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Universidad Central del Ecuador

Facultad de Ciencias Psicológicas

Catedra de Corrientes Psicológicas

Nombre: Andrés Yumiseba

Fecha: 06/02/2024

Psicología Humanista:

Introducción a la Psicología humanista:

La Psicología Humanista nace oficialmente en USA en 1962, cuando un grupo de


psicólogos y pensadores progresistas de la época declaran su voluntad en desarrollar un
enfoque nuevo que trascendiera los determinismos y la fragmentación de los modelos vigentes
del Psicoanálisis y del Conductismo; el anhelo era entonces desarrollar un nueva Psicología que
se ocupe de la Subjetividad y la Experiencia Interna, de la Persona como un todo, sin
fragmentaciones como la conducta o el inconsciente, o la percepción o del lenguaje, sino que
contemplar a la Persona como objeto luminoso de estudio, y asimismo, desarrollar una nueva
disciplina que investigue los fenómenos más positivos y sanos del ser humano como el amor, la
creatividad, la comunicación, la libertad, la capacidad de decidir, el cambio terapéutico, y sobre
todo, la autenticidad y el arte de ser uno mismo, porque de allí debía provenir el sentido de
respeto y responsabilidad; desde ese núcleo del Ser, puede surgir un camino del existir que sea
sano o sabio, equilibrado y pleno, la autenticidad como un proceso de auto-aceptación y
aceptación de todo lo que existe.

Este grupo de pensadores estaba constituido por singulares exponentes de una


inquietud cultural nueva: Kurt Goldstein, Erich Fromm, Carl Rogers, Abraham Maslow, Fritz
Perls, Rollo May, Karen Horney, Aldous Huxley, Herbert Marcuse, y además estaban integrando
este grupo revolucionario del pensamiento contemporáneo, dos jóvenes psicoterapeutas, ellos
eran Sidney Jourard y Eugene Gendlin, ambos de 26 años de edad, convirtiéndose en el primer
presidente de la Asociación Humanística y el futuro descubridor del Focusing, respectivamente.

La Psicología Humanística norteamericana es un movimiento que acaba de cumplir los


50 años de vida, habiendo revolucionado la escena contemporánea de la Psicología y sus frutos
son hoy conocidos en el mundo entero, a partir de la formación de la Psicología Humanista en
USA en 1962.
El humanismo psicológico del antiguo continente, en cambio, ha tenido una rama más
filosófica que científica y sus expresiones provienen de la fenomenología existencial, de
pensadores como Heidegger, Sartre y Biswanger. Sobreviene entonces la ignorada dimensión
espiritual, es decir, la incorporación de la espiritualidad por parte de la Logoterapia fundada
por Viktor Frankl, a la Psicología del Diálogo originada por Martin Buber, y en el nuevo
continente, el fenómeno del sentido religioso de Paul Tillich. El humanismo europeo tiene una
tradición más filosófica y teológica. De allí también que grandes pensadores de la altura de
Friedrich Nietzsche y Sören Kierkegaard nos dejaran un legado a partir de una profunda crítica
a las raíces del pensamiento filosófico y teológico occidental, que dio origen a la sospecha que
hacía derribar el franco vuelo de las certezas en el pensamiento de lo verdadero y lo falso. Es
fundamental incluir en esta revolución a la corriente de pensamiento transpersonal que ha
puesto en evidencia las formas de conocimiento que surgen desde el individuo en el conocido
fenómeno de ampliación de la conciencia, uniéndose la tradición oriental con los hallazgos
experimentales, donde se ha manifestado una preocupación por la espiritualidad, las
experiencias con la muerte individual y el hallazgo de la mente holotrópica por parte de
Stanislav Grof (1931).

