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La Cosmo-Vision Andina en El Manuscrito de Huarochiri
La Cosmo-Vision Andina en El Manuscrito de Huarochiri
La cosmo-visión andina
en el Manuscrito de Huarochirí
La roS111o-visión andina m el Manm&rilo de H#Qf'Ocbiri
Primen edición, junio 2015
Editor General:
Julio Benavides Parra
PRÓLOGO 9
INTRODUCCIÓN 15
CAPíTuLOI
PACHA: EL MUNDO 41
1.1. Pacha 41
1.2. En el principio estaba la relación (masantin, o
el mostrarse juntos) 52
1.3. La naturaleza juega a ocultarse (chinkacuni, o
el desaparecerse) 69
1.4. El orden se re-produce (J>aqarichfy, o el aparecerse
alumbrando) 97
CAPÍTULOII
YANA: LA COMPLEMENTARIEDAD 111
2.1. Yana 111
2.2. El pobrecito que era un dios (wa/echa, o la orfandad) 115
2.3. Para qué sirvo a tantos waka ('!JnÍ, o la reciprocidad) 126
2.4. Ambas existían la una en la otra f,yanantin, o
la co-operación) 132
CAPíTuLom
WAKA: LO SAGRADO 147
3.1. Waka 147
3.2. Dime que este no es dios (mir'!J, o la multiplicación) 155
3.3. Te voy a revelar mi ser (kaq, o lo que es) 174
3.4. Lo que está bien, está bien (al/in~. o el bien-estar) 197
CAPÍTULON
KAMA: EL ÁNIMO VITAL 211
4.1. Kama 211
4.2. Lo oscuro en la cola del zorro (J:am'!}#in, o la vitalidad) 219
4.3. Vrvicron convertidos en piedra (llliRt!J, o la perpetuidad) 233
4.4. El pulso de la vida (J>«hahili, o los ciclos del mundo) 247
CAPÍTULO V
YACHAY: LA EXPERIENCIA 269
5.1. Yachay 269
5.2. El llama sabía '1'!1~, o el entendimiento} 274
5.3. Desde lejos lo comprendió (11#1111&h~, o la interpretación) 280
5.4. Diálogo de zorros (lin~ o la confluencia) 291
CONCLUSIONES 305
BIBI.JOGRAFíA 329
APÉNDICE 345
PRÓLOGO
9
sentaciones simbólicas, lenguas y prácticas de culturas y
religiones dominantes, preñándolas de nuevos sentidos.
El saber implantado llegó rodeado del prestigio del
poder de las armas y rituales de la iglesia católica. Esta y la
universidad lo implantaron y difundieron, y alcanzó su
esplendor cuando devino en modernidad científica y
tecnológica, con la pretensión de ser el único e irrefuta-
ble conocer. Desde ese pedestal, y como gran concesión,
se denominó folklore al saber de los pueblos vencidos:
saben algo, pero es un saber inferior. Por eso, ni la iglesia
ni la universidad dedicaron esfuerzos para recogerlo,
sistematizarlo y desarrollar su potencial. Fueron excep-
ción los espíritus que dentro de esas instituciones se acer-
caron a ese otro saber con respeto y a veces con admira-
ción, para comprenderlo, registrarlo y atesorarlo. Este,
como otros tesoros parecidos de la época, no fue objeto
de búsqueda en los archivos del mundo. Menos todavía
se dedicó equipo y fondos para el estudio de su conteni-
do. Hasta hoy, poder y cultura dominantes miran las
maravillas creadas por los pueblos originarios como
simples antiguallas sin pertinencia para las actuales preo-
cupaciones de la humanidad; salvo cuando los turistas o
investigadores extranjeros los visitan y dejan ganancias.
Esto empieza a cambiar, porque está en cuestión el
mito moderno de la marcha triunfal del progreso y del
desarrollo infinito sobre los escombros de la vida de los
otros seres del planeta. Cada día son mayores las eviden-
cias de la destrucción que ocasiona la soberbia antropo-
céntrica que va ciegamente tras el mito mo~erno del
progreso y desarrollo tecnológicos para dominar a los
10
otros seres. Hoy los pueblos originarios y los espíritus
sensibles de las sociedades hegemónicas se preguntan si
hay otra forma de vivir alternativa a la occidental domi-
nante, una que preserve y vivifique la maravillosa cadena
de la vida. Las respuestas siguen dos caminos: uno, hacer
más de lo mismo, llevando a otros planetas la búsqueda
de reservas de seres a depredar; otro, es el camino que
recorren los pueblos originarios mismos, que ya no solo
resisten al mito de la vida depredadora moderna que
como antes los despoja de territorios, agua, aire y cultu-
ras, pues ahora recuperan sus raíces culturales y nos ense-
ñan a no postergar la alegría y el gozo de vivir, nos ense-
ñan a celebrar la vida y nos acogen en su calendario festi-
vo. Por eso se les suman quienes formando parte de la
civilización occidental dominante perciben desde dentro
los destructores callejones sin salida en que está metida la
humanidad bajo esa hegemonía. Al reclamo proletario,
reducido a la justicia social vinculada a mayores ingresos
para gastarlos en el consumismo depredador, se suma el
ideal de vida austera pero solidariamente gozosa en la
producción y el festejo. Es lo que enseñan los pueblos
originarios. Se amplía, pues, el rango de combatientes
por el amanecer del renovado mito de celebración de la
vida.
La misma universidad, casa del saber colonial, apren-
de. Los desconcertados y mercantilizados claustros uni-
versitarios de San Marcos han empezado a sentir el aire
fresco y vivificante de la cercanía de las culturas de los
pueblos originarios. En el siglo XX fueron pocos y casi
solitarios los profesores y estudiantes que iniciaron allí la
11
búsqueda y aprendizaje de la riqueza de nuestras cultu-
ras. Destacan el huarochirano Julio Cesar Tello en
arqueología, Luis Eduardo Valcárcel en la etnohistoria,
los médicos Seguín y Cabieses en medicina, y José María
Arguedas en antropología y creación literaria. El sober-
bio saber occidental empezaba a sentir la presencia de los
ninguneados saberes de los pueblos. Pero no entraban
aún a los fundamentos, al terreno filosófico.
Como los vínculos o relaciones constituyentes del
ser se hacen visibles en las uniones o encuentros de los
entes, de igual manera ahora, por las rendijas del secular
edificio colonial universitario de San Marcos, se cuela la
cosmo-visión andina con sus brillos cegadores, pero
siempre acogedores de otras miradas culturales. Esta
bondad de la cosmo-visión andina, expuesta por Depaz
Toledo, permitió que profesores de la vieja institución
escucharan con respeto una sustentación de tesis con
vibraciones y sonidos extraños a sus muros y cánones,
por el uso indispensable de vocablos y giros lingüísticos
de las lenguas originarias, específicamente del puquina,
aymara y quechua, lenguas que el orden colonial hizo
invisibles y casi extirpó. Es un hecho marginal todavía en
la universidad, pero el que haya tenido lugar se suma a
otras expresiones de cambio cultural de indetenible
curso tanto en la escena cultural como en la escena políti-
ca del país y de toda la región andina amazónica.
Ahora, como signo promisorio de los tiempos, el
saber de los pueblos originarios o indígenas acaba de
ocupar posiciones en la excluyente casa del saber occi-
dental. La tesis doctoral de Zenón Depaz Toledo con el
12
título "LA cosmo-visión andina en el manuscrito de Huarochirl',
fue aprobada por unanimidad, con el máximo calificati-
vo, por el jurado de la Unidad de Posgrado de la Facultad
de Letras de la UNMSM. Ahora, en el ropaje de este
libro, inicia su peripecia cultural y política en un país y un
mundo donde los pueblos, a la manera de los gallos del
poeta, cantan buscando la aurora de otra convivencia
humana.
Destinado a hacer arder los debates académicos,
culturales y políticos con los portavoces del saber occi-
dental, el libro probará en ellos la solidez de la investiga-
ción multidisciplinaria que resume su argumentación. Y
así como tiene precursores en el tema de la cosmovisión
andina, el libro y los debates que anime quieren tener
continuadores, nutrir a otros investigadores para que
continúen la tarea en las diversas disciplinas comprome-
tidas. El optimismo de esa perspectiva viene de la per-
ceptible sed de estos materiales que tiene la humanidad,
para construir orientaciones civilizatorias que insuflen
sentido y significado nuevos a la vida y a las energías sen-
cillas que engendran, gestan y crían nuestra parentela
cósmica.
Así como el o los redactores del Manuscrito, al apro-
piarse de la técnica de la escritura y redactar la informa-
ción que pedía el extirpador de idolatrías Francisco de
Avila, tuvieron como objetivo preservar la memoria de
sus pueblos como forma de valorarse a sí mismos, intu-
yendo el valor para los pueblos venideros; así obra ahora
Zenón Depaz y da el siguiente paso. Gracias a esos
redactores y al cura Avi1a que primero los incentivó a
13
hacerlo y luego conservó el texto con respeto, el autor de
este libro con amor y admiración por la sabiduría de los
pueblos originarios, y equipado con una vasta informa-
ción filosófica, se ayuda con la etnolingüística para iden-
tificar en el Manuscrito la matriz de autocomprensión del
mundo y la vida que elaboraron estos pueblos, su cosmo-
visión y los pilares que la constituyen y sostienen.
Pero el autor se atreve a más; expone la investigación
en diálogo con la filosofía occidental. A medida que nos
muestra la creación recogida en el Manuscrito, nos vamos-
trando la que en este campo hicieron los pueblos desde
Grecia hasta la actualidad. Compara y hace dialogar
cinco pilares de la concepción andina -Pacha, Yana,
Waka, Kama y Yacht!J- con las dimensiones ontológica,
axiológica y epistemológica de la filosofía occidental.
