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EL JUEZ DIRECTOR DEL PROCESO

Rodrigo Rivera Morales1

El abogado del cambio tiene una tarea mucho más difícil que el abogado de la
conservación y del orden.”
(Bertrand Russell, en Educación y Orden Social)

INTRODUCCIÓN

Partimos de la idea que el proceso es un instrumento de realización de la


justicia. Bajo este criterio el desarrollo del proceso está sujeto a solucionar el
conflicto bajo el prisma de lo justo. Esto supone que en el proceso tiene que
proscribirse las conductas proclives a burlar la justicia, mediante el embrollo del
proceso, ocultamiento de pruebas, formulación de exigencias temerarias y
planteando recursos sin fundamento.
El presente trabajo discurre sobre la participación que tiene el juez dentro del
proceso, su papel como director del mismo, en un plano de tercero imparcial frente a
las partes; lo cual no quiere decir que asuma una posición pasiva de mero
espectador exacerbando la valla que le impone el principio dispositivo. El derecho
procesal en el siglo XXI, define cuáles son los fines y funciones del juez como
garante frente a los derechos de la partes en su deber de impartir justicia. Es claro
que esta función del juez debe asignársele potestad saneadora, conjuntamente con
la búsqueda de la reconstrucción de los hechos del pasado en búsqueda de la
certeza del derecho como uno de los medios que utiliza el proceso para lograr el
ideal de justicia; porque el resultado y modo de llegar a esta están indisolublemente
unidas partiendo de la garantía de la contradicción.
Examinaremos, en primer lugar, el principio dispositivo como norte del
paradigma del proceso civil, para concluir sus alcances en lo que referido a la
actividad del juez y sus potestades y deberes.
En segundo lugar pondremos bajo el blanco el principio de verdad formal en
contraposición a la verdad real para determinar su relación con el abuso del proceso
en conexión con las alegaciones hechas por las partes en el juicio, y la necesidad del
juez de buscar la verdad.
EL PRINCIPIO DISPOSITIVO

1
Doctor en Derecho. Master en Planificación y Desarrollo. Especialista en Derecho Procesal Civil,
Derecho Penal y derecho Constitucional. Profesor Titular UCAT. Profesor invitado de Universidades
Nacionales y Extranjeras. Profesor e investigador distinguido Universidad de Salamanca- España.
Miembro del Instituto Colombiano de Derecho Procesal, Miembro del Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal. Miembro de la Asociación Internacional de Derecho Procesal. Autor de varias
obras jurídicas en Venezuela y en el extranjero.
En principio, expresemos que el principio dispositivo se entiende como aquel
en el cual se confía a la actividad de las partes tanto el estímulo de la función
jurisdiccional como la aportación de la afirmación sobre los hechos y del material
probatorio sobre los que ha de sustentarse la decisión del juez. Como advertencia,
arrancaremos del aspecto de la iniciativa, la cual en el proceso civil iberoamericano
se rige por le nemo iudex sine actore (art. 8 CGP, art. 11 CPC Venezuela) y el ne
procedat iudex ex oficio; lo cual se traduce en el impulso de parte.

Es así como el actor se encuentra facultado para desistir de la pretensión,


aportar pruebas, delimitar el thema decidemdun, conciliar, someter el pleito a la
jurisdicción arbitral, etc.

Es menester destacar que más allá del interés privado de los litigantes
muchas veces se encuentra un interés social comprometido en ciertas clases de
relaciones jurídicas que hace necesaria la prevalencia de los poderes del juez sobre
las facultades dispositivas de los litigantes (Por ejemplo: proceso relativo al estado
civil y capacidad de las personas). Cabe destacar que si bien nuestro sistema
procesal se caracteriza por el impulso de parte, lo anteriormente citado nos
demuestra que existen algunos principios inscritos en el valor justicia que persiguen
el resguardo del orden público y el fin de paz social, al que tiende el proceso civil.

En una interpretación restrictiva del principio dispositivo entendido laxamente


puede hacernos pensar erróneamente que las partes son las dueñas del proceso,
manipulando este a su gusto y arbitrio; pero si concebimos este principio
extensivamente afinaremos que el magistrado, como funcionario público, debe
satisfacer el interés general de justicia, eliminando el ritualismo excesivo, el ardid y
manipulación de los operadores del sistema que atentan hacia una adecuada
administración de justicia, completando o complementando la actuación de las
partes. Es así que si bien se mantiene el principio de que el juez solo pude
pronunciarse sobre los hechos invocados por las partes, va perdiendo aplicación el
que a ellas le corresponde exclusivamente aportar la pruebas, admitiéndose en
cambio que el juez pueda completar el material de conocimiento; se mantiene
también el principio de que las partes son las dueñas de la acción pero la facultas de
impulsar el procedimiento mediante peticiones, acuse de rebeldía, etc. va siendo
substituida por la perentoriedad de los términos y el pase de un estadio a otro sin
requerimiento de parte, por obra del juez o de la ley.

DEL JUEZ PASIVO AL JUEZ DIRECTOR DEL PROCESO

CAPPELLETTI2 ha defendido que el proceso civil es un instrumento público


que aunque tenga como objeto una relación de derecho privado es un instrumento
2
CAPELLETTI, Mauro y GARTH, Bryant. El acceso a la justicia, La tendencia en el movimiento
mundial para hacer efectivos los derechos. México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1996.
público, sometido a las normas del derecho público y cuya utilización se encomienda
a un juez del Estado, que no puede quedar constreñido por las conveniencias
particulares de los litigantes. CAPPELLETTI propuso distinguir dos partes a
diferenciar: una, la que ordena que le juez dicte sentencias “según lo oportunamente
alegado” por las partes; otra, desvinculando al juez en cuanto a la prueba de la
iniciativa de las partes, pudiendo introducir pruebas de oficio para comprobar la
realidad o veracidad de las alegaciones realizadas.

Esta última tendencia está hoy en alza (art. 170 CGP, y arts. 401 y 414 del
CPC Venezuela). Ha ido ganando terreno en el proceso civil, laboral y en el proceso
administrativo. En la intervención probatoria del juez conviene distinguir dos planos.
El primero se refiere a las potestades del juez para intervenir en la práctica de todas
las pruebas, solicitando aclaraciones o precisiones o realizando preguntas sobre
extremos no planteados por las partes a los peritos, a los testigos y a los propios
litigantes.

El segundo se refiere a las iniciativas probatorias que por su propio oficio


puede adoptar el juez, supliendo o completando las iniciativas probatorias de las
partes (Por ejemplo: llamando a testigos no propuestos por las partes, reclamando el
envío de documentos, etc.). Así como las facultades probatorias del primer grupo no
se discuten, y nadie defiende al juez espectador neutro, pasivo y mudo, las iniciativas
del segundo grupo son muy discutidas, porque encierran el peligro de que aparezca
el juez inquisidor en asuntos particulares o privados de los ciudadanos.

El derecho español elaboro una solución: “las diligencias para mejor proveer”.
Al juez civil no solo le pedimos que dicte sentencias, sino que dicte sentencias justas.
Esta petición encuentra fundamento en un Estado de Derecho. Pero para dictar
sentencias justas necesita conocer la realidad de los hechos. Entonces, si queremos
que el juez dicte sentencias justas es necesario que le otorguemos los poderes
necesarios para la cognición judicial (obviamente dentro del contradictorio) si
pretendemos que el proceso sea eficaz, es necesario que concedamos al juez los
poderes de coerción necesarios. No obstante, esta postura ha recibido críticas
aciuando de vuelta al proceso inquisitorio.

