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Concepciones

Antropológicas

Introducción a
la Psicología

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Concepciones antropológicas
del hombre
¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de concepción antropológica?
Bueno, con esto decimos que tomaremos en cuenta los conceptos de
sociedad y cultura al momento de concebir al hombre como producto y
productor de su tiempo y su ambiente.

Así, podemos pensar que en cada momento histórico, según el lugar,


surgirán concepciones sobre qué es el hombre. La concepción antropológica
de una persona en un momento dado es la respuesta que da a la pregunta:
¿qué es el hombre?

En este punto, acordaremos que el objeto de la ciencia es siempre un objeto


construido, recortado de la realidad y acotado para poder investigarlo y
abarcarlo. Para la Psicología el objeto es el hombre, pero de este hombre se
queda solo con los aspectos que tienen que ver con su comportamiento y
los procesos mentales, es decir, aquello que piensa, siente, percibe y
recuerda y cómo utiliza sus recursos para resolver problemas (Bleger, 1996).

Los presupuestos y los preconceptos que traemos están en la base de


nuestro conocimiento del mundo, ya veremos más adelante cómo la
percepción está direccionada por las motivaciones y afectada por la
experiencia previa.

Cada uno de nosotros tenemos un concepto o una idea armada de qué es el


hombre. Muchas veces no somos del todo conscientes de ella y la podemos
apreciar solo a través de ciertos indicios o indicadores. Uno de ellos es el
preconcepto que tenemos sobre la naturaleza humana. ¿Se puede confiar
en que una persona que no pasó por una educación formal se comportará
amablemente o será agresiva?

Vamos a un ejemplo cotidiano: si recordamos que el conocimiento cumple


las funciones de describir, explicar y predecir los fenómenos, podemos
pensar en la aplicación del conocimiento que traemos como base de toda
nuestra formación y aprendizaje en la fila del supermercado para pagar n la
caja. Imaginemos por un momento que estamos en una fila que no avanza
muy rápido y tiene unas diez personas alineadas con carros bastante llenos
delante de nosotros y hay otras cinco más detrás. De golpe, vemos que se
está por habilitar la caja inmediata de nuestra izquierda, pensamos:

a) ahora nos ordenamos y pasamos algunos, en el orden que estamos,


a la nueva fila;

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b) mejor me apuro para pasarme y, así, les gano a los de atrás que
tratarán de adelantarse.

Ninguna de las dos opciones (ten en cuenta que siempre hay más opciones
y que esto es un ejemplo) es, en sí misma, indicador suficiente para saber
cuál es nuestra concepción de hombre, pero sí nos da una pauta para
profundizar en nuestro conocimiento de nosotros mismos, que de ser
reflexionado y profundizado nos llevará a comprendernos mejor.
En otras palabras, si dividimos a las concepciones del hombre en:

a) naturalmente bueno;

b) naturalmente malo.

Veremos que, en nuestro ejemplo, un pensamiento se corresponde con una


concepción del hombre y el otro con la otra. Para definir la concepción del
hombre, hace falta mayor información sobre el modo de mirar esta y otras
situaciones en profundidad y detenidamente.

Si esto nos pasa a todos, podemos asumir que a los psicólogos teóricos que
crearon una escuela de psicología les pasó lo mismo. Esto se estudia al
analizar el contexto de descubrimiento de cualquier teoría: tratar de saber
quién desarrolló o creó cada teoría, en qué contexto sociohistórico se formó
y ejerció su profesión, qué paradigma imperaba en ese momento y qué tipo
de relación tenía con sus pares, entre otros temas.

Si sabemos la respuesta a esas preguntas, podemos contextualizar la teoría


o el desarrollo teórico que conocemos. En principio, nos detenemos en el
contexto de descubrimiento, ya que en este encontraremos los elementos
de la concepción de hombre y, entonces, sabremos de qué hombre se habla
al comunicar sus avances y sus descubrimientos, qué hombre es el que se
trata de explicar y comprender, y a qué hombre se aplican la predicciones
que podemos realizar.

¿Cuáles son los factores que afectan, modifican o determinan esta mirada
sobre el hombre? Para responder a esta pregunta necesitamos remitirnos a
los factores que afectan cualquier construcción que nos hacemos sobre la
realidad y partir del presupuesto de que todo lo que podemos aprehender
sobre el mundo que nos rodea lo haremos a través de nuestras sensaciones
y percepciones. Por lo tanto, el mundo es un mundo construido en la
interacción entre sujetos y objetos, es decir, entre nosotros y todos los
demás en una mutua acción y modificación. Mientras describimos al
hombre, nos describimos (Bleger, 1996).

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Más allá de estas variaciones individuales, que es necesario reconocer y
tener en cuenta para no pretender que somos los portadores de una verdad
absoluta, necesitamos ver y reconocer, dentro de lo posible, las limitaciones
de la época. Por ejemplo: en 1900 el mundo se concebía como una máquina,
que era regida por las leyes de la física newtoniana y, por lo tanto, las
explicaciones debían reconocer la causa y el origen para hacer predicciones.
En un sistema dado, que seguía las leyes de la Física, si conocíamos el estado
actual, podíamos retroceder hasta el estado anterior y predecir todos los
posibles estados futuros. Con esta concepción del mundo, el hombre se
pensaba como una máquina y el organismo enfermo debía repararse. La
única diferencia era que el primero poseía una mente o un alma, que en una
visión dualista del mundo (recordemos que Bleger nos habla de monismo y
dualismo) estaba ontológicamente separada del cuerpo.

