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7.

«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA,


IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN EN LAS PÁGINAS
DE UN PERIÓDICO LIBERAL
(BRASIL, SEGUNDA MITAD DE LOS AÑOS 1970) 1

Lurz FELIPE FALCAO


Universidade do Estado de Santa Catarina, Brasil

Estudiar la revista semanal Veja, la más importante publicación brasileña


de este tipo, en el proceso de desgaste y desagregación de la reciente dic­
tadura civil-militar (1964-1985), a partir de mediados de la década de 1970,
es importante para poder identificar en la revista debates y posiciones po­
líticas sobre lo que pasaba entonces, en especial acerca de la violencia polí­
tica, la democratización y las izquierdas, entre otros temas, para percibir
cómo la gran prensa intentaba influir en el curso político del país. Al fin y
al cabo, Veja contribuyó (y contribuye) para marcar y demarcar puntos de
vista y, con base en ellos, memorias colectivas, ya que producía (y pro­
duce) narrativas de significado histórico del Brasil contemporáneo.2
En este periodo, Brasil vivía un contexto marcado, en primer lugar, por
la llamada Guerra Fría entre los Estados Unidos de América, EUA, y la
entonces Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, en parte
mitigada por las pretensiones de sectores de sus Fuerzas Armadas en ejer­
cer, en nombre del «mundo occidental», una hegemonía en el Atlántico
Sur, lo que creó fricciones con el Gobierno norteamericano. En segundo
lugar, por las reverberaciones tardías del llamado «milagro económico bra­
sileño», con índices aún elevados de crecimiento del Producto Interno
Bruto, PIB, hasta el final de la década, pero ya con las alarmantes sombras
de presiones inflacionarias crecientes, una deuda externa muy elevada y
repercusiones políticas y sociales de la concentración de renta en manos
de una reducida élite. Frente a este escenario, Veja, que había sido creada
en 1968 por el grupo editorial Abril, usando un modelo semejante al de la
norteamericana Time, volcado para las clases medias urbanas, escolarizadas

1 Investigación con soporte financiero de la Fundación de Amparo a la Pesquisa e


Innovación del Estado de Santa Catarina y del Consejo Nacional de Desarrollo Cientí­
fico y Tecnológico. Traducido al español por Hernán Camilo Urón Santiago.
2 Para unas interesantes reflexiones sobre prensa e historia, con varios textos situa­
dos en el periodo analizado por este artículo, consultar LOHN (2016).

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144 AMÉRICA LATINA

y con un razonable poder de consumo, ya se estaba constituyendo en un


medio impreso de gran relevancia que seguía la política con atención cre­
ciente. 3
De acuerdo con la filosofía política y editorial de sus propietarios, la
familia Civita, Veja defendía ideas liberales, como el apoyo a la «libre ini­
ciativa» y la crítica a la presencia «excesiva» del Estado en la economía.
Pero, en un momento de fuerte expansión económica, procuraba mantener
una buena relación con los sucesivos Gobiernos de la dictadura, lo que solo
varió entre 1975 y principios de 1976, en razón de la presencia ostensiva de
censores del régimen en la redacción y de la muerte del periodista Vladimir
Herzog bajo tortura en el Destacamento de Operaciones de Información­
Centro de Operaciones de Defensa Interna, DOI-CODI, del II Ejército, en
Sao Paulo.4 Frente al curso de la apertura política «lenta, gradual y segura»
implementada por el Gobierno del general Ernesto Geisel a partir de 1975,
la revista acentuó sus buenas relaciones con el régimen, además de momen­
tos puntuales de tensión motivados por graves amenazas o atentados a los
derechos humanos, tales como secuestro, tortura y detonación de bombas
por grupos de extrema derecha, pero sin abdicar de defender ideales libe­
rales (lo que, por cierto, se acentuaría con el paulatino desgaste de la dicta­
dura en el final de la década de 1970 e inicio de la siguiente).
Este alineamiento de Veja la colocaba en una perspectiva bastante
opuesta a la gran mayoría de las estructuras clandestinas y semiclandesti­
nas de izquierda, que no solo estaban lejos de un aprecio por el libre mer­
cado, sino que, sobre todo, tenían como una de sus principales banderas el
derrocamiento de la dictadura. No obstante, la presencia de aquellas
izquierdas en los movimientos sociales que se agitaban por temas como el
costo de vida, mejores salarios y derecho de huelga, además de libertades
de modo general, aunque en la mayoría de los casos sin fuerza numérica
ni política para dirigir esas movilizaciones, hacía que la cobertura de los
acontecimientos por parte de la publicación fuese poco malhumorada y,
en ciertos momentos, incluso, sinuosa, en los primeros años del proceso
de democratización.

3 Veja asumió una actitud más crítica frente a la dictadura apenas en los dos prime­
ros años del Gobierno Geisel (1975 y 1976), con Mino Carta, quien la dirigía desde su
lanzamiento, al frente de la redacción: después de su controvertida retirada en febrero de
1976, renunciando o siendo despedido según la versión, la revista solamente recrimina­
ría al régimen en episodios que involucraban los derechos humanos.
4 El Ejército de Brasil tenía (y tiene hoy) un organigrama definido por la territoria­

lidad: eran cuatro ejércitos (I Ejército, con sede en Río de Janeiro; II Ejército, con sede
en Sao Paulo; III Ejército, con sede en Porto Alegre; IV Ejército, con sede en Recife)
y dos comandos regionales (Comando Militar de la Amazonia, con sede en Manaus, y
Comando Militar del Planalto, con sede en Brasilia), y los DOI-CODI, órganos de inteli­
gencia y represión, componían sus estructuras.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 145

Con el objetivo de plantear el problema de este posicionamiento, se pro­


curó elegir tres de los temas más planteados entonces por la publicación,
recibiendo de sus editores un tratamiento más frecuente y, al mismo
tiempo, exponiendo con mayor nitidez los valores y puntos de vista que
defendía: la campaña por la amnistía de los presos y perseguidos políticos,
la cual comienza en 1975 y culmina en 1979 con la ley que la oficializó, el
asesinato del periodista Vladimir Herzog en el DOI-CODI del II Ejército
en 1975, y el secuestro de dos militantes uruguayos en el ámbito de la lla­
mada Operación Cóndor entre 1978 y 1980. A pesar de que, sin ninguna
duda, no agoten el conjunto de asuntos abordados por la revista, esos tres
temas pueden ayudar a comprender la tensa relación que Veja mantuvo en
aquellos días con las izquierdas, sus activistas y militantes, sus proposicio­
nes y formas de actuación, una vez que se estableció entre ambos una espe­
cie de convergencia puntual, floja y áspera, alrededor de reivindicaciones
como libertades y democracia, en un ambiente de disputas exacerbadas
por el significado y alcance de estas libertades y de la propia democracia.

