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particulares, entonces, esto implica apartarse de la actitud natural y por tanto, a partir de un
proyecto crítico, no sólo prescindir del trabajo intelectual de las ciencias naturales, sino
realizar también una total desconexión de la trascendencia, una reducción gnoseológica, la
cual Husserl llama “reducción fenomenológica” (Husserl; 1982:55). Esta reducción es
entendida por Husserl como una del mundo.
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t em poral ” (Husserl, 2013:144). Aquí Husserl deja claro que poner entre paréntesis el
mundo no está indicando la negación de éste o la duda de su existencia, sino que se trata de
una desconexión de “t odas l as ci enci as r efer ent es a est e m undo nat ural ”
(Ibíd.:145) y, con ellas, una desconexión del mundo mismo como aquel hacia el cual estamos
volcados, en el cual se hace posible la experiencia y al cual se refieren nuestros juicios. Al
poner entre paréntesis el mundo la fenomenológica permite, en un detenerse y un
echarse para atrás con respecto a los entes de la trascendencia y los juicios surgidos desde
ella, el acceso a “las cosas mismas” en las vivencias de conciencia.
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una síntesis de múltiples niveles, en la que están constituidos tipos de objeto [Objekt] y
objetos singulares siempre nuevos” (Husserl: 1988:29). En Ideas II Husserl indicará que el
yo trascendental o yo puro, como también se le entiende en esta obra, está referido a objetos
de maneras muy diferentes según el acto intencional ejecutado, él pasa por ellos de modo
libre y libremente los constituye. Es así, pues, que la trascendental deja a la luz la
actividad constituyente del yo de manera que esta actividad y los objetos que en ella se
constituyen puedan ser ahora descritos por la fenomenología.
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unificados por empatía mutua en un nexo constituyente de objetividades
intersubjetivas. (Husserl; 2014:148).
Aquí me interesa retener la idea que Husserl presenta con respecto a esas “unidades
constituidas” que están referidas tanto a una corriente de conciencia, como a una conciencia
intersubjetiva que Husserl la llama “multiplicidad abierta de yo puros […] separados
monádicamente”. De lo aquí expresado por Husserl se puede decir que en tanto hay una
conciencia monádica que es intersubjetiva, entonces se puede entender que hay una
intersubjetividad de yo puros, esto es, una intersubjetividad trascendental. Con respecto a
esta intersubjetividad también se puede decir, siguiendo a San Martin, que el yo trascendental
también se convierte en espectador de la vida de los otros en tanto otros yo empíricos, en la
cual se presenta también la subjetividad trascendental que los constituye (Cf. San Martín;
1987:104). Husserl ha expresado el valor de la intersubjetividad a lo largo de la “Sección
primera” de Ideas II. Por ello al pensar la transición de la experiencia solipsista a la
intersubjetiva el fiósofo indica que “[…] l a aprehensi ón del cuerp o [ L ei b] vi vo
desempeña un p apel pa rt i cul ar pa ra l a i nt e r subj et i vi dad , en la cual todo los objetos
son aprehendidos ‘objetivamente’, como cosas en el t i em po obj et i vo uno, en el espa ci o
obj et i vo uno del mundo objetivo uno” (Husserl; 2014:114); y esto es así porque “la
acreditación de cualquier objetividad aprehendida exige una referencia a la aprehensión de
una pluralidad de sujetos que se entienden” (Ibíd.,). Con respecto a esta cita de Husserl, y el
valor de la aprehensión del cuerpo (Leib) vivo para la intersubjetividad, es pertinente traer
aquí las palabras de San Martin cuando éste indica que:
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Esta cita no sólo deja ver cómo el yo trascendental se convierte en espectador de la vida de
los otros en tanto los aprehende como cuerpos vivos, como soma, sino que además muestra
cómo esta experiencia va más allá y hace que ese cuerpo vivo sea aprehendido, desde la
experiencia de mi propio cuerpo vivo, como otro como yo. Otro como yo que en tanto cuerpo
vivo también es “cuerpo práxico” (San Martín; 1987:99), cuerpo de expresión y
movimiento. Es así que el otro se puede entender como expresión de vida, de esa vida que
yo también experimento en mí.
Con respecto a la aprehensión del cuerpo vivo es también de interés presentar aquí la
comprensión que Roberto Walton tiene de ésta. Para el fenomenólogo es claro que la
aprehensión de un cuerpo vivo implica un “fundamento de motivación”, este fundamento es
dado por la analogía que se presenta entre el cuerpo (Körper) y mi propio cuerpo vivo (Leib).
Con respecto al movimiento que posibilita esta motivación Walton indica que:
Un cuerpo físico que está ahí es aprehendido como cuerpo propio, por medio
de un emparejamiento o parificación (Paarung), es decir, una síntesis pasiva
de asociación motivada por su semejanza con mi cuerpo propio en tanto órgano
de mi movimiento en razón de que se mueve y altera de un modo análogo. […]
Se establece una equivalencia entre los movimientos y gestos observados
exteriormente y los del cuerpo propio otorgando a los primeros el sentido de
los segundos. (Walton; 2002: 411).
