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Asociaciones y sindicatos

ADRIÁN ASCOLANI

El gremialismo docente ha sido una modalidad de acción colectiva que procuró


el bienestar de un sector del asalariado, apoyándose en un aparato institucional
propio. Comprende diferentes expresiones históricas porque se originó como un
asociacionismo profesional de educadores que progresivamente asumió carac-
terísticas sindicales, incorporando más tarde a otros trabajadores del sistema
educativo. Por tratarse de un sindicalismo de base, constituido en forma au-
tónoma con respecto al movimiento obrero, sus organizaciones fijaron lógicas
propias en cuanto a principios, estrategias y tácticas. De tal modo, se desarrolló
sin afinidad ni vínculo directo con las centrales sindicales de los asalariados
hasta la década de 1970, cuando, debido a la creciente proletarización de los
educadores, comenzó a generalizarse la percepción de pertenencia a un mismo
colectivo.
Esa particularidad de origen derivaba del perfil de sus asociados; no obstan-
te, sus entidades gremiales establecieron objetivos colectivos que superaron la
debilidad y pasividad estructural de sus bases. En la identidad de los docentes
pesaron los mandatos sociales de la formación normalista, así como su habitual
pertenencia a estratos sociales medios, con un capital cultural compartido, y el
carácter femenino predominante del sector, dado que se había naturalizado la
concepción acerca del trabajo docente como un servicio público cargado de una
responsabilidad social con respecto a la niñez y al futuro colectivo. La relativa
autonomía técnica de los docentes generó un autoconvencimiento de que consti-
tuían un particular tipo de profesionales, cuya función social era reconocida por
el Estado y por la sociedad, aunque esto no se reflejara en las remuneraciones.
Atendiendo a estas consideraciones, es posible trazar la siguiente caracteriza-
ción de la organización y acción colectiva de los docentes:

a) Asociacionismo normalista y profesoral: los inicios del asociacionismo con


objetivos gremiales corresponden a las dos últimas décadas del siglo XIX.
Este es una extensión de la sociabilidad de las escuelas normales, con algunas
expresiones de mutualismo. La Asociación Nacional de Educación, creada en
1886, fue la entidad más relevante de este momento inicial y, posteriormente,
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lo fue la Asociación Nacional del Profesorado, constituida en 1903, al igual


