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CAMASCA

Drama en un acto

escrito por

Tupac Cárdenas

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Personajes (en orden de aparición):

PICHCA, acólito/a mayor, aproximadamente 35 años.


EL SEÑOR ICCHAL, sacerdote del templo de Huamanchugo,
aproximadamente 45 años.
KANKIÙ, acólito, aproximadamente 15 años; en escena OCHO, 55 años.
EL SEÑOR HUAMANCHORO, curaca de Huamachuco de Arriba,
aproximadamente 40 años.
CUSI YUPANQUI, Hombre Que Habla Al Oído Del Inca en ciernes,
aproximadamente 35 años.
ATAHUALPA, Inca en ciernes, aproximadamente 35 años.

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La acción tiene lugar en el templo de Namanchugo, huaca en que se
adora a la divinidad Catequil y sede de su oráculo. El templo queda en
una explanada desértica al pie del cerro Icchal, cerca del actual
Huamachuco.

Aunque lo ignoran, los personajes viven en el año 1532. En la escena


OCHO, en 1572.

Esta obra se inspira en un evento mencionado en la crónica “Suma y


Narración de los Incas” del cronista Juan de Betanzos, y en una visita al
templo de Chavín en compañía del guía Isaac Acevedo, a quien esta obra
está dedicada. Imagina a los sacerdotes y acólitos del templo de
Namanchugo, al templo mismo y algunos de los ritos que se realizaban
en él. Además de bibliografía básica general sobre la religiosidad andina
prehispánica, sus personajes, ceremonias y utilería religiosa, esta obra
acude al libro “Adivinación y oráculos en el mundo andino antiguo”
(2008), editado por Marco Curatola y Mariusz S. Ziólkowski, cuyos
ensayos “El santuario de Catequil, estructura y agencia” de John Topic y
“La función de los oráculos en el imperio inca” de Marco Curatola le
fueron particularmente útiles.

Ahora bien, las investigaciones mencionadas no deben ser consideradas


responsables de lo que se consigna y recrea aquí: el autor ha apelado a
las licencias que otorga la ficción.

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UNO

Un largo y alto pórtico está en medio del escenario. Evoca al pórtico de


piedra de Tiahuanaco, pero, a diferencia de este, sus paredes son de
adobe labrado y tienen ventanas. Sus dos pilares tienen dibujos alusivos
al relámpago. Es la entrada al templo de Namanchugo. Una acequia viene
desde el foro, cerca del centro del escenario se divide en dos y cada una
de sus vertientes desemboca en orillas opuestas del proscenio, donde va
a desaguarse en un canal subterráneo. Esto ocurre cuando la acequia no
está seca, como ahora. Al fondo se ve, imponente, la imagen del cerro

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Catequil; en una terracita delante de ella, yace una roca de muchas
aristas vestida con ropajes multicolores

Es mediodía. Hace un Sol sin sombras y un calor calcinante

Se escucha un ligero ruido sordo, como el de un temblor muy suave que


nunca termina. El ruido va creciendo poco a poco

PICHCA, acólito/a mayor, de aproximadamente 35 años, mira por una de


las ventanas del pórtico hacia el horizonte: el público. Es un hombre
fuerte de rasgos femeninos, o una mujer fuerte de rasgos masculinos.
Debe andar por los 35 años, aunque no concibe el tiempo así –ninguno de
los personajes lo hace- y le bastaría con saber que está en el cénit de su
edad productiva. Lleva una larga cabellera, una larga túnica negra y un
cinturón con inscripciones vagamente alusivas al relámpago. Viste con
sobria elegancia, pero lleva en él las huellas del intenso trabajo físico del
herbolario y sanador que practica su oficio

Entra el SEÑOR ICCHAL, sacerdote del templo de Huamanchugo. El


Señor Icchal, de más o menos 45 años, tiene una catarata en el ojo
izquierdo; lleva una túnica de colores claros y un cinturón con
inscripciones figurativas alusivas al relámpago. Es difícil reconocerlas: la
túnica está raída por el uso y llena de manchas negruzcas y rojizas. Le
cuesta desplazarse: tiene la mitad izquierda del cuerpo semiparalizado y
renguea al caminar

Entra KANKIÙ, acólito. Tiene aproximadamente 15 años; lleva una larga


camiseta de material basto, posiblemente cabuya, con mangas cortas de
color entero y discreto, diferentes de las túnicas de Pichca y del Señor
Icchal

Pichca, el Señor Icchal y Kankiù miran hacia el público, con emociones


que van entre la curiosidad y la inquietud

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El ruido de lo que parecía ser temblor es ahora claramente reconocible:
son las pisadas de miles de personas caminando. Se escucha como
fondo el sonido de las tinyas –tambores hechos con piel de panza de
llama-, que resuenan en todo el espacio y marcan el ritmo de las pisadas

El ruido de las pisadas llega a ser atronador. De pronto cesa

SEÑOR ICCHAL
Dime lo que ves

PICHCA
(Se cubre el rostro con el dorso de una mano, a manera de visera) Delante
del ejército hay dos literas. Están lado a lado. La primera la llevan ocho
cargadores. Sus enchapaduras son de plata bien lustrada. La segunda litera es
mucho más grande. La llevan dieciséis cargadores. Ocho mujeres despejan el
suelo que pisan con ramitas de esparto. Sus enchapaduras son doradas, brillan
tanto que lastiman el ojo. Tiene dos silletas, las dos también de oro. Tres
hombres bajan de las dos literas con la ayuda de un hormiguero de sirvientes.
Vienen hacia aquí

Entra el SEÑOR HUAMANCHORO, de aproximadamente 40 años. En el


brazo derecho empuña su vara de hombre que manda, con una reluciente
empuñadura de plata. Lleva una camiseta de lana fina, de rombos rojos y
negros, e insignias de plata; porta un bolso de badana fina ladeado en el
torso.

Un poco después, entra CUSI YUPANQUI, Hombre Que Habla Al Oído del
Inca, de más o menos 35 años. Lleva pendientes de oro que le jalan las
orejas hasta los hombros; tiene un porongo cargado a la espalda.

Ligeramente detrás de Cusi Yupanqui, entra ATAHUALPA, un fornido Inca


en ciernes de 35 años. Lleva el rostro cubierto por un velo, una vara de
hombre que manda en el brazo derecho y una silleta de oro bajo el brazo
izquierdo

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Atahualpa acerca su cabeza a la oreja de Cusi Yupanqui. Le susurra algo
al oído

CUSI YUPANQUI
Hombre Sagrado. (Hace una ligera inclinación de cabeza en dirección al
señor Icchal) Mi señor Atahualpa dice que ya pasó la luna prescrita. Que
durante ella no ha probado sal, ni ají, ni se ha juntado con mujer. Que ya hizo
sus abluciones de la jornada. Que está listo para recibir el oráculo del Apu
Catequil, el huaca vivo que habla por tu boca

PICHCA
Diez llamas blancas, dieciséis conchas rojas de mullu y cuatro medidas de
coca crujiente para saciar Su Hambre. Una tinaja de agua de las acequias de
las alturas para saciar Su Sed. Y ocho piedras de canto rodado para proveer su
honda de municiones frescas

Cusi le hace una señal al señor Huamanchoro. Este se saca el bolso de


badana

SEÑOR HUAMANCHORO
(Le entrega a Pichca la bolsa de badana) La coca. El mullu. Las piedritas de
canto rodado

CUSI YUPANQUI
¿Dónde quieres las llamas?

PICHCA
En el corral sagrado

CUSI YUPANQUI
(Se vuelve hacia un lugar fuera del escenario) ¡Al corral! ¡Quítense antes las
sandalias!

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Cusi Yupanqui hace una seña con la mano a un punto afuera del
escenario. Se escuchan el sonido de hombres y llamas desplazándose. El
sonido se detiene. Cusi Yupanqui descarga el porongo. Intenta cruzar el
pórtico de entrada. Pichca lo detiene. Cata el contenido del porongo

PICHCA
(Irritado) Hombre que Habla al Oído, tu Señor ha entendido mal. Catequil ha
pedido agua como ofrenda. No chicha

CUSI YUPANQUI
Es una chicha especial. Fue macerada tres días con un maíz traído de las
alturas más altas

PICHCA
No puede pasar

Cusi Yupanqui mira de soslayo hacia Atahualpa, pero el velo permanece


inmóvil. Cusi Yupanqui le hace un gesto al señor Huamanchoro. Este sale
y vuelve con otro porongo; lo coloca delante de Pichca. Pichca cata el
contenido del nuevo porongo. Inclina la cabeza: adelante. El señor
Huamanchoro hace una venia al señor Icchal, cruza el pórtico con el
porongo y lo coloca en una terracita al borde de la acequia. Atahualpa le
habla a Cusi Yupanqui al oído

CUSI YUPANQUI
(Hace una venia ante el señor Icchal) Hombre que Habla por el Huaca.
Ofender no era intención de mi Señor. (Leve vistazo al señor Huamanchoro)
Nos dijeron que en otros tiempos el Señor Icchal solicitaba para Catequil
ofrendas de chicha, no de agua. En desagravio por el error, que el Apu se
quede con la chicha que se le trajo

PICHCA
Tu Señor es generoso, pero el Apu Catequil no la beberá. Llévatela

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Cusi Yupanqui, molesto, mira de soslayo a Atahualpa. Atahualpa no
reacciona. Cusi Yupanqui le hace una señal al señor Huamanchoro. Este
se lleva el porongo de chicha fuera del escenario

SEÑOR ICCHAL
(Con trueno en la voz) ¿Qué quiere preguntar tu Señor?

