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Dentro de esta Pneumatología se inscriben las cuatro cartas dirigidas por el Alejandrino a
su amigo El obispo Serapión de Thmuis entre los años 359-360 y que se recogen en la
presente obra.
Serapión había informado a Atanasio de la existencia de algunos que, aunque
afirmaban la divinidad del Hijo, negaban la del Espíritu Santo. Nuestro autor los
denominará los «trópicos», por la interpretación metafórica (trópica) que hacían de los
pasajes escriturísticos para fundamentar su doctrina sobre el carácter creatural del
Espíritu Santo. Las epístolas a Serapión permitirán a Atanasio esbozar su
Pneumatología, formulando dos principios fundamentales con los que rebate las bases
de una nueva herejía.
En definitiva, nos encontramos ante una importante obra desde el punto de vista
histórico-dogmático que, aunque no alcanzó la formulación positiva de proclamar la
divinidad del Espíritu Santo, sí aportó las pruebas de que no era una criatura. Atanasio
es uno de los grandes padres de la ortodoxia católica. En su aprsurada vida, que conoció
varios destierros no dejó de luchar por la correcta formulación de la fe y la erradicación de
la herejía.
Las Cartas a Serapión constituyen, en su conjunto, un importante tratado sobre la
divinidad del Espíritu Santo. Una vez fue desplazada la herejía arriana, que concebía al
Verbo como criatura, algunos empezaron a afirmar que el Espíritu Santo no era Dios.
Atanasio, que entonces estaba exiliado en el desierto por orden del emperador Constancio,
tiene noticia de esa nueva desviación doctrinal a través de su amigo el obispo Serapión. Los
negadores de la divinidad del Espíritu Santo son conocidos, en la actualidad, con el nombre
de pneumatómakos, aunque Atanasio los denomina trópicos, por el uso indebido que hacen
de los tropos (lugares) escriturísticos.
La argumentación atanasiana gira en torno a dos grandes polos. Por una parte
enseña a distinguir los diversos usos que se dan en la escritura a la palabra “Espíritu”. Hay
que fijarse bien cuando se refiere a la Tercera Persona de la Trinidad. Lo mismo
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sucede cuando se habla del Verbo. Hay que diferenciar cuando se le trata según la
naturaleza humana o la divina.
Y, por otra parte, Atanasio insiste en la limitación del lenguaje humano para
explicar cómo es Dios. De ahí la importancia de prestar atención al lenguaje escriturístico
y, por extensión, al fijado en la Tradición y el Magisterio. Las cuatro cartas a Serapión son
una magnífica refutación el error herético.