que los numerosos círculos y asociaciones locales de maestros. La caracte-
rística principal del asociacionismo fue la identificación con los funcionarios
públicos y con el sacerdocio laico de la difusión de la cultura escolar y letrada.
En cuanto a sus prácticas y sus peticiones ante poderes públicos, estas asocia-
ciones se asemejaban a las corporaciones profesionales.
b) Sindicalismo docente contestatario: En forma casi paralela al asociacionis-
mo, pero como resultado de la influencia libertaria transmitida por los difu-
sores de la educación racionalista, surgió, en 1911, la Liga Nacional de Maes-
tros, que adoptó un discurso sindical clasista, antiestatista y anticlerical. Sus
objetivos fueron difundir la conciencia sindical entre los docentes con res-
pecto a su subordinación al Estado o al empresariado empleador, asumiendo
su protagonismo como vanguardia intelectual del proletariado en el proceso
de la revolución social, para lo cual era necesaria la creación de sociedades de
resistencia que se enfrentaran a estos actores mediante la acción directa. Su
influencia se limitó a un sector del magisterio primario de la ciudad de Bue-
nos Aires, y generó un conato de huelga en 1912. No obstante, logró tener una
incidencia ideológica más amplia, que se manifestó en 1919 con la creación de
la Federación Provincial del Magisterio de Santa Fe y el desencadenamiento
de la huelga de maestros de Mendoza, que reclamaban el pago de salarios
adeudados.
c) Gremialismo docente legalista: las asociaciones locales del magisterio de
las principales ciudades del país, creadas bajo el modelo de asociacionismo,
fueron asumiendo un carácter sindical luego de 1918, cuando efectuaron re-
clamos al gobierno por arbitrariedades de sus funcionarios o de las autori-
dades políticas en lo relativo al escalafón, concepto profesional, traslados,
cesantías o jubilaciones. El principal referente fue la Confederación Nacional
de Maestros, organización capitalina de segundo grado, creada en 1916, que
logró incorporar asociaciones del interior del país. Un rol similar, aunque de
menor relevancia, tuvo la Federación de Maestros y Profesores Católicos, en
el ámbito de las instituciones privadas confesionales.
d) Gremialismo docente reformista: surgió como reorientación de las asociacio-
nes existentes luego de 1918, en respuesta a los prolongados atrasos en el pago
de salarios. Esta última situación suscitó un discreto acercamiento ideológi-
co con las centrales sindicales de tendencia anarquista y sindicalista revolu-
cionaria, incluso con apoyos solidarios. Haciendo uso de la acción directa, en
1921 los maestros santafesinos debieron enfrentar la férrea hostilidad del go-
bierno provincial –tal como había ocurrido en Mendoza–, que concebía a los
docentes como agentes estatales sin derecho a la huelga. En 1928, la Primera
Convención Internacional de Maestros trazó un horizonte sindical y político,
y permitió la constitución de la Internacional del Magisterio Americano, enti-
dad de tercer grado que promovió la formación de asociaciones locales y de las
federaciones de Santa Fe, de Tucumán y del territorio nacional de La Pampa.
El golpe militar de 1930 diluyó los discursos de izquierda o libertarios, y las
federaciones provinciales confluyeron con la Confederación Nacional de Maes-
tros en el Frente Único del Magisterio. En 1943, este fue sucedido por la Unión
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Argentina del Magisterio, de alcance verdaderamente nacional. Este segmento


sindical fue el más cercano a la renovación pedagógica vinculada a la escuela
activa, con lo cual conservó la práctica de la difusión pedagógica y cultural
como un elemento relevante para el cambio educativo y social (Ascolani, 1999).
e) Sindicalismo docente estatizado: con el antecedente de la regulación gremial
docente ocurrida en la provincia de Santa Fe en 1934, el gobierno nacional
de facto dictó en 1945 la Ley de Asociaciones Profesionales, que reconocía al
sindicato más representativo por rama como entidad autorizada para enta-
blar negociaciones con los empresarios y el Estado, a fin de generar un sin-
dicalismo controlado que desplazara al preexistente. Las entidades docentes
creadas de este modo tuvieron un papel intenso en la negociación de salarios
mínimos, bonificaciones y estabilidad, y durante el gobierno del general Pe-
rón se las consideró intermediarias entre sus afiliados y el Estado. Con esta
lógica fue creada, en 1950, la Agremiación del Docente Argentino, adherida a
la Confederación General del Trabajo. Esta, en 1953, fue suprimida y sustitui-
da por la Unión de Docentes Argentinos, integrada por asociaciones de todas
las ramas de la enseñanza, que se incorporó a la Confederación General de
Profesionales y se ajustó a la doctrina nacional justicialista. En 1954, el go-
bierno decretó el Estatuto del Docente del General Perón con el fin de regular
en forma intensa la carrera docente y las remuneraciones (Gindin, 2008).
f) Sindicalismo docente confederativo: la caída del gobierno peronista significó
la disolución o reconversión de sus sindicatos afines y la rehabilitación de la
dirigencia gremial que había sido desplazada. Esta presionó, mediante pro-
longadas huelgas en las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Tucumán, por
el aumento de salarios y por la consolidación de una carrera docente que impi-
diera la injerencia partidista en la educación. La sanción de la Ley de Estatuto
del Docente (1958) buscó dar respuesta a estos problemas y reguló la carrera
docente de modo integral, aunque sin resolver las discrepancias salariales. La
particularidad de esta etapa es la constitución de comisiones intersindicales,
federaciones y «nucleamientos», con el propósito de lograr la unidad sindical
docente. Su resultado fue la creación de la Confederación de Trabajadores de
la Educación de la República Argentina (Ctera) en 1973, luego de un período
de sucesivas huelgas iniciado en 1969. Las metas de la nueva entidad eran la
defensa del salario real, el cumplimiento del Estatuto del Docente en lo re-
ferido a índices salariales y jubilaciones, y la supresión total de la reforma
del sistema educativo iniciada en 1970 (Vázquez y Balduzzi, 2000). Paralizada
y reprimida por la dictadura iniciada en 1976, la Ctera y sus organizaciones
retomaron en 1982 estos objetivos, sumados a la participación democrática,
la renovación de las leyes educativas y la recomposición salarial. Así, se dio
lugar a un ciclo de largas huelgas que culminó, en 1988, con la multitudinaria
Marcha Blanca desde las provincias hasta Capital Federal.
g) Sindicalismo docente frentista y de autogestión: en respuesta a los planes
económicos neoliberales, especialmente al del decenio 1992-2002 que fue
marco de aplicación de la transferencia de escuelas secundarias a las pro-
vincias y de la Ley Federal de Educación (1993), la Ctera y las entidades ad-
heridas adoptaron una posición de confrontación con las políticas estatales,
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orientándose a la protesta política en concurrencia con otros sectores afecta-