CUSI YUPANQUI
Lo mismo que hace luna y media, cuando solicitó oráculo del Apu Catequil. Si
él ganará la guerra por la borla sagrada del Inca

SEÑOR ICCHAL
(Sorprendido) No he cernido lo que dices. Hombre que Habla al Oído, repite la
pesquisa de tu señor

CUSI YUPANQUI
Mi Señor Atahualpa quiere saber si será él quien ganará la guerra por la borla
sagrada que está librando con Huáscar el Inepto, hijo de su padre

El señor Icchal y Pichca se miran con extrañeza

SEÑOR ICCHAL
(A Cusi Yupanqui) Un momento, Hombre que Habla al Oído. (A Pichca, en
un aparte) No comprendo. ¿Las buenas noticias todavía no han llegado a sus
oídos? (A Cusi Yupanqui) Dile a tu Señor que saludaré a Apu Catequil de su
parte, que le daré de comer y beber con las ofrendas que le trajo. Dile que
cuando Catequil se haya saciado, hablará por mi boca. Que el futuro se
desplegará ante sus ojos

Atahualpa se aparta el velo que cubría su rostro y su cabeza. Es visible


su oreja faltante. Cala con la mirada al Señor Icchal; coloca la silleta de
oro sobre el suelo y se sienta en ella. De inmediato, se escucha el ruido
de todo el ejército asentándose en la explanada en las afueras del templo

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El señor Icchal se dirige a la Zona de las Abluciones y Sacrificios, una
terraza construida con piedras de canto rodado en una superficie de
tierra apisonada algo elevada. Se quita la túnica sucia con dificultad y se
queda solo con un taparrabo. Se lava larga, exhaustivamente con el único
brazo, la única mano que le sirven

SEÑOR ICCHAL
(Para sí) Apu Catequil. Ya conozco la respuesta a la pregunta del oráculo que
te pide este peregrino. Él ya ganó la guerra contra su hermano. Pero esto es de
mi cosecha. Límpiame de lo que sé. Que se entreguen las ofrendas y se
cumplan los ritos. Que tu voz fluya sin diques sobre la tierra, la riegue y
alimente

Cuando el señor Icchal ha terminado de lavarse, Kankiù lo frota con


paños y le ayuda a colocarse de nuevo la túnica sucia. Cuando el señor
Icchal ya está vestido, Pichca le entrega el bolso de badana que le
entregó el señor Huamanchoro y sopla una enorme caracola. Hace una
señal a Kankiù. Este levanta un tabique que impedía el ingreso de agua a
la acequia que trae el agua sagrada de los puquios de arriba del cerro. El
agua empieza a fluir. El ruido que hace el agua al entrar a los
subterráneos evoca el de una gárgara de dimensiones descomunales

Del bolso de la badana, el señor Icchal saca el mullu y la coca, los sopla y
arroja en las aguas de la acequia

KANKIÙ
(Cantando) ¡Bendita seas, agüita que vienes de los puquios puros de las
alturas del cerro en que mora Catequil! ¡Con nosotros siempre quédate!
¡Siempre tus ofrendas te vamos a estar entregando! ¡Nunca te seques, nunca
te vayas!

El señor Icchal le entrega el bolso de badana a Pichca. Juntos suben


lentamente hacia un rellano apisonado construido en la ladera del cerro,
entre el templo y la cumbre, y que está lleno de vasijas de todos los

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tamaños. De su propio bolso, Pichca extrae una honda, que extiende al
señor Icchal. Del bolso de badana, Pichca extrae uno de los cantos
rodados y se lo alcanza al señor Icchal. Este coloca el canto rodado en el
jirón cóncavo de cuero. Lo deja pender, bambolearse. Empieza a hacerlo
girar, primero despacio y luego más y más rápido, con visible
concentración. De pronto, da un salto largo sobre su única pierna útil y
suelta el canto

El canto rodado se desplaza por el cielo

SEÑOR ICCHAL
Señor del Relámpago y del Trueno. Supremo Pujante de las potencias del
Mundo de Arriba y padre de los huamachucos. Deja que reviente las nubes
como tú, a hondazo puro. Hazme ver el futuro del Mundo de en Medio con Tus
ojos. Vierte Tu voz en mi garganta y en mi lengua, para que yo hable por Tu
boca

El canto rodado le da a la roca vestida del Apu Catequil con un sonoro


“toc”. El Señor Icchal coge uno tras otro los siguientes proyectiles, ocho
en total, y los hondea en la misma dirección y con la misma fuerza,
mientras declama o canta diferentes fragmentos de la letanía al Apu
Catequil. Todos los cantos rodados sin excepción aciertan en el blanco

El Señor Huamanchoro maldice, con admirado estupor

CUSI YUPANQUI
(A Atahualpa) Qué callpa que tiene el viejo.

Atahualpa, con el rostro cubierto por un velo, no reacciona al comentario

El señor Icchal entrega la honda a Pichca y este la guarda en su bolso. De


entre los muchos botijos de diferentes formas y tamaños a su alrededor,
Pichca elige un botijo mediano y se lo alcanza al señor Icchal

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SEÑOR ICCHAL
¡Señor del Relámpago y del Trueno! ¡Manifiéstate! ¿El señor Atahualpa ganará
la guerra por la borla sagrada?

El señor Icchal deja caer el botijo en el agua de la acequia. El botijo


rebota blandamente en el agua, se desplaza con velocidad, pasa por la
zona de la acequia que cruza el escenario, llega a la bifurcación, gira con
firmeza a la derecha y se estrella contra el techo bajo del fondo,
rompiéndose en pedazos, que desaparecen rápido debajo de la tierra en
un canal subterráneo. El sonido del estallido ha evocado al rugido de una
deidad felina y sume a todos en el silencio

SEÑOR ICCHAL
Catequil, Señor del Relámpago y del Trueno ha bajado del Mundo de Arriba y
ha elegido el rumbo de la izquierda. Se ha manifestado. (A Cusi Yupanqui y a
Atahualpa, estupefactos) Ha dicho: tu Señor Atahualpa no ganará la guerra
por la borla sagrada

Apagón

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DOS

El señor Icchal y Pichca están de pie, mirando por una ventana del templo
de Huamanchugo hacia el horizonte: el público. Como al inicio de la
escena UNO, Pichca se cubre el rostro con el dorso de una mano, a
manera de visera

PICHCA
Una sola litera. Ocho cargadores. Dos atados de guerreros escoltándolos. Las
enchapaduras son de plata. Tiene dos silletas, una de oro y una de plata. Son

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el señor Huamanchoro y el señor Cusi Yupanqui. El señor Huamanchoro lleva
su vara de hombre que manda. Viene como curaca de los huamachucos de
Arriba. No ha traído una camiseta con rombos y negros. Su visita es oficiosa. El
señor Cusi Yupanqui viene vestido igual que ayer, pero no lleva sus orejeras de
oro. Su visita tampoco es protocolar

SEÑOR ICCHAL
A ver qué quieren

Salen de detrás del pórtico del templo y se colocan delante de la entrada


de este. Se escucha el ruido de un grupo humano reducido
aproximándose

SEÑOR HUAMANCHORO
¡Apu Cusi, espera!

Cusi Yupanqui entra con paso rápido y firme. Hace una reverencia al
señor Icchal, demasiado honda para mostrar auténtico respeto. En todo el
diálogo que sigue, solo se dirige al señor Icchal e ignora a Pichca

CUSI YUPANQUI
Mi señor Atahualpa quiere que el Señor del Relámpago y el Trueno hable de
nuevo por tu boca

PICHCA
Diez llamas blancas, dieciséis conchas rojas de mullu y-

CUSI YUPANQUI
(Interrumpiendo) Mi señor ya sabe cuáles son las ofrendas requeridas. Y
quiere duplicarlas

SEÑOR ICCHAL
¿Duplicarlas?

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Poco después, entra el señor Huamanchoro, visiblemente agitado

SEÑOR HUAMANCHORO
(Jadeando, para sí. Aludiendo a Cusi Yupanqui) Inca maldito. (Al señor
Icchal) Por si el Apu no estuvo satisfecho con las que le entregó la primera vez

PICHCA
El Apu Catequil estuvo satisfecho. No será necesario que tu Señor duplique
sus ofrendas

CUSI YUPANQUI
(Sin hacerle caso) Mi Señor va a duplicar sus ofrendas de todas maneras. Eso
sí, no quiere esperar luna y media, como la vez pasada. El oráculo debe salir
cuanto antes

PICHCA
El oráculo sale cuando le toca, no cuando lo empujan

CUSI YUPANQUI
Nada de esperas, ha dicho mi señor

PICHCA
Eso lo decide Catequil, no tu señor

SEÑOR ICCHAL
(Le hace un gesto a Pichca: yo me hago cargo) Hombre que Habla al Oído.
Acortar la espera del oráculo no es la costumbre

SEÑOR HUAMANCHORO
Tú decides la costumbre, señor Icchal

CUSI YUPANQUI
No tenemos todo el día, hombre sagrado. Mi Señor Atahualpa está esperando
con sus tropas en la explanada de Uruchal. Quiere una respuesta

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El señor Huamanchoro pone un brazo en el hombro de Cusi Yupanqui.
Este se aparta

SEÑOR HUAMANCHORO
(Al señor Icchal) Hombre que habla por el Huaca. ¿Podemos hablar por un
momento de corazón a corazón?

