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"T-1994-ni Blanco Ni Negro (ii): (melancolizaciones)"

(*) Jornadas Aniversario"20 Años De Escuela En La Práctica Del Psicoanálisis", Efba, 1994.

Me referiré a un perfil de la cura de pacientes neuróticos en cuyo decir puede


cernirse que lo prioritario pareciera ser la melancolización .

Nos referimos a ellos, con frecuencia como "histérico, fóbico u obsesivo


melancolizado" y lo que podemos subrayar es una excesiva pérdida de su condición
deseante. No siempre se trata de un objeto perdido, más bien el duelo que resiste
en estos casos es el duelo por el objeto, que ensombrece al sujeto, porque no
puede ser perdido.

Lo que no fue perdido en lo simbólico, es decir que no devino falta, para hacerse
tributario de Fi mayúscula, de un sentido agujereado y no coagulado, por lo tanto del
objeto a en lo real como causa de deseo, retiene al sujeto en un goce que resiste
perderse.

Esto es, que lo que fue perdido pero reincorporado con máxima adhesividad,
también debe volver a perderse, pero cuando alguien esta melancolizado, le falta
una hebra al menos, de capacidad de desear para que valga la pena la renuncia
pulsional.

Cada duelo da la ocasión de volver a simbolizar la falta en ser constitutiva de la


castración y lo insoportable es la castración del Otro.
El sujeto está advertido de la aflicción que sufrirá, pues, desde el momento que la
experiencia de la pérdida, es constitutiva del sujeto como hecho originario, es
sucesivamente reactualizada en cada nueva pérdida.

No hay en el Otro ningún significante que pueda responder por lo que el sujeto es, y
el precio a pagar por estar sujetos a la palabra, es poder faltar a la cadena que nos
determina y desprendernos del resto de goce que nos desvía.

En definitiva el duelo es siempre en retroacción por el falo y su trámite moviliza la


serie de los duelos no tramitados para el sujeto.

El objeto es aquello que toma el lugar de lo que el sujeto no es , en tanto no es el


falo.

Ya que éste es un encuentro de analistas no está demás subrayar que la


experiencia del objeto en el propio análisis es una cuestión indisociable de la práxis
del analista.

Es sólo atravesando la conmoción de la experiencia que se abre el concierto


pulsional y se van diseñando los distintos perfiles de la identificación del sujeto al
objeto del que se trata.

Ya desde los griegos se trataba de definir el mundo sensible y cómo éste era
aprehendido por los sentidos del sujeto.
El psicoanálisis subvierte las reflexiones de siglos de la filosofía proponiendo la vida
pulsional del humano, diríamos hoy, como una lente que colorea el universo del
sujeto al color de su lente.
Es el mundo que lo rodea, quién, traumáticamente, penetra al infans por los
agujeros del cuerpo, con palabras que diseñarán un borde, en un cuerpo Este
cuerpo, en su consistencia imaginaria se constituye alrededor del carozo del ser que
llamamos objeto a en su estatuto real, que abrochado al estatuto del significante de
lo fálico, habrá dado por perdidos en su primera vuelta, a los restos del cuerpo que
el cociente del sujeto y el Otro, arrojaron. Recién allí podemos decir que se
constituyó un cuerpo erógeno.
En nuestra práctica nos encontramos con un abanico de melancolizaciones en el
campo de las neurosis, cuyas consecuencias se evidencian en el registro de lo
imaginario y se expresan por una identificación a un objeto a desechar que es efecto
de una marcada servidumbre del sujeto al sentido pleno del Otro.
Cuando una mirada no recubre su falta, la más bella de las mujeres empieza a
verse fea, demasiado gorda o demasiado flaca, el más capaz de los varones
comienza a considerarse inseguro o demasiado exigido. Martirizadores en grado
extremo, por martirizados, se muestran afrentados como si hubieran sido objeto de
una gran injusticia, y en general pareciera que hubo una afrenta o un desengaño
real, no fantasmático.
Demanda de mirada y de voz por demás, es decir demanda de deseo del Otro.
El melancolizado aparenta estar inhibido, las querellas que se manifiestan con algún
semejante, su exigencia de amor ilimitado, la angustia y por sobre todo el fuerte
sentimiento de desvalorización nos indican algo más: un mal lugar para el sujeto,
respecto del Otro.
La melancolización se advierte sobre todo por lo desconectada que está la imagen
en la que el sujeto, se ve y en la que desconoce por completo la identificación al
objeto de lo que le retorna de la mirada del semejante. La fuerte pregnancia del
objeto y la resistencia de lo real de un goce recubren la subjetividad y la queja
reiterada no ofrece texto metaforizable para ser interpretado.
Pareciera que al sujeto se le hubiera extraviado tanto su capacidad de desear que la
falta de sentido, pasa a presentar las coordenadas del goce, pero la fantasmática,
cuya función principal es resguardar el deseo no se consigue diseñar.

