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CONTRA EL ESCEPTICISMO: LA DIMENSIÓN

PRAGMÁTICA

La insistencia aparentemente noble del escéptico


radical tendente a asegurar una verdad indiscutible,
en vez de conformarse con una garantía de aceptación
razonable. Esta insistencia bloquea desde el
comienzo mismo cuestiona todo conocimiento de
posiciones razonables con respecto a la comprensión
de nuestro entorno, ya que esta quiere dar una
propia respuesta al previo conocimiento.
La “incomodidad de no saber” constituye un
sentimiento humano natural más si hablamos de un
escéptico.
Ignorar lo que le sucede a uno es peligroso desde el
punto de vista evolutivo. Como lo observó sabiamente
William James:

 La utilidad de este efecto emocional de


expectativa es perfectamente obvia; la “selección
natural” en realidad tenía que ser descubierta
más tarde o más temprano. Para un animal, poder
prever las cualidades de los objetos de su
entorno es de una importancia práctica
prioritaria.

El requerimiento de comprensión, es decir, de


acomodación cognoscitiva al entorno o de “conocer el
camino”, constituye uno de los requerimientos
fundamentales de la condición humana. Se nos plantean
preguntas y queremos, más de las que necesitamos,
cuestionándonos cada una de las respuestas.
Las necesidades de información cognoscitiva están
importantes como la de comer, ya que esta nos
satisface como seres humanos. Al buscar información,
como al buscar comida, estamos dispuestos a
conformamos con lo mejor que podemos conseguir en
cierto momento.La necesidad básica de información y
de comprensión nos presiona, de modo que estamos
urgidos (y justificados pragmáticamente) a
movemos hacia su satisfacción. El gran explorador
polar noruego, F.Nansen, lo expresó bien. Lo que
lleva al hombre a explorar regiones

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polares inhóspitas es:

 El poder de lo desconocido sobre el espíritu


humano. En la medida en que las ideas se han ido
aclarando en las distintas edades, este poder se
ha extendido y ha conducido al Hombre hacia
adelante, en el camino del progreso. A sí, nos
conduce hacia los poderes y secretos ocultos de
la Naturaleza, hacia el inmensurable pequeño
mundo del microscopio y hacia los confines no
establecidos del Universo, [ ...] no nos dará
tregua hasta que conozcamos el planeta en que
vivimos, desde la profundidad inmensa del océano
hasta los estratos más altos de la atmósfera.
Este Poder recorrer como una corriente toda la
historia de la exploración polar. A pesar de las
declaraciones sobre los beneficios posibles que
se puedan obtener de una manera u otra, es esto
lo que está en nuestros corazones y nos ha
conducido una y otra vez, a pesar de los
retrocesos y el sufrimiento.
Para nosotros el imperativo de entender es
completamente básico: dado como son las cosas, no
podemos operar, no ya desarrollamos, sin un
conocimiento de lo que nos sucede
El conocimiento que orienta nuestra actividad en
este mundo es del tipo más práctico, ya que un
animal racional no puede sentirse cómodo en
situaciones en las que no encuentra el sentido
cognoscitivo. Nos planteamos preguntas y queremos
INMEDIATAMENTE contar con respuestas. Y no sólo
respuestas SIMPLES, sino más bien, sólo respuestas
que sean COHERENTE y que encajen de
una manera ordenada para poder satisfacer a una
criatura racional.
Esta tendencia práctica básica hacia la información
(coherente) representa un imperativo fundamental
para la inteligencia cognoscitiva. Para nosotros no
cabe esperar una satisfacción cognoscitiva sobre
otras bases, ya que la necesidad de información (el
conocimiento que nutre nuestra mente) es tan

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imprescindible como el alimento que nutre nuestro


cuerpo, un vacío cognoscitivo o un desacuerdo es tan
molesto como el dolor físico.
Históricamente, por cierto, incluso el escéptico más
radical ha reconocido que el hombre debe actuar para
sobrevivir y crecer en el mundo. El escéptico, como
cualquier otro, también reconoce que nosotros, los
seres humanos, nos encontramos viviendo in media res
en un entorno que no satisfará nuestras necesidades,
deseos y expectativas automáticamente, sin nuestra
intervención. Este reconocimiento abre el camino
para una objeción al escepticismo, la de que
inmoviliza la acción, y ofrece una
“refutación”, ya que el escepticismo hace imposible
toda conducta vital. David Hume expresó esta postura
de la manera siguiente:

 Pero un pirroniano debe reconocer (si es que


reconoce algo) que la vida humana perecería, si
sus principios predominaran universalmente. Todo
discurso o toda acción cesarían inmediatamente y
el hombre permanecería en un letargo total hasta
que las necesidades naturales, insatisfechas,
dieran punto final a su triste existencia.

