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Nuclear
demencia en amarillo
pincel cuchillo
girasol
cruento
amarillo sol,
violento
Anillo
R. Alberti
Esa mañana pensó en lo hospitalarios que habían sido los Rovoux, aún
con las historias que se tejían en torno suyo. En Adeline, la adolescente hija de
la pareja, que había posado encantada para él. Pénso en su amigo el cartero
Roulin, al que no veía desde que dejó Arles. Pensó en lo delicioso a pesar de lo
miserable, que resultó su desayuno. Pensó en el color de los trigales. Pensó en
el calor y cómo fermentaba los olores. En el olor de los almendros. Pensó en
los cerezos y albaricoques en flor. Pensó en embalar por la tarde las telas de
girasoles que tenía preparadas para Theo. Pensó que si Jeannin poseía la
peonía, Quost la malvarrosa, él poseía el girasol. Pensó en que solo era otro día
más y que tenía que apurarse. Calentar los vapores y echar a andar la
locomotora. Su mano era solo un utensilio de toda esa maquinaria febril y
compulsiva contenida en su ser. Esa mañana mientras terminaba de embutir
todos sus bártulos de pinceles, tubos y aceites en el morral, comedido, ofreció a
Arthur Ravoux -como otras veces- espantar a la plaga alada y este agradecido
le entregó la escopeta.