La psicología humanista, en su sentido más amplio, incluye a todos aquellos autores


que han desarrollado sus propuestas apuntando a una cierta concepción del ser humano, del
objeto de la psicología, de la patología, de la intervención psicológica y del método para
obtener conocimientos sobre todo lo anterior que se engarzan en la tradición filosófica
humanista. Considerada de este modo, es en la primera mitad del siglo XX cuando surgen las
primeras aportaciones de peso: en muchos aspectos la obra de William James en Estados
Unidos y las de Ludwig Bingswanger y Medard Boss, entre otros, en Europa. Sin embargo, la
psicología humanista, bajo esta denominación y como movimiento relativamente organizado,
se gesta durante las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX. En su aparición se pueden
identificar influencias de tres tipos: a) filosóficas; b) sociales y culturales; y c) propiamente del
ámbito de la psicología. Empecemos por estas últimas.

Desde una perspectiva estrictamente psicológica, el movimiento de la psicología


humanista nace con la pretensión de configurarse como una alternativa a la visión del ser
humano que proporcionan tanto el psicoanálisis como el conductismo (las dos grandes fuerzas
de la psicología en esos años), de ahí que este movimiento sea también conocido como
“tercera fuerza”. El psicoanálisis y el conductismo serían criticados por sostener concepciones
del ser humano explícita o implícitamente negativas, deshumanizadas o reduccionistas así
como por su mecanicismo y determinismo. Las propuestas alternativas se van a caracterizar,
además de por este rechazo, por su variedad, hasta el punto de que es más apropiado hablar
de un movimiento que de una escuela.

Esta crítica y el consiguiente posicionamiento como tercera fuerza dentro del campo de
la psicología, vienen también influida por factores sociales y culturales. El desánimo y
desasosiego que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, la conciencia de la amenaza atómica
y la guerra fría, la insatisfacción social que culminó en los movimientos contraculturales de los
años sesenta, son elementos que conformaron el caldo de cultivo en el que nació la psicología
humanista. Sin embargo, no hay que perder de vista que este “malestar de la cultura” no era
nuevo -aunque sí tenía algún elemento nuevo como la posibilidad de destrucción masiva de la
humanidad-, y que desde el punto de vista de la historia del pensamiento la crítica tanto al
pensamiento abstracto, como a los mecanicismos y reduccionismos en la concepción del
hombre tiene una larga tradición. De esta tradición filosófica humanista y de su influencia en la
psicología humanista hablaremos en el apartado siguiente, pero adelantemos aquí que incide
directamente en el desarrollo en Europa de la psicología existencial, anterior a la eclosión
norteamericana de la psicología humanista. De hecho, en muchos textos se utiliza el término
humanístico-existencial para agrupar en un todo ambas corrientes.

En lo referente a los principales representantes de este movimiento ya se ha nombrado


a William James (ver cap. 5) dado que su concepción de la psicología y del método son un
marco en el que la psicología humanista se puede sentir cómoda. Autores como Gordon
Allport, Abraham Maslow o Carl Rogers junto a Ludwig Bingswanger, Medard Boss, Rollo May,
Victor Frankl, Eric Fromm o Ronald Laing forman un heteróclito grupo del que trataremos de
ver los elementos comunes.

Fundamentos teóricos: bases conceptuales

La psicología humanista es mucho más un movimiento que una escuela, y si consideramos el


conceptualmente amplio grupo de los autores humanístico-existenciales es, aun más que un
movimiento, el reflejo de una actitud sobre el ser humano y el conocimiento. Con todo, no han
faltado los intentos de unificación en torno a las propuestas de unos postulados básicos.
Bugental, el primer presidente de la Asociación Americana de Psicología Humanista, propuso
los siguientes cinco puntos:

1) El hombre, como hombre, sobrepasa la suma de sus partes

2) El hombre lleva a cabo su existencia en un contexto humano.


3) El hombre es consciente.

4) El hombre tiene capacidad de elección

5) El hombre es intencional en sus propósitos, sus experiencias valorativas, su creatividad y su


reconocimiento de significación.