Atrevida y convincente subversión académica, y promi-
sorio signo de los tiempos, que me lleva a imaginar el uso
de este texto en la formación de los estudiantes, no solo
de filosofía sino de todas las áreas del saber. ¿Y por qué
solo de los estudiantes? Somos hechura de la coloniza-
ción que llevamos inscrita y se expresa en el racismo dis-
criminador y la jerarquización de derechos entre etnias,
pueblos y culturas. Por esta razón el libro debe servir a la
educación descolonizadora de todas y todos.
14
INTRODUCCIÓN
15
cisco de Avila, compuesta de más de tres mil quinientos
volúmenes. En ese cartapacio, además de los textos que
componen el volumen antes mencionado, estaban la
&/ación de antigüedades deste n!yno del Piní, de Joan de Santa
Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, obras del cronista
Polo de Ondegardo y del Inca Garcilaso de la Vega.
Se trata de un texto cuya redacción al parecer fue
alentada por Francisco de Avila como parte de la infor-
mación que recopilaba para sustentar su labor denomi-
nada de extirpación de idolatrías, en su condición de cura
de la doctrina de San Damián, localidad situada en la
sierra de Huarochirí, enfrente del macizo montañoso
denominado actualmente Cinco Cerros (Pichqamar/ea),
referente importante del espacio sagrado andino en esa
región.
Francisco de Avila, a quien se debe la transmisión de
este documento, fue un peculiar personaje que, habien-
do sido abandonado tras su nacimiento en el Cusco, fue
adoptado por padres españoles y siguió la carrera ecle-
siástica, con las limitaciones que entonces imponía la
condición de mestizo que se le adjudicó. No obstante,
mostró grandes dotes intelectuales y notable capacidad
como investigador, evidenciadas no sólo en la gran
biblioteca personal que logró conformar, sino también
en sus acuciosas indagaciones sobre la cosmovisión reli-
giosa andina, las cuales, por su detalle, parecen ir más allá
del mero interés utilitario en conocer aquellos cultos
para combatirlos, labor que ciertamente tomó a su cargo
como proyecto de vida. Habiendo tenido en su propie-
dad el manuscrito quechua que será materia de este estu-
16
dio, respetó su integridad, y cuando hizo alguna anota-
ción al margen fue básicamente con el propósito explíci-
to de buscar información adicional que aclarara su con-
tenido. Más aún, él mismo escribió en ocho capítulos la
versión resumida antes mencionada.
El Manuscrito de Huarochiri puede considerarse un
texto prístino en el ámbito discursivo andino. Se inscri-
be en una tradición cultural de alcance civilizatorio1,
matriz de las comunidades de vida que han tomado
cuerpo en el espacio andino, y busca explícitamente
preservar la memoria colectiva de los pueblos de aque-
lla zona de los andes centrales, propósito que su autor
pone de manifiesto en la introducción al texto, asu-
miendo esa tarea desde el interior de aquella tradición
cultural, pues tanto él como sus informantes fueron
pobladores indígenas del área rural que sirve de tras-
fondo a los relatos que provee aquel texto. Como tal,
posee una importancia excepcional para investigar la
cosmovisión andina.
Tiene también particular relevancia el momento
histórico en que fue redactado, pues las antiguas creen-
cias de esos pueblos aún servían de base para prácticas
17
religiosas y políticas originarias que se hallaban vigentes
a gran escala entre la población indígena y aún extendi-
das a los mestizos. Precisamente, el Manuscrito busca dar
cuenta de las creencias fundamentales de esas comunida-
des que se desarrollaron en la zona central de los Andes,
área por donde discurrió, desde los orígenes, la influen-
cia de las principales manifestaciones culturales de la
matriz civilizatoria andina.
Por otra parte, la variante del quechua en el que está
redactado contiene una riqueza de sentidos proveniente
de su condición fronteriza, no sólo porque muestra cier-
ta influencia de la lengua aru (de extensa difusión en el
área andina, previa a la expansión del quechua), alguna
de cuyas variedades (el jaqaru) aún se habla en esa región
hasta nuestros días, sino también porque corresponde a
una zona de entrecruzamiento de diversas variantes del
quechua y sus respectivos referentes culturales.
Aquel manuscrito ha sido traducido a varios idiomas
y estudiado desde diversas perspectivas, incluyendo las
de orden filosófico, aunque en este caso de manera aún
incipiente. No obstante, tratándose de un texto fronteri-
zo también entre la oralidad y la escritura, y más aún
entre la civilización andina desde la que emerge y la civili-
zación europea a la que asoma con intención testimonial,
su discurso provee condiciones excepcionales para un
abordaje filosófico intercultural, crítico y dialogante,
atento a los horizontes de sentido que brotan de su trama
simbólica.
Ello es así por cuanto, más allá de la explícita profe-
sión de fe cristiana de su redactor, los discursos de ese
18
manuscrito ponen en juego una densa carga simbólica en
la que los horizontes de sentido correspondientes a la
civilización andina y la cristiana europea se hallan en
tensión, con clara primacía de la matriz andina, lo cual
permite explorar la ontología, la axiología y la episteme
raigales que emergen de aquella simbólica, tarea que
desarrollamos aquí al hilo de algunos de los motivos que
provee aquel texto.
Cabe notar que aquella tensión de sentidos da cuenta
de una trama discursiva en que interactúan tres dimen-
siones en que discurre la significación: la del símbolo, la
del mito y la de la historia. En esa interacción el tiempo
simbólico articula el del mito y el de la historia, proveyen-
do así un referente clave para comprender las posibilida-
des de un diálogo intercultural y un pensar explícitamen-
te intercultural, condiciones de cuyo logro dependen
sustantivamente nuestras posibilidades de vida en el
espacio andino como colectividad multicultural.
El símbolo y el mito son por su propia naturaleza
multívocos, capaces de abrir diversas significaciones2•
Ahora sabemos que la historia como narración también
lo es. Más aún, sabemos que mito e historia hunden su
sentido en un fondo simbólico. Ciertamente, en el paso
19
del símbolo a la historia el potencial de significaciones
posibles tiende a disminuir su rango. Por lo mismo, cuan-
do las posibilidades de reinterpretar la historia (que es
como la historia se hace, o más bien se rehace) parecen
agotarse, el imaginario colectivo suele remontar a la
trama mítica que conlleva3, la misma que a su vez se
recarga de sentido por apelación al fondo simbólico que
sostiene la experiencia.
Sobre la base de esa constatación, nuestra explora-
ción de aquel texto busca dar continuidad al propósito
expresado por su autor anónimo, de mantener viva la
tradición andina. Se efectúa, por tanto, desde un posi-
cionamiento consciente en aquella tradición, buscando
dar curso a saberes de fuente colectiva y fondo simbóli-
co, haciéndolos dialogar con la tradición académica -de
soporte argumentativo y conceptual-, particularmente
con la tradición filosófica y las de otras disciplinas aca-
démicas atentas a las condiciones de posibilidad de la
experiencia.
20
Al atender los horizontes de sentido que sostienen la
trama discursiva del Manuscrito de Huarochirí, entendemos
por ello un orden de significaciones y orientaciones vita-
les de raigambre simbólica que desde antiguo dieron
soporte y curso a la experiencia de los hombres que
poblaron el espacio central andino que abarca desde la
costa del Pacífico hasta la amazonía.
Aquí es preciso notar que originalmente el término
ande o anti se refería básicamente a las montañas en que
nace la amazonía, que al igual que la costa occidental
constituyen pies de monte de la gran cordillera que
luego vendría a denominarse de los Andes, columna
vertebral de un vasto espacio geográfico y cultural
caracterizado por una extrema diversidad topográfica,
climática y biológica que propició la adopción de una
estrategia de vida tendiente al aprovechamiento y culti-
vo deliberado de la diversidad, la cual tuvo como sopor-
te una forma de experimentar el mundo que aquí deno-
minamos cosmo-visión, para poner de relieve la sensibi-
lidad holística que la caracteriza, que tiende a situar la
experiencia humana a escala cósmica, entendiendo que
discurre en permanente relación y co-operación con los
otros seres que componen el cosmos y que, al igual que
el hombre, constituyen comunidades de vida vinculadas
entre sí.
La particularidad topográfica y climática del espacio
andino debió favorecer en sus primeros pobladores una
sensibilidad, una matriz simbólica, un imaginario y una
organización categorial del pensamiento que ante todo
destacan la interrelacionalidad de los seres que compo-
21
nen el mundo, cuya vida discurre siguiendo un ritmo
secuencial cósmico de dispersión (movimiento favora-
ble a la diversificación de las formas de vida), y de unifi-
cación u ordenamiento de esa diversidad que se articula
en términos de oposición y complementariedad, secuen-
cia que se traduce en ciclos de diverso alcance (epocal o
cósmico; regional o panandino). Ello parece expresar los
profundos contrastes característicos de la geografía y los
climas andinos, con su eje de verticalidad que articula
zonas ecológicas diversas y complementarias. En este
peculiar espacio surgieron distintas culturas que en acti-
va interrelación constituyeron una matriz civilizatoria
común cuya continuidad histórica legitima el uso del
término "andino" en el plano cultural.
Una tradición cultural constituye un proceso
mediante el cual se transmite de generación en genera-
ción intuiciones del mundo y la vida, nociones y pautas
de conducta que se renuevan de continuo sobre la base
de una matriz que constituye una suerte de "centro"
móvil de las perspectivas. Se configura con la continui-
dad de cierto orden de creencias y sensibilidades básicas
-que remiten a un fondo simbólico común- que posibi-
lita procesar las influencias externas en el sentido de una
asimilación, es decir, de una incorporación selectiva,
orgánica, a la matriz básica. En el espacio andino persiste
una tradición cultural con una notable capacidad de asi-
milación de elementos exógenos. Precisamente el conte-
nido del Manuscrito de Huarochiri es una muestra temprana
de esa capacidad de diálogo y asimilación de elementos
provenientes de otras matrices civilizatorias.