SEÑOR ICCHAL
Habla

SEÑOR HUAMANCHORO
A solas

El señor Icchal y Pichca intercambian miradas. Pichca se va a la única


zona techada del templo, donde Kankiù está dormido. Pichca lo despierta.
Durante todo el siguiente diálogo ambos preparan unos morrales, que
llenan de los objetos rituales mencionados en la escena TRES

El señor Huamanchoro le habla a Cusi Yupanqui al oído. Se nota que Cusi


Yupanqui no quiere irse pero que las razones del señor Huamanchoro
son poderosas. Cusi Yupanqui toma la vara de hombre del señor
Huamanchoro. Este deja que la tome, pero es visible su molestia. Se
dirige donde el señor Icchal. Juntos caminan hacia una superficie
apisonada exterior al templo. Hablan sin mirarse

SEÑOR HUAMANCHORO
(En voz baja) Te hablo en lengua culle por si acaso. (Pausa) ¿Qué pasó?

SEÑOR ICCHAL
(Sin entender) ¿Qué pasó?

SEÑOR HUAMANCHORO
Qué pasó con el oráculo de bosta de llama que le diste a Atahualpa

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SEÑOR ICCHAL
Catequil se manifestó, señor Huamanchoro. Eso fue lo que pasó

SEÑOR HUAMANCHORO
Vamos, Icchal. Debes de haber cernido mal lo que te dijo. (En tono
confidencial) Atahualpa ya ganó la guerra entre los hermanos. Sus generales
Challco Chima el Invencible y Quizquiz el Terco vencieron a Huáscar el Inepto
y lo tienen capturado en Antamarca. El mundo ya está de nuevo en equilibrio

SEÑOR ICCHAL
Lo sé

SEÑOR HUAMANCHORO
¡¿Lo sabes?! (Mira alrededor: ¿habló demasiado alto?)

SEÑOR ICCHAL
Todos lo saben. Los peregrinos que vienen de todas partes del Mundo no
hablan de otra cosa

SEÑOR HUAMANCHORO
¿Y entonces qué esperas? Solo tienes que anunciar como futuro lo ya ocurrido
en el pasado. ¿Puede haber un oráculo más fácil?

SEÑOR ICCHAL
No hay oráculos fáciles ni difíciles, señor Huamanchoro. En todos pongo toda
mi callpa. En todos sale a luz el camac del Apu Catequil

SEÑOR HUAMANCHORO
En todos debes protegerla de las falsas predicciones, Icchal

SEÑOR ICCHAL
Yo no debo protegerla de nada, señor Huamanchoro. Yo no hablo por mi boca.
Solo soy el canal empedrado por el que fluye la corriente cristalina de Catequil

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SEÑOR HUAMANCHORO
(Ríe con sarcasmo. En voz baja) A mí no me vengas con esas historias,
Icchal. Con estos ojos que te ven te he visto pedir dos tinajas de chicha a
cambio de un oráculo favorable. Con estos oídos que te oyen te he oído
jactarte entre eructos de cómo elegías los botijos de los ritos para fraguar
predicciones al mejor postor

SEÑOR ICCHAL
Esos eran otros tiempos, señor Huamanchoro

SEÑOR HUAMANCHORO
Mira, Icchal. Si te estás haciendo el disforzado para ver cuántas ofrendas
puedes sacarle al Mocho, yo no tengo inconveniente. Pero no me hagas
quedar mal con él. Triplícale las ofrendas si quieres, pero dale el oráculo que
pide

SEÑOR ICCHAL
No puedo hacer eso, Señor Huamanchoro

SEÑOR HUAMANCHORO
¿Por qué no? (Piensa) ¿Mi hermano Huamanpungo, perro faldero de Huáscar,
ha pasado por aquí? (Furioso) ¿Ese maldito te ha dado ofrendas copiosas por
lo bajo? No me digas que no, Icchal, que te conozco antes de que el rayo te
cayera encima y dizque te diera tus poderes

SEÑOR ICCHAL
Me ciernes mal, señor Huamanchoro

SEÑOR HUAMANCHORO
No, Icchal. Yo nunca te he cernido mal. Pule tu pepa y di oráculos verdaderos,
oráculos provechosos, y nunca sabrás lo que pasa cuando cierno mal a
alguien. No puedes quejarte. Los huamachucos de Arriba hemos sido siempre
buenos hijos de Catequil. Desde los tiempos primigenios en que él y su gemelo

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Piguerao se aliaron con su madre Cautaguan para expulsar a los huachemines
de Huamachuco, hemos cumplido con nuestros turnos de servicio en las tierras
de Su templo. Le hemos dado de comer, Le hemos dado de beber. (Con
intención) Y te hemos dado de comer y beber a ti, a tus acólitos y sirvientes

SEÑOR ICCHAL
Te he escuchado, señor Huamanchoro. Y tú me has escuchado a mí.
Escuchemos los dos qué dice mañana el Apu Catequil

SEÑOR HUAMANCHORO
¿Mañana?

SEÑOR ICCHAL
Mañana. Que el señor Atahualpa traiga mañana las ofrendas prescritas, ni una
más ni una menos, a la hora sin sombras. Entonces el Apu hablará por mi
boca. No puedo prometerle nada más

SEÑOR HUAMANCHORO
(Hace una reverencia. Con voz tierna) Se te extraña, Icchal. Sin ti, nuestras
borracheras ya no son las mismas. Cuando te canses de tus paredes de piedra
y de hacerle ascos al licor, cáete por Huamachuco de Arriba. Mis porongos
estarán siempre llenos, esperándote

Le da un abrazo, al mismo tiempo amenazante y afectuoso. El Señor


Icchal lo recibe con incomodidad

El señor Huamanchoro se dirige al lugar en que está Cusi Yupanqui

SEÑOR HUAMANCHORO
(Controlando su disgusto, a Cusi Yupanqui) Mañana

Cusi Yupanqui asiente. Juega a devolverle y no devolverle la vara de


hombre que manda al señor Huamanchoro, con visible molestia de este.
Cusi Yupanqui termina finalmente devolviéndole su vara. Ambos salen

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Pichca los observa alejarse

PICHCA
¿Mañana?

SEÑOR ICCHAL
Mañana, Hombre que Habla al Oído. A la hora sin sombras

PICHCA
El hombre que habla por el huaca ha hablado. ¿Estás listo?

El señor Icchal hace una sofisticada calistenia, destinada a estirar brazos


y piernas, a doblegar las limitaciones de su cuerpo contrahecho

SEÑOR ICCHAL
Estoy

Pichca despierta a Kankiù, quien se ha quedado dormido de nuevo.


Kankiù toma los dos morrales que estuvo preparando

PICHCA
(Al señor Icchal) Vamos

Apagón

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TRES

El señor Icchal sube hasta llegar al claro apisonado en la falda del cerro
Piguerao desde el cual le disparó al bulto del huaca Piguerao en la
escena UNO. De vez en cuando lo acosan suaves tirones en la espalda,
que no lo disuaden de seguir subiendo. Lo siguen muy de cerca un atento
Pichca y Kankiù, quien transporta los dos morrales que preparó en la
escena DOS

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El señor Icchal sufre una fuerte punzada que lo dobla en dos y lo detiene.
Pichca intenta ayudarlo

SEÑOR ICCHAL
(Apartándolo) Déjame

Se detienen en el claro. Pichca le hace un gesto a Kankiù de que se


acerque. Hurga el interior de uno de los morrales que tiene Kankiù. Saca
una honda. Se la alcanza al señor Icchal. Este la acoge. Recibe el primer
canto rodado que Pichca ha extraído de uno de los morrales y le entrega.
Con el malabar que le vimos en la escena UNO, lo coloca en el jirón de
cuero de la honda y lo deja pender mientras aguza su ojo útil y mira hacia
el cerro. Hace girar la huaraca, cada vez más rápido. Cuando está a punto
de lanzar el canto rodado, salta sobre su pierna útil y lo suelta con todas
sus fuerzas

En la cumbre del cerro vemos el bulto vestido de Piguerao. Oímos el eco


lejano de un guijarro cayendo en los arbustos

PICHCA
No le diste

SEÑOR ICCHAL
(Molesto) Soy tullido. No sordo

Pichca le alcanza otro canto rodado. El señor Icchal repite su complicado


malabar de lanzamiento. Mismo eco débil, apenas audible de una piedrita
perdiéndose entre los matorrales

SEÑOR ICCHAL
El señor Atahualpa ya se ha pasado una luna sin probar ni ají, ni sal, ni mujer.
¿Para qué hacerlo esperar?

PICHCA

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Los plazos son los plazos. Pero tú eres el Hombre que Habla por el Huaca. Y el
Hombre que Habla por el Huaca ha hablado

SEÑOR ICCHAL
No tenías por qué tratarlos así

PICHCA
No sé de qué me hablas

SEÑOR ICCHAL
Trajeron la chicha desde lejos. Pudimos aceptarla y vertirla en la tierra profana.
Catequil no se habría molestado

PICHCA
A Catequil ya no le gusta la chicha

SEÑOR ICCHAL
No tenías por qué tratarlos así. Cualquiera se equivoca

PICHCA
No fue un error, señor Icchal. Esos hombres conocen tu debilidad

SEÑOR ICCHAL
Llevo treinta lunas sin probar una gota

PICHCA
Con mil gotas se llena el porongo. Con una sola se rebalsa

SEÑOR ICCHAL
¿No confías en mí?

PICHCA
¿Lo has tratado?

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SEÑOR ICCHAL
¿Al señor Atahualpa? No

PICHCA
¿Y al señor Huamanchoro?

SEÑOR ICCHAL
En mi vida pasada, en mi vida profana. Antes de que el rayo me cayera encima
y me hiciera hombre de conocimiento. Yo era huamachuco de Arriba, como él.
Juntos pasamos por la edad del gateo y del espantapájaros. En los mismos
predios hemos corrido, en los mismos cerros hemos hondeado

PICHCA
¿Se han emborrachado juntos?

