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LA CONCIENCIA
Cada sistema filosófico o modelo cultural expresa una perspectiva de la realidad que es el
fruto de un nivel determinado de conciencia. Cada perspectiva es en sí misma parcial,
unilateral e insostenible si se considera a sí misma como la única realidad. Debe dejar
paso, por su propio desarrollo, a otra hasta que se alcance una visión última y más
abarcante que englobe todas las anteriores. Los niveles inferiores de conciencia quedan
subsumidos en los superiores. Ningún nivel inferior es absolutamente negado, sino
reconocido como una etapa en la manifestación del Absoluto gracias a la cual éste se
conoce a sí mismo. El nivel de conciencia más elevado es el único propiamente filosófico,
porque sólo en él se da el conocimiento del Absoluto, que es el tema fundamental de la
filosofía.
Su propósito al hacer esta panorámica y recorrer todos estos tipos, uno tras otro, es que al
escuchar o leer sus descripciones, nos identificáramos con ellas, de modo que fuéramos
reviviendo en nosotros ese estado de conciencia que está describiendo. Como si la mera
descripción y el análisis intelectual fueran suficientes para evocar o despertar ese estado
latente. Hegel va mostrando como cada estado de conciencia inferior contiene
inevitablemente ciertas contradicciones inherentes a su naturaleza, que llevan a la
necesidad de su superación y que, por tanto, debe dar paso a un estado superior. Esperaba
que al revivir esta secuencia de estados de conciencia, nosotros fuéramos evolucionando
hasta alcanzar finalmente el estado más elevado. Cada estado inferior es parcial e
incompleto, sólo en el último estado la conciencia se eleva al conocimiento completo del
Espíritu Absoluto.
En este estado supremo, toda la realidad está dentro de mi propia conciencia ilimitada o
razón. Realidad y razón, el universo y mi conciencia son una misma cosa. Este es el sentido
de su famosa (y tan poco comprendida habitualmente) afirmación: