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FAMILIA Y VOCACIÓN.

PASTORAL VOCACINAL.
“La vocación, un don de Dios presente en la familia”
Oración: El amor familiar: vocación y camino de santidad

Padre Santo,
estamos aquí ante Ti
para alabarte y agradecerte el gran don de la familia.

Te pedimos por las familias


consagradas en el sacramento del matrimonio,
para que redescubran cada día la gracia recibida y,
como pequeñas Iglesias domésticas,
sepan dar testimonio de tu Presencia
y del amor con el que Cristo ama a la Iglesia.
Te pedimos por las familias
que pasan por dificultades y sufrimientos,
por enfermedad, o aprietos que sólo Tú conoces:
Sostenlas y hazlas conscientes
del camino de santificación al que las llamas,
para que puedan experimentar Tu infinita misericordia
y encontrar nuevas formas de crecer en el amor.

Te pedimos por los niños y los jóvenes,


para que puedan encontrarte
y responder con alegría a la vocación
que has pensado para ellos;
por los padres y los abuelos, para que sean conscientes de que son signo
de la paternidad y maternidad de Dios
en el cuidado de los niños que, en la carne y en el espíritu,
Tú les encomiendas;
y por la experiencia de fraternidad que la familia puede dar al mundo.

Señor, haz que cada familia


pueda vivir su propia vocación a la santidad en la Iglesia
como una llamada a ser protagonista de la evangelización,
al servicio de la vida y de la paz,
en comunión con los sacerdotes y todo estado de vida.

