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Movimiento Cooperativo de Escuela


Popular

«LA ESCUELA DESPUÉS»… ¿CON LA PEDAGOGÍA DE ANTES? Philippe Meirieu


Publicada el 18 abril, 2020 por MCEP de Madrid

Philippe Meirieu

(Traducido de http://www.meirieu.com/ACTUALITE/cafe-pedagogique-ecole-dapres.pdf)

Si todavía hubiera la más mínima duda sobre la naturaleza ridícula de las profecías sentenciosas sobre nuestro
futuro, la crisis que estamos atravesando la habría eliminado. Por supuesto, todo el mundo está de acuerdo en que
«habrá un antes y un después», pero nadie sabe de qué estará hecho este «después». Los análisis se multiplican
para subrayar la naturaleza sin precedentes del momento que estamos atravesando, para mostrar que pone en tela
de juicio todos nuestros hábitos y requiere una verdadera revisión de nuestros sistemas de pensamiento y de toma
de decisiones. Se nos dice que todos los países, y el nuestro en particular, han elegido la salud para todos en lugar
del crecimiento económico para el beneficio de unos pocos. Se nos dice que mañana vamos a revalorizar las
profesiones humanas, necesarias para nuestra supervivencia colectiva, en lugar de seguir exaltando a los
«primeros de la fila» y promover a los «ganadores». Se nos dice que ha llegado el momento de la distribución
equitativa de los bienes comunes que finalmente nos permitirá no «perecer en las heladas aguas del cálculo
egoísta» de las que hablaba Marx… Me gustaría creerlo. Me gustaría creerlo. Me gustaría tener la certeza de que
estamos avanzando, a escala planetaria, hacia una mayor solidaridad entre los pueblos y las naciones, una mayor
justicia social y una mejor consideración de los principales problemas ecológicos. Pero, en realidad, creo que aún
no hemos llegado a eso…

Si hay una realidad con la que los historiadores de la educación están familiarizados, es la enorme brecha – el
abismo, de hecho el abismo – que separa las declaraciones de intención generales y generosas de las prácticas
realmente aplicadas. Ya se trate de «formación para la autonomía», «derechos del niño», «personalización del
aprendizaje», «experiencia de fraternidad», «co-construcción de prácticas», etc., el inventario de estos conceptos,
cuya importancia se proclama con gran pompa y circunstancia y que las instituciones, por miedo o pereza, falta de
inventiva o preocupación por lo que se les pueda escapar, sistemáticamente dejan de lado o se limitan
cautelosamente a los márgenes. Es bien sabido que se necesita un equipo movilizado, gestores educativos que
asuman riesgos y una jerarquía que haga la vista gorda, para cuestionar realmente todo lo que esto significa en la
práctica y en el día a día. Esto se debe a que la coherencia entre las promesas hechas y las prácticas aplicadas no es
en absoluto la regla: al contrario, es la excepción, infinitamente rara y preciosa, que surge cuando unos pocos
individuos o grupos determinados se ponen a trabajar haciendo una pregunta profundamente subversiva que
difícilmente toleran los partidarios del «desorden establecido»: «¿Pero por qué no hacemos lo que decimos
quesitio
Este haremos?».
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Permítanme preocuparme, por lo tanto, y confesar que apenas sé lo que quedará mañana de las declaraciones de
intenciones de hoy. ¿Qué se decidirá cuando ya no nos invada la ansiedad, cuando el recuerdo del encierro se
desvanezca gradualmente y cuando las desigualdades reveladas por los terribles acontecimientos que vivimos se
vean de nuevo ensombrecidas por el activismo cotidiano? Temo que la prisa por «salir» de la crisis nos haga
olvidar las condiciones en las que entramos en ella y que el «regreso a la normalidad» sea, según la lógica de la
pendiente más pronunciada, un «regreso a lo anormal».

«Enseñar la clase» es articular


lo común y lo singular…

En primer lugar, no tengo ni idea de si, a pesar de lo que todos los profesores habrán observado durante el
encierro en un intento de asegurar la « continuidad pedagógica », nuestros responsables y prescriptores habrán
comprendido que el acto pedagógico no es una simple yuxtaposición de intervenciones individuales, por muy
afinadas que sean, sino una construcción, tanto material como simbólica, de la escuela en su principio mismo:
aprender juntos gracias a la figura tutelar del profesor que, al mismo tiempo, crea algo común y acompaña a cada
uno en su singularidad. Esta dialéctica entre el colectivo y el individuo, el descubrimiento de lo que une a los
alumnos y lo que especifica a cada uno de ellos, es, de hecho, lo que «hace una escuela»: «»Poco importa cuál sea
mi nombre y cómo me veo, estoy ahí como estoy, con mis dificultades y mis recursos, en un grupo donde poco a
poco descubrimos, gracias al maestro, que podemos compartir conocimientos y valores, donde lo que aporto a los
demás es tan importante como lo que ellos me aportan, donde aprendemos, simultáneamente, a decir «yo» y a
hacer «nosotros». »

