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Reah Lo que el silencio esconde: Velo&Alistair

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Reah Lo que el silencio esconde: Velo&Alistair

Copyright 2023

© 2023, “Lo que el silencio esconde” – Versión Velo y Alistair.

Escrito, editado y maquetado por Reah.

Imagen extraída de internet y editada por Reah.

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o parcial de esta obra, ni su traducción ni su adaptación ni su difusión por
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copyright.
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Reah Lo que el silencio esconde: Velo&Alistair

Hay ocasiones en las que el silencio es la única manera que


encontramos para sobrevivir. Un silencio que creemos que nos protege
manteniendo lejos cualquier cosa que pueda quebrarnos por dentro. Pero
no nos damos cuenta de que esa protección solo nos deja por compañera
la más absoluta soledad. La soledad de una habitación cerrada a cal y
canto donde convivir con todas esas preguntas que no obtendrán
respuestas. Con todas esas declaraciones jamás pronunciadas pero mil
veces imaginadas. Con todos esos finales felices que quizá sucederían si
tuviéramos el valor de romper el silencio. Pero cuando no encuentras tu
voz, cuando no encuentras la manera, te terminas por convencer de que la
decisión de callar la tomaste de verdad. Que nadie te obligó. Que es lo
mejor. Y mientras, aunque no quieras verlo, sabes que tu alma se apaga.
La tristeza y la resignación observan como la desesperación por gritar
termina por convertirse, una vez más, en silencio.

Pero un día, sin entender cómo ha pasado, una fracción de segundo


da la vuelta por completo a tu vida. De repente vale la pena todo el
sufrimiento del mundo con tal de salir de esa habitación. Aunque lo que
pueda esperarte fuera sea el mismo infierno, será mejor que continuar un
instante más entre todo lo que silencias. Salga bien o salga mal, al menos
habrás encontrado tu voz. Y la libertad de escucharte oír lo que callas vale
todo lo demás.

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La oscuridad del lugar contrastaba con la cara iluminada del


muchacho. La pantalla del ordenador era el único punto de luz de todo el
taller. No era algo habitual, ya que cuando estaba ella en casa todas las
luces estaban encendidas. Pero ni siquiera era consciente de la hora que
era. Seguía tecleando con velocidad intentando encontrar las respuestas
que no le estaban dando. Quizá no era hacker, pero era muy buen
ingeniero de ciberimplantes. Y tenía que saber todos los detalles sobre los
ojos de Velo y su comunicación con esa IA tan extraña. No tuvo que
indagar mucho para saber que la IA que controlaba el implante de Van era
la misma que conectaba con el de Velo, y que por esa razón se
relacionaban de alguna manera para que ella pueda verse en los reflejos.
El muchacho no podía evitar pensar que detrás de todas las supuestas
ventajas, había un alto precio que no estaban teniendo en cuenta.

Estaba utilizando las clases con Spark para eso. Además de para
ampliar sus habilidades, pretendía descubrir qué sabía ella de esa
inteligencia artificial. Se había mostrado prudente a la hora de hacerle
preguntas, pero empezaba a tener sospechas. Cada vez que intentaba
sacar el tema la chica lo esquivaba y eso le hizo dudar más. Que estaba
ocultando algo era evidente. Aunque en realidad lo ocultaba todo. Incluso
cuando trataba de tener una conversación más distendida con ella sobre
cualquier aspecto de la vida, reconducía la conversación a los temas de
hackeo. Su fachada era casi impenetrable. A excepción de un tema
concreto. Spark había accedido a darle clases de hackeo a Alistair a cambio

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de información sobre los meds que fabricaba. Tenía una baza y la tenía
que aprovechar. Buscaría información para tratar de hacer las preguntas
correctas a cambio de todo lo que quisiera saber la pelirrosa sobre los
meds. Era un chico modesto, pero si algo sabía era que muy poca gente
podía hacer sustancias reguladoras como las hacía él.

