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CAPÍ TULO VIII

PRINCIPIOS DE LA MEDIACIÓ N

“Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana,


e intercambiamos las manzanas, entonces tanto
tú como yo seguiremos teniendo una manzana.
Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e
intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos
dos ideas” (G EORGE BERNARD SHAW).

En los diversos recorridos que hemos trazado hasta aquí es


posible vislumbrar nuestra concepció n sobre la Mediació n así
como tambié n algunos de sus fundamentos y valores. Es un
buen momento, entonces, para tratar de definir una “forma” que
nos sugiera las claves para pensarla y actuarla.
Con este propó sito volvemos a Six, quien distingue entre
una postura cerrada —que atribuye a la vía americana—, desde
la cual se propicia “la permanencia de cada uno en su lugar”, y
otra abierta —en la que ubica la vía europea—, como un “espa-
cio intermediario” (espacio pú blico) desde el cual se propone la
“diná mica del individuo”. En esta ú ltima, la Mediació n es valo-
rada como un terreno privilegiado para el ejercicio de la liber-
tad, “un lugar de crecimiento y desarrollo” a partir de —en la
expresió n de Habermas— un “actuar comunicacional” 1. Desde
esta perspectiva se interpreta el conflicto como un proceso, no
de restauració n, sino de formació n de un orden. Aun cuando
esta idea contenga un rasgo propio de las utopías, creemos que
es atinado considerarla un norte al cual dirigir nuestras accio-
nes con la intenció n de acercarnos a una convivencia pacífica
que propicie y facilite el enriquecimiento de los individuos y de
la sociedad.
1
Six, J.-F., 1997.

11 - Mediació n Comunitaria.
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Debemos examinar entonces los valores y los principios que cias y valores en el desarrollo del proceso. Por otra parte, la
el mediador debe poner en acto. Así, nos encontramos con aque- puesta en prá ctica del dispositivo de la Mediació n se rige por
llos que pueden considerarse fundacionales de la Mediació n: la reglas preestablecidas que pretenden ciertos efectos y fijan cier-
neutralidad, la confidencialidad y la voluntariedad. Reiterados tas condiciones. De allí se desprende que la neutralidad no es
debates y aná lisis alrededor de estos axiomas han revelado una condició n que pueda prevalecer en el proceso, al menos en
tanto sus virtudes como las dificultades que se presentan al un sentido estricto. Pero como todo enunciado encuentra su
momento de procurar su anclaje teó rico o su traducció n en validez en la puntuació n de la secuencia, esta podrá iniciarse en
acciones concretas. Tal vez no resulten adecuados a todos los el pacto de adhesió n que supone la participació n voluntaria de
contextos o en relació n a toda concepció n de la Mediació n. En los individuos o grupos de individuos en estos procesos. De este
cualquier caso, vale el esfuerzo de volver la mirada sobre ellos modo quedaría allanado, en principio, el camino hacia la preten-
a fin de revalidarlos, resignificarlos o reformularlos, así como dida neutralidad.
tambié n de indagar respecto de otros principios o valores que Analicemos ahora la posibilidad de que la intervenció n del
puedan constituir la base o la esencia del acto de mediar y que mediador respete determinadas condiciones de neutralidad. En
puedan delinear la actitud del mediador. este sentido, la distinció n entre neutro y neutral permitió supe-
rar la situació n de que la intervenció n de un tercero en la escena
de la disputa modifica necesariamente su diná mica. Los té rmi-
La neutralidad nos que frecuentemente se han asociado con la puesta en circu-
lació n de este principio son:
Esta idea es seguramente la má s proclamada, discutida,
desmentida y resignificada en el marco de la Mediació n. Por • imparcialidad
ello, nos parece necesario intentar una nueva reflexió n a fin de • equidistancia
repensar su necesidad, su cualidad y su pertinencia, o no, en • equidad.
este campo. Una primera cuestió n es situar la necesidad/posibi-
lidad de la neutralidad en las distintas instancias de aplicabili- Estos conceptos aluden a las condiciones que no deben
dad, relativas a la concepció n, al proceso o a la intervenció n del faltar en todo proceso de Mediació n y que deben ser tenidas en
mediador. cuenta por el mediador en su desempeñ o. Se identifican así
Si el pluralismo es el horizonte deseado, existen distintos algunas de las claves —como la intervenció n/abstenció n y el
modos de compatibilizar las diferencias como manifestaciones de involucramiento/distancia (respecto de los participantes, de sus
la diversidad que lo define. Aunque esta condició n podría referir- perspectivas o de sus aspiraciones en cuanto al resultado del
se al conjunto de los á mbitos en los que se desarrolla la Media- proceso)— que señ alan los límites probables o deseables de la
ció n, es en el á rea social donde la propuesta de la tramitació n de acció n mediadora y delinean los bordes de la neutralidad. De
las diferencias y/o gestió n de los conflictos por la vía del diá logo esta propuesta nacen algunas preguntas relativas a có mo esta-
constituye una alternativa tan necesaria como singular. blecer estas condiciones simultá nea y convenientemente y, en
Una primera acció n será lograr la adhesió n y la voluntad todo caso, a có mo definir la intervenció n que las incluya.
de participació n en procesos de este tipo de los actores involu- Se manifiestan aquí las primeras contradicciones. La equi-
crados en una determinada situació n de conflicto. Resulta por distancia (entendida como distancia aná loga del mediador res-
demá s evidente que la propuesta en sí misma no implica condi- pecto de los participantes, de sus perspectivas y de sus aspira-
ció n de neutralidad alguna. ciones en el resultado del proceso) parece ser incompatible con
Luego, es de esperar que el mediador, en tanto portador y la equidad, como condició n que conlleva una distancia diferen-
portavoz de esta ideología, impulse la circulació n de estas creen- cial que ayuda a superar las asimetrías de distinta naturaleza
—discursivas, de poder u otras— que existen entre los actores
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involucrados, con el fin de facilitar que todos dispongan de las mente de esta forma se hace posible el desarrollo de una inter-
mismas oportunidades de participació n y de decisió n en el desa- venció n que promueva una “transformació n”, individual y/o del
rrollo del proceso. vínculo entre los participantes. El límite podría situarse así en
Otro de los supuestos es la imparcialidad del mediador. la exigencia de que el mediador se abstenga de emitir juicios o
Esta condició n ha sido descrita generalmente como la capacidad de proponer soluciones acerca de la situació n abordada.
para actuar “ni a favor ni en contra”, sea de un participante, de La fó rmula “ni tan lejos ni tan cerca” (involucramiento-
una visió n del conflicto, de una alternativa para resolver las distancia) se propone como una suerte de contorno de la interven-
diferencias, etc. Asimismo, una correcta intervenció n debe evi- ció n en el marco de la neutralidad. Sin embargo, rá pidamente se
tar identificaciones y simpatías o antipatías respecto de los advierten las dificultades para precisar la medida y la calidad
participantes, de sus perspectivas y de sus expectativas. Esta necesarias y/o favorables, en general o en particular, en cuanto a
condició n no reviste, en general, mayores inconvenientes para los desacuerdos en los que decidimos intervenir. Mucho má s
un mediador con cierta experiencia. Sin embargo, la imparcia- difícil aú n será encontrar esta medida en la acció n. Esta condi-
lidad se hace má s difusa cuando se la encuadra dentro del ció n supone, por tanto, una posibilidad y un riesgo en el propó sito
diseñ o de las estrategias del proceso, ya que estas implican una de ayudar a los participantes en su emprendimiento.
elecció n de oportunidades y una secuencia de decisiones. Del Otra cuestió n en la que es preciso reparar es que, como
mismo modo, al momento de formular preguntas con diversos mediadores, generamos una expectativa y un objetivo que lle-
propó sitos no es posible eludir la toma de posiciones, expresada van implícito el riesgo del é xito o del fracaso de nuestra inter-
en la orientació n, en la intenció n, en la intensidad y en la forma venció n. Tambié n es cierto que al emprender este camino tende-
del cuestionario. mos naturalmente a proyectar, como expresió n de deseos, la
El mediador decide sus acciones en virtud de lo que esti- resolució n del conflicto como una suerte de “final feliz”. Estas y
ma má s favorable para el proceso y para los participantes. En otras variables inciden tambié n en nuestra percepció n y en la
este caso, su apreciació n de la situació n involucra, ademá s de diná mica del proceso.
sus saberes específicos, la ideología propia de toda persona. En Por todo ello, consideramos que el trabajo en equipo, la
un sentido má s general, debemos tener en cuenta tambié n que presencia de observadores en el espacio de Mediació n, la prá c-
así como no existe un discurso ajeno a las condiciones sociales tica supervisada o el “equipo reflexivo” 3 que acompañ a el proce-
y culturales de producció n, no existe tampoco un discurso que so, constituyen contribuciones esenciales a fin de aprovechar las
sea recepcionado fuera de este tipo de condiciones 2. O sea que oportunidades y de minimizar los problemas que esta condició n
tanto las intervenciones del mediador como las interpretacio- conlleva. En cualquier caso, sabemos que el equilibrio que se
nes que de ellas hagan los participantes llevan marcas o logre tiende a ser inestable.
improntas socioculturales. En suma, sus ideas, creencias y Estas contradicciones (así como otras que no analizamos
valores estará n presentes como las huellas que su cultura y su aquí) nos conducen hacia la bú squeda de una fó rmula capaz de
biografía imprimieron a su propio discurso. Desde su peculiar sintetizar los aspectos positivos de cada una de estas funciones.
subjetividad —entonces— comprenderá el conflicto, escuchará En esta línea, la idea de multiparcialidad, que distintos autores
las narraciones de las partes y estimulará líneas de trabajo han desarrollado, surge como una forma capaz de conjugar las
específicas. buenas intenciones con cierto equilibrio entre las tensiones
Al considerar las claves anteriormente señ aladas (inter- emergentes en su interacció n. Sin embargo, un enunciado y la
venció n-abstenció n, involucramiento-distancia) parecería que simple voluntad no son suficientes para resolver por la vía de
los má rgenes de la neutralidad se hubieran ampliado. Precisa- “los muchos” (multiparcialidad) lo que no hemos logrado con “los

