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Anghello Cristopher González Hernández

16 de febrero de 2022

Literatura Iberoamericana II

Reflexión de la Unidad 1

Las mujeres han estado siempre presentes en la literatura. Hay nombres destacados de

escritoras en cualquier tradición cultural, desde la más misóginas, como lo podrían ser las

culturas clásicas, hasta las tendencias actuales donde la mujer se ha apoderado de la pluma.

Sin embargo, al revisar el canón de la literatura latinoamericana podemos contar muy pocas

mujeres ente tantos nombres masculinos ¿Pasa que la mujer no ha utilizado su pluma en el

continente americano? ¿Por qué entre tantas hojas escritas desde el siglo XVI en estos

territorios no nos es obligada la lectura de mujeres igual que de los hombres? ¿Por qué

existe este vacío y deuda histórica con las mujeres en canón latinoamericano?

La historia de las mujeres de la literatura latinoamericana “puede remontarse a los

períodos de la Conquista y Colonización de América. Según el cronista español Fernández

de Oviedo, existió (…) una india caica, Anacona, cuyos cantos servían para acompasar los

areitos (cantos y bailes) de los indígenas de su tribu” (Correas 815). La mujer ha estado

presente desde que la literatura en el continente era de tradición oral; es decir, ha estado

presente desde siempre en la literatura. El problema de las mujeres en la literatura, no solo

en América, es de reclusión y de falta de visibilidad en el canón. No tiene que ver con faltas

de posibilidad de las mujeres a la escritura o de un problema donde sus obras no valgan la

pena ser leídas por carecer de valor literaria. La cuestión principal es quién hace el canón

literarios, aquellos que deciden que entra y que se queda afuera de lo que resulta normativo

en la literatura no voltean a ver a quienes no son sus iguales: el canón se construye desde la

opresión patriarcal, para privilegiar el papel masculino e invalidar la labor femenina, con
algunas excepciones que serían imposibles de ignorar como a Sor Juana Inés de la Cruz.

Realmente existe en la academia una extrapolación de valores y de formas de concebir la

literatura que replican las estructuras de poder insertadas por la hegemonía masculina.

Se han apelados a tópicos como el de la literatura femenina como etiqueta que

engloba a la literatura de tono íntimo lo que en el siglo XIX se observa en la relegación de

los géneros menores como la poesía y no permitiéndoles escribir en lo normativo que sería

el ensayo y la novela. Sin embargo, “las mujeres escritoras reflejan a veces con más

libertad las contradicciones existentes entre la estética romántica europea de unidad

escurridiza y los presupuestos de la ideología americanista” (Regazzoni). La mujer no está

atada a un eterno femenino, no existe una definición de la literatura escrita por mujeres la

cual logré diferenciarla de los grandes nombres del canón, aportan otras visiones de mundo,

otras críticas de las que escriben tal como en la novela Sab de Gertrudis Gómez de

Avellaneda, escritora cubana que se dedicó a expresar un discurso antiesclavista bastante

revolucionario.

Es una labor fundamental de la crítica y de las historias literarias, incluir a las

mujeres, rescatarlas y leerlas. No implica dejar de leer a los hombres, significa darles el

lugar que tienen estas plumas en realidad. “Recuperar esta tradición literaria femenina

significa enriquecer la cultura de todas y de todos al ofrecer un punto de vista que se añade

a los existentes” (Regazzoni). Poder nombrar a las mujeres de la literatura, es una puerta

hacia la consolidación de la identidad latinoamericana, la cual desde el siglo XIX se ha

encontrado en crisis constante. Nombrar a las mujeres es un acto de justicia, ya que

representa afirmar la existencia de un discurso aparte del hegemónico o predominante.

Estudiar mujeres es una forma de atentar contra las estructuras de poder y ese el problema,

que el canón literario se construye para respetar esas estructuras de poder que no pueden ser
puestos a cuestionamiento sin poner en duda la capacidad de apreciación estética. Leer

mujeres es una tarea que nos corresponde a absolutamente todos, como una manera de

construir una historia que sea justa con la representatividad de los protagonistas, que se

acerque a entender al proceso literario de una manera global y no prejuiciosa y limitada.

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