Porque estoy convencido de que los profesores habrán visto, en cierto modo, lo importante que es «hacer el aula»
para «hacer la escuela»: instituir un espacio-tiempo colectivo y ritualizado en el que la palabra tenga un estatus
particular (es una exigencia de precisión, exactitud y verdad), en el que el todo no pueda reducirse a la suma de
sus partes (cada una es importante, pero el colectivo no es un conjunto de individuos yuxtapuestos), en el que el
bien común no sea la suma de los intereses individuales (es lo que permite superarlos y permite a cada uno
superarse a sí mismo)… No pretendo que hacer esto sea total y definitivamente imposible con la tecnología digital.
Temo que las herramientas digitales que dominan hoy en día se basan en su mayor parte en una lógica individual
y técnica, y que estamos luchando, sin la formación adecuada, para utilizarlas para construir verdaderos
colectivos. Además, temo que los intereses financieros en juego sean tan fuertes que nos conduzcan, a pesar de
nosotros mismos, hacia una concepción comercial de la educación en la que nuestros estudiantes, cada uno frente
a su propia pantalla y en mutua indiferencia, consumen software en lugar de compartir conocimientos.

Por eso espero que, en el «después de la escuela», ya no aceptemos la reducción tecnocrática del aula a ejercicios
programados y asistencia individual prescritos mediante protocolos estandarizados. Por eso me gustaría que
estuviéramos más atentos que nunca a las prescripciones «científicas» que, aunque vestidas con las últimas ropas
digitales y neurocientíficas, reproducen sin embargo el viejo modelo conductista de la enseñanza individual
programada y consideran al profesor, en el mejor de los casos, como un intérprete, y en el peor, como un
obstáculo que el «todo-digital» podría quizás algún día hacer posible eliminar.
Por eso también me gustaría que exigiéramos, desde el jardín de infancia hasta la enseñanza superior, la
posibilidad de establecer sistemas de enseñanza inspirados en pedagogías cooperativas e institucionales, que
permitan a todos y cada uno «ocupar su lugar» en un colectivo, es decir, no ocupar todo el espacio en él, pero
tampoco ser arrancado subrepticiamente o abruptamente de él. Por eso me parece esencial reafirmar que la
escuela
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puede ser la escuela: porque, precisamente, la escuela es lo que rompe con las desigualdades familiares y sociales,
lo que permite acceder a la alteridad, muchas veces dejada de lado o vivida como una agresión en la cápsula
familiar, lo que da a todos la posibilidad de acceder a conocimientos «infinitamente compartibles», como decía
Fichte, es decir, capaces de hacernos percibir que, a pesar de nuestras diferencias, todos estamos llamados a
participar en la construcción de lo común…

¿Seremos escuchados? No lo sé. No lo sé. No lo sé. Me temo que tendremos que hablar en voz alta para salir de la
fascinación de las herramientas y cuestionar sus usos, para evitar también la continuación de la gestión
tecnocrática, la «cultura de los resultados» (¡en cifras, claro!) y la privatización desenfrenada o abierta que es el
corolario de esto.

Hacer escuela» no es
proclamar la igualdad de oportunidades, sino luchar por la igualdad del derecho a la educación.

Esto se ha reiterado una y otra vez: «la educación a distancia aumenta las desigualdades», ya que se refiere a las
condiciones materiales, sociales, culturales y psicológicas de las familias. Por supuesto, esto no significa que la
escuela, en su forma tradicional, ya haya logrado reducir las desigualdades de manera muy significativa –
¡estamos lejos de ello! – ni que hubiera sido preferible la ausencia de toda «continuidad pedagógica», con el
pretexto de no avalar las desigualdades: en efecto, era necesario mantener el contacto con el mayor número
posible de alumnos y ofrecerles actividades para consolidar sus logros y estimularlos intelectualmente. El error
fue sugerir, al menos inicialmente, que la «educación a distancia» podría utilizarse para «hacer el programa» de
tal manera que, cuando se reanudara, se podría suponer que todo había ido normalmente y que se podría hacer
«lo mismo de siempre». ¡Pero esta ilusión no duró mucho tiempo! La «educación a distancia» puso muy
rápidamente en primer plano cuestiones que, si bien eran bien conocidas, se revelaron, a veces cruelmente, a todo
el personal docente.

En efecto, cuando el alumno no está presente y la interacción pedagógica es, de hecho, particularmente reducida,
podemos ver cuán serio es transformar nuestros «objetivos» en «prerrequisitos». Hay demasiada tendencia en
nuestras instituciones a olvidar que la motivación, el sentido del esfuerzo, la autonomía y la autosuficiencia no
pueden ser requisitos previos para entrar en una actividad docente, sino que son los objetivos mismos de esa
actividad, inseparablemente ligados a la adquisición de conocimientos. Hacerlos requisitos previos significa
reservar la actividad pedagógica a los que ya están «educados», y preferiblemente «bien educados».