Por su parte, dicha Asociación, propone cuatro puntos que compartirían los integrantes del
movimiento:

1) La psicología humanista se centra en la persona humana y su experiencia interior, así como


en su significado para ella y en la autopresencia que esto le supone.

2) Enfatización de las características distintivas y específicamente humanas: decisión,


creatividad, autorrealización, etc.

3) Mantenimiento del criterio de significación intrínseca, en la selección de problemas a


investigar en contra de un valor inspirado únicamente en el valor de la objetividad.

4) Compromiso con el valor de la dignidad humana e interés en el desarrollo pleno del


potencial inherente a cada persona; para la psicología humanista es central la persona tal como
se descubre a sí misma y en relación con las restantes personas y grupos sociales.

Gordon Allport, uno de los más sólidos y respetados fundadores de este movimiento, propuso
la distinción entre las orientaciones idiográficas y nomotéticas en psicología. La orientación
idiográfica pone el énfasis en la experiencia individual, en el caso único, mientras que la
orientación nomotética se interesa por abstracciones estadísticas tales como medias o
desviaciones típicas. Allport se preguntaba si la psicología, en su carrera por ganar credibilidad
científica, no estaría negando lo que debería ser la más importante realidad de la psicología: la
experiencia individual. Allport no negaba la importancia de la orientación nomotética para la
psicología, pero reclamaba un lugar importante, también, para la orientación idiográfica.

Como se ve, más allá de fundamentarse en una tradición de pensamiento relativamente común
y de compartir, hasta cierto punto, unos postulados básicos muy generales sobre la naturaleza
del ser humano y sobre cómo la psicología debe incidir sobre él, no hay más elementos que
respondan a lo que sería una escuela estructurada. Seamos idiográficos pues y busquemos el
interés en los autores individuales: veamos alguna de las aportaciones de Ludwig Bingswanger,
Rollo May, Abraham Maslow y Carl Rogers.

Un humanismo naturalista

La Psicología Humanista se remite habitualmente a la teoría orgánica como su marco de


referencia conceptual. Su principio fundamental es la tendencia actualizante del organismo. De
hecho, fue Goldstein (1940) el primero en introducir el concepto de autoactualización, según el
cual todas las características y motivos del organismo están al servicio de esta tendencia
suprema:

"Las tendencias que mantienen en funcionamiento el organismo no son más que las fuerzas
que surgen de su tendencia a actualizarse tan plenamente como sea posible en términos de
sus potencialidades".

Manuel Villegas Besora, en "La Psicología Humanista", según Campbell (1984), plantea que
tiene un solo y único principio:
"Dadas unas circunstancias nutritivas, el ser humano posee el potencial para desarrollarse
como una persona sana, que se autodetermina, autorrealiza y trasciende".

A este principio, Rogers (1980) lo llama "tendencia formativa", una verdadera fuerza motriz,
que según él no solo se halla presente en los organismos vivos, sino en todo el universo:

"Mi hipótesis es que en el universo hay una tendencia direccional formativa, que puede
observarse en el espacio estelar, en los cristales y microorganismos, en los organismos más
complejos y, finalmente, en los seres humanos".

La tendencia actualizadora no sería más que un derivado de ella:

"Podemos decir que en todo organismo, a cualquier nivel, existe un flujo subyacente hacia la
realización constructiva de sus posibilidades inherentes. En los seres humanos existe también
una tendencia natural hacia un desarrollo más complejo y pleno. El término que más se ha
utilizado es el de tendencia actualizante y está presente en todo organismo vivo".

Esta tendencia en el plano psicológico significa que cada ser humano "posee una tendencia
autodirigida hacia la totalidad, hacia la actualización de sus posibilidades". Además, es
selectiva y actúa solo en una dirección constructiva. Las posiciones actuales de Rogers (1980)
buscan su apoyo en la biología, la física y la cosmología. Pero inicialmente estaban basadas en
la experiencia en psicoterapia. Rogers (1951) había observado que bajo ciertas condiciones,
llamadas por él "facilitadoras", se producía un movimiento espontáneo del cliente hacia una
mayor integración.

