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Cuando comencé a vivir en Moctezuma, San Luis Potosí, me gustó mucho presenciar “La
Vigilia de las Espigas”, fiesta propiciatoria notablemente imbuida del crisol
mesoamericano y cristiano que celebra la Adoración Nocturna como acción de gracias por
las mieses que brinda la tierra. Nació como una cofradía de la Iglesia Romana fundada por
el Cura Santiago Sinibaldi en el jubileo de 1809 para acompañar a Jesús Sacramentado.
Fue elevada a Archicofradía en 1824 y en 1906 Pío X le concede agregar asociaciones de
todo el mundo para la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. Llegó a México en
1900 al Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús de la Ciudad de México, desde donde se
extiende por todo el país, acomodándose al calendario mesoamericano, sobre todo
asociado al maíz (en paralelo al trigo y sus cornezuelos propios del Santísimo). La
celebración, muy colorida, fervorosa y concurrida, me dejó clara la vocación regional.
Estoy viviendo en una zona agrícola y pecuaria de larga tradición desde los mismísimos
días del fundador Juan de Escanamé, donde el mismísimo traductor bíblico y Doctor de la
Iglesia, San Jerónimo, tuvo que aparecerse para tranquilizar las fuertes tensiones entre
los habitantes del Barrio de Tlaxcala, los oriundos de la Laguna, y en menor medida los de
otros barrios, por razones del acceso al agua en lo que en su honor se llamaría San
Jerónimo del agua hedionda hasta por ahí de 1838. Y este es otro punto de reflexión: la
problemática del acceso al agua, tan antigua y complicada, que movió a la construcción y
advocación de la iglesia de la comunidad principal merced a la hierofanía hídrica.
Una ocasión fui testigo de un conflicto por la disposición del agua que casi llega a las
manos plagado de felonías y una retahíla de improperios dignas de un completo
diccionario de maledicencias. Y es que en la región tenemos grandes extensiones de tierra
y un sistema hidrológico de ojos de agua y escurrideros que han permitido el desarrollo de
actividad agrícola de gran relevancia económica, social y cultural, que sin embargo,
comienza a agotarse creando confusión y angustia, poniendo en peligro la economía y la
viabilidad misma de las comunidades.
La región tuvo todo para ser una potencia agrícola regional, y ante la incapacidad de
reacción a cambio de paradigmas, hoy tenemos infraestructura tomatera abandonada
como testimonio de esta incapacidad de adaptación. Y es que ahí está el problema: No
siempre es bueno tenerlo todo. Una coincidencia es que muchos de los países que
producen más riqueza suelen ser los más pequeños y con menos recursos naturales
¿Ejemplos? Va que va…
Después de Estados Unidos, Holanda es el mayor exportador de comida del mundo, con
tan sólo 41,543 Km2 de territorio, casi todo ganado al mar mediante diques, donde
además viven más de 17 millones de personas. Tan solo el estado potosino mide 65,268
Km2. Es como si San Luis por sí mismo lograra la autosuficiencia alimentaria (somos casi 3
millones de personas en el estado) y lográramos exportar a todo el mundo nuestros
excedentes, cosa que evidentemente, estamos muy lejos de que suceda…o tal vez no.
