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BLOQUE 7.1. EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN.

CARACTERÍSTICAS Y
FUNCIONIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA (1874-1902)

1) Introducción

Tras el convulso período del Sexenio Revolucionario y la efímera Primera República, la monarquía
borbónica fue restaurada en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Cánovas del Castillo, defensor de
restaurar la “monarquía legítima” de los Borbones, articuló un nuevo sistema político. Basado en la
Constitución de 1876, que recibe el nombre de la Restauración o Sistema Canovista, en honor a su
ideólogo y que habría de durar desde 1874 hasta 1923 al proclamarse la dictadura de Primo de Rivera.
Dicho sistema siguió el modelo británico, de una monarquía parlamentaria con dos partidos,
conservador y liberal, turnándose pacíficamente en el poder. Por tanto era un sistema monárquico liberal,
aunque no democrático, ya que esos dos partidos sólo representaban a la burguesía, quedando los
demás grupos fuera del juego político. Además las mayorías parlamentarias eran artificialmente creadas
gracias a la práctica común del fraude electoral, lo que le permitió durante cierto tiempo controlar
completamente la vida política, aunque al cabo de los años fueron ganando peso otras fuerzas políticas
como los republicanos, socialistas y anarquistas.

2) El proceso de proclamación de Alfonso XII

Cansada la sociedad española de la inestabilidad del Sexenio, fue tomando cuerpo la idea de
restablecer la monarquía borbónica, cuando Antonio Cánovas del Castillo se puso al frente de Partido
Alfonsino y recibió, en 1873, plenos poderes de Isabel II para preparar dicho retorno en la persona de su
hijo.

Su proyecto consistía en aprovechar el descontento político generalizado para conseguir apoyos a


la causa alfonsina. De tal manera que todos la vieran como única salida a la situación crítica. Sin
contemplarse un pronunciamiento militar.

Cánovas, que consideraba la monarquía y el sistema parlamentario británico como modelos,


ya había aconsejado una educación británica para el príncipe Alfonso que fue enviado a la
academia militar de Sandhurst.
Desde allí el 1 de diciembre de 1874, Alfonso proclamó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por
Cánovas, en el que afirmaba que la monarquía era la única salida para cerrar la crisis del período
revolucionario y por tanto manifestaba su intención de convertirse en rey de España bajo los principios
constitucionales, liberales y católicos.
Pero el 29 de diciembre el general Martínez Campos, se adelantó y mediante un pronunciamiento
en Sagunto proclamó a Alfonso rey, muy a pesar del deseo que tenía Cánovas, que hubiera preferido
una implantación legal.

Por tanto será Cánovas el verdadero artífice del nuevo régimen y para ello se apoyó en la burguesía
terrateniente, ansiosa de una mayor tranquilidad política una vez consolidadas las desamortizaciones; en
la burguesía industrial catalana, enemiga del librecambismo del sexenio; de los intereses cubanos,
esperanzados ante una mayor protección estatal; en amplios sectores del ejército, cansados de la
inestabilidad política; e incluso, en el Vaticano, deseoso de un cambio que diera fin al anticlericalismo
revolucionario.

El nuevo régimen fue reconocido rápidamente por las potencias extranjeras, incluida la Santa
Sede, tradicionalmente vinculada al Carlismo.

3) Dinámica política durante la Restauración: El Sistema Canovista

3.1. Bases del Sistema

Cánovas fue quien sentó los principios ideológicos y las bases institucionales y jurídicas del
sistema alejando los peligros que habían provocado el fracaso del régimen isabelino. Para
conseguirlo se propuso:

1) Apartar al Ejército del poder político. 2) Pacificar el país, inmerso en las guerras de Cuba y Carlista.
3) Conseguir la estabilidad política integrando las diferentes concepciones liberales en un proyecto
común, sobre la base de la monarquía.

