Está en la página 1de 26

c) el lenguaje humano es ilimitado: siempre cabe novedad, formar

nuevas proposiciones. A diferencia de esto, los animales sólo emiten


un número fijo y limitado de mensajes, casi siempre iguales.

El lenguaje humano existe porque el hombre es capaz de conocer y


manifestar sus estados sensibles e interiores. Como el ser humano
tiene inteligencia y conoce, el lenguaje es vehículo y expresión de su
pensamiento: el lenguaje existe porque el hombre piensa y necesita
transmitir lo que piensa.

La relación entre pensamiento y lenguaje no es contingente, pues el


pensamiento está esencial e internamente vinculado al lenguaje; no cabe
lenguaje sin pensamiento. Por todo esto, analizar el lenguaje es una forma
de analizar el pensamiento. La relación entre pensamiento y lenguaje es
intrínseca: el lenguaje contiene el pensamiento, no simplemente lo expresa.

Antes hablábamos de la inmaterialidad y la reflexividad como las dos


características fundamentales del conocimiento intelectual. Ahora
podemos añadir que el pensamiento:

a) es infinito, porque alcanza a toda la realidad; por mucho que piense,


siempre puede pensar otra cosa;

b) nos abre al mundo, al conjunto de seres que tenemos a nuestro


alrededor y que hemos conocido;

c) está unido a lo sensible, pues no podemos pensar al margen del


conocimiento sensible;

d) es universal, pues capta lo común a muchos objetos, capta universales,


genera conceptos generales.

6.4. El conocimiento de la verdad

La verdad es uno de los grandes temas filosóficos. La inteligencia humana


naturalmente tiende a conocer la verdad y alcanzarla es uno de los

52
El Camino de la Persona

grandes retos del hombre. Pero cabe la siguiente reflexión: ¿existe la


verdad? Y si existe, ¿puedo llegar a conocerla? Éstas son preguntas que
ya se hicieron los antiguos sofistas y que siguen estando presentes en el
hombre de la calle, pues muchos dudan de la capacidad humana para
llegar al conocimiento de la verdad. Hay muchas razones históricas
que nos han llevado al escepticismo o al relativismo, a pensar que
no podemos estar seguros de nada y conviene rescatar la capacidad
humana de conocer.

Todos los hombres de todos los tiempos se han preguntado: ¿qué es


la verdad? Su respuesta no es simple. Si lo fuera, no habría suscitado
tantos problemas a lo largo de la historia.

Una primera respuesta es “adecuación del entendimiento a la realidad”.


Podríamos llamarla “la verdad del conocimiento” (o verdad lógica).
Nuestro conocimiento es verdadero cuando lo que tenemos en nuestra
mente coincide con lo que existe en la realidad. Con palabras de
Aristóteles, un conocimiento es verdadero cuando dice qué es lo que
es, y qué no es lo que no es. El punto de referencia es la realidad, cómo
son las cosas fuera de la mente.

Una segunda respuesta es considerar la verdad como “la verdad del ser”
(u ontológica). Las cosas tienen una verdad intrínseca, son verdaderas
en la medida en que son, aunque ninguna inteligencia entre en relación
con ellas y las conozca. En este sentido, por ejemplo, se habla de algo
“verdadero” (por ejemplo, verdadero oro) en contraposición a algo “falso”.

Y una respuesta errada, muy extendida actualmente, es considerar a la


verdad como la opinión de la mayoría, fruto del consenso (recordamos
aquí ciertas expresiones de Jürgen Habermas). Ante esto, hay que
pensar que el consenso no es garantía de verdad. Es un juicio en el
que muchos concuerdan, pero sólo es verdadero si es adecuado a la
realidad; de lo contrario será falso.

Partiendo de nuestra propia experiencia, podemos afirmar que el hombre


puede conocer la verdad, pues todos hemos conocido innumerables

53
verdades, algunas tan fuertes que no es posible pensar lo contrario
(por ejemplo, mi propia existencia, la existencia del mundo). Pero esta
convicción ha sido rechazada repetidamente por posturas escépticas
y relativistas.

Los escépticos, basados en la diversidad de opiniones que encuentran


sobre un mismo tema, en las contradicciones humanas y en los errores
sensoriales que a veces se producen, niegan la posibilidad de conocer
la verdad. Para ellos, nuestro conocimiento siempre es incierto,
problemático y discutible, por lo que no tiene valor de verdad. Pero
los argumentos escépticos se pueden rebatir analizando los siguientes
planteamientos:

a) el escéptico que duda de todo al menos sabe que duda y con esto
cae en una contradicción. Además, decir que no hay verdad ya
significa afirmar una verdad. Hay en esto una incoherencia;

b) no se puede negar la existencia del propio yo, de muchas verdades


científicas y de otras verdades conocidas por la experiencia personal.

El relativismo es una modalidad del escepticismo que se aplica sobre todo


a las verdades prácticas y éticas, pues considera que éstas dependen de
cada persona, son relativas a su modo de pensar y concebir la existencia.
En la actualidad existe un relativismo muy fuerte a nivel moral: cada
persona tendría derecho a actuar según sus propias reglas, pues la
moral se considera algo meramente personal. Lo cual es contrario a la
noción de naturaleza humana, común a todos los hombres, de donde
se deriva la existencia de unas reglas de comportamiento comunes(10).