2
V. De Ipola, E., 2002.
3
Suares, M., 1997.
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pocos” (imparcialidad-neutralidad). Los obstá culos o las dificul- tes”, abogados, asesores y otros). Se trata de una condició n que
tades para establecer las condiciones de equilibrio conforme a impone límites muy precisos a la transferencia de toda informa-
esta postura continú an igualmente presentes en las contradic- ció n vertida en este marco y que contribuye a mantener un
ciones ya señ aladas. diá logo má s distendido con y entre los participantes. Asimismo,
Para salir de este atolladero podemos reparar en el té rmino resguarda al mediador de la obligació n de actuar como testigo
DeNeutralidad (neutralidad + involucramiento), concebido por en un eventual proceso judicial en el cual se exponga la situa-
Mariné s Suares 4, referido a la idea de la “simultá nea interac- ció n dirimida en este espacio; ello nos lleva a preguntarnos cuá l
ció n” entre ambos té rminos como instancia dialó gica 5. En nues- sería el inconveniente de asumir una carga pú blica de esta
tra opinió n esta propuesta problematiza la cuestió n, y tal vez índole, incluyendo en ú ltima —o en primera— instancia la
este sea su propó sito, en tanto expresa la tensió n entre neutra- voluntad de los participantes.
lidad e involucramiento. En cualquier caso no podemos dejar de Quizá por creer que la confidencialidad es suficientemente
advertir que esta fó rmula no resolvería la cuestió n central —es evidente, indiscutible y fá cil de sostener, no nos cuestionamos
decir, có mo sostener condiciones de neutralidad— así como acerca de las premisas que la sustentan, así como tampoco sobre
tampoco la difícil determinació n acerca de cuá ndo, có mo y con su real alcance. Creemos necesario entonces revisar algunos
qué propó sitos nos involucramos. aspectos que —en nuestra opinió n— deben ser analizados y, en
Reconocer y asumir los obstá culos y las contradicciones todo caso, reformulados.
inherentes a las condiciones analizadas hasta aquí nos permiti-
rá despojarnos de la omnipotencia de la neutralidad. Esta con- El convenio
dició n, entonces, consiste en la necesidad de que el mediador
actú e como “tercero supuesto neutral” y de que, en este caso, La tan recomendada firma del convenio de confidenciali-
indague y defina qué cualidades debe desarrollar para poder dad no ha sido adecuadamente delimitada en cuanto a su sen-
desempeñ ar su rol. Entre ellas, debemos atender fundamental- tido y alcance. En primer lugar, nuestro sistema jurídico reco-
mente al respeto y al reconocimiento de la otredad y de la noce los convenios, sean verbales o escritos, por lo que interpre-
libertad de los individuos. tamos que su firma no es imprescindible. Esta situació n nos
invita a profundizar en el tema y a considerar la construcció n de
esta condició n.
El compromiso de confidencialidad La creació n de un compromiso involucra a todos los actores
del proceso, entendiendo al mediador como a uno de ellos. Su
Quienes nos dedicamos a esta tarea sabemos que la confi- propuesta tiene lugar cuando el conflicto está atravesando el
dencialidad es una característica esencial del proceso de Media- estadio de la “imposibilidad”, es decir, cuando las personas no
ció n. Por este motivo, má s allá de la obligatoriedad que prescri- han podido resolver sus diferencias por sí solas. En este momen-
ben las normas referidas a la Mediació n prejudicial, el cará cter to inicial la relació n de confianza mutua entre los involucrados
confidencial comprende tambié n las mediaciones privadas y las puede encontrarse seriamente deteriorada o fuera de toda con-
comunitarias. sideració n, por lo que resulta —al menos— dudoso que una
Esta cualidad, explicitada en un primer momento a las “invitació n compulsiva” a contraer un primer compromiso pue-
partes, se le atribuye tanto a las reuniones conjuntas como a las da ser interpretada por los participantes como una contribució n
privadas mantenidas con cualquiera de los participantes (“par- en el sentido de generar confianza entre ellos, en el proceso o en
el rol del mediador.
4
Suares, M., 1997. Empero, si evaluamos su verdadero alcance el panorama se
5
Acerca del “Dialogismo” puede verse Arfuch, L., 2002. hace aú n má s difuso. Son comprensibles la necesidad y la liber-
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tad que tienen los involucrados de transmitir lo que les acontece obligació n. Todo esto subraya la responsabilidad y la prudencia
a quien ellos eligen como interlocutor fuera de este á mbito. Ante que requieren nuestro trabajo en general y nuestras interven-
esta realidad, la ú nica manera de generar un compromiso for- ciones en particular.
mal que no esté vacío de sentido es hacié ndolo emerger de la
propia convicció n de las partes respecto de su utilidad. El respeto por las historias
En los conflictos que involucran a mú ltiples actores, y má s
aú n, en los conflictos pú blicos, la obligatoriedad de esta condi- Otra de las situaciones en la que puede ponerse en juego la
ció n deviene insostenible o simplemente irrelevante. En este confidencialidad es en ocasió n de exponer los casos con propó si-
tipo de escenarios de orden social, la posibilidad de transferir la tos pedagó gicos, como contribució n al campo de la investigació n
informació n facilita —como señ ala Gachi Tapia— la transpa- o de la reflexió n crítica. Como sabemos, la palabra exponer
rencia, tan positiva como imperiosa en procesos complejos. Así, alude a la acció n de dar a conocer, así como tambié n a situar un
en estos y en otros casos, se debe trabajar con los participantes objeto en contingencia de dañ arse. Las personas acuden a un
sobre los aspectos que será n divulgados o preservados fuera del espacio en el que cuentan su historia, revelan aspectos íntimos
á mbito de la Mediació n, ya que es el mejor modo de establecer de su personalidad y de su vida, y ponen a circular sus dolores.
condiciones que ellos mismos juzguen favorables. Si la confidencialidad se traduce en el secreto, es preciso enten-
Lo expuesto hasta aquí revela que el compromiso de confi- derla como la consideració n por la identidad profunda de al-
dencialidad no parece ser un prerrequisito, sino má s bien una guien, de su persona, de su historia, de sus dolores. Cuando
condició n a configurar segú n las particularidades de cada caso decidimos traspasar los límites de la confidencialidad —esto es,
y la necesidad de los involucrados. Esta perspectiva, bastante cuando escribimos, cuando narramos o cuando escuchamos el
difundida, resuelve así los límites de esta condició n. relato de un caso— nos situamos en el difuso borde del respeto.
Por otra parte, el deber de confidencialidad contempla ex- Entendemos que los casos son “objetos” que nos permiten
cepciones, es decir, situaciones en las cuales el mediador queda revisar y profundizar la teoría, nos convocan a investigar en
relevado de este compromiso. Sin embargo, es habitual que se otras disciplinas, abren preguntas, y pueden ayudarnos a en-
encuentre con imprecisiones en las normas que le devuelven el contrar nuevas respuestas; pero, sobre todo, son un fragmento
poder y la responsabilidad de afrontar en soledad esta valora- de la privacidad de las personas. No es suficiente, entonces,
ció n así como las dificultades para sostenerla. sustituir los nombres o algú n otro aspecto creando una fó rmula
de aparente anonimato. Aunque logremos la disolució n de toda
Estas pocas señ ales demuestran que algo está desajustado
huella de los protagonistas, sabemos que hemos usurpado su
en lo que atañ e a la necesidad y al beneficio de aplicar este
historia, que nos hemos apropiado de ella, que la estamos expo-
instrumento. Al mismo tiempo, la condició n de confidencialidad
niendo. Si en esta ocasió n el fin justifica los medios, hagá moslo
que debe respetar el mediador es central en el marco de estos
—simple e inequívocamente— con Respeto.
procesos y tambié n, en nuestra opinió n, respecto de aspectos
mucho má s amplios que los límites explicitados en los convenios
habitualmente utilizados. Voluntariedad
Plantear esta condició n como inherente al proceso de Me-
diació n nos induce, en muchos casos, a formularnos una pregun- Esta es una de las condiciones má s aceptadas en este
ta de orden é tico: ¿hicimos lo correcto? En ocasiones no hemos campo. Sin embargo, no dejan de aparecer a propó sito de ella
encontrado una respuesta que no nos suscite cierta inquietud. entredichos y contradicciones.
Esto nos llama a reflexionar acerca de có mo configuramos y La ley argentina, por ejemplo, prevé una instancia de
delimitamos nuestra intervenció n y, al mismo tiempo, pone de Mediació n obligatoria para algunos casos. Los argumentos a
manifiesto los dilemas que esconde el cumplimiento de esta los que habitualmente se apela para defender esta obligatorie-
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dad desatienden el que para nosotros es un atributo irrenun- impide establecer categorías o cualificar las actitudes de quie-
ciable de la Mediació n: el ejercicio de la libertad de los indivi- nes no valoran estos mé todos —o no los consideran adecuados
duos. Esta imposició n es frecuentemente justificada por medio para tramitar una situació n específica— así como tampoco las
de lo que podríamos llamar la “evidencia de satisfacció n”, que de quienes reconocen su importancia.
significa que, aun cuando los participantes no hubieran elegi- Por otra parte, aunque no conseguiremos sortear los mane-
do esta vía, se presupone que a travé s del proceso de Media- jos que los participantes pueden intentar en el contexto donde
ció n experimentará n una transformació n que hará posible lle- se desarrolla el conflicto, podemos evitar contribuir a ellos.
gar a acuerdos má s satisfactorios para ellos. En esta aprecia- Debemos tener presente que muchas veces la solicitud de llevar
ció n se percibe un evidente sentimiento de superioridad de un conflicto a una instancia de Mediació n puede encubrir cierta
quienes no solo creen saber algo que otros no saben, sino que manipulació n, voluntaria o involuntaria, por parte de quien
ademá s se atribuyen la capacidad de decidir qué es bueno para toma la iniciativa. Esta propuesta puede ser tambié n la expre-
esos otros. sió n de un desafío.
El argumento de la obligatoriedad gira tambié n alrededor Má s allá de los impulsos particulares que los llevan a
de la eficacia estraté gica en cuanto a la difusió n de estos mé to- involucrarse, para que la Mediació n funcione es preciso que
dos y a su noble fin: contribuir a la paz social. Si de ello se trata, durante su transcurso los participantes demuestren algú n gra-
será seguramente má s acorde a este principio concentrar los do de motivació n. El mediador debe propiciar que la participa-
esfuerzos para mejorar cada día la calidad del trabajo desarro- ció n en el proceso y el trá nsito por esta experiencia sea un
llado, evitando el empleo de instrumentos imperativos que nin- verdadero ejercicio de libertad de los individuos.
gú n bien le hacen a esta incipiente profesió n y que la devalú an Este recorrido por algunos de los principios que conforman
como recurso ú til para la sociedad. el centro de las enunciaciones teó ricas de la disciplina nos
A pesar de que esta obligatoriedad se circunscribe formal- brinda el marco necesario para emprender el aná lisis de otras
