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Para Arendt es muy importante separar las nociones de la ciencia política entre una forma
particular de llevar a cabo la vida entre los humanos, y las que buscan circunscribirlo
específicamente a la mera subsistencia de las personas. Para ella, los hombres se organizan
políticamente en medio de un caos absoluto de las diferencias (Arendt, p 45). Por ello la
política es el medio por el cual podemos ordenar la vida en torno a lo diferente y no a lo
homogéneo, y tiende a conciliar las diferencias, nunca será para homogeneizar lo distinto
por medio de la fuerza del Estado. Esta es para mí una de las más poderosas fuerzas
retóricas de su concepción, entender a la política como la actividad sustantivamente
humana, para organizar las diferencias en base al reconocimiento de la otredad. Con la
política se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos
los hombres. (Arendt, p 46). Todo lo que reúne al hombre, a la vez lo separa (Arendt, p 57).
A partir de esta noción sobre la reunión de lo diferente, es que se cuestiona de manera
meridiana la concepción en Aristóteles referente al hombre como Zoon politikón, que veía
a la política como una cualidad consubstancial al ser humano. Para Hanna Arendt el hombre
es apolítico en realidad, la política nace entre los hombres, fuera de los hombres, más en
concordancia con Hobbes. (Arendt, p 46).
Es importante observar que Hannah Arendt va desmenuzando la visión de la ciencia política
clásica por así decirlo, que se desprende del estudio de los clásicos griegos, que denomina
Antiguos, y que delimita claramente las diferencias respecto a la sociedad de entonces y
las actuales, para comprender bien a bien de qué manera podemos distanciarnos
sanamente de la visión tradicional de lo político, pues la sociedad en que vivían los Antiguos
era un poco distinta a las sociedades modernas, que difícilmente podemos extrapolar a las
actuales. En cuanto a la libertad, por ejemplo, lo ubica al centro en la perspectiva griega,
dicha libertad está comprendida “negativamente como no ser dominado y no dominar, y
positivamente como un espacio sólo establecible por muchos, en que cada cual se mueva
entre iguales. Sin tales otros, que son más iguales, no hay libertad. Por eso quien domina
sobre los demás y es, pues, por principio distinto de ellos, puede que sea más feliz y digno
de envidia que aquellos a los que domina, pero no más libre. También él se mueve en un
espacio en que no hay libertad en absoluto…isonomía no significa que todos sean iguales
ante la ley ni tampoco que la ley sea la misma para todos sino simplemente que todos tienen
el mismo derecho a la actividad política y esta actividad era en la polis preferentemente la
de halar los unos con los otros. Isonomía es por tanto libertad de palabra y como tal lo
mismo que isologia. …Cuando los griegos decían que los esclavos y los bárbaros eran ane
logou, que no poseían la palabra, se referían a que se hallaban en una situación en que el
habla libre era imposible En la misma situación se hallaba el déspota, que sólo sabe ordena;
para poder hablar necesita de otros de igual condición (Arendt, pp 69, 70). Como vemos, no
es igualdad en el sentido moderno. De ahí la importancia de ubicar en el contexto histórico
y debidamente las concepciones de lo político en diversas escuelas de pensamiento, para
no extrapolar nociones inadecuadas que lleven a yerros -o interpretaciones acomodaticias
para el poder, como veremos más adelante- y así aproximarnos a una definición más clara
de lo político. Aquí, en una tímida aproximación aún (el análisis de la magnífica obra de
Hannah Arendt escapa a los límites del presente ensayo) podemos distinguir a la política
que es el ecosistema y las prácticas para dirimir el conflicto surgido entre los diferentes,
hacia un mediano consenso, de lo político, que es lo relacionado con el acceso y la retención
del poder.
La insigne pensadora de origen alemán escudriña en el devenir de lo político y de la política
para alcanzar cierta comprensión en la búsqueda del sentido mismo de la política. Norberto
Bobbio, casi en concomitancia con Arendt respecto al método y el rigor científico que
permita desentrañar la cuestión principal, sobre qué es lo político, la política y su relación
con la conformación de un Estado -lo político allende la política-, analiza el tránsito histórico
del Estado, que observa en ruta de uno opresor, hacia la moderna sociedad liberal, y trata
de verlo desde los gobiernos y los gobernantes. Y es practicante el debate entre la visión
del “hombre malo” hobbesiano -reducción sólo atribuible a mí, en aras de la comprensión-
y el surgimiento del estado decimonónico. Menciona el poder económico, el ideológico,
basado en cierta autoridad moral, y el político, como el poder de la fuerza, muy vinculado
al contrato social, para reducir las diferencias (lugar donde coinciden, de maneras distintas
-Arendt con mayor peso que Bobbio- ambos escritores). Hace un necesario viaje por la
historia de las instituciones políticas y la historia de las doctrinas políticas. Se cruza con
Arendt en el reconocimiento de las formas de poder que devienen desde el hogar y
culminan en la sociedad. Toma de Aristóteles sobre si es mejor ser gobernado por el mejor
de los hombres, o por las mejores leyes. Se decanta por las últimas, pues menciona que las
leyes no tienen pasiones. También toca el fin del estado. Lo divide en dos: como mal
necesario, muy del pensamiento cristiano, como remedio del pecador, o del estado como
mal no necesario, con una visión utópica donde se sobrevive sin necesidad de un aparato
coercitivo. No es la razón sino la autoridad lo que la que hace la ley, y la voluntad lo que
legitima el poder. (Bobbio, p 121). Aquí vemos sutiles pero importantes diferencias en
cuanto al sentido de la política: Bobbio pone el acento en el contrato social y el pesos
específico del poder en la voluntad, y su cumplimiento en la ley, e incluso, apunto yo, en la
coerción misma de la ley mediante sus reglamentos y códigos (del ulterior estado de
vigilancia y biopoder de Foucault); Arendt le otorga mayor densidad a la concordancia en lo
posible de los distintos: “La política organiza de antemano a los absolutamente diversos en
consideración a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos”.
