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LOS ELEMENTALES

Me parece necesario distinguir entre elementos y elementales.


Los elementos de la naturaleza son las manifestaciones físicas de la tierra,
del aire, del agua y del fuego. Son esos elementos materiales que podemos
tocar, ver, sentir, escuchar, respirar y saborear. Están formados por energía
densa, energía atómica que alguien reúne para que se manifiesten físicamente
con tamaño, color, olor, sabor, peso, volumen, etc. No pueden ser destruidos,
aunque pueden cambiar de forma, porque una ley física asegura que la materia
y la energía no se pueden crear ni destruir… por lo tanto son eternos.
Pero, los elementales son los espíritus o las fuerzas que actúan en los
elementos. En el mundo divino existe la igualdad espiritual, pues Dios no
privilegia a ningún espíritu. A todos los crea como seres simples, pero
destinados invariablemente a la perfección, con aptitudes idénticas para el bien
o para el mal, y según su libre albedrío es el camino que siguen.
Las decisiones, buenas o malas, surgen de su consciencia y de sus
verdaderas intenciones. Una espiritualidad natural es suficiente, e incluso es lo
más apropiado, para alcanzar la realización del ser”, asegura Kardec.

Por ejemplo, una manifestación energética, pero física y densa de la energía


del elemento tierra es la gravedad. Es una ley que existe en la tierra y que trató
de explicar Newton cuando descubrió su existencia. Entendió que se trata de
una fuerza física de atracción entre los cuerpos celestes.
Una manifestación física y natural del elemento agua que es líquido, pero
puede cambiar su estado a sólido y a gaseoso. Al igual que el elemento agua
tiene grandes cualidades y facultades, pero por ahora sólo haremos referencia
de la ley de los fluidos de Boyle Mariotte.
El elemento fuego tiene propiedades como la de irradiar calor y generar
energía lumínica. Puede modificar la temperatura y la composición física de los
cuerpos, entre otras cualidades, pero, creo que la esencia de este trabajo no
consiste en el análisis de los elementos naturales, sino en el conocimiento de la
existencia de las fuerzas espirituales a las hemos denominados elementales.
Es importante recordar que cada filosofía, que cada religión y que cada
ciencia bautiza, con el nombre que cree que es mejor, a las fuerzas naturales,
metales y espirituales. Hubo, incluso, un tiempo en el que la humanidad se
refería a los fenómenos energéticos y psicológicos, como dioses. Para no ir
más lejos, hay que recordar que todas las mitologías religiosas llamaban dioses
a los eventos psicológicos, a los eventos de los elementos, a las acciones y a
las reacciones de la naturaleza. De esa manera aparecieron el dios de la lluvia,
el dios del fuego, el dios del viento y muchísimos más. Por ejemplo, en la
antigua Grecia y, en otras culturas, surgieron los dioses de la sabiduría, del
tiempo, de la muerte, etc. México no fue la excepción, en la época
precolombina, existieron los dioses Tlaloc, Quetzalcóatl, Coyolxauhqui,
Tezcatlipoca, etc.
En la época de los presocráticos el pensamiento de la filosofía griega
denominó a las mismas fuerzas activas de la naturaleza y a las fuerzas
mentales del universo de la siguiente forma: como gnomos a los espíritus de los
elementales de la tierra, como silfos a las esencias de los elementales del aire,
como ondinas a los espíritus de los elementos del agua, como salamandras a
las entidades espirituales del fuego, como éter o quintaesencia a los espíritus
del pensamiento, de la mente, etc. Más adelante, cuando surge lo que ahora
conocemos como ciencia, los nombres cambian.