Un nuevo punto de luz iluminó la sala. La vibración lo sacó de su


hiperfoco rápidamente. Alguien le llamaba por teléfono y el susto inicial
no se rebajó al ver que era Débora. Totalmente acongojado respondió con
rapidez. Si estaba llamando la cirujana era porque a Velo le había pasado
algo. Se habían marchado con un encargo y no sabía nada de ella. Y se
encontró a una Deb borracha diciendo algo de una fiesta. Cuando pudo
hablar con Velo la confusión no cesó. Anatema quería hacer una fiesta
para celebrar que estaban vivas. Mientras intentaba procesar todo ello
quedó en acercarse al Nevernight. Y colgó. Se dejó caer sobre la silla
suspirando mirando al techo.

—Chat, ¿qué hago con ella? Un día me va a matar.

El silencio fue la única respuesta. Se imaginó la voz de su mentor


riéndose, recordándole que esa niña era un alma libre, pura, que brillaba
con luz propia. En sentido metafórico y literal.

—Deja de preocuparte, machote. No la cuides, solo acompáñala.

Resonó en el interior de sus recuerdos. Pero eso lo decía porque era


él quien los cuidaba a los dos. Y ese viejo cascarrabias ya no estaba allí
para hacerlo. Estaban solos y debían cuidarse el uno al otro. Fue entonces
cuando no pudo evitar sentirse tremendamente solo. Velo nunca le había
pedido nada, él había decidido dedicarle su vida entera, pero era muy
doloroso sentir que no le veía. Otra vez. Que aunque siempre estuviera ahí
sentado, esperando, dispuesto a salir corriendo a cualquier hora, ella no
parecía darse cuenta. Y las cosas entre ellos no eran sencillas. Era normal
cogerse de la mano. Era normal dormir juntos con poca ropa. Era normal
decirse que se querían. Pero nunca era en el sentido que él necesitaba. Y
aunque se moría por decirle lo que necesitaba… no podía.

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—Si ella te ama, te lo dirá. Si no dejas que sea ella quien lo haga,
siempre tendrás la duda de si es real.

Y su mentor tenía razón. Encendió una luz cercana y parpadeó con


fuerza por el cambio de iluminación. Se metió en la ducha esperando que
el agua le despojase de la tristeza, de la decepción y del enfado. Pero solo
pensar en su risa y en su alegría, le hizo sonreír. Apoyó sus manos contra
los azulejos desgastados mientras el agua le empapaba desde arriba. El
pelo mojado le caía a ambos lados de la cara mientras miraba al suelo,
totalmente resignado. Ni siquiera estando solo se atrevió a poner en
palabras lo que sentía. Cerró los ojos y las lágrimas brotaron sin ningún
esfuerzo. Levantó la cabeza dejando que el agua se llevase su dolor y se
mantuvo allí unos instantes. No importaba cómo. No importaba si ella no
le veía. Lo había decidido hacía ya muchos años. Siempre estaría para ella.

El Nevernight había visto tiempos mejores. Aún eran notorios los


agujeros de bala en algunas partes del mobiliario, sin contar el evidente
destrozo de la mesa de mezclas. La gente parecía no darle importancia
aunque Alistair no podía dejar de recordar ese día, como con
desesperación intentaba abrir la puerta de atrás para sacar de allí a Velo.
Cuántas cosas habían pasado desde entonces. Lucio se acercó al chico
para saludarlo. Habían hecho buenas migas y, de alguna manera, Alistair
se sentía comprendido por él. Siempre que le preguntaba por Velo lo hacía
en otro sentido. Se entendían bastante bien sin apenas hablar. Estaban los
dos charlando cuando Lucio le avisó de que la pelirrosa le estaba lanzando
miradas. Se había zafado de Débora y estaba sola bebiendo. Y entonces
Alistair la llamó.

—Yo me voy, ¿eh? Os dejo hablando y…

—Calla Lucio, te la presento.