Hay que señalar, como ya lo decía CALAMANDREI 3, que el problema práctico


no ha sido el abuso de los poderes otorgados a los jueces por los nuevos códigos (se
refería, naturalmente, a los de la primera mitad del siglo XX), sino justamente a lo
contrario, esto es, a la resistencia de los jueces a utilizar efectivamente esos
poderes.

3
Exposición de Motivos del Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica. Ministerio de Justicia,
Secretaría General Técnica, Centro de Publicaciones, Madrid, 1990, p.52
No hay duda que la tendencia actual es la figura del Juez, con una
participación en el desenvolvimiento, que debe ser principal y decisiva, como
ratificación de condición de sujeto del Estado encargado de dirigir y prestar un
servicio y función públicas eminentes, como es el del servicio de la administración de
justicia, consagrando la figura del Juez como director y conductor del proceso,
invistiéndolo categóricamente de esa condición de La dirección formal del proceso.

Según RODRÍGUEZ URRACA4 “Por dirección formal del proceso se entiende


el conjunto de los actos que el Juez debe realizar para el desarrollo del proceso a fin
de que éste llegue a su término, es decir, a una conclusión cualquiera”. Conforme a
esto el Juez debe controlar y promover la regularidad formal de los actos procesales,
manifestándose esa dirección formal por el ejercicio de una serie de poderes –
deberes que el ordenamiento jurídico concede al Juez, con el fin de que impulse el
proceso hacia la decisión final, asegurando su normal desenvolvimiento. A tal fin la
actividad puede orientarse, igualmente, a recoger todo el material que habrá de
servirle para formar la decisión con la cual pondrá punto final a la contienda.

Dentro de la dirección formal del proceso deben colocarse, igualmente, los


poderes – deberes para la preparación de la causa, para la sentencia definitiva,
especialmente a la recolección de las pruebas que han sido suministradas por las
partes, y las que, eventualmente, pueda el Juez ordenar de oficio.

Se afirma de igual manera que le juez debe tener La dirección material del
proceso. Para RODRÍGUEZ URRUCA ésta se concibe como “… la posibilidad de
que el Juez tenga facultades (rectius: poderes – deberes) para influir en el mérito de
la causa “. Por lo que es lo mismo, que se le confíen poderes – deberes para llamar a
las partes y solicitar de las mismas alteraciones en el thema decidendum.

La dirección material es propia de un sistema inquisitivo, por cuanto el Juez


tiene intervención directa en el objeto litigioso, al cual puede, indirectamente, llegar a
alterar. Tal dirección material se produce cuando en un acto fijado, previamente, y de
conformidad de la ley, puede llamar a las partes ante sí, no sólo para provocar una
conciliación, sino para pedirles la corrección o modificación de sus alegaciones.

Sin embargo, a pesar de que puede llegar a modificarse el thema decidendum,


esa alteración sería el resultado de un acto voluntario de las partes, ya que el Juez
llama a éstas para proponerles una fórmula de conciliación. En cambio, en el sistema
inquisitivo el Juez no propone; sino que ordena o impone.

Con todo, existe lógicamente menos reserva para conceder la dirección formal
al Juez que para entregarle igualmente la dirección material del proceso.

EL NUEVO ROL DE LA FUNCION DEL JUEZ

4
RODRÍGUEZ URRACA, José. Revista de Derecho Procesal. 1. Instituto de Estudios de derecho
Procesal “José Rodríguez Urraca”. Caracas, 1990.
En el actual estado de cosas y de conformidad con las más modernas
tendencias procesales, fundamentalmente en Iberoamérica, el nuevo sentido de la
actividad y en función del Juez surge como resultado de una concepción
evidentemente publicista de la naturaleza de la jurisdicción y del proceso. Por
ejemplo, este último ya no es un instrumento al servicio de las partes, sino un medio
de que se vale el Estado para asegurar sus fines y alcanzar la continuidad del orden
jurídico, o sea, como función pública del Estado.

El Estado está interesado en el funcionamiento cabal de la institución procesal


y jurisdiccional, y por lo tanto, una vez requerida su intervención para que ordene la
protección de los derechos subjetivos particulares, los titulares de éstos deben
someterse a las reglas procesales y las finalidades que se le asigna al proceso. Lo
protegido pertenece integralmente a los particulares, pero la protección debe ser
organizada y vigilada por órganos estatales específicamente destinados a esa tarea.

El fundamento público del proceso lo da la intervención del Estado que prevé


la jurisdicción del cual aquél es un instrumento, cuyo interés no varía según sea la
cuestión que se ventile. Indudablemente que todo lo relativo a la técnica del proceso
pertenece a la autoridad del Juez. En tal sentido, el desarrollo, las incidencias y
variantes de la relación jurídica procesal, debe de estar inevitablemente en manos
del Juez.

La diferencia, por lo tanto, hay que concretar partiendo de la concordancia de


dos relaciones jurídicas: la primera, de derecho material, privada, disponible,
entregada totalmente a las partes, con los límites establecidos en la ley; y la
segunda, de derecho procesal, pública, indisponible, confiada exclusivamente al
Juez.

Es de recalcar que dentro de las tendencias modernas del proceso, el


aumento de los poderes del Juez constituye uno de sus elementos más constantes,
apareciendo en casi todos los sistemas. Ha sido una evolución de la posición del
juzgador en cambio de Juez espectador al de Juez director, al punto de dejar de lado
la tendencia extrema del Juez dictador. Finalmente, es necesario decir que ese
incremento de los poderes – deberes del Juez no solamente se relaciona con la
técnica de dirección del proceso, sino que también concierne a la adecuada
búsqueda de la verdad.

LOS PODERES – DEBERES DEL JUEZ

Una interrogante respecto a la dirección del proceso y del conferimiento de


poderes – deberes al Juez es si éstos deben de estar previstos en una ordenación
general, es decir, en una norma en los cuales se le atribuyen; o si por el contrario,
establecerlos a lo largo y ancho del proceso, en todas o en casi todas las
actuaciones en que deba intervenir, bien conjunta o separadamente de las partes.
Palmariamente que el principio general debe de estar allí determinado, pero también
esos poderes – deberes deben de estar desarrollados en todo el Iter procedimental,
en una relación de coordinación lógica y sistemática.
Ello debe ser así, pues toda la técnica del proceso corresponde ponerla en
movimiento el Juez. La fórmula está en distinguir entre facultades, que queda a su
ejercicio potestativo; y el de poderes – deberes, en el que el Juez deberá hacerlo y
no en el de poder hacerlo. Es decir que, el Juez deberá ejecutar una conducta
debida, y no una simple o mera facultad, que se pueda o no ejercitar según las
exigencias del proceso, y la libre determinación del juzgador.

Como bien dice CONSTANTINO RIVERA 5 “… el ejercicio del poder puede ser
facultativo en el sentido de que la persona o personas titulares de él (el Juez) están
en libertad de ejercitarlo, o por el contrario, la ley les impone el deber de ejercerlo. En
este último caso la ciencia jurídica lo denomina poder – deber o poder – obligación
aunque esta última frase no sea del todo propia porque la obligación presupone un
derecho subjetivo que no siempre existe cuando se trata del ejercicio del poder”.