Los tipos de energías más densas del hombre son las que dan origen al
cuerpo físico, a ellas le siguen las que se expresan como fuerzas instintivas. El
hombre ha podido distinguir, gracias a los influjos de información que existen en
el éter, especialmente la información que puede procesar la mente humana,
una estructura instintiva en su ser. Y, esta estructura instintiva, está integrada
por la necesidad de permanecer y reproducirse (es decir, por una necesidad
inconsciente de ser inmortal es que busca permanecer o reproducirse). Todo
ser vivo responde a la ley instintiva.
También, como humanos, hemos distinguido que la composición de nuestra
alma contiene deseos, anhelos, aspiraciones, gustos, apegos, aficiones.
Además, hemos comprendido que estamos integrados de emociones que nos
hacen reaccionar ante ciertos estímulos de la vida: miedos, fortalezas, iras,
temperamentos, enamoramientos. Asimismo, nos hemos percatado de que
contamos con un cuerpo de sentimientos que nos aseguran relaciones largas,
de pertenencia, de seguridad. Sentimientos como el amor, la amistad, el odio,
nos permiten reproducirnos y mantenernos en la búsqueda de la inmortalidad.
Todo ser vivo tiene inscrito en su código genético de existencia bien grabadas
las leyes de evolución y de inmortalidad y las sigue aún sin estar consciente de
la existencia de ellas. Todo esto es en lo que consisten las fuerzas instintivas de
la existencia.
En “el libro de los espíritus”, este autor expone las penas y las recompensas a
las que hace acreedor un espíritu en su tránsito por la vida corporal. También
clarifica cómo es la justicia divina con respecto al proceder de los espíritus
cuando ocupan un cuerpo.
Algunos místicos han llegado a la comprensión de que cualquier elemento del
mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares
característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o
de cierta energía viva a la que también llaman “consciencia propia”. Y ese
entendimiento los lleva a definir que los seres espirituales están dotados de
inteligencia y de voluntad para gobernar la existencia de los objetos inanimados
que habitan. Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo,
todo es consciente o tiene un alma.
En el plano espiritual viven los espíritus elementales de la naturaleza física, los
espíritus de la mente humana, los espíritus angélicos: viven todas las partículas
del pensamiento que se desprenden de la gran mente universal. Son partículas
pensantes, con consciencia de lo que son y del papel que desempeñan en el
concierto universal de la evolución.
Son partículas con voluntad que están ligadas la gran voluntad divina. En estos
tiempos cibernéticos, al plano divino le podríamos llamar la matrix. La matrix es
la matriz, la fuente, el éter, el laboratorio energético donde se procesan y
producen todo tipo de manifestaciones energéticas: desde las más sublimes
(las que incluso son superiores al pensamiento) hasta las más densa, las que
pueden manifestarse en forma de materia.

Ahora, los mismos fenómenos naturales son llamados como energías, fuerzas,
gravedad, reacciones físicas y químicas, vibración, evolución, etc. Los
fenómenos psicológicos son nombrados, consciente, inconsciente, estrés,
paranoilla, esquizofrenia, locura, etc.
Los antiguos sabios afirmaban que los espíritus elementales conocen a cada
hombre por su luz y, si ésta es abundante, ellos le obedecen con alegría y lo
protegen. La raza humana recibe los conocimientos científicos y artísticos de
los elementales, es decir, todo conocimiento alcanzado por la especie humana
proviene del éter, del espacio cósmico y del universo físico y mental, que es
dónde fluye y refluye todo tipo de energías, vibraciones, pensamientos,
sentimientos, fuerzas, espíritus, la luz, la voluntad y el aliento divino.

Espíritus elementales de la tierra (de la materia)

