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´-´` LECCIÓN 3. EL DERECHO DE LA ESPAÑA VISIGODA: FUENTES E INSTITUCIONES.

2. 1. Los visigodos en España e idiosincrasia jurídica de los germanos. El reparto de


tierras.

La irrupción de los bárbaros y su establecimiento en el Imperio Romano fue un


fenómeno de larga duración y causas complejas. Con antecedentes, estas oleadas fueron
imparables a partir de finales del siglo IV y principios del V socavando la organización del
propio Imperio ya en crisis. La teoría catastrofista hoy está superada (invasiones violentas de
pueblos extraños que pusieron fin al mundo antiguo dando comienzo el medieval, es una idea
precisamente medieval). Parece claro que estas invasiones fueron infiltraciones progresivas y
lentas de pueblos enteros, que en ocasiones aparecen como aliados circunstanciales de los
propios romanos para defender las fronteras del Imperio de otros pueblos bárbaros.

Las invasiones bárbaras son el resultado de múltiples factores interrelacionados:


problemas geográficos, estructura socioeconómica de los pueblos que irrumpen, búsqueda de
mejores tierras, conflictos bélicos, etc.

Algunos de estos pueblos son de origen iranio (hunos y alanos) pero la mayoría son
germanos (pueblo indoeuropeo); entre éstos se distinguen tres grupos: nórdicos, germano
orientales y germano occidentales. De los germanos occidentales, los suevos y los vándalos,
junto a los alanos se establecieron en Hispania a principios del siglo V.

Estos pueblos germanos cruzan los Pirineos en el otoño del 409. Tras dos años, los
alanos se establecieron en la Lusitania y la parte occidental de la Cartaginense; los suevos y los
vándalos asdingos en la Gallaecia; y los vándalos silingos en Andalucía. En el 415 la
Tarraconense en ocupada por los visigodos de Ataúlfo.

Los visigodos, de origen escandinavo, ya habían protagonizado largos y conflictivos


desplazamientos por Europa, primero hacia el este y más tarde en dirección a las Galias e
Italia. Tras esta incursión en la Tarraconense, el sucesor de Ataúlfo, Valia, pacta con los
romanos en el 418. Recibirán tierras en las Galias a cambio de combatir junto a los romanos
como pueblo federado. Nace el reino visigodo de las Galias con capital en Tolosa. Pero a
mediados del siglo V los visigodos comienzan a penetrar en Hispania, en especial en la
Tarraconense y la Lusitania con Teodorico II y Eurico, que será el primer rey visigodo de
España. En el reinado de su sucesor, Alarico II, los contingentes godos se incrementan en
Hispania. La derrota de este rey en Vouillé (507) puso fin al Reino Visigodo de Tolosa.

Tras una etapa de protectorado ostrogodo, a mediados del siglo VI, Atanagildo traslada
la capital a Toledo. Los vándalos se habían trasladado a África, y vencidos otros pueblos, sólo
quedaban los suevos como pueblo independiente en la zona de Galicia. Leovigildo los derrotó
y acabó con su reino. A principios del siglo VII expulsaron a los bizantinos, ocupando la zona
sur peninsular. El Reino de Toledo sería la única entidad política de la Península hasta su
derrumbe ante los árabes a comienzos del siglo VIII.
Idiosincrasia.

Las comunidades políticas germanas estaban formadas por grupos familiares


integrantes de la llamada Sippe, palabra que designa tanto a los parientes de sangre de una
persona como a la organización agnaticia de quienes descienden en línea masculina de un
tronco común. Este último sentido tiene importantes repercusiones de carácter público.

Es un círculo cerrado de protección penal, y la muerte de unos miembros autoriza a los


restantes a ejercer la venganza de la sangre (blutrache) o reclamar una composición
económica (Wergeld) para ser distribuida entre todos los parientes.

Pertenecer a la Sippe facilita el auxilio procesal de que el juramento particular se


convierta en solidario que se convierten en cojuradores.

Además el conjunto de derechos y deberes propios de la comunidad parental se pueden hacer


extensivos al extraño mediante la fraternidad artificial (mediante el juramento y la mezcla
simbólica de la sangre). Esta institución es característica del derecho nórdico que se dio
también entre los eslavos y otros pueblos europeos. Los germanos que se convertían en
hermanos artificiales se comprometían se comprometían a la venganza recíproca, hospitalidad,
auxilio mutuo e incluso procurarse una sepultura decorosa o la comunidad de bienes.

La población germana estuvo compuesta de hombres libres, destacando la clase


aristocrática; los hombres semilibres o liten, que siendo sujetos de derecho prestan
determinados servicios a su señor; y los siervos que pueden ser manumitidos de forma
ordinaria para convertirse en liten o bien mediante un procedimiento privilegiado se
convierten en hombres libres. La composición económica o wergeld es doble para el libre
respecto al liten.

Los hombres libres se agrupan en la clientela o séquito (Gefolge) de señores


poderosos, quienes ayudan al cliente a cambio de sus servicios. Los propios reyes fueron
cabezas de esas clientelas. El rey elegido como “rey del ejército” (Heerköning), es decir el
pueblo en armas, la realeza germánica tuvo muchas veces su origen en esas comitivas o
séquitos. La proliferación de los lazos privados condicionó así el propio carácter público de la
organización política.

En el orden económico fueron frecuentes las explotaciones agrícolas de un tipo de


aldeas (Haufendörfer), así como el reparto de tierras a los grupos parentales, seguida de un
sorteo para adjudicar a cada individuo su cuota en el terreno de la marca, mientras todos
utilizaban en común los pastos y bosques (Allmende). La casa, huerto y parte correspondiente
a la marca común, componen la unidad económica que los germanos llaman Hufe.

Reparto de tierras.

Los visigodos firmaron un pacto o foedus con Roma en el 418. Este pacto dio origen al
Reino de Tolosa (en Francia).
Roma necesitó los servicios y sobre todo los ejércitos de pueblos extraños; para ello
tuvo que instalarlos adecuadamente. El procedimiento fue la “hospitalidad” (hospitalitas),
institución que encontramos tanto en el Código de Teodosio como en el de Justiniano.

Esta institución consistía en dividir la propiedad de la casa en tres partes (el propietario
elige el primer tercio; los huéspedes el segundo tercio; y el tercio restante es para el
propietario). Esta fórmula no era apropiada para acoger a pueblos enteros; ahora también se
repartieron tierras (no sólo la vivienda).

Por el pacto entre Valia y Honorio en el 418 los visigodos se establecieron en


Aquitania. No conservamos el texto del tratado, tenemos noticia por referencias; esto hace
que el reparto sea objeto de diversas interpretaciones, son varios los aspectos discutibles.

La mayoría de los autores están de acuerdo en que el reparto de tierras tuvo lugar en
el reinado de Valia (Pérez Pujol opinaba que fue durante el de Eurico, medio siglo más tarde lo
estipulado). La existencia de prados y bosques comunes (compascua) nada tiene que ver con el
reparto, pues eran zonas de aprovechamiento comunal y no entraron en el reparto por su
propia naturaleza que permitía el aprovechamiento por todos.

El reparto tuvo lugar en la zona próxima a Tolosa, en Francia. Las invasiones a España a
finales del siglo V quizás exigieron repartos parciales bien por nuevos pactos o aplicando el de
Valia. Pero en este último caso, las fuentes no dicen nada al respecto. Por ello, Orlandis
defiende que el establecimiento de los visigodos no alteró la propiedad rústica existente.

Respecto al objeto del reparto, Torres fue de la opinión que todo fue objeto de
división, fundos grandes y pequeños, junto con las casas a las que se aplicaron los principios de
la hospitalidad militar romana. García-Gallo defendía que sólo se repartieron los latifundios,
pues las pequeñas propiedades no permitirían vivir ni a unos ni a otros. Esta postura es la más
aceptada. Se repartieron tierras laborables y algunos bosques y prados de propiedad particular
(no los compascua).