El alcance de la amnistía

Sao Paulo, 14 de septiembre de 1977: En la sección destinada a estampar


la principal entrevista de cada edición, en páginas amarillas, Veja publicó
en la edición 471 una larga entrevista con el entonces diputado estatal y
después senador por el estado de Rio Grande do Sul, Pedro Simon, uno
de los exponentes del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que re­
presentaba a la oposición consentida por el régimen, titulada «Olvidar es
necesario» (el subtítulo era: «el líder del MDB gaucho y su plan de paz: lo
que pasó, pasó»). En ella, el político riograndense afirmaba que, desde su
punto de vista, la «redemocratización» del país implicaba un «pacto social»
con base en el olvido de todas las arbitrariedades que por ventura hubie­
sen acontecido, a fin de que una especie de perdón generalizado garanti­
zase la pacificación de la sociedad y, con eso, una Transición pactada para
la democracia. Entre otras cosas, declaró lo siguiente:

[ ... ] Hay mucha gente que recuerda a los torturadores, a los que cometie­
ron arbitrariedades. Creo que eso se debería olvidar y partir hacia un
nuevo estado. No podemos quedarnos en los meros ejecutores. Tenemos
que ver en dónde se originaron las órdenes. Cuando se hizo Núremberg
no se cuidó a los que estaban en los campos de concentración, sino a los
grandes jefes. Parece que eso sería altamente negativo y que caeríamos en
un círculo vicioso si fuésemos a buscar la rendición de cuentas. Si, por
hipótesis, la oposición se fuese hoy para el Gobierno, en ese círculo vicioso
en el que se procuraría hacer justicia, acabaríamos cometiendo nuevas
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injusticias y nunca saldríamos de ese laberinto. La fórmula ideal para salir


de eso es mirar hacia delante. No podemos perder tiempo en ese proceso de
rendición de cuentas recíprocas.5

La manifestación de Simon tenía una clara dirección: la campaña por la


amnistía a los presos y perseguidos políticos, que comenzó en 1975 con
la creación del Movimiento Femenino por la Amnistía por un pequeño
grupo de ocho mujeres lideradas por Therezinha Zerbini,6 pero que creció
rápidamente y ganó la participación de gran parte de la población gracias a
la adhesión del movimiento estudiantil y de movimientos populares, tales
como el Movimiento del Costo de Vida, organizado a partir del Club de
Madres de Jardim Nakamura, en la Zona Sur de Sao Paulo. Su rápida pro­
pagación y la simpática acogida que recibió, incluso por una parte signifi­
cativa de las clases medias, molestaba a los sectores militares más conser­
vadores, quienes eran reacios a conceder un amplio perdón a los activistas
y militantes de estructuras clandestinas y semiclandestinas de izquierda,
así estuviesen presos o no, y, principalmente, no aceptaban ninguna pena
de sus pares implicados en torturas o asesinatos políticos.
En ese contexto, la intervención de Pedro Simon se constituía en un
mensaje inequívoco de apaciguamiento dirigido al régimen dictatorial y a
sus defensores, con la intención de asegurarse de que la oposición liberal,
bajo el pretexto de salvaguardar la «redemocratización» de Brasil, calcada
en Gobiernos elegidos en un cuadro de pluripartidismo y de libertad de
expresión, no endosaría, como por cierto no lo hizo, ningún tipo de pena
a aquellos que cometieron crímenes relacionados con los derechos huma­
nos, pues lo que importaba era «mirar hacia delante», sin perder tiempo
con una «rendición de cuentas recíproca». Bajo esta perspectiva, la «re­
democratización», asociada a banderas como «libertades democráticas»,
«Asamblea Nacional Constituyente» y a la propia amnistía podría llevarse
a cabo en el formato de un pacto capaz de garantizar una Transición pací­
fica, sin «revanchismos» o «radicalismos», bien al contrario de lo que,
supuestamente, deseaba la mayor parte de las izquierdas.
Exactamente por eso, la cobertura de Veja de las actividades desarro­
lladas por los Comités Brasileños por la Amnistía, CBA, que comenzaron
a surgir por todo el país a partir de 1978, y en el interior de los cuales las
estructuras clandestinas de izquierda tenían presencia y actuación signifi­
cativas, fue siempre bastante tímida en comparación con la exposición de

5 SIMON, Pedro, «Esquecer é preciso (Olvidar es necessário)», Veja, Sao Paulo, 14 de


septiembre de 1977, p. 6.
6 Therezinha Zerbini fue una asistente social, abogada y activista por los derechos
humanos, casada con uno de los pocos generales del Ejército que tomó una posición de
inmediato contra el golpe de 1964.
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propuestas como las que defendía Pedro Simon en su entrevista. Y cuando
el régimen finalmente cedió a la creciente presión por amnistía (denomi­
nada por la revista como «manto del olvido»), llevando al general que pre­
sidía el país, Joao Baptista Figueiredo, a impulsar un proyecto de ley en
ese sentido en el Congreso Nacional en junio de 1979 (el proyecto fue
aprobado en agosto del mismo año) provisto de una ingeniería jurídica
que impedía la penalización del terrorismo de Estado, lo que aseguraba
impunidad para violencias como la tortura y los asesinatos políticos, Veja
saludó el acontecimiento en cuestión en los siguientes términos:

[...] estará concluido un ciclo de dieciocho meses de discusiones entre los


vencedores de 1964, respecto al alcance y a las consecuencias del perdón
que inevitablemente, obedeciendo a la tradición brasileña, terminarían por
conceder a sus enemigos. Esa es una tradición en la que se incluyen prácti­
camente todos los grandes personajes de la historia de Brasil. D. Pedro II,
el padre Feijó, Caxias,Juarez Távora, Getúlio Vargas y el brigadier Eduardo
Gomes, por ejemplo, concedieron o fueron beneficiados por amnistía;
algunos figuran en los dos casos. El nuevo ciclo fue iniciado precisamente
en octubre de 1977 por el brigadier Mattos, entonces ministro del Superior
Tribunal Militar, quien, en una discreta conferencia en Curitiba, filtró la
idea de que las penas revolucionarias podrían ser revistas por el Gobierno.7