Esta tendencia que él llamaba actualizante encontraba su paralelismo en la teoría motivacional


de Maslow que llevaba también inexorablemente hacia la autorrealización. Ambas teorías se
hallan potencialmente contenidas en la concepción holística de J. C. Smuts (1926). "Aunque
reconozco mi deuda con el historiador británico Lancelot Whyte", dice Rogers (1980):

"Quedé sorprendido al saber tiempo después que casi las mismas ideas se encontraban en un
libro anterior de Jan C. Smuts, el legendario soldado sudafricano, cuyo tema era la tendencia
holística, totalizadora en todos los estados de la existencia, fundamental en el universo".

Las ideas o conceptos básicos de la teoría holística pueden resumirse de la siguiente forma: El
organismo humano tiene una naturaleza interna intrínseca de necesidades y tendencias
direccionales. El modelo holístico de la organización y el crecimiento de la personalidad es
biológico. Las tendencias direccionales orgánicas orientan y controlan el desarrollo de la
personalidad humana. El organismo ha de afirmarse en estas direcciones para asegurar un
crecimiento sano.

Existe un impulso natural hacia la autorrealización. El concepto de autorrealización incluye la


necesidad de establecer unidad y coherencia. Los impulsos y tendencias básicas del organismo
humano son de naturaleza positiva. El impulso humano tiene una orientación claramente
social. La conducta negativa y destructiva es consecuencia de una reacción a la frustración de
necesidades estrechamente vinculadas a las tendencias direccionales básicas, o producto de
una reestructuración incongruente ante un medio social hostil.

La personalidad humana se concibe como una organización y un proceso. El hombre tiene


enormes potencialidades de crecimiento, todavía no realizadas. La Psicología Humanista
acentúa el desarrollo de este potencial, al tiempo que la concepción de una personalidad sana
en oposición a la visión psicopatológica del hombre y la sociedad.
La teoría orgánica, formulada por Goldstein, coincide fundamentalmente con la teoría holística:
el organismo está compuesto de distintas partes articuladas entre sí, que no actúan de forma
disociada sino en condiciones experimentales patológicas o bajo fuerte ansiedad. La
autorrealización es el único y auténtico impulso del organismo. Los impulsos descritos por la
psicología (hambre, sexo, poder, curiosidad, logro, etc.) no son distintos, sino manifestaciones
de un único y básico impulso, el de la autorrealización, hacia el que tiende el organismo de
forma unitaria. Esto lleva a que las necesidades pasen de uno a otro plano, según el lugar que
ocupen en cada momento. La autorrealización es la tendencia creadora de la naturaleza
humana, el principio orgánico según el cual el organismo llega a su pleno y cabal desarrollo.

El concepto de autorrealización resulta pues nuclear en la concepción humanista. Aparece


originariamente en la teoría motivacional de Maslow (1943, 1954), como el remate de la
pirámide jerárquica de necesidades y se ha ido repitiendo en sucesivos

Un humanismo axiológico y trascendental

A pesar de posibles matices diferenciales entre los autores que utilizan el concepto (Rogers,
Maslow, Frankl, Fromm), la suposición básica o general de la que parten es la misma: existen
valores cuya realización o alcance constituyen la finalidad de la vida humana. La referencia a los
valores se halla ya en los documentos fundacionales y la bibliografía primigenia de la Psicología
Humanista. En el folleto que acompañaba al boletín de inscripción de la American Association
for Humanistic Psychology podían leerse estas frases de Bugental y Bühler. Bühler (1962) es
autora de un libro titulado "Values in Psychotherapy", que obtuvo notable resonancia en el
momento de su aparición. Tanto Fromm con su concepto de conciencia humanista (1947) o el
de sociedad del ser y del tener (1976), como V. Frankl con su insistencia en la necesidad de los
valores para una existencia significativa, o Maslow con su abundante literatura sobre
motivaciones y teoría Z, "New knowledge in human values" (1959), "Religious values and peak
experiences" (1964, 1970), parten del supuesto que existe una meta o estado a alcanzar,
predeterminado organicamente (Maslow) o incluso cosmológicamente (Teilhard de Chardin).

