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Los tipos de energías más densas del hombre son las que dan origen al
cuerpo físico, a ellas le siguen las que se expresan como fuerzas instintivas. El
hombre ha podido distinguir, gracias a los influjos de información que existen en
el éter, especialmente la información que puede procesar la mente humana,
una estructura instintiva en su ser. Y, esta estructura instintiva, está integrada
por la necesidad de permanecer y reproducirse (es decir, por una necesidad
inconsciente de ser inmortal es que busca permanecer o reproducirse). Todo
ser vivo responde a la ley instintiva.
También, como humanos, hemos distinguido que la composición de nuestra
alma contiene deseos, anhelos, aspiraciones, gustos, apegos, aficiones.
Además, hemos comprendido que estamos integrados de emociones que nos
hacen reaccionar ante ciertos estímulos de la vida: miedos, fortalezas, iras,
temperamentos, enamoramientos. Asimismo, nos hemos percatado de que
contamos con un cuerpo de sentimientos que nos aseguran relaciones largas,
de pertenencia, de seguridad. Sentimientos como el amor, la amistad, el odio,
nos permiten reproducirnos y mantenernos en la búsqueda de la inmortalidad.
Todo ser vivo tiene inscrito en su código genético de existencia bien grabadas
las leyes de evolución y de inmortalidad y las sigue aún sin estar consciente de
la existencia de ellas. Todo esto es en lo que consisten las fuerzas instintivas de
la existencia.
En “el libro de los espíritus”, este autor expone las penas y las recompensas a
las que hace acreedor un espíritu en su tránsito por la vida corporal. También
clarifica cómo es la justicia divina con respecto al proceder de los espíritus
cuando ocupan un cuerpo.
Algunos místicos han llegado a la comprensión de que cualquier elemento del
mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares
característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o
de cierta energía viva a la que también llaman “consciencia propia”. Y ese
entendimiento los lleva a definir que los seres espirituales están dotados de
inteligencia y de voluntad para gobernar la existencia de los objetos inanimados
que habitan. Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo,
todo es consciente o tiene un alma.
En el plano espiritual viven los espíritus elementales de la naturaleza física, los
espíritus de la mente humana, los espíritus angélicos: viven todas las partículas
del pensamiento que se desprenden de la gran mente universal. Son partículas
pensantes, con consciencia de lo que son y del papel que desempeñan en el
concierto universal de la evolución.
Son partículas con voluntad que están ligadas la gran voluntad divina. En estos
tiempos cibernéticos, al plano divino le podríamos llamar la matrix. La matrix es
la matriz, la fuente, el éter, el laboratorio energético donde se procesan y
producen todo tipo de manifestaciones energéticas: desde las más sublimes
(las que incluso son superiores al pensamiento) hasta las más densa, las que
pueden manifestarse en forma de materia.
Ahora, los mismos fenómenos naturales son llamados como energías, fuerzas,
gravedad, reacciones físicas y químicas, vibración, evolución, etc. Los
fenómenos psicológicos son nombrados, consciente, inconsciente, estrés,
paranoilla, esquizofrenia, locura, etc.
Los antiguos sabios afirmaban que los espíritus elementales conocen a cada
hombre por su luz y, si ésta es abundante, ellos le obedecen con alegría y lo
protegen. La raza humana recibe los conocimientos científicos y artísticos de
los elementales, es decir, todo conocimiento alcanzado por la especie humana
proviene del éter, del espacio cósmico y del universo físico y mental, que es
dónde fluye y refluye todo tipo de energías, vibraciones, pensamientos,
sentimientos, fuerzas, espíritus, la luz, la voluntad y el aliento divino.
Elemento aire
Los silfos son los espíritus del aire, son las fuerzas mentales y energéticas
encargadas de proporcionar, al alma, cualidades o facultades que permiten a
los seres vivos conservarse, reproducirse y sobrevivir. Participan, de manera
importante, en la formación instintiva de los seres vivos, así como en la
integración de la función mental del consciente de los hombres. La liturgia del
grado de compañero asegura que las facultades instintivas son el resorte
conservador de la existencia.
“Los silfos participan, activamente, en la tarea evolutiva del alma,
especialmente en el ámbito de la herencia de la mente humana” (Jorge Adoum).
El cerebro del hombre moderno y todas las funciones mentales y psicológicas
que ahora desarrolla este órgano son el resultado de un larguísimo proceso de
evolución. Pero la evolución no es un fenómeno autónomo e independiente a
las acciones y reacciones físicas y químicas de la naturaleza. No es un
fenómeno que sea motivado por el hombre. La ley de la evolución existe desde
siempre: antes del hombre, con el hombre, sin el hombre y a pesar del hombre.
Está presente en el universo, en la naturaleza, en la vida material y en la vida
no material. La evolución es producto del pensamiento divino y de todos los
agentes energéticos y espirituales que participan en su desarrollo.
No debemos sentirnos tan importantes como para pensar que el hombre, por
sí mismo, es promotor de la evolución. Los hombres, lo mismo que todos los
seres de la naturaleza, los visibles y los invisibles, somos parte de la evolución,
pero no como agentes activos, sino como gotas de agua que son arrastras en la
corriente del gran rio del movimiento.
