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(*) Jornadas Aniversario"20 Años De Escuela En La Práctica Del Psicoanálisis", Efba, 1994.
Lo que no fue perdido en lo simbólico, es decir que no devino falta, para hacerse
tributario de Fi mayúscula, de un sentido agujereado y no coagulado, por lo tanto del
objeto a en lo real como causa de deseo, retiene al sujeto en un goce que resiste
perderse.
Esto es, que lo que fue perdido pero reincorporado con máxima adhesividad,
también debe volver a perderse, pero cuando alguien esta melancolizado, le falta
una hebra al menos, de capacidad de desear para que valga la pena la renuncia
pulsional.
No hay en el Otro ningún significante que pueda responder por lo que el sujeto es, y
el precio a pagar por estar sujetos a la palabra, es poder faltar a la cadena que nos
determina y desprendernos del resto de goce que nos desvía.
Ya desde los griegos se trataba de definir el mundo sensible y cómo éste era
aprehendido por los sentidos del sujeto.
El psicoanálisis subvierte las reflexiones de siglos de la filosofía proponiendo la vida
pulsional del humano, diríamos hoy, como una lente que colorea el universo del
sujeto al color de su lente.
Es el mundo que lo rodea, quién, traumáticamente, penetra al infans por los
agujeros del cuerpo, con palabras que diseñarán un borde, en un cuerpo Este
cuerpo, en su consistencia imaginaria se constituye alrededor del carozo del ser que
llamamos objeto a en su estatuto real, que abrochado al estatuto del significante de
lo fálico, habrá dado por perdidos en su primera vuelta, a los restos del cuerpo que
el cociente del sujeto y el Otro, arrojaron. Recién allí podemos decir que se
constituyó un cuerpo erógeno.
En nuestra práctica nos encontramos con un abanico de melancolizaciones en el
campo de las neurosis, cuyas consecuencias se evidencian en el registro de lo
imaginario y se expresan por una identificación a un objeto a desechar que es efecto
de una marcada servidumbre del sujeto al sentido pleno del Otro.
Cuando una mirada no recubre su falta, la más bella de las mujeres empieza a
verse fea, demasiado gorda o demasiado flaca, el más capaz de los varones
comienza a considerarse inseguro o demasiado exigido. Martirizadores en grado
extremo, por martirizados, se muestran afrentados como si hubieran sido objeto de
una gran injusticia, y en general pareciera que hubo una afrenta o un desengaño
real, no fantasmático.
Demanda de mirada y de voz por demás, es decir demanda de deseo del Otro.
El melancolizado aparenta estar inhibido, las querellas que se manifiestan con algún
semejante, su exigencia de amor ilimitado, la angustia y por sobre todo el fuerte
sentimiento de desvalorización nos indican algo más: un mal lugar para el sujeto,
respecto del Otro.
La melancolización se advierte sobre todo por lo desconectada que está la imagen
en la que el sujeto, se ve y en la que desconoce por completo la identificación al
objeto de lo que le retorna de la mirada del semejante. La fuerte pregnancia del
objeto y la resistencia de lo real de un goce recubren la subjetividad y la queja
reiterada no ofrece texto metaforizable para ser interpretado.
Pareciera que al sujeto se le hubiera extraviado tanto su capacidad de desear que la
falta de sentido, pasa a presentar las coordenadas del goce, pero la fantasmática,
cuya función principal es resguardar el deseo no se consigue diseñar.
Si las cosas fueron bien, la anticipación en la imagen que la mirada del Otro nos
retorna, es esa ilusión de autosuficiencia y de dominio. Es en relación a la imágen
especular que la castración toma cuerpo. Hace falta la instauración de una distancia
ofrecida por el Otro, que de al sujeto un alejamiento de sí mismo que requiere. Ni
demasiado angustiante ni demasiado cautivante en el espejo, permite esa distancia,
decimos que el Otro pueda rotar. Cuando ésto no ocurrió en la constitución, o vacila
por la conmoción imaginaria que una pérdida conlleva, asi sea mínima, la afrenta
narcisística denuncia una susceptibilidad exagerada.
Muchas veces el semejante que ocupa el lugar del objeto amado, es tomado en
ayuda, y es que el melancólico lo necesita para reeditar un espejo que ésta vez rote.
La vida amorosa es por eso un escenario privilegiado de la puesta en escena del
reforzamiento del amor propio, y la pérdida del objeto de amor ocasión de su
desdibujamiento. La demanda de amor es tan ilimitada que finalmente deja al otro
en falta, una falta que de todos modos no le permite resituar la castración simbólica
y patina todo el tiempo hacia la imaginaria.
Cuando no estamos frente a una estructura melancolizada, el trabajo de duelo, al
situar la pérdida, alivia; en las melancolizaciones , en cambio se trata de que se
vislumbre algún borde deseante, rectificación del deseo que solo adviene al sujeto
después de cada vuelta que inscribe la castración.
La conmoción del objeto del lugar del sujeto, que bordea las coordenadas
pusionales, no alcanza y paralelamente estamos frente a su servidumbre al superyó
y al ideal.
Caso por caso, conseguir la máxima diferencia entre el objeto y el Ideal, donde el
espejo del Otro no rotó, acompaña al sujeto a realizar un trayecto desde dónde
podrá tomar la distancia necesaria para advertir donde estaba entrampado.
El objeto que recorrió una cierta trayectoria que lo aleja del Ideal, es el objeto que se
torna sustituible, condición habilitadora del deseo porque fuerza desde la vacuidad
de su causa pero para conseguir la movilidad, la renegación debe quedar atrás.