—¡Si ya la conozco y es una arisca! Me da miedo…

Un codazo sutil pero que Lucio exageró hizo que Spark se quedara a
una distancia prudencial mirando al dúo. Alistair sonrió ampliamente y la
chica se relajó ante la mirada sexy del muchacho.
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—¿Qué tal, Aradia? No sé si conoces a Lucio.

Spark puso una evidente mueca de disgusto al escuchar su nombre


real. Lucio no podía estar más tenso ante la situación y se limitó a sonreír
con un gesto que hacía parecer que le dolía el estómago. La chica le
extendió la mano de implante para saludar de la manera más fría posible.

—Spark.

—Taladro.

—¿Perdona? —Respondió muy confundida ante la ocurrencia de


Lucio.

—Si no te molan los nombres, yo me pongo un mote rápido. Y


“martillo neumático” era demasiado largo.

La hacker explotó en una carcajada que no pudo contener. Alistair


abrió los ojos como si le acabara de salir una cabeza extra a la chica y Lucio
no desaprovechó la oportunidad.

—Joder, dicho así suena a nombre de actor porno. Mejor Lucio solo.

Y ella no podía parar de reír. Cuando empezó a secarse las lágrimas y


a tomar aire parecía apenas una muchacha de fiesta con sus amigos. Lucio
tiró de verborrea y Spark se relajó en el acto escuchando lo que el
muchacho decía. Con una labia exquisita contaba sus chapuzas de hackeo
mientras ella bebía de su copa. En cuanto se la terminó, el chico muy
rápido se ofreció a traerle otra y se alejó.

—¿Aradia? Ya te vale…

—Yo te llamo Aradia, ¡yo que sé! No sabía que era secreto.

—No lo es, pero… bueno. ¿Has avanzando algo tu solo?

Apenas respondió, Velo llegó a la escena. El intercambio de palabras


fue muy rápido cuando Spark miró en dirección a Lucio y lo vio esperando
con su copa. Este le hizo un gesto con la cabeza invitándola a acercarse.

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—Bueno, yo me voy a poner otra copa.

Velo se quedó con las ganas de decirle algo más a la chica pero dejó
que se marchara. Alistair miraba a su amiga intentando adivinar que había
pasado. Tenían por costumbre no hacerse preguntas. Y como era habitual
en ella, Velo trató de esquivar todo lo posible una conversación que sabía
que debían tener. El muchacho, como siempre, se mostró comprensivo. Le
daría lo que necesitaba. Después de sopesar varias alternativas decidieron
explorar el Nevernight, y tras pasar por un pasillo que haría sonrojar a
cualquiera, salieron corriendo sin rumbo fijo hasta llegar al piso de abajo.

Por un momento se relajaron. Tras la carrera y la curiosidad de saber


quiénes se lo estarían pasando tan bien, volvieron a la realidad. El chico se
paseaba por los reservados mirando alrededor. Intentó recuperar algo del
hilo mental que se había construido. Si Velo no se daba cuenta de que se
estaba poniendo en peligro y que él no podría soportarlo más, tendría que
decírselo. Y para que lo entendiera, debería enfadarse. No podía seguir
diciéndole que no se preocupara, que no pasaba nada y que siempre
estaría ahí para ayudarla. Porque quizá un día sería demasiado tarde.

Pero Velo empezó a explicarse dándole la razón. Mientras contaba


como podía que había estado cerca de morir, el chico sentía que la
ansiedad se apoderaba de él. Su compañera no era alguien que pensara
demasiado las cosas y desde hacía unos meses tomaba más y más riesgos.
En su cabeza empezaron a formarse posibles sucesos catastróficos,
escenas terribles donde la perdía sin poder ayudarla. Sintió el impulso de
rogarle que dejara de ponerse en peligro, pero trató que su semblante se
mantuviera serio. Ella debía entender la gravedad del asunto. Porque si la
perdía…

Y de repente le dijo que brilló. Que iluminó la caverna y alumbró a


Rebekah para que pudiera ver. Ya era consciente de lo que podía hacer.
Entonces recordó lo que Chat le había dicho. Como debía tratar aquello.
Así que desistió en enfadarse con ella.