En las reformas procesales en las que se ha implementado la oralidad, se


puede apreciar que el legislador no ha establecido esa atribución al Juez no a título
de facultad, sino de un poder – deber, porque no es potestativo para él fijarlos o no,
en ausencia de regulación legal de lapsos o términos procesales para la realización
de actos en el proceso, pues tiene que hacerlo. Lo contrario conduciría a la
paralización del proceso, pues las partes no sabrían a qué atener su próxima
conducta o actitud procesales, lo cual no es lo querido por el legislador,
constituyendo un verdadero accidente en dicho proceso. Entre las principales
facultades-deber están:

Presidir todo acto en que debe intervenir

Tal poder – deber es derivado del principio de Autoridad del Juez. También
una de las características del proceso oral es el de la inmediación del Juez, al
tratarse, fundamentalmente de un proceso estructurado por audiencias, en el que se
requiere la presencia no sólo personal sino también activa y protagónica del
Juzgador.

La inmediación la observamos en todo el proceso, en las distintas etapas, fases o


grados. BERIZONCE6 “La audiencia preliminar tendrá lugar necesariamente en
presencia del Tribunal, que la presidirá bajo pena de nulidad que compromete su
responsabilidad funcionarial”.

Según HENRÍQUEZ LA ROCHE7 “… la inmediación del Juez tiene por norte


averiguar la verdad, inquirir a los mismos litigantes sobre hechos alegados, la
procura de avenimiento, la procura del arbitraje como medio de solución del conflicto
y el control de las pruebas por parte del antagonista”.

Disponer toda diligencia necesaria para evitar nulidades


5
CONSTANTINO RIVERA, Camilo. Economía procesal, México, Magister, 2010.
6
BERIZONCE, Roberto. Tomado del Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérico.
7
HENRÍQUEZ LA ROCHE, Ricardo. Nuevo Procesal Laboral Venezolano, Caracas, Ediciones Liber,
2003, p. 55.
En los códigos modernos se consagra la institución del despacho saneador,
confiriéndole al Juez el poder-deber de resolver en forma oral todos los vicios
procesales que pudiere detectar, sea de oficio o a petición de parte. Tal poder-deber
se encuentra establecido así para que el Juez procure obtener pronunciamientos y
actos jurídicos válidos sin máculas de nulidades o actos viciados (art. 132 CGP y 206
CPC Venezuela. El Juez debe sanear el proceso en cualquier grado (art. 42, numeral
5),; todo con el propósito de depurar toda cuestión que impida el análisis del meritum
causae.

Pronunciar de oficio nulidades de orden público

Se trata de aquellos vicios procesales las que no se hayan consentido o convalidado,


o sean insubsanables. Está referida, en parte del denominado control de la legalidad
cuando se, violente o amenace con violentar normas de orden público. Esos vicios o
excesos se traducen no sólo en una violación a los derechos legales e incluso
constitucionales, de una o de ambas partes, sino que además son una ofensa a la
conciencia jurídica de la colectividad y de una burla a la administración de justicia”.

Fijar plazos y términos procesales

Los plazos o términos procesales generalmente están establecidos en la Ley


procesal, como una garantía de la certeza y seguridad para las partes en la
realización de los actos procesales, que la ley ha prefijado o preordenado, para el
ejercicio del derecho a la defensa. Sin embargo, en aquellos casos en que no exista
expresa disposición legal el legislador otorga el poder-deber al Juez para fijarlos,
para así asegurar la continuidad del proceso en la forma más rápidamente posible,
garantizando siempre el debido proceso legal.

Si bien es cierto que la gran mayoría de los actos tienen un plazo o un término
prefijado por la ley, pero en caso de ausencia de regulación legal, por lo que el Juez
podrá fijarlos, como un poder-deber (vid art. 137 CGP).

CON RELACIÓN A LOS SUJETOS PROCESALES

En un Estado social constitucional y democrático el juez no puede ser un


sujeto arbitrario, por el contrario es garante de los derechos y garantías
constitucionales de los justiciables y su actuación está sometida a la supremacía
constitucional, por ello tiene unos deberes frente a las partes sin perjuicio de sus
facultades correctivas en la conducta procesal de las partes. Así tenemos:

Mantener la igualdad de las partes

Observamos que en los código procesales actuales se hace mención


específica en los poderes-deberes del Juez el de mantener la igualdad de las partes
en el proceso de manera expresa. Si bien es cierto que la ley es categórica al
establecer que ella garantizará el debido proceso, en los términos previstos en la
Constitución y las Leyes, no menos cierto es que existe un poder-deber que impone
hacer efectiva la igualdad de las partes en el proceso.

No obstante hay que advertir que en el proceso laboral, debido a la situación


de protección del débil en la relación laboral, el Juez laboral aplica en forma imparcial
normas de juicio “parcializadas”, es decir, proteccionistas. Pero en el orden procesal
no puede descartar la igualdad de las partes, las garantías del debido proceso, y
asumir una magistratura patrocinante de los intereses patrimoniales del actor. Pero
ese carácter proteccionista no puede llevar a crear desigualdades entre las partes en
un equivocado afán de igualación. Las injusticias (si es que las hay) no se corrigen
con otras.

Excusarse al mediar una causal

El principio de imparcialidad del Juez y de igualdad entre las partes, como


derechos de los justiciables en el proceso, ha llevado a establecer en los códigos
procesales como en cualquier instrumento legislativo procesal, la previsión de que el
juzgador se aparte del conocimiento de la causa cuando no pueda garantizar la
neutralidad por estar vinculado con una de las partes, o relacionado con el objeto
litigioso.

Así cobra sentido la previsión contenida en el artículo 140 CGP, pues éste hace
nacer en el Juez el poder-deber de abstenerse de conocer cuando advierta que está
incurso en alguna o algunas de las causales de recusación o inhibición (art. 141
eiusdem).

Cuidar el orden de los juicios

Si el Juez es Director del proceso, y ejerza en él su autoridad, tiene el poder-


deber que le establece los artículos 43 y 44 CGP, en las distintas etapas y fases del
proceso, dispondrá todo lo concerniente para mantener el orden y asegurar la mejor
celebración de dicha audiencia.

Prevenir y sancionar todo acto contrario al deber de probidad, lealtad y buena


fe procesales

En todo proceso que se precie de serlo, por ser instrumento de ejercicio de


una función pública del Estado (la jurisdiccional), el mismo no puede convertirse o
ser usado por las partes para actuar con deslealtad, y falta de lealtad en el ejercicio
de sus deberes, obligaciones y cargas procesales en los distintos actos procesales,
pues debe tener siempre presente un principio que rige en ese proceso, como en
todo proceso, como lo es el de la regla moral en el proceso.

Por ello, el artículo establece el poder-deber del Juez de tomar, de oficio, e


incluso a petición de parte, todas las medidas necesarias establecidas en la Ley,
tendentes a prevenir o sancionar la falta de lealtad y probidad en el proceso, las
contrarias a la ética profesional, la colusión y el fraude procesal o cualquier otro acto
contrario a la majestad de la justicia y al respeto que se deben los litigantes (art. 42
numeral 3 CGP, arts. 17 y 170 CPC Venezuela).