Por consiguiente, en todos los niveles de la enseñanza, corresponde al


maestro movilizar al alumno, apoyar sus esfuerzos, determinar el nivel de
autonomía que puede alcanzar y permitirle adoptar una visión lo más
exigente posible de su aprendizaje y producción. Lo sabíamos. Sabíamos
que se trataba de un asunto para que los profesionales expertos trataran
con estudiantes concretos, de carne y hueso, con los que se podía
establecer una verdadera relación pedagógica, que implicara a toda la persona. Hemos descubierto que cuando
esta relación se vuelve aleatoria, descontextualizada, desinstitucionalizada, de hecho se ve obligada a asumir que
ha adquirido habilidades que es nuestra responsabilidad ayudarles a adquirir. ¡Qué aprendamos la lección y
militemos obstinadamente para que nuestra Escuela deje de seleccionar sobre lo que no forma! Esta es, por
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Pero también hemos redescubierto, en este período de encierro, otra lección de educación a distancia
sistematizada, corolario de la primera e igual de importante: ante un alumno en grandes dificultades, de poco
sirve aumentar la presión e imponer siempre «más de lo mismo», con la secreta esperanza de que finalmente ceda
y alcance, al final, el objetivo buscado. No es que el empeño pedagógico sea siempre inútil: es sin duda necesario
para los alumnos ya movilizados y aplicados, pero que son un poco lentos y necesitan entrenarse… En cambio, es
totalmente contraproducente para los alumnos que están bloqueados y con los que hay que dar un rodeo,
identificar los puntos de resistencia y localizar los puntos de apoyo para proponer no «más de lo mismo», sino
«algo más». Se trata de un trabajo de experto, una habilidad profesional específica del profesor que analiza, en el
contexto de una fina interacción, las reacciones a sus propuestas y logra comprometerse en una actividad con una
disposición para ayudar a superar un obstáculo… Ahora bien, como han testimoniado muchos profesores, esta
postura pedagógica es particularmente difícil si no se trabaja cara a cara: De hecho, requiere captar información
difícil de percibir a distancia y poder decidir qué es lo mejor en un encuentro cara a cara constructivo, con el
riesgo, si no de caer en el mortal combate cuerpo a cuerpo de «cada vez más».

Recordemos esto, una vez más, cuando nuestros responsables quieren encerrarnos en la lógica exclusiva de
«ponerse al día», considerándonos como meros proveedores de ejercicios y fichas en una progresión idealmente
lineal que sólo se aplica a los «buenos estudiantes profesionales», ¡y aún más! Porque ahora sabemos que es
esencial alejarse de una visión tayloriana del trabajo escolar: la realización de las tareas, incluso cuando se
dominan perfectamente, no establece en modo alguno una relación de «investigador» con el conocimiento y la
cultura; incluso corre el riesgo de negar el acceso a ellas a todos aquellos que no han vislumbrado, en otro lugar, lo
que es el placer de aprender y la alegría de comprender… Por eso no sólo hay que «dar más a los que tienen
menos», sino «dar mejor»: Un entorno arquitectónico y cultural de mayor calidad, situaciones más ricas y
estimulantes, grupos de trabajo de un tamaño que permita la mejor realización posible de las actividades
propuestas, profesores acompañados de un alto nivel de formación continua y capaces de ofrecer conocimientos
movilizadores, haciendo al mismo tiempo sus expectativas suficientemente explícitas para no excluir a quienes no
estén espontáneamente en connivencia con ellos.

En realidad, todo esto plantea el mismo problema: ¿nos contentaremos, en la «escuela después», con promover,
con las manos en el corazón, la «igualdad de oportunidades», sin preocuparnos demasiado por las condiciones
necesarias para «aprovechar la oportunidad», o sabremos poner en marcha todo lo posible para garantizar la
«igualdad de derecho de acceso a la educación»? No se trata simplemente de una diferencia de redacción, sino
más bien de un cambio de paradigma que exige políticas radicalmente diferentes en cuanto a la mezcla social en
las escuelas, la educación prioritaria, las becas o la formación y el apoyo a los maestros. Se trata de un verdadero
cambio al que estamos llamados y que debería permitir crear verdaderos lazos de confianza entre las escuelas y las
familias más alejadas: ¿daremos por fin a los profesores el tiempo y los recursos necesarios para ello?
¿Reconoceremos, finalmente, la necesidad de aliviar a los directores de escuela, de proporcionarles un escritorio y
un teléfono profesional, para que puedan realmente desempeñar su papel de interfaz y mantener un contacto
continuo con los alumnos y sus padres? Por supuesto, esto representa una inversión financiera importante, pero
quizás la crisis actual nos permita comprender que esta inversión representaría de hecho un ahorro considerable,
dado el costo social del fracaso escolar. Y luego, por último, también tendremos que plantearnos la cuestión de la
distribución del presupuesto dentro del sistema educativo nacional: ¿no es hora de cambiar las prioridades y, en
lugar de invertir en corrientes elitistas -las que seleccionan antes de entrenar-, dar prioridad a las corrientes de
excelencia -las que entrenan antes de seleccionar-?
En un momento en que todas las miradas están puestas en el hospital, ¿no es hora de oír lo que los niños de
Barbiana escribieron en la Carta a un maestro de escuela en 1967: «La escuela se comporta como un hospital que,
para mejorar sus resultados, se ocuparía de los sanos y se desharía de los enfermos»?