Los relativistas piensan que el pluralismo y la tolerancia –considerados


un estilo “democrático” de vivir– son incompatibles con la defensa
de la verdad y así, creer en la verdad sería raíz de fanatismo y llevaría
a la imposición violenta de la verdad a los otros. Pero esto es un
argumento errado, pues ninguna sociedad se sostiene si no existe un

10 Ver capítulo 2 y 3 de este libro.

54
El Camino de la Persona

acuerdo entre sus miembros sobre cuestiones fundamentales (por


ejemplo, el valor de la persona, la importancia de la libertad...). La
convicción de verdad no está ligada al fanatismo, pues se puede estar
sinceramente convencido de algo y, a la vez, respetar otras opiniones.
Además, el relativismo cae en una paradoja (como el escepticismo)
porque defiende con fuerza de verdad que toda verdad es relativa:
todo “excepto” esta afirmación sería relativo.

En el fondo, el relativismo se relaciona más con la noción de bien que


con la de verdad, pues se traduce en la práctica en la relativización
de lo que es bueno (en absoluto y para mí), lo cual tiene profundas
implicaciones éticas. Aceptar la existencia de la verdad y no dejarse
llevar por el relativismo tiene consecuencias vitales: exige compromiso,
pues si se piensa que hay principios que no dependen de nuestra
voluntad, se debe aceptar la existencia de un orden y vivir de acuerdo
con ese orden, que no depende sólo de nosotros. Por esto es fácil caer
en el relativismo, en un pensamiento “superficial” (pensiero debole,
como le llama Gianni Vattimo), lo cual es contrario a nuestra propia
racionalidad, que está abierta a la verdad y exige puntos fuertes de
referencia: la propia realidad. La superficialidad conduce al desengaño,
a la falta de sentido y a la evasión, porque el hombre no puede vivir
sin principios y cuando lo intenta, se deshumaniza. En consecuencia,
lo más propiamente humano es buscar la verdad.

Volviendo a las diferentes nociones de verdad, vamos a centrarnos


en la primera (adecuación del entendimiento a la realidad) pues,
estrictamente hablando, lo falso y lo verdadero no existe en las cosas,
sino en el pensamiento; es decir, lo verdadero o falso es nuestro juicio
sobre la realidad, no la realidad en sí, que simplemente es. Y esta
verdad lógica o verdad del conocimiento, ¿qué características tiene?

Existen muchas verdades (universales y particulares, necesarias y


contingentes, ciertas y probables...) pero se puede hablar de unidad
en la verdad en el sentido de que, dada una proposición verdadera, las
proposiciones contradictorias serán falsas. Por eso, en la verdad hay
unidad y pluralidad. Como la realidad es compleja y su conocimiento

55
ofrece varias alternativas, muchas veces no se pueden hacer afirmaciones
unívocas o no existe una única respuesta verdadera, y ahí es donde cabe
la pluralidad. Además, como existen diferencias entre un principio y
sus aplicaciones, un principio puede ser único, pero existir diversas
posibilidades de aplicarlo correctamente.

Todo esto significa –en primer lugar– que la verdad es única en


multitud de cuestiones, pero en otras este hecho no se puede afirmar
con tanta claridad; y en lo que se refiere a acciones o aplicaciones de
teorías o principios, puede existir una verdad múltiple.

Una segunda característica de la verdad es su posible parcialidad. Los


enunciados verdaderos son verdaderos “del todo” (no puedo decir que
alguien murió “un poco”). Pero si no conocemos bien la realidad, a
veces nos acercamos a ella de modo aproximado y podemos decir que
es verdad “en parte”, “parcialmente” (por ejemplo, cuando calculo la
edad o el peso de una persona).

En tercer lugar, podemos preguntarnos por la inmutabilidad de la verdad,


pues las cosas pueden cambiar y cabe profundizar en su conocimiento.
Así, las verdades temporales son verdaderas sólo en el momento en
que ocurre lo que declaran. Además, las frases verdaderas se pueden
expresar en múltiples modos (por ejemplo, usando sinónimos). Junto
con esto, sin embargo, hay verdades inmutables, que valen para todos
y en todo tiempo.

Por último, la verdad es objetiva, no una simple posición del sujeto


que conoce. Un enunciado no puede ser verdadero para algunos y
falso para otros, porque la verdad es independiente de quien la dice:
no existe “mi” verdad, contrapuesta a “tu” verdad. Algunas verdades
son relativas porque incluyen de suyo una relación (por ejemplo,
afirmar que “mañana es lunes” es verdadero sólo si hoy es domingo).

El conocimiento de la verdad forma parte del proyecto vital, lo que


cada uno quiere para su propia vida. Por eso, son necesarias algunas
actitudes a nivel personal para lograrlo:

56
El Camino de la Persona

a) la disposición para aceptarla libremente, porque a veces la verdad


puede ser dura y exigente;

b) rechazar los prejuicios (convicciones erróneas e injustificadas


que nos impiden acercarnos a la realidad de manera objetiva) por
medio de un sano espíritu crítico, que nos lleve a profundizar y a
pasar por encima de opiniones o ambientes errados;

c) una actitud abierta para captar los aspectos positivos que se


encuentran en todas las doctrinas y modos de pensar, y acogerlos.