Procurar la conciliación de las partes

Este es uno de los grandes objetivos modernos en la impartición de justicia, y


de los poderes-deberes del juez en el proceso. En varios códigos modernos
(Uruguay, Ecuador, entre otros) se contemplan normas que autorizan y exigen al
juzgador actos de conciliación. En el CGP Colombia en el artículo 372 numeral 6 se
dispone la conciliación en el procedimiento verbal.

Ordenar la comparecencia personal de las partes

Como quiera que la doctrina moderna promociona un “ trámite dialogado”


entre las partes, en el cual el Juez aparece como partícipe directo, en contacto con
aquéllos, concretando la inmediación procesal, la presencia en el proceso de las
partes es fundamental; a tal fin, se prevé que, para la realización de la Audiencia
Preliminar, el demandado deberá comparecer a la hora que fije el tribunal,
personalmente o por medio de apoderado, con la presencia del Juez en esa
audiencia, quien la preside personalmente ( art. 372 CGP ).

Disponer la comparecencia personal de peritos y terceros

El artículo 42 CGP establece el poder – deber del Juez de ordenar la comparecencia


personal de los funcionarios o empleados públicos en una determinada materia a fin
de rendir declaración en la oportunidad que fije el tribunal; y el art. 231 eiusdem,
establece que los peritos están obligados a comparecer a la audiencia de Juicio, para
lo cual el tribunal los notificará oportunamente.

CON RELACION AL OBJETO DEL PROCESO

El juez está comprometido con impartir justicia conforme a derecho de


acuerdo a lo alegado y probado en juicio, esto le impone un conjunto de debres-
poderes.

Con relación a la pretensión

En primer lugar, el juez debe velar de su competencia conforme a las


disposiciones procesales por la materia, funcional y territorial. Es criterio reiterado de
la doctrina más reputada que entre la jurisdicción y la competencia hay una relación
de género a especie: todos los jueces tienen jurisdicción, pero no todos tienen
competencia para conocer determinado asunto. Un Juez competente es, al mismo
tiempo, Juez con jurisdicción; pero un Juez incompetente es un Juez con jurisdicción
y sin competencia. El Juez debe velar su competencia evitando conocer asuntos que
no le estén expresamente atribuidos en la ley.
En segundo lugar, señalar los defectos de las peticiones de las partes antes
de admitirlas. La primera manifestación del ejercicio de los poderes – deberes del
Juez en el proceso la encontramos en la fase de admisión de la demanda. En efecto,
el art. 90 CGP establece que, comprobado por el Juez que el escrito libelar no
cumple con los requisitos establecidos para las demandas, debe de señalarle al actor
que corrija del libelo los defectos u omisiones que contenga, so pena de perención, si
los mismos no se corrigen, dentro de los cinco (5) días (art. 90 eiusdem).

Integrar el litigio

Para integrar perfectamente el litigio se hace necesario que demanden o sean


demandados, en forma conjunta, todos quienes están legitimados sustancialmente
para intentar la demanda o para resistirla.

La LOPT en su art. 51 atribuye el poder – deber al Juez de Sustanciación, Mediación


y Ejecución para no dar curso a la demanda hasta tanto no comparezcan todos los
interesados en el caso de litisconsorcio necesario activo. E igualmente, en el
supuesto de litisconsorcio necesario pasivo no dará curso a la demanda mientras la
parte actora no proporcione los datos necesarios para que todos los litisconsortes
puedan ser emplazados en forma legal.

Por otra parte, como ya lo hemos señalados (supra 7.1.2.7.), el art. 55, ejudem,
atribuye también al Juez laboral, en cualquiera de las instancias, el poder – deber de
ordenar la notificación de las personas que puedan ser perjudicadas por un proceso
fraudulento o colusivo, para que hagan valer sus derechos. O lo que es lo mismo,
integrar a esas personas al proceso en el cual pudiera dictarse una sentencia que
conculque o desmejore sus derechos, sin que hayan podido ejercer su defensa, en
virtud del fraude o colusión de las partes originarias en ese proceso.

CON RELACION A LA PRUEBA

Incorporar las pruebas promovidas

Con el carácter de Juez Director del Proceso, el Juez de Sustanciación, Mediación y


Ejecución, de conformidad con el art. 74 LOPT, deberá mantener separadas las
pruebas promovidas, es decir, no las agregará de inmediato al expediente, sino
cuando concluya la audiencia preliminar, condicionado esto al tiempo que dure la
audiencia, que pueden ser de semanas a meses. Ello no excluye el que las partes
puedan examinar con tiempo las pruebas ofrecidas, y así ejercer en forma cabal el
control y contradicción del material probatorio. Este Juez incorporará al expediente
las pruebas promovidas a los fines de su admisión y evacuación, actos procesales
éstos que los realizará el Juez de Juicio.

Mantener el principio de concentración


Tal poder – deber se concreta en la eliminación de trámites innecesarios, con lo que
el Juez puede obtener una visión más integral de la causa, sobre todo en la fase de
evacuación de la prueba.

Así, el art. 153 LOPT establece que los testigos promovidos por las partes deberán
comparecer, sin necesidad de notificación alguna, en la audiencia de juicio, a fin de
que declaren oralmente en relación con los hechos debatidos en el proceso.

Igualmente, el art. 154 LOPT señala que los expertos están obligados a comparecer
en la misma audiencia de juicio; y según el art. 95, ejudem, si esos expertos son
funcionarios o empleados públicos comparecerán en la oportunidad que fije el
tribunal en la audiencia de juicio.

En virtud del principio de concentración, el art. 155 LOPT establece que evacuada la
prueba de alguna de las partes, el Juez de Juicio concederá a la parte contraria un
tiempo breve para que haga, oralmente, las observaciones que considere oportunas,
por lo que se infiere que esa posibilidad dada a la parte es in continenti, es decir,
inmediatamente de evacuada la prueba, o sea, en ese mismo acto.

Inadmitir la prueba ilegal o impertinente

Correlativo al poder procesal de las partes para oponerse a la admisión de las


pruebas promovidas por la contraria nos encontramos con el poder – deber del Juez
de Juicio de pronunciarse sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de los medios de
prueba ofrecidos.

Cobra así sentido lo establecido en el art. 75 LOPT al señalar que el Juez de Juicio
providenciará las pruebas, admitiendo las que sean legales y procedentes y
desechando las que aparezcan, manifiestamente ilegales o impertinentes.

No establece la LOPT si debe de mediar oposición a la admisión de las pruebas por


las partes, como forma de control de los medios de pruebas ofrecidos, o si la
providencia, a que se refiere el art. 75 LOPT es ex oficio.
Pensamos que, a pesar de no estar establecido en la LOPT las partes tienen el
derecho de oponerse a la admisión pues ésta oposición es una manifestación del
derecho de defensa que está en ella implícita; y por lo que respecta a la providencia
es el propio legislador quien le ha conferido ese poder – deber de inadmitir las
pruebas como un medio de control judicial de la legalidad y pertenencia de las
pruebas promovidas, sin perjuicio de su valoración o apreciación que deberá hacer el
Juez al momento de sentenciar.

Igualmente, encontramos el poder – deber del Juez de Juicio de ordenar a las partes
de omitir toda declaración o prueba sobre aquellos hechos en que aparezcan
claramente convenidas las partes, como lo establece el art. 75 LOPT, pues se estaría
en presencia de una prueba inútil que no produce ningún beneficio para el proceso.
Es de advertir que el control recursivo contra la providencia que inadmita pruebas es
la apelación que se concreta para ese único supuesto, o sea, de la negativa de
admisión, y no del auto que admita pruebas.