Me parece importante precisar que cada ser vivo, físico o inmaterial,


pertenece al plano al cual habremos de llegar después de la separación del
cuerpo y del alma. Es necesario entender que todo cuanto existe es parte
importante de un mismo plan. Es indispensable comprender que ocupar un
cuerpo físico, que es creado por los agentes de la evolución, es sólo parte de
un proceso llamado evolución. Y una vez aclarado que todo es parte del todo,
hay que explicar la función de algunos de los espíritus que existen en el plano
divino.
Según el hermano masón, Jorge Adoum, “los gnomos” son las inteligencias
del reino mineral. Los constructores de la naturaleza física de la vida. Porque la
vida de la naturaleza no es cuestión del azar, es producto del pensamiento
universal, es el resultado de la voluntad divina, pero con la ejecución de manos
invisibles a las que les llamamos fuerzas de la naturaleza, porque no las
conocemos y, hoy, no nos atrevemos a darles nombre. Sin embargo, los
filósofos de antaño si se atrevieron y les dieron nombres que, para los hombres
de este tiempo, son fantásticos y mágicos.
Estas fuerzas, a las que en la antigüedad se les llamó espíritus o elementales,
participan de manera fundamental en los procesos de la generación y la
regeneración de la vida. Estas fuerzas espirituales son las entidades
encargadas de manipular la evolución de la materia en forma, tamaño, color,
diseño, duración, espacio, tiempo, etc.
Se les llama espíritus porque son partículas del pensamiento universal, porque
tienen consciencia de lo que son y de lo que hacen, porque tienen voluntad
individual asociada a la voluntad universal, porque responden a las leyes de
evolución, de correspondencia, de vibración, de polaridad, etc.
Gnomos, es el nombre con el que se conoce a estas inteligencias que son las
moldeadoras de la manifestación física de la energía. Ellas comunican a los
hombres, su sabiduría. Son los ingenieros de la naturaleza. Ni el cuerpo
humano ni nada en la naturaleza está hecho al azar. Nada en el universo se
creó por sí solo, el todo es un diseño perfecto y tiene una mecánica perfecta.
El funcionamiento del cuerpo humano es el resultado de un diseño perfecto y
no se creó así mismo. No es que un día los pulmones y el corazón se hayan
puesto de acuerdo con el cerebro para elaborar un hígado y le hayan
especificado sus funciones. No es así. Somos el resultado de la evolución, pero
ésta ha sido diseñada y manipulada por las fuerzas de la naturaleza, por los
gnomos, quienes son los encargados de modelar y moldear todo lo material en
el universo.
Dice Jorge Adoum que ellos saben, de memoria, todos los códigos genéticos
de la naturaleza y todos los libros sagrados, por haber oído su lectura muchas
veces y tienen una fuerte tendencia mística.
Los humanos tenemos la preconcebida idea de que todo lo que no pertenece
al plano físico es de origen espiritual, pero estamos equivocados. Todo lo
material y lo inmaterial es parte del universo y está formado por energía que se
expresa en diferente grado de sublimidad y densidad. Cada aspecto del mundo
material está formado por energía. Y, esta se reúne, por influencia del
pensamiento universal para formar átomos y luego materia física organizada en
una y otra forma.
“Los gnomos” son las inteligencias que gobiernan el reino mineral. Son las
fuerzas encargadas de manipular la genética de los seres de la naturaleza. Son
los encargados de la creación de las formas de los seres vivos. Eligen el color,
el tamaño, la forma y la composición interna de cada especie viva. No hay algo
que haya surgido al azar, todo tiene una definida razón de ser en todos los
planos de la existencia.
De alguna manera son los espíritus que motivan, en el hombre de mente
