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¿Qué es hiperactividad? – Definición.

La hiperactividad en lenguaje coloquial es una intensa


actividad. En psicología, la hiperactividad es un
trastorno del comportamiento, bastante frecuente,
caracterizado por una actividad constante y anormal,
asociada con frecuencia al déficit de atención. Puede
aparecer en niños, adolescentes y adultos.

Hiperactividad infantil. Hiperactividad y


déficit de atención.
Normalmente, los niños están siempre moviéndose,
con ganas de jugar, relacionándose con otros niños y
cambiando con facilidad de actividades. Cuando estos
comportamientos son excesivos, pueden ser
indicadores de un posible trastorno.

La hiperactividad es el síntoma más observable y


llamativo en el comportamiento de estos niños. Pero,
en realidad, el trastorno básico es la dificultad para
mantener la atención durante un tiempo prolongado.
Por este motivo, los especialistas lo denominan
Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad
(TDAH) o sin ella (TDA).

TDAH – ¿Qué es?


El TDAH es un trastorno de conducta, que aparece en
la infancia y que se caracteriza por falta de atención e
hiperactividad, acompañada a veces de impulsividad. Es
un trastorno neurológico, que frecuentemente se da
junto a otras alteraciones psicológicas.

Las siglas TDAH corresponden a Trastorno por Déficit


de Atención con Hiperactividad. El TDAH es un
trastorno bastante frecuente, que afecta con mayor
frecuencia al sexo masculino. Cuando no aparecen
síntomas de hiperactividad hablamos de TDA o
Trastorno por Déficit de Atención.

A pesar de que no todos los niños presentan los


mismos síntomas, ni el mismo grado,, la característica
principal es la incapacidad de centrar la atención.
Además, manifiestan impulsividad e hiperactividad, lo
cual genera serios problemas en las áreas social,
escolar y familiar.

Algunos síntomas se atenúan con la edad, por ejemplo,


la elevada actividad motora, lo que puede hacer
pensar, de forma errónea que el trastorno ha
desaparecido.

Es importante diagnosticar este trastorno lo antes


posible para iniciar un tratamiento precoz y eficaz. Por
ello es importante conocer sus síntomas
fundamentales, y ante la menor duda, consultar con un
especialista que completará el diagnóstico e iniciará el
tratamiento oportuno, si lo considera necesario.

TDAH: Causas.
Las causas del TDAH siguen siendo desconocidas, hoy
en día. Conocemos algunos factores que pueden influir
en su aparición y desarrollo: genes y herencia, factores
biológicos y factores ambientales y educativos.

Predisposición hereditaria.

Son muchos los estudios que han analizado la


incidencia del TDAH en familias, y se ha comparado la
aparición de síntomas en gemelos y o en hermanos
que han sido adoptado y por lo tanto no comparten la
misma carga genética.

La mayoría de los autores consideran que la herencia


recibida el factor más determinante. En una escala de 0
a 10 podríamos decir que la importancia del factor
hereditario oscila de 7 a 8. El TDAH es cinco veces más
frecuente en niños con familiares de primer grado que
padezcan este trastorno. Esta alta frecuencia disminuye
dramáticamente cunado los hijos son adoptados.

Faraone, SV y colaboradores (2005) han encontrado


que el TDAH se asocia con frecuencia a marcadores
genéticos en determinados cromosomas (al menos en
siete de ellos). Existe una correlación muy significativa
con siete genes que ya han sido identificados.

Factores biológicos.

Determinados factores biológicos tienen importancia y


se asocian con la aparición del TDAH. Podemos citar el
consumo de alcohol y drogas por la madre durante el
embarazo.

J. Díaz Atienza (2009) cita la exposición intrauterina


prolongada a determinados metales tóxicos como el
plomo (Saturnismo).

El nacimiento prematuro, el sufrimiento fetal con


hipoxia mantenida, traumatismos craneoencefálicos o
encefalitis son otros factores predisponentes.

Factores ambientales y educativos.

Al contrario que en otras patologías, los factores de


tipo ambiental y educativo no parecen desempeñar un
papel importante en la génesis del trastorno, aunque
es bueno conocerlos, pues aunque su importancia sea
menor, pueden empeorar el desarrollo de la
enfermedad: familias desestructuradas,
sobreprotección de los padres, exigencias y metas
excesivas y poco realistas para los hijos.
TDAH: Síntomas.
Los síntomas del niño con TDAH son tres
fundamentales: dificultad para mantener la atención,
hiperactividad e impulsividad.

Dificultad para mantener la atención.

 No es capaz de dedicar mucho tiempo a una tarea.