Interrogar a los testigos y peritos

El principio de inmediación en la audiencia del juicio se aúna al poder – deber del


Juez de Juicio para repreguntar a los testigos promovidos por las partes,
independientemente de que hayan o no sido repreguntados por la parte contraria del
promovente, tal como lo establece el art. 153 LOPT.

Asimismo, con igual poder – deber, el Juez de Juicio podrá interrogar a los expertos
cuando, por ejemplo, se trate de funcionarios o empleados públicos que tengan
conocimientos periciales en una determinada materia, concurran a rendir
declaraciones en la oportunidad que fije el Tribunal, de conformidad con lo
establecido en el art. 95 LOPT.

Ese mismo poder – deber lo tiene el Juez Superior del Trabajo, que conozca en
alzada de las apelaciones, pues para la celebración de la audiencia oral ordenará la
comparecencia de los expertos, previa notificación, y desde luego, en ese acto les
hará las preguntas que considere necesarias para ilustrar su criterio, sobre todo
tomando en consideración que los jueces no están obligados a seguir el dictamen
pericial si su convicción se opone a ello; por lo que no estaría de más que el Juez
Superior le haga preguntas, o sea, interrogue a los peritos, que la LOPT le impone,
conforme al primera parte del art. 163.

Ordenar inspecciones judiciales

Dentro de las iniciativas probatorias del Juez de Juicio la LOPT le confiere el poder –
deber de acordar, de oficio, inspección judicial de cosas, lugares o documentos, a
objeto de verificar o esclarecer aquellos hechos que interesen para la decisión de la
causa, según lo dispone el art. 111.

Determinar los puntos sobre los cuales versará la experticia

Con la finalidad de establecer y delimitar la actuación que cabrá a los peritos


designados por el Juez de Juicio surge el poder – deber de éstos de señalar los
puntos de hecho sobre los que se efectuará dicha experticia, indicándose con
claridad y precisión aquellos puntos de hechos, tal y como lo establece el art. 93
LOPT.

Como bien lo señala el procesalista patrio Henríquez La Roche (24): “Los expertos
verifican hechos y determinan sus características y modalidades, sus cualidades, sus
relaciones con otros hechos, las causas que los produjeron y sus efectos”.
Ordenar la evacuación en cualquier otra prueba que considere necesario para
el mejor esclarecimiento de la verdad

El Juez de Juicio, teniendo una participación activa en el proceso, y en búsqueda de


la verdad verdadera o real, y no meramente la formal, tiene el poder – deber de
ordenar evacuar cualquier prueba que considere útil, según los datos que se
desprendan del propio expediente, pues la verdad es el norte de su actuación, y ha
de serla también de las partes. Así cobra sentido lo establecido en el art. 156 LOPT,
pues el Juez de Juicio “podrá instar a la parte para que presente prueba eficaz o más
idónea y convincente sobre los hechos de la litis, particularmente los fundamentales.
Esta regla procesal coadyuva a la veracidad del proceso y pretende evitar sentencias
(laudos) separados de la realidad en ausencia de pruebas esenciales“(25) (negrilla
nuestra).

CON RELACION A LAS SENTENCIAS

Decidir dentro de los plazos legales

Por el sistema, en el que se inscribe el proceso laboral, de un proceso por audiencia,


que se subordina a las garantías de justiciable de plazos razonables (art. 49, numeral
3º CRBV), de justicia expedita, sin dilaciones indebidas (art. 26 CRBV ), y de un
procedimiento breve (art. 257 CRBV ), que encuentra coordinación lógica y
sistemática en el art. 2 LOPT, pues el Juez laboral orientará su actuación en los
principios, entre otros de brevedad y celeridad, el art. 158 LOPT determina el
momento de dictar su sentencia, una vez concluida la evacuación de las pruebas en
la audiencia de juicio, ya que le impone el poder – deber de dictar la sentencia dentro
de los plazos allí establecidos. En efecto, concluida la referida evacuación de las
pruebas surge para el Juez su poder – deber de fallar la causa, retirándose de la
audiencia por un tiempo que no excederá de sesenta (60) minutos. De regreso a la
Sala de Audiencias, el Juez de Juicio pronunciará su sentencia oralmente,
expresando el dispositivo del fallo y una síntesis precisa y lacónica de los motivos de
hecho y de derecho, la cual reducirá de inmediato, en cuanto a su dispositiva, a
forma escrita.

El imperativo es de tal magnitud que el legislador sanciona con la nulidad y


consecuencial reposición de la causa, si después de concluido el debate oral, el Juez
de Juicio no decide la causa inmediatamente, por lo menos el pronunciamiento de su
dispositivo, pues el debate oral deberá repetirse de nuevo, para lo cual fijará una
nueva oportunidad.

Pero puede suceder –y de hecho sucede– que por la complejidad de asunto


debatido, por causas ajenas a su voluntad o de fuerza mayor, todo lo cual se
concreta en casos excepcionales, el Juez de Juicio podrá diferir, por una sola vez, la
oportunidad de dictar sentencia dentro de un lapso no mayor de cinco (5) días
hábiles, después de evacuadas las pruebas, fijando para garantía de las partes, por
auto expreso, la fecha para la cual se difirió el acto para sentenciar, a los fines de la
comparecencia obligatoria de las partes a ese acto.
Finalmente, dentro del lapso de cinco (5) días hábiles siguientes al pronunciamiento
oral del dispositivo de la sentencia, el Juez deberá, en su publicación, reproducir por
escrito el fallo completo, el cual se agregará a las actas que conforman el
expediente.

Este poder – deber de fallar dentro del plazo legal se ha reforzado con una sanción
disciplinaria, en caso de que el Juez de Juicio no decida la causa dentro de la
oportunidad establecida en la ley, con la destitución del cargo de Juez, que se
incorpora, específicamente, como causal de cesación en el ejercicio de cargo judicial.

Mutatis mutandi, la regla anterior se repite o reitera para el Juez Superior del Trabajo,
ratificando el poder – deber de fallar en los lapsos establecidos, señalando la sanción
de destitución del cargo el hecho de que no decida la causa dentro de la oportunidad
establecida en la ley, conforme lo pauta el Parágrafo Único del art. 165 LOPT.

Pronunciar decisión sobre lo que es el objeto de la pretensión

El legislador procesal del trabajo, en el art. 159, pretende simplificar el acto


documental sentencia al imponer que “el fallo será redactado en términos claros,
precisos y lacónicos, sin necesidad de narrativa, ni de transcripciones de actas, ni de
documentos que consten en el expediente; pero contendrá la identificación de las
partes y sus apoderados; los motivos de hecho y de derecho de la decisión, así como
la determinación del objeto o la cosa sobre la que recaiga la decisión”.

