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La melancolía desde la perspectiva del psicoanálisis

Gloria Irina Castañeda Gamboa


Asociada Nel-Cali

La perspectiva freudiana

Freud (1915), descubrió cierta relación entre la melancolía y el duelo. Encontró que ambos
fenómenos están asociados a la pérdida de objeto o de algo querido para el sujeto que tenga
valor de pérdida, como la libertad, el prestigio o un patrimonio económico, es decir, cualquier
cosa que signifique un objeto de amor o un ideal. En ambos estados se presenta una enorme
tristeza, pérdida de interés por todo aquello que les rodea, inhibición de toda actividad; pero
la diferencia radica en que en el duelo, pasado cierto tiempo, la vida recobra su alegría, y en
ella se observan personajes que seducen e invitan al establecimiento de nuevas relaciones
libidinales. En la melancolía se observa un proceso diferente, en donde prevalece la agonía,
y el dolor de existir.

Freud (1915), nos dirá que la melancolía se define en la vida anímica por una pesadumbre
que anula cualquier tipo de interés por el mundo exterior, en el cual se pierde la capacidad
de amar, y el deseo de realizar cualquier tipo de actividad productiva. Pero, sobre todo, en
la melancolía se observa una perturbación en el sentimiento de sí mismo, es decir, un fuerte
empobrecimiento del yo, que se exterioriza en auto-reproches y denigraciones hasta el punto
de buscar en un nivel delirante el castigo extremo. Rasgo que no se presenta en el duelo,
donde es la vida la que se vislumbra como pobre y vacía y no el propio yo, como si ocurre
en la melancolía.

El origen de las innumerables acusaciones que se dirige sobre sí el sujeto melancólico debe
encontrarse según la perspectiva freudiana, en la constelación afectiva que caracterizaba
previamente el vínculo con la persona amada, destacándose una relación ambivalente de
amor y mucho odio. Llama la atención para Freud (1915), como gran parte de estas quejas,
desprecio y reproches se ajustan muy poco a la persona del melancólico y si se adecuan a
otra, esto es, a la persona a quien el sujeto ama o ha amado; situación que explica también la
falta de pudor del sujeto melancólico para mostrar y contar a todo el mundo, sus faltas y
defectos con tal desfachatez, que constituyen a su vez una satisfacción de tendencias sádicas.
Fenómeno observado también en el campo de la literatura en la importante obra de
Dostoyevski (1964) “Los demonios”, donde dos de sus personajes principales que llegan al
acto suicida, previamente se han distinguido por presentar fuertes tendencias narcisistas que
involucran sentimientos de grandeza por actos viles que dicen haber cometido contra la
humanidad, pero que no se han logrado comprobar (Castañeda, 1993).

Esto se comprende por un tipo especial de identificación narcisista con el objeto, que conduce
al sujeto a buscar de algún modo reconstruirlo, incorporando aquel dentro de su yo, de allí la
expresión de Freud: “ La sombra del objeto cayó sobre el yo” ( 1915:246). En este sentido,
se produce un fracaso en aquello que Freud (1915), ha denominado como cumplimiento del
trabajo de duelo ante la pérdida de la persona amada.

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La identificación narcisista supone en la melancolía una predisposición previa de una fijación
energéticamente fuerte al objeto erótico y, por otro lado, en contradicción una poca
resistencia de la carga de objeto, por eso, ante ciertas dificultades propias de los azares de la
vida, es posible que la carga de objeto retroceda al narcisismo (Freud, 1915). Esto implica
que Freud ubica la melancolía dentro del campo de la psicosis, y en clara oposición con la
paranoia, puesto que, en esta última el “narcisismo exalta e infla el yo del sujeto, en tanto,
que la identificación narcisista del melancólico constituye una herida permanentemente
abierta para la pérdida libidinal y vacía al yo hasta el empobrecimiento total” (Mazuca,
2006:5).

Entonces, en la melancolía según Freud retomando a Abraham (1915), lo que se presenta es


una regresión a la fase oral-canibalista, que se caracteriza por la incorporación que hace el
yo sobre el objeto amoroso, de una forma devoradora, violenta y ambivalente, de allí las
características mismas de la enfermedad y del sadismo que dirige el super yo hacia el yo.
Este hecho permite comprender la inclinación al suicidio, y en esta vía la melancolía cobra
un lugar preponderante.

