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Desde este enfoque, nos animamos a señalar que la geografía debería (si es
que aún no lo ha hecho; queremos desde ya solicitar disculpas si es que
ignoramos esfuerzos teóricos en esta línea) reflexionar acerca de las
connotaciones espaciales del concepto de Sustentabilidad, especialmente en
aquello referido a las causas estructurales, modalidades e impactos de las
posibles internalizaciones de las valoraciones y valores ambientales en un
sistema (el espacio - ecológico) que se asume como cerrado. Qué más
cercano a la geografía que los esquemas ecointegradores de la actividad
económica y humana y cuán activos se encuentran en el desarrollo de los
distintos paradigmas en la evolución del pensamiento geográfico de
recomendaciones vinculadas a modificaciones en las pautas, hábitos y
objetivos de la producción, en los sistemas y modalidades de consumo, la
orientación del cambio tecnológico y de las relaciones entre naciones
subdesarrolladas e industrializadas.
En este orden de cosas, Félix Guattari manifiesta con especial prolijidad que
“ la verdadera respuesta a la crisis ecológica solo podrá hacerse a escala
planetaria y a condición que se realice una auténtica revolución política,
social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes
materiales e inmateriales ”. A propósito de este tópico surgen los análisis de
los factores críticos del desarrollo sustentable, el concierto social requerido
para transformar los modos de producción y los términos de intercambio y
en contrapartida la actitud negativa de las principales potencias
contaminadoras
para lograr cualquier acuerdo en materia de incorporación de tecnologías
blandas, disminución del CO, CO2, de los CFC.
En resumen
Los comunes tienen que ser el medio para la creación de una sociedad
igualitaria y cooperativa o se arriesgan a profundizar las divisiones
sociales, creando paraísos para quienes se lo puedan permitir y que,
por ende, puedan ignorar más fácilmente la miseria por la que se
encuentran rodeados.
iii. Uno de los desafíos a los que nos enfrentamos hoy en día es
conectar la lucha por lo público con aquellas por la construcción de lo
común, de modo que puedan fortalecerse unas a otras. Esto es más que
un imperativo ideológico. Reiterémoslo: lo que llamamos
―público‖ es la riqueza que hemos producido nosotros y tenemos que
reapropiarnos de ella. También resulta evidente que las luchas de los
trabajadores públicos no pueden tener éxito sin el apoyo de la
comunidad; al mismo tiempo, su experiencia puede ayudarnos a
reconstruir nuestra reproducción, a decidir, por ejemplo, lo que se
supone que es un buen sistema sanitario, qué tipo de conocimientos
se requieren y así sucesivamente. No obstante, es muy importante
mantener la distinción entre lo público y lo común, pues lo público es
una institución estatal que asume la existencia de una esfera privada
de relaciones económicas y sociales que no podemos controlar.
Resumen
En América Latina durante más de una década, vivimos una fase aguda de
vetos sociales de
Muchos, muchísimos, se alzaron una y otra vez para vetar las arbitrarias
decisiones ajenas que los desconocían y los saqueaban. Tras dicho
despliegue polifónico y amplio de la capacidad social de veto contra la hidra
de la negación capitalista de la vida, se abrió nuevamente el horizonte de la
reapropiación de la riqueza común
Estos años han sido tiempos extraordinarios en las tierras al occidente del
Atlántico durante los cuales, múltiples y heterogéneos esfuerzos de lucha
contra lo que se impone como «progreso» y «desarrollo», desplegados
desde muy distintos flancos, desordenaron y rompieron la normativa política
fundada en el «artefacto» ciudadano que habilita el monopolio de las
decisiones sobre los asuntos que a todos afectan porque a todos incumben,
al tiempo que simula conceder una igualdad meramente formal que oculta el
abismo creciente que instituye entre quienes producen la vida y son
compelidos a obedecer y quienes no la producen sino que se lucran con ella y
son habilitados para mandar.
En América Latina durante más de una década, vivimos una fase aguda de
vetos sociales de
variadas y heterogéneas calidades y alcances: unos depusieron presidentes,
pusieron en jaque a gobernadores y amagaron a añejos terratenientes, otros
expulsaron a rapaces transnacionales de
«servicios» o a compañías constructoras de aeropuertos, minas y presas,
otros conservaron riquezas materiales amenazadas de rapiña variada.
Muchos, muchísimos, se alzaron una y otra vez para vetar las arbitrarias
decisiones ajenas que los desconocían y los saqueaban. las capacidades
probadas y con un continuo cambio de temas en función de las tareas
requeridas.