abierta, la intuición y la inspiración. El aspecto fundamental del rey gnomo está
dentro del cuerpo mental humano, no en la mente de cada hombre, sino en el
ambiente mental humano. Jorge Adoum asegura que estos espíritus ejecutan,
con extrema perfección, todos los ceremoniales religiosos y los de las escuelas
filosóficas. El hombre, en sus átomos internos, tiene enorme influencia del reino
mineral, pues los gnomos son los encargados de registrar la historia de la vida.
Participan en la conformación de los códigos genéticos de la naturaleza.
A través de millones y millones de años de trabajo los elementales modifican
los cuerpos físicos. Eso es la evolución natural: una fuerza subjetiva que afecta
al cuerpo en toda manifestación objetiva de vida. Los elementales de la
naturaleza crean, por así decirlo, la vestimenta especial y adecuada para cada
grado evolutivo de energía espiritual.
Las formas, los tamaños, los colores de las piedras, de las plantas, de los
animales, de los humanos no son producto del capricho, son el resultado de
una actividad mental creadora que trabaja en la estructura interna del genoma
y, luego, da como resultado una forma que representa una idea que parece ser
caprichosa. Idea que se manifiesta en el mundo físico, como lo hace la idea de
un pintor, de un escultor, de un arquitecto, de un ingeniero. Todos ellos
moldean la estructura de la materia y la modifican según su idea.
La evolución de la materia comienza su camino desde los elementos más
simples hasta alcanzar los más complejos, y el encargado de guiar y dirigir
dicha tarea es la inteligencia interna de los elementales. Con esta afirmación
podemos comprender, que antes de que existiera el diamante, otros minerales
menos nobles iban evolucionando hasta alcanzar ese estado de depurada
perfección geométrica.
Para muchos humanos no es fácil comprender que el Espíritu elemental
desciende desde lo más sublime. Muchos hombres no logran entender que
cada uno de estos espíritus son de origen divino y tienen la capacidad de
infundir energía en la materia para dotarla de vida. Estos elementales también
están presentes en la cadena de información genética de todos los seres vivos.
Son los encargados de guardar cada fragmento de la evolución material y
espiritual, sin importar el nivel evolutivo que haya alcanzado tanto la materia
como el pensamiento.
Cada grupo elemental de la tierra contiene, en los Planos Superiores, un
“alma grupal”, que es la encargada de recoger todas las experiencias, todos los
incidentes, y evoluciona hacia un “Arquetipo” especial.
Los minerales, como materia, no son seres individuales. No tienen una
estructura o una anatomía concreta para que un solo ser pueda habitarlas.
Cada tipo de mineral posee un tipo especial de vibración, y muchos de ellos
poseen propiedades curativas, pues contienen, en su interior, un poder, una
fuerza, una vida espiritual dormida, pero latente, que afecta al ambiente.
Pueden, además, ayudarnos a conectar con nuestro yo interno en la
meditación. También se usan para fines terapéuticos y sanadores conectando
en distintos puntos energéticos del hombre.
Según, algunas tradiciones culturales antiguas, las chacras son centros de
energía que hacen la función de recepción, asimilación y transmisión de
energías vitales, entre las que se usan elementos minerales especiales. Las
chacras pueden estar, más o menos, activos en función del momento evolutivo
o de desarrollo personal y espiritual, y el flujo de la energía mineral influye en el
cuerpo a nivel celular. Los elementales de la tierra, en especial algunas piedras,
ayudan a sanar el flujo de la energía humana, pues gran parte de la constitución
humana es mineral, y no influye grandemente los aspectos psicológicos y
emocionales del hombre.