En definitiva, la búsqueda de la verdad corresponde a la teleología de


la inteligencia, porque tenemos una apertura natural a aprender, y con
la experiencia de los errores y correcciones notamos los límites del
pensamiento y nos damos cuenta de la distancia entre la ignorancia y
el saber perfecto. Con frecuencia, la conciencia de la propia ignorancia
es el primer paso hacia el conocimiento de la verdad, porque nos
disponemos mejor para alcanzar el verdadero saber. Esta conciencia
nos lleva a preguntarnos, a pensar y a reflexionar para así desentrañar
los aspectos más profundos de la realidad y estar en condiciones de
formular juicios verdaderos, lo cual satisfará nuestra ansia natural
de verdad.

7. Voluntad y Libertad

7.1. La voluntad, tendencia o apetito intelectual

Ya hemos visto que en el hombre existe una inclinación natural hacia el


bien, tanto hacia los bienes sensibles (que son buscados por los apetitos
sensibles), como hacia bienes de carácter espiritual. Diariamente
experimentamos esta realidad (por ejemplo, cuando suena el despertador
y queremos permanecer en cama, pero queremos levantarnos para
llegar puntualmente a la universidad; a mediodía sentimos hambre,
pero esperamos para almorzar con un amigo). Esto sucede porque
percibimos la realidad no sólo con los sentidos, en sus aspectos más
sensibles, sino también con la inteligencia, comprendiendo qué es lo

57
verdaderamente bueno. Por tanto, así como del conocimiento sensible
derivan unas tendencias sensibles (o apetitos sensibles), del conocimiento
intelectual deriva una tendencia o apetito intelectual.

También hemos analizado cómo la inteligencia está abierta a la verdad


y en su ejercicio, la razón práctica capta lo bueno que hay en las cosas.
Con estos presupuestos, estamos en condiciones de abordar el estudio
de la voluntad, que es la tendencia o apetito intelectual en el hombre.

La voluntad es la inclinación natural hacia el bien conocido por la


inteligencia, esto es:

- es una facultad: una capacidad para obrar, una potencia o disposición


para obrar;

- apetitiva: que se inclina hacia el bien;

- intelectual: no se inclina hacia cualquier bien, sino hacia el bien


conocido por la inteligencia.

Esto quiere decir que la voluntad es una facultad propia de los seres
espirituales (porque exige la posesión intencional del bien conocido): sólo
queremos lo que previamente hemos conocido y, en último término, lo
que la voluntad quiere es nuestro bien total como personas: la felicidad.

En cada acción de la voluntad podemos identificar varios componentes:

a) componente cognitivo: en el tender de la voluntad conocemos el


fin, a lo que estamos tendiendo, no es algo que “nos pasa” sino que
“queremos”;

b) componente afectivo-subjetivo: hay un sentimiento interior, un


experimentar nuestro propio querer;

c) componente conductual-objetivo: se genera una conducta determinada,


la voluntad mueve hacia algo concreto.

58
El Camino de la Persona

El hombre está naturalmente inclinado hacia el bien, pero es una


criatura racional. Esto significa que nos inclinamos hacia los bienes
que nos perfeccionan según nuestra naturaleza y que nos inclinamos
hacia aquello que conocemos como bueno. Por tanto:

• en el hombre existe una apertura trascendental hacia el bien, podemos


querer todo aquello que aprehendemos. Como la inteligencia está
abierta a la verdad infinita, podemos querer el bien infinito;

• el hombre no quiere el mal; si lo hace es porque descubre detrás


una cierta razón de bien;

• como nuestra naturaleza es racional, nuestras inclinaciones también


son racionales, no solamente guiadas por el instinto: todo en el
hombre está impregnado de racionalidad.

En consecuencia, el hombre quiere naturalmente –por la voluntad– el


bien en general, el fin último y todo lo que conviene según la naturaleza
humana (11).

Gracias a la voluntad, alcanzamos nuestro fin, nuestra plenitud como


personas. En todo acto voluntario hay un conocimiento del fin, un
tender hacia lo bueno que ha sido conocido previamente. Esto significa
que naturalmente hay una tendencia hacia un bien que es querido
voluntariamente y que previamente ha sido conocido intelectualmente.

En el ejercicio de la voluntad podemos distinguir dos actos:

• la voluntas ut natura: inclinación natural hacia el bien pleno que


nos corresponde de acuerdo con nuestra naturaleza: intención del
fin último;

• la voluntas ut ratio: voluntad que sigue a la reflexión de la inteligencia


y elige e impera los medios para alcanzar el fin.

11 Santo Tomás, Summa Theologica, I II q,10,a.1.

59
Así, tenemos la capacidad de elegir el bien (voluntas ut natura) y
actualizamos esta capacidad en actos concretos (voluntas ut ratio).

Además, podemos añadir que la voluntad es una facultad espiritual


porque sigue a la inteligencia, está abierta a la infinitud y es reflexiva.
Todo bien, en cuanto bien, puede ser deseado y por eso, el hombre
puede desear todo. La voluntad es reflexiva porque puede “querer”
querer. Nos lleva a alcanzar el bien infinito, la felicidad absoluta.

7.2. Dinámica del acto voluntario

Una acción voluntaria es toda aquella que procede de un principio


intrínseco con conocimiento formal del fin:

• principio intrínseco: la voluntad. La acción voluntaria nace en


nuestro interior, porque nosotros queremos, no es fruto de violencia,
coacción o un agente externo;

• conocimiento formal del fin: hay una finalidad en la acción


voluntaria, queremos algo; el sujeto conoce aquello en vista de lo
cual realiza la acción y valora su conveniencia en cuanto tal.