dos por el ajuste estatal y la flexibilización laboral. La crisis de 2001 dio im-
pulso a la participación de las bases en movimientos de docentes autoconvo-
cados que fueron diluyéndose a medida que, en los años siguientes, se fueron
recomponiendo los salarios reales y las condiciones materiales del trabajo
docente. En el período abierto desde 2002, las situaciones provinciales toma-
ron protagonismo y se desvaneció el escenario nacional de la protesta social
de la década anterior. En 2005, en veinte provincias hubo huelgas por moti-
vos salariales y esto condujo a que Ctera también convocara al paro nacional
por el financiamiento educativo, aunque manteniendo sus buenas relaciones
con el gobierno peronista. Desde 2006 a 2009 hubo 763 medidas de fuerza:
la mitad de ellas paros, seguidas por movilizaciones y luego por toma de es-
tablecimientos. La mitad del total de estas medidas se debieron a reclamos
salariales (Chiappe y Spaltenberg, 2010). La provincia de Buenos Aires fue la
que tuvo mayor cantidad de conflictos y el Sindicato Único de Trabajadores
de la Educación de Buenos Aires (Suteba) fue el más activo. Si se lo analiza en
particular, se advierte que en él hubo disensos internos por motivos ideológi-
cos, por críticas a la conducción, o bien por los acercamientos de la dirigencia
al gobierno peronista, que partieron de los llamados «sutebas recuperados»,
defensores de una línea de acción antiburocrática, clasista y combativa que
mantiene metas afines a los autoconvocados de la década anterior, aunque
este no deja de ser un fenómeno focalizado.

REFERENCIAS

Ascolani, Adrián
1999 «¿Apóstoles laicos, burocracia estatal o sindicalistas? Dilemas y prácticas del gre-
mialismo docente en Argentina (1916-1943)», en Historia de la Educación. Anua-
rio, nº 2, Buenos Aires, pp. 87-102.

Chiappe, Mercedes y Spaltenberg, Ricardo


2010 «Una aproximación a los conflictos laborales del sector docente en Argentina du-
rante el período 2006-2009», Seminário Internacional da Rede ASTE, Río de
Janeiro, 22 y 23 de abril.

Gindin, Julián
2008 «Sindicalismo docente en México, Brasil y Argentina. Una hipótesis explicativa de
su estructuración diferenciada», en Revista Mexicana de Investigación Educati-
va, vol. 13, nº 37, México, pp. 351-375.

Vázquez, Silvia y Balduzzi, Juan


2000 De apóstoles a trabajadores. Historia de las luchas sindicales docentes, 1957-
1973, Buenos Aires, Ctera. 

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