 Cambia frecuentemente de actividad, sin finalizar
ninguna.
 Se distrae con cualquier cosa.
 Comete errores frecuentemente.
 Parece que no escucha.
 Se olvida de lo que tiene que hacer.
 Pierde cosas con facilidad.

Síntomas de Hiperactividad.

 Se mueve constantemente.
 Habla en exceso.
 Mueve pies y manos incesantemente.
 Muestra dificultad para permanecer quieto o
sentado.
 Se pelea frecuentemente con otros niños.
Síntomas de Impulsividad.

 Se precipita al responder.
 No discrimina la información relevante.
 No mide el peligro de sus acciones.
 Es muy impaciente.
 Tiene frecuentes accidentes.
 Es incapaz de esperar su turno.
Estos síntomas afectan de forma importante a sus
actividades escolares, sociales y familiares.

Hiperactividad en la escuela.

La escuela ese lugar propicio para detectar la


hiperactividad. Los niños hiperactivos presentan
problemas de aprendizaje, ya que no son capaces de
prestar atención. Suelen tener problemas de lectura, de
cálculo y de escritura, que les impiden seguir el ritmo
de sus compañeros.

Al cometer muchos errores, debido a su escasa


atención y a su impulsividad, el niño con hiperactividad
se enfrenta a un gran número de fracasos, lo que le
lleva a formar una imagen negativa de sí mismo y a
desarrollar una baja autoestima.
Su incapacidad para seguir las normas, provoca el
rechazo de los compañeros, a los que suele
interrumpir, y de los profesores (normalmente
desconocedores del trastorno) que los califican de
niños “malcriados”, porque no obedecen, y a los que
tienen que regañar constantemente, dado que
entorpecen la dinámica de la clase.

Hiperactividad en el área social.

El comportamiento del niño hiperactivo en lugares


públicos suele ser muy llamativo, debido a la gran
cantidad de situaciones novedosas y variadas que
encuentra, lo que provoca una conducta descontrolada.

El niño hiperactivo carece de habilidades sociales, por


lo que es incapaz de relacionarse con otros niños de su
edad. Esto genera rechazo por parte de sus iguales y su
consecuente aislamiento. No le invitan a las fiestas de
cumpleaños, ni a participar en juegos o actividades.

Si no recibe el tratamiento adecuado, cuando alcanza


la adolescencia puede tener comportamientos
antisociales: robos, peleas o consumo de drogas.
Repercusión en el área familiar.

El ambiente familiar suele verse afectado, dado las


características que presenta un niño hiperactivo. Es
importante destacar que manifiesta frecuentes cambios
en su estado de ánimo y que se muestra muy afectado
si no consigue lo que quiere, por lo que son muy
habituales los enfados y rabietas.

El niño hiperactivo es incapaz de asimilar normas, se


muestra muy desobediente, aunque no de forma
intencionada, sino debido a su imposibilidad para
prestar atención. Tampoco puede estarse quieto y, por
lo tanto, discute y se pelea frecuentemente con sus
hermanos, lo que genera una dinámica familiar
conflictiva.

TDAH infantil: Diagnóstico.


Cómo detectar si tu hijo es hiperactivo.

El diagnóstico del TDAH infantil pasa por la detección


por parte de los padres de los primeros síntomas, que
pueden variar según la edad del niño.

De cero a dos años:


Tiene dificultades para comer, por lo que se muestra
caprichoso y sufre cólicos con frecuencia.
Duerme menos tiempo del habitual, despertándose de
manera sobresaltada.
Es muy inquieto e irritable.

De dos a cuatro años.


Presenta inmadurez en el lenguaje expresivo.
Tiene una actividad motora excesiva.
Es propenso a sufrir accidentes, en la mayoría de las
ocasiones de escasa gravedad (rasguños y
contusiones).
Es desobediente, teniendo que repetirle numerosas
veces las órdenes antes de que las cumpla.

De cuatro siete años.


En el colegio se levanta más veces del pupitre que sus
compañeros. Reclama la atención del profesor
continuamente y no termina las actividades que le
ponen. Además, las relaciones con sus compañeros se
caracterizan por peleas y discusiones continuas.
Puede comenzar a presentar dificultades en la lectura,
la escritura y los cálculos matemáticos.
En casa tiene dificultades para seguir las normas,
parece estar siempre distraído y puede presentar
comportamientos agresivos.

De siete a doce años.


En el colegio suele tener pocos amigos y presenta más
dificultades de aprendizaje que el resto de sus
compañeros, teniendo un rendimiento poco
satisfactorio.

Como consecuencia del fracaso personal, escolar y


social, comienza a sentirse inseguro, creando un
concepto negativo de sí mismo.

Adolescencia.
La relación familiar se hacen más estresante, al volverse
más desafiante e intolerante con las normas
establecidas.