22
Aquella disposición y capacidad de diálogo es puesta
de manifiesto por el hasta ahora desconocido autor4 del
Manuscrito de Huarochiri cuando, a manera de introduc-
ción a su texto testimonial, indica inmejorablemente, en
pocas palabras, de qué se dispone a hablar, en qué con-
texto lo hace y con qué intención:
Si en los tiempos antiguos los antepasados de los hombres llamados indios
hubieran conocido la escritura, no se habria ido perdiendo (la memoria de)
sus vidas, como ha ocurrido. Ocurriría como con lo hecho por los mandos
españoles, que hasta hqy es visible. Siendo así, ya que hasta hqy no están
puestas por escrito, aquípondré (por escrito) la vida de los antepasados de
23
estos hombres de Huarochiriprovenientes de 11npadre común, ClláJfae Siifo,
cómo (la) viven hasta ahora. Eso contaré. A.ti, aprop6sito de cadap11eblo,
pondrépor escrito cómo ha .riáo s11 vida desde Sii! orígenes.
24
compartida, colectiva, plural (runa indio ñisqap kawsasqan-
kuntl) y con una continuidad en el mundo (pachtl) que le
otorga la condición de una tradición viviente (kananka-
mapas kawsan1"') que, como tal, tiende a persistir.
En cuanto al contexto de su escritura, es decir, al
momento histórico en que se dispone a escribir, el autor
es consciente de que se está produciendo una pérdida
paulatina de ese saber, así como es consciente de que ha
irrumpido un factor por el cual esa pérdida adquiere
ahora la condición de la invisibilidad (mana riqurin11)
correspondiente al olvido12, cosa que no habría ocurrido
hasta entonces, pues al referirse a la vida que busca
narrar, como "sus modos de vida, como quiera prolongados
hasta hf!Y' ["imahinach kanankamapas kawsan'1, da cuenta
de su continuidad y memoria precisamente hasta enton-
ces, en que otros hombres, los españoles, a los que se
25
refiere como wiraqochakuna13 , irrumpen definiendo los
alcances de la memoria y el orden con un dispositivo
consistente en hacer presente lo vivido, en presentificar-
lo, visibilizándolo al modo de lo presente y fijo, invisibili-
zando, por tanto, lo que discurre de otro modo 14• Aquel
dispositivo, cuya potencia para definir qué se mantiene
visible y qué cae en el olvido (chinkt!Juq15) intuye bien el
autor, es la escritura alfabética16, de la que él, no obstante,
se apropia y hace uso para dar curso a la tradición que
reconoce como suya y de los suyos, tradición que fluye
en la oralidad, hallando apoyo en soportes diversos
como los quipus, los tejidos, ceramios, tallas, edificios o
el paisaje, elementos que, por tanto, habrían tenido la
condición de textos (soportes de sentido), con la peculia-
26
ridad de que la lectura de su significación exige una vin-
culación con el contexto, mientras el texto alfabético
tiende más bien a ocultar ese vínculo.
La continuidad de ese saber y de esa vida halla un
punto de quiebre precisamente en el momento en que
toma cuerpo el Manuscrito, y éste lo manifiesta desde el
inicio al presentarse como testimonio de "los hombres
llamados indio/' (runa indio ñisqap), categoría antes inexis-
tente que señala, por oposición, la presencia de los wira-
qocha (españoles), a los que inmediatamente se hace refe-
rencia como una colectividad cuya historia -a diferencia
de la vida de los indios- es atestiguada, al modo de lo
presente y visible· (Imanam wiraqochapas sinchi kasqanpas
kanankama rikurin11) fundamentalmente por la escritura
alfabética.
Consciente de que en este nuevo contexto la memo-
ria requiere también del soporte de esa escritura para no
ser invisibilizada, el autor del Manuscrito efectúa un movi-
miento de asimilación de este dispositivo a la matriz cul-
tural que busca comunicar.
Ese ejercicio de asimilación de la escritura alfabética
a la matriz cultural andina es al mismo tiempo un acto de
afirmación de esa matriz, de su potencia para asimilar un
elemento que le es radicalmente exógeno. Así, la escritu-
ra es entendida por el autor del Manuscrito como "qui//-
17 Traducción: lo hechopor lo.r mandos e.rpañole.r, que hasta hf!Y e.r visible.
27
qd'18, condición en la que se asimila a las figuras ideográ-
ficas desplegadas por los hombres andinos en los tejidos,
ceramios y soportes similares, y aunque el .Manuscrito
carezca de dibujos propiamente dichos19, su discurso,
desplegado en quechua, se ejerce como el trazo de figu-
ras simbólicas que, por tanto, requieren interpretación,
pues su sentido es ante todo implícito y, por lo mismo,
multívoco, matricial.
Nuestro propósito es, precisamente, efectuar una
lectura del Manuscrito en su condición de texto que es
quillqa -escritura con fuerte apelación al contexto, por
28
tanto, escritura cósmica-, que provee símbolos de gran
potencia heurística para comprender la cultura que mani-
fiesta. En tal sentido, partiendo de una revisión de la
versión original quechua del Manuscrito de Huarochirí, así
como de las traducciones disponibles, ensayaremos una
reconstrucción de los horizontes de sentido que conlle-
va, centrando nuestra atención en el que corresponde al
mundo andino pre hispánico2<', de manera que podamos
29
explicitar la ontología, la epistemología y la axiología allí
actuantes, los mismos que consideramos tienen carácter
matricial para comprender y articular nuestra diversidad
cultural.
Ciertamente, lo señalado antes en relación a hurgar
en el texto original cuando se trata de investigar su con-
tenido, es una exigencia básica del trabajo académico y
sentido común entre los investigadores, pero por algu- ·
na razón muy significativa, que seguramente va más
allá 'del plano académico y lo perteneciente al orden de
lo deliberado, no llega a serlo del todo en lo referente a
las investigaciones efectuadas por peruanos en torno
al texto que aquí nos ocupa, que estando escrito ínte-
gramente en quechua ofrece la posibilidad inmejora-
ble de investigar el imaginario andino allí contenido,
precisamente en el formato lingüístico en el que tomó
cuerpo.
Nadie que pretenda investigar con algún rigor un
texto clásico griego o latino podría eximirse de ir a la
fuente primaria -que, obviamente, es el texto original en
griego o latín- y citarla como apoyo de lo que diga. De
hecho, así ocurre en nuestro medio académico con las
investigaciones sobre, por ejemplo, filosoña griega o
latina. No podría ser de otro modo.
Pero, cuando se trata de sostener tesis sobre el
Manuscrito de Huarochiri, la exigencia de ir a la fuente pri-
maria (la versión quechua manuscrita se halla por lo
demás disponible, tanto en formato impreso como en
formato digital) no parece tomarse en cuenta, puesto
que por lo general se asume como fuente primaria una
30
traducción21 •
Habiendo notado ello, nos preguntamos por qué
ocurre así con tanta naturalidad precisamente en el
medio académico peruano, país con el mayor número de
quechuahablantes. Cuando nos planteábamos esta pre-
gunta, nos tocó asistir a una discusión sobre el plan de
estudios de la Escuela de Filosofía de la UNMSM, pri-
mera universidad del país, el cual incluye cursos de idio-
mas clásicos europeos -fundamentalmente el griego y el
latín-, cuya pertinencia para los estudios de filosofía, que
comprenden la filosofía antigua griega y latina, está fuera
de discusión. No obstante, aquel plan de estudios, feliz-
mente, incluye también algunas materias relativas a la
filosofía desarrollada en esta parte del mundo. Cuando
en aquella discusión propuse incluir como posibilidad
adicional el conocimiento de un idioma nativo que no
fuese el español, la extrañeza de algunos colegas se con-
virtió en inmediato y activo rechazo, siendo una de las
"razones" para ello la apelación al supuesto rango filosó-
fico de los idiomas exigidos, condición de la cual, obvia-
31
mente, carecerían los idiomas nativos nuestros. Pues
bien, más allá de confesar que fue en esa ocasión que
tomé la decisión de elaborar esta investigación de orien-
tación filosófica en torno a los Manuscritos de Huarochirí,
esta anécdota me permite conjeturar que en el terreno
clave de la discusión epistémica, seguimos siendo here-
deros de los extirpadores de idolatrías y que la universi-
dad peruana no se ha despojado de su condición de insti-
tución fundada en la colonia con fines coloniales. Sigue
pendiente la tarea de peruanizar al Perú.
Pues bien, la tesis básica que intentaremos respaldar
con el análisis del Manuscrito es que la civilización andina
tomó cuerpo desde una experiencia que denominare-
mos "cósmica", queriendo indicar con ello que da curso
a un sentimiento de plena pertenencia al mundo circun-
dante, el cual se concibe como una totalidad cuyos com-
ponentes están todos vinculados entre sí. Este posicio-
namiento favorece una comprensión situacional de la
experiencia humana, que remite al cosmos entero como
ámbito de crianza mutua de todos los seres, los cuales
hacen parte de diversas comunidades de vida interrela-
cionadas entre sí. Este modo de experimentar el mundo
y la vida es lo que aquí denominamos cosmo-visión.
Como tal, contrasta tanto con el de las culturas cuya
matriz simbólica proviene de los monoteísmos de rai-
gambre judaica, las cuales tienden a desvalorizar la tierra
y a otorgar al hombre un estatuto ontológico funcional al
desarraigo cósmico.
No obstante, es preciso señalar que la experiencia
cósmica, que se traduce en cosmo-visión, parece haber
32
sido universal, es decir, parece haber estado presente en
todos los pueblos originarios, constituyendo, por tanto
el único catolicismo22 efectivo, es decir, la única cosmo-
visión que tuvo alcance planetario; además de que,
tomando en cuenta los lapsos históricos, tuvo una pro-
fundidad temporal sin parangón con aquella que corres-
ponde .a experiencias acósmicas como la del hombre
moderno.