La escuela germanista, a la que pertenecía Torres López, defendía que el reparto se


hizo a razón de dos tercios para los godos (sortes gothicae) y un tercio para los romanos (tertia
romanorum). Una ley antigua del Liber Iudiciorum hace mención a dos partes para los godos y
al tercio de los romanos.

Pero en 1928 Lot al estudiar la Lex Burgundionum propuso un reparto más complejo.
Esto movió a García-Gallo planteó el reparto de otro modo. Según él, había que distinguir dos
partes en los latifundios: la que el señor explota directamente y la que cede a colonos y
arrendatarios. En la primera (terra dominicata) el propietario romano conserva dos tercios y el
huésped godo queda con uno; en la segunda (terra indominicata), el propietario conserva un
tercio y cede dos al godo. Ambas partes tenían una extensión similar; por lo que el godo y el
romano recibían una proporción similar de tierras (no salía tan perjudicado el romano, además
en las tierras indominicatas sólo recibían una pequeña renta de los colonos, con lo que su
pérdida no era tan dolorosa).

El reparto sólo debió afectar a la clase dirigente visigoda pues de otro modo no
hubiese habido tierras para todos (Thompson).
Menéndez Pidal en sus Orígenes del español defendió que los nombres de algunas
localidades reflejan el reparto de tierras en España (pueblos como Suertes, Sort, Tierzo,
Consortes etc); otros nombres como Gotor, Rivallagodos, Campo Romano…señalan la
presencia dominante o exclusiva de uno de los dos pueblos.

También pretendió distinguir la ubicación de una zona y otra del reparto, ya que los
nombres delatarían al dueño romano o godo. Así nombres como Villavicencio (villa de Vicente)
Villarcayo (villa de Arcadio) serían de propietarios romanos; mientras Villatuelda (villa de
Théudila), Villafruela (villa de Fruela), Villageriz (villa de Sigerico) serían asentamientos godos.
García-Gallo defendió que esos nombres no hacían referencia al reparto, esos nombres en su
opinión corresponderían a la Reconquista.

2. 2. El sistema jurídico de la España visigoda: fuentes romanas y derecho


consuetudinario germánico.

Al constituirse el reino visigodo, las fuentes del derecho romano siguen siendo las
leges y los iura. Estos textos se estudian en las escuelas jurídicas y se utilizan en la práctica
judicial al menos hasta fines del siglo V.

Las leges habían sido recopiladas con carácter privado por los juristas Gregoriano y
Hermogeniano. El Codex Gregorianus recogía constituciones imperiales desde Adriana hasta
fines del siglo III; el Codex Hermogenianus recogía las de principios del siglo IV. Más tarde, en
438 se promulgo el Codex Theodosianus (Código de Teodosio), con mejor construcción
sistemática al estar dividido en 16 libros, facilitó la difusión del derecho imperial tardío, luego
completado con las leyes nuevas (novelas) de los emperadores ulteriores.

La literatura jurídica de los iura fue sistematizada en otras colecciones del siglo IV
como los Fragmenta Vaticana y la Collatio legum Mosaicarum et Romanarum, facilitando el
conocimiento posterior de las obras de los grandes juristas, cuya alegación en juicio resultó
controvertida hasta la ley de citas (426), reconociendo la autoridad de: Papiano, Paulo,
Ulpiano, Modestino y Gayo, debiendo el magistrado seguir la opinión mayoritaria y en caso de
empate la de Papiano.

La parte sur de la Península estuvo incorporada durante un tiempo a Bizancio (554-


622), y durante ese tiempo debió estar vigente allí el derecho justinianeo, que recogía el
derecho imperial (Código), el de los juristas (Digesto) y las leyes posteriores (Novelas). Es
posible que con posterioridad a esa fecha se pudiese seguir utilizando pero a mediados del
siglo VII Recesvinto prohibió el uso de las leyes romanas aunque autorizó su estudio.

Junto a esta normativa hay que tener en cuenta las costumbres jurídicas germanas
cuya práctica debió mezclarse con las normas señaladas arriba. La persistencia de esas
costumbres, según Hinojosa y la escuela germanista, durante el período visigodo pese a la
legislación real de carácter romanista llegaría a la Edad Media otorgando la fisonomía
germanista de nuestro derecho medieval. Como más tarde veremos, esta postura fue rebatida
por D’Ors y García-Gallo. El primero insistió en la romanización de los visigodos lo que no
facilitaría la pervivencia de sus costumbres jurídicas. García-Gallo planteó dudas sobre esa
vigencia ¿cómo explicar que las costumbres de una minoría se convirtieran en propias de toda
la comunidad? ¿cómo fue posible la homogeneización de las costumbres cuando la presencia
visigoda fue irregular? ¿cómo se impuso el latín a la lengua gótica y en cambio triunfó el
derecho germánico? Estas dudas fueron corroboradas en un estudio de Petit rastreando en el
Liber los vocablos alusivos a costumbres, concluyendo que éstas no se explican por principios
germánicos y si en la tradición romana.

El estudio de la legislación visigoda ofrecía una gran seguridad científica hasta


mediados del siglo XX. Los estudios de autores alemanes ofrecían una credibilidad reconocida.
La opinión común era que entre las primeras leyes de Teodorico I y Teodorico II (mediados del
siglo V) y la última gran obra, el Liber de Recesvinto (mediados siglo VII) existieron tres
importantes ordenamientos jurídicos: el Código de Eurico, el Breviario de Alarico y el Código
de Leovigildo. El primero (CE) se aplicaba sólo a los godos, del que nos llega un fragmento y las
leyes antiguas que a través del Código de Leovigildo (CL) aparecen el Liber Iudiciorum (LI). El
Breviario (BA) sería para los romanos, y conocemos su texto completo. El CL que sólo
conocemos por fragmento del LI, sería para los godos, derogando el CE. Existían dudas sobre
otros textos como los Capítlos Gaudenzianos, pero sobre los otros tres la certeza era absoluta.

Pero ahora todo son dudas, todo está cuestionado originando un debate científico de
gran altura. García-Gallo (1941) defendió que los tres textos habían tenido una vigencia
territorial siendo común para las dos comunidades, originando una gran polémica. Unos años
más tarde Vismara abogaba por la naturaleza visigoda del Edicto de Teodorico (hasta entonces
señalado como ostrogodo). En 1960 D’Ors realizó una gran edición del CE suscitando una serie
de cuestiones que repercutían en el CL. Sobre los Capítulos Gaudenzianos se añadieron otras
opiniones. Debemos tener presente que lo que se diga sobre un texto repercute sobre los
demás, y por ello no nos debe extrañar la complejidad de este tema desde la década de los
setenta, cuando en otro estudio García-Gallo (1974) cuestionó que el CE fuese de Eurico y la
existencia del CL. Por esos años King defendió que el LI no era de Recesvinto sino de
Chindasvinto. A finales de los 90 Alvarado ha formulado nuevas teorías. En definitiva, ahora
todo son dudas en lo que antes todo eran certezas.

2. 3. Fuentes I: Leyes teodoricianas. Edicto de Teodorico.

La leyes más antiguas de que tenemos noticia son las de Teodorico I y Teodorico II o
leyes teodoricianas. Fueron dictadas cuando todavía existía el Imperio Romano de Occidente,
si bien el primero actuó como un soberano autónomo.