Sin conocimiento formal del fin no hay acción voluntaria en sentido


riguroso. Cuando se ignora lo que se hace, no se obra voluntariamente.
Esto es fundamental, porque lo importante de la acción voluntaria no
es en sí lo que se hace, sino el propósito interior por el que se hace (por
ejemplo, puedo tomar algo del supermercado con intención de pagarlo
en la caja o de robarlo; un paciente puede morir por un medicamento
que le suministra un médico y le produce una alergia mortal, o porque
el medicamento es letal y le causa la muerte).

El fin que se persigue en un acto voluntario siempre es un bien conocido


como tal. Las acciones voluntarias proceden del interior del hombre
(su principio está en el mismo hombre, quien conoce las circunstancias
concretas de la acción), por lo que siempre somos responsables de
ellas, somos dueños de ellas. Esto implica que somos protagonistas

60
El Camino de la Persona

de nuestra propia vida y que, por tanto, podemos decidir qué tipo de
vida queremos vivir.

El modo específico de la voluntad de tender hacia un fin se llama


voluntariedad, y se caracteriza por las siguientes notas:

a) es consciente, porque la tendencia del acto hacia el objeto es


proyectada deliberadamente por el sujeto;

b) es guiada y ordenada por la razón;

c) es activa, no pasiva, porque el sujeto agente es dueño de la acción


realizada;

d) es autorreferencial, porque el efecto de la acción voluntaria revierte


sobre el sujeto que la realiza: quien roba se convierte en ladrón. La
persona queda comprometida en todo acto de voluntad porque
el querer implica una identificación con lo querido.

Toda acción voluntaria tiene una dinámica propia que pone de


manifiesto el entramado existente entre la inteligencia y la voluntad.
Así, en todo acto voluntario podemos distinguir:

a) la intención o conocimiento del fin: es el querer eficaz de conseguir


aquello que la inteligencia nos presenta como bueno. El fin es lo
primero en la intención y lo último en la ejecución; por eso, el
valor moral de nuestras acciones se mide en gran parte por la
intención que nos mueve. Pero no bastan las buenas intenciones,
sino que a la intención hay que añadirle un recto discernimiento
acerca del modo concreto de realizarla;

b) la elección de los medios que nos llevan al fin: fruto de la deliberación


de la inteligencia sobre los medios más oportunos, la voluntad
procede a elegir; es decir, que la intención se hace realidad a través
de decisiones acertadas;

61
c) la ejecución efectiva de lo que se ha decidido.

Es importante que intención y elección vayan juntas, pues a veces el


fracaso en el plano de la decisión concreta hace vana la buena intención
y puede manifestar la poca firmeza y convencimiento de una intención
que se doblegó ante el primer obstáculo. Además, la intención no
debe perderse de vista durante la ejecución del acto, especialmente
cuando surgen imprevistos y efectos secundarios que no se pueden
elegir (por ejemplo, un profesor que quiere ayudar a un alumno a
mejorar la relación con sus papás, pero que, dada la dificultad de
esto y los intentos fallidos que se han realizado, aconseja al alumno
mentir a sus padres).

Este tema tiene importantes repercusiones éticas, que serán abordadas


en el libro segundo de esta serie.

7.3. Educación de la voluntad

Al ser la voluntad el apetito intelectual o tendencia propia de la


racionalidad, es importante reflexionar brevemente sobre su educación,
porque una persona con voluntad consigue lo que se propone y desarrolla
al máximo sus potencialidades. En cambio, la falta de voluntad es la
“enfermedad” de nuestro tiempo y conviene diagnosticarla y superarla
a tiempo.

Enrique Rojas, en su libro La conquista de la voluntad, propone diez


reglas de oro para educar la voluntad:

1) La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con


la repetición de actos en donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a
empezar.

2) Para tener voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los
gustos y caprichos más inmediatos y empeñarse en el cumplimiento
del deber y en el logro de las metas que uno se propone.

62
El Camino de la Persona

3) Cualquier aprendizaje se adquiere con más facilidad a medida


que la motivación es mayor; por eso, hay que fomentar la ilusión por
conseguir metas concretas, un proyecto personal de vida.

4) Es necesario tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y


estables. Querer algo es pretender algo concreto y renunciar a todo
lo que distraiga y desvíe de los objetivos trazados.

5) Conviene concebir la educación de la voluntad como una especie de


lucha, que se centra en cosas pequeñas y va avanzando progresivamente
(como hace un deportista para alcanzar una victoria).

6) A medida que se tiene más voluntad, uno se gobierna mejor a sí


mismo, tiene mayor dominio de sí.

7) Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto
con constancia.

8) Es importante que haya un equilibrio entre los objetivos trazados


y los medios que utilizaremos para conseguirlos; es decir, hay que
conocerse bien, marcarse metas realistas y mantener la armonía entre
las aptitudes y las limitaciones.

9) Una buena educación de la voluntad es un indicador de madurez


de la personalidad.

10) La educación de la voluntad no tiene fin.

Estos puntos, que nos ayudan a la reflexión personal, nos introducen en


una característica fundamental de las acciones voluntarias: son libres.

7.4. La estructura esencial de la libertad

Es un hecho de experiencia que somos libres, que tenemos la capacidad


de elegir. Los animales obran guiados por el instinto. El hombre

63
obra con un juicio previo que no procede del instinto sino de una
comparación hecha por la razón: puede decidir entre diferentes cosas.

La libertad no es una facultad independiente de la inteligencia y la


voluntad, sino que es una propiedad de la voluntad:

- por la voluntad nos orientamos hacia el fin, hacia el bien;

- por la libertad elegimos los medios que nos llevan a ese fin.