El rendimiento académico empeora y condiciona que


las relaciones entre el adolescente y sus profesores no
sean buenas.

Puede presentar una tendencia al abuso del alcohol o a


la adicción a otras sustancias estimulantes. La
sensación de fracaso se generaliza y la autoestima se
hace cada vez más negativa.

Qué hacer si vuestro hijo es hiperactivo.

Si observáis en vuestro hijo alguna de las características


señaladas, debéis acudir a un profesional (medico,
pediatra, psicólogo o neurólogo) para que pueda hacer
una valoración. En caso de confirmar el diagnóstico de
TDAH es muy importante que sigáis el tratamiento
adecuado.
Confirmación del diagnóstico de TDAH infantil.

Una vez que el niño ha sido derivado a un especialista


para confirmar el diagnóstico es importante realizar
una anamnesis completa, valorando los antecedentes
psiquiátricos familiares, la historia del niño, sus
síntomas. Se debe realizar una exploración física
completa, sin pasar por alto, posibles alteraciones en la
visión o en la audición.

Dado que el TDAH se asocia frecuentemente a otras


alteraciones psicopatológicas es necesario prestar
atención para realizar un correcto diagnóstico
diferencial.

TDAH: Test.

El diagnóstico puede completarse mediante el uso de


test, ya sean específicos para el TDAH o bien de
carácter psicológico general (test de inteligencia,
escalas de ansiedad o depresión). En algunos casos
pueden sustituirse por entrevistas. En cualquier caso los
test o escalas cuantitativas para el diagnóstico del
TDAH deben usarse de forma complementaria y no
deben nunca sustituir a una historia clínica completa.

Los criterios más utilizados para el correcto diagnóstico


del TDAH son los del DSM-5 (APA) y los de la CIE-10
(OMS):
Criterios del TDAH: DSM-5:

Valora la presencia durante seis o más meses de una


serie de síntomas de falta de atención, hiperactividad e
impulsividad, que afecten gravemente la vida escolar,
social o familiar del niño. Hay 9 items sobre falta de
atención y debe sumar al menos seis de ellos. Hay
otros 9 items sobre hiperactividad e impulsividad y
debe reunir al menos seis de ellos.

Según la puntuación obtenida puede aparecer un


trastorno combinado, predominantemente con falta de
atención o con predominio de hiperactividad.

Criterios del TDAH: CIE-10:

Se valoran 9 items de falta de atención, cinco de


hiperactividad y cuatro de impulsividad. Para llegar a
diagnosticar TDAH debe reunir al menos 6 ítems del
primer grupo, 3 del segundo y 1 del tercero. Estos
síntomas deben estar presentes desde antes de la edad
de siete años y afectar a su calidad de vida,
repercutiendo en al menos dos aspectos de su vida
(escolar, familiar y social).

TDAH en adultos.
Si bien al hablar del TDAH, generalmente pensamos en
niños, no se puede obviar el hecho de que al menos un
50% de los casos se pueden perpetuar hasta la edad
adulta. Se considera que más del 3% de los adultos a
nivel mundial presentan esta enfermedad, aunque
siendo muchos los casos que no son diagnosticados,
todo hace pensar que esta cifra sea bastante mayor.

El TDAH en el adulto suele ser diferente al del niño, en


la medida que los síntomas de hiperactividad suelen ir
disminuyendo con la edad, mientras que se mantienen
los síntomas de falta de atención, lo que suele
conllevar serias alteraciones en la vida laboral.

Cuando persisten síntomas de impulsividad suelen


repercutir de forma muy negativa en la vida laboral y
familiar (pérdida de control, ruptura de relaciones,
cambios de trabajo, conducción temeraria, abuso de
sustancias).

TDAH: Tratamiento.
El tratamiento del niño con TDAH se debe apoyar en
una triple vertiente: tratamiento farmacológico,
psicológico y pedagógico.

Tratamiento farmacológico.

El tratamiento farmacológico es con diferencia, el más


importante de los tres, de cara sobre todo a eliminar o
disminuir los síntomas fundamentales de la
enfermedad. Es importante que el tratamiento sea
llevado a cabo por un médico especialista en la
materia, pues deberá individualizar cada caso,
valorando la edad de inicio, la severidad de los
síntomas y la disminución de la calidad de vida del
niño.

Podemos distinguir dos grandes grupos en el


tratamiento farmacológico del TDAH:

Medicamentos psico-estimulantes.

Son fármacos muy seguros. Existe una larga experiencia


en su uso pediátrico y son bastante eficaces. Su efecto
farmacológico se basa en inhibir la recaptación de
neurotransmisores (dopamina y noradrenalina),
aumentando su concentración en el espacio
interneuronal o intersináptico.

