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EL IDEAL EN HEGEL. ESTÉTICA Y ANTROPOLOGÍA.

El desafío intelectual de comprender lo que a grosso modo trata el Arte desde la perspectiva
hegeliana es el espíritu que permea este ensayo. En consonancia, se presenta como exigencias
entender el despliegue del Espíritu en su sentido más amplio (Naturaleza, Espíritu Finito [subjetivo-
objetivo] y por último el Espíritu Absoluto) llegando a la contraposición de los tres modos del
Espíritu Absoluto los cuales son: el Arte, la Religión y la Filosofía. Luego comprender la estructura
conceptual que sostiene al modo artístico, el cual se basa en el ideal, siendo una dicotomía tensa
entre obra y emoción, entre corporalidad y espiritualidad a diferencia de la idea que es la unión
entre el concepto y la realidad en su sentido más general y universal. En este sentido, la diferencia
entre idea e ideal adquiere claridad, pues la idea es definida como lo verdadero en su universalidad,
pero configurándose en lo real, es decir, lo universal debe manifestarse en lo particular, la
realización de la idea es denominada por nuestro autor como ideal; el ideal es como lo verdadero se
representa en su realidad efectiva, la idea en el plano de la intuición. El autor alemán resalta que el
ideal representa la expresión inmediata y sensible del Espíritu Absoluto, donde la figura humana
es el receptáculo donde la vitalidad interna se representa en la exterioridad.

Siguiendo la metáfora de Ernst Bloch el arte es la puerta del ser para sí del espíritu absoluto, una
expresión de la cultura y de una psicología, es hijo de su tiempo, es hijo de su espíritu. Para Hegel
el arte es una manera en que los pueblos han tomado conciencia de las ideas supremas del espíritu a
través de la sensibilidad, es decir es una expresión de sus costumbres y de su cultura plasmada en
las obras representando su espíritu de forma sensible. Aquí el arte es un fenómeno histórico, y sobre
todo antropológico en Hegel, ya que la figura humana es el ideal basado en la corporalidad como
forma de expresión de la espiritualidad. El ideal, o idea de lo bello, para Hegel es el momento en
que la realidad es irrumpida por la sensación y el espíritu, ya no se habla de una relación desnuda
con la realidad, sino que es constituida por un ser para sí que se manifiesta en la tensión entre el
cuerpo y el alma dentro de la obra de arte.

EL DESPLIEGUE DEL ESPÍRITU:

Preguntarnos por el Arte en Hegel, es también direccionarnos a analizar lo que significa Espíritu
Absoluto, ya que con la Religión y la Filosofía son modos para-sí de este. El Espíritu Absoluto es el
concepto angular de la metafísica hegeliana, pues es donde se expresa el reconocimiento de lo
verdadero y la reconciliación universal de todas las oposiciones. Dentro de su funcionamiento el
movimiento, la oposición y la superación, es decir la dialéctica, es la ley que rige todas las etapas
del Espíritu. El movimiento dialéctico del Espíritu Absoluto en Hegel es una contraposición
constante y ecléctica donde sus elementos se transforman por el encuentro contradictorio entre
ellos. El Espíritu Absoluto se establece por medio de procesos y despliegues dialécticos, donde
constantemente hay afirmación, negación y superación. Este funcionamiento se construye de los
elementos más simples hasta las relaciones más complejos del ser humano. La primera etapa, es
decir la naturaleza, es inorgánica y en donde se da la vida como los ríos, la tierra, los minerales, el
aire, etc. Todo lo que existe solamente en su determinación al mismo tiempo que no tiene
conciencia de sí mismo. Por otro lado, el Espíritu finito es la segunda etapa donde se niega el
principio inorgánico y aparece la “vida” constituida por aquellos seres que tienen conciencia de sí,
característica propia de los animales y de la humanidad. Sin embargo, en su propia superación se
hace presente los sujetos humanos con sus construcciones inherentes como lo son la familia, la
historia, el lenguaje y el Estado.

