.

Ivan asintió.

— ¿Las anclas? ¿ A ge r Lii? — L a fundadora sin la cual nada podría


existir.
—Viva y consciente, aunque parece que al menos dos de los otros
cuatro en la isla tienen el Síndrome del Escarabajo.

Fue el peor tipo de noticia, la Designación A ya era critica en términos


de números.

—Ager Lii no sufre el síndrome. —Kaleb aclaró—. Han confirmado


que la nueva Red es estable, y que su enlace con la parte principal del
Santuario parece estar abriéndose. Así que mientras la isla permanezca
separada del resto de la PsyNet en el nivel superior, se encuentra sobre los
mismos cimientos. No pasara hambre de energía de anclaje.

Ivan exhaló lentamente al darse cuenta de que la Red psíquica de la


isla era más que funcional. Funcionaba bien.

—No puedo explicarte la mecánica de esto.

—Es simple. —dijo Soleil desde su lado—. Tienes la capacidad de crear


y mantener vínculos desde la manada, al igual que Lucas. Puedes sentir a
cada compañero de manada en el fondo de tu mente, ¿Verdad, Luc?

Lucas inclino su cabeza.

—Hablando de eso, hay muchos más latidos en mi conciencia desde


hace treinta y seis horas. Nada es tan fuerte como la conciencia que tengo
de los miembros de la manada, pero sé que están allí. Toda una Red de
personas en la lejana periferia de mi visión.

La boca de Soleil hizo una O redondeada, mientras Ivan miraba al alfa.

—Parece que nuestro pacto de sangre ha unido a los dos grupos.


— Psy, hum ano, cambiante. — m urm u ró Sascha— . Eso es lo que
s i e m p re h a ne cesi t a do la P s yN et , u n a Tr i ni dad d e energía. S oleil, ¿ Yari el a
m e n c i o n ó q u e t u m a d r e era h u m a n a ?

Soleil asintió.

— L a energí a d e la m a n a d a t am bi én tiene qu e estar al i m ent ándose e n


la R e d P sy a través de Soleil. T e n e m o s m i em b r o s de las tres razas. — Sascha
frunció el ceño — . Pero Lucas, cariño, ¿ N o tienes ni nguna fuga?

—No.

— P o d r í a s e r q u e t o d o l o q u e e s n e c e s a r i o p a r a l a est a bi l i z a ci ó n d e
u n a R e d psíqui ca e s la m e r a presencia d e cam bi ant es y energí a h u m a n a . —
L a s on ri s a d e S a s c h a f u e u n a c o s a c a l u r o s a — . V a a ser u n r o m p e c a b e z a s
f a s c i n a n t e d e resol ver. M á s t ard e. A h o r a m i s m o , u s t e d e s d o s d e b e n est ar
m u r i e n d o d e ham b r e . T a m m y fi nal m ent e accedi ó a ir a d esca nsar h ac e u n a
h o r a , c u a n d o si nt i ó q u e c o m e n z a b a s a salir a l a su p er fi ci e , p e r o n o s d e j ó
c o n i nst r uc ci on es estrictas p a r a q u e s e a l i m e nt a ra n.

— E n t o n c e s . — L a s u a v e v o z d e E n a m i ent r as L u c a s c a m b i a b a p a ra
r e v e l a r u n a g r a n c a n a s t a d e c o m i d a — . H a s l o g r a d o c r e a r u n a i sl a
p e r f e c t a m e n t e equ i l i br a da d e n t r o d e l a tri ni dad. — U n t o n o e n s u v o z q u e
Ivan sabí a q u e era orgullo.

S u s siguient es pal abras fue ro n telepáticas. S ol o para él. N u n c a fuiste


la ar aña, Ivan. N acist e p a r a ser el cor az ón d e u n a R ed . L a m e n t o n o h ab e r
entendido esto al principio.

Las palabras sonaron e n la cabeza de Ivan mientras Krychek deslizaba


s us m a n o s e n l os bolsillos d e sus pant al ones.
—Es una pena que tu cerebro sea único en su clase. —Sus ojos
brillaban negros con estrellas—. Esta sería la solución perfecta a nuestro
problema, borrar todo nuestros problemas con los planes anteriores para
fragmentar la PsyNet.

—Hay al menos una mente más como la mía. —Ivan señaló, una
imagen de un caparazón negro hinchado en su mente—La araña original
que creo la isla.

