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“cuando uno tiene una actitud hacia un objeto, ese objeto ya es parte de uno
mismo, en un sentido. En otras palabras, puedo tener una actitud hacia un
objeto si tengo una representación asociada con ese objeto.
Alternativamente, una actitud puede ser un sentimiento primario general
respecto de algo de lo que establecemos una representación. En algún
sentido, tener una actitud respecto de algo, es como hacer una proposición
actitudinal. Uno está expresando una actitud hacia su propia representación
de ese objeto. […] sostengo que una actitud es un aspecto de la
representación y la representación es lo que agrupa los ítems actitudinales”.
Desde los años 30’, el concepto general de actitud se refiere a la posición específica
que un individuo toma, en función de una o varias dimensiones pertinentes, para
evaluar una entidad social dada. A últimas fechas, los trabajos sobre la cognición
social llevan a tener una visión más compleja de la estructura interna de las actitudes.
La actitud que se asume hacia un objeto de RS tiene una fuerte relación con cómo
está anclada la Rs ya que el anclaje implica valores y jerarquización.
Las actitudes cambian a partir de los intercambios sociales en los cuales estamos
inmersos y que son la fuente primaria de información que nos permite ir formando
nuestros puntos de vista. Puede haber un intercambio “persuasivo y argumentado”
que va en sentido único o las discusiones de grupo. Por lo tanto, la forma del
mensaje, así como la fuente del mismo tienen una importancia capital. Influirán
también las características del receptor del mensaje.
Las actitudes tienen que estar sustentadas en algún tipo de argumentación. Así
mismo, cambian por etapas, dependiendo de la influencia que puede ejercer la fuente
de cambio y de su credibilidad, su prestigio, su competencia, la confianza que inspira
o la atracción que opera.