En la historia del pensamiento se ha borrado la línea divisoria entre Naturaleza y Espíritu (o Dios),
ya que se ha creído en la perfección de la naturaleza la cual manifiesta una creación que va más allá
del caos y el azar, por ello esta mescolanza trata de unir sin distinción alguna lo inorgánico de lo
orgánico, lo orgánico de lo absoluto, trata de igualar la obra a su autor. Se ha unido el Espíritu a la
Naturaleza pensando que el primero era la totalidad infinita y omnipresente, cuando sólo era la
finitud y la relatividad. Sin embargo, Hegel considera que el Espíritu es de una estructura más
amplia que incluso distingue entre Espíritu finito y el Espíritu Absoluto, el primero es uno de los
elementos del segundo. “Este espíritu absoluto es el que […] se diferencia así mismo y se
descomponen en sus momentos opuestos (naturaleza y espíritu finito) […] son en sí igualmente toda
la idea, aunque en su ser-para-sí son también sólo en sí, sin tener la forma verdadera” (Hegel, 111)”
La naturaleza al igual que el Espíritu finito es una manifestación más del Espíritu Absoluto,
actividades inmanentes o despliegues dialécticos de este espíritu, pero se diferencian una de otra en
su forma propia de configuración sin alcanzar a ser la totalidad.

En cada etapa cada una de sus verdades son relativas a su despliegue, pero que todas se superan y se
asumen en el Espíritu Absoluto. La verdad en-sí y para-sí tiene que ser suprema y universal,
dándose sólo en los tres modos de lo absoluto: el Arte, la Religión y la Filosofía.

LOS MODOS DEL ESPÍRITU ABSOLUTO:

Los tres modos del Espíritu Absoluto encierran el (re-)conocimiento del espíritu para-sí y en-sí
mismo, es decir, “[…] la verdad suprema deba determinarse como el espíritu absoluto universal
[…]” (Hegel, 2006, 111) La verdad universal absoluta es la esencia del Espíritu Absoluto, y tienen
sus distintos modos de manifestarse. Por ello el Arte, la Religión y la Filosofía pertenecen al ámbito
de lo absoluto, son parte esencial de él pero no conforma su totalidad. Cada uno de estos tres modos
aporta un ingrediente para configurar la manifestación espiritual, verdadera y absoluta, cada uno
refleja las distintas formas de conocimiento y reconocimiento que ha tenido la humanidad con
respecto a lo que considera como verdadera expresión del espíritu. Veamos cómo se da la relación
de estos tres modos del Espíritu Absoluto.

El arte como expresión del Espíritu Absoluto se basa en “la intuición, el saber inmediato, […] y
sensible del mismo” (Hegel, 2006, 112). El arte es conciencia intuitiva de la realidad y de sí mismo,
pues sólo por medio de las representaciones sensibles se puede acceder a lo verdadero en-sí de
forma inmediata. Es decir, el arte parte de los contenidos de los fenómenos sensibles no para una
imitación de la naturaleza, sino la capacidad de expresar el espíritu, mediante el vínculo directo e
inmediato del cuerpo con el espíritu. La realidad cambia su carácter, ya no se relaciona con la
Naturaleza en sí misma, sino que adquiere una relación más directa con el Espíritu. Así que “lo
interno pasa a ser fenómeno; pues la idea pertenece la realidad, y un espíritu que no aparezca no es
algo verdadero. La esencia debe aparecer (eso es lo que expresa precisamente su subjetividad), por
ello, el fenómeno no es algo inesencial, sino verdaderamente necesario.” (Hegel, 2006, 121) La
objetividad del arte es una mezcla entre realidad e idealidad. La realidad es un fenómeno, es decir,
es construida por el alma o el espíritu. Por ello el arte como fin busca expresar la tensión entre
cuerpo y espíritu por medio de una obra de arte que forja el conocimiento de la realidad y el
reconocimiento de la subjetividad. La intuición no es ciega o muda, de hecho, expresa la tensión
entre lo sensible y lo verdadero, entre el mundo material y el mundo espiritual, entre el cuerpo y el
espíritu.

