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(...) el mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar
en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los «comienzos». Dicho de otro modo:
el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad
ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un
fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una
institución. Es, pues, siempre el relato de una «creación»: se narra cómo algo ha sido
producido, ha comenzado a ser. El mito no habla de lo que ha sucedido realmente,
de lo que se ha manifestado plenamente. Los personajes de los mitos son Seres
Sobrenaturales. Se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo
prestigioso de los «comienzos». Los mitos revelan, pues, la actividad creadora y
desvelan la sacralidad (o simplemente la «sobre-naturalidad») de sus obras. En
suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo
sagrado (o de lo «sobrenatural») en el Mundo. Es esta irrupción de lo sagrado la que
fundamenta realmente el Mundo y la que le hace tal como es hoy día. Más aún: el
hombre es lo que es hoy, un ser mortal, sexuado y cultural, a consecuencia de las
intervenciones de los seres sobrenaturales. (p. 7)
El mito es, pues, un elemento esencial de la civilización humana; lejos de ser una
vana fábula, es, por el contrario, una realidad viviente a la que no se deja de recurrir;
no es en modo alguno una teoría abstracta o un desfile de imágenes, sino una
verdadera codificación de la religión primitiva y de la sabiduría práctica. (p. 12)
"Lo propio del pensamiento mítico es expresarse con ayuda de un repertorio cuya
composición es heteróclita y que, aunque amplio, no obstante es limitado; sin
embargo, es preciso que se valga de él, cualquiera que sea la tarea que se asigne,
porque no tiene ningún otro del que echar mano. De tal manera se nos muestra como
una suerte de bricolage intelectual, lo que explica las relaciones que se observan entre
los dos"
" ... parece muy posible aplicar la concepción psicoanalítica obtenida en el estudio
de los sueños a los productos de la fantasía de los pueblos, tales como los mitos y las
fábulas. Hace ya tiempo que se labora en la interpretación de tales productos,
sospechándose que entrañan un 'sentido oculto', encubierto por diversas
transformaciones y modificaciones. El psicoanálisis aporta a esta labor la experiencia
extraída de su investigación de los sueños y de las neurosis, mediante la cual ha de
serie posible descubrir los caminos técnicos de tales deformaciones. Pero, además,
puede revelar en toda una serie de casos los motivos ocultos que han desviado el
mito de su sentido original. No ve el primer impulso a la formación de mitos en una
necesidad teórica de explicación de los fenómenos naturales o de justificación de
preceptos culturales o usos devenidos incomprensibles, sino que 10 busca en
aquellos mismos 'complejos' psíquicos y aquellas mismas tendencias afectivas, cuya
existencia hubo de comprobar como base de los sueños y de la formación de
síntomas"
Mitos griegos
También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo
nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien
brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían
cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza
terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.
La castración de Urano
Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban
irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto
de nacer, Urano los retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la
luz y se gozaba cínicamente con su malvada acción.
En cuanto a los genitales, desde el preciso instante en que los cercenó con el
acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados
por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal
una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la
divina Citera y desde allí se dirigió a Chipre rodeada de corrientes.
Pues cuantas gotas de sangre (de Urano mutilado por Crono) salpicaron,
todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a
los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas
lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada.
Origen de Afrodita
Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía la hierba
en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la
espuma (Ἀφροδίτη: ἀφρός = espuma; δίτη = aparecer).
A los primeros se los tragó el poderoso Cronos según iban viniendo a sus
rodillas desde el sagrado vientre de su madre, conduciéndose así para que ningún
otro de los ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad real entre los
Inmortales. Pues sabía por Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir a
manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, víctima de los planes del gran
Zeus.
Pues (Cronos) sabía por Gea y el estrellado Urano que era su destino
sucumbir a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, víctima de los planes
del gran Zeus. Por ello no tenía descuidada la vigilancia, sino que, siempre al acecho,
se iba tragando a sus hijos; y Rea sufría terriblemente.
Comience el trabajo con Júpiter. La primera noche puedo ver la estrella que
tiene por misión cuidar la cuna de Júpiter; sale el astro lluvioso de la Cabra Olenia,
la cual posee el cielo como premio de la leche que había dado. Cuenta que la náyade
Amaltea, famosa en el Ida cretense, ocultó a Júpiter en las selvas. Poseía una cabra
que llamaba la atención entre los rebaños dicteos. Dicha cabra le daba leche al dios.
