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KARL JASPERS.

LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA

(…) ¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo
tan singulares formas?
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se
trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que
estando en posesión del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este
sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la búsqueda de la verdad, no
la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se
la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en
proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de
camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda
respuesta se convierte en una nueva pregunta.

Los orígenes de la filosofía

La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus orígenes hace dos
mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes.
Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico
y acarrea para los que vienen después un conjunto creciente de supuestos
sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio, la
fuente de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar.
Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento
y comprendida la filosofía anterior.
Este origen es múltiple. Del “asombro” sale la pregunta y el conocimiento;
de la “duda” acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza; de
la “conmoción del hombre” y de la conciencia de estar perdido la cuestión
de sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos.

Primero-Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros


ojos “nos hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas del sol y de
la bóveda celeste”. Este espectáculo nos ha dado el impulso de investigar
el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes
deparados por los dioses a la raza de los mortales”. Y Aristóteles “pues la
admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por
admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y
se preguntaron por(...)el origen del Universo.
El admirarse impulsa a conocer. En la admiración se cobró noción de no
saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no “para satisfacer ninguna
necesidad común”.
El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades dela
vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas,
al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ello y de donde todo ello
venga, pregunta (...)resulta satisfactoria por sí sola.
Es admirarse, sorprenderse, extrañarse frente aquello que transcurre
rutinariamente frente a nosotros, transformando la mirada de las cosas de
todos los días. Por ejemplo, nos preguntamos por la realidad, cuál es su
origen, cuál será su final, etc. Requiere tiempo de contemplación. Podemos
relacionar esta actitud con los niños en su primera infancia, al surgir el
lenguaje, sus preguntas remiten al origen del mundo.

Segundo- Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el


conocimiento de lo que existe pronto se anuncia la “duda”. Los
conocimientos se acumulan, pero ante el examen crítico no hay nada cierto.
Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos
sensoriales y son engañosas o en todo caso o concordantes con lo que
existe fuera de mí independientemente de lo que sea percibido o en sí.
Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto(...) por
todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me
apodero de la duda, intento hacerla radical, (...)preguntándome donde
estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada.
Al dudar se deja de afirmar o negar. En el día a día, debemos tomar
decisiones que precisan que afirmemos o neguemos rápidamente, pero en
algunos momentos, aquellos que creímos sin dudar, esas creencias
rotundas, se transforman en una verdadera incógnita. Dudar es suspender
el juicio.

Tercero- Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando


la duda como la vía de certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en
mí, en mis fines, en mi dicha, mi salvación. Más bien estoy olvidado de mí
y satisfecho de alcanzar semejantes conocimientos.
La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi situación,
en cuanto tengo conciencia de mi finitud.
(...)Estamos siempre en situaciones. Las situaciones cambian, las
ocasiones se suceden. Si estas no se aprovechan, no vuelven más. Puedo
trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su
esencia permanentes (..). Estas situaciones fundamentales de nuestra
existencia las llamamos “situaciones límites”. Quiere decirse que son
situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar .la
conciencia de estas situaciones límite es, después del asombro y de la duda,
el origen, más profundo aún de la filosofía. En la vida corriente huimos
frecuentemente ante ellas cerrando los ojos y haciendo como si no
existieran. (...)

