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El abogado del cambio tiene una tarea mucho más difícil que el abogado de la
conservación y del orden.”
(Bertrand Russell, en Educación y Orden Social)
INTRODUCCIÓN
1
Doctor en Derecho. Master en Planificación y Desarrollo. Especialista en Derecho Procesal Civil,
Derecho Penal y derecho Constitucional. Profesor Titular UCAT. Profesor invitado de Universidades
Nacionales y Extranjeras. Profesor e investigador distinguido Universidad de Salamanca- España.
Miembro del Instituto Colombiano de Derecho Procesal, Miembro del Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal. Miembro de la Asociación Internacional de Derecho Procesal. Autor de varias
obras jurídicas en Venezuela y en el extranjero.
En principio, expresemos que el principio dispositivo se entiende como aquel
en el cual se confía a la actividad de las partes tanto el estímulo de la función
jurisdiccional como la aportación de la afirmación sobre los hechos y del material
probatorio sobre los que ha de sustentarse la decisión del juez. Como advertencia,
arrancaremos del aspecto de la iniciativa, la cual en el proceso civil iberoamericano
se rige por le nemo iudex sine actore (art. 8 CGP, art. 11 CPC Venezuela) y el ne
procedat iudex ex oficio; lo cual se traduce en el impulso de parte.
Es menester destacar que más allá del interés privado de los litigantes
muchas veces se encuentra un interés social comprometido en ciertas clases de
relaciones jurídicas que hace necesaria la prevalencia de los poderes del juez sobre
las facultades dispositivas de los litigantes (Por ejemplo: proceso relativo al estado
civil y capacidad de las personas). Cabe destacar que si bien nuestro sistema
procesal se caracteriza por el impulso de parte, lo anteriormente citado nos
demuestra que existen algunos principios inscritos en el valor justicia que persiguen
el resguardo del orden público y el fin de paz social, al que tiende el proceso civil.
Esta última tendencia está hoy en alza (art. 170 CGP, y arts. 401 y 414 del
CPC Venezuela). Ha ido ganando terreno en el proceso civil, laboral y en el proceso
administrativo. En la intervención probatoria del juez conviene distinguir dos planos.
El primero se refiere a las potestades del juez para intervenir en la práctica de todas
las pruebas, solicitando aclaraciones o precisiones o realizando preguntas sobre
extremos no planteados por las partes a los peritos, a los testigos y a los propios
litigantes.
El derecho español elaboro una solución: “las diligencias para mejor proveer”.
Al juez civil no solo le pedimos que dicte sentencias, sino que dicte sentencias justas.
Esta petición encuentra fundamento en un Estado de Derecho. Pero para dictar
sentencias justas necesita conocer la realidad de los hechos. Entonces, si queremos
que el juez dicte sentencias justas es necesario que le otorguemos los poderes
necesarios para la cognición judicial (obviamente dentro del contradictorio) si
pretendemos que el proceso sea eficaz, es necesario que concedamos al juez los
poderes de coerción necesarios. No obstante, esta postura ha recibido críticas
aciuando de vuelta al proceso inquisitorio.
3
Exposición de Motivos del Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica. Ministerio de Justicia,
Secretaría General Técnica, Centro de Publicaciones, Madrid, 1990, p.52
No hay duda que la tendencia actual es la figura del Juez, con una
participación en el desenvolvimiento, que debe ser principal y decisiva, como
ratificación de condición de sujeto del Estado encargado de dirigir y prestar un
servicio y función públicas eminentes, como es el del servicio de la administración de
justicia, consagrando la figura del Juez como director y conductor del proceso,
invistiéndolo categóricamente de esa condición de La dirección formal del proceso.
Se afirma de igual manera que le juez debe tener La dirección material del
proceso. Para RODRÍGUEZ URRUCA ésta se concibe como “… la posibilidad de
que el Juez tenga facultades (rectius: poderes – deberes) para influir en el mérito de
la causa “. Por lo que es lo mismo, que se le confíen poderes – deberes para llamar a
las partes y solicitar de las mismas alteraciones en el thema decidendum.
Con todo, existe lógicamente menos reserva para conceder la dirección formal
al Juez que para entregarle igualmente la dirección material del proceso.
4
RODRÍGUEZ URRACA, José. Revista de Derecho Procesal. 1. Instituto de Estudios de derecho
Procesal “José Rodríguez Urraca”. Caracas, 1990.