Considerando los graves entrampamientos a que ha
conducido el desarraigo cósmico y la pretensión de domi-
nio de la naturaleza a que ha dado lugar, con los desastro-
sos efectos que ya están a la vista, tal vez sea necesario
replantear los supuestos ontológicos de la experiencia
humana, retomando aquellos que hicieron posible la
expansión de la vida y la diversidad que la sostiene, sobre
la base de un sentido cósmico que hoy en día la propia
ciencia reclama, habiendo superado el mecanicismo de
sus orígenes en la modernidad, y siendo más consciente
de la complejidad y la interrelación de los fenómenos a
los que atiende.
El desencantamiento del mundo y la vida, su banali-
zación, su cosificación, su conversión en una masa mani-
pulable, carente de propósito o valor intrínseco, produci-
do por el acosmismo moderno ha sido y es la condición
necesaria para la dominación impune y la instrumentali-
33
zación sin límites de todo lo existente, que ha conducido
a la anomia, el descreimiento y el nihilismo que caracteri-
za la vida contemporánea. También con relación a ello es
pertinente discutir sobre la importancia de un reencanta-
miento del mundo y la vida -que pasaría por recobrar el
sentido de su dimensión sagrada-, como una vía para
reconstruir las condiciones en que discurre la experien-
cia humana, en términos de respeto por la vida y el valor
intrínseco que posee. Este planteamiento difiere del
utopismo moderno que, como huida hacia el futuro,
como búsqueda permanente de un "nuevo mundo",
manifiesta una mala conciencia frente al mundo y lo cor-
póreo, que se busca controlar, rediseñar y dominar. El
mundo que puede hacer posible la vida buena está aquí
mismo, soportando nuestra agresión, esperando que nos
reconciliemos con él. El reconocimiento de ello provee
un soporte de gran potencia para resistir la dominación
capitalista, cuyo poder es en gran parte ilusorio en tanto
está contenido por un gran vacío: aquel que tiene que ver
con la cuestión central del sentido de la vida y su valor. El
productivismo y el consumismo que caracterizan a este
orden adverso a la expansión de la vida nada tienen que
decir al respecto. ¿Por qué no atender voces alternativas
que-despreciadas, cercadas y acorraladas- aún se expre-
san entre nosotros?
Felizmente, la atención a aquellas voces no ha estado
ausente en el mundo académico. En efecto, hay una
valiosa tradición que se inscribe en la perspectiva de
peruanizar al Perú y de andinizar el mundo andino. De
hecho, esta exploración de la dimensión filosófica del
34
Manuscrito de Huarochiri se inscribe en una tradición aca-
démica a la que busca dar curso, con la gratitud que
corresponde otorgar a quienes exploraron antes cami-
nos que nuestros pasos buscan afirmar. En tal sentido,
debo manifestar mi reconocimiento por el notable traba-
jo de comprensión del Manuscrito de Huarochiri, desplega-
do particularmente por los amautas José María Arguedas
y Gerald Taylor, al que otros intentos similares han suma-
do sus esfuerzos. En cuanto a la exploración explícita de
la dimensión filosófica de aquel texto, debo destacar lo
realizado por Gary Urton, César Itier, el ecuatoriano
José Yanez del Pozo y el chileno Luis Alberto Galdames
Rosas.
El texto aquí presentado comprende cinco capítulos,
cada uno de los cuales gira en torno a una noción clave
empleada por el autor del Manuscrito, elegida por la densi-
dad de significaciones de orden ontológico que conlleva,
estableciendo un contrapunto entre el soporte simbólico
de los discursos que contiene y la tradición discursiva
conceptual que caracteriza a la filosofía.
En el primer capítulo, titulado "Pacha: El mundo'',
examinamos los alcances de la noción andina de pacha,
que entendemos como análoga a la noción griega de
kóoµor; o la noción latina de mundus. Destacaremos su
significación de ámbito dinámico relacional, con un
orden y sentido que se sostienen en un permanente
juego de ocultamiento y manifestación.
En el segundo capítulo, titulado "Yana: LA complemen-
tariedad", nos ocupamos del juego de oposición y com-
plementariedad característico de todo lo existente en la
35
cosmovisión andina. Con ello pondremos de relieve una
ontología en que la plenitud supone complementariedad
-por tanto, relación- y el ser aislado es sinónimo de
pobreza.
En el capítulo tercero, titulado "Waka: Lo sagrado",
abordamos el tema de la experiencia de lo sagrado en el
mundo andino y sus implicancias de orden ontológico y
axiológico, en tanto soporte de una experiencia tendien-
te a la expansión de la vida y la diversidad como forma de
su despliegue.
En el capítulo cuarto, titulado "Kama: El ánimo vital',
atendemos a la noción de kama, asociada al dinamismo
entendido como vitalidad o potencia vital. Examinare-
mos, igualmente, los alcances heurísticos de esta noción
en cuanto a la comprensión de la dinámica social y los
ciclos que se le atribuye en la cosmovisión andina.
Finalmente, en el capítulo quinto, titulado "Yacht!J:
La experiencid', exploramos los modos en que se entiende
el saber en la tradición andina, sus alcances, sus condicio-
nes de posibilidad y el universo de los seres que pueden
ser considerados como sapientes.
El desarrollo de esta investigación en el lapso de tiem-
po que tomó, no hubiera sido posible sin el sustantivo
soporte de las intensas discusiones semanales sobre el
Manuscrito de Huarochirí, realizadas en la lógica andina del
tinkuy fraterno, por el colectivo denominado Chau,pi
Atoq, animado (mediado) por Edmundo Murrugarra.
Refiriéndose a los dos zorros míticos cuyo diálogo en el
cerro Latausaco narra el Manuscrito, decía Arguedas que
''Edmundo Murrugarra también tiene la cara de los dos zorros".
36
Pues, con él y con Ornar, Roxana, Hugo, Javier, Raúl,
Gustavo, Diana, Jorge, Alexis23, Kevin, Víctor, Alberto,
Nelson, Eder, los dos Julios y las dos Marías, en nuestra
lectura y discusión del Manuscrito buscamos al Zº"º del
medio, el zorro mediador, el zorro médium que manifies-
ta la relacionalidad del mundo, sabiendo que nos consti-
tuye; este sería un chaupi atoq; a la manera de Huatyaquri,
en aquel pasaje del Manuscrito, o de Tut'!)quire-en la nove-
la de Arguedas en que reaparecen aquellos zorros-, el
'Jantasma grandey protector" que en la cima de El Dorado
''trenzaba una red de oro", súnbolo de relacionalidad
reconstituida, referido por el humilde pescador Asto (a
su vez referencia del waqcha que en el Manuscrito es siem-
pre una deidad) en presencia de ''un cholo de hocico largoy de
go"a que pareda tener lentejuelas" (¿referencia al zorro?),
quien, tal vez, como en el primer diálogo de zorros que
narra Arguedas, pensara entonces, como nosotros aho-
ra: ~si es. Seguimos viendoy conociendo'~ 24
37
Un especial agradecimiento para mi esposa Agi que,
además de proveerme una valiosa bibliografía de los
cronistas y sobre el mundo andino que le apasiona y la
trajo al Perú que adoptó como su patria, dio generoso
soporte al tiempo empleado en la investigación y atendió
mis disquisiciones proveyendo valiosas indicaciones.
Igualmente, a mi querido hijo Alonso, cuya conversación
siempre fue y es entrañablemente estimulante. Agradez-
co también a nuestra pequeña Killa el cariño de su com-
pañía mientras redactaba este texto, y con ella a los
demás integrantes de nuestra familia extensa que se sos-
tiene en la íntima compañía de nuestros padres, herma-
nos y hermanas siempre presentes.
38
CAPÍTULO 1
PACHA: EL MUNDO
¡Cuatro conciencias
simultáneas enrédanse en la mía!
¡Si vierais cómo ese movimiento
apenas cabe ahora en mi conciencia!
¡Es aplastante! Dentro de una bóveda
pueden m19 bien
adosarse,ya internas oya externas,
segundas bóvedas, mas nunca cuartas;
mefor dicho, sí,
mas siemprey, a lo sumo, cual segundas.
No puedo concebirlo; es aplastante.
César Vallejo:
¡Cuatro conciencias•••
1.1PACHA
El término pacha, ampliamente reconocible ahora en
expresiones como Pacha Mama, popularizada por movi-
mientos vinculados al ecologismo y la onda new age, se
suele traducir como "Madre Tierrd', lo cual sugiere que
pacha sería la tierra. No obstante, en el contexto cultural
moderno ello puede inducir a un equívoco, dado que por
"tierra" suele entenderse "el planeta tierra" o un pedazo
de ella, en todo caso un ámbito definible por su espaciali-
dad o, como diría Descartes, por su extensión, noción
que en la tradición judeo cristiana, y sobre todo en el
mundo moderno postcartesiano, se tiende a comprender
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76 Dice Gary Urton: "l!J thephrase 'the ontology of numbers 'we now under-
stand severa/importan! ideas and values that can be condensed into a representa-
/ion based on a hierarchiCal series of someftve entities organized on the model of
a mother (mama) and herfour agegraded offspring (that is, 1 ... 5, or 1" ... %
th) (. . .) Inf act, I think we can argue on the basis of this material thatgroups of
ftve hadan importance in Andean cosmology that was comparable, far instance,
to the number andgroups, or cycles, of four in the cosmology and .rymbolism of
Mesoamerican and S outhwestern Pueblo an societiel' (1997: 174)
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Acosta) que ellos mismos no se tienen por hombres. Cuéntase de ellos que
preguntados quégente eran, respondieron que ellos no eran hombres, sino
Uros, comofaeraotrogénerodeanimales': (2001: 15, 16)
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durante las lluvias, llevaba el nombre del rio Taipi (la palabra taipi 79
significa ''centro''). Ahora bien, existen otros dos ríos Taipi, secundarios
respecto del Taipi principa4 que en cierto modo lo repiten: uno dentro del
t!JllU Tuantay otro en medio del t!JllU Tt#ata. El eje central del territorio se
ve así desdoblado, lo que determina una subdivisión de sus dos principales
componentes. (Wachtel, 2001 :30)
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º
1 1 Siendo esto así, el uso de categorías como espacio y tiempo no
serla muy apropiado para comprender la pacha andina. Más aun
considerando que la intuición del tiempo, en el hombre moderno,
está orientada por la tendencia a espacializarla y geometrizarla, a fin
de que se haga medible.
