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El texto objeto de comentario está formado por una serie de artículos no consecutivos de la
Constitución de 1876 donde se recogen los principios fundamentales de la Restauración. En el
artículo 18, podemos encontrar el eje de esta constitución, en el que se establece la soberanía
compartida entre las Cortes y la Corona, por lo tanto, se otorga a la monarquía amplios
poderes. El rey tenía la potestad de legislar con las Cortes, promulgar leyes y ejercer el derecho
a veto.
El artículo 19 establece unas Cortes bicamerales formadas por el Senado y el Congreso de
Diputados. En el caso del Senado, esta institución está formada por tres tipos de senadores: los
de derecho propio, los vitalicios (nombrados por el rey) y los electos. Por otra parte, los
diputados eran elegidos por los ciudadanos.
Continuamos con el artículo 11, el cual declara a España como un estado confesional con la
religión católica como oficial del Estado. Aunque no se contempla la libertad religiosa, sí
proclama la tolerancia hacia otras creencias diferentes siempre que no se practiquen de forma
pública.
Finalmente, el artículo 13, recoge una importante declaración de derechos y libertades
individuales como la libertad de prensa, reunión y asociación, pero remitía a futuras leyes
especiales que desarrollarían y precisarían su ejercicio.
En conclusión, la Constitución de 1876 recoge los principios básicos del liberalismo doctrinario
que caracterizaron el sistema canovista de la Restauración; se trata de la constitución española
con más duración hasta la actualidad, ya que su vigencia se alarga hasta el golpe de estado de
Primo de Rivera en 1923 cuando fue suspendida. En cierto modo, la mayor parte de los
historiadores describen esta constitución como una síntesis entre la constitución moderada de
1845, de la que recoge fundamentalmente el principio de soberanía compartida entre corona y
cortes, y la democrática de 1869, dado que conserva una amplia declaración de derechos.