Como se puede notar, la afirmación de que el «nuevo ciclo» de amnis­


tía que consagraría una antigua «tradición brasileña» de los vencedores en
conceder perdón a los «enemigos», de por sí, merecería un cuestiona­
miento en caso de que se quisiese traer a flote otros personajes diferentes
a los citados por el reportaje, como Joao Candido, Edgard Leuenroth e
José Porfírio de Souza,8 sin olvidar a los muertos y desaparecidos políti­
cos de la propia dictadura. Además, la amnistía fue relacionada, en el texto,
a una conferencia pronunciada en octubre de 1977 por el brigadier Délio
Jardim de Mattos, oficial militar conocido por su pasado golpista en el
intento de impedir la posesión de Juscelino Kubitschek, presidente de la
República elegido en 1955, y en la articulación del golpe de 1964. Igno­
rando la entrevista que hizo con Pedro Simon también en 1977, pero esta
vez en septiembre, reduciendo el papel desempeñado por el Movimiento
Femenino por la Amnistía creado en 1975 (que es mencionado apenas bre-

7 «A anistia de 1979» (La amnistía de 1979), Veja, Sao Paulo, 27 de junio de 1979, p. 20.
8 Padre Feijó, Caxias, Juarez Távora, Getúlio Vargas y el brigadier Eduardo Gomes
son figuras ilustres festejadas por el oficialismo brasileño, mientras que Joao Candido
(marinero que guio una revuelta contra castigos corporales en la Armada), Edgard
Leuenroth (líder obrero anarquista) y José Porfírio de Souza (líder campesino desapare­
cido en la dictadura) serían prototipos de una «historia desde abajo».
148 AMÉRICA LATINA

vemente, pero más adelante en el cuerpo del reportaje), y desconociendo


la intensa movilización de los CBA desde 1978, Veja construye una narra­
tiva que vincula la amnistía al proyecto de apertura «lenta, gradual y segura»
y la separa totalmente de cualquier tipo de manifestación popular, con
influencia o no de las izquierdas.
Así, cuando el proyecto de ley fue aprobado, un lector desprevenido
que solamente estuviese siguiendo lo que ocurría en el país por las páginas
de la revista se sorprendería con el reportaje que anunciaba la aprobación
bajo el título «La página volteada». En él, Veja informaba que la propuesta
del régimen, más limitada y restrictiva, casi fue superada por una enmienda
que la ampliaba (no fue aprobada por cinco votos de diferencia), en un
ambiente de duelo de coros favorables y contrarios de asistentes en las
galerías de la Cámara de los Diputados (de entre los cuales estaban, desde
las 7 de la mañana, 800 reclutas de la Aeronáutica que «asistieron espon­
táneamente» según el ministro de la cartera, el ya mencionado Délio Jardim
de Mattos). Pero comunicaba que la votación tuvo el acompañamiento de
manifestaciones que reunieron a millares de personas en varias capitales
(como Porto Alegre, Rio de Janeiro y Sao Paulo) y terminó una huelga de
hambre de 32 días de presos políticos de Rio de Janeiro, seguidos por pre­
sos de otros estados. De todos modos, aseguraba la revista, el régimen fue
vencedor:

[ ...]el Gobierno hizo pasar incólume su proyecto, terminó uno de los más
largos periodos de intransigencia de la vida brasileña, contuvo algunas
manifestaciones callejeras que ya comenzaban a esparcirse por el país y se
libró de una embarazosa huelga de hambre de 32 presos que querían una
amnistía «amplia, general e irrestricta». Como el Gobierno siempre quiso,
no será amplia, pues no beneficia a terroristas presos; ni general, pues hace
distinción entre los crímenes perdonados; ni irrestricta, porque no le de­
vuelve a los acusados los cargos y patentes perdidos. Pero para todos los
efectos prácticos, la amnistía liquida virtualmente una cuestión que se
venía arrastrando hace años en la vida política brasileña -de aquí en ade­
lante, se convencieron los espíritus pragmáticos, poco se escuchará de este
asunto.9

El reportaje traía de paso informaciones que la revista ignoró por varias


ediciones, como la actuación de los comités por la amnistía, y celebraba lo
que habría sido una victoria gobiernista. Más aún, la publicación saluda­
ba el término de lo que consideraba «uno de los más largos periodos de
intransigencia de la vida brasileña», afirmaba que el Gobierno se habría

9 «A página virada» (La página volteada), Veja, Sao Paulo, 29 de agosto de 1979, p. 20.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 149

librado de una «embarazosa huelga de hambre» de presos políticos y


afianzaba que, para el futuro, «poco se escuchará de este asunto». No
había duda, por cierto, de que la amnistía pleiteada por los movimientos
sociales con mayor o menor influencia de las izquierdas, bien como la que
parte de la oposición liberal deseaba, no fue alcanzada. Sin embargo, lo
que Veja no subrayaba era el hecho de que, originalmente, ninguna amnis­
tía estuvo en la pauta de los sucesivos Gobiernos de la dictadura, y que la
aprobación de un proyecto en este sentido, aunque limitado, correspon­
día a una demostración de que había otros actores en escena que procura­
ban forzar, con relativo éxito, los estrechos límites pretendidos para el
efectivo ejercicio de las libertades de manifestación y organización. 1o

El «caso» Herzog

Sao Paulo, 25 de octubre de 1975: Vladimir Herzog, 11 periodista, drama­


turgo y profesor universitario, murió víctima de torturas sufridas en el
DOI-CODI del II Ejército después de presentarse en ese lugar para dar una
declaración que había sido programada por las autoridades militares sobre
la «presencia subversiva» en instancias gubernamentales del estado de Sao
Paulo. En esa época, él era director de periodismo de la TV Cultura de
Sao Paulo, canal público vinculado al Gobierno paulista, y por sus cone­
xiones políticas con el Partido Comunista Brasileño, PCB, entonces en la
clandestinidad, sufría pesadas críticas, junto con otros colegas que fueron
presos en ese momento por el régimen, en el legislativo estatal por parte
de los diputados Wadih Helu y José Maria Marin, del partido de apoyo
oficial a la dictadura Alianza Nacional Renovadora, ARENA. El asesinato,
que intentó encubrirse con una farsa grotesca, según la cual él se habría
ahorcado en las rejas de la celda con un cordón que serviría como cinta en
los uniformes de los presos ( cordón este que iba en contra de las normas
de la prisión), tuvo una enorme repercusión nacional e internacional y
motivó la primera gran manifestación de repudio al régimen desde 1968,
con la realización de una ceremonia ecuménica en la Catedral da Sé lide­
rada por el cardenal arzobispo don Paulo Evaristo Arns y por el rabino
Henry Sobel.