Es así que, en la experiencia que yo tengo del otro, son las semejanzas con respecto a la
conducta y modo de aparecerse que ese cuerpo (Körper) tiene con el mío, en tanto cuerpo
vivo (Leib), lo que entrega la motivación necesaria para su aprehensión como otro cuerpo
vivo (Leib). Es esta aprehensión la que posibilita la intersubjetividad, una intersubjetividad
que da apertura a un horizonte social, un horizonte que implica necesariamente un estar-con
otros en tanto estos son la materialización concreta de dicho horizonte. La intersubjetividad,
pues, se hace posible gracias a que el otro y los otros se han presentado como personas
empíricas igual que yo lo soy. Es por esto que San Martin dice con respecto a la
intersubjetividad que: “[…] una vez puesto el otro como otro, su sentido no es sólo el de ser
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un hombre sino el de ser también una subjetividad trascendental igual que yo […] pues todo
el sentido de ese otro, puesto o conocido a partir de su cuerpo, es el de ser idéntico en
estructuras a mí mismo, el tener el mismo acceso al mundo que yo, el ser otra intencionalidad
como yo mismo, el ser en definitiva otra subjetividad trascendental como yo mismo” (San
Martín; 1987:104).
Es claro que el Mitsein que Heidegger piensa en Ser y tiempo tuvo antes su desarrollo en los
manuscritos sobre la intersubjetividad, particularmente en las investigaciones que componen
el Vol. XIV de Husserliana. Pero además se hace evidente que desde los desarrollos sobre la
intersubjetividad que Husserl realiza en Ideas II ya está presente implícitamente el Mitsein,
en tanto se deja ver que no hay intersubjetividad si no es en un estar-con otros. Para dar
cuenta de aquello que puede entenderse en Heidegger como una intersubjetividad del Dasein
es necesario primero exponer aquello que en Ser y tiempo se presenta como la estructura
fundamental del ente ejemplar.
Desde los primeros parágrafos de Ser y tiempo Heidegger deja claro que el ente que
será interrogado en su ser es el Dasein, el ente “que somos en cada caso nosotros mismos”
(Heidegger; 2006:30). El Dasein, pues, será interrogado en su ser en tanto este ente “tiene en
su ser una relación de ser con su ser” (Heidegger; 2006:35); esto es así ya que en el modo de
comportarse el Dasein con su ser, aquel se comprende a sí mismo desde su existencia
(Existenz), desde su propio acto de existir. La existencia, confirma Heidegger, es el propio
ser del Dasein.
El Dasein, pues, será interrogado acerca de su ser y el punto de partida para esta
interrogación es la interpretación de su estructura fundamental. El filósofo de Messkrich en
el § 12 de su tratado piensa la estructura del estar-en-el-mundo (In-der-Welt-Sein). Esta
estructura, dice Heidegger, nombra un fenómeno unitario que contiene “momentos
estructurales constitutivos” (Heidegger; 2006:79); es así que el “estar-en” [In-Sein], como
momento estructural, “mienta una constitución del ser del Dasein y es un existencial”
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(Heidegger; 2006:80). Este estar-en es pensado no como un mero estar entre los entes que
“están-ahí” ocupando un lugar, como el agua en el vaso o el cuadro en la pared, sino que este
estar-en es el propio de un “yo soy”. Esto es así si se ha de tener en cuenta que el “soy” (bin),
del “yo soy”, está relacionado con la preposición “bei”, la cual significa en español “en”, “en
medio de”, “junto a”. El estar-en, pues, es el propio de aquel ente que habita “en”, que se
queda “junto a”, que está “en medio de” aquello que le es de tal o cual manera familiar. Es
por esto que Heidegger indica que:
‘Ser’, como infinitivo del ‘yo soy’, e.d. como existencial, significa habitar
en…, estar familiarizado con… Estar-en [In-Sein] es, por consiguiente, la
expresión existencial formal del ser del Dasein, el cual tiene la constitución
esencial del estar-en-el-mundo (Ibíd. p.81).
En el “capítulo cuarto” de Ser y tiempo Heidegger piensa el existencial In-Sein como Mitsein
en tanto “el mundo del Dasein es un mundo en común” (Heidegger; 2003:144). Este mundo
en común se deja ver por el hecho de que las cosas con las que nos las tenemos que ver
“señalan hacia otros”; este señalar es de tal modo que “esas ‘cosas’ comparecen desde el
mundo en que ellas están a la mano para los otros, mundo que de antemano ya es siempre
también el mío” (Heidegger; 2003:143). Los otros, a los cuales las cosas señalan, son
entendidos por Heidegger como entes que tienen la estructura del estar-en-el-mundo, es
decir, también son Dasein que “comparecen intramundanamente” (Ibíd.,). El hecho de que
los otros Dasein compartan con mi Dasein la misma estructura fundamental está indicando
que “el mundo del Dasein es un mundo en común [Mitwelt]” (Ibíd.,), un mundo donde se
“existe también” con los otros. En este existir los otros Dasein comparecen en el modo de la
coexistencia [Mitdasein], un coexistir donde el Dasein es dejado en libertad. Es en ese coestar
con los otros que el Dasein tiene la forma del ser-con [Mitsein]. Heidegger confirma que en
“la afirmación fenomenológica: el Dasein es esencialmente ser-con, tiene un sentido
ontológico existencial” (Ibìd:145). Mi propio Dasein hace parte de los otros de tal modo que
puedo comparecer para otro como coexistencia.
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La posibilidad de exponer y dar cuenta de una intersubjetividad en Heidegger quedó,
si acaso, esbozada. Lejos se está de lograr los objetivos planteados en este escrito, pero se ha
podido indicar un camino que puede posibilitar un desarrollo fructífero, no sólo con respecto
a la comprensión de las resonancias que hay del pensar de Husserl en Heidegger, sino con
respecto a la indagación de las potencialidades que tiene la fenomenología desde las
investigaciones en torno a la intersubjetividad.
Bibliografía
-Husserl, Edmund; Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica
(Ideas II); Fondo de Cultura económica; México; 2014.
-San Martín, Javier; La fenomenología de Husserl como utopía de la razón; Ed. Anthropos;
1987
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