Por otro lado, la Religión es la forma subjetiva de lo absoluto, donde hay un tránsito de lo
simplemente objetivo y exterior del campo sensible a la interiorización anímica de ello en el sujeto.
La Religión niega el estado artístico ya que se concentra en el sujeto propiamente, lo que carece de
objetividad, pues la conexión con lo exterior ya no son el encuentro con las cosas sino mediante los
sentidos. “La subjetividad es un momento capital, ya que aquí se discurre desde el modo inmediato
externo hasta lo interno y, con ello, primero hasta el campo de la representación, pero después a lo
interno del corazón y el ánimo” (Hegel, 2006, 113) Este tránsito se manifiesta en el sujeto por
medio de su cuerpo y ánimo, el cual es un estado donde el sujeto se hace cargo de sus sentimientos
y representaciones identificándolo con lo exterior a él. La religión es el encuentro entre el exterior y
el interior, el momento constitutivo de la subjetividad.
Y por último está la Filosofía, la cual es síntesis entre el Arte y la Religión, supera el espacio
sensiblemente objetivo y lo anímicamente subjetivo, pues se configura en el espacio del
pensamiento y la universalidad. En la religión el sujeto se relaciona con lo verdadero mediante su
ánimo, con su interioridad. Sin embargo, esta relación subjetiva es insuficiente ya que al querer
comunicar y enseñar (o reflexionar) la fe a otros hombres, no basta con el sentimiento. Por ello el
pensamiento que “es la raíz del espíritu” (Hegel, 2006, 113) encuentra una armonía entre el
contenido verdadero y su forma suprema, donde lo objetivo-subjetivo entra en el marco de la
universalidad y la totalidad.

Desde esta perspectiva podría decirse que los tres pilares del establecimiento del pensamiento (o
cultura) occidental han sido el Arte, la Religión y la Filosofía, en ellas se expresa la verdad absoluta
y universal, el verdadero espíritu manifestándose mediante las pasiones, el alma y la razón. Donde
abarca la totalidad del mundo, la realidad y la humanidad. Donde la idea de naturaleza humana se
basa en la racionalidad construyendo la realidad total, la cual se aparece desde lo más sensible hasta
la reflexividad profunda y coherente del pensamiento universal.

IDEA EN GENERAL E IDEAL:

Después de haber diferenciado el Ámbito de lo Absoluto en sus rasgos más generales, es


preciso adentrarnos dentro de la esfera artística. El Ideal es el concepto fundamental del modo
artístico, ya que es la idea de lo bello artístico el cual no se debe confundir con la Idea en general.
La diferenciación entre Idea e Ideal es fundamental ya que nos permite distinguir entre el proceso
de objetivación y particularización del espíritu absoluto en la sensibilidad del observador y del
productor de arte con el proceso de universalización y totalización de la verdad en el pensamiento.
Por ello, establecer desde el principio que “la idea es, en efecto, realización del concepto, […]
mientras que el ideal también se representa existiendo en el modo de la realidad, pero de modo que
ésta permanece bajo el dominio del concepto” (Hegel, 2006, 123) es una distinción elemental entre
la Lógica y la Estética. La estética es un modo de la realidad, es una forma de aparición del espíritu,
en donde no predomina la naturaleza sino la figura humana conformada por el ideal, es decir la
tensión entre cuerpo y espíritu.

La Idea en general se puede definir con Hegel como “la unidad del concepto y la realitas, el
concepto realizado.”(Hegel, 2006, 115) Es decir, una unión entre la forma y el contenido
desembocando en la realización el concepto. Cabe aclarar que es el concepto (o la idealidad) el que
adecua la realidad a su forma fenoménica de aparición. El concepto es el aspecto dominante sobre
la realidad, pues “En lo inorgánico, los cuerpos no aparecen [no se muestran a sí mismos], sino que
existen” (Hegel, 2006, 121). Sin concepto la realidad es existente caótico. En la realidad efectiva se
da la diferenciación individual e inconexa de los objetos simplemente existentes, sin ninguna
distinción universal y esencial entre ellos. Por medio del concepto aparecen las esencias
diferenciadas de los objetos. Por la pura idealidad la realidad es posible. Lo múltiple de la realidad
se sintetiza en lo uno del concepto. Aquí el movimiento dialéctico es notable: “primero la realidad,
segundo la negación de la realidad, tercero esta negación como afirmación, como alma, como el
poder, lo determinante, configurador, la forma infinita cuyo fenómeno y manifestación externa es la
realidad” (Hegel, 2006, 121) El concepto se exterioriza en la realidad, pero se configura como
determinación de ella. “El concepto, al entrar a la existencia, accede con ello a la necesidad exterior,
a la conexión y realización efectiva con otras existencias, y lo natural comienza a no ser ya
adecuado a los ideales” (Hegel, 2006, 125) El mundo del Espíritu va más allá de lo inorgánico y
natural, pues, su propia constitución está atravesada por el concepto, tanto en su realización y
determinación. Así la realidad no es una simple sustancia inorgánica, más bien es un complejo de
relaciones y conexiones entre existencias.

