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TEXTO ARGUMENTATIVO DE LAS REVOLUCIONES DE MITAD DEL SIGLO XX

Los conceptos de izquierda y derecha nacidos con la Revolución


Francesa como analizadores de la posición política, luego de dos siglos han caído en una franca
confusión de sus referentes. Tanto la izquierda tradicional, que pretende moderar su discurso
para ser aceptable por los sectores medios y altos del electorado, como la derecha histórica que
ha lavado sus textos en una suerte de populismo para lograr adeptos entre el proletariado. Lo que
nos lleva a preguntarnos ¿qué influencia tuvieron las revoluciones que se dieron en países
como Cuba y China después de mitad del siglo XX?, la contemporaneidad puede observar de
qué manera se están traslapando los discursos, los acontecimientos, la fuerza que estos
movimientos revolucionarios y las políticas que se implantaron después de este proceso, lo que
difícil poder discernir quien está a la diestra de quien, a la par que la clásica siniestra se ha
mimetizado con los discursos de la derecha.
Se tiene claro que las revoluciones de independencia en América
Latina tuvieron como punto de partida común la Revolución francesa, sin embargo, las
experiencias revolucionarias individuales fueron sumamente distintas si se comparan entre sí, si
tenemos en cuenta también que se desarrollaron en diferentes siglos, como es el caso de la
Revolución Cubana que se dio después de mitad del siglo XX. Pese a toda esa diversidad, se
aprecian entrelazamientos evidentes entre las experiencias y no sólo en el nivel de las élites
políticas, sino también en el de las clases no privilegiadas. En estos años revolucionarios, no sólo
se intercambiaron hombres, mercancías e ideas, sino también informaciones sobre los desarrollos
actuales.
Mientras en el continente asiático el siglo XX, significó una
transformación violenta y radical en el caso de China, que se enfrentó a múltiples revoluciones,
siendo quizá la Revolución Comunista de Mao la más famosa, sin embargo, en cada uno de estos
procesos, el pueblo chino sufrió transiciones extremas de lo rural a lo urbano, de lo dinástico a lo
republicano. De repente, China se encontró en el medio de un mundo caótico, al cual se ha
adaptado sin mayores dificultades, perfilándose como potencia mundial, por lo que se vuelve
importantísimo reflexionar sobre el impacto de estas cuestiones en nuestro propio país.
En la historia de Cuba hay tres períodos de gran importancia, entre
estos se puede encontrar el período colonial, comprendido entre los años 1510 y 1898; el
segundo período, en el que Cuba enfrenta al neocolonialismo de los Estados Unidos, desde 1898
hasta 1959, y por último el período actual de la revolución socialista. Teniendo en cuenta los dos
últimos períodos mencionados podrían surgir diversos interrogantes, como, por ejemplo: "¿fue o
no beneficiosa la revolución?", "¿Hasta qué punto fue beneficiosa la misma?" o "¿finalmente, la
revolución fue un factor contraproducente para el actual y futuro desarrollo de la isla de Cuba?".
Para hacer un análisis completo de la Revolución Cubana y definir la respuesta a estos
interrogantes, se debe tener en cuenta a los tres por igual, sin descartar ninguno de los mismos.
De acuerdo a mi manera de pensar la respuesta a este dilema se haya en los tres interrogantes, ya
que no se puede definir a la Revolución Cubana como algo productivo o, por lo contrario, como
algo contraproducente, sería disminuir algo tan importante, de tanto legado, hasta hacerlo
insignificante como una simple cuestión de conveniencia. Cuando uno apela a la historia no se la
puede manipular de tal forma, sino que se debe profundizar hasta analizarla en todo su esplendor,
en todos sus aspectos.
En la Cuba de los años 50 la palabra Revolución era de uso común
en el lenguaje político. El partido gobernante hasta 1952 se llamaba Partido Revolucionario
Cubano, como el que había fundado José Martí en el siglo XIX para luchar por la independencia
de España, y se adjetivaba para diferenciarse de posibles asociaciones del mismo nombre. Sus
principales líderes (Ramón Grau San Martín, Carlos Prío Socarrás, Carlos Hevia, Aureliano
Sánchez Arango), así como sus opositores (Eduardo Chibás, Roberto Agramonte, Emilio Ochoa,
Fulgencio Batista, Santiago Rey) provenían todos de la Revolución de 1933, un proceso histórico
que, hasta el golpe de Estado de Batista en marzo de 1952, creían vivo, gracias a la continuidad
del orden constitucional de 1940. Batista mismo intentó justificar el golpe con el argumento de
que los “avances sociales” de aquella Revolución estaban en riesgo de ganar sus rivales las
elecciones de 1952. Fidel Castro, por entonces un joven recién graduado en Derecho en la
Universidad de La Habana, que aspiraba a un puesto en el Senado, reaccionó contra dicho
argumento en el artículo “Revolución no, zarpazo”, que se publicó en el periódico El Acusador.
Allí, a cuatro días del golpe, decía Castro que era cierto que en “Cuba se sufría el desgobierno de
malversadores y asesinos”, en alusión al régimen de Prío, pero que se contaba con la “vía cívica”
y con la “oportunidad constitucional que conjurara el mal” en las próximas elecciones. En Julio
de 1958, el Pacto de Caracas consolidó la coalición anti-Batista y aceleró la caída de la dictadura,
ya sin apoyo de Washington, que desde abril no le enviaba armamento. En agosto comenzó la
ofensiva final y el 1 de enero de 1959, con el pueblo en la calle y enarbolando las banderas de la
moralización, el nacionalismo y el antiimperialismo, los seguidores de Castro tomaron La
Habana.