Finalmente, desde la noción freudiana de la melancolía se encuentra una dificultad del sujeto
para realizar el trabajo de duelo, es decir, desanudarse del objeto perdido, y por el contrario,
lo evade, porque busca a toda costa revivirlo en el yo. Este impedimento devela una carencia
propia de otras formas de la psicosis, para afrontar la ausencia y el vacío que se presentan en
lo real ante la pérdida del objeto. En este asunto, lo que caracteriza al sujeto melancólico es
la modalidad de respuesta, que como ya vimos, supone la modificación del yo por la
identificación con el objeto y el hundimiento del yo como consecuencia (Mazuca, 2006)

La melancolía en Lacan

Lacan (1961), en el seminario La Transferencia a propósito de la melancolía retoma la


disertación freudiana con respecto al duelo y nos muestra cómo su dificultad obedece a la
función simbólica y metafórica de los atributos con los que fuertemente se inviste al objeto
del amor, que se constituyen a su vez en cualidades narcisistas. El asunto se resuelve en la
forma “como se “autentifica, la pérdida real pieza a pieza, fragmento a fragmento, signo a
signo, elemento I mayúscula a elemento I mayúscula hasta agotarnos”. Entendiendo la I
mayúscula como el significante del ideal del yo. “Cuando esto se ha hecho, se termina.”
(Lacan, 1961:438).

Asimismo, Lacan (1961) llama la atención por la presencia del estatuto de objeto que
denomina a minúscula, u objeto del deseo que se encubre o enmascara detrás del objeto
amoroso idealizado. Lacan nos dice, que Freud, superpone estos dos estatutos del objeto: Un
objeto de amor idealizado, de tipo narcisista, i(a) y un objeto a, no imaginable, ni
simbolizable que se enmascara tras el objeto ideal, objeto que causa el deseo y orienta las
elecciones amorosas de los sujetos. En la melancolía nos dice Lacan “El objeto es allí, cosa
curiosa, mucho menos aprehensible para estar ciertamente presente, y para desencadenar
unos efectos infinitamente más catastróficos, puesto que llegan hasta la desecación de ese
Trieb que Freud llama el más fundamental, el que los apega a ustedes a la vida” (1961:438).

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En el seminario La angustia, Lacan (1962), mostrará que se trata del objeto “a” alienado en
una relación narcisista. En esta vía, Lacan establece una importante diferencia entre el duelo
y la melancolía con respecto a la pérdida real de un ideal o un objeto de amor. Lacan señala
que es una perdida irremediable, cuya única forma de afrontamiento y solución será el duelo.
Duelo que implica en un primer momento, el aferramiento al vínculo simbólico y por ende
imaginario que se tenía con lo que se ha perdido. Este vínculo se sostiene a su vez por un
vigoroso esfuerzo de idealización del objeto, de rememoración, tiempo en el cual queda
desanimada la dimensión del objeto a como causa del deseo. Cuando se cumple este tiempo
del duelo, el objeto a reencuentra su función de causa del deseo y permite al sujeto investir
un nuevo vínculo.

Sin embargo, en la melancolía, el sujeto no logra establecer y mantener ese lazo simbólico e
imaginario frente a la pérdida del objeto, debido a la falla simbólica estructural, por lo que
confronta sin recursos simbólicos esa pérdida en lo real. Así las cosas, lo real del objeto
perdido se impone al sujeto sin recurso posible a su idealización y por ende recorte simbólico,
Por eso, ello: “Exige para el melancólico pasar, por así decir, a través de su propia imagen,
y atacarla en primer lugar para poder alcanzar dentro de ella el objeto a que la trasciende,
cuyo gobierno se le escapa-y cuya caída lo arrastrará en la precipitación-suicidio. (Lacan,
1962: 362-363)

Entonces, el sujeto se encuentra alienado ese real, (a), deviene el objeto perdido en lo real,
de ahí su empuje a la muerte de la melancolía. Así pues, no hay en la melancolía respuesta
simbólica para superar la pérdida real, por eso, estamos ante la presencia de una desconexión
de su alienación al lenguaje, es decir, ante una separación o una ruptura con la cadena
significante, que anula cualquier recurso simbólico posible, y el acceso a la palabra. Esto
explica, la reducción de la palabra o el mutismo del sujeto melancólico en los casos más
graves, su sentimiento de indignidad exacerbada y su desvitalización corporal. Miller (2015)
dirá también que la melancolía está del lado de la separación de la cadena significante, donde
lo que se produce es una identidad con el objeto, algo distinto a una identificación, porque
no responde al criterio freudiano que lo sitúa en el campo de los significantes.