¿Qué acontece en las neurosis cuando la melancolización impide el avance del


trabajo analítico y pareciera que la cura retorna al mismo lugar o presencia la
alternancia con la manía?

Si el duelo normal requiere de un reordenamiento simbólico, imaginario y real,


¿cómo zanjar el obstáculo en la cura cuando en las melancolizaciones se trata
precisamente de las dificultades para el pasaje a un duelo normal?

En las neurosis, pensando en el nudo de tres, es decir cuando el paciente consulta


es que algo de la estabilización borromeica que la estructura le otorgaba denuncia
su insuficiencia.

Podríamos situar en esta torsión en la constitución, lo que Pura Cancina refiere


respecto al rechazo de los "mandatos de la palabra", y yo agregaría mandatos de la
palabra que se anunciaron como certeza y al ser rechazados queda un límite
borroso respecto a la ley en la estructura.
La relación es inversa al mecanismo de la psicosis- en la cuál la verwerfung del
Nombre del Padre es en lo simbólico y retorna en lo real del delirio y de la
alucinación- en el duelo el agujero es de lo real y moviliza al significante, en razón
de la insuficiencia significante para hacer frente al agujero creado en la existencia.
Pero en la melancolización no se trata sólo del objeto que no puede terminar de
perderse y de los sentimientos de amor y odio hacia él, sino de lo que del sujeto se
perdería si se inscribe la pérdida del objeto.
El sujeto perdería un goce. Y es de perder un goce que se trata para que el deseo
tome su curso. Este goce que en las curas es llevado al límite toma caso por caso el
lugar central de aquello que del confort de lo mismo tienta y pide un poco más: goce
del desorden, del onanismo excesivo, del no puedo; goce de la crítica al Otro de la
reivindicación y la querella, goce de la ignorancia y goce de la hipocondría. El sujeto
está adherido a un objeto que invita a articular, por sus efectos, identificación y
melancolía.
La diferencia entre la melancolía y la identificación es que en una el objeto se ha
puesto en el lugar del sujeto y en la segunda, para Freud, el objeto se perdió y el yo
se altera parcialmente según su modelo. Si decimos que el objeto no se perdió la
identificación al objeto, en la melancolía se diferencia de la identificación
constitutiva.
Cuando Freud compara la melancolía con el duelo, subraya que muestran los
mismos rasgos que el duelo excepto uno: falta en él la perturbación del sentimiento
de sí, es decir del amor propio.
La sombra del objeto ha caído sobre el yo, dice Freud, y yo agrego: la sombra del
objeto que no puede ser perdido, con la consecuencia que los reproches al objeto
se dirigen por eso al propio yo. " Es diferente el objeto que en el Otro sostiene la
relación de amor como causa del deseo y objeto de la pulsión, que cae cuando el
Otro se pierde, es decir que a su tiempo, el Otro rotó, que cuando el Otro no rota,
impasse en el que el melancólico se encuentra.
La falta que el Otro no soporta -propone Isidoro Vegh - retorna al sujeto cuando el
Otro en lo real se pierde. La operación que podría situar al Ideal, secundario a la
rotación, queda fundido en el Yo ideal y el sujeto se pierde. La certeza del Otro vela
su falta para el sujeto y ésta cae sobre su imaginario anonadándolo.
El a en lo real, carozo del ser, queda inundado por la falta del Otro, que obtura
arrasadoramente el lugar de su deseo como causa.
Haydée Heinrich propone pensar a la melancolía como una estructura de borde en
la que operó el primer tiempo fundante del sujeto, es decir la inscripción del
significante del Nombre del Padre pero el segundo no. Esto es, que en los tiempos
de constitución subjetiva fracasó la inscripción de una pérdida real y esto hace que
aquél fracaso, en un tiempo fundante se haga presente cuando una nueva pérdida
exige ser simbolizada.
Tanto cuando estos duelos se reactivan por algún otro, intentando tramitarse, como
cuando el análisis trata de desenquistarlos por sus crónicas consecuencias, se
atraviesa un tiempo de conmoción de la imágen especular. El lugar de lo escópico
respecto a la castración es el lugar de máximo velo.