Para resumirlo en unas cuantas palabras, dice Maslow (1971): "El hombre tiene una naturaleza
elevada y trascendente y esta es parte de su esencia, esto es de su naturaleza biológica, como
miembro de una especie que se ha desarrollado. Esto implica para mí algo que vale más que
exprese claramente: un rechazo absoluto del existencialismo tipo Sartre".

Muy esquemáticamente, el presupuesto antropofilosófico de la teoría de autorrealización


puede expresarse de la siguiente manera: El ser humano se halla en un punto culminante de la
evolución cósmica. Su naturaleza orgánica lleva genéticamente inscrita la potencialidad de un
desarrollo todavía más elevado que está llamado a desplegarse durante la existencia individual
y colectiva hasta alcanzar su plenitud.

Esta visión globalizadora del proceso de autorrealización es un calco perfecto de la visión


teilhardiana de la evolución. Con razón Frank Severin (1967) pudo hablar de la Psicología
Humanista de Teilhard de Chardin. Según Severin, Darwin nos ofreció una comprensión
unificada de la naturaleza, "el universo aparece como un gigantesco átomo, solamente
comprensible en su integridad total". En él, el ser humano ocupa un lugar complementario
como todos los otros seres o elementos: "constituye la noosfera o esfera de la conciencia, cuya
función no se justifica por sí sola, sino en función del conjunto. La antropogénesis es una
continuación de la biogénesis y ésta de la cosmogénesis. Las leyes de la biología continúan
aplicándose a la evolución, aun cuando esta entre en las esferas de lo psicológico y lo social".
Las consecuencias últimas de la concepción holística del "fenómeno humano" llevan
inexorablemente a una visión trascendentalista, tal como históricamente ha sucedido con
todos los autores humanistas. Maslow (1967, 1968b, 1971), Rogers (1980), Fromm (1960,
1976), Anthony Sutich (1968), Frankl (1966), excepción hecha de Rollo May (1982), han seguido
el mismo camino. Como observa May (1985), el humanismo significa para ellos la pertenencia
sin solución de continuidad del ser humano a los dos reinos, el natural y el sobrenatural.

Para estos autores, la dimensión religiosa de la Psicología Humanista (Fuller, 1982) es intrínseca
a cualquier consideración del ser, del sí mismo, de la autorrealización y de la naturaleza
humana. Maslow (1970) considera que una psicología holística debe combinar las dimensiones
"humanística, transpersonal y transhumana" en una sola, puesto que el ser humano "posee
una naturaleza más elevada y trascendente que constituye su esencia".

Un humanismo no-dialéctico

Como es sabido, el modelo de Maslow (1954, 1968b) concebía la motivación humana


estructurada en un sistema jerárquico de necesidades instintoides que emergían en un orden
decreciente de control biológico: 1) necesidades fisiológicas, 2) necesidades de seguridad, 3)
necesidades de pertenencia y amor, 4) necesidades de aprecio, 5) necesidades de
autorrealización. Según Maslow, la progresión es hacia "llegar a ser completamente humano,
todo lo que la persona puede llegar a ser". A nivel de autorrealización, por tanto, el foco se
desplaza de las motivaciones de déficit hacia el cultivo de las potencialidades y la satisfacción
de las metanecesidades. El nexo jerárquico que Maslow establece entre las necesidades, así
como el carácter progresivo o dinámico de la motivación, en explícita oposición a las teorías
homeostáticas, postula que la satisfacción de las necesidades inferiores conlleva
automáticamente la emergencia de las superiores.