En el actual estado de cosas y de conformidad con las más modernas
tendencias procesales, fundamentalmente en Iberoamérica, el nuevo sentido de la
actividad y en función del Juez surge como resultado de una concepción
evidentemente publicista de la naturaleza de la jurisdicción y del proceso. Por
ejemplo, este último ya no es un instrumento al servicio de las partes, sino un medio
de que se vale el Estado para asegurar sus fines y alcanzar la continuidad del orden
jurídico, o sea, como función pública del Estado.
Como bien dice CONSTANTINO RIVERA 5 “… el ejercicio del poder puede ser
facultativo en el sentido de que la persona o personas titulares de él (el Juez) están
en libertad de ejercitarlo, o por el contrario, la ley les impone el deber de ejercerlo. En
este último caso la ciencia jurídica lo denomina poder – deber o poder – obligación
aunque esta última frase no sea del todo propia porque la obligación presupone un
derecho subjetivo que no siempre existe cuando se trata del ejercicio del poder”.
Tal poder – deber es derivado del principio de Autoridad del Juez. También
una de las características del proceso oral es el de la inmediación del Juez, al
tratarse, fundamentalmente de un proceso estructurado por audiencias, en el que se
requiere la presencia no sólo personal sino también activa y protagónica del
Juzgador.
Si bien es cierto que la gran mayoría de los actos tienen un plazo o un término
prefijado por la ley, pero en caso de ausencia de regulación legal, por lo que el Juez
podrá fijarlos, como un poder-deber (vid art. 137 CGP).
Así cobra sentido la previsión contenida en el artículo 140 CGP, pues éste hace
nacer en el Juez el poder-deber de abstenerse de conocer cuando advierta que está
incurso en alguna o algunas de las causales de recusación o inhibición (art. 141
eiusdem).
Integrar el litigio
Por otra parte, como ya lo hemos señalados (supra 7.1.2.7.), el art. 55, ejudem,
atribuye también al Juez laboral, en cualquiera de las instancias, el poder – deber de
ordenar la notificación de las personas que puedan ser perjudicadas por un proceso
fraudulento o colusivo, para que hagan valer sus derechos. O lo que es lo mismo,
integrar a esas personas al proceso en el cual pudiera dictarse una sentencia que
conculque o desmejore sus derechos, sin que hayan podido ejercer su defensa, en
virtud del fraude o colusión de las partes originarias en ese proceso.
Así, el art. 153 LOPT establece que los testigos promovidos por las partes deberán
comparecer, sin necesidad de notificación alguna, en la audiencia de juicio, a fin de
que declaren oralmente en relación con los hechos debatidos en el proceso.
Igualmente, el art. 154 LOPT señala que los expertos están obligados a comparecer
en la misma audiencia de juicio; y según el art. 95, ejudem, si esos expertos son
funcionarios o empleados públicos comparecerán en la oportunidad que fije el
tribunal en la audiencia de juicio.
En virtud del principio de concentración, el art. 155 LOPT establece que evacuada la
prueba de alguna de las partes, el Juez de Juicio concederá a la parte contraria un
tiempo breve para que haga, oralmente, las observaciones que considere oportunas,
por lo que se infiere que esa posibilidad dada a la parte es in continenti, es decir,
inmediatamente de evacuada la prueba, o sea, en ese mismo acto.
Cobra así sentido lo establecido en el art. 75 LOPT al señalar que el Juez de Juicio
providenciará las pruebas, admitiendo las que sean legales y procedentes y
desechando las que aparezcan, manifiestamente ilegales o impertinentes.
Igualmente, encontramos el poder – deber del Juez de Juicio de ordenar a las partes
de omitir toda declaración o prueba sobre aquellos hechos en que aparezcan
claramente convenidas las partes, como lo establece el art. 75 LOPT, pues se estaría
en presencia de una prueba inútil que no produce ningún beneficio para el proceso.
Es de advertir que el control recursivo contra la providencia que inadmita pruebas es
la apelación que se concreta para ese único supuesto, o sea, de la negativa de
admisión, y no del auto que admita pruebas.
Asimismo, con igual poder – deber, el Juez de Juicio podrá interrogar a los expertos
cuando, por ejemplo, se trate de funcionarios o empleados públicos que tengan
conocimientos periciales en una determinada materia, concurran a rendir
declaraciones en la oportunidad que fije el Tribunal, de conformidad con lo
establecido en el art. 95 LOPT.
