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Epistemología o Crítica del conocimiento

Notas para la clase de RCO del profesor Gonzalo Flores-Castro Lingán sobre la base de
la obra de Roger Verneaux “Epistemología General o Crítica del Conocimiento”1. No se
pretende ninguna originalidad en estos apuntes. No es un trabajo académico para citar,
tiene sólo una función pedagógica.

Introducción

Primera cuestión fundamental: ¿Es posible conocer la verdad?

Si se considera que no es posible alcanzar la verdad en algún dominio, una persona


puede ser escéptica.

El escepticismo consiste en suspender el juicio sobre todas las cosas, es decir,


se niega que sea posible alcanzar la verdad.

En contraposición está el dogmatismo que, como corriente filosófica, sostiene


que podemos conocer la verdad.

Si se decide por el escepticismo todo está solucionado y la crítica se detiene, así


como la filosofía y todo pensamiento. Sino se plantean dos cuestiones más.

Primera cuestión: ¿Por qué medio se puede conocer la verdad?

Por la experiencia responde el empirismo. Es la única fuente de nuestros


conocimientos.

Por la razón responde el racionalismo, pues es la única que puede


alcanzar verdades necesarias y universales.

Segunda cuestión: ¿Qué es lo que podemos conocer? ¿Qué especies de cosas


nos son accesibles?

Esta cuestión se refiere al objeto conocido.

1
Verneaux, Roger. 1999. Epistemología General o Crítica del Conocimiento. 10 edición. Herder. Barcelona.
Por un lado, el idealismo pretender que la inteligencia del ser humano está
cerrada en sí misma, y que solo puede conocer sus propias ideas.

Por el otro, el realismo sostiene que podemos conocer lo real, es decir,


el ser que existe en sí fuera de nuestro espíritu.

Tesis que se sostendrá: el hombre es capaz de conocer la verdad con certeza, por la
experiencia y la razón conjuntamente, el ser real.

Escepticismo

El escepticismo consiste en suspender el juicio sobre todas las cosas, es decir, se niega
que sea posible alcanzar la verdad.

Escuelas:

Una definición que conviene a todas las escuelas escépticas es esta: el movimiento de
disolución de un dogmatismo. Hay varias formas, que pueden retrotraerse a los griegos
(como Pirrón):

Su forma extrema, heroica, se encuentra en Pirrón. Intentó vivir un escepticismo


absoluto. Su divisa era «no más» o «no más bien» en el sentido de «no más sí
que no, no más bien esto que lo otro». No creer en nada, abstenerse de juzgar,
desconfiar incluso de las impresiones sensibles, vivir en completa
indiferencia, ataraxia o apatía, ésta era la sabiduría de Pirrón.

Su fin era «despojar al hombre», exuere hominem, es decir, despojarse de su


humanidad.

Su esfuerzo es una ascesis cuyo límite es la extinción del pensamiento e incluso


de la consciencia. Este ideal no deja de presentar analogía con el nirvana de los
budistas, y tal vez en el fondo de sí mismo esté unido a una religión panteísta cuya
indiferencia es sólo su manifestación exterior.

La Academia Nueva, cuyos jefes fueron sucesivamente Arcesilao y Carneades,


profesa el probabilismo: nunca estamos seguros de estar en la posesión de la
verdad, pero algunas representaciones son verosímiles o probables y bastan
para esta vida.

El escepticismo clásico, cuyo maestro es Enesidemo, es un fenomenismo. El


escéptico consiente en creer en las apariencias, tanto que son inmediatamente
presentes a la consciencia y se le imponen. Hace objeto de duda todo lo demás y
se abstiene de emitir juicio alguno sobre la realidad de las cosas o sobre lo que son
en sí mismas.

La última etapa del escepticismo griego es el empirismo. Es el que encontramos


en Sexto Empírico y es el desarrollo lógico del fenomenismo. Pues, si se admiten
los fenómenos, nada impide observarlos. Y si los observamos, se advierten
algunas relaciones constantes, unas sucesiones regulares, que permiten preverlos
y actuar sobre ellos. Así nace la ciencia positiva o más bien positivista. Ni Hume
ni Comte han inventado nada realmente nuevo.

Argumentos escépticos:

Tienen gran número de argumentos.

Los principales son los siguientes:

1. Las contradicciones de los filósofos [y de los científicos2], y más ampliamente,


la diversidad de las opiniones humanas.
Es el argumento más simple y que causa más efecto. Se puede expresar de la
siguiente manera.