—No —dijo Kaleb—. Es análogo pero no es lo mismo, desvió el poder,


¿Correcto? Tú, sin embargo, actúas como un centro de redistribución.

Ena se agito.

—Todavía podemos aprender de lo que Ivan ha hecho. Es posible que


podamos crear una Red basada en el marco. —Kaleb murmuro una
respuesta, Ena le contesto, pero Ivan ya no estaba escuchando.

Toda su vida, Ivan había creído que si habilidad era una maldición.
Escucharlo como una ventaja… si, iba a tomar mucho tiempo
acostumbrarse, pero cuando miró a Soleil sonriendo mientras Sascha le
daba un enorme panecillo con chispas de chocolate, sabía que nada era
imposible.

Amaba y era amado, palabras que nunca creyó que pensaría.

—Las brasas son tan cálidas que puedo sentirlas, —murmuro Arwen
a su lado—. Ella te ama con todo su ser.

—Lo sé, —dijo Ivan mientras Soleil se giraba y le saludaba con una
sonrisa—. Lo sé.
Capítulo 5 2
Ivan, acabo de tener una coincidencia con tu ADN. El tío Rufus y yo
mantuvimos la búsqueda automática de antecedentes cuando preguntaste,
esta es la primera vez que ha tenido resultados. Te estoy enviando los
detalles, pero parece una coincidencia completa, este hombre es
probablemente tu padre.

Es humano, apareció en el sistema cuando fue procesado como


sospechoso en un caso de asesinato en las inmediaciones de su residencia.
La policía examino a todos los hombres adultos en un radio determinado.
Fue limpiado de inmediato y su ADN ya está siendo borrado de los registros,
pero la automatización lo capto antes de que lo borraran.

He respaldado el registro y lo estoy adjuntando aquí para que puedas


ejecutar tu propia búsqueda de comparación para confirmar.

—Canto Mercant a Ivan Mercant (9 de octubre 2083)

—Los finales felices son para los cuentos de hadas humanos y


cambiantes.

—Me gusta eso de ti, —dijo Soleil—. Eres tan positivo. —Ignorando la
mirada oscura de su compañero, ella tomo su mano—. Pase lo que pase, sea
quien sea tú papá, no te cambia. Eres mi Ivan, valiente, leal, y con serios
movimientos en la cama.

Los labios se le curvaron una fracción mientras se avivaba su rostro,


Ivan enrollo sus dedos sobre los de ella.
—Canto fue capaz de rastrear su historial criminal, tuvo múltiples
arrestos menores por drogas a lo largo de los años. No hay señal de que las
autoridades tomaran su ADN como requerimiento. Turno ocupado, muestra
perdida antes de que fuera registrada, podría ser cualquier número de
razones. Pero… —Se detuvo por un segundo—. No ha sido arrestado o citado
en la última década.

Manteniendo su cabello suelto detrás de su oreja, Soleil lo llevo hacia


el hogar de ancianos al otro lado de la calle, más allá de un pequeño parche
de césped verde exuberante.

—¿Crees que se enfermó demasiado para conseguir drogas? ¿Fue


atrapado en esa red de ADN como una cuestión de forma?

—Es lo que tiene sentido. —La estructura en que en la que residía el


donante del ADN paterno de Ivan era vieja pero ordenadamente mantenida,
y aunque no tenía motivos reales propios, estaba situada justo al otro lado
de la carretera de un gran parque mantenido por DarkRiver como parte del
compromiso de la manada con la ciudad.

Un lugar de crecimiento con un salvaje color verde.

—Extraño, que lo encontrara aquí, tan cerca del lugar que ahora llamo
hogar.

—Dices extraño, yo digo destino. —Soleil se apoyó contra él, la bonita


caída de metal y joyas en sus oídos haciendo un sonido musical—. Al igual
que fue el destino que empaqué mis maletas por un capricho y fui a visitar
a Melati mientras estabas haciendo ese curso lunático con tus amigos lobos
igualmente lunáticos. Estaba destinada a encontrarte.

Ivan no estaba seguro de creer en el destino, pero creía en su Lei. No


había nadie más que pudiera imaginar a su lado mientras navegaban por
las sorpresas de la vida, porque había habido muchos de ellos en los dos
meses desde su apareamiento. Esto fue lo último.

