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Resumen
Summary
In this paper we present a discussion about the relation between the discourse of
clinical psychology (psychology, psychiatry, psychotherapy) and /contemporary
subjectivity. We could define clinical discourse as a set of practices and knowledge
applied to psychic disorders or, in a roader sense, to the area of mental health. The
term discourse suggests that these practices are formed in the historical and
sociocultural framework that defines its knowledge and application conditions. On
the other hand, contemporary subjectivity is understood as the dynamics and subjective
structures which are typical of these current times, in the framework of the
sociocultural conditions of the so called late modernity or postmodernity. The analysis
is focused on borderline disorders as a discursive expression of the contemporary
subjectivity.
Key words: Psychopathology, Subjectivity, Discourse
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sivamente en los síntomas o en los fenóme- constitución de las disciplinas “psi” durante
nos psicopatológicos descritos por la psiquia- el siglo XIX, las cuales se organizaron preci-
tría clásica. Es en este contexto que se sitúa samente –aunque no exclusivamente, por
desde entonces el problema ya no sólo de la cierto- en función del territorio fronterizo de
enfermedad sino de la salud mental o del de- las patologías mentales de entonces. Estas
sarrollo psicológico. han subrayado progresivamente la división
psíquica que constituye al sujeto, sea éste
De estas consideraciones históricas y teó- patológico o no; de modo que se ha ido cons-
ricas resumidas muy sucintamente, es posi- tituyendo un espacio de conocimiento y de
ble desprender un cuestionamiento al menos intervención aplicado a modalidades subje-
relativo de la eventual novedad o actualidad tivas donde coexisten las antiguas manifes-
que evidenciarían las patologías “límites” de taciones irracionales o excesivas de las locu-
hoy. Como sabemos, ellas son descritas en ras (definidas por la psiquiatría como
función de las dificultades para ser integra- psicosis) y las alteraciones sintomáticas pro-
das a la nomenclatura clínica tradicional: pias a la vida mental en general (angustia,
psicosis, neurosis, perversiones, psicopatías, depresión, trastornos de la personalidad). Es
trastornos del ánimo o del carácter. Asimis- en este contexto que ha surgido y se ha desa-
mo, evidencian los límites de una concepción rrollado desde entonces un creciente esfuer-
estructural de la psicopatología, bajo el mo- zo disciplinario por relevar el ámbito psíqui-
delo de los mecanismos “defensivos” que el co donde las nuevas patologías reconocidas
psicoanálisis ha definido a su manera: repre- desde principios del siglo XIX (las alienacio-
sión, forclusión, desmentida. En fin, dichas nes parciales de Esquirol, las locuras inter-
“patologías” o “trastornos” expresarían di- mitentes de Trelat, más tarde las psicosis his-
námicas propias al lazo social contemporá- téricas o la histeria misma con Charcot, Janet
neo; entre ellos, cabe destacar: el debilitamiento y Freud) evidencian sus alteraciones subjeti-
de los soportes identificatorios provistos por los vas, de lo cual las funciones “yoicas” (volun-
referentes parentales o “simbólicos” de la tad, memoria, atención) expresan el territo-
modernidad “clásica” (la función paterna, el rio psíquico relevado más frecuentemente.
decaimiento del nomos instituido por la es- Asimismo, la problemática de la identidad,
tructura familiar, el “desencantamiento del luego de la personalidad, expresará
mundo” y sus desfallecimientos religiosos o paradigmáticamente este nuevo territorio de
normativos en general); el imperio de la ima- la subjetividad sometido a la mirada y a la
gen como moneda de cambio de las relacio- escucha clínica de “lo mental”, en la medida
nes intersubjetivas; y el creciente peso del que designará el dominio individual de las
consumo en la economía –a la vez subjetiva y diferencias psíquicas, sean éstas patológicas
social- de las sociedades posmodernas. Todo o no. Finalmente, las dificultades para hacer
ello haría necesario concebir de otro modo ingresar estos “objetos” de la indagación clí-
tanto los criterios para definir la nica en el dominio nosológico o nosográfico
sintomatología como la dinámica, estructu- (las clasificaciones psiquiátricas, por ejemplo)
ra y economía psíquica del sujeto –y del “pa- (Berner, P., Luccioni, E.,1984; Desruelles et al,
ciente”- de hoy. 1934), así como los impases que presentaban
Sin embargo –y en esto consiste la aproxi- a las estrategias terapéuticas, señalarán una
mación crítica que estamos proponiendo- es recurrente característica del discurso clínico
posible sugerir que lejos de consistir en ge- desde entonces, alcanzando en nuestra épo-
nuinas “novedades”, los rasgos referidos ca un renovado auge con las patologías
para caracterizar las problemáticas subjeti- “borderlines” o fronterizas.
