• El evento pasó prácticamente desapercibido fuera de los círculos universitarios, los
medios lo noticiaron de manera insuficiente, sin hacer alarde, a pesar de que los editores han aprovechado para lanzar libros y colecciones. (…) tras la Amnistía y la redemocratización, a partir de 1979, donde liderazgos que antes hicieron la “lucha subversiva” eran reintegrados al sistema político, la memoria dominante pasó a rechazar la dictadura. (206). • No solo se demuestra el riesgo que Paul Ricoeur denominó alguna vez como “abuso del olvido” sino, también, como advierte Pierre Laborie, los medios, para darle visibilidad y credibilidad a determinada versión de memoria social, hacen de la verdad sobre el pasa- do una cuestión de opinión, otorgando a esa memoria un estatuto de verdad, objetando la historiografía y suscitando cuestionamientos contra el papel de la Historia. (209). • Marco Antonio Villa asume que el periodo dictatorial se extiende desde 1968 –con el AI-5– hasta 1979, porque con toda la movida político-cultural, los primeros años no habrían sido considerados como represivos; ex- cepto por las detenciones y torturas en un primer momento, en particular contra los mi- litantes del PCB (Partido Comunista Brasilero) y contra los parlamentarios progresistas, el derrocamiento de la legalidad y del orden institucional, que no menciona. (211). • Este autor rechaza, entonces, la duración aceptada comúnmente para la dictadura de veintiún años y refuta la versión de que la lucha armada derrocó la dictadura – incluso porque la primera tenía poquísimo apoyo popular (…) Marco Antonio Villa señala que la radicalización se apoderó del país en 1964, con la izquierda y derecha armadas, y la democracia rechazada por ambos lados: “La derecha no lograba convivir con una democracia de masas en un momento de nuestra historia hecho de profundas transformaciones económicas y sociales” (212). • Hasta João Goulart ha sido objeto de críticas por parte de Marco Antonio Villa, afirmando que habría aceptado el Parlamentarismo en 1961 “por oportunismo” y señalando que tenía apoyo de los cuarteles para asegurarse su permanencia en la presidencia, ya que la reelección estaba prohibida por la Constitución. (212). • En su análisis, las intervenciones militares formarían parte de una tradición brasileña en momentos de “punto muerto” político, donde el golpe del 1 de abril habría sido un capítulo más de la Historia. (213) • Marco Antonio Villa todavía niega la asociación del régimen dictatorial brasileño con las dictaduras del cono Sur y no considera todo el conjunto de evidencias ya estu- diado por la producción historiográfica reciente en archivos extranjeros y de Brasil que muestran la colaboración entre los aparatos represivos e, incluso, entre los cuerpos diplomáticos de los países involucrados (…) El PCB, en efecto, se opuso a la lucha armada a diferencia de las vanguardias revolucionarias, lo que contribuyó a la derrota de la resistencia al golpe de 1964. (213). • Su libro es un caso extremo, que revela la fuerza de la teoría de los “dos demonios” y evalúa que tanto el golpe militar como el anticomunismo son nada más que una reacción en la misma medida de los movimientos de izquierda; ambas manifestarían la opción por la violencia y la aversión a la democracia. (214) • Daniel Aarao (…) Para este autor, amplios segmentos de la población apoyaron el golpe, una afirmación que se re- fleja en las grandes marchas “por la Familia, con Dios y por la Libertad”, que reunieron quinientas mil personas en São Paulo el 19 de marzo de 1964, y en la “Marcha da Vi- tória” del 2 de abril, que superó en número a aquellas promovidas por los sindicatos fa- vorables a las reformas de Jango [João Goulart] (215). • En este sentido, la idea de que el golpe fue civil-militar ha ganado basamento empírico y análisis científico a través del conjunto de investigaciones que se han concluido en los últimos años. (216). • Renato Lemos (…) Sostiene que “el último descubrimiento en el estudio del golpe y la dictadura” de que la deposi- ción de João Goulart y el apoyo al régimen dictatorial se basó en “apoyo civil” parece un avance interpretativo en relación con considerar el golpe y dictadura reducidos a su componente militar. Pero, en definitiva, para él, dicho argumento sería “un freno para el esclarecimiento de su sentido histórico”, al diluir el contenido clasista “civil” del golpe y de la dictadura. (216) • ...no era un golpe o una dictadura “apoyados” por civiles, sino una operación política de una parte de la socie- dad –que incluía civiles y militares– contra otra – en que también participaban civiles y militares. (216-217) • Mário Maestri (…) Añade que en todos esos movimientos, así como en todos los golpes de Estado en Brasil y en el extranjero, “las clases poseedoras han arrastrado con ellos sus partidos políticos, sus movimientos y sus organizaciones de clase, a múltiples y amplios sectores sociales de pequeños propietarios o empleados bajo su total o parcial hegemonía (217). • Daniel Aarao (…) En A ditadura que mudou o Brasil, considera que el golpe correspondía a la victoria relám- pago de las fuerzas conservadoras, apoyados por amplios movimientos sociales casi sin disparar un tiro, junto con la unificación de las Fuerzas Armadas en la superación de la resistencia de las fuerzas reformistas e izquierdistas. (217). • Frente a la tensión establecida por las expectativas frustradas de reformadores o revolucionarios, Daniel Aarão sugiere un clímax en el que los acontecimientos se precipitaban y necesi- taban un desenlace, afirmando que la sociedad se dividió, y que la izquierda tenía una fuerza considerable en las instituciones, sindicatos, movimientos sociales e, incluso, en el Ejército; pero João Goulart decidió no dar órdenes, horrorizado por la posibilidad de una guerra civil, asilándose en Uruguay (…) Aunque considera que sin el apoyo civil –activo y cons- ciente– los militares no habrían tenido éxito, en la tesis que ha defendido se limita solo a sugerir la participación de la sociedad civil en el golpe de Estado. (218). • En sus palabras, los “guerrilleros sin experiencia, que tenían sólo su voluntad y audacia, fueron expulsados de la historia”; “autoritarios y orgullosos, generosos y arrojados, en el límite de la arrogancia, estaban equivocados en la sociedad y la hora”. Señala que, a pesar de su optimismo, fueron política y socialmente aislados, siendo destruidos por completo hacia 1972. Así, llega a la conclusión de que la lucha armada en Brasil se aisló y se olvidó de consultar al pueblo, que no estaba dispuesto a seguir su camino. (219). • Debido a la derrota de la izquierda y del movimiento popular en 1964, y especialmente la eliminación de las organizaciones que participaron en la lucha armada, con el tiempo se generalizó la impresión de que esa opción no tenía relevancia (…) culpar a la izquierda, debido a que no sabrían cómo lograr la revolución socialista y no habrían buscado una alianza con la población, es un diagnóstico limitado que deja de lado la dimensión hegemónica, sin distinción de consen- so activo ni pasivo, del poder económico y político de la oligarquía, de la propaganda an- ticomunista –articulada por la comunidad de negocios nacional e internacional en órganos tales como IPES e IBAD así como del aparato represivo que se instaló desde la intensificación del régimen. Estos llevaron a cabo un poder de persuasión difícil de contrarrestar. (220). • ...los golpistas declararon que la revolución victoriosa se había instalado “gracias a la acción de las Fuerzas Ar- madas y el apoyo inequívoco de la Nación [y que ellos], representan el Pueblo y en su nombre ejercen el Poder Constituyente” para luchar contra el proceso de “bolchevización” de Brasil llevado a cabo por el gobierno depuesto: “La revolución se diferencia de otros movimientos armados por el hecho de que en ella se traduce no sólo el interés y la voluntad de un grupo, sino el interés y la voluntad de la Nación” 97 . Por tanto, la historiografía, con su intención revisionista, al final puede darle munición a los que defienden una versión de derecha o negacionista sobre los acontecimientos relacionados con 1964 y la dictadura, como es posible observar en las declaraciones de los militares de ayer y también de los de hoy, que solo “tendrán en cuenta un llamamiento popular”, como dijo el diputado Jair Bolsonaro, uno de los portavoces de la de- recha en la actualidad: “El golpe de 1964 fue una imposición popular. Esta es la historia. Los que dicen ‘dictadura militar’ no quieren leer la historia. (225).