1 º La propia revista, noticiando la retomada de las movilizaciones estudiantiles que

habían tenido lugar el primer semestre de 1977, había reportado que, entre las reivindi­
caciones expuestas, estaba la de la amnistía: «Nuevas figuras en la política», Veja, Sao
Paulo, 11 de mayo de 1977, p. 24.
11 Vlado, su nombre de pila y como era llamado de forma cariñosa por su familia y

amigos, nació en el Reino de Yugoslavia, en 1937, en una familia de origen judío que se
refugió en Brasil durante la II Gran Guerra.
150 AMÉRICA LATINA

En medio de toda esa conmoción, en las páginas de Veja no apareció


ninguna línea: la portada de la edición semanal estaba dedicada a la agonía
del dictador español Francisco Franco, mientras que la sección de cober­
tura de la política nacional se ocupaba de intrigas palaciegas en Brasilia,
además de otros asuntos menores. 12 En realidad, la revista solo se ocupa­
ría de la muerte de Herzog casi tres años después, en mayo de 1978, en
medio a una pequeña nota dando cuenta de la posesión de la nueva direc­
ción elegida del Sindicato de Periodistas en el Estado de Sao Paulo, cuando
menciona el fin del mandato de Audálio Dantas al frente de la entidad,
marcada por firme actuación «en el campo de los derechos humanos -sobre
todo a partir de los episodios de finales de octubre de 1975 que culmina­
ron con la muerte del periodista Vladimir Herzog en las dependencias del
DOI-comde Sao Paulo». 13 Dos semanas después, la revista fue más explí­
cita y trajo una nota, breve, sobre el curso del proceso que la viuda, Clarice
Herzog, y los dos hijos menores, Ivo y André, movían contra el Estado,
procurando responsabilizarlo por malos tratos y muerte de Vlado, dando
cuenta de una audiencia en la que varios declarantes que habían estado pre­
sos con él relataron las torturas sufridas y los gritos de Vladimir cuando
estaba sometido a los suplicios. Sin embargo, la nota aportaba la declara­
ción suministrada por el segundo legista, Harry Shibata, que firmó -sin
ver el cuerpo- el dictamen forense, aseverando nunca haber visto a «nadie
con heridas o lesiones allá». 14 El mismo proceso da lugar a un reportaje
más extenso y detallado en octubre, en el cual las contradicciones del dic­
tamen forense son detalladas y se hace referencia a la época del supuesto
suicidio como «un tiempo de miedo, de horrores relatados por los que
pasasen por el DOI-CODI».1s
El asesinato de Herzog, sin embargo, solo recibió un mayor desplie­
gue, incluso con una foto suya que ocupaba toda la portada, en la edición
del 1 de noviembre de 1978, incidiendo en ello la decisión judicial que
finalmente reconocía la responsabilidad del Estado por la muerte del
periodista. En la «Carta al lector», que oscilaba entre la función de edito­
rial y presentación de la revista, el director de redacción, José Roberto
Guzzo, el nombre superior en la jerarquía de la revista, informaba en par­
cas líneas que la referida deliberación del poder judicial correspondía a un
«profundo cambio en la vida política del país» y, por eso, Veja habría alte-

12 Un silencio todavía más espeso cubrió el «suicidio» similar del operario metalúr­
gico Manoel Fiel Filho pocos meses después, el 17 de enero de 1976, en las mismas ins­
talaciones militares.
13 «Círculo rompido» [Círculo roto], Veja, Sao Paulo, 10 de mayo de 1978, p. 27
14 «Volta Herzog» [Vuelve, Herzog], Veja, Sao Paulo, 24 de mayo de 1978, p. 31.
1s «Foi suicídio? Já surgem evidencias de que nao foi» (¿Fue suicidio? Ya surgen evi­
dencias de que no fue), Veja, Sao Paulo, 25 de octubre de 1979, pp. 28-30.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 151

rado su portada en la víspera de que se pusiese en circulación la nueva edi­


ción, dando relevancia al «caso Herzog», que no pudo ser reportado tres
años antes, pues la «censura previa que en ese entonces fiscalizaba la
revista prohibió que se tocase el asunto».16
La justificación de la revista, sin embargo, no era del todo viable una
vez que otros órganos de la prensa anunciaron el «caso» con gran desplie­
gue en el momento que se volvió público, a finales de octubre de 1975.
Diarios respetados como O Estado de Sao Paulo y Jornal da Tarde, del
grupo editorial O Estado, de acuerdo con la antigua tradición del libe­
ralismo que siempre sustentaron, cubrieron el episodio desde el inicio en
la redacción de política, además de publicar un extenso editorial con el
título «Los límites de la tolerancia»17 (en el jornal da Tarde, el mismo texto
fue titulado «Lo que el Gobierno no puede tolerar») criticando las arbi­
trariedades de los DOI-CODI (tratados como «sótanos de la administración»)
y exigiendo respeto a la ley y al Estado de Derecho. El grupo editorial
Folha, a su vez, adoptó una postura dudosa: el diario Folha de Sao Paulo
mencionó a Vlado en una página dedicada a los obituarios, y allí también
insertó un breve comunicado del Sindicato de Periodistas en el Estado de
Sao Paulo en el mismo sentido el 27 de octubre de 1875. Al día siguiente
reprodujo, sin comentarlo, las informaciones sobre el asunto transmitidas
por las autoridades, pero amplió la cobertura en los días siguientes debido
a las repercusiones del episodio,18 mientras que el diario Folha da Tarde
publicó el 28 de octubre de 1975 la primera referencia al tema con el titu­
lar «Comunistas llevan colega al suicidio», que habla por sí mismo.19
La versión oficial del suicidio de Vladirnir Herzog, amparada en un
informe firmado por dos peritos, no obstante, encontró otros obstáculos
además de los periódicos del grupo O Estado, como el prestigio que el
propio Vladimir Herzog había adquirido en vida; la decidida actuación
de su viuda, Clarice Herzog, que nunca paró de denunciar el crimen y
accionó judicialmente al Estado brasileño en una lucha en la que salió vic­
toriosa (la justicia terminó por considerar al Estado responsable por la
muerte de Herzog), y la actuación combativa del Sindicato de los Perio­
distas en el estado de Sao Paulo, donde un grupo de oposición liderado
por Audálio Dantas, que había ganado las elecciones en enero de 1975, no
guardó silencio ante el «caso», movilizando a la categoría y a otras entidades
como el Orden de los Abogados de Brasil, OAB, y la Conferencia Nacional

