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De este modo, una vez comprendido el método propuesto, se describirá lo que ocurre
con la aplicación en los establecimientos educacionales. Así, se podrá advertir que es
bastante fiel al modelo general, y solo se realizan ajustes cuando las condiciones de la
comunidad educativa lo requieran. La idea principal de este texto es, entonces, describir
las características de la mediación, para dar inicio al desarrollo del argumento de que, su
aplicación en el ámbito escolar, permite favorecer el rol estatal de garantizar los Derechos
Humanos, específicamente de niños, niñas y adolescentes.
Se debe tener presente que el conflicto es una problemática que nace junto a la
humanidad, al ser todos seres humanos diferentes el uno del otro y por ello con
potenciales problemas al interactuar en la cotidianidad, dada la diversidad, pluralidad,
contraste de opiniones, ideas y valores o defensa de intereses distintos.
De ello es que la mayoría de los grupos sociales busca desde sus inicios fomentar un
orden y una estrategia para resolver sus disputas. La evolución de esta lógica es lo que
hoy nos presenta el movimiento internacional de resolución alternativa de conflictos
(RAC), como la materialización de una recopilación de distintas fórmulas llamadas a
resolverlos adecuadamente de manera pacífica, voluntaria y donde sean los mismos
afectados los que lleguen a una solución, empoderándose de ella.
Hoy, parte del movimiento jurídico y cultural RAD (resolución alternativa de disputas) o
ADR, en su sigla en inglés, es entendido como un proceso de negociación asistida. Y a la
fecha distintos países han incorporado la mediación a sus sistemas normativos, siendo un
cercano ejemplo de ello nuestro país vecino Argentina, a través de la Ley 26.589 de
Mediación y conciliación, promulgada el 3 de Mayo de 2010, que establece con carácter
obligatorio la mediación previa a todo proceso judicial.
Los modelos de mediación dicen relación con lo que el mediador considere que se debe
manejar mejor, según la situación que se presente, así se distinguen al menos los
siguientes modelos:
Modelo de Harvard:
Este modelo, guarda relación con lo esencial en una negociación, donde solo buscando
satisfacer tales intereses es posible llegar a un buen acuerdo.
Respecto del rol del mediador en este sistema es promover el equilibrio entre las partes,
de modo que ambos logren satisfacer sus intereses, para lo que deberán primeramente
identificarlos y separarlos del problema para tener en cuenta los criterios de cada persona,
de modo que se llegue a un acuerdo solo en razón de los intereses, luego se podrá saber
si son compatibles, complementarios o derechamente incompatibles.
Modelo transformador:
Específicamente, sugiere que la práctica de la mediación cuente con una visión del
conflicto transformativa más que conciliatoria. En el sistema transformativo, se entiende
el conflicto como una crisis en la interacción humana.
La experiencia del conflicto hace difícil que la gente se comprometa en interacciones con
otros en una forma productiva o constructiva. Los desafíos personales, emocionales y
sustantivos que el conflicto suscita para las personas tienden a llevarlas a estados de
debilidad y ensimismamiento. Como las personas tratan de enfrentar los temas
conflictivos mientras se encuentran en estos estados de debilitamiento, la interacción
destructiva tiende a emerger y persistir, interacción que impide a las personas entenderse
a sí mismas y con otros y que también debilita la deliberación y decisión sana de las
partes.
En contraste, el conflicto productivo ocurre cuando cambia la calidad de la interacción de
las partes en conflicto. Este cambio en la interacción conflictiva ocurre en la medida que
cada persona se mueve desde estados de debilidad y ensimismamiento hacia estados de
mayor fuerza y apertura. Así, en este enfoque de la práctica, el término “transformación”
se refiere al cambio de la interacción destructiva de las partes en conflicto. Esta
transformación sucede cuando las partes son capaces de salir, en menor o mayor medida,
de la debilidad y ensimismamiento que el conflicto ha creado. (…) El mediador ayuda
a las partes a crear sus propios resultados, basadas en una comprensión más clara y segura
de sí mismas, de la otra parte, y de la naturaleza de los temas que las dividen.
Económicos:
Ahorra tiempo, en consideración a la respuesta en tribunales, dada la posibilidad de
mediar una causa urgente y una no tan urgente con la misma rapidez, según los acuerdos
de las partes.
Ahorra dinero:
En razón de los honorarios que se abonan por consulta, y no existen costas procesales y
judiciales. De hecho, como señala Ortuño Muñoz y Hernández García, “para
determinados litigios la mediación ofrece soluciones más rentables, prácticas y efectivas
que la metodología de la controversia judicial clásica”.
Sociales:
Alivio a los tribunales, solucionando casos antes de un ingreso al sistema judicial,
permitiendo su descongestionamiento en materias posibles de mediar, evitando
específicamente aquellos casos que pueden resolverse por vía extrajudicial y sin embargo,
entran al sistema, entorpeciéndolo aún más. Satisfacción de los usuarios, por llegar a los
mejores acuerdos negociados según sus intereses, en un tiempo prudente. Conserva la
posibilidad de acudir a la justicia ordinaria, permitiendo solucionar cuestiones
extrajurídicas en mediación y llevar a la justicia los temas no resueltos dada su
especialidad.
Psicológicas:
Mantiene la igualdad de las partes, debido a que evita que haya ganadores y perdedores,
favoreciendo las posibles relaciones futuras entre ellas, además de la buena convivencia
en el presente.