De la misma manera que la inteligencia tiene dos actos (entender los


principios y razonar las conclusiones), la voluntad tiene dos actos:
querer el fin y elegir los medios. Ésto último es propiamente la libertad.

Según esto, la libertad se puede definir como una propiedad de la


voluntad que permite al hombre dirigir su conducta hacia los fines
que él mismo se ha propuesto, sin ser coaccionado por ninguna fuerza
externa o interna. De aquí se deduce que:

• la libertad es la capacidad que tiene el hombre de ser dueño de sus


propios actos, es un poder que se ejerce a través de la voluntad.
Formar la libertad es formar la capacidad de autonomía y de
decisión;

• la libertad es autodeterminación, es un determinarse a sí mismo


de acuerdo con motivos racionales;

• la libertad es limitada, porque hay muchas cosas que no podemos


elegir y porque vivimos en unas circunstancias concretas que no
podemos desconocer ni –a veces– cambiar.

El ejercicio de la libertad puede ser condicionado, pero no determinado,


pues la libertad fundamentalmente es autodeterminación: nos
autodeterminamos a hacer o no hacer, a hacer esto o aquello. Por eso,
la acción verdaderamente libre es aquella en la que elijo el mayor bien
entre todos los posibles.

64
El Camino de la Persona

Lo dicho hasta ahora nos permite ver que la libertad es:

• apertura: porque ser libre es ser abierto y capaz de interactuar con


el mundo de una manera casi infinita;

• elección: soy libre porque puedo elegir, de entre todas las posibilidades
que se presentan, la que quiero;

• autodeterminación: es el núcleo de la libertad. La libertad es la


capacidad que tiene la persona de disponer de sí misma y de decidir
su destino a través de sus acciones.

Podemos concluir que la libertad es:

• una conquista, un valor u objetivo que puede alcanzarse en el


plano social o personal;

• una propiedad de la voluntad, de las acciones voluntarias;

• un modo de ser, lo más radicalmente constitutivo del hombre.

La libertad permite al hombre alcanzar su máxima grandeza, pero


también es la condición de posibilidad de su mayor degradación. El
hombre es libre desde lo más profundo de su ser y por eso, el ejercicio
de la libertad es un derecho al que no se puede renunciar(12).

7.5. La autorrealización personal manifiesta un alguien más bien


que un algo

En el transcurso del tiempo el hombre se va enfrentando al futuro


mientras proyecta y realiza su propia vida. Y es que la propia vida se
vive hacia adelante. Llevarla a cabo es decidirse por un conjunto de
trayectorias vitales que nacen de las decisiones tomadas por cada uno
en sus circunstancias, es tomar decisiones que acaban decidiendo el

12 Sobre la libertad, más detalladamente, ver capítulo 3 de este libro.

65
mapa del mundo personal: elegir una carrera y no otra, casarse con
una persona, aceptar un puesto de trabajo, cambiar de ciudad, tener
un hijo... Nos modificamos a nosotros mismos a través de la libertad.

Todo ser humano merece aspirar a cosas grandes, aunque su consecución


sea difícil. El riesgo y la dificultad son propios de las tareas que valen
la pena y de los valores más altos. Si no hay un fin alto y atrayente, un
proyecto rico y arriesgado, la elección se reduce a lo trivial y la persona
se empobrece vitalmente. Esto quiere decir que, a su capacidad de
autoperfeccionarse mediante un buen uso de la libertad, la persona
añade una capacidad de ponerse metas ilimitadamente altas, que
estimulan su acción, y que nacen de la cierta infinitud de su inteligencia
y de su voluntad.

A las metas altas que el hombre se propone se les llama ideales. Un


ideal es un modelo de vida que uno elige para sí y que decide encarnar
en sus acciones. Se convierte en proyecto vital cuando se decide
seriamente ponerlo en práctica. La tercera dimensión de la libertad
consiste en tratar de realizar los propios ideales: llegar a ser el tipo de
persona que uno quiere.

Esto implica, sobre todo, que la persona no es un algo, si bien se puede


hablar objetivamente de la persona. Pero la persona es un sujeto al
que le pasan cosas y que hace cosas. Un centro de libertad que por
lo mismo está abierto al mundo y a la trascendencia. Es un alguien
que conoce y actúa. Un bien que es amado por sí mismo, dada su alta
dignidad. En un sentido, está cerca de las cosas porque es el ser más
digno en este mundo. Sin embargo, por su libertad y por su razón,
en otro sentido está más cerca del bien y del amor absoluto, como un
débil reflejo de éste, pero reflejo al fin. Lejos de las otras creaturas,
el hombre, único ser libre en la naturaleza es un ser que actúa. Y
este actuar es manifestación de un ser que se posee a sí mismo y se
autorperfecciona. Y ello es propio de ser un alguien. Un ser personal.

66
Capítulo 2
Naturaleza y Vida Humana
Alejandro Serani Merlo

1. Introducción

E xiste hoy en día una conciencia extendida de que es necesario y


urgente proteger la vida y la naturaleza. Desgraciadamente, esa
toma de conciencia no siempre se acompaña de acciones. Una de las
razones de esta incapacidad para generar respuestas atingentes es que
nos encontramos tan rodeados de productos de la técnica que hemos
perdido conocimiento y familiaridad con las realidades naturales. Por
lo tanto, ya no somos capaces de reconocerlas, valorarlas y protegerlas
adecuadamente. Se hace entonces necesario volver a familiarizarse
con la vida y la naturaleza, a re-encantarnos con ella y a habituarnos
a su trato.