Ante este tipo de acusación, los antiguos escépticos


pueden siempre responder que, aunque ciertamente
debemos actuar, esta acción no tiene que estar
basada de ninguna manera en conocimiento.
En principio, la vida sin conocimiento o creencias
apoyadas en evidencias racionales no es por cierto
imposible: los animales, por ejemplo, se las
arreglan bastante bien. Ante esto, se puede intentar
de nuevo una estrategia menos radical, la que
concede la aceptación (y la creencia), pero
absolutamente sólo sobre una base no razonada
(digamos, el instinto, el limitarse a las
apariencias o algo así). De esta manera, el
escéptico puede estar de acuerdo
(y actuar en consecuencia).

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La objeción de Hume lleva esta marca: el


escepticismo no tiene necesariamente que inmovilizar
la acción. Sin embargo, este tipo de defensa se
equivoca de objetivo. El centro de la objeción no es
simplemente que el escéptico fracasa en considerar
como base de la acción algunas aserciones en lugar
de otras. Más bien se trata de que insiste en que no
hay R A Z O N E S para hacerlo.
Y esto es profundamente problemático, ya que
mientras que por una parte el escéptico puede por
cierto contar con guías para la acción a saber, las
guías no cognoscitivas del instinto o la costumbre,
etc. Por otra, no puede defender sus acciones. Es
decir, no pueda justificar
hacer A en lugar de B. Sí puede decir que ingiere
alimentos para aplacar el hambre (en vez de frotarse
el estómago), ya que así lo hace, pero esta mera
explicación de lo que hace no constituye una base
para ello. Así, el escepticismo destruye la
perspectiva de cualquier recurso
racional en los procesos de praxis. Debido a la
suspensión total de juicio por parte del escéptico,
nuestra conducta no se convierte en irracional
necesariamente, sino en irracionalizable por
completo. Todo lazo entre la acción y la
racionalidad se corta.

Sin duda, el hombre es un animal racional, es decir,


una criatura que se orienta a la satisfacción no
sólo de su apetito físico, sino también del
intelectual. Virtualmente en toda circunstancia y
situación uno necesita” saber por qué”.
El argumento contra el escepticismo que presentamos
aquí es esencialmente práctico. No establece la
inconsistencia interna o la falta de sostén teórico
en la posición escéptica. Más bien muestra que el
precio que se pagaría al adoptar tal posición es
demasiado elevado y no compensa los beneficios
reales que se podrían así obtener. La necesidad

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básica de información y comprensión nos presiona y


debemos hacer (y estamos de este modo
pragmáticamente justificados en actuar así) lo que
se requiera para satisfacerla. Cualesquiera que sean
los méritos o deméritos del escepticismo en tanto
posición teórica, en lo que respecta a fundamentos
prácticos estamos autorizados a rechazarlo sin más.

Desde la antigüedad griega los filósofos han tratado


dé responder nuestras preguntas ¿Por qué aceptar
algo? mediante la adopción del punto de vista
siguiente: “El hombre es un animal racional. Qua
animal, debe actuar, ya que su supervivencia misma
depende de la acción. Pero, cual ser racional, en la
medida en que sus acciones están guiadas por lo que
él acepta, no puede estar a salvo cuando
actúa.» Esta línea de argumentación fue propuesta
por los antiguos y fue reavivada en tiempos modernos
por sucesivos pensadores, desde David Hume a William
James. Debe notarse, sin embargo, que la presente
posición no dice: “Si quieres actuar efectivamente,
debes aceptar algo” Más bien propone que: “Si
quieres entrar en la “empresa cognoscitiva”, es
decir, si quieres estar en una posición que te
asegure información sobre el mundo, entonces debes
estar preparado a
aceptar algo. “Los dos enfoques adoptan un punto de
vista que no es categórico e incondicional, sino más
bien hipotético y condicional”. Sin embargo, en el
caso pragmático clásico el centro está puesto en los
requisitos para la acción efectiva, mientras que
nuestro enfoque presente, orientado a lo
cognoscitivo, se centra en los requisitos para
la búsqueda racional. Desde esta perspectiva, la
frustración de nuestros objetivos cognoscitivos
básicos, independientemente de los esfuerzos del
escéptico para ocultarlo, es lo que nos proporciona
una razón teórica de peso para el rechazo del

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escepticismo.

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