mente a la presentació n de las partes y no a la participació n en características que consideramos fundamentales en el proceso
el proceso, en realidad constituye algo má s que una simple de Mediació n.
invitació n. Ello puede aplicarse tambié n a las convocatorias
que, no siendo obligatorias (como las emanadas de un centro
privado o de gestió n estatal en el á mbito comunitario), puedan Hacia nuevas formulaciones. La actitud del mediador
tener el mismo efecto.
Si ninguna acció n es inocua, podemos suponer entonces En nuestra experiencia como individuos, como sujetos so-
que la abstenció n de involucrarse en un proceso de esta índole ciales, en nuestros recorridos acadé micos y profesionales incor-
o bien el modo de interpretar esta decisió n pueden producir poramos saberes constituidos, premisas, postulados, axiomas e
efectos en el mismo conflicto. De hecho, en estos casos es comú n ideas, que conforman cierto bagaje intelectual e instrumental,
encontrar un notable cambio en los protagonistas. Así, una que nos permiten economizar opciones y acortar caminos. Pero
actitud de abstenció n es interpretada frecuentemente como una muchas veces consentimos que nuestro pensamiento descanse
“falta” por parte de quien no acepta la invitació n: falta de demasiado en ellos, los naturalizamos y no dejamos que nuevas
interé s, falta de compromiso, etc. En cualquier caso es preciso ideas emerjan o nuevas representaciones se establezcan. Esta
tener en cuenta entonces que en tanto el proceso comienza en la percepció n nos condujo a intentar el difícil ejercicio de poner
primera consulta, desde ese mismo momento estaremos influ- entre paré ntesis algunos supuestos y convicciones para iniciar
yendo de algú n modo en el conflicto, en la percepció n respecto de una nueva reflexió n.
este y en los participantes. En este sentido, es importante En este propó sito una experiencia docente en el campo de
subrayar que la condició n de voluntariedad bien entendida la Arquitectura nos resultó estimulante y orientativa:
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Este breve relato alude a una experiencia docente del arquitecto Richard Sennett, en su brillante libro ya citado, se ocupa
Louis Kahn. El tema a desarrollar era un “monasterio”. Propuso a los de los factores que hacen que el respeto mutuo sea algo tan
asistentes del curso partir de la suposició n de que hasta ese día no difícil de alcanzar. É l reconoce que la escasez de respeto es uno
hubiera existido nunca un monasterio. Se debían olvidar entonces todas
de los problemas centrales del tiempo actual y de las relacio-
aquellas palabras que representaran un monasterio tradicional: monje,
refectorio, capilla, celda, etc. Este ejercicio les permitió pensar y encon- nes humanas en general: “...con la falta de respeto no se
trar formas y relaciones que no hubieran tenido posibilidad de surgir si insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconoci-
se hubieran atenido al programa. miento; simplemente no se la ve como un ser humano integral
En palabras de Kahn: “…Estoy seguro de que si a los estudiantes se cuya presencia importa…” 7. Si pensamos el respeto asociado al
les hubiera entregado un programa de los requisitos no habrían surgido reconocimiento, como é l propone, encontraremos que es gran-
de la clase ideas de este tipo [en referencia a los proyectos producidos por de el esfuerzo que requiere este emprendimiento. Las dificul-
los alumnos]. El nú cleo originario del concepto monasterio no se perdió ; tades que se nos presentan para alcanzar este objetivo pueden
má s bien, al reconsiderar su espíritu, se le agregaron nuevas comproba- ser identificadas si nos planteamos aquella pregunta: ¿somos
ciones” 6.
realmente capaces de reconocer a un otro tan otro, precisamen-
Del mismo modo, nos propusimos olvidar por un momento te en su diferencia?
las palabras neutralidad, confidencialidad y voluntariedad con Leviná s, considerado el “filó sofo del otro”, se refiere a la
tanta connotació n en el á mbito de la Mediació n. Esto nos permi- noció n de respeto indicando que, “antes de ser un mandamien-
tió descubrir, en el sentido de despojar de la cobertura, los to”, describe cierta situació n. Utilizando “el rostro” como lo que
rasgos que para nosotros son esenciales en el acto de mediar y representa a la persona, al yo y al otro, dice: “...Desde el momen-
que conforman la actitud del mediador. to en que estoy en relació n con el rostro del otro, en que hablo
al otro y en que escucho al otro, la dimensió n del respeto está
abierta. Despué s resulta preciso, naturalmente, hacer que la
El respeto y el reconocimiento
é tica esté en consonancia con esa situació n y que resista a todas
Ya hemos hablado, a propó sito de la interculturalidad, de las violencias que consisten en reprimir el rostro, en ignorar el
la idea de tolerancia como un estadio menor al reconocimiento. rostro o en reducir el respeto...” 8.
Hemos intentado tambié n aproximarnos a las nociones de res- Por su parte, Six concibe al respeto como uno de los princi-
peto y de reconocimiento de la diferencia en diversos pasajes del pios fundamentales y una de las cualidades con las que debe
texto. En un sentido má s general, al enunciar las condiciones de contar el mediador, y lo sintetiza con esta expresió n: “el otro
posibilidad del conflicto hemos indicado entre ellas: diferente a nosotros, es un hombre como nosotros, en condició n
de igualdad” 9.
• la “escasez de respeto mutuo” El respeto juega un papel sumamente significativo en nues-
• la exigua capacidad de reconocimiento de la diferencia tro trabajo como mediadores, tanto en funció n de nuestra rela-
o de la “otredad” que tienen una sociedad y/o sus integrantes. ció n con “los mediados” como en virtud de los conflictos por los
cuales somos convocados. Por cierto, no se trata de una tarea
Es fá cil advertir que el mediador goza en mayor o menor
sencilla, y está lejos de derivar del voluntarismo o de una simple
medida de las mismas virtudes o del mismo dé ficit que cualifica
enunciació n. Es necesario, entonces, que reflexionemos sobre
a la cultura de la sociedad que integra. Por lo tanto, es preciso
las distintas formas en las que con frecuencia establecemos la
considerar estas condiciones como parte del trabajo personal
que debe emprender todo aquel que se proponga actuar en este
rol.
7
Sennett, R., 2003.
8
Cit. en Derrida, J., 2001.
6
Kahn, L., 2002. 9
Six, J.-F., 1997.
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“relació n de ayuda” con los participantes para poder sostener en Ambos se enorgullecían de su trabajo: escuchaban cargados de
todas ellas esta condició n. curiosidad, los nucleaban los mismos intereses, preguntaban con tanta
agudeza que llegaban en forma directa al centro del conflicto, eran
Asimismo, no podemos dejar de reparar en los “desvíos” respetados y sabían respetar. Sin embargo, en el ú ltimo tiempo se habían
que muchas veces surgen en forma menos evidente cuando comenzado a hacer visibles algunos signos de lo que se podía pensar como
abordamos situaciones con acento en la desigualdad. Entre un cierto desgaste natural. Se desdibujaba la armonía, algo pasaba que
ellas, Sennett señ ala: la compasió n, la caridad, el asistencialismo, les impedía tener la “sintonía” que otrora reivindicaban. Al parecer, una
el voluntariado intrusivo, la dependencia degradante, y tantas discusió n por cuestiones que desconocíamos logró teñ ir su modo de vin-
otras que pueden estar presentes cuando intervenimos en el cularse. Esta molestia implícita comenzaba a hacerse presente en cada
á mbito social, en particular cuando debemos traspasar la “fron- Mediació n. Habían perdido la pasió n y empezaron a competir. Confron-
taban, se medían y se escrutaban a cada instante. Los vientos venían
tera de la desigualdad”. Ademá s, la “angustia del privilegio” y el
cruzados, hasta que “se desató el vendaval”. Se desencajaron y se desnu-
“temor de ofender” de quienes intervienen con el fin de ayudar dó el conflicto. Llegaron al límite cuando comenzaron a discutir —en una
pueden configurar obstá culos para lograr una relació n de respe- forma que ellos mismos consideraron bochornosa— frente a las partes en
to mutuo 10. una Mediació n.
Sin embargo, aun de manera menos perceptible, las dificul- Nos propusimos ayudarlos. Está bamos ante un final abierto e in-
tades aparecen tambié n en las intervenciones en condiciones cierto. Partimos de la premisa de que era importante que siguieran
que podríamos considerar simé tricas o que no está n marcadas juntos. El instituto de la Mediació n estaba siendo perjudicado al perder
por la desigualdad. El respeto por el otro involucra tambié n su a este binomio. Los convocamos a un encuentro y les preguntamos:
autonomía, concepto que no apunta a la comprensió n, sino ¿Cuá les son los valores que creen que deben ser compartidos? Los
precisamente a aceptar en los otros lo que no podemos entender ayudamos a buscar el nosotros por sobre el vosotros. En la intimidad
respecto de ellos. A continuació n relatamos una situació n en la distendida de cuatro colegas conversando, pudimos contribuir a que cada
que hemos tenido la oportunidad de “mediar con mediadores” y uno planteara su molestia.
donde a nuestro parecer se ponen en acció n algunos de los
— Me preocupa que no puedo controlar mis actos. Voy predispues-
supuestos analizados. to a que sea diferente, pero cuando lo veo, en fin, no puedo. Es que soy un
profesional de la Mediació n, tengo má s de 500 mediaciones hechas de las
“Mediar con mediadores” cuales casi todas terminaron muy bien; en Comunitaria ya llevo 330, de
ellas 120 en co-mediació n con Aníbal al que casualmente ya no lo puedo
Como en cualquier equipo de trabajo, los mediadores que forman mirar ni a los ojos —dijo con tono de reproche Sebastiá n.
parte de un mismo Centro tienen sus identificaciones y empatías perso-
nales y profesionales, las cuales quedan al descubierto al momento de Se cruzaron miradas incisivas, pero estaban cautos al extremo.
constituir el grupo de trabajo para una situació n específica. Esto significa — Tené s razó n, yo siento lo mismo, pero evito expresar pú blica-
que emergen las afinidades de quienes tuvieron la oportunidad de mediar mente mi molestia, si bien no estoy colegiado y mis mediaciones son
juntos y alcanzaron un resultado positivo, o simplemente se sintieron a exclusivamente domé sticas… En la aseveració n de Aníbal se empezaba a
gusto y estimulados en la tarea compartida. advertir el fondo del disgusto.
Recordamos una pareja de mediadores que intervenía en forma ¿Qué pasaría si dejaran de mediar juntos?
habitual en un Centro de Mediació n Comunitaria. Muchas eran las
coincidencias en la apreciació n del conflicto, en el diseñ o y despliegue de ¿Cuá l sería el inconveniente?
estrategias, en su encuadre y enfoque, en su aná lisis posterior a la
¿Analizaron esa posibilidad? —les preguntamos para que reflexio-
Mediació n. En sus anotaciones coincidían en remarcar con llamativa
naran.
similitud palabras clave que surgían de los diá logos.
Ambos callaron, los invadió un silencio có mplice, intercambiaron
miradas de exasperació n y se los notó nostá lgicos, como si recordaran sus
10
Sennett, R., 2003. mejores tiempos.
176 MEDIACIÓ N COMUNITARIA PRINCIPIOS DE LA MEDIACIÓ N 177