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En conclusión: la escuela, un
punto ciego… ¿por cuánto tiempo más?

En las numerosas contribuciones que, en la «prensa dominante», tratan de establecer algunos marcadores para
«el mundo después», la cuestión de la Escuela es todavía muy poco discutida. El Café pédagogique ha tomado la
feliz iniciativa de abrir una sección para iniciar la reflexión sobre este tema. No podemos agradecerles lo suficiente
por esto. En primer lugar, porque no podemos descartar lo que los profesores están experimentando hoy en día:
no sería digno. Pero también, porque sólo habrá un «mundo después», diferente del anterior, si la escuela toma su
parte en su construcción.

Nunca se ha hablado tanto de solidaridad: ¿vamos a promover una verdadera pedagogía de la cooperación? Nunca
se ha hablado tanto del bien común: ¿nos vamos a dar cuenta de que, para tomar conciencia del bien común, no
todas las prácticas pedagógicas son iguales? Nunca se ha hablado tanto de la necesidad de cuidar de los demás:
¿vamos a hacer de la ayuda mutua un valor cardinal de nuestra escuela y reemplazar la competencia mortal?
Nunca se ha dicho tanto que nuestro futuro sólo puede pensarse en términos de la dimensión de nuestra «Patria»:
¿haremos por fin de la ecología algo distinto de un «suplemento de alma», conectado lo mejor posible a los
programas canónicos?

Para ello, tendríamos que ir más allá de la simple etapa de enseñanza o de


proyectos puntuales que sugieren que podemos salvar el planeta
introduciendo algunos enclaves virtuosos sin cambiar las lógicas
productivistas que nos llevan a un callejón sin salida. Debemos permitir
que nuestros hijos entiendan que hemos tomado decisiones y que otras
decisiones son posibles. Más aún: se les debería permitir experimentar una
inversión radical de su relación con el mundo.

Cuando, hasta los últimos días, la sociedad de mercado había mantenido la perspectiva de un mundo de tiendas
para sus caprichos, nuestra educación debe ahora llevarlos a descubrir un mundo de tesoros, un fabuloso espacio
de investigación para su curiosidad. Cuando los medios de comunicación les muestran esencialmente una realidad
que fascina, asombra o aterroriza y a la que debemos resignarnos, nuestra educación debe llevarles a cuestionar, a
cuestionar, a cuestionar para ver que nada, nunca, se juega definitivamente. Cuando la sociedad les ordena
pertenecer a un clan que les da identidad y seguridad, nuestra educación debe mostrarles que la verdadera
felicidad está en la apertura a la alteridad. Cuando por todas partes se susurraba al oído que sólo se podía
encontrar placer en el consumo desenfrenado de lo inagotable, nuestra educación debe mostrarles, a diario, que el
verdadero placer reside en compartir lo inagotable: obras de arte y cultura, conocimiento y aprendizaje,
transmisión y creación… todo lo que se puede multiplicar ad infinitum, ya que todos y cada uno, al acceder a él, no
privan a nadie de él y cualquiera que pueda acceder a él puede compartirlo ad infinitum con otros.

Philippe Meirieu

L’Ecole d’après : les contributions

Le site de P Meirieu
Philippe Meirieu publiera fin août un ouvrage : Ce que l’éducation peut encore pour la démocratie
(Éditions Autrement)


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Esta entrada ha sido publicada en Con Firma, Opinión, REFLEXIONES, Vermú Pedagógico y etiquetada como Reflexiones. Guarda el enlace permanente.

45 respuestas a «LA ESCUELA DESPUÉS»… ¿CON LA PEDAGOGÍA DE ANTES? Philippe Meirieu

Giuseppe Campagnoli dijo:


20 abril, 2020 a las 7:32 am

https://comune-info.net/aule-aperte-al-mondo/
Responder

Giuseppe Campagnoli dijo:


20 abril, 2020 a las 7:33 am

https://comune-info.net/manifesto-educazione-diffusa/
Responder

Graciela dijo:
20 abril, 2020 a las 3:22 pm

Clarísimo, oportunidad de pensar y repensar en lo que verdaderamente importa y que significado tiene. De salir del
positivismo y la escuela tecnocrática, homogeneizante y clasista.
Responder

Patricia dijo:
20 abril, 2020 a las 4:59 pm

Excelente y ojalá no quede en una utopía. Apoyo!!!!!!!


Responder

María Toledo dijo:


20 abril, 2020 a las 5:39 pm

Qué claridad, qué profundidad, gracias por compartirlo!!


