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El objetivo es que motivante para los hijos. Para ello es importante el tema a elegir. Debe ser
de interés para todos los miembros de la familia, además de dispone de información previa
para poder hablar con conocimiento.
2. Realizar grupos
Es más divertido hacerlos en grupos para sentirse apoyados. Sobre todo, cuando son pequeños
de cara a poder ayudarles a generar ideas. Es interesante que sean grupos heterogéneos en los
que combinar padres con niños y niños mayores con más pequeños.
3. Elegir un moderador
Se recomienda que sea un adulto para que dirija el debate, dando importancia a los turnos de
palabra, puesto que siempre hay personas tendentes a monopolizar las conversaciones y
pueden eclipsar a otros con ideas muy buenas.
Esta una de las ventajas de la actividad. Enseña a pensar antes de hablar y no actuar de modo
tan impulsivo como están acostumbrados los niños.
5. Fomentar la argumentación de las ideas
Las ideas que cada grupo o persona exprese deben estar muy argumentadas. Esta será la clave
para que realmente el debate sea interesante y aprendan a explicar y justificar sus posturas.
En este caso, el moderador puede calmar a las personas, pedirles un tiempo para salir del
debate hasta tranquilizarse y volver cuando hayan logrado gestionar la tensión o la emoción.
Esta parte es muy importante porque en la mayoría de las ocasiones en las que hay diferencias
se pierde el rumbo del debate por las discrepancias.
7. Crear conclusiones
Una vez que el debate finalice es muy importante ofrecer conclusiones para ver lo que ha
aportado.
Con esta actividad, no solo aprenden a dialogar, sino que están implícitos procesos
fundamentales para la vida como son la reflexión, la argumentación, la capacidad de generar
conclusiones, la escucha, la paciencia y, lo más importante, disfrutar en familia y mejorar
la comunicación familiar.