¿Cómo se logró esto? Con una afortunada confluencia de innovación y política poniendo al
centro a la educación. En Países Bajos (nombre oficial de Holanda) existe la Universidad de
Waweningen (se pronuncia algo así como vavenin’gen) mejor conocida como “Food
Valley”, lugar donde llenan de dinero a sus investigadores donde el 50% lo pone el
gobierno, 25% los ingresos propios de la universidad y el restante 25% las empresas
privadas. Esto vincula a la universidad con la realidad, haciendo investigación “dura” que
muy pronto encuentra salida económica en el mercado internacional, y sus artículos son
los más citados en revistas científicas y esopecializadas en agricutura. Y también mueven
la economía local pues más del 40% de sus alumnos son extranjeros. Como resultado, por
ejemplo, mediante vigilancia continua de drones que proveen diagnósticos en tiempo real,
en el campo holandés no se usan pesticidas por el alto nivel de prevención alcanzado, lo
que baja costos, reduce pérdidas y provee valor agregado a sus cosechas libres de
contaminantes. En materia de consumo de agua, la ciencia y tecnología holandesa ha
logrado reducir el mismo hasta casi el 90% del consumo tradicional del vital líquido. Para
dar una idea del beneficio de la innovación, en el año 2020 la actividad agrícola le reportó
ganancias a Países Bajos por 92 mil millones de euros en exportaciones. Para adornar con
cerezas este pastel, ahora exportan también sus tecnologías, con un importante beneficio
económico, a países como Tailandia, que busca alcanzar su autosuficiencia alimentaria en
los próximos años como parte de las economías asiáticas emergentes a las que hay que
poner atención, o Emiratos Árabes Unidos, que piensa usar sus tecnologías de ahorro de
consumo de agua, estando muy ricos llenos de petróleo, pero en medio del páramo yermo
del desierto de Rub al-Lali (que traducido dice “el cuarto vacío de arabia) y sus dunas
móviles. Y este es otro punto de interés para nosotros. El uso racional del agua, que de
seguir usándose como hoy, va a condenar al agotamiento y desaparición a la cuenca
hidrológica del Valle de Arista y anexas, incluido nuestros Ojos de Agua en Moctezuma,
Venado y Charcas.
El uso de agua para la agricultura representa hasta el 70% del consumo global de agua
dulce, lo que hace absolutamente imperativo su ahorro mediante innovación. El problema
con lugares como el nuestro, es que la disponibilidad nos provoca un sesgo de
confiabilidad que nos impide reconocer los riesgos a futuro. Vemos el agua y la queremos,
cosa que al contrario, deberías de ser vedada por un par de años, por lo menos racionada,
en tanto implementamos ideas novedosas para proveer de agua para consumo humano,
agricultura y ganadería (que consume cantidades enormes de agua, desde el cultivo de
granos y forrajes hasta el manejo de los hatos), y limpieza y sanidad, para sustituir las
formas irracionales en que se usa hoy en día en la región, y así garantizar nuestra
viabilidad como comunidad, de nuestros hijos y de quienes aún no nacen. Caso contrario,
lo que quedará de Moctezuma y su ojo de agua serán unas líneas en los libros de historia,
y lo digo en serio, ése es el riesgo. Y lo mismo ocurre con los demás ojos, veneros y
corrientes del sistema. Se están agotando y no hacemos nada coherente al respecto.
Podemos también voltear a ver a Israel, por ejemplo, que ha logrado abastecer de agua a
sus habitantes en pleno desierto, lo que demuestra que la disponibilidad ilimitada no es
requisito para contar con agricultura, o los sistemas de recolección de agua de lluvia en
diversas partes del mundo, incluidas zonas desérticas.
Una política importantísima debe ser el rescate de humedales en las vegas de las
corrientes, en donde se implementen granjas acuapónicas que produzcan peces para
consumo local y foráneo, a bajo precio, y diversas hortalizas en invernaderos, combinadas
con sistemas de humedales artificiales que a su vez recuperen flora local, y provean de
áreas jardinadas de recreación para la población. De esta manera se utiliza el agua tres
veces antes de reincorporarla ya saneada a la corriente, con pérdidas mínimas por
evotranspiración, para que continúe presente en el ecosistema guardando el necesario
equilibrio. De esta manera se puede continuar con la agricultura en la región que es parte
de la identidad, pero dando viabilidad ambiental a la producción. El único camino para
llegar a eso, es la apuesta por la educación y la investigación desde lo local.
Desenlace.
Algo que deberíamos estar escuchando de los electos en la región, luego del recién
terminado proceso electoral, es precisamente como podremos encadenar esfuerzos para
integrar a la educación desde la región, con las necesidades tanto de los productores
como con el mercado alimenticio y gastronómico, las industrias emergentes, así como con
las necesidades nutricionales de las poblaciones y de suficiencia alimentaria, siempre
vinculados a la identidad alimentaria y gastronómica. Para eso es la política. Allende las
elecciones, de política electoral debemos pasar a la democracia participativa y al diseño
de políticas públicas que propicien el desarrollo justo y equilibrado.