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Eficiencia y libertad: Por un programa político serio1

Se acercan las elecciones presidenciales y, por lo tanto


—casi como una conditio sine qua non—, las promesas de
campaña de carácter redistributivo. Y no sólo en la
izquierda, sino también en la derecha. Todo esto, además, en
un escenario difícil: el Banco Central ha establecido que en
este primer trimestre del año hemos crecido un 0,1%.
Podríamos preguntarnos, tras estos antecedentes, si son
realmente tiempos para redistribuir y si existe alguna
redistribución que sea al mismo tiempo ética y eficiente.
Hemos de partir, entonces, analizando esa posibilidad
desde la eficiencia de Pareto, ampliamente aceptada en los
estudios de la economía del bienestar. Vilfredo Pareto,
contrariando las nociones utilitaristas sobre la felicidad
social, estableció que era imposible medir o agregar la
felicidad del individuo. Cada uno de los sujetos tiene una
idea particular de sus preferencias y de cómo concretarlas.
De este modo, si cada uno sigue sus propósitos se llegará a
un punto, nos dice Pareto, en que nadie podrá mejorar su
situación sin desmejorar la de los demás, siendo
intrínsecamente eficiente el resultado.
El filósofo norteamericano John Rawls ha querido ver en
este óptimo de eficiencia paretiana un resultado injusto,
pues no importaría que todos los bienes distribuidos quedaran
—por obra del mercado— únicamente en manos de unos pocos: el
resultado, aunque desigualitario, seguiría siendo una
distribución eficiente.
Desde esta visión, han nacido posturas siempre más
redistributivas de gran alcance justificadas en la situación
precaria de los más desamparados o de la supresión de las
desigualdades materiales. Pero el problema es que este asunto
no se queda solo en la teoría, sino que la misma acción
política suele verse inclinada a acceder a programas cada vez
más abusivos en la redistribución de los bienes en búsqueda
de más votos. Cada redistribución, aparentemente, no sería

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Artículo publicado en el diario La Tercera el 2 de junio de 2017. La discusión estaba muy intensa y busqué
por todos los medios influir en un medio más conocido a nivel nacional. La idea era estructurar el programa
de gobierno en dos conceptos claves: eficiencia y libertad. Ambos conceptos no tenían y no tienen por qué
ser dicotómicos. En un futuro, la lucha cultural necesita conceptos claros y un armazón coherente para
enfrentar las arremetidas de la izquierda por volverse hegemónica.
más que un movimiento de un punto a otro a lo largo de la
curva o Frontera de Pareto.
El asunto es que las políticas redistributivas no sólo
son intrínsecamente ineficientes, sino que tampoco se
corresponden con una ética que respete la libertad del
individuo. Primero, porque la distribución de bienes que
surge de la libre interacción de los sujetos en un mercado es
normalmente eficiente y; segundo, dado que dicha eficiencia
es el resultado de las interacciones propias de sujetos
libres que comercian con su propiedad mutuamente reconocida,
sería dicho resultado de carácter ético. Es a lo que apuntaba
Hayek cuando hablaba del orden espontáneo en el mercado. Toda
intervención estatal en los resultados del mercado, sean
estos en aras de la supuesta “igualdad de oportunidades”, o
de una redistribución aparentemente justa, son ineficientes y
transgreden la libertad del sujeto.
La única manera de mejorar la situación de los más
débiles o ir suprimiendo la aparentemente grave desigualdad,
sin menoscabar ni la eficiencia del mercado ni la libertad de
los sujetos, es seguir creciendo. Ya dijo Xavier Sala i
Martín, un connotado economista español, que el capitalismo
ha sido el único modelo que ha permitido crecer y sacar a los
pobres de su miseria. Sería el único modelo que no desmejora
la situación de uno para darle a otro, cumpliendo así con las
nociones paretianas.
De este modo, la preocupación de las campañas y de los
políticos no debiese estar puesta en políticas
redistributivas —que son eficaces para conseguir votos, pero
irresponsables económica y éticamente— sino en una agenda pro
crecimiento, un programa serio que nos permita no sólo
atender la situación de los más débiles sino también ser
eficientes y libres, al mismo tiempo.

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