— A mí me da placer hacer mediaciones con é l, creo que somos utilizarla aquí en un doble sentido: los mediadores deben adaptarse al
realmente buenos —manifestó Sebastiá n. caso, es decir, ponerse a disposició n de é l, para lo cual no se pueden
permitir distraerse en sus propios asuntos y, en segundo té rmino, el
— Me pasa lo mismo, pero no tolero má s que “me desacrediten” por discurso y las habilidades té cnicas no deben ser utilizados como herra-
mi desconocimiento del Derecho cuando lo que aprendimos es que no mientas autorreferenciales y protagó nicas o para marcar una superiori-
hacen falta pruebas, leyes ni jurisprudencia para facilitar el diá logo y dad respecto del compañ ero de equipo, sino “para y por” el caso en su má s
contribuir a que las personas encuentren soluciones a sus problemas. íntima singularidad. Esta situació n nos brindó —al grupo en general—
Esta fue una pauta clave que perduró entre nosotros —aclaró Aníbal con una oportunidad para comprender la dimensió n del respeto como condi-
voz á spera, como si estuviera triste. Lo miró desafiante y le pidió que ció n necesaria del proceso de Mediació n y de la actitud del mediador. La
recapacitara: Ponete en mi lugar. ¿Qué pasaría si yo te hiciera algo coordinació n de un Centro, como en este caso, posibilita fortalecer los
similar, qué pensarías vos de mí? —preguntó en forma circular. vínculos, acompañ ar a sus integrantes en las dificultades que se les
— Sí, en verdad te entiendo, pero me cuesta mucho. Todo fue por presentan y trabajar para la integració n de equipos só lidos de interven-
esa pelea, que jamá s creí que iba a llegar tan lejos —contestó Sebastiá n ció n, mediante el enriquecimiento y el respeto mutuos.
conteniendo la respiració n. Luego dijo en tono elevado y asertivo:
— Te propongo un trato.
En síntesis, al mediador le cabe una responsabilidad que
implica determinado accionar, que no solo requiere habilidad y
— ¿Cuá l? —preguntó con expectativa Aníbal. empatía, sino fundamentalmente respeto y sensibilidad hacia sí
— Yo no te hostigo má s. Si me lo propongo lo voy a hacer y vos mismo, hacia sus colegas y hacia los participantes, respecto de
sabé s má s que nadie que cuando me fijo un objetivo lo cumplo, pero vos las historias, de las pasiones y de sus imposibilidades.
respetame si introduzco cuestiones jurídicas que considere que atañ en a
la ocasió n. Sé por qué lo hago. La presencia y la prudencia
— Trato hecho —respondió el “lego” con palmadas de afecto y un
apretó n de manos. Aldo Rossi, uno de los grandes arquitectos y pensadores del
siglo XX que apostó a la transformació n de la “ciudad del hom-
Volvieron a trabajar con la alegría y la eficacia de siempre. bre”, decía que “...con los instrumentos de la Arquitectura...
En este caso, nuestra intervenció n fue simplemente la convocatoria. podemos disponer un acontecimiento, al margen de que este
Ellos delimitaron y dirimieron su conflicto, pero esto no quita que si no realmente se produzca...” 12. Nosotros decimos: con los instru-
hubieran tenido un “tercer lado” a tiempo podrían haber vilipendiado una mentos de la Mediació n, tambié n. Y en esto juegan la libertad y
relació n y un trabajo dignos de rescatar. El Centro tambié n se hubiera la imaginació n, porque, parafraseando al propio Rossi, las cosas
visto afectado y “los mediados” hubieran perdido la oportunidad de su
inestimable contribució n.
a determinar son pocas pero no pueden estar equivocadas, y en
ellas precisamente se esconde el sentido de la Mediació n. En
Ellos, que estaban al borde de disgregarse a causa de la intensidad este propó sito de “crear la escena” donde sea posible el aconte-
de las pasiones o de la falta de entendimiento, son un ejemplo ilustrativo cimiento o encuentro, el mediador es una presencia que no es
de una intervenció n a tiempo. El trabajo en equipo requiere, en sus inocua. Es importante tambié n que sepa “retirarse”. Es un
distintas formas (la co-mediació n, la supervisió n y otras), una actitud
abierta, sincera, honesta y por sobre todas las cosas de respeto hacia los
facilitador, pero los protagonistas de este encuentro, los que
demá s y hacia uno mismo. Podríamos haber dejado que se fuera resol- verdaderamente lo llevan a cabo, son los participantes.
viendo… pero seguramente, mientras transitaban ese proceso y má s allá El modo de estar presentes define la condició n de posibili-
de los efectos en la relació n, su trabajo no hubiera respondido a lo que “los dad. A la forma en la que acudimos en ayuda del otro desde
mediados” merecen. Como dice Clara Schor-Landman, refirié ndose al nuestro rol de mediadores la denominamos facilitació n. Ella
campo del psicoaná lisis, “el caso comanda” 11, y la misma idea podemos supone que debemos edificar esta relació n desde una presencia