(Arendt, p 47). Pero ambos pueden reconocer en su derrotero histórico – conceptual como
método la necesidad que le es propia a la política de encontrar cierta uniformidad en la
diversidad, a por consensos, ya por contrato a través de la norma. Así, una de las principales
razones de la política, su sentido en sí, es cierto nivel de cohesión/organización de los
diversos a través del reconocimiento del otro como sujeto y de lo otro como intereses.
Emerge aquí, sobre todo en Hanna Arendt, una importante preocupación de este sentido
que tiene la política, de cara a la crisis de la modernidad configurada en los horrores de
Auschwitz y en el fracaso de los grandes absolutos posteriores al entronizamiento de la
razón ¿Desaparecerá la política y lo político ante dicha crisis?
Dichas narrativas se arman gracias a que en las sociedades prevalecen los prejuicios. Arendt
menciona que dichos prejuicios están anclados al pasado, y por ello se avanza al juicio y lo
impide, imposibilitando tener una verdadera experiencia del presente, lo que los
emparenta con las verdades impuestas del S XX – que pertenecen a los metarrelatos de los
absolutos- y las posverdades de la actualidad. Menciona a la letra: “En toda crisis histórica
los prejuicios se tambalean, ya no se confía en ellos y justamente porque ya no pueden
contar con el reconocimiento en esos “se dice”, “se piensa” no vinculantes, en ese terreno
delimitado en que se justificaban y se usaban, se solidifican y se convierten en algo que en
origen no eran, a saber, en aquellas pseudoteorías que, como cosmovisiones
(Weltanschuauungen) homogéneas o ideologías iluminadoras, pretenden abarcar toda la
realidad histórica y política. (Arendt, pp 54, 55). Otra anticipación casi cabalística a los
reduccionismos contemporáneos. Carl Schmitt usó argumentos similares en sus
disquisiciones al respecto, de entre otros, Georges Sorel, en su Decadencia de Occidente,
arreglando “estas doctrinas para el fascismo alemán, estableciendo, como categoría
fundamental de lo político, la oposición amigo-enemigo, debiendo ponerse el acento en el
concepto de enemigo, que debe estimarse como algo existencialmente distinto y extraño y
a quien, en caso de conflicto, hay que exterminar (Begriff des Politischen, 1931 -cf. Infra,
pp224 s. Citado en Heller, p 25).
Por eso Hanna Arendt pone al centro a la libertad como la más importante de las ideas
respecto a la política, concepción formada desde los griegos y que analiza su transformación
en el transcurso de sus apuntes, desde el tránsito al cristianismo y en la conformación de la
modernidad, donde esta igualdad no fue precisamente tutelada por los estados en pos de
la felicidad, sino que se instrumentó desde el estado mismo. “Que política y libertad van
unidas y que la tiranía es la peor de todas las formas de estado, la más propiamente
antipolítica, recorre como un hilo rojo el pensamiento y a acción de la humanidad europea
hasta la época más reciente” (Arendt, p 71). Lo más preocupante de los totalitarismos es el
sacrificio de la libertad del hombre en búsqueda del desarrollo histórico que puede
obstaculizar el hombre libre.
La libertad es el epicentro desde donde debe retumbar el movimiento telúrico que
conforme la necesaria práctica política que nos lleve a cambios de paradigmas de lo político,
que vayan mas allá del simple acceso al poder. Necesitamos poner al centro a la política,
privilegiando la libertad como principio rector y eje articulador de lo político, retomando la
aspiración de Hannah Arendt de perseguir ordenar el conflicto que necesariamente
presenta lo diverso hasta trocarlos en un consenso de lo relativamente diverso. Si bien
coincido con la opinión de Byung-Chul Hann sobre que los modelos de Arendt presentan
serios conflictos en la sociedad infocrática (Hann, 2022), también es resultado de su
descripción de la misma sociedad en tiempo real, en consistencia con la sociedad que
analiza en sus textos. Tiendo a pensar, casi desear, que debemos ir más allá proponiendo
alternativas (como el mismo Hann lo hace al pedir de sus lectores hacer una pausa y tender
al proceso reflexivo de la creación de conocimiento, que requiere tiempo y contacto con el
mundo real, dando un paso adelante del simple e inasible régimen de información) de
acción, llevando a la política al centro, y dándole un nuevo sentido: El de resarcir el daño
que ha producido y sigue infringiendo la polarización de lo político en nuestra sociedad. La
política es algo necesario.
Fuentes:
Bobbio,Norberto, Estado, sociedad y derecho. Consultado el 26 de septiembre de 2022.
https://drive.google.com/drive/folders/1LnYihU0BUQhIQ15xejzns7Nxa5Lc_OHY
Heller, Hermann. (1974). Teoría del Estado. México, Fondo de cultura económica.
Sartori, Giovanni. (1998). Homo videns: La sociedad teledirigida. México, Editorial Taurus.