vas actuales ya estaban presentes desde la
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Por otra parte, desde un punto de vista e histórico de lo que en nuestra época tiende
teórico, es preciso recordar que los enfoques a concebirse como un tiempo nuevo. Desde
psicodinámicos desarrollados a fines del si- este punto de vista, lo que parece asociar las
glo XIX, uno de cuyos exponentes principa- problemáticas subjetivas de aquella época
les fue Pierre Janet (Janet, P., 1929, 1889) guar- con nuestras “nuevas patologías del alma”
dan estrechas analogías con los enfoques (Kristeva,J., 1993), sería una crisis de referen-
actuales implicados en la clínica de los pa- cias “simbólicas” mediante las cuales el su-
cientes “límites”. La apelación a las funcio- jeto inscribe su posición en la cultura y en
nes yoicas, la constatación de la alternancia sus vínculos sociales. Dicha problemática, a
de configuraciones de personalidad o de “es- la vez subjetiva y social, clínica y
tados de conciencia” en un mismo sujeto, la metapsicológica, puede definirse como una
tendencia a la “desagregación de la persona- “crisis de identidad”, y no parece casual que
lidad”, entre otros criterios, participan hoy sea la cuestión identitaria la que haya cobra-
en día de similares enunciados, tal como los do tanto relieve en ambas épocas a propósi-
observamos en la perspectiva de Otto to de los trastornos psíquicos.
Kernberg, por ejemplo, así como de autores
basados en perspectivas análogas . Con el nacimiento y desarrollo del discur-
so psicopatológico, desde Pinel a Freud, di-
De ahí que no sea difícil establecer un es- cha crisis se estableció en función de las trans-
trecho paralelo entre el modo como fueron formaciones políticas que enmarcaron las
descritas estas “patologías” durante el siglo promesas ciudadanas de la cultura “demo-
XIX –especialmente en lo que se refiere a las crática”, cuyo emblema más reconocido fue
dificultades de su tratamiento y de su ubica- la Revolución Francesa en función de la cual
ción nosográfica- con los rasgos relevados se instituyó el giro antropológico radical en
por los clínicos de hoy. la época de Pinel (cerca de 1800) con el con-
cepto de alienación mental. El sujeto –o el “es-
Análisis píritu humano”, por aventurar una noción
filosófica- se encontró desprovisto de sus
Ahora bien, más allá de constatar simple- antiguas referencias que lo ligaban al nomos
mente esta continuidad discursiva, y de uti- clásico, encontrando la religión su relevo en
lizarla como herramienta para cuestionar las promesas de la Razón y de la Ciencia. Ello
nuestras novedades actuales, nos interesa implicó un “desamparo dejado por la ausen-
proponer algunos elementos que nos permi- cia de los dioses”, fuente de las angustias del
tan analizar lo que en dicha continuidad – sujeto moderno confrontado a la “evidencia
que habrá que someter a un análisis crítico de su finitud” (Foucault, M. 1997) y a un con-
más adelante- se pone en juego flicto que ya no residía en las incertidumbres
epistemológica o discursivamente. frente a los destinos de la otra vida, sino en
las contradicciones que podía experimentar
- Una primera línea de análisis sugiere que
en si mismo, sede de su propio malestar. La
la subjetividad contemporánea, de la cual
noción del alienación mental vino a desig-
los “trastornos psíquicos” serían una de
nar ese conflicto constituyente al sujeto mis-
sus expresiones características, viene a
mo (reemplazando la clásica y radical oposi-
profundizar –más que a reemplazar- las
ción entre locura y razón) y tuvo su correlato
problemáticas individuales y socio-cultu-
en la concepción dinámica del inconsciente
rales que enmarcaron el desarrollo de las
con la revolución freudiana a principios del
disciplinas durante el siglo XIX.