El señor Icchal asiente. Se escuchan los ronquidos de Kankiù

SEÑOR ICCHAL
¿Podemos parar? Me duelen las cuerdas de los brazos

PICHCA
No le diste ni una vez

SEÑOR ICCHAL
Le di ayer. Ocho veces seguidas

PICHCA
Ayer fue ayer. Si no le das hoy, tu pepa no estará caliente mañana y no le
acertarás al bulto sagrado en la ceremonia

SEÑOR ICCHAL
Eso no lo sabes. (Furioso) Tú no sabes nada. Solo hablas. Y miras. Y
resondras. Como si llevaras el ánimo de Catequil en la garganta

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PICHCA
Yo nunca he pretendido tal cosa, señor Icchal

Pichca le extiende al señor Icchal un canto rodado. El señor Icchal lo


rechaza

SEÑOR ICCHAL
¿Qué supay te habita? ¿Por qué haces practicar tanto a un hombre de cuerpo
caduco? ¿Por qué le haces sufrir? ¿Por qué le pides hazañas imposibles?

PICHCA
Porque conozco a ese hombre y tiene camac. Pero no desplegará esa potencia
si no repite sus acciones hasta que hiervan. Solo así llegará a ser soplado por
los huacas. A ser camasca

Pichca despierta a Kankiù

KANKIÙ
Dime, señor Pichca

PICHCA
Acompaña al señor Icchal. No bajen hasta que le haya dado tres veces al bulto
sagrado

KANKIÙ
Está bien, señor Pichca

Pichca sale. Kankiù saca un canto rodado de su morral. Se lo alcanza al


señor Icchal. Este sonríe amargamente y lo recibe. Contempla con
impotencia la cumbre que alberga al señor Piguerao

SEÑOR ICCHAL
¿Hace cuánto tiempo que me sirves?

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KANKIÙ
Una luna y un atado de jornadas, señor Icchal

SEÑOR ICCHAL
(Observa a Kankiù) No pareces tocado por el illa

KANKIÙ
Estoy intacto, señor Icchal

SEÑOR ICCHAL
Y tu mitad derecha parece igual a tu mitad izquierda. ¿Tienes algún signo
divino en alguna parte escondida de tu cuerpo?

KANKIÙ
No, señor Icchal

SEÑOR ICCHAL
¿Entonces por qué Pichca te eligió para servirme?

KANKIÙ
No sé, señor Icchal

SEÑOR ICCHAL
¿De dónde eres?

KANKIÙ
De tierras chachapoyas, señor Icchal

SEÑOR ICCHAL
El viaje desde allá es dificultoso. ¿Por qué viniste?

KANKIÙ
Pichca me trajo, señor Icchal

26
SEÑOR ICCHAL
(Sorprendido) ¿Te trajo? (En broma) ¿Tienes poderes mágicos?

KANKIÙ
No sé, señor Icchal. Huaman, el curaca de mi pueblo, me tenía amarrado con
liana a una bolsa de piedras y quería lanzarme al río Utcubamba. Pichca justo
estaba cogiendo plantas medicinales en nuestro bosque y se enteró. Le
preguntó al curaca qué falta yo había cometido. Hace malas preguntas, le dijo
Huaman. Que vaya y les pregunte a los caimanes en el río, le dijo

SEÑOR ICCHAL
(Ríe) ¿Qué le preguntaste a tu curaca?

KANKIÙ
Le pregunté por qué, en las últimas inundaciones, todos tuvimos que servir más
turnos de trabajo en tierras comunales y su clan no. Por qué, en la sequía que
asoló nuestra tierra, todos tuvimos que poner ropa y maíz en los almacenes de
nuestro huaca y su clan no. Por qué, cuando llegaron los tiempos de la guerra,
todos tuvimos que entregar hombres en edad del cénit para pelear en los
ejércitos del Inca y su clan no. Pichca supo de mis preguntas y le pidió al
curaca que me entregara. Huaman no pudo negarse. Pichca es hombre de
conocimiento y lo respetan mucho en mi tierra

SEÑOR ICCHAL
(Ríe) Pregúntame algo, Kankiù

KANKIÙ
(Piensa) Señor Icchal ¿tu memoria sigue fluyendo como el agua de las
acequias del cerro en que mora Piguerao?

SEÑOR ICCHAL
Sigue fluyendo

KANKIÙ

27
¿Te acuerdas de los peregrinos que se alojaron en el tambo hace tres atados
de jornadas?

SEÑOR ICCHAL
Me acuerdo

KANKIÙ
¿Y de los runacuna que regresaban a sus tierras después de haber peleado en
los campos de batalla? Compartieron su merienda con nosotros hace un atado
de jornadas. ¿Te acuerdas de ellos?

SEÑOR ICCHAL
Como si estuvieran aquí, ahorita mismo, comiendo a tu lado

KANKIÙ
¿Y de los curacas que se alojaron en los tambos después de cumplir su turno
de guerra? ¿También te acuerdas?

SEÑOR ICCHAL
Como que te veo y me escucho

KANKIÙ
No hablaban de otra cosa que no fuera la victoria de Atahualpa. ¿Te acuerdas?

SEÑOR ICCHAL

KANKIÙ
¿Entonces por qué no le dijiste al señor Atahualpa que ya ganó la guerra contra
su hermano?

SEÑOR ICCHAL
Porque ya lo sabe

28
KANKIÙ
(Sorprendido) ¿Ya lo sabe? ¿Y por qué ha pedido un oráculo entonces?

SEÑOR ICCHAL
Necesita una predicción favorable del Apu Catequil

KANKIÙ
¿Para qué? Tú todavía tienes fama de borracho y Catequil no es un huaca
poderoso ni de gran reputación

SEÑOR ICCHAL
(Pausa. Ríe a carcajadas) Tu curaca tenía razón. Haces malas preguntas.
Todos los huacas poderosos le hicieron augurios favorables a Huáscar en la
guerra contra Atahualpa, Kankiù. Todos. Coricancha, Huanacauri, Tiahuanaco,
Tamputoco. Incluso Pachacamac El Que Estornuda Terremotos y el veleidoso
Huallallo Carhuancho. No es que quieran a Huáscar, pero ya conocen sus
desvíos. Atahualpa ha ganado la guerra y merece ceñirse la borla sagrada en
la frente, pero hasta ahora ningún huaca quiere revertir su predicción. Ninguno
está diciendo que su portavoz los escuchó mal. O que el animal del que
sacrificaron las entrañas estaba enfermo. O que la fruta que le ofrendaron
estaba pasada y que por eso les hicieron un augurio equivocado. No. Todos se
han quedado callados

KANKIÙ
¿Por qué, señor Icchal?

SEÑOR ICCHAL
Porque nadie quiere a Atahualpa y nadie quiere hablar a su favor. Pero nadie
quiere hablar en su contra tampoco

KANKIÙ
¿Y los extranjeros que llegaron a las costas de la Gran Cocha?

SEÑOR ICCHAL

29
¿Qué con ellos?

KANKIÙ
¿Por qué Atahualpa no les pide un oráculo a ellos? Dicen que son huacas con
poderes nunca vistos

SEÑOR ICCHAL
No son huacas, Kankiù. Solo son hombres rojos que vienen de tierras lejanas.
Se llenan los carrillos diciendo que sirven a un huaca nuevo y potente. Pero
este ha hablado varias veces por su boca y habla con doblez. En algunos
pueblos ha dicho que está a favor de Huáscar. En otros, de Atahualpa. No se
puede confiar en él

KANKIÙ
Entonces a Atahualpa solo le queda la voz de Catequil para hacerse escuchar

SEÑOR ICCHAL
Y hacerse creer. En un mundo que silencia su victoria, los hombres y mujeres
que viven en los Cuatro Confines están en vilo, con la pepa revuelta,
esperando que alguien con voz divina confirme los rumores que han oído.
Restregándose los ojos, como si la ganancia que han visto fuera un sueño sin
poder del que van a despertar. (Reflexiona) Alcánzame

Extiende el brazo. Kankiù le alcanza un canto. El señor Icchal contempla


largamente la cumbre del cerro, donde está el bulto vestido de Piguerao.
Malabar del señor Icchal, que lo hondea a la cumbre del cerro

Vemos el bulto vestido de Piguerao siendo alcanzado por un proyectil.