Ahora bien el Ideal, se basa en “la determinación del concepto”, la particularización de lo universal.
Es decir, la aparición del espíritu en el exterior, el concepto desenvuelto en la realidad, la expresión
interior del alma en el cuerpo:

…el ideal del arte se reduce a que por una parte lo verdadero no tiene ciertamente ser-ahí y verdad
más que en su despliegue en la realidad externa, pero por otra parte puede compendiar y mantener en
uno su exterioridad reciproca hasta tal punto que ahora cada una de las partes del despliegue hace
que en ella aparezca esta alma, el todo. (Hegel, 1989, 115).

El ideal comprende lo verdadero no como un asidero o una imitación de la realidad, sino como una
expresión de la realidad interior humana plasmada en una corporalidad exterior e inmediata. En
otras palabras el ideal manifiesta lo verdadero en cuanto es expresión interior del alma, no como lo
verdadero desde el pensamiento racional, sino lo verdadero en cuanto en carácter y ánimo de la
subjetividad. Pero, ¿en qué consiste ese carácter y ánimo de la sensibilidad? Nos dice Hegel que

(…) el alma sintiente, en cuanto vitalidad natural, es sin duda una individualidad subjetiva, aunque
solo interior, que solo en sí se da en la realidad, sin saberse a sí misma como retorno a sí y, por tanto,
sin ser en si infinita. Su contenido permanece por tanto él mismo limitado, y su manifestación lleva
por un lado sólo a una vitalidad, una inquietud, una movilidad, una apetencia formales, y a un miedo
y un temor de esta vida dependiente, y por otro sólo a la exteriorización de una interioridad en sí
misma finita. (Hegel, 1989, 116)
El alma del ser humano es su individualidad subjetiva en el interior, además es su capacidad de
sentir, que logra salir de sí mediante su vitalidad, una voluntad que se manifiesta en su realidad, en
su vida cotidiana. El alma, en este sentido no vendría a darse una significación que va más allá del
cuerpo y de la realidad, sino que se sostiene precisamente en el carácter y ánimo del ser humano. De
esta forma el ser humano contiene dentro de sí una vitalidad finita impresa por parte del espíritu.

De esta forma en el ideal la figura humana es el receptáculo por excelencia de la aparición del
espíritu, pues,

(…) la figura humana (…) es una totalidad de órganos en la que el concepto se ha diseminado y que
en cada miembro no revela más que una actividad particular y un movimiento parcial. (…) el arte
transforma toda figura en todos los puntos de la superficie visible, en el ojo, que es la sede del alma y
lleva la apariencia en espíritu (Hegel, 1989, 115)

La condición antropológica del hombre es necesaria para la aparición del Espíritu, pues el espíritu
sólo se logra desplegar mediante el hombre, siendo este una síntesis entre cuerpo y alma. La figura
humana es el ideal, es decir, cuando se determina el espíritu o el concepto. La aparición del espíritu
en general necesariamente se da en la figura humana, es la representación artística la que debe
establecer la contradicción entre el espíritu y el cuerpo, entre rostro y carácter. Así, esta
determinación del concepto irrumpe la naturalidad inorgánica e inexpresiva para conformar una
realidad viva, que contenga una manifestación espiritual en el cuerpo.

