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CONCILIO DE NICEA

Para hablar del concilio de Nicea, es necesario hablar de la controversia entre

Alejandro, obispo de Alejandría y un presbiterio llamado Arrio; La controversia se

resume en la cuestión, si el verbo era coeterno con el padre o no, pues esto ponía en juego

la divinidad del verbo, pues Arrio decía:” hubo cuando el verbo no existía”, mientras

Alejandro sostenía que él verbo había existido siempre.

Constantino decidió convocar a una gran asamblea de obispos cristianos para

poner en orden asuntos de la iglesia y discutir la controversia arriana.

Este concilio se reúne en Nicea el año 325, conocido luego como el primer

concilio ecuménico, se dice, que la participación fue de unos 300 obispos y presbiterios,

en los cuales se distinguen tres grupos esencialmente:

Un grupo pequeño de arrianos cuyo líder era Eusebio de Nicomedia, ya que

arriano no podía estar por ser presbítero.

Un segundo grupo que encontraba las doctrinas de arriano como herejías liderado

por Alejandro de Alejandría.

Un tercer grupo, muy pequeño con posiciones muy cercanas al patripasionismo,

doctrina que decía que el padre y el Hijo son uno mismo.

Y grupo mayoritario de obispos que no pertenecía a ninguno de estos grupos.

Al inicio, la mayoría en el concilio buscaban la unidad y el arreglo fraterno entre las

controversias, pero basto en escuchar los argumentos expuestos por Eusebio, para que el

concilio cambiara de tono y se levantaran voces llamándoles herejes, se intentó llegar a

acuerdos mediante citas bíblicas, nos comenta Justo Gonzales, pero los arrianos refutaban

todo, lo que llevo que se escribiera un credo; llamado hoy el credo Niceno.
Al hacer el análisis del credo vemos, que lo que se pretendía era acabar con toda

creencia en que el verbo es alguna clase de criatura. Esto se ve plasmado en frases como:

“Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero”, también en frases como:

“engendrado, no hecho”; al inicio del credo hay una frase que dice que el padre “hacedor

de todas las cosas visibles e invisibles”. Por tanto, al decir que el Hijo no es “hecho”, se

le está excluyendo de esas cosas “visibles e invisibles” que el Padre hizo. Al final el

credo condena a aquellos que dicen que el verbo “fue hecho de las cosas que no son”.

En otros apartes del credo se nos dice que el hijo fue engendrado “de la substancia

del Padre”, y que es “consubstancial al Padre”, frase que fue muy resistida, cuando se

habla del credo de Nicea.

Este concilio fue aceptado satisfactoriamente por los obispos, excepto por los

liderados por Eusebio que fueron desterrados de sus ciudades por Constantino.

En conclusión, podemos decir que, aunque este fue un concilio, que se dio no en

las mejores condiciones, por razón de la intervención estatal en el mismo, que trajeron

consecuencias posteriores, quedo marcado un derrotero doctrinal que hasta el día de hoy

es seguido por la mayoría de los cristianos del mundo.

Por otro lado, el valor del creado en si, como arma para combatir las herejías, que

debería ser imitado, como una práctica apologética en nuestro tiempo.

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