Oímos el eco de una piedrita chocando contra él

KANKIÙ
Barriga

30
El señor Icchal extiende el brazo. Kankiù le alcanza tres cantos.
Malabares velocísimos y bien coordinados del señor Icchal, que los
hondea a la cumbre del cerro, tres veces seguidas

KANKIÙ
Corazón. Corazón. Corazón

Apagón

31
CUATRO

Se escucha el mismo ruido de pisadas del inicio de la obra. El ruido va


creciendo poco a poco

Cuando se encienden las luces, la escena está dispuesta de manera


idéntica al inicio. Desde el templo de Namanchugo, el Señor Icchal,
Pichca y Kankiù miran hacia el público. Pero esta vez no hay curiosidad
en su expresión, solo inquietud

32
Como en la escena del inicio, es mediodía. Hace un Sol sin sombras y un
calor calcinante

El ruido de pisadas, atronador, cesa

El señor Icchal, Pichca y Kankiù salen de detrás del pórtico del templo y
se colocan delante de la entrada de este

Entran Cusi Yupanqui, el señor Huamanchoro y Atahualpa, en la misma


disposición de la escena UNO. Como al inicio, el señor Huamanchoro
porta un bolso de badana fina ladeado en el torso y una vara de hombre
que manda; Cusi Yupanqui tiene un porongo cargado a la espalda;
Atahualpa lleva el rostro cubierto por un velo, una vara de hombre que
manda en el brazo derecho y una silleta de oro bajo el brazo izquierdo

CUSI YUPANQUI
Hombre Sagrado. (Hace una ligera inclinación de cabeza) Mi señor
Atahualpa viene a recibir el oráculo del Apu Catequil, el huaca vivo que habla
por tu boca

Cusi Yupanqui le hace una señal al señor Huamanchoro. Este le entrega a


Pichca una bolsa de badana. Le hace un gesto de complicidad al señor
Icchal. Cusi Yupanqui hace un signo con la mano a un punto afuera del
escenario. Se escuchan el sonido de hombres y llamas desplazándose. El
sonido se detiene. Cusi Yupanqui descarga el porongo. Intenta cruzar el
pórtico de entrada. Pichca lo detiene. Cata el contenido del porongo

PICHCA
Hombre que Habla al Oído. Catequil no ha pedido chicha sino agua. Ya se te
dijo dos veces

CUSI YUPANQUI
Esta es una chicha especial. Es de maíz morado, como la sangre enemiga

33
PICHCA
Que se la lleven. Catequil no la va a beber

CUSI YUPANQUI
Dicen que antes Catequil no se molestaba cuando le invitaban licor. Y no era
descortés con las ofrendas traídas con trabajo desde lejos

PICHCA
Los tiempos han cambiado

CUSI YUPANQUI
Los tiempos nunca cambian

Pichca carga uno de los porongos y lo avienta al suelo. El porongo se


parte en pedazos, derramando la chicha por el suelo. Un rumor de
espanto contenido se eleva sobre la muchedumbre que presencia los
eventos. Cusi Yupanqui le quita su vara de hombre que manda al señor
Huamanchoro, se dispone a golpear a Pichca

ATAHUALPA
No, Cusi

Cusi Yupanqui se detiene y voltea a mirar a Atahualpa. Atahualpa se quita


el velo. Observa largamente a Pichca, como a un animal extraño de una
especie desconocida. Con ademán suscinto, señala el porongo de chicha.
Cusi Yupanqui le hace una señal al señor Huamanchoro. Este recupera su
vara de hombre que manda y se lleva el porongo de chicha fuera del
escenario

CUSI YUPANQUI
(Disimulando la humillación de que acaba de ser víctima) Mi Señor
Atahualpa quiere saber si ganará la guerra por la borla sagrada que está
librando con Huáscar el Inepto

34
SEÑOR ICCHAL
Dile a tu Señor que saludaré a Apu Catequil de su parte. Que le daré de comer
y beber con las ofrendas que le trajo. Que cuando Catequil se haya saciado,
hablará por mi boca y el futuro se desplegará ante sus ojos

Atahualpa coloca la silleta de oro sobre el suelo y se sienta en ella. De


inmediato, se escucha el ruido de todo el ejército asentándose en la
explanada en las afueras del templo

Como en escena UNO, el señor Icchal se dirige a la Zona de las


Abluciones y Sacrificios. Se quita la túnica sucia y se queda solo con un
taparrabo. Se lava larga y exhaustivamente

Cuando el señor Icchal ha terminado de lavarse, Kankiù lo frota con


paños y le ayuda a colocarse de nuevo la túnica sucia. Cuando el señor
Icchal ya está vestido, Pichca le entrega el bolso de badana que le
entregó el señor Huamanchoro y sopla una enorme caracola. Hace una
señal a Kankiù. Este levanta un tabique que impedía el ingreso de agua a
la acequia que trae el agua sagrada de los puquios de arriba del cerro. El
agua empieza a fluir. Del bolso de la badana, el señor Icchal saca el mullu
y la coca, los sopla y arroja en las aguas de la acequia

KANKIÙ
(Cantando) ¡Bendita seas, agüita que vienes de los puquios puros de las
alturas del cerro en que mora Catequil! ¡Con nosotros siempre quédate!
¡Siempre tus ofrendas te vamos a estar entregando! ¡Nunca te seques, nunca
te vayas!

Como en la escena UNO, el señor Icchal le entrega el bolso de badana a


Pichca. Juntos suben lentamente hacia un rellano apisonado construido
en la ladera del cerro, entre el templo y la cumbre, y que está lleno de
vasijas de todos los tamaños. De su propio bolso, Pichca extrae una
honda, que extiende al señor Icchal. Del bolso de badana, Pichca extrae
uno de los cantos rodados y se lo alcanza al señor Icchal. Este coloca el

35
canto rodado en el jirón cóncavo de cuero. Lo deja pender, bambolearse.
Empieza a hacerlo girar, primero despacio y luego más y más rápido, con
visible concentración. De pronto, da un salto largo sobre su única pierna
útil y suelta el canto

El canto rodado se desplaza por el cielo

SEÑOR ICCHAL
Señor del Relámpago y del Trueno. Supremo Empujador de las potencias del
Mundo de Arriba y padre de los huamachucos. Deja que reviente las nubes
como tú, a hondazo puro. Hazme ver el futuro del Mundo de en Medio con Tus
ojos. Vierte Tu voz en mi garganta y en mi lengua, para que yo hable por Tu
boca

El canto rodado cae en las alturas del cerro, al pie del bulto vestido del
Apu Catequil. El Señor Icchal coge uno tras otro los ocho proyectiles. Los
hondea en la misma dirección, mientras canta diferentes fragmentos de la
letanía al Apu Catequil. Todos los cantos rodados aciertan en el blanco

Kankiù levanta el tabique que impide el flujo del agua. El señor Icchal
sopesa tres botijos, uno de cuerpo grande, otro mediano y otro pequeño

SEÑOR ICCHAL
El agua corre y no sé qué hacer. ¿Elegir uno de los botijos corrompidos, que ya
sabe de antemano el canal que elegirá, como en mis tiempos nublados de
antes? (Levanta y observa el botijo grande) He oído que el Inca Huayna
Capac nunca lo quiso. Que lo trató de cobarde cuando se escapó del campo de
batalla en una refriega contra los cañaris. He oído que consideró de mal
augurio que se rompiera la oreja y perdiera su equilibrio corporal. Que por eso
no lo consideró cuando entró en agonía y tuvo que proponer a los oráculos del
Norte nombres de posibles sucesores. (Deja de lado el botijo grande.
Levanta y observa el botijo pequeño) También he oído que supo elegir bien
a sus generales. Challco Chima el Invencible y Quizquiz el Terco son los
mejores guerreros del Mundo de las Cuatro Direcciones. Dicen las buenas

36
lenguas que, como buen auca, Atahualpa les contagió su poder y por eso
tuvieron fortuna en la guerra. Que no solo derrotó a Huáscar sino que lo
machacó en el campo de batalla, signo indudable de que contaba con favores
divinos. Que es el indicado para acabar con los actos desquiciados de
Huáscar, que ofendió a las panacas del Cuzco y sus momias con sus
descortesías, desplantes y violaciones colectivas. (Deja de lado el botijo
pequeño) El agua corre y yo solo soy la acequia que la guía a las
profundidades. El hombre profano traspasado por el rayo que sirve de
intermediario entre el Arriba y el Abajo y al que consideran sagrado por error.
(Toma el botijo mediano. Lo observa intensamente) Agua que fluye, no voy
a intervenir. Habla con la voz del Apu Catequil (En voz alta) ¡Señor del
Relámpago y del Trueno! ¡Manifiéstate! ¿El señor Atahualpa ganará la guerra
por la borla sagrada?

Deja caer el botijo mediano en el agua de la acequia. El botijo rebota en el


agua. Se desplaza con velocidad. Llega a la bifurcación, gira con firmeza
a la derecha y se estrella contra el techo bajo del fondo, rompiéndose en
pedazos. El sonido del estallido sume a todos en el silencio

SEÑOR ICCHAL
Catequil, Señor del Relámpago y del Trueno ha bajado del Mundo de Arriba.
Se ha manifestado. (A Cusi Yupanqui y a Atahualpa) Ha vuelto a decir que
no

Apagón

37
CINCO

Se escucha el mismo ruido de pisadas del inicio de la obra. El ruido se


aleja. Desde el pórtico del templo, el señor Icchal y Pichca contemplan
hacia el horizonte: el público. Un poco más atrás de ellos, está Kankiù. El
señor Icchal va a salir por una salida lateral

PICHCA
¿Adónde vas?

38
SEÑOR ICCHAL
A Piguerao

PICHCA
Voy contigo

SEÑOR ICCHAL
Prefiero ir solo

PICHCA
¿Por qué?

SEÑOR ICCHAL
Eso no te toca, hombre profano

PICHCA
Ten cuidado, señor Icchal. Con lo que Le dices. Con lo que Le pides

SEÑOR ICCHAL
¿Que tenga cuidado me estás diciendo tú a mí?! ¡¿Tú que insultaste a un
peregrino y le rompiste su porongo con el líquido que trajo como ofrenda?