—No es buen momento para que te diga esto. —Se resignó.

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—¿Qué? —Preguntó Velo dubitativa. —O sea, pero… creo que en


realidad es bueno, porque…

Alistair perdió la paciencia. Una vez más, Velo trataba de quitarle


importancia a un asunto de vida o muerte. Una vez más actuaba como si
su vida no fuera lo suficientemente valiosa. Una vez más no pensó en
cómo se sentía él cada vez que ella se ponía en peligro. Y le empezó a
decir una cosa queriendo decirle otra.

“Velo, no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor (como yo)


porque no lo piensas mucho. Y aunque hay cosas clarísimas que las tienes
delante (como mis sentimientos), no las ves. Que te pones en peligro y me
quedo en el taller y que a lo mejor esta vez sí me llaman para decirme que
no vuelves (y me moriré). Que tengo que estar pendiente de que no te
pase nada (porque te quiero proteger). Que sé que lo haces por tu buen
corazón, porque quieres ayudar a los demás (pero piensa en mí también).
Pero queriendo ayudar a los demás no te das cuenta de que te pones en
peligro, no te das cuenta de que estoy ahí, no te das cuenta de lo que
pasa, no te das cuenta de… (que estoy enamorado de ti)”

—Pero… claro que me doy cuenta.

—No… —Sonrió con dolor.

—Pues explícamelo.

Pero no podía explicárselo. Ya le había dicho demasiado, así que le


rogó que no se pusiera en peligro. No podía hacer nada más. La
conversación transcurrió como solía pasar, intentando dar palabras
tranquilizadoras. Intentando dejar a un lado sus sentimientos y
conformándose con estar ahí, rogando que si se ponía en peligro, que él
tuviera tiempo para ponerse en medio.

Cuando ya pensaba que no había nada más que añadir, Velo insistió
en que no estaba bien. La conversación cambió de repente, en la que la
chica le animaba a luchar por aquello por lo que no había luchado
suficiente. El chico sonreía con ternura convencido de que Velo no sabía lo

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que le estaba pidiendo en realidad. Intentaba explicarle que no podía


luchar más, que era algo inalcanzable, pero ella insistía. Por un momento
la ilusión se apoderó de su alma. ¿Quizá Velo sí lo sabía? ¿Quizá le estaba
pidiendo que se declarase? Pero la resignación volvió de nuevo. Aunque
fuera eso lo que le pedía, él no podría decírselo, porque si se equivocaba
con las palabras podría estropearlo para siempre. Pero ella siguió
hablando. Le dijo, como otra veces, que lo quería. Le dijo que estaba rara.
Que ella siempre había entendido la manera de relacionarse con la gente
de una forma distinta. El corazón le latía con fuerza desmedida. No quería
ilusionarse, no quería contemplar la posibilidad de que Velo le estuviera
diciendo que ahora lo veía de otra manera. Porque no podría soportar una
decepción.

Se abrazaron. Las palabras nunca se les habían dado bien a ninguno


de los dos. El cansancio era patente y la resignación también. Su cabeza
iba a toda velocidad. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Por qué no podía
simplemente decírselo? ¿Por qué no podía leerle la mente para saberlo? Y
lo dijo en voz alta sin darse cuenta. Velo le pidió, una vez más, que se lo
dijera. Si no iba a hablar, que lo hiciera con gestos.

—Es que no puedo ponerlo en palabras.

Una frase repetida un millón de veces en el interior de su mente. Y


aunque los gestos podían ser una opción, tenía miedo. No sabía el alcance
de lo que consideraba una maldición. El miedo de perderla era enorme,
pero el miedo de someterla era todavía peor. Mientras ella miraba el
suelo sintiendo que no había más opciones, tomó una decisión. No podía
continuar así. No quería. No podía soportar un día más sin entregarle todo
su corazón. Sin saber si ella lo entendería, se separó varios metros de Velo
y le signó “no te asustes”. Alistair, temblando de pies a cabeza, buscó en el
interior de su corazón. Deseó con toda su alma que Velo lo viera, que viera
sus sentimientos. Deseó abrazarla, besarla, decirle que la amaba. Decirle
que deseaba con todo su corazón que ella lo amase a él. Que la amó desde
la primera vez que la vio brillar. Deseó y pidió, con profundo temor, que
no lo rechazase.