Era la primera vez en la historia latinoamericana y caribeña que un


pueblo unido y armado, bajo la dirección de una vanguardia político-militar, mediante el
ascendente desarrollo de la lucha armada guerrillera rural como forma fundamental, aunque no
única de lucha, destruyó la columna vertebral del Estado burgués pro imperialista, el Ejército,
realizó una revolución política y solucionó en un proceso permanente y sin etapas las tareas
agrarias, democráticas, nacionales y antimperialistas 

Podemos decir que el éxito político y militar del movimiento


liderado por Fidel Castro abrió una nueva etapa política para la izquierda en América Latina que
desde ese momento iba a incorporar se estables con la alternativa insurreccional como un camino
viable para acceder al poder e instaurar el socialismo, opción fundamentada en la certeza de
poder derrotar al ejército profesional y en la necesidad de superar la inactividad que se atribuía a
quienes se proclamaban revolucionarios y construían partidos de masas para lograr, mediante la
militancia político/electoral, alcanzar el poder pacíficamente una vez que estuvieran dadas las
condiciones objetivas y subjetivas, la redefinición de tácticas y estrategias para la toma o el
mantenimiento del poder en el interior de los partidos políticos en América Latina; y la apertura
de un debate sobre las perspectivas de la revolución en el pensamiento crítico y del desarrollo de
la izquierda latinoamericana.
En 1960, Ernesto Che Guevara escribió que la Revolución
Cubana hizo tres aportaciones a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América,
que confrontaban directamente a la línea seguida por los partidos comunistas: una fue las fuerzas
populares pueden ganar una guerra contra el ejército. La segunda fue que no siempre hay que
esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede
crearlas, y por último que, en la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser
fundamentalmente el campo. Con la revolución cubana y el triunfo de esta se agudizaron las
diferencias que habían surgido entre las nuevas organizaciones guerrilleras y la izquierda
tradicional, representada por comunistas y socialistas que insistían en la acción militante, en la
formación de una organización partidista de masas y un gran frente popular donde confluyeran
todos los explotados y las clases medias dirigido por el partido comunista. En Chile, Argentina,
Brasil, Uruguay, México, Venezuela y Perú, los partidos comunistas sostuvieron esta línea de
unidad política y demanda de la legalidad para participar en los procesos electorales.

Mientras esto se daba en latinoamérica, en el continente asiático


también se estaba dando otro proceso revolucionario, el régimen maoísta en China comienza a
insinuar diferencias con la política de la URSS. Antes de que surgiera esta revolución, el partido
nacional que, para ese entonces estaba en el poder, trató por todos los medios de crear una nación
que estuviese fortalecida, centralizada y, sobre todo militarizada. Sin embargo, las exigencias
del Tratado de Versalles, que acepto el poder de Japón sobre la base de China, e hizo posible la
búsqueda de una salida estudiando un convenio con la Unión Soviética.

Se conoce como la Revolución China de 1949, la Revolución


Comunista China al final de la Guerra Civil China. Este conflicto, iniciado en 1927, enfrentó a
los nacionalistas chinos del Kuomintang o KMT, guiados por el generalísimo Chiang Kai-shek,
con los partidarios del Partido Comunista Chino liderados por Mao Zedong. Se considera que la
revolución comenzó en 1946, tras el término de la Segunda Guerra Mundial y la invasión
japonesa de China, motivo por el cual los dos bandos, el nacionalista y el comunista, se habían
visto obligados a pactar una tregua y formar un frente común contra el ejército invasor. Pero
logrado dicho propósito, las tensiones entre ambos reavivaron.