11
Puede verse esta fundamentació n en Schor-Landman, C., 2004. 12
Rossi, A., 1998.

12 - Mediació n Comunitaria.
178 MEDIACIÓ N COMUNITARIA PRINCIPIOS DE LA MEDIACIÓ N 179

solidaria, abierta y constructiva basada en la sensibilidad y en ran sido unívocas. Podríamos decir que fue un proceso “desigual y com-
el compromiso, que evite los ró tulos y clasificaciones fá ciles y binado”. Se avanzó en la disolució n, luego en la posibilidad de recupera-
tome el desafío de trabajar con lo específico, con lo singular de ció n de la empresa, otra vez en la disolució n. No llegaron a un acuerdo.
Unas horas despué s de la ú ltima reunió n se encontrarían en la empresa
cada caso. Contribuir, en fin, a restablecer lazos que superen la
abogados, escribanos y peritos, ante los ojos de los empleados que se iban
visió n del medio social como simples relaciones de coexistencia a quedar sin trabajo en ese mismo momento.
que es necesario moderar 13.
El señ or “elegante” permaneció un rato má s en la sala. Agradeció a
Mencionada desde tiempos antiguos en diversas obras de las mediadoras el trabajo realizado, y tambié n lo hizo su abogada. No nos
cará cter normativo, la “prudencia” continú a renovando su pro- quedamos satisfechas. En general, no habría que quedar satisfecho luego
tagonismo como virtud esencial para desenvolverse convenien- de un proceso en el que los participantes no logran una respuesta satis-
temente en todos los á mbitos. Tambié n, esta condició n está factoria. Pero el señ or dijo algo que representa algunas de nuestras
relacionada estrechamente con el respeto. Aplicá ndola especí- convicciones acerca de nuestro trabajo como mediadores. Fue má s o
ficamente a la Mediació n, su representació n indica la necesi- menos así: Yo siempre tuve el lugar del “malo de la película”. É l construyó
dad de que nos abstengamos de intervenir con nuestros prejui- esa imagen y así lo cree mi hermana. Vine sin ninguna confianza, por
consejo de mi abogada. Pero esto me hizo bien. Es la primera vez que,
cios morales o intelectuales, o desde intuiciones pragmá ticas respecto de este tema, no me siento “el malo de la película”. Me pude
que puedan entorpecer el ejercicio de la libertad de los parti- demostrar a mí mismo que no lo soy, a veces uno duda de sí mismo...
cipantes. Ofrecí mucho má s de lo que realmente quería y consideraba justo. Propuse
Un apropiado discernimiento de la situació n nos permitirá cosas para que é l no se quedara sin trabajo. No sabe hacer otra cosa, mi
superar la intervenció n ingenua, que apunta a reducir rá pida- hermana no trabaja. No se pudo, pero eso ya no tiene que ver con ustedes.
mente las tensiones o que puede obstaculizar el propio proceso Muy sinceramente les agradezco el trabajo que hicieron.
de los participantes, y nos enseñ ará a valorar logros que van Esto expone lo que tratamos de indicar: apunta a la actitud del
mucho má s allá del é xito de la resolució n de un conflicto en mediador para acercarse al conflicto humano. Se trataba de mucho má s
particular. que de un balance contable. La relació n con la hermana, que no estaba
involucrada en la empresa y en la Mediació n pero sí en el conflicto. La
El siguiente relato evidencia una de las formas en que relació n con el hijo/sobrino (titular de una hipoteca que había tomado la
entendemos una acció n de este tipo: empresa), con la esposa, con los empleados que perdían su trabajo. La
propia situació n de uno de los socios, al quedarse sin empleo, sin capital
Llegan a la Mediació n dos hombres cuyo propó sito era la disolució n y con aptitudes bastante específicas que auguraban posibilidades muy
de la sociedad que los vinculaba, que había sido construida a lo largo de restringidas de conseguir otra ocupació n. Representaciones familiares y
muchos añ os. Actualmente su empresa está endeudada; má s aú n, tienen propias de hombre dé bil, fuerte, exitoso, honesto, deshonesto, etc. En
comprometidos bienes personales. Los une otro vínculo: son cuñ ados. cualquier caso, fue un proceso doloroso para ambos y así intentamos
comprenderlo.
Uno de ellos es má s locuaz y se presenta elegantemente vestido.
Tiene otras actividades comerciales y su participació n en esta empresa se
centró particularmente en cuestiones financieras. El otro es má s “rú sti- Todo lo enunciado hasta aquí nos permite reflexionar acer-
co” en sus habilidades discursivas y en su estilo. Esta ha sido su ú nica ca de las diversas maneras de trabajar desde la Mediació n.
actividad desde hace veinticinco añ os y es quien estuvo a cargo de la Asimismo, los diferentes modos y grados de resolució n que
producció n y de algunos aspectos de las relaciones comerciales. adquieren los conflictos sugieren que ese lugar está determina-
Fue un proceso largo, ambos mostraron aspectos diversos de su do en gran parte por la postura y por la responsabilidad que
personalidad. Se requirió paciencia. Se requirió prudencia. Hubo que asuma el mediador en cada caso.
evitar identificaciones que se ofrecían fá cilmente aun cuando no hubie- Es por ello que, como hemos expresado, la conjunció n de
varias condiciones —respeto, reconocimiento, presencia y pru-
dencia— define, para nosotros, la esencia de la Mediació n y del
13
Gomes Da Costa, A., 1995. trabajo del mediador. En nuestra opinió n, quien quiera desem-
180 MEDIACIÓ N COMUNITARIA

peñ ar este rol debe, fundamentalmente, emprender una trans-


formació n personal en su manera de concebir la relació n con el
otro, en el modo de construir ese lugar de terceridad, en la
capacidad para crear un espacio de encuentro, y en su aspira-
ció n de incentivar la verdadera emancipació n de los individuos.
En todo ello consiste el desarrollo de cierta Actitud. CAPÍ TULO IX

INTERVENCIONES

“¿Se trata aquí de alguna disputa? ¿Es que se precisa


ayuda? ¿Creé is que yo estoy en este mundo para
impartir consejos? ¡Esta es la profesió n má s tonta que
uno puede ejercer! ¡Que cada cual se aconseje a sí
mismo y que haga lo que no le quede má s remedio! Si
le resulta bien, se alegrará de su sapiencia y de su
suerte; si le sale mal, aquí estoy yo para echarle una
mano” (JOHANN WOLFGANG GOETHE) 1.

Acerca de los modelos de Mediació n

En los diversos desarrollos teó ricos acerca de la Mediació n


y en las propuestas para llevar adelante la prá ctica nos encon-
tramos con aná lisis y referencias a algunos modelos que consti-
tuyen unidades funcionales a sus distintas concepciones, aspi-
raciones y finalidades. Entre ellos, podemos citar el modelo
“tradicional” (derivado de la Escuela de Negociació n de Harvard),
el modelo “transformativo” (Bush-Folger) y el modelo “circular
narrativo” (Sara Cobb). Asimismo, existen “adaptaciones” de
estos, algunas de notable desarrollo en nuestro medio como las
de Francisco Diez y Gachi Tapia 2 y Mariné s Suares 3; así como
tambié n algunos planteos que combinan aportes de los tres
modelos como el de Rubé n Calcaterra, designado —por el mismo
Calcaterra— como Mediació n estraté gica 4, todos ellos de gran
riqueza e inestimable aporte en este campo.

1
Goethe, J. W., 2000.
2
Diez, F.-Tapia, G., 1999.
3
Suares, M., 1997.
4
Calcaterra, R., 2002.
182 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 183

