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HEGEL: LOS ESTADOS O ‘FIGURAS’ DE

LA CONCIENCIA

Quizás en toda la historia de la filosofía occidental el intento más ambicioso de formular


una teoría de los estados de conciencia haya sido el realizado por Hegel en una obra escrita
en 1807, ‘Fenomenología del Espíritu’ y cuyo subtítulo es ‘Ciencia de la experiencia de la
conciencia’. Etimológicamente el término ‘Fenomenología’ proviene del
griego ‘phainomenon’ que significa lo que resplandece, lo que se manifiesta o se hace
visible. La Fenomenología es, pues, el estudio de los diferentes estados de conciencia a
través de los cuales se manifiesta y se auto-conoce el Espíritu. Hegel la define como un
viaje de descubrimiento, la odisea del Espíritu universal. En su Fenomenología trata de
establecer cuáles son los diferentes tipos o formas a través de los cuales la conciencia
finita evoluciona, desde su estado de mínimo desarrollo hasta su estado más alto, en el
cual se eleva al conocimiento del Absoluto.

Cada sistema filosófico o modelo cultural expresa una perspectiva de la realidad que es el
fruto de un nivel determinado de conciencia. Cada perspectiva es en sí misma parcial,
unilateral e insostenible si se considera a sí misma como la única realidad. Debe dejar
paso, por su propio desarrollo, a otra hasta que se alcance una visión última y más
abarcante que englobe todas las anteriores. Los niveles inferiores de conciencia quedan
subsumidos en los superiores. Ningún nivel inferior es absolutamente negado, sino
reconocido como una etapa en la manifestación del Absoluto gracias a la cual éste se
conoce a sí mismo. El nivel de conciencia más elevado es el único propiamente filosófico,
porque sólo en él se da el conocimiento del Absoluto, que es el tema fundamental de la
filosofía.

Su propósito al hacer esta panorámica y recorrer todos estos tipos, uno tras otro, es que al
escuchar o leer sus descripciones, nos identificáramos con ellas, de modo que fuéramos
reviviendo en nosotros ese estado de conciencia que está describiendo. Como si la mera
descripción y el análisis intelectual fueran suficientes para evocar o despertar ese estado
latente. Hegel va mostrando como cada estado de conciencia inferior contiene
inevitablemente ciertas contradicciones inherentes a su naturaleza, que llevan a la
necesidad de su superación y que, por tanto, debe dar paso a un estado superior. Esperaba
que al revivir esta secuencia de estados de conciencia, nosotros fuéramos evolucionando
hasta alcanzar finalmente el estado más elevado. Cada estado inferior es parcial e
incompleto, sólo en el último estado la conciencia se eleva al conocimiento completo del
Espíritu Absoluto.

Los tres estados de conciencia principales:

Hagamos un breve examen de los tipos o ‘figuras’ fundamentales de la conciencia que


Hegel reconoce. El primer estado que denomina ‘conciencia’,es un estado de “ignorancia”,
de vigilia en el cual la conciencia está solamente vuelta hacia fuera, volcada hacia el
exterior y, por tanto, lo único que percibe son los objetos, la multiplicidad del mundo
fenoménico. La conciencia se ignora a sí misma y lo que experimenta es el objeto. Lo único
que existe entonces es el mundo y la conciencia se identifica con él como lo real. Para
explicar este mundo de objetos, señala Hegel, la conciencia comienza a formar conceptos
abstractos, conceptos cada vez más universales y, finalmente, leyes. Se da cuenta de que
estos conceptos y estas leyes no son observables y no provienen de los objetos, sino que
son puestos por ella misma. De este modo comienza gradualmente a tomar cierta
conciencia de sí misma, a re-conocerse y darse cuenta de que hay algo más que el objeto.
Así, la conciencia evoluciona hasta un segundo
estadio denominado ‘auto-conciencia’, en el que existe una dualidad entre el sujeto que
experimenta y los objetos que son experimentados, de modo que existe una relación de
auto-afirmación de la conciencia frente al objeto. Hegel analiza esta relación en términos
de dominio, el intento de la conciencia de dominar el objeto, que ilustra por medio de la
relación amo-esclavo. En su análisis relaciona las características de este estado con
diferentes tipos de filosofías históricas, por ejemplo el estoicismo o el escepticismo. El
estoicismo, dice, afirma la libertad y auto-suficiencia interior del hombre y niega el poder
sobre él del mundo externo. Pero no lleva esta actitud hasta sus últimas consecuencias, es
decir, hasta afirmar que el mundo externo sea irreal. El escepticismo niega la validez de
toda percepción externa, duda que algo externo pueda perturbar el yo sereno e inmutable.
El estado más maduro de esta auto-conciencia es llamado por Hegel ‘conciencia infeliz’ o
‘conciencia auto-alienada’. En este estado, dice Hegel, la conciencia experimenta a través
de los sentidos un mundo de objetos. La conciencia se experimenta hacia fuera como
mudable, empírica, accidental, individual y externa. A la vez tiene conciencia en su
interior de que su propio yo es inmutable y simple. Esta situación contradictoria es descrita
por Hegel como una especie de desgarramiento, la conciencia se siente incómoda con esta
dualidad. Experimenta el mundo fenoménico y cambiante de los objetos como algo que le
es extraño y ajeno, de lo cual tiende a liberarse. Pero perderlo sería también perder una
parte de sí misma. Hay en este estado dualidad y, a la vez, una cierta unidad. Por tanto,
no puede permanecer indefinidamente en este estado, sino que aspira a una reunificación
de sí misma. Debe evolucionar hacia un estado en el cual desaparezca esta experiencia de
separación y la conciencia experimente que todo surge a partir de sí misma, que lo mudable
surge de lo inmutable.
Este tercer estado es llamado por Hegel ‘razón’. Hegel dice que en un momento dado
desaparece la cortina de la apariencia que separa el mundo interior inmutable del mundo
exterior mutable. El sujeto experimenta que es en realidad el Espíritu Absoluto y que todo
el universo es la expresión de su propia conciencia. Es consciente plenamente de su
identidad última y de la unidad total entre él y el Espíritu Absoluto.
“La razón es la certeza de la conciencia de ser toda la realidad, de este modo expresa el
idealismo el concepto de la razón”. (Fenomenología del Espíritu, C, V.)

En este estado supremo, toda la realidad está dentro de mi propia conciencia ilimitada o
razón. Realidad y razón, el universo y mi conciencia son una misma cosa. Este es el sentido
de su famosa (y tan poco comprendida habitualmente) afirmación:

“Lo que es racional es real; y lo que es real es racional” [i]


(Filosofía del Derecho, Prefacio).

Toda la multiplicidad y las diferencias que constituyen el mundo fenoménico se generan


en el interior de la conciencia al conocerse eternamente a sí misma. La conciencia es
entonces auto-referente, al percibir cualquier objeto se experimenta a sí misma y al
conocerse a sí misma experimenta toda la realidad dentro de sí. Crea, por tanto, dentro
de sí la relación entre el sujeto y el objeto, que constituye el conocimiento verdadero y a
la vez estructura la realidad. Este conocimiento es el saber absoluto y este proceso de
estructuración es lo que Hegel llamó ‘Dialéctica’.

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