—Si tienes que estar en un asilo de ancianos… —murmuró Soleil el


oscuro magenta de su vestido vivido contra la tela vaquera de su chaqueta—
. Esto no esta tan mal. —Su tono, sin embargo, era dudoso.

Porque incluso la residencia más lujosa aplastaría el espíritu de un


cambiante, por lo que las manadas tenían sus propias formas de cuidar a
sus mayores y a otros que necesitaban atención. Soleil nunca terminaría
lejos de los bosques que alimentaban su alma.

—¿Qué hacen los Psy con sus mayores? —Pregunto, las piedras
brillantes en los pendientes que le había dado bailando a la luz del sol.

—Bajo el Silencio, las personas que ya no podían contribuir a la


sociedad simplemente desaparecieron. —Apretó su mano cuando ella
aspiraba una respiración—. No en mi familia. La abuela no deja ir a su gente,
¿Recuerdas?

—Si no me hubiese emparejado contigo, le haría una proposición a


tu abuela. Lo digo en serio.

Reflexiono sobre lo mucho que adoraba a su abuela, y se contentó con


lo mucho que Ena le devolvió esa estima, dijo:

—Olvide decirte. Arwen nos invitó a cenar mañana por la noche. Su


oso estará cocinando.

—Osos. —dijo Soleil con el ceño fruncido—. Encantadores


alborotadores. ¿Sabes que Valentin sigue pidiéndome que le enseñe a ser
extra astuto? —Risas en su tono ahora—. La última vez, le dije que ya tenía
un título en astucia, engaño a Silver para emparejarse con él ¿no? Se rio
tanto que casi se cae de su silla.

Ivan podía imaginar al gran y descarado compañero de su prima


haciendo exactamente eso. Como podía imaginar a su compañera felina
haciendo bromas. Por extraño que fuera, resulto que los gatos y los osos se
gustaba el uno al otro, quizás porque eran muy diferentes. Cada uno
encontró al otro una fuente de fascinación sin fin.

En cuanto a la familia de Ivan, habían sido recibidos en DarkRiver.


No en el estilo exuberante del oso, pero con una sutileza felina que no era
menos sincera. Estaba allí en las invitaciones para eventos de la manada,
en el hecho de que un joven Mercant con un interés en la construcción
estaba ahora haciendo pasantías en oficinas de DarkRiver, e
innegablemente en como Sascha y Lucas habían permitido que Arwen
cuidara a su cachorro.

Esto último había sido un desastre de proporciones épicas, Arwen era


la peor niñera del planeta cuando se trataba de disciplina. Naya había
jugado al escondite con él, haciendo hincapié en el escondite, hasta que
admitió la derrota y le prometió un pastel de chocolate para cenar si se
revelaba. Después de lo cual, el permitió ver dibujo animados hasta que se
quedó dormida en un Arwen embrujado, una pequeña pantera negra con el
estómago redondeado.

Por supuesto, Arwen era ahora la niñera favorita de todos los tiempos
de Naya.

En cuanto a la abuela de Ivan, había formado una amistad inesperada


con Yariela, que había ganado una nueva oportunidad en la vida en los
últimos meses.

No era raro que Ena la visitara para tomar una taza de té.
—No somos tan diferentes, Ivan, —dijo Ena cuando Ivan lo
mencionó—. Yariela lleva su corazón en la manga, mientras que mi corazón
esta reforzado con acero y bloqueado por el hielo, pero ambas
destriparíamos a cualquiera que viniera tras los que están bajo nuestro
cuidado. Ella lloraría por ello. Yo no. Nuestros enemigos seguirán estando
bien muertos.

Ivan, también, había formado amistades en la manada, incluyendo al


tranquilo y fundamentado compañero lobo de Mercy, así como el Centinela
Vaughn. Ivan puede no haber aprendido a reír todavía, pero consiguió el
sentido del humor felino, le gustaba su ingenio astuto y perverso.

El otro gran cambio en su vida había sido como trataba a los


traficantes de Jax. Desde que descubrió que Soleil lo sentiría a través de su
vínculo si mataba a alguien, el corazón de su suave sanadora recibiendo un
golpe brutal después de otro, había comenzado a trabajar con DarkRiver y
las autoridades para limpiar la basura. No fue satisfactorio, pero hizo el
trabajo y protegió a esta mujer que era su mundo.

