En 1957 Levinas publica La Philosophie et l´Idée de l´Infini s ensayo en el
que más tarde él mismo verá el núcleo de Totalité et Infini'. Si las líneas maestras de este ensayo no son nuevas en su investigación, la radicalidad con que distingue «dos caminos» en la actividad filosófica sí lo es. En efecto, ante el filósofo surge un camino -presentado por el Autor en primer lugar- que se define como aspiración hacia lo absolutamente otro, como búsqueda de su ley, como la heteronomía misma. En ese camino, «la filosofía significa metafísica, y la metafísica se pregunta por lo divino» . Pero existe otro camino filosófico, el que la filosofía occidental ha elegido casi siempre, que podría definirse como reducción del Otro a lo Mismo, de lo múltiple a la totalidad; como consagración de la autonomía en principio supremo. La filosofía equivale aquí a «la conquista del ser por el hombre a través de la historia» económica y política. Esa filosofía es necesariamente «narcisista», «neutralizadora», «atea» y «violenta»; en ella:
«la esencia de la verdad no consistiría en la relación heterónoma con un Dios
desconocido, sino en lo ya conocido que se trata de descubrir e inventar libremente en sí ( ... ). Se opone, así, fundamentalmente a un Dios revelador. La filosofía es ateísmo o más bien irreligión, negación de un Dios que pueda revelarse introduciendo (mettant) verdades en nosotros (...). Toda filosofía, empleando un neologismo husserliano, es egología (...). El ser extraño, en lugar de mantenerse en la inexpugnable fortaleza de su singularidad, en lugar de arrostrar, se torna tema y objeto. Cae en las redes de las ideas a priori (...). El conocimiento consiste en captar al individuo no en su singularidad que no cuenta, sino en su generalidad que es la única de la que se puede hacer ciencia. Y es ahí donde todo poder comienza (...). En una civilización reflejada por la filosofía de lo mismo, la libertad se realiza como riqueza. La razón que reduce al otro es apropiación y poder»
La novedad de estas ideas en el pensamiento del Autor consiste únicamente en la
explicitación, que se tornará cada vez más importante, de la incidencia religiosa y teológica de la opción filosófica habitual en el Occidente. También es nueva la explicitación -que no la idea en sí de la alternativa entre los dos caminos filosóficos como una opción ante dos tradiciones, representadas tipológicamente por Ulises y Abraham. En 1963, hablando de su propia filosofía, el Autor expresará así dicha opción: «al mito de Ulises que vuelve a Itaca, quisiéramos oponer la historia de Abraham que abandona para siempre su patria por una tierra desconocida, prohibiendo incluso que su siervo reconduzca a su hijo a ese punto de partida».
En el Prefacio de Totalité et Infini la oposición entre Ulises y Abraham
aparece como una confrontación radical entre la filosofía y el profetismo que, a su vez y sucesivamente, se irá desglosando en una serie de oposiciones, cuyos polos están constituidos por la historia y la escatología, la política y la moral, la guerra o la violencia y la paz..., la Totalidad y el Infinito. 2
Ya se explicó que estas oposiciones en el pensamiento del Autor,y pese a su
retórica, no constituían alternativas simples. Lo que Levinas combate, calificándola de «hipocresía», es la pretensión de que «a la vez» , «simultáneamente» , se pueda optar por la filosofía y el profetismo, por la historia y la escatología, por la política y la moral, etc. Nadie puede ser al mismo tiempo Abraham y Ulises, aun cuando aquél tenga que expresarse en la koiné de éste. Enfrentándose a las tesis que afirman la superioridad del Ser en relación al ente, de la ontología en relación a la metafísica, y así «confirman una tradición donde lo Mismo domina al Otro, donde la libertad -aunque se identifique con la razón- precede la justicia», Levinas se propone invertir los términos. Seguirá para ello una tradición que, a su juicio, es:
«por lo menos tan antigua como aquélla; la tradición que no confunde el
derecho con el poder y que no reduce la alteridad a lo mismo. Contra los heideggerianos y neo-hegelianos para quienes la filosofía comienza por el ateísmo, es necesario decir que la tradición del Otro no es necesariamente religiosa, que es filosófica. Platón permanece en ella cuando coloca el Bien más allá del ser o cuando en el Fedro define el verdadero discurso como discurso con los dioses» .
Es indudable, sin embargo, que esa tradición es la bíblica, y aunque el Autor
no niegue que en la historia de la filosofía occidental haya habido «instantes maravillosos» , en el Prefacio de Totalité et Infini afirma claramente que sin la escatología profética no habría existido ni podría haberse mantenido la tradición filosófica que considera la moral como la filosofía primera. El rechazo de esa tradición, o cuando menos su equiparación con la tradición filosófica griega, está en el origen del «desgarramiento profundo» que sufre la civilización occidental", esencialmente desorientada.