Sin embargo, esta inexorable trayectoria de la motivación hacia niveles superiores no parece
responder a la evidencia empírica de la vida de la mayoría de las personas. Smith (1973) y
Geller (1982, 1984) en sendas revisiones de la teoría motivacional de Maslow, desde el campo
mismo de la Psicología Humanista, la critican duramente. Existe constancia de que el propio
Maslow poco antes de su muerte, ocurrida en 1970, era consciente de esta incongruencia de
su teoría. En la entrevista publicada por Frick (1971), grabada el 23 de noviembre de 1968,
Maslow reconocía, como ya había hecho públicamente el año anterior 1967, que la
metamotivación no parece sobrevenir de una forma automática luego de la gratificación de las
necesidades básicas.

Si las teorías de la autoactualización fallan tanto en sus pretensiones trascendentales como en


su fundamentación orgánica, ello se debe a sus presupuestos filosóficos de base. En efecto,
¿puede sostenerse en el campo de las ciencias histórico-sociales una filosofía estrictamente
naturalista o esencialista?

El concepto de potencialidad se basa en la suposición de un código genético llamado a


desarrollarse en el seno de un medio ecológico favorable, pero sin confundirse con él. En 1962,
Maslow escribía: "El hombre no se encuentra en la práctica moldeado de acuerdo con la
humanidad, ni se le enseña a ser humano. El papel del medio ambiente es en la práctica
permitirle o ayudarle a realizar sus propias potencialidades, no las del ambiente. El ambiente
no le infunde potencialidades ni capacidades, sino que en forma embrionaria o incipiente ya
las posee, al igual que posee brazos y piernas en el embrión... La creatividad, espontaneidad,
conciencia de sí, autenticidad, interés por los demás y anhelo de la verdad son potencialidades
pertenecientes a su condición de miembro de la especie... Un maestro, una madre o una
cultura no crean un ser humano, lo que hacen es más bien permitir, promover o facilitar la
actualización de aquello que ya existe en embrion... La cultura es el sol, el agua y el alimento,
pero no es la semilla".

Esta concepción biologicista concibe el medio como un factor auxiliar, no interactivo (Smith,
1985). En la moderna biología existe una tendencia a superar este planteamiento aislacionista
y concebir el código genético, no como un conjunto de direcciones a desarrollar, sino como un
conjunto de reglas interactivas (Murayama, 1977).

Huston Smith, aunque admite que tal vez sea cierta la crítica de Geller (1982) al concepto de
autoactualización, basada en el hecho de que la interacción social es necesaria para la
formación del ser humano, considera que, sin embargo, no es por sí sola suficiente. Para él,
esta cuestión remite a la polémica entre racionalismo y empirismo, que ha tenido en
psicología, a propósito de los universales lingüísticos de Chomsky, uno de sus máximos
exponentes o, en el campo de la filosofía, entre esencialismo y existencialismo, en el que Smith
encuadra la crítica de Geller. Sin embargo, de acuerdo con Geller (1984), la teoría de Maslow
no admite una interpretación emergentista, sino que es reductivamente biológica: tanto las
estructuras como los contenidos de las necesidades humanas, incluso las más elevadas, son
innatas y están genéticamente determinadas.

En este supuesto, ¿cuáles serían las condiciones auxiliares presentes en el ambiente que
actuarían de facilitadores, tales como el agua, la tierra y el sol para usar el símil propuesto por
Maslow? Rogers ha respondido a esta cuestión a través del enunciado y de la descripción de las
condiciones o actitudes "facilitadoras" del proceso terapéutico centrado en la persona, que han
constituido el núcleo de su trabajo durante más de cuarenta años. En una reciente
reelaboración de sus postulados Rogers (1978, 1980) lo resume así: "Para que el clima facilite el
crecimiento deberían cumplirse tres condiciones, las cuales son apropiadas, tanto para
describir las relaciones entre terapeuta y cliente, como entre padres e hijos, líderes y grupo,
profesores y alumnos, administradores y staff. En general, serán adecuadas en cualquier
situación en la que el propósito sea el desarrollo de la persona".