Hoy, ella engancho su brazo a través del suyo, los brazaletes en sus
muñecas una hermosa confusión de color, y miró hacia arriba.

—¿Listo?

Con la mandíbula apretada, asintió con la cabeza. Esto era un cierre


a una puerta demasiado tiempo abierta, se dijo a sí mismo. Entraré y saldré
en cuestión de minutos, mis preguntas sobre mi herencia genética serán
respondidas.

Caminaron tranquilamente por los escalones anchos y poco


profundos hacia la puerta principal cerrada con llave. Una señal a un lado
pedía a los visitantes que se pusieran en contacto con la recepción usando
el intercomunicador proporcionado, y si se abría, para asegurarse de cerrar
l a p u e r t a d e d e t r á s d e sí m i s m o s p a r a p r o t e g e r a l os r e s i d e n t e s q u e y a n o
p u e d e n protegerse.

Soleil fue quien hizo la llamada.

— Hola, est am o s aquí para ver a Tabor Novak.

L a respuesta fue am abl e p er o firme.

— S e s u p o n e q u e n o t e n e m os visitas m i ent ras t rabaj am os. R e gl a


es t ándar, m e t e m o .

L a m a n o de Ivan apretó convulsi vam ente l a de Soleil.

— Oh, — dijo ella después de dispararle una mirada de ojos abiertos—


. M e disculpo. N o s dijeron q u e era u n residente aquí.

L a recepcionista hi z o u n a p ausa y l uego s e rió.

— D i o s m í o, par ece q u e h u b o u n m al entendi do. R e s i d e aquí, pe ro n o


e s r es i d ent e . E s u n o d e n u e s t r o s c u i d a d o r e s i nt er no s. E s p e r a u n s e g u n d o
cariño. — El sonido d e unos golpecitos — . El horario dice que esta d e
d e s c a n s o e n treinta m i nut os . ¿ P u e d e esperar e s e t i e m p o ?

— Si. ¿P o d em o s esperar aquí?

— ¿Po r q u é n o se dirigen al parqu e? T a b o r n o rm al m ent e t o m a s u


d e s c a n s o allí d e t odos m o d o s . L e di ré q u e te en cu e nt re b aj o el vi ej o roble.
Es p e r a ¿ Q u i é n deberí a deci r q u e está d e visita?

P i edras apl ast adas e n s u p ec ho , e n s u vo z, Iv an dijo. —

Él conoció a m i m ad r e u na vez. S u nom b r e era Norah.


—Oh, qué bien. Se lo diré. Media hora. —La recepcionista colgó. Él y
Soleil caminaron en silencio hasta el parque. No era difícil encontrar el árbol,
dominaba el lado derecho de la entrada al parque, un gran asiento de
madera debajo.

Mientras Soleil se sentaba, Ivan caminaba como un tigre enjaulado.

Quería decir algo, cualquier cosa, para mejorar las cosas, pero sabía
que no había manera de mejorar esto. Tenía que hablar con su padre, tenía
que averiguar qué hacer con el conocimiento.

Todo lo que podía hacer era estar ahí para él.

—Oye, tú… —murmuró ella cuando finalmente dejo de caminar.


Levantándose, puso sus brazos alrededor de él. Como siempre, él puso sus
brazos alrededor de ella a la vez, su mejilla cepillando su cabello.

No más palabras. Solo este toque, esta calidez.

Hasta que su cabeza se levantó y ella lo supo. Alejándose, dijo:

—Iré a dar un paseo para que ustedes dos puedan hablar.

—No. —Agarró su muñeca—. Quédate.

Casi podía pensar que tenía miedo, ese hombre que era el depredador
más peligroso en esta tranquila calle suburbana. Abrumada por la ternura,
se movió para estar a su lado, su mano todavía alrededor de su muñeca, y
vio a un hombre con uniforme azul caminar hacia ellos.

Era como ver una versión demasiado delgada y mucho más mayor de
Ivan, un Ivan que había vivido una vida dura, pero que también se había
reído. Las líneas marcaban su rostro, y el dorso de sus manos tenía varias
cicatrices, c o m o las creadas p or adictos q u e s e m et í an com p ul si va m e nt e e n
s us cuerpos. T a b o r N o v a k t uvo suerte d e haber elegi do su s m a n o s .