Las negociaciones, que intentaban impedir que la guerra civil se


reanudase, fracasaron. Después de varios años de lucha, las fuerzas comunistas se hicieron con el
control del país, exiliando a las nacionalistas a la isla de Taiwán. El 1 de octubre de 1949 se
proclamó la República Popular China, cuya existencia y régimen socialista de gobierno perduran
hasta hoy en día. China también vivió reformas sociales como una nueva ley de matrimonio en
donde las mujeres gozaban de mayores derechos, la erradicación a la adicción del opio y la
prostitución; económicas y otras políticas, como la redistribución de tierras confiscadas a
terratenientes. Uno de los grandes cambios de la China comunista fue la alfabetización, gracias a
la política impulsada se pasó de tener en el año 1.949 solo el 20% alfabetizada, en comparación
con el 80% 30 años después.

Sin embargo, la república tampoco consiguió devolver el esplendor


de antaño a la nación. Poco tiempo después, China comenzaría a sufrir el yugo de una guerra
civil protagonizada por los nacionalistas bajo la bandera de Kuomintang y los comunistas
liderados por Mao Zedong, quien pasaría hasta el último día de su vida luchando por el sueño de
constituir en su país una sociedad igualitaria basada en la vida común y la propiedad colectiva.
Su alejamiento de la realidad lo llevó a tomar decisiones idealistas como el Gran Salto
Adelante o la Revolución Cultural. Todo esto produjo unas consecuencias tan desastrosas que las
esperanzas de toda una población parecieron difuminarse en el incumplimiento de una promesa
anhelada. A pesar de todo, la figura de Mao se mantuvo ensalzada como el sol rojo de la nación,
inquebrantable en los corazones de los ciudadanos chinos. Prueba de ello es el grandioso retrato
del líder revolucionario en Tiananmén, que ha continuado intacto con el paso del tiempo.
Además, su estudio de la evolución de los tigres asiáticos y el rápido crecimiento económico que
experimentaron terminó convenciéndolo de la eficacia de la economía de mercado. Deng visitó
Singapur en 1920, cuando todavía era una marchitada colonia británica tan atrasada como los
puertos chinos, y luego volvió en 1978, cuando Lee Kuan Yew ya lo había convertido en uno de
los países más prósperos del mundo. En general, tanto en los tigres como en el resto de países en
el Sudeste Asiático, las diásporas chinas que vivían en ellos eran bastante ricas y prósperas. Era
necesario preguntarse por qué los chinos eran ricos en cualquier sitio que se asentaban menos en
la República Popular. Y la respuesta parecía obvia: todo apuntaba a que la economía planificada
estaba fallando y, por consiguiente, eran necesarias unas fórmulas capitalistas para levantar
China.

Para concluir el pueblo cubano, un pueblo luchador que,


con ansias de liberación de los dictadores y las imposiciones de los Estados Unidos, logró su
independencia ha sido uno de los grandes ejemplos del patriotismo. A pesar de haber volcado su
política al comunismo, mucha gente en Latino América estima la obra y el coraje de la
Revolución. ¿Por qué coraje?, nada más y nada menos por que se enfrentaban con
una potencia como EE.UU.
Pero, el eje principal, si la Revolución ha sido algo eficaz para la formación del pueblo
cubano, es algo que a mi entender puede ser una derivación. De acuerdo a los puntos de vista que
se analice a la Isla de Cuba se podrá encontrar la respuesta, es decir, si tenemos en cuenta que
Cuba tuvo décadas de estabilidad durante la existencia de la Unión Soviética, podríamos
entender a la Revolución como un acto acertado, una decisión bien tomada. Por otra parte, al
caer la U.R.R.S., y con el bloqueo económico que sufre Cuba en la actualidad, es inconveniente
mantener un régimen comunista.
A pesar de la mala situación que atraviesa el pueblo cubano, y con
esto concluyo, a mi parecer se hizo lo correcto, la obra de Fidel y el Ché, fue acertada, porque el
pueblo soporta ser manipulado por conquistadores y colonizadores, labrar la tierra, trabajarla y
hacerla rendir frutos para otros, ver su tierra en manos de otros. Igualmente, creo que el Estado
cubano debería revisar cuales son las metas a corregir para que la integridad de la población
rinda tributo a su nacionalidad.

Con referencia a la Revolución China es la explicación del porqué


este país es la única gran potencia comunista de finales del siglo XX, tras el desplome de la
Unión Soviética en 1991, además, fue un evento histórico singular que marcó el destino de la
política internacional por décadas venideras. A medida que la China comunista se hizo más y
más influyente a nivel internacional, llegó a constituirse como un modelo aparte del imperante en
la Unión Soviética. A partir de entonces fue llamado “maoísmo” y fue replicado en otras
naciones vecinas como Camboya, con catastróficos resultados.

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