Responder

Gloria Cecilia Agudelo Alzate dijo:


20 abril, 2020 a las 8:20 pm

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ESCUELA de DESPUÉS»…
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LA PEDAGOGÍA enlace para mayor
ANTES? en el información.
conversatorio de la clase de mañana referida a la educación e inclusión.
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Responder

Marina Reyes dijo:


20 abril, 2020 a las 8:47 pm

Hola, muy interesante el artículo, ojala el futuro nos traiga mayor reflexión y compromiso con la educación. Sentí en carne
propia la transición del aula física a la virtual, con niños pequeños y sin posibilidades de aprendizaje colaborativo, es duro ,
para ellos y para mi.
Responder

tutoriafilo5 dijo:
21 abril, 2020 a las 4:01 pm

Hay varias cosas que me han resultado muy interesantes en este artículo:

Qué difícil es que coincidan equipos pedagógicos que se animen a arriesgar y a innovar de verdad y que eso coincida con
administraciones descuidadas o desatentas (no sé cuál de las dos situaciones es más complicada que ocurra, probablemente
la segunda).

También estoy muy de acuerdo en la idea de la tutoría como lugar fundamental donde equilibrar lo individual y lo grupal
(más allá de la discusión sobre que la escuela deba rehuir completamente de la mirada de la familia).

Estoy de acuerdo en que la escuela no debería ser una fábrica; no hacemos coches ni mercancías, ¿verdad?

Y, por último, la metáfora del hospital que traen los chavales de la escuela de Barbiana me resulta muy oportuna (en el
sentido sanitario tan en primier plano desgradiadamente en estos momentos) y desde luego como metáfora de la escuela).
Una escuela para ayudar a quien lo necesita y no para colocar una vez más en posición privilegiada a quienes ya tenían la
ventaja previa.
Responder

Nahuel Hernández dijo:


22 septiembre, 2020 a las 7:14 pm

¡Hola buenas tardes!

Estoy haciendo una investigación para el colegio, ¿Habría alguien que me pueda explicar el articulo o hacerme una
síntesis del articulo?
Responder

Florencia dijo:
21 abril, 2020 a las 5:06 pm

Hola. Me pareció muy bueno el artículo,esta parte me llamo mucho la atención. (la educación en casa, no puede ser la
escuela: porque, precisamente, la escuela es lo que rompe con las desigualdades familiares y sociales)

Hoy que estamos manejándonos a través de Internet, esta muy claro que no es lo mismo, pero lo bueno que podemos obtener
información e aprender.
Responder

Alberto Rodriguez Rodriguez dijo:


21 abril, 2020 a las 6:24 pm
Muy útil, con argumentos sólidos y pertinentes que ponen a pensar profundamente a los que estamos involucrados en la
Educación
Responder

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21 abril, 2020 a las 8:39 pm
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Interesante el articulo relacionando mutuamente en distintos terminos, una escuela dando oportunidad de pensar realmente
en lo que importa y que significado tiene para ayudar a quien lo necesite con compromiso.
Responder

Victor Hugo Espinosa Romero dijo:


22 abril, 2020 a las 12:04 am

gracias por tu aporte


Responder

Patricia Doria dijo:


22 abril, 2020 a las 2:20 pm

Gracias por compartirlo muy interesante.


Responder

mariadelcarmenchemello dijo:
23 abril, 2020 a las 5:26 pm

Carmela «debemos permitir que nuestros hijos vean que se han tomado otras decisiones y que estas son posibles». Me parece
un concepto central y un desafìo seguramente muy laborioso para los educadores.
Responder

PABLO RUFINO dijo:


23 abril, 2020 a las 6:30 pm

Muy interesante el artículo! ojalá que este período nos deje un gran aprendizaje y comencemos a valorar más a la educación y
a la capacitación, y que realmente se democratice no solo los planes de estudios, sino también el acceso a las herramientas
educativas; que si bien a lo largo del tiempo se modernizan, no todos pueden acceder a las mismas. Hay un largo camino para
lograr la igualdad en este ámbito.

Creo que la educación a distancia es una herramienta en este período para no discontinuar la enseñanza, pero de ningún
modo debe reemplazar a la presencial, sino simplemente complementarla.
Responder

Mabel dijo:
23 abril, 2020 a las 6:44 pm

Muy oportuna reflexión,hoy nos aquejan circunstancias que dejan visualizar debilidades del sistema.Nos espera una nueva
enseñanza.
Responder

Vilma Prada Talledo dijo:


24 abril, 2020 a las 11:47 am
Me pareció muy interesante lo de la interacción, la conectividad entre lo individual y lo colectivo, sin que cada uno pierda su
esencia, su función y su importancia. Excelente.