Elemento aire
Los silfos son los espíritus del aire, son las fuerzas mentales y energéticas
encargadas de proporcionar, al alma, cualidades o facultades que permiten a
los seres vivos conservarse, reproducirse y sobrevivir. Participan, de manera
importante, en la formación instintiva de los seres vivos, así como en la
integración de la función mental del consciente de los hombres. La liturgia del
grado de compañero asegura que las facultades instintivas son el resorte
conservador de la existencia.
“Los silfos participan, activamente, en la tarea evolutiva del alma,
especialmente en el ámbito de la herencia de la mente humana” (Jorge Adoum).
El cerebro del hombre moderno y todas las funciones mentales y psicológicas
que ahora desarrolla este órgano son el resultado de un larguísimo proceso de
evolución. Pero la evolución no es un fenómeno autónomo e independiente a
las acciones y reacciones físicas y químicas de la naturaleza. No es un
fenómeno que sea motivado por el hombre. La ley de la evolución existe desde
siempre: antes del hombre, con el hombre, sin el hombre y a pesar del hombre.
Está presente en el universo, en la naturaleza, en la vida material y en la vida
no material. La evolución es producto del pensamiento divino y de todos los
agentes energéticos y espirituales que participan en su desarrollo.
No debemos sentirnos tan importantes como para pensar que el hombre, por
sí mismo, es promotor de la evolución. Los hombres, lo mismo que todos los
seres de la naturaleza, los visibles y los invisibles, somos parte de la evolución,
pero no como agentes activos, sino como gotas de agua que son arrastras en la
corriente del gran rio del movimiento.
Durante el viaje simbólico del aire, en la ceremonia de iniciación, se
representa la integración de las facultades que el alma humana recibe de los
silfos, y se refiere, fundamentalmente, a la carga de las emociones y
sensaciones físicas. También, a toda clase de placeres físicos y reflejos, aún
los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de memorias
físicas, tales como la memoria del gusto, del dolor, que son, en realidad, reflejos
internos.
“Los silfos participan en la evolución del hombre. La evolución más que un
fenómeno físico es un fenómeno mental. Primero aparece, en la mente del ser
vivo, la idea y, luego, el cuerpo comienza a modificarse. No es que el cerebro
haya crecido para poder expandir la capacidad mental. No, primero surgió la
necesidad mental de expansión y luego los átomos, las moléculas, las células
respondieron a la exigencia. A ese mundo de la mente es al que pertenecen el
alma y el espíritu, la imaginación, la consciencia y todos los aspectos
inmateriales manifiestos en la naturaleza.
La irradiación del silfo eleva el pensamiento, desarrolla la expansión de la
mente, dicta los rituales de la naturaleza (la mecánica de la evolución de la
naturaleza) y capacita la lectura y el saber de los libros perdidos de la
antigüedad. Los silfos respetan los átomos solares, es decir, las unidades
indivisibles de pensamiento que habitan en el éter (espacio del universo). Los
átomos lunares son venerados por los elementales del agua.
Silfos y sílfides superiores son eruditos y poseen una memoria prodigiosa.
Ellos retienen todas las historias y enseñanzas escritas por los sabios del
mundo. Todo saber queda registrado en el mundo etéreo, en el inconsciente
colectivo, no sólo humano, sino en la memoria universal. Enseñan al iniciado,
no sólo lo que dijeron un maestro o un filósofo, sino también lo que no pudieron
decir, lo que se quedó en la nube mental.
Muchos de los elementales del aire se prestan para ser guías de los que
mueren repentinamente, para protegerlos de las alucinaciones que se
presentan en el viaje hacia el más allá. La irradiación del silfo eleva el
pensamiento, desarrolla la vista interna, dicta los rituales de la naturaleza y
capacita, al individuo, para la lectura y comprensión de los libros perdidos de la
antigüedad. Los silfos respetan los átomos solares.
Los silfos enseñan al hombre “a hacer lo que se tiene que hacer, sin la
necesidad de pensarlo mucho, a manera de intuición”. Le muestran al hombre a
afrontar el peligro sin necesidad de un proceso reflexivo. Ellos retienen todo el
conocimiento de lo que fue dicho por los profetas y poseen los secretos de
todas las escuelas y fraternidades ocultas.
Cada hombre refleja el tipo de silfo y sílfide acorde consigo. El silfo lee el
pensamiento y puede hacer volver a la mente, o a la memoria de los individuos,
lo que éste supone que quedó olvidado. Los elementales más sensitivos son los
que responden a las vibraciones más elevadas, para defender, a los puros de
corazón, de las mentalidades negras.
Los altos silfos leen los anales de la Naturaleza. Basta que una persona
piense en un ser del más allá, para que estos elementales formen un puente de
comunicación entre los dos, y se enteren de todos los secretos de sus archivos.
Porque estos seres viven, también, en el ambiente mental humano y conocen
nuestros secretos y los de aquellos que están en contacto con nosotros. Y, el
hermano Adoum dice que jamás se manifiestan a la gente que es orgullosa o
vanidosa. Son muy amigos de los simples y de los humildes de corazón.