Bendice el Encuentro Mundial de las Familias


Amén

Oración oficial para el X Encuentro Mundial de las Familias 22-26 de junio de 2022.
FAMILIA Y VOCACIÓN.
PASTORAL VOCACINAL.
OBSERVAR
“Dios re-crea al hombre y a la familia en su vocación”
Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la
familia es una auténtica “escuela de humanidad” (cfr. Gaudium et Spes, 52), de la que se
percibe fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de la
institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia
permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia, experta en
humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso y con profunda convicción el
“Evangelio de la familia” que le fue encomendado con la revelación del amor de Dios en
Jesucristo e ininterrumpidamente enseñado por los Padres, los Maestros de espiritualidad y
el Magisterio de la Iglesia. La familia asume para la Iglesia una importancia del todo
particular y en un momento en que se invita a todos los creyentes a salir de sí mismos es
necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la evangelización. El
pensamiento va al testimonio misionero de tantas familias.
Diálogo
Abriremos a continuación un momento de diálogo entre los jóvenes, por lo que pedimos
reunirse en pequeños grupos, de tal modo que puedan compartir entre ellos las siguientes
preguntas del esquema. Quizá este diálogo que se abre ahora se pueda retomar más adelante
en casa, en un clima de más familiaridad.
Indicación: cada integrante de la familia presente responda alguna pregunta y que se
comparta brevemente.
¿Cómo se enamoraron los abuelos? O ¿dónde se conocieron? ¿De dónde eran/son
originarios?
¿Qué dificultades encontraron al casarse o unirse como matrimonio?
¿Cómo se enamoraron papá y mamá? ¿Tuvieron dificultades para descubrir que era
el amor de su vida?
¿Cómo fue el primer embarazo de mamá? ¿Tuvo dificultades?
¿Alguna vez soñaron o planearon cuántos hijos tener? ¿Hubo algún hijo que se
escapó de los planes?
¿El amor de enamorados no exige tanto como el de pareja o esposos? ¿Qué
diferencias hay?
La viudez es un estilo de vida en la vocación laical, ¿hay alguien en la familia que
ha pasado por ella? ¿Le han dicho que es parte de las vocaciones?
¿Hay algún consagrado o consagrada en la familia? ¿Algún sacerdote?
¿Qué opinas que las vocaciones son para dar vida?, y si son consagradas ¿son para
dar vida desde Dios?
¿Qué valor le das al sacerdocio, a la vida religiosa o matrimonial en la familia? ¿Las
descubres importantes? ¿Por qué?
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Se pueden observar realidades familiares variadas en el tiempo actual. La familia, al ser la
célula de toda sociedad, sufre los embates ideológicos igual que el ser humano en su
individualidad.
La cultura líquida posmoderna en que vivimos crea una mentalidad líquida en la misma
familia. Los valores y la moral se ven reducidos a un relativismo. Esto quiere decir que
aquello que ayer era importante hoy puede ya no serlo y depende de mí y no de lo que la
sociedad o una institución, como la Iglesia, piensen.
Caer en esto provoca un auténtico caos donde el ser humano se siente creador de la
sociedad y no cocreador con Dios de un Pueblo.
El Papa Francisco ya comentaba:
El mundo creado está confiado al hombre y a la mujer: lo que pasa entre ellos da la marca a
todo. El rechazo de la bendición de Dios llega faltamente a un delirio de omnipotencia que
arruina cada cosa. Es lo que llamamos “pecado original”. Y todos venimos al mundo con la
herencia de esta enfermedad. (Papa Francisco, Catequesis sobre Matrimonio y familia,
Ciudad del Vaticano el 16 de septiembre de 2015).
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia.
El contexto sociocultural
La realidad de la familia hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en
los padres, los abuelos, los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos, y en el
vínculo entre dos familias que se crea con cada matrimonio. El cambio antropológico-
cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y
diversificado. Hay que subrayar ante todo los aspectos positivos: la mayor libertad de
expresión y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, al
menos en algunas regiones. Pero, por otra parte, también hay que considerar el creciente
peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y
acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que
prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos
asumidos con carácter absoluto. A esto se añade la crisis de la fe que afecta a tantos
católicos y que a menudo está en el origen de las crisis del matrimonio y de la familia .
Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios
en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones. Asimismo, hay una sensación
general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar
a las familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a veces se vive
como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado alta que ciertamente no alienta a
los jóvenes a contraer matrimonio. Con frecuencia las familias se sienten abandonadas por
el desinterés y la poca atención de las instituciones. Las consecuencias negativas desde el
punto de vista de la organización social son evidentes: de la crisis demográfica a las
dificultades educativas, de la fatiga a la hora de acoger la presencia de los ancianos como
un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces llega a la violencia.
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Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos particulares. En algunas
sociedades todavía está en vigor la práctica de la poligamia y en algunos contextos
tradicionales la costumbre del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la
práctica de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de la Iglesia
Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con
todas las dificultades que conllevan respecto a la configuración jurídica, al bautismo y a la
educación de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de vista de la diversidad de la fe.
Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y
muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar
ampliado o reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de
opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con frecuencia los
niños son motivo de contienda entre los padres y además los hijos son las verdaderas
víctimas de las laceraciones familiares.
Los padres a menudo están ausentes, no sólo por causas económicas, precisamente allí
donde se percibe la necesidad de que ellos asuman más claramente la responsabilidad de los
hijos y de la familia. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la
guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen organizado, se dan situaciones familiares
deterioradas y sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado
fenómeno de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan otro signo de
los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la
vida familiar.
Estilos de la familia como la manera en que se lleva a cabo el proceso de formación
vocacional y la orientación profesional:
Dominante: se refiere a aquellas familias donde se le impone al estudiante, de
diversas maneras, la selección de una carrera u otra, o lo conducen a la no selección
de alguna profesión o vocación y los oficios que son del desagrado de sus
miembros, apelando a la fuerza física, psicológica, o a ambas.
Este método trae consecuencias negativas, ya que, al subvalorar a los adolescentes, se
limita su autonomía, y se crean las bases para un conflicto entre padres y adolescentes,
o dominantes y dominados.
Tolerante: los miembros de la familia permiten que sus hijos escojan la carrera que
desean estudiar sin ningún tipo de coerción. Hay casos en los cuales los familiares
tienen conocimiento de la profesión que desea estudiar el adolescente, y
considerando que este no está capacitado física y mentalmente para asumirla, o
aunque supongan que está preparado para desempeñar otras, no manifiestan su
opinión al respecto, ni intervienen en el asunto.
Este estilo no se caracteriza por desentenderse de los asuntos escolares del adolescente
o el que descubra alguna vocación, sino por la preocupación por su rendimiento
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académico y disciplina, pero más importante por su plena felicidad, en caso de
presentar dificultades, no son capaces de actuar para erradicarlas.
Inestable: carencia de sistematicidad en las actividades de formación vocacional y
orientación en la fe. Se refiere a la variabilidad en los usos de los diferentes estilos
de vida sin sentido alguno. Esta inestabilidad puede darse de diversas formas:
Tipo A: falta de sistematicidad en la en la formación y proyección de los estilos
vacacionales de vida o alguna profesión.
Tipo B: coexistencia de miembros de la familia claves en el proceso de formación
vocacional y orientación profesional que no utilicen el mismo estilo vocacional,
realizando su influencia de manera diferente, lo cual no se corresponde con la manera
de actuar en un estilo vocacional.
Indiferente: se refiere a la falta de ocupación de los tutores hacia la formación
vocacional y la orientación profesional de los hijos. No conocen la carrera que desea
estudiar el adolescente, no manifiestan preocupación y ocupación al respecto. Existe
un descuido en las responsabilidades educativas paternales, no existe la atención
hacia el proceso de formación vocacional y orientación profesional, lo que incide
negativamente en el mismo, ya que no se le brinda apoyo y formación sobre el tema
de la continuidad del proceso del joven.
Supervigilante: exceso de cuidado en cuanto a la formación de fe y vocacional, de
la misma manera a la orientación profesional, que no le permite al joven descubrir
por sí mismo las características propias de cada profesión, así como sus aptitudes
para ejercerlas, frenando de cierta manera su empatía hacia una de ellas.
Suelen ser obstinados al punto de asediar al estudiante con el tema, lo que puede
provocar rechazo a esas conversaciones que le resultan aburridas e incómodas. Este
proceder limita el desarrollo del adolescente, así como la aprehensión por sí mismo de
los conocimientos que necesita para decidirse.
Racional: la familia aportan a los jóvenes formación e información acerca de las
carreras o alguna vocación en particular, conversan de las posibilidades reales que
tienen para desempeñar la carrera deseada y sobre si es apto para dicha vocación.
Los padres son muy observadores de la conducta de sus hijos, al punto de tener
claro cuál es la profesión o camino vocacional para la cual él puede ser idóneo.
teniendo en cuenta las ventajas y desventajas de cada uno de ellos y sobre todo de
respetan la decisión del joven.
"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de
Dios estaba sobre él" (Lc 2, 39-40).
Jesús nos enseñó que Dios es familia. No es que sea como una familia, sino que Dios es una
familia en sí mismo. Son las familias en la tierra las que imitan el modo de ser de Dios.
Dios es uno y es trino. Dios Padre engendra al Hijo.
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Y fruto de este Amor entre el Padre y el Hijo, surge el Espíritu Santo. Este es el misterio de
la Santísima Trinidad, revelado por Cristo a los hombres. Por tanto, en Dios está la
paternidad, la filiación y el amor incondicional. Todos los elementos de una familia.
Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. No es casualidad que Dios
haya querido darnos una naturaleza humana, y que seamos semejantes a Él. No es
casualidad que el hombre necesite una familia.