Si aceptamos las palabras de San Isidoro de que Eurico fue el primer rey legislador
queda comprometida la existencia las leyes de los Teodoricos. Pero si se interpreta que San
Isidoro no se refería a la autoría de leyes aisladas sino a un cuerpo legal más amplio o bien que
Eurico si fue el primer rey independiente del poder de Roma que legisló, no hay inconveniente
en reconocer la actividad legislativa de los Teodoricos.
La legislación teodoriciana trata fundamentalmente del reparto de tierras entre godos
y romanos a raíz del foedus del 418. El propio Eurico hizo referencia a la actividad legislativa de
su padre (Teodorico I) en el artículo 277 de su Código. Sidonio Apolinar menciona las leyes de
Teodorico II en una carta a su yerno; en esa carta equipara las leyes teodoricianas con las
teodosianas, lo que hizo que Beyerle supusiese que Teodorico II fue autor de una colección de
leyes asemejable a un código. Este autor considera a Teodorico autor de un código que luego
reelaboraría Eurico (CE). Esta teoría ha sido mayoritariamente rechazada.

Edicto de Teodorico.

Hasta los años cincuenta (1953) el Edictum Theodorici regis se consideraba obra del
rey ostrogodo Teodorico el Grande (493-526 y suegro del visigodo Alarico II), por lo que no era
obra visigoda. Pero entonces Rasi puso en duda esa autoría y dos años más tarde, el también
italiano, Vismara identificaba ese texto con las leyes del visigodo Teodorico II. Desde entonces
se mantienen las dudas sobre esta obra pudiendo ser visigodo, ostrogodo u otras autorías.
Entre los que lo consideran visigodo tampoco están de acuerdo, para unos es de Teodorico II y
para otros de un prefecto de las Galias (D’Ors).

El Edicto consta de un prólogo, un centenar y medio de capítulos y un epílogo. Su


contenido da a entender que es un territorio donde rige el derecho romano y donde conviven
romanos y bárbaros. Las fuentes del texto son romanas.

Suponiendo que fuese un texto visigodo, se plantea su posible autor. Por su carácter
imperativo está claro que se trata de un texto ordenancista o legislativo. Vismara relacionó el
texto con la carta de Sidonio Apolinar por lo que para él su autor fue el visigodo Teodorico II,
un monarca de tendencia filoromana frente al nacionalismo de su padre Teodorico I. El texto
se corresponde con el clima social de las Galias de mediados del siglo V (incluso los códices de
esta norma son franceses lo que corrobora ese posible origen).

Pero no hay seguridad en esto. Merêa reparó en una frase (“sicut príncipes voluerunt”)
que da a entender que el legislador no se considera rey y por ello no puede ser Teodorico II.
García-Gallo destacó la inexistencia de datos de su conocimiento en España, lo que no
favorece que se trate de una ley visigoda. Además en el texto se habla de “bárbaros” para
referirse a los germanos en lugar de godos (lo que tampoco favorece su origen visigodo).

D’Ors supone que es obra de un prefecto de las Galias durante el reinado de Teodorico
II (los reyes dictaban leyes y lo gobernadores provinciales edictos). El Edicto debió redactarse
entre el 458 y el 461, el autor pudo ser Magno de Narbona prefecto entre el 458-459 del que
sabemos que dio normas jurídicas a los godos por Sidonio Apolinar. Esta interpretación ha sido
aceptada por reputados especialistas como Levy.

2. 4. Fuentes II: Código de Eurico.

Eurico nació en el 440, conspiró contra su hermano Teodorico II y, tras su asesinato, le


sucedió en el trono (466) iniciando una política expansionista sin contar con Roma, que
desapareció una década después.
Quizás intentó llevar a cabo el proyecto de Ataulfo, penetrando en Hispania desde las
Galias. Al caer Roma, Eurico se convirtió en el monarca más poderoso de Europa Occidental.

Junto a esta pujanza política, Eurico llevó a cabo una importante labor legislativa.
Ambas actividades ya las relacionó Sidonio Apolinar cuando afirmó que Eurico dominó a los
pueblos con las armas y a éstas con las leyes. Más tarde San Isidoro lo señala como el primer
rey legislador bajo cuyo gobierno los visigodos comenzaron a regirse por leyes y no por
costumbres.

Por esto se ha interpretado que Eurico fue el primer rey legislador visigodo y cuando
apareció un fragmento que se le podía adjudicar, rápidamente se hizo así. Ese texto nos es
conocido por un fragmento de un códice o palimpsesto que se conserva en París, y de forma
complementaria por ciertas leyes recogidas en la Lex Biuvariorum y las que aparecen como
antiguas en el Liber Iudiciorum (estas normas tanto pueden ser de Eurico como de Leovigildo,
ya que no aparece el autor).

A mediados del siglo XVIII unos monjes franceses encontraron un palimpsesto en su


biblioteca, que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de París. Un siglo más tarde lo editó
Bluhme, pero al no ser totalmente satisfactorio Zeumer realizó otra edición (1902) pero en
1960 D’Ors realizó otra traduciendo el texto al castellano, que es la aceptada por el mundo
científico.

El Códice contiene 47 capítulos, por cierto, incompletos (276-336). Se calcula que


tendría unos 350 por lo que apenas conocemos una séptima parte de esta obra.

El texto recoge fundamentalmente derecho romano. D’Ors lo definió como


monumento de derecho romano vulgar. Pero algunos han defendido su germanismo o al
menos han puesto de relieve sus peculiaridades o residuos germánicos. Otros mantienen su
carácter híbrido, gótico-romano; y no faltan los que dicen que no hay que exagerar su
romanismo.

En cuanto a su naturaleza, D’Ors defiende que Eurico, al desaparecer el Imperio


Romano de Occidente, se subrogó el lugar del prefecto y dictó un edictum. Sánchez Albornoz
refutó esa calificación.

Respecto a la autoría tradicionalmente se ha atribuido a Eurico (para D’Ors era


indubitable). Pero García-Gallo en su trabajo de 1974 cuestionó esa autoría. El capítulo clave
para esta cuestión es el 277 que consta de 7 puntos. Por los puntos 3 y 6 está claro que es un
rey hijo de un monarca que dictó leyes. En ese punto 6 se prohíbe ver los pleitos que sentenció
su padre, este punto fue relacionado por Zeumer con un texto semejante de la Lex
Burgundionum que si aportaba una fecha concreta, la muerte de Teodorico I en los Campos
Catalaúncos en el 451 (de este modo se prohibían revisar los pleitos anteriores a ese año, por
lo que debió ser posterior a esa fecha el palimpsesto); pero es que ese punto aparece como
una excepción a la regla general de los puntos 4 y 5 que señalan una prescripción de 30 años,
para que esto tuviese sentido no debían trascurrido desde el 451, por tanto el texto debía ser
anterior al 481. El texto tuvo que ser dictado entre el 451 y el 481, pudiendo ser sus autores:
Turismundo (451-453), Teodorico II (453-466) y Eurico (466-484), los tres fueron hijos de
Teodorico I. Relacionando estos datos con la afirmación de San Isidoro estaba claro que el
autor era Eurico, y la obra era su Código.

García-Gallo parte de negar la coincidencia del capítulo 277 con la ley burgundiona,
invalidando el período 451-481 como único posible. Para él lo único cierto es que se trata de
un rey hijo de otro monarca, y que tenemos las referencias de Sidonia Apolinar y San Isidoro.
García-Gallo forzando a San Isidoro dice que si Eurico hizo leyes eso no significa que hiciese un
código, y en el caso de que lo hiciese no es necesariamente el palimpsesto de París. Él se
inclina en atribuirlo a Teodorico II, sobre todo porque el precepto de la prescripción tiene más
sentido cuanto más cerca se esté de 451. Su tesis resulta sumamente arriesgada, más si
Teodorico II es el autor del edicto que hemos visto (era improbable que un mismo monarca
dictase dos textos amplios). Además San Isidoro afirmó que Leovigildo corrigió leyes de Eurico,
esto hace pensar que ese texto base fue el Código de Eurico.