Ese mismo poder – deber lo tiene el Juez Superior del Trabajo, que conozca en
alzada de las apelaciones, pues para la celebración de la audiencia oral ordenará la
comparecencia de los expertos, previa notificación, y desde luego, en ese acto les
hará las preguntas que considere necesarias para ilustrar su criterio, sobre todo
tomando en consideración que los jueces no están obligados a seguir el dictamen
pericial si su convicción se opone a ello; por lo que no estaría de más que el Juez
Superior le haga preguntas, o sea, interrogue a los peritos, que la LOPT le impone,
conforme al primera parte del art. 163.
Dentro de las iniciativas probatorias del Juez de Juicio la LOPT le confiere el poder –
deber de acordar, de oficio, inspección judicial de cosas, lugares o documentos, a
objeto de verificar o esclarecer aquellos hechos que interesen para la decisión de la
causa, según lo dispone el art. 111.
Como bien lo señala el procesalista patrio Henríquez La Roche (24): “Los expertos
verifican hechos y determinan sus características y modalidades, sus cualidades, sus
relaciones con otros hechos, las causas que los produjeron y sus efectos”.
Ordenar la evacuación en cualquier otra prueba que considere necesario para
el mejor esclarecimiento de la verdad
Este poder – deber de fallar dentro del plazo legal se ha reforzado con una sanción
disciplinaria, en caso de que el Juez de Juicio no decida la causa dentro de la
oportunidad establecida en la ley, con la destitución del cargo de Juez, que se
incorpora, específicamente, como causal de cesación en el ejercicio de cargo judicial.
Mutatis mutandi, la regla anterior se repite o reitera para el Juez Superior del Trabajo,
ratificando el poder – deber de fallar en los lapsos establecidos, señalando la sanción
de destitución del cargo el hecho de que no decida la causa dentro de la oportunidad
establecida en la ley, conforme lo pauta el Parágrafo Único del art. 165 LOPT.
El contenido del art. 159 LOPT es, perfectamente, compatible con lo establecido en
el Parágrafo Único del art. 6, eiusdem, en el que el Juez de Juicio podrá ordenar el
pago de conceptos, como prestaciones o indemnizaciones, distintos de los
requeridos, cuando éstos hayan sido discutidos en el juicio y estén debidamente
probados, o condenar al pago de sumas mayores que las demandadas, cuando
aparezcan que éstas son inferiores a las que corresponden al trabajador de
conformidad con la ley y con lo alegado y probado en el proceso, siempre que no
hayan sido pagadas.
Para Henríquez La Roche (26): “2. La traba de la litis. La Ley no atiende al Juez de
un todo al principio de congruencia del fallo con lo solicitado por las partes, pues lo
autoriza para ordenar el pago de conceptos distintos de los requeridos, cuando éstos
hayan sido discutidos en juicio y estén debidamente probados. Pero cuando el Juez
concede más u otra cosa distinta a lo pedido, u omite pronunciamiento sobre lo
pretendido o discutido suficientemente en el proceso, incurre en incongruencia, vicio
éste que queda comprendido en una acepción amplia de la ultrapetita” (negrillas
nuestra).
Sin embargo, esta posibilidad de condenar ultrapetita, con violación del principio de
congruencia de la sentencia no es pacifica en la doctrina procesal más reputada, y
sin criticada. En efecto, Montero Aroca (28) sostiene: “En el proceso laboral existen
dos problemas propios: 1º (omisis). 2º En ocasiones se ha sostenido que la
congruencia en lo laboral debe entenderse con cierta ‘laxitud ‘, pues no puede tener
el mismo tratamiento en el derecho civil, esencialmente privado, y en el derecho del
trabajo, que ampara los derechos del trabajador. Esta orientación doctrinal y
jurisprudencial está hoy completamente abandonada, pues la naturaleza del derecho
material a aplicar no condiciona uno de los elementos básicos del ejercicio de la
potestad jurisdiccional, de modo que si el juzgador no tiene que ser congruente será
porque deja de ser un tercero imparcial entre las partes parciales.” (negrillas
nuestras).