M u c h o s Iv a n p o r su s caras.

E l h o m b r e q u e e r a el p a d r e d e I v a n v i n o a p a r a r s e e n f r e n t e d e él, y
s im pl em ent e lo m i ró con los ojos de un familiar azul hielo. Eran m á s suaves
q u e l os d e Iv an , m e n o s p enet rant es, p e r o l a f o r m a d e l os ojos, s u n a riz, l a
forma en que todos sus rasgos se entrelazaban… n o había dudas de que
e r a n pa ri ent es.

— ¿El hijo de Norah? — Ojos cargados de emoción, su v o z


i ne s p e r ad am ent e superficial y gruesa.

D a ñ o e n sus cue rd as vocal es, ella lo di agnosti co. P r o b a bl e m en t e p o r


u n a l es i ó n n o trat ada.

— Si. S egún las pruebas d e A D N , eres m i padre.

N o había sorpresa e n la expresión de Tabor. Estaba claro q ue ya había


visto esa verdad e n el espej o m á s j oven de s u propi a cara q u e era Ivan.

— ¿Esta viva tú m adre?

U n sus u rr o d e e s p e r a n z a .

—No.

Tem bl ando, Tabor s e despl om o sobre el banco c o m o u n títere c on sus


cuerdas cortadas, sus m a n o s agarrando el borde d e la m a d e r a lisada por
m il es d e m a n o s a lo largo de los años.
— Dios, era tan herm osa. — Salió una vo z rasposa— . Y o era c o m o u n
perrito , habrí a h e c h o cual qui er c o s a p o r ella. T o d o l o q u e querí a d e m i era
la “fertilización” así es como ella lo dijo.

U n a risa q u e bi en podí a h ab e r sido u n sollozo.

— M e e m o c i o n e , p e n s é q u e i ba a t ene r suert e, p e r o ella n o que rí a el


ejercicio físico, s o l o … b u eno, y a sabes. — S e q u e d ó sin aliento, m i r o haci a
arriba— . M e perdí e n m i veneno de elección en los m eses posteriores, y ella
s e h a b í a i d o d e n ue s t ro s l ugares d e r e u n i ó n par a el m o m e n t o e n q u e h abí a
r eun i do sufi ci ent e clari dad p a r a recordarl a, buscarl a.

Iv a n era u n a est atua d e pi edra al l ado d e Soleil.

— ¿Pero la recuerdas? — m urm uró.

— Norah fue inolvidable. — Tristeza, tal tristeza en su voz. Empujando


a m b a s m a n o s a t r av és d e s u p e s a d o c a b e l l o n e g r o c o n hi l os d e c ol o r gris,
m i r ó u n a v ez m á s a Ivan.— . U n hijo. T e n g o u n hijo. — Est a vez, el t em blor
e n s u v o z f u e d e alegría, n o d e tristeza. — P e n s é q u e t ení a u n a b u e n a v i d a
d e s p u é s d e q u e f i n a l m e n t e m e arrast ré fu e r a d e e s e p o z o d e v e n e n o , p e r o
n u n c a esperé q u e podrí a llegar a ser u n m i l l ón de vec es m ej or.

Ivan n o reacciono al brillo húm ed o en los ojos de Tabor, pero sí habló.

— ¿ C ó m o se conocieron ustedes dos?

Era c o m o q u e si T ab o r hubiese estado esperando todos estos años


p a r a c o n t a r l a hi st ori a, p o r q u e a b r i ó l a b o c a y c o m e n z ó a h a b l a r . D e u n a
hermosa mujer Psy con ojos de azul vivo y sueños d e una vida vivida en
libertad salvaje, y u n j oven h o m b r e h u m a n o q u e habí a si do roto por la vi da
a n t e s d e q u e t uvi er a l a o p o r t u n i d a d d e c r e c e r a l a e d a d adul t a. D e d r o g a s
que proporcionaban una paz ilusoria, y de meses, luego años perdidos en
los espejismos mentirosos que ofrecían.

—¿Cómo saliste? —preguntó Soleil.

—Me puse muy enfermo, fui recogido por un grupo de la Alianza


Humana que estaba fuera para ayudar a los adictos. Me cuidaron hasta que
recupere la salud, y fue necesario un largo proceso para que pudieran
desengancharme. Podía pensar por primera vez en mucho, mucho tiempo,
y lo odiaba.