La fecha de la obra está directamente relacionada con la autoría. Si el autor fue


Teodorico II, como afirmó García-Gallo, tuvo que ser elaborado entre el 453 y el 466, pero esto
es improbable. Si fue Eurico tuvo que ser entre el 466 y el 484, pero con el punto 1 del capítulo
277 prohíbe las reclamaciones sobre el reparto transcurridos 50 años, repartos que debieron
iniciarse en torno al 469, por lo que es esa la primera fecha en la que pudo elaborarse hasta el
final del reinado, pero por los 30 años de la prescripción tuvo que ser anterior al 481. D’Ors
sitúa su elaboración entre el 476-77 ya que por entonces Sidonio Apolinar escribió una carta
aludiendo al quehacer legislativo de Eurico.

2. 5. Fuentes III: Breviario de Alarico. Los Capítulos Gaudenzianos. Código de


Leovigildo.

En el 506 se reunió en Aduris (actual Aire sur l’Adour) una asamblea de obispos y
representantes provinciales que aprobó un código elaborado por juristas y que luego sancionó
Alarico II. El texto fue autenticado y suscrito por Aniano. Esta obra es conocida como Breviario
de Alarico o Lex Romana Visighotorum (se pensaba que era para la población romana), Liber
legum, Breviario de Aniano, etc.

Este ordenamiento recoge derecho romano oficial de las leges y los iura (tanto
constituciones imperiales como escritos de juristas). Sus fuentes son el Código de Teodosio
(leges), y un Epítome o resumen de las Instituciones de Gayo y las Sententiae atribuidas a
Paulo. Cada pasaje lleva un resumen o explicación (interpretatio), excepto los de Gayo, que
pudo ser elaborado directamente o tal vez reelaborado sobre un texto anterior.

El Breviario fue fruto de una política de atracción de la minoría romana. Significó la


modificación de la ley de citas, ya que Alarico prohibió la alegación de otros textos que no
fuesen el Breviario mismo. Para D´Ors esta obra tuvo una finalidad didascálica (didáctica); esto
es difícil de conciliar con el hecho de que 40 años más tarde (546) Teudis incorporó una ley de
costas procesales.

El preámbulo es una disposición de Alarico por la que se da fuerza legal al Breviario


(commonitorium); está dirigida al conde Timoteo. El rey pretende resolver cualquier duda o
ambigüedad en el ordenamiento, amenazando con la muerte y la pérdida de sus bienes si el
tribunal usa otra obra distinta del Breviario (esto choca con teoría de D’Ors).

Capítulos Gaudenzianos.

En un códice procedente de Lombardía que estaba en la biblioteca de un noble inglés


(Lord Leicester) en Holklan, Gaudenzi encontró una colección de catorce capítulos que desde
entonces lleva su nombre (finales del siglo XIX). La fecha de estos capítulos y su naturaleza es
dudosa; debían formar parte de un texto más amplio del que no conocemos su extensión. Los
capítulos no tienen orden preciso y tratan de derecho privado y procesal.

Los Fragmenta Gaudenciana hacen referencia en uno de sus capítulos a un funcionario


godo (sayón); por ello se acepta su naturaleza goda, sin poder determinar si es visigodo u
ostrogodo; tampoco está clara si es una disposición oficial o una obra privada.

La filiación de los capítulos depende de cómo se identifique el texto o textos citados en


los capítulos como lex o edictum. Esto da lugar a distintas hipótesis:

1º Son textos visigodos. Así lo pensó Gaudenzi que se trataban de unos capítulos del
Código de Eurico, aunque también se ha atribuido a Teodorico II pero esto es inviable si se
tiene presente que los capítulos tienen en cuenta al palimpsesto de París (caso de atribuirse a
Eurico), por lo que debe ser más tardío.

2º Son textos ostrogodos, el edicto citado sería el de Teodorico, partiendo de que es


obra ostrogoda.

3º Son textos visigodos procedentes de una región con influencia ostrogoda. Es lo más
razonable. Mêrea opinaba que habían sido redactados en España durante el protectorado del
ostrogodo Teodorico el Grande. D’Ors defendió que eran restos de un edicto dictado por el
prefecto del pretorio de las Galias durante el primer período del siglo VI.

El Código de Leovigildo.

San Isidoro afirmó en su Historia de los Godos que Leovigildo corrigió determinadas
leyes de Eurico, añadió unas y excluyó otras. De aquí se ha inferido la existencia del Código de
Leovigildo o Codex Revisus, del que no conservamos ningún ejemplar ni fragmento. Se ha
entendido que procederían de él las leyes del Liber Iudiciorum precedidas de la inscripción
antiqua (preceptos bien suyos o recogidos por él y corregidos del de Eurico).

El intento de deslindar las posibles leyes de Leovigildo ha preocupado a investigadores


como D’Ors o Gibert, pero esta tarea no ha pasado de meras conjeturas.

En 1974 García-Gallo formuló una serie de observaciones de gran contundencia. El


hecho de que San Isidoro atribuyese una labor legislativa a Leovigildo no suponía que
elaborase un código (ese fue el caso de Chindavinto). San Isidoro no dijo dónde fundaba su
aseveración, se pensó que tomó la noticia de los prólogos de ambos códigos, pero García-Gallo
apunta que los códigos conservados (Breviario y LI) no tienen prólogo. Un contemporáneo
como el historiador Juan de Bíclaro nada dice sobre la actividad legislativa de Leovigildo. Por
último, las leyes antiguas del Liber pudieron compilarse en la época de Leovigildo o en otra
posterior. Nada de lo relativo a este código puede tenerse por seguro, ni siquiera su existencia.

2. 6. Fuentes IV: Liber Iudiciorum, Fórmulas Visigodas y la Hispana.

A mediados del siglo VII, Chindasvinto dictó un número abundante de leyes, quizás
para hacer una compilación. Basándose en ello, King afirmó que en el segundo año de su
reinado promulgó la gran obra del derecho visigodo, el Liber Iudiciorum (LI), tradicionalmente
atribuido a su hijo y sucesor Recesvinto, conocido como el Justiniano visigodo.

En el 654 (VIII Concilio de Toledo) Recesvito promulga (para King corrige) el LI, la gran
compilación de leyes para godos e hispanorromanos. Se divide en 12 libros, quizás a imitación
del Código de Justiniano, y éstos en títulos y en leyes. Por su ambicioso planteamiento, orden
sistemático y riqueza de contenido es la gran obra legal de los visigodos, es también conocida
como Lex Visighotorum.

El LI recoge un conjunto de leyes antiguas, se ha pensado que a través del Código de


Leovigildo. Da cabida a leyes de Recaredo a Recesvisto apareciendo el nombre del rey
legislador y si han sido enmendadas. El Código reitera la derogación de las leyes romanas,
aunque autoriza su estudio. De no haber leyes aplicables, el juez debe acudir al rey.

Un monarca posterior, Ervigio, accedió al trono en el 680 y encargó una revisión del LI
en el XII Concilio de Toledo (se anulan algunas leyes, se añaden otras dadas por Recesvinto,
Wamba y el propio Ervigio, y se corrigen otras enmendadas).

A fines de siglo (693) Égica proyecta otra reforma en el XVI Concilio de Toledo aunque
Zeumer no creyó que ese proyecto diese lugar a un código nuevo.

Junto a las versiones oficiales, los propios juristas manejan y alteran el LI Se forma así
la edición vulgata, cuyas diversas variantes logran gran difusión y se usan en la etapa
altomedieval (la versión romance del LI dará lugar al Fuero Juzgo).

Las Fórmulas Visigodas.

La legislación visigoda denota una fuerte influencia del Derecho Romano Vulgar en las
ramas del ordenamiento privado, incluso en el campo sucesorio. Pero el problema es si ese
derecho real era el verdaderamente aplicado, Escudero se decanta por una vía intermedia ya
que la legislación real sólo pudo ser aplicada de forma precaria e irregular (no deja de ser
utópico que el LI mandase al juez acudir al rey cuando no exista norma jurídica a aplicar; es
fácil imaginar que el juez siguiese su propio criterio o aplicase los usos jurídicos
consuetudinarios).