16 Veja, Sao Paulo, 1 de noviembre de 1978, p. 15.


17 O Estado de Sao Paulo, Sao Paulo, 28 de octubre de 1975, p. 3. Este periódico,
fundado en 1875, es uno de los diarios más respetados de Brasil.
18 Folha de Sao Paulo, Sao Paulo, de 27 a 31 de octubre de 1975.
19 La mención a la Folha da Tarde consta en PEROSA (2001), para quien las dificulta­

des del grupo Folha, involucrado en elevadas deudas, ayuda a entender la incertidumbre.
152 AMÉRICA LATINA

de los Obispos de Brasil, CNBB, de la Iglesia Católica. Bajo esta perspec­


tiva, el silencio de Veja por más de dos años indica no solo la acción de la
censura gubernamental, sino, posiblemente, también una decisión edito­
rial para evitar choques y desgastes con la dictadura.
Sea como sea, a comienzos de noviembre de 1978 la revista repercu­
tió, en un largo y detallado reportaje, la decisión del juez Márcio José de
Moraes, que condenó al Estado brasileño por la prisión, tortura y muerte
de Vladimir Herzog. El texto tenía dos vectores principales: de un lado, el
enfoque relativo a los derechos humanos, al hecho de que «el Estado bra­
sileño, aun en asuntos de seguridad, no puede estar por encima de la ley»,
enfatizando que esa era «la diferencia entre Uganda e Inglaterra, entre la
barbarie internacional y la civilización». Por otro lado, la dimensión polí­
tica de la decisión judicial, que colocaba «el problema de quién manda en
el país, si los funcionarios relacionados en el organigrama oficial de la
administración o las personas que controlan los servicios de seguridad -y
allí van desarrollando, cuando no están subordinados a la ley, una especie
de Gobierno paralelo».20
Lo curioso en este reportaje, sin embargo, es que contradecía los silen­
cios de la publicación en aquellos días de octubre de 1975, sobre la muerte
de Vladimir Herzog y sobre el acto ecuménico que le rindió homenaje,
como las propias explicaciones que el director de redacción de la revista,
en la misma edición, había presentado en la sección «Carta al lector» refe­
rida anteriormente. Después de hacer mención a los servicios de seguridad
convertidos en «una especie de Gobierno paralelo», decía el texto:

En este sentido, el caso Herzog, desde su inicio, ha sido ejemplar. La sen­


tencia del juez Márcio Moraes es un marco decisivo, pero la verdad es que el
país comenzó a cambiar ya con la propia muerte del periodista. Por primera
vez, la prensa que entonces estaba libre de censura previa entró con fuerza
en un asunto de esta proporción -y después no se detuvo más-. Una semana
después de la muerte, 8 000 personas se concentraban en la Catedral da Sé,
en Sao Paulo, para un acto ecuménico -la primera manifestación de tal porte,
tras largos años de silencio-. Y dos meses después, cuando una segunda
muerte -la del operario Manoel Fiel Filho- ocurría en las dependencias del
DOI-CODI paulista, el presidente Ernesto Geisel despidió sumariamente de su
puesto al general Ednardo D'Ávila Mello, comandante del II Ejército.
Era el inicio del desmantelamiento del Gobierno paralelo, la liquidación de
los virreyes militares que ejercían rangos anchos de poder en sus regiones.
El «Sistema» que pretendía tutelar el Gobierno, comenzó a desmoronarse ...

20 «Sobo império da lei» (Bajo el imperio de la ley), Veja, Sao Paulo, 1 de noviembre
de 1978, pp. 24-25.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 15}

Pues bien: el reportaje afirma de modo incisivo que por ocasión de la


muerte del periodista en el DOI-CODI del II Ejército en Sao Paulo, el 25 de
octubre de 1975, «la prensa entonces libre de censura previa entró con
fuerza en un asunto de esta proporción», completando que, una semana
después, «8 000 personas se concentraban en la Catedral de Sé, en Sao
Paulo, para un acto ecuménico -la primera manifestación de tal porte, tras
largos años de silencio». Además, el reportaje no menciona que, en aque­
llos días de 1975, Veja no publicó una línea sobre el asunto y que, en la
edición que informaba el cambio de comando del II Ejército, no hizo men­
ción al asesinato del operario Manoel Fiel Filho, el 17 de enero de 1976, la
causa real del cambio.21
De todos modos, la revista tenía razón al decir que el país había comen­
zado a cambiar con la muerte de Herzog y la realización del acto ecumé­
nico que le siguió, con el Gobierno Geisel iniciando el enfrentamiento de
los sectores más duros de la dictadura y desmontando parcialmente las es­
tructuras de poder paralelo que habían instituido. Pero la mutación no
se limitaba a eso, pues el movimiento estudiantil se volvía a articular y, el
26 de marzo de 1976, se recreaba el Directorio Central de los Estudiantes­
Libre, DCE-Libre, de la Universidad de Sao Paulo, bautizado ahora con el
nombre de Alexandre Vannucchi Leme (estudiante de Geología preso
bajo la acusación de integrar la Alianza Nacional Libertadora, ALN, agru­
pación armada de izquierda, y asesinado en el mismo DOI-CODI del II
Ejército en 1973); el movimiento popular se concertaba alrededor de la
lucha contra el aumento del coste de vida, como ya se ha mencionado; y
huelgas operarias masivas brotaban en todo el país sin que los habituales
instrumentos legales y de represión pudiesen impedirlas. Pero estas no
eran pautas prioritarias para Veja, enredada en el sinuoso proceso de aper­
tura política tramado en el campo institucional, y por eso tuvieron difi­
cultades para conquistar las páginas de la revista.22

El secuestro de los uruguayos

Porto Alegre, 17 de noviembre de 1978: Alertados por una llamada tele­


fónica anónima a la sucursal de Veja en el estado de Rio Grande do Sul,

21 «Novo comando em Sao Paulo» (Nuevo comando en Sao Paulo), Veja, 28 de enero

de 1976, pp. 20-23.


22 Conviene mencionar que la familia de Vladimir Herzog solo recibió un nuevo cer­

tificado de óbito, dando cuenta de su muerte por «lesiones y malos tratos», en lugar de
«asfixia mecánica por ahorcamiento» del dictamen original, el 15 de marzo de 2013, y
que el 20 de mayo de 2016 el caso fue acogido por la Corte lnteramericana de Derechos
Humanos, en donde será juzgado.
154 AMÉRICA LATINA