El más conocido de todos ellos es el Metilfenidato


(Concerta, Rubifen). Lleva usándose más de cincuenta
años. Provoca una mejora sustancial tanto de los
síntomas derivados de la falta de atención, como de los
provocados por la hiperactividad.

En España no está autorizado el tratamiento con otros


fármacos de este grupo como la Pemolina y la Dextro-
Anfetamina.
Aunque el metilfenidato suele tolerarse bastante bien
por parte de niños y adolescentes, en ocasiones
pueden aparecer algunos efectos secundarios. Estos
pueden ser la falta de apetito o el insomnio. En general
basta con disminuir la dosis para que desaparezcan.

Precisamente, el efecto anorexígeno (pérdida de


apetito) fue el motivo por el que se suspendió en
España la pemolina y la dextro-anfetamina. Eran usadas
en fórmulas magistrales, sin excesivo control de dosis y
podían provocar adicción.

Medicamentos no estimulantes.

Este grupo de fármacos actúan aumentando los niveles


de noradrenalina. El más conocido es la Atomoxetina
(Strattera).

De los medicamentos no anfetamínicos es el de


primera elección y tiene algunas ventajas como la toma
única diaria. No induce al abuso, como puede ocurrir
con los derivados de las anfetaminas.

Mejora también la ansiedad asociada a este trastorno.


Aunque su uso es mucho más reciente que el
metilfenidato, numerosos estudios han avalado ya su
eficacia y seguridad.
Sin lugar a dudas, tanto el metilfenidato como la
atomoxetina son los fármacos de elección en el
tratamiento del TDAH en niños, siendo el especialista el
que valore si usar uno u otro.

Tratamiento psicológico del TDAH.

La terapia psicológica, refuerza y complementa los


buenos resultados del tratamiento farmacológico. Es
eficaz para mejorar las habilidades cognitivas y las
pautas de conducta del niño.

Se suelen utilizar terapias cognitivo-conductuales,


terapias de modificación de conducta, entrenamiento
en habilidades sociales, técnicas de relajación y control
de la ansiedad y el estrés.

Terapia psicopedagógica del TDAH.

La tercera vertiente del tratamiento del TDAH es el


abordaje psicopedagógico, combinado junto a los dos
anteriores. Mediante estas actividades vamos a tratar
de mejorar los resultados escolares del paciente.

Se debe prestar especial atención a mejorar el


ambiente escolar. Hay que favorecer la integración del
niño con el resto de compañeros. Lo ideal es trabajar
estos aspectos como un refuerzo extra-escolar para
contrarrestar los efectos negativos de la enfermedad
que provocan el retraso escolar.

Actitud de los padres con hijos con TDAH.


Una vez confirmado el diagnóstico, la actitud de los
padres con el niño es de vital importancia.

Es fundamental que le expliquéis su problema y cuáles


son los planes que tenéis para ayudarle a superarlo, de
forma que él también colabore.

Es necesario que adaptéis las exigencias hacia vuestro


hijo a la medida de sus posibilidades. Si le ponéis
metas excesivas se sentirá más frustrado.

Podéis ayudarle a aumentar la confianza en sí mismo y


su autoestima. Haced hincapié en la calidad de sus
ejecuciones y alabadle cuando haga algo bien. Una
sonrisa o una palabra de elogio pueden ser la mejor
recompensa.

Es importante mantener un ambiente de estructurado


(horarios definidos en comidas, ocio y descanso),
sereno y relajado (sin ruidos ni luces excesivas) que le
ayuden a situarse y organizarse.

Evitad sobreproteger a vuestro hijo. Dejádle que


desarrolle sus propias capacidades y que aprenda de
los errores que cometa. Así favorecéis su autonomía
personal.

Es necesario que las normas que establezcáis sean


claras, precisas y bien definidas. Es importante que
vuestro hijo os mire a los ojos cuando le estéis
hablando, para centrar su atención y confirmar que os
ha entendido.

Debéis evitar los castigos físicos.

No os sintáis culpables porque vuestro hijo os


desborde con su comportamiento: es lo lógico.

Es necesario que actuéis conjuntamente con los


profesores del centro escolar, tanto en el proceso de
aprendizaje de vuestro hijo, como en el control de su
conducta.

Conclusión para los padres.


Es importante que observéis el comportamiento de
vuestro hijo cuando juegue, se relacione con otros
niños o haga los deberes, y que mostréis interés por su
conducta y rendimiento en el colegio.

Si vuestro hijo es hiperactivo, será necesaria la


colaboración del colegio, además de vuestra atención y
apoyo profesional, siguiendo las pautas indicadas.
Con un tratamiento adecuado, los síntomas se verán
reducidos y vuestro hijo se adaptará con mayor
facilidad a las demandas de su entorno.

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