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BUENAS Y
MALAS
PRÁCTICAS
EVALUATIVAS
Tabla de contenidos:
Buenas y malas prácticas evaluativas: una definición.
Evolución histórica de la evaluación.
Conceptualización de la evaluación.
Evaluación tradicional y evaluación moderna: dos modelos que aún coexisten.
El constructivismo y la evaluación.
La evaluación auténtica.
Ejemplos de buenas prácticas evaluativas.
Una mala práctica evaluativa será toda aquella acción que, relacionada con la evaluación, no será útil
para mejorar o fortalecer el proceso de enseñanza–aprendizaje; por el contrario, puede afectar
negativamente al mismo.
En tanto, una buena práctica evaluativa será toda acción que, relacionada con la evaluación, será útil
para mejorar o fortalecer el proceso de enseñanza-aprendizaje.
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Con lo anterior en mente, para analizar las prácticas evaluativas, debemos comprender cómo estas
pueden influir en los procesos educativos, limitando o promoviendo mejoras.
Para dicho propósito, es necesario primero conocer y comprender la evolución histórica del concepto
de evaluación, así como las diferencias entre el modelo tradicional y el modelo moderno de evaluación,
que en la actualidad aún coexisten.
EN LA EDAD MEDIA
Durante la Edad Media, existía aún una ausencia de una teorización sobre la evaluación y se continúaba
evaluando con referentes implícitos y subjetivos. No obsante, surgió y tomó gran fuerza un procedimiento
de carácter formal, que subsiste hasta hoy: los exámenes universitarios formales, orales y públicos, en
presencia de un tribunal.
EN LA EDAD MODERNA
En la Edad Moderna, todavía no existía una teorización explícita sobre la evaluación. Igualmente, la
tendencia en cuanto a los procedimientos seguía siendo la misma que en las épocas anteriores; sin
embargo, se pueden destacar dos hitos relevantes.
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Las universidades europeas normalizaron el examen escrito, como procedimiento para comprobar los
méritos individuales de los estudiantes,
Surge una obra clave: “Examen de ingenios para las ciencias”, de Juan Huarte de San Juan. Por primera
vez, este plantea la observación como procedimiento básico de la evaluación, relacionando aptitudes
físicas e intelectuales observables, con determinados oficios y profesiones.
EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA
A partir del siglo XIX, el mundo comenzó a reorganizarse en los nuevos estados nacionales y, conforme
a la evolución política y económica, se instauraron los sistemas nacionales de educación. Con ellos, se
estableció la entrega de diplomas de graduación, recibidos tras exámenes de estado, junto con surgir los
test escritos, avalados por las prácticas rutinarias.
De esta forma, en 1897, surgió en EE.UU. la que es considerada la primera investigación sobre
evaluación en educación: Un análisis comparativo de escuelas estadounidenses, de J. M. Rice, sobre el valor
de la instrucción en el estudio de la ortografía, utilizando como criterio las puntuaciones obtenidas en test
escritos.
De allí en más, como en todos los ámbitos del desarrollo humano durante el siglo XX, la evaluación
tomará protagonismo en los estudios de varias generaciones de profesores/as e investigadores/as
educativos/as.
Esta primera generación tiene su apogeo entre 1920 y 1940. Principalmente, se caracteriza por
considerar la evaluación como sinónimo de medición, y por dar absoluto protagonismo a los test
psicométricos. Estos pretenden detectar y establecer diferencias individuales entre los evaluados, según
modelos de rasgos y atributos psicológicos.
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Con lo anterior, los test no dan cuenta de los objetivos educativos o de los programas de formación
(del currículo), sino de las características de los individuos, independientemente de ellos.
Para comprender el porqué de este boom de los test psicométricos en esta generación, es necesario
considerar la gran influencia que tuvo en la época el desarrollo de métodos estadísticos, las teorías
evolucionistas de Darwin, Galton y Cattel, las corrientes filosóficas positivistas y empíricas y el auge de la
sociedad industrial, que demandaba formas de acreditar y seleccionar alumnos/as y trabajadores/as, según
sus conocimientos, para los puestos de trabajo.
Esta segunda generación tuvo su apogeo en la década de los 1940. Su principal baluarte fue Ralph
Tyler, considerado por muchos el padre de la evaluación educativa. ¿Por qué? Porque fue el primero en
plantear que el principio fundamental de la evaluación es “evaluar para mejorar la calidad de la Educación”.
Puede resultar increíble en nuestros días, pero nunca antes de Tyler se había planteado, con firmeza,
que la evaluación implicaba mejorar la educación. Asimismo, nunca se había planteado que la evaluación
debía considerar la comprobación de la consecución de los objetivos del currículo, que es otro de los
principios que propone este investigador estadounidense.
En definitiva, hasta antes de Tyler, solo se buscó evaluar para medir rasgos y características particulares.