que garantizaba que estaban desaparecidos hacía una semana en esa ciudad
-porque estaban detenidos- dos exilados uruguayos, el periodista Luiz
Cláudio Cunha y el fotógrafo Joao Baptista Scalco se dirigieron a la calle
Botafogo 621, bloque 3, apartamento 110, siendo recibidos en la puerta
entreabierta por una joven hispanohablante que, visiblemente asustada,
confirmó con un tímido «sí», que allí residía Universindo Rodríguez Díaz.
Enseguida, Luiz y Joao Baptista se rindieron ante dos hombres armados
que les apuntaron con armas en sus cabezas, forzados a empujones hacia
el interior de la sala e interrogados brevemente, en lengua portuguesa con
acento de Rio Grande do Sul, sobre lo que había motivado su presencia en
ese lugar. Aclaradas las identidades, los periodistas fueron invitados a reti­
rarse por el jefe del operativo (que no se identificó en ningún momento
como policía) y no obtuvieron más noticias de Lilián Celiberti Rosas de
Casariego, de sus hijos Camilo, de 8 años, y Francesca, de 3 años, y del pro­
pio Universindo. Unas dos horas después, el abogado Ornar Ferri, aler­
tado por una llamada similar, fue al mismo apartamento y ya no encontró
a nadie más. Accionadas, las autoridades brasileñas no solo manifestaron
desconocer el asunto, sino que negaron cualquier participación, al paso que
algunas de ellas revelaban abierto desinterés en una averiguación rápida y
convincente de los hechos.
Cunha, consciente de la importancia de lo que ocurría, pasó a dedicarse
al tema casi a tiempo completo, y Veja le concedió para tal efecto varias
páginas en diversas ediciones, desde las que el asunto fue abordado por
vez primera a finales de noviembre de 1978.23 La repercusión del caso hizo
que las Fuerzas Armadas de Uruguay divulgasen, el 25 de noviembre, un
sucinto comunicado afirmando que la pareja y los hijos habían sido dete­
nidos en una fecha no informada cuando ingresaban al país con material
subversivo, siendo los niños entregados el mismo día a sus abuelos, mien­
tras que la pareja, que pertenecía a una «vasta organización internacional
marxista», estaba presa en un lugar no informado. Es decir, exilados polí­
ticos uruguayos fueron presos en Brasil, desaparecieron dos semanas y
reaparecieron presos en Uruguay, en una operación en parte presenciada
por periodistas brasileños: el escenario para un gran escándalo estaba pre­
parado y, seguramente de modo involuntario, muy bien preparado.
La verdad es que, como se supo más tarde, Lilián había sido retenida
por agentes brasileños y uruguayos en la terminal de autobuses de Porto
Alegre en la mañana del 12 de noviembre, un domingo, cuando esperaba
a familiares de desaparecidos políticos, siendo entonces conducida a la
sede de la Seguridad Pública, en donde funcionaba el Departamento de

23 «Onde estarao? Uruguaios desaparecem em Porto Alegre» (¿En dónde estarán?


Uruguayos desaparecen en Porto Alegre), Veja, Sao Paulo, 29 de noviembre de 1978, p. 34.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 155

Orden Político y Social, DOPS.24 Cuando llegó, sufrió la primera sesión de


tortura, para después ser conducida a su residencia, en la que fue preso
Universindo (morando cerca del estadio de fútbol Beira Rio, del Sport Club
Internacional, se preparaba entonces para asistir en vivo, con Camilo y
Francesca, a un partido de este equipo contra Caxias por el campeonato
estatal de la modalidad), que fue conducido a la misma unidad policial para
ser interrogado. Y como el objetivo de la operación era localizar y detener
a Hugo Cores, líder del Partido de la Victoria del Pueblo, PVP, que se en­
contraba clandestino en Sao Paulo, le hicieron la encerrona que acabó des­
cubierta por los dos periodistas, provocando la suspensión del operativo
y el envío en secreto de los uruguayos hacia su país.25
Por suerte, la cobertura de la prensa fue continua e incisiva desde que
se descubrió el secuestro, lo que posiblemente ató las manos de las auto­
ridades de seguridad de Uruguay y salvó la vida de los cautivos. Veja, en
especial, le dio un gran espacio al asunto en varias ediciones, aprovechando
al máximo la diligencia de Cunha, quien llegó a ser enviado a Montevi­
deo en diciembre para intentar averiguar las circunstancias del secuestro
y el destino de los secuestrados. De esta manera, ya en la primera edición
de diciembre de 1978, la revista anuncia la aparición, en la capital uru­
guaya, de todos los secuestrados. El reportaje que trata el asunto
comienza reproduciendo una declaración ofrecida por Camilo, en la que
describía el edificio al que fueron llevados después de la detención en
Porto Alegre (por los detalles, no había duda de que era en donde fun­
cionaba la Seguridad Pública del Estado de Rio Grande do Sul), el tra­
yecto por automóvil rumbo a Uruguay y, sobre todo, el hecho de que la
acción había sido perpetrada por brasileños pero que había por lo menos
dos uruguayos, «dos hombres que hablaban castellano». Enseguida, in­
formaba que el periódico El Diario, de Montevideo, había roto la «cortina
de silencio local» y anunciaba el 24 de noviembre: «Matrimonio uruguayo
y sus dos hijos secuestrados en el Brasil», argumentando que eso había
ocurrido bajo «extrañas circunstancias», obligando al siguiente día a los
«responsables por el régimen militar implantado hace cinco años en Uru­
guay» a manifestarse mediante el comunicado mencionado anteriormente.
En un tono que oscilaba entre una leve ironía motivada por las explica­
ciones del Gobierno uruguayo y por las ponderaciones de las autoridades

24 CELIBERTI y GARRIDO, 1989, p. 14.


25 La operación que involucraba a policías brasileños y uruguayos fue montada a
partir de la detención de miembros del PVP en Uruguay y Argentina, de entre los cuales
estaba Rosario Pequito Machado, que durante una sesión de tortura reveló que una
pareja de militantes en Porto Alegre hacía de conexión entre el partido y Hugo Cores
(CUNHA, 2009, p. 371). Para un análisis preciso de este episodio, contando con varias
declaraciones de la propia Lilián Celiberti, consultar SILVA, 2014.
156 AMÉRICA LATINA

brasileñas ( en Brasilia, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores


declaró: «Hasta puede ser que los uruguayos hayan resuelto volver a su
país. ¿ Quién lo puede saber?») y las ásperas condenas a la violencia polí­
tica, se leía en la revista:

En la práctica, frente al silencio oficial, se volvió difícil saber cuáles fueron


los objetivos que guiaron a las personas que cometieron el secuestro en
Porto Alegre. [No obstante] la acción de la policía uruguaya en los países
vecinos, especialmente en Argentina, ya fue confirmada oficialmente por
lo menos una vez. Entre febrero y octubre de 1976, unos sesenta exilados
políticos uruguayos fueron secuestrados en territorio argentino -y un
mínimo de 26 de ellos fueron canjeados para Montevideo. Muchos desa­
parecieron por completo, incluso cuatro niños, uno de ellos de apenas 20
días de edad. Los secuestros salieron a la luz porque el periodista Enrique
Rodríguez Larreta, uno de los canjeados, fue liberado y pudo salir del país,
denunciando la transferencia secreta a la Organización de las Naciones
Unidas y a varias entidades internacionales de defensa de los derechos
humanos.26