Sin embargo, en nuestra experiencia hemos encontrado el proceso. Se caracteriza por un tipo de “negociació n colabo-
límites para trabajar en el marco de algunos de ellos y/o nos han rativa”, cuyas diferencias respecto del enfoque de la negociació n
resultado insuficientes para abordar la diversidad de conflictos distributiva pueden ser sintetizadas de este modo:
que se presentan en el á mbito social o comunitario. Es preciso
considerar aquí los beneficios que devendrían de su uso creati-
vo, así como los antagonismos y particularidades que podrían ¿COMPETIR O COLABORAR?
intervenir negativamente en el propio proceso o desvirtuar las
aspiraciones de la Mediació n a las que apuntamos. Asimismo, • Negociació n • Negociació n
debemos explorar visiones má s amplias —como las que inclu- Distributiva Colaborativa
yen la dimensió n cultural como factor preponderante— que
ü Oferta o propuestas ü Negociació n basada en
estas formulaciones no han considerado específicamente. En extremas, para llegar a intereses
nuestra opinió n, una de las claves esenciales para una buena cifras intermedias ü Utilizació n de mé todos
prá ctica de la Mediació n es la articulació n de los elementos (Regateo) objetivos (Legitimidad)
teó rico-prá cticos que proponen los distintos modelos con arcos ü Utilizació n de mé todos de ü Negociar pensando en el
conceptuales má s amplios, que se inscriben en las Ciencias presió n (Ultimá tum, largo plazo.
Sociales en general y en la Sociología de la Cultura en particu- tiempo...) ü Negociar pensando en el
lar, junto con un desarrollo del perfil de mediador adecuado a ü Negociar a corto plazo beneficio propio y en la
estos propó sitos. ü Negociar pensando en el relació n con el otro
Comentaremos brevemente las potencialidades que atri- beneficio propio
buimos a estos modelos en cuanto a la intervenció n en los
procesos de conflicto. Con el fin de facilitar al lector poder
establecer algú n tipo de comparació n entre ellos y respecto de Una de las condiciones en las que se basa este proceso es la
nuestras propias formulaciones designaremos, aun cuando no neutralidad del mediador respecto del conflicto, de los partici-
han sido presentados así por sus autores: aspiraciones, premisas, pantes y de sus visiones sobre la situació n a abordar, y la
ejes conceptuales y ejes metodoló gicos; a distintos aspectos que comunicació n que se establece dentro de esta diná mica exhibe
podemos detectar en ellos. Con la misma intenció n llamaremos una estructura lineal.
participantes a quienes está n involucrados en el proceso.
Aspiraciones
El modelo “tradicional”, basado en la Escuela de
Negociació n de Harvard 5
• lograr un acuerdo entre los participantes basado en sus
Como lo indica el título, este no sería un modelo de Media- intereses.
ció n propiamente dicho sino una aplicació n de algunas fó rmulas
concebidas en el á mbito de la negociació n y, particularmente, de
Premisas
la configurada en la Escuela de Negociació n de Harvard. Este
modelo fue pensado como un mé todo de Mediació n para la
negociació n asistida con el objetivo de llegar a acuerdos que • evitar que los participantes se retrotraigan al pasado
disipen o compatibilicen las diferencias y en el que la funció n • establecer una “mirada al futuro”
del mediador es tratar de restablecer la comunicació n y orientar • desactivar las emociones negativas de los participantes
• separar los problemas de las personas
5
Fisher, R.-Entel, D., 1998, y Fisher, R.-Ury, W.-Patton, B., 1994.
184 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 185

• revalorizar los puntos de acuerdo Ejes metodoló gicos


• “del caos al orden” (superar el caos, para lograr el esta-
blecimiento o la restauració n del orden). El modelo ha sido desarrollado como una secuencia de
etapas:

Ejes conceptuales • preparació n de la Mediació n: recepció n de la solicitud,


convocatoria a quienes deben participar
Se basa en siete elementos, que deben estar presentes en la • presentació n del mediador y explicació n del proceso
negociació n: (características, desarrollo, objetivos y reglas del proce-
so, y roles de cada uno de los participantes). Aproxima-
1. Intereses: representan el deseo real que cada uno quiere ció n a la visió n que los participantes tienen respecto del
conseguir en una negociació n. Son las necesidades, los deseos, conflicto (posiciones)
los temores y las preocupaciones. Se encuentran por debajo de • exploració n acerca de las necesidades y de los intereses
las posiciones (aquello que se afirma que se quiere). de cada participante, y delimitació n de los temas a
2. Opciones: son las posibles soluciones de una negocia- tratar (agenda)
ció n. Cuantas má s opciones puedan generarse, mayor será la • generació n de opciones y alternativas
posibilidad de que alguna satisfaga los intereses de todas las • utilizació n de criterios objetivos
partes (a mayor creatividad, mayores recursos). • elaboració n y firma del acuerdo.
3. Alternativas: son otras maneras de conseguir o de rea-
lizar algo. Para que el resultado de una negociació n sea exitoso, Los elementos que componen el modelo se caracterizan por
debe aportar una opció n mejor que la que puedo obtener fuera la siguiente diná mica:
de esa negociació n, denominada MAAN (mejor alternativa para
un acuerdo negociado). MÉ TODO DE NEGOCIACIÓ N “COLABORATIVA”
4. Legitimació n: los criterios de legitimidad nos ayudan a (Escuela de Harvard)
solucionar las diferencias basá ndose en datos externos a la
POSICIONES
voluntad de cualquiera de las partes, o sea, basá ndose en crite-
rios objetivos y no en la “presió n”.
5. Comunicació n: dado que siempre nos comunicamos y INTERESES
que la comunicació n es interacció n, es fundamental prepararse
para escuchar y comprender todas las voces, evitando los
malentendidos y las suposiciones que complican el proceso de OPCIONE S
negociació n.
CR ITERIOS ALTERNATIVAS
6. Relació n: una buena relació n nos permite manejar nues- OBJETIVOS MA AN
tras diferencias en forma eficiente; para ello es fundamental
construir confianza y respetarse mutuamente.
PROPUESTAS
7. Compromiso: son los acuerdos que se obtienen ante la
sin acuerdo con acuerdo
mesa de negociació n (deben ser claros, ejecutables y duraderos).
Recurrir al MAAN Mejor que el MAAN
186 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 187

Hemos valorado este modelo por el inmenso bagaje teó rico- delimitació n del problema contribuyendo a resignificarlo y a
prá ctico que ha ofrecido a la Mediació n en general y a nuestra disipar una cuestió n emocional que obstaculizaría el arribo a
propia experiencia, y aun cuando creemos que no es un modelo una resolució n favorable.
integral para el tratamiento de los conflictos en el á mbito social Situaciones de distinta complejidad pueden hallar en este
urbano, lo consideramos muy ú til en ciertos casos o en algunos modelo vías para alcanzar soluciones directas y má s o menos
momentos del proceso. Asimismo, si bien concordamos con algu- rá pidas, facilitando el tratamiento de innumerables problemas.
nas de las críticas, como las referidas a la causalidad lineal y a Otros modelos má s complejos y ambiciosos pueden producir
no haber tenido en cuenta el contexto y la historia, hay temá ti- desvíos innecesarios o simplemente frustraciones tanto o má s
cas e instancias específicas del proceso en las cuales estas dañ inas que el conflicto mismo.
condiciones son un valor. En cuanto a la bú squeda del acuerdo Un aporte significativo —que puede ser considerado como
como su ú nico objetivo, es preciso considerar que algunos con- una ampliació n de este modelo— es el que propone Daniel
flictos y algunas personas requieren un tratamiento con este Bustelo Eliç abe-Urriol. Teniendo en cuenta las particularidades
ú nico propó sito. Entonces, su aplicació n dependerá del conflicto del modo en que se canalizan las emociones en sociedades muy
y de las expectativas de los participantes. distintas de aquellas para las cuales se ha diseñ ado el “modelo
En cualquier caso es preciso que reconozcamos los valores Harvard”, su propuesta incluye un momento o etapa inicial que
que este modelo nos ofrece. Entre ellos, podemos reparar en la supone “pasar de las pasiones a las posiciones” y una serie de
idea de pensar el rol del mediador como facilitador de la comu- té cnicas que permitiría incluir y administrar las emociones en
nicació n. Sabemos cuá n frecuentes y decisivos son los proble- el proceso de Mediació n 7.
mas de comunicació n en los conflictos que se suscitan entre las
personas en los distintos á mbitos donde desenvuelven sus víncu- El modelo “transformador” (Bush-Folger) 8
los. Tambié n sabemos lo difícil que resulta, como señ ala Gimé nez
Romero, establecer una comunicació n que permita trabajar en A diferencia del paradigma de Harvard, este modelo se
ellos: “solo el hecho de acercarse, hablar, comenzar a conocerse y centra en la transformació n de las relaciones humanas y no en
reconocerse, en una y otra direcció n, es ya un punto de partida la bú squeda del acuerdo, el cual será una consecuencia de esta
clave, un paso incipiente pero desencadenante” 6. transformació n, y concibe el conflicto, no como algo a “hacer
Otra de sus contribuciones es la fó rmula que apunta a desaparecer”, sino como oportunidad de crecimiento y de cam-
“separar a las personas de los problemas”. Son innumerables los bio. El objeto central de la Mediació n es, en este caso, “la
ejemplos en los que un conflicto se complejiza por la carga relació n” y no “el conflicto”. Se impulsan, entonces, otras aspi-
emocional o por los efectos de los aspectos relacionales. En raciones de la Mediació n y otros propó sitos de la intervenció n
sentido inverso, vemos có mo las relaciones se resienten por que se expresan en dos dimensiones: la del fortalecimiento del
conflictos objetivos, materiales o concretos. Así, delimitar el yo y la de la superació n de los límites para relacionarnos con los
problema puede ayudar a encontrar soluciones rá pidas que otros. Sus postulados son seguidos preferentemente por los
restablezcan una relació n armoniosa o al menos a que esta no mediadores con formació n psicoanalítica, aunque sus aportes
resulte agravada. Ademá s, en su desarrollo puede modificarse pueden ser utilizados por mediadores que, aun sin contar con
la percepció n de los participantes en cuanto al modo en que han esta preparació n, esté n capacitados para conducir un proceso de
tramitado esta situació n y puede emerger la necesidad de bus- Mediació n que los incluya 9.
car otros caminos en futuras oportunidades. A veces, en la
primera consulta o durante el proceso se puede favorecer la 7
Bustelo Eliç abe-Urriol, D., 2003.
8
Bush, B.-Folger, J. P., 1996.
6
Gimé nez Romero, C., 2001. 9
Iñ igo, D., 2004.
188 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 189

Aspiraciones reconocimiento del otro como parte del conflicto (coprotagonismo).


