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Teodoro Láscaris-Comneno*
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20 BIZJ.N'TION'-NEA B&LLA1-N92.
rio de Roma en el 395 d. J. C., hizo que los límites orientales avan
zaran más en el continente europeo. Luego el propio mundo mu
sulmán quedó dividido en Oriente y Occidente al establecerse en
el mismo ambos Califatos. En el siglo XVIII se dio la llamada Cues
tión de Oriente a causa de la decadencia del Imperio otomano
y de las rivalidades entre las grandes potencias para repartirse
o impedir el reparto desventajosamente de los restos turcos. Y por
.fin en el siglo XIX las características del Asia Oriental hacen que
se la distinga del propio Oriente; denominándose a China, Japón,
Indochina y costa oriental de Siheria, Extremo Oriente. China e In
dia tuvieron más bien pocas y escasas conexiones con el mundo lla
mado oriental de Egipto, Babilonia, Asiria y Palestina, pues este
mundo constituía un bloque cultural, en el que unos pueblos se
hallaban muy influidos por otros, e incluso tenían parecidos ca
racteres somáticos, semejantes lazos religiosos, políticos, morales,
legales, con excepción del pueblo israelita de religión monoteísta
entre el más a,·anzado politeísmo.
El Occidente, donde se oculta o desaparece el sol, adopta su pro
pia estructura con la división de Roma, con el Imperio Romano de
Occidente, con sus dos Prefecturas, de las Galias y de Italia. Más
tarde restaurado por Carlomagno, perdura a través de la Catolici
dad Medieval y su Sacro Imperio Romano Germánico, hasta las
Monarquías Absolutas y los Estados Modernos, de la actualidad.
Como expresa Jacques Pirenne en el Prólogo a su Historia Uni
versal. Las grandes corrientes de la Historia, es en esencia la histo
ria, continuidad y solidaridad, que perdura de generación en ge
neración, y que por tanto enlaza el tiempo actual con las más
remotas épocas. Y es solidaridad, por que en la comunidad de las
naciones, 1a Historia de cada una evoluciona en función de la His
toria Universal de todos los pueblos. La formación de los Estados
nacionales, desde el siglo XVI impulsó a las historias nacionales. En
oposición a ello, en la segunda mitad del siglo XIX comenzó el m,o
vimiento que había de expresar e claramente después de la prime
ra guerra mundial hacia la Historia Universal en su conjunto, po
niendo de relieve en las conciencias la solidaridad, basada como
muy bien dice el pensador español don Celso Joani quet, en la
coexistencia y cooperación motivadas en que la tierra es ilimitada
en su continuidad pero limitada en su extensión.
Sólo, pues, al confrontar las culturas y civilizaciones de todas
las épocas y raza , puede brotar la Filosofía de la Historia, dando
Te.odoro Lá1caris.Comnf!lfo; Constantinopla: Oriente y Occid�ule n