Aunque de manera cautelosa, una vez que trataba los secuestros y desa­
pareciones políticas en el sur de Latinoamérica como asunto restringido
a las fuerzas represivas de Uruguay, el reportaje inicia un tratamiento más
directo sobre la violencia política y la llamada Operación Cóndor, una
articulación de los regímenes dictatoriales del Cono Sur (Argentina, Boli­
via, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, a los cuales se juntaron después
Ecuador y Perú, con el apoyo de exilados cubanos en los EUA y de institu­
ciones del Gobierno norteamericano). Con una mayor o menor implicación
de cada país (existen dudas, por ejemplo, del grado de enlace del Gobierno
brasileño), la Cóndor fue formalizada en Santiago de Chile en 1975 con el
objetivo de, en un primer momento, intensificar el intercambio de infor­
maciones y organizar una especie de base de datos sobre la «amenaza co­
munista�> en la región, expandiéndose después para acciones de represión
interna, en cada uno de los respectivos países, y finalmente hacia acciones de
represión en el exterior, como secuestros y asesinatos que también tuvieron
lugar en Norteamérica y en Europa.27
En la época del secuestro de Lilián y Universindo, el Gobierno brasileño
del general Geisel no parecía muy interesado en participar o colaborar con

26 «A viagem misteriosa: Os sequestrados de Porto Alegre apareceram em Montevi­


déu. Voltaram ou foram levados?». (El viaje misterioso: los secuestrados de Porto Alegre
aparecieron en Montevideo.¿ Volvieron o se los llevaron?), Veja, Sao Paulo, 6 de diciem­
bre de 1978, pp. 29-31.
27 DINGES, 2005; BRAGA, 2014.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN... 15 7

acciones represivas de carácter multinacional, pero es probable que agen­


tes y organismos que actuaban de manera más directa en la represión man­
tuviesen vínculos estrechos con agentes y organismos del mismo tipo en
otros países, sospecha que los reportajes de Veja insinuaban de manera
más explícita en cada edición. En otras palabras, la propia publicación
había comenzado a cambiar, acompañando a sus lectores, cada vez más
interesados en conocer y participar activamente en la política, entendida
como una discusión y deliberación pública acerca del rumbo que la socie­
dad debería tomar. Con eso, la importancia de la libertad de expresión,
manifestación y organización pasaba a tener contornos bien visibles y
concretos, mientras que las amenazas contra tales libertades partían cada
vez menos de las izquierdas (como la revista pasó a informar, las socieda­
des civilizadas convivían con izquierdas) y debían ser enfrentadas.28 Y, en
cuanto a eso, el secuestro de los uruguayos sirvió como algo ejemplar.
En el mejor estilo del periodismo de investigación, Luiz Cláudio Cunha,
al frente de la sucursal de Veja en Porto Alegre, ubicó las fuentes, recabó
informaciones e identificó paulatinamente a los sospechosos de haber par­
ticipado en el secuestro y el paso a paso de toda la trama, con el apoyo de
los editores y redactores de la sede en Sao Paulo. Con eso, todas las edi­
ciones de diciembre de 1 978 traían por lo menos una nota relacionada con
el asunto, destacando la edición del 20 de diciembre, con un extenso repor­
taje titulado «Más cerca de la verdad» y una contundente manifestación:

[ ... ] Las autoridades brasileñas dicen que no fueron ellas las que secuestra­
ron a los uruguayos. ¡Qué bueno, muchas gracias! Así quedamos tranqui­
los, sabiendo que nuestras autoridades no secuestran personas. También
nos comunicaron que las víctimas eran criminales que intentaron subver­
tir, a partir de nuestro territorio, el orden vigente en Uruguay. Agradece­
mos, igualmente, esa información. Nada de eso, sin embargo, suprime la
cuestión básica de esa deprimente historia. En primer lugar, no basta decir
que el Gobierno brasileño no tiene nada que ver con eso. Los dos urugua­
yos pueden haber sido secuestrados por una banda de contrabandistas, por
el Ku Klux Klan o por agentes del reverendo Jim Jones, no importa
mucho: lo que importa es que es un crimen cometido en Porto Alegre, y
que el deber de las autoridades brasileñas es buscar a los criminales, sean
quienes sean. Tampoco interesa, en este caso, los antecedentes de las vícti­
mas: si estaban desarrollando alguna actividad ilegal en Brasil, deberían

28 Dos ejemplos de eso: la edición de 29 de noviembre de 1978 traía un extenso


reportaje, desde la portada, con mención a «el retorno de las izquierdas» como uno de
los resultados de las recientes elecciones parlamentarias en Brasil, mientras que la edición
de 6 de diciembre de 1978, una semana después, traía en páginas amarillas una larga
entrevista con el líder socialista español Felipe González.
158 AMÉRICA LATINA

responder por sus actos ante las autoridades brasileñas; si son culpables de
crímenes cometidos en Uruguay, deberían ser extraditados para allá en la
forma de la ley. El hecho es que no se hizo nada de lo que se debería haber
hecho. Y el saldo del episodio, hasta ahora, es que un secuestro quedó sin
una investigación seria y que un acto de agresión a la soberanía nacional
[ ...] quedó sin respuesta alguna, como si fuese la cosa más natural del
mundo.
Es necesario decir que el país se está cansando de todo eso...

Firmada por el mismo director de redacción,José Roberto Guzzo, que


hacía poco más de un mes había justificado la ausencia de la cobertura por
parte de la revista del inverosímil suicidio de Vladimir Herzog en 1975, esa
otra «Carta al lector» parecía escrita por otra persona. Irónica, agradecía a
las autoridades haber tranquilizado a la población brasileña con la garan­
tía de que no practicaban secuestros, para enseguida afirmar categórica­
mente que eso no bastaba. Tampoco interesaba, continuaba el texto, quién
había secuestrado a los uruguayos, si contrabandistas, el Ku Klux Klan o
«agentes del reverendo JimJones».29 Lo que realmente importaba, concluía,
era que un crimen de secuestro (o más de un crimen, si órganos represivos
actuaban en Brasil por su propia cuenta) había sido cometido y quedado
sin investigación.
El mensaje que le daba cierre al comentario del director de redacción
no dejaba ninguna duda: «El país se está cansando de todo eso». Coherente
con lo anterior, la siguiente edición informaba que un exjugador de Inter­
nacional, Orandir Portassi Lucas, el Didi Pedalada, retirado del deporte y
contratado por el DOPS de Río Grande do Sul por intermedio del comisa­
rio Pedro Seelig, había sido reconocido por los periodistas como uno de
los hombres que los había recibido con armas empuñadas en la morada
de Lilián, los hijos y Universindo. 30 En enero del siguiente año, 1979, la
revista hace seguimiento a las investigaciones policiales, cuestionando las
versiones presentadas: la policía federal, por ejemplo, en una voluminosa
averiguación de 250 páginas, llegó a la sorprendente conclusión de que los
uruguayos habrían entrado a su país, en el que eran buscados, en un bus
común proporcionando sus verdaderos nombres. En febrero, informó
sobre la intervención del gobernador de Rio Grande do Sul en el Consejo
Superior de Policía, que prácticamente había paralizado las investigaciones
y procedimientos solicitados (como la baja de los policías involucrados en