Esta tercera generación tuvo su desarrollo entre 1960 y 1989 y, como su nombre lo indica, se caracteriza
por abordar la evaluación desde múltiples aristas, considerando todos sus ámbitos y elementos.
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Iniciados los años 60, tras la depresión económica post Segunda Guerra Mundial y la posterior
recuperación, sucedió un periodo de austeridad que, en Estados Unidos, se conoció como la era del
accountability 1. En ese contexto, se comenzaron a revisar todos los sistemas estatales, para alcanzar la
eficiencia de los recursos invertidos. Así, fue necesaria la evaluación no solo de los y las estudiantes, sino de
todos los componentes del sistema educativo.
Por tanto, como efecto colateral de una política económica, ocurrió otro suceso relevante: se amplió el
sujeto de la evaluación.
Por primera vez, se llegó al consenso que también deben evaluarse los y las profesoras, los programas,
las organizaciones en su conjunto, los organigramas, los recursos, la infraestructura, entre otros.
Con lo anterior, surgieron numerosos estudios que conceptualizaron la evaluación y sus funciones.
Asimismo, se propusieron numerosos modelos y metodologías evaluativas.
Ya en la década de 1970, nos encontramos con tres grandes grupos de modelos evaluativos:
1 Forma óptima de trabajar en una organización, implica la responsabilidad, proactividad y compromiso. En otras palabras, se
trata del buen hacer de una empresa intentando siempre sacar el mayor provecho de cada recurso, sea este humano, material o
financiero (Parada, C. 2021)
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Finalmente, en los 80, el panorama fue aún más variado. Así, existió una pluralidad conceptual en
relación con la evaluación. Así, decenas de autores/as definieron la evaluación, su objeto, sus funciones,
qué es un proceso evaluativo, cuál es el rol del evaluador/a, cuál es el rol de los evaluados/as, qué son los
criterios o indicadores de evaluación, entre otros.
De esta explosión investigativa, surgieron aspectos positivos y negativos, como una mayor
comprensión del fenómeno de la evaluación, pero una también mayor dificultad para apropiarse de él en
la práctica.
Guba y Linconl (1989) nos plantean que la generación siguiente tiene como base el constructivismo y,
en teoría, es la generación que subsiste hasta nuestros días.
Conceptualización de la evaluación
De todo el recorrido histórico mencionado, se pueden desprender distintas conceptualizaciones de la
evaluación:
Proceso que determina en qué medida se han logrado los objetivos educacionales, es decir, el grado de
congruencia entre los objetivos y el aprendizaje (Tyler, 1930).
Ventajas Desventajas
-La evaluación se hace parte integrante del -Si los objetivos son limitados o técnicamente
proceso educativo, no como un evento aislado y incorrectos, se replican los errores en el proceso
ajeno. evaluativo.
-Introduce la retroalimentación hacia el -Se tiende a confundir como una evaluación solo
educador/a y el educando/a. de producto, de final de proceso, siendo que los
objetivos también deben ser evaluados en el
trayecto.
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Proceso de delinear, obtener y proveer información útil para juzgar alternativas de decisión, que
favorezcan los procesos educativos (Stufflebeam, 1971).
Ventajas Desventajas
-La evaluación es entendida como una instancia -Podría tenderse a la subjetividad en los juicios
más de aprendizaje. cuando solo es el mismo evaluador/a quien
-Otorga sentido a la evaluación, al utilizar sus evalúa y toma decisiones.
resultados para realizar los ajustes pedagógicos
necesarios.
Considerando lo anterior, en esta asignatura nos alinearemos con la definición de evaluación que nos
aporta Terry Tenbrink:
“El proceso de obtener información y usarla para formar juicios que a su vez se utilizarán en la toma de
decisiones”. (Tenbrink, 1981).
Retomando el desafío inicial de cómo reconocer las buenas y malas prácticas evaluativas, debemos
identificar qué caracteriza a cada uno de estos modelos. La razón es que, en general, lo que es tradicional
estará asociado a las malas prácticas y, lo que es moderno, se relacionará con las buenas prácticas.
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A continuación, se presenta un cuadro comparativo con algunos de los aspectos diferenciadores más
relevantes de los dos modelos:
Momento en los que evalúa. Suele solo evaluar al término de los Promueve la evaluación constante
procesos, para certificar. y de proceso.
Rol del estudiante. Pasivo. Su participación radica en Activo. Puede incluso evaluar y
la resolución de los instrumentos participar en distintas etapas del
que le son aplicados por los y las proceso de evaluación, aplicando
docentes. instrumentos, analizando
resultados o proponiendo acciones
de mejora.
