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con el poeta Homero, autor de la Ilíada y la Odisea. En estas obras, dirigidas a la clase
aristocrática, se presenta la famosa “areté”, excelencia humana que todo griego noble debe
alcanzar en su vida. Las virtudes propias del guerrero constituyen los ideales inspiradores de la
“paideia” o educación griega. Un poco después, posiblemente en el siglo VII AC vivió otro de
los grandes poetas griegos. Hesíodo, autor de una Teogonía en la que explica de modo
mitológico el origen de los dioses y Los Trabajo y los Días, poema en el que canta la excelencia
y necesidad de la justicia en la vida humana y el valor de la laboriosidad por la que el hombre
sencillo, dedicado al trabajo en su vida cotidiana, se perfecciona como hombre.
En el siglo VII AC, con Tales de Mileto, comienza en Grecia la filosofía, el amor y búsqueda de la
sabiduría. Saber de algo es conocerlo por sus causas o principios y los primeros griegos que
fueron filósofos lo fueron porque, asombrados ante la naturaleza, quisieron conocer el
principio primero, aquello que explica toda la naturaleza y lo que en ella acontece. Buscaron el
“arjé” o primer principio de todas las cosas. Se llama presocráticos a los filósofos anteriores a
Sócrates (s. V AC), esto es, a los que hicieron filosofía durante los siglos VII y VI AC. Los
presocráticos tenían una visión del mundo, incluido el hombre, como algo puramente material
y, por tanto, buscaron un primer principio de tipo material. Tales de Mileto pensó que era el
agua. De agua están constituidas todas las cosas, todo es esencialmente agua. Otros
consideraron que era algún otro elemento de la naturaleza (tierra, agua, aire) o una
combinación de ellos. Durante todo el periodo de la filosofía presocrática la atención estuvo
puesta en la naturaleza, en las cosas materiales. El hombre era visto como parte de la
naturaleza y pensado como una realidad puramente material. Por esto se dice que la filosofía
presocrática fue esencialmente física o filosofía de la naturaleza. Fue el periodo cosmológico.
Con Aristóteles, siglo IV AC, la filosofía llegó a su plenitud. Aristóteles es el más grande filósofo
pagano. Se llaman paganos o, en lenguaje de san Pablo, gentiles, a los hombres que no
recibieron la revelación divina y, por tanto, no tuvieron la oportunidad de creer en la verdad
sobrenatural, o misterios de la fe, revelada sobrenaturalmente por Dios. Conducido por la sola
luz natural de su razón Aristóteles conoció la verdad de la existencia y la esencia divina, lo que
es verdaderamente el hombre, la perfección o el bien de su naturaleza humana y el orden de
su vida moral y política. Explicó perfectamente el conocimiento humano, la naturaleza y la
clasificación de las ciencias, los principios que explican el mundo físico, etc. Aristóteles,
discípulo de Platón, es el hombre que alcanzó el más alto saber sobre Dios, el hombre y el
mundo guiado solamente por su razón natural.
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su cultura. Después del siglo IV AC la cultura griega comienza su periodo de decadencia y lo
mejor de sus conquistas y riquezas culturales pasaron progresivamente al mundo romano.
La historia de Roma se inicia en el siglo VIII AC. Hasta el siglo V AC Roma fue un reino
gobernado por un régimen monárquico. Del siglo V al II AC fue el periodo de la República
Romana, el tiempo culturalmente más fecundo de Roma. Y del siglo I AV, en el año 29,
comienza el Imperio Romano que en occidente perdura hasta el siglo V DC y en oriente se
extiende hasta el siglo XV DC. Si los griegos fueron hombres contemplativos, los romanos
fueron fundamentalmente hombres prácticos. La contribución de la República y, luego, del
Imperio, en su tiempo de plenitud (s. I AC al s. III DC) a la cultura de la sociedad occidental fue
la ley y el derecho romano, el espíritu cívico y el amor a la patria, el arte del buen gobierno que
es la política. Gracias al Imperio Romano occidente tuvo unidad política, administrativa y
cultural. Los caminos romanos y el idioma latín unieron física y culturalmente a la sociedad
occidental.
Jesucristo funda su Iglesia sobre la base de sus doce apóstoles. Así como el primer pueblo de
Dios, Israel, fue formado por las familias de los doce hijos de Jacob, así el nuevo y definitivo
pueblo de Dios que es la Iglesia fue fundado sobre doce varones de Israel, los apóstoles del
Señor. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Jesús es la Cabeza y el conjunto de todos los
bautizados que formamos la Iglesia somos el cuerpo. Y como el Amor que une a Jesús con su
Padre es el Espíritu Santo, para que la Iglesia pudiese, en Él, vivir la comunión de amor con
Dios Padre fue enviado el Espíritu Santo a la Iglesia el día de Pentecostés. Y desde ese
momento la Iglesia tiene su alma, el Amor del padre y del Hijo, principio vital que le da vida y
mueve a realizar la obra de Cristo en el mundo.
El Imperio Romano persigue a los cristianos, los tortura y los mata si no dan culto a los dioses
mitológicos del Imperio y al mismo emperador considerado un ser divino. Es el tiempo de los
mártires, varones y mujeres que padecen muerte violenta por no renegar de Cristo y con la
esperanza cierta de renacer a la vida eterna. En el año siglo IV, año 315, por el acuerdo (edicto)
de Milán el emperador Constantino, convertido a la fe cristiana, concede reconocimiento civil y
libertad a la Iglesia de Cristo. Cesan las persecuciones y la Iglesia crece y se extiende por todo
el mundo conocido en esa época.
Desde el siglo III DC en adelante llegan al centro de Europa, procedentes del norte y del este
muchos pueblos bárbaros, llamados también pueblos germánicos. En el siglo V DC el Imperio
Romano de occidente se encuentra debilitado, en gran medida por la corrupción moral de las
autoridades y los nobles. Las legiones romanas están llenas de bárbaros enrolados por el
Imperio como soldados de batalla. El año 476, Odoacro, rey de los hérulos, vence en batalla al
último emperador romano de occidente, Rómulo, llamado despectivamente Augustulo como
signo de la decadencia de la institución imperial. Caído el Imperio se pierde en occidente la
unidad y la paz romana. Una multitud de pueblos bárbaros con idiomas, organización y
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creencias distintas luchan entre sí por la hegemonía y el dominio de los demás. Es un tiempo
de barbarie y desorden que perdurará hasta el inicio del siglo IX DC cuando, en el año 800,
Carlo Magno, rey de los francos, es coronado por el Papa como suprema autoridad del primer
imperio cristiano, el Imperio Carolingio.