Esta operación requerida en la cura, cuando la repetición no aporta letra tiene por
función interrumpir un goce, para que la condición deseante del sujeto pueda
encarnarse en algún proyecto de vida. Esta interrupción se ordena alrededor de un
trabajo de diferencia, de la interpretación a la intervención para conseguir legitimar
alguna posta fálica que resitúe el deseo en relación a la ley.
El efecto es un aflojamiento que produce la cura en la estructura nodal para la
relativización del sentido del Otro, si el analista con su presencia puede ofrecer su
cuerpo a un tiempo de odio en la transferencia donde el duelo será primero a capa y
espada.
Freud no ve cuál de las dos cuestiones ponen fin a la melancolía: si el desahogo de
la furia, o el afloje de la fijación a la libido desvalorizando al objeto, momento en que
se puede resignar a él por carente de valor. Es Lacan quién en Hamlet sitúa la
necesaria rectificación del deseo que vuelve al acto posible por vía de la
intervención que resitúa la castración.
Esta operación, lo confirmamos por sus consecuencias clínicas libera al sujeto de
los efectos desvastadores del objeto, y permite en la cura que el discurso prosiga,
pero requirió un pasaje contundente por lo real, por parte del analista y por parte del
analizante, que llevan a la discusión del lado del analista, sobre cómo se entiende la
abstinencia en la dirección de la cura,y sobre la rectificación de la realidad que el
análisis conlleva, del lado del analizante.
En principio, las melancolizaciones nos impresionan como enigmáticas, porque no
acertamos a ver qué es lo que lo absorbe al sujeto tan enteramente, en una
desesperación tal, que a veces anuncia el pasaje al acto. Pero ya nos decía Freud
cuando observaba que captan la verdad más que otros no melancólicos: quién ha
dado en apreciarse tanto y lo manifiesta ante otros, ese está enfermo, ya diga la
verdad o sea mas o menos injusto consigo mismo.
La propuesta de este trabajo continúa las reflexiones acerca de las
desestabilizaciones en las neurosis y sus avatares en la clínica.
Luis consulta para no saltar de la ventana. Hace un año que se abandonó en algún
lugar esperando el Mesías o la lotería. Varias veces en su vida consiguió una
posición económica espectacular y luego lo pierde todo, y se va a la mierda -dice-
pero esta vez fue la peor. Hace un año y medio tuvo que escapar del país donde
vivía, divorcio mediante ,por evasión de impuestos, y es difícil que vuelva a ver a
sus hijos a la brevedad. Se considera brillante y de repente se va al pozo,"Necesito
que me tiren una soga porque me hundo".Hace tres años que vive con una mujer
que aparentemente lo deja por sus depresiones y falta de proyectos: "Yo, el Rey de
la bolita y mi último recurso colapsea":siempre por una mujer, señalo ya en las
entrevistas.
"El viejo, sólido, renombrado y adinerado tenía un solo quiebre que era la vieja",
responde. Después de la muerte del viejo las cosas se fueron a la mierda y yo
también. Quiero saber si valgo o soy un fraude. Una vieja úlcera amenaza con
reactivarse y tiene insomnio desde que nació su primer hijo. Tener un hijo le quitó el
sueño, ya que no estaba conforme con que abandonó la casa paterna y el país de
orígen para dejar de ser hijo. El padre , huérfano de padre, lo educaba como a un
niño de clase alta,que debía aprender música y varios idiomas, pero le exigía como
a un huérfano.Esperaba que supiera trabajar a los 12 como él, pero no se lo
enseñó. Como sus acciones como el mismo las refiere transcurren entre picos y
valles,sin poder situar como pasó de uno a otro,aún en medio de su desesperado
reclamo por comenzar el análisis, yo lo despedía hasta la próxima entrevista hasta
que mínimamente pudo comenzar a relativizar el espectacular o mierda de los
departamentos que buscaba para mudarse,y sancioné el comienzo recién cuando
una mudanza anunciaba, el comienzo de un nuevo tiempo, ni millonario, por ahora,
ni pobre. Ni Mesías algún día en una eterna procastinación, ni ya mismo o es la
apocalipsis.El comienzo del análisis sancionó la inauguración de los preparativos
para otra mudanza más, que sería el trabajo para pasar de la manía - melancolía al
duelo. De todos modos yo no apostaba a que en una primera vuelta se pudiera
analizar.
En las primeras sesiones trae un sueño,que confirma que éste pasaje ,aunque con
recaídas, puede comenzar:" otro se apropió del boliche del viejo, en su lugar".
De estar sin trabajo, con pocas reservas y con fantasías de perder cada vez más
hasta convertirse en "homless", dice que esta vez, a diferencia de otras, debería
poder preveerlo, para que luego no sea tarde. Consigue inventarse, según sus
aptitudes, un trabajo en el que gana mucho dinero, pero contrae una deuda
voluminosa, que quedó al margen del análisis por la cual decide interrumpir.
Durante el tiempo que duró su análisis, la compulsión a la actuación mostraba en
reiterados actings outs, lo difícil para él de articular discursivamente. Esta
mostración invitaba a una lectura, pero siempre tarde, cuando la mujer ya estaba
casada con otro, cuando el auto ya estaba comparado, cuando el traslado a otra
ciudad ya estaba aceptado. Acting que pone de manifiesto que sólo puede
substraerse imaginariamente de un Otro arbitrario que lo mandonée, cuando en
verdad reniega de una legalidad que lo ordene.
Una intervención posible, que permite pensar esta interrupción de análisis abre al
debate de estos tiempos: "usted no puede decidir nada sin que pase previamente
por el análisis, sino no lo acompaño más".