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Cada mitad &Nmfa m primer tlrmino con t1na serie de &llaJro mal/hu
(. •. ).A los ocho mal/hu (.•.) se añade tina divinidad q11e lleva el mismo
nombre m (Jfllbas mitadesy a la qt1e están dedicados dos mont1mmtos (t1no
m T11antay otro m T f#ata). Se trata de Marka Qo/111, también te/líricay
femenina y qt1e, para la m~orla de los injof'111antes, se confande con la
Pach(Jfll(Jflla, la Madre-T~a. Ella reside sola m 111 mont1mmto y 1111
esposos están represmtado.rpor lo.r otro.r maUklls. (. •.) Por tí/Jimo, el má.r
ifll}ortante de lo.r ma//h¡, algo así como elpadre de todo.r lo.r tÍetllá.r, e.r la
ton-e de la igle.ria, el Torre MaUkN, acofll}añado por la Torre T'alla, lo.r
cuales .ron celebrados por todos lo.r chip~as el mismo dla, el domingo de
Carnaval. (2001 :55)
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CAPÍTULO 11
YANA: LA COMPLEMENTARIEDAD
2.1. YANA
La primera deidad que menciona el Manuscrito de Huaro-
chirf se llama Yanañamqa Tutañamqa. Al parecer se trata de
un waka dual que animaba el mundo arcaico al que ese
texto remite en su pasaje inicial. La condición matricial
de esta waka aparece consignada simbólicamente tanto
por la figura de la noche (tuta) a la que remite la raíz del
segundo nombre (que, de acuerdo a la estructura sintác-
tica de los idiomas andinos, en realidad es el primero),
como por la de la negrura (yana) a la que hace referencia
el nombre complementario (que, de acuerdo también a
la sintaxis andina, es el que aparece como primero), el
cual connota asimismo complementariedad, pues yana
significa también pareja (de géneros complementarios,
cuando es sentimental y genésica) y persona dependiente
de otra, en términos que también suponen interdepen-
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118 Traducción: Los checa dicen ''Cha111J>iñamqa era quínlllple (o eran cin-
co)".
119 El término quechua ñaña ha sido traducido como ''hermana'', en
las versiones del Manuscrito de Huarochiríverti.das a otras lenguas. No
obstante, es preciso notar que en la definición que recoge el Vocabu-
lario de Diego Gon~alez Holguín (1608) se dice: "Ñaña: Hermana de
la mttfer, oprima hermana, o segunda, o la de su tierra, o amiga, todas se dizen
ñañd'. Es decir, ñaña puede igualmente significar amiga o coterrá-
nea, por donde su significación tiende a confluir con las del término
yana yyanasa que denotan ante todo una entidad co-operante y com-
plementaria, constitutiva, por tanto, de la completitud. Significativa-
mente, la localidad actualmente denominada Ñaña, situada en el
valle del Rímac, en la ruta de acceso al antiguo santuario de Chawpi-
ñamqa situado en Mama (hoy Ricardo Palma), se denominaba antes
Yañaqo Yanaq.
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CAPÍTULO 111
WAKA: LO SAGRADO
3.1.WAKA
El Vocabulario de la lengua aymara, de Ludovico Bertonio,
señala que con el término 111ak 'a se referían a un "ídolo en
forma de hombre, carnero, etc., y los c~os que adoraban en su
gentilidad", pero apunta también que ese vocablo signifi-
caba "monstruo, animal que nace con menos o más partes de las
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125 Igualmente, en el capítulo 17° del Man11S&ri1D se dice que todos los
años los Cheqa salían para realizar una caceóa ritual (chaco) y que
seguían la ruta tomada por Tt1l1fJqt1irt:, el héroe que conquistó estas
tierras, asumiendo que al seguir esa misma ruta participaóan de la
fuerza (/eaJ/pa) del héroe mítico.
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126 Así el waka Uoqlkgwanlulpa, del que el Manmmto dice que serla
hijo de Pachakamaq y enviado por éste, aparece desde el interior de la
tierra para proteger a la comunidad de los Cheqa y desaparece tam-
bién por allí. Tras el combate con el converso don Cristóbal Cho-
quecaxa, durante el cual se muestra en una alternancia de oscuridad
(ocultamiento) y resplandor (manifestación), al desaparecer se reve-
la en su condición de lechuza, animal nocturno una de cuyas varie-
dades, denominada paqa-paqa (paqay significa ocultar), es considera-
da en la zona andina mensajera de muerte.
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Así, los sueños son más fácilmente interpretables cuanto más periféri-
ca es su memoria. Al acercamos al centro, todo orden tenderla a desa-
parecer. De hecho, aún en la zona visible tiende a ser así; el principio de
identidad, soporte fundamental de toda determinación, cede a simbo-
lismos donde reinan la metáfora y el desplazamiento de sentido. Más
aún, una cosa es varias, es y no es, como anunciando el estallido de toda
determinación en la zona por donde el hongo o remolino se abisma
para conducir al inconsciente, que de ese modo se anuncia como una
suerte de magma de significaciones sin orden ni límite alguno, pero
con potencialidad de producir todos los órdenes posibles, así como de
devorarlos; tal como ocurria con el átrel(!OI' de Anaximandro. Así, el
inconsciente ignora el tiempo, como sucesión ordenada, y la conttadic-
ción. Sin orden ni distinción alguna, se tratarla de un no-lugar, con lo
que, dicho sea de paso, la tópica freudiana de la psique vendría a ser una
curiosa tópica, al incorporar como un referente básico aquel no-lugar.
134 La Sura 16, 98 del Corán dice: "Cuando mitéis el Corán, buscad refagio en
Dios de Satán, el eternamente exctmdo (de laMi.seritorriia de Dio.rJ' (2009: 2)
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puede ser sino bueno 135 (cuestión que, dicho sea de paso,
abre en esa teodicea el espinoso problema del origen del
mal136), además de ser Uno excluyente137 (más allá del
misterio de su condición trina). El demonio, en cambio,
es malo y sólo malo, además de ser plural, por lo cual
cabe hablar de demonios, pero no de dioses.
135 Nota Nietzsche al respecto: "Con nlleilro propio Dios es ((}fl qllÍm más
deshonestos SOfllos: ¡a élno le es lkitoJ>«mf' (1972b: 91)
136 Los atributos de omnipotencia y de infinita bondad dd Dios único
parecen irreconciliables con la experiencia dd mal en d mundo. Ya los
epicúreos argumentaban que puesto que d mundo está lleno de maldad,
Dios debe ser o bien malo, o bien impotente, o ambas cosas, pues un Dios
omnisciente, omnipotente e infinitamente bueno debió ser capaz de crear
un mundo sin maldad El poeta persa Ornar Khayyam, escribió en d siglo
XI versos como los siguientes: "¡Oh TIÍ que hicisle al hombre de delez!'able
barro/ y en elEdin pusisk la serpiente! Pormgro/ de pecados que veas al ser que TIÍ
treaSte,/ perdónaley procura que él también te perdone.". Réplicas argumentativas
clásicas, como la de Tomás de Aquino o la de Leibniz, según las cuales hay
un orden lógico (así como hay un orden valorativo) que Dios no podria
alterar, suponen una suerte de omnipotencia restringida (omnipotencia en
cierto grado), lo cual parece un contrasentido. Y, si al haber establecido las
reglas de la lógica y la moral mediante un decreto arbitrario, d motivo de
ello nos fuera inescrutable (puesto que la sabidwía de Dios no tiene por-
qué asemejarse a la nuestra), entonces la existencia de ese Dios deja de
tener significación moral e intdectual en nuestras vidas.
137 Un texto de catequesis (plática breve) aprobado por d ill Concilio
Lllnense en 1583 dice: "!Vfy qapaq dkisllam chiqanpuni Diosqa. Manam huk huk
dkisqa kanchu. Machl!Jkichik.le.unap dkistahina muchasqan wakankunaqa UtJ/a
~ Manam chtfYqankunaqa dioscW' r'Sólo estepoderoso dkis es verr/aderamente
Dios. No htfJ otros dioses. Los waka, adoratlospor vuestros antepasados, son demonios
falsos. Aquellos malvados no son diosd1 (faylor, 2003: 58, 59) El sermón
XVIlI, aprobado por d mismo concilio, instruye decir: "¡AJJatmr¡ ~
kiktal ~ sanm¡usaq. Qamkunap ñawk!Jkichik¡Ji • chtfJ/lataqa ñlllllrqu-
saq' f}Trái!fZ11me sus wakal Aquí los pisotearé. Aquí11IÍmlo, delante de sus o/fls, los
redmirt apolvtl1 (faylor, 2003, 92, 93).