Algunas fórmulas que se han conservado reflejan el derecho verdaderamente aplicado.


Entre ellas destacan las Fórmulas visigodas, texto conocido por una copia que del original hizo
Ambrosio de Morales a fines del XVI. Se trata de 46 fórmulas relativas al derecho privado, de
estilo y estirpe romanizantes, si bien alguna denuncia vestigios germánicos como la 20 o de la
Morgengabe o donación que el marido ofrecía a la mujer la noche de bodas.
El autor debió ser un notario o escriba, y por las referencias a Córdoba se ha supuesto
que se compusieron en esa ciudad o en Andalucía. Se pueden datar entre el 615 y el 620. Pero
como todos los textos de esta época, también tiene su carga polémica. Observando el latín
rudimentario y sus coincidencias con documentos posteriores Mínguez negó su origen visigodo
y que pertenecía a la Edad Media. García-Gallo si cree que son visigodas aunque pueden haber
sido copiadas en el siglo siguiente con algunos añadidos. Como curiosidad la fórmula 20 está
escrita en verso, algo anómalo en la diplomática de la época (gusto literario o sentido del
humor del autor).

La Hispana

Las fuentes del Derecho Canónico de esta época, variable en su desarrollo en las
diversas regiones, fueron los cánones conciliares y las epístolas pontificias. La recepción de
estas fuentes fue tardía en un clima de dispersión poco propicio para una doctrina homogénea
y coherente.

Con la pretensión de asegurar la unidad normativa y un más fácil conocimiento por


todos de la legislación eclesiástica, se llevaron a cabo refundición de cánones o compilaciones
de ellos. En España conocemos tres resúmenes o epítomes, dos correspondientes al reino
visigodo y uno al suevo: la Colección de Novara y el Epítome hispánico de mediados del siglo VI
y primeros del VII respectivamente. En el reino suevo, el obispo San Martín formó en la
segunda mitad del siglo VI la colección conocida como Capítula Martini.

La obra cumbre del derecho canónico visigodo es la Hispana (todo el derecho canónico
ha sido estudiado por Gonzalo Martínez Díez). La Hispana es una colección de cánones
conciliares y epístolas pontificias hecha por San Isidoro, que debió difundirse a su muerte. Los
cánones recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mientras
recoge un centenar de epístolas papales agrupadas por orden cronológico. La riqueza de su
contenido y universalidad de sus planteamientos confieran a la Hispana un papel de capital
importancia, sin parangón con otra colección canónica de la época.

La Hispana fue precedida desde mediados del siglo VII por un índice formado por el
extracto de los cánones (excerpta canonum) y constó de tres recensiones o formas fijas del
texto Isidoriana, correspondiente a la redacción primitiva; la Juliana (San Julián de Toledo) y la
vulgata o edición más difundida y utilizada, que habría de ser conocida en las Galias y que
influyó en las colecciones canónicas posteriores.

2. 7. Ámbito de vigencia del Derecho visigodo.

Las leyes o códigos tienen carácter personal cuando van destinados en el seno de una
comunidad plural a un determinado grupo de personal. La territorialidad supone que las
normas rigen en todo el territorio de la comunidad política aplicándose a todos los habitantes.
Teniendo en cuenta que el reino visigodo tuvo un doble contenido étnico: hispanorromanos y
godos. La cuestión que se plantea es si las normas se dictaron para alguna de esas
comunidades (teoría personalista) o para el conjunto de la población (teoría territorialista).
Hay textos que quedan fuera de esta problemática por no estar segura su naturaleza
visigoda (Edicto de Teodorico y los Capítulos Gaudenzianos, que además son privados y no
oficiales). Quedan también fuera las leyes teodoricianas porque regulan el reparto de tierras y
son de carácter territorial y el LI que iba dirigido expresamente a todos. El problema se plantea
respecto al Código de Eurico, el Breviario de Alarico y el Código de Leovigildo. Hasta 1941
existió consenso por la teoría tradicional o personalista, pero ese año García-Gallo planteó la
territorialista.

Teoría tradicional (personalista)

El principio de personalidad es característico de la legislación de los pueblos germanos,


desde Zeumer se dio por sentado que el Código de Eurico fue exclusivamente para los godos,
mientras la población romana utilizaba las leyes Teodosianas. Más tarde los romanos
recibieron el Breviario de Alarico y los visigodos seguían con el CE. Posteriormente Leovigildo
revisó el CE y dicta otro código para los visigodos, el Código de Leovigildo o Codex Revisus,
mientras los romanos siguen con el Breviario. Por último, el Liber Iudicorum deroga lo anterior
y crea un derecho territorial común a todos.

Esta teoría explica la vigencia simultánea de códigos distintos y reconoce una


preocupación por unificar el derecho de ambas comunidades, así las leyes de Teudis
(territoriales) insertas en el Breviario (personalista) fue punto de partida de un proceso
integrador a través de Leovigildo que triunfa con Recaredo.

Tesis territorialista

Para García-Gallo los tres códigos (Eurico, Breviario y Leovigildo) tuvieron una vigencia
territorial y se sucedieron uno a otro.

Para él es clara la vigencia general del CE, por la propia romanización del texto y por
derogar las leyes romanas anteriores (esto sería incongruente si sólo fue para los visigodos).
Esta territorialidad la apoyó D’Ors por la condición de edicto que para él tenía el CE. Iglesia
también apoyó esta teoría que negó categóricamente Sánchez Albornoz.

La participación de obispos y representantes provinciales en la elaboración del


Breviario también es para García-Gallo prueba de su territorialidad, pues de otro modo
hubiese sido superflua esa asamblea. Para él y para D’Ors estuvo formada por godos y
romanos; además el que se envíe a Timoteo para que lo aplique parece que no excluye a los
godos. También la inclusión de la ley de Teudis tiene un carácter territorial. Por todo entiende
que el Breviario fue de naturaleza territorial. G-G opina que derogó al CE, pero esto no lo
comparten ni Merêa ni D’Ors ni Alvarado. El primero opina CE sería la ley general, mientras el
Breviario era una fuente subsidiaria para los romanos para evitar la alegación en juicio de sus
propias fuentes; para D’Ors, admitiendo la territorialidad del Breviario, cree que no derogó el
CE por su naturaleza didascálica, pudiendo coexistir ambos textos. Alvarado no cree en la
naturaleza didascálica del Breviario pero tampoco derogó al CE porque de otro modo no
tendría sentido que Leovigildo lo hubiese corregido si no estuviese vigente.

Para G-G el Código de Leovigildo (CL) en su primer trabajo era territorial por su
romanización y dar cabida a leyes aplicables a ambos pueblos; derogó al BA, ya que desde
finales del siglo VI fue silenciado (ni San Isidoro ni los Concilios lo hacen). Pero en su revisión
de 1974 no opina de un ordenamiento irreal o al menos desconocido.

D’Ors negó que derogase el CL al BA, dado el carácter didascálico de éste último,
pudiendo explicar la vigencia conjunta de ambos textos. Pero los argumentos ex silentio no son
convincentes (San Isidoro cita al Código Teodosiano, y el Breviario era su reducción, los
Concilios no lo citan por su naturaleza didascálica). Según él, si Leovigildo hubiese derogado el
BA no se explicaría la ulterior derogación por Recesvinto de las leyes romanas.

Tesis Mixta

El profesor Alvarado ha propuesto otra interpretación de carácter mixto, cuyo eje es


que el derecho romano fue siempre aplicado, en una primera etapa como ordenamiento
principal para los romanos y subsidiario para los visigodos, y en la segunda de forma
subsidiaria general. Esta teoría rebate la territorialista que un código fuese derogado por otro,
y también cuestiona la personalista.