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Y glitcheó. Esperó sin saber muy bien que esperar. Simplemente se


quedó allí, de pie, mirando a Velo a los ojos. Ella, aunque sorprendida,
hizo lo mismo. El chico empezó a caminar para tomarle de las manos. Se lo
contaría. Que estuvo allí desde el principio. Que la vio brillar cada noche
aún cuando ella no sabía que lo hacía, cuando creía que no había nadie a
su alrededor. Velo empezó a llorar entendiendo lo que le estaba diciendo.
Aunque ya eran dos adultos que se tenían enfrente, Alistair se sentía
como entonces. Un niño pequeño vulnerable metido en una caja de
cristal, viendo como un ángel brillaba en la oscuridad sin poder ver
alrededor y él sin poder decirle que estaba allí. Una lágrima se deslizó por
la mejilla del muchacho. Seguía sintiéndose atrapado en esa caja.

—Estabas ahí… —Dijo Velo sujetándose la cabeza mirando al suelo.

—Estaba ahí.

—No podías hablar. —Entendió, mientras lo miraba.

—Y tú no podías ver.

No le quedaba nada más por decir. El silencio se instauró entre los


dos en un momento que le pareció eterno. El chico la miraba a los ojos
deseando que, aún sin palabras, le hubiera llegado su corazón. Pensó,
soñó, que lo besaba. Que lo protegía de todo el dolor y la soledad. Y
cuando creyó que ya lo había perdido todo, Velo lo besó. Cuando sus
labios entraron en contacto sintió que las piernas le fallaban. Notó en sus
mejillas las lágrimas de Velo mientras la besaba con pasión, tratando de
decirle con actos todo lo que la amaba. Sintió que se mareaba. Dando
traspiés por el pasillo buscaba con la mano una zona en la que apoyarse,
hasta que notó una suave tela. Apartó la cortina sintiéndose desfallecer
cuando se dejaron caer en la cama del reservado. Y de repente sintió el
terror. Ese deseo de que lo besase, ese pensamiento, ¿lo había dicho en
voz alta? Podía ser que lo que había estado evitando tanto tiempo, el
hechizarla con su voz, ¿lo hubiera hecho sin querer? Se apartó de ella para
mirarla sin saber que encontraría. Su voz temblaba de pánico cuando le
preguntó si le había hecho algo, si había dicho algo. Velo no entendía.

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Temió que de nuevo se le hubiera escapado un pensamiento en voz alta.


Cuando le preguntó por qué se estaban besando recibió la única respuesta
correcta. “Y yo que sé” le respondió. La cabeza de Alistair iba a toda
velocidad. Solo Velo siendo totalmente ella podía responder algo así. Sin
tiempo para reaccionar y sin decir nada más, la chica lo volvió a besar.

El muchacho no se lo terminaba de creer. Seguía besándola,


envolviéndola con sus brazos, pero sus pensamientos no cesaban. Se
preguntaba si Velo realmente quería aquel encuentro o si se arrepentiría
de un momento a otro separándose de él. No era la primera vez que se
besaban, pero aquella vez todo terminó después de unas pocas caricias.
Las dudas asaltaban su corazón y Velo lo notó. Pero lejos de separarse de
él, le tomó las manos y las dirigió. Alistair empezaba a relajarse ante los
jugueteos de su compañera cuando esta, de repente, se levantó. Entre
risas le signó como había hecho mil veces, “a qué no me pillas” y salió
corriendo. No estaba embelesada. Era ella con sus cosas, con sus juegos,
con su mirada hecha por sus propias manos. El muchacho, encendido
como una cerilla, se levantó despojándose de la camiseta para correr tras
ella. Hubiera alargado más el juego, fingir que no la alcanzaba, pero sus
impulsos le hicieron correr a toda velocidad para no dejarla escapar.
Apenas momentos después la levantaba en volandas besándola sin parar
sintiéndose el hombre más feliz del universo.