El constructivismo y la evaluación
Tal y como lo planteaban Guba y Lincoln, desde los 90 a la actualidad, el que marca el norte en el ámbito
de la evaluación es el paradigma constructivista (y en todos los ámbitos, en realidad). Así, el sistema
educativo chileno también lo tiene como base y nos exige evaluar considerándolo. Por ello, ahora
revisaremos los principios fundamentales del constructivismo y cómo estos se relacionan con la
evaluación.
La concepción constructivista de la adquisición del conocimiento se puede caracterizar por los siguientes
aspectos:
Respecto de sus principios, Pedro Ahumada (1998) nos explica que existen ciertos principios del
constructivismo que se deben respetar, tales como:
Aceptar el interés de que se reconozcan los conocimientos previos del alumno(a): en la concepción
constructivista, es fundamental para producir aprendizaje que se relacionen los nuevos conocimientos con
los conocimientos o experiencias ya existentes en la estructura cognitiva de cada estudiante. Esto debe ser
facilitado por cada docente, utilizando estrategias específicas para ello.
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Respetar ciertas condiciones para que se produzca el aprendizaje significativo: para lograr
aprendizaje significativo, se necesita favorecer la existencia y permanencia de ciertas condiciones
contextuales, en el lugar y momento en que se produce la significación de este aprendizaje.
Con esto, tal como menciona Ahumada (2005), algunos factores reconocidos que influyen en la
significación de un aprendizaje para el o la estudiante son, entre otros, los siguientes:
Coherentemente con lo anterior, en una concepción constructivista, para lograr aprendizajes significativos,
habría que tener siempre presente los siguientes requisitos (Ahumada, 2005):
Conocer muy bien a los y las estudiantes, sus competencias, fortalezas, debilidades, motivaciones,
intereses, características en general, de manera tal que se puedan incluir todas o parte de ellas en las
situaciones de evaluación que planifiquemos.
Dominar la estructura interna de la especialidad y las capacidades y actitudes que se pretenden evaluar,
para especificarlas todo lo que se requiera, trabajarlas con distintas estrategias y evaluarlas con
diferentes procedimientos e instrumentos evaluativos.
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La evaluación auténtica
Si bien ahondaremos aún más en la evaluación auténtica durante la tercera semana de esta asignatura,
es necesario referirnos ahora a sus características, pues su identificación nos permitirá reconocer las buenas
prácticas evaluativas.
Según Santos Guerra (2005), existen ciertos principios orientadores de la evaluación que traspasan las
fronteras de cualquier concepción de la misma, pues siempre deberían estar presentes. Estos principios
corresponden a:
La evaluación debe constituir un proceso y no un evento. Un proceso evaluativo que esté fuertemente
ligado a la naturaleza del aprender, debería pasar inadvertido por el o la estudiante, pues estaría unido al
desarrollo de las distintas actividades o situaciones de aprendizaje que cada profesor/a ha seleccionado.
Lo anterior implica aceptar la presencia del error como una forma natural del aprender, el que no
necesariamente debiera conducir a su sanción. Las posibles carencias o deficiencias detectadas por el
proceso evaluador solo deberían conducir a un mejoramiento permanente del proceso de aprender, a
través de la oportunidad de acceso de cada estudiante a actividades de refuerzo o profundización.
Dicha retroalimentación es útil no solo para el aprendizaje, pues también entrega información valiosa
acerca de la enseñanza y sus características; así, permite tomar decisiones respecto a la planificación en
general, en vías de favorecer el aprendizaje.
Intentar separar la evaluación del proceso diario de aprendizaje, es uno de los aspectos que dificultan
implementar una evaluación centrada en el aprendizaje significativo.
De esta manera, la evaluación adquiere un papel importante, como elemento que permite mostrar a
cada estudiante el nivel de logro de sus aprendizajes.
En este punto, es fundamental acepta,r por parte de cada profesor y administrador/a educacional, que
cualquier instrumento o técnica aporta información sobre el aprendizaje de los y las alumnas y que, en
consecuencia, debiera ser considerado como un procedimiento legítimo de evaluación.
La gama de instrumentos y técnicas que hoy se están empleando para recoger evidencias de
aprendizaje de los y las estudiantes resultan variadas: mapas semánticos y conceptuales, gráficos de
síntesis de prácticas como la elaboración de organigramas, ideogramas, flujogramas, pruebas
situacionales, de libro abierto, trabajos de investigación y laboratorio con sus respectivas pautas a seguir,
disertaciones, ensayos, pautas de observación, portafolios, entre otros.
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Por supuesto, estos son solo algunos ejemplos. Ahora es tarea vuestra seguir analizando sus propias
prácticas y las de sus colegas.
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Referencia bibliográfica
Ahumada, P. (2005). La evaluación auténtica: Un sistema para la obtención de evidencias y vivencias de los
aprendizajes. Viña del Mar. PUCV
Guba, G.E. y Lincoln, Y.S. (1989). Fourth generation evaluation. Nueva York: Sage Publications.