Las condiciones facilitadoras, como es sabido, se reducen para Rogers básicamente a tres:
congruencia, empatía y aceptación. La cuestión crítica que se plantea al respecto es saber si
estas condiciones se bastan por sí mismas, si son las necesarias y suficientes para facilitar por sí
solas el desarrollo de la persona. Que estas actitudes jueguen un papel facilitador de la relación
terapéutica parece que está fuera de toda duda después de los cuidadosos trabajos del propio
Rogers (1967) y colaboradores (Rogers, Gendelin, Kiesler, Truaux, 1967; Truaux y Mitchell,
1971).

Abraham Maslow

Abraham Maslow (1908-1970) es una de las figuras más conocidas del movimiento de la
psicología humanista; su influencia y su prestigio le llevaron a ser elegido en 1968 presidente
de la American Psychological Association. Comparte con otros representantes del movimiento
humanista el intento de formular un sistema holístico abierto a la variedad de la experiencia
humana y, por tanto, el rechazo al establecimiento de un método único para acercarse a esta
diversidad. Nunca está de más insistir, en un campo a menudo tan infantilmente excluyente
como el nuestro, que la crítica a sistemas como el conductismo o el psicoanálisis no supone la
exclusión o negación de dichos sistemas sino el señalamiento de sus limitaciones.
Concretamente, Maslow propone que se integren en sistemas más amplios, evitando sobre
todo la tendencia, en sus palabras, inmadura y dicotómica de ser, por ejemplo, freudiano o
anti-freudiano: “soy freudiano, soy conductista y soy humanista” dejó escrito en uno de sus
últimos trabajos.

Posiblemente, una de las peculiaridades del trabajo de Maslow sea su interés por las personas
humanamente excepcionales, lo cual puede marcar una diferencia con los sistemas que han
obtenido sus datos de la patología o con los que los obtienen de la norma. De este modo, se
trataría de ir conformando una visión de la humanidad que muestra lo que el hombre puede
llegar a ser. El modo en que se actualiza ese llegar a ser, tanto como el modo en que se puede
frustrar y sus consecuencias centraron el interés de Maslow.

A partir de lo anterior se entiende que el concepto central en la psicología de Maslow sea el de


autorrealización, entendida como culminación de la tendencia al crecimiento que Maslow
define como la obtención de la satisfacción de necesidades progresivamente superiores y,
junto a esto, la satisfacción de la necesidad de estructurar el mundo a partir de sus propios
análisis y valores.

Con relación al tema de la satisfacción de necesidades, Maslow establece su jerarquía de


necesidades, quizá la más conocida de sus aportaciones. Maslow rechazaba las teorías de la
motivación que partían de determinantes únicos de la conducta proponiendo una teoría de
determinantes múltiples jerárquicamente organizados. Esta organización sería como sigue: En
el primer nivel estarían las necesidades fisiológicas (comida, agua, sueño, etc.), necesidades
que aún perteneciendo a este nivel tan básico tienen un componente de individualidad. Si
estas necesidades fisiológicas son razonablemente satisfechas aparece el segundo nivel de
necesidades: las necesidades de seguridad. Del mismo modo el siguiente nivel sería el de
necesidades de pertenencia y amor; Maslow consideraba que la frustración en este nivel es el
principal trasunto de los problemas humanos de ajuste. El siguiente nivel sería el de
necesidades de estima, que incluiría la necesidad de sentirse competente, de ser reconocido
por los propios logros y de sentirse adecuado. Finalmente, el hombre se abre a las necesidades
de desarrollo de autorrealización, definida más arriba, como necesidades tan integrantes del
ser humano como las primeras.