Ya no podía pensar. Giró sobre si mismo entrando en otro reservado


diferente. La tumbó en la cama mientras ambos se quitaban los
pantalones. En ropa interior se tumbó encima de ella. La presionó con su
enorme cuerpo para no dejarle escapar, pero ella, lejos de dejar de luchar,
empezó a hacerle cosquillas mientras le daba mordisquitos. Alistair estaba
a punto de explotar. Intentando zafarse de sus dedos la abrazó, rodó y la
puso encima. “Soy tuyo” pensó. Se entregaría en cuerpo y alma. Podría
hacer con él lo que quisiera. Y dejó caer los brazos sin oponer resistencia.
El resto de la ropa voló mientras Velo comprobaba si era aquello lo que él
quería. La chica apoyó su frente con la de él y sin palabras le dijo que lo
quería. Ninguno de sus sueños pudo ni siquiera acercarse a aquella
sensación cuando ella, con la maestría de una amazona, se sentó sobre él.
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El vaivén suave de sus caderas iba derritiendo lentamente todo lo


que quedaba de duda o soledad. Sus dedos se entrelazaron mientras ella
bailaba despacio sobre él sin despegar sus cuerpos. La intensidad de sus
ojos de colores atravesaría cualquier muralla que pudiera ser construida.
Lo miraba profundamente sin perderse ninguno de sus gestos. El chico
creyó que estaba soñando mientras respiraba con fuerza y agitación. Ella
terminó de incorporarse y echó los brazos hacia atrás para sujetarse en los
muslos de Alistair. Él la sujetó por las caderas mientras observaba cada
centímetro de su piel. Sus delicados pechos, su vientre liso. La suavidad de
sus muslos. Sus labios entreabiertos. Sintió que se desbordaría cuando la
sujetó con dulzura para detener el movimiento y rápidamente se
incorporó él, quedando los dos sentados uno frente al otro. La abrazó
todavía en su interior, besándola como si le quedaran segundos de vida.
Los movimientos suaves continuaron aunque cada vez aumentaban más el
ritmo. Alistair la colmó de besos mientras dejó que sus gemidos se
escaparan y llegaran hasta los labios de ella. Con su musculado brazo la
sujetaba por la espalda para ayudarle con el movimiento. La chica le
agarraba la cabeza con ambas manos sin dejar de besarlo con pasión. Sus
ojos se encontraron y él, en silencio, le hizo una promesa de amor eterno.

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¡Muchísimas gracias por haber leído este relato!

Espero que hayas disfrutado de este relato basado en el universo de


“Amor de Otro Mundo”, que tiene como protagonista a Velo y Alistair. Si no
conoces el universo de #adom #adome, te invito a que te pongas al día
en mi canal de twitch y en mi canal de youtube que te dejo más abajo.

Amor de Otro Mundo: Éxtasis es una partida de rol mastereada por mi


y jugada por cinco compañeras streamers. Este relato narra otro punto de
vista de escenas no vistas en partida, pero que se puede considerar
totalmente canon y fiel a la trama que se ha visto y que está por venir.

Si has obtenido este relato de forma gratuita, me gustaría que, si te ha


gustado, te pasases por mi cuenta de ko-fi para regalarme un café y que
así siga escribiendo más relatos como este.

De nuevo, ¡muchas gracias!

Twitch: https://www.twitch.tv/reahofi

Amor de Otro Mundo: Éxtasis:


https://www.youtube.com/playlist?list=PLoYdPqRxkadMeUas-598Gw3U2h6M4qXzN

Ko-fi: https://ko-fi.com/mastereah

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