Sonrió, tristeza en forma humana.

—Empecé a consumir drogas porque no quería ver con claridad, no


quería recordar la fealdad de mi infancia. Me había ido y habría vuelto a esa
vida, pero la mujer a cargo de la clínica, tan condenadamente inteligente,
dijo que tenía que pagarles ayudando a cuidar a alguien más, y esa persona
era un joven de dieciséis años, quizás. Lo vi y supe que estaba donde yo
había estado.

Un encogimiento de hombros.

—No podía dejarlo. Quería una vida mejor para él. Así que me quedé.
Y después de que mejoró, cuidé de alguien más… y luego fue un año y tuve
suficientes horas como ayudante para conseguir el comienzo de una
calificación, y aquí estoy. Resulta que me gusta cuidar de la gente, como
ayudarlos.

Soleil podía ver por qué, había una paciencia en Tabor que significaba
que no presionaría a Ivan para que hablara, para que compartiera. Este
hombre entendió las heridas del alma, y entendió que la gente solo hablaría
cuando quisiera hablar.
E Ivan no quería hablar.

Así que cuando el descanso de Tabor terminó, se levantó y dijo.

—Gracias por venir, por mostrarme que un pedazo de Norah


permanece. Ella era un regalo, una artista que nunca llegó a hacer su arte.
Pero ella te hizo. Por favor, nunca lo olvides. —tragó—. Me gustaría volver a
verte. Puedo darte mi código de llamada.

Cuando Ivan asintió, Tabor se lo dio antes de girar para irse.

—Solía hacer estos pequeños dibujos en el fondo de las murallas de


la ciudad. Están por todas partes, escondidos en las esquinas y en las
sombras. Los busco hasta el día de hoy, incluso en ciudades donde sé que
probablemente nunca fue.

Cuando comenzó a alejarse, sus hombros se inclinaron hacia adentro,


Ivan dijo:

—No tengo recuerdos de su arte.

Tabor se giró, y estaba un poco tambaleante.

—No tengo fotos, pero las recuerdo. ¿Podría decirte si quieres? —Una
súplica silenciosa en las palabras.

—Te lo agradecería. —Hurgando en su bolsillo, Ivan saco el anillo de


su madre—. ¿Alguna vez te dijo algo sobre esto?

—Solo sé que es un anillo familiar. —Tabor dibujo la forma de


remolino del grabado en el aire—. Una “S” para su apellido.

Ahora que Tabor lo había señalado, Soleil podía ver el parecido. Era
extremadamente estilizado pero presente.
—No era un anillo que debía perderse, dijo. —Continuó Tabor—. No
uno que debiera ser recordado. Dijo que lo había tomado para recordarse a
sí misma de donde venía, así que nunca estaría tentada de volver.

Soleil podía sentir la quietud de Ivan mientras debatía si hacer la


siguiente pregunta, traicionar el grado de su falta de conocimiento sobre su
madre y su familia. Pero entonces Tabor tomó la decisión en sus manos.

—Scott. —dijo con una sonrisa repentina—. Eso fue todo. Una vez,
cuando ambos estábamos sobrios, dijo que era una Scott, y le pregunté si
tenía una falda escocesa, y se rió tanto y dijo que no, no esa clase de escoces.
Scott con dos T. pero debes saberlo.

—Gracias, Tabor. —La voz de Ivan era difícil de leer—. Por recordar a
mi madre. Llamaré para arreglar otro encuentro entre nosotros.

Sus hombros se levantaron, Tabor dio una sonrisa temblorosa antes


de girar para continuar su camino de regreso al trabajo.

—Creo que lo alto, oscuro y silencioso podría ser un poco genético. —


Bromeó Soleil, aunque su garganta se ahogó ante la idea de un artista
obligado a vivir una mentira. No cambió el hecho de que las decisiones de
Norah habían afectado tan gravemente a su hijo, pero Soleil no pudo evitar
sentir empatía por ella. Si a Soleil no le hubieran permitido ser sanadora,
seguramente la habría vuelto loca.

Ivan le dio una mirada, pero sus siguientes palabras dejaron claro que
su atención estaba en otro asunto.

—Scott es un apellido bastante común.