2
Sobre este punto afirma Christián C. Carman: «En nuestra época, la ciencia goza de un prestigio tal que,
por ejemplo, Paul Feyerabend no exageró al decir que la misma reverencia que se tenía en la edad media
a obispos y cardenales, se la tiene hoy a los científicos. Gran parte de su prestigio se debe, sin lugar a dudas,
al impresionante éxito que ha tenido en sus aplicaciones tecnológicas y en sus predicciones. Se suele
suponer, por lo tanto, que si algo está “científicamente demostrado” ya no cabe discusión alguna. Sin
embargo, la relación entre la ciencia y la realidad es cuanto menos conflictiva y no es posible afirmar, sin
más aclaraciones, que la ciencia alcanza la verdad. En el seno de la filosofía analítica surgió desde mediados
de la década del 80 un debate todavía no agotado que discute justamente ese punto: qué argumentos
tenemos para aceptar que la ciencia alcanza la verdad, que las entidades que postulan los científicos para
explicar el mundo y que pueblan ya nuestro universo aceptado –como electrones, protones, galaxias, virus
y bacterias– realmente existen». Cfr. Carman, Christián C. 2016. "Realismo científico". En Diccionario
Interdisciplinar Austral, editado por Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck.
URL=http://dia.austral.edu.ar/Realismo_científico
• Los hombres no están de acuerdo sobre nada. ¿Quién tiene la razón? Imposible
decirlo, pues si diésemos nuestra opinión, no haríamos más que añadir un
elemento más a la discordia.
Lo encontramos en todas las épocas de la historia e incluso en filósofos
importantes como Kant.

2. Los errores, y muy especialmente los errores de los sentidos, los sueños, las
alucinaciones, la embriaguez, la locura.
Puede formularse de la siguiente forma:
• ¿Cómo asegurarnos que no estamos siempre equivocados? Es imposible, pues
lo que nos parece verdadero no lo es necesariamente, y el error se nos impone
con la misma fuerza que la verdad.
• Se puede argumentar de otra forma: ¿Cómo saber que esto no es un sueño?
No podríamos saberlo. Quizás todo lo que sabemos sea producto de nuestro
sueño y no conocemos verdad alguna.
Es el argumento favorito de Descartes.

3. La relatividad del conocimiento.


Es el argumento más profundo. Puede adoptar dos formas:
• Primero, cada cosa es relativa a todas las demás, pues nada en el universo está
aislado, separado del conjunto. Pero nadie pretende ni puede saberlo todo. Es,
pues, imposible saber lo que son las cosas en sí mismas independientemente
de su relación con todo lo demás.
• Segundo, el objeto conocido es relativo a un sujeto, que es siempre un
individuo de una constitución determinada, de una edad determinada, en un
determinado estado de salud y determinada situación (biográfica, histórica,
económica, etc.). Es, pues, imposible saber lo que es la cosa en sí misma,
independientemente de su relación con nosotros.

4. El «dialelo» o «círculo vicioso» o «petición de principio».


Es un argumento de pura lógica.
Un «círculo vicioso» puede definirse de varias formas:
• Es una situación que resulta insoluble al existir dos circunstancias que son a
la vez causa y efecto una de la otra y que actúan de manera recíproca quedando
ambas sin explicación.
• Es aquella secuencia repetitiva que no tiene principio y final aparentes y que
mantiene un vicio.
El «círculo vicioso» escéptico puede formularse de la siguiente manera:
• Si una proposición no está demostrada, “no hay ninguna razón para admitirla”.
Si se la demuestra será por medio de un principio. Pero si no se demuestra el
principio entonces “no hay ninguna razón para admitirlo”. Y si este principio
se demuestra por otro más fundamental, éste también requerirá ser
demostrado, sino “no hay ninguna razón para admitirlo”. Y así sucesivamente
hasta el infinito. Es un «círculo vicioso» en el segundo sentido del término.

Por estos argumentos convergentes, el escéptico no pretende probar la imposibilidad


de alcanzar la verdad, lo que sería una posición dogmática, y por otra parte
contradictoria. No pretende que sus argumentos son verdaderos, se sirve de ellos sólo
para mostrar, situándose en el terreno dogmático, que no se puede afirmar nada.

La conclusión no es pues «yo no sé nada», sino más bien «yo me abstengo (de juzgar),
examino, busco».

Examen de los argumentos escépticos:

Como siempre las objeciones [los argumentos escépticos] son fáciles, brutales,
impresionantes, mientras que las respuestas son complejas, llenas de matices, delicadas.

En general, se puede afirmar que los argumentos dados por los escépticos no tienen el
valor ni la fuerza que ellos mismos les atribuyen.

1. La contradicción de las opiniones es un hecho innegable.


¿Qué podemos deducir de él? Nada. Así, pues, tenemos al menos un punto sobre
el que no hay contradicción. Y esto basta para que el argumento se hunda.
Además, algunas contradicciones pueden provenir de la complejidad de las cosas,
de tal modo que las dos partes tengan razón. Simplemente podrían esta estudiando
un objeto desde diversos ángulos (su objeto formal podría ser distinto), o sus
afirmaciones son en diversos sentidos (con lo cual no se viola el principio de no-
contradicción), o están dichas en distintos momentos de la historia y, por tanto,
las circunstancias podrían haber cambiado (en el caso de las ciencias que tratan
problemas humanos), etc.
Por otra parte, si examinamos las opiniones de diversas personas, nos
encontraremos que en muchos casos están de acuerdo en los hechos y en los
principios; cuando divergen es en la interpretación de los hechos y en la aplicación
de los principios.
Por último, en lo que se refiere especialmente a la contradicción de los filósofos,
afirmar dicha contradicción debido a la oposición de sistemas filosóficos, es
mantenerse a un nivel de observación muy exterior y superficial. Subyacentes a
la diversidad, hay un pequeño número de principios en los que comulgan todos
los filósofos desde el momento en que filosofan, y que, siguiendo la opinión de
Leibniz, podemos llamar philosophia perennis. La unidad es tan real y tan
evidente como la diversidad.