siglo XX. Los trastornos “limites” que carac-
En este sentido, dicho periodo muestra terizaron todo ese desarrollo subjetivo y dis-
probablemente el fundamento antropológico ciplinario, teniendo al psicoanálisis como su
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contradictorios: por una parte, intentando jeto, de sus malestares o sus “patologías”
fundarse en la racionalidad científica y me- psíquicas- es dificil de concebir sin recurrir a
tódica del análisis de los fenómenos, y por las condiciones históricas que la han hecho
otra, incorporando en sus estrategias clíni- posible, y aun cuando dicha historicidad es
cas y sociales un afán higiénico de los des- tanto más un aspecto de los discursos que
arreglos morales del espíritu. han formulado esa subjetividad, como de sus
expresiones subjetivas mismas.
Si, desde esta perspectiva, el siglo XIX es
“síntoma” de esta conciencia limítrofe de la Desde esta perspectiva, otro análisis se
subjetividad –entre las promesas de la razón hace necesario. Este aborda las exigencias,
y el creciente poder de nuevas ideologías- no evidentemente “actuales”, que la subjetivi-
parece trivial asociar ese carácter fronterizo dad le presenta a los discursos –los saberes y
a los sujetos “patológicos” sobre los cuales las prácticas- consagradas a definirla o a “tra-
posa su escucha o su mirada. Con “nuestra tarla”. En este contexto, es necesario definir
época” –y de ahí la continuidad discursiva con mayor precisión cuáles serían los rasgos,
que estamos explorando- este estatuto del las dinámicas, los impases subjetivos de la
discurso clínico viene a desarrollar y profun- clínica de hoy. Estas definiciones descansan
dizar los “rasgos” que definieron sus ante- en los siguientes elementos:
cedentes durante el siglo antepasado: hoy en
dia, el discurso clínico deviene una práctica - Desde un punto de vista
normalizadora que requiere ya no sólo po- “metapsicológico”, resulta obligado reco-
sar su mirada sobre las alteraciones psíqui- nocer que el “aparato psíquico”, por uti-
cas “clásicas”, sino que debe administrar una lizar la expresión de Freud, ya no puede
demanda de “salud mental” que es fronteri- ser definido del todo mediante los crite-
za en sus expresiones psicopatológicas y en rios teóricos que enmarcaron el desarro-
el contexto institucional donde se formulan. llo de la psicologia clínica y de la psiquia-
Todo esto acarrea, por otra parte, un desfa- tría durante el siglo XIX, alcanzando al
llecimiento de la teoría misma, la cual es in- propio psicoanálisis en la necesaria
capaz de responder a las exigencias del pa- reformulación de sus aproximaciones teó-
ciente de hoy sin acudir a lo que constituyó rico-clínicas. Este aparato psíquico –o
su prehistoria como disciplina “científica”. subjetivo- pareciera organizarse mediante
economías y dinámicas que no responden
El difícil trabajo con el presente del todo al campo representacional y de
afectos que son integrados en la estruc-
Si hasta aquí hemos querido proponer un tura “yoica”. Al menos en los casos “lí-
cuestionamiento acerca de las novedades del mites”, los aspectos pulsionales de la vida
paciente actual, en un segundo momento se anímica parecen desanudados de sus
nos hace necesario detenernos menos correlatos representacionales o
críticamente –o con una perspectiva crítica “cognitivos”, tal como prevalecen en los
orientada de otro modo- en el problema de trastornos del ánimo, de la imagen o de
la especificidad de la clínica psicológica con- los impulsos en la subjetividad actual.