No señala la LOPT, en el artículo in comento, como requisito de la sentencia su


debida congruencia, o sea, la conformidad que debe de existir entre la sentencia y la
forma como quedó trabada la litis, conformada por la pretensión del actor y la
resistencia del demandado, es decir, el thema decidendum, como así lo exige el
CPC, en el ord. 5º del art. 243, al señalar como requisito de toda sentencia:” Decisión
expresa, positiva y precisa con arreglo a la pretensión deducida y a las excepciones
o defensas opuestas”

El contenido del art. 159 LOPT es, perfectamente, compatible con lo establecido en
el Parágrafo Único del art. 6, eiusdem, en el que el Juez de Juicio podrá ordenar el
pago de conceptos, como prestaciones o indemnizaciones, distintos de los
requeridos, cuando éstos hayan sido discutidos en el juicio y estén debidamente
probados, o condenar al pago de sumas mayores que las demandadas, cuando
aparezcan que éstas son inferiores a las que corresponden al trabajador de
conformidad con la ley y con lo alegado y probado en el proceso, siempre que no
hayan sido pagadas.

Para Henríquez La Roche (26): “2. La traba de la litis. La Ley no atiende al Juez de
un todo al principio de congruencia del fallo con lo solicitado por las partes, pues lo
autoriza para ordenar el pago de conceptos distintos de los requeridos, cuando éstos
hayan sido discutidos en juicio y estén debidamente probados. Pero cuando el Juez
concede más u otra cosa distinta a lo pedido, u omite pronunciamiento sobre lo
pretendido o discutido suficientemente en el proceso, incurre en incongruencia, vicio
éste que queda comprendido en una acepción amplia de la ultrapetita” (negrillas
nuestra).

El antecedente legislativo de ésta norma, lo encontramos en el derecho comparado,


en el Código de Procedimiento Laboral colombiano, en el art. 50, Capitulo XI
( Poderes del Juez ), en términos de redacción casi idénticos (27).

Sin embargo, esta posibilidad de condenar ultrapetita, con violación del principio de
congruencia de la sentencia no es pacifica en la doctrina procesal más reputada, y
sin criticada. En efecto, Montero Aroca (28) sostiene: “En el proceso laboral existen
dos problemas propios: 1º (omisis). 2º En ocasiones se ha sostenido que la
congruencia en lo laboral debe entenderse con cierta ‘laxitud ‘, pues no puede tener
el mismo tratamiento en el derecho civil, esencialmente privado, y en el derecho del
trabajo, que ampara los derechos del trabajador. Esta orientación doctrinal y
jurisprudencial está hoy completamente abandonada, pues la naturaleza del derecho
material a aplicar no condiciona uno de los elementos básicos del ejercicio de la
potestad jurisdiccional, de modo que si el juzgador no tiene que ser congruente será
porque deja de ser un tercero imparcial entre las partes parciales.” (negrillas
nuestras).

Fundamentar sus decisiones

Tal poder – deber lo observamos en distintas normas de la ley procesal laboral. En


efecto, a título meramente enunciativo señalamos los siguientes ejemplos:
a) El art. 71 LOPT prevé que, cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes
sean insuficientes para formar convicción, el Juez de Juicio, en decisión motivada,
puede ordenar la evacuación de medios probatorios adicionales que consideren
convenientes;
b) El art. 159 LOPT que impone al Juez de Juicio el de cumplir el requisito de la
sentencia de contener “los motivos de hecho y de derecho de la decisión “.
c) El Parágrafo Segundo del art. 48 LOPT que autoriza al Juez del Trabajo, para
tomar medidas para prevenir o sancionar los casos de temeridad o mala fe de las
partes imponiendo sanciones pecuniarias (multas), motivadamente.
d) El art. 92 LOPT en el que los Jueces no están obligados, en la prueba pericial, a
seguir el dictamen de los expertos, si su convicción se opone a ello; pero en ese
caso, o sea, que se aparten de las conclusiones de dicho dictamen, el Juez razonará
los motivos de su convicción.

Condenar en costas

La condena en costas es uno de los efectos económicos del proceso. Se sanciona el


hecho objetivo de la derrota o sucumbencia, o el desistimiento por incomparecencia
de las partes a los actos procesales fijados; en todo caso a una conducta, bien por
acción u omisión, no adecuada a la ley procesal.
En el Parágrafo Tercero del art. 131 LOPT se establece que si el recurrente no
comparece a la audiencia fijada para resolver la apelación, se considerará desistido
el recurso de casación, y se condenará al apelante en las costas del recurso.

Igualmente, en la sentencia del recurso de casación se hará pronunciamiento


expreso sobre las costas, y su condenatoria será obligatoria en caso de desistimiento
o cuando se le deje perecer, como lo establece la parte in fine del art. 175 LOPT.

Aclarar o ampliar sus decisiones

Aunque la LOPT no señala oportunidad para solicitar aclaratorias, rectificaciones o


ampliaciones, para estas interpretaciones auténticas de las sentencias, la
jurisprudencia de la SCS-TSJ la ha regulado en términos amplios (29).

Declarar la temeridad o malicia de las partes o terceros

El art. 48 LOPT establece el poder – deber del Juez de prevenir y sancionar la falta
de lealtad y probidad de las partes, sus apoderados y terceros en el procesos, las
contrarias a la ética profesional, la colusión y el fraude procesal o cualquier otro acto
contrario a la majestad de la Justicia y al respeto que se deben los litigantes; así
cuando actúen con temeridad o mala fe, las cuales deberán ser declaradas para que
se activen el Parágrafo Segundo, e imponer sanciones pecuniarias (multas), o
convertirla en arresto domiciliario cuando incumplan el pago de las multas.

V. LA DICOTOMIA DE LA FUNCION JURISDICCIONAL

Existe una discusión doctrinaria acerca de la función de la jurisdicción a través del


proceso entendida por una primera rama como aquella encargada de determinar y
aplicar el derecho objetivo que corresponda al caso concreto planteado. Chiovenda
se refería a la “voluntad de la ley”, una voluntad abstracta que el juez debe concretar
en el caso litigioso. Después la formula ha sido mejorada para hacer referencia no
solo a la ley sino a todo lo que sean normas jurídicas derivadas de la ley o de las
demás fuentes del derecho, así como los principios jurídicos.

En la vereda del frente encontramos una segunda concepción de la función


jurisdiccional entendida no como la de aplicar el derecho objetivo sino de proteger y
tutelar el derecho subjetivo que eldemandante plantea como lesionado.

A simple vista el debate parece bizantino pero si se analiza más a fondo la cuestión
puede observarse que la dicotomía plantea cuestiones que conducen o pueden
conducir a un cambio de mentalidad tanto en los jueces como en los legisladores en
su actividad respectiva.

La cuestión plantea un interrogante. ¿Debe el juez aplicar la ley al caso concreto o

resolver el conflicto inter partes?


Tomamos el ejemplo de la Doctora Aída Kremelmajer de Carlucci pronunciado en el

Congreso de Buenos Aires sobre jueces, abogados y medios de comunicación

donde se refería a los casos de accidentes sufridos por los “niños de la calle”, que

se caen por huecos como trampas existentes en los caminos públicos de Mendoza

donde decía: “si se aplica la ley es posible que se condene a indemnizar pero el

conflicto queda sin resolver. Cualquier otro niño de los que duermen bajo las

estrellas volverá a pasar por allí y volverá a sufrir lesiones o daños por que el

conflicto no se cerro”.

Hemos de ser concientes de que el planteamiento de poner la solución de conflictos

como finalidad de la jurisdicción y cometido del proceso esta rodeado de

dificultades.