2. Naturaleza y Vida. Realidades Fundamentales

La realidad natural y vital está tan presente en nuestra vida que ello se
refleja profusamente en el lenguaje corriente. Dado que los conceptos
de naturaleza y de vida son tan fundamentales y diversificados, su
clarificación sin embargo no es sencilla. Pero por pequeño que sea
el avance en su comprensión, este progreso no puede sino engendrar

69
orden en el pensamiento. En concreto, orden en la comprensión que
tenemos del mundo, de las cosas y de nosotros mismos.

Dado que la comprensión de las realidades fundamentales no es


sencilla, no debe extrañarnos que al principio de nuestro estudio
no sea posible dar definiciones claras y perfiladas de lo que son la
naturaleza y la vida, y debemos acercarnos a ellas de manera progresiva.
En consecuencia, para que, con una capacidad limitada, como es la
nuestra, podamos avanzar algo en la comprensión de realidades que
nos desafían y sobrepasan, debemos proceder de manera ordenada. Y
proceder de manera ordenada es comenzar por aquello que a nosotros
nos resulta más evidente y proporcionado, para luego avanzar hacia
aquello que, aun siendo inicialmente menos evidente, es a la larga
más explicativo.

3. Precisiones de Método: De lo Más Evidente a lo que lo es


Menos

En el proceso del conocimiento humano, lo que es más evidente


es lo que se nos aparece a la sensación: los colores, los sonidos, los
olores y sabores, las texturas, el peso, la dureza o blandura de las
cosas. Pero lo que es más evidente no es lo que es más comprensible.
Percibir el color o el olor de algo, no es saber todavía lo que algo es.
Lo que es más comprensible para el ser humano es lo captado por
nuestra capacidad superior de comprensión, a la que denominamos
inteligencia, pensamiento, entendimiento, juicio o razón, según sea
el aspecto particular al que queramos aludir.

4. Evidencia Sensible

Visto desde el sujeto que conoce, decimos que lo sensible se capta


por un acto directo de aprehensión; el color rojo o un sonido agudo
son cosas que captamos directamente, no las deducimos a partir
de otra cosa. A este acto primario se le conoce con el nombre de
intuición sensible o percepción. Además, y estrechamente ligadas a la
percepción sensible, se encuentran en el ser humano otras capacidades

70
El Camino de la Persona

de conocimiento derivadas directamente de la percepción sensible


como son la imaginación, la memoria y el instinto.

5. Evidencia Intelectual

Lo inteligible, por otra parte, se capta por un acto de conocimiento que


se denomina intuición inteligible, intelección o abstracción, cuyo fruto
natural es el concepto. La conceptualización es aquel acto mental en el
cual y por el cual cristaliza el primer conocimiento de la realidad. Al
concepto se le llama también: noción, idea o representación intelectual.

En este ámbito del conocimiento intelectual o racional reconocemos


tres actos mentales que se suceden y que se encuentran íntimamente
relacionados entre sí: la conceptualización, el juicio y el razonamiento.
Lo primero es hacerse una idea de las cosas, luego juzgar acerca de la
realidad y finalmente deducir e integrar.

6. Lo Aparente y lo Real

Si lo consideramos ahora, no desde el punto de vista del sujeto, sino


que desde el punto de vista de lo que se manifiesta en el acto de
conocimiento (el objeto conocido), entonces a lo que se presenta a la
percepción sensible lo llamamos apariencias, fenómenos sensibles o
acontecer fenoménico. A lo que se presenta a la comprensión inteligible,
en cambio, lo llamamos lo real o lo existente.

La percepción nos aporta, entonces, conocimiento acerca del cómo se


presentan o se nos aparecen las cosas, y la intelección o pensamiento nos
aporta conocimiento acerca de lo que las cosas son. En filosofía solemos
también llamar a lo que se presenta a la sensación, fenómenos; y a lo
que se nos presenta a la intelección o pensamiento: cosas. Las ciencias
naturales, físicas y biológicas se centran en el acontecer fenoménico
y por lo tanto en el cómo se nos aparecen las cosas. La filosofía de la
naturaleza y la biofilosofía, por su parte, se enfocan en el existir real de
las cosas naturales vivas y por ende, en lo que las cosas realmente son.

71
7. Las Evidencias Primeras o “Hechos de Conocimiento”

Esto que acabamos de resumir más arriba no son definiciones


arbitrarias de un tipo particular de filosofía. Se trata más bien de
una sistematización que hace la filosofía acerca de hechos básicos de
conocimiento que se reflejan en el lenguaje cotidiano y que pueden ser
verificados por cualquiera. A estos hechos básicos de conocimiento
se les llama también evidencias primeras, y se llaman así porque son
imprescindibles para avanzar en el conocimiento.

Las evidencias primeras tienen la curiosa propiedad de ser innegables,


es decir, que para negar su verdad no podemos sino recurrir a ellas,
con lo cual confirmamos su realidad y validez. Un ejemplo sería
cuando se afirma: “la verdad, es que yo no creo en la verdad”. Para
entender ese juicio es necesario saber lo que se quiere decir cuando
se dice: “es verdad” o “no es verdad”, con lo cual queda evidente que
esa afirmación que pretende “verdaderamente” negar la verdad, en
realidad, no tiene sentido. En consecuencia, cuando se hace ese tipo
de afirmaciones: “yo no creo en la verdad”, lo que (en verdad) se
puede estar diciendo es que alguien no cree en algún tipo particular
de verdad, esto es, en una verdad relativa, pero no en la verdad en
sentido primario y absoluto.