Ramírez.
• El estopín del movimiento lo había encendido el general Olympio Mourão Filho,
quién comandaba las tropas del I Cuerpo de Ejército, lideraba uno de los grupos conspiradores y marchó desde Minas Gerais hacia Río de Janeiro, excapital de la nación que aún conservaba muchos órganos estatales federales, con la intención de deponer al presidente João Goulart. Sin embargo, no lo sucedió posteriormente y debió ceder ese protagonismo a otros, que fueron quienes a la postre ocuparon los primeros puestos. (…) tal circunstancia nos sirve para ilustrar el hecho de que la conspiración no tuvo un comando central unificado y sí varios centros que confluyeron en la necesidad de derribar al presidente legalmente constituido. (256). • [el golpe] ...fue producto de una lenta transformación en la cual la imbricación de diversas fuerzas sociales y políticas desplazó la lucha política desde dentro del orden democrático hacia posiciones que intentaban deslegitimarlo y finalmente terminaron por derrumbarlo no como una intención per se sino más bien como el corolario de un intento para controlar la ebullición social que se había desatado y que comenzaba a impugnar de forma consistente las bases sobre las que los grupos más poderosos asentaban su dominio. (256). • Goulart era visto como el heredero del populismo de Vargas tanto por los sectores populares que le brindaban apoyo como por los sectores dominantes que lo miraban con repulsa, por lo que la renuncia intempestuosa de Quadros lo colocó a las puertas de la primera magistratura en medio de circunstancias difíciles, agravadas por el hecho de que en ese preciso momento estaba ausente, en misión al exterior, lo que fue aprovechado por fuerzas políticas y militares contrarias que se apresuraron a impedir la transición, o al menos a hacerla más difícil, para imponerle severas condiciones en la negociación. (257). • Ello generó una fuerte reacción contraria, encabezada por Leonel Brizola, gobernador del estado de Rio Grande do Sul y cuñado de Goulart, que inició la resistencia bajo el mote de Campanha da Legalidade, convocando multitudes al frente del Palacio Farroupilha, sede del ejecutivo local, donde se había atrincherado, dispuesto a levantarse en armas si fuese necesario, convirtiéndolo en epicentro de una extensa base de apoyo que incluyó hasta una cadena radiofónica que extendió el esfuerzo a los confines nacionales. (…) Esa decisión demostraba que el poder legalmente constituido se había conservado mediante un margen mínimo, tanto por la acción de segmentos civiles como militares, que se posicionaban a favor o en contra, al igual que nos ilustra acerca de que los militares no eran mayoritariamente golpistas pero que había fuertes grupos que se posicionaban abiertamente a favor de las vías de hecho, desafiando el poder constituido. (257) • Si bien el arco opositor [a Goulart] parecía a simple vista mucho más poderoso en términos de status social en la medida en que aglutinaba a amplios sectores de los grupos dominantes, debemos indicar un aspecto que lo limitaba: no disponer de habilidades suficientes para articularse internamente con vistas a asumir el poder por la vía democrática, dadas las dificultades evidentes para convertir su posición dominante en votos, fenómeno extensamente debatido a partir de la proposición de Juan Linz. De hecho, esas fuerzas eran una clase dominante pero no hegemónica, es decir, no conseguían mantener su control de forma indirecta y por medios no coercitivos. • Igualmente, la movilización en los escalones inferiores de la Fuerzas Armadas generaba conflictos serios. Analizándola a grandes rasgos, podemos observar que sus tres armas tenían composiciones sociales diferentes, lo que también se veía reflejado en sus ethos. La más aristocrática era la Armada, cuya oficialidad se distanciaba abruptamente de los marineros, inclusive imponiéndoles condiciones y puniciones que habían sido propias del régimen esclavista y que habían disparado rebeliones históricas. Por su parte, el ejército era más variopinto, admitiendo posiciones sociales y políticas de las más diversas. Como ejemplo recordemos que en su seno se gestó el tenentismo, que vio emerger al capitán Luis Carlos Prestes como uno de los líderes de la insubordinación, posteriormente convertido al comunismo, y más adelante otro capitán, Carlos Lamarca, lideraría una de las guerrillas más fuertes. A su vez, la Aeronáutica