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(Ah mamqy, qanflli sapqy mamqy kanki; hinataqchu /e'!j mana aJli
SllJ>qyqa atipa111anaq; qam, mamqyta, yanapalla111qy panahina huchasa-
paktapas; ñ111jataqflli /e'!j kikin mpqyta servirqan~· kananqa ñam
riqsini SllJ>qy kasqanta; manam /e'!jqa dioschu; manataqflli /e'!jqa imale-
tapas aJ/intaqa n1ranmanchu; qam sapqy ql!JtÚ!t!Jfaqflli leJ!Jpeligroman-
ta qispichilllanki; lllllllltflkiJestísntyta 111iUapuUa111qytaq kanaUanqa /e'!j
huchqymanta qispichi1111JChuntaq /e'!j mana alliSllJ>qypa makinmanta].
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nos no tienen alma, que el sol y todos los astros, como todo lo exis-
tente, están hechos para servir al hombre, el Sermón XVIII, aproba-
do por el fil Concilio LJmense, en 1583. dice: "Tuklly ima ht!Jleakllna-
mantapas runaraqmi aswan ylljJt!Jqa aswan quUananqa. ~llapanri runap
siruiqinpaq rurasqa /eaman" ["De todos estos el ser humano es el que vak más,
es el más excelente. Todos los demás son hechos para servir al ser humano'1.
(Taylor, 2003: 90, 91)
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y que los demás son piedras, y que engañado del demonio había mídoy enseñado
semefantes disparates(. ..)y habiéndolo oído les dieron disciplina.s,y ellos se azota-
ron diciéndoles los padres Miserm,y era de mucho consuelo oír el sentimiento con
que se azotabatl'. A otra persona le hacen decir que "Challj>iñamoc y
Parialeakay las demás rosas que adoraban no eran dioses sino unaspiedras insen-
sibles que Dios había criado para servicio de los hombresy que no hf!Y sino un solo
Dio/'. Evidentemente, esta es más bien la formulación que los doctri-
neros cristianos querían oír, pues nociones como aquella que refiere a
"piedras insensibles", es decir, meras cosas, creadas para que los hom-
bres se sirvan de ellas, son extrañas a la cosmovisión andina (Polia,
1999: 268, 269, 270)
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150 De hecho, en los capítulos 22º y 23º del Manuscrito, que se refieren
al alcance de la acción de Pachakamaqsi quisiera afectar al mundo,
éste señala que lo reduciría a su mínima expresión C'm/eJq, qamta-
111ampas hinantin, pachakta111anpaspuchu~manml}; es decir, siendo el
mundo ante todo un orden, lo reduciría a una situación cercana al
caos, distinta ciertamente de la nada.
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162 Recordemos otra vez el regocijo con que W~na Qapaq y Wiraqo-
cha reciben al mensajero cuya llegada precipita el final.
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CAPÍTULO IV
KAMA: EL ÁNIMO VITAL
4.1.KAMA
Una de las nociones de mayor alcance ontológico en el
Manuscrito de Huarochirí es la de kama. En referencia a las
deidades, aparece al dar cuenta de su función de kamaq,
donde el uso del sufijo agent:ivo q designa al que dona o
pone en acto aquella potencia-o más bien entelequia178-
que parece constituir el kama, haciéndolo discurrir como
soporte de lo existente y fuente de su realización. En
cuanto a los entes inttamundanos, precisa su condición
de kamasqa. El sufijo de derivación deverbat:iva, que da
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179 Como bien señala Paul Ricoeur (2003: 65-70), las unidades lexica-
les, en tanto se constituyen en el uso social, tienen la propiedad de ser
acumuladoras de sentido, de modo que al hablar realizamos sólo una
parte del rango de significación potencial que conllevan, el cual es
acotado primero por el texto (que en su unidad mínima es una frase),
que a su vez es acotado por el contexto, que funciona como un filtro,
con lo que se genera una suerte de polisemia regulada, dejando fuera
las demás potencialidades semánticas. Así es como podemos cons-
truir enunciados unívocos con palabras multívocas. Sin embargo, las
potencialidades semánticas así excluidas no quedan anuladas, sino
como flotando alrededor de las palabras, pues la polisemia y el simbo-
lismo pertenecen a la constitución y el funcionamiento del lenguaje.
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181 Traducción: Tras venardispmo a los hombres (de tal modo) qm sólopllliie-
ranparir dos h¡¡os.
182 Precisamente, por ser ésta la condición que definía cuál de los dos
quedaba vivo, se entiende que no podían ser de partos sucesivos sino
mellizos. Ahora bien. en cuanto a que uno tuviese que ser devorado
por WaJlallo Qanllincho, d motivo podía ser la sobrepoblación humana
(ciado que resucitaban a los cinco días de haber fallecido) o, de acuer-
do a lo que relata d primer suplemento dd Manmtrito, según d cual
los mellizos de sexo diferente eran apreciados como una señal fasta,
mientras los dd mismo sexo eran considerados una señal nefasta,
cabe suponer también que podría obedecer a que se tratara de melli-
zos ddmismo sexo.
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184 Pach'!Jachachiq significarla algo así como "mador del mundtl'. Entre
la figura y función del criador y la del creador ex nihilo hay una dis-
tancia ontológica insalvable, pues el criador cuida y forma algo
según una forma propia, intrínseca a aquello que cría y cuida.
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ductos subterráneos que conectan las zonas altas y las bajas, o con el
Cusco, chawpi de ese mundo.
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193 Así, en el capítulo 26º del ManNSmto, se narra cómo los hombres
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196 En este punto del relato también ocurre un suceso que se inscribe
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200 En este punto cabe notar que en el capítulo 13º se dice muy
escuetamente que en tiempos antiguos había una wa/ea llamada
Hanan Maqlla ("Maqlla de arribd). Se dice también que el sol (inh)
pudo haber sido su marido y que Pariaqaqa y Chawpiñamqa pudieron
ser sus hijos. En el quechua boliviano maqlla significa "afeminado,
pareado a 11na mttftr'', y en el quechua ecuatoriano el verbo ma~
significa "afeminar'. Siendo así, es posible que la mención furtiva
hecha a esa deidad (como queriendo mostrar y a la vez ocultar tal
referencia) esté remitiendo a Wiraqocha (deidad asociada al sol) en su
condición andrógina. En todo caso, ya sea por conjunción con
Wiraqocha (como ocurre con Kllnirqya) o por tratarse de otra deidad,
también aquí asoma una suerte de "quinto" elusivo y primordial en
relación al ciclo cuatripartito de deidades explícitamente menciona-
do en el primer capítulo del Man11S&rito.
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CAPÍTULO V
YACHAY: LA EXPERIENCIA
Nombre Nombre.
¿Q_ué se llama &Nanto eriza nos?
Se llama Lomismo que padea
nombre nombre nombre nombre
César Vallejo: Tri/ce (Il)
5.1.YACHAY
El saber del que habla el Manuscrito de Huarochiri es una
condición que abarca a todos los seres y al mundo como
totalidad, y orienta el curso de lo animado en su conjun-
to. Como tal, comporta una dimensión valorativa que le
es esencial. Esa manera de entender el saber, distinta de
la que está en la base de la ciencia y la cultura moderna, se
puede percibir en las connotaciones que proyecta la pala-
bra quechua yachtfY, ttaductible ciertamente por saber,
pero que significa también enseñar, aprender y aún vivir
(morar, residir); significaciones que remiten inevitable-
mente a la orientación de la vida, como un proceso de
retroalimentación en el que dicha orientación surge de la
vida -como conato, potencia e impulso- y conduce la
vida; una vida que, además, siempre es compartida.
La raíz yacha aparece en el diccionario quechua más
antiguo -el de Domingo de Santo Thomas (1560)- en
términos como yachacuni (habituarse), yachachini ("avezar,
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217 Traducción: ... diciendo "haZf!Je recordar (haZ!"e entender cómo realizar)
esto, haz que sea hábilen ello".
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CONCLUSIONES
305
2.- Se trata de una sabiduría de raigambre colectiva que
se caracteriza por favorecer una sensibilidad atenta al
cosmos, concebido como una totalidad viviente y
sapiente constituida por diversas comunidades de vida
-y diversas dimensiones- interrelacionadas, de la que
hacen parte las comunidades humanas. El término
cosmo-visión que hemos consignado en el título de
esta investigación busca dar cuenta de esa sensibilidad,
que traduce una experiencia cósmica, con arraigo en el
mundo (pacha) y atenta a los ritmos y señales de ese
mundo.
306
4.- En esa perspectiva, buscamos hacer dialogar esa
matriz de sentido con la tradición filosófica, eligiendo
para ello algunas nociones de gran alcance ontológico,
epistémico y valorativo que sostienen el discurso de
aquel manuscrito, como son las que consignamos en el
título de cada capítulo:pacha,yana, waka, kamayyacht!J, las
mismas que se hallan tanto en la lengua quechua como en
el aru o '!)mara y elpuquina, dejando entrever su condición
de nociones de alcance trascendental en el mundo andi-
no, en el sentido filosófico de este término, que se refiere
a las condiciones de posibilidad de la experiencia.
307
connotar igualmente apertura y donación, con lo cual su
más hondo sentido simbólico sería el de aquello que se
abre y se muestra como fenómeno, pero que no se redu-
ce a esa condición, sino que la excede.
308
son remitidos a un centro o chawpf, ocurre también con
las deidades. Se trata de asegurar la mediación, el vínculo
unificante, el chawpi que permita el discurrir de la vida.
En el simbolismo de la waka dual arcaica ese chawpi es
precisamente Chawpiñamqa. Pero ella, como Pariaqaqa, su
alter ego, puede manifestarse también como siendo cua-
tro, como cuatripartita (la dualidad duplicada, simbolis-
mo de lo pleno), topología característica del mundo andi-
no. No obstante esa cuatripartición o condición cuádru-
ple es también una relación y, como tal, se realiza simbó-
licamente por remisión a un quinto oculto. De allí la remi-
sión casi obsesiva del Manuscrito al simbolismo del núme-
ro cinco. De allí también que tanto de Chawpiñamqa
como de Pariaqaqa se dice que eran cinco, pero sólo se
puede dar cuatro nombres, pues el quinto corresponde a
lo que juega a ocultarse, a la naturaleza ultima e inasible
de lo manifiesto a que se refiere también Heráclito, quien
comprendió igualmente este principio ontológico.