El filósofo Martin Heidegger (1889-1976) anuncia un cuarto origen: EL


TEDIO.
El tedio es, sin duda, una de las grandes “cuestiones filosóficas” que tarde
o temprano todos nos planteamos, y es también una experiencia humana
que aclara muchas cosas sobre nuestra naturaleza.
Hay un tedio “situacional”; las cosas y proyectos que tenemos entre manos,
de repente nos aburren; pero hay un tedio mucho más profundo y
peligroso, porque también inmersos en un mar de actividades podemos
sentir de repente que nada tiene sentido; más aún, que no existe el sentido.
En ese caso, “uno se siente vacío de todo, incluso de sí mismo”.
El tedio más profundo es aquél que no es provocado por nada determinado.
Sin embargo, es en esta instancia donde hay que atreverse a entrar y
permanecer para acceder a una transformación. Dejar a un lado nuestras
tareas rutinarias, despejar los encubrimientos y sumergirse en esa nada,
enfrentarla, quedarse ahí, no evadirla. Heidegger nos invita a dejarnos caer
en el vacío del tiempo, en ese momento en que no hay nada concreto en
qué ocuparse. El desafío es quedarse en ese apagado ensimismamiento por
un largo rato. Permanecer en el tedio profundo. “Si no esperas, no hallarás
lo inesperado”, había dicho Heráclito. Porque cuando todo se ha paralizado,
algo se empieza a movilizar en el interior.

Actividad de control de lectura


 Realiza en tus apuntes personales un mapa conceptual identificando
los tres orígenes de la filosofía según Jaspers, y también el tedio como
cuarto origen, trabajado por Martin Heidegger.
¿Qué significa preguntar?
Por Santiago Kovadloff

No se nos educa para que aprendamos a preguntar: Se nos educa para que
aprendamos a responder.

El mal llamado sentido común suele confundir el saber con lo que ya no encierra
problemas y la verdad con lo invulnerable a la duda. Es que, usualmente, la
pregunta solo vale como mediación que debe conducir, cuanto antes al buen
puerto de una respuesta cabal. Allí entre sus sólidas escolleras, se le exige
naufragar al desasosiego sembrado por la pregunta.

Como se ve, preguntas y respuestas tienen entre nosotros, no penas un valor


convencionalmente complementario sino también íntimamente antagónico. Y en
tren de sincerarnos, habrá que reconocer que nos cautivan mucho más las
respuestas que las preguntas. Ello es fácil de explicar: mientras las primeras
siembran inquietud, las segundas, sino reconfortan al menos clarifican y ordenan.
Pero por lo mismo que están llamadas a apaciguar la incertidumbre, las respuestas
suelen ser más requeridas que encontradas y su aparente profusión, en
apariencia, resulta más ilusoria que real. Y en un mundo que cree tener más
respuestas que las que efectivamente tiene, preguntar se vuelve imperioso para
poner al desnudo el hondo grado de simulación y de jactancia con que se vive.
Tan imperioso, diría yo, como peligroso.

Exhibir sin atenuantes nuestra indigencia en términos de saber no suele ser una
iniciativa que coseche demasiadas simpatías. Occidente, no menos contradictorio
en esto que en otras cosas, quiso perpetuar la memoria del hombre que encarnó
como nadie la pasión de preguntar y el don de sostenerse con entereza en el
riesgo de lo que preguntar implica. Pero Sócrates fue condenado a muerte por la
misma cultura que lo enalteció. Su recuerdo, por lo tanto, resulta tan estimulante
como preventivo.

No hay sistema totalitario que no asiente al despliegue de su intolerancia en la


primacía de las respuestas sobre las preguntas; en la presunción, respaldada a
punta de bayoneta, de que el saber (que por lo general se presenta como “El
Saber”) tiene al sujeto como depositario pasivo y no por intérprete activo.

Asimismo, es tan interesante como descorazonador verificar que, en su mayoría,


los políticos tienden a excluir las preguntas del arsenal retórico en la que nutren
se elocuencia. Están persuadidos de que les irá mejor si se las ingenian para
responder antes que para preguntar. Ello supone que las preguntas, explícitas o
no, corren por cuenta del electorado insatisfecho, con lo cual quedan
definidamente asociadas a lo que debe superarse y no a lo que debería ser
recuperado.

TOLERABLE EN LOS NIÑOS


Decididamente, preguntar no es prestigioso. Puede, sí, resultar
circunstancialmente tolerable, sobre todo en boca de los niños. En especial entre
los tres y los diez años, los chicos suelen hacerse cargo de cuestiones cuya
densidad poética y filosófica rebasa con holgura eso que, un tanto
precipitadamente, llamamos nuestra madurez. Así es como, en su mayoría,
quienes divulgan en reuniones sociales las ocurrencias de sus hijos, tienden a
etiquetar como ingenioso a lo inquietante, como divertido a lo grave, como insólito
lo bello o como expresión de inocencia a lo que traduce el más radical de los
cuestionamientos.