Hay una manifiesta relación entre la idea y la figura, la verdad está ligada a la
correspondencia entre lo abstracto, es decir la idea y su configuración en lo concreto como
ideal. Por lo cual, afirma Hegel que alcanzar la idea verdadera, se alcanza también la
verdadera figura, así mismo, la falsedad es solo indeterminidad de la idea porque no hay tal
correspondencia de la idea y la figura, la representación o manifestación de la idea es
deficiente en lo concreto. Además la función de atrofiar la realidad inorgánica con el ideal es
característica del arte. Si el arte no expresa, no hay sentimiento en él, no hay vitalidad ni tampoco
espíritu. El ideal se vuelve un modo de la realidad y a su vez lo reemplaza. Es una realidad
necesaria pero sólo posible mediante el ideal. El ideal es una realidad que está bajo el dominio de
un concepto. No interesa la unión entre la realización del concepto en la realdad, en la igualdad
entre espíritu y naturaleza, más bien es la manifestación espiritual en la sensibilidad, en el cuerpo,
en los rostros que se expresa en la esfera artística. La objetividad en el arte se constituye por su
capacidad de adoptar como real la aparición fenoménica del espíritu mediante las representaciones
artísticas.
La relación entre cuerpo y espíritu es lo que conforma la objetividad del arte, ya que “en la
corporalidad en general, lo que entonces toma primeramente la realidad –como se ha dicho es la
espiritualidad, de modo que, de entrada la corporalidad no se expresa más que como vida animal.
Pero ya que es un espíritu, que mora en la corporalidad, y ya que el espíritu según su naturaleza
inmanente debe manifestarse exteriormente, entonces lo espiritual también debe aparecer en lo
corporal”. (Hegel, 1989, 123) La íntima conexión entre estos elementos no muchas veces es
armónica, (de hecho nunca lo llega a ser), puesto que en las distintas formas artísticas ya sea el
cuerpo, la naturaleza o el espíritu prevalece. En el arte simbólico la vida animal se confunde con la
humana, en el arte clásico el cuerpo se vuelve estático y en el arte romántico se niega el cuerpo para
conformar la expresión espiritual. El arte es una conexión disonante entre cuerpo y espíritu
representado en la obra artística. Esta conexión se basa en las sensaciones o maneras de ser del ser
humano “para que el retrato logre ser expresión de particularidad espiritual, de la particularidad del
carácter, no debe haber visto ese rostro sólo una vez, sino haber conocido más o menos la manera
del hombre, haberle oído hablar y observado en él sensaciones del mismo” (Hegel, 1989, 125).

El arte expresa la unidad del contenido espiritual con la estructura material como
síntesis ya que la sensibilidad como inmediatez muestra la idea. La idea en este sentido es
verdadera universal no en la inmediatez de la sensibilidad sino para el pensamiento. Ahora
bien, dialécticamente la idea de lo bello tiene determinidad de contenido, es decir existencia
en cuanta creación material y determinación espiritual como una unidad entre naturaleza y
espíritu. En tanto que “El arte necesita para las intuiciones que ha de producir no sólo de un
material exterior dado, entre el que se cuentan también las imágenes subjetivas y
representaciones, sino que para la expresión del haber espiritual necesita igualmente de las
formas naturales que se le ofrecen con arreglo al significado de ellas, significado que el arte
ha de presentir y poseer” (Hegel, 2005, pp.583) se tiene que el arte se aprehende
sensiblemente por la conciencia sensible, sin embargo el arte no pertenece a la esfera de la
mera sensibilidad, si es apariencia sensible, pero esta es diferente por el elemento espiritual
que implica el arte. Ahora bien, la idea como totalidad supone la determinidad en si “el
estar determinado es el puente, se trata de una diferencia en la determinidad ser para otro y
para sí mismo, esto establece la identidad y la diferencia en tanto dialectico y que a su vez
es unidad entre la sensibilidad natural en la conciencia sensible, y la esfera de lo
espiritual” 1 En este orden de ideas se da una superación de lo inmediato sensible y el arte

1
Hegel, 2006, pp. 101 las cursivas son mías
queda como mediación entre lo natural sensible y la idea o pensamiento como elemento
espiritual.