PICHCA
Ese peregrino quería corromperte

SEÑOR ICCHAL
¿Y cómo respondí? Tú mismo has visto con tus ojos. Dos veces ha puesto su
licor en mi delante y dos veces no he tocado ni una gota

PICHCA
Va a seguir insistiendo

SEÑOR ICCHAL
(Ríe) ¿Y? La bebida sabia de las dos lianas me protege

39
PICHCA
No, señor Icchal. La bebida sabia solo te hizo remontarte a los tiempos de tu
herida original, cuando te cayó el rayo que te hizo hombre de conocimiento. La
bebida sabia te hizo hablar con la serpiente de plata. Te mostró el instante en
que el rayo te atravesó, te calcinó el hombro, te dejó la mitad del cuerpo sin
ánima, te puso la nube que llevas en el ojo. La bebida sabia te hizo viajar, verte
desde afuera como a un insecto atrapado en un pedacito de ámbar de tiempos
antiguos. Y viste. La primera vez que te emborrachaste de chicha para ahogar
el dolor de tu carne. La primera vez que te emborrachaste de chicha para poder
dormir una noche entera. La primera vez que te emborrachaste de chicha para
trocar una predicción favorable por más chicha. Yo estuve a tu lado. Te canté.
La bebida sabia te hizo vomitar la oscuridad de tus entrañas, te limpió el
espíritu de los tiempos corrompidos. Te hizo ver tu camac sucio. Y te empujó.
Empezaste de nuevo. Yo te di el machete, pero tú abriste la trocha.
Emprendiste el camino verdadero del camasca. Pero ahora dependes de ti. La
bebida sabia ya no te protege. (Pausa) ¿Por qué le concediste al señor
Atahualpa un tercer oráculo?

SEÑOR ICCHAL
Para desagraviarlo de la chicha derramada. De la chicha que derramaste

PICHCA
¿Le tienes miedo?

SEÑOR ICCHAL
(Ríe) No, Pichca

PICHCA
He oído historias torcidas sobre él. Historias de crueldades con los que no se
pliegan a su voluntad

SEÑOR ICCHAL
He oído peores sobre Huáscar. Los poderosos son tierra fértil para las historias

40
PICHCA
El Apu Catequil ya ha hablado dos veces. Su voz es más clara que las aguas
del río Condebamba

SEÑOR ICCHAL
¿Estás seguro?

PICHCA
¿Qué estás cosiendo, señor Icchal?

SEÑOR ICCHAL
No coso nada, Pichca. Solo quiero subir el cerro Piguerao y hablar con el Apu.
Quizá lo he estado escuchando mal. Quizá he estado poniendo ofrendas que
no son. Quizá me he estado equivocando con los ritos o las letanías. Quizá
está haciendo predicciones absurdas para resondrarme

PICHCA
Quizás lo has estado escuchando bien

SEÑOR ICCHAL
Quizá lo he estado escuchando bien. (Pausa) Hoy la madre Luna no surca la
noche. Si no parto ahora, no tendré luz suficiente en mi camino

PICHCA
Llévate a Kankiù, para las ofrendas. (El señor Icchal observa a Kankiù.
Asiente. Kankiù recoge el morral con las ofrendas y se coloca al lado del
señor Icchal) Que tu visita sea fructífera

Por un instante parece que fueran a abrazarse. Pichca se vuelve y se


dirige al interior del templo. El señor Icchal y Kankiù suben por la ladera
que conduce a la cima del cerro Piguerao. De vez en cuando Kankiù
sostiene al señor Icchal, que a duras penas logra lidiar con el esfuerzo y
la dificultad de la subida. Se detienen en un rellano apisonado

41
SEÑOR ICCHAL
Dame las ofrendas

KANKIÙ
Si quieres, subo contigo y te las sostengo mientras hablas con el Apu

SEÑOR ICCHAL
No. Yo puedo solo. Quédate aquí

Kankiù obedece. Mientras el señor Icchal sigue subiendo y llega


boqueando a la cumbre, Kankiù tiende una esterilla y una manta en el
suelo, se cubre y se queda dormido

Se ven las primeras estrellas en el cielo. El señor Icchal se dirige


rengueando a la terracita frente al bulto vestido del Apu Catequil. De su
morral saca una camiseta nueva, de colores vivos. Con delicadeza, le
quita la camiseta vieja y le pone la nueva. Encima le coloca una mantilla
brocada sobre los “hombros”. En la terracita enfrente del bulto sagrado,
pone un poco de coca, maíz y mullu

SEÑOR ICCHAL
Señor del Trueno y del Relámpago ¿por qué estás mintiendo? ¿Por qué te
estás burlando? ¿Será que te has cansado de las ofrendas que te estamos
dando? ¿Acaso te has hartado del agua de nuestros porongos y quieres volver
a la chicha que tanto te gustaba? (No se escucha nada, solo el sonido del
viento) ¿Por qué este silencio? Dame un signo fidedigno. Dime qué hacer.
(Sonido del viento) No quiero usurpar tu voz, Padre de los huamachucos de
Arriba y Abajo, pero no me dejas otro camino. Voy a darle al señor Atahualpa el
oráculo que pide. Voy a protegerte de ti mismo. La guerra de los hermanos ha
devastado a todos los pueblos, la sequía sigue soplando la tierra y la plaga de
las pústulas te ha dejado con solo un puñado de acólitos, sin sirvientes que
cultiven la tierra. En tiempos como estos, no podemos hacerle ascos a la oferta
del peregrino más poderoso del Mundo de las Cuatro Direcciones. Hay

42
demasiadas fuerzas divinas que lo apoyan y es por ceguera y envidia que
ninguno de los huacas lo reconoce como hombre victorioso. Si hablo por Ti a
favor de Atahualpa, serás el primer huaca que apoye al nuevo Único Inca,
serás el principal. Recibirás los honores correspondientes al oráculo de mayor
poder visionario del Mundo de las Cuatro Direcciones. Te ganarás la gratitud
del señor Atahualpa, su panaca y sus generales. Te mandarán sirvientes para
reparar el templo, para cultivar tus tierras a perpetuidad. Los tiempos
esmirriados en que te veías obligado a mendigarle al señor Huamanchoro
hombres huamachucos en el cénit de la vida van a llegar a su fin. (Se escucha
el sonido del viento) ¿No dices nada? Será que te parece bien. Señor del
Relámpago y del Trueno. Pujante Supremo de las potencias del Mundo de
Arriba y padre de los huamachucos. Deja que reviente las nubes como tú, a
hondazo puro. Deja que reviente las nubes como tú, a hondazo puro. Deja que
reviente las nubes como tú, a hondazo puro. (Se queda dormido)

La luz se disuelve lentamente

43
SEIS

Un rayo ilumina el cielo. Después de un momento, se escucha un trueno,


que evoca una sonaja gigante de piedras. Llueve. La lluvia se convierte
en una sola, única gota

En el centro del escenario, un porongo. Escuchamos el sonido de la gota.


Persistente, irritante. Al cabo de un rato, el porongo estalla en pedazos,
derramando su contenido de chicha

44
El señor Icchal, que dormía en una terracita al lado del bulto sagrado, en
la cima del cerro Piguerao, despierta. A su lado está Pichca. En un rellano
inferior algo alejado duerme Kankiù

SEÑOR ICCHAL
¿Qué haces aquí?

PICHCA
Mi faena está cumplida. Me voy

SEÑOR ICCHAL
¿Adónde?

PICHCA
A mis tierras de origen

SEÑOR ICCHAL
Pichca. Hermano de camac. A veces uno habla porque tiene boca

PICHCA
A veces

SEÑOR ICCHAL
¿No estás molesto conmigo?

PICHCA
No. ¿Y tú? ¿Estás molesto contigo? (Ambos ríen) ¿Qué le dice el trueno al
rayo?

SEÑOR ICCHAL
Qué le dice

45
Un rayo atraviesa al señor Icchal. El señor Icchal cae al suelo, fulminado.
Pichca lo ayuda lentamente a incorporarse. Poniendo una mano en su
cabeza, le canta una letanía que evoca vagamente a un ikaro, canción
ceremonial que cantan los brujos shipibo-conibos durante el rito del
ayahuasca. Cuando está completamente erguido, el señor Icchal ha
recuperado el movimiento normal de todo su cuerpo

PICHCA
Siempre voy a seguirte, a estar contigo. Vayas adonde vayas

Suena un trueno. Pichca abraza al señor Icchal. Se va

Amanece. La luz ciega al señor Icchal. Descubre a Kankiù, dormido en el


rellano. Lo despierta. Sus movimientos son del cuerpo contrahecho de
antes

SEÑOR ICCHAL
Vamos, Kankiù

El señor Icchal y Kankiù bajan del cerro Piguerao. Llegan hasta el pórtico.
Desde ahí advierten que, frente al edificio principal del templo hay un
porongo hecho trizas. En el suelo hay un enorme charco de color de
chicha

SEÑOR ICCHAL
Vete a buscar leña, Kankiù

Kankiù sale por una de las salidas laterales del escenario

El señor Icchal se aproxima al charco. Moja la punta del dedo. Se la lleva


a la boca

SEÑOR ICCHAL
Como en mi sueño

46
Entra al edificio central, también inundado por el charco de chicha. En el
suelo, duerme Pichca. Detrás de él hay tres porongos

SEÑOR ICCHAL
(En voz baja) Pichca. ¿Quién ha puesto esos porongos aquí? Tienen que estar
en el depósito, con las ofrendas

Trata de despertar a Pichca. Advierte que su túnica está manchada de


sangre

SEÑOR ICCHAL
¡Pichca!