Los niños preguntan en serio: ¿qué significa eso? Significa que al igual que
contadísimos adultos, se atreven a quedar en la intemperie, a soportar los
enigmas impuestos por una realidad que, rompiendo su cascarón de docilidad
aparente, se planta ante ellos revulsiva, irreductibles, misteriosa y desafiante.

Los niños no preguntan porque no sepan. Preguntan porque el saber aparente,


ese velo anestesiante, que años después habrá de envolverlos, aún no ha logrado
insensibilizarlos. Es que los niños están constituidos por un tejido espiritual que
mientras rige no es permeable a la función soporífera que se adjudica al
conocimiento con el nombre de educación. Los niños están más acá de saber. Lo
demuestran al hacerse cargo personalmente de la responsabilidad de preguntar.
Y aquí arribamos a donde más importa. ¿Quién pregunta de verdad? ¿Acaso aquel
que ignora lo que otros, supuestamente saben? ¿Pregunta quizá quién no cuenta
con las respuestas de las que otros, más afortunados, sí dispondrían? No lo creo.

DAR VIDA
Preguntar no es carecer de información existente. Nada pregunta quién supone
constituida la respuesta que él busca. Si la pregunta va en pos de una respuesta
preexistente, será hija de la ignorancia y no de la sabiduría. Las auténticas
preguntas, tan inusuales como decisivas, son aquellas que se desvelan por dar
vida a lo que todavía no lo tiene; aquellas que aspiran a aferrar lo que por el
momento es inasible; aquellos que se consumen por constituir el conocimiento en
lugar de adquirirlo hecho.

Sí, preguntar es atreverse a saber lo que todavía no se sabe, lo que todavía nadie
sabe. Preguntar es animarse a cargar con la soledad creadora de aquel viajero
que inmortalizó Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Es que las preguntas serán siempre empecinadamente personales o no serán
auténticas preguntas. Preguntar no es andar por ahí formulando interrogantes
sino sumergirse cuerpo entero en una experiencia vertiginosa. Las preguntas, si
lo son, comprenden la identidad de quién las plantea incluso cuando no resulten,
en sentido estricto, preguntas autobiográficas. Precisamente, debido a ese férreo
carácter personal e intransferible de la pregunta, es decir, en virtud de su sello de
instancia indelegable, la respuesta requerida no puede estar construida con
antelación a ese preguntar.

Sócrates no dispone de las respuestas que buscan sus interlocutores. No puede


disponer de ellas si de verdad pregunta. Ellas solo han de ser creación de quién
se anime a forjarlas. Cada cuál debe responder a su manera, así como no puede
sino preguntar a su manera.

En el auténtico preguntar, zozobra la certeza, el mundo pierde pie, su orden se


tambalea y la intensidad de lo polémico y conflictivo vuelve a cobrar
preponderancia sobre la armonía de toda síntesis alcanzada y el manso equilibrio
de lo ya configurado.

Cuenta Joan Corominas en su cautivante diccionario que la expresión latina


percontari, de la cuál proviene nuestro preguntar, se vio alterada en su proceso
de cambio hacia la lengua castellana, por el verbo de uso vulgar praecunetare,
derivado de cunetari que significa dudar o vacilar. La referencia etimológica gana
todo su peso si se advierte que percontari enfatiza, en el acto de preguntar, la
decisión de conocer o de buscar algo que se sabe oculto o disimulado. En cambio,
praecuntare subraya la incertidumbre al tantear a ciegas que se adueña de aquél
que pregunta. Y, efectivamente. En el acto de preguntar la realidad reconquista
aquel semblante ambiguo, penumbroso, que la respuesta clausura y niega.
Después de todo, respuesta proviene de responsio y responso es la oración
dedicada a los difuntos, es decir, con criterio más amplio, a lo que ya no vive.