Para Alvarado el CE rigió para los godos hasta Leovigildo; el Breviario era derecho
principal para los romanos y subsidiario para los visigodos (mezcla de personalidad y
territorialidad). Desde Leovigildo impera la territorialidad: como derecho principal del Codex
Revisus y como subsidiario o supletorio el Breviario.

2. 8. El Estado visigodo: Elementos que lo conforman, ¿existió?

Con el pacto de Valia y Honorio, los visigodos se integran como un Estado de carácter
personal dentro del imperio Romano. Con la desaparición de Roma, Eurico puede organizar
ese Estado sobre una base territorial definida, cuyo desplazamiento a España a mediados del
siglo VI da lugar al Reino de Toledo o Estado hispano-godo de Toledo.

El Estado visigodo, por su origen y proceso de formación, fue fruto del ideario
germánico sobre la comunidad política y del romano que había informado la estructura del
Imperio. A estas dos concepciones distintas habría que añadir la Iglesia sobre la comunidad
pública, el poder y su ejercicio, que influirá de forma decisiva después de la conversión.

La concepción germánica diseña el Estado como una corporación de hombres libres,


cuya forma política es la monarquía popular, defendida por el pueblo en armas. El rey es el jefe
militar, especialmente asistido por su séquito. Impera cierto sentido democrático patente en la
asamblea judicial (ding, mallus) que colectivamente administra justicia, con independencia del
predominio de algunas estirpes. La concepción romana del Bajo Imperio se caracteriza por un
Estado absoluto, personificado en la figura del emperador con poderes ilimitados. Con el
tiempo habrá otra tendencia también romana, que pretende organizar la comunidad según
patrones privados característicos del régimen señorial (así se vivía en el mundo provincial del
siglo IV).
La Iglesia fortaleció doctrinalmente la autoridad del Estado, doctrina del origen divino
del poder que fortaleció la imagen de los reyes; pero la misma enseñanza cristiana actuó como
elemento corrector del ejercicio abusivo del poder, fue también un factor de armonía social.

El Estado visigodo fue moldeado por estos tres elementos, pero tampoco fue una
comunidad asamblearia (sólo es posible en una sociedad limitada) ni un Estado despótico
como el romano. Fue una monarquía absoluta con cierta participación popular donde la
Iglesia, sin controlar los actos del rey, ejerció una influencia benéfica procurando la
moderación y el bien común.

Se plantea un problema si los pueblos germánicos se organizaron con arreglo a normas


de naturaleza privada, donde habrían prevalecido las relaciones particulares del rey-jefe militar
con quienes le seguían en su comitiva, porque ello supondría la negación del Estado en esas
comunidades. Si en el caso visigodo se hubiese impuesto una fisonomía jurídica privada en la
comunidad política con los hispanos romanos se podría negar el Estado visigodo o que tuvo
una naturaleza híbrida. El problema se plantea si la comunidad hispano-goda se organizó
conforme a principios del derecho privado o del derecho público, y en consecuencia si hubo o
no Estado visigodo.

Entre los historiadores que rechazaron el Estado entre los pueblos germánicos se dio
una doble interpretación: 1º los reyes no fueron autoridades públicas del territorio sino más
bien dueños patrimoniales de las tierras que les estaban sometidas. 2º Los que insisitieron en
las múltiples relaciones privadas relacionas con el séquito, sofocando los vínculos públicos
entre los súbditos y el rey (Ekchhon defendió esta posición, en el extremo opuesto Roth).

La discusión sobre el Estado en los pueblos germánicos se corresponde en España con


los visigodos. Dahn negó que el séquito germánico persistiese en el reino visigodo, sosteniendo
que el vínculo público de los súbditos les unió a la corona. Torres rechazó el carácter
patrimonial de la monarquía visigoda, resaltado el papel relevante del rey y sus múltiples
títulos y la simbología que da un carácter preeminente a los reyes. Destacó la solemnidad de la
elección real y el carácter público del juramento del rey al subir al trono. Rehusó la concepción
patrimonialista del Estado que distinguía impuestos públicos e ingresos privados, y diferencia
también el patrimonio particular del rey y el público del monarca. Defendió la autoridad
pública como característica de ese Estado visigodo.

Algunas de estas razones no fueron muy convincentes a Sánchez Albornoz, así lo dejó
patente en una de sus grandes monografía “En torno a los orígenes del feudalismo”. Negó que
el rey y el súbdito hubiesen estado ligados sólo por vínculos de naturaleza pública, sosteniendo
la persistencia de vínculos de fidelidad privada característicos del comitatus.

En réplica a Dahn destaca las huellas del séquito, destacando la presencia de clientes y
fideles regis en distintos momentos del reino visigodo. También destaca una ley del Liber
atribuida a Leovigildo que habla de los leudes que para Torres son soldados corrientes y para
él los patrocinados del monarca (demostraría la persistencia de los clientes a finales del siglo
VI).

El mantenimiento del comitatus germánico, la presencia de fieles del monarca, y que


los reyes retribuyesen servicios con tierras, en ocasiones del carácter temporal, llevaron a
Sánchez Albornoz a pensar en un prefeudalismo en el reino visigodo. Fideles y gardingos
fueron remunerados con beneficios y heredades de forma gratuita y revocable para que
participasen en la guerra.

2. 9. Monarquía: características, elección, proclamación y consagración.

En el Estado visigodo distinguimos el reino y la monarquía. El reino lo forman los


hombres libres, herederos de la antigua soberanía popular que de un protagonismo inicial
pasan a la condición de súbditos. La monarquía está representada por el rey, quien al principio
como caudillo militar y más tarde jerarca político para finalizar como vicario divino.

Carácter

En las antiguas comunidades germánicas el rey era elegido por la asamblea de


hombres libres. Este principio estará presente con una monarquía teóricamente electiva pero
comprometida en la práctica por otros factores. En esas elecciones predominó una estirpe,
que acaparó los nombramientos regios, las luchas por el poder o la asociación al trono que
intentaba determinar quién iba a ser el suceder.

Desde el principios del siglo V hasta Amalarico (510-531) los monarcas fueron elegidos
entre la estirpe de los Balthos; a pesar de ello las luchas, los atentados y destronamientos
fueron tan frecuentes que eran un problema nacional. La posibilidad de convertir la monarquía
en hereditaria debió tentar a los reyes bien asegurando la elección en una familia, eliminando
a los rivales o asociar alguien al trono. Ante todos estos datos negativos cabe preguntarse si
verdaderamente era una monarquía electiva. Los autores ofrecen estas interpretaciones:

Fue electiva de hecho. Para Torres López fue electiva en todo caso, aunque los Balthos
quisieran hacerla hereditaria, o hubiesen usurpaciones; era preciso un reconocimiento
posterior de los conspiradores lo que demostraría el mantenimiento en la práctica del
principio electivo. Sánchez Albornoz también se manifestó en un sentido similar (las múltiples
irregularidades necesitaron siempre ser subsanadas a través del refrendo de los ciudadanos).

No solo fue electiva, mantenida por Orlandis, el procedimiento electivo no fue el único
o el único legítimo.

No fue electiva en la práctica. Las conclusiones de Orlandis abrieron posiciones más


críticas; D’Abadal señaló la contradicción entre la teoría y la práctica. Iglesia Ferreiros defendió
una interpretación contraria a la de Torres, para él la violencia y la fuerza fueron los principios
motrices de las alternativas sucesorias; o que los monarcas reinantes al no poder imponer a
sus hijos buscasen la protección de los concilios a favor de la familia real. No triunfó el intento
de hacer la monarquía en hereditaria pero el electivo careció de proyección práctica. Grierson
habla de ocupación como regla de acceso al trono.