Esto se plasmó en la organización de un sistema bipartidista, siguiendo el modelo británico, y con la


aprobación de una Constitución lo suficientemente flexible como para que pudiera adaptarse a los
programas de los dos partidos del sistema. Además Cánovas contó con la colaboración de Sagasta,
como líder del otro partido (Liberal Fusionista).

Los principios doctrinales que fundamentaron el nuevo sistema fueron:


1) La Restauración no era sólo volver a la legítima dinastía borbónica sino que, sobre todo,
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suponía superar la inestabilidad política y social del período anterior y lograr la pacificación del
país.
2) Para conseguirlo, era necesario realizar una síntesis entre las tradiciones españolas (la
“constitución interna”) y lo nuevo (los ideales progresistas del Sexenio).
La “constitución interna” estaba constituida por unos principios políticos esenciales o “verdades-
madre” (la monarquía, la libertad, la propiedad y el gobierno conjunto del rey y Cortes). Dichos
principios formaban parte del carácter español, de nuestra tradición y eran indiscutibles porque
dicha “constitución interna” no había sido promulgada por nadie, sino que es algo que existe,
porque los españoles somos como somos.
3. Admitido esto, el resto era secundario, por lo que debía prevalecer el sentido de la realidad y el
carácter práctico, o sea para Cánovas la política consistía en lo que él denominaba el “arte de lo
posible”, es decir, adaptarse a las circunstancias.
4. De ahí que fuera necesario buscar acuerdos “posibilismo canovista”, para asegurar el sistema,
integrando a todos.
5. Se imponía, pues, un pacto entre las distintas fuerzas políticas para posibilitar la convivencia bajo
una monarquía parlamentaria, pacto que quedaría fundamentado en una nueva Constitución que
debía estar ampliamente consensuada.
6. Y por último, “civilismo frente a militarismo”. El poder civil es superior al militar, porque su
legitimidad descansa en la voluntad nacional mediante el voto. Por tanto, se debía alejar al Ejército
del poder, dando mayor protagonismo a las Cortes y a los partidos dinásticos.

3.2. Funcionamiento del Sistema

Este sistema se mantuvo durante un largo período, a pesar de sus incoherencias e ilegalidades.
Y gracias a él, incluso en situaciones muy delicadas, tales como la muerte inesperada de Alfonso XII
en 1885, se consiguió mantener la estabilidad, mediante el Pacto de El Pardo, por el que los partidos
dinásticos se comprometieron a turnarse en el gobierno y apoyar a la regente María Cristina. Para
entender dicho funcionamiento debemos analizar los elementos sobre los que se asienta: partidos
políticos, sistema de alternancia y existencia de los caciques.

3.2.1. Los partidos políticos

Cánovas que admiraba el sistema parlamentario inglés del bipartidismo, concibió su régimen basado
en dos partidos “dinásticos”, que aceptaran la legalidad constitucional y la monarquía: el Liberal
Conservador liderado por él y apoyado en las clases altas, y el Liberal Fusionista dirigido por
Sagasta y sustentado por la burguesía industrial y las clases medias urbanas. Para conseguir la
estabilidad debían alternarse periódicamente en el gobierno, entendiéndose perfectamente entre ellos
y con la monarquía, lo que les valió para tener muchos seguidores, así pues Cánovas aglutinó a los
moderados y antiguos unionistas, y Sagasta a la antigua izquierda progresista. De este modo el
poder quedó en manos de las élites políticas, sociales y económicas, imposibilitando prácticamente
la participación en política al resto de la ciudadanía, ya que era evidente la debilidad de las fuerzas de
la oposición, tanto a la derecha con los carlistas, como a la izquierda con los republicanos,
socialistas y anarquistas. O incluso las fuerzas emergentes de los nacionalismos. (Si podéis poner
algún ejemplo de políticos de esas fuerzas minoritarias y emergentes)
Por último destacar el apoyo institucional que recibió este sistema por parte del Ejército, que se
había vuelto conservador, y de la Iglesia, si bien con la reticencia de muchos sacerdotes y católicos
afines al carlismo.

