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Hécate

Hesíodo en su Teogonía nos dice:


(Asteria) , al quedar embarazada, trajo al mundo a Hécate, a la que el Crónida
Zeus estimó por encima de todas y le dio como brillantes regalos participar de la
tierra y del estéril mar, pero también obtuvo parte de la honra del estrellado cielo y
es especialmente respetada por los inmortales dioses. En efecto, ahora, cada vez
que alguno de los hombres sobre la tierra quiere atraerse el favor de los dioses,
realizando hermosos sacrificios según la costumbre, suele invocar a Hécate.
Mucha honra acompaña a aquel cuyas súplicas acepta benévola la diosa y le
otorga, además, felicidad, puesto que tiene capacidad para ello” (412-4212 ).
“En el juicio se sienta junto a los venerables reyes y en el ágora hace sobresalir al
que quiere; cuando para la destructora guerra se preparan los hombres, entonces
la diosa asiste a los que desea otorgar la victoria y concederles la gloria. Asimismo
es útil cuando los hombres compiten en un certamen, pues también la diosa les
asiste y ayuda y, al vencer en fuerza y capacidad, un hermoso premio con
facilidad y alegría se lleva y a sus padres da gloria. Es capaz de asistir a los
jinetes que quiere, y a los que trabajan en el tempestuoso mar y suplican a Hécate
y al retumbante Enosigeo, fácilmente abundante botín les concede la ilustre diosa
y con facilidad se lo quita, cuando parece seguro, cuando así lo desea en su
ánimo. Con la ayuda de Hermes tiene la posibilidad de aumentar los rebaños y los
establos y por lo que se refiere a las manadas de bueyes, grandes rebaños de
cabras, majadas de ovejas de espeso vellón, si así lo quiere en su ánimo, a partir
de pocos, los hace prosperar y de muchos, disminuir” (434-447).
“El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron con sus ojos
la luz de Eos que a muchos alumbra. Así, desde el comienzo, es criadora de
jóvenes y éstas son sus esferas de actuación” (450-453).

Diodoro dice que:


Perses engendró una hija, Hécate, que superaba a su padre por su osadía y su
desprecio por las leyes. Era amante de la caza, y cuando no tenía éxito,
asaeteaba a los hombres en vez de disparar a las fieras. Al tener una gran pericia
en la composición de venenos mortales, descubrió el llamado acónito, y
experimentó la potencia de cada veneno mezclándolos en la comida dada a los
extranjeros. Y puesto que había adquirido una gran experiencia en esta materia,
primero mató a su padre con una pócima y le sucedió en el trono; luego construyó
un templo a Artemis y, al ordenar que los extranjeros que desembarcasen allí
fueran sacrificados a la diosa17, se hizo famosa por su crueldad. A continuación
se casó con Eetes y parió dos hijas, Circe y Medea, y también un hijo, Egialeo”
(IV, 45, 1-3).
Y en los himnos órficos se lee:
“En un principio a la fatal necesidad del antiguo Caos y a Crono, que engendró en
sus enormes surcos al Éter y al Amor, de dual naturaleza, visible por doquier e
ilustre, famoso padre de la Noche eterna, a quien, como es sabido, los mortales
más recientes llaman Fanetes, porque fue el primero que apareció; y la raza de la
poderosa Brimo y las obras destructoras de los Hijos de la Tierra, que, desde lo
alto del cielo, destilaron la semilla funesta de la generación, de donde surgió el
primitivo linaje de los mortales, que sin cesar se encuentran sobre la tierra infinita”
(13-2136).
“Con ella venía la hija de Tártaro, Hécate, de formas cambiantes, tricéfala, prodigio
funesto de ver, indestructible, de su hombro izquierdo salía un caballo de larga crin
y, a su derecha, se podía contemplar una perra de mirada furiosa; en medio, una
figura de aspecto salvaje sostenía en ambas manos unas espadas provistas de
empuñadura. De un lado a otro, en torno al hoyo, se movían en círculo Pandora y
Hécate; las acompañaban apretujándose las vengadoras” (975-983).

En un papiro griego la diosa es descrita con:


“Tres caras y seis manos, que sostiene antorchas en éstas, y que en el lado
derecho de su rostro tiene cabeza de vaca, en el lado izquierdo, de perro y en el
centro, de muchacha; lleva calzadas sandalias” (Papiro IV, 2119-2124).

Oraciones y suplicas a la diosa


Medea a Hécate
“A Hécate se le puede preguntar qué es mejor, si ser rico o pobre. Ella dice que
los que tienen posibles y son ricos abandonan comida en la calle una vez al mes,
y la gente pobre se la arrebata antes de que lleguen a dejarla. Conque muérete y
deja ya de gruñir. No me convencerás ni aunque me convenzas” (Pluto, 596-
6008).

Porfirio a Hécate
“No, por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la que he elegido
como cómplice, por Hécate, que habita en las profundidades de mi hogar, ninguno
de ellos se reirá de causar dolor a mi corazón” (395-399).

Oraciones griegas populares

“Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste,


terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las
almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los
ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora
animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se
mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven
guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la
doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón
siempre alegre”.

“Te invoco, madre de todos los hombres, tú que reuniste los miembros de Meliuco
y al propio Meliuco42 , orobastria Nebutosualet, tú que tiendes la red, diosa de los
muertos, Hermes, Hécate, Hermes, Hermécate leth: amoumamoutermior; te
conjuro a ti, el demon que ha sido evocado en este lugar, y a ti, el demon del gato
convertido en espíritu; ven a mi lado en este día de hoy y en este mismo momento
y hazme la obra…” (Papiro III, 43-5343).

Sacrificio que realiza Jasón a Hécate


“Aguardando a la media noche en su justa mitad y tras bañarte en las corrientes
de un río inagotable, tú solo lejos de los demás, envuelto en un manto negro,
excava un foso circular. En él degüella una oveja y deposítala entera en una pira
que hayas construido adecuadamente sobre el mismo foso. Puedes propiciar a
Hécate, la unigénita Perseide, libando de una copa el producto colmenero de las
abejas. Luego, una vez que acordándote hayas aplacado a la diosa, retírate de
nuevo de la pira. Que no te impulse a volver atrás ni ruido de pasos ni ladrido de
perros, no sea que arruinándolo todo, ni tú mismo regreses junto a tus
compañeros como conviene. Al alba humedece esta pócima y, desnudo, acicala tu
cuerpo como con un ungüento. Con ella obtendrás una fuerza inmensa y un gran
vigor, y podrías decir que te asemejas no a los hombres sino a los dioses
inmortales” (Canto III, 1030-1045).

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