ACTIVIDAD DE CONTROL DE LECTURA (se trabaja en los apuntes personales)

• Los/s invito ver y a escuchar las preguntas que aparecen en el personaje


de Elsa en la película francesa “Le Papillon” (La Mariposa -2002). Es
una comedia dramática con Michel Serrault y Claire Bouanich.

https://www.youtube.com/watch?v=PqKN8cSAObs

• Ahora es el turno de ustedes, escriban en sus apuntes, al menos tres


preguntas filosóficas.

• Aplica al texto la técnica de retitulado o también conocida como nota al


margen.
Explico para quién no la conozca qué es. Es una técnica muy utilizada para
hacer anotaciones en los márgenes de las hojas del libro. En ellas se
expresa, con apenas un par de palabras, la idea fundamental del párrafo
leído.
¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?

Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser
agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no
sirve ni al Estado, ni a la Iglesia, que tiene otras preocupaciones. No sirve
a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía
que no entristece o no contraria a nadie no es filosofía. Sirve para detestar
la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene éste
uso: denunciar la bajeza del pensamiento en todas sus formas.
¿Existe alguna disciplina fuera de la filosofía que se proponga la crítica de
todas las mistificaciones, sea cual sea su origen o su fin? Denunciar todas
las ficciones sin las que las fuerzas reactivas (del resentimiento y la mala
conciencia) no podrían prevalecer. Denunciar en la mistificación esa mezcla
de bajeza y de estupidez que forma también la asombrosa complicidad de
las víctimas y sus autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo,
activo y afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hacer hombres que no
confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la Moral o la
Religión. Combatir el resentimiento y la mala conciencia que ocupan el
lugar del pensamiento. ¿Quién a excepción de la filosofía se interesa por
ello? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa
desmitificadora. Y, a éste respecto, que nadie se atreva a proclamar el
fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza
serían mucho mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada
época, les impidiera ir todo lo lejos que querrían. Le prohíbe
respectivamente, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y
lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos
excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe?
Gilles Deleuze. En: Nietzsche y la filosofía
Filosofía y Estupidez
Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana;
y sobre el universo no estoy seguro.
A. Einstein

Vimos que la filosofía sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una
cosa vergonzosa. Sólo tiene éste uso: denunciar la bajeza del pensamiento en
todas sus formas.

Bien, pero ¿qué es la estupidez? Según el filósofo Gilles Deleuze, la estupidez es

 lo que tiende a reducir al mundo


 Convertir a “lo otro” en lo mismo
 Convierte a lo diferente en lo idéntico
 La estupidez es la amiga de lo ordinario
 Es la antítesis (lo contrario) de lo singular
 Es lo que “ahoga” al ser humano en un grupo haciéndole renunciar a su
individualidad a cambio de darle un sentimiento de seguridad
 Es ese lugar dónde nos encontramos todos “una especie de lugar común”
 La estupidez no es una manera de equivocarse, sino una manera de evitar
pensar. Estúpido es aquel que no toma riesgos, que mantiene la estructura
del pensamiento en “lo igual” para no pensar lo diferente.
 La filosofía puede combatir la estupidez, pero no puede vencerla porque nos
es propia.
 La filosofía debe combatir contra la propia estupidez (el sin sentido)
 La estupidez no es lo contrario a la razón, sino a la intranquilidad.

“El hombre es una especie de pez volador porque tan pronto como
consigue desprenderse de la estupidez
vuelve a caer (o a sumergirse) en ella”
Bernard Stiegler

Actividad de control de lectura (se trabaja en los apuntes personales)


 Los/as invito a ver el siguiente video

https://www.youtube.com/watch?v=ijRDN_533lk

 Luego de verlo, registra tres posibles respuestas a la pregunta ¿Para qué


sirve la filosofía?
 Selecciona una de las definiciones sobre la estupidez y amplía con tus
palabras.

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