Si las cosas fueron bien, la anticipación en la imagen que la mirada del Otro nos
retorna, es esa ilusión de autosuficiencia y de dominio. Es en relación a la imágen
especular que la castración toma cuerpo. Hace falta la instauración de una distancia
ofrecida por el Otro, que de al sujeto un alejamiento de sí mismo que requiere. Ni
demasiado angustiante ni demasiado cautivante en el espejo, permite esa distancia,
decimos que el Otro pueda rotar. Cuando ésto no ocurrió en la constitución, o vacila
por la conmoción imaginaria que una pérdida conlleva, asi sea mínima, la afrenta
narcisística denuncia una susceptibilidad exagerada.
Muchas veces el semejante que ocupa el lugar del objeto amado, es tomado en
ayuda, y es que el melancólico lo necesita para reeditar un espejo que ésta vez rote.
La vida amorosa es por eso un escenario privilegiado de la puesta en escena del
reforzamiento del amor propio, y la pérdida del objeto de amor ocasión de su
desdibujamiento. La demanda de amor es tan ilimitada que finalmente deja al otro
en falta, una falta que de todos modos no le permite resituar la castración simbólica
y patina todo el tiempo hacia la imaginaria.
Cuando no estamos frente a una estructura melancolizada, el trabajo de duelo, al
situar la pérdida, alivia; en las melancolizaciones , en cambio se trata de que se
vislumbre algún borde deseante, rectificación del deseo que solo adviene al sujeto
después de cada vuelta que inscribe la castración.
La conmoción del objeto del lugar del sujeto, que bordea las coordenadas
pusionales, no alcanza y paralelamente estamos frente a su servidumbre al superyó
y al ideal.
Caso por caso, conseguir la máxima diferencia entre el objeto y el Ideal, donde el
espejo del Otro no rotó, acompaña al sujeto a realizar un trayecto desde dónde
podrá tomar la distancia necesaria para advertir donde estaba entrampado.

El objeto que recorrió una cierta trayectoria que lo aleja del Ideal, es el objeto que se
torna sustituible, condición habilitadora del deseo porque fuerza desde la vacuidad
de su causa pero para conseguir la movilidad, la renegación debe quedar atrás.

La euforia, a veces de forma maníaca, que experimenta el analizante cuando sale


del episodio melancólico no es porque pudo dar un paso más en la recuperación de
su posición deseante. Pareciera que el sujeto avanzó un tramo más en liberarse del
objeto, y no de su servidumbre al superyó, sin embargo la euforia se debe a que
triunfó la renegación. La manía pertenece al mismo compejo de desconocimiento de
la pérdida ,que la melancolía , tributarias ambas del duelo patológico, por lo tanto de
la renegación de la castración, sólo que la manía se presenta como ajena al sujeto.
La queja del episodio melancólico permite enfrentarlo con su decir, en cambio el
episodio maníaco es tan egodistónico, que con frecuencia es la repetición de actings
como puesta en escena de lo que no pudo ser dicho lo que posibilita en la cura, con
la letra que allí se extrae, que el sujeto reconozca su implicancia en la renegación.

Nunca más que en las salidas maníacas un analista se encuentra en condiciones de


anticipar las infructuosas consecuencias de la renegación. Todo puede retornar muy
pronto a nada, blanco puede muy bien mañana volver a ser negro.
Pero la complicación es mayor cuando la repetición no aporta letra .

Vayamos ahora en sentido opuesto. El curso de estas curas avanza cuando el


analizante, que no encontraba la posibidad de que el sentido deslice en otro sentido,
y quedaba a merced del sentido pleno del Otro, o del acting-out, es liberado del
objeto mediante una operación de extracción de aquello que lo anonadaba.