Elección

En el siglo VII diversos preceptos de los Concilios de Toledo regulaban las condiciones
para la elección del rey. El Concilio V (636) ordenaba que el candidato fuese noble de sangre
goda. Tal requisito fue reiterado dos años después en el VI Concilio que añadió otros: no ser
clérigo o monje tonsurado, no haber sufrido la pena de la decalvación y acreditar buenas
costumbres; preceptos confirmados en el VII Concilio (653). Por otra parte se decretó la
inhabilitación para reinar de quien participara en las conjuras conducentes a derribar al
monarca. Tal medida pretendía corregir el hábito de deponer y asesinar a los reyes (morbo
gótico).

Ahora no era posible la elección en asambleas populares (sólo Turismundo fue


aclamado por el ruido de las armas). No debió existir un sistema electivo propiamente,
quedando la elección en manos de las clientelas más poderosas. Los cánones intentaron
regular esta cuestión. El Concilio IV dispuso que el monarca fuera elegido por los principales
del reino y los obispos; el Concilio VIII precisó que intervinieran los personajes más
importantes de la corte junto a los prelados, reunidos en Toledo o donde hubiera muerto el
rey anterior.

Proclamación

Entre los antiguos germanos, tras la elección se elevaban al monarca sobre el escudo
en señal de homenaje. Tal simbolismo pasó a la elevación al trono.

El rey presta juramento de guardar la fe católica, proteger a la Iglesia, defender el


reino y gobernar justamente. A estas promesas generales se unieron otras más concretas. Tras
el juramento real, el pueblo debía jurar también fidelidad. Los personajes palatinos
posiblemente lo hicieron en el mismo acto de la proclamación, mientras el resto lo hacía en
manos de unos mensajeros (discussores iuramenti) que visitaban el territorio. Las fidelitas de
los súbditos que es obligatoria es distinta de la fides voluntaria de los clientes.

Los reyes visigodos fueron coronados, pero no sabemos cuándo se inicio esta práctica ,
aunque no faltan quienes niegan este acto solemne (parece muy probable que tuviese lugar
como la cita de San Isidoro sobre Recaredo o en el Antifonario Mozárabe de la catedral de
León).

También tenía lugar la ceremonia de la unción del príncipe que adquiere un carácter
casi sacerdotal (situado ante el altar, tras el juramento, era ungido en la cabeza y en las manos,
concluyendo con una misa solemne). Sabemos que tuvo lugar con Wamba pero es posible que
ya ocurriera con Recaredo. Tras la invasión musulmana, los clérigos que emigraron debieron
darla a conocer en Francias.

Con la coronación y la unción el rey quedaba revestido de plena legitimidad (la unción
no era un aditamento, sino como supone Orlandis un auténtico factor constitutivo o al menos
confirmatorio de la legitimidad del príncipe a ojos de la Iglesia).
El monarca aparece revestido con los símbolos que expresan su majestad: corona,
espada, manto y anillo. Parece que Leovigildo fue el primero en sentarse en el trono con regias
vestiduras.

3. 1. Poder real: origen divino, tiranía y poder fáctico de la reina.

Pese a los procedimientos más o menos irregulares de llegar al trono, la monarquía de


Toledo reconoció el origen divino del poder. En numerosos textos aparece el monarca como
vicario divino y delegado terrenal de una autoridad superior. También se utiliza la metáfora
divulgada en siglos posteriores de que la cabeza rige y organiza a las partes (el rey); el cuerpo
(los súbditos) le está subordinado (no está exenta esta imagen de resonancias
antropomórficas, al ser Dios cabeza del cuerpo místico).

Todo llevo a que la Iglesia anatemizar a quienes se alzaran contra la autoridad del
monarca, porque iba contra la voluntad de Dios. La dignidad regia fue además protegida
mediante una serie de prohibiciones (consultar adivinos sobre salud o muerte del rey, hablar
mal de él en vida o difamarle ya fallecido), pero no dejan de ser sutilezas donde las conjuras y
asesinatos regios estaba

V -i al orden del día.

Tiranía

El poder debía conseguir el bien común, la salus populi. Para ello el rey acumula poder:
dirige la vida política del reino declarando la paz o la guerra; asume la potestad legislativa, es
cabeza de la administración, juez supremo y máxima autoridad militar. Sus órdenes deben ser
acatadas y cumplidas.

¿Existió algún tipo de limitación práctica o teórica para limitar ese poder y evitar la
tiranía? Según Orlandis en un principio tirano sólo es aquél que accede de forma ilegítima al
poder, y ejerce la tiranía mientras lo haga en detrimento de la autoridad legítima y no subsane
la irregularidad de su origen.

Pero con San Isidoro rompe ese significado porque puede llegar a ser tirano quien
accede legítimamente al poder y luego lo ejerce sin atender a los límites de las leyes ni
sujetarse a las normas morales. Hay también una ilegitimidad de ejercicio. San Isidoro
considera que el monarca debe estar adornado de las virtudes de justicia y piedad, lo que le da
carácter de rey frente a los excesos del tirano. San Isidoro retoma la máxima de Horacio “Eres
rey si obras rectamente; si no, no”.

¿Tuvo consecuencias prácticas esta teoría? Por aquellos días un monarca sin
escrúpulos, Suíntila, pierde el trono por una insurrección armada que entrega la corona a
Sisenando. Poco después se reúne el IV Concilio de Toledo (presidido por San Isidoro). Era una
ocasión ideal para valorar y poner en la práctica los principios de San Isidoro. El Concilio
legitimó a Sisenando. Abadal entendió que el principio se había aplicado (Menéndez Pidal
también lo señaló). Orlandis observó que lo acaecido no fue tan simple; ante la presión militar
Suíntila se vio obligado a ceder el trono, lo que los padres conciliares sancionaron no fue que el
rey dejase de serlo por su conducta, sino la ficticia abdicación de un monarca reconociendo sus
crímenes. En Toledo se reconoció la abdicación, un acto voluntario del rey pero no se afirmó
en modo alguno que antes de ella, por obrar torpemente, Suíntila perdiese la realeza. Como
señala Orlandis, los padres toledanos no parecen dispuestos a sacar las últimas consecuencias
de su doctrina.

Poder fáctico de la reina

A la hora de administrar facultades tan amplias, los fieles del rey aparecen como
poderosos beneficiados. Pero esto mismo les convirtió en blanco persecutorio en las
alternativas políticas. Los cánones conciliares intentaron aliviar la situación de quienes habían
caído en desgracia, evitando la depredación y el abuso de los que les remplazan en el poder.

En la trama política, la reina debió jugar un papel singular. Tanto como orientadora
ocasional de las directrices políticas de su marido como en los destronamientos con la muerte
de su marido. En estos casos, la reina viuda no resultaría marginada de la confrontación entre
vencedores y vencidos. Estas mujeres pudieron arbitrar en esas discordias intestinas. Algunas
de estas reinas se convirtieron en cabeza de los fideles de su marido, disponiendo de un
notable poder fáctico para quienes se casasen con ellas en segundas nupcias, constituyendo
una oferta política (ese podía ser el significado público de ese segundo matrimonio).

3. 2. Senado y Concilios.

Al margen de las antiguas asambleas populares, inapropiadas ya para una amplia


comunidad política, ciertos sectores o grupos políticos se reunían para tratar de asuntos
concretos (recordemos la asamblea de Aduris).Como consecuencia, aparecieron con un
carácter más institucional y competencias más amplias otras asambleas de representación
colectiva: el Senado y los Concilios de Toledo.

El Senado fue una junta reducida de magnates para auxiliar y asesorar al rey en sus
tareas de gobierno. Este sínodo del monarca debió reunirse, según Sánchez Albornoz, durante
los siglos V y VI. Entonces fue sustituido por una nueva asamblea: el Aula Regia. Hinojosa creyó
en la coexistencia del Senado y el Aula Regia hasta el final del reino visigodo.