temporánea. Ello en función de una de nues-
tras premisas iniciales, esto es, la historicidad - Por otra parte, estas dificultades que en-
inevitable de la subjetividad, entendida tan- cuentran las aproximaciones teóricas de
to individual como socioculturalmente. Ello la clinica psicológica para definir las di-
implica no retroceder frente a los desafios de námicas del sujeto “límite”, se evidencian
nuestro presente, aun cuando, tal como lo en sintomatologías que, si bien han sido
hemos sugerido, toda actualidad –la del su- constatadas por los clínicos desde hace
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mucho tiempo, toman un peso relativo cuando un análisis más fino de tales diag-
mayor en las patologias actuales nósticos evidenciaría probablemente pro-
(Aceituno, R., 2005). Entre ellas cabe con- blemáticas nosológicas asociadas a la
signar: oferta farmacológica.
a) La predominancia del fenómeno de la c) Desde el punto de vista de la configura-
angustia (un temor sin objeto, en térmi- ción del “Yo”, las patologías de la imagen
nos clásicos) desprovisto de su función parecieran verse incrementadas en su
de señal de un conflicto psíquico (tal como magnitud y frecuencia. De ellas, el “narci-
había sido propuesto por Freud). Se trata sismo patológico”, vinculado además al
de un desborde “afectivo” (o “pulsional”, debilitamiento de soportes identificatorios
para decirlo en términos psicoanalíticos) estables, pareciera ser un signo propio a
que excede la capacidad del aparato psí- los pacientes de hoy. Nuevamente, es la
quico de ligarlos a representaciones o función del “objeto” la que encuentra aquí
palabras y donde prevalece un monto una característica diferente a la observada
energético desligado del trabajo de pensa- en el narcisismo “normal” o incluso en
miento que podría tramitarlo psíquica- aquel prevaleciente en las afecciones
mente. Este aspecto sintomático recono- neuróticas, tal como fue descrito por Freud
cido en la clínica actual toma una de sus en Introducción al narcisismo (Freud,S.,
manifestaciones más recurrentes en las 1992). Si en este artículo Freud discutía
“crisis de pánico” y tiene su correlato metapsicológicamente la estructura
médico en el auge del tratamiento narcisística asociada a la organización psí-
medicamentoso. quica “normal”, dependiente por lo demás
de vínculos objetales provistos por las pri-
b) Fenómenos depresivos que, análogamente meras experiencias de relación al otro (vín-
a lo observado en la clínica de la angus- culos de apego, de palabra y de afectos),
tia, implican alteraciones anímicas o en el narcisismo patológico prevalecería en
afectivas cuya relación a fantasías, defen- cambio una hipertrofia imaginaria que
sas o representaciones se encuentra debi- debilita la configuración de un Yo estable
litada. Siguiendo la clásica distinción de y auténtico –fuente, además, de la posibi-
Freud propuesta en Duelo y Melancolía, se lidad de constituir vínculos de reconoci-
trata de una economía subjetiva donde “la miento intersubjetivo.
sombra del objeto ha caído sobre el yo”,
lo que quiere decir para nuestros propó- d) Un último aspecto “sintomático” a des-
sitos que no se asiste a un trabajo de due- tacar de la clínica contemporánea –aun
lo o de metaforización que permita inte- cuando la lista podría ser evidentemente
grar los afectos en juego a las representa- más extensa- se expresa en las afecciones
ciones asociadas al “objeto” (al “otro”, psicosomáticas o, en términos más genera-
para decirlo en términos intersubjetivos), les, aquellas que ponen en juego la dimen-
manteniéndose el sujeto en un territorio sión corporal del funcionamiento aními-
de “sombras” que lo aqueja co. En ellas es posible detectar rasgos co-
existencialmente a partir de la pérdida munes a los señalados en los puntos an-
ya no de un objeto cargado teriores (pobreza del trabajo de pensa-
libidinalmente, sino una “pérdida de si miento, hipertrofia imaginaria en la rela-
mismo”. Aquí, no es difícil reconocer ción al cuerpo propio y al otro, desborde
como su correlato médico más recurren- pulsional expresado en investiduras ex-
te en el explosivo auge de los diagnósti- cesivas del funcionamiento orgánico, etc.)