Condenar en costas
El art. 48 LOPT establece el poder – deber del Juez de prevenir y sancionar la falta
de lealtad y probidad de las partes, sus apoderados y terceros en el procesos, las
contrarias a la ética profesional, la colusión y el fraude procesal o cualquier otro acto
contrario a la majestad de la Justicia y al respeto que se deben los litigantes; así
cuando actúen con temeridad o mala fe, las cuales deberán ser declaradas para que
se activen el Parágrafo Segundo, e imponer sanciones pecuniarias (multas), o
convertirla en arresto domiciliario cuando incumplan el pago de las multas.
A simple vista el debate parece bizantino pero si se analiza más a fondo la cuestión
puede observarse que la dicotomía plantea cuestiones que conducen o pueden
conducir a un cambio de mentalidad tanto en los jueces como en los legisladores en
su actividad respectiva.
donde se refería a los casos de accidentes sufridos por los “niños de la calle”, que
se caen por huecos como trampas existentes en los caminos públicos de Mendoza
donde decía: “si se aplica la ley es posible que se condene a indemnizar pero el
conflicto queda sin resolver. Cualquier otro niño de los que duermen bajo las
estrellas volverá a pasar por allí y volverá a sufrir lesiones o daños por que el
conflicto no se cerro”.
dificultades.
Carnelutti, como conflicto ínter subjetivo integrado por una pretensión resistida, es
insuficiente para las exigencias del futuro proceso civil. Como ha podido verse en el
ejemplo anterior la litis carneluttiana quedo resuelta por la sentencia del juez
se quiere indemnizar al que ha perdido sus cosechas por los humos contaminantes
de la chimenea de una fábrica, sino que se quiere también evitar que la fábrica siga
contaminando.
Por otra parte hemos de utilizar una noción más amplia de conflicto que nos permita
comprender dentro del no solo los conflictos ínter subjetivo o litis individuales entre
Ticio y Cayo y acaso con Sempronio, sino también los conflictos o litis colectivas,
de mandamiento”, mediante las cuales el juez podría dar las ordenes necesarias
haber no pocos casos en los cuales el juez se encuentre sin demanda o pretensión
a la que responder.
Respecto a este tema, cabe destacar que el juez debe tener un papel menos pasivo,
no solo ser receptor de alegaciones y pruebas. No sirve para el proceso penal pero
prueba).
Siguiendo esta dirección doctrinal, el juez del proceso civil esta vinculado a la
prueba de modo que resultaría inquisitivo un proceso civil en el que el juez pudiera
CONSIDERACIONES FINALES
debe ser abandonada en pos de un juez mas activo dentro del litigio, lo cual no
II. En cuanto a la verdad formal chocamos con el hecho de que muchas veces esta
es la que sustituye a lo que en palabras de Félix Sosa las partes alegan que la
cual es la verdadera verdad, o lo que llama Alfredo Vélez Mariconde la verdad real,
III. Sostenemos que el juez como garante del ejercicio de las facultades, derechos y
que las partes abusen de la garantía del derecho a la tutela judicial efectiva y el de
peticionar ante las autoridades, procediendo de esta manera con malicia procesal, lo
cual surge de una armónica interpretación del artículo 45 del C.P.P.N. y del articulo
1071 del Código Civil, evitando también de esta manera lo que el profesor Gozaíni
define como engaño al juez que interviene e la causa para lograr un fallo influido por
IV.Creemos que seria saludable para el nuestro sistema procesal que el juez, en la
derecho objetivo al caso concreta, a la solución del conflicto planteado, para evitar
de esta manera que se vuelva a repetir. El problema que aquí se nos presenta seria
el d determinar hasta donde llegarían las facultades de oficio del juez tendiente a la
solución del conflicto, sin vulnerar por otra parte el limite que le impone el ne
BIBLIOGRAFIA.
Culzoni.
*(1) Alsina.” Derecho Procesal”. Tomo 1,pagina 451. 2º edición. Editorial Ediar.
19
*(2) Eduardo M. Jauchen. “La prueba en materia penal” pagina 58. Editorial
Rubinzal- Culzoni.
Rubinzal- Culzoni.
El decreto probatorio
La práctica de pruebas
En efecto, aunque en el siglo XIX se estimó, en principio, que una buena norma
procedimental debería reducir al mínimo la posibilidad de actuación del arbitrio
judicial, para dejar en manos de los litigantes todo aquello en que el juez no fuera
absolutamente indispensable, fue el código preparado por Franz Klein y convertido
en la Ordenanza Procesal Civil Austriaca de 1895, el que con mayor notoriedad
estimó necesario, y así legisló, que el órgano judicial no se limitara al juzgamiento de
la cuestión debatida, sino que, además, tuviera facultades de gestor procesal (hoy
gerente), gracias a un buen cúmulo de poderes que le permitieran llevar a éxito el
trámite mediante el menor costo económico para la sociedad y los contendientes,
aunque con plena garantía de los derechos de las partes.