Por otro lado, es verdad que la educación a distancia pone de manifiesto las desigualdades económicas, hay niños que están
llevando con éxito sus clases a distancia, sin embargo, otros, todavía no dan el primer paso, por las condiciones de su zona.
Responder
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Pablo dijo:
24 abril, 2020 a las 2:56 pm

Por favor, no olvidar. Bien Común, solidaridad, alteridad, cuidado de la casa común…
Responder

María Marta Zúñiga dijo:


24 abril, 2020 a las 6:42 pm

Excelente artículo para pensar el futuro de la escuela, sin caer en romanticismos. Hace falta caer en cuenta de que el sistema
tal como venía existiendo va a encontrar el modo de persistir. Política, Educación, Economía.. las Ciencias sociales pueden
hacer la diferencia y orientarnos. Y en la escuela podemos dejarnos seducir o hacer el cambio…
Responder

Elenameca@hotmail.com dijo:
26 abril, 2020 a las 3:23 pm

De todos modos creo que la «encerrona» es tal que nos ha dejado sin los recreos y los encuentros en la plaza.
Remontar esto para recuperarlo en la educación en casa, creo que es el mayor desafío para proponer actividades
entre los docentes para esta educación a distancia. ¿Y las propuestas y discusiones debidas entre la educación y los
adultos? Hoy, la alteridad y las oportunidades se presentan en la casa donde no sólo hay alumnitos.
Responder

Silvana Monzon dijo:


26 abril, 2020 a las 8:11 pm

Silvana Monzón

Después de leer este texto , me surgen pregunta ,que quizás antes no me las hacía con frecuencia. .

Habra un antes y un después. Puedo sentir que quien lo escribe es un docente .En el transmite el miedo a ser sustituido ,pero
es esa sustitución se encuentra con la pérdida de la solidaridad, el bien común ,la cooperación, la ayuda mutua . Que al
despertar un día cualquiera nos veamos DESHUMANIZADO. Entre lo colectivo y el individuo, el descubrimiento de lo que
une , acompaña al mismo tiempo ALUMNO-PROFESOR de hecho específico «Hacer una escuela», con sus sinfín de
dificultades y sin recursos.

Cuando el alumno no está presente ,la interacción pedagógica es , de hecho particularmente reducida ,ver cuán serio es
transformar nuestros «objetivos» trabajar con quienes realmente lo necesite y mostrarles que estamos ahí. En cuanto el
beneficio de unos pocos , saldrán adelante quien tenga todo lo necesario, conocimientos , tecnología , etc . Mientras que el
resto que Dios los ayude…

cuando se habla de revalorizar profesiones ,crea en mi una gran duda.

No tiene sentido ni sentimiento involucionar, regreso a lo anormal con el viejo modelo conductísta -donde el docente se
convertirá en el emisor-el alumno en receptor y las emociones ,la empatía,nuestros sentimientos aún vivos , despiertos, se
irán apagando como una máquina sin su batería , sin un cable que lo retroalimente . Cuando la sociedad les ordene
pertenecer a un clan que les de identidad y seguridad , nuestra educación debe mostrarles que la verdadera FELICIDAD está
en la APERTURA A LA ALTERIDAD que el placer verdadero reside en compartir lo inagotable, el aprendizaje ,el
conocimientos,arte ,cultura transmisión y creación.

Todo lo que se pueda multiplicar ad infinitum ya que todos y cada uno al acceder a él no privan a nadie de él y cualquiera que
pueda acceder a el pueda compartirlo ad infinitum con OTROS,
Responder

Silvia Montimurro dijo:


26 abril, 2020 a las 10:39 pm

Gracias por compartir! Tomar en cuenta ir del todo a las partes sería una estrategia para acompañar estos procesos
educativos. La cotidianidad está presente en cada casa, en cada familia, en cada individuo de esa familia, en nuestros
alumnos. Integrar actividades educativas a esa cotidianidad es una estrategia que construye y constituye a ese alumno
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Responder

valeria dijo:
29 abril, 2020 a las 5:20 am

«Aprovechar la oportunidad» es lo que deja resonando el artículo, porque nos habla de dar nuevo sentido a la educación.Esta
situación nos permitirá dar la oportunidad de construir una nueva forma de enseñar,que no volverá a ser igual,NO, sino que
resinificará la esencia de la escuela,esta vez transformada. La oportunidad de transformar la escuela se presenta y, desde hoy
es el momento.
Responder

giselle dijo:
30 abril, 2020 a las 9:06 pm

Muy buen texto! Nos deja la posibilidad de ver un nuevo paradigma en la educación, vamos a tener que repreguntarnos cual
es el sentido que le queremos dar a nuestra generación futura.

Gracias por estos aportes!!