Recorte de un caso clínico

En el caso “Desarraigo social paradójico y clínica del desierto” trabajado por Maleval (2016),
se encuentran muchos de los rasgos que caracterizan a la melancolía. Allí vemos a un sujeto
de nombre Carlos, joven, inteligente, educado e interesado por el arte, y sin embargo, no
puede emprender ningún tipo de actividad productiva. Lo anhela, pero se siente
imposibilitado para hacerlo, dice: “Intelectualmente sé lo que debo hacer, pero mirado de
lejos, no tengo impulso, nunca sentí un compromiso”. A veces se entusiasma con la
realización de algún tipo de proyecto, pero pronto, eso decae: “No entiendo cómo eso llegó
a interesarme. Me siento inútil, vacío, inerte”. Por eso, se siente como despedazado entre
una parte de sí mismo que quiere florecer, hacer proyectos y otra que le impide todo, llevando
esta última todas las de ganar.

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Sin embargo, a pesar de sentirse al borde de un vacío, Carlos señala, de que no se trata de un
deseo de suicidio, más bien, dice, tratarse de una atracción del no-ser, pues no cree en un
mundo mejor, no cree en nada. Según Miller (2016) retomando a Maleval (2016), se trataría
también de una atracción del no- ser que evoca el nombre de Heidegger, donde hay una
relación con la nada presente en este sujeto, que no causa deseo alguno.
Carlos siempre tiene la siempre de que debe andar con cuidado, no puede confiar en él, como
si una fuerza oscura le prohibiera y criticase todo su accionar, lo cual relaciona con la figura
de su padre, a quien describe como paranoico, pues se cree poseedor de la verdad y del propio
futuro de su hijo, por quien no apostaba mucho. Este padre según Maleval (2016) es ubicado
por Carlos en el lugar del padre gozador, quedando completamente a su merced, sin defensa,
por la ausencia de la protección del marco un fantasma.
Asimismo, nos dice Maleval (2016), que si nada orienta la vida de un sujeto, la culpabilidad
se torna muy presente, y a la par asoma la identificación al desecho. Carlos afirma tener la
sensación de que todo lo que anda mal en su familia y en sus relaciones es por su culpa.
En el campo de lo social, no es capaz de sostener relaciones de amistad y de amor, además,
se muestra extremadamente dócil frente a las opiniones y deseos de los demás, nunca
interpela, actúa como un ventrílocuo que se acomoda a las ideas que cree los demás tienen y
por eso, dice sentirse “como un miserable y marica”. Ello devela por un lado, una
perturbación importante del sentimiento de sí, que trasciende el simple menoscabo del
concepto de sí mismo. Y por otro lado, revela el funcionamiento al modo del “Como sí”,
destacado por Helen Deutsch en los antecedentes de psicóticos, como compensación
imaginaria, pues no logran entrar al juego de los significantes, quedando así en el plano de la
imitación externa ( Maleval, 2016, citando a Lacan, 1956: 275,360)
Así pues, la falta de interés libidinal por algo, se constituye en el fundamento de su
melancolía, Carlos dice sentirse: “Sin deseos, emoción y voluntad”, develándose la
mortificación del cuerpo, cuerpo que no ha sido afectado por las palabras, vacío de pasión.
Finalmente, de esta posición inerte de Carlos al encuentro de un deseo con la escritura de
novelas, la creación artística, al encuentro de un compromiso laboral en una biblioteca
pública, queda el producto de un trabajo bajo transferencia de este caso dirigido por Maleval
(2016).

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Referencias bibliográficas

Castañeda, G.I. (1993). El suicidio en “Los Demonios” de Dostoievski un estudio


psicoanalítico. Universitas xaveriana, 1(1), 75-80.

Dostoievski, F (1964). Los endemoniados. Madrid: Biblioteca E.D.A.F.

Freud, S (1917). Duelo y melancolía. En obras completas, V.XIV. Buenos Aires: Amorrortu,
1984.

Lacan, J (1960-1961). El seminario de la Transferencia, capítulo XXVII. Buenos Aires:


Editorial Paidós, 2003.

Lacan, J (1962-1963). El seminario La Angustia, capítulo XIV. Buenos Aires: Editorial


Paidós, 2006.

Lacan, J (1956). El seminario Las Psicosis. Buenos Aires: Editorial Paidós, 2006.

Maleval, J.C. (2016). Desarraigo social paradójico y clínica del desierto. En J. Miller (Ed.),
Desarraigados (pp. 45-55). Buenos Aires: Editorial Paidós.

Mazuca (2006). Clínica psicoanalítica de la depresión y la melancolía. Recuperado el 15 de


noviembre de 2017 en http://www.revistavirtualia.com/ediciones/14

Miller, J.A. (2016). Clínica del desierto. En: “Desarraigados”. Buenos Aires: Editorial
Paidós.

Miller, J.A. (2016). Desarraigo social paradójico y clínica del desierto. En:
"Desarraigados." Buenos Aires: Editorial Paidós.

Miller J. A & Otros. (2015). Variaciones del humor. Buenos Aires: Editorial Paidós.

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