Como Gea y Urano le habían vaticinado que sería depuesto por un hijo suyo,
devoraba su prole al nacer. Devoró a Hestia, la primogénita, luego a Deméter y a
Hera, y tras ellas a Plutón y Poseidón. Irritada por ello Rea se dirige a Creta, estando
encinta de Zeus, lo da a luz en una cueva de Dicte y se lo entrega a los Curetes y a
las ninfas Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, para que lo críen. Éstas alimentaban al
niño con la leche de Amaltea; los Curetes, armados, custodiaban al niño en la cueva
y golpeaban los escudos con las lanzas para que Crono no oyera su voz. Rea dio a
Crono una piedra envuelta en pañales para que la tragase como si fuera el recién
nacido.
Primero [Cronos] vomitó la piedra, última cosa que se tragó; y Zeus la clavó
sobre la anchurosa tierra, en la sacratísima Pito, en los valles del pie del Parnaso,
monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales.
(En relación con el origen de los Juegos Olímpicos): Unos dicen que allí (en
Olimpia) combatió Zeus con el propio Crono por el trono, y otros que él organizó
los juegos en honor de su triunfo.
Libró a sus tíos paternos de sus dolorosas cadenas, <a los Uránidas, Brontes,
Estérope y el vigoroso Arges>, a los que insensatamente encadenó su padre;
aquéllos le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el
llameante rayo y el relámpago; antes los tenía ocultos la enorme Gea, y con ellos
seguro gobierna a mortales e inmortales.
Cuando Zeus se hizo adulto, pidió ayuda a Metis, hija de Océano, la cual con
un bebedizo obligó a Crono a vomitar primero la piedra y luego los hijos que había
devorado; Zeus, auxiliado por ellos, hizo la guerra contra Crono y los Titanes.
Después de combatir diez años, Gea vaticinó a Zeus la victoria si se aliaba con los
arrojados al Tártaro. Él, tras matar a Campe, la guardiana, desató sus ligaduras.
Entonces los Cíclopes entregaron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón
el yelmo y a Poseidón el tridente.
Apolodoro, Biblioteca I, 2, 1
(Los centímanos) (a los titanes) los enviaron bajo la anchurosa tierra y los
ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran
audaces, tan hondo bajo tierra como lejos está el cielo de la tierra; [esa distancia hay
desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro]. Pues un yunque de bronce que bajara
desde el cielo durante nueve noches con sus días, al décimo llegaría a la tierra; e
igualmente un yunque de bronce que bajara desde la tierra durante nueve noches
con sus días, al décimo llegaría al Tártaro. En torno a él se extiende un muro de
bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las
raíces de la tierra y del mar estéril. Allí los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla
están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una región al extremo
de la monstruosa tierra; no tienen salida posible.
Luego que Zeus expulsó del cielo a los Titanes, la monstruosa Gea concibió a
su hijo más joven, Tifón, en abrazo amoroso con Tártaro preparado por la dorada
Afrodita. Sus brazos se ocupaban en obras de fuerza e incansables eran los pies del
violento dios. De sus hombros salían cien cabezas de serpiente, de terrible dragón,
adardeando con sus negras lenguas. De los ojos existentes en las prodigiosas
cabezas, bajo las cejas, el fuego lanzaba destellos y de todas sus cabezas brotaba
ardiente fuego cuando miraba.
Tonos de voz había en aquellas terribles cabezas que dejaban salir un lenguaje
variado y fantástico. Unas veces emitían articulaciones como para entenderse con
dioses, otras un sonido con la fuerza de un toro de potente mugido, bravo e
indómito, otras de un león de salvaje furia, otras igual que los cachorros, maravilla
oírlo, y otras silbaba y le hacían eco las altas montañas.
Y tal vez hubiera realizado una hazaña casi imposible aquel día y hubiera
reinado entre mortales e inmortales, de no haber sido tan penetrante la inteligencia
del padre de hombres y dioses. Tronó reciamente y con fuerza y por todas partes
terriblemente resonó la tierra, el ancho cielo arriba, el ponto, las corrientes del
Océano y los abismos de la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus inmortales
pies cuando se levantó el soberano y gemía lastimosamente la tierra.
Cuando los dioses hubieron vencido a los Gigantes, Gea, aún más
encolerizada, se une a Tártaro y da a luz en Cilicia a Tifón, que tenía naturaleza mixta
de hombre y fiera. En talla y fuerza aventajaba a todos cuantos había parido Gea;
con fuerza humana hasta los muslos y descomunal tamaño que sobrepasaba todos
los montes, su cabeza, a veces, tocaba las estrellas; en cuanto a sus manos, una
alcanzaba el occidente y la otra el oriente; de ellas salían cien cabezas de dragones.