Esta operación requerida en la cura, cuando la repetición no aporta letra tiene por
función interrumpir un goce, para que la condición deseante del sujeto pueda
encarnarse en algún proyecto de vida. Esta interrupción se ordena alrededor de un
trabajo de diferencia, de la interpretación a la intervención para conseguir legitimar
alguna posta fálica que resitúe el deseo en relación a la ley.
El efecto es un aflojamiento que produce la cura en la estructura nodal para la
relativización del sentido del Otro, si el analista con su presencia puede ofrecer su
cuerpo a un tiempo de odio en la transferencia donde el duelo será primero a capa y
espada.
Freud no ve cuál de las dos cuestiones ponen fin a la melancolía: si el desahogo de
la furia, o el afloje de la fijación a la libido desvalorizando al objeto, momento en que
se puede resignar a él por carente de valor. Es Lacan quién en Hamlet sitúa la
necesaria rectificación del deseo que vuelve al acto posible por vía de la
intervención que resitúa la castración.
Esta operación, lo confirmamos por sus consecuencias clínicas libera al sujeto de
los efectos desvastadores del objeto, y permite en la cura que el discurso prosiga,
pero requirió un pasaje contundente por lo real, por parte del analista y por parte del
analizante, que llevan a la discusión del lado del analista, sobre cómo se entiende la
abstinencia en la dirección de la cura,y sobre la rectificación de la realidad que el
análisis conlleva, del lado del analizante.
En principio, las melancolizaciones nos impresionan como enigmáticas, porque no
acertamos a ver qué es lo que lo absorbe al sujeto tan enteramente, en una
desesperación tal, que a veces anuncia el pasaje al acto. Pero ya nos decía Freud
cuando observaba que captan la verdad más que otros no melancólicos: quién ha
dado en apreciarse tanto y lo manifiesta ante otros, ese está enfermo, ya diga la
verdad o sea mas o menos injusto consigo mismo.
La propuesta de este trabajo continúa las reflexiones acerca de las
desestabilizaciones en las neurosis y sus avatares en la clínica.
Luis consulta para no saltar de la ventana. Hace un año que se abandonó en algún
lugar esperando el Mesías o la lotería. Varias veces en su vida consiguió una
posición económica espectacular y luego lo pierde todo, y se va a la mierda -dice-
pero esta vez fue la peor. Hace un año y medio tuvo que escapar del país donde
vivía, divorcio mediante ,por evasión de impuestos, y es difícil que vuelva a ver a
sus hijos a la brevedad. Se considera brillante y de repente se va al pozo,"Necesito
que me tiren una soga porque me hundo".Hace tres años que vive con una mujer
que aparentemente lo deja por sus depresiones y falta de proyectos: "Yo, el Rey de
la bolita y mi último recurso colapsea":siempre por una mujer, señalo ya en las
entrevistas.
"El viejo, sólido, renombrado y adinerado tenía un solo quiebre que era la vieja",
responde. Después de la muerte del viejo las cosas se fueron a la mierda y yo
también. Quiero saber si valgo o soy un fraude. Una vieja úlcera amenaza con
reactivarse y tiene insomnio desde que nació su primer hijo. Tener un hijo le quitó el
sueño, ya que no estaba conforme con que abandonó la casa paterna y el país de
orígen para dejar de ser hijo. El padre , huérfano de padre, lo educaba como a un
niño de clase alta,que debía aprender música y varios idiomas, pero le exigía como
a un huérfano.Esperaba que supiera trabajar a los 12 como él, pero no se lo
enseñó. Como sus acciones como el mismo las refiere transcurren entre picos y
valles,sin poder situar como pasó de uno a otro,aún en medio de su desesperado
reclamo por comenzar el análisis, yo lo despedía hasta la próxima entrevista hasta
que mínimamente pudo comenzar a relativizar el espectacular o mierda de los
departamentos que buscaba para mudarse,y sancioné el comienzo recién cuando
una mudanza anunciaba, el comienzo de un nuevo tiempo, ni millonario, por ahora,
ni pobre. Ni Mesías algún día en una eterna procastinación, ni ya mismo o es la
apocalipsis.El comienzo del análisis sancionó la inauguración de los preparativos
para otra mudanza más, que sería el trabajo para pasar de la manía - melancolía al
duelo. De todos modos yo no apostaba a que en una primera vuelta se pudiera
analizar.
En las primeras sesiones trae un sueño,que confirma que éste pasaje ,aunque con
recaídas, puede comenzar:" otro se apropió del boliche del viejo, en su lugar".
De estar sin trabajo, con pocas reservas y con fantasías de perder cada vez más
hasta convertirse en "homless", dice que esta vez, a diferencia de otras, debería
poder preveerlo, para que luego no sea tarde. Consigue inventarse, según sus
aptitudes, un trabajo en el que gana mucho dinero, pero contrae una deuda
voluminosa, que quedó al margen del análisis por la cual decide interrumpir.
Durante el tiempo que duró su análisis, la compulsión a la actuación mostraba en
reiterados actings outs, lo difícil para él de articular discursivamente. Esta
mostración invitaba a una lectura, pero siempre tarde, cuando la mujer ya estaba
casada con otro, cuando el auto ya estaba comparado, cuando el traslado a otra
ciudad ya estaba aceptado. Acting que pone de manifiesto que sólo puede
substraerse imaginariamente de un Otro arbitrario que lo mandonée, cuando en
verdad reniega de una legalidad que lo ordene.
Una intervención posible, que permite pensar esta interrupción de análisis abre al
debate de estos tiempos: "usted no puede decidir nada sin que pase previamente
por el análisis, sino no lo acompaño más".

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