2. El argumento del error se vuelve contra el escéptico.


De modo general, primero, para que el argumento escéptico sea válido, es preciso
que el error sea un hecho, es decir, que sea real y percibido. Pero decir que es real,
es decir que es verdad que nos equivocamos. Por consiguiente, si es verdad que
nos equivocamos a menudo, no es posible que nos equivoquemos siempre (al
menos en eso no nos equivocamos).
Por otra parte, y de forma más contundente, el error sólo puede conocerse con
relación a la verdad. Aparece sólo sobre un fondo de verdad, como un punto negro
sobre un fondo blanco (si todo fuese de color negro, no veríamos el punto). Es
decir, el juicio errado sólo se da por oposición con los juicios verdaderos y
conocidos como tales, pues si estuviésemos constantemente en el error, no
tendríamos la noción de error (si todos estuviésemos equivocados siempre, ¿cómo
podríamos saber que estamos equivocados?). Así, la posibilidad de un error
universal queda excluida desde el mismo momento en que nos damos cuenta de
que nos hemos equivocado.
Algo parecido se puede decir frente al argumento del sueño. En primer lugar,
habría que afirmar que el error, propiamente hablando, se encuentra en el juicio
(operación de la inteligencia), no en los sentidos (éstos no se equivocan sobre su
objeto propio). Sin embargo, se puede elaborar un argumento similar al del error
con respecto al sueño. Es decir, el sueño sólo es conocido en contraposición a la
vigilia (lo mismo las ilusiones y alucinaciones). Si todo fuese un sueño. ¿cómo
podríamos saber qué es un estado de vigilia (de estar despiertos)?

3. La relatividad es indiscutible en los dos sentidos indicados.


Pero en cuanto al primero, hay que observar lo siguiente: si bien cada cosa es
relativa a las demás -es decir, está en relación a las demás, nada en el universo
está aislado- el argumento valdría si cada cosa fuese pura relación con las demás,
es decir, si las cosas se reducen a cruce de relaciones. Sin embargo, esta hipótesis
es absurda, pues la relación no existe en sí, es ininteligible pues la relación supone
unos términos o sustancias que se relacionan. Si las cosas tienen un ser propio, se
pueden conocer, hasta cierto punto, sin las otras; pero la relación, en sí misma, no
tiene sentido (¿relación de qué o a qué?). Lo que queda del argumento, a fin de
cuentas, es sólo que una cosa no puede ser íntegramente conocida y comprendida
ella sola. Pero entre conocer nada y conocerlo todo, hay lugar para una infinidad
de conocimientos verdaderos.
El otro tipo de relatividad tampoco implica la ruina del conocimiento como quiere
el escéptico. Pues, si éste es relativo a un sujeto, a su constitución a su situación,
etc. Es también y en la misma medida, relativo a una cosa. El conocimiento es
intencional, es decir, se refiere o dirige hacia el objeto conocido, es relativo a él
y no sólo relativo al sujeto que conoce. Está, pues, a mitad de camino entre la
subjetividad pura y la objetividad pura, que son límites inaccesibles. Se acerca ya
a una o a otra, sin llegar a ellas jamás.

4. El argumento del «dialelo» o «círculo vicioso»


Supone que una proposición es cierta si ha sido demostrada. Lo cual es absurdo
por dos motivos:
Primero, la proposición misma de que “una proposición es cierta si ha sido
demostrada” es una proposición que necesita ser demostrada. Ésta requeriría
recurrir a un principio que la demuestre, pero ese principio a su vez requeriría ser
demostrado, y así sucesivamente. Por lo cual, la proposición “una proposición es
cierta si ha sido demostrada” se destruye a sí misma.
Por otra parte, se puede mostrar que hay ciertos principios indemostrables. Son
principios evidentes, pues la inteligencia los acepta como verdaderos una vez ha
comprendido sus términos. Por ejemplo, el principio de no-contradicción no
puede demostrarse recurriendo a evidencias más básicas, que no existen, pero si
cabe defenderlo indirectamente, poniendo en manifiesto las incoherencias en que
incurre quien lo niega3.

En conjunto, los argumentos escépticos no tienen otro papel que aportar una apariencia
de justificación a una posición que se ha tomado independientemente de ellos, es decir,
arbitrariamente.

Bibliografía:

Alvira, Tomás. Clavell, Luis. Melendo, Tomás. 1989. Metafísica. Eunsa, Pamplona.

Carman, Christián C. 2016. "Realismo científico". En Diccionario Interdisciplinar


Austral, editado por Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck.
URL=http://dia.austral.edu.ar/Realismo_científico

Verneaux, Roger. 1999. Epistemología General o Crítica del Conocimiento. 10 edición.


Herder. Barcelona.

3
Cfr. Alvira, Tomás. Clavell, Luis. Melendo, Tomás. 1989. Metafísica. Eunsa, Pamplona.

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