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(…) ¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo
tan singulares formas?
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se
trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que
estando en posesión del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este
sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la búsqueda de la verdad, no
la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se
la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en
proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de
camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda
respuesta se convierte en una nueva pregunta.
La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus orígenes hace dos
mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes.
Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico
y acarrea para los que vienen después un conjunto creciente de supuestos
sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio, la
fuente de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar.
Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento
y comprendida la filosofía anterior.
Este origen es múltiple. Del “asombro” sale la pregunta y el conocimiento;
de la “duda” acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza; de
la “conmoción del hombre” y de la conciencia de estar perdido la cuestión
de sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos.
No se nos educa para que aprendamos a preguntar: Se nos educa para que
aprendamos a responder.
El mal llamado sentido común suele confundir el saber con lo que ya no encierra
problemas y la verdad con lo invulnerable a la duda. Es que, usualmente, la
pregunta solo vale como mediación que debe conducir, cuanto antes al buen
puerto de una respuesta cabal. Allí entre sus sólidas escolleras, se le exige
naufragar al desasosiego sembrado por la pregunta.
Exhibir sin atenuantes nuestra indigencia en términos de saber no suele ser una
iniciativa que coseche demasiadas simpatías. Occidente, no menos contradictorio
en esto que en otras cosas, quiso perpetuar la memoria del hombre que encarnó
como nadie la pasión de preguntar y el don de sostenerse con entereza en el
riesgo de lo que preguntar implica. Pero Sócrates fue condenado a muerte por la
misma cultura que lo enalteció. Su recuerdo, por lo tanto, resulta tan estimulante
como preventivo.
Los niños preguntan en serio: ¿qué significa eso? Significa que al igual que
contadísimos adultos, se atreven a quedar en la intemperie, a soportar los
enigmas impuestos por una realidad que, rompiendo su cascarón de docilidad
aparente, se planta ante ellos revulsiva, irreductibles, misteriosa y desafiante.
DAR VIDA
Preguntar no es carecer de información existente. Nada pregunta quién supone
constituida la respuesta que él busca. Si la pregunta va en pos de una respuesta
preexistente, será hija de la ignorancia y no de la sabiduría. Las auténticas
preguntas, tan inusuales como decisivas, son aquellas que se desvelan por dar
vida a lo que todavía no lo tiene; aquellas que aspiran a aferrar lo que por el
momento es inasible; aquellos que se consumen por constituir el conocimiento en
lugar de adquirirlo hecho.
Sí, preguntar es atreverse a saber lo que todavía no se sabe, lo que todavía nadie
sabe. Preguntar es animarse a cargar con la soledad creadora de aquel viajero
que inmortalizó Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Es que las preguntas serán siempre empecinadamente personales o no serán
auténticas preguntas. Preguntar no es andar por ahí formulando interrogantes
sino sumergirse cuerpo entero en una experiencia vertiginosa. Las preguntas, si
lo son, comprenden la identidad de quién las plantea incluso cuando no resulten,
en sentido estricto, preguntas autobiográficas. Precisamente, debido a ese férreo
carácter personal e intransferible de la pregunta, es decir, en virtud de su sello de
instancia indelegable, la respuesta requerida no puede estar construida con
antelación a ese preguntar.
https://www.youtube.com/watch?v=PqKN8cSAObs
Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser
agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no
sirve ni al Estado, ni a la Iglesia, que tiene otras preocupaciones. No sirve
a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía
que no entristece o no contraria a nadie no es filosofía. Sirve para detestar
la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene éste
uso: denunciar la bajeza del pensamiento en todas sus formas.
¿Existe alguna disciplina fuera de la filosofía que se proponga la crítica de
todas las mistificaciones, sea cual sea su origen o su fin? Denunciar todas
las ficciones sin las que las fuerzas reactivas (del resentimiento y la mala
conciencia) no podrían prevalecer. Denunciar en la mistificación esa mezcla
de bajeza y de estupidez que forma también la asombrosa complicidad de
las víctimas y sus autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo,
activo y afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hacer hombres que no
confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la Moral o la
Religión. Combatir el resentimiento y la mala conciencia que ocupan el
lugar del pensamiento. ¿Quién a excepción de la filosofía se interesa por
ello? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa
desmitificadora. Y, a éste respecto, que nadie se atreva a proclamar el
fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza
serían mucho mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada
época, les impidiera ir todo lo lejos que querrían. Le prohíbe
respectivamente, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y
lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos
excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe?
Gilles Deleuze. En: Nietzsche y la filosofía
Filosofía y Estupidez
Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana;
y sobre el universo no estoy seguro.
A. Einstein
Vimos que la filosofía sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una
cosa vergonzosa. Sólo tiene éste uso: denunciar la bajeza del pensamiento en
todas sus formas.
“El hombre es una especie de pez volador porque tan pronto como
consigue desprenderse de la estupidez
vuelve a caer (o a sumergirse) en ella”
Bernard Stiegler
https://www.youtube.com/watch?v=ijRDN_533lk