Los filósofos griegos se dieron cuenta de que, si se quieren negar estas


evidencias, más allá del nivel puramente verbal, ni siquiera basta
con quedarse callado, sino que, más aún, habría que dejar de pensar.

En conclusión, para explicar lo que queremos explicar a continuación,


necesitaremos usar términos como: sensación, intelección, fenómeno,
cosa, sujeto u objeto, y algunos otros más. Estos conceptos fundamentales
remiten casi todos ellos a evidencias primeras. Las realidades a las
que se refieren estos términos, aunque no se pueden demostrar, no
son arbitrarias, sino que son evidentes para todos, a menos que se
renuncie a pensar.

72
El Camino de la Persona

8. Tipos de Evidencias Primarias

Es cierto que no todas las evidencias primarias son evidentes para


todos, porque hay algunas que presentan mayor dificultad y sólo son
evidentes para los que ya saben algo. En todo caso, las más primarias
y fundamentales sí son evidentes para todos y su uso omnipresente
en el lenguaje así lo refleja. Por ejemplo, para el que sabe un mínimo
de física y de tecnología, el modo cómo funciona un refrigerador es
evidente. Para el resto de las personas no lo es. Pero podemos pasar
razonablemente nuestras vidas sin conocer esta evidencia y ni siquiera
pronunciar la palabra refrigerador. El modo como funciona un
refrigerador es entonces evidente, pero no lo es para todos y tampoco
se trata de una evidencia fundamental.

Pero no porque el significado de las nociones fundamentales que


queremos comprender sea evidente para todos implica necesariamente
que esas realidades se nos presenten de modo inmediato, con claridad
y distinción. Efectivamente eso es lo que ocurre con las nociones de
naturaleza y de vida. Todos creemos entender de qué se habla cuando
se habla de naturaleza y de vida, pero no es fácil decir exactamente qué
es la naturaleza y qué es la vida. Y aunque quizá no sea tan evidente
para todos, la razón última de esta dificultad radica en la finitud
de nuestra inteligencia, que es incapaz de aprehender de un modo
completamente satisfactorio realidades que son tan ricas y profundas
como éstas. No obstante, estamos obligados a enfrentarla. De otro
modo nos quedaríamos sin pensar, sin actuar, sin vivir, y está claro
que, mal o bien, pensamos, actuamos y vivimos.

9. Lo Natural, lo Artificial y lo Violento

Llamamos natural a lo sano, a lo puro, a lo no contaminado, a lo


conveniente, a lo bueno. Decimos también que es natural lo que es
normal, lógico o esperable. También se suele identificar la naturaleza
de algo, con su esencia o con su definición: –¿de qué naturaleza es
esto?– preguntamos.

73
Lo natural también es, para el sentido común, lo que viene dado, lo
que nosotros no hemos hecho; oponemos así lo natural a lo artificial.
Llamamos al producto de lo artificial artefacto o artilugio, esto es,
aquello que es producido por el arte o por la industriosidad humana.
Consideramos además a los minerales, a las plantas y a los animales
como constituyendo en su conjunto: “la Naturaleza”.

En otras ocasiones llamamos a estas cosas particulares, seres naturales,


a diferencia de las máquinas que las consideramos como entidades,
unidades o sistemas artificiales. La palabra Naturaleza con mayúscula,
remite al todo; mientras que la naturaleza particular y específica de
algo se refiere a las cosas individuales. La Naturaleza es entonces
la sumatoria de las naturalezas individuales. A veces usamos como
sinónimos otras palabras como “mundo”, “universo” o “cosmos”, pero
no siempre las utilizamos con el mismo sentido.

Aunque solemos contraponer lo natural a lo artificial, no siempre


lo artificial se opone a lo natural. Por ejemplo, para el ser humano
es natural el lenguaje, a diferencia de los animales. Los animales
también se comunican entre ellos, pero de otros modos. Las voces
o sonidos animales, por ejemplo, que usan para comunicarse, son
signos concretos, los sonidos humanos también pueden operar como
signos concretos, como cuando alguien grita de terror, pero aquellos
sonidos que llamamos palabras son, a la vez, signos concretos y
símbolos abstractos.

Para el ser humano es entonces natural el lenguaje, pero también


es cierto que todo lenguaje particular es creación humana. Por lo
tanto, podría decirse también que, aunque el hablar es natural al ser
humano, todas las lenguas humanas son artificiales. En realidad, lo
que se opone a lo natural no es lo artificial sino lo violento. Hay cosas
que hacen violencia a la naturaleza y estas cosas pueden ser naturales
o artificiales, y hay muchas cosas artificiales que van en la misma
línea que la naturaleza, y a ese título pueden ser llamadas naturales.
La medicina de tradición hipocrática, por ejemplo, es un arte, que
cuando actúa siguiendo su ley, no violenta a la naturaleza, sino que

74
El Camino de la Persona

se dirige a su restauración. La medicina de tradición hipocrática, que


es lo que llamamos medicina científica, se guía por estos parámetros.
Hoy en día, sin embargo, hay conceptualizaciones de la medicina
de tipo tecnocrático, transhumanista o posthumanista(13), que no
responden a estos parámetros y que por eso mismo pueden ser muy
dañinas o peligrosas. En síntesis, aunque la medicina hipocrática es
un arte fundado en ciencia, se puede decir que para el ser humano
es natural y por eso todas las culturas desarrollan alguna forma de
medicina. No corresponde por lo tanto oponer, sin juicio crítico, lo
natural y lo artificial.