estaba altamente profesionalizada, con personal que había realizado cursos de nivel superior, inclusive entre los sargentos, que controlaban muchas de las operaciones básicas de rutina y que podían impedir los vuelos en caso de insurrección o simple boicot, por lo cual el distanciamiento no se hacía tan evidente y necesariamente las decisiones tendían a ser más negociadas. (258). • De todos modos, la dinámica partidaria brasileña -con trazos que llegan incluso hasta la actualidad y de la cual el ex presidente Jánio Quadros fue uno de sus paradigmas- nos revela que ni la fidelidad ni los programas partidarios son elementos centrales. Lo común es la necesidad de entablar negociaciones basadas en diferentes intereses, la mayoría de las veces coyunturales, en particular para garantizar la gobernabilidad en un sistema presidencialista que necesita de mayorías parlamentarias para promover leyes específicas e incluso para la tarea cotidiana de gobernar. Ese sistema es calificado como de coalición y su funcionamiento cobró visos dramáticos durante la mayor parte del gobierno de Goulart, en especial cuando tuvo vigencia el régimen parlamentarista, impuesto al presidente para poder asumir en 1961 y que recién fue abolido en el plesbicito de 1963. (261). • De vital importancia en el frente ideológico fueron los sectores medios, ya que a medida que Goulart se radicalizaba el discurso del miedo anticomunista ganaba fuerza, lo que producía al menos dos efectos. Por un lado, enajenaba el apoyo al presidente de sectores sociales que antes eran neutrales y, por otro, lo obligaba a buscar adhesión en la izquierda del espectro político, retroalimentando el círculo vicioso que se había creado. Así poco a poco perdió el apoyo de sectores que podemos denominar como burguesía nacional y también de las clases medias, en especial profesionales liberales, rentistas urbanos y amas de casa, que a medida que el proceso avanzaba fueron incorporándose a la movilización política de la oposición. Sus máximas expresiones fueron las Marchas da Família com Deus pela Liberdade , de São Paulo, que aglutinaron a medio millón de personas, y la que se celebraría días después del golpe en Río de Janeiro, con cifras que la doblaron. (262). • Como podemos constatar, las fuerzas que se unieron al golpe de Estado para llevarlo a cabo o una vez en curso eran heterogéneas, con intereses a veces escasamente conciliables pero que coincidían en que había que poner fin al proceso social abierto y que estaba ingresando -o al menos esa era su percepción en una etapa crítica. (265). • De todos modos, si bien fue importante el carácter de contrarrevolución preventiva que esa interrupción del orden legal asumió, no debemos restringirla sólo a ello. No era apenas una conspiración: el diagnóstico también marcaba que era necesario realizar transformaciones estructurales para que el peligro se disipase y no volviese a rondar una vez repuesta la democracia. Por ello los regímenes cívico-militares se atribuyeron un carácter refundacional. Y si bien fueron dictaduras conservadoras en muchos aspectos, no representaba una simple vuelta al pasado, que hubiera significado repetir el círculo que había llevado a ese estado. (265). • Al respecto, el caso brasileño se ha diferenciado de los otros en muchos aspectos. Tuvo una virulencia menor, que puede interpretarse como de grado pero también de naturaleza, que puede ser explicada por la escasa resistencia ofrecida, el fuerte apoyo que la dictadura obtuvo y una transición que no cuestionó a sus ejecutores. Otro punto que lo diferencia fue el de la institucionalización alcanzada, con una efectiva alternancia en el primer cargo de gobierno, mediante lo cual se propugnaba impedir el personalismo y la constitución de camarillas, a pesar de que se exacerbasen las pugnas internas durante la primera década en que el régimen tuvo vigencia. (266). • Como señalara Ricardo Sidicaro para al caso argentino, observación que puede ser extendida de forma general a las demás dictaduras del Cono Sur de América Latina, tales regímenes fueron instalados mediante la acción de amplias alianzas golpistas con escasa cohesión, que después podían entrar en contradicción al desaparecer el peligro que las había compelido a dejar sus intereses particulares en segundo plano, que a partir de ese momento recobraban protagonismo, por lo que su éxito abría espacio para su superación. (266)