La primera dificultad es la de definir el conflicto. La noción de “litis” elaborada por

Carnelutti, como conflicto ínter subjetivo integrado por una pretensión resistida, es

insuficiente para las exigencias del futuro proceso civil. Como ha podido verse en el

ejemplo anterior la litis carneluttiana quedo resuelta por la sentencia del juez

acogiendo la pretensión y condenando a indemnizar. El demandante a podido ver

plenamente satisfecha su pretensión y para elha desaparecido el conflicto. No solo

se quiere indemnizar al que ha perdido sus cosechas por los humos contaminantes

de la chimenea de una fábrica, sino que se quiere también evitar que la fábrica siga

contaminando.

Por otra parte hemos de utilizar una noción más amplia de conflicto que nos permita

comprender dentro del no solo los conflictos ínter subjetivo o litis individuales entre

Ticio y Cayo y acaso con Sempronio, sino también los conflictos o litis colectivas,

sobre intereses colectivos y sobre intereses difusos.

Otra dificultad proviene de la insuficiencia de las actuales categorías de sentencias y


de la actuación en el proceso civil solo a instancia de parte.

Se haría necesario introducir un nuevo tipo de sentencia más allá de las

declarativas, constitutivas y de condena. Tal nueva categoría serian las “sentencias

de mandamiento”, mediante las cuales el juez podría dar las ordenes necesarias

para que el conflicto no quedase sin resolver.

Incluso, para que el juez, al otorgar la tutela solicitada por el particular

(generalmente el resarcimiento o la indemnización), pudiera resolver el conflicto,

habría que autorizarle o bien a proceder de oficio o,mejor, mediante acción

ejercitada por el Ministerio Fiscal u otro órgano publico.Generalmente los

demandantes limitaran su petición a la satisfacción de su interés solicitado; puede

haber no pocos casos en los cuales el juez se encuentre sin demanda o pretensión

a la que responder.

Respecto a este tema, cabe destacar que el juez debe tener un papel menos pasivo,

no solo ser receptor de alegaciones y pruebas. No sirve para el proceso penal pero

tampoco para el proceso civil.

Como es sabido, tradicionalmente las facultades iniciativas probatorias del juez se

han resuelto mediante el principio dispositivo (entendido como disposición de la

prueba).

Siguiendo esta dirección doctrinal, el juez del proceso civil esta vinculado a la

prueba de modo que resultaría inquisitivo un proceso civil en el que el juez pudiera

separarse de la prueba de parte.

CONSIDERACIONES FINALES

I. Nos pronunciamos por una interpretación extensiva del principio dispositivo,

atribuyendo al magistrado la potestad subsanadora frente a la pasividad e ineficacia

de actividad de las partes, siempre de manera complementaria y no subsidiaria.


En este sentido, el juez pude completar el material de conocimiento con objeto

impulsivo del proceso. Porque la interpretación restrictiva del principio dispositivo

debe ser abandonada en pos de un juez mas activo dentro del litigio, lo cual no

significa que este asuma un protagonismo desmedida en el litigio, lo que nos

retrotraería en el tiempo a características de corte inquisitivo. Todo ello en aras de

un proceso celero y eficaz.

II. En cuanto a la verdad formal chocamos con el hecho de que muchas veces esta

es la que sustituye a lo que en palabras de Félix Sosa las partes alegan que la

verdad verdadera no es tal y que el sistema judicial no puede pronunciarse sobre

cual es la verdadera verdad, o lo que llama Alfredo Vélez Mariconde la verdad real,

que termina siendo un quiste en el sistema procesal, generando en le foro una

costumbre dilatoria que además valla labúsqueda de la realización del ideal de

justicia y la consecuente contradicción del principio de economía procesal.

III. Sostenemos que el juez como garante del ejercicio de las facultades, derechos y

cargas procesales debe ejercer el poderde policía tratando de que no se desvirtúe

la naturaleza resolutiva del conflicto quetiene el proceso, evitando de esta manera

que las partes abusen de la garantía del derecho a la tutela judicial efectiva y el de

peticionar ante las autoridades, procediendo de esta manera con malicia procesal, lo

cual surge de una armónica interpretación del artículo 45 del C.P.P.N. y del articulo

1071 del Código Civil, evitando también de esta manera lo que el profesor Gozaíni

define como engaño al juez que interviene e la causa para lograr un fallo influido por

la falsedad, que favorezca a la parte en detrimento patrimonial de la contraparte.

IV.Creemos que seria saludable para el nuestro sistema procesal que el juez, en la

realización de su potestad jurisdiccional, tienda, además de la aplicación del

derecho objetivo al caso concreta, a la solución del conflicto planteado, para evitar
de esta manera que se vuelva a repetir. El problema que aquí se nos presenta seria

el d determinar hasta donde llegarían las facultades de oficio del juez tendiente a la

solución del conflicto, sin vulnerar por otra parte el limite que le impone el ne

procedat iudex ex oficio; para ello consideramos necesaria la ampliación de

facultades oficiosas, pero de manera taxativamente enunciada

BIBLIOGRAFIA.

*Casimiro Varela.” Valoración dela prueba”. Editorial Astrea.

*Osvaldo Alfredo Gozaíni.” Temeridad y Maliciaen el Proceso”. Editorial Rubinzal-

Culzoni.

*José Luís Vázquez Sotelo.” El Proceso Civil y su futuro”, en Revista de Derecho

Procesal. Editorial Rubinzal-Culzoni.

*(1) Alsina.” Derecho Procesal”. Tomo 1,pagina 451. 2º edición. Editorial Ediar.

19

*(2) Eduardo M. Jauchen. “La prueba en materia penal” pagina 58. Editorial

Rubinzal- Culzoni.

*(3) Eduardo Oteinza. “Revista de Derecho Procesal”, pagina 577. Editorial

Rubinzal- Culzoni.

El saneamiento del litigio

La fijación del litigio

El decreto probatorio

La práctica de pruebas

En efecto, aunque en el siglo XIX se estimó, en principio, que una buena norma
procedimental debería reducir al mínimo la posibilidad de actuación del arbitrio
judicial, para dejar en manos de los litigantes todo aquello en que el juez no fuera
absolutamente indispensable, fue el código preparado por Franz Klein y convertido
en la Ordenanza Procesal Civil Austriaca de 1895, el que con mayor notoriedad
estimó necesario, y así legisló, que el órgano judicial no se limitara al juzgamiento de
la cuestión debatida, sino que, además, tuviera facultades de gestor procesal (hoy
gerente), gracias a un buen cúmulo de poderes que le permitieran llevar a éxito el
trámite mediante el menor costo económico para la sociedad y los contendientes,
aunque con plena garantía de los derechos de las partes.

Fluyen así los conceptos de dirección material y dirección formal, entendida la


primera como la actividad desplegada para garantizar equilibrio y procurar la verdad
y, por allí, la justicia, al paso que la segunda aparece como la actuación destinada a
imprimir celeridad y economía al proceso judicial, en bien de la sociedad que
requiere resultados menos onerosos y de los contendientes que necesitan definir sus
conflictos rápida, justa y económicamente. La material también ha sido denominada
social, así como la formal ha sido conocida como técnica o gerencial.