Tambié n en esta dimensió n se pueden identificar varios aspec-
• transformar las relaciones humanas. tos: consideració n del reconocimiento, deseo de otorgar recono-
cimiento, otorgar reconocimiento en el pensamiento, otorgar
reconocimiento desde el discurso, otorgar reconocimiento desde
Premisas
otras acciones.
• enfocar los movimientos de los participantes: el media-
dor evita catalogar globalmente la disputa, adoptando Ejes metodoló gicos
un “microfoco” sobre sus contribuciones, y concentrando
la atenció n en lo que dicen y hacen los distintos actores Los autores sugieren una guía de “movimientos” para mos-
• alentar la reflexió n y la toma de decisiones trar có mo el mediador puede trabajar para favorecer la toma de
• ampliar las perspectivas en todas las ocasiones en que decisiones y contribuir al reconocimiento recíproco 13. Entre
surja la oportunidad. ellos podemos señ alar:
• definir la Mediació n en té rminos transformativos
Ejes conceptuales • destacar la voluntariedad del proceso, acentuando la
autodeterminació n de los participantes y consensuando
• la revalorizació n reglas bá sicas
• el reconocimiento. • comprobar los acontecimientos pasados para evocar la
Revalorizació n significa devolver a los individuos cierto manera en que cada uno ve al otro y explorar los modos
sentido acerca de su valor, de su fuerza y de su capacidad para en que los participantes desearían obtener reconoci-
afrontar los trances de la vida 10 . Este concepto admite diferen- miento
tes acepciones pero, en este caso, alude a la cualidad relacional • proporcionar un resumen que incluya las preocupacio-
que hace que las personas potencien aquellos recursos que las nes de los participantes
convierten en protagonistas de sus vidas, responsabilizá ndose • promover la toma de decisiones
de sus acciones, y se relaciona con la infusió n de confianza en • otorgar poder de decisió n y oportunidades para el reco-
sí mismo, con el estímulo y con el fortalecimiento. En un nocimiento
encuadre relacional, la revalorizació n focaliza distintos aspec- • tratar de confrontar los deseos de los participantes con
tos: las metas, las alternativas, las habilidades, los recursos y la realidad (“test de realidad”) ayudá ndolos a decidir
las decisiones 11. por sí mismos de manera informada y deliberada
En cuanto al reconocimiento, comprende la condició n y el • estimular la reflexió n de los puntos de vista de todos los
momento en el cual los participantes “son capaces de reconocer participantes facilitando la emergencia de oportunida-
y mostrarse mutuamente sensibles a las situaciones y cualida- des de reconocimiento recíproco
des humanas comunes del otro” 12 . Mariné s Suares interpreta el
• ofrecer reinterpretaciones posibles acerca de las con-
ductas de cada uno de ellos con el mismo fin
Bush, B.-Folger, J. P., 1996.
10
• mantener la evaluació n y la elecció n de opciones como
Sobre estos aspectos y las claves desde las cuales pensarlos, ver
11
atribució n de los participantes, resistié ndose a aprove-
Gimé nez Romero, C., 2001.
12
Cit. en Suares, M., 1997. 13
Gonzá lez Capitel, C., 2001.
190 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 191

char las oportunidades que se presentan para llegar a de significados y creació n de contextos. Una de las ideas centrales
“un arreglo ya” de esta propuesta —contraria a la de Harvard— es “del orden al
• resumir las posiciones de los participantes sobre las caos, para encontrar un nuevo orden”, y tiene como fundamento
cuestiones sustanciales apoyá ndose en el reconocimien- el hecho de que las personas llegan a la Mediació n con una
to que vaya surgiendo historia construida, rígida, y con visiones o escenas cristalizadas.
• reencuadrar las diferencias entre los participantes res- Señ ala como una condició n de esta diná mica que durante el
pecto de asuntos fundamentales a fin de mantener el relato de las historias en una reunió n conjunta de Mediació n la
reconocimiento mutuamente acordado narrada en primer té rmino tiende a colonizar a las siguientes.
• hacer preguntas para auxiliar a que los participantes Si las historias de conflictos construyen “historias de responsa-
clarifiquen sus opciones y hagan sus elecciones bilidad”, la historia del “reclamante” (que usualmente es el
primero en tomar la palabra) tiende a absorber la de quien
• sintetizar los té rminos del acuerdo tentativo que parece
habla en segundo lugar, quien casi siempre es llevado a ubicar-
haber nacido, pero dejando que lo definan los propios
se dentro del contexto de la primera historia y en un papel
participantes
defensivo. Se trata, entonces, de “desestabilizar” esas historias
• valorizar el trabajo desarrollado, má s allá de que los para, desde allí, “coconstruir” una “historia alternativa” y con-
participantes no hayan podido llegar a un acuerdo. sensuada, esto es, transitar un proceso de coconstrucció n de la
Este modelo tiene importantes puntos de contacto con las solució n desde un lugar de legitimidad de cada uno de los
corrientes contemporá neas que abordan la interculturalidad. participantes. Una condició n esencial de esta proposició n es la
Su acento en la revalorizació n y en el reconocimiento lo trans- voluntariedad del proceso.
forma en una perspectiva sumamente apta para mediar en Una de las particularidades de su puesta en prá ctica es la
situaciones que presentan relaciones marcadas por el descono- participació n de un “equipo reflexivo” que, en nuestra opinió n,
cimiento, el rechazo, la discriminació n, el prejuicio y otras ma- le da consistencia y rigurosidad al trabajo y, a su vez, garantiza
nifestaciones aná logas. Puede considerarse, entonces, como una una mirada amplia y de mayor riqueza para el tratamiento de
inestimable contribució n para construir la interculturalidad o “los problemas”. Este modelo ofrece, ademá s, un repertorio de
para recomponer el tejido social en sociedades dramá ticamente té cnicas (microté cnicas, té cnicas, macroté cnicas) que brinda una
fragmentadas como las nuestras, así como para tramitar las interesante variedad de opciones que enriquecen y propician un
diferencias propias de la interacció n humana y social en un trabajo efectivo en este campo 15.
contexto determinado.
Aspiraciones
El modelo “circular-narrativo” 14
• lograr el acuerdo, con el é nfasis en la comunicació n y en
El nú cleo de este modelo reside en la comunicació n. Su interacció n de las partes.
denominació n proviene de considerar la causalidad y la comuni-
cació n como procesos de diná mica “circular”, y del uso de la
narrativa como categoría analítica y propositiva. Premisas
Mariné s Suares, a partir del modelo de Sara Cobb, plantea
• conocer los significados que se otorgan a los hechos y
algunos elementos originales respecto de los demá s modelos:
actitudes de los otros en virtud del contexto donde se
aumento de las diferencias, legitimació n de las personas, cambio
desarrollan
14
Suares, M., 1997 y 2002. 15
Suares, M., 1997.
192 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 193

• la necesidad de las personas de transformar la historia vos y necesidades, la estipulació n de contribuciones


conflictiva en un proceso que facilite su superació n para resolver el conflicto, el discurso de los derechos, el
• los relatos, propios y ajenos, reflejan aspectos de nues- aná lisis de las soluciones intentadas, la creació n de
tra identidad. circularidad (analizando qué quiere el “otro” y cuá les
son sus necesidades con el objeto de alcanzar el recono-
cimiento recíproco y el coprotagonismo), y el reposicio-
Ejes conceptuales namiento de los objetivos. Se proponen sesiones priva-
das antes de las conjuntas para eludir la eventual
Mariné s Suares 16 indica las cinco grandes á reas de las que dominancia de la primera historia (acusatoria) sobre la
se nutre este modelo: segunda (defensiva)
• la tercera etapa es la reunió n interna del equipo de
• los elementos conceptuales de la teoría de la comunica-
Mediació n, para reflexionar sobre las distintas histo-
ció n humana (Bateson, Watzlawick), en especial lo rela-
rias y considerar las diferencias y semejanzas encontra-
tivo a la comunicació n analó gica
das respecto de las observaciones de las partes, de las
• los aspectos pragmá ticos de la comunicació n y la noció n personas, del contexto, etc. Es el momento de empezar
de contexto como calificador del texto a construir la historia alternativa
• las claves provenientes de la terapia familiar sisté mica • una nueva reunió n conjunta en la que se narra la histo-
• las innovaciones epistemoló gicas de la ciberné tica de ria alternativa y se construye el acuerdo. Se presta
segundo orden especial atenció n a lo que los participantes manifiestan
• los aportes del construccionismo social. respecto de nuevas opciones, así como a la discusió n
acerca de las ventajas e inconvenientes de cada una de
ellas. Se facilita la generació n de una nueva opció n
Ejes metodoló gicos comú n y, finalmente, se escribe el acuerdo.