Lo zamaquea, pero el cuerpo de Pichca no responde. El señor Icchal


logra levantar a medias su torso, lo suficiente para que sea visible que
tiene una enorme mancha en el pecho, a la altura del corazón. El señor
Icchal aúlla como un animal herido. Llora desconsoladamente, abrazando
el cuerpo sin vida de Pichca

De pronto, observa los tres porongos. Deja de llorar. Se incorpora. Cata el


contenido del primero. Sonríe. Bebe cerrando los ojos, primero a tientas,
luego con aprensión, como si se le fuera la vida

Apagón

47
SIETE

Se escucha el mismo ruido de pisadas del inicio de la escena UNO y de la


escena CUATRO. El ruido va creciendo poco a poco. Cuando se
encienden las luces, la escena está dispuesta de manera idéntica a la del
inicio de las escenas señaladas

48
Ahora bien, en la terraza del templo de Namanchugo solo está de pie el
Señor Icchal. Su ropa está completamente llena de manchas de sangre.
Su expresión es abúlica: está visiblemente borracho. Tararea una melodía
para sí mismo: ha perdido la razón

Es mediodía. Hace un Sol sin sombras y un calor calcinante

El ruido de pisadas, atronador, cesa

Entran el señor Huamanchoro, con una bolsa de badana; Cusi Yupanqui,


con un porongo en la espalda y una macana; y Atahualpa, con una manta
enrollada debajo del brazo izquierdo y una vara de hombre que manda en
el derecho

CUSI YUPANQUI
Hombre Sagrado. Mi señor Atahualpa viene a preguntar al Apu Catequil, el
huaca vivo que habla por tu boca. No ha realizado acto que lo ensucie. No ha
probado sal, ni ají, ni se ha juntado con mujer. Ha hecho las abluciones
prescritas. Está listo para recibir la palabra sagrada del Señor del Relámpago y
del Trueno

SEÑOR ICCHAL
(Cantando) Diez llamas blancas, treinta y dos conchas rojas de mullu y cuatro
medidas de coca para el hambre. Veinticuatro piedras de canto rodado para la
puntería.

Cusi Yupanqui hace una seña con la mano. El señor Huamanchoro se


acerca al señor Icchal y le entrega una bolsa de badana

SEÑOR HUAMANCHORO
(En voz baja) Yo te dije

SEÑOR ICCHAL
Una tinaja de chicha para la sed

49
Cusi Yupanqui se acerca, con su porongo lleno en la espalda. Cruza el
pórtico sin quitarse las sandalias. Lo descarga frente al señor Icchal. Le
alcanza una escudilla

CUSI YUPANQUI
Verifica que está al gusto de Catequil

Cusi Yupanqui le alcanza una escudilla. El señor Icchal bebe varios


tragos seguidos, con visible placer

SEÑOR ICCHAL
A ver. A ver. Vamos a hacer de una vez esa predicción que tanto querías

Atahualpa chasquea la lengua. Cusi Yupanqui toma la escudilla y


retrocede

ATAHUALPA
Espera, Hombre que Habla por el Huaca. Hay una ofrenda más

Atahualpa desenrolla el bulto que tiene bajo el brazo. Lo lanza a los pies
del señor Icchal. Es una bolsa de cuero repujado con una oscura mancha
de humedad en su base. El señor Icchal la levanta. La observa, sin volver
la mirada a Atahualpa. No mira a Atahualpa en todo el diálogo siguiente

SEÑOR ICCHAL
(Ríe, completamente borracho) Las historias que contaban eran ciertas

ATAHUALPA
¿Qué historias?

SEÑOR ICCHAL
Historias de corazones arrancados. Dicen que, después de la batalla contra los
cañaris en que casi te derrotan, reuniste en una plaza a los pobladores de los

50
ayllus que te habían enfrentado. Mandaste traer a los curacas que habían
liderado sus ejércitos y tú mismo les sacaste el corazón. Dicen que los hiciste
cocinar y con ellos embutiste los carrillos de sus hombres en edad productiva,
sus mujeres y sus niños, y al que no quiso tragar lo mandaste ejecutar. Dicen
que les sacaste el corazón a unos otavalos que decidieron apoyar a tu
hermano Huáscar. Que ordenaste enterrar los corazones en un campo de
árboles frutales. Dicen que les tajaste el pecho y arrancaste el corazón a unos
paltas que se rebelaron contra ti. Que cuando se rindieron, los mandaste
asesinar, y también a las mujeres de servicio que les guardaban las espaldas,
incluyendo las preñadas. Que a estas les abriste el vientre. Les extrajiste los
fetos. Y a cada uno le sacaste el corazón. Dicen

ATAHUALPA
Tus historias son ciertas. Pero están incompletas. A los cañaris insolentes les
abrí el pecho para ver de qué color es el corazón de los hombres maliciosos,
de los hombres que se rebelan contra el Único. Pero el suyo era tan falso y
engañoso que consiguieron esconder sus matices verdaderos y me quedé sin
saber. A los otavalos les saqué el corazón y los hice plantar en un campo de
árboles frutales. Pero no dijiste que esperé hasta que dieran fruto. Que cuando
las primeras frutas estuvieron maduras, se las di de comer a sirvientes
innecesarios. No dijiste que, como no murieron, apresé a más pobladores y los
hice ejecutar, por alojar en sus pueblos hombres con corazones que escondían
sus propósitos venenosos. A las mujeres paltas que estaban encintas les
mandé abrir el vientre para sacarles los bebitos y descorazonarlos, eso también
es cierto. Pero no lo hice por gusto. Fue para descubrir si sus corazones
llevaban ya las trazas de la maldad de sus madres, o de las maldades futuras
de ellos. No había ninguna señal. Sus corazones eran tan mentirosos como los
de todos los demás

SEÑOR ICCHAL
Te cierno, Atahualpa. Tu pesquisa es una pesquisa de hombre de
conocimiento. Quieres saber cómo son los corazones de los seres que no
comprendes

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ATAHUALPA
Solo los de los súbditos malos, los que me desafían, que siguen siendo un
misterio para mí. Los de los buenos, obedientes y respetuosos del Inca no me
interesan. Los dejo que sigan latiendo en su pecho de origen. (Feliz de ser
comprendido) ¡Qué bueno que me entiendas!

El señor Icchal saca el corazón de la bolsa. Lo contempla. Sin levantar la


vista, le da un suave pero firme mordisco. Mastica lentamente, poniendo
a buen resguardo las arcadas, que se quedan en la orilla de sus labios.
Traga el primer bocado. Da otra mordida, que le llena los carrillos.
Deglute con parsimonia

SEÑOR ICCHAL
¡Pichca, hermano de camac! ¡Dame tu fuerza! ¡Hazme camasca!

El señor Huamanchoro vomita, se desmaya. Cusi Yupanqui contempla la


escena horrorizado, aguantando las arcadas. Atahualpa permanece
imperturbable. El señor Icchal sigue mordiendo y tragando hasta que no
quedan en sus manos más que gotas aceitosas y negras, que se limpia
en la manga de la túnica. El callpa de Pichca, del que ahora se alimenta,
saca al señor Icchal de las tinieblas del alcohol y empieza a empujarlo

SEÑOR ICCHAL
(Mirando de frente a Atahualpa) ¿Qué deseas saber?

ATAHUALPA
Lo mismo que te pregunté hace dos, hace cuatro jornadas. Si voy a ganar la
guerra por la borla que libro con Huáscar, el hijo Inepto de mi padre

SEÑOR ICCHAL
Tres veces has venido al templo de Catequil. Tres veces has hecho una
pregunta innecesaria. Ya ganaste, señor Atahualpa. Huáscar ha sido derrotado
y tú has salido victorioso. ¿Por qué no le haces a Catequil una pregunta que sí
necesita respuesta?

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CUSI YUPANQUI
(Tratando de recuperar la compostura) Que Catequil haga el augurio que se
te pidió y se quede callado

SEÑOR ICCHAL
Hazle otra pregunta, señor Atahualpa. No te inhibas. Catequil no solo hace
augurios. También cierne cosas del pasado. De tu pasado

CUSI YUPANQUI
¡Hombre que habla por el Huaca! ¡Haz honor a las ofrendas que se te dieron y
cállate!

Atahualpa le hace un gesto a Cusi de que se calle

ATAHUALPA
¿Qué cosas?

SEÑOR ICCHAL
Puedes preguntar al Apu por qué ninguno de los huacas mayores y menores
del Mundo de las Cuatro Direcciones se ha pronunciado a tu favor. Por qué, a
pesar de que ganaste la guerra, necesitas del presagio favorable de un huaca
flaco y sin poder para hacerte respetar. Por qué tienes que rebajarte a sobornar
al borracho que funge de camasca y habla por Su boca. Por qué, como no se
deja, tratas de intimidarlo con descorazonamientos, como un niño cruel. O
mejor. Pregúntale a Catequil si en verdad tienes camac suficiente para
convertirte en nuevo Único Inca. Si es cierto lo que dicen los rumores

ATAHUALPA
¿Qué dicen?

SEÑOR ICCHAL
Que solo has llegado a donde estás porque tienes buenos generales. Que
fueron ellos los que dieron buena fortuna en la guerra y no al revés. Que solo

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ven en ti un escalón hasta el poder y hasta ellos te desprecian, como te
despreció tu padre el Único Inca Huayna Capac

Un furioso Cusi Yupanqui levanta su macana y empieza a dirigirse hacia


donde está el señor Icchal. Atahualpa se le interpone. Le arrebata la
macana

ATAHUALPA
(Al señor Icchal) ¿Por qué me despreciaba mi padre?

SEÑOR ICCHAL
(Ríe) Pide un nuevo oráculo y pregúntale a Catequil, señor Atahualpa.
Pregúntale por qué ni siquiera en su lecho de muerte tu padre te consideró
candidato digno para sucederlo. Si era por tu oreja faltante, que tu padre tenía
por pésimo auspicio para el equilibrio necesario de las cosas. Si te apartó de la
sucesión porque desconfiaba de la crueldad con que te ensañabas con los
débiles en la victoria. O porque te vio huyendo del campo de batalla en la
derrota. Si no solo desconfiaba de ti sino que también te despreciaba por
cobarde. Pregúntale si serás exterminado por tus enemigos con la misma
crueldad que demostraste con ellos. O serán manos extranjeras las que te
victimarán

Atahualpa va donde el señor Icchal y descarga la macana en la cabeza del


hombre sagrado, que cruje como una gran piedra caliente que se troza
por su grieta más débil

VOZ DE KANKIÙ
¡No!