Chesterton decía que, cuando ingresamos en una familia, entramos en un mundo


incalculable, que no hicimos nosotros, un auténtico cuento de hadas donde la aventura
suprema es nacer. La familia es el lugar en el que eres amado sólo por el hecho de formar
parte de ella, no depende ni de lo que haces, ni de lo que produces ni de una determinada
cualidad. Los padres quieren a los hijos por el hecho de ser sus hijos. Una madre o un padre
hacen lo que sea por sus hijos, son amados incondicionalmente.

Y si esto es verdad para cada familia, cuánto más lo es para la Sagrada Familia de Nazaret.
Meditemos un momento sobre cómo es la familia de Jesús.

La Doctrina Social de la Iglesia define el bien personal de la familia como comunidad de


amor, santuario de la vida y ambiente de humanidad. El ser humano está llamado al amor y
el ámbito familiar es el lugar ideal e idóneo para poder encontrarlo, dando con los frutos
necesarios. Es la esfera donde surge la vida humana. Por lo tanto, da lugar también al
desarrollo, la educación y contribuye a alcanzar los valores más altos como persona. Desde
la Fe también podemos encontrar el vínculo familiar y de comunidad.

También debemos de tener en cuenta que, la Doctrina Social de la Iglesia define a la


familia como un bien social. Nos viene a decir que la Sociedad no es una masa uniforme de
individuos sino una realidad estructurada de familias compuesta por individuos. Por medio
de la familia se integran en la Sociedad. Nos necesitamos los unos a los otros.

El Papa Francisco asegura que “Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios
tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la familia. Una familia es
verdaderamente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor”. “Dios
mandó a su Hijo al mundo en una familia. Dios entró al mundo por una familia y pudo
hacerlo porque esa familia era una familia que tenía el corazón abierto al amor”.

Como familia que somos, debemos que buscar el bien común, el bien de todos. Velar por
los más desfavorecidos y tenderles los puentes necesarios para poder alcanzar unas
condiciones dignas de vida. En la unión familiar se encuentra la estabilidad en todos los
niveles. Jesucristo nos acompaña en el camino y espera de la sociedad que el bien sea
compartido, que el bien sea común en el seno de todas las familias.

¡Familia, sé lo que eres!

En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su «identidad», lo


que «es», sino también su «misión», lo que puede y debe «hacer». El cometido, que ella por
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vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y
representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí
misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia,
¡«sé» lo que «eres»!

Remontarse al «principio» del gesto creador de Dios es una necesidad para la familia, si
quiere conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su
actuación histórica. Y dado que, según el designio divino, está constituida como «íntima
comunidad de vida y de amor» ( Gaudium et spes, 48), la familia tiene la misión de ser cada
vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que
para toda realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios. En una
perspectiva que además llega a las raíces mismas de la realidad, hay que decir que la
esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por esto
la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y
participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la
Iglesia su esposa. (Familiaris consortio, 17).

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