cos de depresión en la clínica actual, aún y ponen de manifiesto el carácter mixto,
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a medio camino de afecciones somáticas (ya sea poniendo el énfasis en las deter-
y psíquicas, de su sintomatología subje- minaciones somáticas de la vida mental
tiva. Ello incide, por lo demás, en una re- o, por el contrario, subrayando el com-
currente necesidad de cuestionar los lí- ponente “cognitivo” de la misma en su
mites disciplinarios y terapéuticos de relación “representacional” a la realidad),
medicina y psicología, implicando a su parece obligado reconocer que la dinámi-
vez nuevas exigencias diagnósticas. No ca psíquica ya no descansa del todo en
es difícil, por lo tanto, encontrar en las esta oposición “cartesiana”. En cambio,
patologías psicosomáticas una particular se hace necesario relevar otras articula-
expresión de la antigua historia limitrofe ciones mediante las cuales la relación de
de los discursos sobre la enfermedad cuerpo y representación, de soma y con-
mental, esta vez en un tiempo marcado ciencia, puedan ser concebidas
por la técnica, la imagen y el consumo. clínicamente. Si la época que marcó el
Cabe agregar en este punto que, si bien origen de las disciplinas de “lo mental”
no corresponden a las patologías puso el acento en la relación del sujeto a
psicosomáticas en estricto sentido, aquí sus “condiciones materiales” de organi-
se sitúa la recurrente aparición de fenó- zación psíquica o, por otra parte, en fun-
menos vinculados a la alimentación y a ción del componente ideacional organi-
la imagen corporal, así como la relación zado en la estructuración “yoica”, es esta
de consumo a sustancias (anorexia, buli- relación misma –entre pulsión y lengua-
mia, adicciones). je- la que merece ser examinada
críticamente. Una aproximación de este
Si bien estos son sólo algunos de los fenó- tipo relevaría probablemente que la eco-
menos y problemáticas asociadas a la clínica nomía psíquica en la época actual –de la
de hoy, nos sirven como ilustración de los cual los trastornos “limites” serían expre-
impases históricos- y por lo tanto actuales- siones acentuadas- ya no descansa úni-
del discurso psicopatológico contemporáneo. camente en el campo fantasmático, es
Ellos ponen en evidencia la necesaria actua- decir representacional, de su organiza-
lización de los criterios, tanto teóricos como ción psíquica, ni tampoco obedece a una
nosológicos e institucionales, a partir de los determinación funcional dada por sus
cuales se desarrolla la clínica actual. condiciones fisiológicas. En cambio, es la
Para finalizar, interesa precisar algunas articulación entre cuerpo y mente, entre
líneas de reflexión que permitan avanzar en pulsión y lenguaje, entre conciencia y
este sentido. Estas se organizan en dos di- corporalidad, la que debe ser examinada
mensiones. con otra lógica. En esta perspectiva, se
hace necesario reflexionar acerca de la es-
- La primera, releva la necesidad de con- tructura relacional (entre sujeto y ambien-
cebir de otro modo la posición del sujeto te, entre individuo y cultura) que coman-
en relación a los criterios clásicos con los da las organizaciones subjetivas de hoy y
cuales se definió el aparato psíìquico con sus expresiones “patológicas”. En esta di-
Freud, los cuales venian precedidos, rección, sería preciso articular
como hemos visto, de sus antecedentes diferentemente tanto la economía
teóricos en el tiempo inmediatamente pulsional como la estructura simbólica
anterior (el siglo XIX). Si “clásicamente” que comandan las configuraciones psí-
fue la oposición mente-cuerpo, es decir quicas “actuales”, lo cual incidiría en una
el problema llamado “psicofìsico” el que lectura renovada de las operaciones de
comandó dicha estructuración subjetiva lenguaje, de pensamiento y “energéticas”
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que ahí se ponen en juego. Asimismo, del sujeto en la cultura toma la forma espe-
acercándonos al segundo aspecto a rele- cífica de una inscripción –o no inscripción-
var a continuación, es preciso resituar la tanto psíquica como social.
problemática subjetiva más allá de las
dimensiones “yoicas” e individuales de Discusión
su estructura psíquica. En esa línea, es el
concepto mismo de sujeto el que se ve Una doble constatación se impone a par-
cuestionado teórica y clínicamente. tir de lo expuesto hasta aquí.
