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Cuaresma, tiempo en el que tratamos de unirnos más veces. Jesús nos invita a hacer estas obras sin ninguna
estrechamente al Señor para compartir el misterio de su ostentación y a confiar únicamente en la recompensa del
pasión y su resurrección. La liturgia de hoy nos propone, Padre «que ve en lo secreto» (Mt 6, 4. 6. 18). El Señor
ante todo, el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para no se cansa nunca de tener piedad de nosotros, y quiere
llamar al pueblo a la penitencia y a la conversión. Sólo el ofrecernos una vez más su perdón invitándonos a volver
Señor puede salvarlo y, por tanto, es necesario invocarlo a Él con un corazón nuevo. Así nos lo sugiere san Pablo:
con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado. «En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con
Volver al Señor «de todo corazón» significa emprender Dios» (2 Cor 5, 20). Este esfuerzo de conversión no es
un itinerario espiritual que concierne al lugar más íntimo solamente una obra humana, es «dejarse reconciliar»,
de nuestra persona e implica no sólo una conversión confiando en la misericordia divina. ¡Que María, Madre
personal, sino que también ha de extenderse a toda la inmaculada, sostenga nuestro combate espiritual contra
comunidad. En el pasaje de san Mateo Jesús relee las tres el pecado y nos acompañe en este momento favorable,
obras de piedad previstas en la ley mosaica: la limosna, la para que lleguemos a cantar juntos la exultación de la
oración y el ayuno. Él pone de relieve una tentación común victoria el día de Pascua!
en estas tres obras, que se puede resumir precisamente en [Sintetizado de: Papa Francisco, Homilía, 18-II-2015]