—Cierto. Pero hay una famosa Psy Scott, ¿verdad? Recuerdo… Oh,
¿Cómo se llamaba? —Hizo clic con los dedos—. Shoshanna Scott, la
Consejera. Solía verla en las noticias a veces. Pero su marido también era
un Scott, ¿no? ¿Era su nombre?

Ivan busco a través de la PsyNet antes de sacudir su cabeza.

—No, es de ella. Él era mayor, pero ella tenía la línea familiar más
prestigiosa, por lo que tomó su nombre cuando decidieron trabajar como
una unidad política.

—Si recuerdo bien, ella también tenía el mismo color que tú y tu


madre. —dijo Soleil con el ceño fruncido—. Ojos azules, pelo oscuro, piel
clara. ¿Ves algún daño en comprobar si hay una conexión?

—No. —Ivan deslizó el anillo—. Veré si podemos desenterrar su perfil


de ADN.

—¡Spies R Us activado! —Sonrió, impenitente, cuando él dijo:

—Deja de hablar con los osos, —en un tono severo—. Son una mala
influencia.

Todavía sonriendo, brillo sobre sus parpados y espolvoreado sobre sus


mejillas, ella presiono sus labios contra su mandíbula. Él no se movió, no
reacciono, excepto en doblarse un poco, para que ella pudiera alcánzalo más
fácilmente.

Y su corazón, se derritió de nuevo.

—Te amo, Ivan Mercant. —le dijo—. Por siempre y siempre y de


vuelta.

Ojos azules asesinos mirando a los suyos, un amor tan vasto que la
envolvió en una llama de plata, y una sonrisa tan sutil que solo ella lo sabría.
— Por siempre y siempre y de vuelta otra vez, Soleil Bojoux Garcia
Revelaciones
Kaleb, tengo una solicitud de información clasificada.

—Ena Mercant a Kaleb Krychek.

Kaleb Krychek miro hacia el océano que se estrellaba al pie de la casa


del mar, mientras Ena se sentaba en un sillón a su derecha, una taza de té
de hierbas levantada hacia sus labios.

—¿Estás segura? —Le preguntó.

—Hicimos la prueba usando la huella de ADN que nos proporcionaste.

Kaleb había recuperado esa impresión de un antiguo archivo del


Consejo, donde se guardaban esas cosas para verificar la identidad de los
Consejeros en relación con diversos requisitos de acceso.

—¿Cuál es la relación?

—La genética de Shoshanna Scott se cruza con la de Ivan a tal nivel


que es probable que sea su tía. —Ena dejo caer la bomba con elegante
gracia—. Nuestra investigación también ha revelado un N. Scott que aparece
como muerto a los veintinueve años. Curiosamente, Shoshanna llegó a la
escena doce años después del nacimiento de su hermana, lo que podría
indicar que la unidad familiar decidió que la hermana mayor no era apta
para ser su heredera.

—Los Scotts están extremadamente orgullosos de su línea genética.


—Kaleb siempre los había considerado uno de los más despiadados de la
Red cuando se trataba de la “pureza” de su genética.
—Exactamente así, —estuvo de acuerdo Ena—. No pudimos
encontrar nada sobre la hermana de Shoshanna más allá de la fecha
señalada como la de su muerte, pero el padre de Ivan ha confirmado que
Norah tenia al menos treinta años cuando Ivan fue concebido. Podría haber
sido borrada del árbol genealógico a los veintinueve, pero no estaba muerta
excepto para los Scotts.

Así eran los Psy en la época del Consejo, pensó Kaleb. Los problemas
simplemente desaparecían.

—La madre de Ivan debe haber sido extremadamente inteligente para


haber sobrevivido. —Los Scott habrían enviado un escuadrón de la muerte
para ocuparse de un miembro problemático.

—Parece ser que sí. —Ena puso la taza en la mesa auxiliar junto a
ella, dijo—. Ivan me ha dado permiso para ser transparente contigo en
términos de esta información. Con el enlace de ADN confirmado, está seguro
de que la Reina Escarabajo es Shoshanna Scott u otra íntima relación
sanguínea.

—Él dice que la resonancia psíquica era demasiado poderosa para


que no sea una conexión familiar directa, y no hay muchos Scotts vivos. Es
una línea pequeña. Shoshanna tiene una hija, ¿Verdad?