A continuación, podemos ver una síntesis de las falacias abordadas por


Bleger (1996) respecto del hombre. El autor dice estas provienen de la
Psicología tradicional y son históricamente constitutivas de esta, pero de
alguna manera subsisten en la Psicología actual.

Ya hablamos de las dos dicotomías que aparecen al final, por eso, ahora nos
referiremos a las falacias sobre el hombre.

Tabla 1: Supuestos sobre e hombre


Supuestos Bleger
Natural Existe un estado Producto histórico que transforma a
originario o natural, la naturaleza y a sí mismo (religión).
que es corrompido por
la cultura y la sociedad.
Aislado El hombre es aislado en Aprende el proceso de individuación.
su origen, por eso,
debe aprender cómo
socializar.
Abstracto Estudiarlo como Los fenómenos psicológicos son
independiente del producto de relaciones e
lugar, la época y la interacciones concretas.
cultura.

Individuo Para estar en sociedad Falsa antinomia, es un proceso


versus hay que sacrificar la dialéctico.
sociedad individualidad. La
naturaleza del hombre
es mala y debe ser
socializada.

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Innato Lo bueno del hombre Otra antinomia que rechaza la
versus es lo natural y relación dialéctica.
adquirido originario. Para la otra
postura,
contrariamente, lo
bueno del hombre es lo
aprendido.
Fuente: adaptado de Bleger, 1996.

La primera falacia a la que hace referencia Bleger (1996) es la del hombre


natural, como si fuese posible encontrar a un ser humano en estado de
naturaleza sin haber sido “corrompido” por la sociedad y la cultura. Hoy en
día sabemos que somos producto del entrecruzamiento de diversas líneas
sociales, familiares, culturales y religiosas, entre otras, que dan forma y
ponen límites a quienes somos.

Esta falacia tiene su origen en una idea de que lo natural es lo originario y la


civilización es antinatural o artificial. Propone volver a lo natural, es decir, a
un estado previo a la civilización, como el de las culturas primitivas. Esta
falacia sostiene una fantasía de origen religioso: Dios hizo al hombre con sus
propias manos, como un ser completo, que luego sufrió una caída y es
esperable volver a aquel estado primigenio.

La segunda falacia que menciona el autor es la del hombre aislado, que


supone la posibilidad de que el hombre en su esencia es un individuo no
social, que se ve forzado a relacionarse con otros individuos. Esto se
convierte, entonces, en un trabajo para cada uno de nosotros, porque
debemos hacer un esfuerzo para relacionarnos. Si esto fuera así, ¿qué pasa
con las personas a las que les gusta reunirse y juntarse? Quienes sostienen
esta falacia crearon un instinto gregario que permite explicar este fenómeno
(Bleger, 1996). Se pasa por alto que el hombre es hombre solo en función
del ámbito social en el que está inmerso, incluso, el alto grado de
individualidad es un producto social. Aún más, ahora se estudia cómo los
integrantes de la cultura, que son seres evidentemente sociales, se aíslan.
Existen casos de una patología que llaman hikikomori, que en japonés quiere
decir aislamiento, que afecta a jóvenes que pasan meses o años sin salir de
su habitación, solamente son acompañados por aparatos tecnológicos (DVD,
PlayStation, Internet, MP3, etc.) y, en muchos casos, llegan al suicidio.

Nos encontramos con que el proceso de individuación es el que debe


estudiarse como incomprendido, ya que somos seres que venimos al mundo
en íntima relación con otros desde el útero materno.

La tercera falacia, la del hombre abstracto, pretende un nivel de objetividad


y asepsia a la hora de investigar al ser humano que podríamos pensar que
no se ve afectado por la situación de examen. Es necesario que tengamos en

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cuenta que esta falacia se cae sola, sin mucho esfuerzo por derribarla, ya
que siempre estamos en situación, es decir, siempre estamos en un
ambiente. En realidad, es imposible que el hombre esté aislado, ya que los
fenómenos psicológicos son el resultado de interacciones más o menos
complejas entre las personas. Además, no existe tal cosa como el hombre en
general, sino que siempre estamos ante un hombre en situación. Cuando
estudiamos los procesos psicológicos básicos, nos detenemos en la memoria
y estudiamos cómo recuerda este hombre general, pero no la primera novia
que recuerda José a sus 65 años, mientras asiste a una reunión social en el
centro de jubilados de su barrio.

En resumen, el hombre puede ser visto desde diferentes ángulos y las


ideologías de quienes realizan la observación son importantes a la hora de
definirlo como objeto de estudio. Así, llegamos a las diferentes concepciones
del hombre y las falacias que es conveniente evitar, aunque muchas veces
se encuentren en el centro de alguna teoría psicológica y pasen
desapercibidas. Por eso, ejercer la Psicología no es para cualquiera, es
necesario estar muy atento y poder reflexionar sobre nuestra práctica,
nuestra teoría y nuestra ideología, además de conocer los paradigmas
imperantes en nuestro momento histórico.

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Referencias
Bleger, J. (1996). Psicología de la conducta. Buenos Aires: Paidós.

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