Atahualpa mira a todas partes: no logra ubicar el lugar de donde viene la


voz. Destellos fulminantes iluminan el cielo de al fondo, recortando la
silueta imponente del huaca Catequil. Un rayo atraviesa al señor Icchal de
arriba abajo. Se escucha el sonido de un trueno

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SEÑOR ICCHAL
¡Camasca!

Atahualpa sigue golpeando con su macana al señor Icchal hasta


convertirlo en un manojo de carne sanguinolenta

El señor Icchal se separa de su cuerpo. Flota por encima de la explanada.


Contempla a Atahualpa, que sigue golpeando su cuerpo exánime

SEÑOR ICCHAL
Ese que está ahí soy yo. Estoy muriendo de muerte violenta. Es una muerte
absurda, como todas las muertes. Pero ya no importa

ATAHUALPA
(Al cuerpo sin vida del señor Icchal) ¡Habla ahora! ¡Por Catequil ahora habla,
aliado de huacas caducos! (A Cusi Yupanqui) Quemen el cuerpo. Muelan sus
huesos. Esparzan las cenizas en lugares alejados entre sí. Que nunca puedan
encontrarse

Cusi Yupanqui y el señor Huamanchoro obedecen. Atahualpa trepa a la


cumbre del Apu Catequil. Desnuda al bulto vestido. Lo derriba y
desbarranca

ATAHUALPA
Arrasen el templo. Que no quede roca sobre roca. Que de las piedras solo
resten guijarros, cascajo, polvo. Allanen este cerro y conviértanlo en explanada.
Córtenle el cuello al que diga que Atahualpa recibió malos augurios de
Catequil. La lengua al guerrero de mis tropas que se jacte de haber matado a
su Hombre que Habla por Él. De haber destruido su huaca. Todos son
mentirosos. Ni Catequil moró en el Mundo de Arriba, ni su templo ni su
sacerdote en el Mundo de En Medio. Solo existen en las historias impunes que
cuentan los niños en sus juegos. (A Cusi Yupanqui) Vete al Cuzco. Dales el
encuentro a Challco Chimac el Invencible y Quizquiz el Terco. Busca a los hijos
de mi padre que no brotaron de mi madre. Toma de rehenes a sus parientes,

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para hacerlos salir de sus covachas. Si salen, pregúntales si saben quién era
Catequil. Si saben, siégales los canales de la vida

CUSI YUPANQUI
¿Y si no?

ATAHUALPA
Degüéllalos por mentirosos. Haz lo mismo con los hermanos de mis hermanos
y los hermanos de los hermanos de mis hermanos. También con sus mujeres,
aunque no hayan sido fecundadas por sus esposos. Con sus hijos aunque
estén en la edad del gateo o no hayan salido todavía de los vientres de sus
madres. Empálalos y colócalos en picas alrededor del Cuzco. Es demasiado
tarde para ellos. La maldad ya anida en sus corazones

CUSI YUPANQUI
Y tú ¿qué vas a hacer?

ATAHUALPA
Quiero darme un baño en Cajamarca

Apagón

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OCHO

Kankiù, de 55 años, contempla la explanada donde antes estuvo el templo


de Namanchugo. Lleva una bolsa ladeada sobre el pecho con los motivos
iconográficos de Catequil, el único rasgo indígena en sus ropas: viste a la
usanza española de 1572

Se dirige al lugar de la explanada en que se encontraba el bulto del señor


Piguerao antes de ser destruido por Atahualpa, y en donde ahora yace,
clavada sobre la tierra, una cruz de hierro. Se acerca a la cruz. Se

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persigna y la limpia, dando uno que otro vistazo a su alrededor: no hay
nadie. De su bolsa, extrae la camiseta calcinada y hecha jirones del bulto
del señor Piguerao, que vimos en escenas anteriores

KANKIÙ
(A la cruz) Perdona la forma visible que te dimos, Apu Catequil, pero los
huacas vestidos son hoy en día sospechosos. (Viste la cruz con la camiseta,
como si fuera un torso humano) Baja y respira el aire puro de tus predios

Se escucha el sonido del viento, que se mezcla al de alguien respirando

Con dificultad de hombre de cuerpo trajinado por la vida, Kankiù se


agacha y se pone a escarbar. Encuentra algunas piedras redondeadas,
que va guardando en los bolsillos de su pantalón. Cuando tiene los
bolsillos llenos, regresa a la explanada. De la bolsa saca una honda
viejísima, que reconocemos como la que el señor Icchal utilizó para
lanzar piedras redondeadas hacia el bulto del señor Piguerao. La estira
unas cuantas veces: la honda resiste. De su bolsillo saca una por una las
piedras redondeadas y las va lanzando contra la cruz vestida, sin acertar.
Kankiù hace todo lo anterior mientras dice lo siguiente:

KANKIÙ
Apu Catequil. Las enfermedades nos doblan, nos matan. Nos estamos
extinguiendo. Los que quieren gobernarnos nos gobiernan mal o terminan
traicionándonos. Mira sino lo que ha pasado en tu ausencia. Atahualpa fue
atrapado en Cajamarca por unos extranjeros y, como dijiste, perdió la batalla
por la borla y fue privado de su aliento maligno. Manco Inca, su hermano que
quiso sucederlo, no fue mejor que él. Se alió con los hijos del huaca Dios en
contra de los huacas del resto del Mundo de las Cuatro Direcciones y también
nos traicionó. Tarde se dio cuenta de su error, cuando el tiempo dejó de hacer
círculos para volverse irreversible, y escapó a Vilcabamba con los suyos,
donde murió, asesinado como un perro. Sayri Tupac, su hijo, regresó al Cuzco
y fue envenenado. Titu Cusi, del purito miedo, no salió de Vilcabamba, pero
tampoco hizo nada para defender a los huacas, para defendernos a nosotros.

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Solo Tupac Amaru, el hijo de la serpiente sagrada y hermano de los dos, tuvo
valor suficiente para levantarse contra huaca Dios. Pero estaba solo y no pudo
contra él, y por su atrevimiento, huaca Dios le separó el cuerpo de la cabeza.
Desde entonces nos hemos quedado solos, en silencio, y los hijos de huaca
Dios nos enferman, nos arrancan el aliento. Nada dicen los huacas mayores
Tamputoco, Huanacauri, Coricancha, Huallallo Carhuancho y Pachacamac, el
Que Estornuda Terremotos. Tampoco hablan los huacas menores Pariacaca,
Huarivilca y Karhuarasu. Tú te has quedado callado también, pero no ha sido
por tu culpa. Por hacer buenos augurios fuiste castigado, y castigados fuimos
nosotros por no escucharte. Pero hemos escarmentado y estamos listos para
oír tu voz de nuevo. Tu voz veraz y sin dobleces en estos tiempos nuevos, en
estos tiempos de cambio

Entra el señor Icchal, liberado de su cuerpo contrahecho y con


movimientos de persona normal. Se acerca a Kankiù. Sin que se dé
cuenta, le ayuda a mejorar su manera de colocar la honda, a apuntar
mejor hacia el bulto del señor Piguerao, a lanzar su proyectil

SEÑOR ICCHAL
Señor del Relámpago y del Trueno. Habla a este hombre. Permite que me
tome el relevo en el servicio y dale la callpa que merece. Ha vivido tiempos
volteados, pero no se ha dejado doblegar. Su fuerza vital sigue intacta, eficaz
como la de un hombre atravesado por el rayo. Libérame de mi paseo perpetuo
por los predios de mi muerte violenta y anímalo a él con los poderes de mi
cámac. Hazlo vehículo puro de tu voz. Hazlo camasca

Los hondazos de Kankiù dan en el blanco. El señor Icchal se despide de


Kankiù sin que este se dé cuenta. Se va

KANKIÙ
Apu Catequil, gracias por tu don. No tengo ofrendas que entregarte, solo malas
preguntas. ¿Hemos tenido suficiente penitencia o seguiremos siendo
castigados? ¿Punchau el Sol Maduro derrotará a huaca Dios? ¿Lo derrotará
Karhuarasu, el huaca chanca? ¿Será Pariacaca, el huaca que tiene su aliento

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en Huarochirí, quien logre doblegarlo? ¿O solo una alianza de huacas del
Mundo de las Cuatro Direcciones logrará derrotarlo? Dime ¿Sobreviviremos la
plaga que nos diezma? ¿Nos acabará las jornadas de sol a sol con que nos
exprimen los hijos del huaca Jesucristo? ¿O será el desprecio en que nos
tienen el que voltee el Mundo para siempre? ¿El que ponga en movimiento el
siguiente Pachacuti?

Kankiù escucha el sonido del viento. El sonido del viento se vuelve


ensordecedor

Apagón general

FIN

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Glosario mínimo

Auca: (Quechua) Guerrero. Por extensión, fortuna en la guerra.


Callpa: (Quechua). Fuerza que se adquiere a partir del esfuerzo físico o
mental.
Camac: (Quechua) Fuerza eficaz, fuente de vitalidad que anima y sostiene al
hombre, a los animales y a las cosas para que puedan realizar su potencial.
Camasca: (Quechua) Beneficiario de camac, que recibe su fuerza vital de
varias fuentes.
Chuip: (Culle) Estrellas.
Huaca: (Quechua) Santuario y la divinidad que lo habita.
Kankiù: (Culle) Risa.
Muñ: (Culle) Luna.

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