Resumen
Como todo tópico que irrumpe en el debate social, el espacio público aparece
como objeto de interés en el mundo político, mediático y académico, así
como en la conversación cotidiana, en el seno de un entramado de políticas
de representación variables y contestadas. Proponemos aquí tres grandes
perspectivas o tendencias discursivas que se sitúan en la base de las
políticas de representación del espacio público, a partir de una revisión de la
literatura interdisciplinar sobre el tema. Esta distinción pretende ser útil para
reflexionar sobre los diferentes esquemas de premisas que fundamentan lo
pensable y lo deseable, lo normativo y lo censurable, en relación al espacio
público.
La tesis optimista
La tesis terminal
Definiciones tentativas
Sin embargo, la omnipresencia del extraño como rasgo esencial del espacio
público en la ciudad ha sido también matizada por quienes han argumentado
que incluso en las ciudades más grandes persisten dinámicas de vida pública
gobernadas por vínculos de conocimiento personal, cercano, trato directo y
afecto en un tejido de identificaciones sociales con una comunidad más
amplia . En resumen, el espacio público debe ser capaz de albergar
funciones sociales tan diversas como el encuentro social, el aislamiento en la
multitud, la relajación, el entretenimiento, la venta y el consumo , la
protesta y la deliberación políticas, la supervivencia y la expresión artística .
Como comentan las autoras del estudio, las luchas sobre el espacio público
como las de este distrito «representan una forma territorial de luchas sobre
los variados significados de la ciudadanía y la pertenencia a la política». En
efecto, Staeheli y Thompson interpretan este conflicto como la expresión de
una dialéctica entre la reducción de los márgenes de la ciudadanía
aceptable mediante cambios y controles territoriales excluyentes en el
espacio público, por un lado, y los reclamos de los grupos excluidos,
expresados también espacialmente, para ser aceptados como ciudadanos
legítimos sin pertenecer por ello a la comunidad dominante, por otro lado.
Esta conclusión refuerza el argumento conflictivista común a Mitchell, Fraser
y Crawford sobre la necesidad de concebir el «público» y la ciudadanía
como categorías plurales e internamente contestadas. El derecho a la
ciudad debe permitir a distintas comunidades, grupos sociales y
contrapúblicos reafirmar sus identidades y revertir su desigualdad, a la vez
que preservar su diferencia, a través de los usos variados y conflictivos del
espacio público.
Modalidades de conflicto
La tipología de Burte nos resulta útil para comprender que el espacio público
es un lugar cuyo control y uso territoriales suelen expresar relaciones
sociales conflictivas, convirtiendo el espacio tanto en un recurso para ejercer
poder y ofrecer resisten-cia, como en una plataforma necesaria para que ese
poder y esa resistencia sean públicamente visibles. Esta caracterización
permite trazar una segunda distinción imprescindible en el campo de los
conflictos en el espacio público. Debemos considerar en primer lugar que hay
conflictos que derivan de la diversidad social. Por ejemplo, una señora mayor
que riñe a una chica que está orinando en la calle tras una fiesta de barrio,
argumentando que «orinar en la calle es totalmente de mal gusto y que eso
debe hacerlo en su casa». Aquí se manifiesta un conflicto entre concepciones
normativas dispares sobre el comportamiento de orinar en la calle como algo
moralmente apropiado o inapropiado . Otro ejemplo sería el del patinador
adolescente que choca con un señor en una plaza, a lo cual el señor
responde con insultos diciendo que «esa plaza no es para patinar» y que el
joven debería irse «a otro lugar». Un tercer ejemplo lo constituirían los
grupos de chicos que pelean por el uso de una pista de fútbol en un parque
público. Estos tres ejemplos ilustran roces interaccionales derivados de la
heterogeneidad de usos del espacio público entre categorías sociales en
igualdad de estatus en el espacio social y en la imaginación dominante del
derecho a la ciudad, expresando relaciones materiales de poder horizontal.
En estos casos sucede que los usos simultáneos del espacio entran en
fricción por cuestiones de falta de espacio, de incompatibilidad, de excesos
de tiempos normativos de uso o de juicios de inmoralidad del
comportamiento. Los conflictos derivados de la mera diversidad son de
naturaleza distinta de los conflictos que se vinculan a la desigualdad social.
Conclusiones
Ese espacio público se identifica, por tanto, como ámbito de y para el libre
acuerdo entre seres autónomos y emancipados que viven en tanto se
encuadran en él, una experiencia masiva de desafiliación.
Ese fue el objetivo de entonces, que se traduce hoy en nuevas fórmulas para
lo mismo: conseguir que las masas irracionales se conviertan en público
racional y que los obreros y los miembros de otros sectores sociales
eventualmente conflictivos o “peligrosos” se conciban a sí mismos como
ciudadanos, y por supuesto no en el sentido que el término había adquirido.