Durante el viaje simbólico del aire, en la ceremonia de iniciación, se
representa la integración de las facultades que el alma humana recibe de los
silfos, y se refiere, fundamentalmente, a la carga de las emociones y
sensaciones físicas. También, a toda clase de placeres físicos y reflejos, aún
los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de memorias
físicas, tales como la memoria del gusto, del dolor, que son, en realidad, reflejos
internos.
“Los silfos participan en la evolución del hombre. La evolución más que un
fenómeno físico es un fenómeno mental. Primero aparece, en la mente del ser
vivo, la idea y, luego, el cuerpo comienza a modificarse. No es que el cerebro
haya crecido para poder expandir la capacidad mental. No, primero surgió la
necesidad mental de expansión y luego los átomos, las moléculas, las células
respondieron a la exigencia. A ese mundo de la mente es al que pertenecen el
alma y el espíritu, la imaginación, la consciencia y todos los aspectos
inmateriales manifiestos en la naturaleza.
La irradiación del silfo eleva el pensamiento, desarrolla la expansión de la
mente, dicta los rituales de la naturaleza (la mecánica de la evolución de la
naturaleza) y capacita la lectura y el saber de los libros perdidos de la
antigüedad. Los silfos respetan los átomos solares, es decir, las unidades
indivisibles de pensamiento que habitan en el éter (espacio del universo). Los
átomos lunares son venerados por los elementales del agua.
Silfos y sílfides superiores son eruditos y poseen una memoria prodigiosa.
Ellos retienen todas las historias y enseñanzas escritas por los sabios del
mundo. Todo saber queda registrado en el mundo etéreo, en el inconsciente
colectivo, no sólo humano, sino en la memoria universal. Enseñan al iniciado,
no sólo lo que dijeron un maestro o un filósofo, sino también lo que no pudieron
decir, lo que se quedó en la nube mental.
Muchos de los elementales del aire se prestan para ser guías de los que
mueren repentinamente, para protegerlos de las alucinaciones que se
presentan en el viaje hacia el más allá. La irradiación del silfo eleva el
pensamiento, desarrolla la vista interna, dicta los rituales de la naturaleza y
capacita, al individuo, para la lectura y comprensión de los libros perdidos de la
antigüedad. Los silfos respetan los átomos solares.
Los silfos enseñan al hombre “a hacer lo que se tiene que hacer, sin la
necesidad de pensarlo mucho, a manera de intuición”. Le muestran al hombre a
afrontar el peligro sin necesidad de un proceso reflexivo. Ellos retienen todo el
conocimiento de lo que fue dicho por los profetas y poseen los secretos de
todas las escuelas y fraternidades ocultas.
Cada hombre refleja el tipo de silfo y sílfide acorde consigo. El silfo lee el
pensamiento y puede hacer volver a la mente, o a la memoria de los individuos,
lo que éste supone que quedó olvidado. Los elementales más sensitivos son los
que responden a las vibraciones más elevadas, para defender, a los puros de
corazón, de las mentalidades negras.
Los altos silfos leen los anales de la Naturaleza. Basta que una persona
piense en un ser del más allá, para que estos elementales formen un puente de
comunicación entre los dos, y se enteren de todos los secretos de sus archivos.
Porque estos seres viven, también, en el ambiente mental humano y conocen
nuestros secretos y los de aquellos que están en contacto con nosotros. Y, el
hermano Adoum dice que jamás se manifiestan a la gente que es orgullosa o
vanidosa. Son muy amigos de los simples y de los humildes de corazón.
Elemento agua.
Elemento Fuego.
Las Salamandras son los seres elementales del fuego. Pertenecen al mundo
de la inspiración y de la iluminación espiritual. Estos espíritus trabajan en
mantener la armonía en el mundo. Se colocan en estado de devoción para
atraer, al plano físico, la energía divina que es empleada por el individuo en su
desarrollo. Los espíritus del fuego son la llave de la sustancia universal, ya que
en esta sustancia están inscritas todas las vidas pasadas, en ella está
registrada toda la evolución de la existencia.
“Los elementales del fuego acompañan la vida desde la edad remota de su
formación física”. El espíritu de este elemento trae la armonía y la paz al mundo
interno del hombre; entendiendo que estamos hablando de su aspecto superior.
Los seres del fuego tienen conciencia superior a la de los hombres. Ellos hablan
por la boca de los profetas; guían a las naciones hacia el bienestar y fueron
adorados en la antigüedad.
Los elementales superiores del fuego no producen calor, como
generalmente se cree, porque son la parte del sublime del fuego; una de sus
manifestaciones se encuentra en el interior del alma. Estos espíritus son los
verdaderos maestros de la humanidad. Son las energías que puede captar el
cerebro humano cuando vibra en las frecuencias equivalentes a las que
pertenecen la intuición, la inspiración y la iluminación humanas.
El aspecto superior del fuego es el amor, el aspecto inferior del mismo
elemento es la pasión, en especial la sexual. Los elementales del fuego influyen
en los centros energéticos humanos que se localizan en el sistema seminal.
Los espíritus superiores del fuego no tienen nada que ver con las llamas
físicas, sino con las llamas de la inspiración, de la devoción, la fe, la voluntad y
con la iluminación del conocimiento y del espíritu humano. Por su parte, las
manifestaciones físicas más densas de estos espíritus son las llamas
materiales, el calor, la temperatura y la iluminación física.
Para conocernos un poco más es necesario aspirar el fuego interno propio y
encenderlo, porque este fuego tiene la llave de la substancia universal y, en
ella, están escritas todas las vidas pasadas