Elemento agua.

“Las Ondinas son los espíritus elementales del agua y participan en la


formación de los sentimientos humanos. El rey de este elemento posee la
remotísima sabiduría que describe la naturaleza humana y es capaz de
manipular la sustancia mental de la consciencia humana. Estos seres fueron
creados por el pensamiento, pero mucho antes de la existencia del hombre.
Jorge Adoum afirma que los espíritus de este plano elemental pueden
comunicarse con los humanos, pero, para ello, es necesario hacerlo mediante
el idioma alegórico, pues ellos legaron, a la humanidad, el símbolo como medio
de instrucción. El elemental del agua manipula la substancia mental y adquiere
la forma que desea asumir (puede manifestarse en forma de pensamiento, de
inteligencia, de voluntad, de consciencia).
En el libro, el maestro masón y sus misterios, Adoum establece que los
elementales del agua son sensibles e influyen en la parte sensible de la mente
humana. En la antigüedad se representaban en forma de bellas mujeres (las
musas). Se dice que estos elementos tienen control sobre los colores y los
diseños.
También se asegura que estas esencias espirituales legaron al hombre el
sistema de símbolos para que aprendamos sus enseñanzas en las escuelas
internas de instrucción, dentro de nosotros mismos. A estas escuelas sólo
entran iniciados y aspirantes que buscan la superación y el servicio. Adoum
aclara que todos los elementales son mortales; pero que, asociándose
íntimamente con el hombre, pueden convertirse en inmortales, ya que éste tiene
el poder y el privilegio de darles parte de la substancia divina del “Yo soy”.
En el mundo sensible del hombre, es decir, en la zona mental donde se
refugian los sensores del misticismo, viven, por así decirlo, los elementales del
agua. El Rey Elemental del agua posee la remotísima sabiduría que describe la
naturaleza del hombre, y conoce el momento en el que el alma penetró la
densidad de la materia.
El principio fundamental del Rey del agua influye, energéticamente, en las
chacras que están cerca de las vísceras humanas y dirige sus huestes en el
cuerpo por medio de los deseos. El mundo de los elementales del agua es
como un vapor diáfano; sus habitantes son seres vivos e inteligentes que
intensifican nuestros deseos e impresiones. Los elementales del agua se
apoderan de la sustancia mental para adoptar la forma deseada; sin embargo,
al verlos desde adentro, se asemejan a una constelación y por eso los ocultistas
llaman mundo astral al mundo de los elementales del agua, por su similitud con
los astros. Admiran y respetan mucho a los seres que se sacrifican por los
demás y a los que enfrentan el peligro para salvar a los náufragos.
Las siete divisiones de ese mundo elemental están pobladas por espíritus de
desarrollo diferente. Los espíritus inferiores se alimentan de los pensamientos y
de las pasiones bajas y, a su vez, nos incitan a los deseos bajos. Los espíritus
superiores de este reino son seres muy inteligentes y dignos, que tienen la
característica de guardar nuestras creaciones artísticas y literarias. Participan
en los procesos mentales de la inspiración y nos otorgan su sabiduría.

Elemento Fuego.

Las Salamandras son los seres elementales del fuego. Pertenecen al mundo
de la inspiración y de la iluminación espiritual. Estos espíritus trabajan en
mantener la armonía en el mundo. Se colocan en estado de devoción para
atraer, al plano físico, la energía divina que es empleada por el individuo en su
desarrollo. Los espíritus del fuego son la llave de la sustancia universal, ya que
en esta sustancia están inscritas todas las vidas pasadas, en ella está
registrada toda la evolución de la existencia.
“Los elementales del fuego acompañan la vida desde la edad remota de su
formación física”. El espíritu de este elemento trae la armonía y la paz al mundo
interno del hombre; entendiendo que estamos hablando de su aspecto superior.
Los seres del fuego tienen conciencia superior a la de los hombres. Ellos hablan
por la boca de los profetas; guían a las naciones hacia el bienestar y fueron
adorados en la antigüedad.
Los elementales superiores del fuego no producen calor, como
generalmente se cree, porque son la parte del sublime del fuego; una de sus
manifestaciones se encuentra en el interior del alma. Estos espíritus son los
verdaderos maestros de la humanidad. Son las energías que puede captar el
cerebro humano cuando vibra en las frecuencias equivalentes a las que
pertenecen la intuición, la inspiración y la iluminación humanas.
El aspecto superior del fuego es el amor, el aspecto inferior del mismo
elemento es la pasión, en especial la sexual. Los elementales del fuego influyen
en los centros energéticos humanos que se localizan en el sistema seminal.
Los espíritus superiores del fuego no tienen nada que ver con las llamas
físicas, sino con las llamas de la inspiración, de la devoción, la fe, la voluntad y
con la iluminación del conocimiento y del espíritu humano. Por su parte, las
manifestaciones físicas más densas de estos espíritus son las llamas
materiales, el calor, la temperatura y la iluminación física.
Para conocernos un poco más es necesario aspirar el fuego interno propio y
encenderlo, porque este fuego tiene la llave de la substancia universal y, en
ella, están escritas todas las vidas pasadas

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