Pese a una monografía de Sánchez Albornoz apenas conocemos nada de esta


institución.

Los Concilios.

Los Concilios en España fueron de dos tipos: provinciales y generales. Los primeros
agrupaban al episcopado de una provincia bajo la presidencia del metropolitano. Los últimos
permitían a los obispos tratar los asuntos de interés común. Las reuniones de Toledo tuvieron
carácter de generales desde el III (589) que produjo la conversión de Recaredo y los visigodos
al catolicismo; el último el XVIII (702) fue bajo Witiza. La presencia del monarca y de nobles y
magnates, y el pronunciamiento de los eclesiásticos sobre los asuntos del reino, así como la
sanción del monarca a las decisiones acordadas, confieren a los Concilios un papel
extraordinario y de discutida significación.

La convocatoria de los Concilios de Toledo correspondía al rey, asistían eclesiásticos y


miembros de oficio palatino. Congregados los obispos hacía acto de presencia el rey con su
comitiva; el monarca pronunciaba un discurso o mensaje, el tomo regio. En él justificaba la
oportunidad de la reunión y proponía los temas que se habían de tratar. El discurso solía ser
ampuloso.

Seguidamente el monarca señala los asuntos a tratar y se inician las sesiones; primero
las dedicadas a asuntos teológicos, de moral y disciplina eclesiástica (que debatían
exclusivamente los obispos y clérigos); luego los asuntos del reino, ya con las presencia de
personales palaciegos.

Concluidas las deliberaciones y adoptados los acuerdos, los cánones promulgados


reciben sanción civil (lex in confirmatione Concilii). De este modo la trasgresión de los
acuerdos del concilio acarrea penas espirituales y temporales.

Además de tratar de los asuntos religiosos y eclesiásticos, los concilios se ocuparon de


muchos asuntos de naturaleza diversa (condiciones para la elección de monarca, legitimidad
de los levantamientos otorgando refrendo moral a quienes habían alcanzado el poder por la
fuerza, dieron las pautas por donde debía ajustarse la marcha del Estado o la conducta de los
monarcas).

¿Qué naturaleza tuvieron los Concilios de Toledo? La mayoría de los autores


consideran que tenían naturaleza religiosa; actuaron no por delegación del poder del rey sino
por su propia autoridad eclesiástica (según García-Gallo las cuestiones civiles tratadas fueron
pocas; según Sánchez Albornoz ni juzgaron ni legislaron). Ramón d’Abadal los concilios fueron
también asambleas que legislaron y juzgaron y órganos de control político. Apunta que su
naturaleza estatal se demuestra por la convocatoria real y el tomo regio, que señala los
asuntos a tratar. Se trataría de asambleas de carácter mixto, aplicadas a asuntos eclesiásticos o
políticos según las circunstancias.

3. 3. Aula Regia y Oficio Palatino.

El conjunto de personajes que rodea al monarca durante el siglo VII es designado en la


época con los nombres de Palatium Regis o Aula Regis. En el conjunto de esta asamblea cobró
importancia un sector llamado Oficio (Officium) nombre que venía a significar tanto el empleo
en general como el conjunto de funcionarios que trabajaban bajo las órdenes de un alto
magistrado. Dado que el Oficio lo era del Palacio fue conocido como Oficio Palatino (Officium
Palatinum) y en cuanto cobra importancia al recaer en él la administración cotidiana de los
asuntos regios, llega a aplicar su nombre al organismo que lo alberga; se identifican los tres
nombres: Officium Palatium, Palatium Regis y Aula Regis sinonimia perceptible en los textos.
Pero siguiendo a Escudero distinguimos esa asamblea política de amplia composición, Aula
Regia, de su núcleo funcional más importante u Oficio Palatino.
El Oficio Palatino está compuesto por el personal que dirige distintos servicios de la
corte, así como el personal subalterno que le ayudan. Los jefes de la administración palaciega
ostentan el título de condes de la actividad a la que se aplican. Son los siguientes:

Conde de los tesoreros (Comes thesaurorum), está al mando de quienes custodian los
tesoros del rey y del reino. Es probable que sea la continuación institucional del “conde de las
sacras larguezas” romano, y que tuviera funciones más amplias que la mera custodia del
tesoro regio.

Conde del patrimonio (Comes patrimonii), está al frente de la administración fiscal del
Estado y de los dominios de la corona. La primera mención es de la época de Recaredo pero
debió aparecer con Leovigildo. García Moreno señala que siguiendo el modelo ostrogodo u
oriental este personaje centralizó la gestión patrimonial.

Conde de los notarios (Comes notariorum) rector de la cancillería real y responde del
control de los documentos, redactados bajo sus órdenes por notarios y escribas.

Conde de la guardia real (Comes spatariorum), dirige la guardia personal del rey.

Conde de los servicios de la cámara regia (Comes cubiculi), está al frente de los
aposentos reales.

Conde de los servicios de la mesa del rey (comes scanciarum), controla la función
domestica y dirige a cocineros, escanciadores.

Conde de las caballerizas reales (Comes stabuli), dirige a quienes cuidan las cuadras y
establos.

También forman parte el gobernador y juez de la ciudad de Toledo y quizás un prelado


de las sedes sufragáneas de forma rotativa. Además los jóvenes nobles educados en la corte
junto a los hijos del monarca (práctica común con la monarquía franca).

El Oficio Palatino fue una asamblea muy numerosa ya que estaba integrada tanto por
los jefes como por el personal subalterno. Pero hay que destacar la confusión de cargos
públicos y privados, quizás esto explique el origen doméstico de muchos servidores de la
futura administración pública.

Parece que se formó progresivamente, algunos atribuyen a Eurico el papel promotor


con lo que los orígenes los encontraríamos en el reino de Tolosa, y una ulterior organización
más rica y pormenorizada en el reino de Toledo, quizás bajo Leovigildo.

Aula Regia

Esta gran asamblea es el producto histórico de la consolidación de la monarquía


visigoda, que integra a las grandes fuerzas sociales y políticas del Estado visigodo. Desplazó al
antiguo Senado, formando parte de él las más importantes familias góticas. Como supremo
órgano político auxilia al monarca en el gobierno durante el último siglo.

Desde el núcleo del Oficio Palatino se gestó en un largo proceso el Aula Regia,
consolidada ya en el siglo VII. Junto a los magnates cortesanos aparecen otros sin cargo y una
multiplicidad de títulos condales de carácter honorífico. En el Aula Regia además del Oficio
Palatino se integran además:

Los condes que por voluntad del rey residen en la corte sin ejercer ninguna función
palaciega.

Los comites de carácter honorífico y no tienen función específica.

Los delegados del monarca en el gobierno de las provincias (comes provinciae).

Los jueces de las ciudades (comes civitatum)

Los condes que dirigen el ejército (comites exercitus).

Los próceres, posiblemente los miembros del consejo privado de los reyes.

Los gardingos, que sin ocupar cargo alguno gozan de la confianza y amistad del
monarca. Estos gardingos habían abandonado su condición de jóvenes soldados de la comitica
del rey para establecerse como beneficiarios de tierras. Tenían una especial relación de
fidelidad con el rey.

Competencias

Hay constancia de que los reyes consultaban con el Aula Regia los asuntos más
importantes del reino. Cumple por tanto una función de alto asesoramiento.

En concurrencia con los Concilios de Toledo el Aula colaboró con el monarca en los
asuntos legislativos. Su participación en la función de gobierno y administrativa es más
problemática. Más patente son sus atribuciones judiciales, actuó como alto tribunal de justicia
bien de los asuntos que se sometían al rey o como única instancia para juzgar a los magnates
civiles y eclesiásticos, y a los gardingos.

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