309
vital por el cual puede manifestarse multiplicada, en un
movimiento genésico en que lo uno dual y, por tanto,
triádico, tiende a reproducir su condición a partir del
centro mediador o chawpi. Así, lo cuádruple simboliza la
potencia genésica. En un mundo de criadores de la vida y
la diversidad en que ella se manifiesta, esa condición se
traduce en una cosmo-visión según la cual ese mundo es
un tawantinsl!JU, topología que según el Manuscrito y otras
fuentes indígenas como Santa Cruz Pachacuti, parece
haber precedido al Estado que hallaron los europeos en
la zona andina y que da cuenta no sólo de cuatro partes
manifiestas, sino también del quinto vinculante, el chawpi
mediador entonces constituido por el Cusca.
310
par que se hermana; por lo cual existir es siempre co-
operar y el mundo se sostiene en la co-operación de todo
lo existente, que hace discurrir el flujo o potencia vital
denominado kama. Con ello, la cooperación halla un
soporte cósmico, una base ontológica que va más allá del
ámbito humano, involucrando a todos los seres.
311
11.- El imperativo moral de reciprocidad tiene así un
alcance cósmico. Se sustenta en una cosmo-visión en
que ningún evento se da por aislado, pues supone concu-
rrencia de fuerzas. En ella cada ente hace parte de un
tejido relacional que tiene la forma de comunidades de
vida vinculadas entre sí en términos de complementarie-
dad. El sentido de reciprocidad, traducido en el desplie-
gue de una lógica de vida de crianza mutua, preside las
interacciones entre los hombres y los demás seres, inclu-
yendo las deidades. Así se entiende cómo en el capítulo
23º del Manuscrito el inca Tupaq Yupanki, hallándose en un
duro trance, convoca a los waka a los que sirve y los
emplaza enérgicamente a servirlo también a él.
312
como imperativo moral en las relaciones de intercambio
que sostienen la vida, supone un sentido de mutua
dependencia entre todos los seres y tiene una base onto-
lógica en el reconocimiento de las relaciones de oposi-
ción, complementariedad y equilibrio dinámico de entes
y fuerzas que constituyen el cosmos en aquel horizonte
de sentido. Así, el t!Jni andino se funda en la necesidad
ontológica de contar con un complemento o yanantin,
dada la paridad como unidad fenoménica mínima.
313
lo cósmico, en el juego constante de manifestación y
ocultamiento (guac'!)cham).
314
su panteón o lo asimilaron como alter ego de sus deida-
des, y hasta recomendaron su culto. En el capítulo 21° del
Manuscrito un converso reta en sueños al waka Lioclkfywan-
kNpa a que diga que Jesucristo no es dios, obteniendo un
silencio que él interpretó como asentimiento de su condi-
ción de deidad exclusiva y excluyente. Aquel silencio equi-
vale a la risa mortal que asaltó a los dioses en la alegoría
nietzscheana titulada "De los apóstata!', al oír de un intole-
rante Dios que se hallaba entre ellos lo más ateo que cabe
decir: "¡existe un único dioJi". Ciertamente, el silencio de
LiocllaywankNpa era más púdico, más clemente.
315
Titiqaqa en el interior de un cofre, se revela como chazipi
al pasar por ese otro centro que es el Cusco. Como tal
tiende a ocultarse y tiene virtudes propiciatorias. Una vez
en Titiqaqa, paqarina del último Tawantinsuyo, KNnirt!Ja
Wiraqocha le dice al inca "vamos a hendir estepachaq'' y trazó
allí una línea divisoria para sumirse en el seno del mundo,
él por un lado y el inca con su hermana por el otro. El
término pachaq podría significar "lo que hace (generay sostie-
ne al) mundo"; aludiendo por tanto a lo más interior del
mundo, dimensión de la cual brota el mundo y a la cual
retorna al cumplirse un ciclo cósmico. El simbolismo de
la hendidura (ceque) sugiere que también al consumirse el
mundo (puchuqan) su última huella es dual. Más allá (o
más acá) está el punto de donde se abre y cierra el mun-
do. Dada la condición fenoménica de todo lo manifiesto
en el mundo, ese punto o pachaq constituiría simbólica-
mente el principio y el fin, tensión extrema de la potencia
germinal y de su realización plena, que sostiene el ciclo
cósmico.
316
existente está vinculado entre sí. En el Manuscrito, la des-
mesura está vinculada a una multiplicación de lo mismo,
contraria a la tendencia a la diversificación que sostiene la
vida. Ello configura una situación análoga a la que desig-
na el concepto griego de v{Jet,. El desequilibrio produci-
do por la desmesura de lo humano da como resultado
una vida fea (mi/lay), miserable.
317
18.- El térnúno kama, cuyo significado analizamos en el
cuarto capítulo, parece designar un principio activo intrín-
seco al mundo (homologable con las nociones griegas de
evEe'Ystcx o ÉvrEMxetcx, o la china de tl o q1), que asegura el
despliegue de sus potencialidades y que como aptitud
conlleva una orientación y un lúnite. Al efectivizar (actua-
lizar o traducir en acto) su rango de posibilidades pone en
juego un orden dinámico, con una racionalidad (Donún-
go de Santo Thomas traduce kama por "razonamiento'}
correspondiente a determinado ámbito vital. Siendo ello
así, el orden del mundo (la disposición de los fenómenos)
manifestaría el curso del kama o ánimo vital, que parece
conllevar también una voluntad (por tanto, un elemento
patlúco), y traduce el juego de oposición y complementa-
riedad entre una tendencia expansiva, de dispersión, y otra
implosiva, unificante. Por ello, kama denota también abun-
dancia que conlleva delimitación, medida, norma y obli-
gación (camani es "medir", cam'!J "mi obligación" y
camahuanmi riccihuanmi ''venir muy bien o justo'); es igual-
mente aptitud de mandar u ordenar, pero también de
proveer y surtir. Ello remite a una cosmo-visión en que la
abundancia, efecto del poder, conlleva la necesidad de
donación y generosidad como condición de posibilidad
de la vida. Así, en el Manuscrito de Huarochirí, a propósito de
las deidades se pondera su condición de kamaq o "provee-
dores de kamd', de poder; los entes a quienes sostiene ese
ánimo vital son kamasqa o "dotados de kamd', y quienes
participando de aquel flujo vital tienen la capacidad de
realizar sus potencialidades con respecto a algo, en una
lógica de crianza de ello, se denominan k.amayuq.
318
19.-En su primer capítulo, el Manuscrito dice que Wallallo
Qarwincho disponía el curso y alcance de la vida. El térmi-
no empleado es kamarqan, que da cuenta de la acción de
disponer u ordenar el ánimo vital (kama) que discurre
por la realidad entera, sosteniéndola. Kama suele usarse
también para denotar un límite. Así, el poder es la capaci-
dad de disponer un orden. Pero, si el waka establece el
alcance de la capacidad humana de procrear, esto no le
sobreviene al hombre desde fuera: corresponde al ritmo
e intensidad del ánimo que por él fluye. Con ello, ese
ordenamiento conjuga dos aspectos aparentemente
antitéticos, pero concurrentes: la capacidad expansiva de
la vida y su límite. No obstante, la puesta en juego del
kama, por parte del hombre, como kamt!Joq, rebasa su
capacidad individual de obrar, pues proviene del kamaq
cósmico, waka que a modo de un chamán cósmico da
curso -dirige, ordena o gobierna, es decir, cría- al kama
que brota del Uku Pacha, así como un chamán-con el
concurso de las deidades y actuando como su agente- da
curso a esa misma energía (sv€eystoc o É:v-rsMxstoc) que
sostiene el cosmos o pacha cuyas dimensiones manifies-
tas son el Kay Pachay el Hanaq Pacha. Aludiendo a esa
potencia vital, en el tiempo mítico del diluvio narrado en
el Manuscrito, el zorro penetró con su cola en el caldo
genésico producido por el agua. Desde entonces su
punta ennegrecida posee virtud taumatúrgica (negro es
yana, palabra que designa también ayuda), como si sim-
bólicamente hubiese penetrado en el kama o ánimo (al-
ma) del mundo.
319
20.- Un motivo que al definirse por la permanencia (t!J'!Y)
parece escapar al ciclo de la vida que discurre entre el
florecimiento y la vuelta a la semilla, es el de la petrifica-
ción de seres humanos, animales y deidades. No obstan-
te, se presenta más bien como la consumación de la per-
durabilidad (wiñay) que buscaría la vida, simbolizando el
sumum de la vitalidad. Por ello, la piedra es una de las
manifestaciones privilegiadas de lo sagrado en el mundo
andino, sino la principal; lo cual tendría que ver también
con su condición de ''brote" de la tierra entendida como
matriz genésica. En sentido inverso y complementario,
la petrificación inscribe en el paisaje el referente nodal de
un suceso, desplegando su decurso temporal en un lugar
que se articula con otros lugares. Así, el ''lugar" conjuga
la dimensión temporal y la espacial al modo de un texto,
manifestando la condición textual del mundo (que arti-
culando diversos tiempos, vendría a ser más bien una
suerte de palimpsesto que contiene capas de sentido). El
hecho de que las piedras tuviesen una presencia casi ubi-
cua como medio de consulta oracular, ratifica su condi-
ción de sapientes y de kamasqa, de entes animados de
fuerza vital. Es así como en el juego simbólico del Manus-
crito la petrificación aparece también como culminación
de la plenitud vital que constituye el encuentro sexual de
seres humanos (Way/lama y Anchiqara), deidades (Chawpi-
ñamqa y R.Jmaqoto) y aún elementos del cosmos (el agua y
la tierra); por tanto, como afirmación de la vida.