De los muslos, enormes anillos de víboras que, al proyectarse, llegaban hasta la
cabeza emitiendo un fuerte silbido; su cuerpo estaba todo cubierto de alas; desde la
cabeza y el mentón sucios cabellos ondeaban; lanzaba fuego con los ojos. Tal y tan
poderoso era Tifón, que arrojando piedras ardientes alcanzaba al mismo cielo entre
silbidos y gritos; de su boca brotaba un gran chorro de fuego. Cuando los dioses lo
vieron abalanzarse al cielo huyeron a Egipto y, perseguidos, adoptaron forma
animal. Sin embargo Zeus fulminó a Tifón desde lejos y cuando lo tuvo cerca lo
derribó con una hoz de acero; al huir éste lo persiguió hasta el monte Casio, que se
eleva sobre Siria, y allí viéndolo herido se enzarzó con él. Tifón, enlazando a Zeus
con sus anillos, lo sujetó, le quitó la hoz y le cortó los tendones de manos y pies;
luego lo transportó sobre sus hombros a través del mar hasta Cilicia y al llegar lo
abandonó en la cueva Coricia. Asimismo dejó allí los tendones ocultos en la piel de
un oso y puso como guardián a la dragona Delfine, medio animal, medio mujer.
Pero Hermes y Egipán sin ser vistos robaron los tendones y se los aplicaron a Zeus.
Éste recobró su fuerza, e inmediatamente, transportado desde el cielo en un carro de
caballos alados, persiguió con sus rayos a Tifón hasta el monte llamado Nisa, donde
las Moiras engañaron al fugitivo, que, persuadido de que así se fortalecería, comió
los frutos efímeros. De nuevo acosado llegó a Tracia y combatiendo cerca del Hemo
arrojó montes enteros, que al rebotar sobre él a causa del rayo le hicieron derramar
abundante sangre en la montaña: por ello dicen que la montaña se llama Hemo.
Cuando intentaba huir a través del mar Sículo, Zeus le echó encima el monte Etna,
en Sicilia, que es enorme; se cree que aún hoy exhala fuego a causa de los rayos
entonces arrojados. Pero de esto nada más os diré.
Apolodoro, Biblioteca I, 6, 3.
Júpiter, convertido en cisne, se unió a Leda, hija de Testio, junto al río Eurotas;
de esta unión nacieron Pólux y Helena; de Tindáreo engendró a Cástor y
Clitemnestra”
Otras historias
Perseo y Andrómeda
Narciso:
Junto a una fuente clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni calor de
sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es
arrebatado por el amor, juzgando que aquella imagen es un cuerpo real; queda
inmóvil ante ella, pasmado por su hermosura: sus ojos, su cabello, sus mejillas y
cuello, su boca y su color. Y admira cuanto es en él admirable, y se desea y se busca
y se quema, y trata inútilmente de besar y abrazar lo que mira, ignorando que es
sólo un reflejo lo que excita sus ojos; sólo una imagen fugaz, que existe únicamente
porque él se detiene a mirarla”.
Sísifo
Sísifo, el hijo de Eolo, tras fundar Éfira, la ahora llamada Corinto, tomó como esposa
a Mérope, la hija de Atlas. De ellos nació un hijo, Glauco, por quien fue engendrado
de Eurimede un hijo, Belerofonte, que mató a la Quimera que resopla fuego. Sísifo
es castigado en el Hades haciendo rodar una roca con las manos y la cabeza e
intentando hacerla pasar al otro lado de un monte. Pero esta, empujada por él, de
nuevo se precipita hacia atrás. Cumple este castigo a causa de Egina, la hija de
Asopo. Pues se dice que, tras raptarla Zeus a escondidas, se lo reveló a Asopo que la
buscaba.
Apolodoro, Biblioteca, I, 9, 3
“Sócrates: Sin embargo, es terrible la vida de los que tú dices. No me extrañaría que
Eurípides dijera la verdad en estos versos70:
¿quién sabe si vivir es morir y morir es vivir?,
y que quizá en realidad nosotros estemos muertos. En efecto, he oído decir a un sabio
que nosotros ahora estamos muertos, que nuestro cuerpo es un sepulcro y que la
parte del alma en la que se encuentran las pasiones es de tal naturaleza que se deja
seducir y cambia súbitamente de un lado a otro. A esa parte del alma, hablando en
alegoría y haciendo un juego de palabras, cierto hombre ingenioso, quizá de Sicilia
o de Italia, la llamó tonel, a causa de su docilidad y obediencia, y a los insensatos los
llamó no iniciados; decía que aquella parte del alma de los insensatos en que se
hallan las pasiones, fijando la atención en lo irreprimido y descubierto de ella, era
como un tonel agujereado aludiendo a su carácter insaciable. Éste, Calicles, al
contrario que tú, expresa la opinión de que en el Hades ––se refiere a lo invisible––
¬ tendrían el colmo de la desgracia los no iniciados y llevarían agua al tonel
agujereado con un cedazo igualmente agujereado. Dice, en efecto, según
manifestaba el que me lo refirió, que el cedazo es el alma; y comparó el alma de los
insensatos a un cedazo porque está agujereada, ya que no es capaz de retener nada
por incredulidad y por olvido. Estas comparaciones son, probablemente, absurdas;
sin embargo, dan a entender lo que yo deseo demostrarte, si de algún modo soy
capaz de ello, para persuadirte a que cambies de opinión y a que prefieras, en vez
de una pida de insaciedad y desenfreno, una vida ordenada que tenga suficiente y
se dé por satisfecha siempre con lo que tiene. Pero ¿te persuado en algo y cambias
de opinión en el sentido de que los moderados son más felices que los desenfrenados
o no vas a cambiar en nada, por más que refiera otras muchas alegorías semejantes?”