3.2.2. La alternancia pacífica de partidos: Turnismo y fraude electoral

Para gobernar se necesitaba contar con la doble confianza de la Corona y de la mayoría del
Parlamento que, al menos teóricamente, era proporcionada por el voto. Pero esto era la teoría,
porque la realidad fue otra bien distinta ya que durante este período (1881-1897) se dio lo que se
denominó turnismo, dinámica consistente en la alternancia pacífica en el poder de los partidos, por
tanto se realizaba “de arriba abajo”, es decir eran los propios partidos los que decidían cuál debía
ganar las elecciones para así gobernar, sin contar con el pueblo, o sea una cesión de poder, con lo
que el partido encargado de formar nuevo gobierno convocaba elecciones que siempre ganaba. Para
garantizar el turno, el procedimiento adoptado era el siguiente: Convocadas las elecciones, el
ministro de la Gobernación realizaba el “encasillado” (decidir los diputados que serían elegidos en
cada circunscripción electoral) y posteriormente el gobernador civil de cada provincia manipulaba las
elecciones, previo acuerdo con los caciques a los que compraba el voto mediante el favor o incluso
utilizando la coacción. Cuando con estas medidas no se obtenía el resultado esperado, se recurría al
“pucherazo” (alteración del resultado de las votaciones, al aparecer más votos que electores, ya que
se consideraban como votos a favor de la propuesta que ellos tenía, el voto de los muertos, los
denominados votos de “crucificados” o “lázaros”, y si eso no era suficiente se manipulaban las actas
de los resultados).

La situación descrita demuestra el desfase que existía entre la España oficial, la de la legalidad
constitucional, y la España real, la de la oligarquía y el caciquismo. Fenómeno propio de una
sociedad atrasada (mayoritariamente rural, subdesarrollada y analfabeta), frente a la población
urbana. Sin embargo, para algunos no fue un sistema impuesto por la Restauración, sino la única
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práctica natural capaz de articular políticamente el Estado decimonónico, al conseguir el enlace
entre las oligarquías nacionales y los caciques locales. Y a pesar de sus imperfecciones dio
estabilidad a la vida política del país. Además no parece que fuera un fenómeno exclusivo de
España, sino de toda la zona mediterránea (“rotativismo” portugués y “transformismo” italiano)

3.2.3. El caciquismo

El eslabón que permitía conectar la España oficial con la real eran los caciques que aprovechaban su
poder en el ámbito rural para influir en el resultado de las urnas. Esta práctica se realizó en toda
España, pero especialmente en las áreas rurales y en Andalucía. Por tanto fue algo característico del
sistema, y aunque fue denunciado por intelectuales y regeneracionistas como Joaquín Costa, tanto
Cánovas como Sagasta lo permitieron para mantener la estabilidad política y evitar la difusión de
ideas contrarias a la Restauración.

4) La Constitución de 1876

Durante los primeros meses de la Restauración, Cánovas concentró todos los poderes. Pero para
legitimar la monarquía parlamentaria era necesaria una Constitución con la que regular y garantizar el
nuevo régimen político. Así pues inició el proceso constitucional convocando una Asamblea de la que
salió una comisión de Notabilidades que se encargó de redactar un proyecto de constitución que fue
presentado a las Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal masculino y promulgada el 30 de
junio de 1876.

Las elecciones fueron manipuladas y eso permitió que fueran los conservadores los que
redactaran la Constitución, haciéndola muy favorable a sus intereses.