Responder

Ana María Chahinián dijo:


1 mayo, 2020 a las 9:07 pm

Sin duda que comparto el excelente artículo y toda la incertidumbre que se plantea..La nueva realidad trae implícita
necesariamente un cambio de paradigma,o mejor dicho acelerar la «nueva escuela».Los acontecimientos inesperados al decir
de Nassim Taleb,en » El Cisne Negro»(2014) …»producen un tremendo impacto y que el ser humano intenta encontrar
múltiples explicaciones a esa rareza y pretende erróneamente hacerla explicable y predecible».En realidad en esta
incertidumbre sanitaria mundial,que arrasa todas las áreas,lo único predecible es que llegó el momento de que los
«acontecimientos del mundo» obligarán a «cambiar la escuela», cuando sin mucho resultado creíamos que la «escuela
cambiaría el mundo».
Responder

MARCELA FUNES dijo:


2 mayo, 2020 a las 3:31 pm

El artículo me pareció muy significativo, nos convoca a pensar y aunar criterios para una nueva educación. Me parece tan
importante, marcar la diferencia entre esta educación de solitarios en una pantalla, y la otra posibilidad de aprender con el
otro, tan necesaria.

sin embargo, pienso en una nueva forma de encarar el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y me viene a la mente
preguntarme ¿dónde estamos parados?, disculpen ustedes pero creo que debemos hacer un cambio que ya venía pidiendo a
gritos la realidad. La escuela no ha logrado los cambios necesarios para dar respuesta a nuevos paradigmas. La escuela dice
pero no hace. Se pretende dar lugar a la palabra de todos y sin embargo termina siempre siendo la palabra del docente la que
vale. Algunos docentes han dado el lugar para que esto suceda, pero la gran mayoría no lo ha hecho. Porque los docentes han
sido formados en viejos paradigmas que no es sencillo romper, actualizar, abrir y modificar.

Seguramente quienes nos encontramos leyendo este artículo, estemos dispuestos a modificar y generar respuestas o por lo
menos, pensar en ello. Pero la gran mayoría docente, que debemos reconocer que hoy están trabajando mucho para dar
respuesta a la educación a distancia; no tienen la mente preparada para un cambio.

Los cambios se requieren desde el niño al adulto, con la gran diferencia que el niño vive esa necesidad y el docente debe
reconocerla y modificar. Tenemos un serio problema en la Educación.
Responder

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4 mayo, 2020 a las 9:37 pm
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Hola!! a mi me pareció muy interesante el articulo leído, ojala el futuro nos traiga mucho compromiso con la educación así
empezaremos a valorar mas la capacitación y la educación. Yo creo que la educación a distancia no es buena para muchas
personas ya que muchos necesitan tener acompañamiento del profesor a la hora del aprendizaje obviamente hay que
aprovechar la nueva oportunidad que nos permitirá construir una nueva forma de aprendizaje, saludos.
Responder

GLORIA BEATRIZ VERGARA ISAZA dijo:


6 mayo, 2020 a las 3:35 pm

Excelente artículo; hace posible crear condiciones para la enseñanza y el aprendizaje ajustables a cualquier tiempo. Gracias.
Responder

Pablo Frisch dijo:


7 mayo, 2020 a las 6:39 pm

En tanto especialistas y funcionarios no adviertan las complejidades inherentes a la enseñanza y el aprendizaje situados,
dentro del aula, todo volverá a ser como antes y se seguirán implementando parches para un sistema educativo que no
funciona
Responder

Jesica Torchia dijo:


15 mayo, 2020 a las 8:48 pm

Muy interesante el material.


Responder

Maria dijo:
16 mayo, 2020 a las 12:02 pm

Muy buen articulo, para pensar todo. Creo que todo esto nos tomó por sorpresa a todos, que nos tiene que dejar una
enseñanza, con sus pro y sus contra. Que se puede mejorar y no olvidarse que a raíz de esto hay que perfeccionarnos con
cosas reales, no con cosas que después no sirven.
Responder

Carlos dijo:
25 mayo, 2020 a las 2:42 pm

Estamos ante una oportunidad única como docentes:

https://www.chicosquesonrien.com/es/2020/05/17/la-familia-y-su-vision-del-docente/
Responder

En nombre de todos los alumnos dijo:


26 mayo, 2020 a las 4:08 pm
Para todos los que sean docentes por favor no nos manden textos así que nos dan paja, muchas gracias fin del comunicado.
Responder

Marianela dijo:
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Hola, muy interesante, me pareció muy bueno para pensar, realmente lo que nos está pasando hoy, y ver qué es lo
importante y que significado tiene para cada uno.

Gracias por compartirlo.


Responder

Diana dijo:
30 mayo, 2020 a las 11:30 pm

Buenas noches, muy interesante el articulo. Hace muchos años soy docente y he vivido cambios en la educación pero
considero que no ha cambiado demasiado la misma no ha podido llegar a todos son muy grandes las brechas que aun faltan,
hoy se observan mas profundas esas diferencias, al trabajar en este momento de forma virtual, donde muchas familias no
tienen conexión, si el docente acerca material para que esos niños tengan educación y no pierdan este tiempo que no tenemos
una escuela presencial. Hay mucho por hacer falta educación, conocer cada familia que aprenden sus hijos.
Responder

Andrea dijo:
31 mayo, 2020 a las 2:38 am

Muy buen texto, claro y con manifestaciones tan vividas, como dicen algunos colegas como si fuera escrito por un docente.
Ojala y este paradigma social que nos esta atravesando no quede en el olvido, que si sea un antes y un después como
sociedad. Mis deseos como docente que esa brecha siempre existente en la desigualdad de oportunidades se logre afinar y
que todos nuestros gurises tengan la posibilidad del derecho a la educación, el acceso y permanencia en ella. Gracias por este
espacio de construccion colectiva.
Responder