Se plantea en cuatro etapas y una fase previa: Este modelo ha introducido conceptos y propó sitos alta-
mente positivos para el tratamiento de conflictos. Sin embargo,
• fase previa, de “pre-reunió n”, en la que se dan a conocer como lo hemos señ alado al abordar las peculiaridades de la
a las partes las características del proceso de Mediació n comunicació n, el enfoque sisté mico evidencia sus límites en el
y se explica lo concerniente a la confidencialidad, a los tratamiento de los aspectos histó rico-sociales de las situaciones
honorarios y al tiempo má ximo de encuentro. Culmina de conflicto en escenarios definidos por la diversidad sociocultu-
con la firma de un acuerdo ral. De todos modos, el trabajo a partir de las narrativas cons-
• reunió n conjunta en la que se informa a los participan- tituye un aporte inestimable a estos procesos, por lo cual, sin
tes sobre las alternativas existentes y se establecen las perder su riqueza, podría ser extendido a otros aspectos que
reglas, insistiendo en la confidencialidad, en el respeto pueden ser estudiados desde otras perspectivas teó ricas.
de los turnos de palabra y de la posibilidad de cada uno Este breve recorrido demuestra que es menester tener en
de ellos, y tambié n del mediador, de interrumpir el cuenta las posibilidades que ofrecen estos modelos y, al mismo
proceso de Mediació n si así lo prefieren tiempo, que se debe inducir la necesaria apertura de todos ellos
• reunió n individual con cada participante en la que se hacia una disciplina ocupada y preocupada por los efectos de sus
trabaja el despliegue del problema, la fijació n de objeti- prá cticas en el mejoramiento de las relaciones sociales. En esta
línea, hemos elegido el abordaje de los conflictos sociales de
16
Suares, M., 1997.

13 - Mediació n Comunitaria.
194 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 195

John Paul Lederach, ya que, a nuestro entender y sin desesti- desarrollar espacios de diá logo, de contacto e intercambio entre
mar por ello otras valiosas contribuciones a este campo, es el los diversos actores.
que mejor expresa su complejidad. Haremos entonces algunas La generació n de espacios de articulació n estraté gica y
breves referencias a su inestimable aporte a la Mediació n como constructiva alude al reconocimiento de los diferentes procesos
concepció n y como prá ctica. que deberían darse en forma simultá nea: procesos de arriba-
abajo (el de los líderes má s notorios), procesos de abajo-arriba
La propuesta de John Paul Lederach 17 (que requieren la participació n y la responsabilidad de toda la
ciudadanía) y procesos medio-hacia abajo y hacia arriba (espa-
La propuesta de Lederach se funda en su extensa experien- cios que integran lo vertical y lo horizontal). Así, lo importante
cia en intervenciones en situaciones de crisis a nivel internacio- no es cuá nta gente está implicada en cada proceso, sino la
nal y en el entrenamiento de líderes comunitarios en educació n calidad de los espacios creados.
para la paz, transformació n de conflictos, construcció n de paz y
conciliació n 18. Desde su punto de vista, para entender en pro-
fundidad la naturaleza del conflicto hay que atender a: CAMBIO SOCIAL ESTRATÉ GICO 19

• las polarizaciones Procesos de


paz viables
• los espacios de articulació n estraté gica y constructiva N
• los procesos de cambio no violento. I Arriba - Abajo
V

Respecto de las polarizaciones, propone tener en cuenta E


Alto
todas y cada una de las cuestiones que se dan en el interior de L
E
un conflicto. La polarizació n genera, entre otras cosas, el pasaje S Medio - Arriba - Abajo
de una comunicació n directa y plural a una comunicació n res- Medio
Capacidad horizontal
Líderes destacables
tringida a algunas pocas perspectivas que no admiten el disen- D

so, anulando la posibilidad de que haya diversas percepciones y E

visiones de lo que está sucediendo. Esto estimula la idea de que T Comunidad local
solo es posible una solució n. Es por demá s evidente que, en R Abajo - Arriba
situaciones complejas, difícilmente una solució n pueda com- A

prender las incontables variables que confluyen en ella. Entre B


A
las dificultades que se advierten en el proceso de construcció n J
Procesos de
paz inviables Capacidad vertical
de paz, Lederach señ ala la aptitud y disposició n a las ambigü e- O

dades, tan necesarias para generar alternativas creativas. Pro-


pone estimular el desarrollo de una “visió n englobadora”, que El sostenimiento de procesos de cambio no violentos se
permita un enfoque má s amplio, o mú ltiples miradas, a fin de refiere a la necesidad de cambiar el modo de acercarse a las
interpretar y de comprender la complejidad de los escenarios, problemá ticas en el marco de estos procesos. En este sentido, es
con la oportunidad adicional de encontrar infinidad de posibili- preciso abandonar la inmediatez y plantear soluciones que con-
dades de acció n y/o de solució n. En este propó sito, dice, es vital formen una plataforma de cambio constructivo a mediano y
largo plazos, al tiempo que se da respuesta a los problemas
coyunturales.
17
Lederach, J. P., 1984.
18
Lederach, J. P., 2003.
19
Lederach, J. P., 2003.
196 MEDIACIÓ N COMUNITARIA INTERVENCIONES 197

Esta postura concibe el desarrollo del conflicto dentro de das por los modelos frecuentemente utilizados y ver así el modo
una matriz que incluye distintos niveles de poder y posibles de incluirlas en una intervenció n que dé cuenta de la compleji-
niveles de conciencia respecto de los intereses en conflicto. dad de cada caso.
Dicha matriz sugiere que el conflicto transita por diferentes En lo má s general entendemos que es preciso atender al
momentos, para cada uno de los cuales existe una forma ade- universo simbó lico (como dotació n de sentido de las prá cticas
cuada de resolució n. El desarrollo de procesos de arriba hacia humanas) y a las diversas representaciones en el marco de un
abajo-de abajo hacia arriba se complementa con los que se dan contexto social y cultural particular para comprender el modo
en los niveles medios de esta pirá mide (hacia arriba-hacia aba- en que las personas experimentan los acontecimientos. Los
jo), como espacio que integra lo vertical y lo horizontal y que conflictos cuya configuració n es compleja hacen del objetivo del
admite una relació n que traspase las fronteras invisibles del acuerdo un propó sito secundario. Es fá cil advertir que las aspi-
conflicto. Este proceso de conexió n es —dice Lederach— el ú nico raciones, ya descriptas en el desarrollo del texto, y objetivos
capaz de generar una articulació n estraté gica. como el fortalecimiento comunitario de grupos particulares,
Una nota sumamente significativa de su desarrollo teó ri- instituciones, organizaciones civiles, etc., la promoció n de valo-
co es el estudio de la relació n entre la cultura y el conflicto: “el res democrá ticos en el marco del pluralismo, la adquisició n del
conflicto social emerge y se desarrolla en la base del significa- protagonismo en las decisiones y elecciones inherentes a nues-
do y la interpretació n que la gente involucrada hace de la tra historia como individuos y como sociedad, son, sin duda,
acció n y los acontecimientos… desde el mismo comienzo, el difíciles de alcanzar a la vez que el necesario trá nsito en la
conflicto está conectado con el significado, el significado con el transformació n de las relaciones sociales. Por cierto, habría una
conocimiento y el conocimiento está enraizado en la cultura”. suerte de “desencaje” entre estos objetivos y un modelo, cual-
Compartimos con Lederach la idea de que los modelos tradicio- quiera que fuera, en particular. Es por ello que será n la habili-
nales de abordaje de los conflictos no son universalmente dad, la capacidad y la actitud del equipo mediador las que
aplicables, incluso con algunas modificaciones para “acomo- conseguirá n ir dotando al proceso de las estrategias necesarias
dar” las diferencias culturales. En nuestra opinió n, es necesa- en cada caso.
ria una revisió n sustancial de ellos —que vaya mucho má s allá Sin la pretensió n de proponer teorías o modelos definitivos,
de una adaptació n o de la simple suma de té cnicas especiales intentaremos subrayar algunas claves para una prá ctica de la
al repertorio ya establecido del mediador— para el tratamien- Mediació n encuadrada en la concepció n que hemos trazado y
to de las diferencias culturales, íntimamente relacionadas con que deben relacionarse con las líneas teó ricas ya enunciadas.
la configuració n del conflicto social urbano. Asimismo, enten- Asimismo, en tiempos de una “modernidad líquida” o sobremo-
demos su propuesta —concebida como procesos (en plural)— dernidad, toda propuesta será perfectible a la luz de “las contra-
como una de las mayores elaboraciones sobre este tipo de dicciones, las tensiones no solo sociales sino tambié n existenciales
conflictividad a largo plazo, que ocurre en un contexto de que se generan cuando los humanos nos relacionamos, es decir,
relaciones en proceso con el horizonte de la equidad como la vida misma” 20.
condició n necesaria para la convivencia pacífica, en un marco Estos procesos requieren, como hemos enunciado, estrate-
de respeto y reconocimiento mutuos. gias por demá s complejas, algunas basadas en ejes conceptuales
y otras en ejes metodoló gicos (cada uno configurado por distin-
El abordaje de los conflictos en el escenario social tas etapas y claves) a propó sito de los cuales dejaremos indica-
urbano das algunas breves referencias.

Esta sucinta mirada sobre distintas propuestas nos permi-


te pensar acerca de aquellas cuestiones que no han sido aborda- 20
Bauman, Z., 2004.

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