El texto consta de trece Títulos con 89 artículos. Con unas características muy moderadas y
flexibles, próximas Constitución moderada de 1845, aunque recogiendo algunos principios progresistas
de la de 1869, básicamente en lo referente al reconocimiento de derechos y libertades. Pero en su
esencia era reflejo del liberalismo doctrinario o moderado, al primar valores tales como la monarquía, la
religión y la propiedad. Tras analizar algunos de sus artículos se observa que:
- Declara la monarquía constitucional, basada en el principio de soberanía compartida entre el Rey y
las Cortes, que por tanto comparten la facultad legislativa. La Corona posee un carácter moderador
y amplios poderes (veto, nombramiento del presidente de gobierno, convocatoria y disolución de
las Cortes...). Proclama, además a la figura del Rey como sagrada e inviolable.
- Los Gobiernos eran responsables de sus actuaciones ante las Cortes, estas son bicamerales:
Senado (constituido por senadores natos de derecho propio, senadores elegidos por el Rey, y
elegidos por las Corporaciones del Estado y mayores contribuyentes), y Congreso de los
Diputados (elegido cada cinco años). El hecho de tener un Senado elitista provocaba que el
poder legislativo fuera controlado por esas minorías privilegiadas.
- No definía el tipo de sufragio, pero la ley de 1878 estableció el voto censitario, y solo en 1890, con
Sagasta en el gobierno, se establecerá el sufragio universal masculino.
- Confesionalidad católica del Estado, aunque se permitían otros cultos en privado. A cambio se
permitió a la Iglesia mantener el control de la educación y enseñanza, y por consiguiente,
participar en la configuración de los valores y la mentalidad de la época.
- Declaración de derechos similar a la de 1869 (seguridad personal, inviolabilidad del domicilio,
libertad de expresión y reunión, etc….), aunque sujetos a regulación del gobierno, que también
podía suspenderlos en circunstancias excepcionales.

Por último se ha de destacar que fue la constitución con mayor duración hasta ese momento, ya que
estuvo en vigor desde 1876 hasta 1931 (con excepción de la suspensión en 1923 por la dictadura de
Primo de Rivera). Y permitió una estabilidad de la vida política antes desconocida, si bien se fue
produciendo un desfase entre la constitución formal y la realidad social de una España mayoritariamente
campesina y analfabeta, lo que dio lugar a un funcionamiento anómalo del sistema y al progresivo
desprestigio del régimen a partir de 1898.

5) La obra política de la Restauración: reinado de Alfonso XII y Regencia de Mª Cristina

En este período sin duda el objetivo fundamental en lo que se refiere a política interna fue el de la
pacificación social, y para conseguirlo Cánovas procuró desde el primer momento, como ya dije, llegar a
un gran consenso entre los partidos dinásticos, mediante el turnismo y el apoyo de los poderes fácticos,
Ejército e Iglesia. La relación del Ejército con la Corona mejoró, ya que Alfonso XII, al igual que otros
monarcas europeos fue un “rey soldado” que asumió el espíritu y la jefatura del Ejército y marcó la pauta
a seguir por sus sucesores. A su vez el Ejército abandonó la práctica del “pronunciamiento” dejando el
gobierno a los políticos, por tanto el poder civil se impuso al militar.
La Iglesia y el Estado también se reconciliaron, al establecerse la confesionalidad de este último,
recobrando así la Iglesia su protagonismo, fundamentalmente en el campo de la enseñanza. Sin
embargo debido al posibilismo de Cánovas hubo libertad de culto y eso incitó a que otras religiones
pudieran también instalarse en nuestro país, provocando más de una fricción, al no verlo bien algunos
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sectores de la Iglesia, e incluso se dieron algunos brotes de anticlericalismo.
Otras empresas que se lograron durante este período fueron la finalización de la 3ª Guerra Carlista (1876)
y la pacificación de Cuba mediante el Convenio de Zanjón (1878), y durante el periodo 1885-1890, los
liberales de Sagasta impulsaron una importante obra legislativa y reformadora con diversas medidas
para modernizar el Estado: la Ley de Asociaciones, que favoreció la actividad sindical, la abolición de la
esclavitud, un nuevo código civil, ampliación de la libertad de prensa, establecimiento sufragio universal
masculino...