—No una que ella eligiera criar. —Su sentido era que Shoshanna solo
había aceptado el acuerdo de concepción como parte de su acuerdo con
Henry, centrada en su propio poder, nunca parecía preocupada por dejar
un legado genético—. Creo que la hija fue criada como miembro del grupo
familiar de Henry. Apenas tiene veintitrés años.

—Extraño, como algunos aprecian a sus hijos y otros los ven como
nada más que piezas en un tablero de ajedrez.
Y luego estaban aquellos que eran simplemente monstruos que nunca
deberían haber engendrado un niño, pensó Kaleb.

—Debería ser bastante fácil obtener una indicación de la probabilidad


de que es un Scott, por lo que tengo entendido, Ivan hizo un daño
significativo a la persona en cuestión. Lo suficientemente significativo como
para que no esté ni cerca de recuperarse.

—Esperaré a que me contestes.

La noticia que Kaleb descubrió fue inesperada por decir lo menos.

—Según todas las fuentes, Shoshanna está muerta, —le dijo a Ena al
día siguiente—. Fallo neuronal catastrófico que su familia ha explicado como
resultado de una enfermedad genética. Su cuerpo ya ha sido cremado, y la
hija de la que hablamos, Auden Scott, ahora está a cargo.

—No tengo conocimiento real de ella.

—Yo tampoco antes de esta reunión. Ha sido mantenida, o ha tenido


cuidado de permanecer fuera de la vista.

Kaleb pensó en esos intensos ojos azules que miraban desde una cara
de piel de ébano con los rasgos aristocráticos masculinos de Henry que se
hacían más suaves y redondeados, y sintió que sus instintos se agitaban. A
pesar de su clara belleza, había algo… inusual en Auden, físicamente, ella
había heredado solo su estatura y sus ojos del lado materno de su línea,
pero en todo lo demás era la progenie de Shoshanna.

Tan fría y sin ataduras como una cobra.

—¿Creemos que Shoshanna está muerta? —Ena acaricio al gato


negro en sus brazos.
— N o c r e o e n n a d a c u a n d o s e t rat a d e l o s S cot t s , S h o s h a n n a n o e s
u n a m uj e r q u e renunci e al pode r a m e n o s q u e tuviese q u e hacerlo. — H a b í a
l uc h ado h ast a el final pa r a m a n t e n e r s u p osi ci ón c o m o C onsej era.

— Aun qu e, m a n t é n a la R e d Mercant es c uc ha nd o s u nom bre. Inclus o


u n s u s u r r o , q u i e r o s a b e r l o . — N o e r a u n a o r d e n s i n o u n a pe t i ci ón , K a l e b
s abi a m e j o r q u e dar u n a o r de n a En a, y n o sentía n i n g u n a c o m p u l si ó n par a
hacerlo.

E r a u n a ali an z a d e iguales.

— V a m o s a escuchar. — m u r m u r ó E n a antes d e vol verse a mirarlo — .


E s p e r e m o s estar equ i vocados, K al eb . E s p e r e m o s q u e S h o s h an n a s e a pol vo
en el aire, y q u e la P s y N e t y a n o esté bajo la a m e n a z a d e s u m al dad.

K a l e b n u n c a h ab í a c reí do e n la esp e r an z a , p er o S aha ra, l a m u j e r q u e


era s u l uz e n la oscu ri dad, sí. A s í q u e la dej a ba cr eer p o r l os dos, m i e nt r as
él obs ervab a la m al e vol enci a q u e s e escondí a e n las som bras.

Est a er a la g u er r a y l os Esc a r ab aj os s o l o h a b í a n di sp a ra do s u p r i m e r
tiro.

***

P r o f u n d a m e n t e b a j o tierra, e n u n a r e m o t a fort al eza d e l os S c ot t , l as


m a q u i n a s pit aban y tarareaban, m a n t e n i e n d o vi vo u n cer ebr o e n u n cu e rp o
q u e n o era m á s q u e u n adjunto carnoso. L o s ojos d e la paciente estaban
cerrados, s u rostro p arecí a tranquilo, p e r o s u act i vidad neur o nal s e di sparó
e n la pantalla, m o s t r a n d o e n o r m e s s ubi d as y caí das.

Mi ent ras do rm í a , u n susurro casi i naudi bl e s e arrastró p o r la P syN et :


Escarabajo. Reina. Escarabajo. Reina. Madre. Esperamos.
Fin

También podría gustarte