Es de ver que las tales preceptivas pueden dividirse en dos clases, pues las hay de
carácter general y también de estirpe especial para asuntos puntuales, pero todas
destinadas, se insiste, a la satisfacción del mismo objeto. Así, en Colombia no solo
no constituye una mera facultad la de ordenación de pruebas oficiosas, sino que,
además, se erige en un deber o, lo que es lo mismo, se ha de cometer a modo de
comportamiento obligado, según dispone el numeral 4° del artículo 37 indicado, con
lo cual, como atrás se dijo, queda claro que en el proceso civil del país la prueba de
oficio existe, no admite discusión y constituye un deber judicial de la más alta
raigambre.
10. El juez debe darle a la demanda el trámite que legal mente le corresponda,
cuando el señalado en ella aparezca equivocado.
11. El impulso y la dirección del proceso debe corresponder al juez, y para que éste
adopte oportunamente las decisiones pertinentes el secretario debe pasar al
despacho los expedientes in mediatamente, sin necesidad de requerimiento de parte.
El incumplimiento de este deber del secretario debe ser sancionado con multas por el
juez, de las cuales debe responder éste en caso de no imponerlas.
a) Para citar de oficio a las personas que deban integrar el contradictorio, en casos
de litisconsorcio necesario:
f) Para rechazar in limine los incidentes que hayan sido propuestos antes por la
misma causa que otro ya resuelto, o sean repetición de otro que se esté tramitando y
cuando a pesar de fundamentarse en causa distinta ésta haya podido alegarse en
uno anterior.
a) Utilizar las facultades oficiosas que la ley le otorgue para el más rápido trámite del
proceso y su oportuno impulso:
e) Responder civilmente por los perjuicios causados a las partes por sus demoras
injustificadas en proveer, para lo cual debe establecerse un procedimiento breve ante
el correspondiente superior; sin perjuicio de la responsabilidad que le resulte por su
dolo fraude, abuso de autoridad o error inexcusable.
Los más modernos, siguiendo el Código italiano de 1940, agregan la facultad del
Juez de buscar la verdad, para lo cual se le; faculta a interrogar testigos, partes o
inspeccionar cosas o documentos que pertenezcan a estos o a terceros. México,
1932. Código del Distrito Federal, art. 278/279; Argentina, ley 14.237 y Código de la
Nación, art. 452; Brasil, art. 342; Colombia,. arts. 179, 180, 243 y 244; Cuba art. 243;
etc. También aparecen es tas facultades en casi toda el área en los llamados
procesos sociales (menores, agrario, laboral, etc.).
Sin embargo y pese a esta normativa, debemos decir que los jueces utilizan en forma
escasa este tipo de poderes, lo que resulta una constante —dada la tendencia
universal en ese sentido— pero, sobre todo, porque dentro de un proceso escrito,
fraccionado en etapas, y sin inmediación, ello no es posible. Las diligencias para
mejor proveer, de uso excepcional, son miradas con desconfianza por as partes y los
propios juzgadores dentro del régimen procesal en el cual las pruebas son iniciativa
del actor y demandado. Y, en cuanto a las facultades más modernas, ¿cómo va a
decretar pruebas en la etapa correspondiente el
deficiente proceso y, por el otro, ello no significa desconocer los derechos y garantías
que se acuerdan a las partes, incluyendo la posible responsabilidad judicial, como
contrapartida.
Recordemos por otra parte, como ya lo decía Calamandrei, que el problema práctico
no ha sido el abuso de los poderes otorgados a los jueces por los nuevos códigos (se
refería, natural mente, a los de la primera mitad del siglo XX), sino justamente a lo
contrario, esto es, a la resistencia de los jueces a utilizar efectivamente esos
poderes. Esto es a los pocos casos en los cuales los jueces han hecho uso de sus
nuevos poderes y las escasas denuncias de arbitrariedad que con tal motivo se
pueden señalar. Inclusive se han tomado medidas expresas para que los tribunales
cumplan estrictamente con los poderes otorgados y los ejerzan efectivamente.