Es de ver que las tales preceptivas pueden dividirse en dos clases, pues las hay de
carácter general y también de estirpe especial para asuntos puntuales, pero todas
destinadas, se insiste, a la satisfacción del mismo objeto. Así, en Colombia no solo
no constituye una mera facultad la de ordenación de pruebas oficiosas, sino que,
además, se erige en un deber o, lo que es lo mismo, se ha de cometer a modo de
comportamiento obligado, según dispone el numeral 4° del artículo 37 indicado, con
lo cual, como atrás se dijo, queda claro que en el proceso civil del país la prueba de
oficio existe, no admite discusión y constituye un deber judicial de la más alta
raigambre.

9° El juez debe estar dotado de amplias facultades para declarar inadmisible la


demanda, siempre que ésta carezca de lo requisitos formales exigidos en la ley
procesal, y para rechazarla cuando se ejercite una acción especial sujeta a término
de caducidad y éste haya vencido.

10. El juez debe darle a la demanda el trámite que legal mente le corresponda,
cuando el señalado en ella aparezca equivocado.

11. El impulso y la dirección del proceso debe corresponder al juez, y para que éste
adopte oportunamente las decisiones pertinentes el secretario debe pasar al
despacho los expedientes in mediatamente, sin necesidad de requerimiento de parte.
El incumplimiento de este deber del secretario debe ser sancionado con multas por el
juez, de las cuales debe responder éste en caso de no imponerlas.

12. El juez debe estar dotado, además, de las siguientes facultades:

a) Para citar de oficio a las personas que deban integrar el contradictorio, en casos
de litisconsorcio necesario:

b) Para rechazar in limine la solicitud de intervención de terceros en los casos


señalados en la conclusión novena:
e) Para decretar las medidas y prueba que persigan subsanar cualquier nulidad o
impedir que se produzca, o evitar que se llegue a sentencia inhibitoria o formal.

d) Para declarar de oficio y de plano las nulidades absolutas o insubsanables.

e) Para rechazar las pruebas inconducentes, impertinentes o innecesarias, siempre


que disponga de elementos de juicio para ello.

f) Para rechazar in limine los incidentes que hayan sido propuestos antes por la
misma causa que otro ya resuelto, o sean repetición de otro que se esté tramitando y
cuando a pesar de fundamentarse en causa distinta ésta haya podido alegarse en
uno anterior.

13. Es conveniente consagrar como deberes del juez los siguientes:

a) Utilizar las facultades oficiosas que la ley le otorgue para el más rápido trámite del
proceso y su oportuno impulso:

b) Resolver dentro de los plazos que la ley señale.

e) Responder civilmente por los perjuicios causados a las partes por sus demoras
injustificadas en proveer, para lo cual debe establecerse un procedimiento breve ante
el correspondiente superior; sin perjuicio de la responsabilidad que le resulte por su
dolo fraude, abuso de autoridad o error inexcusable.

14. Debe establecerse un sistema eficaz de vigilancia judicial y de sanciones


disciplinarias a los jueces y secretarios que demoren injustificadamente el trámite de
los procesos.

15. Los incidentes deben limitarse a los de excepciones previas o procesales,


nulidades, recusaciones y acumulación de procesos. Quien promueva cualquiera de
esos debe alegar todos los hechos en que podría fundarlo en ese momento; y debe
declararse inadmisible el que posteriormente se pretenda iniciar con base en hechos
que se dejaron de alegar en aquel.

Los más modernos, siguiendo el Código italiano de 1940, agregan la facultad del
Juez de buscar la verdad, para lo cual se le; faculta a interrogar testigos, partes o
inspeccionar cosas o documentos que pertenezcan a estos o a terceros. México,
1932. Código del Distrito Federal, art. 278/279; Argentina, ley 14.237 y Código de la
Nación, art. 452; Brasil, art. 342; Colombia,. arts. 179, 180, 243 y 244; Cuba art. 243;
etc. También aparecen es tas facultades en casi toda el área en los llamados
procesos sociales (menores, agrario, laboral, etc.).

Sin embargo y pese a esta normativa, debemos decir que los jueces utilizan en forma
escasa este tipo de poderes, lo que resulta una constante —dada la tendencia
universal en ese sentido— pero, sobre todo, porque dentro de un proceso escrito,
fraccionado en etapas, y sin inmediación, ello no es posible. Las diligencias para
mejor proveer, de uso excepcional, son miradas con desconfianza por as partes y los
propios juzgadores dentro del régimen procesal en el cual las pruebas son iniciativa
del actor y demandado. Y, en cuanto a las facultades más modernas, ¿cómo va a
decretar pruebas en la etapa correspondiente el

El inolvidable maestro Niceto Alcalá_Zamora y Castillo, propiciaba esta posición del


juzgador en el proceso, señalando que entre la figura de juez-dictador y el juez
espectador debía organizarse el procedimiento de modo que no fuera ni lo uno ni
otro, sino el verdadero director. Es decir que lo que se propicia es que, junto a las
partes, el juez asuma un rol protagónico en el proceso que, como decía Carnelutti,
siguiendo al autor medieval Búlgaro es, en definitiva actum personae.

deficiente proceso y, por el otro, ello no significa desconocer los derechos y garantías
que se acuerdan a las partes, incluyendo la posible responsabilidad judicial, como
contrapartida.

Recordemos por otra parte, como ya lo decía Calamandrei, que el problema práctico
no ha sido el abuso de los poderes otorgados a los jueces por los nuevos códigos (se
refería, natural mente, a los de la primera mitad del siglo XX), sino justamente a lo
contrario, esto es, a la resistencia de los jueces a utilizar efectivamente esos
poderes. Esto es a los pocos casos en los cuales los jueces han hecho uso de sus
nuevos poderes y las escasas denuncias de arbitrariedad que con tal motivo se
pueden señalar. Inclusive se han tomado medidas expresas para que los tribunales
cumplan estrictamente con los poderes otorgados y los ejerzan efectivamente.

La función de saneamiento, al correcto decir de Barbosa Moreira, supone la solución


de cualesquiera cuestiones susceptibles de distraer la atención de la materia
referente al meritum causae. 53 Esto es a resolver cuestiones que no dicen relación
con el mérito (fondo) de la causa, facilitando la labor del Tribunal en el futuro
(abreviación). Y evitando todo el trámite posterior para concluir en una sentencia final
que declare la nulidad del pro ceso o la falta de un presupuesto pro

También se hace necesaria la dirección del proceso por el tribunal en cuanto a la


prueba. En efecto, establecido (delimitado, clarificado) el objeto del proceso, surgirán
con mayor precisión las pruebas que deben producirse sobre los hechos que a esta
altura quedan como controvertidos (que la experiencia dice que son muchísimos
menos que ‘los de las pretensiones iniciales en la casi totalidad de los casos).
Entonces será posible que el juzgador pueda rechazar las pruebas que considere no
sólo inadmisibles, sino también las innecesarias, inútiles o inconducentes, dado su
papel protagónico en el proceso. Lo que, reiteramos, no puede hacer en nuestros
procesos escritos, en los cuales sólo conoce la causa al final, por más poderes que
se le otorguen (Supra, núm. 4).

Si analizamos algunos aspectos tales como la iniciativa probatoria de la partes


concluiremos que el juez cuenta con la misma atribución, pero entendida esta no
como carga ni como derecho subjetivo sino como potestad que se dirige a completar
la insuficiencia de la instrucción; establecida esta potestad como complementaria e
integrativa pero nunca más allá del thema decidemdun

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