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otro plano, en el modo por el cual las “pa- culturalmente y donde el “paciente” plan-
tologías” no existen sino en función de tea una demanda de atención profesional,
los discursos encargados de estudiarlas pero también de reconocimiento subjeti-
y “tratarlas” terapéuticamente. Así, el vo. Es en este dominio donde el lazo
padecer contemporáneo se expresa no intersubjetivo se expresa como transferen-
sólo en las sintomatologías que hemos cia, es decir como una estructura
esbozado sucintamente, sino en el lugar relacional comandada por la palabra y el
que ocupan al interior de los discursos diálogo. Es en este plano donde “experi-
propios a las disciplinas en su ubicación mentalmente” la estructuración subjeti-
social, es decir, en el “mercado” de la sa- va y el vínculo social se desdoblan
lud mental entendido como un espacio clínicamente, y donde el malestar con-
institucional donde se presentan las de- temporáneo puede ser analizado
mandas de atención y su inscripción téc- críticamente. El menoscabo del diálogo,
nica (clasificación, diagnostico, terapia). la aplicación abusiva de fórmulas técni-
cas o doctrinarias sostenidas en cuestio-
2.- En segundo lugar, sería necesario consi- nes de método o de “ideología” clínica –
derar la dinámica psíquica de la clínica ac- más que en un “espíritu científico”-, el
tual en su especificidad y en la manera como rechazo a un trabajo de pensamiento al
se organiza en tanto subjetividad (y no sólo interior de este espacio transferencial, en
en tanto aparato psíquico individual). En este fin: la dificultad de desarrollarlas y pro-
ámbito, la epistemología clínica debe mover un estilo en él, son limitantes que
complejizar sus criterios de conocimien- incumben no sólo al “paciente de hoy”,
to y de intervención, los cuales, sin ser sino a quienes se dedican a “tratarlo”.
abandonados completamente, deberían
incorporar un pensamiento clínico dife-
Referencias bibliográficas
rente. Así, por ejemplo, si es en el domi-
nio de las representaciones, de los afec- ACEITUNO, R. (1996) ”Aproximaciones a la
tos y de los vínculos intersubjetivos el que subjetividad actual”, en Praxis, Revista de
ha comandado las distinciones Psicologia y Ciencias Humanas, Santiago,
psicopatológicas clásicas, es su articula- Año 1, No1, 199, pp.10-30.
ción teórica la que debe ser reformulada a
partir de los desafíos actuales. Este análi- ACEITUNO, R. (2005): “Qué nos enseñan los
sis, mostraría probablemente que un én- pacientes de hoy?”, en Gradiva, Revista
fasis en la dimensión cognitiva puesta en de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis
juego crecientemente en la psicología con- ICHPA, Vol.6, No1, 2005, pp.9-18.
temporánea, descuida los componentes
BERGERET, J. Y REID, W. (1999): Narcissisme et
afectivos (o más bien pulsionales, en tér-
états-limites, Paris: Dunod.
minos psicoanalíticos), así como las com-
plejas relaciones intersubjetivas B ERNER , P., L UCCIONI, E.,(1984), “Aper Ç u
(identificatorias, fundamentalmente) que historique sur les mises en ordre des
comandan las patologías “límites” de hoy. maladies mentales”, Confrontations
psychiatriques, 24, 1984, pp. 11-39.
3.- En tercer lugar, se hace necesario interro-
gar cómo los dos aspectos recién mencio- DESRUELLES ET AL (1934), “Contribution à
nados toman su expresión clínica más l´histoire des classifications
directa en las vicisitudes del vínculo tera- psychiatriques”, Annales médico-
péutico, ahí donde el saber-poder del “ex- psychologiques, Paris: 1934, T.1., p. 637 y
perto” recibe un lugar definido sigs.
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