320
la muerte, que se presenta como su fase de retorno, sino
también en el plano simbólico radical representado por
las deidades, a las que se presenta en el primer capítulo
como presidiendo ciclos de vida, el último de los cuales,
correspondiente a K.Jlnirt!Ja Wiraqocha, bien podría ser
también el primero. En ese curso cíclico, sin comienzo ni
final absoluto, cada una de esas deidades daría cuenta de
un mundo, pacha u orden de vida que culmina en un
pachakuti o inversión, que siendo inversión de un orden
unitario (pacha) constituiría un proceso de dispersión
(ch 'iqfy) o vuelta (kuh) al estado germinal de ese orden.
En el capítulo 18°, un sacerdote que ausculta las señales
que envía Pariaqaqa anuncia el final de una era y la vuelta
al estado de germinación. Enterados de la llegada de los
españoles, sus compañeros asumen que así es y propo-
nen dispersarse. Allí el tiempo simbólico articula como
un chawpi otros dos tiempos: el del mito y el de la historia,
que convergen en el motivo del mundo descalabrado. El
proceso de dispersión y desorden, simbólicamente
caracterizado por su feracidad, aparece como el germen
de la reconstitución de un orden que acoja la diversidad
generada en dispersión, tal como parece haber ocurrido
históricamente en el espacio andino. Así, aquellos perio-
dos de dispersión no pueden considerarse ni un retroce-
so ni una pérdida, pues en ellos se gana en diversidad que
el proceso siguiente unifica en su complementariedad.
Desde esa perspectiva, la irrupción europea bien podría
comprenderse como el inicio de una nueva dispersión,
tras la cual vendría un proceso de articulación de lo dis-
perso que incorpore los nuevos elementos a la diversidad
321
deseada, y el tiempo largo de esta dispersión se compren-
dería por la irrupción de elementos civilizatorios distin-
tos a los del mundo andino, por lo que el tiempo de amal-
gama sería mayor, aunque algunas manifestaciones del
cumplimiento de ese ciclo estarían ya asomando, como
ocurre en la culinaria, terreno que simbólicamente se
traslapa con la siembra, la cosecha, la nutrición y la
expansión de la vida. En todo caso, la decisión de disper-
sarse, tomada en el santuario arruinado de Pariaqaqa
anunciaría simbólicamente una estrategia de vida de
alcance civilizatorio, consistente en volver al germen, a la
dispersión y la noche de la semilla, cuando un orden
social se muestra insuficiente para albergar la diversidad
sobrevenida, para luego nuevamente florecer; con lo
cual constituiría una afirmación de la vida y del orden
que lo sostiene. Esa afirmación de la vida nada tiene que
ver con el utopismo occidental que remite a una "fuga
hacia adelante", consistente en una permanente apuesta
por lo que aún no existe y que deberá ser radicalmente
nuevo, desplazando --condenando al no ser- lo antes
existente. El mundo deseable está aquí mismo y de lo que
se trata es de reconciliarnos con él y criarlo con cariño, a
fin de que el orden que contiene permita el florecimiento
dela vida.
322
dimensiones consustanciales de una experiencia genui-
na, y se sostiene en una conversación o diálogo en que
participan todas las comunidades de vida e involucra
tanto el aprender como el enseñar, pero es ante todo un
situarse en el mundo, por eso constituye una cosmo-
visión, una experiencia cósmica, compartida, enraizada
en el mundo. Así, el término yachf!Y remite a un actuar
sapiente, abierto a posibilidades y tendiente a desplegar
las posibilidades de aquello a lo que atiende la acción. En
el aspecto intelectivo consistiría en desvelar los presu-
puestos y posibilidades de aquello a lo que se atiende; en
el aspecto ético o moral se vincula al bien-estar, al arraigo
y familiaridad con el entorno; en su dimensión pragmáti-
ca remite al cuidado y la destreza con que se logra que
aquello a que se atiende llegue a ser lo que potencialmen-
te es. Supone, por tanto, una ontología en que ser es
inter-actuar.
323
que por tanto es también sapiente, pues en esta cosmo-
visión todo ente sabe y puede comunicar ese saber. Por
eso también, lo contrario del Y"Y'!Y runa u hombre de
razón es el utiq-aquél que se halla ensimismado-; el cos-
mos es diálogo y la experiencia, que es cósmica, constitu-
ye un proceso de crianza, cuidado, aprendizaje y ense-
ñanza. En el capítulo 3° del Manuscrito, el llama cuya
comunicación insistente advirtiendo de un próximo
diluvio no atiende su pastor, enrostra a éste su ensimis-
mamiento. Aquel animal debió comprender las señales
emitidas por suyana o par cósmico constituido por una
gran zona negra que semeja el perfil de una llama, con
dos estrellas relucientes por ojos, sobre el trasfondo de la
Vía Láctea, que en la cosmo-visión andina provee seña-
les en relación al ciclo del agua. Los demás animales, al
igual que el llama, habían comprendido esas señales y
llegaron primero a la cumbre a la que el pastor y su llama
subieron luego para salvarse.
324
preta tienen un carácter indicial, de señal y derrotero, de
una indicación de sentido. Ese saber conjetural e inter-
pretante, que se sabe condicionado, se halla lejano de la
pretensión de saber apodíctico, incondicionado y abso-
luto, libre de toda perspectiva, pretensión que exige un
saber acósmico, como el del ojo de alcance absoluto de
un dios excluyente, paradójicamente "situado" fuera del
cosmos. Aquel saber interpretante remite también al
carácter textual del mundo, como ámbito con sentido y
significación, donde todo está diciendo algo y cada even-
to constituye una señal, en una polifonía sostenida en el
diálogo que a su vez es apertura hacia otros horizontes.
El pasaje del capítulo 18° del Manuscrito en que un hom-
bre discreto interpreta de lejos las entrañas de una llama
sacrificada a Pariaqaqa, logrando ver lo que otros en posi-
ción más cercana no llegan a ver, provee un referente
simbólico de gran alcance para comprender el significa-
do del saber entendido como hamut'!). Ese hombre pro-
veniente de las alturas, simboliza un posicionamiento
fronterizo, de cruce y traslape de horizontes entre el
ámbito de los hombres, el de los dioses y el de lo monta-
raz. Los demás intérpretes estaban demasiado circuns-
critos por el horizonte próximo del prestigio y venera-
ción del que gozaba Pariaqaqa entonces.
325
tanto, de un pachakuti o trastocamiento del orden, que
suele ser antesala de su regeneración. El narrador, que es
indígena y cristiano, busca identificar ese acontecimiento
con la oscuridad que siguió a la muerte de Cristo, sobre la
base de la interpretación (unanchay) de ese simbolismo, y
cuenta que los indígenas no cristianizados también
decían que la noche del Calvario bien podría haber sido
la misma que se produjo por la muerte del sol, centro del
cosmos andino. Así los interlocutores andinos (unos
creyentes en los waka y otros en el dios cristiano) produ-
cen un diálogo de horizontes en base a la potencia heu-
rística de la ontología andina que favorece el encuentro y
reconocimiento de lo diverso. Del mismo modo, el
encuentro (tinkuy) de los zorros míticos que se narra en
el capítulo 5° del Manuscrito da cuenta de las mediaciones
que hacen posible que haya unidad en lo diverso y que la
unidad sostenga la diversidad. El escenario del encuen-
tro, abierto por el sueño de Watyaquri, es el medio de un
camino que une la región alta y la baja, lo cual connota un
chawpi hiperbólico. El encuentro de los dos zorros cuyo
rumbo los llevará a intercambiar sus posiciones -como
un ponerse en el lugar del otro- se afirma cuando el de
abajo se dirige al de arriba llamándolo hermano, estable-
ciendo así condiciones de equidad y constituyendo al
otro en par opuesto y complementario a la vez. Watyaquri
ocupa la posición del chawpi mediador que juega a ocul-
tarse; hace las veces de un tercer zorro, un metazorro: el
zorro mediador (chawpi atoq) que produce el encuentro
entre el zorro de abajo (ura atoq) y el zorro de arriba (ha-
naq atoq), puente por donde discurre el kama (o el Myo,),
326
que es comunicación y potencia, ratificando que el cardi-
nal ontológico mínimo del diálogo y del ser es la tríada.
Ese encuentro de zorros que da curso al conocimiento,
que es también autoconocimiento y conocimiento del
cosmos, viene a ser en la mirada de aquel tercer zorro que
es Waryaquri, cosmo-visión, fusión de horizontes, como
lo es también el propio Manuscrito de Huarochirí, donde se
encuentran y dialogan dioses y hombres, cultura oral y
cultura escrita, y dos grandes tradiciones civilizatorias,
dos horizontes de sentido.
327
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APÉNDICE
LA RUTA DE LOS ZORROS
EL DIBUJO DE SANTA CRUZ PACHACUTI
La cosmo-visión andina
en el Manuscrito de Huarochiri
Se terminó de imprimir en los talleres de Imprenta Business
Graphics, Av. José G.í.lvez 1884- Lince, a mediados de junio
de 2015, año dd centenario de la publicación de Lz melalllor-
fam, dd sexagenario de la publicación de Los gallinazos sin
piNma.sy dd centenario dd nacimiento de Saul Bdow.
El texto
aquí presentado
comprende cinco capítulos,
cada uno de los cuales gira en
torno a una noción clave empleada
por el autor del Manuscrito (Pacha, Yana,
Waka, Kama, YachaJ?, elegida por la densidad
de significaciones de orden ontológico que conlleva,
estableciendo un contrapunto entre el soporte simbólico de los discursos
que contiene y la tradición discursiva conceptual que caracteriza a la filosofta.
ISBN: 978-612-46801-8-2
1
9 78 6 124 6801 8 2