10. El Mundo de los Artefactos

El artefacto es una creación humana, es “lo facto por el arte”, y deja


como resultado un producto físico. Pero no todo lo hecho por el arte
es un artefacto. De hecho, no decimos que creaciones humanas como
el lenguaje o la danza, son artefactos. El artefacto se sitúa entonces en
el orden de “lo producido”. Tampoco decimos que todo lo producido
sea un artefacto, sino sólo aquello que es producido “con arte” o
“desde el arte”.

La noción de arte es más amplia que la noción de bellas artes a la que


solemos identificarla. Se habla por ejemplo de artes útiles o de artes
liberales. Arte, más que un objeto, es una capacidad; la capacidad de
ejecutar una acción guiada por un conocimiento. El arte entonces es
primariamente una cualidad que reside en un sujeto y por ello al que
lo posee lo denominamos artista o artífice.

Si de lo que se trata es de producir una obra práctica, hablamos de


artes prácticas, si se trata de una obra bella, hablamos de bellas artes.

El artefacto es entonces un producto que surge de la interacción de


un sujeto (artífice o artista) que actúa con arte sobre una materia.
La materia, modificada por el arte (“artificada”), es el artefacto. El

13 Para un tratamiento del transhumanismo y posthumanismo, ver Capítulo 5 de este libro.

75
artefacto una vez realizado, da la impresión de que existe por sí solo.
El artífice puede morir, pero seguirán existiendo, al menos por un
tiempo, algunos de sus artefactos.

Pero los artefactos no son realidades naturales, ellos existen como


tales sólo “en el mundo de lo humano”. Un martillo no agrega ninguna
novedad al mundo natural o físico, más allá de su materialidad.
La forma del martillo como instrumento sólo existe en la mente de
quién la diseña, de quién la usa o de quién sabe “para qué sirve”. Para
el resto de las personas es sólo un trozo de materia. Una flor o un
animal son “algo” en la naturaleza, independientemente de que haya
alguien que los conozca o no. Un avión, en cambio, sólo existe como
avión en la mente del que sabe “lo que es”, o mejor dicho “para qué
es”. Los artefactos, en consecuencia, no son “algo en la naturaleza”
son un “para algo”. Los artefactos no son realidades naturales, son
realidades artificiales.

11. El Artefacto como Herramienta

El artefacto es un producto del arte humano, en el sentido de realidad


material. El artefacto como producto, es una obra utilitaria, es decir
tiene una función, activa o pasiva. Una silla, por ejemplo, tiene una
función o utilidad pasiva, un martillo una función activa.

A los artefactos activos los llamamos herramientas. La herramienta


opera “como una prolongación del cuerpo humano” en orden a un
efecto exterior, es decir con la herramienta se actúa sobre una materia
física, transformándola. Una pala o un martillo son como una mano
modificada.

El uso de la herramienta está en directa dependencia del agente que


lo usa, supone la dirección y atención presente del agente sobre lo que
padece su acción. Cuando ajustamos un tornillo con una herramienta
estamos “atentos” o “encima” de la acción.

76
El Camino de la Persona

12. La Herramienta y la Máquina

Cuando diseñamos y ejecutamos un artefacto que actúa sin que el agente


“esté encima”, es decir, que se encuentre necesariamente presente en el
comando y en la ejecución de la acción o producción, a ese artefacto
le llamamos máquina.

La máquina es un tipo de herramienta que tiene una cierta autonomía;


es decir, no requiere la presencia, la atención, ni el comando permanente
del agente sobre la acción. En ese sentido, un molino de viento o un ariete
para bombear agua es una máquina, porque estando en condiciones de
operar, opera “sola”. Esto no significa que el molino o el ariete tengan
acción propia, porque en realidad, en la naturaleza el molino y el ariete
“no son nada”. Nada más que una colección de realidades materiales
naturales, ingeniosa y hábilmente dispuestas. La “realidad de máquina”
sólo existe en la mente del diseñador y del usuario, actual o potencial. El
origen de la acción del molino, en tanto que molino, sólo está en la mente
del diseñador o del usuario, el molino y el ariete son, en su realidad de
máquinas, “meros instrumentos” del ser humano.

13. Máquinas Autómatas

Con las máquinas aparece una distinción, entre el que diseña la


máquina y sabe cómo opera (artífice), y el que la utiliza y que puede
ignorar completamente su modo particular de operar (operario). En
ese sentido, la máquina se diferencia de la mera herramienta porque
es “autómata”, esto es funciona “sola”, sin necesidad que el artífice esté
presente, y sin necesidad de que el que la usa sepa cómo funciona.

Pero también dentro de las máquinas, –que son herramientas, y por


lo tanto activas–, hay unas que son más activas que otras, al punto
que el diseñador puede dejar un margen de variabilidad en el efecto,
sin que él pueda incluso predecir con exactitud el comportamiento
de su máquina. En esos casos de máxima autonomía en el accionar
de la máquina, por relación a su artífice o a su operario, la máquina
sigue siendo máquina, es decir herramienta, y no se le puede atribuir

77

También podría gustarte