Rosana Lodi dijo:


1 junio, 2020 a las 5:03 am

Hola, muy interesante el artículo, pude tener mi propia experiencia con respecto a la transición del aula física al que todos
estamos acostumbrados al virtual que es nuevo tanto para los niños como para mí. Y pude observar que que se está abriendo
una gran brecha en desigualdad de oportunidades ya que varias de mis familias no cuentan con computadoras ni internet y
casi la totalidad con apenas un celular por familia, lo cual dificulta realizar un seguimiento de las actividades y por tal motivo
muchos se atrasan en completarlas o hasta se resignan en entregarlas.
Responder

Carlos Vadillo dijo:


25 junio, 2020 a las 9:17 pm

El autor habla de «hacer el aula» para «hacer la escuela», de la utópica e interminable lista de deseos de un mundo mejor
post pandemia, no podemos dejar de agregar la revalorización de la tarea docente. No podemos dejar de creer en una
reivindicación de la tarea docente, dentro y fuera del aula, como elemento fundamental de una sociedad que quiera cambiar
para bien.

Pero no podemos como tales, no estar a la altura de las circunstancias, siendo un instrumento más, responsable de la
destrucción de un sistema educativo que colapso hace años.
Responder

Blanca Margarita Guiscafré dijo:


25 agosto, 2020 a las 11:42 pm

Me parece un artículo muy interesante,creo que debemos pensar en la escuela del después fortaleciendo los valores de la
otredad.
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Laura Campicci dijo:
28 agosto, 2020 a las 1:02 am

«La escuela después» siempre cuando hay un cambio de paradigma se recrea la escuela y nos recreamos quienes trabajamos
en ella. La transformación o cambios no se dan en forma inmediata. El proceso del acto pedagógico hoy más que nunca se ha
muestra en su total desnudez.
Responder

Hugo Diaz dijo:


14 octubre, 2020 a las 9:58 pm

Excelente articulo. La realidad que vivimos en tiempos de pandemia a dejado en evidencia la brecha social que existe entre
nuestros alumnos. Esto me hace repensar y preguntarme en este cambio de paradigma , se asoma un nuevo concepto de
escuela?
Responder

Rosanna dijo:
8 noviembre, 2020 a las 1:46 pm

Como docente en el nivel inicial, luego de leer el articulo y reflexionando sobre los diversos puntos que trata, quiero creer que
exista un antes y un después y por sobre todas las cosas volver a una nueva normalidad, donde el vínculo afectivo entre
alumnos y docentes no se pierda, ya que cumple un rol fundamental en los aprendizajes. Me preocupa la pérdida de
oportunidades del derecho a la educación, ya que las familias deben ocupar un rol de orientador para lo cual no están
formados y que puede, en algunos casos, crear conceptos erróneos, que sabemos que pueden construirse para toda la vida. El
espacio del aula, espacio fundamental donde el niño aprende, porque cuenta con los recursos a mano para ello generando
momentos de curiosidad e investigación, el vínculo entre pares, fundamentar para construir aprendizajes. Por otra parte
considero que dado a la demandas tecnológica que hoy vivimos, no debemos dejar de incursionar en ella, pero que nunca sea
una educación aislada, individualista y para unos pocos. Las tecnologías sirven para acompañar un buen proceso de
enseñanza aprendizaje, pero nunca como única opción.
Responder

ROXANA CHAVE dijo:


18 junio, 2021 a las 8:21 pm

CHAVE ROXANA, SOY DOCENTE DEL NIVEL INICIAL EN ESTÁ NUEVA PEDAGOGÍA DE ENSEÑANZA SE VISUALIZA
PADRES GUÍAS Y DOCENTES MEDIADORES ENTRE CONOCIMIENTO Y FAMILIA, DONDE LO TECNOLÓGICO OCUPA
UN LUGAR PRIVILEGIADO, DONDE LO SOCIAL NO ESTÁ PERMITIDO, ES TODO PROTOCOLADO, EL VÍNCULO
AFECTIVO ENTRE PARES ES INEXISTENTE Y SOBRE TODO LAS MUESTRAS DE AFECTOS HACÍA LA DOCENTE ES
NULA…CHOQUE DE MANOS, BESITOS VOLADORES, ZAPATILLAS QUE SE CHOCAN…LA SALUD ES PRIMORDIAL EN
ESTE CONTEXTO 2020-2021, OJALÁ PRONTO VOLVAMOS A LA NORMALIDAD DE LAS AULAS, NIÑOS JUGANDO EN
EL PATIO, JUEGOS COMPARTIDOS, EL ABRAZO O BESO A LA SEÑO, COMPARTIR MERIENDA Y RISAS…EL SUEÑO
QUE PARECE LEJANO
Responder

Jorge Fernández dijo:


23 junio, 2021 a las 12:45 am

Muy interesante elarticulo, conceptos muy claras, gran aporte.


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