Está en la página 1de 4

•ȱŠœŽ˜

A quella mañana sonó el despertador a las 08:00 a.


m., resonó cómo un trueno, fuerte, estruendoso
diría yo, hora de levantarse, “¿y para qué?”, pen-
saba en mi interior, con lo a gusto que se estaba en la cama:
tan cómodo, tan confortable, con las sábanas a media altu-
ra, retozando en el colchón cual gorrino en una charca. Pero
lo había prometido, me lo había prometido a mí mismo,
tenía que levantarme temprano, aunque fuera domingo.

Hacía ya tiempo que rondaba en mi cabeza la idea,


aunque más que idea, era la necesidad de hacer deporte,
empezar con unos largos paseos y, luego, progresivamente
pasar a un ejercicio de mayor intensidad, pues los años no
pasaban en balde y las calorías hacían cada vez más estragos
en mi olvidado cuerpo. Justamente el día anterior, el sábado,
tras ver un documental sobre hábitos saludables, tomé la de-
cisión de que no podía demorar más el comienzo del camino
hacia mi nueva vida, una vida alejada de las calorías innece-
sarias y el más despiadado de los sedentarismos.

Me preparé un desayuno ligero, no como los que


eran habituales en mí, un simple café y un zumo de na-
›Š—“Šȱ—Šž›Š•ȱœŽ›ÇŠȱœžęŒ’Ž—Žǰȱ–ŽȱŽ—ž—·ȱ–’ȱ™Š—Š•à—ȱŽȱ
chándal seminuevo, agarré la primera camiseta que pillé,
y me calcé las zapatillas que tiempo atrás, hace un año,
me compré, para la que a la postre fue, mi hasta ahora
último intento fallido por retornar a la vida sana.

15
A. Miguel Moreno Hidalgo

Salí por la puerta de mi casa, no sin aún rondarme las


típicas dudas sobre si valía o no la pena el esfuerzo, si tenía
sentido desperdiciar una mañana de domingo en algo que
ŽŽœŠ‹ŠDzȱ™Ž›˜ȱꗊ•–Ž—ŽȱŒ˜Çȱ’–™ž•œ˜ǰȱž—ȱø•’–˜ȱœžœ™’-
ro, y eché a andar. La mañana estaba espléndida, un sol ra-
diante, temperatura agradable, unos 21 o 22 grados, cielos
despejados, una leve brisa de aire fresco y el sonido de los
pajarillos de fondo. ¿Qué más se podía pedir?

Solo tenía una última duda, por dónde debía ir, qué
ruta escoger, qué camino elegir. Las canteras dije yo, y
claro, me pareció una buena opción, las canteras era un
pequeño bosque, espacio verde que estaba integrado en
el pueblo, una especie de Central Park neoyorquino, pero
en pequeñito; aunque con una vegetación más frondosa
y exuberante, un poco más salvaje diríamos, un pequeño
laberinto verde.

Accedí al pequeño bosque, y a la vez que andaba


mis primeros metros, una sensación de satisfacción reco-
››ÇŠȱ ˜˜ȱ –’ȱ ŒžŽ›™˜ǰȱ ™˜›ȱ ę—ȱ •˜ȱ ŽœŠ‹Šȱ •˜›Š—˜ǰȱ –’ȱ Ÿ’Š“Žȱ
hacia un par de tallas menos acababa de comenzar. Seguí
andando, adentrándome en aquel pequeño bosque, ajeno a
cualquier otro pensamiento que no estuviera relacionado
con aquel verde paisaje, miré el reloj, eran las 08:35 a. m.,
apenas llevaba 10 minutos andando, seguí dando vueltas
por aquel lugar que cada vez era más absorbente.

Comenzaba a notar ya el ejercicio en mis piernas,


volví a mirar el reloj, las 09:25 a. m., me llamó mucho la
atención, llevaba 30 minutos andando desde la última vez
que miré el reloj y, sin embargo, tenía la sensación de no
llevar tanto tiempo, seguí caminando. Tenía la sensación
cada vez más de estar pasando por el mismo sitio, de estar
dando vueltas en círculo.

16
hŶŝǀĞƌƐŽƐŽƟĚŝĂŶŽƐ

Recuerdo que la niebla comenzó a caer, algo extraño,


y que tal y como había amanecido el día nada hacía presa-
giar. Seguía andando, miré el reloj, las 10:25 a. m., pensé
que ya era hora de volver, las piernas ya pesaban algo más,
llevaba 2 horas andando, creí que por el momento ya era
–¤œȱšžŽȱœžęŒ’Ž—Žǯȱ•’Ž›·ȱŽ•ȱ™Šœ˜ǰȱ¢ŠȱŒ˜—ȱŽ•ȱø—’Œ˜ȱ˜‹“Ž’Ÿ˜ȱ
de encontrar la salida y volver a casa.

La niebla se volvía más densa, andaba y aligeraba


el paso, buscaba la salida, aquel lugar por donde entré,
las 10:55 a. m. en el reloj, seguí andando. Comenzaba a
Ž—Ž›ȱœŽȱ¢ȱŠȱœžŠ›ǰȱ¢ŠȱŽ—ÇŠȱœžęŒ’Ž—ŽȱŽ“Ž›Œ’Œ’˜ȱ™˜›ȱ‘˜¢ǯȱ
¿Dónde estaba la dichosa salida? Maldita niebla, ya ape-
nas se veía nada a dos palmos de mí, andaba, y andaba,
daba vueltas en círculos, o eso al menos me parecía a
mí. Se me nubló la vista, en parte por la densa niebla,
en parte por el mareo del cansancio acumulado, eran ya
las 11:23 a. m., demasiado tiempo, demasiado andar para
un cuerpo tan desentrenado. Seguí andando, ahora ya,
cada vez más lento, más fatigado por el cansancio, una y
otra vez parecía estar en el mismo lugar, como si nunca
me hubiera movido, como si todo fuera un sueño que se
había tornado en pesadilla.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó, pero acabé des-


mayándome, perdiendo el conocimiento, no sé si han pa-
sado horas, días o meses desde entonces, lo único que sé
es que aún sigo aquí, en el mismo lugar, el reloj marca las
19:27 p. m., pero ya no se mueve, no sé si debido al golpe,
a que se le acabó la batería o simplemente por causa y
efecto de este lugar.

17
A. Miguel Moreno Hidalgo

Siento cómo poco a poco mi cuerpo se mimetiza con


el entorno, cómo cada vez más forma parte de este lugar,
pareciera que está echando raíces, como si ya fuera una
parte más del bosque. Aún lo recuerdo, no sé por cuánto
tiempo será así, pero aún recuerdo, que una soleada maña-
na de domingo salí a dar un paseo.

18

También podría gustarte