29 Jim Jones fue el fundador y líder de una secta religiosa norteamericana que pro­
movió un suicidio/asesinato colectivo de 909 seguidores, incluso centenares de niños, en
la comunidad que había creado en Guyana, en noviembre de 1978.
30 «Surge o primeiro nome» (Surge el primer nombre), Veja, Sao Paulo, 27 de diciem­
bre de 1978, pp. 12-13.
«NO CALOR DA HORA»: VIOLENCIA POLÍTICA, IZQUIERDAS Y DEMOCRATIZACIÓN.. 15 9

el secuestro). En marzo, estrechó el cerco para descubrir a los demás poli­


cías implicado en la acción y anunció la creación de una Comisión Parla­
mentaria de Investigación, CPI, en el legislativo de Rio Grande do Sul, para
averiguar los hechos. En abril, informó que, además de Lucas y Seelig,
cuatro policías más eran sospechosos de haber participado en el secuestro.
En mayo, divulgó fragmentos de tres cartas enviadas en enero por Lilián,
desde la prisión, a sus familiares, en la que presentaba una versión que
coincidía con la de los periodistas sobre el secuestro, además de lo que ocu­
rrió en el funeral de Faustina Elenira Severina, una humilde escribana del
DOPS (reconocida por el niño Camilo como quien cuidó a los niños en la
sede de la Seguridad Pública), en donde se intentó intimidar a la prensa:
estuvieron presentes autoridades como el gobernador del Estado, el coman­
dante del III Ejército y centenares de policías, uno de los cuales, enredado
directamente en el secuestro, se abría la chaqueta con insistencia para mos­
trar el arma que llevaba.31
En junio, lamentó que el Consejo Superior de Policía hubiese absuelto
a Lucas y a Seelig de todas las acusaciones, mientras que en septiembre
denunció que el relator de la CPI, el diputado del gobierno Jarbas Lima,
había concluido que «no hubo prueba de delito, luego no hay autoría»; el
informe final de la CPI acabaría por contradecirlo, afirmando que había
ocurrido un crimen. Finalmente, en octubre de aquel año de 1979, Cunha
pudo identificar al jefe de la operación que lo había rendido a él y al fotó­
grafo Scalco en el apartamento de la pareja de uruguayos en Porto Alegre:
el inspector de la DOPS, Joao Augusto da Rosa, y rastrear lo que había
pasado: presos el 12 de noviembre de 1978, los uruguayos fueron llevados
hasta la frontera y entregados a miembros de las fuerzas represivas de
Uruguay, siendo que Lilián, frente a la amenaza de desaparición, aparentó
colaborar y retornó a Porto Alegre, en la compañía de militares de su país,
para ponerle una trampa al líder del PVP, cuando el grupo fue sorprendido
por los periodistas de Veja. En fin, el episodio, una «historia en la cual la
soberanía nacional brasileña fue violada por el secuestro, en territorio na­
cional, de dos refugiados políticos, promovido o patrocinado por agente
de un país extranjero», fue en gran parte revelado, faltando detalles como
el retorno definitivo de Lilián a Uruguay, a pesar de que los criminales,
uruguayos o brasileños, por lo que se sabe, no se hayan responsabilizado
jamás.32
Como reconocimiento por el esfuerzo realizado, la serie de reportajes
recibió, en 1979, el principal laurel del periodismo brasileño, el codiciado

31 «Cartas da prisao» (Cartas desde la prisión), Veja, Sao Paulo, 16 de mayo de 1979,

pp. 26-29.
32 «O homem que faltava» (El hombre que faltaba), Veja, Sao Paulo, 24 de octubre

de 1979, pp. 20-23.


160 AMÉRICA LATINA

Premio Esso de Periodismo, lo que motivó a Luiz Cláudio Cunha a escri­


bir un libro narrando todas las peripecias de aquella larga escaramuza que
quebrantó aún más al régimen y allanó el camino hacia el fin de las vio­
lencias políticas. De cualquier modo, la travesía no había concluido, como
lo demostraron, a comienzos de 1980, los atentados de agrupaciones de
extrema derecha, compuestas en gran parte por militares y policías invo­
lucrados en secuestros, torturas, prisiones y asesinatos políticos.

Conclusiones

Con base en las tres situaciones aquí presentadas, sobre la amnistía, la


muerte de Vladimir Herzog y el secuestro de los uruguayos, separados por
un pequeño espacio de tiempo, pero bien distantes por sensibles transfor­
maciones en el ambiente político, económico y sociocultural, provocadas
por el desgaste de la dictadura, por los meneos de sectores liberales y por
la rearticulación del movimiento popular y de los trabajadores, se puede
percibir un deslizar de Veja desde un acompañamiento protocolario de la
coyuntura hacia un compromiso creciente en las disputas por el expolio
del régimen y por el rumbo de su sucesión. Sin abandonar su orientación
liberal, asumió una condena cada vez más contundente a las arbitrarieda­
des y violencias del orden vigente, alineándose con sus lectores de estratos
medios urbanos que se alejaban del régimen, cuando no pasaban a hostili­
zarlo de modo abierto.
En la trama que se tejía era posible ver siluetas que no se revelaban por
completo, pero que surgían, imprecisas (no obstante, presentes), como las
composiciones del Teatro Negro de Praga: las estructuras clandestinas y
semiclandestinas de izquierda, que buscaban tanto un lugar para posicio­
narse como precisaban ser puestas en algún sitio por sus adversarios li­
berales. Destrozadas siempre que partieron a la lucha armada contra el
régimen, debilitadas por las persecuciones que sufrían incluso cuando dis­
tantes. de veleidades militaristas, surgían ahora como los negativos de las
fotografías que en la época retrataban personajes, situaciones o panoramas
en un contraste que no podría ser descartado. Era también eso lo que, en
el calor del momento, Veja intentaba asimilar.

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