Sin embargo, Hegel reconoce que en el ideal al ser una superación y una oposición
entre el cuerpo y el espíritu, debe presentar una síntesis entre ambos. Por eso el autor
alemán nos propone una depuración en la representación artística, pues, el arte no imita los
detalles más ínfimos de un cuerpo, sino que expresa la interioridad, los sentimientos, el
carácter o el ánimo que imprime la obra de arte. Además, el arte es poesía, pero
entendiendo poesía como poiesis, es decir como creación humana y en este sentido no
pretende ser una imitación fiel de los objetos de la naturaleza sino una creación de sus
objetos para su expresión. Nos dice Hegel:

“el arte reduce lo en el restante ser-ahí contaminado por la contingencia y la exterioridad a esta
armonía con su verdadero concepto, deja de lado todo lo que no corresponde a éste en la apariencia,
y sólo a través de esta depuración produce el ideal (…) debe omitir todas las exterioridades en la
figura y la expresión en la forma, el color y los rasgos, lo sólo natural del precario ser-ahí, las
pelusas, los poros, las pequeñas cicatrices, las manchas de la piel, y aprehender y reproducir el sujeto
en su carácter universal y su peculiaridad permanente (…) la naturaleza del ideal artístico ha de
buscarse en esta reducción del ser-ahí exterior a lo espiritual, de tal modo que la apariencia externa,
en cuanto conforme al espíritu devenga el desvelamiento de éste. (…) el ideal es la realidad efectiva,
replegada de la profusión de singularidades y contingencias, en la medida en que lo interno aparece
en esta exterioridad levantada contra la universalidad él mismo como individualidad viva” (Hegel
1989, 117)

En la obra de arte se elimina toda contingencia que no intervenga para la expresión plena inmediata
y sensible del espíritu. Para la expresión espiritual es necesaria una depuración de los objetos de
creación artística, pues así, podría llegar a un carácter universal desprendiendo lo precario de la
realidad exterior para una representación prolija del espíritu.

De esta forma podemos afirmar con Hegel que “(…) la obra de arte no es por cierto representación
meramente universal, sino su encarnación determinada; pero, en cuanto procedente del espíritu y su
elemento representativo debe dejarse atravesar, pese a su vitalidad intuitiva, por este carácter de lo
universal (…) la figura humana lo esencial es la expresión de lo espiritual” (Hegel, 1989, 123). El
ser humano ocupa un lugar privilegiado dentro de la ontología y la estética hegeliana, pues, el arte
es una creación humana que busca representar el espíritu. El arte permite la encarnación del espíritu
en la obra de arte, no es una expresión universal de verdad, sino una expresión particular y vital del
espíritu. La obra de arte está atravesada por la vitalidad presente en el artista, y este tiene dicha
vitalidad por el Espíritu y que se plasma de forma sensible en la obra de arte.

CONCLUSIÓN:

La cavilación ha visto el fondo, el Arte es el primer paso para el despliegue del ámbito de lo
absoluto. La sensibilidad espiritual es su condición necesaria, la expresión espiritual mediante la
figura o el rostro humano es la motivación de las obras artísticas en toda la historia. Las pasiones y
las obras deben estar conexas unas a otras para ser manifestación espiritual absoluta. El arte, al final
de cuentas en la perspectiva hegeliana, es el reconocimiento y la proyección de lo humano por
medio de la sensibilidad del espíritu absoluto. El arte es una cuestión antropomorfa, la expresión
artística conlleva a la creación de mundos y la afirmación de la humanidad, la realidad es idealizada
por el ser humano, al punto que los conceptos están unidos a las cosas, el ideal irrumpe o reemplaza
la realidad natural. La realidad constituida por el ser humano tiene sus raíces incrustada en los
ideales, en el arte. Puede parecer incluso que el mundo es una manifestación estética, es una
creación antropomórfica.

BIBLIOGRAFÍA:

-Filosofía del Arte o Estética, F.W. Hegel, ABADA ed. 2006, Madrid- España

-Lecciones de Estética, F. W. Hegel, ed. Akal, 1989, Madrid - España

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