El proceso que lleva a la autorrealización culmina en lo que Maslow (1962) llama “experiencia
cumbre”, aquello que se siente cuando se alcanza una cota como ser humano, un estar aquí y
ahora “perdido en el presente”, con la conciencia de que lo que debería ser, es. Para Maslow,
estas experiencias son perfectamente naturales y fácilmente investigables (aunque no
especifica cómo) y nos enseñan sobre el funcionamiento humano maduro, evolucionado y
sano. Maslow identifica la sanidad, la autorrealización y la creatividad.

Cuando el proceso hacia la autorrealización se corta, aparecen reacciones desanimadoras,


compensatorias o neuróticas y la conducta se focaliza hacia la evitación impidiendo el
desarrollo autónomo. Maslow propone una concepción de la patología, relacionando la
privación de los Valores del ser (o Valores-B, del inglés “being”=ser) con la aparición de
determinadas alteraciones, que él llama metapatologías y que entiende como disminuciones
de lo humano. Por ejemplo, cuando el Valor-B “verdad” es privado patógenamente y sustituido
por deshonestidad, la metapatología específica que aparece es la incredulidad, desconfianza,
cinismo o recelo.

Carl Rogers

Las propuestas de Carl Rogers (1902-1987) son, quizá, las más influyentes y conocidas de entre
las que surgieron dentro del movimiento humanista. Su enfoque terapéutico, la terapia
centrada en el cliente, también es conocido como terapia no directiva. La hipótesis central de
este enfoque la establece así brevemente Rogers: el individuo posee en sí mismo medios para
la autocomprensión, para el cambio del concepto de sí mismo, de las actitudes y del
comportamiento autodirigido; estos medios pueden ser explotados con sólo proporcionar un
clima determinado de actitudes psicológicas favorables. De un modo resumido la terapia
centrada en el cliente parte de dos premisas fundamentales:

1) La confianza radical en la persona del cliente.

2) El rechazo al papel directivo del terapeuta.

Para Rogers el ser humano nace con una tendencia realizadora (el concepto central en la teoría
de Rogers) que, si no se falsea o se tuerce por los sucesos de la crianza, puede dar como
resultado una persona de pleno funcionamiento, es decir, alguien permeable a nuevas
experiencias, capaz de reflexión, espontáneo, y capaz de valorar a otros y a sí mismo. La
persona mal adaptada sería, pues, cerrada, rígida y autodespreciativa.

El enfoque psicoterapéutico de Rogers enfatiza la actitud y cualidades del terapeuta como


elemento esencial del cambio. De este modo, cualidades tales como empatía, autenticidad y
congruencia son requeridas al terapeuta como condición esencial para producir un cambio
terapéutico: el peso recae en el terapeuta más que en la técnica.

Rogers se interesó particularmente por la comprensión y descripción del proceso de cambio en


las personas cuando estas se sienten aceptadas y comprendidas tal como son por el terapeuta.
En un primer momento del proceso de cambio, se produce una relajación de los sentimientos.
Estos pasan de describirse como algo remoto a ser reconocidos como propios, para finalizar
experimentándolos como un flujo siempre cambiante. También se da un cambio en el modo de
experimentar: el individuo comienza muy alejado de su vivencia hasta que progresivamente la
va aceptando como un referente al que se puede acudir en busca de significados y, finalmente,
la persona se permite vivir de manera libre y permisiva y emplea sus vivencias como principal
referente de sus conductas. En este proceso igualmente se da un paso de la incoherencia a la
coherencia. En un extremo estaría el máximo de incoherencia, desconocida para el propio
individuo; progresivamente iría tomando conciencia de sus contradicciones para terminar
experimentando sólo la incoherencia de modo ocasional puesto que ya no percibe como
amenazadora su experiencia. Cambia también su relación con los problemas, desde su
negación, pasando por su reconocimiento, hasta la conciencia de la propia participación en su
génesis. Igualmente, el modo de relacionarse cambia desde la evitación de las relaciones
íntimas hasta una vivencia abierta y libre de su relación con los demás.

Bibliografía:

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