5.1. Reinado de Alfonso XII (1875-1885)

Durante su reinado Alfonso no intervino en la política, lo que contribuyó a la estabilidad


gubernamental, además se alargó el mandato del partido conservador, ante la falta de una alternativa, y
fue justamente este partido el que consiguió la pacificación militar y la redacción de la Constitución de
1876. Su mandato se caracterizó por la adopción de medidas restrictivas orientadas a intensificar el
control del Estado sobre los derechos establecidos en la Constitución y a centralizar administrativamente
el país. Algunas medidas para controlar los derechos constitucionales fueron: 1) restricciones a la libertad
de cátedra de algunos profesores no afines al gobierno, 2) también a la de libertad de expresión, por la
que se censuraban determinados artículos de prensa, y por último 3) el derecho al voto, convirtiendo el
sufragio en censitario. Por otro lado, no se adoptaron medidas económicas o laborales, que mejorarán
la situación social de las clases bajas, se actuó con dureza hacia la oposición política contraria al
sistema. Y respecto a la centralización administrativa se hizo patente en la abolición de los fueros
vascos, como consecuencia de la derrota de los Carlistas, además de en la escasa autonomía del poder
local frente al central debido a la manipulación que hacían los gobernadores, intentando que todo el
territorio se rigiera por los mismos códigos.

A partir del 1881 se inició el turnismo, lo que permitió que los liberales pudieran gobernar entre 1881-
1883, con lo que se restablecieron algunos derechos limitados por los conservadores (derecho cátedra,
prensa…) y también se inició, por primera vez, el interés del gobierno por analizar la situación social de
las clases más desfavorecidas, aunque no se adoptaran medidas concretas. En la política exterior se
actuó de manera muy prudente, teniendo en cuenta la situación de decadencia que se vivía, no por ello
se produjo aislamiento pues interesaba dar una buena imagen de la monarquía española, pero sin que
se produjera ningún compromiso que acarreara riesgo alguno. Y por último, cabe destacar la aportación
liberal en el terreno económico, que se concretó en la firma de acuerdos librecambistas con Francia y
Reino Unido.

5.2 Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902)

Apoyada por los partidos dinásticos tras la firma del Pacto del Pardo, María Cristina, respetando las
funciones que le asignaba la Constitución, otorgó los poderes a los liberales de Sagasta, que se
mantuvieron en el poder entre 1885-1890, el llamado Parlamento largo que llevó a cabo la liberalización
del régimen, desarrollando el programa de reformas más avanzado del período y la consolidación del
sistema. Así pues se aprobaron los Códigos de Comercio (1885), el Civil (1889), adaptándose el Derecho
a los nuevos postulados del liberalismo económico y político, y se daba protección jurídica al incipiente
capitalismo y a los intereses del latifundismo agrario. Respecto al reformismo social, se aprobó la ley de
Asociaciones (1887), que favoreció el desarrollo de las fuerzas antidinásticas, se instauraron los juicios
con jurado y se abolió la esclavitud en Cuba. En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino, aunque
su aplicación práctica quedó limitada por el fraude electoral. Por otra parte los liberales se opusieron a la
autonomía de Cuba, al reconocimiento de los particularismos regionales y a la reforma militar, que
pretendía implantar el servicio militar obligatorio y los ascensos por méritos.
Con la vuelta de los conservadores al poder se volvió a una política económica proteccionista, que
satisfizo los intereses de los industriales catalanes y vascos y de los burgueses cerealistas de Castilla.
Sin embargo fue evidente la falta de interés por resolver los problemas sociales, lo que provocó distintos
brotes de agitación social protagonizados sobre todo por anarquistas. Y en lo que se refiere a política
internacional se mantuvo en líneas generales la actitud que se tuvo durante el reinado de Alfonso XII,
aunque con los liberales hubo un acercamiento a Alemania. Y a partir de 1895 comenzaron los problemas
coloniales.

Por consiguiente y a modo de conclusión, indicar que este sistema de la Restauración borbónica,
fundamentado en la Constitución de 1876, se caracterizó por una estabilidad institucional y la
construcción de un modelo liberal del Estado gracias al desarrollo de la revolución industrial. Y duró hasta
su progresiva decadencia a partir de la crisis de 1917 y de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

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