Platón, Gorgias, 492e – 493d
“Sobre la inmortalidad, baste ya con lo dicho. Pero sobre su idea hay que añadir lo
siguiente: Cómo es el alma, requeriría toda una larga y divina explicación; pero decir
a qué se parece, es ya asunto humano y, por supuesto, más breve. Podríamos
entonces decir que se parece a una fuerza que, como si hubieran nacido juntos, lleva
a una yunta alada y a su auriga. Pues bien, los caballos y los aurigas de los dioses
son todos ellos buenos, y buena su casta, la de los otros es mezclada. Por lo que a
nosotros se refiere, hay, en primer lugar, un conductor que guía un tronco de
caballos y, después, estos caballos de los cuales uno es bueno y hermoso, y está
hecho de esos mismos elementos, y el otro de todo lo contrario, como también su
origen. Necesariamente, pues, nos resultará difícil y duro su manejo.
El poder natural del ala es levantar lo pesado, llevándolo hacia arriba, hacia donde
mora el linaje de los dioses. En cierta manera, de todo lo que tiene que ver con el
cuerpo, es lo que más unido se encuentra a lo divino. Y lo divino es bello, sabio,
bueno y otras cosas por el estilo. De esto se alimenta y con esto crece, sobre todo, el
plumaje del alma; pero con lo torpe y lo malo y todo lo que le es contrario, se
consume y acaba. Por cierto que Zeus, el poderoso señor de los cielos, conduciendo
su alado carro, marcha en cabeza, ordenándolo todo y de todo ocupándose. Le sigue
un tropel de dioses y démones ordenados en once filas. Pues Hestia se queda en la
morada de los dioses, sola, mientras todos los otros, que han sido colocados en
número de doce, como dioses jefes, van al frente de los órdenes a cada uno
asignados. Son muchas, por cierto, las miríficas visiones que ofrece la intimidad de
las sendas celestes, caminadas por el linaje de los felices dioses, haciendo cada uno
lo que tienen que hacer, y seguidos por los que, en cualquier caso, quieran y puedan.
Está lejos la envidia de los coros divinos. Y, sin embargo, cuando van a festejarse a
sus banquetes, marchan hacia las empinadas cumbres, por lo más alto del arco que
sostiene el cielo, donde precisamente los carros de los dioses, con el suave balanceo
de sus firmes riendas, avanzan fácilmente, pero a los otros les cuesta trabajo. Porque
el caballo entreverado de maldad gravita y tira hacia la tierra, forzando al auriga que
no lo haya domesticado con esmero. Allí se encuentra el alma con su dura y fatigosa
prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han alcanzado la cima, saliéndose
fuera, se alzan sobre la espalda del cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento
circular en su órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.
— ¿Cómo? Explícate.
— Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están
ya iluminados por la luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente,
como si no tuvieran claridad en la vista.
— Efectivamente.
— Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos
mismos ojos tuvieran la claridad.
—Sin duda.
— Del mismo modo piensa así lo que corresponde al alma: cuando fija su mirada en
objetos sobre los cuales brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener
inteligencia; pero cuando se vuelve hacia lo sumergido en la oscuridad, que nace y
perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la hacen ir de aquí
para allá, y da la impresión de no tener inteligencia.
La alegoría de la Caverna
(...) la ciencia demostrativa parte de principios necesarios (pues lo que ella sabe no
es posible que sea de otra manera), y los < predicados> en sí se dan como necesarios
en las cosas.
Aristóteles, Analíticos segundos, 74 b5
La misma verdad de las conexiones no fue instituida por los hombres, sino
únicamente advertida y anotada para poderla aprender y enseñar, pues se funda en
la razón de las cosas, que es eterna e instituida por Dios.